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El derecho a la protección de
la salud: la solución mexicana
Julio Frenk y Octavio Gómez Dantés
S e p t ie mb re 19, 2023
Uno de los mayores retos que enfrenta el sistema de salud de México es garantizar el
ejercicio efectivo e igualitario del derecho a la protección de la salud, consagrado en el
artículo 4.° constitucional. Este fue un tema central en el proceso de cambio estructural
de la salud emprendido entre 1983 y 1988. Volvió a ocupar un lugar privilegiado durante
las reformas que dieron origen al Sistema de Protección Social en Salud en 2003. El tema
vuelve a ser crucial en la coyuntura actual dada la desaparición del Seguro Popular y su
accidentada sustitución; primero, por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), y
después por el IMSS-Bienestar.
Ilustración: Víctor Solís
En la primera parte de este texto se discute brevemente el lugar que ocupa el derecho a la
protección de la salud dentro del amplio campo de los derechos humanos. En la segunda
parte se describe la manera en que ese derecho se incorporó a nuestra Constitución en
1983 y cómo se operacionalizó, veinte años después, con las reformas a la Ley General de
Salud. Termina con una reflexión sobre las consecuencias que en esta materia tiene el
desmantelamiento del Seguro Popular, no sólo en sus aspectos programáticos y
financieros, sino, de manera aún más importante, en sus fundamentos éticos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos estableció en 1948 las bases para la
promoción de la libertad y la justicia en todo el mundo. Este documento seminal
identificó un cuerpo de derechos civiles, políticos y sociales cuyo ejercicio universal
debería garantizarse. El fundamento de los derechos humanos es la idea, establecida por
los filósofos de la Ilustración europea, de que todas las personas tienen una humanidad
común y, por lo tanto, los mismos derechos.
Los derechos sociales tienen que ver con la satisfacción de las necesidades básicas, como
la vivienda, la educación y la salud. En contraste con los derechos civiles, que suponen la
no interferencia del Estado en su ejercicio, los derechos sociales se han caracterizado
como “derechos positivos” porque demandan la activa participación del Estado en su
garantía. El reto ha sido definir los beneficios específicos requeridos para darle cuerpo a
esos derechos.
Quien trabaja con normas jurídicas sabe que el derecho es más que un
instrumento de coacción […] es una representación del futuro social, porque
es motor de la dinámica política.2
Más adelante, el autor hace un llamado a acelerar el cambio en la sociedad mexicana para
democratizarla, creando, entre otras cosas, las condiciones para garantizar el ejercicio
efectivo de los derechos sociales.
Las condiciones de las que hablaba Ruiz Massieu en el artículo antes citado se dieron en
el año 2000, cuando Vicente Fox fue electo presidente de México. Este hecho marcó la
culminación de un prolongado proceso de transición a la democracia.
i) La definición de los beneficios en salud que todos los ciudadanos podrán recibir
ii) El establecimiento de mecanismos para garantizar que la gente pueda legalmente
demandarlos
iii) El diseño de instrumentos financieros para asegurar su sustentabilidad.4
El nuevo seguro hizo explícitos los beneficios en salud a los que tendrían derecho sus
afiliados, contó con un mecanismo financiero que aseguró su sustentabilidad y empoderó
a los ciudadanos para exigirlo.
Así pues, los tres requisitos señalados por Brachet para convertir el derecho a la atención
de la salud en un verdadero derecho social se habían cumplido. De hecho, uno de los
aspectos más interesantes del esquema financiero del nuevo seguro es que su punto de
partida fue la definición y el costeo de los beneficios que harían operativo el derecho a la
protección de la salud consagrado en la Constitución. Así, la nueva ley estipulaba las
obligaciones presupuestales de los gobiernos federal y estatales que garantizaban la
satisfacción de la demanda esperada de cada individuo afiliado al Seguro Popular.
Además, las nuevas reformas le dieron sustento organizativo y legal a las tres formas de
protección en salud: la protección contra riesgos sanitarios, que amparó la Comisión
Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios, creada en 2001; la protección de la
calidad de la atención, promovida por la Cruzada Nacional por la Calidad de los
Servicios de Salud, que estuvo activa entre 2001 y 2006, y la protección financiera contra
los efectos económicos de la enfermedad y su atención, que garantizó el Seguro Popular.
Las consecuencias que en esta materia tiene el desmantelamiento del Seguro Popular son
enormes. Este es el tema de la tercera y última parte de este texto.
El pésimo diseño financiero del nuevo Instituto y las pobres capacidades gerenciales del
equipo de la salud de la actual administración federal, sumados a los recortes en la
estructura organizativa de la Secretaría de Salud, hicieron que este proyecto naufragara,
como lo demostró el dramático incremento de la carencia por acceso a servicios de salud,
que pasó de 20 millones en 2018 a 50 millones en 2022. Se trata del mayor retroceso en
la historia de nuestro sistema de salud.
Las consecuencias de estos cambios son muy profundas. La desaparición del Seguro
Popular representa no sólo la destrucción de un programa, sino el desmantelamiento de
un marco ético que consideraba a la salud como un derecho social exigible por la
población y que se tradujo en un cuerpo de leyes que operacionalizó este derecho
mediante la definición de los beneficios en salud que recibiría la población no asalariada
en México y una estructura financiera que ofrecía certeza y sustentabilidad a la
protección social.
En 2018 había ya 100 millones de personas con algún seguro público de salud. Más de la
mitad estaban afiliadas al Seguro Popular, el cual había reducido las brechas entre las
instituciones que atendían a la población asalariada y las que atendían a los no
asalariados, los más pobres del país. Estábamos a un paso de conseguir la cobertura
universal de salud y de crear un sistema integrado que ofreciera los mismos beneficios a
toda la población. En vez de avanzar en ese sentido, el gobierno actual optó por regresar
al pasado corporativista y consolidar la segregación de la atención a la salud.
Julio Frenk
Rector de la Universidad de Miami
Una versión modificada de este texto se presentó en la reunión sobre “Constitución, Educación e
Investigación en México”, organizada por la Alianza para la Excelencia Académica, que se llevó
a cabo en la Universidad Iberoamericana el 4 de septiembre de 2023.
Este artículo expresa los puntos de vista personales de los autores y no refleja la posición de las
instituciones donde trabajan.