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Quien Avento Juan Escutia
Quien Avento Juan Escutia
Área Académica 5
Nuestra memoria histórica está conformada por una serie de mitos y leyendas. En la llamada
"historia de bronce" o historia oficial, el objetivo de cada uno de ellos ha sido afianzar sentimientos
nacionalistas de orgullo hacia nuestro país y para con aquellos individuos que la forjaron con
entusiasmo, entrega y hasta heroicidad, sin importarles nada, incluso la vida, con tal de servir,
defender o beneficiar a su patria. En efecto, aquellos mismos liberales que pugnaron por una
historiografía racional, objetiva y científica, no se amilanaron para utilizar tergiversaciones y cuentos
con el fin de consolidar nuestra identidad mexicana, todo esto, por supuesto, en aras de la nación.
Para ilustrar lo anterior, en este texto se abordarán algunos aspectos que permiten conocer el
proceso de mitificación por el que surgieron los Niños Héroes de Chapultepec, una de las grandes
leyendas patrias de nuestro imaginario nacional.2
Bajo la imagen de estos soldados rememoramos los desgraciados sucesos y resultados del
enfrentamiento bélico que tuvimos hace 150 años con los Estados Unidos. Hoy se recuerda esa
derrota con la celebración de la muerte de los cadetes del Colegio Militar frente al invasor en Ia
Batalla de Chapultepec del 13 de septiembre de I847, victoria norteamericana que dejó a su merced
las puertas de la capital del país y su consecuente ocupación, con la que se iniciaron las
negociaciones finales entre las dos naciones, las cuales culminarían con la cesión mexicana de
territorios que representaban, más o menos, la mitad de lo que habíamos heredado de los tiempos
coloniales. El resultado de la guerra contra los Estados Unidos no sólo significó esta pérdida, sino el
inicio de la hegemonía de este país sobre nuestro destino histórico.
1 Recitación escolar clásica cuando el autor de este trabajo cursaba la escuela primaria allá por los años sesenta.
2La tesis de licenciatura de María Elena Carda Muñoz y Ernesto Frtische Aceves, Los niños héroes, de la realidad al mito
(México, UNAM-FFYL, 1989, es un buen trabajo sobre este tema; Enrique Plasencia de la Parra, para su artículo
"Conmemoración de la hazaña épica de los niños héroes: su origen, desarrollo y simbolismos", Historia Mexicana, rol. XLV,
núm. 2 (178), octubre-diciembre de 1995, pp. 241-279, retama gran parte de su información de este trabajo recepcional.
Hasta donde sabemos, todas las sociedades humanas de las que tenemos noticia necesitan de un
paseo común para justificarse e identificarse. Este fue el caso de las naciones que surgieron en el
mundo occidental, las cuales, entre otras cosas, tuvieron que imaginarse e inventar una historia
común que enlazara a las diversas colectividades y grupos sociales que las conformaban.5 El
nacionalismo es el "ejemplo clásico de una cultura de la identidad que está andada en el pasado por
medio de mitos disfrazados de historia[...] Inevitablemente, la versión nacionalista de su historia
consiste en anacronismos, omisiones, descontextualizaciones y, en casos extremos, mentiras".6
En 1992, en los nuevos libros de texto gratuito de historia para las escuelas primarias, no
aparecieron escritos los nombres de los seis cadetes del Colegio Militar muertos en la batalla de
Chapultepec de 1847. Esta omisión la aprovecharon tanto marxistas y progresistas como
reaccionarios y priistas para atacar a miembros del grupo cultural Nexos, que habían sido los
encargados de coordinar la redacción del libro. El nacionalismo recalcitrante fue utilizado como arma
en esta lucha de intereses y diversos sectores de la sociedad participaron en la polémica mostrando
su posición al respecto. El mismo presidente Salinas de Gortari tuvo que intervenir y declarar que
estos cadetes eran “parte esencial de nuestra historia” y que el Estado siempre estará dispuesto “a
promover el recuerdo de los hechos históricos y a honrar la memoria de los Niños Héroes de
Chapultepec”, porque “el paso del tiempo es sinónimo del olvido de las épicas hazañas de los
paladines”, y una sociedad “que tiene conciencia de sus héroes es un pueblo maduro que valora el
3Este autor la define como la ordenación básicamente cronológica del material en "un solo relato coherente, aunque con
argumentos secundarios" y concentrándose "en el hombre y no en las circunstancias". Lawrence Stone, “The Revival of
Narrative: Reflections on a New Old Historial”, Past and Present, núm. 85 (noviembre de I979), pp. 3-24, citado en Eric
Hobsbawm, Sobre La Historia, Barcelona, Crítica-Grijalbo, 1998, p. 191.
4 Eric Hobsbawm, "Sobre el renacer de la narrativa", Sobre la Historia, op. cit,p. 191.
6 Eric Hobsbawm, "La historia de la identidad no es suficiente", Sobre la Historia, op. cit., p. 270.
La "historia de bronce" ha sido uno de los vehículos más importantes en la forja del sentimiento
nacional: nos proporciona un pasado genérico con el que nos identificamos y nos hace partícipes de
un destino común. La imagen que promueve del devenir histórico tiene, objetivos políticos e
ideológicos muy concretos, que gravitan en la lucha por el poder que desarrollan los grupos humanos
de una sociedad determinada en un tiempo definido.
7 La Jornada, núm. 2879, lunes 14 de septiembre de 1992, p. 1. Lo referente a su inclusión en los vítores de la ceremonia
del grito por parte del presidente v~ase en el mismo periódico núm. 2881, jueves I7 de septiembre de I992, p. 25; en la p. 14
de este mismo número se ve la fotografía de las personas que llevaron los carteles alusivos, muy bien pintados, repitiendo la
frase de Salinas respecto a los cadetes, como también lo hizo Ernesto Zedillo, en ese entonces secretario de la SEP, en su
discurso del 16 de septiembre ante la Columna de la Independencia (p. 15).
En las primeras décadas de existencia como país soberano hubo polémica por determinar la fecha
con la cual celebrar nuestra emancipación política (16, inicio de la revolución insurgente iniciada por
Hidalgo, o 27, fecha de entrada del ejército trigarante a la capital y de conclusión del movimiento
iturbidista), lo que traía el peliagudo problema de resolver la paternidad de nuestra bella nación:
¿Hidalgo o Iturbide? De lo que no había duda, como suele suceder en estos casos, era de la
identidad de nuestra madre, nada menos que la virgencita morena de Guadalupe, por lo cual, el 12 de
diciembre quedó establecida en la Constitución de 1824 como fiesta nacional obligatoria. Total, que
las dos posibles soluciones, por haberse realizado en septiembre, para nada afectaron la importancia
histórica adquirida por este mes.
Militares egresados del Colegio Militar fueron quienes iniciaron la tradición de recordar, en las
fechas conmemorativos del 47, los nombres de los cadetes muertos en Chapultepec, así como de
prestigiar el valor, patriotismo y una y mil virtudes más de los cadetes de dicha institución. Miguel
9En la segunda mitad del siglo XIX se vinieron a sumar otras fechas importantes a septiembre, como la muerte de Ignacio
Zaragoza eu 1863, o el cumpleaños de Porfirio Díaz el día 15.
principios de los años ochenta de.1 xix en que las figuras heroicas de los cadetes del Colegio Militar
muertos ante el invasor, empezaron a ser promovidas de manera permanente.
Dos factores fueron fundamentales para ello: la profesionalización del ejército porfirista iniciada por
el general Sóstenes Racha, así como la aparición de una historiografía que permitió apuntalar este
proceso de institucionalización. El Colegio Militar y su prestigio fueron la punta de lanza para el logro
de los objetivos. El primero se logró con una reforma profunda a su organización administrativa y
académica. Lo segundo con el recuerdo de páginas gloriosas en que hubieran actuado miembros de
dicha escuela castrense. La mesa estaba puesta para aquellos jóvenes muertos en el 47.
Para ello se recuperó la participación de los cadetes del Colegio Militar en la batalla de
Chapultepec, enalteciendo sus acciones y cantando las muertes de los seis miembros que
sucumbieron ante la metralla enemiga. La Asociación de ex-alumnos del Colegio Militar, fundada en
1871, fue un promotor incansable de ello. Por fin, en septiembre de 1882 se inauguró el monumento
conmemorativo de tan loable sacrificio a las faldas del Cerro de Chapultepec, mediante una
ceremonia a la que asistió el presidente-general Manuel González. En el monumento conmemorativo
se inscribieron los nombres de los muertos, heridos y participantes de dicha institución en esa batalla.
10Hay que recordar que Miguel Miraramón fue uno de las prisioneros de aquel 13 de septiembre de 1847, por lo que estuvo
a punto de convertirse en héroe pero, para su desgracia, no murió, tan s6lo fue hecho prisionero. Por sus andanzas
posteriores y su filiación conservadora pasó a la historia oficial como todo lo contrario, es decir, coma un traidor, todo par
haberle dada tanta lata a Juárez y por haber apoyado a Maximiliano.
Como por arte de magia, surgieron testimonios sobre sus acciones durante el asalto al fuerte de
Chapultepec. Después de décadas de inexistencia, ingratitud y olvido fueron recobrados sus actos:
La tragedia era hórrida. Ya en los patios del alcázar un pelotón yanqui se dirigió
hacia la Torre del Mirador. Allí le recibió a tiros el alumno centinela Vicente Suárez, que
cayó acribillado. En la otra Torre del Caballero Alto, el pequeño Francisco Márquez
abatió a varios asaltantes [por desgracia no llegó hasta nosotros el número de caldos.
La E. rnonsivaniana], con los que peleó hasta no poder más y caer sobre el manto rojo
de su generosa y patriótica sangre. Fernando Montes de Oca, que aún estaba en el
alba de la vida, fue a socorrerle [y] luchó desventajosamente con las tropas enemigas,
que se echaron sobre 41 acribillándole a tiros y bayonetazos. Agustín Melgar, muy
jovencito también, un niño como sus compañeros, peleó como un titán contra el grupo
que le quería hacer añicos, pues le dieron balazos en una pierna, otro en el brazo
izquierdo y un bayonetazo en el costado derecho. Aún estaba vivo cuando le llevaron
al improvisado puesto de socorros, donde murió después de que le fue amputada la
pierna acribillada a tiros. Se dice que expiró sonriente. Es que debió tener conciencia
de haber cumplido con su deber con la Patria hasta el último momento de su vida
ejemplar.11
Tan sólo faltaba la escena delirante. Y ésta fue mejor y más allá que un simple giro de 180 grados.
Uno de ellos, Juan Escutia (al que no se le ha podido comprobar su inscripción como cadete del
Colegio, su actuación en el evento del 13 de septiembre y mucho se teme de si en realidad existió),
ya herido y conocedor del inevitable triunfo enemigo, corrió a donde estaba la bandera mexicana con
el fin de protegerla; para impedir que se convirtiera en trofeo del invasor se envolvió en ella y se lanzó
al vacío estrellándose en las rocas del promontorio. íQué momento tan excelso! ¡El propio Nervo lo
hubiera deseado para su poema a "Los niños mártires de Chapultepec”! ¡El conocimiento de tal
11 La épica tragedia de Chapultepec, México, Ediciones de Campaña ProCivismo e historia, MCMLXV, p. 17.
Morir por la patria. Tan noble honor y desprendimiento provocó, en un principio, una disputa acerca
del personaje que realizó la acción: Heriberto Frías, por ejemplo, señaló al coronel Xicoténcatl como
el actor del suceso; en los expedientes de la Defensa Nacional, para los años veinte del presente
siglo, fueron señalados otros de los cadetes (Agustín Melgar y Francisco Montes de Oca), como los
inmolados en tal hazaña. En la imagen popular que se conserva hoy de la batalla de Chapultepec ha
quedado Juan Escutia como el ejecutante de la proeza. Lo cierto es que en la cruda realidad los
norteamericanos tomaron el castillo y sus banderas, llevándoselas como trofeos de guerra a su país.
Tal parece que esta leyenda se fraguó en la segunda o tercera década del presente siglo. Su éxito
ha sido memorable. Es de las pocas escenas, si no es que la única, que recuerdan la mayoría de los
mexicanos sobre este acontecimiento y ha permanecido como representativa de aquel suceso. El
significado traducido de esta imagen, que ha perdurado a través de varias generaciones, es el del
sacrificio que reclama la patria de todos los mexicanos. Morir por la patria es tan excelso como vivir
con los sueldos ahora existentes. Estas acciones patrióticas están a la altura de la contestación
valerosa que el general Pedro María Anaya dio al comandante norteamericano cuando Ie exigió, en la
toma de Churubusco, la entrega de sus pertrechos militares: “Si hubiera parque no estaña usted
aquí”, frase que algunos mexicanos de ahora gustosos le lanzaríamos al autor de la política
económica y salarial del régimen actual.
Hasta este momento de la investigación no tenemos el nombre del primer autor material que en un
texto aventó a Juan Escutia de manera inmisericorde hacia las laderas del cerro. A quien sí
conocemos es al autor intelectual del homicidio. Estamos seguros que la muerte de Juan Escutia fue
un crimen de Estado para perpetrar nuestro nacionalismo. Como los otros magnicidios políticos
recientes, la muerte del cadete se realizó con premeditación, alevosía y ventaja en aras del bien
nacional ¡Qué la Patria les premie su sacrificio!