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06 de enero de 2024

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Entrevista con la escritora, docente e investigadora María Laura Pérez Gras


Buenos Aires12

La distopía ya llegó
Por Inés Menéndez Hopenhayn

26 de diciembre de 2023 -
00:01

Si Huxley pudo predecir en Un mundo feliz la existencia de


antidepresivos y Julio Verne anticiparse a la llegada del ser humano a
la Luna ¿qué nos imaginamos hoy que sucederá mañana? Para ello
existe en el ámbito de las letras un grupo de investigación sobre “la
literatura argentina especulativa en el siglo XXI” dirigido por la
escritora conurbana, docente e investigadora del CONICET María
Laura Pérez Gras en la USAL.

“Es una carrera contra el tiempo, es una búsqueda sobre lo que está
pasando y como se está leyendo eso que acontece. Tenemos un
corpus de literatura contemporánea. A partir de ese corpus vamos
leyendo las producciones argentinas que están interpretando el
presente imaginando un futuro. Es hasta escalofriante lo que puede
llegar a predecir la ciencia ficción” comenta Maria Laura, que a su vez
publicó recientemente su libro de poesía especulativa en Tigre, El
tiempo usurpado.

Lejos del pensamiento mágico, la ciencia ficción se manifiesta como


“un presente que parece futuro, y por eso estamos leyendo todo el
día literatura reciente”, cuenta María Laura. El término literatura
especulativa deriva de la literatura anticipatoria, nombre acuñado por
Fernando Reati en su libro Postales del Porvenir en el 2006. Sin embargo
ese término deambulaba en las definiciones antiguas de la ciencia
ficción. “En muchos lugares se le dice literatura anticipatoria
justamente porque anticipa lo que va a suceder, pero yo opté por
especulativa porque muchas veces se vuelve al pasado para imaginar
ese futuro”, comenta la escritora.

No solo especulan con ir al pasado, sino que resignifican el presente.


María Laura menciona la novela El viento los vio venir, de Juan Ignacio
Pisano; un virus que comienza en el verano, donde las personas se
convierten en zombies y tienen que alejarse de ciudad de Buenos
Aires porque allí el contagio es mayor. La novela fue escrita el año
previo a la pandemia. O la novela Mugre Rosa de Fernanda Trías, sobre
una invasión de algas rosas en el Río de la Plata, hecho que comenzó
a suceder en la costa mexicana.

En un mundo donde pareciera que lo material y lo urgente van


separados de lo cultural, este grupo plantea todo lo contrario.
Siempre que hay algo humano, hay cultura. “Cuando los chicos van a
un comedor porque no tienen para comer también arman juegos, se
imaginan. Y la sensibilidad se puede manifestar ahí”, opina María
Laura. Incluso en la propia sensibilidad reside la capacidad de
predicción, según la escritora, “hay algo del presente que no se puede
leer en los diarios, y que se puede leer en esta literatura”. Como si lo
que se escapara de la coyuntura fuera a parar al caudal simbólico de
la literatura. Continúa Pérez Gras: “la ficción y el psicoanálisis son
herramientas muy parecidas; están construidas de lenguaje y
simbolismos, te podes basar en el lenguaje de una persona para
entender su psiquis, pero en sociedad su expresión es escrita, su
literatura es su lenguaje y también está cargada de significados que
se pueden leer en las mismas coordenadas que el análisis de una
persona, y así lo trabajamos nosotros”.

En cuanto al proceso de imaginación del futuro, “muchos autores


eligen revisar traumas del pasado, porque piensan que no se puede
pensar por afuera de las coordenadas que tenemos sino sanamos
esas heridas”. Los dos traumas que predominan en la literatura
especulativa argentina son la última dictadura cívico-militar y la
frontera con lo indígena. “Se repiten y se repiten, leas el libro que leas
vuelven a esa historia. La escritura cumple el rol de revisar cómo
fueron leídos esos acontecimientos, y como fueron registrados por la
historia. Un ejemplo fue la novela de Pedro Mairal, El año del desierto,
texto inaugural en este tipo de investigación. Repasa la historia
argentina hacia atrás, para desarmar el canon y la historiografía,
revisa todo hasta el momento de la fundación de Buenos Aires. El
viaje en el tiempo es un elemento crucial de la ciencia ficción”,
comenta María Laura. Nuestra literatura también tiene patrones, y los
temas que se repiten según el grupo de investigación son los
traumas, el pasado y los vínculos. “Allí reside la pulsión utópica, son
distopías donde se vuelve al pasado para sanar, y eso se hace desde
lo colectivo. Cuando la sociedad pareciera diluirse siempre hay un
vínculo que salva lo más humano. La pregunta de estas literaturas es
cómo se puede seguir siendo humano, a pesar de. Y esa es una
pregunta para la coyuntura de hoy. En los relatos post-apocalípticos
donde pareciera ser que todo se destruyó, algo queda; y sobre esos
restos se construye”, sugiere Pérez Gras.

Según el diccionario, leer implicaría comprender los caracteres


escritos, como también interpretar ese sentido. “Los autores no son
del todo conscientes de lo que están escribiendo, una cosa es leer lo
que está escrito y otra cosa es leer lo que está queriendo decir eso. Se
trata de leer lo que todavía no es, por eso se especula sobre el
futuro”, dice María Laura.

Además de predecir hay que buscar bajo qué formas se imaginan


esos futuros, “pueden ser utópicos pero la mayoría son distópicos,
apocalípticos o incluso post-apocalípticos. La pregunta sería cómo
imaginamos un futuro por fuera de las distopías ecológicas post-
capitalistas. Te quedas como arando en eso, y es muy difícil salir de
ahí”, comenta la escritora, con una sonrisa de complicidad precavida.

Dentro de todo el corpus de literatura especulativa son pocas las que


apuestan a salirse de la distopía: “Las tres utopías con las que estoy
trabajando vuelven a lo indígena; Las aventuras de la China Iron de Gabriela
Cabezón Cámara, la mía y La hija del Delta, de Alejandra Bruno, como si
la naturaleza y lo originario fueran el pasado al que se vuelve para
estar mejor”.

Videntes, horóscopos, fórmulas matemáticas y otros intentos de


acceso al futuro dejaron de lado un mundo que quizás tiene mucho
para revelar: “la ciencia ficción sí puede predecir el futuro y solo hay
que leer 1984 o Sueñan los androides con ovejas eléctricas, libro en el cual se
basó la película Blade Runner. Puede predecir porque puede salirse de
las reglas que parecieran manejar al mundo, donde luego de la ‘a’ le
sigue la ‘b’ y así sucesivamente. En la literatura es diferente; se puede
saltear ese orden y llegar directo a la ‘z’. Al alterar el orden, se puede
jugar con el tiempo y con las reglas de la realidad”, comenta María
Laura.

Una nota sobre literatura especulativa quizá debiera terminar en


preguntas: ¿Dónde se encuentra el futuro? ¿Somos capaces de
escribirlo o acaso la distopía ya llegó?

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