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NUÑO DOMÍNGUEZ
Dejar de comer durante muchas horas o incluso varios días parece tener un efecto
beneficioso en casi todos los seres vivos que se han analizado, desde gusanos a personas.
Durante el ayuno, el cuerpo intenta adaptarse a la falta de alimentos. La multiplicación de
las células se ralentiza y se activa la autofagia, que permite al organismo eliminar células
viejas y, en general, sustentarse con sus propias reservas.
Pregunta. ¿Cómo de robusta es la evidencia científica sobre los beneficios del ayuno?
Respuesta. Muy robusta. Hace seis o siete años era una conexión demostrada en ratones.
Ahora se ha confirmado en personas. Muchos ensayos clínicos han probado beneficios del
ayuno y también de dietas que imitan los procesos fisiológicos del ayuno. También hay
trabajos que apuntan a que las horas en las que comes son claves. Ayunar todos los días
unas 12 o 13 horas —por ejemplo, desayunar, comer y cenar antes de las 20:00 horas y no
volver a comer nada hasta el desayuno— mejora muchos marcadores metabólicos y la
calidad del sueño. Pero no hay que pasarse. Si el ayuno se prolonga a 16 horas, por
ejemplo saltándose el desayuno, ya no hay efectos beneficiosos y sí algunos problemas
metabólicos.
R. Durante miles de años, nuestra especie comía mucho en verano, cuando hay mayor
disponibilidad de alimentos y eso nos salvaba durante la escasez del invierno. Pero ahora
el invierno nunca llega. Comemos más de la cuenta y esto puede provocar resistencia a la
insulina, que es la causa de la diabetes. El ayuno o las dietas que lo imitan nos permiten
volver al modo invierno, y hace desaparecer la resistencia a la insulina.
R. Yo defiendo hacer una dieta especial que imita el ayuno durante cuatro o cinco días,
unas tres veces al año. Hay ensayos clínicos que han mostrado que hacer una dieta como
esta reduce los niveles de glucosa y colesterol, elimina la adiposidad y baja la tensión
arterial. Un pequeño estudio que hicimos junto a la Universidad de Heidelberg también
mostró que esta dieta hace que la gente con diabetes pueda reducir la cantidad de
fármacos que toma para controlar su peso o incluso abandonarlos.
R. Baja en calorías [en torno a un 60% menos], proteínas y azúcares, muy basada en
vegetales y alta en grasas provenientes de aceite de oliva, nueces y almendras. La primera
vez que describí esta dieta en detalle en uno de mis libros en Italia causó problemas
porque mucha gente hacía básicamente lo que quería. Por eso es importante consultar
siempre al menos con un nutricionista.
R. Sin duda. Una gran revisión de estudios que ha analizado datos de dos millones de
personas en todo el mundo ha mostrado que comer muchas legumbres, granos integrales
y frutos secos y muy poco o nada de carne roja y procesada alarga la vida. Si a esa dieta le
sumas el ayuno o las dietas que lo imitan, creo que podemos llegar a vivir 20 años más que
ahora.
P. ¿Si uno es muy mayor ya es demasiado tarde para obtener beneficios de un cambio de
dieta?
R. No. Según el estudio que mencionaba, si cambias de dieta a los 20 puedes alargar tu
esperanza de vida más de 10 años. Si empiezas a los 60 ganas hasta ocho años; incluso si
cambias a los 80 ganas unos tres años. Además, esto no solo va de esperanza de vida, sino
de años de vida con salud. En EE UU, el estadounidense medio de 55 años ya toma dos
fármacos de por vida para tratar enfermedades crónicas. El de 65, tres o más. Cada vez
vemos más gente que ya está enferma a los 30. Los mantienen vivos con cirugía y fármacos
muy costosos. El 20% del PIB de EE UU se gasta en tratamientos médicos, que además son
cada vez más caros. Es insostenible. Nos hace falta una revolución y la nutrición es la
forma de hacerla.
R. Hace unos 15 o 20 años empezamos a estudiar el efecto del ayuno en personas que
tenían cáncer. Nos dimos cuenta de que las células del cáncer son ingobernables. No les
afecta lo más mínimo el hambre o la falta de alimento, siguen adelante. Lo que se ha
mostrado tanto en estudios con animales como con pacientes es que el ayuno o las dietas
que lo imitan hacen que los tratamientos sean más efectivos, que los pacientes respondan
mejor y tengan mejor pronóstico.
R. No hay dietas que puedan evitar el cáncer. No es posible cambiar los efectos de una
mutación genética con lo que comes, por ejemplo. Ahora bien, el mayor factor de riesgo del
cáncer no es fumar ni estar obeso, sino el envejecimiento. En este sentido, 30 años de edad
son 50 veces más dañinos que fumar. Así que con la dieta no puedes evitar el cáncer, pero
sí envejecer de forma más saludable, como hemos comentado. Y, además, esa dieta no solo
te protege de los tumores; también de otras dolencias asociadas a la edad como
el alzhéimer, la diabetes, los infartos, los ictus.
P. ¿Qué opina de la opción de crear fármacos que imitan los efectos beneficiosos del ayuno
o el ejercicio?
P. Esa dieta la vende una empresa que usted fundó y que comercializa comida preparada
en cajas. Pero esa misma comida se puede conseguir comprando en cualquier mercado o
supermercado, ¿no?
R. Sí, claro, se puede, aunque no será exactamente esa dieta, porque la hemos patentado.
En cualquier caso, todo lo que gano con esa empresa lo dono para proyectos solidarios. Lo
que estamos intentando ahora es conseguir que las autoridades médicas de EE UU puedan
incluir esta dieta como un tratamiento para personas con diabetes o hipertensión, por
ejemplo, en Italia, también. Creemos que en un año, con suficientes nutricionistas,
podemos reducir significativamente el porcentaje de población con diabetes y el gasto
médico asociado, que es de millones de euros.
R. No. Hay un dato interesante. Nosotros estudiamos la dieta de niños italianos. Todo el
mundo decía que la alta obesidad era por las bebidas azucaradas. Pero vimos que no era
tanto eso como la dieta, que era malísima. Se basaba casi por completo en pasta, pizza,
patatas y proteínas. Los chavales estaban comiendo tres y cuatro veces más proteínas de
las que deberían sin que lo supieran las principales asociaciones médicas. Así que no creo
que se trate de prohibir.
R. Con más y mejores profesionales de la nutrición que acompañen y apoyen a los médicos.
Hoy en día, muchos médicos saben muy poco de este campo. Con suerte en la carrera
hicieron una asignatura de nutrición. Y en cuanto a los nutricionistas, ahora mismo la
mayoría hacen estudios de tres años. Hacen falta más profesionales con másteres y
doctorados en este campo. Ellos podrían trabajar mano a mano. Y juntos pueden conseguir
que los pacientes vivan una vida más larga y sana.
SOBRE LA FIRMA
Nuño Domínguez