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Hasta quienes están atareados con los problemas materiales de la vida y creen
que tienen poco tiempo para meditaciones o pensamientos espirituales, com-
prenden muchas veces que necesitan un conocimiento mejor y más íntimo de
las cosas espirituales de la vida, y especialmente un mejor concepto de Dios y
de las leyes de Dios. Es inútil, excepto para el tonto ateo o las mentalidades
deficientes, tratar de discutir que un hombre cualquiera no resulte beneficiado
gracias a un conocimiento mejor de la Mente Suprema que rige este universo.
Es un hecho fácilmente demostrable que en la misma relación en que un
hombre esté en armonía con una mejor comprensión de Dios, así cambiará
toda su vida hacia el bien.
Ante todo, hallamos que las enseñanzas Rosacruces nos revelan a Dios como
un ser no solamente amoroso, misericordioso y justo, sino como un ser a quien
hay que amar más bien que temer. Es fácil para muchos de nosotros recordar
que en nuestra juventud era una expresión común el decir que ésta o aquella
persona procedía mal porque no tenía en su corazón el temor de Dios. Parecía
un concepto común y aceptado el que era necesario concebir a Dios como
alguien a quien había que reconocer con terror y pavor.
Se enseñaba a los niños que no debían hacer ciertas cosas y que debían
abstenerse de hacer otras cosas pecaminosas, porque debían tener miedo a
Dios y a su misterioso poder de castigarlos por el mal que cometían. La idea del
t error se desarrolló de tal manera que la gente no se atrevía a pensar en Dios
cuando estaban riendo, ni a hablar de Dios de manera casual, ni con ninguna
otra actitud que no fuera la del extremo temor. Nada de extraño tiene que los
niños llegaran a creer que a Dios sólo podía uno tratar de acercarse cuando se
iba a acostar, o los domingos en la iglesia, teniendo doblada la rodilla y con las
manos elevadas en la actitud pagana típica de la adoración temerosa.
Este razonamiento que parte de una base falsa ha sido causa de dudas que
gradualmente han surgido en la mente de millones de personas acerca del amor
y de la suprema sabiduría y de la misericordia de ese Dios. Podemos decir con
seguridad que los argumentos más fuertes que emplean los ateos hoy al
asegurar que no hay Dios se basan en que se ha expuesto un concepto falso de
Dios a millones de personas, o se le ha presentado como un ser que nos
justificaría en nuestra duda de que fuera El un Padre amoroso y
misericordioso.
Esa comprensión abre una nueva fase de la vida y un horizonte más amplio
aquí en la tierra; trae a Dios más cerca del hombre, lo hace más íntimo, más
personal y más amigo en todo sentido humano de la palabra. Hace que las
leyes de Dios aparezcan en su verdadero aspecto, como no solamente
inmutables y no solamente justas, sino también racionales, razonables y
completamente comprensibles; acaba con todas las aparentes contradicciones e
injusticias, y aparta por completo de este cuadro la idea de que Dios es un amo
arbitrario, que es celoso o que tiene en su conciencia cualquier elemento de
cólera y de venganza.
El cambio del concepto de Dios es el cambio mayor que puede llegar a la vida
de cualquier hombre o mujer, porque como ya hemos dicho es fundamental
para todo nuestro pensamiento y todas nuestras acciones en todas las fases de
nuestra existencia. Pero no podemos comprender ni probar la verdad de esto
mientras nuestro concepto de Dios no haya cambiado y entremos en la nueva
vida y en la nueva manera de vivir que resultan de ese cambio.
Tengamos esto presente para decirlo a quienes nos pregunten acerca de las
enseñanzas Rosacruces y acerca de la relación de estas enseñanzas con cues-
tiones religiosas y espirituales. No es necesario tener un credo religioso o una
exposición dogmática de principios religiosos para llegar a ser más finos y
espirituales, para tener una comprensión mejor y más estrecha de Dios y de
sus vías de acción, y para permitir al hombre comprender y adoptar las
verdaderas leyes divinas, que son el único credo necesario para una vida
perfecta.