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07 de enero de 2024

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derechas y propaganda
¿Qué hay detrás de la cultura de la
espiritualidad cool y el ambientalismo

neoliberal?
Desde que los cristianos empezaron a pagarle a la iglesia para expiar sus culpas terrenales y ganarse un lugar
en el cielo, se instaló la especulación de que una transacción monetaria podía acercarnos al paraíso. Hoy en
día, cada vez son más los integrantes del 1% más rico que muestran en sus redes cómo participan de “caminos
espirituales”, que van desde asistir a Burning Man hasta pagarle a un chamán por un servicio de sanación
espiritual. ¿Cómo la mercantilización de estas espiritualidades new age y de corrientes como el ambientalismo
se están reinterpretando para serles funcional a la derecha?

Por Camila Alfie

6 de octubre de 2023 - 00:01

Es el capítulo final de Mad Men y Donal Draper, el mejor peor publicista que nos dio la televisión,
está en un retiro espiritual en un paisaje natural soñado, muy lejos de la demencia vertiginosa de
Manhattan de finales de los 60’s. Tal vez para encontrare a sí mismo. Tal vez para expiar sus
culpas. Sentado con las piernas cruzadas sobre un pasto verde aterciopelado frente al mar y
rodeado de hippies vestidos con túnicas de bambula, un maestro recita un mantra meditativo.
“Padre sol, te saludamos, y te damos gracias por la dulzura de la tierra. El nuevo día trae nueva
esperanza, las vidas que hemos llevado, la vidas que vamos a llevar, un nuevo día, nuevas ideas.
Un nuevo tú”, consigna. Donald sonríe. Ya sabe cuál será el próximo slogan de la publicidad de Coca Cola
para los jóvenes New Age.

Mad Men (y el capitalismo) nos enseñaron que cualquier buena intención que busca polemizar
con los males del consumismo puede mercantilizarse y volverse un nuevo deseo o una nueva
relación de poder. Hoy en día, también puede monetizarse en las redes sociales. Esto último es uno
de los clásicos de Burning Man: el festival de nueve días que se lleva a cabo anualmente en el
desierto de Nevada.

Este evento, que este año alojó a 70 mil fans, es el epicentro más convocante de influencers, modelos, DJs
encumbrados, tech-gurus, entrepreneurs californianos, ejecutivos de Google y Facebook, dioses de
Sillicon Valley y el 1 por ciento del 1 por ciento. Jets privados y caravanas de lujo llegan todos los
años a este spot con el objetivo de dejar atrás los males modernos y crear una nueva comunidad sin
dinero, la participación colectiva, los intercambios amistosos y orientada hacia la búsqueda
mística de la espiritualidad.

Muchos califican a este evento como el “Davos sin ropa”, porque combina a personajes ultrabillonarios (y sus
empleados del mes) con orgías tántricas, MDMA, psicodélicos, raves eternas con DJs tope de gama, luces de
neón, meditaciones guiadas, rituales de lavado de pies y un mundo de fantasía de parque de
diversiones para adultos. Un paisaje único que los influencers documentan en sus TikToks
reforzando su imagen de marca. El público es tan blanco (para sorpresa de nadie) que los
organizadores lo saben y tratan de convocar (sin éxito) a personas negras. Aunque la propuesta es
vivir sin dinero, la experiencia ronda casi los mil dólares. Es el precio del networking espiritual. Eso sin
contar la entrada a las exclusivas fiestas privadas que organizan en en el predio los CEOs de los
CEOs.

 El evento Burning Man en sus épocas de gloria. No serían éstas.

Este año, sin embargo, hubo una situación verdaderamente disruptiva, caótica y anárquica. El cambio
climático (motorizado, en parte, por los intereses extractivistas de muchos asistentes) se tradujo
en lluvias torrenciales. El suelo árido y liso de Black Rock, ideal para andar en bicicleta, se
convirtió en un lodazal de arcilla que hizo que sus huéspedes se tengan que poner poco halagadoras
bolsas zipploc para arrastrarse hasta los báños públicos rebalsados de caca.

Como era de esperar, cuando cayeron las primeras gotas los más pudientes huyeron en sus jets privados, que
estaban estacionados en un conveniente aeropuerto dentro del festival. El resto, la casta plebeya, no
podía entrar ni salir. Los caminos estaban cortados, la electricidad no funcionaba, los recursos
empezaron a escasear y las influencers tuvieron que racionalizar lo que les quedaba de sus
sopas Maruchan y papel higiénico. Prontamente el paisaje se convirtió en una remake de “El señor de las
moscas”. Como si fuese la pequeña venganza de los pobres, este escenario postapocalíptico se
volvió inmediatamente en un meme para reírnos en masa de la extravagancia de los ricos y sus
devenires infernales. Las modelos, temblando en sus casas rodantes, le pedían a sus followers que no crean
todo lo que dicen en las noticias, que “no es tan así”. Pero las imágenes hablaban por sí solas.
 Uno de los tantos memes que circularon en las redes en torno al desastroso Burning Man 2023

Cuando la derecha re interpreta el mensaje


Hace un par de semanas, esta cronista recordó al primer neoliberal que conoció en los albores del 2015. No
era un macho herido que encontró en las filas de Milei un espacio para canalizar su frustración.
No era un fanático de los bitcoins o de la Escuela Austríaca, o un ferviente creyente de que la
mano invisible va a solucionar los problemas de la humanidad. Bueno, finalmente sí llegó a estas
conclusiones. Pero, en sus orígenes, era un joven rico, muy rico, de Zona Norte, que no
necesitaba trabajar ni pagar un alquiler. Y que, al igual que Donald Draper y muchos de los fans de
Burning Man, encontró en la espiritualidad New-Age, el ambientalismo y el veganismo un llamado vital.

Sin embargo, aunque el veganismo y el ambientalismo son enemigos naturales del extractivismo,
el híper consumismo y la injusticia social, estas corrientes pueden reinterpretarse para serles
funcionales a la extrema derecha. Como también ciertas búsquedas espirituales. Más que nada,
cuando no cuestionan las estructuras políticas y económicas que motorizan las crisis sociales, económicas y
climáticas, y abandonan estas luchas en pos de perseguir un bienestar personal. Una mirada sobre el
mundo que hace mella en quienes creen que “toda la política es mala y cada uno tiene el poder
individual de sobreponer su dolor y alcanzar el éxito a través del trabajo duro”, como dicen las máximas
neoliberales de la meritocracia.

Inti Miski es un investigador de Morón radicado en radicado en Ciudad de México y doctorando


de la UNLP. Actualmente, está trabajando en un ensayo sobre la cultura de la neoespirutualidad
chamánica y psicodélica, donde critica cómo la cultura de romantizar los “proceso de desarrollo
interno” puede dar lugar a individuos conformistas “que sueltan las armas de la revolución
porque creen que hay un ente superior que todo lo justifica” y habitan un narcisismo poco feliz.

¿Dónde situarías el origen de esta tendencia?

--Es complicado. Hay que recordar que la iglesia católica históricamente vendía las absoluciones
a cambio de dinero, perdonaba a genocidas y corruptos. Desde que empezó la posibilidad de
que alguien te absuelva luego de un intercambio de este tipo, empezó la especulación entre el
poder institucionalizado y las personas.

¿Podés especificar más acerca de tu trabajo de investigación?

--Estoy haciendo un foco en lo que es la búsqueda de iluminación mediante sustancias


enteogénicas, psicodélicos, chamanismo, etc. Lo que se pone en juego es personas que sienten que han
sido tocados por la iluminación de un privilegio farmacológico que los hace superiores al resto. En cuanto al
neoliberalismo, uno de los que está a la cabeza en Argentina de la movida psicodélica con una
empresa de hongos es “Aíto” de la Rúa. Hace poco una amiga me envió una entrevista de él
hablando de “soltar las amarras” y uno no puede evitar hacer el paralelismo con las amarras del
helicóptero del papá.
¿Cómo vinculás esto con una subjetividad neoliberal?

--Hay cierto interés por el autosuministro de sustancias psicodélicas en personas que están
siguiendo la ideología neoliberal porque no creen en autoridad alguna, ni autoridad institucional,
ni autoridad espiritual. Entonces, esta cuestión de los psicodélicos, las drogas sintéticas, van un
poco de la mano. Es decir, la deslegitimación de cualquier tipo de autoridad. Esto también atañe al
consumo de sustancias y la figura de chamanes cuando se contrata algún tipo de servicio de algún
curandero, con una pretensión muy soberbia de quien está pagando quiere que le curen todo,
que le quiten los males, que le hagan ver a Dios. Todo eso creo que ahí es donde se vuelven un
poco enfermizos los procesos de sanación o guía espiritual con estas prácticas psicodélicas: con la
idea de que el dinero lo puede comprar todo, puede comprar incluso la iluminación.

“La espiritualidad farmacológica a través de las drogas me parece que también tiene una raíz en
esto de qué es el biohacking, que tiene mucho que ver con una empresa que se llama Mindvalley
de California (que es re nefasta). El biohacking es lógicamente para quien tiene guita e implica,
básicamente, que podés ‘biohackearte’ el cerebro para convertirlo en súper inteligente. Así
empezamos la distinción de las capacidades humanas dependiendo si tenés recursos
económicos para “upgradiarte” la inteligencia o no. Tiene que ver un poco con lo que se hablaba de lo
que iba a ser el transhumanismo y el mejoramiento genético de la raza, pero ahora lo están haciendo con
todo lo que es la falopa y la psicodelia”, comenta Inti.

Así como la palabra “Neonazi”, “Ecofascismo” es un término que usa la extrema derecha para
vilipendiar los activistas ecologistas que militan en contra de las políticas depredatorias
extractivistas. Sin embargo, el movimiento ambientalista está vinculado fuertemente con los
orígenes del nazismo, donde varios pensadores romantizaban la naturaleza alemana como una
madre sagrada y prístina, a la que había que proteger de la mugre de elementos exógenos como
los judíos o migrantes. Estas ideas están vinculadas con fantasías que romantizaban a la vida
campesina y a las sociedades preindustrial como si fuesen cofres sagrados de la pureza racial aria. "La
unidad de la sangre y la tierra debe ser restaurada", era la proclama de Richard Walther Darré,
ministro del Reich de Agricultura y Abastecimientos entre 1933 y 1942.

Estas teorías se esparcieron por todo el mudo y, en EEUU, se gestó una corriente con un
pensamiento similar, que sugería que dejar que la población blanca se mezcle “con los indios” es
un suicidio social y que había que asegurar la pureza racial a partir de impedir el ingreso de
migrantes. Estas ideas, con el correr de los años, se apalancaron en el problema de la
“superpoblación”, que derivó en la creencia de que las hambrunas, las guerras y demás crisis sociales iban a
hacer que la población se diezme para alcanzar un nuevo equilibrio donde solo sobrevivan los más aptos, (o
sea, los más ricos). Como cuando Macri le recomendó a Alberto Fernández que “se muera quien se
tenga que morir” en plena pandemia, y más de uno celebró en las redes sociales cómo los
delfines volvían a los canales de Venecia (a costa de la muerte de miles de personas).

Volviendo al tema de las búsquedas espirituales, la politóloga y activista especializada en


ecología política, Flavia Bloffoni, advierte que estas críticas no deben estigmatizar a quienes “están
realmente en caminos espirituales honestos. Sin embargo, considera que “si los caminos de
fortalecimiento interno espiritual -o como se quieran llamar- son coherentes, hay algo de la
necesaria incomodidad que aparece frente a la despolitización de la vida, en el sentido de la
despolitización profunda”.

“Creo que no hubiera sido posible el triunfo neoliberal sin cooptar de alguna manera a espacios espirituales
que, recortando muy fuertemente la historia y los conocimientos ancestrales, lograron convencer a mucha
gente de que el camino es vibrar alto a nivel individual y que no importa lo que suceda afuera. No importa lo
colectivo, no importa la crisis climática, la crisis ecológica, porque la salida está en el camino
interno. Como si tal cosa fuera escindida de una trama de vida más amplia”, asegura. “Y eso,
sobre todo, a partir de la instalación de esta narrativa neoliberal de inmediatez, de presencia en
el ahora, de que no importa lo que pase después porque lo único que existe es el tiempo actual.
Incluso no importa lo que pase alrededor, porque nos esperan también otras cosas en otro
plano”.
¿Cómo podés interpretar estás búsquedas de sanación new-age?

Muchas veces hay una necesidad honesta de sanación. Ya sea de culpas de clase o del
conocimiento de que todo se está yendo a la mierda y nadie da respuestas. Hay mucho también
de aprovechar que construimos nuestras referencias políticas en líderes mesiánicos. Eso genera
un sesgo del expectador, lo que puede derivar en búsqueda de maestros, de chamanes, de aquel
que nos trae respuestas ante esta gran incertidumbre. Y yo pienso: quien dice hoy ‘yo tengo la
solución’, como algo monolítico, seguro está haciendo guita con eso.

¿Por qué convoca tanto esta corriente?

--Lo que tiene muy a la mano el new-ageismo neoliberal es una especie de sedación rápida en
sentirnos bien momentaneamente…si no profundizás demasiado. Porque si profundizás, nadie
puede sentirse bien escindiendose de este bardo. Por eso, creo que el mejor antidepresivo son
los activismos. Y no creo que nosotres, como seres terrenales, podamos ser coherentes con
nuetro propósito en esta tierra si nos retiramos de la vida colectiva para meditar en la montaña,
mientras se viene el fin del mundo. Y sin dudas, también hay algo de expiar culpas de clase.
Saber que uno es parte de esa gente que está haciendo todo mal y necesitan argumentos que
dejen un poquito más tranquila la conciencia, desde la acción individual. Por eso hay veganos y
veganas que votan al fascismo.

¿Cómo esto puede vincularse con las nuevas formas de ecofascismo?

--El ecofascismo es un peligro que está apareciendo cada vez más. Yo no tengo ninguna duda de
que, si funciona narrativamente, Milei va a ser en tres meses el mayor defensor de las medidas
ecológicas. Desde esa mirada podría querer limitar el crecimiento poblacional o los recursos para
la gente. Es muy peligroso, porque le es funcional a la narrativa negacionista. El día que puedan
hacer negocios con esto, se van a tirar ahí de cabeza.

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