Está en la página 1de 37

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
5 o
2.
/
SM
POR

LAURIND0 APUENTE

Similia similibIIs clirantir,

BUENOS AIRES

Imprenta del SIGLo, Victoria 151


1s69

/Q» STICUEN
— o r M-4 A

(o Eur-Cºº º
sºn
EL COBIERNO DE SIRMIENTO,

I.

HAY hechos tan absurdos en la historia de los


pueblos, que solo se esplican ó por la ignorancia
de estos, ó por la influencia de sus esplotadores.
Uno de esos hechos absurdos, es la elevacion de
Sarmiento á la Presidencia de la República—Un
partido turbulento, que dejaba de adular á Mitre
porque terminaba su gobierno, levantó la candi
datura de Sarmiento, primero por farsa y des
pues por capricho, haciéndola triunfar por úl
timo hasta por medio del fraude.

a a
— 4 —

II.

Rechazaron á Urquiza, por el temor que el


caudillo entreriano inspiraba á la demagogia y
la anarquía. Rechazaron á Elizalde porque ha
bia sido el autor del tratado de la triple
alianza, tratado que aunque inícuo, acataron
todos como carneros. Fluctuaban entre va
rios candidatos que tenian entre bastidores,
pero solo sacaron á la escena al héroe sanjuanino,
que en último resultado era unitario enrage,
amigo de los porteños á pesar de haberlos in
sultado mil veces, y capaz de ser fiel á Buenos
Aires aunque para ello le sea necesario arrasar
su propia Provincia. -,

III.

La fama de Sarmiento tanto en América como


en Europa era y es la de pedante, díscolo y
loco. Su ilustracion y su ciencia no deslumbran
á nadie, por mas que su vanidad lo ciegue hasta
creerse un sabio; su patriotismo consiste, en el
odio que profesa á sus adversarios políticos; su
amor á la libertad es solo en teoria, porque en
los cargos que ha desempeñado ha sido un déspo
ta; y su manía por la educacion del pueblo, le ha
valido viajar á costa agena, y le ha servido de au
xilio para desempeñar cargos públicos.
— 5 —

IV.

Nadie mejor que los sarmientistas conocían


los defectos de que adolecía su candidato, y para
atenuar la amarga crítica sobre tan estrafalaria
eleccion, y el sarcasmo y la ironía lanzados con
profusion sobre el original Sarmiento; hacian e
valer su lejanía de la patria, su amor al progre
so, su oposicion á la gran política y su furor por
imitar á los Estados Unidos, donde residia en
carácter de Ministro. La prensa vocinglera pu
blicaba llena de júbilo las cartas en que Sar
miento juraba y perjuraba hacer la felicidad del
país en el caso de ser Presidente, y esa misma
prensa hacía entusiastas elojios y espléndidas
apolojías del candidato ausente.

V.

Pero lo que vino á dar un poderoso contingen


te á los sarmientistas, fué la grata promesa que
estos hicieron á los pueblos, de una nueva polí
tica por parte de Sarmiento. Eran aquellos
momentos los mas oportunos para esplotar esta
idea. Los pueblos estaban cansados de la san
grienta guerra del Paraguay; indignados con
el gobierno espirante, por la ruina que habia
causado á la República; ansiosos de paz y de
— 6 —

seosos de sacarse del cuello el dogal de la alian


za imperial. Todos estos males aseguraban los
sarmientistas que cesarían al subir su héroe al
poder, y desde entonces la candidatura Sarmien
to comenzó á tener prestigio en toda la Repúbli
ca. Por otra parte, como Sarmiento era el can
didato favorito del partido exaltado de Buenos
Aires, las Provincias que siguen las inspiracio
nes de esta, ya por terror, ya por servilismo,
proclamaron la misma candidatura. La adhe.
sion de las demas Provincias se obtuvo por el
fraude y la violencia.

VI.

El candidato de los orates tuvo mayoría para


la presidencia y triunfó de todas las resistencias.
¡Qué aberracion! Pero los fenómenos de la polí
tica tienen su causa, su análisis, su esplicacion
como los fenómenos de la naturaleza. ¿Porqué
la República Argentina elegía ó se resignaba á
que la gobernase un loco, por mas que como pa
liativo lo clasifiquemos de sublime? ¿Acaso la
esperiencia del pésimo gobierno que acababan
de hacer los cuerdos, inducía á los argentinos á
elegir un loco? Yo creo que no, creo que así
como el irracional y el salvaje, se curan por ins.
tinto las dolencias físicas, así los hombres y los
pueblos se curan tambien por instinto las enfer.
— 7 —

medades morales; y que el pueblo argentino,


médico de sí mismo, creyó hallar en Sarmiento
la panacea de todas sus dolencias.
VII.

Aunque es un adagio tan popular como anti


guo que “nadie puede ser juez de sí mismo” yo
lo desmiento y digo: que todo el que ponga la
mano en su corazon y escuche su conciencia, po
drá juzgarse perfectamente, aunque oculte á los
demas el juicio desfavorable que forme de sí
mismo. Los pueblos argentinos y principalmente
el bonaerense, son una prueba de lo que dejo
dicho. Ellos se han juzgado á sí mismos, han
estudiado su vida, sus hechos, su carácter y se
han confesado locos. A visados por la esperien
cia, han comprendido que un gobierno que estu
viese en armonía con su modo de ser, sería el
mejor gobierno para ellos; y buscando la persona
mas á propósito para presidirlos, pusieron los
ojos en Sarmiento y gritaron eureka. En efecto,
la anarquia, la discordia, la guerra civil, el odio,
la venganza, la vanidad, todo estaba personifi
cado en Sarmiento. Eureka/ eureka/

VIII.

Dos sistemas de medicina se hacen en el dia


la mas obstinada oposicion y guerra, á saber: la
— 8 —

alopatía y la homeopatía, que son como el clasi


cismo y el romanticismo en esa oscura ciencia.
Hipócrates y sus discípulos llevan por divisa
contraria contrariis, y los discipulos de Hahne
mann, similia similibus. curantur. El pueblo
argentino ha dado la preferencia al romanticismo
médico, y ha adoptado para su curacion el siste
ma homeopático. “Semejantes se curan con se
mejantes” lo cual aplicado á la política, quiere
decir: un pueblo de locos se gobierna por un
loco. Ya no hay pues el peligro de que un loco
haga ciento, pues no habiendo cuerdos, el refran
es nulo. Así á los descubrimientos modernos es
preciso desde hoy agregar este otro—Aplicacion
de la homeopatía á la política, para la felicidad
de los pueblos—Y esta gloria le cabe á la Repú
blica Argentina!

IX.

Sarmiento era el Mesías esperado por los ju


dios de la política para la salvacion de la patria.
Su llegada á Buenos Aires fué festejada por los
sarmientistas con el mayor entusiasmo. Se le
dieron banquetes en la ciudad y en la campaña,
siendo estos tan repetidos, que hubiérase dicho,
ó que Sarmiento venía muerto de hambre, ó que
era un Heliogábalo. Con los banquetes resona
ron los brindis, en los que los aduladores del

l
— 9 —

nuevo Presidente le hacían descargas á quema


ropa, del mas purísimo afecto. Sarmiento el
hombre mas feo de la república, fué en los pri
meros dias de su llegada el niño mimado, no
solo de las damas de tono, sino tambien de los
caballeros de pro. Uno de sus admiradores en
un rapto de cariño, le imprimió un beso en la
calva, semejante al que Judas imprimió á Cristo
en la mejilla. Todas estas demostraciones te
nían por objeto embriagar á Sarmiento con
la adulacion, á fin de que cediera á las sugestio.
nes y deseos, de los que desde entonces lo erigían
en caudillo y formaban su partido.
X.

Sentado el gran Sarmiento en su silla presi


dencial organizó su ministerio del modo siguien
te. Nombró para Ministro del Interior, al Dr.
Velez Sarsfield, apellidado el Dr. Mandinga
por sus diabluras; de Hacienda, al Dr. Goros
tiaga hábil para ocultar la bancarrota de un
gobierno; de Culto é Instruccion Pública al Dr.
Avellaneda, sectario fervoroso del Catolicismo, y
por consiguiente, educacionista católico; de
Relaciones Esteriores al Dr. Mariano Varela,
miembro del círculo que inició la candidatura
Sarmiento; y de Guerra y Marina, al Coronei
Gainza, nulidad supina en este ramo. Como se
— 10 —

vé, con escepcion de este último, todos los Mi


nistros de Sarmiento son Doctores, lo que prue
ba que su escelencia ha tomado cariño á este
gremio, desde que la Universidad de Michigan
lo doctoró en Pedagogia. El gobierno de Sar
miento es pues un gobierno de Doctores, y lo
que es peor, de Abogados—que segun la voz
pública, solo sirven para enredar cuestiones y
armar pleitos.
XI.

Es de notar que el gobierno de Sarmiento re


presenta en su personal á varias de las Provincias.
Buenos Aires está representada dos veces por
Varela y Gainza; Córdoba, por Velez Sarsfield.
Tucuman, por Avellaneda; Santiago, por Goros
tiaga, y San Juan, por el mismo Presidente;
Otras particularidades se notan ademas en este
Gabinete. Dos de sus Ministros son jóvenes é
hijos, el uno, de una víctima de Rosas, y el otro,
de una víctima de Oribe. Esto prueba que Sar
miento es hombre de partido, y que en vez de
acallar, provoca, los odios y venganzas de otros
tiempos. La presencia de Avellaneda y de Va
rela en el poder, significa la bandera unitaria,
flameando triunfante y terrible sobre la vencida
federacion. ¿Qué harán los federales si reconquis
an el poder? Hallarán hijos de víctimas para
— 11 —

elevar á Ministros? Desgraciadamente que sí;


porque el partido unitario esplotador de los
principios, tiene la triste gloria, no solo de haber
imitado los crímenes sangrientos del partido fe
deral, sino tambien de haberlo superado!
XII.

¿Cuál es la nueva política iniciada por Sar


miento, el salvador, el regenerador de la repú.
blica, segun lo proclamaban las trompetas des
templadas de su falsa fama? No se admire el
lector, Sarmiento no tiene política. Nulidad en
la práctica del gobierno, incapaz de organizacion,
de órden, de creacion, solo se ha contentado con
seguir las trilladas huellas de esa política de
iniquidad y de esterminio, de traicion y de
mengua nacional, que consiste—En la consolida
cion de la alianza con el Imperio; en la conti
nuacion de la guerra contra el Paraguay; en el
avasallamiento de las Provincias del interior, y
en todas las demas prácticas de la gran política,
vivificada, fortalecida y mas que nunca triunfan
te gracias á Sarmiento. Mitre, el Mefistófeles
del Rio de la Plata, lo mira con sonrisa infernal
preso en las redes que de antemano tejía á su
sucesor. Así espera este eterno ambicioso re
habilitarse para con el pueblo mártir, y hasta
ser llamado por sus víctimas, para que las salve
del nuevo cataclismo que les ha preparado.
XIII.

¿Qué se hicieron las promesas halagadoras de


los sarmientistas ? ¿Qué bien, qué consuelo ha
traído á los pueblos el célebre Sarmiento? Era
una burla inicua á los crédulos, era la esplota
cion de siempre, la infame mentira, el fraude
vil Y hasta cuando permites oh pueblo
que una pandilla de ambiciosos y malvados, te
haga el juguete de sus caprichos, el pasto de sus
deseos, el instrumento de sus miserias y críme
nes Falso era el Mesías prometido: no traía
paz, ni amor, ni riqueza, ni progreso, ni felici
dad. Era un lazo tendido á la buena fé, era un
triunfo arrancado á la desesperacion de un pue
blo, cubierto de luto, bañado en sangre, y rodea
do de miserias. Era una mala partida de los
pilluelos de la prensa y de los juglares de la
política. ¡Oh baldon hasta en las naciones
despotizadas hay espíritu público, menos en la
nuestra. Solo entre nosotros que hacemos alarde
de libres, de valientes é ilustrados, solo entre
nosotros, se vé el triste ejemplo de que un puñado
de bandidos políticos, jueguen impunemente con
los destinos de la patria, sin que el pueblo haga
nunca con ellos un castigo ejemplar!
— 13 —

XIV.

El partido vencido en la cmestion electoral


tenía que ser fatalmente opositor á Sarmiento.
Para esta oposicion necesitaba fundamento, y
Sarmiento se encargó de dárselo, al siguiente dia
de empuñar el baston del mando. Su gobierno
se inició con disparates y continuó con abusos,
que la oposicion creyó oportuno reprimir. La
tribuna y la prensa comenzaron á asestar sus
tiros á Sarmiento y su gobierno. La prensa
sobre todo tomó la parte mas activa. La “Nacion
Argentina” diario oficial de la Administracion
Mitre, redactado por una pluma recalcitrante y
traviesa, satirizaba sin compasion al Presidente
y censuraba uno por uno de sus actos. Sarmiento,
sin embargo de haber declarado que los dardos
de sus adversarios no lo herirían, porque estaba
encorazado; busca la revancha y deposita el
veneno de sus desahogos, en las columnas de
“El Nacional” diario oficial de su gobierno. Su
rábia se traduce en estas frases, adorno de su
estilo. A un Diputado por Córdoba, lo califica
de “títere que baila cuando le tiran los alam
bres.” Al Senador Rojo, lo apostrofa de “es
cuerzo y de serrucho.” Al Diputado Quintana
lo llama el “primer demagoguito” A los Sena
dores todos, les regala estos epítetos “cascarones

... = º
— 14 —

fósiles petrificados, pelucas con cejas pintadas,


traidores á su patria, hombres pertenecientes á
épocas de transicion de la tiranía, de tanteo, de
saltos, de inmoralidad política.”
- XV.

Sarmiento tiene fama de malo, y es lástima


que lo sea en realidad; porque si su fealdad
espantosa, sirviese de envoltura á una bella
alma, Sarmiento sería el Cuasimodo de nuestra
historia. Pero tambien es preciso confesar que
no hay paciencia que baste para sufrir á
ese Gutierrez, que si como escritor político
es apellidado el Girardin argentino, como sa—
tírico y mordaz no les va en zaga á los Juve
nal y á los Villergas. El mayor mal que la
“Nacion Argentina” ha hecho á Sarmiento es
sacarle los cueritos al sol, como dicen vulgar"
mente, y esto solo en lo tocante á la vida pública”
La “Nacion” lo ha pintado como el tigre del
interior, en la guerra contra las montoneras,
guerra de la cual era director. Él aprobaba las
matanzas de los gefes subalternos, él predicaba
el esterminio de los que defendían su libertad y
sus derechos, y él ira de Dios opinaba que
los prisioneros indefensos, debian ser degollados
por la nuca! ¡Y Sarmiento se decía opositor de
Rosas! (sic.)-Cuentan un hecho, que aunque no
— 15 —

garantimos, tiene visos de verdadero. Era Sar


miento Gobernador de San Juan. Una pobre
anciana habia sido condenada á muerte por de
litos comunes. Todas las corporaciones, presi.
didas por la de beneficencia, pidieron á Sarmiento
el indulto de aquella desgraciada. Este rechazó
todas las súplicas y aquella fué fusilada. Si el
hecho que referimos es exacto, él prueba que
Sarmiento, tiene un corazon de fiera

XVI.

La oposicion en el Congreso le ha hecho tam


bien sus descargas. Pero antes de describirá
grandes rasgos, la primera batalla entre el Poder
Ejecutivo y sus opositores, digamos cuatro pala
bras acerca de estos. Mefistófeles (léase Mitre
aborrecido y desprestigiado al descender del
mando, volvió á su antigua táctica de intrigas,
para escalar algun puesto honorífico y lucrativo,
en la nueva Administracion. La lucha electoral
para Gobernador de esta Provincia, ofreció á
Mitre una ocasion magnífica de realizar sus pla.
nes. La lucha era encarnizada, y se presentaba
indecisa entre Castro y Acosta. Mitre se arregla
con los castristas, y contribuye con los restos de
su partido al triunfo de Castro. En cambio de
esta cooperacion Mitre es electo senador al Con—
greso— Cundió por todas partes la voz de que, la
— 16 —

única idea que guiaba al ex-Presidente al acep


tar un asiento en el Congreso, era hacer una
fuerte oposicion á los desmanes del Poder Eje
cutivo, ô mejor dicho, á la persona de Sarmiento;
y esta consideracion hizo soportable á los ojos
del pueblo, la presencia de tan funesto personaje
en el sagrado recinto de la ley. Mitre como era
consiguiente erijióse en gefe de la oposicion.
XVII.

Zavalla, gobernador de San Juan, no era del


agrado de Sarmiento. Una fraccion sediciosa,
apoyada por el General Arredondo gefe nacional,
derroca al gobernador de San Juan. Zavalla se
presenta al Congreso quejándose de tamaño
abuso, y pidiendo su reposicion. El Senado
Nacional atiende la justa reclamacion de Zavalla,
y la Comision de Negocios Constitucionales se
espide en mayoría, formulando un proyecto para
que interviniese el Gobierno Nacional en la cuesº
tion San Juan, con el objeto de restablecer
las autoridades legales. Los miembros que
firmaban en mayoría ese proyecto eran Mitre,
Oroño y Araoz; y la minoría en disidencia,
Piñero y Bazan. La discusion de este proyecto,
fué el campo de Agramante entre el Poder
Ejecutivo y la oposicion del Senado. Sarmiento,
interesado en sostener sus actos ilegales, mandó
— 17 —

á sus Ministros al Congreso, y Velez Sarsfield,


Avellaneda y Varela tomaron asiento en el Se—
nado, para defender como lo hicieron, la política
rastrera y despótica del Presidente Sarmiento.
Triste rol por cierto, pero desempeñado á las mil
maravillas, por los sostenedores de los abusos de
su escelencia.

XVIII.

El Senador Mitre era el miembro infor—


mante de la Comision, y en su carácter de tal,
tomó la palabra y pronunció un largo y pe
sado discurso, tan ilustrado en el fondo como
desaliñado en la forma. En este discurso relató
y comentó los sucesos de San Juan, trajo á la
discusion (aunque por los cabellos) el asesinato
de Segura aprobado por el Gobierno, disertó so
bre la ley marcial, y terminó probando à todas
luces la constitucionalidad del proyecto.—El Se.
nador Oroño, con un lenguaje poco florido pero
muy enérgico, hirió la cuestion en todas sus fa
ces, mencionó las tablas de sangre, cuyos delitos
cometieron los Procónsules defendidos por el Mi
nisterio, y los cometió tambien el mismo Presi
dente Sarmiento Gobernador de San Juan y di
ector de la guerra. Y terminó fulminando ana
temas contra las facultades estraordinarias, que
todo trance quería arrogarse el Poder Ejecu
— 18 —

tivo.—El Senador Zavalía encaró la cuestion, re


corrió á vuelo de pájaro todos los puntos del de
bate, y dijo con voz profética, que “el voto nega
tivo al proyecto de la mayoría sería el suicidio
del Congreso”—Fué así como estos y otros opo.
sitores al Gobierno, hicieron certeras descargas
contra la arbitrariedad y el despotismo.
XIX.

El Ministerio formado en línea de batalla y


armado de una inmensa biblioteca, rompió el
fuego sucesivamente contra cada uno de los
discursos de la oposicion, dando principio Velez
Sarsfield, siguiendo Varela y terminando Ave.
llaneda.—El Ministro del Interior avezado á las
luchas parlamentarias, peroró como un sabio,
falsificó unas cuantas citas, y en su momento
mas sublime, clamó contra los malos intenciona
dos, que se habian propuesto hacer cantar la
palinodia al Gobierno—El Ministro de Relacio
nes Esteriores pronunció un magnífico discurso
literario en defensa de los abusos, sorprendiendo
á todos los que hasta entonces ignoraban que
fuese orador, y dando orígen á que al siguiente
dia á propósito de su discurso, esclamáran sus
hermanos en “La Tribuna” Ya ve el pueblo de -

Buenos Aires que los Varelas, no son, ni tan r u


dos ni tan imbéciles como se les creía”— Misum
— 19 —

teneatis ?—El Ministro del Culto, ilustrado como


siempre, brillante y erudito, combatió las doc
trinas de la oposicion, y se contrajo principal—
mente á sincerar al Poder Ejecutivo por la pure
za de sus actos, y el profundo “respeto con que
acataba las resoluciones del Con greso. La defen
sa del Gobierno la terminaron los Senado—
res Bazan y Piñero, y la luz fué para todos en
la cuestion San Juan. El pueblo esperaba con
ansia el triunfo de la oposicion, pero oh sorpre
sa! se vota el proyecto de la Comision, y este es
rechazado por quince votos contra doce! Con
razon el Presidente Sarmiento califica de follo.
nes á los miembros del Congreso!
XX.

La oposicion personal á Sarmiento éstá repre


sentada en el Senado Nacional por Mitre, y en
la prensa, por el diario la “Nacion Argentina;”
y la oposicion de principios, representada por
Quintana en la Cámara de Dipntados, y en la
prensa, por “La República.”—Por mas loco que
quiera hacérsele á Sarmiento, es preciso recono
cerle los buenos actos que ejecute en sus momen
tos lúcidos, y esto no es dado á los que todo lo
ven por el prisma de la pasion. La oposicion perso.
nal ha dado por fruto, la derrota en el Senado de
la cuestion San Juan. La oposicion de principios
— 20 —

en la Cámara de Diputados, ha tenido por resul


tado el triunfo del proyecto sobre intervenciones,
ley que refrena para hoy y para siempre las ar—
bitrariedades del Poder Ejecutivo. Toda oposi
cion desprestigia al poder que la provoca con sus
abusos, pero la oposicion franca y leal, asegura
el cambio de política ó la caída del Gobierno que
combate, Es indudable no obstante, que para
que la oposicion sea popular, es decir, para que
las masas participen de ella, es preciso crear en
derredor del mandatario indigno, una atmósfera
de desconfianzas, de ódics y desprecios—y esta
es la obra de la oposicion mitrista.
XXI.

¿A qué fué debido el triunfo del Poder Eje


cutivo en la cuestion San Juan Varias fueron
las versiones que circularon á ese respecto. Los
unos atribuyeron ese triunfo al cohecho, fundán
dose en que Sarmiento lo habia aprendido en
Estados Unidos, donde el fraude político era
moneda corriente; y no faltó quien dijese en
voz baja que algunos Senadores se habian ven
dido miserablemente. Otros hacían consistir la
derrota de la oposicion en el Senado, á ser esta
presidida por Mitre. Sin estrañar lo primero
me inclino á creer lo último. Es cierto que los
abusos del Gobierno de Sarmiento no pueden
— 21 —

jnstificarse por los hechos inicuos del Gobierno


de Mitre; pero tambien lo es, que ni el gefe de
aquel Gobierno ni sus parciales, pueden hacer
moral política sin representar el rol infame de
tartufos. Mitre que censura acremente los actos
de Sarmiento, es el autor de la política salvaje,
que éste no hace mas que plagiar. Mitre es
responsable de millares de fechorías cometidas
en las Provincias por los caudillejos á sus órde
nes; responsable de que las soberanías de los
pueblos hayan sido pisoteadas por los potros de
sus Procónsules, y responsable tambien, de
todas las matanzas hechas en el interior por los
asesinos de charreteras.

XXIII.

Parece imposible que aquellos apóstoles su—


blimes de la libertad y del derecho que comba—
tían al tirano Rosas, sean los mismos que al
gobernar la patria, observen su sistema. ¿Cómo
esplicar esta chocante anomalía? O todos esos
hombres se han corrompido al llegar al apogeo
del mando, ó todos ellos henchidos de ambicion
y de venganza, hacían guerra á la tiranía exis—
tente, para suplantarla por otra tiranía triunfan—
te que revistiese las formas del maquiavelismo,
y fuese mas hábil en guardar las apariencias de
la legalidad. Mitre fué á Rosas lo que Sar—
— 22 —

miento es á Mitre, es decir: Mitre imitó á Rosas,


y Sarmiento plagia á Mitre. Los hombres mas
conspicuos del partido liberal, se han confundido
con las hordas de la barbarie de tal modo, que
cuesta distinguirlos. Rosas llamó salvajes á los
unitarios, y Sarmiento llama bárbaros á sus
opositores. Antes teniamos una barbarie de
poncho combatida por Sarmiento, hoy tenemos
ademas la barbarie de levita que combate él
mismo. Si con Sarmiento hay dos barbaries,
¿dónde está entonces el progreso político y social
de la nacion

XXIII.

Gobernar bien, no es tan difícil como lo creen


los que en todo ven el imposible. Convengo
que en las monarquías sea dificil gobernar, pnes
to que hay que atender diversos intereses, los
de la dinastía, los de la aristocracia y los del
pueblo: que si la monarquía es despótica, el
tirano necesite ciencia y tacto para dominar,
oprimiendo entre sus férreas manos todos los
derechos, todas las libertades, todos los tesoros
del pueblo: que si es constitucional, se necesite
astucia y maquiavelismo para revestirla de for—
mas atrayentes y simpáticas, que oculten sn
fondo siempre absorvente, siempre absoluto,
siempre real y divino: que por último en una y
— 23 —

otra monarquía se necesite mucha habilidad,


para que marchen paralelas la política interior
y la esterior, siendo esta última la que liga á los
déspotas contra los pueblos—todo esto se com
prende. Pero en una república democrática
como la nuestra, donde los intereses de la comu—
nidad son unos mismos, como uno es el espíritu
de la nacion; donde el gobernante no necesita
mas que ajustar sus actos á la Carta Constitucio
nal, que es la espresion de la voluntad del pue—
blo y la ley suprema del Estado; donde la
política interior, es de órden y trabajo y la es—
terior, la política franca de la libertad; ¿ qué
grandes dificultades pueden haber para gober—
nar, sino ejemplarmente, mejor por lo menos
que los caudillos y mandones que nos han go—
bernado y nos gobiernan Un gobernante recto
y de buena voluntad, obediente á la ley y
amante de la paz y del progreso, hace feliz á su
pueblo.

XXIV.

Paz interna y esterna, proteccion á la industria


y al comercio, respeto á los derechos absolutos
del ciudadano, fomento de todas las empresas
útiles, difusion entre las masas de una educacion
liberal y positiva, depurada de los vicios que
hoy adolece; proteccion decidida á los intereses
— 24 —

de la campaña, fuente inagotable de nuestras ri


quezas; seguridad de la línea de fronteras, y
supresion del desierto por la colonizacion, abo
licion de todos los abusos políticos y administra
tivos que hoy reinan—hé ahí lo que constituye
un buen gobierno—Pero dirá el lector que todo
esto lo han prometido nuestros gobernantes en
sus programas—Es cierto, todo esto y mucho
mas han prometido pero engañaron al pueblo, y
solo se han ocupado de hacer política en las Pro
vincias, de envolvernos en guerras civiles y na.
cionales, de corromper y prostituir las masas,
de despilfarrar el tesoro y de sostenerse en el
mando á todo trance, rodeándose para ello de
hombres fatales al pais, que lejos de ser amigos
del pueblo son la polilla de nuestra sociedad.
XXV.

Dicen que al Presidente Sarmiento mortifican


tanto los ataques de la oposicion, que se convier
te en un energúmeno contra el que se atreve
á murmurar siquiera de su Gabinete. Mas
aun, que es su hábito odiar de muerte á sus
opositores, y aplicarles los epítetos mas ofensivos.
Conociendo el carácter irascible de su escelencia,
mo dudamos que así sea, y que al llegar este
opúsculo á sus manos, preguntará ocultando su
ira y afectando el mas profundo desprecio
— 25 —

“¿Quién es este nuevo perro que me ladra Se


figurará que me hacen mella su ironía y su sá.
tira Tendrá la pretension de desprestigiarme,
á mí, saludado como el Mesías de la patria por
los hombres mas conspicuos de ambos mundos?",
—El Presidente Sarmiento no me conoce, por
que por lo regular los grandes hombres solo co
nocen á sus iguales, sin dignarse jamas echar
una mirada sobre los humildes ciudadanos que
son los verdaderos hijos del pueblo. Y qué
mal hacen los gobernantes en no confundirse de
cuando en cuando con ese pueblo, cuyo bien
proclaman con los lábios y cuya ruína labran
con los hechos Serían mejor obedecidos y mas
amados, y ni su descenso ni su caída, irían jamas
acompañados de la maldicion popular.
XXVI.

Puede ser que la vanidad proverbial del señor


Sarmiento, llegue á punto de no querer conocerme
pero yo que tengo la noble ambicion del artista,
del literato y del sabio (aunque nada de esto sea)
la ambicion de ser conocido, quiero que bon gré
mal gré me conozca el Presidente. Señor Sar
miento, el que habla á usted en lenguaje menos
sublime que el suyo, pero mas adecuado á las
masas, el que con franqueza republicana censura
su Gobierno porque en realidad lo cree malo, es
—- 26 —

Rochefort. Sí, señor Presidente, el Rochefort


de Paris. Al menos así he sido bantizado por
el corresponsal de la “Nacion Argentina” Ricar
do Gntierrez, autor de las Lágrimas, y por lo
mismo el mejor poéta lloron de la República
hablo sin malicia por Ricardo Gutierrez, dig
no hermano de José Maria en inteligencia y
carácter; médico á palos, es decir, médico sin
vocacion, porque ejerciendo las letras, entre no
sotros se moriria de hambre. Ricardo Gutierrez
pues, que estudia y se divierte en Francia por
cuenta del gobierno provincial, describiendo en
una do sus ilustradas correspondencias, los suce
sos de Paris con motivo de las últimas eleccio
nes, me compara con Rochefort—comparacion
que acepto por serme honorifica.

XXVII.

¿Y quien es Rochefort, preguntarán muchos


de los lectores, que ni estudian los sucesos de la
Francia ni sus hombres? Yo no puedo retratar
fielmente á este personaje, sin hacer mi propio
retrato segun Gutierrez. Baste pues saber al
lector interesado, que Rochefort es segun el mis
mo Gutierrez, republicano enragé que combate
no solo el imperialismo despótico, sino tambien
el falso liberalismo, que es amigo del pueblo y
revolucionario en pro de sus derechos, y que por
— 27 —

último es un folletista ilustrado, que en sus ar.


dientes páginas, enrostra á los que combate, ya
el lodo de sus miserias, ya el catálogo de sus crí
menes. Laurindo lapuente, ó Rochefort como
quiera el señor Sarmiento, es opositor á su polí
tica como lo ha sido á la de Rosas, á la de Mitre,
á la de Flores, y como lo será á toda política in
moral y antirepublicana que se funde en el Rio
de la Plata. Pero lo que le debe consolar al
señor Sarmiento es, que este nuevo opositor de
su Gobierno, ni se vende, ni se humilla á los que
mandan, ni adula al pueblo, ni se plega al par
tido tartufo que lo combate. Rochefort es libre
é independiente; combate los partidos y defien
de los principios.
XXVIII.

Mientras ei Presidente Sarmiento no adopte


otra política, la oposicion ha de clavarle el díen
te, ha de censurarle su marcha, y ha de poner
los medios para acelerar su caída. En vano será
que el Talleyrand argentino, ó el Dr. Mandinga
como lo llaman otros, ponga en juego su ciencia
diabólica, sus cábulas y argucias para salvarlo,
porque á pesar de ello, se perderá fatalmente.
Respete las soberanías provinciales, no derroque
Gobernadores, ni mande Precónsules á las Pro
vincias, no santifique los asesinatos como el de
— 28 —

Segura, no abuse del poder, ni de la prerogativa


del veto, ni de la paciencia pública y terminará
en paz el período de su gobierno. Lejos de mí
el temor de que Sarmiento sea derrocado por el
partido personal que lo acecha y combate sin
tregua. Sarmiento va á derrocarse á si mismo,
porque su carácter violento, su terquedad y su
orgullo, no le han de permitir volver sobre sus
pasos—reñirá hasta con sus propios amigos y se
precipitará al abismo. Por eso el principal tra
bajo de sus enemigos consiste en agitar sus pa
siones, seguros de triunfar teniendo por aliados
su exaltacion y sus furores.
XXIX.

Quiero acabar este opúsculo en el mismo es—


tilo joco-serio con que lo he comenzado, mas
para elio, séame permitido comparar al Presi
dente Sarmiento con el loco de Rivadavia. Es
de muchos conocida, la chistosa aventura que
aconteció á este grande hombre con un loco
de la Residencia, mas por si alguien la ignora,
héla aquí. Rivadavia á fuer de buen Gobernan
te visitaba un dia los hospitales de caridad.
Hallábase en el de hombres y en el departa—
mento de los locos. Uno de estos, sedujo á
Rivadavia con su conversacion y sus maneras
de tal modo, que le obligó á decir al Adminis

es -
--

— 29 —

trador: “Este hombre está demas aquí y me


lo llevo.”—El loco dió las gracias á su salvador
y salió con él del hospital. Rivadavia lo invitó
á subir primero al carruage, y el loco se negó
diciendo—“Primero su escelencia”—Fué á subir
Rivadavia y oh peregrina ocurrencia! el loco
le metió el dedo en parte tan indecente y cosqui
llosa que lo obligó á dar un salto y á gritar
irritado: “Vuelva Vd. al loquero.”—Y el loco
obedeciendo, volvió al hospital muerto de risa
por el chasco que le habia dado á Rivadavia.
XXX

Sarmiento era un loco de reputacion universal


Un partido electoral creyéndolo cuerdo, lo sacó
del loquero y lo elevó á la presidencia. Sar
miento Presidente, ha hecho y hará tantas locu
ras durante su Gobierno, que al fin el pueblo
cansado de que este loco manosee sus derechos,
va á encerrarlo de nuevo en el loquero del que
no debió salir nunca.—Y el mundo reirá á car
cajadas de un pueblo tan iluso como el nuestro,
y este, se convencerá aunque tarde, de que la
homeopatía aplicada á la política, es impotente
para curar las dolencias de la patria.

También podría gustarte