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económico
Crisis y desarrollo
Copyright © 2013. Difusora Larousse - Ediciones Pirámide. All rights reserved.
LEONARDO CARUANA DE LAS CAGIGAS DOMINGO CUÉLLAR VILLAR
PROFESOR TITULAR DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA EXPERTO EN TRANSPORTES TERRESTRES.
FUNDACIÓN DE LOS FERROCARRILES ESPAÑOLES
Crisis y desarrollo
económico
Copyright © 2013. Difusora Larousse - Ediciones Pirámide. All rights reserved.
EDICIONES PIRÁMIDE
COLECCIÓN «ECONOMÍA Y EMPRESA»
Director:
Miguel Santesmases Mestre
Catedrático de la Universidad de Alcalá
© Leonardo Caruana de las Cagigas, Domingo Cuéllar Villar, Luis Garrido González, Donato Gómez
Díaz, Juan Manuel Matés Barco, María Luz de Prado Herrera y Andrés Sánchez Picón, 2013
© Primera edición electrónica publicada por Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A.), 2013
Para cualquier información pueden dirigirse a piramide_legal@anaya.es
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid
Teléfono: 91 393 89 89
www.edicionespiramide.es
ISBN digital: 978-84-368-2959-4
Índice
Prólogo.................................................................................................................. 13
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Índice
2.2.3. Alemania..................................................................................... 56
2.2.4. Estados Unidos ........................................................................... 58
2.2.5. Japón........................................................................................... 59
2.2.6. España ........................................................................................ 60
2.3. La segunda revolución tecnológica ......................................................... 63
2.3.1. Los nuevos materiales ................................................................. 63
2.3.2. Las nuevas formas de energía...................................................... 64
2.3.3. La nueva organización del trabajo .............................................. 66
2.3.4. La aparición de la gran empresa ................................................. 68
2.4. Ciclos y crisis económicas (1873-1914): de la gran depresión a la rápida
recuperación ............................................................................................ 70
2.4.1 La Gran Depresión Finisecular (1873-1895) ............................... 70
2.4.2. La etapa de recuperación (1895-1914)......................................... 72
2.5. La expansión del comercio internacional: librecambismo y proteccio-
nismo ...................................................................................................... 72
2.5.1. Las políticas comerciales: el librecambismo ................................ 73
2.5.2. Políticas comerciales: el proteccionismo ...................................... 75
2.6. La movilidad de los factores ................................................................... 77
2.6.1. Las migraciones internacionales ................................................. 77
2.6.2. Las inversiones de capital en el exterior ...................................... 78
2.6.2.1. Países inversores ........................................................... 79
2.6.2.2. Países receptores .......................................................... 80
2.7. El sistema monetario y los pagos internacionales: el patrón oro ............. 81
2.8. El imperialismo en la época liberal ......................................................... 85
Anexo ............................................................................................................... 88
Bibliografía....................................................................................................... 90
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Índice
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Índice
10 © Ediciones Pirámide
Índice
8.5. Sector exterior, sector público administrativo y orígenes del Estado del
Bienestar ................................................................................................. 344
8.5.1. Sector exterior ............................................................................. 344
8.5.2. Sector público administrativo ..................................................... 350
8.5.3. Saldos presupuestarios, deuda pública y estructura de ingresos y
gastos del Estado ........................................................................ 352
8.5.4. Primeros pasos del Estado del Bienestar y de las prestaciones
sociales ........................................................................................ 357
Conclusiones .................................................................................................... 361
Lecturas recomendadas .................................................................................... 362
Bibliografía....................................................................................................... 363
Apéndice .......................................................................................................... 365
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Índice
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Prólogo
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Prólogo
las tres que un día formaron parte de una única organización universitaria hasta
que, en 1993, se escindieron para configurar tres organismos diferenciados, aun-
que, como vemos, no del todo separados. Antes de aquella fecha se inició una
larga convivencia en el seno de un departamento común de economía y de histo-
ria, que generó lazos personales profundos y robustos que han facilitado ahora la
cooperación para este nuevo proyecto.
Como cabría esperar, la iniciativa que los lleva no está sola. Recientemente,
compañeros de otras universidades españolas han preparado otros libros, más o
menos directos competidores de éste y con objetivos más o menos diferenciados.
En conjunto, representan un prometedor esfuerzo profesional que, sin duda, me-
jorará los estudios históricos y económicos al servicio de la próxima generación.
En este manual, los diferentes autores pretenden dar al estudiante que se inicie
en los temas de Economía y Empresa un conocimiento claro y general de los orí-
genes del mundo presente y una idea detallada de los factores de la riqueza y del
crecimiento que disfrutan las naciones actuales. Todo ello con la suficiente breve-
dad que reclama la literatura del género y los condicionamientos académicos.
Pero antes de dejar paso a los autores que toman la pluma en las páginas su-
cesivas, deseo hacer algunas advertencias al lector.
El notable proceso evolutivo que nos ocupa representa uno de los tres cam-
bios mayores que se han producido en la historia de la Humanidad, concreta-
mente el tercero. Tal vez se trate del más vigoroso y más rápido de todos ellos y
aún está muy incompleto. Son unos cambios cuya naturaleza e importancia sólo
podemos parangonar con las grandes rupturas que la geología y la paleontolo-
gía describen en términos de sucesivas extinciones y explosiones de cambio bio-
lógico. Un fenómeno histórico de gran complejidad que la historiografía, hace
más de cien años ya, dio en llamar Revolución Industrial. Se trata de un término
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con cuyas limitaciones aún nos debatimos, sin atrevernos a desecharlo por com-
pleto para sustituirlo por algún otro tal vez más preciso pero probablemente
menos eficaz; acaso porque su éxito ha sido tan grande que se ha generado una
manifiesta inflación de su uso, que nos lleva a ver revoluciones del consumo, de
la ciencia y de la técnica, de la población, de la agricultura, de las comunicacio-
nes, del conocimiento, de las ciudades..., y muchas más; son ideas diseñadas para
subrayar un cambio drástico y sorprendente, pero, casi sin excepción, apenas
formuladas las tesis rupturistas, suelen encontrar su réplica entre los defensores
de la continuidad y el gradualismo de los procesos causales. En su contexto nos
encontramos con que el planeta Tierra, casi sin excepción, en el curso brevísimo
de un par de siglos, ha pasado de las economías básicamente agrícolas, social-
mente cerradas y muy jerarquizadas, con bajísimos niveles de crecimiento de la
renta per cápita a largo plazo, a otro modelo mayoritariamente industrial, basa-
do en economías de mercado relativamente abiertas, en un contexto caracteriza-
do a largo plazo por el crecimiento acelerado de la población y, pese a ello, por
el aumento simultáneo del nivel de vida en las áreas más densamente pobladas
del planeta. Todo ello en un proceso complejo en el que unas naciones se ade-
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Prólogo
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Prólogo
los fracasos que aportan un agudo claroscuro a la imagen anterior y que enrique-
cen el debate historiográfico al exigir explicaciones alternativas más matizadas,
que evitan cualquier visión lineal o simplista del gran proceso que nos arrastra.
Un camino tortuoso que debemos ver, necesariamente, en términos de ganadores
y de perdedores y que, a muy largo plazo, ha conducido a que los desheredados
de ayer ocupen hoy un lugar principal, mientras que los dominadores de antaño
ven amenazados hoy los logros de sus abuelos. Los cambios tumultuosos del pre-
sente nos permiten intuir el aspecto caótico y brutal de los cambios pasados, que
en todo momento supusieron encrucijadas y alternativas que podían haber enca-
minado de forma diferente el curso de las pequeñas historias de nuestros antepa-
sados para muchas generaciones, y que, por esa vía, han afectado decisivamente
a nuestras oportunidades futuras.
En realidad no hubo una única vía hacia el crecimiento económico sostenido.
Aunque los grandes factores seculares que lo impulsaron son relativamente sim-
ples y bien conocidos, el transcurso de los acontecimientos fue enormemente va-
riado. Se imponen preguntas como ¿por qué se adelantó Europa mientras se atra-
saban otros grandes territorios? o, más concretamente, ¿por qué tuvo origen en
Inglaterra la gran divergencia que dio origen, históricamente, al mundo indus-
trial? Y, dado que el nacimiento del mundo industrial tuvo un nacimiento tan
preciso, esa pregunta nos obliga a preguntarnos a continuación: ¿cómo se las
apañó el resto del mundo ante la escapada en solitario de Inglaterra?
Pero ni siquiera dentro de la pequeña Europa, hoy tan rica y tan artrítica, el
camino fue unívoco y homogéneo. Comprenderlo así es especialmente importan-
te para los lectores españoles. Dentro de Europa, España representa uno de los
casos más dispares y contradictorios dentro del gran proceso que nos ocupa. Ha-
cia 1800 era una de las grandes potencias económicas y comerciales del mundo
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Prólogo
Pero, contra todo pronóstico, ya en 1900 el Imperio del Sol Naciente daba mues-
tras claras de ser capaz de incorporarse al crecimiento y a la industrialización, y
no habría de pasar un siglo más sin que sus vecinos de la periferia asiática reto-
maran la senda de la expansión e iniciaran la recuperación del atraso acumulado.
El término de Tigres Asiáticos, aplicado a los nuevos países industriales del mar
de la China a partir de 1960, da buena cuenta de esa tendencia, a la que después
se reincorporaron, muy recientemente pero con un vigor inusitado, la China y la
India. Para 2000 ambas potencias han recuperado ya su puesto de partida a esca-
la planetaria antes de la gran divergencia, situándose a la cabeza de las naciones
industriales del mundo.
El balance de todo ello sigue siendo controvertido, y el debate de detalle sobre
las causas continúa. Frente a la evidencia de la notable riqueza y variedad exis-
tentes en el universo social y económico actual, algunos prefieren subrayar sus
desequilibrios, que son básicamente dos. En primer lugar, un uso desmesurado y
a su juicio peligroso a medio plazo e ineficiente a largo plazo de los recursos na-
turales, pues el proceso de industrialización se ha apoyado, en buena medida,
sobre la explotación intensiva y acelerada del patrimonio geológico acumulado a
lo largo de eones pasados. En segundo lugar, un desequilibrio intolerable entre las
ventajas y los inconvenientes de la industrialización, que se traduce en un mundo
de naciones cada día más ricas rodeadas de una mayoría de naciones más pobres.
Aunque no es éste el lugar adecuado para debatir estas cuestiones, sí quisiera de-
cir que comparto ambos puntos de vista en sus detalles pero que discrepo profun-
damente en sus conclusiones. El complejo ecosistema que es la moderna sociedad
humana genera tanto problemas como ventajas, y los distribuye en formas que en
modo alguno pueden considerarse como equitativas ni eficientes. Pero la evolu-
ción a largo plazo siempre alcanzará un equilibrio —incluida la hipótesis extrema
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Prólogo
GREGORIO NÚÑEZ
Catedrático de Historia Económica
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1 El origen del crecimiento
moderno y la Revolución
Industrial en Inglaterra
Leonardo Caruana de las Cagigas
ron lugar en Gran Bretaña» (North, 1984, p. 181). Asimismo, permitió un mayor
crecimiento económico, con su correspondiente beneficio social y mejora en el
nivel de vida. Pero como todo proceso, no estuvo exento de numerosos conflictos,
y elevó la complejidad de la actividad empresarial; de hecho, es el momento de la
aparición, en superior grado, de ésta. Alfred Chandler así lo confirma: «La gene-
ralización de la moderna producción en masa exigía cambios fundamentales en la
tecnología y en la organización del proceso productivo» (Chandler, 1977, p. 281).
CUADRO 1.1
Crecimiento del PIB en Gran Bretaña
1760-1780 0,6
1780-1831 1,7
1831-1873 2,4
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Crisis y desarrollo económico
fuera posible, la ley defendió tanto los derechos individuales como los derechos
de propiedad. La complejidad del proceso hace que sea necesaria la suma de to-
dos los factores que se explican en los epígrafes siguientes para alcanzar la Revo-
lución Industrial.
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
y la mortalidad infantil. Por desgracia, la guerra sigue siendo una gran amenaza
después de la Revolución Industrial, agravada por nuestra mayor capacidad téc-
nica, que permite producir armas de destrucción masiva como la bomba atómica.
Antes de la Revolución Industrial, la tasa de natalidad estaba entre el 3,5 y el
5 % (la tasa de natalidad corresponde al número de nacidos vivos por cada 100
habitantes) y la tasa de mortalidad entre el 3 y el 4 %, con crecimiento negativo si
había hambre, epidemias o guerras, con un crecimiento medio de 0,5 %. Con la
Revolución Industrial se produjo un crecimiento demográfico, pero desconoce-
mos con exactitud el aumento, ya que no hubo censos de población en Inglaterra
hasta 1801. Los historiadores han hecho cálculos y estimaciones del incremento
de la población inglesa anteriores a esta fecha. Sin embargo, el parlamento britá-
nico rechazó hacer un censo en 1753, y cuando se hizo en 1801 se discutió si había
crecido o no la población (gráfico 1.1). Para entonces ya aumentaba de manera
rápida. Los primeros datos (estimaciones) estaban basados en los registros ecle-
siásticos de las parroquias inglesas anglicanas. Según estos datos, el crecimiento
en 1740 fue normal, es decir, un crecimiento del 0,5 %.
Habitantes
45.000.000
40.000.000
35.000.000
30.000.000
25.000.000
20.000.000
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15.000.000
10.000.000
5.000.000
0
1750 1801 1851 1901
Antes de 1730 hubo fuertes hambrunas que permitieron sobrevivir a los más
sanos. Desde 1750 se redujeron las epidemias y comenzó el rápido crecimiento de
la población, llegando a su máximo entre 1811-1821. Entre 1750 y 1821 hubo una
serie de buenas cosechas que posibilitaron la reducción de la mortalidad infantil,
al estar los niños mejor alimentados, y en general de toda la población. Además,
los matrimonios se contrajeron a una edad más temprana, quizá animados por la
mejora económica (los jóvenes se podían independizar antes). También fue posi-
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Crisis y desarrollo económico
tivo que desde mediados del siglo XVIII se introdujeran nociones de higiene (por
ejemplo, los muros de zarzales y de argamasa se remplazaron por los ladrillos, los
tejados de bálago por los de tejas, las alfombras sustituyeron a las esteras y co-
menzó la recogida de la basura). Es en este período cuando se produjo el terrible
y famoso incendio de Londres, del que se desconoce si fue accidente o protección
para sanear la «infecciosa ciudad».
Thomas McKeown (1985) argumenta que la clave para el descenso en la mor-
talidad radica sobre todo en la mejora en la calidad y cantidad de la dieta desde
el inicio del siglo XVIII; otros autores lo confirmaron (Harris et al., 2010). Esta
mejora de la alimentación se basó sobre todo en más frutas y verduras, así como
en carne y pescado, y menos aporte en cereales. En cantidad, estiman que en pro-
medio en Inglaterra y Gales en el siglo XIII se aumentó entre 200 y 250 calorías.
Otro aspecto clave en la revolución demográfica fueron los precios de los ali-
mentos: entre 1730 y 1760 no se incrementaron, pero entre 1760 a 1792 subieron
un 40 % y se multiplicaron por dos entre 1793 y 1813. Estas elevaciones se mitiga-
ron por el crecimiento económico que se produjo en todo el período y que hizo
posible que la inmensa mayoría accediera a los productos de primera necesidad.
En las ciudades, con tasas de crecimiento demográfico muy elevadas y mal prepa-
radas para los nuevos habitantes, la vida fue más dura y con tasas de mortalidad
más elevadas que en el campo. Como se ha dicho, la población se incrementó
gracias a las mejoras en la producción agrícola.
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
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Crisis y desarrollo económico
por localización geográfica: vino, tabaco, azúcar, minerales, etc. Los que estaban
en la misma latitud no tenían prácticamente comercio. Los productos de lujo te-
nían por definición un punto de saturación muy rápido, sin olvidar que en la so-
ciedad preindustrial hubo escaso poder adquisitivo.
Los británicos carecieron durante siglos de esa capacidad exportadora, con la
salvedad de la lana, concretamente desde los reyes angevinos, en el siglo XII, has-
ta los tiempos de Cromwell (1649-1658). Una nueva actividad que comenzó en la
Edad Moderna fue la reexportación, sobre todo entre las Indias Occidentales y
Europa, de productos como el azúcar, tabaco, algodón, índigo y tinturas. Preci-
samente con la reexportación asentaron las bases para su comercio internacional,
prácticamente triplicaron las exportaciones durante el siglo XVIII e importaron
más de otros países, sobre todo maderas, brea, cáñamo, hierro y seda.
De este modo, en el siglo XVIII crearon una red comercial que se extendió por
el mundo entero, desde China e India a Europa Continental, África y América.
El centro más importante era América con sus plantaciones de algodón. Inter-
cambiaron esclavos de África a cambio de azúcar, tabaco y algodón, así como oro
y marfil al Próximo y Lejano Oriente a cambio de té, percales, café y especies. El
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
para los hiladores y tejedores, y con mayores beneficios para los inversores.
Las estadísticas de las exportaciones domésticas son cifras anuales. Faltan
algunos productos, pero prácticamente están todos; por ejemplo, no reflejan la
exportación de grano y las importaciones de algodón, aunque mantienen los pre-
cios según criterios de finales del XVII con valores oficiales. Schumpeter difiere en
su estudio de los precios oficiales, ya que no contemplan sus fluctuaciones en el
mercado. Tampoco se dispone de la información de cobros y pagos de los ingleses
o de los extranjeros. Es destacable el mayor peso de los productos primarios sobre
los bienes manufacturados, y de los productos de la vieja industria sobre los de la
nueva industria. En 1750 un 20 % de las exportaciones fueron cereales, mientras
que en 1800 se empezaron a importar cereales. En 1750 el azúcar refinado era
menos del 1 % de las exportaciones y en 1800 ya era un 4,5 %. En 1750 los tejidos
de lana constituían el 46 % de las exportaciones y en 1800 sólo un 28,5 %. En cam-
bio, los hilados y tejidos de algodón pasaron de casi nada a 24 %, superando a la
lana en 1810. En la industria algodonera es importante destacar que dependía del
comercio internacional, y gracias a ese mercado impulsaba la producción en
masa, por la necesidad que tenía de un gran mercado. El algodón se vendía en
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Crisis y desarrollo económico
cualquier lugar del mundo, porque era un producto barato que era adquirido in-
cluso por los grupos sociales de rentas bajas. Con una oferta de calidad que cubría
lo deseado por ricos y pobres, la demanda era casi ilimitada para esas fechas. El
intercambio se consideraba beneficioso para los países. Por ejemplo, el beneficio
del algodón era tanto para los productores de las materias primas como para el
fabricante inglés. El algodón tenía demanda elástica, de modo que al bajar los
costes se conseguían mayores ventas. Uno de los grandes beneficiados de la Re-
volución Industrial inglesa fueron los Estados Unidos, que disponían de enormes
extensiones de tierra donde se cultivaba algodón. Efectivamente, en el nuevo mun-
do se aumentó rápidamente el cultivo de algodón y se introdujeron innovaciones
en la recolección de algodón; de este modo se enriqueció este país y viceversa: si
no se hubiera producido tanto algodón en EE.UU., la industria algodonera bri-
tánica no hubiera crecido tan rápido. El comercio fue creciendo a lo largo del siglo
XVIII, con algunos fuertes descensos en los años 1740 y 1780, pero desde esta úl-
tima fecha se produce un crecimiento sostenido.
En conclusión, el comercio internacional permitió una demanda suficiente
para financiar la especialización industrial. Cuanto más grande era el mercado,
más financia la industria británica. Además, el comercio internacional implicaba
un aumento en la gama de los productos y su abaratamiento. El crecimiento del
comercio internacional potenció las ciudades internacionales, y contribuyó a la
creación de una estructura institucional y una ética de los negocios, creándose
firmes normas de honestidad, con aceptación del riesgo, ordenación de los mer-
cados y estandarización de los productos.
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des, ampliando el mercado próximo para abastecer las ciudades, pues lo normal
antes era un radio de proximidad inferior a los 25 kilómetros. De este modo, el
mercado próximo a las ciudades se duplicó, con los correspondientes beneficios
económicos de mejores precios de los productos y mayores garantías de abasteci-
miento de la ciudad, que así podía ver crecer su población sin problemas de su-
ministro.
El transporte más barato era el fluvial. La ventaja británica es su insularidad,
pues no hay ningún punto que esté a más de 120 kilómetros del mar y con vías
fluviales relativamente fáciles de utilizar para el transporte de mercancías. Una
flota de barcos de menos de 200 toneladas recorría la costa oriental: era un co-
mercio de cabotaje para las necesidades de vivienda, calefacción y de alimentos.
Era dificultoso en invierno, pues durante semanas los barcos no podían salir del
puerto debido a las tormentas. Además, cuando los corsarios amenazaban sus
costas resultaba peligroso, y resultaba difícil de realizar durante las guerras, pues
los marinos se enrolaban en la marina de guerra.
Otro capítulo fue la construcción de los canales artificiales que comenzó el
duque de Bridgewater en 1760, para unir la mina de Worsley con Manchester.
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Crisis y desarrollo económico
Este canal artificial redujo el precio del carbón en la ciudad a la mitad. El avance
animó la construcción de canales artificiales por todo el país, y en 1858 ya se ha-
bían abierto 4.250 millas de canales navegables. La razón de estas obras fue la
necesidad de transportar el carbón a las ciudades para la calefacción de las casas
y también para la industria. El promedio para la ejecución de un canal artificial
era de 10 años; por tanto, la inversión era cara y el retorno de la inversión tardía.
Su financiación procedía de empresarios de cerámica, como Josiah Wedgewood,
y sobre todo de accionistas que obtuvieron unos beneficios del 8 % de promedio.
De todos modos, debemos insistir que el mayor beneficiado era el consumidor,
pues los productos llegaban a los mercados en menor tiempo y más baratos; por
tanto, los menos favorecidos de la sociedad, que eran los obreros y los jornaleros,
mejoraron su dieta.
Por último, hay que destacar el auge del comercio exterior en este período, que
animó la mejora de los puertos, especialmente a finales del siglo XVIII y comienzos
del siglo XIX. Fue el comienzo de un proceso que continuó con el ferrocarril y la
navegación a vapor en pleno siglo XIX.
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
mejora que ayudó a la industria fue la iluminación de gas, pues permitió el traba-
jo de día y de noche para optimizar el empleo de las máquinas. Otra gran ventaja
era que los empresarios, en vez de dilapidar los beneficios, invirtieron en nuevas
máquinas y de este modo mantenían su competitividad.
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Crisis y desarrollo económico
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
que fue la generación que sembró la semilla del progreso técnico, no recogió sus
frutos. La mayoría de los manufactureros eran todavía «artesanos» al empezar el
siglo XIX. Las máquinas eran toscas, de madera y se rompían fácilmente; el méri-
to era más del operario. Todavía en los comienzos de la Revolución Industrial se
utilizaba la mano de obra de manera intensiva. Por ejemplo, las mujeres escocesas
transportaban el carbón a la espalda en vez de usar la máquina de vapor, pues era
más económico. En 1831, una actividad tan importante como la construcción
naval se realizaba de manera artesanal.
La innovación tiene éxito cuando se convierte en el estándar del mercado, pues
el resto del mercado lo copia o imita. Sin embargo, lo más habitual es que los
inventos no produzcan beneficios más que en algunas ocasiones. La clave para
que se produzca el avance tecnológico es que sea en un mercado dinámico con
demanda elástica. En los comienzos de la Revolución Industrial sucedió en pro-
ductos de elevado consumo, es decir, bebida, alimentos y vestidos. La sociedad
británica se sensibilizó cada vez más en aportar descubrimientos, y este cambio se
observa con los inventos. Antes de 1760 las nuevas patentes en una década no
superaban los ochenta, entre 1760 y 1769 fueron más del doble, y desde estas fe-
chas casi aumenta un 50 % por década. Por supuesto, no todas las innovaciones
fueron grandes éxitos, pero otras fueron claves para la Revolución Industrial (la
Spinning-Jenny, la Water-frame, la máquina de vapor, etc.).
© Ediciones Pirámide 33
Crisis y desarrollo económico
mientras que en las sociedades preindustriales la mayoría era pobre, y tan sólo
un grupo muy reducido de la sociedad vivía por encima del umbral de la pobre-
za. Esta realidad se percibe en los textos de la época. Mandeville (1705) decía:
«El medio más seguro de obtener riqueza consiste en mantener una multitud de
pobres laboriosos». Y todavía en 1771 Arthur Young afirmaba que: «Sólo los
idiotas ignoran que se debe mantener a las clases más bajas en la pobreza para
que sean industriosas». Hubo que esperar a James Stewart (1769), que asegura-
ba que los: «salarios altos estimulan la demanda, por tanto, la producción», y
del mismo parecer era Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones (1776),
donde sugiere que la miseria mata a los niños, lo cual implica que se reduzca la
oferta de trabajo, así como que los salarios altos estimulan al trabajador, y lo
ejemplifica en el caso inglés, comparándolo con los asalariados escoceses que
tenían sueldos inferiores. Arthur Young evolucionó en su pensamiento y dijo:
«No hay que olvidar que el trabajo es en realidad más barato cuando es nomi-
nalmente más caro». Por tanto, si se tiene un sueldo superior es debido a que se
es más productivo.
En Inglaterra se pasó de una organización básicamente autosuficiente a una
fuerza asalariada que consumió manufacturas domésticas y artículos de lujo
como el azúcar, el té y el tabaco. Es decir, fue la base fundamental de la demanda
inicial de la Revolución Industrial. La mano de obra inglesa era barata, que no es
lo mismo que pobre. Sus salarios eran superiores a los de los franceses, y durante
este período las subidas fueron muy moderadas. También existió un sistema de
auxilios a los pobres: el sistema de Speenhamland, creado en 1795 y que represen-
taba el 2 % de la renta nacional. Con esta asistencia económica, gestionada por
las parroquias (eran consideradas las mejores para su realización), evitaban suble-
vaciones provocadas por la precariedad que generaban las malas cosechas. Lo
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malo fue que estas ayudas justificaron que algunos empresarios pagaran salarios
por debajo del mínimo vital. El sistema no se extendió por toda Inglaterra y nun-
ca se desarrolló en Escocia ni en Irlanda. También sirvió para impedir el libre
movimiento de la mano de obra, pues el que abandonaba su pueblo perdía la
ayuda del Estado. En las zonas que se industrializaron hubo periódicamente es-
casez de mano de obra y se produjo un crecimiento rápido gracias al aumento
natural y de las zonas próximas. En definitiva, la transición del campo a la ciudad
no fue fácil.
En el factor trabajo, dos elementos importantes para el cambio fueron la in-
corporación de la máquina de vapor y la construcción de las fábricas en las ciuda-
des, cuestión que permitió el aumento del número de obreros. Este cambio tam-
bién supuso mayor precariedad para el empleado, permitió sueldos bajos y que
se pudiera despedir sin miedo en épocas de poca demanda o a los obreros más
conflictivos. Además de la precariedad laboral, sus viviendas eran de pésima cali-
dad y su elevado precio obligó al hacinamiento. Asimismo, trabajaban en un me-
dio poco salubre. Por si esto fuera poco, sus condiciones de trabajo empeoraron
aún más debido a la Revolución francesa, que horrorizó a la población porque
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
temía que hubiera otra revolución en Inglaterra. Por este motivo, el Estatuto de
1799 prohibió asociaciones de patronos o de obreros. La diferencia estuvo en el
apoyo decidido del gobierno a los empresarios y en la utilización de la policía o el
ejército contra los obreros. En ocasiones se organizaron huelgas, pero con escaso
éxito. Robert Owen fundó en 1834 «The Gran National Consolidated Trades
Union» que consiguió medio millón de afiliados, tanto obreros como jornaleros,
a los cuales era difícil asociar. De todas formas, sus huelgas fracasaban sistemáti-
camente. Las razones de estos fracasos son muchas, pero una de ellas era la nula
educación; de hecho, sólo 1 de cada 3 niños estaba escolarizado. La mayoría de
los obreros eran analfabetos, lo que muestra que todavía existía un mercado de
trabajo primitivo.
rior por tres. La inversión aumentó más rápidamente que la renta nacional, pues
a inicios del siglo fue un 5 % y al finalizar el siglo fue más de un 6 %. También hay
cambios en la estructura del capital, puesto que a comienzos del siglo XIX más de
la mitad se basaba en la tierra; la industria, el comercio y las finanzas representa-
ban un 12 %; edificios y propiedad pública suponía un 33 %. Después de la época
del ferrocarril, el cuadro fue muy distinto. Griffen consideró que un 33 % seguía
siendo la tierra en 1850 y un 20 % en 1885. El gran cambio se produjo entre 1830
y 1870. La explicación proviene precisamente del ferrocarril y que la industria del
algodón invirtió más en maquinaria movida a vapor, lo que supuso que en su
conjunto los telares mecánicos se cuadruplicaran. Poco más tarde se generalizó
en toda la industria textil, pero de todos modos el impulso más espectacular pro-
viene del crecimiento del ferrocarril, que animó a la construcción de 27 altos hor-
nos en 1850, sin olvidar la explotación de nuevos yacimientos de carbón y de
hierro. De este modo se consiguió el desarrollo del transporte terrestre, que tuvo
un crecimiento similar en la industria naval, iniciándose la construcción de barcos
de hierro a finales de 1840. En 1860 representaban el 1 % de la renta nacional, y
en 1870 su tonelaje superó el de los buques de vela.
© Ediciones Pirámide 35
Crisis y desarrollo económico
CUADRO 1.2
Años Vías en construcción
1824 70 millas
1831 400 millas
1844 2.000 millas
36 © Ediciones Pirámide
El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Antes de la Revolución Industrial el sistema monetario ya tuvo una evolución
destacada en Gran Bretaña, pero todavía faltaba mucho hasta ejercer un control
directo sobre su propia oferta monetaria, puesto que no existía un Banco Central.
El Banco de Inglaterra, fundado en 1694, tuvo unos modestos inicios suministran-
do capital al gobierno y financiando las guerras de Guillermo de Holanda contra
Luis XIV, el rey de Francia. A su vez, apoyó la política de Walpole para aligerar
la deuda nacional en la primera mitad del siglo XVIII. En el período anterior el
Gobierno fue insolvente, pero ahora cumplió con sus compromisos financieros.
Del mismo modo, la entidad financiera cumplió como institución, concediendo
préstamos al Estado y a los particulares.
La emisión de dinero tuvo un cambio clave en el siglo XVIII. La libra se basaba
en la plata, y desde tiempos de Isabel I se identificaba con una cantidad fija. De
todas formas el preciado metal escaseaba en la mayor parte de Europa y más to-
davía en el Lejano Oriente, donde el precio del mercado era mayor que el de la
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Crisis y desarrollo económico
ceca inglesa. Por este motivo los comerciantes ingleses la vendían en el Lejano
Oriente a cambio de oro, y en 1760 circulaban por Inglaterra pocas monedas de
este metal. Por ello, desde 1770 se acuñaron pequeñas monedas de oro y se limitó
el curso legal de la plata. De facto, se había pasado de un patrón plata para la
emisión de dinero a un patrón oro. Esta situación de hecho no tuvo reconocimien-
to legal hasta 1816, que fue el momento histórico en el que el oro fue declarado
patrón único y adquirió la plenitud del curso legal. Estamos en los inicios de un
período dominado por el patrón oro, que funcionó en el mercado internacional
hasta la Primera Guerra Mundial de manera bastante eficiente. La actividad fi-
nanciera crecía en paralelo con el crecimiento económico del país y se introdujo
un nuevo instrumento financiero que era el cheque, que apareció a finales del si-
glo XVII, generalizándose su uso en el XIX. Más importante es el uso del billete,
emitido por el Banco de Inglaterra para sus depositantes. Los bancos privados
también emitieron sus billetes, aunque la reputación del Banco de Inglaterra hizo
que en Londres desaparecieran prácticamente ya en 1770. Sin embargo, perdura-
ron tanto en Escocia como en el resto de Inglaterra. Esta realidad existió en la
Inglaterra del siglo XVIII, con todas las dificultades y problemas que vienen incor-
porados al dinero como elemento económico vital para su desarrollo, ya que in-
fluía en el nivel de precios.
Los billetes del Banco de Inglaterra se usaron en Londres porque sólo allí se
podían convertir en metálico. Por otra parte, debía emitir cantidades relevantes
debido a los numerosos robos. Esta situación cambió a partir de 1790, al autorizar
la circulación de billetes de menos de 10 libras. Antes de esta fecha, fueron los
bancos provinciales los que disponían de billetes pequeños que se podían conver-
tir en Londres. Hasta los primeros años del siglo XIX, tanto los bancos privados
como el Banco de Inglaterra fueron los que determinaban la oferta de dinero. Esta
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realidad no la entendían los banqueros del siglo XVIII, pues ellos no se considera-
ban instrumentos de la política monetaria y entendían que tan sólo eran respon-
sables con sus accionistas y depositantes. La emisión de dinero era flexible, pues
funcionaba según el volumen de depósitos, la cantidad de dinero en circulación y
el clima de confianza pública. El problema era que se trataba de un sistema ines-
table, puesto que cualquier acontecimiento perturbaba esta confianza. En el caso
de generalizarse la crisis, era el Banco de Inglaterra sobre quien recaía la tensión
general. En 1789 las reservas de oro subieron a un nivel equivalente a más de la
mitad de los billetes y depósitos totales del Banco.
El Banco de Inglaterra sólo era un eslabón en la cadena de bancos que emitían
billetes en el siglo XVIII. Lo increíble fue que el colapso del sistema no se produje-
se antes. La situación fue estable debido a la correcta gestión de la mayoría de los
bancos (sólo algunos quebraron, y por tanto el daño al sistema financiero fue
pequeño y lo asumieron). La fortaleza de la banca se benefició del crecimiento
económico que supuso la Revolución Industrial y el clima social animó la inver-
sión y asumió mayor riesgo. De todos modos, en los años noventa la situación
empeoró especialmente debido a la guerra con Francia, afectando evidentemente
38 © Ediciones Pirámide
El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
a su comercio exterior, agravado con una mala cosecha en 1795, lo que obligó a
importar más y, por tanto, se dispuso de menos reservas de oro en los bancos. La
paradoja fue que la escasez de oro en Francia hizo que se vendiera este preciado
metal al enemigo, a pesar de su prohibición. Los bancos comenzaron a reducir
sus pasivos, pero esto debilitó la confianza, agravado por el desembarco francés
en Fisnguard (Inglaterra), que provocó el pánico. Este suceso fue de escasa o nula
relevancia militar, pero muchos ingleses pensaron que se estaba produciendo un
gran desembarco de las tropas francesas en suelo británico, cuando tan sólo se
trataba del desembarco de un pequeño destacamento francés. El miedo se apode-
ró de la gente, que se precipitó a sus bancos. Por este motivo, la única defensa
posible era la prohibición de hacer pagos en oro, pues no había oro suficiente para
cambiar todos los billetes. Desde este momento los billetes del Banco de Inglate-
rra adquirieron curso legal y los bancos provinciales tenían que tener billetes del
Banco de Inglaterra para cubrir sus operaciones. Por este motivo, se temió que
hubiera una elevación significativa de la inflación o incluso hiperinflación, pero
la eficiente gestión de los bancos permitió que tan sólo se generase una pequeña
inflación. El Banco siguió financiando al Gobierno y a la actividad empresarial;
en Londres, además, operaban 70 bancos privados que no emitían billetes, y en el
resto del país operaban 800 bancos provinciales que emitían billetes y tuvieron un
papel destacado en el proceso de la industrialización. Tanto los comerciantes
como los industriales de finales del siglo XVIII padecieron escasez de dinero, hasta
el extremo de no poder pagar las nóminas porque no había billetes que ofrecer.
También hubo escasez internacional de oro y plata, lo que obligó a la retirada de
las monedas de ambos metales de la circulación o las llevó a la fundición. Hubo
monedas de cobre que valían más su valor como ceca que como dinero. Mucho
tiempo perdieron los empresarios buscando liquidez, y se llegó al canje en tien-
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das locales. El empresario Wilkinson tuvo que acuñar su moneda, y Thomas Wi-
lliams, magnate del cobre, hubo de hacer lo mismo. Los bancos provinciales emi-
tieron a mediados del siglo billetes de bajo valor relativo (una o dos libras). Estos
bancos proliferaron gracias a la confianza en los contactos personales. La Ley les
impidió convertirse en grandes establecimientos para evitar grandes quiebras, y
sólo podían formar estos bancos seis socios. El banco era un negocio marginal
para estos empresarios. Las primeras industrias creaban su propio banco, y lo
mismo hicieron los comerciantes. Existió una conexión, integración o entendi-
miento pleno cuando tomó forma la Revolución Industrial. El fallo, problema o
peligro era que el sistema tenía un factor de riesgo importante, que no era otro
que estaba basado en el clima de confianza.
Cuanto más crece la economía más complicada se hace, de modo que el riesgo
sigue siendo muy alto. Entre 1809-1830 hubo 311 bancarrotas. El sistema era su-
mamente vulnerable, y el desprestigio era evidente por culpa de directivos inefi-
cientes y faltos de honestidad. En 1820 la fragilidad del sistema produjo un boom
especulativo que concluyó en el colapso de 1825 con la colocación de empresas
fantasmas. Las exportaciones no se cobraban y esto hizo que se hundieran 73
© Ediciones Pirámide 39
Crisis y desarrollo económico
de dinero.
Con la Bank Charter Act de 1844 se impone la concepción monetarista. Se
instauró la Regla de Palmer (Harsley Palmer): dos terceras partes del pasivo en
forma de efectos, un tercio reserva en metálico (y en función de éste los billetes);
esta regla pretendía que la gestión monetaria fuera «automática». Se publicaban
cada semana los estados de cuentas y se introdujeron los principios del laissez-
faire. El sistema tuvo mayor estabilidad pero perduraron los problemas del siste-
ma bancario británico, ya que hubo tres grandes crisis en 1847, 1857 y 1866. Estas
crisis afectaron tanto a los grandes bancos como a los pequeños, que sufrieron
bancarrotas. Con la experiencia se aprendieron formas de prudencia, se percibió
la importancia de la liquidez y lo peligrosos que eran los préstamos a largo plazo.
Se intentó distribuir el riesgo y se extendieron sucursales por todo el país.
El Banco de Inglaterra no sabía muy bien su papel en la economía, siendo evi-
dente que no controló o dirigió el mercado de capitales. De todos modos, el pres-
tigio del sistema financiero británico era reconocido en los mercados financieros de
la época. Así lo afirmó uno de los financieros más prestigiosos del siglo XIX, Nathan
Rothschild, que dijo que los bancos ingleses liquidaban los pagos de todo el mundo.
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
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Crisis y desarrollo económico
En resumen, en el segundo cuarto del siglo XIX el equilibrio del poder econó-
mico y político se desplazó finalmente de la agricultura a la industria. Este cambio
también se produjo en el poder político, pero los principales beneficiarios fueron
los artesanos, empleados, tenderos, mercaderes, banqueros e industriales, que,
dentro del espectro social de la clase media, comenzaron a aproximarse a la aris-
tocracia tradicional. La Revolución Industrial permitió que la agricultura no tu-
viera un trato especial por parte del gobierno.
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
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Crisis y desarrollo económico
CONCLUSIONES
Una de las conclusiones más relevantes que recoge Peter Temin (1997) es que
la Revolución Industrial supuso cambios en múltiples sectores. Los avances tec-
nológicos penetraron en toda la sociedad, y Gran Bretaña fue la fábrica del mun-
do y no exclusivamente del algodón y el hierro. Por este motivo se analizan tantos
factores que se entrecruzan y explican un proceso complejo que está sujeto a nue-
vos estudios y revisiones. La población inglesa aumentó en el período de manera
significativa, pero también la instrucción y el conocimiento fueron claves para el
desarrollo de los inventos que sirvieron para incrementar la producción agraria e
industrial y los servicios. Los avances políticos facilitaron el crecimiento econó-
mico, al definir mejor el derecho de propiedad, a la vez que la paz social fue fun-
damental en Inglaterra, así como el factor trabajo, el cual se intensificó de mane-
ra notable. Tanto el obrero/empleado como el empresario formaron el centro de
una organización económica para el crecimiento económico. La empresa fue el
centro del proceso de industrialización. Por último, las instituciones y el nuevo
pensamiento económico facilitaron todo el proceso (Joel Mokyr, 2010).
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El origen del crecimiento moderno y la Revolución Industrial en Inglaterra
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2 La difusión de la Revolución
Industrial y la integración
de la economía internacional
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Crisis y desarrollo económico
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
25
20
15
10
0
1830
1836
1842
1848
1854
1860
1866
1872
1878
1884
1890
1896
1902
1908
1914
1920
1926
1932
1938
1944
1950
1956
1962
1968
1974
1980
1986
1992
Gráfico 2.1. Evolución del grado de apertura de la economía internacional, 1830-1992. Da-
tos en porcentaje ponderados a medias móviles de cinco años. (FUENTE: Chase-Dunn, Ch.,
Kawano, Y. y Brewer, B. D. (2000). «Trade Globalization since 1795: Waves of Integration in
the World-System». American Sociological Review, vol. 65, n.º 1, p. 86.
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Crisis y desarrollo económico
unos veinte años más su primacía en ese indicador por habitante. El dato revelaba,
no obstante, que en un horizonte cada vez más próximo la hegemonía de Gran
Bretaña iba a estar en peligro.
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Crisis y desarrollo económico
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6.000
5.000
4.000
3.000
2.000
1.000
0
1820 1850 1875 1900 1913
Gráfico 2.2. Evolución del PIB per cápita en varios países. (FUENTE: elaboración propia a
partir de www.ggdc.net/maddison/Maddison-project/home.htm.)
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Crisis y desarrollo económico
alcanzó la condición de reino autónomo hasta 1830, ya que durante la edad mo-
derna había pasado por el dominio español, austriaco, francés, y luego fue anexio-
nada a los Países Bajos. Sin embargo, estas circunstancias políticas difíciles no
habían impedido el desarrollo de la industria de acuerdo con el modelo inglés,
lo que pone de manifiesto el carácter más regional que nacional, como ya señaló
Pollard, ya que había pertenecido a diferentes estados, del mecanismo del de-
sarrollo. Además, Bélgica había contado con una importante tradición manufac-
turera protoindustrial, siendo una región económica dinámica y abierta al comer-
cio ya antes de la industrialización.
A la tradición mercantil e industrial hay que sumar unas indiscutibles ventajas
geográficas y una favorable dotación de recursos naturales para la implantación
de la Revolución Industrial (proximidad a Gran Bretaña, fáciles comunicaciones
con el resto de la Europa Occidental, densa red urbana y abundancia de minas de
carbón y de hierro).
La primera industria en desarrollarse fue la lanera, implantada a principios
del siglo XVIII por una familia procedente de Saboya. Más tarde, la minera, sobre
todo la de carbón, cuyas minas fueron equipadas con calderas de vapor, a lo que
seguiría la construcción de máquinas hiladoras, que fue introducida por el britá-
nico John Cockerill, quien construyó una gran fábrica metalmecánica cerca de
Lieja que fue imitada por otros empresarios. La industria algodonera daba traba-
jo a 10.000 obreros ya en 1810 y la mecanización se extendió al lino. Surgieron
después refinerías de azúcar, fábricas de vidrio, astilleros, fábricas de material
ferroviario y, a continuación, se desarrolló la industria química a partir de una
gran innovación en la producción de carbonato sódico.
Para reforzar y coordinar toda esta actividad empresarial se crearon bancos.
En 1822 se fundó en Bruselas, con el apoyo del rey Guillermo I, la Société Généra-
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2.2.2. Francia
A finales del siglo XVIII Francia era el país con mayor PIB y más poblado de
Europa occidental, aunque no el más rico, ya que la renta per cápita era un poco
inferior a la inglesa o a la holandesa. Sin embargo, el crecimiento posterior fue
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
lento, y el cambio estructural tardío. Por ello, el caso francés ha sido presentado
a menudo como ejemplo de fracaso, lo que sin duda parece una exageración a la
vista de las condiciones en que discurrió el crecimiento económico del país.
En primer lugar, si el crecimiento de la renta nacional fue más lento que en
otros países también lo fue el de la población. La causa fundamental de este com-
portamiento tan original fue el temprano declive de la natalidad, que habiendo
aparecido entre las clases medias y aristocráticas se difundió ya antes de la revo-
lución entre la población rural. Los cambios institucionales posteriores reforzaron
aún más esa tendencia: los propietarios rurales limitaron el tamaño de la familia
para evitar que la fragmentación de la propiedad familiar entre numerosos here-
deros provocara la disminución de la renta per cápita. Las consecuencias de este
modelo de transición demográfica fueron una débil demanda de equipamientos
urbanos, una mayor propensión marginal al ahorro que al consumo, y un declive
de la fecundidad.
En cuanto a la dotación relativa de factores, el tardío descubrimiento de yaci-
mientos carboníferos, ciertamente dispersos, con grandes dificultades para su ex-
plotación y transporte, y de baja calidad para la fundición, estimularon el perfec-
cionamiento de la energía hidroeléctrica, más barata, debido a la abundancia de
cursos y saltos de agua, así como el desarrollo de algunas técnicas de fundición
ahorradoras de combustible y la localización preferentemente rural de numerosas
industrias.
En Francia no cabe señalar un sector líder, ni el algodón, como en Gran Bre-
taña, ni el hierro, como en Alemania. Por el contrario, el crecimiento fue prota-
gonizado por varias industrias, sobre todo de bienes de consumo, caracterizadas
por el empleo de abundante mano de obra y la orientación hacia el mercado in-
terior y el mercado exterior de bienes de cierto lujo, como seda, lana, algodón,
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Crisis y desarrollo económico
2.2.3. Alemania
En Alemania, las condiciones de partida eran, hasta cierto punto, desfavora-
bles, tanto por la baja renta per cápita como, sobre todo, por la fragmentación
política, que limitaba la extensión del mercado; aunque también disponía de algu-
nas indudables ventajas, como su tradición metalúrgica y textil, las instituciones
urbanas y una elevada educación. El marco institucional actuaba muy desfavora-
blemente para el impulso del crecimiento económico. La extraordinaria fragmen-
tación política —todavía en 1815 se mantenían 39 estados— dificultaba el desarro-
llo de la economía capitalista. Por otro lado, la población campesina mantuvo un
nivel de ingresos muy bajo hasta fechas muy avanzadas. El crecimiento económi-
co parece haber comenzado un poco tarde, a la espera de algunos cambios insti-
tucionales, pero, una vez iniciado, fue muy intenso debido al rápido crecimiento
de la población y al proceso de unificación, que culminó en 1871. Las diferencias
iniciales de renta per cápita respecto a Francia se mantuvieron más o menos cons-
tantes hasta principios del siglo XX, pero Alemania se convirtió en un poder eco-
nómico que amenazaba el tradicional equilibrio político continental.
El crecimiento de la población alemana fue uno de los más rápidos de Europa
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
costes de comercialización, extensión del mercado interior, que, por otra parte,
también era impulsado por el comercio exterior, con exportaciones de productos
agrarios orientales a Gran Bretaña e importaciones de productos intermedios a
las regiones occidentales, y especialización en manufacturas. Los aranceles discri-
minatorios, pero moderados y decrecientes, estimularon la sustitución de impor-
taciones en un marco que no eludía la competencia.
La industria textil experimentó un rápido crecimiento gracias a la difusión de
las hilaturas de algodón, ya que la mecanización de la lana y el lino fue mucho
más tardía. Ahora bien, desde muy pronto la industria pesada alcanzó el predo-
minio, convirtiéndose en el sector líder que inducía el crecimiento de los demás,
gracias a la enorme demanda de materiales para la construcción de ferrocarriles,
maquinaria e infraestructuras urbanas.
En efecto, la gran aceleración de la industria comenzó con el boom ferroviario,
seguido por el descubrimiento de grandes reservas de carbón en el Ruhr en los años
1840-1850, que se sumaban a las ya conocidas de la Alta Silesia y el Sarre. El fe-
rrocarril fue un sector en el que Alemania sobrepasó a Francia, lo cual es muy
sorprendente en vista de la falta de unidad política, la carencia inicial de planifica-
ción, excepto en algunas líneas prusianas de valor estratégico, y la construcción de
algunas redundantes. Ahora bien, las empresas ferroviarias fueron muy rentables,
porque las líneas seguían la lógica económica (tráfico) y carecían de alternativas.
Al principio, la demanda de hierro y maquinaria superaba la capacidad de
producción, así que una parte de los materiales de construcción fue importada de
Gran Bretaña y Bélgica. En apenas dos décadas, la fuerte inversión creó capaci-
dades para desarrollar la producción de material fijo, primero hierro y después
maquinaria, de manera que en 1860-1865 Alemania ya se había convertido en
exportadora neta de bienes metalúrgicos.
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Crisis y desarrollo económico
Desde muy pronto, las unidades de producción eran grandes y eficientes según
los patrones de la época. Los avances de productividad permitieron una mayor
capacidad de exportación, sobre todo de maquinaria y de productos químicos. La
participación de Alemania en la economía mundial fue cada vez mayor, aunque
el grado de apertura de la economía alemana era menor que el de los demás paí-
ses industriales.
La intervención del Estado no fue sustancialmente diferente de la de otros
países, ni en presupuesto ni en intención industrializadora, aunque sí más descen-
tralizada y eficaz en educación, más coherente y persistente en política de aran-
celes, y más precoz en asistencia social. Hay que subrayar el alto nivel del capital
humano: una tasa de alfabetización elevada y una extensión de la enseñanza téc-
nica y profesional tanto de nivel superior como aplicada a las diferentes profesio-
nes especializadas ligadas a la naciente industria. En cualquier caso, el curso de
la industrialización alemana dependió más de la iniciativa y el éxito empresarial
que de los estímulos del Estado.
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
2.2.5. Japón
Desde siempre, Japón había tenido fuertes influencias culturales de China, por
lo que su civilización era bien distinta de la occidental. En la época preindustrial,
Japón tenía grandes ciudades con mercados dinámicos, prácticas crediticias habi-
tuales y una educación excelente entre las clases más altas (daimios y samuráis),
aunque éstas no podían dedicarse a los negocios. Pero, al igual que China, Japón
se había cerrado a la influencia occidental: sus habitantes no podían viajar al ex-
terior y los intercambios exteriores con Occidente se limitaban a una nave holan-
desa al año. Por esta razón, su desarrollo no se había producido al ritmo de euro-
peos y norteamericanos.
En julio de 1853 el contraalmirante norteamericano M. Perry llegó con sus
naves al puerto de Tokio y amenazó con bombardear la capital si Japón no cam-
biaba su política comercial. En marzo de 1854 el emperador tuvo que ceder y le
fueron impuestos unos «tratos desiguales», según los cuales Japón tenía que abrir-
se y, además, no podía introducir aranceles superiores al 5 %, lo que comportó
toda una serie de revueltas.
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Crisis y desarrollo económico
A partir de 1868, el nuevo emperador Mutsu-hito optó por llevar a cabo una
serie de reformas institucionales que permitirían a Japón iniciar su desarrollo in-
dustrial. Este movimiento, conocido como revolución Meiji, supuso la abolición
de las castas, la modernización de la burocracia estatal, la mejora del sistema
educativo general y el hecho de que los samuráis se pusieran a hacer negocios al
dejar de recibir un sueldo del Estado. Las reformas se inspiraron en Occidente.
Así, la administración se centralizó según el modelo francés, el ejército se organi-
zó a la manera prusiana, la flota siguió las pautas de la marina británica, y la
industria y las finanzas siguieron los modelos americano y alemán. También se-
guiría el modelo occidental el sistema educativo y, finalmente, en 1882, se llevó a
cabo la creación de un banco central.
Japón era un país pequeño y montuoso, y los recursos del subsuelo bastante
escasos, por lo que para producir necesitaba hacer muchas importaciones que
había que pagar con exportaciones. Se recurrió entonces a la seda en bruto, cuyo
ciclo productivo fue modernizado, lo que le permitió ocupar el puesto de Italia
como principal exportador a principios del siglo XX. También el té fue, en princi-
pio, un producto de exportación importante, aunque decayó más rápidamente que
la seda en bruto. En la desesperada búsqueda de recursos, Japón se convirtió en
potencia colonial, con una primera guerra contra China (1894-1895) en la que
conquistó la isla de Taiwán. Después derrotó a Rusia (1905) y amplió su área de
influencia hasta Corea.
Las industrias textil y pesada comenzaron a despegar, se construyeron ferro-
carriles (11.000 km en 1913), se difundió la electricidad y la renta per cápita creció
entre 1870 y 1913 a tasas comparables a las europeas. A finales del siglo XIX fue-
ron abolidos los tratados desiguales, por lo que Japón pudo ofrecer un poco de
protección a sus empresarios y potenciar todavía más su crecimiento.
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2.2.6. España
El atraso económico de España era muy pronunciado a principios del si-
glo XIX cualquiera que sea el indicador elegido (renta per cápita, alfabetización,
esperanza de vida, empresariado...). Aunque algunas reformas liberales comenza-
60 © Ediciones Pirámide
La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
mercial y el déficit fiscal no podían ser compensados con las remesas de metales
procedentes de las Indias. Ahora bien, la industrialización europea proporcionó
una ocasión adecuada para la rápida reorientación de las exportaciones españo-
las, gracias a la demanda de vino, aceite y otros productos de la agricultura me-
diterránea y, sobre todo, minerales, como hierro y plomo.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la escasez de yacimientos carboní-
feros y de recursos hídricos era un factor indudable de atraso, porque significaba
el encarecimiento de la energía y, por tanto, de los procesos industriales y agrarios.
A pesar de todo, el crecimiento económico existió y estuvo basado, por tanto,
en el desarrollo minero, en el crecimiento de la agricultura de exportación y en la
industria algodonera, que en su mayor parte estaba localizada en Barcelona y sus
alrededores.
El crecimiento de la producción agraria fue importante, pero insuficiente, ya
que descansaba en la roturación de tierras marginales, algo en la especialización
regional y apenas en la inversión de capital en forma de regadíos o maquinaria.
Por tanto, el crecimiento fue suficiente para alimentar a la población con mayor
regularidad y generar un ahorro a través del comercio exterior, la renta, los bene-
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Crisis y desarrollo económico
ficios y los impuestos, pero insuficiente para estimular la extensión del regadío,
debido a los bajos ingresos de los pequeños campesinos y jornaleros y al elevado
precio de los cereales.
La expansión de la industria algodonera fue muy rápida en las décadas cen-
trales del siglo XIX, aunque sus efectos de arrastre resultaron débiles. El capital
procedía principalmente de las ganancias del comercio exterior. Los mercados de
referencia eran el español y el colonial, si bien estaban altamente protegidos, aun-
que con aranceles decrecientes, lo que permitió el avance de la moderna industria
a costa de la tradicional, como la lencería gallega o la pañería castellana. La in-
novación tecnológica consistió principalmente en la importación de maquinaria
y métodos ingleses. En los años 1860 ya se había completado la mecanización del
hilado, estando a medias la del tejido de algodón, mientras que apenas comenza-
ba en la industria lanera. La innovación tecnológica continuó en los años siguien-
tes, pero los costes todavía eran mucho más altos que los de otros países. La es-
trechez del mercado, debido al lento crecimiento demográfico, el estancamiento
de las rentas rurales y las crisis coloniales, limitaba las expectativas de beneficio y
frenaba la inversión, con lo que no se alcanzaban economías de escala. Además,
los costes laborales unitarios eran muy altos debido al elevado precio de los ali-
mentos, que repercutía sobre los salarios nominales, y a la baja cualificación del
trabajo. Por último, el combustible, principalmente carbón, era también muy caro
por la protección arancelaria existente.
La modernización de la siderurgia fue más tardía y lenta debido a la localiza-
ción dispersa de las materias primas (hierro y carbón), la ya señalada limitación
del mercado interior y las franquicias arancelarias para las importaciones de ma-
quinaria especializada, como en el caso de la industria textil, desde 1845, o de la
ferroviaria, en 1855 y 1891.
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
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Crisis y desarrollo económico
CUADRO 2.1
Principales innovaciones tecnológicas durante la segunda mitad del siglo XIX
Cosechadoras
Acero (perforadoras, artificiales Motor
a vapor Linotipia
Martin- fresadoras, Diésel
Explosivos
Siemens trefiladoras, Tipografía
Bicicleta
tornos...) Productos
Aleación Fotografía
farmacéuticos
de metales
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
los decisivos cambios que se produjeron durante este período (véase gráfico 2.3).
Por lo que se refiere al petróleo, su desarrollo estuvo vinculado a la evolución
del motor de combustión y, en última instancia, del automóvil. La mayor intensi-
dad con la que creció esta industria en Estados Unidos explica también el mayor
crecimiento del petróleo en aquel país, que se distancia enormemente de Europa
en el uso de esta forma de energía. Su propia disponibilidad era allí muy superior
que en una Europa donde apenas en Rusia, Rumanía y en algunas de las colonias
podía obtenerse petróleo de forma eficiente.
El empleo del petróleo, que no era, por otra parte, un combustible de nuevo
descubrimiento, sino que intensificaba en ese momento sus aplicaciones, tenía
ventajas frente al uso del vapor, porque, como la electricidad, podía emplearse
de forma intermitente, era más limpio y de más fácil empleo. En el desarrollo
inicial del motor de explosión se utilizó como carburante el gas, por su menor
precio. Sólo cuando el precio del petróleo se redujo, gracias a la aparición de
nuevos métodos de refino y de distribución, este producto se impuso en los mo-
tores de combustión, algo que coincidió con el desarrollo de la industria auto-
movilística.
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50
40
30
20
10
0
1869 1879 1889 1899 1909 1919 1929 1939
pectives on Electrification». The Journal of Economic History, vol. XLII, n.º 2, pp. 348-372.)
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podría dar el paso a un mercado de masas para este producto. Para conseguirlo
puso en práctica una estrategia de reducción de los costes unitarios, aumentando
la escala y velocidad de producción, fabricando con maquinaria muy especializa-
da piezas intercambiables fáciles de montar, dividiendo el trabajo al máximo y
creando una red de ventas. Todo esto sucedió antes de introducir la cadena de
montaje, algo que aconteció en 1913 ante la necesidad de solucionar el cuello de
botella que se le había planteado en el ensamblaje de los automóviles frente a una
creciente producción de piezas. El resultado final, antes de tener en los años vein-
te que modificar su estrategia productiva hacia una mayor diversificación frente
a la original especialización en el modelo Ford T, fue el disponer de cuotas de
mercado en Estados Unidos en torno al 40 %.
La introducción de la cadena de montaje se vio acompañada por una mejora
de las condiciones de vida de sus trabajadores, consecuencia de la reducción de la
jornada laboral y del aumento de sus retribuciones, como mejoras sostenidas por
el espectacular aumento de la productividad. La difusión de los modelos del tay-
lorismo y fordismo, fundamentalmente en Estados Unidos y, más tarde y de forma
desigual, en la mayoría de los países industrializados, fue muy importante para
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Crisis y desarrollo económico
res, también redujo los costes y los precios de las mercancías. Esta caída de precios
se prolongó durante todo el último cuarto del siglo XIX, endureciendo la compe-
tencia por los mercados.
En algunos sectores, la respuesta a un mercado más grande, una competencia
mayor y una tecnología más productiva fue la creación de la gran empresa como
un producto de diferentes estrategias no excluyentes, entre las que destacaban la
concentración horizontal y la integración vertical. La primera de estas opciones
fue la que en mayor medida se utilizó en estos años, pudiendo distinguir tres tipos
de combinaciones horizontales: cárteles, consorcios e integraciones horizonta-
les. En todos los casos el principal incentivo que tenían era el de aumentar el po-
der de mercado, aunque otra cosa era el grado de cohesión que existía en cada
una de estas opciones. El cártel se limitaba a la fijación de precios y reparto de
mercados entre distintas empresas en un sector. En algunos casos, los cárteles
tomaban forma corporativa, dedicándose a la comercialización de los productos
de las empresas, donde la participación accionarial se establecía en función de la
cuota de mercado establecida. Cuando estos acuerdos establecían el reparto de los
beneficios, se trataba entonces de consorcios. Tanto en el caso de los cárteles como
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La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
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Crisis y desarrollo económico
70 © Ediciones Pirámide
La difusión de la Revolución Industrial y la integración de la economía internacional
tados Unidos.
Por tanto, puede decirse que la causa última de esta crisis fue una sobrepro-
ducción de productos agrícolas, en especial de cereales. Este tipo de crisis va a ser
la típica en los sistemas capitalistas, frente a las crisis de subproducción o de sub-
sistencias de períodos anteriores.
La crisis financiera se inició con la caída de la bolsa de Viena en 1873 (primera
manifestación de la crisis), que se contagió al resto de bolsas, provocando la quie-
bra de muchos bancos y compañías ferroviarias. En el fondo de la crisis había un
exceso de capital que no encontraba inversiones remunerativas y acababa partici-
pando en empresas de alto riesgo, a menudo relacionadas con políticas de creci-
miento inducido principalmente a través de la construcción de líneas ferroviarias.
Es lo que se ha llamado el «mito del ferrocarril»: la falsa idea de que el ferrocarril
provoca el crecimiento económico, cuando el ferrocarril sólo puede impulsar el
crecimiento existente. En realidad, lo que ocurrió es que la construcción de líneas
ferroviarias había tocado techo. Había mucho capital invertido en líneas deficita-
rias, construidas a menudo con subvenciones estatales pagadas con emisiones de
deuda pública. Se pensaba que el crecimiento económico y que los beneficios del
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CUADRO 2.2
Flujos migratorios desde Europa, 1851-1920 (en miles)
Gran Bretaña e Irlanda 1.313 1.572 1.849 3.259 2.149 3.150 2.587 15.879
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CUADRO 2.3
Evolución de las inversiones brutas en el exterior
(en millones de dólares corrientes)
1870 1900 1913
FUENTE: García Ruiz, J. L. (1992). «Patrón Oro, banca y crisis (1875-1936). Una revisión desde la
historia económica». Cuadernos de estudios empresariales.
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Crisis y desarrollo económico
ciones europeas desarrolladas, como Bélgica, Países Bajos y Suiza, que en 1914
hacían inversiones por un valor de 1,1 miles de millones de libras, casi tanto como
Alemania (1,2 miles de millones de libras).
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Crisis y desarrollo económico
pagos, que confronta todos los pagos que cada país debe efectuar al exterior (por
importaciones, trabajo extranjero que debe remunerarse, rendimientos de los ca-
pitales invertidos) con todos los pagos recibidos por ese mismo país desde el ex-
terior por exportaciones, remesas de los emigrantes y capitales invertidos. Si la
balanza de pagos está en equilibrio, el país puede continuar con sus proyectos de
modernización económica. Si la balanza de pagos tiene superávit, está en una si-
tuación de desequilibrio que tenderá a producir ajustes, pero en general las acti-
vidades económicas interiores no se ven influidas negativamente. Los problemas,
en cambio, surgen cuando la balanza de pagos se encuentra en déficit, porque el
país no recibe de fuera el suficiente dinero para afrontar sus pagos en el exterior.
El concepto de balanza de pagos es esencial para comprender el funciona-
miento del primer sistema internacional de pagos que se consolidó: el patrón
oro. Gracias a él fue posible el funcionamiento de una economía internacional
cada vez más compleja que no contaba con organismos internacionales de su-
pervisión.
El origen de este sistema hay que buscarlo en prácticas de cambio habituales
ya registradas en la Edad Media, momento en el que algunas ciudades desarro-
llaron un patrón mixto de circulación monetaria metal precioso y billete de banco,
y en el que algunos países utilizaban dos metales, el oro y la plata (patrón bime-
tálico), y otros utilizaban sólo plata u oro (monometalismo). Igualmente, suele
señalarse la influencia que tuvo Isaac Newton, a la sazón director de la casa de
moneda inglesa durante la primera mitad del siglo XVIII, en el establecimiento de
un valor de cambio estándar del oro con respecto a la libra.
El mecanismo del patrón oro se ha descrito en su capacidad de ajuste de los
desequilibrios en las balanzas de pagos. Cumpliendo los requisitos de que el valor
de la moneda esté fijado en oro, en primer lugar, y de que haya libertad de movi-
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mientos del oro entre países, de tal modo que se puedan saldar los desequilibrios
en las balanzas comerciales, en segundo lugar, el automatismo del sistema permi-
tiría que los déficits exteriores dieran lugar a reducciones en la cantidad de oro en
el país deficitario y a un aumento del metal en el país con superávit, lo que redun-
daría, de acuerdo con la teoría cuantitativa de la moneda, en un cambio en los
precios relativos entre los dos países que ayudaría a reequilibrar las cuentas entre
los dos países.
Originariamente sólo circulaban monedas metálicas, pero la difusión de las
prácticas bancarias que utilizaban letras de cambio y después billetes de banco,
que poseían una mayor facilidad para circular y para reproducirse, había relegado
progresivamente el metal a la función de «reserva» en lingotes (guardados en los
bancos), una reserva que no cubría por completo la circulación de papel. Sin em-
bargo, y como señala Zamagni (p. 133), quedaba uno de los fundamentos del sis-
tema: el derecho de convertibilidad del papel moneda en metal precioso, que servía
para impedir —en teoría— la emisión excesiva. La convertibilidad se realizaba a
una paridad fijada, que debía mantenerse igual a un múltiplo establecido primero
por la costumbre y después por la ley, respecto de la «reserva» de metal precioso.
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pel, con una restricción del crédito y un aumento del tipo de interés. A su vez, estas
maniobras reducirán la demanda interna (y, por tanto, también la de importaciones),
disminuirán los precios (y, por tanto, harán que las exportaciones sean más competi-
tivas), mientras que tipos de interés más altos atraerán capitales del exterior. Todo
esto lleva a reequilibrar la balanza de pagos e impedir la devaluación efectiva de la
moneda, la cual se mantendrá más o menos fija.
El mecanismo funciona también a la inversa, para reequilibrar una balanza de
pagos con superávit, que experimenta una entrada de oro y, por tanto, una expansión
de la circulación de papel, que lleva de este modo a la repartición de la carga del
reajuste entre países con déficit y países con superávit. Hay que observar, sin embar-
go, que los países con superávit a veces preferían aumentar sus reservas (no observa-
ban las reglas del juego), evitando la ampliación de la circulación monetaria («este-
rilización del oro») y creando mayores dificultades al país con déficit, que se veía
obligado a soportar toda la carga del reajuste. El peso de esta carga podía obligar a
algún país a salirse del patrón oro y a dejar fluctuar su moneda, pero las desventa-
jas de no formar parte del club de las naciones «que estaban en su sitio» era grande
y los gobiernos recurrían a esta medida sólo temporalmente cuando no había más
remedio.
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Crisis y desarrollo económico
Gráfico 2.4. Funcionamiento del sistema de patrón oro. (FUENTE: elaboración propia.)
Para el buen funcionamiento del patrón oro es necesaria una cierta estabilidad
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del sistema. Por ejemplo, los períodos prolongados de guerra suelen provocar la abo-
lición del patrón oro, así como las graves dificultades internas de algunos países (que
deben sustraerse a la férrea disciplina del patrón oro). Han sido los períodos de gran
estabilidad internacional los que han permitido el funcionamiento del patrón oro.
Un sistema de cambios fijos vincula la política monetaria y fiscal de todos los
países que forman parte del mismo a las de su líder. Cuando se encuentra un líder
en condiciones de soportar bien el peso de este liderazgo las cosas funcionan; en
caso contrario, el mecanismo se bloquea. El patrón oro clásico fue sostenido por
la libra esterlina inglesa, no sin problemas para el Banco de Inglaterra, que no
siempre disponía del oro suficiente.
No es fácil hacer un balance del patrón oro y de su funcionamiento hasta la
Primera Guerra Mundial. Su implantación fue bastante general, y entre 1900 y
1914 casi todos los países lo habían adoptado, con alguna notable excepción
como fue el caso de España. Sin embargo, no está claro que tanto en el manteni-
miento de una fuerte disciplina monetaria, como en la contención del gasto pú-
blico, el funcionamiento del gold standard fuera totalmente efectivo. Hacia 1900
los gobiernos de los países más avanzados habían elevado su gasto total por en-
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torios, así como mayor o menor respeto por la autoridad del gobierno nacional,
pero los resultados fueron idénticos: el paso de toda la economía del país coloni-
zado o «protegido» (protectorado de Túnez) al control de uno o varios Estados
extranjeros. Los nuevos territorios colonizados suponían tierras y yacimientos que
explotar, soldados que alistar y millones de nuevos consumidores de sus produc-
tos a los países colonizadores.
Se pueden distinguir dos tipos de colonias:
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Crisis y desarrollo económico
Durante algunas décadas, estos países tan distintos tienen en común el estar
sometidos casi por completo a dos o tres grandes potencias, tanto por la conquista
armada (colonización) como por la financiera. En estas décadas (1880-1914) Euro-
pa occidental ejerce una supremacía clara sobre el resto del planeta.
En general, fue Gran Bretaña la que consiguió un imperio más extenso, así
como un dominio marítimo mundial indiscutible, que se apoyaba en numerosas
bases estratégicamente distribuidas y en la mayor red existente de cables telegrá-
ficos submarinos. En 1909 un 20 % del territorio del planeta pertenecía a Gran
Bretaña y en él vivía el 25 % de la población mundial. Los territorios del Imperio
se dividían en Dominios (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica), que
tenían un nivel de autogobierno importante, y Colonias propiamente dichas. De
estas últimas, la más importante fue la India, en donde estaban presentes desde
dos siglos antes, siendo administrados estos dominios por la East India Company
hasta las revueltas de 1857 provocadas por la dura explotación a que sometía esta
compañía. A partir de este momento su administración fue transferida al gobier-
no, y tras la apertura del Canal de Suez (1859-1869) la importancia de la India
aumentó considerablemente. Inglaterra introdujo sistemas administrativos y es-
tructuras económicas europeas, construyó un denso ferrocarril y mejoró la agri-
cultura (aunque de carácter exportador, con té, tabaco o azúcar, pero no alimen-
tarias básicas, lo que llegó a provocar hambrunas). Sin embargo, las culturas eran
muy distintas y hubo un choque importante de tradiciones, en especial cuando la
tradicional producción algodonera india fue sustituida por la inglesa, convirtién-
dose el país asiático en el principal mercado inglés según éste fue perdiendo otros
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Pacífico (Hawai), obtuvo gracias a la guerra con España de 1898 Filipinas y una
amplia influencia en Cuba y en América Latina, hacia donde trasladaron tropas
para instalar y derribar gobiernos.
Entre lo que indujo a los países europeos a desarrollar esta nueva coloniza-
ción, los factores económicos fueron importantes. A las colonias se enviaron un
buen número de emigrantes, que vendieron una parte de su producción industrial
y se aprovisionaron de materias primas. No obstante, para muchas colonias la
motivación económica no está clara, ya que muchos territorios no tenían capaci-
dad como «mercado» de productos, máxime cuando debemos tener en cuenta que
la mayor parte de las exportaciones industriales tenían como destino en esta épo-
ca a los países industrializados. También es difícil sostener que el objetivo de estas
colonizaciones fue abrir zonas de inversión y dar salida al volumen de capital que
no podía invertirse en las metrópolis, unas inversiones que fueron escasas, a ex-
cepción del caso británico, pero en sus Dominios (con población británica) y no
en las Colonias, a excepción de la India.
Por eso, lo más importante era la búsqueda de materias primas y alimentos.
La 2RT exigía de nuevas materias primas como el cobre, el estaño, el caucho o los
fosfatos para abonos, además de haberse aumentado en el continente europeo la
demanda de algodón y alimentos destinados a población con cierta capacidad
adquisitiva (café o frutas tropicales).
Lo cierto es que hubo motivaciones económicas, pero también políticas, de
relaciones geoestratégicas y de equilibrio entre las grandes potencias. Francia ocu-
pó Túnez en 1882 simplemente para que no cayera en manos de Italia, lo que
hubiera alterado la relación de fuerzas en el Mediterráneo. En el caso de Italia o
de Alemania, su tardía unificación les llevó a buscar una expansión colonial que
les situase a la altura de otros países europeos, además de promover estos proyec-
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Crisis y desarrollo económico
ANEXO
CUADRO A.2.1
Principales indicadores económicos en diferentes casos nacionales (1820-1913)
1820 1850 1880 1900 1913
PIB per cápita (dólares Geary-Khamis de 1990) 1.077 1.428 1.991 2.985 3.648
Depósitos bancarios (mill. marcos) — 6 529 3.742 10.606
Alemania
Acero (miles de toneladas) — — 690 6.461 17.609
Ferrocarril (km) — 5.856 33.838 51.678 63.378
Electricidad (GigaWatios/hora) — — — 1,00 8,00
Población (miles) 20.176 24.460 29.534 33.672 37.248
PIB per cápita (dólares Geary-Khamis de 1990) 1.117 1.350 1.581 1.785 2.564
Depósitos bancarios (mill. liras) — — — — 2
Italia
Acero (miles de toneladas) — — 3 116 934
Ferrocarril (km) — 620 9.290 16.429 18.873
Electricidad (GigaWatios/hora) — — — 0,14 2,00
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PIB per cápita (dólares Geary-Khamis de 1990) 1.008 1.079 1.646 1.786 2.056
Depósitos bancarios (mill. pesetas) — — 175 246 381
España
Acero (miles de toneladas) — — 49 199 242
Ferrocarril (km) — 28 7.491 13.205 15.351
Electricidad (GigaWatios/hora) — — — 0,19 0,50
Población (miles) 12.203 14.894 16.859 18.566 20.263
PIB per cápita (dólares Geary-Khamis de 1990) 1.706 2.330 3.477 4.492 4.921
Depósitos bancarios (mill. libras) — — 495 839 1.064
Reino
Unido
Acero (miles de toneladas) — — 1.316 4.980 7.787
Ferrocarril (km) — 9.797 25.060 30.079 32.623
Electricidad (GigaWatios/hora) — — — 0,10 2,50
Población (miles) 9.981 23.580 50.458 76.391 97.606
PIB per cápita (dólares Geary-Khamis de 1990) 1.257 1.806 3.184 4.091 5.301
Depósitos bancarios (mill. dólares) — 146 2.222 4.345 9.249
Estados
Unidos
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Crisis y desarrollo económico
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3 La economía en el período
de entreguerras (1914-1939)
Juan Manuel Matés Barco
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Crisis y desarrollo económico
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una y otra contienda, así como sus respectivos efectos, estribó en que en la segun-
da se intentaron evitar algunas de las equivocaciones de la anterior experiencia.
Por ejemplo, el control de la inflación fue más acertado entre 1939 y 1945, y al
terminar la Guerra no se reprodujeron las terribles inflaciones que asolaron las
economías europeas en el período de entreguerras.
En el marco político, el mapa europeo se dividió de forma más nítida con la
creación de dos bloques: occidental, conformado por Estados con regímenes de-
mocráticos, y oriental, que agrupaba a países regidos por el comunismo. A su vez,
las naciones derrotadas no fueron humilladas con imposiciones exageradas, que
habían sido la causa de tanta amargura, resentimiento y afán de venganza en las
décadas de 1920 y 1930. Los gobiernos hicieron lo posible por olvidar el pasado y
encarar el futuro con una política marcada por el compromiso de crear empleo, con
todo lo que ello implicaba en términos de estabilidad y crecimiento económico.
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Crisis y desarrollo económico
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La economía en el período de entreguerras (1914-1939)
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Crisis y desarrollo económico
ción francesa de la cuenca hullera del valle del Sarre durante 15 años, cediendo
zonas de Prusia y parte de la Alta Silesia —rica en yacimientos mineros— a Po-
lonia. Pero los aspectos más significativos, aparte de los ajustes fronterizos, se
centraron en desposeer a Alemania de gran parte de sus recursos mineros (hierro,
cinc, carbón), y privarla del 13 % de su tierra cultivable, así como de las colo-
nias que poseía en África y en el Pacífico. Por si fuera poco, tuvo además que
ceder su armada, la mayor parte de su flota mercante, locomotoras, vagones, ca-
miones, etc. En fin, una claudicación humillante y bastante onerosa reflejada en
la famosa cláusula del artículo 231 que recogía la «culpabilidad de guerra» de los
alemanes. En el fondo, los aliados trataban de justificar las reparaciones que Ale-
mania debía realizar en compensación por la destrucción causada por la guerra.
Pero los aliados no adoptaron una postura uniforme, y nombraron una Comisión
de Reparaciones que debía redactar un informe para el 1 de mayo de 1921. John
Maynard Keynes, consejero económico de la delegación británica en el tratado de
paz, anunció desastrosas consecuencias para toda Europa si se mantenían las exi-
gencias de las reparaciones. Tras abandonar la delegación, por no estar de acuer-
do con las medidas adoptadas, expuso sus razonamientos en un conocido libro
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titulado The Economic Consequences of the Peace, en el que recogió sus ideas y
planteamientos. Estas ideas fueron muy discutidas, pero el paso del tiempo con-
firmó sus dramáticas predicciones.
El Imperio austrohúngaro se desmembró tras la guerra y surgieron nuevos Es-
tados. Entre ellos Austria, Hungría y Checoslovaquia —surgida a partir de provin-
cias austriacas y húngaras—, así como Polonia, que fue reconstituida con territo-
rios de Austria, Alemania y Rusia. Por su parte, Serbia obtuvo las provincias
eslavas de Austria-Hungría y, unida a Montenegro, se convirtió en la nueva Yugosla-
via. Rumanía, aliada con las potencias occidentales, amplió sus fronteras a costa
de territorios húngaros. Bulgaria fue tratada como enemiga de guerra y perdió te-
rreno a favor de Yugoslavia, Grecia y Rumanía. Italia ganó Trieste, el Trentino y el
sur del Tirol germanoparlante de Austria. Y, por último, el Imperio turco perdió
prácticamente todas sus enclaves en Europa, excepto Estambul, así como las pro-
vincias árabes del Oriente Próximo. El Imperio austro-húngaro resultaba anacró-
nico desde el punto de vista político, pero había realizado una apreciable función
económica al crear una extensa zona de libre comercio en toda la cuenca del Da-
nubio. Los pequeños estados, que surgían de la fragmentación de los viejos impe-
rios, intentaron salvaguardar su independencia adoptando unas políticas económi-
cas de corte proteccionista. La situación existente tras la guerra hacía obsoleta la
autosuficiencia económica de estos pequeños países, por lo que la recuperación fue
difícil y la inestabilidad política se convirtió en moneda común. Un ejemplo es la
interrupción del transporte ferroviario. Ante las interminables disputas fronterizas,
estos países no permitían que los trenes salieran de sus respectivos territorios y, por
tanto, se produjo una paralización casi completa del comercio en la zona. Este na-
cionalismo económico, en países de reducido tamaño e inmersos en un gran atraso,
supuso una rémora importante que obstaculizó su recuperación económica.
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Esta conducta se generalizó entre todos los países europeos. Rusia, durante su
guerra civil, disminuyó ostensiblemente su presencia en el comercio internacional.
En el occidente europeo algunos países adoptaron medidas muy restrictivas, como
aranceles proteccionistas y la prohibición de importar determinados productos.
Otros promovieron sus propias exportaciones mediante subvenciones. Gran Bre-
taña, defensora del libre comercio, olvidó esta práctica manteniendo e incremen-
tando los aranceles que ya había establecido durante la guerra, con el fin de lograr
su financiación. Incluso Estados Unidos impuso un legislación proteccionista muy
restrictiva, promulgando leyes como la Emergency Tariff Act (1921), que prohibía
las importaciones de tintes alemanes; la Ley de Aranceles Fordney-McCumber
(1922), conteniendo uno de los niveles más elevados de toda la historia arancelaria
americana, o el Arancel Smoot-Hawley (1930), que llegó incluso a superar las tasas
de la ley de 1922 y provocó la reacción en cadena de otros países, que respondieron
aumentando sus aranceles contra los productos americanos. En definitiva, la prác-
tica de un nacionalismo económico tan exagerado, concretado en innumerables
disposiciones proteccionistas, desembocó en la ralentización de la producción y en
el establecimiento de unos niveles de renta más bajos de los deseados.
© Ediciones Pirámide 97
Crisis y desarrollo económico
98 © Ediciones Pirámide
La economía en el período de entreguerras (1914-1939)
CUADRO 3.1
Estructura de la producción manufacturera
(tanto por ciento de la producción manufacturera mundial)
Gran Estados
Alemania Francia Rusia Japón
Bretaña Unidos
1870 31,8 23,3 13,2 10,3 3,7 —
1881-1885 26,6 28,6 13,9 8,6 3,4 —
1896-1900 19,5 30,1 16,6 7,1 5,0 0,6
1906-1910 14,7 35,3 15,9 6,4 5,0 1,0
1913 14,3 35,8 14,3 9 7,0 4,4 1,2
1926-1929 11,6 42,2 11,6 6,6 4,3 2,5
1936-1938 10,7 32,2 10,7 4,5 18,5 3,5
FUENTE: Niveau, M. (1989): Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel.
© Ediciones Pirámide 99
Crisis y desarrollo económico
Estados Unidos había cambiado su papel de deudor neto y había pasado a ser
acreedor neto, sin observar las «reglas del juego» para el buen funcionamiento del
patrón oro, además de no permitir las transferencias netas de Europa. Este con-
junto de acciones provocaba que el sistema fuese poco sólido y que su funciona-
miento tuviera serias dificultades.
La segunda cuestión hace referencia a los cambios estructurales que ocurrie-
ron en la década de 1920, especialmente la disminución de la flexibilidad del mer-
cado de productos y de factores. El aumento de los monopolios se hizo cada vez
más evidente, y el factor trabajo comenzó a descender de manera notoria. La
vuelta al equilibrio se hacía cada vez más difícil.
En tercer lugar es preciso recordar el papel de la bolsa de Nueva York. En
ocasiones se ha exagerado su cometido como desencadenante de la crisis y como
causa principal. En Estados Unidos, en los meses anteriores, se había comenzado
a detectar una disminución de las inversiones, la producción y la renta. A su vez,
los precios habían comenzado a disminuir. Por su parte, en Alemania esta tenden-
cia se comenzó a vislumbrar un año antes. Las crisis bursátiles han sido frecuentes
antes y después de 1929 e incluso de mayores proporciones, pero ninguna causó
una crisis económica tan grave.
La cuarta cuestión que determinó la gravedad de la crisis fue la restrictiva
política monetaria tanto de Estados Unidos como de Alemania. Esta actitud ge-
neró el pánico financiero, quiebras en cadena y deflación, por la ausencia de pres-
tamistas a nivel internacional.
Por último, la transmisión de la crisis desde Estados Unidos al resto del mun-
do se debió esencialmente a la falta de coordinación, la caída de los precios y a
los mecanismos del patrón oro. A su vez, se practicó una ortodoxia fiscal mal
interpretada, junto a un proteccionismo que agravó la situación. La disminución
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de los ingresos inclinaba a los gobiernos a reducir los gastos y aumentar los im-
puestos, justo en medio de la crisis, con el fin de alcanzar un presupuesto equili-
brado. Por otra parte, desde 1931 todos los países incrementaron sus niveles de
protección, por lo que se dificultó la actividad comercial. Las políticas económi-
cas que se habían practicado en años anteriores, con resultados positivos, pro-
vocaron efectos completamente contrarios. El proteccionismo implantado en la
mayor parte de los países trajo consigo la disminución de las exportaciones y el
descenso de la renta.
siblemente, los avances tecnológicos eran muy sustanciales y los numerosos mer-
cados se rendían ante el impulso de las exportaciones norteamericanas. Entre
1920 y 1921 padeció un aguda, pero breve, crisis económica, que se plasmó en las
duras condiciones de vida de buena parte de la población. A pesar de las dificul-
tades, la recuperación fue notoria en los años siguientes. Sin embargo, en el vera-
no de 1928 los bancos e inversores americanos comenzaron a restringir la compra
de obligaciones alemanas y de otros países. La finalidad era invertir sus fondos a
través de la Bolsa de Nueva York, que comenzó a dispararse de forma notoria.
En estos meses de alzas especulativas, muchas personas de modesta situación eco-
nómica se lanzaron a comprar acciones mediante la solicitud de créditos. Por su
parte, Europa —a finales del verano de 1929— comenzaba a sentir la disminución
de las inversiones americanas en el extranjero. Además, la economía norteameri-
cana estaba experimentando un estancamiento. El Producto Nacional Bruto de
Estados Unidos alcanzó su máximo en el primer cuarto de 1929, para después ir
bajando de forma gradual y progresiva. Una industria tan importante como la de
automóviles descendió la producción cerca del 40 % entre marzo y septiembre
de ese mismo año. La bomba estaba preparada, y sólo faltaba que estallara.
La crisis se manifestó esencialmente en Estados Unidos. Al analizar las causas
que la provocaron es relativamente asequible enunciarlas, aunque más dificultad
provoca intentar dilucidar la importancia de cada una de ellas. En primer lugar
hay que citar los problemas estructurales que la economía heredó del siglo XIX,
especialmente el desequilibrio industrial existente en Estados Unidos y la evolu-
ción desfavorable de los precios agrícolas en relación con los industriales. En los
años anteriores al crack se produce un desinterés por la reinversión en actividades
industriales, canalizando sustanciosas cantidades hacia la especulación en la bol-
sa. En segundo lugar, cabe señalar la extraordinaria fiebre especulativa que se
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mo. Más concretamente, los créditos que obtuvieron los «brokers» pasaron de
unos 3.200 millones en 1925 a cerca de 7.000 millones de dólares en 1929; datos
suficientemente ilustrativos de cuál era la efervescencia existente en los negocios.
Pero la especulación estaba condenada al fracaso si la cotización de los valores no
guardaba relación con la producción y los beneficios, y Estados Unidos comen-
zaba a palpar esta regresión. El producto nacional bruto norteamericano comen-
zó a descender en los primeros meses de 1929; un sector tan dinámico y en expan-
sión como el de la fabricación de automóviles inició su marcha atrás: en marzo la
producción alcanzaba la cifra de 622.000 vehículos, mientras que seis meses des-
pués disminuía a 416.000 (cuadro 3.2).
CUADRO 3.2
Créditos a los corredores de Bolsa, según su origen, 1927-1929
(en millones de dólares)
Bancos Bancos de fuera
Fecha Otros Total
de Nueva York de Nueva York
FUENTE: Kindleberger, C. P. (1985): Historia económica mundial del siglo XX. La crisis económica, 1929-
1939. Barcelona: Crítica, vol. 4, p. 131.
Este panorama era inaguantable a corto plazo, pero las autoridades moneta-
rias no sabían o no querían terminar con esta situación. Galbraith ha mostrado
cómo los grandes dirigentes y economistas de la época no eran conscientes de la
gravedad en la que se encontraba la economía. Desde el presidente de la Reserva
Federal hasta prestigiosos economistas de la Universidad de Harvard hablaban de
la excelente salud de la industria norteamericana y de la irrelevancia de los prés-
tamos de los brokers. A su vez, sostenían que nada podía «parar el alza de las
cotizaciones» y mostraban que la posición «de los mercados es satisfactoria» y
que el valor de las acciones «tiene una base sana dada la prosperidad» de Estados
Unidos. Para estos eruditos economistas, las cotizaciones de la Bolsa «habían
alcanzado un valor permanente» (cuadro 3.3).
El freno a la situación se produjo en octubre de 1929, pero a pesar de su bru-
talidad llegó por etapas. La crisis se manifestó el 24 de octubre, «el jueves negro»,
CUADRO 3.3
Bolsa de Nueva York (1913-1929): Índice de las cotizaciones de las acciones
(1935-1936 = 100)
Valores Servicios
Años Índice general Ferrocarriles
Industriales públicos
1913 71 40 240 90
1921 58 47 164 68
1924 77 63 204 92
1925 95 80 238 111
1926 106 90 265 117
1927 (junio) 122 103 316 135
1927 (diciembre) 141 122 336 149
1928 (junio) 153 134 336 173
1929 (septiembre) 238 195 446 375
Fuente: Morilla Critz, J. (1991): La crisis económica de 1929. Madrid: Pirámide, p. 119.
al ofrecerse cerca de 13 millones de títulos sin casi ninguna demanda. Los bancos
intervinieron con el fin de parar la caída y consiguieron restablecer brevemente la
confianza. Al final del «jueves negro» el descenso de las cotizaciones se encontraba
entre los 12 y 25 enteros. El lunes 28 de octubre comenzó el hundimiento sin posi-
bilidad de rescate alguno. Ese día salieron a la venta un total de 9.250.000 acciones.
Las acciones industriales bajaron 49 puntos y los banqueros no estaban dispuestos
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CUADRO 3.4
Precios de las acciones en mercados seleccionados, de septiembre a diciembre de 1929
(índices mensuales calculados sobre distintas bases)
Reino
1929 Bélgica Canadá Francia Alemania Holanda Suecia Suiza USA
Unido
Septiembre 112 316 526 125 118 167 239 144 216
Octubre 98 255 496 116 113 162 221 135 194
Noviembre 92 209 465 112 98 155 212 121 145
Diciembre 79 210 469 107 100 154 215 121 147
FUENTE: Kindleberger, C. P. (1985): Historia económica mundial del siglo XX. La crisis económica, 1929-1939. Barcelona:
Crítica, vol. 4, p. 141.
25
20
15
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0
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Gráfico 3.1. Tasa de paro en Europa y Estados Unidos (1920-1938). [FUENTE: Morilla
Critz, J. (1991): La crisis económica de 1929. Madrid: Pirámide, p. 132. Moddison, A. (1991):
Historia del desarrollo capitalista. Sus fuerzas dinámicas. Barcelona: Ariel. Zamagni, V. (2001):
Historia económica de la Europa Contemporánea. Barcelona: Crítica.]
A pesar del desastre, pocos días después de estos sucesos todavía resonaban
voces afirmando que «la actual recesión de la Bolsa y de los negocios no es un
signo precursor de una depresión», o que era improbable repetir un trance tan
grave como el de 1920-1921, e incluso que la «recuperación tendrá lugar en la
primavera [de 1930] y se consolidará en otoño». La falta de perspectiva hacía
presagiar que la industria se encontraba por el camino del restablecimiento. Estas
gía de masas fueron causas que se acumularon para provocar una especulación
desmesurada y una inflación elevada. Por su parte, las autoridades monetarias se
mostraron incapaces de actuar para prevenir la crisis, hasta el punto que Gal-
braith (1993) ha descrito la Reserva Federal en esos años como un «órgano de
una incompetencia estrepitosa».
120
100
80
60
40
20
0
Comercio Producción Comercio Producción Comercio Producción
mundial mundial mundial mundial mundial mundial
Productos Materias Productos
alimenticios primas manufacturados
internacional se convirtió en una nueva causa que agravó la depresión de los años
siguientes.
El período de entreguerras fue una etapa de transición entre el fin del capita-
lismo del siglo XIX —que se alarga hasta 1914— y el capitalismo moderno poste-
rior a la Segunda Guerra Mundial. La desaparición de las viejas estructuras y el
asentamiento de las nuevas requiere un tiempo, que es preciso para limar las rigi-
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CUADRO 3.5
PIB y producción industrial (1929-1932) (1929 = 100)
PIB Producción industrial
Japón 101 —
Italia 98 86
España 97 84
Gran Bretaña 95 89
Holanda 93 84
Francia 86 74
Austria 80 62
Alemania 77 61
Estados Unidos 73 62
FUENTE: Zamagni, V. (2001): Historia Económica de la Europa Contemporánea, Bar-
celona: Crítica, p. 186.
180
160
140
120
100
80
60
40
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0 H ido
C ia
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Bé a
Fr a
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co
ei
C
Gráfico 3.3. Índice de producción industrial (1932) (1929 = 100). [FUENTE: Niveau, M.
(1989): Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel, p. 189.]
Francia fue el único país europeo que escapó de la crisis financiera. Las cuan-
tiosas reservas de oro (cerca del 25 % del stock mundial) le permitieron resistir sin
excesivos agobios. Su principal problema era no perder excesivo valor al librarse
de las reservas en libras esterlinas, que se encontraban muy devaluadas. Sin em-
bargo, la recuperación económica tardó bastantes años.
CUADRO 3.6
Inversión total bruta del sector privado en Estados Unidos
Fuente: Niveau, M. (1989): Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel, p. 185.
250
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150
Índice
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0 21
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19
19
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19
19
19
19
19
Precios agrícolas Coste vida Coste producción Salarios agrícolas
Gráfico 3.4. Precios agrícolas, coste de la vida, producción y salarios campesinos en Estados
Unidos (1919-1933). [FUENTE: Faulkner, H. U. (1954): American Economic History. Nueva
York: Harper, p. 627.]
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cada país.
La mayor parte de los países plantearon la salida de la crisis defendiendo el
mercado interior y restringiendo las importaciones. Cabe recordar las medidas
proteccionistas que adoptó Estados Unidos en 1930 para frenar la depresión, so-
bre todo el aumento de los aranceles para defender su agricultura. Esta práctica
se extendió rápidamente a los productos industriales. La ley Hawley-Smoot, apro-
bada por el congreso, resultó una consecuencia de esta política económica. Estas
medidas fueron imitadas por un buen grupo de países y, como represalia, respon-
dieron a estos decretos con una fuerte subida de aranceles. Aunque se generaliza-
ron las políticas proteccionistas, también hubo intentos de llegar a acuerdos de
carácter internacional con el objetivo de terminar con la crisis económica.
El hundimiento del sistema monetario internacional, junto al abandono del
patrón oro por parte de Gran Bretaña, no hicieron sino agudizar aún más la si-
tuación. El gobierno británico adoptó la subida de aranceles entre finales de 1931
y comienzos de 1932. La reacción en cadena no se dejó esperar, y muchos países
aplicaron restricciones cuantitativas a las importaciones, medida que restringió
las importaciones tanto o más que la subida de aranceles. El sistema multilateral
CUADRO 3.7
Exportaciones de mercancía (1913-1950) a precios y tipos de cambio de 1985
(millones de dólares)
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1913 1950
1913 1950
FUENTE: elaborado con datos extraídos en Maddison, A. (1991): Historia del desarrollo capitalista. Sus
fuerzas dinámicas. Barcelona: Ariel, p. 214.
conexiones entre la vida económica y política, así como los recelos entre algunos
Estados. Como consecuencia de ambos aspectos, se hizo evidente la dificultad
para encontrar soluciones que agradaran a todos los gobiernos. Las reacciones
ante la crisis fueron de distinto signo. En el caso de Estados Unidos se adoptaron
una serie de medidas conocidas con el nombre de New Deal —«Nuevo Trato»—,
promovidas por el entonces presidente Franklin D. Roosevelt. Para afrontar con
decisión este cúmulo de dificultades desarrolló una administración de corte inter-
vencionista, con la finalidad de luchar contra los efectos de la gran depresión.
Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de reactivar el con-
sumo y la inversión, reformar los mercados financieros y sostener a las capas más
pobres de la población.
A grandes rasgos, las primeras actuaciones se centraron en el campo del dinero
y del crédito, para pasar a continuación a la aplicación de políticas especializadas
en los sectores agrícolas e industriales, con la finalidad de sostener los precios y
levantar el poder adquisitivo de la población. El primer objetivo fue la «reflación»,
lanzar los precios al alza, devolver la confianza a los inversores y que los consumi-
dores tuvieran capacidad de compra. Se pueden distinguir dos etapas, una primera
300 100,5
250 81,3
0
1929 1930 1931 1932 1933
Gráfico 3.5. Índices de precios, empleo y salarios en Estados Unidos (1929-1933) (1926 = 100)
[FUENTE: Faulkner, H. U. (1954): American Economic History. Nueva York: Harper, p. 645.]
en 1933, identificada como los «Cien Días de Roosevelt», con medidas destinadas
a la obtención de una mejoría de la economía a corto plazo, y cuya primera dispo-
sición prohibió atesorar y exportar oro (The Emergency Banking Act). La segunda
—The Agricultural Adjustment Act—, y no menos importante, confirió al Presiden-
te poderes extraordinarios para obligar a la Reserva Federal a otorgar créditos,
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90 87,5
0
1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940
Gráfico 3.6. Renta nacional de Estados Unidos (1929-1940). [FUENTE: Niveau, M. (1989):
Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel, p. 187.]
100
Miles de millones de dólares
80
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20 15,4 13,0
11,2
8,5 10,0 12,5 7,5 10,0
7,2
2,3 4,3
1,5
0
1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940
Gráfico 3.7. Inversión en Estados Unidos (1929-1940). [FUENTE: Niveau, M. (1989): Historia
de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel, p. 187.]
Weimar. A finales de 1932 el partido nazi obtuvo un gran éxito electoral, que fue
el preámbulo de la toma del poder por parte de Adolf Hitler en enero de 1933.
Los estudios sobre el tema han señalado de manera palmaria la malévola relación
entre unas acciones y otras, así como sus repercusiones en cadena. Por un lado, la
funesta política de reparaciones de guerra con la hiperinflación y la desestabiliza-
ción de la economía alemana. Por otro, la consecuente crisis económica, el recha-
zo de las políticas restrictivas y la búsqueda de soluciones dictatoriales amparadas
en la revancha y la violencia.
Alemania fue la primera nación industrial que consiguió una recuperación
completa, en gran medida gracias a la aplicación de una economía dirigida con ca-
rácter general y sistemático tras la llegada al poder de Hitler. Uno de los princi-
pales objetivos económicos de la política económica nazi fue lograr la autosufi-
ciencia de la economía alemana en caso de guerra. De este modo orientaron sus
inversiones en investigación hacia el desarrollo de artículos que pudieran ser fa-
bricados con las materias primas disponibles en Alemania. Se potenciaron los
acuerdos comerciales con países de Europa oriental y los Balcanes, que favorecían
el intercambio de productos manufacturados alemanes por materias primas, evi-
tando de este modo la salida de divisas. Asimismo, se promovió la inversión hacia
sectores como el transporte y la construcción. Por ejemplo, en estos años surgió
la Volkswagen como estandarte del proceso industrializador alemán. En esta lí-
nea, se produjo un incremento notable del gasto público: en 1928 suponía el 15 %
de la renta, en 1934 estaba en el 23 %, y en 1938 había alcanzado el 33 %. En los
primeros años ya se habían alcanzado tasas de pleno empleo. Entre enero de 1933
y diciembre de 1934, el número de parados descendió de 6 a 2,6 millones. Las
ayudas del Estado a las empresas mediante subvenciones eran muy elevadas. Es-
tos hechos reforzaron la popularidad del régimen, que orientó todo el esfuerzo
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CUADRO 3.8
Políticas económicas (1930-1938)
los índices de producción fue buscado expresamente como una etapa previa y
necesaria hacia la completa revolución comunista. Los bolcheviques ganaron la
guerra civil y dictaminaron las directrices económicas del nuevo Estado soviético.
CUADRO 3.9
La economía de guerra (1920) (1913 = 100)
FUENTE: Gregory, P. R. y Stuart, R. C. (1986): Soviet economic structure and performance. Nueva York:
Harper & Row.
el mercado negro. Pero las repercusiones fueron muy negativas: el hambre de 1921
sería consecuencia de este comportamiento lleno de inexperiencia, ya que los cam-
pesinos redujeron al mínimo la producción de sus explotaciones ante la actitud
adoptada por el gobierno.
La intuición de Lenin comprendió el peligro que suponía la paralización de
la economía y la posibilidad de una revuelta campesina mayoritaria; por ello,
tomó medidas para enderezar la crítica situación que atravesaba el país, creando,
a comienzos de 1921, la Nueva Política Económica. Con la NEP las incautaciones
fueron sustituidas por un impuesto en especie, que permitía al campesino vender
libremente al mercado el resto de su cosecha. El objetivo principal era poner fin
al racionamiento y a las requisas, al mismo tiempo que se pretendía combinar la
práctica mercantil con mecanismos propios de una economía socialista. Con este
fin, se reintrodujo el dinero y se permitió cierta liberalización de la industria y el
comercio para las pequeñas empresas de menos de 20 trabajadores. Con todo, lo
más relevante fue la liberalización de la agricultura. Lenin estimuló a los agricul-
tores para que incrementaran la producción y multiplicaran la venta de sus pro-
ductos en el mercado. Desarrolló incentivos de precio propios del capitalismo,
120
113
105
100
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80 80 77
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1913 1922 1928
Gráfico 3.8. Unión Soviética (1913-1928): agricultura. [FUENTE: Niveau, M. (1989): Historia
de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona: Ariel, p. 397.]
europeos. Estas ayudas no llegaron por la negativa de Lenin a pagar las deudas
de la Rusia zarista. A pesar de todo, la NEP tuvo algunos éxitos. En 1927 se al-
canzó el nivel de producción de 1913 y la industria comenzó a salir de la situación
caótica de los primeros años de la revolución. El aumento de los salarios permitió
una pequeña mejora de campesinos y obreros.
La Nueva Política Económica es la primera experiencia de economía mixta.
El Estado realizaba tareas organizativas de carácter general, administraba las em-
presas nacionalizadas y dejaba el resto en manos del mercado. Vera Zamagni ha
señalado cómo este tipo de economía anticipó el experimento nazi de los años
treinta y el francés de los cincuenta y sesenta (Zamagni: 2001, 172). En general,
la producción se incrementó de manera notable y permitió la recuperación del
comercio exterior (gráfico 3.9). A pesar de los avances, este modelo económico
contenía peculiaridades propias del capitalismo, que no eran muy bien vistas por
los dirigentes del partido bolchevique.
Johnson y Temin (1993) han mostrado las dificultades internas que tuvo la
NEP para sobrevivir en el tiempo. En primer lugar, no existían controles ma-
croeconómicos, por lo que se incrementaba la inflación y el paro, aspectos de una
50
45
Gráfico 3.9. URSS: Renta Nacional (a precios reales 1926-1927). Nota: 1932a: Según esti-
maciones de Noum Jasmy (1951): The Soviet Economy during the Plan Era, Stanford Universi-
ty Press, pp. 13-36. [FUENTE: Niveau, M. (1989): Historia de los hechos económicos contempo-
ráneos. Barcelona: Ariel, pp. 399-400.]
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120
100
Miles de millones de rublos
80
60
40
20
0
1933 1934 1935 1936 1937 2º PQ 1937
es una muestra del ritmo de implantación del sistema (gráfico 3.11). Desde 1929
este movimiento de colectivización se hizo más intensivo, hasta el punto que en
1930 se habían asentado 14.300.000 de familias en este tipo de granjas. El Partido
Comunista envió a 25.000 obreros al campo con la intención de dirigir y organizar
su administración. En este momento las autoridades regionales comenzaron a
expropiar a los kulaks por todos los medios y a deportar a todo el que se resistía.
Los vaivenes de estos años, con la vuelta de los campesinos a las explotaciones
individuales, fue sólo un efímero destello para terminar de hundir a los pequeños
propietarios con fuertes cargas fiscales, mientras que los koljoses recibían ayudas
del Estado. En 1936 las granjas colectivas reunían al 90 % de los trabajadores
agrícolas. Al mismo tiempo se permitió la existencia de un reducidísimo número
de campesinos que conservaban la propiedad de la casa y una pequeña parcela de
media hectárea, y a los que se les permitía criar algunas cabezas de ganado. Este
sector privado, débil y poco rentable era un modo de resolver los problemas de
paro en algunos momentos. La fuerza y la violencia fueron prácticas habituales
para implantar esta política, y algunos autores han señalado que las dificultades
de la agricultura soviética en las décadas posteriores se explican por el traumatis-
mo generado en esos años. La dictadura estalinista explotó a la agricultura, y el
excedente agrícola debía financiar el desarrollo industrial. Pero la apropiación del
Estado de las cosechas, a cambio de una bajísima remuneración, desanimó la ini-
ciativa y redujo la productividad de la agricultura.
250.000
200.000
150.000
100.000
50.000
0
1927 1929 febrero 1930 abril 1930 mayo 1930 julio 1931 1936
Gráfico 3.11. URSS (1927-1936): granjas colectivas. [FUENTE: Niveau, M. (1989): Historia
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nológica. Por otra parte, la aplicación de nueva tecnología requería una mano de
obra especializada que no se encontraba fácilmente en territorio soviético, ni entre
los ingenieros ni entre los trabajadores, que procedían en su gran mayoría del cam-
po. En ocasiones, las deficiencias técnicas se achacaban a actos de sabotaje y pro-
vocaban una dura reacción por parte de las autoridades, que desembocaron en las
purgas estalinistas, donde perecieron dos millones de personas.
La realización fue desigual e incompleta. Algunas estimaciones sobre los pri-
meros planes quinquenales —(1928-1932) (1933-1937)— señalan una consecución
del 70 % de los objetivos establecidos. A pesar de los errores y defectos de la pla-
nificación centralizada, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial la Unión So-
viética se había convertido en una gran potencia económica. La URSS ocupaba
el segundo lugar mundial en la producción de petróleo, hierro y oro; el tercero en
algodón, acero y energía eléctrica, y el cuarto en producción de hulla. El incre-
mento de la electrificación fue espectacular gracias a la construcción de centrales
térmicas e hidroeléctricas, y la industria creció extraordinariamente. De hecho, la
URSS multiplicó varias veces su producción y su ritmo de crecimiento fue supe-
rior al logrado en los países occidentales (cuadro 3.10).
CUADRO 3.10
Tasa de crecimiento anual (1928-1937)
PNB (a precios de 1937) 5,1
PNB per cápita 3,9
Agricultura (a precios de 1958) 1,1
Industria (a precios de 1937) 11,3
FUENTE: Gregory, P. R. y Stuart, R. C. (1986): Soviet economic
structure and performance. Nueva York: Harper & Row.
CUADRO 3.11
Transformación del sector industrial (tanto por ciento)
1928 1937
Industria pesada 31 63
Industria ligera 69 34
FUENTE: Gregory, P. R. y Stuart, R. C. (1986): Soviet economic structure
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CUADRO 3.12
Estructura del PNB por destino final (tanto por ciento)
1928 1937 1940
Consumo personal 82 55 49
Servicios públicos 5 11 11
Administración pública y 3 11 21
defensa
Inversión 10 23 19
FUENTE: Gregory, P. R. y Stuart, R. C. (1986): Soviet economic structure and performance. Nueva York:
Harper & Row.
CUADRO 3.13
Estructura del PNB por sectores productivos
Agricultura 49 31 29
Industria 28 45 45
Servicios 23 24 26
FUENTE: Gregory, P. R. y Stuart, R. C. (1986): Soviet economic structure and performance. Nueva York:
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TABLA 4.1
Estimación de calorías diarias per cápita en Europa Occidental
Suiza 2.900
tada.
El comercio internacional sale de la guerra con países reforzados y otros que
pierden. Un índice de base cien en 1938, se convierte en 1946 en 191 para Estados
Unidos, 163 para Canadá, 100 para Reino Unido y, sucesivamente, 57, 40, 7 y 2
para Italia, Francia, Alemania y Japón.
La destrucción de capital fue muy elevada. Del total del capital existente en 1939
en la URSS se redujo el 25 % (quedaron devastadas 17.000 ciudades y villas y 70.000
pueblos, perdiendo el 70 % de las instalaciones industriales y el 60 % de los trans-
portes), en Alemania el 13 % (RFA), 8 % en Francia, 7 % en Italia y 3 % en Reino
Unido; mientras, las pérdidas estadounidenses eran muy inferiores (Asselain, 1995).
Como consecuencia, el PIB disminuyó entre 1938 y 1946. Los datos de la ta-
bla 4.2 muestran fuertes reducciones para los países perdedores de la guerra: Ale-
mania 48 %, Austria 43 %, Japón 37 % e Italia 21 %; y descensos menores para los
países vencedores, con pérdidas de un 20 % para Francia y la URSS, y un incre-
mento de 11 % para el Reino Unido y del 63 % para Estados Unidos. A estos da-
tos podemos añadir los que da Wee (1986) de pérdidas de Renta Nacional para
Polonia del 50 %, y para Finlandia, Grecia, Hungría y Yugoslavia del 40 %.
TABLA 4.2
PIB durante la Segunda Guerra Mundial (miles de millones de dólares
internacionales de 1990)
Aliados 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946
EE.UU. 800 864 931 1.100 1.320 1.583 1.716 1.647 1.307
Reino Unido 284 287 316 344 353 361 347 331 317
Eje
Alemania 220 241 243 258 262 267 274 195 116
Austria 24 27 27 29 27 28 29 12 14
Japón 176 204 210 213 211 214 205 102 111
al dólar. De esa manera, el franco francés, que se cambiaba contra el dólar a razón
28 a 1 en 1928, pasa a 119 al final de la guerra. La lira italiana pasa de 19 en 1926
a 225 en 1946. En Inglaterra las dificultades llegan con los préstamos norteame-
ricanos, y la inflación pasa a 122 entre 1945-1949 (Wee, 1986).
Con el precedente de los problemas de la PGM, los aliados se reunieron en
Bretton Woods (EE.UU., 1944) para proyectar la vuelta a la paz. La idea era es-
tablecer las bases de un sistema monetario internacional que favoreciera el proce-
so de reconstrucción y evitara políticas nacionalistas funestas.
Desde 1942, británicos (J. M. Keynes, 1883-1946) y norteamerianos (H. D.
White) habían estado discutiendo. Ambos consideraban imprescindible la coope-
ración internacional, pero disentían en otras cuestiones. Estados Unidos quería
evitar la reproducción de los desórdenes monetarios de los años veinte, siendo
partidarios de una política de cambios fijos y de la supresión de las barreras pro-
teccionistas. Reino Unido estaba más preocupado por el crecimiento sostenido,
por el pleno empleo y por evitar las políticas de deflación de los años treinta. En
abril de 1944 se llegó a un acuerdo, presentando el plan británico-norteamericano
a los otros 44 países como un hecho consumado en Bretton Woods.
TABLA 4.3
Rondas del GATT entre 1947 y 1979
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Duración
Rondas Países Principales resultados
de la negociación
pacidad para importar de Europa hiciera que Estados Unidos cayera en una crisis
parecida a la de 1921, con independencia de sus deseos altruistas por ser un país
de herencia europea (Bairoch, 1997).
El Plan Marshall, también llamado European Recovery Programme (ERP),
tuvo como objetivo la renovación de la infraestructura, el incremento de la pro-
ducción, particularmente de energía y acero, la localización equilibrada de la in-
dustria pesada europea, la racionalización de la agricultura y de la industria de
transformación, y la creación de estructuras que propiciasen la estabilidad mone-
taria y financiera (Wee, 1986). Tras cuatro años, la economía europea debería
marchar sola. El Banco Mundial aportaría también créditos, aunque la parte
principal fue aprobada por el Congreso norteamericano. El Plan entró en vigor
en abril de 1948, y en 1951 se integró en el programa de asistencia para la defensa
mutua, con énfasis en la ayuda militar.
Entraron 16 países de Europa Occidental (tabla 4.4). El programa suponía
alrededor del 2 % del PIB de Estados Unidos y el 2,5 % de los países receptores, y
casi el 90 % del déficit europeo en dólares, y adoptó la forma de entrega de bienes
TABLA 4.4
Distribución del Plan Marshall entre sus miembros, abril de 1948 a junio de 1951
Países millones $ Porcentaje del PIB en 1950
Austria 560,8 20,3
Bélgica y Luxemburgo 546,6 9,8
Dinamarca 256,9 8,5
Francia 2.401 9,2
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TABLA 4.5
Gasto público total como porcentaje del PIB a precios actuales, 1913-1973
TABLA 4.6
Las nacionalizaciones en Francia
Período Motivo Ejemplo
co fue la siderurgia (24 de noviembre de 1949), una actividad que había operado
como un cártel en los años treinta.
Alemania fue sometida a un desarme industrial tras el conflicto. Pasó primero
por el desmantelamiento de los cárteles. Los konzern siderúrgicos y mineros fue-
ron fraccionados. No lo fueron los electromecánicos y los automotrices (perma-
nece AEG y Daimiel-Benz); en cambio, BASF, Bayer y Bosch fueron colocadas
en la situación previa a la guerra. Lo cierto es que, aunque el Estado elige la op-
ción liberal, no significa que deje de intervenir. En la RFA el Estado heredó un
amplio dominio público constituido a lo largo de la historia: correos, ferrocarriles,
etc. En la década de 1950 el gobierno controlaba directamente el 20 % de la pro-
ducción de carbón y acero, el 50 % de los automóviles y del mineral de hierro, y
el 70 % del aluminio, poseyendo importantes intereses en los astilleros, la cons-
trucción y la industria química. A finales de los sesenta, a pesar de algunas priva-
tizaciones, el Estado seguía siendo accionista de más de 3.000 empresas. Sin em-
bargo, su peso era reducido, y su gestión se establecía con criterios de rentabilidad
parecidos a los de la empresa privada.
La acción estatal se extenderá más allá de las empresas, mediante otras inter-
venciones. Aprovechando la debilidad de los mercados financieros, el Estado se
convierte en el principal inversor, bien a través de un aumento del gasto público
o mediante la toma de participaciones, favorecidas por grandes organismos vincu-
lados, como en Francia la Caisse des Dépôts et Consignations o el Fonds de Dé-
veloppement et de Modernisatión. Se trata de una acción que combina la influen-
cia keynesiana con aspectos tendentes a una redistribución más equitativa de las
rentas.
Durante el siglo XX el Estado añadió a sus funciones tradicionales de defensa,
justicia y policía otras que podemos llamar de bienestar, como educación, salud,
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35
30
25
20
15
10
0
1920
1923
1926
1929
1932
1935
1938
1941
1944
1947
1950
1953
1956
1959
1962
1965
1968
1971
1974
1977
1980
1983
1986
Alemania Suecia Holanda Reino Unido Japón EE.UU.
Gráfico 4.1. Tasas de desempleo en las economías desarrolladas, 1920-1988. (FUENTE: Mit-
chell, 1992, 1993, 1995; desde 1948 sólo la RFA.)
TABLA 4.7
Gasto público en protección social (porcentaje del PIB)
TABLA 4.8
Políticas económicas
18
16 P
14
de los bancos comerciales). Sus objetivos eran luchar contra la inflación (Francia,
1963-1965), restablecer el equilibrio de la balanza de pagos (Francia, 1982), evitar
la fuga de capitales (Francia, 1968) y, frecuentemente, una política monetaria res-
trictiva que podía llevar a la adopción del control de cambios.
La política presupuestaria actuaba en los gastos mediante inversiones adicio-
nales, lo que gracias al multiplicador keynesiano aumentaba sus efectos sobre
la economía. En segundo lugar, sus acciones se pueden llevar a cabo a partir de la
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fiscalidad; cualquier variación de los impuestos tiene un impacto sobre los niveles
de consumo y de inversión, y sobre la producción. Finalmente, actuaba con el
gasto de las prestaciones sociales, distribuidas por medio de la Seguridad Social
o por el Estado de Bienestar.
Los objetivos de la política presupuestaria eran relanzar la actividad econó-
mica (producción y consumo) por medio del déficit (Francia, Ley de Finanzas,
1982; también los presupuestos estadounidenses fueron deficitarios con el conser-
vador R. Reagan, 1980-1988). El inconveniente era que con políticas de rigor
(equilibrio presupuestario) había que subir los impuestos.
La tercera es la política de precios, que puede elevar la competitividad, porque
con precios bajos la competitividad exterior es mayor. Algunos países llevan a
cabo políticas de devaluaciones competitivas para poder exportar más.
En el caso francés, la administración tuvo un control permanente de precios
desde 1945 hasta 1978. Mientras, otras grandes economías occidentales no cono-
cen esa política; Estados Unidos la establece brevemente durante la guerra de
Corea (desde el 26/01/1951 a 21/04/1951), y con R. Nixon para defender el dólar.
La RFA (1949) jamás ha tenido ese control de precios.
TABLA 4.9
Algunos planes y políticas coyunturales en Francia
Plan (nombre del Primer
Política de rentas
Ministro o del Ministro de Política monetaria Política presupuestaria
y de precios
Economía)
Giscard (1963) — Supervisión del crédi- — Aumento de los im- — Bloqueo de precios.
Estabilización (fuerte) to (crecimiento del puestos (creación del — Control de salarios.
crédito limitado al impuesto sobre las
10 % anual). plusvalías financieras).
— Aumento de las tasas — Ahorro del Estado.
de redescuento (3,5 %
a 4 %).
Fuerte crecimiento con inflación y ataques contra el franco.
y 3) suben los gastos militares y civiles, dirigidos hacia América Latina, África y
sobre todo Asia, con intervención en Vietnam (1964). La balanza de pagos entra
en déficit anual de dos o tres mil millones de dólares, de modo que, por primera
vez, la balanza comercial es negativa (1971).
El déficit americano, pagado esencialmente en papel moneda, se tradujo en un
exceso de liquidez internacional. La inflación se acentuó por el desarrollo anár-
quico del mercado de «eurodólares», es decir, los dólares que salían de Estados
Unidos y se quedaban en Europa, donde su rentabilidad era superior.
Para Estados Unidos este déficit se reveló peligroso, ya que debido a los acuer-
dos de Bretton Woods el dólar tenía un valor fijo de 35 dólares la onza fina de
oro; pero los dólares que circulaban en el exterior pronto rebasaron los depósitos
de oro norteamericanos, y la onza llega a 40 dólares en 1968. Sus reservas de oro
disminuyeron respecto a la masa monetaria en circulación, y si en 1946 tenía una
cobertura de 20.000 millones de dólares en oro, que aumentaron hasta un máximo
de 23.300 millones en 1953, a partir de esa última fecha baja a 17.800 millones en
1960, y a 10.700 en marzo de 1968. La elevada cantidad de dólares internaciona-
les sin respaldo en el metal precioso generó inquietud entre sus tenedores, que
TABLA 4.10
Devaluaciones del dólar
Antes de diciembre Tras acuerdos Smithsonian Devaluación de 13
Por referencia al
de 1971 Agreement (1971) febrero de 1973
Dólar canadiense 1,0 1,0 0,99
Florín holandés 3,62 3,24 2,92
Franco belga 50 44,82 40,33
Franco francés 5,55 5,12 4,6
Franco suizo 4,08 3,92 3,34
Libra esterlina 0,42 0,38 0,41
Lira italiana 625 581,5 568,5
Marco alemán 3,66 3,22 2,9
Yen japonés 360 308 264
FUENTE: Nouschi y Bénichi (1991).
En este momento los tres principios en los que se basaba Bretton Woods ha-
bían dejado de existir: 1) el dólar no es convertible en oro; 2) la cooperación mo-
netaria ha dejado paso a un enfrentamiento, en el que Estados Unidos indica qué
monedas deben reevaluarse, y 3) la estabilidad de las tasas de cambio no está
asegurada, y el acuerdo de Washington en diciembre de 1971 confirma la incon-
vertibilidad del dólar en oro, y supone un reajuste importante de las paridades
existentes entre las monedas. Ahora se expanden los márgenes de las fluctuaciones
monetarias autorizadas, que serán de ± 2,25 %, generando un «túnel monetario».
A comienzos de 1973 se produjo una nueva oleada especulativa, que devalúa
el dólar otro 10 %, y la onza de oro pasa a 42 dólares. Los bancos centrales de
Europa decidieron no intervenir en los mercados de divisas para apoyar al dólar.
Las monedas europeas ahora flotan, igual que el yen. Por segunda vez desde la
década de 1930, el mundo se había quedado sin un sistema monetario internacio-
nal (Ambrosi, 1990).
Existe consenso al considerar el período entre 1950 y 1973 como el de más rá-
pido crecimiento económico conocido. El economista británico Angus Maddison
lo llamó «La edad de oro del capitalismo» y el francés Jean Fourastié «Los treinta
gloriosos», acudiendo a la expresión «milagro económico» para titular ciertos ca-
sos de crecimiento nacional. La tabla 4.11 muestra las tasas de crecimiento del PIB
y del PIB per cápita a lo largo del siglo XX con los mayores ratios entre 1950 y 1973:
Japón 9,29 % y 8,05 %, Alemania 5,68 % y 5,02 %, e Italia 5,64 % y 4,95 %, etc.
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La pregunta a responder tiene que ver con la causa. Maddison (1991) justifica el
crecimiento de los dos siglos pasados, como una interacción entre la tecnología,
el capital, la educación y la mejora del comercio internacional, a lo que añade como
factores de menor rango los cambios estructurales, las economías de escala, los re-
cursos naturales y la calidad y seguridad de las instituciones.
Tales características se proyectan también en el período de crecimiento entre
1950 y 1973, y nos obliga a estudiarlas pormenorizadamente.
El primero de los factores básicos fue la aplicación de políticas liberales a las
transacciones internacionales, eliminando las barreras que obstaculizaban el co-
mercio y los pagos desde los años treinta. El surgimiento de nuevas instituciones
de comercio internacional como la OECE, el proceso de integración de la Comu-
nidad Económica Europea, la Asociación Europea de Libre Comercio y las diver-
sas rondas, sobre todo la Kennedy, añadio un 1 % más a la tasa anual de creci-
miento (Broadberry y O’Rourke, 2010). Por otro lado, el FMI aseguró cambios
fijos y estables con un patrón divisa dólar-oro, y una inflación reducida (4,1 %) y
precios de productos básicos estables hasta 1968 (alimentos, petróleo, metales no
ferrosos, oro...).
TABLA 4.11
Tasa de crecimiento del PIB, y tasa del PIB per cápita en los países occidentales
avanzados, 1913-1998
La tabla 4.12 hace una comparación del comercio mundial, utilizando la pro-
porción de exportaciones respecto al PIB, que si en 1950 era del 7 % sube hasta el
11,2 % en 1973. Datos que crecen cuando hablamos de los países capitalistas avan-
zados (Países Bajos 41,7 %, Alemania 23,8 %, Canadá 19,9 %, Francia 15,4 %,
Reino Unido 14 % y Japón 7,9 %). Los intercambios fueron facilitados por la
mejora del transporte, que a su vez permite la difusión de nuevos productos y las
inversiones allá donde la especialización sea más rentable.
En segundo lugar, durante la edad de oro hubo un alza muy marcada en la
inversión, como respuesta a las oportunidades ofrecidas por el progreso técnico.
La tabla 4.13, sobre crecimiento de existencias netas de capital no residencial por
TABLA 4.12
Exportaciones de mercancías como porcentaje del PIB (exportaciones y PIB
a precios de 1990)
1913 1929 1950 1973
TABLA 4.13
Tasa de crecimiento de existencias netas de capital no residencial por persona
empleada, 1913-1987
1913-1950 1950-1973 1973-1987
TABLA 4.14
Proporción del empleo por sectores económicos, 1913-1973 (porcentaje)
Reino Países
EE.UU. Francia Alemania Japón
Unido Bajos
Agricultura, explotación forestal y pesquerías
TABLA 4.15
Años de educación de la población de 15 a 64 años, 1913-1973
(promedio ambos sexos)
Estados Países Reino
Francia Alemania Japón
Unidos Bajos Unido
TABLA 4.16
Convergencia del PIB por habitante 1950-1973 (dólares internacionales de 1990)
TABLA 4.17
Precio del petróleo desde 1945 a 1973 (dólares/barril)
Año Dólares Año Dólares
1945 1,05 1959 1,90
1947 1,60 1960-1970 1,80
1948 1,99 1971 2,28
1949 1,84 1972 2,48
1950-1952 1,71 1973 2,60
1953-1956 1,93 1973 octubre 5,11
1957-1958 2,08 1973 diciembre 11,65
FUENTE: Nouschi y Benichi (1991).
3,2 % contra 2,9 % como media anual entre 1951 y 1964, y de 3 % contra 2,7 %
entre 1964 y 1973. La contribución de la industria al PIB pasa del 34,6 % en 1951
a 38,2 % en 1973. En 1950 se exporta el 34,5 % de la producción británica, subien-
do hasta el 37,9 % en 1973.
Las inversiones también aumentaron, con lo que las técnicas productivas se
modernizan. Le acompañó una mejora en la utilización del trabajo y del capital
existente, gracias a la adopción en las mayores empresas de una estructura multi-
divisional a la americana y la introducción de técnicas de producción fordistas.
Así, el Reino Unido conoció, como otros países europeos, una recuperación tec-
nológica y de productividad respecto a Estados Unidos.
Sin embargo, el crecimiento británico es de los menores entre los países indus-
trializados avanzados (Reino Unido: 2,5 %, Países Bajos 3,4 %, Francia 4 %, RFA
5 %, Italia 5 %), aunque más que Estados Unidos (2,2 % del PIB entre 1950-1973), lo
que provoca un declive de su peso en el mundo. Su participación en las exportaciones
manufactureras pasa del 25 % (1951) al 10 % (1970), siendo sobrepasada por Alema-
nia (del 7,3 % al 19,8 %) y Japón (3,4 % a 11,7 %) en el mismo período. Y si en 1950
ocupaba el quinto lugar entre los países más industrializados, en 1973 era el noveno.
de Stop and Go1 (1951-1970). Ante esa cíclica inestabilidad, los fabricantes eran
reacios a invertir.
La idea era obtener el equilibrio de la balanza de pagos a fin de mantener una
moneda fuerte y conseguir la tasa de crecimiento más elevada posible. Son perío-
dos de Stop: 1951-53, 1956-58, 1960-62 y 1964-1968/1971; los períodos de Go:
1953-55, 1959-1960/61, 1963-64, 1972-73 (Piquet Marchal, 1985; Lemonnier, 1997).
Período de expansión
(sin reforma del aparato Consumo Importaciones excesivas
productivo)
Go
(Deflación)
Impuestos en alza
Interrupción de la política Ahorro presupuestario
rigurosa Ralentización del crédito
Pero también
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Caida de la producción
Gráfico 4.3. Encadenamiento de fases Stop and Go. (FUENTE: Échaudemaison, 2004.)
1
Consistía en cambiar de forma rápida la orientación de la política económica alternando me-
didas de relanzamiento económico con medidas de estabilización, a fin de corregir los desequilibrios
sucesivos.
industrial del 38,4 % de la población activa ocupada (8.851 miles en 1960) a 34,6 %
en 1974, mientras los servicios aumentan del 47,7 % a 55,1 %. Un cambio que no
es específico del Reino Unido, pues en 1968 los países escandinavos y Bélgica te-
nían una proporción equivalente empleada en servicios, y Estados Unidos, Cana-
dá, Australia y los Países Bajos la superaban. Reino Unido anuncia un fenómeno
que se difundirá por otras naciones industrializadas.
Pero esta desindustrialización no se acompañó de un descenso de la actividad
y de los beneficios. Entre 1963 y 1970 la producción industrial del Reino Unido
aumentó un 27 %, y sólo las minas, astilleros y la industria del cuero vieron caer su
producción. Otros sectores contratan hasta finales de los sesenta: metalurgia se-
cundaria, automóvil, imprenta y agroalimentación. Pero el gran éxito de los años
sesenta fueron la química y la industria petrolífera. ICI se eleva a la quinta posición
mundial, y Shell y British Petroleum tienen excelentes rendimientos. Un éxito que
llega a la industria farmacéutica, que se afirma líder en tecnología (Glaxo).
La industria británica, que reduce su distancia productiva y tecnológica res-
pecto a Estados Unidos, se va desindustrializando en el sentido de que el empleo
industrial cae por primera vez en dos siglos. Una desindustrialización en los años
sesenta que fue positiva, pues las empresas incrementan su producción y sus be-
neficios gracias a la reducción de sus efectivos y a la creación de empleo en los
servicios y en algunos sectores industriales punteros, que compensan ampliamen-
te las supresiones de empleo; el paro quedó reducido a casi nada antes de 1973.
tre 1945 y 1975. El período contrasta con la lentitud del crecimiento económico
durante el siglo XIX. Cuatro factores jugaron un papel clave: 1) el crecimiento
demográfico ligado al baby-boom; 2) la planificación y el esfuerzo de moderniza-
ción de la economía emprendido en 1945; 3) las grandes reformas estructurales
llevadas a cabo hasta 1970 y, finalmente, 4) la apertura internacional en el marco
de la CECA y más tarde de la CEE.
Francia pasa de contar 39,6 millones de habitantes en 1941 a 51,2 en 1971,
representando un poderoso factor de crecimiento económico. El aumento de la
población activa ayudó a crear empleos gracias a la nueva demanda y la diversi-
ficación de las actividades; donde más se notó fue en el sector terciario (2,5 mi-
llones de nuevos puestos de trabajo entre 1955 y 1970), aunque tocó también la
industria (650.000 empleos). Pero el incremento demográfico fue insuficiente, por
lo que se acude a la inmigración. Entre 1946-1954 llegan al país 325.000 inmigran-
tes, que suben a 1,15 millones entre 1954-1962, a 420.000 entre 1963-1965, y a
631.000 entre 1972-1975.
Desde 1945 la economía francesa establecerá sus objetivos por medio de la
planificación. Creada por decreto de enero de 1946, tuvo carácter indicativo y fue
de tal manera que entre 1951 y 1955 el valor de las exportaciones fue igual a un
11,6 % del PIB, y un 15,6 % entre 1969 y 1973. Por lo que respecta a las importa-
ciones, pasan del 10,4 % a 15,2 %. Sin embargo, el fenómeno más interesante tiene
que ver con la reorientación del comercio internacional, que si antes iba dirigido
a su Imperio colonial, pronto se encamina a los países de la CECA y de la CEE.
En 1952 el 20 % de las importaciones francesas provenían de países de la Comu-
nidad Europea; esta proporción llega al 48 % en 1974. En el caso de las exporta-
ciones son 24 % y el 54 %. Es indudable que existe relación entre la integración
europea, el crecimiento del comercio y el crecimiento económico.
también se estableció una relación de fábricas que se desmontarían para pagar a los
vencedores y se hicieron entregas de parte de la producción. Había cierto consenso
sobre que el país debía ser ruralizado. Sin embargo, en 1947 los crecientes problemas
con los soviéticos y la llegada de la guerra fría hicieron cambiar la posición aliada.
Desde 1945, Alemania se benefició de las ayudas alimentarias urgentes entre-
gadas por la UNRRA y de la dispensada por GARIOA (Government and Relief
in Occupied Areas). A partir de 1948 las ayudas llegan del Plan Marshall. GA-
RIOA y Plan Marshall suponen 4.400 millones de dólares, traduciéndose en un
flujo de materias primas industriales, productos semiacabados y bienes de equi-
pamiento americano ultramoderno (el 7,5 % de las inversiones entre 1948-1951).
Uno de los primeros pasos de la reconstrucción fue una reforma monetaria que
evitara los males de la hiperinflación. En junio de 1948 los americanos impondrán
su plan (del financiero americano Joseph Dodge), asociado al nombre de Ludwig
Erhard (1897-1977). Se crea un nuevo banco central, el Bundesbank, independiente
del poder político, y una nueva moneda, el deutschemark. Se decide una gigantes-
ca operación de deflación, mediante el canje de billetes antiguos por nuevos (15,4
reichsmarks = 1 deutschmark), hasta un tope de 70 deutschmark. Fue una verda-
dera bancarrota, pero se redujo la masa monetaria, desaparece el mercado negro,
los salarios se igualan con los precios y se relanza el consumo y la producción. Le
acompaña una reforma fiscal para que las empresas pudieran disponer de fondos
propios para la inversión, lo que supone entre 1953 y 1965 el 23,2 % del PNB en
Alemania, frente a sólo 15,7 % para Reino Unido y 18,9 % para francia.
También se limitarán los gastos sociales, que aumentan poco, 15,7 % en 1950
y 16,5 % del PNB en 1963, frente a lo que ocurre en otros países occidentales.
Después, vino un proceso político con la aprobación de la Constitución en
1949, que creaba la República Federal Alemana, y la elección del canciller Konrad
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sindicatos y patronal, los representantes de los asalariados participan con los re-
presentantes de los accionistas en el Consejo de las sociedades y en los benefi-
cios, etc.). El tercer principio es la redistribución de los ingresos, para garantizar
el poder adquisitivo. La intervención en la economía (políticas keynesianas) va a
ser rechazada por W. Eucken, pero admitida por sus discípulos, que no se opon-
drán a la utilización de políticas fiscales y presupuestarias.
Los éxitos económicos del gobierno Adenauer (1949-1963) permitieron la ad-
hesión de todas las fuerzas sociales y políticas al proyecto, incluyendo al partido
socialdemócrata (SPD), que renuncia a sus referencias al marxismo (1959).
El «Deutsche Wirtschaftswunder»
Desde fines de los cuarenta asistimos a un fuerte crecimiento económico, titula-
do «El milagro alemán». Dos tipos de factores pueden explicarlo.
Por una parte, «El potencial interior, antiguo y nuevo»: a) el potencial industrial
y agrícola no quedó destruido; b) la reconstrucción de las infraestructuras de trans-
porte y la circulación de materias primas, así como el saneamiento de la moneda y
las inversiones, permite modernizar el equipamiento industrial, y c) el factor huma-
no fue elemento esencial de la recuperación: integración de los parados y flujo mi-
gratorio (alta cualificación de los refugiados de la RDA), disciplina, sentido del
deber y orden.
Y en segundo lugar «La ayuda exterior»: a) ayuda americana (Government and
Relief in Occupied Areas y Plan Marshall), esencial para las inversiones e importa-
ciones; b) ayuda de la Unión Europea de Pagos, y las exenciones al librecambio
acordadas por la OECE; c) el acuerdo de Londres sobre las deudas (1953) redujo
en 2/3 los créditos sobre los préstamos de anteguerra y los créditos tras la guerra, y
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d) la relativa debilidad de los gastos militares, con expresa prohibición del arma-
mento atómico.
Los especialistas también justifican el crecimiento alemán como consecuencia
de varios factores: establecimiento de un nuevo sistema político; la obligatorie-
dad de las exportaciones, ya que su mercado interior es insuficiente; la reconstruc-
ción del ahorro debido a la reforma monetaria, que permite tasas de inversión que
alcanzan el 25 %, y un auge industrial de productividad máxima.
Entre enero de 1949 y diciembre de 1950 la producción industrial casi se du-
plicó, gracias en parte a la vuelta de muchos servicios no utilizados. De 1950 a
1956, el PIB creció a un ritmo de 9 % por año. Alemania, aunque limitada a la
RFA, vuelve a ser la primera potencia industrial europea en 1960. El PIB por
habitante se multiplicó por 2,8 % entre 1950 y 1970.
La tasa de crecimiento de la economía estuvo estrechamente relacionada con
el crecimiento de la mano de obra cualificada: once millones de refugiados (1947),
más 2,5 millones de exiliados de la República Democrática Alemana (1948-1961),
y otro medio millón que llega de la Europa del Este. En 1955 firma acuerdos para
contratar inmigrantes de países mediterráneos u otros (1,8 millones en 1969).
La política económica
El primer problema del nuevo presidente Harry S. Truman, tras la muerte de
Franklin D. Roosevelt en abril de 1945, fue la reconversión de una economía
de guerra a otra de paz, que evitara una crisis similar a la de 1920-1921. El con-
sumo diferido por la guerra y el ahorro acumulado permitió que la demanda in-
terna mantuviera el crecimiento. Su reelección (1948) antecede en poco a la pri-
mera recesión entre octubre de 1948 y julio de 1949. Las capacidades productivas
de Estados Unidos habían crecido tanto que su mercado interior no era capaz de
absorber la totalidad de la producción, y tampoco existía demanda desde una
Europa empobrecida.
Inmediatamente comienzan las políticas de relanzamiento, con ayudas a los
excombatientes y créditos al consumo, y también el Plan Marshall. A inicios de
1950 la economía inicia su recuperación, que se consolida con la guerra de Corea
(1950-1953). El PNB aumenta entre 1950 y 1953 (8,7; 7,4; 3,4 y 4,4 %), cayendo el
número de parados hasta 2,8 % (1953). Pero con el incremento de los gastos mili-
tares, la ayuda exterior y las inversiones en el extranjero, la balanza de pagos entra
en déficit. Entonces se decide una política de estabilización: congela los precios,
aumenta la presión fiscal para financiar la guerra, restringe el crédito y endurece
la política monetaria con la emisión de bonos del tesoro.
La llegada del republicano Dwight Eisenhower a la Casa Blanca (1953) supu-
so un crecimiento irregular, en un período marcado por recesiones mayores que
las europeas (1954, 1958, 1961). El desempleo sube al 5 % en 1949-1954 y al 6 %
en 1958-1961. Cambios que probablemente tienen que ver con las políticas res-
trictivas. El objetivo tras la inflación de la guerra de Corea fue restablecer los
equilibrios: se restringe el crédito (también se frena la inversión) y se recortan los
excedentes presupuestarios. Como resultado, la subida media de los precios es
del 1,3 % entre 1952 y 1960, una estabilidad asegurada a costa de la producción
y del pleno empleo. Sin embargo, ante la falta de dinamismo del mercado ameri-
cano, los capitales salen al exterior; esto representa un factor de desequilibrio, ya
que ante una posible devaluación se generaron los primeros ataques especulativos
contra el dólar en 1960.
TABLA 4.18
Balanza de Pagos de Estados Unidos (miles de millones de $)
Saldo de Saldo de
Saldo movimiento Saldo movimiento
Saldo
de bienes de capitales de balanza de capitales
global
y servicios a largo base a corto
plazo plazo
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co. Francia propuso en 1950 poner en común las producciones de carbón y acero
francesa y alemana, e iniciar negociaciones con el Benelux e Italia para obtener
su adhesión. El 18 de abril de 1951 se crea la CECA. La producción de acero pasó
de 34 a 56 millones de toneladas, frente a las 77 de Estados Unidos, y las 20 del
Reino Unido (Piquet Marchal, 1985).
una estabilidad creciente, una elevación acelerada del nivel de vida y relaciones
más estrechas entre los Estados que la integran» (Tratado de Roma).
La CEE representaba un esfuerzo de desarrollo sin precedentes, con una ex-
tensión de 1,1 millones de km2, una población de 166 millones de habitantes y
una población activa de 71 millones. Sin embargo, faltaba Reino Unido, que, de-
seando mantener sus relaciones prioritarias con Estados Unidos, los países de su
antiguo Imperio y la integridad de la zona de la libra esterlina, se mostraba rece-
losa, por lo que constituye en 1959 la Asociación de Libre Comercio (AELC), for-
mada por ella misma y Noruega, Dinamarca, Austria, Portugal, Suecia, Suiza,
Finlandia (1961) e Islandia (1970).
Una de las actuaciones fundamentales de la CEE fue la puesta en marcha de
la Política Agraria Común (PAC) en 1960, que sostendrá los precios de los pro-
ductos agrícolas (compra de excedentes, aranceles proteccionistas, subvenciones,
etc.); se trataba de algo necesario, ya que una quinta parte de la población de la
Comunidad trabajaba en la agricultura. Un gasto que se convierte en centro per-
manente de disputa entre los Estados, al absorber gran parte del presupuesto
comunitario.
El crecimiento se hace fuerte. Con relación a la media de los años 1947-1949,
la producción carbonífera de la CEE pasa del índice 86 al 135 (1959); el refina-
do de petróleo de 71 al 851 para la CEE y de 89 al 220 para la AELC. La produc-
ción de electricidad de 94 a 238, y de 61 a 239, respectivamente. La de acero bruto
de 71 a 276 para la Europa de los Seis, y de 87 a 160 para la AELC. En conjunto,
el ritmo de crecimiento va dejando lejos al Reino Unido y a Estados Unidos.
Respecto a la agricultura, tomando como base los años 1947-1949, la produc-
ción de trigo tiene en 1959 un índice 174 para los Seis, y 149 para los países de la
AELC. Para la carne de vacuno y porcino los índices son 205,6 y 192,5, y para la
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TABLA 4.19
Evolución de los intercambios intracomunitarios respecto a las exportaciones
totales de la CEE 1958 a 1969 (%)
1958 1969
Francia 22 48
Italia 24 43
RFA 27 40
CEE 32 48
CONCLUSIONES
El mundo vivió una época de crecimiento extraordinario entre 1950 y 1973
(4,91 % anual), que contrasta con el período previo 1913-1950 (1,85 %). La acele-
ración del crecimiento en los cincuenta y los sesenta puede atribuirse a la libe-
ralización de las transacciones, el incremento del capital físico y humano, la tec-
nología y el uso de políticas económicas que controlaban el crecimiento para
mantener un alto nivel de demanda. También suele considerarse que las elevadas
tasas de crecimiento fueron una consecuencia de la recuperación del retraso pre-
vio y por la destrucción de la SGM. Los países en los que más creció el PIB fueron
los perdedores: Japón (9,29 %), la RFA (5,68 %), Italia (5,64 %), y debido a la
destrucción Francia (5,5 %), etc. Por el contrario, Reino Unido (2,93 %) y Estados
Unidos (2,45 %) crecieron a tasas inferiores.
Dicho crecimiento se basó en la fundación de instituciones internacionales con
reglas fijas, que potenciaban el librecambio. Surge el Fondo Monetario Internacio-
nal (FMI), que recupera el oro como base del sistema monetario, añadiéndole el
dólar como divisa internacional, el Banco Mundial (BM) y el GATT, y diversas
organizaciones regionales de comercio —Comunidad Económica Europea (CEE),
Asociación Europea de Libre Cambio (AELC), etc.—, que hicieron crecer el co-
mercio internacional más rápido que el PIB de las economías occidentales.
La destrucción ocasionada por la guerra llevó al Estado a intervenir en la
economía para acelerar la reconstrucción, y así planificar la futura actividad e
incluso nacionalizar sectores económicos completos. Como garante del bienestar
general, pondrá en funcionamiento como contrapartida políticas de bienestar que
mejoran el nivel de vida de los ciudadanos y universalizan la protección social.
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CUADRO 5.1
Indicadores del crecimiento económico del mundo (porcentaje anual) (1970-2010)
1970 1973 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010
PIB 2,75 6,58 1,02 1,84 3,91 3,03 2,89 4,19 3,50 4,34
PIB per cápita 0,66 4,54 −0,84 0,07 2,12 1,28 1,38 2,84 2,27 3,15
Formación bruta de capital — 10,52 −7,86 −1,15 4,65 3,21 4,84 5,97 4,86 9,52
Formación bruta de capital fijo 1,29 7,91 −2,00 0,63 5,18 4,12 4,02 5,21 5,75 4,31
Valor añadido industrial — 7,80 −3,08 −0,20 4,26 3,03 3,43 4,18 2,93 8,43
Valor añadido de las manufacturas — — — — — — — 5,75 3,95 11,35
Valor añadido de servicios — 6,28 3,09 2,96 4,03 3,38 2,64 4,15 3,73 3,32
FUENTE: Banco Mundial. Elaboración propia.
7,00
6,00
% Crecimiento anual
5,00
4,00
3,00
2,00
1,00
0,00
1970 1973 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010
−1,00
−2,00
PIB PIB pe r cápita
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Gráfico 5.1. Producto interior bruto absoluto (PIB) y por persona en el mundo (1970-2010).
(FUENTE: cuadro 5.1.)
da crisis del petróleo, en la que se elevaron los precios del mismo pero también de
las materias primas. A partir de la década de 1970 se impuso un nuevo modelo
económico, conocido como el consenso de Washington. Éste se basaba en el libre
mercado, el librecambio, la privatización y el abandono de las políticas fiscal y
monetaria discrecionales. En definitiva, en el desmantelamiento de la intervención
económica del Estado, la desregulación de los mercados —especialmente los fi-
nancieros— y la liberalización exterior. En realidad se trataba de una nueva polí-
tica económica, basada en las teorías de los mercados eficientes y en las expecta-
tivas racionales, y que consideraba innecesaria la intervención del Estado. Se
trataba de políticas más preocupadas por el crecimiento y, en consecuencia, por
la remuneración del capital. El nuevo modelo de crecimiento fue bastante estable,
pues pasada la crisis de 1981 no hubo recesiones globales ni procesos inflacionis-
CUADRO 5.2
Millones de habitantes, tasas de natalidad, mortalidad y densidad de población (1970-2010)
Crecimiento Natalidad Mortalidad Densidad
1970 1980 1990 2000 2010 población 2001-2010 2001-2010 2001-2010 2010
Porcentaje anual ‰ ‰ hab/km2
Mundo 3.697 4.434 5.264 6.118 6.894 1,2 20 8 51
África 357 470 622 798 1.030 2,4 37 13 34
América Latina 285 361 442 520 585 1,3 19 6 28
Norteamérica 232 256 284 316 344 0,6 13 8 16
Asia 2.148 2.632 3.168 3.680 4.157 1,2 19 7 130
Europa total 656 692 721 728 739 0,0 11 11 32
Europa occidental 166 170 176 184 189 0,1 10 9 170
Oceanía 19 23 27 31 37 1,1 18 7 4
CUADRO 5.3
Porcentajes de población por grupos de edad y de las mujeres sobre la población
total (2001-2010)
< 15 < 15 15-64 15-64 > 65 > 65 Mujeres Mujeres
2001 2010 2001 2010 2001 2010 2001 2010
Mundo 30 27 63 65 7 8 50 50
África 43 41 54 56 3 3 50 50
América Latina 31 29 63 64 6 7 49 51
Norteamérica 21 20 66 67 12 13 49 51
Asia 30 26 64 67 6 7 51 49
Europa total 17 16 68 68 15 16 48 52
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Europa occidental 18 16 69 66 13 18 47 51
Oceanía 26 24 65 65 10 11 50 50
FUENTES: Segura (2010). Population Reference Bureau. United Nations. Population. División (2011).
Elaboración propia.
53
52
51
% Mujeres/Población
50
49
48
47
46
45
44
Mundo África América Norteamé- Asia Europa Europa Oceanía
Latina rica total Occidental
Gráfico 5.2. Porcentaje de mujeres sobre la población total (2001-2010). (FUENTE: cua-
dro 5.3.)
siempre elementos fundamentales para salir de las crisis económicas que se han
producido en el último tercio del siglo XX y primer decenio del XXI. Como se plas-
ma en el gráfico 5.3, las mujeres han ido ganando posiciones, aunque aún quedan
por detrás de la población masculina en cuanto a formación de enseñanza prima-
ria. Proporciones que serían peores para las mujeres si se tratase de enseñanzas
secundarias o universitarias.
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CUADRO 5.4
Porcentaje mujeres (M), hombres (H) y población total (T) en edad escolar matriculados en
enseñanza primaria (1971-2011)
M H T M H T M H T M H T M H T
Mundo 63,9 79,1 71,7 70,8 84,5 77,8 78,1 85,7 82,0 82,2 87,5 84,9 89,8 91,5 90,7
OCDE 89,1 89,5 89,3 94,5 95,0 94,8 96,6 96,8 96,7 98,3 98,2 98,2 98,0 97,8 97,9
UE 95,3 94,8 95,0 94,7 94,4 94,5 94,2 94,1 94,1 98,7 98,7 98,7 98,4 98,4 98,4
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% Escolarización primaria
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Bajas reservas EE.UU.
Estable producción OPEP
Guerra Irán-Irak 1980 Crecimiento China 2008
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Precios OPEP
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Guerra
del Golfo 1990
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Precios corrientes Precios constantes
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Gráfico 5.4. Precio del petróleo crudo en dólares/barril (1970-2012). (FUENTE: cuadro A.5.2
del apéndice.)
cios predominante. Ante las alzas de los costes que el aumento de los precios y
tipos de interés provocaron, muchas empresas suspendieron pagos o restringieron
su actividad. También los bancos se encontraron en situaciones muy difíciles, con
préstamos antiguos a bajos tipos de interés, con un fuerte encarecimiento del di-
nero y con una oleada de impagos que les llevó a la quiebra a muchos de ellos.
Las compañías y los estados repercutieron las alzas sobre los productos finales, y
la inflación se disparó (gráfico 5.5). De tal manera que, si a comienzos de los se-
tenta la tasa de inflación estaba en torno al 5 %, en 1975 la tasa media en los paí-
ses industriales rondaba el 15 % (Tortella, 2005).
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Gráfico 5.5. Tasas de inflación (porcentaje anual) (1970-2011). (FUENTE: cuadro A.5.1 del
apéndice.)
CUADRO 5.5
Porcentaje anual del crecimiento económico en la OCDE (1970-2010)
1970 1973 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010
PIB 2,06 6,42 0,54 1,25 4,03 3,20 2,50 3,93 2,52 3,20
PIB per cápita 0,99 5,33 −0,53 0,36 3,27 2,32 1,68 3,18 1,81 2,55
Formación bruta de capital — 10,52 −10,14 −2,51 4,32 3,51 3,76 5,66 3,28 7,69
Formación bruta de capital fijo 0,39 7,86 −3,94 −0,49 5,64 4,19 3,40 4,94 4,12 1,39
VAB agricultura — 3,31 0,53 −2,01 3,45 2,80 −2,07 4,19 1,82 −2,03
VAB industria y manufacturas — 7,40 −3,61 −0,85 4,64 3,11 2,75 8,79 3,92 19,65
VAB servicios — 6,15 2,61 2,59 3,99 3,44 2,43 3,93 2,94 2,33
FUENTE: Indicadores de desarrollo en el Mundo. Banco Mundial. Elaboración propia.
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Gráfico 5.6. Porcentaje anual del crecimiento del PIB y del PIB per cápita en la OCDE
(1970-2010). (FUENTE: cuadro 5.5.)
y a 39.000 millones para los países de industrialización media. Los países desa-
rrollados adoptaron fuertes medidas proteccionistas, con lo que consiguieron re-
ducir la demanda de materias primas; en consecuencia, las exportaciones de los
países menos desarrollados se vieron afectadas en un 0,1 % en 1974. En cambio,
los países en vías de desarrollo, en comparación con los industrializados, sopor-
taron mejor el impacto de la crisis. La relación de intercambio e índice de precios
mundiales fue de un deterioro del 19 % para los países industriales, una mejora
del 367 % para los países exportadores de petróleo y un deterioro del 8 % para los
países menos desarrollados no exportadores de petróleo.
En lugar de lograr un acuerdo de unión entre los países consumidores, se optó
por la política del «sálvese quien pueda», intentando firmar acuerdos bilaterales
con los países productores, mediante delegaciones aisladas para obtener cada una
los mejores beneficios.
Otra consecuencia negativa del encarecimiento del petróleo fue la redistribu-
ción de la riqueza mundial a favor de países que, como los árabes, tenían una baja
propensión al gasto, de modo que el aumento de su demanda exterior no com-
pensó el descenso de la demanda interior en los países importadores, un hecho
que provocó en ellos una crisis de producción y de empleo (Feliu y Sudrià, 2007).
No obstante, los grandes beneficiados por la crisis fueron los países exportadores
de petróleo —tanto en términos monetarios como de participación y control de
sus reservas— y las grandes compañías petroleras. En el período de 1974-1978, la
OPEP obtuvo un excedente conjunto de 10.000 millones de dólares, cantidad que
equivalía a la mitad del total mundial de las reservas monetarias oficiales, si bien
estos excedentes no se repartieron de forma homogénea entre los países, y las di-
ferencias se hicieron evidentes en los años que siguieron a la crisis. Debido a la
reducción de las ventas y al fuerte incremento de las importaciones, se produjo un
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incrementó el nivel general de precios, sino que los tipos de interés reales (el tipo
de interés nominal menos la tasa de inflación) se volvieron negativos. La intensa
inflación llevó a los trabajadores a negociar incrementos salariales que superaban
la inflación, lo que provocó una espiral de crecimientos sucesivos de precios y
salarios. Todas estas políticas, en lugar de reducir las tasas de paro, las aumen-
taron. La relación inversa entre la tasa de inflación y la de desempleo (curva de
Phillips) dejó de cumplirse en la crisis de 1973. Hasta 1980, las altas tasas de in-
flación coexistieron con las tasas descendentes de crecimiento y de empleo. En
consecuencia, no se logró frenar el aumento del paro, ni recuperar la demanda ni
los beneficios empresariales (Feliu y Sudrià, 2007).
Al agravamiento de la crisis contribuyó la política de precios sobre el petróleo
aplicada por EE.UU. Por un lado limitó el precio del «petróleo antiguo», y por
otro permitió que el petróleo recién descubierto se vendiera a un precio más ele-
vado; esta medida provocó que el antiguo se retirara del mercado y que se produ-
jera una escasez artificial. De esa manera, se impulsaban las prospecciones petro-
líferas. La escasez obligó a tomar una serie de medidas tanto en EE.UU. como en
otros países, entre ellas el racionamiento de gasolina. La crisis concienció a las
empresas y a los particulares en el ahorro energético. Así se hizo en 1974 por par-
te de las autoridades estadounidenses, cuando se estableció un límite máximo de
velocidad de 55 mph —unos 90 km/h—, se impuso el horario de verano entre el
6 de enero de 1974 y el 23 de febrero de 1975, y los grandes fabricantes de auto-
móviles de EE.UU. pusieron en marcha la reducción de los tamaños de los automó-
viles para bajar el consumo máximo a 9 litros por cada 100 km. Todas estas me-
didas estaban respaldadas por el propio gobierno federal, al constituir en 1975 la
Reserva Estratégica de Petróleo de EE.UU., en 1977 el Departamento de Energía
y en 1978 la promulgación de la Ley Nacional de Energía.
La crisis también hizo posible la explotación de los yacimientos del Mar del
Norte, con lo que la extracción se quintuplicó en tres años y Gran Bretaña quedó
bastante a salvo de la crisis. A su vez, Estados Unidos consiguió explotar sus in-
mensas reservas en Alaska, y esto supuso una aportación de 1/3 de la producción
petrolífera total de los EE.UU.
Para las economías latinoamericanas, en conjunto, la década de los ochenta
fue desastrosa. La crisis se inició con la suspensión de pagos de México en 1981,
el llamado efecto tequila, y se extendió por la mayor parte de los países latinoame-
ricanos. La aplicación de políticas «dependentistas», mezclando keynesianismo y
marxismo, tratando de aislarse del mercado internacional y persiguiendo indus-
trializarse a toda costa, tuvo graves consecuencias para sus economías. Lo que en
Europa y EE.UU. fueron inflaciones, en América Latina fueron hiperinflaciones;
y mientras en el ámbito desarrollado se iba logrando una mayor integración eco-
nómica, los países latinoamericanos se fueron cerrando en sí mismos y entrando
en un nuevo círculo vicioso de estancamiento económico y degradación socio-
política. Sólo cuando abandonaron las políticas «dependentistas» y se encamina-
ron por la apertura y la liberalización, su situación mejoró (Tortella, 2005).
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Aun con todas estas medidas, los desequilibrios, tanto exteriores como inte-
riores, fueron amplios en todas las economías capitalistas. A los problemas eco-
nómicos planteados por esta crisis no pudo escapar ni siquiera el bloque soviético;
los problemas estructurales que arrastraban y los coyunturales derivados de la
crisis condenaron a medio plazo a la desaparición de las economías comunistas.
En definitiva, las políticas keynesianas, en lugar de ayudar a salir de la crisis la
agravaron (Comín, 2011), y pusieron en cuestión las instituciones establecidas en Euro-
pa después de la Segunda Guerra Mundial. El Estado fiscal basado en los impuestos
progresivos entró en crisis y las críticas contra el estado del bienestar arreciaron.
fundamentos económicos de los países más avanzados. Esta segunda crisis se pro-
dujo bajo los efectos conjuntos de la revolución iraní, en septiembre de 1978, y de la
guerra Irán-Irak, en septiembre de 1980 (gráfico 5.4). El desarrollo de ambos acon-
tecimientos históricos disparó de nuevo el precio del petróleo. Desde mediados de
1978 hasta 1981 éste se multiplicó por 2,5 en dólares corrientes o por 1,8 en dólares
constantes (gráfico 5.4). Esta nueva subida tenía relación con el propio desarrollo de
la revolución iraní, ya que en noviembre de 1978 unos 37.000 trabajadores de las re-
finerías iraníes se declararon en huelga, bajando la producción de 6 millones de ba-
rriles diarios a 1,5 millones. La suspensión de las exportaciones iraníes desde finales
de 1978 a principios de marzo de 1979 desestabilizó la comercialización del petróleo,
ya que éstas representaban un 10 % del abastecimiento total del mercado. Esta re-
ducción generó un déficit mundial de cerca de 2 millones de barriles diarios, equi-
valentes al 4 % de la demanda mundial. A esto se unió el que las grandes compañías,
ante la previsión de que los precios del petróleo se elevaran, almacenaron cantidades
de petróleo adicionales. La congelación de exportaciones iraníes provocó la casi
instantánea subida de precios. A este incremento contribuyó el inicio de la guerra
entre Irán e Irak en septiembre de 1980, con lo que el precio del barril de petróleo
se disparó hasta los 39 dólares corrientes. Entre 1979 y 1980, los precios subieron
un 57 % en términos corrientes y un 38 % en dólares constantes, y ocasionaron, de
nuevo, el aumento de los excedentes por cuenta corriente de los países de la OPEP.
Al juego especulativo iniciado por la OPEP y las grandes compañías petrolíferas se
unió el gobierno iraní, vendiendo crudo en el mercado libre y elevando el precio del
barril. También las compañías norteamericanas entraron en esa dinámica, vendien-
do productos refinados en el mercado libre y contribuyendo a la confusión y al man-
tenimiento de los precios altos. La reducción de suministros afectó sobre todo a
Japón y a Europa porque dependían del petróleo iraní; incluso algunos países, como
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Israel, Sudáfrica, Suecia y España, tuvieron que recurrir a los mercados libres para
hacerse con el suministro de crudo, a cambio de pagar precios exorbitantes. Aunque
con algunas diferencias, estas decisiones condujeron a un déficit similar en volumen
al generado en la primera crisis petrolera. La parte de la renta nacional de la OCDE
transferida a la OPEP rondó los 160 millones de dólares, el equivalente a un 2,75 %
de su PIB. Los especuladores aprovecharon la coyuntura para hacer negocio, y todo
ello a pesar del aumento de la producción saudí y del reinicio parcial de exportacio-
nes iraníes. Hacia octubre de 1981, la OPEP dejó de funcionar como un cártel y
aplicó la política de precios más conveniente dentro de un amplio margen de fluc-
tuación. A finales de ese año, la situación se empezó a normalizar con la bajada
generalizada de precios por parte de los países productores (Feliu y Sudrià, 2007).
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Gráfico 5.7. Porcentaje crecimiento anual PIB Reino Unido, EE.UU. y OCDE (1970-2010).
(FUENTE: cuadro A.5.3 del apéndice.)
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Gráfico 5.8. Porcentaje crecimiento anual PIB Italia, Alemania, Francia y España (1970-
2010) (FUENTE: cuadro A.5.3 del apéndice.)
a finales de 1990 la recesión llegó a las grandes potencias industriales: entre 1989
y 1990 el crecimiento económico de EE.UU. se debilitó, pasando de un 2 a un
0,5 %, y a una tasa negativa del −0,8 % en 1991; la recesión en el Reino Unido fue
la más fuerte desde 1945 y se prolongó hasta 1993; Suecia, con una recesión vio-
lenta, entró en una fase de casi estancamiento; en Alemania y en el resto de los
países de Europa occidental la recesión estalló a mediados de 1992 y se continuó
hasta 1994. Por ejemplo, en 1993 la producción industrial de Alemania cayó un
8,3 %, y para el conjunto de países de la Unión Europea (UE) la producción total
lo hizo en un 1 % (cuadro 5.6 y gráfico 5.9). Japón, desde 1990, con un crecimien-
to del 1,2 %, se adentró en una larga fase deflacionista.
Como se ha indicado, la recesión mundial de 1991 a 1993 coincidió, además,
con el derrumbe del sistema comunista en la Europa oriental entre 1989 a 1993.
En los países del antiguo bloque soviético, los índices de producción cayeron re-
gularmente entre un 10 y un 30 %. En el período 1989-1997, Rusia llegó a perder
hasta el 70 % de su producción industrial. A esta caída se habían unido en los años
ochenta la mayoría de países africanos y un buen número de países asiáticos, ca-
ribeños, centroamericanos y sudamericanos.
CUADRO 5.6
Indicadores del crecimiento económico de la UE (porcentaje anual) (1970-2010)
1970 1973 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010
PIB 5,85 6,28 −0,61 1,38 2,51 2,75 2,70 3,88 2,07 2,20
PIB per cápita 5,30 5,67 −1,13 0,97 2,26 2,42 2,50 3,65 1,61 1,91
FBc 9,95 −11,59 0,09 2,64 3,43 5,46 5,07 2,31 5,21
FBcf 5,23 −3,83 1,87 2,88 3,93 3,88 4,43 3,32 0,73
VAB agricultura 5,02 −2,12 2,43 0,04 4,66 2,02 −0,31 −5,60 −0,26
VAB industria y manufacturas 5,87 −3,81 0,13 2,46 2,08 2,23 9,99 3,62 4,94
VAB servicios 6,63 0,28 2,85 2,67 3,66 2,94 3,82 2,07
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Gráfico 5.9. Porcentaje del crecimiento anual PIB y PIB per cápita en la UE (1970-2010).
(FUENTE: cuadro 5.6.)
res, los gobiernos inyectaron grandes cantidades de crédito y bajaron los tipos de
interés, tal como hizo entre 1989 y 1992 la Reserva Federal estadounidense, al
bajar el tipo de interés de un 10 % a un 3 %. Aun con estas medidas, no consiguie-
ron estimular la maquinaria económica. Al contrario, se produjo una contracción
del crédito y un importante rebrote inflacionario. El riesgo de la estanflación
reapareció de nuevo (gráficos 5.1 y 5.5).
Desde 1993 aparecieron algunos síntomas, pero la recuperación económica de
Estados Unidos, Canadá y Reino Unido no se produjo hasta 1994; de hecho, las
cifras de crecimiento no superarán nunca el 5 %. De cualquier forma, la mejoría
económica estará apoyada en el endeudamiento masivo de EE.UU. y de toda la
economía mundial, y en la estimulación del consumo doméstico hasta caer el
ahorro en 1996 a cifras negativas que no se conocían desde la Segunda Guerra
Mundial. Las autoridades económicas estadounidenses también basaron su recu-
peración en la manipulación del dólar, bajando o subiendo su cotización según
sus intereses, en una agresiva política comercial, obligando a sus rivales a desman-
telar los aranceles y utilizando mecanismos proteccionistas y, por último, en un
aumento de la productividad laboral que le permitió bajar los costes y hacer las
mercancías americanas más competitivas.
Por su parte, los países europeos también siguieron a partir de 1995 la senda
del crecimiento, aunque en menor medida que EE.UU., pues sus índices oscilaron
entre el 1 y el 3 % (cuadro A.5.3 del apéndice y gráficos 5.8 y 5.9). Algunos países
claves de América Latina, como Brasil, Chile, Argentina, Venezuela o México re-
cibieron enormes préstamos especulativos, pagados a corto plazo con elevados
intereses; a los países emergentes, China y los llamados tigres o dragones asiáticos,
se le entregaron cuantiosos fondos sobre la base de la paridad entre su moneda
local y el dólar como combustible de su rápido aunque ilusorio crecimiento. No
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CUADRO 5.7
Evolución de las tasas de paro en las economías desarrolladas (1973-2010)
EE.UU. 4,9 8,5 7,1 9,7 5,6 6,9 4,5 4,7 9,6
Reino Unido 2,2 3,2 5,6 10,3 6,8 10,3 6,1 4,7 7,8
Japón 1,3 1,9 2,0 2,3 2,1 2,5 4,1 5,0 5,0
Alemania 0,8 3,3 2,7 5,6 4,8 7,9 9,2 7,8 7,1
Francia 2,7 4,0 6,4 8,1 9,4 11,3 12,1 8,6 9,3
Italia 5,9 5,5 7,5 9,0 9,8 10,2 12,1 9,6 8,4
España 2,6 4,5 11,1 15,5 16,0 22,4 18,6 10,5 20,1
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% Paro
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1973 1975 1980 1982 1990 1990 1993 1998 2001 2010
OCDE UE
como unidad monetaria de cuenta; también con la constitución del mercado úni-
co europeo en 1986, con la liberalizaron de los mercados de trabajo y capitales
desde 1992 y con la movilidad de los bancos y de sus operaciones dentro de la
Unión Europea. Mientras se producían estos avances, se fueron adhiriendo nuevas
naciones hasta llegar a 27 países en 2009. Unos años antes, en mayo de 1998 se
constituyó la Unión Monetaria Europea y se activó la política monetaria común
y el eurosistema, integrado por el Banco Central Europeo y los bancos centrales
de los once países que inicialmente integraron la Unión. En 1999 el euro se adop-
tó como unidad de cuenta y el Banco Central Europeo se convirtió en la máxima
autoridad monetaria en el área euro. Sin embargo, los nuevos billetes y monedas
no empezaron a circular hasta el 1 de enero de 2002 (Comín, 2011).
coste para el Estado de unos 125.000 millones de dólares. Dicha política econó-
mica dio como resultado a largo plazo un incremento del déficit público y, sobre
todo, de la deuda pública y privada; esta última avivada por la desregulación, que
incitaba a las familias a dejar de ahorrar y a endeudarse. Fue inevitable no sólo
un aumento de la desigualdad económica, sino también el estallido final de la
deuda en los años siguientes, dándose así las condiciones idóneas para que se
produjera la crisis de 2007-2008.
Roubini y Mihn (2010) indican que esto sucedió porque las crisis financieras
fueron precedidas por el aumento de los precios de los activos inmobiliarios y
bursátiles; posteriormente éstos se transmitían a los precios de las viviendas y las
cotizaciones en bolsa se hundían el mismo año de las crisis financieras. Éstas, a
su vez, vinieron adelantadas por fuertes déficits de la balanza por cuenta corrien-
te y se desencadenaron cuando ya se había hecho más lento el crecimiento del PIB.
Es decir, las crisis bancarias no desencadenaron tanto las depresiones económicas
como contribuyeron a empeorar sus efectos. Si bien es verdad que siempre prece-
dió un crecimiento de la deuda pública en circulación a las crisis financieras, tam-
bién lo es que aquella creció todavía con más rapidez después de iniciada la crisis.
cuáles habían sido sus causas, como lo confirma el que asegurase que había sido
«un accidente» que tarde o temprano debía suceder; pero a ella le siguieron en
1989-1990 las crisis de los «bonos basura». La crisis se hizo internacional cuando
en enero de 1990 se hundió la bolsa de Japón, al finalizar su burbuja inmobiliaria
y financiera. Esto dio lugar a una crisis que sigue sin resolverse 20 años después.
Al poco tiempo colapsaron los bancos suecos, a pesar de que lograron recuperar-
se pronto con la ayuda del gobierno de Suecia. A finales de 1994 llegaron una
serie de crisis monetarias, como la denominada «efecto Tequila», motivadas por
la insolvencia del gobierno mexicano para atender el pago de las obligaciones
de la deuda —unos 25.000 millones de dólares y sólo reservas de 6.000 millones
para pagar—. La crisis económica mexicana fue la más grave y exigió una impor-
tante ayuda norteamericana para evitar la quiebra de México, aunque no pudo
evitar contagiar la economía de Argentina —con su famoso «corralito»—. En
1997 se precipitó una breve crisis financiera en Asia, a la que Greenspan conside-
ró como «el contagio asiático». Por último, en Rusia, los tipos de interés se eleva-
ron hasta un 150 % en la primavera de 1998, y pese a la intervención del FMI con
una ayuda de 22.000 millones de dólares no se pudo impedir la suspensión de
pagos de la deuda a corto plazo, una moratoria de los pagos de la deuda comercial
a los no residentes y la flotación de la cotización de su divisa, el rublo. Dada la
inseguridad financiera, otros países se vieron involucrados en la crisis económica,
como fueron los casos de Chile y Brasil. El de este último fue especialmente grave,
al elevarse hasta un 50 % los tipos de interés y tener que dejar en flotación su mo-
neda, denominada el real. Estas dificultades económicas y financieras fueron los
efectos más claros de la política del FMI. El impulso de la liberalización de los
mercados financieros, en coincidencia con unos tipos de cambio fijos, incentivó a
empresas y bancos a un irresponsable endeudamiento en el extranjero, según Fon-
tana (2013).
Simultáneamente, entre 1995 y 2001 se generó una euforia que llevó a la bur-
buja de las empresas que empezaban a hacer la mayor parte de su negocio en
Internet, conocidas como punto-com. Se invertía en la compra de acciones de
unas empresas por su beneficio esperado, que se creía que podía ser equivalente
a 100 veces sus rendimientos anuales. Pero la realidad fue que entre 2000 y 2002
el índice bursátil S&P perdió el 45 %, y el tecnológico Nasdaq el 78 %. Por si fal-
tase algo, en 2001 afloró el escándalo Enron, una prueba palpable de la falta de
fiabilidad de las contabilidades de las sociedades que debían ser controladas por
las empresas auditoras. Esto hizo que en 2002 se aprobase en EE.UU. una legis-
lación para evitar posibles fraudes de las empresas cotizadas en bolsa, aunque no
fue capaz de corregir las irregularidades que terminaron por causar la recesión de
2007-2008 (Fontana, 2013).
Si se quiere localizar un punto de inicio de la primera crisis financiera del si-
glo XXI, se puede encontrar en las circunstancias que se dieron —muy del gusto
de los historiadores anglosajones por las paradojas— en el verano de 2007. Coin-
cidió un máximo de las cotizaciones de la bolsa de Nueva York con la suspensión
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del pago de tres fondos que eran administrados por uno de los más importantes
bancos franceses, el BNP Paribas, un fondo lo constituye un patrimonio colectivo
formado con aportaciones de numerosos participantes, del que se encarga una
entidad financiera, que realiza inversiones en diferentes activos para diversificar
los riesgos. La suspensión de los reembolsos de los fondos equivalía a lo que para
un particular era no poder disponer libremente de sus depósitos en un banco al
valor monetario que tuvieran en el momento de su reclamación, debido a que los
fondos eran reembolsables a petición de cualquier copartícipe (Comín, 2011).
La recesión que comenzó en 2007-2008 tuvo dos causas, según Stiglitz (2010).
La primera está relacionada con la sobreproducción industrial mundial, la cual
surgió de la economía real y dio lugar a violentos desequilibrios comerciales y
financieros internacionales. La mejora de la productividad industrial en Estados
Unidos y Europa permitió producir cada vez con menos trabajadores una canti-
dad de artículos muy superior a la demanda. Las empresas multinacionales ame-
ricanas y europeas trasladaron su producción industrial a China, India y otras
economías emergentes y provocaron un crecimiento del desempleo y una rebaja
de salarios en sus países de origen. Las economías emergentes se beneficiaron del
CUADRO 5.8
Índices del volumen de las importaciones (Imp) y exportaciones (Exp)
(2000 = 100) (1980-2011)
Hong K.
Francia Alemania Italia EE.UU. España SAR, India Brasil Rusia Sudáfrica Singapur Corea
Imp Imp Imp Imp Imp China Exp Exp Exp Exp Exp Exp
Exp
2009 117,6 134,6 94,3 107,4 126,2 151,4 244,3 169,6 127,3 97,2 195,6 250,0
2010 127,3 152,6 105,3 123,3 140,8 177,2 262,0 185,7 143,8 113,4 235,9 288,4
2011 133,7 160,2 103,6 127,9 145,6 180,3 293,7 185,4 146,9 110,8 247,2 320,8
FUENTE: Banco Mundial.
CUADRO 5.9
Balanza por cuenta corriente de países avanzados y emergentes (porcentaje del PIB)
(1970-2011)
Hong K.
Francia Alemania Italia EE.UU. España SAR, India Brasil Rusia Sudáfrica Singapur Corea
China
1975 0,8 0,7 −0,3 1,1 −3,5 — −0,1 −5,6 — −6,5 −10,4 —
1980 −0,6 −1,7 −2,3 0,1 −2,5 — −0,9 −5,5 — 3,9 −13,2 −7,9
1982 −2,1 0,7 −1,8 −0,4 −2,4 — −1,2 −5,8 — −4,4 −8,1 −2,8
1990 −0,8 2,7 −1,4 −1,4 −3,5 — −2,2 −0,8 — 1,4 8,6 −0,5
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1993 0,7 −1,0 0,8 −1,3 −1,1 — −0,7 0,0 — 2,1 7,0 0,8
1998 2,6 −0,7 1,6 −2,5 −1,2 1,5 −1,6 −4,0 0,1 −1,6 19,3 12,3
2001 1,8 0,0 −0,1 −3,9 −4,0 5,8 0,3 −4,2 11,1 0,3 12,4 1,7
2005 −0,5 5,1 −1,7 −5,9 −7,4 11,1 −1,2 1,6 11,1 −3,4 21,4 2,2
2009 −1,4 6,0 −1,9 −2,7 −4,8 8,4 −1,9 −1,5 4,0 −4,0 20,0 3,9
2010 −1,6 6,1 −3,6 −3,3 −4,6 5,4 −3,1 −2,2 4,8 −2,8 23,3 2,9
2011 −2,0 5,6 −3,1 −3,2 −3,5 5,2 — −2,1 5,3 −3,4 — 2,4
FUENTE: Banco Mundial.
En definitiva, la crisis económica que dio comienzo en 2007 era el fruto lógico
de un ciclo especulativo alimentado por los bajos tipos de interés. Los tipos pu-
dieron mantenerse a la baja gracias a que las economías asiáticas, y sobre todo la
china, tenían sus reservas en dólares, utilizando los beneficios de sus exportacio-
nes en la adquisición de bonos del tesoro de EE.UU. De hecho, China había in-
vertido en bonos más de un millardo de dólares. Esto era, en la práctica, un enor-
me préstamo a EE.UU., que le permitió sostener un crédito barato que favoreció
el elevado consumo y la propia burbuja inmobiliaria. Pero no sólo eso, pues indi-
rectamente estimuló la importación de productos industriales asiáticos. El proble-
ma es que así coadyuvó a arruinar aún más la ya de por sí decadente industria
estadounidense. Los inversores decidieron endeudarse, al disponer de créditos
baratos, colocando el dinero en negocios de alto riesgo (Roubini y Mihn, 2010).
Muchos eran productos financieros complejos defendidos por Greenspan; pero
en 2008 los consideraba «difíciles de comprender y más difíciles aún de valorar»,
aunque habían colaborado a distribuir «el riesgo por toda la economía» y, por
tanto, a estabilizarla. También justificó que estas operaciones no estuviesen regu-
ladas oficialmente, al considerar que los mecanismos de control de riesgo de las
entidades financieras eran suficientemente válidos. Surgió una «banca en la som-
bra», al eludir Wall Street que se regulase el mercado de estos efectos financieros
que se contrataban vía telefónica entre los agentes. No había tratos públicos, como
ocurría tradicionalmente en las bolsas, ni cotizaciones a la vista que se pudieran
utilizar como referencia. Las agencias de calificación les atribuían notas muy fa-
vorables, a veces sin conocer en qué activos se basaban. Lo que sí era seguro es
que se trataba de productos muy complejos como los derivados, ya que estable-
cían su valoración en el precio de otro activo. A la altura de 2008 muchos expertos
en inversiones consideraban que en Wall Street nadie entendía realmente lo que
estaban comprando y vendiendo. Había tal confianza en el futuro que se pasaron
por alto los fallos internos del sistema. El FMI, que se había constituido con el
objetivo primordial de dar estabilidad al sistema, no fue capaz ni de pronosticar
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Según recoge Stiglitz (2010), a finales de 2007 y principios de 2008 los inter-
mediaros financieros de Wall Street tenían contratados derivados de riesgo por un
valor nominal de 183 millardos de dólares, lo cual representaba 13 veces el tama-
ño de la economía de EE.UU. La explicación de la teoría económica dominante
—seguida por Greenspan como presidente de la Reserva Federal— aseguraba que
estos productos repartían los riesgos y estabilizaban el sector financiero. Pero re-
sultó ser un mito que aquellos proporcionaran una seguridad global al sistema.
Las nefastas consecuencias para la economía se vieron agrandadas, además, por
el falseamiento de las evaluaciones de las agencias de calificación de riesgo de
impago —agencias de rating, como S&P (Standard & Poor’s, 1860), Moody’s
(Moody’s Corporation, 1909) o Fitch (Fitch Rating, 1913)—. Todas ellas evalua-
ron a las empresas como solventes y calificaron sus activos financieros como fia-
bles; pero existió y existe una anomalía al pagarles dichas evaluaciones los propie-
tarios de activos que se las encargaron. Cuando explotó la burbuja inmobiliaria
y las pérdidas provocadas por los títulos «tóxicos» en los que se incluían las hipo-
tecas se expandieron al resto de los valores, el sistema bancario se vio colapsado,
lo cual afectó gravemente entre 2008 y 2012 a las funciones que cumplía en la
marcha normal de la economía como suministrador de crédito a las empresas.
Pero no todos estaban engañados. A finales de 2006, Goldman Sachs previó el
peligro y comenzó a colocar con discreción sus hipotecas subprime, al venderlas
sin escrúpulos a sus clientes, para acto seguido protegerse de riesgos con CDS.
Esto hizo que en 2010 la SEC —Securities and Exchange Commission— la acu-
sase de fraude al haber continuado vendiendo productos financieros de los que
tenía constancia que no eran seguros. Con la crisis, los mercados financieros tu-
vieron un desplome muy rápido. Los participantes en el juego descubrieron abrup-
tamente que no entendían muy bien el complejo sistema que habían creado. Por
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ejemplo, Citigroup reconoció que no sabía cuál era su exposición a las subprime.
Es decir, todo parece indicar que sólo les había interesado obtener beneficios a
toda costa, colocando títulos mientras obtuviesen beneficios con ello. Se despreo-
cuparon después de las consecuencias para sus clientes, a los que habían metido
en inversiones cuyas pérdidas se pudieron prever.
A partir del verano de 2007 empezaron las bancarrotas de grandes empresas
privadas dedicadas al crédito hipotecario (Krugman, 2009, 2012). La causa resi-
día en la caída de los precios de las viviendas en EE.UU. Hubo una congelación
general del crédito, negándose unos bancos a prestar a otros por la sospecha que
tenían de que estuvieran en las mismas condiciones de debilidad. El contagio fue
fulminante, porque casi 1/4 parte de las hipotecas estadounidenses estaban colo-
cadas en el exterior. El gobierno de EE.UU. decidió intervenir en 2008 ante las
continuas quiebras de empresas financieras, incumpliendo uno de los más queri-
dos principios teóricos del liberalismo económico conservador. Pero inmediata-
mente se vio que las instituciones financieras sacarían provecho de la propia si-
tuación crítica, influyendo en las decisiones políticas. El gobierno del presidente
Bush no dejó caer a empresas demasiado grandes. En primer lugar, ayudó al
rias compensaciones por impago de los bonos hipotecarios. Para evitar la heca-
tombe, en septiembre de 2008 el gobierno de EE.UU. recurrió a la nacionalización
de la mayor compañía de seguros a escala mundial, como era AIG, y a otros
grandes bancos de inversión con probabilidades de sobrevivir, como Citigroup,
Morgan Stanley y Goldman Sachs. En todos ellos, o bien compró sus activos
tóxicos o bien entró en su capital. En definitiva, el gobierno estadounidense, pese
a su ideología liberal de no intervención, salvó al sistema financiero americano y,
al tiempo, a algunas grandes empresas privadas automovilísticas.
La vertiente humana y social de la crisis económica se reflejó en el aumento
del paro, y se agravó conforme se expulsaba de sus casas a las familias que no
podían hacer frente al pago de los plazos de sus hipotecas. Entre finales de 2010
y principios de 2011 se calcula que unas 6,2 millones de familias norteamericanas
se habían quedado sin hogar, y más de 3,5 millones lo perdieron en 2012 (Krug-
man, 2009, 2012).
La recesión de EE.UU. se difundió rápidamente a escala mundial por dos
motivos: el primero, por el alcance que habían adquirido los flujos comerciales y
financieros internacionales a causa de la globalización. En segundo lugar, porque
CUADRO 5.10
Porcentaje del déficit público sobre el PIB de países desarrollados (1973-2010)
Déficit público % PIB 1973 1975 1980 1982 1990 1993 1998 2001 2010
OCDE — — — — — — — — −7,6
UE −0,4 −4,1 −3,4 −5,0 −3,5 −6,1 −1,6 −1,0 −5,7
EE.UU. −0,2 −5,2 −2,6 −4,9 −4,4 −5,0 0,4 0,5 −8,8
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Reino Unido −2,7 −4,5 −3,4 −2,5 −0,9 −7,8 0,2 0,8 −10,0
Japón 0,5 −2,8 −4,4 −3,6 2,9 −1,6 −4,8 −7,8 −6,7
Alemania 1,2 −5,6 −2,9 −3,3 −2,1 −3,2 −1,7 −1,5 −3,1
Francia 0,6 −2,3 0,0 −2,7 −1,5 −5,8 −2,8 −1,7 −7,0
Italia −6,5 −10,5 −8,6 −11,3 −11,0 −9,4 −2,7 −2,9 −4,0
España 1,1 0,0 −2,5 −5,3 −4,1 −6,7 −2,7 0,2 −5,2
Las medidas detalladas anteriormente han sido siempre las exigidas por el
FMI y las autoridades económicas de la UE, de acuerdo con los intereses de
Washington y de Berlín. El problema consistía en que esto suponía el desmante-
lamiento parcial del estado del bienestar y, en definitiva, la modificación unilate-
ral de los términos del «contrato social» establecido en las décadas de 1950-1960
y que contribuyó a cimentar las respectivas sociedades europeas. De ahí el enorme
2010
2001
1998
1993
1990
1982
1980
1975
1973
−8 −7 −6 −5 −4 −3 −2 −1 0
OCDE UE
Gráfico 5.11. Porcentaje del déficit público sobre el PIB de la Unión Europea y la OCDE
(1973-2010) (FUENTE: cuadro 5.10.)
ta al menos el año 2015 (Krugman, 2012), recayendo la peor parte sobre los tra-
bajadores de los sectores privado y público, o los servicios educativos y sanitarios.
Los simultáneos aumentos de impuestos y rebajas de salarios han contraído las
demandas internas y las agregadas; las medidas de disciplina en el gasto han de-
jado en el paro a más millones de personas, que se han sumado a los desemplea-
dos desde el cese de la actividad en la construcción. Por último, pero no menos
importante, se han debilitado claramente las posibilidades de negociación de los
que aún tienen trabajo.
CONCLUSIONES
La etapa analizada en este capítulo, que se inicia con las crisis de comienzos
de los años setenta y llega a la actualidad, viene enmarcada por la existencia de
varias fases recesivas que han demostrado la existencia de los ciclos económicos
y que han provocado un cambio de paradigma teórico. El modelo de crecimiento
intervencionista de la edad de oro y el liberal de la etapa de la gran moderación
acabaron colapsando y generando importantes contracciones económicas. Para
entender la situación actual hay que remontarse a la década de 1970, cuando para
superar la crisis energética las políticas económicas cambiaron el objetivo funda-
mental, al primar la eficiencia en la asignación de los recursos frente a la redistri-
bución de la renta. A partir de aquí se comenzó a minimizar el papel del Estado
y se empezó a otorgar un papel protagonista al mercado. Se trataba de centrarse
en las políticas de oferta (neoclásicas) frente al fracaso de las políticas de deman-
da (keynesianas). Es decir, controlar la inflación, reducir el déficit presupuestario
y disminuir el déficit exterior. El éxito relativo de las políticas económica liberales
puestas en marcha desde los años ochenta fueron determinantes para entrar en
una nueva fase de globalización de la actividad económica, que favoreció, incluso
con la recesión de 1980-1982, la recuperación y el crecimiento mundial. Esto no
se limitó a los países de ambos lados del Atlántico, sino que también se extendie-
ron a nuevos continentes, sobre todo al asiático. Sin embargo, la evolución eco-
nómica de las tres últimas décadas del siglo XX se ha caracterizado por un ritmo
de crecimiento inferior al producido en la época dorada. Así lo pusieron de ma-
nifiesto la crisis bursátil de 1987, con una reactivación débil y con unos índices de
crecimiento inferiores, y la nueva recesión mundial de finales de 1990. A esta co-
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yuntura crítica, que afectó en primer lugar a las grandes potencias industriales,
incluido el colapso del sistema comunista, se unió la que se produjo en la década
de 1980 en la mayoría de países africanos y en un buen número de países asiáticos,
caribeños, centroamericanos y sudamericanos. De ahí que el balance que algunos
autores han hecho de los años noventa tenga luces y sombras. Por una parte, la
segunda globalización provocó la pérdida del protagonismo mundial de las eco-
nomías de la Unión Europa a cambio del surgimiento de los denominados tigres
asiáticos y los BRICS. Por otra, aunque a finales del siglo XX la economía interna-
cional se liberalizó considerablemente, con un apreciable progreso del crecimiento
mundial y una corrección de los desequilibrios macroeconómicos, esto se produjo
a costa de unas elevadas y persistentes tasas de paro. Y lo que es más grave, las
crisis y las soluciones aplicadas provocaron que el proceso de convergencia real se
invirtiese, y de nuevo se comenzasen a ahondar las diferencias entre países ricos y
pobres. Por tanto, la actual gran recesión iniciada en 2007 no se puede considerar
un mero paréntesis del crecimiento económico. Entre otras cosas, porque sus cau-
sas estructurales están relacionadas con el aumento de la desigualdad en la distri-
bución de la renta, con las burbujas especulativas incontroladas y con los fuertes
Lecturas recomendadas
Los capítulos 11, 12 y 18 del libro de Josep Fontana (2011): Por el bien del imperio. Una
historia del mundo desde 1945. Barcelona: Pasado y Presente. Y el más breve pero muy
interesante ensayo también de Josep Fontana (2013): El futuro es un país extraño. Una
reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo XXI. Barcelona: Pasado y Presente.
Asimismo, puede ser muy aclaratorio el artículo de Joaquín Estefanía (2009): «La
Gran Recesión: segunda oleada. Libros para entender la crisis». En El País, 7 de no-
viembre de 2009 (http://www.aehe.net), así como los capítulos 13 y 14 de Gabriel Tor-
tella (2005): Los orígenes del siglo XXI. Un ensayo de historia social y económica con-
temporánea. Madrid: Gadir.
Bibliografía
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y significado de las políticas del FMI-BM. Madrid: Síntesis.
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(coord.): Historia económica de Europa. Siglos XV-XX. Barcelona: Crítica, pp. 303-434.
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i Poch, M. (coord.), Doctor Jordi Nadal: [homenaje]: la industrializació i el desenvolu-
pament econòmic d’ Espanya // la industrialización y el desarrollo económico de España.
Barcelona: Universitat de Barcelona, vol. 1, pp. 205-239.
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Tortella, G. (2005): Los orígenes del siglo XXI. Un ensayo de historia social y económica
contemporánea. Madrid: Gadir.
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APÉNDICE
CUADRO A.5.1
Tasas de inflación (porcentaje anual) (1970-2011)
CUADRO A.5.2
Precio del petróleo crudo en dólares/barril (1970-2012)
Precios corrientes Precios constantes
CUADRO A.5.3
Porcentaje crecimiento anual PIB de países avanzados (1970-2010)
6.1. INTRODUCCIÓN
En este capítulo se tratan de manera breve los países que no han alcanzado la
Revolución Industrial. Éstos son los emergentes, que se están acercando al nivel
de las regiones desarrolladas, las naciones ex-comunistas que estuvieron en Euro-
pa o Asia bajo la dominación soviética y, por último, los Estados que no son ca-
paces de salir de una economía de subsistencia o incluso no alcanzan este nivel y
que se denominan subdesarrollados. Otra división que se utiliza para diferenciar
el nivel de desarrollo de las naciones es mediante una numeración: el primer mun-
do son los Estados desarrollados, el segundo mundo los países comunistas, y el
tercer mundo el resto. Además, se habla de un cuarto mundo para diferenciar
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dentro de las naciones del tercer mundo aquellos que son más pobres y que se
consideran que tardarán muchísimo tiempo para salir de la miseria.
La medición de la riqueza o pobreza no resulta fácil. Fue a mediados del si-
glo XX cuando se crearon los modelos actuales de contabilidades nacionales, se
perfeccionaron sus estadísticas y el análisis macroeconómico facilitó la compren-
sión de la realidad de cada país con los conceptos de consumo, inversión, balanza
comercial, etc. Naciones Unidas, desde 1947, publicó información homologada
para entender el desarrollo económico mundial. El dato con el que se suele medir
la economía de un Estado es el Producto Interior Bruto, al que se considera la
macromagnitud más importante.
El PIB comprende tres sectores institucionales: los hogares, las empresas y las
Administraciones Públicas. Los hogares ofertan trabajo y capital a las empresas
para generar su producción, que a su vez consumen los hogares. En el caso de las
Administraciones Públicas ofrecen servicios a la sociedad: justicia, seguridad,
educación, sanidad, etc., que no tienen precio de mercado, y obtienen su finan-
ciación a través de los impuestos. Además de este desarrollo económico interno
en cada Estado, cada vez es más importante la actividad económica entre los
es enorme la distancia entre el progreso entre unos y otros. Por áreas geográficas,
destaca el alto grado de desarrollo en Europa Occidental y los denominados nuevos
países desarrollados, es decir, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda,
por último Japón y cada vez más Estados asiáticos. En el otro extremo está África
Subsahariana, que en su conjunto es la zona menos desarrollada del mundo.
Dentro de la evolución histórica, y en muchos países en vías de desarrollo o
subdesarrollados fueron colonias de las potencias de Europa. Destacan España,
Portugal, Francia y Gran Bretaña, que conquistaron territorios en América, Asia
y África, y en menor medida Holanda, Bélgica, Alemania e Italia. Además, hubo
otras dos potencias colonizadoras: Rusia y Japón, que se extendieron por Asia.
Todas estas zonas colonizadas sufrieron la explotación de dichas potencias y
distorsionaron su modelo de crecimiento dependiente de la metrópoli. Estos pue-
blos, desde finales del siglo XVIII hasta el último tercio del siglo XX, conquistaron
su independencia e iniciaron sus procesos de desarrollo económico con muy dis-
pares resultados. Por ejemplo, la mayor potencia económica en la actualidad es
una excolonia británica, los Estados Unidos, y otras muchas excolonias son hoy
naciones ricas (Canadá, Australia o Nueva Zelanda). Otras no han salido del
dos países más populosos del mundo: China (1.353 millones) e India (1.246 mi-
llones), así como el cuarto, quinto y sexto: Indonesia (246 millones), Pakistán (204
millones) y Brasil (194 millones). Es decir, en total, estos seis países suman 3.243 mi-
llones de personas. Aunque parten de realidades bien distintas, se puede establecer
algunos rasgos comunes, que son los bajos costes de producción, sobre todo de-
bido a los salarios inferiores a los de los países desarrollados, así como las escasas
exigencias en las normativas medioambientales. Estas naciones son capaces de
ofrecer en el mercado internacional productos manufacturados con elevada de-
manda en el primer mundo. El caso más conocido es China, pero cada vez son
más Estados en vías de desarrollo los que producen bienes manufacturados para
la demanda mundial. Este logro tan significativo lo refuerza y fortalece la creación
1
Los datos son del Fondo Monetario Internacional (World Economic Outlook Database, abril
de 2013), salvo que expresamente se diga lo contrario, según datos PPA, es decir, paridad de poder
adquisitivo.
2
Sobre los países Latinoamericanos o Hispanoamericanos, hay un capítulo específico que lo
detalla.
miento, conseguirá ser la primera potencia económica. Eso sí, no la podemos con-
siderar como un país desarrollado en la actualidad, debido a la enorme diferencia
económica que existe entre su población. Todavía hay millones de chinos que viven
en el umbral de la pobreza, pero al mismo tiempo son cada vez más millones de
chinos que podemos considerar que son de clase media. En el caso de Corea del
Sur3, excolonia japonesa, su desarrollo ha sido también espectacular en términos
de crecimiento, pues después de su guerra civil entre 1950 y 1953 ha conseguido un
desarrollo que le permite incluso participar en el liderazgo tecnológico en ciertos
sectores. Los otros dos países muy populosos en Asia, la India e Indonesia, tam-
bién siguen la senda del rápido crecimiento económico, aunque parten de un inicio
posterior al chino. Estas dos naciones superaban a China en renta per cápita en
1980, de 419 dólares el primero y 730 dólares el segundo. En la actualidad son
sensiblemente inferiores a la renta per cápita china; en 2012 la primera alcanzaba
los 3.944 dólares y la segunda llegaba a 4.944 dólares. La India, con 1.246 millones
de habitantes, se sitúa en PIB (PPA) como la tercera economía del mundo.
3
Ya es un país desarrollado.
Otro área de gran interés es Indochina, que ha seguido los pasos de China pero
mucho más tarde, en el último decenio del siglo XX. Vietnam todavía tiene una ren-
ta per cápita muy baja, además de contar con unas infraestructuras insuficientes o
muy deficientes. Cuando se abrió a una economía de mercado, la pobreza era ex-
trema y, por tanto, no hubo una merma en la renta per cápita al inicio del cambio
del sistema económico. Vietnam pasó de 299 dólares de PPA en 1980 a 3.545 dóla-
res en 2012. Asimismo, se favorecieron reformas institucionales vinculadas a la
propiedad privada que posibilitaron la recuperación económica. Por ejemplo, en
los ochenta ya podían vender los excedentes de producción agraria en un mercado,
libre, e incluso en los noventa dispusieron de sus tiendas en propiedad para vender
sus alimentos. De todos modos queda pendiente la liberalización en el sector indus-
trial y la modernización del sector financiero. Este último sector es clave para faci-
litar las futuras inversiones tanto en los sectores productivos, la compra de máqui-
nas más eficientes y más modernas, y para la inversión en infraestructuras públicas.
Hasta el presente, Indochina tan sólo ha recibido escasa colaboración, tanto de las
instituciones internacionales (FMI y Banco Mundial) como de la Unión Europea.
CUADRO 6.1
Países emergentes
Asia
Europa
Pese a ser una dictadura comunista, desde 1978 fue lentamente abriendo su
economía a una economía de mercado. El gobierno chino comenzó reduciendo
los controles sobre la agricultura, que era la base de su economía. Además, inició
el desarrollo de una industria pequeña con un modelo económico de exportación
de productos baratos que perdura hasta la actualidad. En China se autorizó la
iniciativa privada en los sectores que no eran considerados estratégicos, y de este
modo comenzó un crecimiento sostenido. Entre 1985 y 1990 empleó como unidad
de cuenta el Yuan que sufría una inflación elevada del 10 %, cuando el crecimien-
to del PIB era del 4 %. Poco a poco eliminaron las barreras comerciales para crear
un mercado nacional y en el 2001 formó parte de la Organización Mundial del
Comercio (WTO, World Trade Organization). Así se facilitó su comercio exterior
hasta ser uno de los países que más exporta al resto del mundo. En tres décadas
construyó una de las redes más importantes de autopistas y tiene cada vez más
empresas entre las más competitivas y grandes del mundo.
Aunque ha sido el país que más ha crecido en los últimos 30 años todavía hay
grandes bolsas de pobreza. El avance es impresionante: del 98 % de los chinos que
eran pobres en 1978, ha descendido hasta el 36 % de la actualidad. Al ser un país
tan populoso, ese porcentaje quiere decir que todavía hay 500 millones de pobres.
El dato positivo es que ya no lo son el 64 %, es decir, 850 millones de chinos. Las
cifras en este país son siempre muy elevadas, como podemos observar. Para rea-
lizar un pequeño ejercicio de comparación, la Unión Europea tiene 500 millones
de habitantes, que son equiparables a los pobres en China. Por el otro lado, hay
que sumar la población de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá para
igualar la cifra de los 850 millones de chinos que han dejado de ser pobres. Como
ha sucedido en otros casos de transición a la Revolución Industrial, la desigualdad
social es más grave en el campo que en la ciudad.
Para comparar el enorme logro reciente de China, en el cuadro 6. 2. se observa
dicha transformación en fechas recientes. Si entre 1829 y 1950 China se quedaba muy
atrasada en relación con Estados Unidos, Japón o Europa, precisamente en los úl-
timos sesenta años ha conseguido converger con los tres, aunque claramente le que-
da un largo recorrido todavía para alcanzar a las tres zonas más ricas del mundo. Su
variación ha sido de 2.083 %, cuando en Estados Unidos ha sido cuatro veces inferior.
CUADRO 6.2
PIB y PIB p/c (PIB en millones de «1990 dólares Internacionales Geary-
Kheamis»)
PIB p/c 1820 PIB p/c 1950 PIB p/c 20124 Var. 1950-2012 %
5
Europa 1.232 4.594 31.745 691
FUENTE: Maddison, A.: The World Economy: A Millenial Perspective. Development Centre Studies
OECD (Organization for Economic Cooperation and Development), 2001 y 2012 FMI y BM.
4
Fuente Fondo Monetario Internacional 2012, salvo el dato de Unión Europea.
5
Fuente Banco Mundial 2010 sobre la Unión Europea.
retorno de la inversión aumenta cada vez más, caso muy distinto al caso soviético,
donde se intentó una elevada inversión que no fue en absoluto rentable y terminó
con el hundimiento del sistema comunista (Comín, 2011). Otra característica de Chi-
na es que el yuan está devaluado para favorecer las exportaciones, y no opera libre-
mente en el mercado de divisas. Su valor inferior al del mercado sirve como arancel,
pues facilita las exportaciones de los bienes producidos en el país e impide la entra-
da de los productos provenientes del exterior, al encarecerlos por aplicar la conver-
sión del yuan devaluada. Es más, la divisa china tiene una situación muy favorable
en los mercados internacionales, debido a que sus elevadas exportaciones le permi-
ten disponer de superávit comercial. Al mismo tiempo, como es un país muy atrac-
tivo para las inversiones extranjeras, también le beneficia al yuan. Y por último,
como China cada vez es más visitado por extranjeros, ellos también traen divisas
que son cambiadas por su unidad de cuenta. Esto es un claro círculo virtuoso para
su economía, y en parte explica que sea el país con mayores reservas del mundo,
más de 3 billones de dólares de un total de 10 billones que hay en el mundo. Otro
rasgo de China es que el ahorro privado permanece dentro de China, pues salvo
casos excepcionales no se pueden cambiar más de cincuenta mil dólares anuales, ya
que es un país donde perduran las restricciones para la circulación de capitales.
Tanto el ahorro privado; de las empresas chinas terminan en gran medida en sus
bancos, que son los que financian a las empresas públicas, de este modo obtienen
una financiación barata. Este modelo tenderá a romperse, pues los beneficios para
el ahorrador privado son muy pequeños y, por tanto, comenzará el cambio del
modelo chino con menos ahorro y mayor consumo interno. Fiel reflejo de este
cambio es el clásico ejemplo actual con los vehículos, hasta el extremo que China
ya rivaliza en producción y demanda de coches con el gigante americano. De hecho,
en 2012 se vendieron más de 19 millones de vehículos. Por último, se evidencia este
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decir sobre un PIB de por sí exiguo. La escasa inversión pública supone dejar a
millones de pakistaníes sin escolarizar y, por tanto, un porcentaje muy elevado de
adultos analfabetos (más del 40 % de la población actual, que en el caso de las
mujeres supera el 60 %). En sanidad prácticamente carecen de ella, y eso explica
que la esperanza de vida sea de tan sólo 64 años en 2012.
La economía pakistaní se ha basado sobre todo en la agricultura, que ha teni-
do mejoras sustanciales durante décadas. El gobierno ha defendido unos precios
que la protegen de las posibles fluctuaciones del mercado y permite un crecimiento
sostenido a un sector que representa el 22 % del PIB y ofrece trabajo a casi la mitad
de la fuerza laboral (45 % en 2008). Es vital para la economía el sector primario,
tanto para evitar el hambre como para la exportación de arroz y para ofrecer al-
godón necesario para la industria autóctona. Los aspectos claves que tiene que
reforzar son el suministro de agua para la agricultura y facilitar más fertilizantes y
semillas para el agricultor pakistaní. El paso natural que debe producirse en la
actualidad es la mayor capacitación de su industria. Ésta tiene restricciones severas
ocasionadas por la escasez energética, agravada por el aumento del consumo do-
méstico. En muchas zonas del país hubo cortes de electricidad que duraban horas,
6.6. INDONESIA
Indonesia tal vez sea uno de los países más desconocido en occidente y sor-
prende por ser el cuarto más poblado del mundo, con una gran población dise-
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minada por 17.500 islas. Es interesante para los mercados internacionales, por la
riqueza en sus recursos naturales, sobre todo por el petróleo y el gas, aunque no
son tampoco desdeñables sus minas de oro, de carbón y cobre.
Tras su independencia, el país no supo salir del subdesarrollo hasta finales
de la década de 1960. Con una política económica ortodoxa, controlando la in-
flación y el déficit, empezó un crecimiento elevado de más del 7 % entre 1968 y
1981. Después de algunas reformas en la década de 1980 comenzaron a llegar más
inversores extranjeros, orientados especialmente hacia el desarrollo rápido del
sector manufacturero. Entre 1989 y 1997 la economía de Indonesia volvió a un
crecimiento, con una tasa promedio de más del 7 %. La crisis de 1997 golpeó du-
ramente la economía, y el sector financiero, débil en esas fechas, sufrió unas pér-
didas elevadas. Superada la crisis se volvió a la senda de un elevado crecimiento
sostenido, basada en una política económica ortodoxa, controlando tanto la in-
flación como el déficit. Su economía se sustenta con la laboriosidad de su pobla-
ción y optimizando la explotación de sus recursos. En las últimas décadas se po-
tenció la industria en productos de consumo y, como en otras zonas del mundo,
la construcción ha tenido un importante protagonismo en el crecimiento. La ac-
de muertos, pero, dentro del desastre, para los habitantes de Asia y África supuso
el camino de su independencia, porque las potencias europeas estaban muy debi-
litadas y eran incapaces de mantener sus colonias en ambos continentes (cua-
dro 6.3). Por este motivo, entre 1945 y hasta 1970 casi todos los pueblos sometidos
por los europeos alcanzaron su libertad.
CUADRO 6.3
Países que alcanzan la independencia en el mundo
después de la Segunda Guerra Mundial (1945)
do por Alfred Sauvy, que hizo el símil con el Tercer Estado o pueblo llano en la
revolución francesa y se refería a las naciones subdesarrolladas en Asia, África y
Latinoamérica. La toma de conciencia de su realidad particular de estos Estados
se materializó en la Conferencia de Bandung en 1955, denominándose el Movi-
miento de los Países No Alineados.
La faceta más demoledora en el mundo subdesarrollado es la incapacidad
para alimentar a la población y la desnutrición: deficiencias en proteínas, vitami-
nas, sales minerales, etc. Por lo general, estos Estados tienen una renta per cápita
muy baja y en muchos casos quisieron salir del subdesarrollo con planes de creci-
miento que supusieron elevadas inversiones que no tuvieron éxito y generaron una
deuda externa que los hacía peligrar como países independientes. De todos mo-
dos, hubo excepciones que son exitosas o van camino de conseguirlo, como los
Nuevos Países Industrializados (NIC, New industrialize countries), por ejemplo
Singapur, Hong Kong, República de Corea y Taiwán.
Además del problema de la alimentación de sus habitantes está la cuestión de-
mográfica, por sus tasas de natalidad muy elevadas, que exigen a sus economías
altas tasas de crecimiento si quieren salir del subdesarrollo. Esta situación, en par-
te, se ha paliado con las innovaciones tecnológicas, que han propiciado un descenso
significativo en los costes de producción y, por tanto, en el precio final de los bie-
nes. Nuevo aspecto común en los países subdesarrollados es el hacinamiento en las
grandes urbes, donde se aglomeran los pobres sin oficio y en situaciones extremas.
En Nueva Delhi, según las estimaciones de Naciones Unidas, había 22 millones de
habitantes en 2010, en Bombay 20 millones y el mismo número en Sao Paulo o en
la Ciudad de México, y así en un número muy importante de ciudades en estos
países tienen muchísima población hacinada (El Cairo 17 millones de habitantes,
Calcuta 15 millones, Daca 14,7 millones de habitantes, Lagos 8 millones y Buenos
Aires 13 millones). Sin duda, las situaciones son bien distintas y la marginalidad
es mayor o menor en función del desarrollo económico de cada país.
Un problema clave para la salida del subdesarrollo es la formación de los ciu-
dadanos. Por lo general, a mayor pobreza más altos son los niveles de analfabetos.
Por último, por su mala alimentación y deficiente sanidad la tasa de mortalidad
es muy elevada. Pese a las elevadas dificultades, en los tres últimos decenios se ha
producido un rápido descenso de la pobreza extrema, que se mide por las perso-
nas que viven con menos de 1,25 dólares al día. En 1981, según los datos del
Banco Mundial, en el Extremo Oriente y el Pacífico hasta el 77,2 % de su pobla-
ción vivía con menos de 1,25 dólares, y en 2010 había descendido al 16,8 %. En
América Latina descendió del 11,9 % al 8,2 %. En el Próximo Oriente y Norte de
África del 9,6 % al 0,04 % en las mismas fechas. En Asia del Sur descendió del
61,1 % al 40,4 %. La única zona donde el descenso es pequeño es África Subsaha-
riana, donde tan sólo descendió del 51,5 % al 50,9 %. En el cómputo global de
todos estos países se descendió del 52,2 % al 28,8 %. Algunas de estas regiones
forman parte del cuarto mundo y tienen menores posibilidades para salir del sub-
desarrollo (cuadro 6.4). En economía, se consideran que son países que no son
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CUADRO 6.4
Países subdesarrollados pertenecientes al cuarto mundo
Asia
África
FUENTE: Elaboración propia con datos del FMI, World Economic Outlook Database, abril de 2013.
rios, al incrementar sus costes con esa sobrevaloración y en países donde estas
exportaciones son la base su economía. El régimen de control aceleró en muchos
casos el lucro de funcionarios y políticos en detrimento del crecimiento económi-
co. En otros casos se aplicó una redistribución de la riqueza a favor de unas elites
o etnias próximas al gobierno que tampoco permitió el crecimiento económico,
destinándose esos recursos a la adquisición de bienes de lujo. Por último, ese con-
trol y su defensa, que incluye las fuerzas de seguridad, tiene un alto coste econó-
mico que tampoco permite el crecimiento económico.
En todos los países del mundo se precisa una regulación de la actividad eco-
nómica, pues casi ningún país aplica un liberalismo salvaje, pero en estos países
la intervención de sus gobiernos a través de la regulación había fracasado y no
permitió el progreso económico. Este modelo de Estado tuvo que soportar la cri-
sis del petróleo, que por una parte benefició a los países exportadores de oro negro
y de materias primas por la subida de sus precios, pero por el otro lado disparó el
precio de los bienes manufacturados que importaron de los países desarrollados.
En la crisis del petróleo, los funcionarios de muchos países subdesarrollados
buscaron otros empleos, además de su actividad de funcionarios. El detrimento del
servicio público estaba a la orden del día. Además, los militares exigían mayores
beneficios «extraordinarios» por sus servicios. Por otro lado, como la situación
general se deterioraba, la conflictividad se incrementaba, y provocaba terribles gue-
rras entre etnias, la más conocida de ellas la existente entre tutsis y hutus. Los tut-
sis del ejército de Burindi mataron entre 1972 y 1994 a más de 80.000 hutus, y los
hutus en Ruanda en tan sólo cien días de 1994 mataron a más de 800.000 tutsis.
La crisis del petróleo supuso una drástica caída de los ingresos públicos y, por
tanto, menos recursos para afrontar las crisis regionales y mayor desorden políti-
co hasta el extremo de imponerse regímenes más autoritarios. La deuda de mu-
chos países se elevó de manera insostenible. En cifras globales, entre 1970 y 2006
la población subsahariana se incrementó desde el 7,9 % de la población mundial
hasta el 12 % en el 2006. En cambio el PIB sufrió un descenso, pues pasó del 1,3 %
del PIB mundial en 1970 al 1,19 % en el 2006. La tasa de crecimiento era del 3 %,
medida en dólares constantes de 2000, cuando a nivel mundial fue del 3,2 (datos
del Banco Mundial). Perdura el rasgo demográfico preindustrial, es decir, altas
tasas de natalidad y también altas tasas de mortalidad. Hay países en África don-
de la esperanza de vida no alcanza los cincuenta años, cuando en los países más
desarrollados supera los 80. En PIB per cápita queda casi constante en los 36 años
(545 dólares en 1970 a 578 dólares en 2006). Esta zona del mundo sufrió una pro-
longada crisis hasta mediados de la década de los noventa. Tanto las medidas de
política económica de sus gobiernos como las ayudas de los organismos interna-
cionales no tuvieron éxito. La década de los ochenta supuso una abrupta caída y
ha sido valorada como pérdida en términos de crecimiento (Easterly, 2001). Esta
situación generó un cambio profundo en la segunda mitad del decenio de 1990,
con importantes medidas como la devaluación de sus monedas, reducción del
coste del sector público y la introducción de gobiernos más democráticos. Ya en
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el siglo XXI la demanda externa, sobre todo de China e India de materias primas,
ha supuesto un aumento significativo en su crecimiento. De hecho, la actividad
económica está plenamente integrada en los mercados internacionales y ha alcan-
zado una apertura del 75 % en 2008. Pese al crecimiento existente desde 1995, cabe
destacar la pobreza de estos países, pues la productividad doméstica es muy pe-
queña. La especialización se orienta a los productos agrícolas, los alimentos sin
elaborar y los minerales destinados a las exportaciones.
Entre los países citados, y en el apartado dedicado a los Estados excomunistas,
cabe destacar que la pobreza extrema es todavía muy elevada (cuadro 6.5).
CUADRO 6.5
Población en pobreza extrema en porcentajes 2011
Crecimiento anual
País −2 $ −1 $
de población
Los países que formaron parte del Imperio ruso eran 15. La revolución comu-
nista creó la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que teóricamen-
te era un Estado federal, formalizado el 30 de diciembre de 1922. Sin embargo, el
poder del Jefe de Estado y de su gobierno era casi absoluto sobre las 15 repúblicas.
Tal vez sea esta una de las causas por la que se disolvió y se formaron 15 Estados
independientes cuando el 25 de diciembre de 1991 perdió el poder el máximo
mandatario soviético. A lo largo de 74 años el partido comunista gobernó con
graves dificultades al inicio, un posterior período de crecimiento, con una época
dorada del comunismo que fueron los años cincuenta, e inició una lenta decaden-
cia interna que se prolongó durante 30 años y terminó en 1991. Desde entonces
se produce el cambio a una economía de mercado; los elementos del proceso de
cambio fueron por un lado la liberalización económica, dejando que el mercado
indicara los precios de los productos en vez de que fueran dictados por el gobier-
no, y por otro lado la reducción arancelaria con el resto del mercado mundial.
También se efectuó una estabilización macroeconómica para reducir la inflación.
En Rusia se emitieron en 1993 nuevos billetes, aunque se dejaron en circulación
los antiguos, que finalmente se cambiaron entre 1999 y 2001 por los nuevos por
un valor de 1.000 rublos soviéticos por 1 de los nuevos rublos rusos. Por último,
se privatizó el sector productivo, lo que supuso el cierre de muchas empresas que
no eran rentables; además, hubo que cambiar las leyes para establecer un nuevo
marco económico para la iniciativa privada.
Los precios, cuando se liberalizaron, sufrieron un aumento de forma muy rá-
pida, en parte propiciado por los bajos precios anteriores, que eran artificiales
debido a que el Estado soportaba la mayor parte de los precios de los bienes y
servicios. La inflación fue alarmante, subiendo en una media anual del 1.000 % en
los países exsoviéticos. Hubo que esperar hasta 1998 para que se controlara la
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6
Fue el italiano Corrado Gini quien creó este medidor de distribución desigual, hoy día amplia-
mente aceptado.
hizo ser más eficientes consistió en la racionalización del gasto, en criterios éticos
para el gobierno de las empresas, que se recogen en las normas de buen gobierno,
y en la mejora de la estructura jurídica y una ley de propiedad privada acorde con
la nueva realidad. Cabe destacar que, en general, estas medidas tuvieron un resul-
tado más positivo en las pequeñas empresas que en las grandes empresas.
De la misma forma que sucedió en Rusia, uno de los mayores problemas que
tuvieron los países excomunistas fue controlar la inflación. La solución fue la
adopción de una paridad cambiaria explícita o implícita. Es decir, los bancos cen-
trales de estos países establecieron una relación monetaria, con una divisa fuerte
que en los mercados internacionales tuviera un valor estable. Mantuvieron una
política macroeconómica estricta, apoyada por el FMI, que contribuyó a contro-
lar la inflación.
Uno de los problemas que sufrieron estos Estados fue la terrible reducción de
sus niveles de renta y, por tanto, de sus niveles de vida. Esto se debió a varias ra-
zones. Por un lado, la priorización en la reducción de la inflación, que se hizo con
una política macroeconómica restrictiva. Por otro, la falta de formación de sus
habitantes en las técnicas financieras y comerciales de las economías de mercado
su desigualdad era inferior. De todos modos, hubo sus excepciones, pues dicho
crecimiento podía dirigirse únicamente a un grupo reducido de la sociedad. En
otros casos, los sueldos difirieron cada vez más, lo que probablemente empujó a
muchos a buscar empleo en la Europa Occidental. Otro ejemplo del aumento de
la desigualdad fue la situación de los jubilados, con una inflación muy elevada al
inicio; sus ingresos reales sufrieron hasta límites imposibles de soportar. El cam-
bio de sistema económico supuso un coste social elevado, pero como el sistema
económico anterior estaba estancado pocos cuestionaron el cambio del sistema
comunista a una economía de mercado. Además, estuvo unido al cambio de un
sistema político de partido único a uno democrático, donde hay mayores liberta-
des. De todos modos, en algunos de estos países tal vez el propio malestar social
animó el voto al partido comunista, incluso alcanzó en algunos Estados el 30 %
de los votos. Resumiendo, en estas naciones se consiguió el crecimiento económi-
co gracias a su estabilidad macroeconómica, incluido el control de su inflación.
7
Comecon era una organización de cooperación económica liderada por la Unión Soviética con
sus países satélites.
18.000
16.000
14.000
12.000
10.000
8.000
6.000
4.000
2.000
0
01
00
93
03
92
99
02
09
98
08
94
04
95
05
97
07
96
06
20
20
19
20
19
19
20
20
19
20
19
20
19
20
19
20
19
20
Rusia Ucrania Kazajistán
Gráfico 6.1. Evolución de la renta per cápita de Rusia, Ucrania y Kazajistán (1992 a 2009,
en dólares). (FUENTE: elaboración propia con datos del FMI, World Economic Outlook Data-
base, abril de 2013.)
Asimismo, efectuaron el necesario cambio legislativo que adecuaba sus leyes a una
economía de mercado. En el terreno financiero incorporaron procedimientos de
quiebra, normas contables y leyes contra los monopolios. De este modo, el rápido
cambio a una economía de mercado posibilitó el ingreso en la Unión Europea de
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todas las naciones que fueron Estados satélites de la Unión Soviética e incluso de
algunos que formaron parte de ésta. Así, en 2004 ocho países ingresaron: Estonia,
Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Hungría, Eslovaquia y Eslovenia,
y en el 2007 también se incorporaron Rumania y Bulgaria. Por último, Croacia se
incorporó el 1 de julio de 2013.
CUADRO 6.6
Países ex-comunistas
Fuente: elaboración propia con datos del FMI, World Economic Outlook Database, abril de 2013.
años y no parece que su situación cambie. Por otro lado, lo positivo es que se
produce una convergencia o aproximación en el cómputo global gracias sobre
todo a los países emergentes desde 1990. El notable crecimiento económico de
estos estados, si continúa en las próximas décadas, hace suponer que alcanzarán
a los países desarrollados. De hecho, se ha producido ya un desplazamiento de la
suma agregada por países del PIB mundial desde Europa y América a Asia. El
viejo continente, Europa, que dominó el mundo en el siglo XIX, ya tan sólo repre-
senta el 26 % del PIB mundial, América supone el 30 % y Asia supera el 41 % en
2012. No sucede lo mismo en renta per cápita, pues es Europa, junto con Améri-
ca, donde la renta per cápita es muy superior. Pero si la tendencia continúa es
claro que estas diferencias se intensificarán en PIB agregado y se producirá una
convergencia en renta per cápita.
La revolución industrial supuso un gran cambio que tardó en extenderse al
mundo entero. Las primeras naciones en alcanzarlo tuvieron una enorme ventaja
competitiva frente al resto. Como sintetizó Agnus Maddison (2007), tanto la re-
volución industrial como el colonialismo propiciaron la divergencia entre países
ricos y pobres. En el siglo XXI parece que esa divergencia disminuye. Según Mila-
35.000.000
30.000.000
25.000.000
20.000.000
15.000.000
10.000.000
5.000.000
0
Asia Europa América
Gráfico 6.2. Distribución del PIB en Asia, Europa y América en 2012 (millones de dólares).
(FUENTE: elaboración propia con datos del FMI, World Economic Outlook Database, abril de 2013.)
novic, en 2012 se pasó de una diferencia de 3 o 4 a 20, entre inicios del siglo XIX
y después de la Segunda Guerra Mundial. No hubo grandes cambios entre 1950
hasta 1990, pero desde esa fecha, en renta per cápita, los Estados emergentes tri-
plican su crecimiento en relación a las naciones avanzadas.
Las razones de este importante cambio estructural tienen su explicación en la
intensificación del proceso de globalización, que incrementa el comercio e inversión
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mundial y favorece a los países emergentes por sus bajos salarios y por la urgente
necesidad de empleo, que en muchos casos les sirven para salir de una economía
de subsistencia. Asimismo, son más competitivos debido al descenso importante
de natalidad, al incremento de la población activa y al escaso número de personas
de la tercera edad. Por último, los ingresos invertidos superan a los países desarro-
llados (un 27 % del PIB frente a un 20 % en los países ricos). A la larga, esta dife-
rencia permite invertir más en tecnología, mientras las economías avanzadas pier-
den competitividad; por tanto, en el mercado mundial las manufacturas son
vendidas cada vez más en los países en vías de desarrollo, mientras que las naciones
avanzadas son incapaces de romper su decrecimiento en este sector tan vital para
cualquier economía. Si en los inicios de la revolución industrial Inglaterra era la
fábrica del mundo, hoy día se puede decir que es China. Esta evolución no excluye
que la gran mayoría de empleados en los Estados emergentes tienen actividades de
baja productividad y no parece que cambie esa situación en el corto plazo. Eso sí,
la tendencia a largo plazo es de una lenta mejoría; es decir, paulatinamente irá me-
jorando la situación de esos empleos de baja productividad hacia empleos más
productivos. Esto se ésta produciendo en el amplísimo sector de servicios, tan im-
mundo, de tal modo que China será probablemente en pocos lustros la primera
economía del mundo y la India ya desplaza a Japón del tercer lugar.
La situación de crisis financiera que comenzó en los Estados Unidos en 2007
abrió la incertidumbre en la economía mundial y generó inquietud ante las reper-
cusiones en el resto del mundo. La pregunta era si afectaría a las economías emer-
gentes y si continuarían creciendo tan rápido. El hundimiento de la entidad finan-
ciera Lehman Brothers en 2008 agudizó la crisis, y en el 2009 se constató una
desaceleración inferior al 1 % per cápita. Por tanto, se confirmaba que la econo-
mía es global y que existe una elevada interdependencia. La otra pregunta era si
la tendencia tan favorable de los últimos veinte años de mayor crecimiento de los
países emergentes se truncaría y se volvería al patrón de crecimiento que explicó
Arthur Lewis. En 2010 se produjo una respuesta muy satisfactoria, volviendo a la
senda de un crecimiento elevado del 6 %, cuando los países desarrollados alcan-
zaron un crecimiento del 2,3 %. Por tanto, aunque es un mundo globalizado, hay
una clara divergencia favorable a las economías emergentes, es decir, su dependen-
cia en relación con los países desarrollados es menor. La economía tiene sus ciclos
y existe una interdependencia cíclica que es cada vez más compleja, pero la eleva-
CUADRO 6.7
El desarrollo del crecimiento mundial entre 2006-2013
Crecimiento económico ( %)
FUENTE: elaboración propia con datos del FMI, World Economic Outlook Database, abril de 2013.
Hay un nuevo modelo de crecimiento en el que son los países emergentes quie-
nes contribuyen más al desarrollo mundial. Las previsiones del Banco Mundial
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CUADRO 6.8
División organizativa del G-209
Grupo 1: naciones Grupo 2: naciones Grupo 3: naciones Grupo 4: naciones Grupo 5: naciones
8
Junto con Holanda, son dos países invitados a las reuniones del G-20. La economía española
era la 13 del mundo en 2012 en términos de PIB.
9
La UE es también miembro del grupo.
las clases sociales más ricas, mejor formadas y las menos favorecidas, peor forma-
das. La destrucción de empleo afecta más a los segundos; es decir, mientras los
más cualificados siguen en su actividad laboral, percibiendo un salario elevado,
los menos cualificados perciben el paro, y por tanto la divergencia se incrementa.
Uno de los países más notorios por la diferencia de ingresos de sus habitantes es
los Estados Unidos, la cual no es tan escandalosa en otros países como China o
la India, ni tampoco en Europa Occidental y Japón. De todos modos, en períodos
de crisis, por lo anteriormente citado, esas diferencias se incrementan, como su-
cede con los directivos en Alemania y en los Países Bajos (Fabbri y Marin, 2012).
Lo mismo ha ocurrido con las políticas de austeridad, pues los recortes sociales
perjudican en primer lugar a los menos favorecidos.
CONCLUSIONES
Lo sucedido en las últimas décadas abre un nuevo panorama del mundo, don-
de el número de los países dinamizadores de la economía se incrementó de forma
muy positiva. En 1950, en las economías de libre mercado hubo un claro domi-
nador que era los Estados Unidos. A raíz de la creación del Mercado Común
(Unión Europea) surgió un competidor económico que se equiparó al gigante
americano. Desde 1970 apareció otro, Japón, y de manera escalonada surgieron
más: Rusia, China, India, Indonesia, Brasil, México, etc., que de manera diferen-
te y con situaciones muy particulares se convierten en otros polos de desarrollo.
Esta realidad se refleja por la creación del grupo de los siete (G-7), en 1973 (Es-
tados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá), poste-
riormente el grupo de los ocho, con la incorporación de Rusia (1997), y finalmen-
te el grupo de los 20 (G-20) desde 1999.
El sistema económico que ha permitido una expansión económica sin prece-
dentes es el sistema capitalista. China se abrió al sistema de economía de mercado
con un éxito espectacular, permitiendo que su país saliera de la miseria. Evidente-
mente el proceso de la revolución industrial no ha terminado, ni mucho menos,
pues se estima que hay todavía 1.000 millones de personas que padecen hambre en
el mundo. Esta pobreza continúa sobre todo en el África subsahariana y en países
asiáticos como Bangladesh, India o Pakistán o en América en Haití. La enorme
desigualdad que comenzó con la Revolución Industrial inglesa, lejos de disminuir,
se ha incrementado en el siglo XXI. Eso sí, el número de países que se industrializan
cada vez son más y, por tanto, en un futuro impreciso debería alcanzar práctica-
mente a todo el mundo, como ya sucedió con la revolución agraria.
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7.1. INTRODUCCIÓN
Resulta complejo analizar en su conjunto la economía de una región tan amplia
como América Latina y en un período de tiempo tan extenso. La diversidad nacio-
nal, geográfica, política, social e incluso económica dificulta en demasía establecer
unos parámetros más o menos similares para tan vasto continente. Sin embargo, en
este capítulo se van a mostrar las cuestiones más señeras de la economía latinoame-
ricana. La división cronológica se ha establecido siguiendo el tradicional modelo
europeo, marcado especialmente por las dos guerras mundiales, las crisis económicas
de 1929 y 1973, y por los procesos de expansión económica de finales del siglo XX.
Obviamente, el término América Latina o Latinoamérica se utiliza en un sen-
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Importaciones Exportaciones Importaciones Exportaciones
de EE.UU de EE.UU de EE.UU de EE.UU
Gráfico 7.1. Comercio de los Estados Unidos con América Latina (1913-1927) (como por-
centaje de comercio latinoamericano total). [FUENTE: Thorp, R. (2002): «América Latina y la
economía internacional desde la Primera Guerra Mundial hasta la depresión mundial»; Hal-
perín Donighi, T. y otros: Historia económica de América Latina. Desde la independencia a
nuestros días. Barcelona: Crítica, p. 103.]
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Estados Unidos Gran Bretaña Estados Unidos Gran Bretaña
1913 1929
Gráfico 7.3. Capital nominal invertido en América del Sur por los Estados Unidos y Gran
Bretaña (1913-1929) (en millones de dólares). [FUENTE: Thorp, R. (2002): «América Latina y
la economía internacional desde la Primera Guerra Mundial hasta la depresión mundial»; Hal-
perín Donghi, T. y otros: Historia Económica de América Latina. Desde la independencia a
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Gráfico 7.4. Importaciones en América Latina desde los Estados Unidos y Gran Bretaña
(1913-1927) (como porcentaje del total de importaciones). [FUENTE: Thorp, R. (2002): «Amé-
rica Latina y la economía internacional desde la Primera Guerra Mundial hasta la depresión
mundial»; Halperín Donighi, T. y otros: Historia económica de América Latina. Desde la inde-
pendencia a nuestros días. Barcelona: Crítica.]
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Brasil Perú
valor en dólares. Por el contrario, entre 1913 y 1928 tuvo mayor trascendencia
para el crecimiento el 46 % de expansión del poder adquisitivo real de las expor-
taciones argentinas, que eran de productos básicos y contaban con un elevado
rendimiento.
La deficiente distribución de los recursos fue uno de los problemas que seña-
laron el final de la edad de oro del crecimiento exportador. Pero las masivas en-
tradas de capital, especialmente empréstitos, y el comportamiento de los precios,
dificultaron la percepción de estas dificultades. Esta afluencia de caudales mitiga-
ba la restricción de recursos, aunque su llegada estaba asociada al despilfarro, el
consumo de lujo o los sobornos. En Colombia la expansión del cultivo de café
trajo consigo la inversión en infraestructuras, y gracias al capital extranjero se
pudo mejorar el sistema de transportes y la construcción de varias instalaciones
portuarias. Éstas permitieron el acceso al océano Pacífico y permitieron desarro-
llar una región poco explotada hasta entonces. En otros muchos casos, las inver-
siones se usaron de manera muy deficiente y tuvieron poco efecto en la expansión
de la oferta. El ejemplo clásico es el de la carretera nacional de Cuba: se amplió
extremadamente su longitud, generó enormes beneficios para los implicados y se
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Argentina Brasil Chile Perú
Gráfico 7.6. Aranceles en América Latina (1910-1930) (porcentaje del valor de importación).
[FUENTE: Thorp, R. (2002): «América Latina y la economía internacional desde la Primera
Guerra Mundial hasta la depresión mundial»; Halperín Donighi, T. y otros: Historia económi-
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ca de América Latina. Desde la independencia a nuestros días. Barcelona: Crítica, pp. 99-121.]
7.2.3. La industria
La consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial fue una aguda
crisis financiera en América Latina. Los bancos y las entidades crediticias britá-
nicas comenzaron a reclamar préstamos, por lo que provocaron un pánico gene-
ralizado y una notable falta de liquidez. Sin embargo, se produjo un doble proce-
so de efectos encontrados. Por un lado, las exportaciones comenzaron a crecer y
las balanzas comerciales alcanzaban cierto superávit. Los precios de las importa-
ciones subieron con la inflación internacional y los precios nacionales siguieron
la misma tendencia. Es decir, demanda en expansión en una coyuntura favorable.
Sin embargo, por otro lado, las fuentes de donde procedían los bienes de capital
europeos estaban cegadas; dicho de otro modo, la oferta de inversión estaba ce-
rrada. A pesar de todo —sin olvidar las controversias existentes entre diversos
autores—, se perciben señales que permiten certificar estímulos positivos en el
crecimiento industrial de América Latina.
Algunos economistas han señalado que la guerra estimuló a los pequeños ta-
lleres de reparaciones a ampliar sus actividades y proporcionar cierta base que
menos importante que el externo. Por este motivo, el ajuste a las coyunturas ad-
versas se conseguía por medio de la deflación de los precios y el subempleo.
Los países latinoamericanos se habían instalado en este esquema y se soste-
nían con la exportación de bienes primarios, la recepción de capital y la migración
internacional. Sin embargo, la guerra provocó la quiebra del patrón oro y el mo-
vimiento de capitales. Los países beligerantes suspendieron la convertibilidad de
la moneda y cancelaron nuevas emisiones de dinero. Esta situación provocó una
crisis financiera interna en las repúblicas latinoamericanas, puesto que sus finan-
zas dependían sobremanera del mercado europeo y padecieron las reclamaciones
de los bancos británicos, que solicitaban el pago de los préstamos. A su vez, la
guerra también ocasionó el cese del flujo de inversiones extranjeros directas pro-
cedentes de la vieja Europa. Esta coyuntura permitió que Estados Unidos aumen-
tase su inversión directa en América Latina, particularmente en la extracción de
materias primas estratégicas, pero no incrementó sus préstamos en cartera hasta
la década de 1920. Hasta 1914 las leyes norteamericanas habían prohibido que
sus bancos invirtieran en filiales extranjeras, pero después de la guerra comenza-
ron a establecer sucursales en América Latina. En 1919 el National City Bank
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1928 1938
Gráfico 7.7. Sector externo en América Latina: exportaciones (porcentaje del PIB) (precios
de 1970). [FUENTE: Bulmer-Thomas, V. (2002): «Las economías latinoamericanas, 1929-1939»;
Halperín Donighi, T. y otros: Historia económica de América Latina. Desde la independencia a
nuestros días. Barcelona: Crítica, p. 251.]
Los principales países industriales encaminaron sus políticas hacia una eco-
nomía de guerra. Esto hizo que se multiplicara la demanda de materias primas
estratégicas (cobre y petróleo, especialmente) y se buscaran medidas para facilitar
el transporte marítimo. Los precios de estos productos se dispararon y algunos
países se vieron muy beneficiados por este cambio de tendencia. México con el
petróleo, Perú con el cobre, Bolivia con el estaño y Chile con los nitratos, alcan-
zaron una subida espectacular en las relaciones de intercambio (gráfico 7.8). Sin
embargo, a nivel general, la subida de los precios de las importaciones, el exceden-
te comercial y el déficit presupuestario originaron la inflación interna. Su impac-
to sobre los salarios urbanos avivó el desorden social y político.
Los países que exportaban materias primas no estratégicas (café) no se vieron
tan favorecidos por esta situación, puesto que sufrieron la rémora de la elevación
de los precios y las dificultades del transporte. A pesar de las hostilidades no se
perdieron los mercados tradicionales. Gran Bretaña continuó siendo un gran
comprador de carne y azúcar, entre otros productos. A pesar de la neutralidad de
la mayor parte de los países latinoamericanos, Alemania tuvo graves dificultades
para acceder a las materias primas. Gran Bretaña y Estados Unidos señalaron a
las empresas que comerciaban con el país germano, para cortar su red de aprovi-
sionamiento. El resultado fue un drástico descenso de las relaciones de intercam-
bio con esa nación. Estados Unidos, que ya era el principal proveedor de México,
América Central y el Caribe, resultó el gran beneficiado de esta disputa. Tras el
conflicto se erigió en el mercado más importante de los países latinoamericanos.
La apertura del Canal de Panamá facilitó aún más la sustitución de los mercados
europeos por los norteamericanos. La red de sucursales de bancos norteamerica-
nos se extendió por toda la región, y el esfuerzo diplomático para apoyar el esta-
blecimiento de las empresas estadounidenses convirtió a Estados Unidos en un
país hegemónico en el cono sur.
El eclipse alemán suavizó el declive británico, que mantuvo cierta preponde-
rancia en el comercio. Las exportaciones argentinas a Gran Bretaña superaban
ampliamente sus importaciones, pero este desfase se compensaba con su déficit
comercial con Estados Unidos. Este triángulo de comercio exterior necesitaba un
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Venezuela
Costa Rica
El Salvador
Honduras
Colombia
Argentina
Chile
Nicaragua
Perú
Guatemala
México
Brasil
Uruguay
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Gráfico 7.8. El sector externo en América Latina (1928-1938): índices de intercambio (como
porcentaje del PIB) (precios de 1970). [FUENTE: Bulmer-Thomas, V. (2002): «Las economías
latinoamericanas, 1929-1939»; Halperín Donighi, T. y otros: Historia económica de América
Latina. Desde la independencia a nuestros días. Barcelona: Crítica, p. 251.]
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podían controlar las aduanas de los países latinoamericanos con gran rectitud
fiscal, pero no tenían control sobre los banqueros de su propio país que continua-
ban emitiendo bonos para cubrir el déficit cada vez más grande del sector público.
Estados Unidos no adoptó la conducta del «acreedor cauto», que importa
bienes para permitir a los deudores pagar y presta evaluando muy bien los riesgos
para actividades productivas que fomenten la capacidad de pago. Por el contrario,
puso en marcha políticas proteccionistas y buena parte de los préstamos concedi-
dos por banqueros oportunistas se destinaron a proyectos inciertos. El crac de
1929 puso de manifiesto la debilidad de esta experiencia, condujo a la puesta en
marcha de políticas defensivas de carácter proteccionista y controles de cambios
que sólo permitían un crecimiento lento del comercio mundial. La inversión ex-
tranjera se contrajo y el flujo principal de capital se dirigía hacia Estados Unidos.
Las economías latinoamericanas también se vieron afectadas por el incremen-
to del precio de las mercancías, la inestabilidad de las ganancias y las transforma-
ciones de los mercados de bienes. Este colapso vino propiciado por la abolición
de los controles de precios y por la puesta en circulación de las existencias alma-
cenadas en años anteriores. La depresión de 1920-1921 fue más bien breve pero
la saturación de los mercados se alargó durante varios años. Europa estaba expe-
rimentando un decaimiento de la demanda a largo plazo de bienes primarios
procedentes de la exportación. El cambio demográfico y la creación de sucedá-
neos sintéticos, explican en parte esta tendencia. Sin embargo, la tasa de creci-
miento a largo plazo de la oferta estaba aumentando de forma rápida a conse-
cuencia de los avances tecnológicos, la protección a la agricultura y las nuevas
inversiones en infraestructura social.
Entre 1913 y 1929, se produjo un deterioro claro en muchos países. Los cam-
bios de la oferta y la demanda alteraron el equilibrio de precios a largo plazo. La
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demanda de crédito y una subida de los tipos de interés a nivel mundial. Esto ge-
neró una elevación en el coste del mantenimiento de las existencias y redujo la de-
manda de bienes primarios exportados por América Latina. A su vez, se produjo
una fuga de capitales que buscaban tipos de interés más elevados fuera de la región,
que fue coincidente con la disminución de los inversores extranjeros, que también
buscaban tasas de rendimiento más atractivas en Nueva York, Londres o París.
La bancarrota de la bolsa neoyorkina suscitó una cadena de contratiempos en
los principales mercados abastecidos por América Latina. En primer lugar, se
apreció un descenso de la demanda de los consumidores por la caída del valor de
los activos financieros. El segundo quebranto vino marcado por la restricción del
crédito ante el impago de las deudas atrasadas y la consiguiente contracción mo-
netaria. Por último, los importadores no reponían las existencias de materias pri-
mas por el descenso de la demanda y la restricción del crédito.
Los precios de las materias primas de exportación cayeron por encima del
50 %. Situación similar se produjo con las importaciones, aunque el nivel de los
precios no disminuyó tan rápidamente. El descenso del volumen de exportación y
de los precios de los productos exportados trajo consigo una situación bastante
CUADRO 7.1
Cambios de precio y volumen de exportación, términos netos de intercambio
y poder de compra de las exportaciones en 1932 (1928 = 100)
Poder de
Precio Volumen Términos netos
compra de las
exportaciones exportaciones de intercambio
exportaciones
Argentina 37 88 68 60
Bolivia 79 48 s.d. s.d.
Brasil 43 86 65 56
Chile 47 31 57 17
Colombia 48 102 63 65
Costa Rica 54 81 78 85
Ecuador 51 83 74 60
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El Salvador 30 75 52 38
Guatemala 37 101 54 55
Haití 49 104 s.d. s.d.
Honduras 91 101 130 133
México 49 58 64 37
Nicaragua 50 78 71 59
Perú 39 76 62 43
República Dominicana 55 106 81 87
Venezuela 81 100 101 100
América Latina 36 78 56 43
CUADRO 7.2
Oferta monetaria: depósitos en demanda y a tiempo bancario comercial. Precios
actuales (1929 = 100)
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936
Argentina 101 90 90 89 88 86 94
Bolivia 84 78 133 144 322 520 547
Brasil 97 101 115 109 125 131 141
Chile 84 68 82 96 110 124 143
Colombia 87 78 90 94 102 110 120
Ecuador 98 59 92 145 187 187 215
El Salvador 74 68 64 57 42 44 37
México 111 67 74 107 108 136 143
Paraguay 100 76 64 72 125 191 170
Perú 69 63 62 78 100 116 137
Uruguay 114 115 126 114 116 124 139
Venezuela 49 68 69 76 85 106 89
Estados Unidos 101 92 71 63 72 81 92
cuotas para los principales exportadores. Cuba, con el azúcar, y Bolivia, con el
estaño, padecieron estas regulaciones especiales que dificultaron su comercio.
A pesar del proteccionismo, el comercio mundial no cesó de crecer desde 1932.
Con la nueva recesión de Estados Unidos, en 1938 se frenaron las importaciones
norteamericanas y el comercio en general. Entre 1932 y 1934 los países más indus-
trializados alcanzaron un elevado nivel de importaciones. En Estados Unidos, por
ejemplo, las importaciones se recuperaron en un 137 % entre 1932 y 1937, gracias
a las medidas del secretario de Estado Cordell Hull, que intentó frenar los efectos
del arancel Smoot-Hawlwey. Con este fin, firmó convenios bilaterales de comercio
para reducir los aranceles de forma recíproca. En conjunto, la evolución de las
exportaciones para América Latina tuvieron unos resultados aceptables: 19,6 %
de crecimiento entre 1932 y 1939. Excluyendo a México y Argentina, los grandes
exportadores, el volumen ascendió en un 53 %, con una tasa anual del 6,3 %.
A partir de 1932, en América Latina el comportamiento de las exportaciones
se movió en niveles de gran estabilidad. Los grandes beneficiados —Colombia,
Nicaragua, México, Bolivia, Chile, República Dominicana— fueron los exporta-
dores de oro y plata, gracias a que los precios subieron en la década de 1930.
mentos elaborados y los textiles eran las ramas más importantes de las manufac-
turas, pero varios sectores nuevos adquirieron protagonismo. Entre estos últimos
cabe destacar los bienes de consumo duradero, productos químicos y farmacéu-
ticos, metales y papel. El mercado de los productos industriales se diversificó y el
consumo familiar se amplió a los suministros básicos para otras industrias. A pe-
sar de todo, hacia 1939 la participación de la industria en el PIB era todavía mo-
desta. En Argentina la aportación industrial superaba el 20 %, pero incluso la
agricultura continuaba siendo más importante. En Colombia suponía menos del
10 % del PIB real. Brasil y México habían experimentado un avance significativo
en su proceso industrializador, pero el producto neto de las manufacturas per cá-
pita en ambos países estaba muy por debajo de los niveles de otros países como
Uruguay, Chile o Argentina.
Por otra parte, el proteccionismo que preservaba el mercado interno no faci-
litó superar las abundantes ineficiencias que tenía la industria, para que pudiera
competir en el exterior. En los albores de la Segunda Guerra Mundial todavía
tenía una escala pequeña, con un número reducido de trabajadores por estableci-
miento. La productividad de la fuerza de trabajo era también bastante baja, muy
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CUADRO 7.3
Indicadores del sector industrial en América Latina (1932-1939)
(1) (2) (3) (4)
Argentina 7,3 22,7 122,0 12,7
Brasil 7,6 14,5 24,0 20,2
Chile 7,7 18,0 79,0 25,1
Colombia 11,8 9,1 17,0 32,1
México 11,9 16,0 39,0 20,1
Perú 6,4 10,0 29,0 s.d.
Uruguay 5,3 15,9 84,0 7,0
(1)
Tasa anual de crecimiento de la producción manufacturera neta, 1932-1939.
(2)
Índice ( %) de la producción manufacturera neta respecto al PIB en 1939 (precios de 1970).
(3)
Producción manufacturera neta per cápita (en dólares de 1970 traducidos al cambio oficial), 1939.
(4)
Número de trabajadores por establecimiento, 1939.
por parte del Estado de las cementeras y las procesadoras de carne en Uruguay.
A pesar de estas acciones, la industria estuvo de forma mayoritaria en manos pri-
vadas, especialmente de los emigrantes españoles, italianos o alemanes. En Argen-
tina, Brasil y México se instalaron filiales de grandes multinacionales extranjeras,
pero su aportación a la producción total fue más bien pequeña.
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fuente de ingresos.
La recuperación de América Latina en los años treinta fue relativamente rá-
pida. En 1932 Colombia ya había recuperado su nivel del PIB al de 1928. Brasil
lo consiguió en 1933, México en 1934, y Argentina, El Salvador y Guatemala en
1935. Cuba y Chile no lo alcanzaron hasta 1937, por la gravedad de la crisis que
sufrieron. Honduras, por las sucesivas crisis de la exportación de la banana, no
recuperó la economía hasta 1945.
Las políticas económicas desarrolladas en esos años por los respectivos go-
biernos tuvieron cierto grado de acierto. La ignorancia económica de gran par-
te de los dirigentes se compensó de varias formas. En primer lugar, con la apa-
rición de un grupo notable de funcionarios y economistas bien preparados, que
se encargaron de la política fiscal y monetaria y fueron capaces de tomar deci-
siones en un contexto relativamente apolítico. Y, en segundo lugar, por la rela-
tiva incidencia de la inflación, que no supuso un problema grave durante esos
años.
impacto no provocó una mayor dosis de autonomía, sino más bien una dependen-
cia creciente de Estados Unidos, que pretendía defender el abastecimiento de su-
ministros y asegurar los recursos básicos para su economía: estaño, petróleo y
metales.
Otra de las consecuencias principales de la guerra fue el paulatino control de
los gobiernos nacionales por parte de Estados Unidos. Los intereses de las grandes
compañías comenzaron a estar ligados a los respectivos gobiernos y presionaban
al Departamento de Estado para que influyera en la política de la región. Pero el
efecto más tangible e inmediato de la guerra fue el crecimiento de las exportaciones,
por la gran demanda de productos primarios que provocó el conflicto. La mayor
parte de los países experimentaron un crecimiento de la exportación en precios
constantes superior al 4 %. Sin embargo, los beneficios obtenidos por cada país
fueron muy variables. En el caso de los minerales, las ganancias eran escasas por
el rígido control de precios y los pagos atrasados. Por tanto, Chile, Bolivia y Perú
—los grandes exportadores de minerales— no obtuvieron grandes rendimientos.
A pesar de todo, la acumulación de reservas de divisas fue importante. La industria
padecía las limitadas importaciones de artículos y se veía abocada a promover
proyectos de sustitución, que también sufrían la escasez de bienes de capital. En
general, hubo una continuación del crecimiento industrial experimentado en la
década de 1930, pero con una tendencia hacia los bienes de capital y los insumos
básicos. El hierro y el acero se erigieron en productos importantes que impulsaron
la industrialización, pero también se experimentó un notable crecimiento en la in-
dustria textil. Las crecientes divisas permitieron el pago de la deuda externa y,
hacia 1943, varios países como México y Brasil las habían eliminado.
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que permitieran la liberalización del comercio mundial. Para solventar las dificul-
tades que existían en la economía europea se proyectó el Plan Marshall (1947),
con el objetivo de facilitar la reconstrucción, elevar la productividad, disminuir
las barreras aduaneras y reducir la inflación. En 1953 las aportaciones norteame-
ricanas al exterior ascendieron a 33.000 millones de dólares, de los que Europa
recibió 23.000 millones. La recuperación evolucionó de forma positiva, y el co-
mercio mundial de manufacturas experimentó un crecimiento notable. Sin embar-
go, América Latina no contó con ningún programa de ayuda concreta por parte
de Estados Unidos.
Las multinacionales norteamericanas contaron con el visto bueno del gobier-
no para realizar inversiones en el extranjero. El crecimiento económico se percibía
como el mejor antídoto contra las veleidades del fascismo o del comunismo. Para
arraigar la democracia a lo largo y ancho del mundo era preciso promover niveles
de desarrollo que frenaran los gobiernos autoritarios. Aunque la inversión en
América Latina creció después de la guerra, las compañías del Norte eran todavía
muy reacias a la inversión en el Sur. El saldo de capital que fluía a América Lati-
na entre 1946 y 1950 era positivo, pero el signo se tornaba si se excluía el petróleo
venezolano y el azúcar cubano. La guerra de Corea impulsó la inversión nor-
teamericana, con la intención de ejercer un mayor control sobre los minerales
estratégicos: el hierro en Brasil y Venezuela, el cobre en México y Perú, y la bau-
xita en el Caribe.
América Latina no era una región de interés político y económico para Esta-
dos Unidos, puesto que no se consideraba zona de influencia comunista. Por ese
motivo, las ayudas recibidas fueron muy pequeñas. Es evidente el cambio que
experimentaron las relaciones comerciales en esos años. Entre 1938 y 1950, las
exportaciones a Europa descendieron un 20 %, mientras que la venta de productos
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100 93,5
90
80 72
70 67,4
60 55,9 54,1 52,4
51,4 49,1
50
40 34,6
29,7 27,4
30 24,7
20,4 17,5
20 15,9
9 8,7 11,1
10 4,8 8 2,5 4,9 6,7 3,4
0
EE.UU.
y Canadá
Europa
América
Latina
EE.UU.
y Canadá
Europa
América
Latina
EE.UU.
y Canadá
Europa
América
Latina
EE.UU.
y Canadá
Europa
América
Latina
}
}
}
}
Argentina Brasil Chile México
1938 1950
10
0
Argentina
Brasil
Chile
Colombia
México
Perú
Venezuela
−4
Gráfico 7.11. América Latina (1950-1990): crecimiento del producto interior bruto (PIB)
(tasas de crecimiento promedio anual). [FUENTE: French-Davis, R., Muñoz, Ó. y Palma, J. G.
(2002): «Las economías latinoamericanas, 1950-1990»; Halperín Donighi, T. y otros: Historia
económica de América Latina. Desde la independencia a nuestros días. Barcelona: Crítica, p. 349.]
CUADRO 7.4
América Latina: formación bruta de capital fijo (1950-1990)
(como porcentaje del PIB)
FUENTE: French-Davis, R., Muñoz, Ó. y Palma, J. G. (2002): «Las economías latinoamericanas, 1950-
1990»; Halperín Donighi, T. y otros: Historia económica de América Latina. Desde la independencia a nues-
tros días. Barcelona: Crítica, p. 350.
La puesta en práctica de la ISI fue coherente, en buena medida por las condi-
ciones que prevalecieron en los mercados de bienes y financieros internacionales.
Asimismo, tenía concomitancias con las demandas políticas de los nuevos grupos
económicos que surgían en la sociedad latinoamericana. Por otra parte, concor-
daba con las teorías de pensamiento económico existentes en aquellos años. Sin
embargo, las formas de aplicación de la ISI fueron muy deficientes. En primer
lugar, por la ausencia de continuidad en el diseño de las políticas económicas, y
en segundo por la existencia de un modelo de proteccionismo muy arbitrario que
descuidaba la actividad exportadora. La excesiva protección, unida a la sobreva-
luación recurrente del tipo de cambio, hizo desfallecer las exportaciones primarias
más el papel del Estado, provocando serios problemas de difícil resolución. Por
un lado, se ha cercenado su capacidad de intervenir; pero, por otro, es necesaria
su actuación para aliviar la tremenda «quiebra social» que existe en la región. La
transición de regímenes autoritarios y dictatoriales a gobiernos democráticos ha
sido otra de las asignaturas pendientes de América Latina.
ños pero saneados. Brasil es la economía más importante, con un PIB en 2011 de
2.293 billones de dólares. Es la sexta economía mundial y está incluida en el grupo
de los países emergentes o más desarrollados recientemente (Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica). México es otra de las economías relevantes de América Latina,
con un PIB en 2011 de 1.658 billones de dólares, situándose como la decimopri-
mera economía a nivel mundial. Argentina, con un PIB en 2011 de 717 millones
de dólares, es la tercera economía regional. A nivel mundial ocupa el puesto vigé-
simo primero y es miembro activo, junto a Brasil y México, del Grupo de los 20
(G20), que reúne a los países industrializados y a los emergentes más importantes.
Desde el siglo XIX es uno de los principales exportadores de alimentos del mundo
y el mayor productor de software de la región. Los datos del Fondo Monetario
Internacional colocan a Colombia como la cuarta economía de América Latina,
con 460 mil millones de dólares en 2011. Desde 2002 ha experimentado una tasa
de crecimiento del 5,5 % anual, gracias sobre todo a las exportaciones de petróleo,
contando con unas reservas estimadas en más de 1.500 millones de barriles. La
Empresa Colombiana de Petróleos (ECOPETROL) es una compañía pública, con-
siderada la cuarta petrolera de la zona —detrás de PETROBRAS, PEMEX y PD-
VSA— y una de las mejores del mundo. Panamá es otra de las economías que está
creciendo a mayor velocidad, con una tasa anual, en 2012, del 10,5 %. Las estima-
ciones realizadas en 2011 por el Fondo Monetario Internacional sobre el PIB per
cápita en la región dio una media superior a los 9.000 dólares. En los extremos se
sitúan Argentina, el país con mayor PIB per cápita, con 17.376 dólares, y Haití, el
más bajo, con 1.241 dólares. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano (IDH)
calculado en 2011, todos los países de la región se encuentran entre los puestos 44
(Chile) y 158 (Haití), entre un total de 187 países.
La crisis económica de Estados Unidos y Europa ha afectado duramente a
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tentando reimplantar, la Alianza del Pacífico se presenta como una iniciativa que
pretende la conformación de un área de integración profunda para la libre circu-
lación de bienes, servicios, capitales y personas entre estos cuatro países, que ya
tienen entre sí tratados de libre comercio bilaterales.
Fuera del ámbito continental, Argentina, Brasil y México son los únicos paí-
ses de la región que forman parte del Grupo de los 20 (países industrializados y
emergentes). Por su parte, Chile, México y Perú constituyen parte de la APEC
(Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico). Finalmente, Chile y México son
los únicos que forman parte de la Organización para la Cooperación y el De-
sarrollo Económicos (OCDE), institución de cooperación internacional compues-
ta por 34 estados y cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales.
Fue fundada en 1960 y su sede central se encuentra en París, donde se reúnen los
representantes de los países miembros para intercambiar información y armoni-
zar políticas con el objetivo de maximizar su crecimiento económico y colaborar
a su desarrollo y al de los países no miembros. Conocida como «club de los países
ricos», la OCDE agrupa a países que —con datos de 2007— proporcionan al
mundo el 70 % del mercado mundial y representan el 80 % del PNB mundial.
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8.1. INTRODUCCIÓN
En el período que va desde el último tercio del siglo XIX hasta la década central
del siglo XX, la economía española se encontraba entre la modernización y el atra-
so, con evidentes avances y retrocesos. Dicho proceso cambiante no sólo se puede
explicar por razones estrictamente económicas, sino también por problemas insti-
tucionales no resueltos, o cuya solución conllevó un enorme coste social y econó-
mico. Si la crisis económica finisecular (1881-1895) se superó con una mayor inte-
gración en la economía internacional, a través de la minería y agricultura de
exportación, la crisis posbélica de la Primera Guerra Mundial desembocó en la
crisis definitiva del sistema político de la Restauración (1874-1923). La implanta-
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5
4,5
4
3,5
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
4 9 1 6 1 6 1 6 1 6 1 6
90 90 91 91 92 92 93 93 94 94 95 95
0-1 5-1 0-1 5-1 0 -1 5-1 0-1 5-1 0-1 5-1 0-1 5-1
190 190 191 191 192 1 92 193 193 194 194 195 195
Gráfico 8.1. Índice sintético de fecundidad y tasas de reproducción (por una mujer) en Es-
paña (1900-1956). (FUENTE: cuadro A.8.1 del apéndice.)
En las generaciones nacidas hacia 1910, más afectadas en una edad crítica por la
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Guerra Civil, estos porcentajes superaron el 15 %. Estos datos indican que la edad
media del primer matrimonio de las mujeres se retrasó a finales del siglo XIX y
durante la primera mitad del XX, y que, en algunas generaciones, este retraso im-
plicó un aumento también de la tasa de celibato definitivo.
CUADRO 8.1
Porcentajes de mujeres solteras por grupos de edad en España (1887-1950)
Grupos de edades 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950
pese a las dificultades, en los años cuarenta se elevó 12 años. El aumento fue aún
de 7 años en la década de 1950. La evolución de la mortalidad y la cronología de
su descenso constituyen la otra faceta de la transición demográfica, y por sí mis-
ma es suficientemente ilustradora de la modernización social y económica de
España, siendo casi seguro que antecedió y condicionó al posterior declive de la
fecundidad.
La consecuencia de la caída de la mortalidad y del incremento de la natalidad
fue que la población aumentó. De los 15.673.000 de habitantes que tenía España
hacia 1860, se pasó a los 18.617.000 en 1900. Esto significó una tasa media de
crecimiento anual de un 0,43 %, no muy superior a la que se había registrado en
el siglo XVIII (Pérez Moreda, 1999). El crecimiento relativamente lento de la po-
blación española se explica tanto por las tasas vitales tan altas que hemos visto
antes como por la creciente emigración desde mediados del siglo XIX. Habrá que
esperar a mediados del siglo XX para alcanzar los 28.118.000 de habitantes en
1950, que indicaban una gran vitalidad demográfica.
La emigración en el último cuarto del siglo XIX fue de vital importancia. Desde
la década de 1850 se asistió a un giro en la política migratoria, que coincidió con
la nueva demanda de mano de obra por parte de los países americanos. En 1853
se publicó la primera medida liberalizadora de las salidas con dirección a América.
A partir de 1882 se dispone de información estadística oficial sobre la emigración
exterior española. Según ella, unos 325.000 levantinos y andaluces marcharon con
destino a Argelia en las últimas décadas del siglo XIX. Al mismo tiempo, hubo otras
712.000 salidas oficiales con destino a América. La emigración a Francia, que en
numerosos casos resultaba una vía de embarque clandestino hacia el continente
americano, aumentó a lo largo de la segunda mitad de la centuria. Así lo demues-
tran las 80.000 personas que hacia 1900 integraban la colonia española en Francia.
Entre 1882 y 1930 pudo haberse dado una emigración bruta de 5.462.000 personas;
pero, descontando los regresos estimados, el saldo migratorio neto hasta 1930 no
superó el millón de habitantes. La enorme cantidad de salidas brutas —de casi 5,5
millones de emigrantes— revela la importancia de la emigración temporal o de tipo
golondrina. Ésta fue típicamente a Argelia, pero también llevó a muchos emigran-
tes a Cuba o a los distintos países de América continental.
el censo de 1860, el primero que recoge las ocupaciones de los cerca de 15.700.000
habitantes, sólo 4.300.000 tenían una ocupación. La consecuencia lógica es que
resulta increíble una tasa de actividad que se calcule a partir de esta cifra, si se
tiene en consideración que la sociedad española era pobre. Los trabajadores mas-
culinos tenían unos salarios muy bajos, y como eran mayoritariamente rurales,
cuando sufrían el paro estacional ni siquiera los percibían; tampoco había pen-
siones de vejez, ni escolarización obligatoria, y los hijos trabajaban a partir de seis
o siete años. Es completamente seguro que mujeres y niñas también trabajasen,
aparte de en las tareas domésticas, en otras extradomésticas remuneradas en es-
pecie o dinero (gráfico 8.2), porque no es creíble que trabajara menos de 1/3 de la
población. Es decir, aunque los censos se pueden considerar estimativos, no sirven
para saber quiénes trabajaban y a qué se dedicaban.
La distribución sectorial de la población activa tampoco muestra transforma-
ción estructural alguna. No hubo modificaciones importantes en lo que atañe al
predominio masivo del empleo agrario en el total de los activos (gráfico 8.3). El
porcentaje de ocupados del sector secundario incluso descendió de forma cons-
tante y ligera. En términos absolutos, el aumento fue casi imperceptible. El censo
CUADRO 8.2
Población activa (PA miles) y Tasa de actividad aparente (TAA) en España
(1877-1950)
Censos PA hombres PA mujeres PA total TAA hombres TAA mujeres TAA total
1877 5.700,5 1.457,8 7.158,3 70,1 17,2 43,0
1887 5.582,0 1.415,1 6.997,1 64,8 15,8 39,8
1900 6.083,4 1.354,7 7.438,1 66,9 14,2 40,0
1910 6.532,8 1.015,0 7.547,8 67,2 9,9 37,8
1920 6.824,5 1.013,6 7.838,1 65,8 9,2 36,6
1930 7.566,5 1.105,4 8.671,9 65,4 9,1 36,6
1940 8.103,1 1.116,6 9.219,7 65,3 8,3 35,6
1950 9.084,2 1.708,8 10.793,0 67,4 11,8 38,6
80
70
60
50
40
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20
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0
1877 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950
Gráfico 8.2. Tasas de actividad aparentes (TAA) en España (1877-1950). (FUENTE: cuadro 8.2.)
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1877 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950
Gráfico 8.3. Distribución porcentual de la población activa total por sectores de actividad
en España (1877-1950). (FUENTE: cuadro A.8.2 del apéndice.)
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1860 1877 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950
Gráfico 8.4. Tasas de alfabetización población +10 años según los censos de población de
España (1860-1950). (FUENTE: cuadro A.8.3 del apéndice.)
los cereales. El movimiento roturador continuó muy activamente en las tres déca-
das siguientes al año 1900 (Barciela, Giráldez, GEHR y López, 2005).
Precisamente, en el período aquí analizado sería en el que mejor se apreciaría
una verdadera ruptura respecto al atraso agrario español. Entre 1914 y 1936 se
produjeron los suficientes cambios como para considerar que el sector agrario
había iniciado su verdadero despegue. El único problema es que fue interrumpido
a causa de la Guerra Civil y la etapa autárquica del primer franquismo (Chris-
tiansen, 2012). Como novedades, se puede señalar que no sólo se produjo un in-
cremento de la producción agraria, sino que también mejoraron las productivida-
des del trabajo y de la tierra de forma relativamente importante (Simpson, 1997).
En términos absolutos, aproximadamente hacia 1936, año del estallido de la Gue-
rra Civil, la agricultura española había crecido considerablemente respecto al siglo
XIX, y los niveles de vida rural también habían experimentado algunas mejoras
(Martínez Carrión, 2002).
De hecho, la aceleración del cambio fue particularmente rápida hasta los años
treinta (Simpson, 2002). Como se ve en el gráfico 8.5, los empleos en la agricul-
tura descendieron en un 18 %, mientras que la productividad laboral relativa aumen-
tó en un 19 %.
70 0,7
60 0,6
50 0,5
Productividad
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% empleo
40 0,4
30 0,3
20 0,2
10 0,1
0 0
1850 1860 1900 1910 1920 1930 1940 1950
de las que se dedicaban a montes, dehesas y pastos. Además, hubo una ampliación
significativa de las tierras ocupadas por frutales, raíces, tubérculos, plantas indus-
triales y plantas hortícolas. La expansión de la ganadería, y su mayor incidencia en
el producto agrario total, también contribuyeron a ello. El aumento del producto,
junto al retroceso de la mano de obra, prueban un incremento de la productividad
y la utilización de más maquinaria y fertilizantes (Martínez Ruiz, 2000).
El proceso de modernización agrícola quedó paralizado a partir del estallido
de la Guerra Civil en 1936. Durante el período bélico, la producción agraria de-
pendió esencialmente de factores climáticos y de la superficie cultivada, pese al
esfuerzo realizado por las colectividades agrarias en la zona republicana, donde
trabajaron unas 800.000 personas en casi 3 millones de hectáreas (Garrido, 2013).
En función de la evolución de las producciones agrarias durante los años agrícolas
1935-1936 y 1936-1937 (gráfico 8.6), podemos concluir que descendieron ligera-
mente las cosechas, con la excepción de raíces, tubérculos y bulbos, gracias funda-
mentalmente al excelente rendimiento de patata en 1937. Asimismo, se sostuvo con
apenas unas ligeras caídas la producción de aceite de oliva en las campañas de
1936-1937 y 1937-1938, aunque se hundiría el año en que finalizó la guerra.
CUADRO 8.3
El crecimiento del PIB y la actividad agraria (1850-1958)
% participación
% tasas % aportación
% tasas medias de la Productividad
medias anuales de la % empleo
Fases anuales agricultura en laboral relativa en la
del crecimiento agricultura en la
económicas del crecimiento el PIB a agricultura (total
de la al crecimiento agricultura
PIBcf precios economía = 1)
agricultura del PIB
corrientes
1850-1883 1,84 1,17 39,6 25,4 63,6 0,62
1883-1920 1,22 0,89 32,4 22,7 59,6 0,54
1920-1929 3,54 1,52 26,8 10,5 50,0 0,54
1929-1952 0,60 0,17 25,6 5,1 46,5 0,55
1952-1958 4,35 0,54 23,5 2,7 43,9 0,54
% aportación de la agricultura
Fases Productividad aparente del trabajo Productividad del trabajo
al crecimiento de la productividad
económicas agrícola (VAB/ocupado) (tasa crecimiento PIB/ocupado)
del trabajo
1850-1883 0,60 34,9 1,30
1883-1920 0,77 78,4 0,69
1920-1929 2,20 53,2 2,44
1929-1952 −0,93 88,4 −0,48
1952-1958 1,26 24,1 2,98
35.000
30.000
25.000
Miles de qm
20.000
15.000
10.000
5.000
0
Cereales Mosto (hl) Aceite Frutales Raíces Plantas
Leguminosas Tubérculos industriales
Bulbos
1936 1937
Gráfico 8.6. Producción agraria de la zona republicana en la Guerra Civil (años agrícolas
1935-1936, 1936-1937 y para el aceite 1937-1938). [FUENTE: Garrido (2013).]
A la crisis económica que se venía arrastrando desde los años treinta y la Gue-
rra Civil se unió la autarquía en los años cuarenta y principios de los cincuenta
(Zambrana, 2006). Esto hizo retroceder la «nueva dirección» de la agricultura espa-
ñola. A partir de entonces se vio inmersa en una dinámica marcada por una serie
de rupturas respecto de los avances conseguidos con anterioridad. La economía se
encontró aislada, sin apenas divisas, con enormes dificultades para conseguir mate-
rias primas o bienes de equipo y orientada al autoabastecimiento. Esto conllevó un
estancamiento de las actividades productivas y un descenso generalizado del bien-
estar de los españoles. Fueron años de escasez y graves dificultades económicas.
Pero hay que distinguir la década de 1940 respecto a la de 1950. En el sector
agrario, el intervencionismo estatal, la política autárquica y el férreo control de la
distribución y el consumo hicieron disminuir las superficies cultivadas, la produc-
ción y los rendimientos, en un contexto de escasez de fertilizantes y maquinaria y
abundante mano de obra (Abad y Naredo, 2002). La descapitalización agraria
reforzó la agricultura orgánica tradicional. El aislamiento del mercado exterior
perjudicó a los productos de exportación. La ganadería no repuso existencias, con
las excepciones del mular y el equino. La economía experimentó un proceso de
reagrarización, y el mercado negro, que ya venía funcionando desde la Guerra Ci-
vil, proporcionó fuertes ganancias, que hicieron aumentar los beneficios de una
minoría de agricultores y su consiguiente acumulación de capital, e indirectamente
la capacidad de financiación del sector agrario (Christiansen, 2012). Sobre todo,
los ingresos de los grandes propietarios agrícolas crecieron a costa del claro dete-
rioro de los salarios reales y del incremento de los precios de los alimentos de pri-
mera necesidad en el mercado legal e ilegal. La contrarreforma agraria y la políti-
ca de colonización fueron, asimismo, piezas básicas de la política agraria del primer
franquismo. En definitiva, las disponibilidades alimenticias y el consumo de la
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8.3. LA INDUSTRIA
En la segunda mitad del siglo XIX España incorporó masivamente nueva tec-
nología industrial (Carreras, 2005). Esta circunstancia ha quedado un poco oscu-
recida, al no tener dicha incorporación su correlativo efecto en el incremento del
empleo en el sector secundario. De hecho, la primera revolución tecnológica in-
centivó poco la ocupación industrial, aunque sí mejoró la productividad del tra-
bajo (Rosés, 2013). Es cierto que tuvo poderosas consecuencias locales y regiona-
les, pero un resultado modesto a escala del conjunto de España (Rosés y Sánchez
Alonso, 2004). Todo ello se produjo en un marco de precios relativos estables de
la industria respecto al resto de la economía. Las cosas cambiaron durante el pri-
mer tercio del siglo XX, pero especialmente entre 1914 y 1929, período que se
caracteriza por el fuerte incremento del empleo industrial sobre la ocupación to-
tal. La contrapartida fue que la productividad laboral relativa de la industria se
hundió. La duplicación del producto industrial no aportó incrementos en el peso
relativo de la industria en el PIB, que se mantuvo estable. Los precios relativos
industriales iniciaron su declive en los años veinte. Entre 1930 y 1950 España ex-
perimentó un retroceso industrial. El impacto de la retracción realmente se apre-
ció en los años treinta, pero hacia 1950 los datos se parecen más a los de 1940 que
a los de 1930. Cayeron tanto las magnitudes productivas como el peso de la in-
dustria en el producto total. Dicho retroceso resultó simultáneo a un descenso de
la productividad laboral industrial, que reflejaba una reducción de los salarios
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4
3,5
3
2,5
2
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0,5
0
1850-1870 1870-1890 1890-1913 1913-1935 1935-1950
Gráfico 8.7. Índice de Producción Industrial (IPI) español comparado con otros países euro-
peos (1850-1950). (FUENTE: cuadro A.8.5 del apéndice.)
30 3
25 2,5
Productividad
% empleo
20 2
15 1,5
10 1
5 0,5
0 0
1850 1860 1900 1910 1920 1930 1940 1950
De acuerdo con Rosés (2013), y tal como muestra el cuadro 8.4, en la segunda
mitad del siglo XIX los sectores industriales y la construcción fueron los más di-
námicos de la economía española. Entre 1850 y 1913 el producto industrial se
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CUADRO 8.4
El crecimiento del PIB y la actividad industrial y de la construcción (1850-1952)
% tasas medias % participación
% aportación % empleo Productividad
% tasas anuales de la industria
de la industria en la laboral relativa en
Fases medias anuales del crecimiento y la construcción
y la construcción industria la industria y la
económicas del crecimiento de la industria en el PIB
al crecimiento y la construcción
PIBcf y la a precios
del PIB construcción (total economía = 1)
construcción corrientes
vieron un tamaño relativo muy pequeño, como lo demuestra que en 1917 las em-
presas número 200 de Estados Unidos, Alemania o Reino Unido ocuparan en Es-
paña, respectivamente, el puesto 4, 21 y 26. Las grandes empresas españolas estaban
posicionadas en el sector bancario, los ferrocarriles, la minería o las eléctricas, pero
apenas en la industria de transformación. La industria española se desentendió casi
por completo del mercado exterior, concentrándose en el mercado interior, reserva-
do por medio de la elevada protección arancelaria. Los efectos perniciosos condu-
jeron a que casi no se hicieron inversiones para renovar el utillaje tecnológico, o la
imprescindible inversión en departamentos de investigación dentro de las propias
empresas. La oligopolización de la industria fue quizá más alta que en otros países
europeos (Fusi y Palafox, 1997). Esto determinó, en un marco protegido mediante
elevadas tarifas arancelarias, la posibilidad de la diversificación de la producción al
margen de los costes comparativos, la fijación de unos precios muy superiores a los
del mercado internacional y el mantenimiento de una tasa de expansión de la ofer-
ta por debajo de la demanda. Es decir, la producción se adaptó en una medida muy
escasa al aumento de la demanda, presionando al alza el nivel de precios y obsta-
culizando la obtención de una tasa mayor de aumento de la renta nacional. Los
conseguir el desarrollo industrial del país. De ahí infirió que sólo un sector público
industrial potente garantizaría el crecimiento económico, para lo cual se creó en
1941 el INI. Su presidente desde 1941 a 1963 fue José Antonio Suanzes, un militar
de marina con el grado de almirante formado como ingeniero naval. Firme defen-
sor de la autarquía, siempre manifestó su total rechazo a la importación de bienes
de equipos extranjeros, pero se vio obligado a aprovecharlos para modernizar las
industrias públicas. El sistema autárquico puesto en práctica reducía la competen-
cia y elevaba los costes de producción. Ante la falta de los estímulos de aquélla, se
relajó la presión del mercado, lo cual era imprescindible para un comportamiento
más innovador. Hasta tal punto esto fue así, que los ensayos realizados reflejaron
siempre un coste superior al del mercado internacional.
De todos modos, se produjo la paradoja de que el INI resultó fundamental para
la gran empresa española debido a que amparó algunas de las empresas más impor-
tantes de España. Creció rápidamente en la década de 1940, pasando de 4 socieda-
des en 1942 a 19 tres años después y a 40 en 1950. Para el mismo período, el capital
social de 500 millones de pesetas aumentó hasta los 7.000 millones; es decir, casi un
20 % de toda la inversión pública. Además, la presencia del INI sería relevante en el
sector energético, que llegó a representar más de la mitad de sus inversiones. Apar-
te del INI, hubo otras muchas empresas que fueron declaradas de interés nacional;
a todas ellas se les imponía un interventor y un consejero delegado, y se dedicaban
a desarrollar la industria militar o a la sustitución de importaciones.
En la década de 1950, el Estado desempeñó un papel decisivo en el desarrollo
industrial por medio de leyes y directivas, intervención directa del INI, Banco de
Crédito Industrial, múltiples organismos autónomos y por medio de los presupues-
tos estatales. De esta forma, se pudo acometer un amplio programa de obras pú-
blicas y de actuaciones empresariales. En dichos años, el INI experimentó una
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Productividad
% empleo
20 2
15 1,5
10 1
5 0,5
0 0
1850 1860 1900 1910 1920 1930 1940 1950
Gráfico 8.9. Empleo y productividad laboral del sector servicios en España (1860-1950).
(FUENTE: cuadro A.8.7 del apéndice.)
8.4.2. Transportes
Salta a la vista, según se refleja en el cuadro 8.5, la importancia cada vez mayor
de los servicios en la economía española de la primera mitad del siglo XX, tanto en
términos de contribución al PIB como al empleo. Dentro de ellos, se puede destacar
especialmente la ampliación y modernización de las redes de transportes y comu-
nicaciones (Gómez Mendoza y San Román, 2005). El sistema ferroviario de vía
ancha iniciado a mediados del siglo XIX estaba completado con las líneas transver-
sales, que además complementaban las troncales, y con la red de vía estrecha. En
CUADRO 8.5
El crecimiento del PIB y la actividad en el sector servicios (1850-1952)
% tasas medias % participación % aportación
% tasas Productividad laboral
anuales del sector del sector % empleo
Fases medias anuales relativa
del crecimiento servicios servicios en el sector
económicas del crecimiento en el sector servicios
del sector en el PIB a al crecimiento servicios
PIBcf (total economía = 1)
servicios precios corrientes del PIB
el primer tercio del siglo XX las construcciones apenas avanzaron de media unos
30 kilómetros anuales. Eso sí, las compañías importantes modernizaron sus insta-
laciones. Se procedió al desdoblamiento de las vías donde lo hizo necesario un
aumento de la demanda, ya que ésta provocaba una mayor intensidad del tráfico.
Pero no fueron tan diligentes en la electrificación de las líneas para sustituir la
tracción de vapor. La cada vez mayor competencia del transporte por carretera
perjudicó al ferroviario. En 1944, el volumen de mercancías transportado por los
ferrocarriles era similar al de 1910, y el número de viajeros se mantuvo igual.
En la segunda mitad del siglo XIX se abrieron al tráfico terrestre nada menos
que 27.000 kilómetros de carreteras, cuyo objetivo principal era acabar con el ais-
lamiento de numerosas provincias. Pero el atraso español se apreciaba en la escasa
densidad viaria por kilómetro cuadrado y por cada mil habitantes. Los avances
relativos más rápidos se consiguieron en los dos últimos decenios del siglo XIX,
duplicando la densidad viaria. Pero, en realidad, sólo se mejoraron las carreteras
secundarias. La longitud de la red de carreteras de tercer orden aumentó a una tasa
del 5,1 % anual, mientras que las carreteras de primer orden sólo lo hicieron en un
1,4 %. En el primer tercio del siglo XX, la construcción de carreteras se incrementó
a un ritmo del 3,2 % anual, aunque en esta etapa sí resultó beneficiada la red viaria
principal, al crecer a una tasa del 6,8 % anual. Se respondía así a una mayor de-
manda provocada por los inicios de la motorización en el transporte de personas
y mercancías. También se mejoró la calidad de las carreteras con la adopción de
los firmes especiales en los años de la dictadura de Primo de Rivera. Pero en los
veinte años siguientes a la Guerra Civil cayó el ritmo de obras públicas de carre-
teras en un 0,7 % anual, y se estancó la longitud de la red principal de las estatales.
En el transporte marítimo se incrementó el tonelaje desplazado, al tiempo que
se sustituía la vela por el vapor y, posteriormente, por el motor diésel. Entre 1890
y 1914 los buques de vapor ya suponían entre un 70 y un 80 % de la flota mercan-
te española. La navegación de vapor alcanzó su máximo apogeo en 1922, acapa-
rando un 95 % de la flota mercante española. Entre 1923 y 1935 fue perdiendo
terreno a favor de los buques de motor diésel. Éstos sufrieron un estancamiento
después de la Guerra Civil, lo que permitió una recuperación del transporte ma-
rítimo a vapor. En 1958 se alcanzó un punto de inflexión, al quedar repartida la
flota mercante a partes iguales entre vapor y motores diésel. El comercio maríti-
mo de cabotaje experimentó también una importante expansión entre los años
1891 y 1913, con una tasa de crecimiento cercana al 2 % anual y en volumen al
4,4 %, manteniéndose un crecimiento sostenido hasta la Primera Guerra Mundial.
A partir de ella se produjo una fuerte caída, tanto del volumen como del valor del
cabotaje, hasta la dictadura de Primo de Rivera en 1923, en que experimentaron
una rápida recuperación. Llegaron a unos índices de volumen y valor, respectiva-
mente, del 51 y 18 % por encima de su nivel de 1914. El crecimiento acumulativo
anual del cabotaje hasta 1935 fue del 2,6 %. Después de la Guerra Civil, a partir
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8.4.3. Comunicaciones
Correos, telégrafos y teléfonos fueron los principales sistemas de comunica-
ciones entre finales del XIX y mediados del siglo XX. Contribuyeron decisivamen-
te a la rapidez e intensidad con que se transmitieron las noticias y las informacio-
nes, aunque el teléfono era todavía relativamente poco importante al iniciarse la
Guerra Civil, en parte debido al arraigo del sistema de telégrafos. Tanto el sistema
postal como el telegráfico fueron explotados por el Estado como un servicio pú-
blico. Al teléfono por cable se le consideró el sistema de telecomunicaciones por
excelencia del siglo XX, al menos hasta su última década. Pese a ello, en España
encontró especiales dificultades. El caos legislativo en la regulación del servicio,
originado por los diferentes supuestos ideológicos de conservadores y liberales,
no se resolvió hasta la creación de la Compañía Telefónica Nacional de España
(CTNE) en 1924. Todo ello se tradujo en acusados desequilibrios territoriales en
su difusión, probablemente relacionados con el apoyo institucional de carácter
regional que el sistema telefónico recibió, por ejemplo, en Guipúzcoa y Catalu-
ña. Entre agosto de 1924 y 1930 la Telefónica, como popularmente se la conocía,
concentró todas las concesiones telefónicas menos seis. Hacia 1936, se estima que
el 8 % de las familias españolas, fundamentalmente en las ciudades, utilizaban el
sistema telefónico de comunicación (Muñoz y Ortúñez, 2013).
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esperar bastantes años después de la Guerra Civil para que el Banco de España
se consolidara como la autoridad monetaria. Durante el franquismo su autono-
mía efectiva fue muy restringida, puesto que el gobierno ejerció activamente su
control sobre la entidad emisora. De hecho, como indican Martín Aceña y Pons
(2005), la ley de Ordenación Bancaria de 1946 concedía al gobierno el papel de
dirigir y organizar la política monetaria, sobre la que el Banco apenas tenía nada
que decir, pese a ser una de las funciones esenciales de cualquier banco central.
CUADRO 8.6
Porcentajes de crecimiento acumulativos de las exportaciones a precios constantes
(1870-1950)
CUADRO 8.7
Tasas de crecimiento de las exportaciones e importaciones españolas (1877-1959)
Exportaciones Importaciones
PIB c. f.
Pesetas Pesetas Pesetas Pesetas Pesetas Pesetas pesetas 1995
constantes corrientes oro constantes corrientes oro
seta entre 1890 y 1905. Por tanto, desde la década de 1890 se inició un ciclo en el
que se redujo la internacionalización de la economía española hasta la década de
1940. Esto significó que el comportamiento de la economía española en compa-
ración con Europa fue diferente incluso en la década de 1920. Si esta última recu-
peró la tendencia a la apertura que tenían antes de la Segunda Guerra Mundial,
España la redujo al crecer la producción interior más que el comercio exterior. El
progresivo crecimiento del diferencial de apertura con Europa desde finales del
siglo XIX hasta los últimos años de la década de 1920 hace comprensible que, du-
rante la crisis económica de los treinta, disminuyera en menor medida que en
otros países europeos el grado de apertura español. En los años cuarenta y cin-
cuenta se implantó la autarquía en España. Antes y después de la Segunda Gue-
rra Mundial, el diferencial de apertura con Europa fue importante; pero la ten-
dencia a recuperar la apertura es semejante a la de España, pese a que no
participó en la conflagración. Entre 1953 y 1960 se incrementó el diferencial de
internacionalización de la economía española respecto a Europa, debido al estan-
camiento de la apertura comercial española, en una coyuntura de creciente inter-
nacionalización europea.
vo en 1869-1892. Desde finales del XIX hasta 1914 se asiste a un retroceso paula-
tino del saldo positivo de la balanza comercial a causa de un aumento acelerado
de las importaciones más que de las exportaciones en términos monetarios. Esto
demuestra un ligero estancamiento de las exportaciones españolas, pese al con-
texto de expansión de la economía mundial. Debido al impacto de la Primera
Guerra Mundial, el comercio exterior español atravesó por una excepcional co-
yuntura (1915-1919). Supuso un paréntesis en la disminución progresiva de los
saldos positivos que venían sucediéndose desde 1890. En la primera mitad de los
años veinte se intensificó esta tendencia con tasas de cobertura que no se daban
desde 1860. En realidad, las importaciones se incrementaron a tasas superiores a
las de las exportaciones en los primeros cinco años de la década de 1920, aunque
se invirtieron las posiciones en la segunda mitad de la misma. Pese a todo, en los
años veinte las exportaciones españolas tuvieron un crecimiento notable, tanto en
relación a toda la década como en términos comparativos, y tanto respecto a pe-
ríodos precedentes como a otros países. La balanza comercial no mejoró en los
años treinta, por lo cual se puede considerar que lo sucedido entre 1920 y 1935 fue
un claro precedente de lo que se ha denominado como «déficit crónico de la eco-
CUADRO 8.8
Tamaño de los flujos netos de capital. Media de los valores absolutos de la cuenta
corriente como porcentaje del PIB (datos anuales) (1870-1959)
Comín y Díaz (2005) sí parece cumplirse la ley de Wagner de crecimiento del gas-
to público relativo a largo plazo. Por otra parte, en esta etapa no existió propia-
mente hablando el estado del bienestar en España y, por tanto, no representó
apenas gastos. Así pues, entre 1860 y 1955 sólo habría que añadir los pagos de las
Corporaciones Locales para conocer la dimensión relativa de todo el sector pú-
blico español.
Comparado con el de otros países, el sector público español ha sido tradicio-
nalmente más raquítico. Como puede verse en el cuadro 8.10, en la década de
1920 el gasto del Estado con relación a la renta nacional suponía el 32 % en Fran-
cia, o el 26 en el Reino Unido, mientras que en España era del 8 %. Si nos remon-
tamos a épocas previas, la importancia relativa del Estado español dentro de la
economía estaba más próxima a la de otros países; por ejemplo, en 1870 ese co-
ciente se situaba en España en torno al 10 %, una proporción próxima a la de
Francia y el Reino Unido. Aun contando con que en estos otros países los orga-
nismos públicos distintos del Estado tuviesen más importancia que en España,
hay que convenir que en el siglo XIX el volumen del sector público español estaba
más cerca de los cánones internacionales de lo que lo estuvo a medida que avan-
CUADRO 8.9
Proporción de la importancia de algunas magnitudes públicas en España (1860-1955)
zaba el siglo XX y, sobre todo, que después de la Segunda Guerra Mundial. Así se
confirma si tomamos los datos de mediados de la década de 1950. En función de
ellos, observamos que la relación entre el gasto del Estado y la renta nacional fue
del 23 % en Alemania, del 30 en Francia, del 16 en Italia y del 25 en el Reino Uni-
do, mientras que en España dicha ratio no alcanzaba el 10 %.
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CUADRO 8.10
Comparación del porcentaje de los gastos de las Administraciones Públicas y el
Estado en relación al PIB entre España y varios países europeos (1870-1960)
Total Estado Total Estado Total Estado Total Estado Total Estado
1960 35,0 17,9 52,4 34,1 — 27,1 43,6 32,7 14,8 10,5
A principios del siglo XX, la deuda pública en circulación era superior a la renta
nacional, y eso que había disminuido su importancia con respecto a finales del
CUADRO 8.11
Porcentaje de los gastos del Estado respecto al gasto total según la clasificación
económica (1850-1935)
Bienes Sueldos Intereses Formación bruta Transferencias
y servicios y salarios de la deuda de capital fijo corrientes
1850 29 51 7 2 7
1900 15 36 31 2 0
1935 16 37 21 7 11
1959 10 25 6 9 5
CUADRO 8.12
Porcentaje de la aportación de los grupos de ingresos de la clasificación económica
a los ingresos ordinarios del Estado (1850-1935)
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Impuestos sobre
Impuestos indirectos Impuestos directos Monopolios
el capital
1850 30 27 28 1
1900 39 34 13 5
1935 30 33 15 6
1959 29 18 2 1
La ausencia de una verdadera reforma tributaria desde mediados del siglo XIX
no quiere decir que entre 1845 y 1977 no se produjeran cambios en el esquema
impositivo, aunque éstos fueron de menor calado. El sistema fiscal liberal de pro-
ducto se completó con la reforma de Raimundo Fernández Villaverde en 1900. En
ella se agregaron a los antiguos impuestos de producto, otros nuevos dentro de la
contribución sobre las utilidades de la riqueza mobiliaria, en forma de tres tarifas
que gravaban los salarios, los rendimientos del capital y los beneficios de socieda-
to a raíz del Plan de Estabilización (Comín y Díaz, 2005). Los servicios generales
del Estado (gastos de la Administración General, Exteriores y Justicia) ocuparon
el primer lugar de los gastos por funciones. Pero los gastos en servicios generales
retrocedieron respecto al gasto total del Estado, y de forma apreciable de 1850 a
1900. Más tarde se estabilizaron o cayeron lentamente en el primer tercio del si-
glo XX. Dichos gastos generales del Estado se incrementaron en la primera etapa
del franquismo. Los gastos sociales del Estado incluyeron, normalmente, los de
sanidad, educación, vivienda, urbanismo, servicios comunitarios y los culturales.
Proporcionalmente sobre el total, los gastos sociales del Estado se estancaron
entre 1850 y 1899, aumentaron de 1900 a 1935 y se hundieron tras la Guerra Civil,
para recuperarse a partir de la década de 1950.
Entre los gastos sociales sobresalen los de Educación y Sanidad. La Educación
fue desatendida por el Estado en el siglo XIX. A partir de 1902 empezó a recibir
mayores dotaciones presupuestarias, al asumir el Estado la educación primaria, que
hasta entonces había estado a cargo de los ayuntamientos, lo cual hizo que mejo-
rase visiblemente en el período 1902-1935. Pero durante el primer franquismo vol-
vieron a retroceder los gastos relacionados con la enseñanza. La sanidad también
tardó en ser atendida por los gobiernos españoles. Únicamente se hicieron algunos
débiles esfuerzos durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República.
En la posguerra, sólo a partir de la década de 1950 se incrementó el gasto sanitario.
Los gastos en Defensa (Ministerios del Ejército, Marina y Aire) resultaron
cíclicos, al estar asociados a los conflictos bélicos exteriores o interiores. Así se
comprueba en el extraordinario gasto en Defensa de las décadas de 1940 y 1950.
Desde 1915, los gastos en Seguridad, en los que se incluyen Justicia y Policía,
aumentaron sus presupuestos para mantener el orden público. En contra de lo
que podría pensarse, en el franquismo se estancaron los gastos en Seguridad, ya
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que el Ejército asumió las funciones represivas y de mantenimiento del orden pú-
blico. Los gastos en Seguridad Social hasta el final de la década de 1950 fueron,
esencialmente, los correspondientes a las pensiones, aunque la mayoría eran des-
tinadas a los funcionarios del Estado.
El pago de la Deuda mantuvo entre 1850-1900 una alta proporción en relación
a los gastos totales, aunque crecía cuando surgían dificultades de la Hacienda, y
descendía si se conseguían arreglos de la Deuda. En los primeros treinta años del
siglo XX, los intereses de la Deuda descendieron dentro de los gastos del Estado, a
pesar de que hubo algunas fluctuaciones por las dificultades de la Primera Guerra
Mundial. En la dictadura de Franco las atenciones de la Deuda continuaron bajando.
Los gastos en servicios económicos de la clasificación funcional, elaborados
por Comín y Díaz (2005), recogen los gastos presupuestarios invertidos en inten-
tar impulsar la economía española. En estos gastos se incluyen los correspondien-
tes a las infraestructuras y comunicaciones, siendo los más elevados los que con-
ciernen a las primeras. A pesar de las fluctuaciones del porcentaje de los servicios
económicos en el total de gastos del Estado, se dio un cierto estancamiento de los
mismos en 1850-1889. Pero en el primer tercio del siglo XX los gastos económicos
del Estado se ampliaron dentro del total. La tendencia se invirtió tras la Guerra
Civil, cuando el Estado no adoptó una posición keynesiana como se estaba ha-
ciendo en Europa, ni se hicieron grandes inversiones en la reconstrucción de in-
fraestructuras en España. Los gastos del Estado cayeron en servicios económicos,
hasta el punto de que los niveles conseguidos antes de la Segunda República sólo
se recuperaron a finales de la década de 1950.
Como se comprueba en el cuadro 8.11, visto anteriormente, sobre las catego-
rías económicas del gasto, las más importantes del Estado entre 1850 y 1959 fue-
ron las de gastos de personal, con algunas excepciones, como la del período 1850-
1899, en que las superaron los gastos financieros. Esto último se explica por el
volumen de las cargas de la Deuda, que quitaron importancia relativa a las otras
dos grandes partidas, como eran los gastos en personal y los gastos en bienes y
servicios. Entre las tres acapararon la mayor parte del gasto público. De tal ma-
nera que hasta bastante tiempo después en que se retrajeron sus cantidades de
conjunto, no surgieron otras partidas dedicadas al gasto público en inversión y
transferencias para el sostenimiento de la renta. Precisamente, entre 1900 y 1935
se asistió a la primera fase de la modernización del gasto público según la clasifi-
cación económica, porque los gastos financieros perdieron importancia.
En la segunda mitad del siglo XIX, la inversión pública estatal disminuyó y
mantuvo bajos niveles. En el primer tercio del XX se acrecentó poco a poco, ace-
lerando su mejora en las décadas de 1920 y 1930. La inversión pública sufrió un
estancamiento desde 1940 a 1955, pero inició su recuperación a partir de 1959.
Respecto a la estructura de los gastos del Estado, el anterior cuadro 8.11 de-
muestra que los gastos corrientes siempre superaron a los de capital, aunque
estos últimos experimentaron un suave crecimiento desde principios del siglo
XIX; pero en 1959 seguían representando apenas el 9 % del gasto del Estado. En-
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tre los gastos corrientes, destacaron los pertinentes a sueldos y salarios, aunque
con tendencia a caer en el siglo XX. Lo mismo sucedió con los intereses de la
Deuda, que fueron cada vez menores dentro de los presupuestos de gastos del
Estado hasta 1959.
CONCLUSIONES
La larga etapa estudiada, que abarca el último tercio del siglo XIX y la prime-
ra mitad del XX, representa para la economía española una transición incompleta
hacia la modernización, con evidentes avances y retrocesos. Éstos no sólo se pue-
den explicar por razones estrictamente económicas, sino también por problemas
institucionales no resueltos, o cuya solución tuvo un enorme coste social y econó-
mico. Si la crisis económica finisecular (1881-1895) se superó con una mayor in-
tegración en la economía internacional, a través de la minería y agricultura de
exportación, la crisis posbélica de la Primera Guerra Mundial desembocó en la
instauración de la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930) y la adop-
ción de una solución autoritaria con fuerte intervención estatal ante los problemas
planteados. La alternativa democrática que le siguió con la Segunda República se
tuvo que enfrentar al impacto tardío de la crisis económica internacional iniciada
en 1929, que, unida a los problemas internos de índole social, política y económica,
desembocaron en la Guerra Civil, la cual dejó deshecho al país. Durante los pri-
meros veinte años de la dictadura del general Franco la recuperación económica
tuvo muchas dificultades, o se retrasó más de lo necesario a causa de la política
económica autárquica puesta en práctica, y que sólo empezó a ser desmantelada,
y nunca del todo, a partir del Plan de Estabilización y Liberalización de 1959.
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LECTURAS RECOMENDADAS
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den consultar en Robledo, R. (ed.) (2010): Ramón Garrabou. Sombras del progreso. Las
huellas de la historia agraria. Barcelona: Crítica.
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mecanización de la agricultura española (1862-1967). Sevilla: Universidad de Sevilla y
Universitat de Barcelona.
Matés, J. M. (2013): «La economía durante el franquismo: la década de la transición
(1950-1959)». En A. González y J. M. Matés (coords.), Historia económica de España.
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APÉNDICE
CUADRO A.8.1
Índice sintético de fecundidad y tasas de reproducción (por una mujer) en España
(1900-1956)
Año Índice sintético Tasa bruta de reproducción Tasa neta de reproducción
CUADRO A.8.2
Distribución porcentual de la población activa total por sectores de actividad
en España (1877-1950)
Años Primario Secundario Terciario
CUADRO A.8.3
Tasas de alfabetización según los censos de población de España (1860-1950)
Población +10 años 1860 1877 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950
Masculina 40 45 50 55 61 67 80 88 93
Femenina 12 19 24 32 41 51 63 76 83
Total 26 31 37 43 50 59 71 82 88
CUADRO A.8.4
Empleo y productividad laboral de la agricultura, silvicultura y pesca en España
(1860-1950)
Porcentaje del empleo Productividad laboral relativa en la agricultura,
Años
en la agricultura, silvicultura y pesca silvicultura y pesca (PIB por persona empleada = 1)
CUADRO A.8.5
Crecimiento del Índice de Producción Industrial (IPI) español comparado
con otros países europeos (1850-1950)
Años España Alemania Francia Reino Unido Hungría Italia Portugal Rusia
CUADRO A.8.6
Empleo y productividad laboral de la industria y la construcción en España
(1860-1950)
Porcentaje del empleo en la industria Productividad laboral relativa en la industria
Años
y construcción y construcción (PIB por persona empleada = 1)
CUADRO A.8.7
Empleo y productividad laboral del sector servicios en España (1860-1950)
Productividad laboral relativa en servicios
Años Porcentaje del empleo en servicios
(PIB por persona empleada = 1)
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9.1. INTRODUCCIÓN
La etapa estudiada se puede dividir cronológicamente en dos grandes perío-
dos. El primero abarca desde el Plan de Estabilización de 1959 hasta los Pactos
de la Moncloa de 1977, y el segundo desde esa última fecha hasta la entrada en
circulación de la moneda del euro en 2002. En el período comprendido entre 1959
y 1976 se incluye uno de los procesos de crecimiento económicos más intensos e
ininterrumpidos de la historia de España hasta el comienzo de la crisis de 1973,
que se convirtió en la más grave que se había sufrido desde la Guerra Civil y la
década de 1940. El PIB creció durante quince años seguidos, en términos reales,
a una tasa media anual de más del 7 %. Dicho crecimiento se hizo realidad gracias
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dada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y así evitar que
el desplome del modelo autárquico arrastrara a la propia dictadura. El principal
instrumento que se utilizó fue el Plan de Estabilización y Liberalización de 1959.
Su puesta en marcha permitió una cierta normalización de la posición internacio-
nal de España, un reequilibrio económico y el desmantelamiento parcial del in-
tervencionismo (Betrán, Cubel, Pons y Sanchís, 2010). El Plan de 1959 afrontó
tres aspectos. El primero consistió en aplicar políticas coyunturales para lograr
una estabilización de la economía española. La inflación se había convertido en
un grave problema, ante la ausencia de una disciplinada política monetaria. Ésta
se había subordinado a la financiación de los déficits presupuestarios del Estado
y de los organismos autónomos. Por tanto, fue necesario imponer una operación
estabilizadora clásica, para lo cual se puso en práctica una política fiscal y mone-
taria que limitara el gasto público y las emisiones de deuda, además de subir el
tipo de interés. En segundo lugar, se acometieron una serie de medidas liberaliza-
doras que afectaron a los agentes económicos. Así, se eliminaron diversos orga-
nismos interventores de la época de la autarquía, y se redujeron trámites adminis-
trativos a los empresarios privados. En tercer lugar, se afrontó una mayor
apertura exterior (Serrano y Pardos, 2002).
El segundo período se corresponde con lo que Luis Ángel Rojo (2002) llamó
un «cambio de rumbo en la política económica», que se inició con la transición
de la dictadura franquista a la democracia, y en el que las transformaciones de la
economía española a lo largo de los años 1977-2002 fueron transcendentales a
la hora de impulsar un crecimiento menos intervenido, más competitivo, eficiente
y estable, al menos hasta la crisis económica iniciada en 2007. En definitiva, una
economía más abierta al resto del mundo y, especialmente, a los países de Europa
occidental, involucrados en un proceso de integración al que España se había unido.
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el último año de la Guerra Civil (1939), cuando con 420.000 nacimientos se al-
canzó el mínimo registrado desde hacía más de un siglo. Pero en 1996 se llegó a
una cifra aún más baja, un total de 363.000 nacidos; ésta se fue recuperando le-
vemente en los años siguientes, hasta alcanzar unos 404.000 nacimientos en 2001.
Este último dato todavía era inferior al de finales de la década de 1980. La caída
de la fecundidad siguió siendo tan pronunciada como en el resto del mundo occi-
dental más desarrollado, y las mujeres en edad fértil nacidas en los años de 1960-
1970 mantuvieron en casi todos estos países una descendencia media por debajo
de 2 hijos por mujer, y en el caso de España de 1,8 hijos.
Las curvas representadas en el gráfico 9.1 permiten interpretar que a partir de
1965 los indicadores anuales de la fecundidad y la natalidad española se incorpo-
raron en su caída a los que se estaban produciendo en todos los países occidenta-
les desarrollados. Entre los países del sur de Europa fue especialmente rápida
desde mediados de la década de 1970, acercándoles muy rápidamente a las tasas
de fecundidad del resto de los países europeos occidentales, e incluso inferiores a
partir de 1980. Llama la atención que en 1999-2001, pese a que el indicador co-
yuntural de la fecundidad española aumentó tenuemente y se situó en 1,24 hijos
por mujer, aún seguía encontrándose entre los más bajos del mundo, lo mismo
que Italia, Grecia y, ahora sí también, bastantes países de la Europa del este.
3,5
3
2,5
2
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1,5
1
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0
61 66 71 76 81 86 91 96 97 98 99 00 01
-19 -19 -19 -19 -19 -19 -19 -19 19 19 19 20 20
60 65 70 75 80 85 90 95
19 19 19 19 19 19 19 19
Índice sintético
Tasa neta de reproducción
Tasa bruta de reproducción
Gráfico 9.1. Índice sintético de fecundidad y tasas de reproducción (por una mujer) en Es-
paña (1960-2001). (FUENTE: cuadro A.9.1 del apéndice.)
monios que precedieron tanto en el caso español como en los países occidentales
al «baby boom». Pero a partir de mediados de los años setenta, las primeras nup-
cias y su frecuencia en España comenzaron a retrasarse. La modificación en la
nupcialidad repercutió en los censos de 1991 y 2001, donde encontramos un in-
cremento de los porcentajes de mujeres solteras de menos de 45 años, hasta el
punto que en 2001 las proporciones fueron muy elevadas, y superiores a las que
se dieron en cualquiera de los censos anteriores. Pero el aumento de la soltería que
se ha dado en los últimos 25 años del siglo XX debe interpretarse como resultado
de un progresivo acercamiento de los comportamientos en los colectivos de los
distintos estados civiles, y en especial entre los solteros y los casados, porque se
han reducido significativamente en las décadas de 1980 y 1990. La consecuencia
lógica fue el incremento de la convivencia de parejas no casadas, y de hijos o na-
cimientos fuera del matrimonio. Así se comprueba desde mediados de los años
setenta, en que los nacimientos de mujeres no casadas sobre el total de nacimien-
tos aumentaron de un 2 a un 18 %.
CUADRO 9.1
Porcentajes de mujeres solteras por grupos de edades en España (1960-2001)
Grupos de edades 1960 1970 1981 1991 2001
15-19 97,8 96,9 94,4 97,7 98,8
20-24 72,7 68,3 59,2 77,8 91,0
25-29 34,7 26,7 22,2 38,6 62,6
30-34 20,2 13,7 12,4 17,3 31,1
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pañas agrícolas en Francia. De nuevo cayó su número en los años ochenta, y aún
más en los noventa. En 2001, se estimaba que el número de españoles que residían
en otros países europeos rondaba los 640.000, a los que habría que sumar unos
735.000 en América. El conjunto representaba un 97 % del total de 1.431.000 re-
sidentes habituales en el extranjero (Nicolau, 2005).
población en edad activa, que creció gracias a la llegada de las generaciones más
numerosas nacidas entre 1955-1975 y por la emigración exterior. Desde 1995, la
tasa de actividad masculina de mayores de 16 años se ha incrementado. Este cam-
bio de tendencia posiblemente se debiera a la reducción del tiempo en activo de
muchos hombres, que corregiría, unido a la inmigración, el acceso a la edad acti-
va de las generaciones poco numerosas nacidas entre 1976-1996.
CUADRO 9.2
Población activa en España (1960-2001)
Censo Hombres (miles) Mujeres (miles) Total (miles)
90
80
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70
60
50
40
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20
10
0
1964 1970 1981 1991 2001
Gráfico 9.2. Tasa de actividad en España (1964-2001). (FUENTE: cuadro A.9.2 del apéndice.)
activa femenina tiene bastantes dificultades, a causa del subregistro en los censos
oficiales de las mujeres que realmente trabajan en actividades extradomésticas
remuneradas. Por este motivo son de dudosa significación los datos sobre el nú-
mero de mujeres activas y de las tasas de actividad femeninas anteriores a 1950 e
incluso a 1980. Ello obliga a efectuar su reconstrucción, cuyos datos en estudio
actualmente aún no están disponibles. La información al respecto con que se
cuenta a partir de 1964, recogida en el gráfico 9.2, tampoco es absolutamente
fiable, al menos hasta 1981, aunque es cierto que los censos oficiales reflejaron un
aumento en la incorporación de las mujeres españolas a la actividad económica
extradoméstica remunerada. Además de la consulta de las encuestas de población
activa (EPA), que se realizaron por primera vez en 1964, se desprende una tenden-
cia hacia un mayor acceso de las mujeres al mercado laboral. El problema está en
que la crisis económica de 1973 frenó esta tendencia al menos hasta 1981. El re-
sultado fue que la tasa de actividad femenina española decreció. A partir de este
último año volvió a aumentar, y así continuó haciéndolo ininterrumpidamente
desde un 28 % de aquel año a un 43 en 2001. En realidad, ha sido la progresiva
incorporación de las mujeres a la actividad extradoméstica remunerada la que ha
sostenido el crecimiento de la población activa española (cuadro 9.2). Pero hasta
finales del siglo XX y principios del XXI, las diferencias en las tasas de actividad
masculina y femenina españolas han seguido siendo superiores a las de otros paí-
ses europeos.
En el gráfico 9.3 se reflejan las fuertes variaciones en la estructura sectorial del
empleo que se produjeron entre 1960 y 2001. Pero, sobre todo en el período 1960-
1976, el trasvase se produjo claramente desde el sector agrario a los servicios. En
términos netos, el aumento del empleo supuso un incremento del 10 %, creándose
1.200.000 nuevos puestos de trabajo. Por tanto, lo importante fueron los trasvases
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servicios, se produjo a costa del sector agrario. En 1970, las cantidades de activos
en industria y en los servicios rebasaron en ambos casos, y por primera vez en Es-
paña el número de activos del sector agrario. La población ocupada en la agricul-
tura continuó disminuyendo, y muy intensamente, en las tres décadas siguientes, de
tal forma que en el año 2001 este sector ocupaba un millón de personas. Es decir,
poco más de la mitad de las ocupadas por el sector de la construcción. El número
absoluto y el porcentaje de ocupados en la industria disminuyeron también en re-
lación a 1970. Por tanto, cerca de 2/3 de la población ocupada en España en 2001
trabajaba en los servicios, y el 35 % restante se distribuía entre un 5 % en la agricul-
tura, un 18 en la industria y un 12 en la construcción.
70
60
50
40
30
20
10
0
1960 1970 1981 1991 2001
Gráfico 9.3. Distribución porcentual de la población activa total por sectores de actividad
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120
100
80
60
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0
1960 1970 1981 1991 2001
En 1964, más del 90 % de los españoles en edad laboral sólo tenían como máxi-
mo un nivel de estudios primarios. Pero lo más grave era que la tasa absoluta de
analfabetismo de la población adulta se situaba por encima del 10 %, y que menos
del 10 % tenían estudios secundarios o universitarios. En el curso 1964-1965 los
matriculados en enseñanza superior eran 244.000 —incluyendo diplomaturas de
magisterio, ingenierías técnicas y licenciaturas—, pero menos de la mitad estaban
matriculados en estas últimas. Diez años más tarde, en el curso académico 1973-
1974, el alumnado universitario casi se había duplicado, llegando a los 467.000, al
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bién es cierto que las cifras no ofrecen información sobre los grados de eficacia ni
de la equidad del sistema desarrollado y, a veces, las comparaciones cuantitativas
internacionales tienen una significación limitada en este ámbito. Sin embargo,
como resalta Fuentes Quintana (1999), la economía española necesitaba converger
con los países de la Europa comunitaria, que era lo que en última instancia legiti-
maba el ingreso en la UE; y para ello resultaba decisivo aportar y privilegiar, más
de lo que se había hecho hasta aquel momento, las inversiones en capital humano
y tecnológico, atribuyendo la importancia que realmente tenían a la educación, la
formación profesional y las actividades en investigación y desarrollo.
45 0,7
40
0,6
35
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0,5
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25 0,4
20 0,3
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5
0 0
1960 1970 1980 1990 2000
CUADRO 9.3
Estructura de las explotaciones agrícolas en España (1989-1999)
Indicadores estructurales
CUADRO 9.4
Principales especies de ganado de España en valores absolutos (1989-1999)
1989 1999 % 1999/1989
Bovinos
Explotaciones 328.130 196.640 −40,1
Cabezas 4.800.129 6.360.827 32,5
Cabezas/explotación 15 32
Ovinos
Explotaciones 147.228 122.196 −17,0
Cabezas 17.576.632 20.989.148 19,4
Cabezas/explotación 119 172
Porcinos
Explotaciones 376.353 218.110 −42,0
Cabezas 11.955.303 22.079.591 84,7
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Cabezas/explotación 32 101
Aves
Explotaciones 521.582 329.020 −36,9
Cabezas 118.482.000 182.446.364 54,0
Cabezas/explotación 227 555
Caprinos
Explotaciones 112.768 60.752 −46,1
Cabezas 2.553.748 2.743.149 7,4
Cabezas/explotación 23 45
FUENTE: Censos agrarios de 1989 y 1999.
Tanto el cuadro 9.3 como el cuadro 9.4 reflejan las transformaciones experi-
mentadas por el sector agropecuario en España a finales del siglo XX. Las causas
que las provocaron estuvieron normalmente relacionadas con su adaptación a los
cambios en la demanda de productos alimenticios, las cuales siguieron una trayec-
Giráldez, GEHR y López, 2005). Ahora bien, desde entonces hasta los años
ochenta ambas situaciones se intercambiaron. Seguramente, eso no fue ajeno ni
al aumento de los incendios forestales, ni a los insuficientes esfuerzos repoblado-
res realizados por la Administración. La repoblación forestal en aquellos años no
sirvió, ni siquiera, para compensar las pérdidas causadas por los incendios. Pero
a partir de 1986 se observaron modificaciones respecto a la situación descrita,
aumentando la superficie arbolada, pese a que la totalidad de la superficie fores-
tal experimentó un notable retroceso. Datos que se confirmaron para el período
1986-1996, alcanzándose los casi 14 millones de ha.
Los cambios con los que llegó el sector agropecuario español a finales del siglo
XX y principios del XXI, lo hicieron muy competitivo dentro de la PAC (Política
Agrícola Común), tras la plena integración de la economía española en la Unión
Europea. Así lo confirmó la Encuesta sobre la Estructura de las Explotaciones
Agrícolas de 2007, en la que se registraron algo más de un millón de explotacio-
nes. España se situaba en el cuarto lugar de la UE por su número. Pasaba a ser el
segundo Estado comunitario en cuanto a extensión agrícola, con cerca de 25 mi-
llones de ha de superficie agrícola utilizada. Las tierras labradas ascendían a
16,2 millones de ha, concentrándose más de 3/4 partes del total, 75,8 %, en Casti-
lla-La Mancha, Castilla y León, Andalucía y Aragón. Los cultivos herbáceos
representaban el 73,2 % de las tierras labradas. Y en cuanto a la ganadería, se
conservaba el predominio del porcino, con un 41,8 % del total de unidades gana-
deras, y el bovino, con el 28,4. Según datos de la FAO, en 2006 el olivar español
se situaba a la cabeza, tanto por área cosechada como por producción a escala
mundial. España ocupaba la primera posición en la UE por superficie de viñedo
y la segunda en cultivos herbáceos. Dentro de éstos destacaba por ser el primer
país en leguminosas y el tercero en cereales. Pero lo más representativo de los
cambios cualitativos producidos era que siete especies distintas de frutales (man-
zana, pera, melocotón, albaricoque, naranja, limón y frutas pequeñas) convertían
a España en el país con mayor superficie dedicada a estos cultivos —un 33 % del
total de la UE—. Otra novedad muy notable consistía en que, según datos del Mi-
nisterio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, entre 1999 y 2008 el nú-
mero de agricultores implicados en la producción ecológica estuvo cerca de dupli-
carse, pasando de 14.000 a 24.000. Las superficies de cultivos ecológicos casi se
cuadruplicaron, al elevarse desde unas 375.000 hasta 1,3 millones de ha. El po-
tencial ganadero al que se aludía antes se sustentaba en la existencia de más de 23
millones de cabezas de ganado porcino y más de 18 millones de ovino, lo que si-
tuaba a España en el segundo lugar de la UE en ambas especies. El ganado bovi-
no español ocupaba la séptima posición; en cambio, el sector porcino, que pro-
porcionaba el 15 % del total de la UE, había llegado a convertir a nuestro país en
el segundo mayor productor de carne de cerdo después de Alemania.
CUADRO 9.5
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% aportación de la agricultura
Fases Productividad aparente del trabajo Productividad del trabajo
al crecimiento de la productividad
económicas agrícola (VAB/ocupado) (tasa crecimiento PIB/ocupado)
del trabajo
1958-1974 5,66 34,2 5,97
1974-1986 5,78 28,5 3,95
1986-2000 6,53 45,9 1,40
Según ha señalado Zambrana (2006), y se constata con los datos del cua-
dro 9.5, entre finales de los cincuenta y los primeros ochenta (1955-1985) se pro-
dujo el gran cambio de la agricultura española, con la crisis definitiva de la agri-
cultura tradicional, la modernización agraria y el ingreso de España en la CEE
—posteriormente UE—, que constituyeron los principales referentes del período
estudiado. El alza de los salarios y el éxodo rural desencadenaron un proceso que
exigió la adopción del paquete tecnológico de la revolución verde: máquinas, abo-
nos químicos y otras sustancias, la expansión del regadío, una intensa reducción
de la población activa agraria y, en fin, una mayor dependencia energética, cien-
tífica y económica del sector agrario. Éste perdió la relevancia macroeconómica
que había tenido hasta 1950-1960 (Abad y Naredo, 1997). La intensificación del
modelo anterior, en el último cuarto del siglo XX, terminó deteriorando en exceso
los recursos y bases ambientales de la producción agraria. Eso llevó a cuestionar
el productivismo que se defendía en épocas pasadas; pero no evitó que se consolida-
ra una estructura dual, en la que sólo gracias a las subvenciones se sostienen mu-
chas de las actividades agrarias. Como dicen Delgado y Vázquez (2002), comen-
zaron los años de una agricultura asistida con la que se ha llegado al siglo XXI.
9.3. LA INDUSTRIA
Los especialistas están de acuerdo en que desde 1960 cambió el modelo de
desarrollo industrial. Se pudo aprovechar el diferencial de productividad de la
industria respecto a la agricultura, e incorporar la nueva y mejor tecnología dis-
ponible internacionalmente (Carreras, 2005). Como consecuencia de ello, y gra-
cias a un contexto económico de acelerada caída de los precios relativos, la indus-
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tria creció con gran rapidez, transfiriendo en buena medida su crecimiento a los
restantes sectores económicos. La crisis iniciada en 1973 interrumpió esta trayec-
toria exitosa y provocó una importante reconversión industrial en la primera mi-
tad de la década de 1980. La recuperación posterior se vio favorecida por el im-
pacto de la primera fase de integración en la CEE desde 1986.
Como se ve en el gráfico 9.6, entre 1950 y 1973 se asistió a lo que se llamó
«milagro económico» europeo del que participó España (Carreras, 2005). Se ca-
racterizó por un fuerte crecimiento facilitado por la apertura al exterior, sobre
todo a partir de 1960. Así, se consiguió una rápida recuperación del terreno per-
dido con respecto a otros países europeos. Después de la crisis de 1973, la indus-
tria española volvió a la normalidad en comparación a Europa, al ser sólo supe-
rada levemente por Finlandia y Portugal. Esto último se explica porque, a pesar
del deterioro de la industria en España respecto a los otros sectores productivos,
el atraso que se había acumulado en relación a Europa le proporcionó aún sufi-
ciente margen de crecimiento.
Otra cuestión fundamental a tener en cuenta es el empleo en el sector indus-
trial y la construcción. Como refleja el gráfico 9.7, en ese terreno los progresos
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
España Alemania Finlandia Francia Gran Italia Portugal
Bretaña
1950-1973 1974-1999
Gráfico 9.6. Crecimiento del Índice de Producción Industrial (IPI) español, comparado con
otros países europeos (1950-1999). (FUENTE: cuadro A.9.6 del apéndice.)
45 2,15
40
2,1
35
2,05
30
25 2
20 1,95
15
1,9
10
1,85
5
0 1,8
1960 1970 1980 1990 2000
CUADRO 9.6
El crecimiento del PIB y la actividad industrial y de la construcción (1958-2000)
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% participación
% tasas % tasas medias % aportación % empleo Productividad
de la industria
medias anuales de la industria en la laboral relativa
Fases y la construcción
anuales del del crecimiento y la construcción industria en la industria
económicas en el PIB
crecimiento de la industria al crecimiento y la y la construcción
a precios
PIBcf y la construcción del PIB construcción (total economía = 1)
corrientes
1958-1974 6,92 18,75 36,10 49,40 31,20 1,99
1974-1986 2,50 2,62 35,40 31,90 33,20 1,98
1986-2000 3,48 7,68 32,20 32,10 30,30 2,02
CUADRO 9.7
Personas empleadas en establecimientos industriales (1958-1998)
Los efectos de lo que Manuel Jesús González (1999) designó como el progra-
ma de liberalización de 1959, fueron de dos tipos. Unos transitorios, que consis-
tieron en un descenso de la renta real y del empleo, y una mejora importante de
la balanza de pagos. Otros efectos fueron permanentes y más beneficiosos. Estos
últimos se extenderían hasta los planes de desarrollo y convivirían con sus resul-
tados económicos. Y eso a pesar de que, según M. J. González (1999), los planes
diluyeron en buena medida el impulso liberalizador de 1959, al anteponer varios
objetivos políticos a los económicos. Pero lo que parece indudable es que unos
cambios de las reglas de juego más cercanas al mercado dieron un poderoso em-
puje a la industrialización. Al menos así parecen confirmarlo las mejoras en la
producción de electricidad, cemento y acero. El período de crecimiento entre 1964
y 1973 —como se constata en términos comparativos con algunos de los países
más industrializados en el cuadro A.9.8, del apéndice, y respecto a los europeos
en el gráfico 9.8— permitió a la economía española mejorar algunos de los pará-
metros asociados al desarrollo económico, entre los cuales caben citar la incorpo-
ración de la mujer al trabajo extradoméstico remunerado, y el aumento de la
productividad del factor capital, así como del factor trabajo.
12
10
8
6
4
2
0
1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973
Gráfico 9.8. Tasas anuales de crecimiento del PIB en España y los países europeos más in-
dustrializados (1964-1973). (FUENTE: cuadro A.9.8 del apéndice.)
El sector industrial creció en términos reales mucho más que los otros sectores
productivos. En 1974 aportaba un 28,4 % del PIB (Buesa y Molero, 2000), aunque
su capacidad de crear empleo fuera menor, como resultado de sus mayores aumen-
tos de productividad (gráfico 9.7). Esto fue precisamente lo que facilitó la acele-
ración de la modernización de la economía española, entendiendo por tal un
cambio estructural asociado a los procesos de industrialización y urbanización
(Prados, 2003). En este sentido, las inversiones en el uso de factores primarios y
bienes intermedios resultaron esenciales. De acuerdo con la información compa-
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rativa internacional, que se recopila en el cuadro A.9.9 del apéndice, como en re-
lación a otros países europeos industrializados, que se representa en el gráfico 9.9,
las consecuencias fueron un alto grado de capitalización de la industria y mejoras
de la productividad, que redujeron en un 6,3 % anual acumulado las necesidades
del factor trabajo para un objetivo dado de producción (Serrano y Pardos, 2002).
La acelerada industrialización de la década de 1960 propició un aumento sig-
nificativo del peso relativo de los inputs intermedios y la sustitución de importacio-
nes de productos finales por otros bienes intermedios como los productos quími-
cos, petróleo, energía eléctrica, fibras sintéticas y transportes no ferroviarios, que
provocaron una caída del uso de otros más tradicionales, como madera, corcho,
carbón y fibras textiles naturales. Los cambios técnicos se dieron sobre todo en las
industrias químicas, maquinaria, productoras de energía y metálicas. Pero, dado el
tipo de crecimiento industrial, los sectores más expansivos fueron los de menor
capacidad de empleo, como ocurrió en los sectores energético, químico, siderome-
talúrgico y de maquinaria, alimentos, textil y calzado (Serrano y Pardos, 2002).
Los planes de desarrollo tuvieron su origen, según cuenta Manuel Jesús Gon-
zález (1999), en una idea del catedrático de la Facultad de Económicas de Madrid,
70 6,0
60 4,0
2,0
% PTF y factor capital 50
% Factor trabajo
0,0
40
−2,0
30
−4,0
20
−6,0
10 −8,0
0 −10,0
Italia España Alemania Reino Unido Francia Holanda
Gráfico 9.9. Porcentaje del crecimiento de la productividad total de los factores (PTF) y de los
factores de capital y trabajo como aportación al crecimiento de la producción en España y otros
países industrializados (1960-1973; España: 1964-1973). (FUENTE: cuadro A.9.9 de apéndice.)
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Manuel de Torres, para intentar coordinar las actuaciones estatales. Así pues, fue
él quien diseñó el proyecto de una Oficina de Coordinación y Programación Eco-
nómica (OCYPE), aunque uno de los llamados tecnócratas, Laureano López
Rodó, lo asumió y se convirtió en el jefe de la oficina. Además, este último incor-
poró criterios de planificación indicativa, influido por lo que se estaba haciendo
en Francia. El resultado fue la creación de la Comisaría del Plan de Desarrollo,
desde donde se elaboraron los planes de desarrollo por un equipo de economistas
del Estado. Los planes de desarrollo instituyeron un sistema por el que se intentó
compaginar la iniciativa privada con la actuación del sector público. La Comisa-
ría del Plan de Desarrollo controlaba el Programa de Inversiones Públicas (PIP),
autorizando o desautorizando proyectos. Es decir, López Rodó acumuló un enor-
me poder de casi superministro sin serlo (gráfico 9.10).
Seguramente, el PIP introdujo racionalidad en las inversiones del Estado, dis-
ciplinando a los ministros a ajustar el gasto a lo proyectado, porque de lo contra-
rio se penalizaban las desviaciones en el siguiente plan de desarrollo y no se les
concedían nuevos proyectos (M. J. González, 1999). Los planes proporcionaron
al sector privado información sobre los proyectos del Gobierno, pero también
Plan de estabilización
1959
Entrada Entrada
de capital de tecnología
extranjero extranjera
Industrialización
Planes
Banca Pública Política Gran empresa
de desarrollo Apoyo
Crédito Oficial regional Dimensión
(1964-1967) industrias
Financiación Crecimiento y localización
(1968-1971) exportadoras
asegurada industrial (1963)
(1971-1975)
Política laboral
Polos de desarrollo
Mano de obra
Acción concertada
barata y cualificada
Zonas de descongestión
Formación
INI profesional
Capitalismo de compadrazgo
les. A pesar de que se les concedieron varios años de carencia, las empresas no
lograron devolver los créditos. Para que pudieran hacerlo se les otorgaron, nor-
malmente, nuevas acciones concertadas. En realidad, a causa del fracaso de las
acciones concertadas se constituyeron algunas empresas públicas. Ese fue, por
ejemplo, el caso de HUNOSA (Hulleras del Norte, S. A). El agotamiento de este
modelo basado en los planes de desarrollo —el III Plan (1972-1975) fijó un obje-
tivo de crecimiento del 7 %, que nunca fue alcanzado—, se puso en evidencia con
motivo de la crisis económica de los años setenta y ochenta (Barciela, López,
Melgarejo y Miranda, 2001).
(Buesa y Molero, 2000). Eso no quiere decir que, tomando el período en su con-
junto con los datos del cuadro 9.8, el sector industrial no hubiese sido capaz de
aumentar a un mayor ritmo su valor añadido, contribuyendo así a la expansión de
la economía. Por el contrario, el sector de la construcción mantuvo una trayectoria
muy irregular. Si hasta 1974 experimentó un fuerte crecimiento, durante la etapa
de crisis entró en una recesión que hizo disminuir su valor añadido y su participa-
ción en el PIB. Hubo que esperar a 1985 para apreciar una nítida recuperación en
dicho sector, aunque durante los últimos años del período objeto de estudio volvió
a unos resultados modestos. Eso explica que, en conjunto, la contribución de la
construcción al desarrollo de la economía fuese modesta. El crecimiento en la in-
dustria se sustentó casi por entero sobre la mejora de la productividad, hasta el
punto de que los puestos de trabajo de 1998 eran prácticamente los mismos que
los de 1954. En cambio, el sector de la construcción presentó unos resultados más
nivelados entre la productividad y el empleo durante el mismo período.
La importancia de las mejoras en la productividad se acentuó aún más duran-
te la crisis de 1974-1985, pues la economía logró su mínimo crecimiento gracias a
ella. Esto es importante, sobre todo, si tenemos en cuenta que la destrucción de
CUADRO 9.8
Contribución de la industria y la construcción al crecimiento de la economía
española (1974-1998)
1974-1985 1985-1992 1992-1998
(%/PIBcf) (%/PIBcf) (%/PIBcf)
Empleo (E) −27,6 5,2 −4,6
Productividad (P) 57,7 12,9 31,8
Industria
E/P −11,0 0,7 −0,8
Total 19,0 18,8 26,4
Empleo (E) −20,1 13,6 6,6
Productividad (P) 13,9 −0,1 −2,1
Construcción
E/P −4,9 −0,1 −0,2
Total −11,1 13,5 4,3
FUENTE: Buesa y Molero (2000).
CUADRO 9.9
Grado de industrialización española en comparación con la UE-10 (1975-1995)
% España/ % España/ VAB industrial/haba PIB/haba
VAB industria europea VAB manufacturas europeas (100 = UE-10b) (100 = UE-10b)
1975 6,8 6,9 74,6 76,2
1980 6,8 7,0 67,4 69,1
1985 6,8 6,9 69,6 68,2
1990 7,8 7,5 68,7 72,8
1995 7,4 7,1 74,6 75,1
a
A precios corrientes en Ecus y paridades del poder adquisitivo.
b
UE-10 (Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, España, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Dinamar-
ca e Irlanda).
de empleo como en su aportación al PIB, el avance del sector terciario se vio im-
pulsado de forma moderada en los años 1960-1970, y sólo en los últimos tres
lustros del siglo XX lo sería de una manera activa y definitiva.
70 1,4
60 1,2
50 1
Productividad
% empleo
40 0,8
30 0,6
20 0,4
10 0,2
0 0
1960 1970 1980 1990 2000
Gráfico 9.11. Empleo y productividad laboral del sector servicios en España (1960-2000).
(Fuente: cuadro A.9.10 del apéndice.)
CUADRO 9.10
El crecimiento del PIB y la actividad en el sector servicios (1958-2000)
% participación
% tasas % tasas medias % aportación
del sector Productividad laboral
medias anuales del sector % empleo
Fases servicios relativa en el sector
anuales del del crecimiento servicios en el sector
económicas en el PIB servicios
crecimiento del sector al crecimiento servicios
a precios (total economía = 1)
PIBcf servicios del PIB
corrientes
resultó más elevado, el proceso de tercerización fue más lento e incluso la indus-
trialización cedió el paso a un proceso de desindustrialización, entendido como el
resultado de la innovación provocada por las nuevas tecnologías y por un cambio
del modelo empresarial. Según Río, González y Marcos (2000), la función lineal
de los servicios en el período 1984-1993 que demuestra la vinculación a la terce-
rización, se debería interpretar, según las teorías de Rostow, como una tendencia
que mantuvieron todas las economías conforme se desarrollaron, al mismo tiem-
po que experimentaron el proceso de industrialización-desindustrialización y ter-
cerización. Respondió a factores diferentes, y obró tanto por el lado de la oferta
como de la demanda. Este último componente actuó sobre todo como un expo-
nente del cumplimiento de la Ley de Engel, ya que el crecimiento industrial que
permitió un aumento de los ingresos facilitó un mayor consumo de servicios. Del
lado de la oferta, al darse al mismo tiempo un proceso de desindustrialización, el
impulso de los servicios se explicaría por dos causas distintas. En primer lugar,
también se verificó la Ley de Engel, porque los incrementos de los ingresos estu-
vieron vinculados a ganancias de la productividad industrial. En segundo lugar,
por la introducción de nuevos modelos de producción flexible en las empresas,
CUADRO 9.11
Comparación entre la OCDE y España del PIB per cápita y del empleo en servicios (1960-1996)
1960 1973 1985 1996 2001
PIB per cápita Empleo PIB per cápita Empleo PIB per cápita Empleo PIB per cápita Empleo PIB per cápita Empleo
$ corrientes servicios % $ corrientes servicios % $ corrientes servicios % $ corrientes servicios % $ corrientes servicios %
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Alemania 1.112 39,1 4.873 45,2 8.974 54,4 28.833 59,1 22.831 64,3
Australia 1.590 50,1 5.186 57,1 10.186 66,4 21.395 72,4 20.255 74,3
Austria 889 35,7 3.659 45,4 8.623 52,9 28.387 59,6 23.845 64,4
Bélgica 1.217 46,4 4.623 54,7 8.108 66,7 26.071 71,0 22.767 72,3
Canadá 2.262 54,1 5.603 62,8 13.391 69,5 19.283 73,1 23.103 74,2
Dinamarca 1.300 44,8 5.690 56,7 11.350 65,2 33.200 69,0 29.962 71,3
EE.UU. 2.849 56,2 6.373 62,6 16.844 68,8 27.350 73,3 35.840 75,9
Finlandia 1.143 32,2 4.003 47,2 10.915 56,5 24.097 65,3 24.023 67,1
Francia 1.333 38,5 4.863 49,3 9.462 60,4 26.519 69,5 21.892 74,4
Grecia 505 25,5 2.197 35,6 4.040 43,7 11.744 56,4 11.877 60,9
Holanda 1.032 49,7 4.753 57,6 8.841 67,0 25.409 73,8 25.114 76,7
Irlanda 656 39,0 2.265 44,2 5.590 55,2 19.056 62,2 27.342 63,8
Islandia 1.499 41,2 5.432 48,9 12.086 55,4 27.407 66,7 27.899 69,6
Italia 791 33,5 3.031 42,5 7.490 55,2 20.937 60,9 19.534 62,6
Japón 477 41,3 3.810 49,4 11.124 56,4 36.525 61,2 32.531 64,6
Luxemburgo 1.837 38,6 6.203 47,7 10.405 61,9 41.387 66,1 45.958 76,1
Noruega 1.416 42,9 5.370 54,5 15.362 65,4 35.721 71,5 37.866 74,3
N. Zelanda 1.682 46,8 4.123 52,8 6.914 56,5 17.665 65,9 13.593 68,1
Portugal 327 24,8 1.516 38,2 2.349 42,2 10.549 56,4 11.564 53,1
Reino Unido 1.382 47,6 3.228 54,7 8.063 62,9 19.309 70,7 24.886 74,0
Suecia 1.885 44,0 6.453 56,1 12.062 65,3 28.513 71,0 25.612 74,0
Suiza 1.594 38,9 6.380 47,6 14.201 58,3 41.623 67,7 35.376 70,1
OCDE (A) 1.267 41,0 4.422 50,0 9.596 59,0 25.474 66,3 29.215 65,9
España (B) 373 31,0 2.071 38,9 4.317 49,9 14.927 61,6 14.941 62,0
% B/A 29,4 — 46,8 — 45,0 — 58,6 — 51,1 —
Diferencial B
— −10,0 — −11,1 — −9,1 — −4,7 −3,9
menos A
397
Crecimiento y crisis en el despegue económico español
para poder seguir siendo competitivas. Y aunque en este último caso influyeron
tanto componentes de demanda como de oferta, parece que actuaron con más
intensidad los segundos.
1999 todavía tenía a su cargo una red de 2.037 km. Dicha cifra apenas represen-
taba un 39 % de la longitud de 1942 y resultaba similar a la que existía en 1894.
El tráfico de mercancías por ferrocarril en 1963 aún no era superior al existente
antes de la Guerra Civil, aunque sí lo fuera en términos de producto. El problema
consistió en que el ferrocarril tuvo dificultades para captar mercancías y viajeros
frente a la firme competencia de la carretera, lo cual hay que relacionarlo con el
aumento del nivel de vida de la población española desde los años sesenta. En
1975, la cuota de mercado del ferrocarril respecto al transporte de viajeros fue de
un 10 %. Eso indicaba una incuestionable hegemonía de la carretera. Respecto a
las mercancías, entre 1950 y 1975 la cuota de mercado del ferrocarril cayó desde
un 52 a un 12 %, y durante el último cuarto del siglo XX continuó su retroceso.
Sólo la expansión de los trenes de cercanías la compensaron, en parte, al repre-
sentar a la altura de 1996 un 41 % del tráfico de viajeros de Renfe. Hasta la llega-
da de los trenes AVE, al menos, el subsector de largo recorrido también sufrió el
abandono del tren a favor del vehículo particular y los aviones. Del total de per-
sonas transportadas, Renfe perdió 19 puntos entre 1975 y 1996, para estabilizarse
en un 46 % de los viajeros. Casi idénticas circunstancias cabe atribuir al tráfico de
mercancías, que mantuvo una tendencia decreciente en la segunda mitad del siglo
XX, aunque Renfe intentó compensarlo a partir de 1972 con una oferta regular
del servicio TECO (Tren Expreso de Contenedores).
El tonelaje de registro bruto (TRB) de la flota mercante española en 1963-
1975 fue del 8 % anual, lo que significó una de las fases de mayor expansión. Está
claro que ello se debió al aumento del tamaño de los buques y a una moderniza-
ción de la flota. En 1980, el tamaño medio de las embarcaciones alcanzó casi
7.000 TRB. El año 1975 marcó el definitivo declive del vapor, con apenas un 16 %
del TRB de la flota mercante. La modernización en la tracción permitió la cons-
trucción de una moderna flota petrolera, que en 1982 llegó a representar 2/3 par-
tes del total. La expansión del transporte marítimo de cabotaje se prolongó hasta
1980, en que alcanzó los 42 millones de toneladas movilizadas. En las últimas
décadas del XX el cabotaje fue decayendo hasta situarse por volumen transporta-
do en 1995-1999 en los niveles que tenía en 1970-1974. En realidad, el cabotaje ha
sido siempre un sector minoritario del comercio interior. Sólo se mantuvo gracias
a su especialización en el movimiento de minerales y petróleo.
El transporte terrestre se vio favorecido por el crecimiento económico de 1960-
1973 y por la expansión del turismo. Los objetivos primordiales y el mayor esfuerzo
se hicieron en la modernización de la red de carreteras, como se reflejó entre 1960
y 1980 en la reducción marginal de la densidad viaria por 1.000 habitantes. A ello
contribuyó no sólo la construcción de una extensa red de autovías y autopistas de
peaje, sino también los desdoblamientos de muchas calzadas a partir de 1982.
El transporte aéreo de pasajeros desde los años cuarenta hasta 1979 se incre-
mentó en cerca de un 18 % anual. En cambio, en 1979-1988 el tráfico de pasajeros
se estancó. A partir de entonces se recuperó a una tasa del 5,2 % anual. Los me-
jores quinquenios fueron 1961-1964 y 1965-1969. La explicación debe relacionar-
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se, tanto con la apertura de la economía española al exterior y al auge del turismo
en aquellos años, como también con la sustitución de ferrocarriles, autobuses y
automóviles por el avión. Los españoles podían permitirse volar gracias al aumen-
to de su poder adquisitivo. Simultáneamente, al liberalizarse el mercado interior,
las compañías aéreas bajaron sus tarifas para adaptarse a la competencia y mejo-
rar la productividad. A partir de 1992, para distancias de 400 y 600 kilómetros al
avión le surgió un fuerte competidor en el AVE. Sólo a partir de los 600 km el
predominio del avión se impuso gracias a su velocidad y a unas tarifas muy com-
petitivas. Por último, la intensidad del uso del tráfico aéreo superó al número de
vuelos, debido a que se empezaron a utilizar aviones de mayor capacidad. El nú-
mero de pasajeros por avión pasó de 24 en 1960, a 72 en 1980 y a 82 en 2000.
En la década de 1960 se alcanzaron los 120 efectos postales por habitante, lo
que representó un 50 % de aumento respecto a la década anterior. Pero desde 1970
los avances fueron mucho menores, estancándose la demanda privada de servicios
de correos ante la competencia de formas de comunicación más rápidas, como el
teléfono por cable o el télex. Desde el último decenio del siglo XX dominaron el te-
léfono móvil y el correo electrónico por internet.
tanto, hubo que esperar hasta los años setenta para que el Banco de España se
convirtiese en un verdadero banco central, y controlase de forma independiente
la regulación e inspección del sistema financiero. Desde 1973 hasta 1987 fueron
continuos los intentos de frenar la inflación. Para ello se concedieron al Banco de
España una serie de medios para controlar la liquidez del sistema y fijar los co-
rrespondientes objetivos monetarios (agregados M1, M2, M3 y ALP). A partir de
entonces, además de llevar adelante la política monetaria, el Banco de España
tuvo que hacer frente a una fuerte crisis bancaria en 1978-1983. Para ello utilizó
el llamado Fondo de Garantía de Depósitos, que, como indica su denominación,
le permitió contar con un seguro de depósitos. También se fijaron los mecanismos
de intervención del Banco de España sobre aquellas entidades bancarias y finan-
cieras con dificultades. Finalmente, la ley de Autonomía de 1994 le convirtió por
fin en un verdadero banco central y tuvo una gran libertad y flexibilidad para
ejercer sus funciones. Esto duró hasta la entrada de España en la Unión Econó-
mica y Monetaria Europea en 1999, en la que el Banco de España se integró en
el Sistema Europeo de Bancos Centrales, y la política monetaria pasó a estar su-
peditada a las decisiones del Banco Central Europeo.
sistió el ICO, que continuó funcionando para suministrar el crédito oficial del
Estado.
CUADRO 9.12
Porcentajes de crecimiento acumulativos de las exportaciones a precios constantes
(1870-1950)
1950-1973 1973-1998
las importaciones monetarias se ajustó a grandes rasgos con las fases de gran
crecimiento de la economía española, como ocurrió en 1959-1973 y 1985-2001
(Tena, 2005).
CUADRO 9.13
Tasas de crecimiento de las exportaciones e importaciones españolas (1959-2001)
Exportaciones Importaciones
PIB c. f. pesetas 1995
Pesetas Pesetas Pesetas Pesetas
constantes corrientes constantes corrientes
Antonio Tena (2005) interpreta que, tanto el período de 1953-1960 como los de
1974-1978 y 1984-1993, fueron de incremento en el diferencial de internacionaliza-
ción de la economía española en relación con la europea. En el primer caso, porque
se estancó la apertura comercial española cuando se estaba dando una creciente
internacionalización europea. Los dos períodos siguientes coincidieron con fases
contractivas de la apertura europea. De ser cierto este análisis, es de suponer que la
transición de la dictadura franquista a la democracia política y la incorporación
definitiva de España al Mercado Común influyeron, respectivamente, de forma ne-
gativa y positiva sobre el diferencial de apertura de la economía española. Solamen-
te cuando se produjo la fuerte apertura de ésta en la década de 1991-2000 se consi-
guió superar el histórico diferencial de la apertura económica de España respecto a
Europa. Pero otros aspectos esenciales a tener en cuenta fueron los cambios en la
ventaja comparativa de los tres grandes sectores de actividad de la economía espa-
ñola en la segunda mitad del siglo XX (Tena, 2005). Hasta casi el comienzo del úl-
timo tercio del siglo pasado, se puede decir que la ventaja comparativa radicó en el
sector primario. En el secundario, sólo manufacturas y semimanufacturas alcanza-
ron alguna ventaja comparativa hacia los años setenta, lo cual viene a confirmar un
evidente retraso de la competitividad relativa del sector industrial español, que úni-
camente se sostuvo durante 1975-2000 porque España se halló metida, al igual que
otros países desarrollados, en una corriente de vivo comercio industrial interior.
Tomando la evolución de los dos componentes del comercio exterior en tér-
minos monetarios, y expresado en forma de tasa de cobertura, Tena (2005) des-
cribe que el incremento del déficit de la balanza comercial se acentuó en el perío-
do de mayor crecimiento de la economía de los años sesenta, como también lo
hizo en 1985-1990. La explicación reside en que cambió de tendencia la capacidad
de las exportaciones para financiar las importaciones desde 1965-1970. Y, aunque
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a partir de entonces hasta comienzos del siglo XXI, se mantuvo el déficit de la ba-
lanza comercial, también es verdad que se notó un progreso cíclico pero gradual
de la tasa de cobertura. En la segunda mitad del siglo XX las exportaciones de
servicios turísticos contribuyeron a frenar la salida de divisas. Eso justifica que al
sumar los ingresos por exportaciones a los del turismo mejorase considerablemen-
te la tasa de cobertura. Dicho diferencial resultó muy significativo en los años
sesenta, porque el turismo financió una parte importante del déficit comercial.
Entre 1985 y 2000 su aportación fue más pequeña, aunque algunos años facilitó,
unido a la balanza comercial, tasas de cobertura por encima de 100. La capacidad
importadora de la economía española, medida por las relaciones reales de inter-
cambio, mostraron un deterioro casi permanente desde la segunda mitad de la
década de 1950 hasta principios de los años ochenta. Sólo hubo un cambio de
tendencia entre 1983 y finales del siglo, debido a que la capacidad importadora
mejoró de forma innegable, aunque empezó a mostrar síntomas de agotamiento
en los últimos años. Por lo que se refiere a la distribución geográfica y por pro-
ductos de las exportaciones e importaciones, se mantuvo en la segunda mitad del
siglo XX la importancia de los países europeos como principal mercado de expor-
tación español. La cuota siempre fue superior al 50 % del total hasta finales de
siglo. Lo que se explica por las mismas razones que se dieron para los cien años
anteriores: proximidad de Europa y elevada renta per cápita en términos relativos.
Por el contrario, América Latina perdió protagonismo desde mediados de siglo,
con apenas un 6 % de cuota a finales del XX. Dicha tendencia se compensó por la
mayor presencia de EE.UU. como destino de productos españoles, aunque se vio
interrumpida en 1973. Los motivos se pueden encontrar en el ascenso de los pre-
cios del petróleo, que impulsaron nuevas conexiones con países árabes de Oriente
Medio, los cuales suplieron en parte a los EE.UU. como mercado a donde iban
las exportaciones españolas. A partir de 1986, tras la incorporación de España a
la UE, se inició un cambio en la prolongada y lenta caída de las exportaciones
con destino a Europa, que seguramente tuvo un cierto efecto desplazamiento de
las exportaciones hacia EE.UU. y a otras partes del mundo.
Los flujos financieros relacionados con el mercado exterior se pueden conocer
a partir de la evolución de la cuota de las manufacturas en el total de las expor-
taciones españolas (Tena, 2005). Durante el período objeto de estudio, hubo que
esperar a 1967 para que, gracias a los bienes de equipo y otras manufacturas de
consumo no textiles, la cuota de las manufacturas en el total de las exportaciones
consiguiese sobrepasar un máximo obtenido por última vez en el siglo XIX. En la
década de 1960, los bienes de equipo reactivaron las exportaciones españolas,
junto a otras manufacturas de consumo, que se incorporaron a finales de la mis-
ma. A partir de 1973, serían los vehículos y otros bienes de equipo los que prota-
gonizaron casi exclusivamente el crecimiento exportador de las manufactureras
españolas. Al mismo tiempo, otras manufacturas de consumo iniciaron su retira-
da hasta finales del siglo XX.
Como se comprueba en el cuadro 9.14, la recuperación de los flujos exteriores
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CUADRO 9.14
Tamaño de los flujos netos de capital. Media de los valores absolutos de la cuenta
corriente como porcentaje del PIB (datos anuales) (1960-1996)
España Europa Mundo
1960-1973 1,4 1,4 1,3
1974-1989 2,2 2,2 2,2
1990-1996 1,8 2,0 2,3
CUADRO 9.15
Proporción de la importancia de algunas magnitudes públicas en España
(1955-2001)
Porcentaje de los gastos Porcentaje de la formación Porcentaje del saldo Porcentaje de la deuda
totales del Estado de capital del Estado del Estado en la renta pública total en circulación
en la renta nacional en la renta nacional nacional en la renta nacional
Tal aumento del gasto público relativo a largo plazo, como reflejan los datos
disponibles para España, según Comín y Díaz (2005), confirmaría el cumplimien-
to de la ley de Wagner. Por el contrario, para estos autores no actuaría el efecto
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CUADRO 9.16
Comparación del porcentaje de los gastos de las Administraciones Públicas
y el Estado en relación al PIB entre España y varios países europeos (1970-2000)
Total Estado Total Estado Total Estado Total Estado Total Estado
1970 36,8 17,0 51,0 30,2 43,3 30,6 53,2 36,4 20,1 13,7
renta nacional. Y desde entonces, la ratio deuda/PIB se elevó aún más, hasta lle-
gar a cerca del 60 %, aunque también es cierto que en 1970, con unas primas de
riesgo muy bajas, sólo se pagaba un 4 % de interés por la deuda española emitida.
Con posterioridad a 1975 volvió el elevado déficit público crónico. Esto hizo que
en las décadas de 1980 y 1990 los intereses de la deuda pública triplicaran su por-
centaje en el gasto público. La causa no sólo estuvo relacionada con el permanen-
te déficit presupuestario, sino también con la subida de los tipos de interés. El
siglo XX terminó con un retroceso de los intereses, que facilitó la caída de los
gastos financieros del Estado. La consecuencia fue una estabilización de la ratio
de endeudamiento, a la cual también contribuyó, tanto o más que la coyuntura
financiera internacional de tipos de interés a la baja, la entrada de España en la
Unión Económica y Monetaria.
A partir de las décadas de 1960 y 1970, en la estructura impositiva española
empezó a perder primacía la imposición indirecta (cuadro 9.18). Esto se debió a
que desde 1966 progresaron las cotizaciones sociales (impuesto sobre nóminas), y
a la reforma fiscal de Francisco Fernández Ordóñez y Enrique Fuentes Quintana
en 1977-1978.
CUADRO 9.17
Porcentaje de los gastos del Estado respecto al gasto total según la clasificación
económica (1970-2000)
Bienes Sueldos Intereses de la Formación bruta Transferencias
y servicios y salarios deuda de capital fijo corrientes
1970 8 40 4 12 23
1985 3 22 13 7 43
2000 1 10 11 4 43
CUADRO 9.18
Porcentaje de la aportación de los grupos de ingresos de la clasificación económica
a los ingresos ordinarios del Estado (1970-2000)
1970 60 27 10 1
1985 39 41 5 0
2000 42 44 5 0
Como resaltan Comín y Díaz (2005), con la reforma de 1964 adquirió algo de
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incrementó comenzó después de 1975 (Comín y Díaz, 2005). En los gastos por
funciones destacaban como los primeros de todos los servicios generales del Es-
tado. En ellos se incluían los gastos de la Administración General, Asuntos Exte-
riores y Justicia, que, sobre todo, tuvieron un impulso al alza en los años de 1960-
1970. Su retroceso desde 1980 se explica por las transferencias cedidas a las
Comunidades Autónomas, que desde el punto de vista presupuestario son Admi-
nistraciones Públicas con presupuestos diferenciados de los estatales. En segundo
lugar, dentro de la estructura del gasto público de todas las Administraciones
Públicas, los gastos sociales se mantuvieron e incluso aumentaron en su impor-
tancia relativa. Esta última afirmación es válida para todas las partidas transferi-
das y contribuye a aclarar el declive de los gastos del Estado en infraestructura y
personal. Si por algo se caracterizó la tendencia del gasto público desde finales
de los años setenta, fue justamente por dos procesos muy relacionados: a) la des-
centralización de los gastos del Estado a favor de las Comunidades Autónomas,
y b) la consolidación del estado del bienestar. Entre los gastos sociales sobresa-
lieron los de educación y sanidad. La primera conoció la mayor elevación de los
gastos del Estado entre 1960 y 1970, aunque se prolongó un esfuerzo inversor,
pero de menor intensidad, hasta la década de 1980. La sanidad fue el bien prefe-
rente que más tardíamente se atendió. La verdadera implantación de una sanidad
pública no llegó hasta la segunda mitad de la década de 1970. El ascenso del gas-
to en este servicio público era la principal señal que indicaba la consolidación del
estado del bienestar. Esto se comprueba mejor analizando las cuentas de las
Administraciones Públicas, incluyendo la Seguridad Social. Los principales gas-
tos hasta los años setenta fueron, primordialmente, las pensiones, sobre todo de
funcionarios públicos. De 1967 en adelante se amplió la Seguridad Social y el
Estado debió contribuir cada vez más a su financiación en la década de 1970,
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aunque hasta finales de esta última se pagaba casi únicamente con las cotizaciones
sociales. Como es bien sabido, los gastos en Seguridad Social son también inhe-
rentes al estado del bienestar. A finales de los 70 los gastos destinados al pago de
la deuda aumentaron. Era la consecuencia directa de la irrupción del estado del
bienestar. Los déficits públicos resultaron ineludibles, tanto como la ampliación
del endeudamiento. La consecuencia lógica fue que los gastos en atenciones de la
deuda, con la democracia, resultaban de nuevo importantes. Después de 1995 se
empezó a reducir gracias al descenso del déficit y de los tipos de interés.
Los gastos en servicios económicos de la clasificación funcional recogen los
gastos presupuestarios invertidos en intentar impulsar la economía española, y se
pueden ver en el anterior cuadro 9.17. Se multiplicaron de forma considerable en
la década de 1960, como ya venían haciéndolo desde el decenio precedente; pero,
posteriormente, descendieron en las décadas de 1970 y 1980. Los gastos de perso-
nal fueron los más importantes hasta 1985. Más novedoso resulta ser que, desde
1978, volvieran a elevarse mucho los gastos financieros. Las causas se explican,
tanto por los mayores tipos de interés que se pagaban al tener que someterse a las
condiciones de mercado para colocar la deuda, como por la necesidad de sufragar
las necesidades del nuevo estado del bienestar. En cambio, los gastos en bienes y
servicios sufrieron una decadencia irreversible entre 1960 y 2000.
CONCLUSIONES
El período comprendido entre 1959 y 1973 se correspondió con un crecimien-
to muy intenso de la economía española, que finalizó debido a la crisis económi-
ca provocada por la subida de los precios del petróleo y las materias primas en
1973-1980. Hasta ese momento el PIB había crecido, en términos reales, a una
tasa media anual de más del 7 % durante quince años seguidos.
En la primera etapa estudiada, entre 1960 y 1976, la economía española ex-
perimentó un proceso de convergencia real, que acercó su renta por habitante a
la europea. Ello fue posible al vincularse a unas economías que contaban con
mercados emergentes, fuertes excedentes de financiación, tecnológicamente avan-
zadas y con una importante demanda de mano de obra, a la que podía satisfacer
una mano de obra barata como era la española. Pero la política económica del
franquismo en los años sesenta siguió siendo intervencionista. Esto introdujo
una serie de rigideces y estrangulamientos económicos, que terminaron emer-
giendo y tuvieron trascendentales consecuencias con motivo del nuevo ciclo de
crisis económica de los años setenta y ochenta. Su inicio coincidió con los últi-
mos años de la dictadura del general Franco y el proceso de transición a la de-
mocracia.
En el segundo período analizado, comprendido entre 1977 y 2002, se produ-
jo un cambio radical de la política económica. El mismo se inició con los Pactos
de la Moncloa, que pusieron las bases para las posteriores transformaciones de
la economía española. Sus éxitos a medio y largo plazo facilitaron la incorpora-
ción de España en 1986 a la Comunidad Económica Europea. Posteriormente,
al cumplir la economía española las condiciones del Tratado de Maastricht de
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1992, se pudo entrar en la Unión Europea, que era básicamente una Unión Eco-
nómica y Monetaria, como también se la denominaba al comienzo de su anda-
dura. Pero este largo proceso supuso la superación de una serie de condiciones
en varias etapas, que obligaron a adaptarse a un nuevo marco económico inter-
nacional, en el que a partir de entonces se iba a desenvolver España, cuya eco-
nomía a partir del siglo XXI no podrá entenderse desde una perspectiva estricta-
mente nacional.
El cumplimiento de las condiciones de Maastricht significó para la economía
española lo mismo que para el resto de los países europeos de la UE, la liberaliza-
ción de la circulación de capitales desde julio de 1990 o el cumplimiento de las
condiciones de convergencia de las políticas económicas de los Estados miembros
a partir de enero de 1994. Si se verificaban en enero de 1999, España podría parti-
cipar en la creación de la moneda única y del Banco Central Europeo (BCE). Eso
fue exactamente lo que ocurrió, y se pudo hacer la transcendental sustitución de
la peseta por el euro como moneda oficial en circulación a partir de enero de 2002.
En definitiva, durante el período 1977-2002 los cambios económicos que se
produjeron fueron transcendentales a la hora de impulsar una economía menos
Lecturas recomendadas
Es interesante la lectura de autores que fueron protagonistas de la época y responsables
económicos de las más altas instituciones. Así sucede con quien llegó a ser vicepresi-
dente del gobierno para asuntos económicos y responsable de los Pactos de la Mon-
cloa, Enrique Fuentes Quintana (1999): «La economía española desde la transición
hasta el presente». En Anes, Gonzalo (ed.): Historia económica de España. Siglos XIX
y XX. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, pp. 717-750.
Otro caso es el del gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo (2002): «La econo-
mía española en la democracia (1976-2000)». En F. Comín, M. Hernández y E. Llopis
(eds.), Historia económica de España. Siglo X-XX. Barcelona: Crítica, pp. 397-435.
Un buen conocedor de la gestación y desarrollo del INI, o de la elaboración del Plan de
Estabilización y Liberalización de 1959 y de los distintos planes de desarrollo franquis-
tas fue Manuel Jesús González (1999): «La economía española desde el Plan de Esta-
bilización de 1959 hasta la transición política». En Anes, Gonzalo (ed.): Historia eco-
nómica de España. Siglos XIX y XX. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores,
pp. 665-716. Se puede completar con el clásico libro, todavía válido en muchos aspec-
tos, de Pedro Schwartz y Manuel Jesús González (1978): Una historia del Instituto
Nacional de Industria (1941-1976). Madrid: Tecnos. Y una visión renovada se encon-
trará en Pablo Martín Aceña y Francisco Comín (1991): INI: 50 años de industrializa-
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Bibliografía
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APÉNDICE
CUADRO A.9.1
Índice sintético de fecundidad y tasas de reproducción (por una mujer) en España
(1960-2001)
Año Índice sintético Tasa bruta de reproducción Tasa neta de reproducción
CUADRO A.9.2
Tasa de actividad en España (1964-2001)
EPA Hombres Mujeres Total
CUADRO A.9.3
Distribución porcentual de la población activa total por sectores de actividad
en España (1960-2001)
CUADRO A.9.4
Tasas de alfabetización en España (1960-2001)
CUADRO A.9.5
Empleo y productividad laboral de la agricultura, silvicultura y pesca
en España (1960-2000)
CUADRO A.9.6
Crecimiento del Índice de Producción Industrial (IPI) español comparado
con otros países europeos (1950-1999)
Años España Alemania Finlandia Francia Reino Unido Hungría Italia Portugal
1950-1973 9,5 7,1 6,4 6,1 3,0 8,2 7,6 7,8
1974-1999 3,3 1,1 3,5 1,5 1,2 2,1 1,8 3,6
CUADRO A.9.7
Empleo y productividad laboral de la industria y la construcción en España
(1960-2000)
Porcentaje del empleo en la industria Productividad laboral relativa en la industria
Años
y construcción y construcción (PIB por persona empleada = 1)
1960 27,61 2,06
1970 32,35 2,00
1980 34,04 2,07
1990 31,67 2,09
2000 30,70 1,91
CUADRO A.9.8
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Tasas anuales de crecimiento del PIB en España y los países más industrializados (1964-1973)
Alemania Canadá Corea España EE.UU. Francia Reino Unido Holanda Japón Italia
1964 7,2 6,9 6,3 9,83 5,3 7,6 7,2 9,6 11,9 3,4
1965 6,3 7,1 7,1 6,62 6,0 5,4 2,5 6,2 9,5 3,4
1966 3,5 6,6 12,3 7,46 0,6 5,8 2,8 3,5 7,6 5,6
1967 0,0 2,9 8,4 6,72 2,7 5,0 3,1 4,9 11,4 7,3
1968 7,8 5,3 11,8 6,00 4,5 4,4 3,9 7,1 12,5 5,5
1969 7,0 4,3 17,7 9,00 3,1 8,1 1,0 6,7 11,3 6,1
1970 7,1 3,8 7,4 5,71 −0,1 6,1 3,7 6,7 12,3 5,3
1971 3,1 5,0 8,7 5,74 3,5 4,7 3,4 5,2 9,3 −2,6
1972 4,4 5,0 8,9 8,26 6,3 5,4 5,1 6,2 8,4 2,8
1973 6,0 6,6 19,1 8,93 6,3 6,7 6,8 5,0 8,1 6,1
CUADRO A.9.9
Porcentaje del crecimiento de la productividad total de los factores (PTF)
y de los factores de capital y trabajo como aportación al crecimiento
de la producción en España y otros países industrializados (1960-1973)
CUADRO A.9.10
Empleo y productividad laboral del sector servicios en España (1960-2000)
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