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Para comprender a Lacan Jean-Baptiste Fages Amorrortu editores De Jean-Baptiste Fages en esta editorial P ara comprender Para comprender a Lévi-Strauss a Lacan Jean-Baptiste Fages Amorrortu editores Biblioteca de psicologia y psicoandlisis Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky Comprendre Jacques Lacan, Jean-Baptiste Fages © Editions Edouard Privat Primera edicién en castellano, 1973; primera reimpresién, 1987; segunda reimpresion, 2001 Traduccién, Matilde Horne Revision técnica, Mario Levin Unica edicién en castellano autorizada por Editions Edouard Privat, Toulouse, y debidamente protegida en todos los pafses, Queda hecho el depésito que previene la ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edicién en castellano reservados por Amorrortu edi- tores S. A., Paraguay 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires. La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica 0 modificada por cualquier medio mecdnico 0 electrénico, incluyen- do fotocopia, grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacién de informacién, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-406-9 159.964.2 Fages, Jean-Baptiste FAG Para comprender a Lacan.- la ed. 1a reimp.- Buenos Aires : Amorrortu, 2001. 170 p. ; 19x12 cm.- (Biblioteca de psicologia y psicoandlisis) Traduccién de: Matilde Horne ISBN 950-518-406-9 I. Titulo - 1, Psicoandlisis Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 2001. Tirada de esta edicién: 1.500 ejemplares. Prélogo Supongamos que un reportero, micréfono en mano y magnetéfono en bandolera, se pasea entre alumnos de liceo de Ultimo afio o que, junto a un quiosco de perié- dicos, interpela a lectores del Express, de Dépéche, Le Monde, Le Figaro 0 Le Nouvel Observateur: «Ha oido hablar usted del doctor Lacan?». «Ah, sf, el es- tructuralista del psicoanalisis...». En virtud de un estereotipo comparable, Roger Clamant convoca a Lacan en un opisculo: Les matinées structuralistes) Eironiza sobre nuestro autor: «A sus anchas en el pre- ciosismo y la galanterfa, se caracteriza por un pesimis- mo secreto en cuanto a la trascendencia de su men- saje: Si se solaza en el hermetismo, es en la medida en que esté persuadido de que sus descubrimientos pertenecen a lo fragil».? En lo que a nosotros concierne, siempre hemos dis- tinguido los andlisis estructurales, disciplinas cienti- ficas derivadas de la lingiifstica modema, de las ideo- logias estructuralistas, que son por sobre todo crea- ciones de opinién publica. éA titulo de qué podria conferirse el rétulo de estruc- turalista a la bisqueda psicoanalitica de Lacan? ¢Se trata acaso de una prolongacién de la ideclogia llamada «estructuralismo» con todas las combinacio- nes que recubre: tanto la etnologia de Claude Lé- 1 Paris: Robert Laffont, 1970, con una «Introduccién critica» por Albert K. 2 Ibid., pag. 25. 7 vi-Strauss, como las filosofias de Michel Foucault y Jacques Derrida, la lingiiistica moderna y la retér- ca general, las teorias literarias de Roland Barthes y Tzvetan Todorov? ¢O ser4 una nueva rama de la investigacién cientifica donde confluyen los dos ramales del psicoanilisis y la lingiifstica? Aqui el iré- nico testigo se pronuncia por la negativa: «Es ver- dad —y hay que reconocérselo— que esta ambicién de cientificidad no es tal vez en Lacan mas que un truco de ilusionista».? Empero, un problema serio no se resuelve a fuerza de ingenio verbal. Al amparo de un consumado arte del «ilusionismo», Lacan se pro- pone fecundar el psicoandlisis por medio del andlisis estructural y predica un «retorno a las fuentes», es decir una relectura del texto freudiano. De ahi que el problema fundamental no sea ya el de la legitimi- dad de un rétulo, sino el de la validez de un enfoque que se pretende cientifico. Problema siempre dificil toda vez que se fecundan dos disciplinas, dos meto- dologias: en este caso, el psicoanlisis y la lingiiistica. Las respuestas a estos interrogantes: ¢ciencia o ideo- logia, ciencia del ilusionismo o frAgil preciosismo, re- torno a las fuentes del psicoandlisis o proliferaciones bizantinas...?, las pediremos al propio Jacques La- can. Y esta sera la primera parte de nuestro estudio: el discurso de Lacan. Se trata del lenguaje, del discur- so en acto, en este caso el propio discurso de Lacan. Procuraremos traducirlo sin incurrir en excesivas trai- ciones, Fieles al plan de nuestros primeros estudios so- bre el estructuralismo,’ haremos de esta traduccién una vulgarizacién. ¢Acaso traducir no es operar una conversién de un cédigo a otro? Vulgarizar es ante 3 Ibid., pag. 46. 4 Comprendre le structuralisme, Paris: Privat, 1967, y Le struc- turalisme en procés, Paris: Privat, 1968. todo descifrar, decodificar un lenguaje instaurado en- tre miembros de una instituci6n dada —en nuestro caso la institucién congrega a Lacan, a sus oyentes y a sus lectores habituales— para someterlo luego a un cédigo distinto, eventualmente mas amplio: en este caso, el cddigo del «gran publico», el de los lectores no iniciados que quieren «comprender algo». Este discurso de Lacan —este proceso reconstruido de la investigacién lacaniana— ira de la intuiciér: pri- mera del psicoanalista hasta las nuevas descripciones de las formaciones del inconsciente (segtin la metafo- ra y la metonimia) : 1. Del espejo al Edipo. 2. El lenguaje. 3. La necesidad y la demanda. 4, La metdfora y la metonimia. Ira del primer lenguaje de Lacan, de aquel que dice y describe el inconsciente, a su segundo lenguaje, al metalenguaje,° a aquel por el cual Lacan, coronando su propia investigacién, asigna a esta un lugar en la cultura de nuestro tiempo frente: 5. Al psicoanalisis. 6. A la lingitistica. A decir verdad, estos dos ultimos capitulos seran a la vez discurso de Lacan y discurso sobre Lacan. En rea- lidad, sera dificil separar lo que dice Lacan de lo que 5 Los lectores de nuestros dos trabajos precedentes podrdn distinguir sin dificultad el lenguaje-objeto, es decir el lenuaje tomado como objeto de estudio, del metalenguaje, es decir el utilaje terminoldgico que permite este estudio del Jenguaje- objeto. Por ejemplo, la gramatica es un metalenguaje aplicado al lenguaje hablado, objeto de estudio. 9 al respecto podemos decir nosotros. En estos dos dlti- mos capitulos seremos nosotros quienes nos encontra- remos en posicién de coronamiento; Lacan ejecutarg la parte esencial del trabajo accionando la cuerda de descenso, pero nosotros debemos sostener la cuerda que la asegura. La segunda parte de nuestro estudio sera exclusiva- mente, por nuestra cuenta y riesgo, discurso sobre Lacan, a saber un anélisis de sus Ecrits segin nuestro método, estructural y retérico. La idea de proceder de esta forma nos fue inspirada por las miltiples cri. ticas relativas al esoterismo, a las ambigiiedades, al preciosismo de la escritura lacaniana. El esoterismo debe ser despejado, las ambigiiedades disipadas, los preciosismos reducidos. Podemos admitir que Lacan sea esotérico, pero nos rehusamos a priori a conside- rarlo ininteligible y a llamarlo incomunicable. Ha ha- blado para circulos restringidos, ha escrito sin duda para un pequefio nimero de lectores, pero ha optado por romper el silencio y comunicar. Solo la locura es afasica en su soledad y solo la experiencia mistica es inefable en su intimidad. Comunicar equivale a situar- se en algdn lugar entre estos dos silencios. Y a la vez en algin lugar entre uno mismo y sus interlocutores. La comunicacién no suprime necesariamente la dis- tancia entre el que habla y el que escucha, el que res- ponde. La comunicacién es un juego de las diferen- cias, una individualizacién de esas diferencias: El que toma la iniciativa va a la cabeza de sus interlocutores hasta el lugar en que estos pueden distinguirlo, ofrlo, percibir su originalidad, es decir sus diferencias; y quienes miran, escuchan, deben acortar la distancia sin que ello implique que deban suprimirla. Si el in- terlocutor quiere a toda costa perder su propia dife- rencia, su originalidad, ese interlocutor «choca» o se «compenetra». Y a ese «choque» o «interpenetracién» 10 se lo denomina: repeticién, esnobismo, fanatismo. Aceptar las diferencias es la condicién sine qua non del didlogo. Hemos dicho pues que Lacan comunica ... acoraz4n- dose o enmascarandose con ambigiiedades, preciosis- mos; esto, en todo caso, es lo que agregan sus criticos y cierta opinién corriente. Observemos mas de cerca, en esta segunda parte, de qué manera esta comunica- cién a la vez se instaura y se acoraza. Para este fin nuestro analisis tomara como mojones: 1. Los indices del Emisor y del Receptor: ¢Cémo se ingeniaré Lacan para hablar de si mismo (emisor ) y para marcar la huella de aquellos a quienes se di- rige (receptor)? 2. Las sorpresas retéricas: Hermetismo, ambigtieda- des, preciosismo... otros tantos rasgos atribuidos a Lacan y considerados como coqueteria. Es preciso, sencillamente, valorizarlos, emplear en ellos los ins- trumentos. Acaso lleguemos a captar también algo de la sutileza y del humor lacanianos. Para ello tomare- mos como clave de lectura las figuras de estilo y dis- curso tal como las establece la retérica moderna, en la cual toda figura es una sorpresa con relacién al fun- cionamiento corriente o manifiesto del sentido. Quién sabe si en virtud de una duplicacién sutil, de una re- térica de segundo grado, no nos depara Lacan sor- presas nuevas, all4 donde nosotros esperabamos la sorpresa trivial de un juego retérico de primer grado. 3. Las instancias ideoldgicas: Los lectores saben que todo lenguaje, salvo quizds el de las matematicas y el de la légica,® entrafia un «exceso», un nivel segun- 6 En un andlisis ma4s amplio cabe preguntarse, en efecto, si los lenguajes altamente formalizados lo estan totalmente, si exis- ten lenguajes puramente operatorios, indemnes de toda reté- rica y de toda ideologia.. : Il do, el nivel de las connotaciones o resonancias ideolé- gicas. Pero el analista, hasta ahora, se encontraba en su oficio y no podia escapar de él mas que por vis. lumbres intuitivos, pues mas alla de cada enunciado era posible del a) Deseo de Significado Padre Falo la madre para (S} el sujeto En el estadio del espejo y en la tercera etapa de este estadio (identificacién con Ja imagen, con la madre) el nifio, dijimos, desea ser el Falo, desea por lo tanto ser el objeto del deseo de la madre. Esta tercera etapa del estadio del espejo es asimismo el primer tiempo del 7 Libertad que el propio Lacan autoriza, a juzgar por su tono burlén en el «Prélogo» a Jacques Lacan, de A. Rifflet-Lemaire, Bruselas: Dessart, 1970, pAgs. 16-17. (Lacan, Barcelona: Edhasa, 1971). Cf. la férmula exacta en Ecrits, pag. 537. 20 _Edipo. Interviene el padre con sus prohibiciones (se- gundo tiempo del Edipo): El padre impide Ia fusién del nifio y la madre; priva a uno y otra del falo, castra al nifio de su deseo. El nifio ingresa entonces normal- mente en el tercer tiempo del Edipo: renuncia a ser Ja totalidad del deseo de la madre, renuncia a ser om- nipotente; acepta la Ley paterna que lo castra y lo limita y termina por nombrar al Padre; al nombrar ab Padre nombra al objeto de su deseo, el falo, pero nom- bra metaféricamente a ese objeto confinado en el in- consciente. El Nombre-del-Padre es un sustituto me- taférico, un simbolo. Por lo tanto, al término del Edi- po el nifio tiene acceso al orden simbdlico. En términos freudianos, la identificacién con la Ley del padre seria secundaria, mientras que la identificacién con la imagen, con la madre, seria primaria. Podemos pues reconstituir y esquematizar el trayecto desde el Espejo hasta el Edipo: 1* etapa: La imagen real de otro; la madre-otro Estadio 2* etapa: La imagen no es mas que er imagen; la madre irreali- Espejo zada ie tiempo: (3* etapa: Identificacién con su pro- Estadio pia imagen, identificacién del con la madre («identifica- Edipo cién primaria») 2° tiempo: Prohibicién del padre, castracién 3° tiempo: Acceso al Nombre-del-Padre y al or- den simbédlico («identificacién secun- daria») 2. El lenguaje En Mds alld del principio del placer,® Freud descri- be e interpreta el juego de un niiio, consistente en hacer desaparecer un objeto mientras grita: ; Fort! (lo cual quiere decir: ; Lejos!), y a hacerlo luego reapa- recer, exclamando ; Da! (jAqui esta!). Segin Freud, este juego ilustra la compulsién de repeticién, es de- cir la necesidad insistente, recurrente, coercitiva, aun cuando no sea deliberadamente buscada, de realizar un acto que suele ser contrario a los deseos 0 a Ia linea consciente del sujeto. En este caso, el nifio que desea- rfa la presencia permanente de la madre se previene contra las ausencias periédicas de esta, remedando, con un objeto cualquiera, la alternancia de sus parti- das y retornos. Retomando el caso presentado por Freud, Lacan ve en é] «la determinacién que el animal humano recihe del orden simbélico».’ |Fort! ; Da! presentan todas las caracteristicas de uma alternancia estructural: una oposicién binaria articulada de términos acentuados significa y hasta efecttia la ausencia o la presencia del objeto deseado. «E] momento en que el deseo se humaniza es también aquel en que el nifio nace para el lenguaje». El sujeto hace algo mas que dominar su privacién: cleva su deseo a la «potencia segunda» del lenguaje. «Su accién destruye el objeto que ella hace aparecer y desaparecer en la provocacién anticipato- ria de su ausencia y de su presencia». El nifio empieza a «intervenir en el sistema del discurso concreto del ambiente, reproduciendo mas o menos aproximada- mente en su j Fort! y su ; Da! les vocablos que de él 8 1910-1922, traduccién francesa por S. Jankélévitch, Essais de Psychanalyse, Paris: Payot, s.f, [En Obras comp'etas, Ma- drid: Biblioteca Nueva, 3 vols., 1968, vol. I, pags. 1097-126.] 9 Ecrits, pag. 46. 22 recibe».’° Este acceso al lenguaje implica por lo tanto la integracién de una materia significante (fonemas: vocales y consonantes) ofrecida por el medio social y cultural. Lacan prosigue: «El simbolo se manifiesta al principio como el asesinato de la cosa y esa muerte constituye en el sujeto la eternizacién de su deseo».” ¢Qué quiere decir esto? Una doble adquisicién: por una parte el signo, el significante en este caso las dos interjecciones articuladas—, no es la cosa: el he- cho de que el signo de expulsi6n (j Fort!) no sea la madre, implica que el del regreso (; Da!) es del mis- mo orden que el primero, y que tampoco sea la madre. Por otra parte, e] nifio es remitido a su «soledady, a la posibilidad de ejercitar por sf mismo elementos del lenguaje que ha recibido de su medio y por ende de repetir, prolongar, «eternizar» la expresién de su deseo. En otro comentario de este caso, Lacan enuncia una de las proposiciones fundamentales de su anilisis: «Nuestra doctrina (sic) se funda en el hecho (... ) de que el inconsciente tenga la estructura radical del len- guaje, de que en él un material acttie segin leyes que son aquellas que revela el estudio de las lenguas posi- tivas, de aquellas lenguas que son o fueron efectiva- mente habladas».” Al Negar al lenguaje, el sujeto estara totalmente dominado por el orden simbilico. Y no solo dominado sino constituido por ese orden. El sujeto esta, por asi decirlo, tejido"* por la trama del lenguaje. Quien dice lenguaje dice relacién de significante a significado, Lacan se refiere aqui a la obra de Ferdi- 10 Ibid., pag. 319. 11 Ibid. 12 Ibid., pag. 594. 13 gEs necesario recordar que un «texto» es una «texturay, un tejido de signos? 23 nand de Saussure: «Un psicoanalista debe poder in- troducirse con facilidad en la diferenciacién funda. mental entre el significante y el significado y comen. zar a ejercitarse con las dos redes, que ambos organi. zan, de relaciones que no se superponen». En lo que respecta a la red de los significantes, Lacan ha asimi. lado perfectamente bien la leccién saussuriana: «Cada elemento toma en ella su empleo exacto por ser dife. rente de los demds».* La Jengua es una distribucién ——un sistema— de significantes en todos los niveles, desde Jas mas pequefias oposiciones fonematicas hasta las «locuciones compuestas» que analiza la lingitistica moderna (frase, discurso, retérica...). En cuanto a la red del significado, Lacan no es mas explicito que Saussure, pero la coloca en posicién inferior, mien- tras que Saussure la exclufa del campo de sus anAlisis provisionales.** La red del significado es el conjunto de Jos «discursos concretamente pronunciados».”* Esta de- finicién se ajusta bastante bien a la de habla, que pa- ra Saussure es una variacién efectiva, personal de la Lengua (o Cédigo). Segin Lacan, el conjunto de los significados «reactta histéricamente» sobre la red de los significantes, asi como para Saussure el habla reac- tda sobre el cédigo de la lengua. Pero el significado no tiene en cambio la consistencia que corresponderia a una referencia clara a la cosa representada o ima- ginada. El significado permanece flotante; el conjun- to, la red a Ia cual se liga, carece de coherencia. Y, finalmente, solo adquiere coherencia relaciondndose con la red de los significantes. Esta iltima rige el 14 Ecrits, pag. 414. 15 Las contadisimas indicaciones semanticas figuran en el Cours de linguistique générale, Paris: Payot, 1962, pag. 109. (Curso de lingitistica general, Buenos Aires: Losada, 4* ed., 1961.) 16 Ecrits, pag. 414. 24 “conjunto de los significados; la lengua rige la palabra. fi andlisis lacaniano conduce, en conclusién, a la su- premacia de los significantes. gQué ocurre con el inconsciente que, segiin acaba- mos de enterarnos —con la ayuda de Saussure—, est estructurado como un lenguaje? Antes de proponer una de sus mas claras definiciones, Lacan apela re- sueltamente al descubrimiento freudiano: «En esta asuhcién por parte del sujeto de su propia historia en la medida en que esta constituida por la palabra di- rigida al otro radica precisamente la raiz del nuevo método al que Freud da el nombre de psicoandlisis»." Profesado de este modo el retorno a las fuentes, Lacan se explica; mas vale citarlo in extenso: «El incons- ciente es ese capitulo de mi historia que esta sefialado con un blanco u ocupado por una mentira: es el capi- tulo censurado. Pero la verdad puede ser reencontra- da; las mas de las veces se encuentra ya escrita en otra parte. A saber: »En los monumentos: y esto es mi cuerpo, es decir el nicleo histérico de la neurosis donde el sintoma his- térico muestra la estructura de un lenguaje y se desci- fra como una inscripcién que, una vez recogida, se puede destruir sin pérdida grave. »En los documentos archivados también: y estos son los recuerdos de mi infancia, tan impenetrables como aquellos cuando su proveniencia me es desconocida. »En la evolucién semantica: y ello responde al acervo y a las acepciones del vocabulario que me es propio, asi como a mi estilo de vida y a mi caracter. »También en las tradiciones, hasta en las leyendas que en forma heroificada transmiten mi historia. »Por ultimo, en las huellas que inevitablemente con- 17 Ibid., pag. 257. a5 servan las distorsiones de la verdad, impuestas por e] ajuste del capitulo adulterado con los capitulos que Jo enmarcan y cuyo sentido mi exégesis podr4 restable. 18 cer». Por haber olvidado el descubrimiento freudiano de que la palabra del paciente dirigida al analista era ¢] fundamento del tratamiento, el psicoandlisis se ha fal. sificado, afirma Lacan, se ha vuelto peligroso a causa precisamente del poder de sus recursos y de sus técni- cas. Es necesario volver a la evidencia primera. «Ya sea que aspire a ser agente de curacié6n, de formacién o de sondeo, el psicoandlisis no posee mds que un medio: la palabra del paciente (...) Ahora bien, toda pa- labra apela a una respuesta. Nosotros demostraremos que siempre que tenga un oyente, no existe palabra sin respuesta aun cuando no encuentre otra cosa que el silencio, y que en ello radica la esencia de su fun. cién en el andlisis».° La palabra es la dimensién esen- cial en el encuentro del paciente y el analista, y sin embargo el anilisis calla, no emite sino una palabra vacia, una palabra «entre». Situacién paradéjica.., Cada uno de nosotros ha tenido la experiencia de esa especie de atraccién que ejercen en nosotros ciertos seres a la vez discretos e impenetrables, pero atentos. Experimentamos el deseo de forzar su retraimiento, de conmoverlos, de convencerlos. Multiplicamos los efectos verbales, hasta hacemos intervenir las confi- dencias y, si nos descuidamos, acabaremos por perder el control de nuestras palabras. Esto nos permite com- prender la actitud del analista tal como la preconi- za Lacan. El analista es ante todo el que escucha y traduce. Ha- 18 Ibid., pag. 259. 19 Ibid., pag. 247. 26 ce el papel del testigo que garantiza la palabra que el analizado dirige a otro. No debe atraer sobre si la relacién de identificacién, hacer transferir a su cuen- ta el complejo de Edipo. Debe, por el contrario, poner al analizado en relacién con el Lenguaje, la Cultura, la Sociedad, Jo cual lo coloca en posicién de mediador. Testigo de la relacién con otro, mediador de la rela- cién con la Sociedad, el analista asume este papel en la medida en que representa para el analizado todos los interlocutores del pasado de este. Comprendemos mejor entonces el papel de muerte que Lacan asigna al analista. Muerto para todas las falsas certezas, para todos los espejismos del sujeto. Muerte que es un rechazo de toda transferencia a la cuenta personal del analista. Es expresar con un térmi- no radical el papel frustrador del andlisis. E] paciente reclama respuestas a sus demandas y el analista se re- hisa a darlas hasta la plena resolucién del conflicto. «Todo el mundo esta de acuerdo en decir que yo frustro al hablante; y él antes que nadie; yo también. ¢Por qué? Porque me demanda algo. Que le conteste, precisamente. Pero él bien sabe que no serian sino palabras. Como las tiene de quien quiere».” Estas de- mandas, estas palabras de demanda, encubren una demanda implicita: curarse, ser revelado a si mismo. «Pero esta demanda puede esperar». El analista hace esperar, frustra al paciente de respuestas a sus deman- das, cuestiona toda una vida de demandas repetidas: «Demandar, el sujeto s6lo ha hecho eso, no ha vivide m4s que para eso, y nosotros seguimos su camino».”* Representar la muerte, provocar la frustracién, es romper la cadena de las demandas para que el pacien- te regrese a la primera e inconsciente demanda de su 20 Ibid., pag. 617. 21 Ibid. a7 deseo. En términos de lenguaje, estas demandas conse- cutivas son otros tantos significantes, constituyen la cadena de los significantes; al hacerse el muerto, por asi decirlo, el analista hace regresar al paciente hasta el significante primero (e inconsciente) de su deseo. Hay en esto una dialéctica de la palabra vacta: vacio o neutralidad del analista, vaciamiento de las deman- das del sujeto, hasta que este ultimo descubre su falta primera: el no haber sido, el no ser falo. éY la palabra plena? Se sitéa al término de la regre- sién, en el momento de la interpretaci6n 0 —para emplear un término que Lacan no deberia desapro- bar— en el momento de la nominacidn. El analista ha dejado hablar; distraidamente, ha escuchado el raudal de palabras. Retiene, al pasar, los elementos capitales: tal lapsus involuntario, tal palabra futil, tal dificultad de expresién. Poco a poco, todos estos pequefios indi- cios van a formar una red de significantes inconscien- tes, toda una trama de ideas inconscientes del sujeto. El sujeto no tiene a su disposici6n esa trama secreta. El analista la reconstruye paciefitemente. La hora de la resoluci6n —de la curacién— es aquella en que el analista puede nombrar, revelar al paciente todo lo que este ha tejido a partir de su significante primero. «El psicoandlisis puede acompafiar al paciente hasta el limite extdtico del ‘eso eres td’? donde se le revela la cifra de su destino mortal».” Esa nominacién, esa palabra plena devuelve finalmente al sujeto al orden simbélico, confiriéndole la posibilidad de decir, de ver- balizar todo lo que inconscientemente ha tramado. Una vez arribado a esta hora de revelacién, de pa- labra plena, Lacan Jlega incluso a pronunciar la palabra verdad; una verdad fundada por la palabra reveladora. 22 Ibid., pag. 100. 28 Acabamos de ver de qué modo una concepcién del ‘Jenguaje inspirada en F. de Saussure ha permitido una plena reformulacién del analisis freudiano del inconsciente. El lenguaje, el orden simbélico, consti- tuye al sujeto y lo transcribe por una trama de signi- ficantes desde su nacimiento. Los significados no son sino variaciones individuales y solo adquieren cohe- rencia en la coherencia de la red significante. Lacan lo ilustrara por medio de un cuento de Edgar Poe tra- ducido por Baudelaire con el titulo de La lettre volée.* Mas ain: «El seminario sobre la carta robada» —dic- tado el 26 de abril de 1955 y escrito entre mayo y agosto de 1956— aparece encabezando los Ecrits.* Primera escena: la reina recibe una carta pero al instante debe disimularla entre otros papeles porque entra'el rey. Podria tratarse de un documento que comprometiera el honor y la seguridad de la reina. El ministro, que ha entrado a la zaga del rey, advierte la turbacién de la reina y adivina la causa. Saca de su bolsillo una carta de aspecto idéntico, finge leerla y luego la sustituye por Ja primera. La reina se ha per- catado de la maniobra, pero disimula su confusién para no despertar las sospechas del rey. La reina sabe que el ministro tiene el documento en su poder y el ministro sabe que la reina ha visto su gesto. Segunda escena: «Dupin», enviado por el prefecto de policia, se hace anunciar al ministro. Desde hace dieciocho meses la policia, aprovechando las frecuen- tes escapadas nocturnas del ministro, ha registrado su vivienda de arriba abajo sin hallar la carta. El minis- tro recibe a Dupin «con fingida indiferencia», mien- tras el visitante, con los ojos protegidos por anteojos * Titulo original: The purloined letter. (N. del T.) 23 Ibid., pags. 11-61. 29

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