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María parece
ignorar a Marta.
La Marta
que vemos más tarde en los
evangelios ya no es la inquieta
o resentida, sino que está llena
de fe y confianza, que solo se
adquiere a los pies de Jesús.
María también cambió. Aunque
su naturaleza contemplativa
hacía de ella una adoradora
nata, también la dejaba
vulnerable a la desesperación.
Pero al final,
cuando nota que Jesús está
cerca, ella pone en acción lo que
aprendió con la adoración. Ella
sigue adelante y aprovecha la
oportunidad de servir.
Dos personas
completamente
diferentes sufren una
transformación
delante de nuestros ojos.
Es imposible estar en la
presencia
de Jesús y no ser
transformado.
TENGAMOS UN CORAZÓN
COMO MARÍA EN EL MUNDO
DE MARTA