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El Exorcismo

Magno
..........................................................................................................................................................................

Consideraciones acerca de la creación de un posible


ceremonial para realizar un magno y solemne
exorcismo sobre la Iglesia cuando tiene lugar
una reunión nacional de exorcistas

Forteniana Opera Daemoniaca


Tomo IV

J.A
Fortea

1
Editorial Dos latidos
© Copyright José Antonio Fortea Cucurull
Todos los derechos reservados
fortea@gmail.com

Editorial Dos Latidos


Benasque, España
Publicación en formato digital, agosto 2014

Impresión por la Renovación Carismática de la República Dominicana


Santo Domingo (República Dominicana), enero 2018

www.fortea.ws

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Formato para tablet
Versión 6

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El Exorcismo Magno
………………………………………………………………….………………………………………………………………………………………………………………………………………

Consideraciones acerca de la creación de un posible ceremonial para


realizar un magno y solemne exorcismo sobre la Iglesia cuando
tiene lugar una reunión nacional de exorcistas

José Antonio
Fortea

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Índice
Introducción
El porqué de este ritual .................................................................................................................. 6
Cómo organizar esta ceremonia .................................................................................................... 9

Ritual
Pasos de la ceremonia ................................................................................................................. 13
Celebrantes .................................................................................................................................. 14
Efectos del ritual ......................................................................................................................... 17
Ritos de circunvalación del templo ............................................................................................. 23
Ritos en el eje del templo ............................................................................................................ 33
Unción de las puertas .................................................................................................................. 45
Regreso hacia el altar .................................................................................................................. 46

Añadiduras finales

Consideraciones y reflexiones ..................................................................................................... 50


Algunas cuestiones rituales más concretas.................................................................................. 66
Exorcismo Magno Vaticano ........................................................................................................ 70

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Introducción
…………………………………………………………………………………………………………………….……………………..

El porqué de este ritual


Antes de nada, hay que dejar claro que los ritos de la Iglesia
Católica sólo pueden ser creados y aprobados por las autoridades
eclesiásticas que dispone el ordenamiento canónico. Todo este
escrito sólo sirve de sugerencia por si algún obispo decide
servirse de estas ideas para organizar alguna ceremonia como la
descrita. También albergo la esperanza de que la Congregación
del Culto Divino algún día pudiera tomar la idea expuesta del
ceremonial descrito, y aprobar de forma oficial y universal algo
parecido a lo expuesto en estas páginas.

¿Cómo nace esta sugerencia de ritual? Cada año en varios


países tienen lugar reuniones nacionales de exorcistas. Estos
encuentros nacionales suelen congregar, por regla general, no
menos de cincuenta exorcistas, y normalmente más del centenar.
Entre los congresos nacionales e internacionales, suelen darse al
año, en todo el mundo, unas siete de estas asambleas anuales;
hablo del año 2015 en que se escribe esta obra.

Cuando hace casi un año, asistí como conferenciante a uno


de estos congresos, expliqué a los exorcistas que el poder
exorcístico se puede aplicar no sólo a liberar a una persona de la
posesión diabólica, o a liberar una casa de una infestación, sino

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que también se puede exorcizar a las fuerzas infernales para que
se alejen de una parroquia, de una ciudad, de una diócesis, de una
nación o de la Iglesia universal.

Les expuse el fundamento bíblico y teológico de esta


afirmación. No existe un ritual para ello, pero ciertamente que,
estando a solas, el sacerdote puede ordenar a las fuerzas
tentadoras que se alejen de un determinado ámbito: su parroquia,
su diócesis, etc. Es decir, se puede ordenar a los demonios que se
alejen del colegio cardenalicio, de los obispos de una nación, de
una comunidad cuyos fieles están divididos, por poner algunos
ejemplos.

Anualmente los sacerdotes de ese país se reunían (en esa


ciudad concreta) para formarse y el obispo de esa diócesis era
muy favorable hacia este ministerio. Fue entonces cuando se me
ocurrió que, por qué no hacer uno de esos días, entre todos los
presentes, un gran exorcismo coral para proteger a la Iglesia
universal. Y así me despedí prometiendo que al año siguiente
tendrían una serie de sugerencias para organizar una oración
comunitaria de este tipo. Pero, tras una larga reflexión, lo que
debía haber sido una propuesta de una serie de oraciones se acabó
transformando en una larga ceremonia.

Por supuesto que, aunque con el actual escrito le presento a


ese obispo una ceremonia ya acabada, esta obra no es otra cosa
que una sugerencia. Yo no soy nadie para crear y aprobar rituales.

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Me limito a ofrecer sugerencias. Después el obispo que desee
ponerlo por obra será muy libre de tomar lo que desee de estas
líneas, si es que desea tomar algo.

El Derecho Canónico prohíbe realizar exorcismos sobre


personas vejadas por el demonio. Pero no prohíbe, a solas,
exorcizar a los demonios del mundo. Si un obispo decide realizar
una ceremonia puntual de este tipo y hacerla de un modo
comunitario con ocasión de un encuentro anual, desde luego, no
estaría contraviniendo ninguna ley. Ni siquiera se necesitaría que
los que integran esa ceremonia sean exorcistas aprobados por sus
obispos. El obispo simplemente se limitaría a aprobar tal
ceremonia especial en su propia diócesis con ocasión de esa
reunión y eso sería todo.

De este modo, los exorcistas de una nación se formarían,


orarían juntos y realizarían unidos un gran exorcismo. Las tres
cosas, no sólo las dos primeras. Es decir, no sólo se formarían y
orarían juntos, sino que también exorcizarían.

Esta ceremonia tiene un fundamento teológico que se haya


expuesto en mi tesis doctoral La tiniebla en el exorcismo.
Concretamente, en el capítulo de la I parte, titulado “Análisis
teológico de la Spiritual Warfare”.

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Cómo organizar esta ceremonia
Una vez que me puse a ver cómo se podría organizar esta
ceremonia, no tuve la menor duda de que si esta se realizaba,
había que hacerla grandiosa, sin dubitaciones ni escrúpulos. Si lo
que estamos haciendo es teológicamente correcto, hagámoslo con
un ritual bello y magnificente.

Todo este ceremonial lo imaginé en una gran catedral gótica


y presidido por un obispo. Con un ritual que tuviera en cuenta el
simbolismo de los puntos cardinales, del centro exacto del
templo, de las puertas de entrada a la catedral. Dejando bien claro
que todo es simbolismo. Es decir, no es que tenga mayor
efectividad un exorcismo por realizarse en un momento de la
ceremonia hacia el norte o en otro hacia el oeste. Ni tampoco
tienen mayor efectividad unas plegarias cuando se realizan
dirigiéndose a un punto que simboliza la Puerta del Abismo
mencionada en él; en realidad, esa puerta no existe en ningún
lugar concreto. Se trata de un concepto, muy visual y sugerente,
pero no de un punto físico.

La presente sugerencia de ritual trata de tener en cuenta no


solo el profundo significado ínsito en los símbolos, sino también
la belleza de los magnificentes rituales que pueden tener lugar en
los amplios espacios catedralicios. Hay espacios medievales tan
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impresionantes que parecen estar pidiendo que se realicen
grandiosas ceremonias en ellos. Pero se equivocaría
profundamente el que diera más importancia a los detalles, de la
que le dio su autor. Todo es orientativo, nada obligatorio. Pero sí
que me atrevería a dar un consejo con toda seriedad: si este ritual
se realiza, debe hacerse con dignidad. Si no, es mejor no hacerlo.

Con unos cien sacerdotes y una catedral, qué duda cabe que
se puede idear una bellísima ceremonia. Por supuesto que, a
veces, no se dispondrá de una catedral ni de tantos presbíteros.
Pero incluso la misma lectura personal de este ritual ya supone
toda una enseñanza acerca de la realidad teológica de la
posibilidad de exorcizar a los demonios en general. Incluso,
aunque nunca se realizara esta ceremonia, la lectura de ella ya
supondría una catequesis acerca del combate invisible pero real de
las potestades demoniacas y del poder entregado a la Iglesia.

El momento más propio para llevar a cabo esta ceremonia es


por la noche. La noche tiene una capacidad perfecta para
simbolizar la hora de las tinieblas de la que nos habla el
Evangelio. Mas esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas
(Lc 22, 53). En el mundo hay muchas horas de las tinieblas. La
Iglesia ha recibido un poder sobre esos seres tenebrosos. Una
catedral vacía y sin ninguna otra iluminación que las velas que
lleven los celebrantes es un lugar extraordinariamente sugerente
para una ceremonia como esta que será realizada a puerta cerrada.

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Realizarlo por la noche no solo tiene como razón el
simbolismo de la hora, sino también para evitar el cerrarla durante
el horario diurno. La ceremonia debe realizarse a puerta cerrada
sin más laicos asistiendo que aquellos a los que expresamente se
les permita asistir. De lo contrario, la noticia de este exorcismo
puede provocar que la catedral esté tan literalmente repleta de
devotos y curiosos que sea imposible realizar el más pequeño
movimiento en ella. Por otra parte, un número pequeño de
asistentes (un centenar de laicos puede ser un buen número)
permite concentrarse mucho más en la ceremonia. La intimidad,
sin duda, beneficia a este ceremonial. La presencia de una
multitud dispersaría la concentración de los celebrantes.

No hace falta decir que se podría realizar en cualquier


templo y no necesariamente en la catedral. Pero no conviene que
para esta ceremonia se designe cualquier iglesia. La belleza y
prestancia del lugar donde se lleve a cabo tiene un papel
importante en un ritual de este tipo. Porque, ciertamente, este
ritual tendrá per se efecto sobre los demonios, pero lo ideal es que
por su solemne grandeza impacte también a los humanos que
participen en la ceremonia.

Como se ha dicho, se sugiere que esta ceremonia tenga lugar


después del rezo en la catedral de completas. Esa hora canónica
haría las veces de liturgia de la Palabra para el exorcismo

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posterior. En las consideraciones finales de esta obra, explico por
qué no hay ningún momento reservado para la predicación.

Algún sacerdote puede acusar a esta ceremonia de dar


demasiado protagonismo al mundo demoniaco y a su poder. Pero
hay que recordar que esta ceremonia se celebraría una vez al año
en unos pocos lugares del mundo. Sin duda, eso no es un exceso.
Ojalá en cada diócesis del mundo, una vez al año, el obispo
organizara un magno exorcismo como el que voy a describir,
incluso sin la presencia de una reunión de exorcistas. Si tal
costumbre se propagara, sería de gran enseñanza para el pueblo
fiel, aunque pocos laicos asistieran; de gran enseñanza para el
pueblo fiel y para los sacerdotes de ideas más racionalistas.

Nuestra sociedad secularizada del siglo XXI requiere de


grandes liturgias exactamente lo mismo que la sociedad medieval.
El lenguaje ritual es un lenguaje bello en sí mismo y hasta los no
creyentes pueden captar la profundidad de estos ritos. Si este
ritual se graba con calidad en vídeo, puede ser hasta motivo de
conversión para algunos cuando lo vean en sus casas, y para todos
será una predicación a través de imágenes. Porque hasta la lucha
contra los poderes infernales, realizada del modo que se va a
exponer, se convierte en un modo de alabar a Dios.

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Pasos de la ceremonia
La estructura de esta ceremonia puede parecer muy
complicada, pero consiste tan solo en una procesión por el
perímetro del templo y otra por el eje central. Comenzando con
una oración inicial y otra final. Eso es todo.

Comienzo de la ceremonia
1. Oración de inicio

Ritos de circunvalación del templo


2. Conjuración al Este
3. Conjuración al Norte
4. Conjuración al Oeste
5. Conjuración al Sur

Ritos en el eje del templo


6. Invocación de los Santos Ángeles
7. Conjuración hacia la Puerta del Abismo
8. Invocación a la Santísima Virgen María
9. Conjuración en la Puerta de la Iglesia

Conclusión de la ceremonia
10. Oración final

El ritual está concebido como un itinerario que es una


subida hacia el altar que es Cristo. La procesión parte desde
delante del altar, porque es Cristo el que envía a los Apóstoles a
expulsar demonios. Parte desde el altar y retorna al altar.

Se va subiendo progresivamente a través del camino de la


letanía de los santos. Después se continúa a través del camino de

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la letanía de la Virgen María. El regreso final (por el pasillo
central) es a través del aleluya de la Resurrección.

Celebrantes
El obispo y doce presbíteros son los que realizan este rito, los
demás sacerdotes asisten. Esto no significa que sólo esos doce
sacerdotes ejerzan su poder y el resto de presbíteros simplemente
estén allí como espectadores, de ningún modo. Cierto que sólo
esos doce sacerdotes y el obispo (u obispos) recitan las fórmulas
en voz alta, pero todos participan, todos oran, todos se unen con
la mente y la voluntad en las mismas plegarias. Sin necesidad de
que todos pronuncien con la boca, la presencia de todos conforma
una sola ceremonia. Todos los asistentes participan en ese ritual
por la fuerza intercesora y deprecativa de todos. Todos, desde
luego, pronuncian las contestaciones “ruega por nosotros” en las
letanías.

Esta ceremonia quiere resaltar que este es un exorcismo


coral, no el ritual de un solo sacerdote. Pero, aunque sean doce los
celebrantes, sólo va hablando por orden uno cada vez. Pero la
oración interna cuenta tanto como la externa; no hay ninguna
necesidad (ni beneficio) en que los exorcismos sean bisbiseados
por todos los exorcistas presentes. Eso no aumentaría el poder de
los exorcismos. La participación orante de todos los presentes,
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silenciosa u oral, se une en una sola ceremonia. Esto es válido
para los laicos presentes también. No debe existir, por tanto, afán
de todos por hacer algo; sino de unirse con la oración del alma a
los ritos que tienen lugar ante ellos.

Los presbíteros celebrantes se reparten las distintas oraciones,


invocaciones, conjuraciones y ritos de esta ceremonia según el
esquema que aparece más adelante. Las distintas letanías las
pueden recitar o cantar laicos. Habrá siete acólitos que estarán
colocados en la cabecera de la procesión: incensario, cruz
procesional, ciriales, el que porta el ritual y los dos que ayudarán
al obispo con la mitra y el báculo. En pocas ceremonias como en
esta será tan necesaria la labor del maestro de ceremonias que
podrá ir revestido con sotana y roquete. Él dispondrá donde se
coloca en cada estación el grupo de acólitos, el grupo de
celebrantes, el obispo y el sacerdote que en cada estación recita
las fórmulas.

El obispo (u obispos) irán revestidos con alba, capa pluvial y


mitra. Otros cuatro sacerdotes irán revestidos con capa pluvial.
Seis sacerdotes únicamente con alba y estola morada. Las capas
pluviales serán blancas, ya que difícilmente se encontrarán tantas
capas moradas.

La ceremonia es complicada, así que lo mejor es que cada


uno de los doce sacerdotes se limite a acordarse de las fórmulas
que tiene que decir. Lo cual es fácil porque cada parte va

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precedida de un número. Así que basta con que cada uno recuerde
su número en el ritual.

El obispo sólo dice las fórmulas que dan inicio y ponen punto
final a esta ceremonia, así como la que se dice justamente en el
centro del templo, tal como se indica en sus lugares
correspondientes.

Si el obispo no está presente, las partes del ritual que se


reservan para el obispo, las hará un sacerdote que ocupará su
lugar. Si hay dos obispos presentes, pueden repartirse los tres
momentos culminantes de la ceremonia. Si hay algún diácono,
podrá revestirse con alba y dalmática, colocándose a ambos lados
del obispo. Si hay más diáconos, se colocarán detrás de los
acólitos. Si esta ceremonia se realiza cada año en una diócesis, lo
ideal sería contar con seis capas pluviales iguales, blancas o
moradas para los sacerdotes que realizan los ritos principales.

La diversidad de vestiduras conferirá belleza a la procesión,


yendo unos con capas pluviales (seis presbíteros), otros sólo con
alba y estola (ocho presbíteros), y otros sacerdotes asistentes con
sotana y roquete. Pero la diversidad de vestiduras no tiene otra
función que conferir mayor belleza al ritual. Repartiéndose como
deseen después las funciones. Aunque para simplificar parece
lógico que los cuatro sacerdotes revestidos con capa pluvial hagan
los exorcismos de los cuatro puntos cardinales y las oraciones del

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eje del templo, y el resto de sacerdotes con alba las otras
fórmulas.

Efectos del ritual


Estos ritos se realizan en diferentes puntos de la catedral. Por
ejemplo, el portón de entrada a una catedral es simbólico, pero
los ritos realizados no son meramente simbólicos: son actos
simbólicos, pero no meramente simbólicos. Es decir, creemos,
estamos seguros, totalmente ciertos de que estos ritos tienen una
efectividad real en el mundo de los espíritus. El poder entregado
por Cristo a los Apóstoles pervive en los obispos y sacerdotes y
cuando Nuestro Maestro nos encargó que expulsáramos a los
demonios, estamos seguros de que alejamos a los demonios. No
vemos el mundo invisible, pero todo este ritual tiene un efecto en
el mundo invisible.

El presente ritual está cargado de ritos simbólicos, pero los


demonios saben que esos ritos tienen efecto sobre ellos. La
Iglesia tiene una labor de predicación, pero su labor no se reduce
a la predicación. La Iglesia tiene una labor de enviar la gracia a
las almas, con los sacramentos y sacramentales. Pero la Iglesia
también tiene una labor de defensa frente a los poderes de las
tinieblas. La Santa Iglesia Católica no sólo predica la Verdad,
también defiende a las almas frente a las potestades y
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dominaciones de los infiernos, del Hades por usar la palabra
griega que aparece en boca de Nuestro Señor en los Santos
Evangelios.

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Ritual del
Exorcismo Magno
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La procesión, precedida por la cruz y los acólitos, parte de la


sacristía. Se dirige al lugar donde esté situado el coro de los
canónigos de la catedral. Si no hubiera coro de canónigos, los
celebrantes se dirigirán a una capilla o a otro lugar adecuado,
donde se procederá al rezo de las completas.
Una vez que se ha cantado el cántico final en honor de la
Virgen María, los presentes se sientan en silencio. Habrá, al
menos, un minuto de silencio para marcar la división entre el
ritual previo y la ceremonia posterior.
Después, tañendo una campana o con otro signo, se marcará
el final del tiempo de silencio. Entonces, procesionalmente se
dirigirán hacia el presbiterio del altar mayor de la catedral. Los
celebrantes se colocan frente al presbiterio, mirando hacia el altar.
Pero sin subir a él, delante de las gradas. El obispo está algo más

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adelantado que el grupo de presbíteros. Los acólitos se colocarán
a un lado.
Cuando los acólitos hayan recibido la mitra y el báculo, el
obispo hará inclinación profunda hacia el altar que tendrá sus
siete cirios encendidos. Los doce sacerdotes se unirán a esa
reverencia del obispo.
En este momento no se besa ni se inciensa el altar, porque
toda la ceremonia que va a tener lugar es como un largo recorrido
hacia el altar. Ritos que se culminan con la llegada hasta él,
momento en el que sí que por fin se besa e inciensa el altar.
El grupo de laicos presente en esta ceremonia, seguirá a los
sacerdotes detrás de ellos. Si hubiera tantos sacerdotes que no se
puede hacer de forma adecuada la procesión, por estar demasiado
lejos de la cabecera de esta, parte de los sacerdotes se colocarán
en los bancos y desde allí participarán en la ceremonia.

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1.Oración de inicio
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Tras eso, frente al altar, dando la espalda a los congregados,


como dirigiéndose a Dios Padre que estuviera delante, comienza
el obispo o el sacerdote que preside:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Oremos. (Pausa)

Oh Dios, que escuchas siempre a tus hijos atribulados, al


darte gracias por tu misericordia, te rogamos que, liberados de
todo mal, te sirvamos siempre con alegría de corazón. Por
Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Acaba la oración, la procesión se encamina hacia el
Noroeste, se recitará la letanía de los santos, hasta llegar al primer
punto cardinal. Mientras la procesión comienza a avanzar, los
acólitos le entregan al obispo la mitra y el báculo. En el resto de
oraciones deprecativas, como son los demás sacerdotes los que las
hacen, el obispo no se despoja cada vez de la mitra ni entrega el
báculo. De lo contrario, cada poco rato tendría que estar
poniéndose y quitándose la mitra. Por eso, el obispo sólo se
quitará la mitra cuando él realice la oración deprecativa.
En los desplazamientos de un punto cardinal a otro, se
cantará la letanía de los santos, pidiéndoles que protejan a la
Iglesia. La letanía se interrumpirá cada vez que la procesión

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llegue a un punto cardinal, y se retomará la letanía en cuanto la
procesión se ponga en marcha de nuevo.

-Señor, ten piedad de nosotros -ángeles que alabáis ante el trono


-Cristo, ten piedad de nosotros de Dios
-Señor, ten piedad de nosotros -ángeles que servís a los hombres
-Cristo, óyenos -santos ángeles custodios
-Cristo escúchanos
-auxiliadores en nuestras
-Dios Padre celestial, necesidades
ten piedad de nosotros -luces en nuestra oscuridad
-Dios Hijo Redentor del mundo -apoyos en todo peligro
ten piedad de nosotros
-Dios Espíritu Santo -exhortadores de nuestra
ten piedad de nosotros conciencia
-Trinidad santa un solo Dios, -intercesores ante el trono de Dios
ten piedad de nosotros -escudos de defensa contra el
enemigo maligno
-Santa Madre de Dios,
ruega por nosotros -constantes compañeros nuestros
-Santa María, Reina de los ángeles -segurísimos conductores nuestros
-santos querubines, rogad por -fidelísimos amigos nuestros
nosotros, -sabios consejeros nuestros
-santos serafines, -ejemplos de nuestra obediencia
-santos tronos
-santas dominaciones -Consoladores en el abandono
-santas potestades -Espejos de humildad y de pureza
-santos principados
-santas virtudes -ángel protector de esta ciudad
-santos ángeles y arcángeles -ángel protector de esta diócesis
-ángel protector de esta nación
-San Miguel
-San Gabriel -todos los santos espíritus
-San Rafael bienaventurados de todos los
coros angélicos

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Ritos de circunvalación del templo
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La procesión recorre el perímetro del templo. Se detiene a


hacer un exorcismo a las milicias infernales en cada punto
cardinal. Los puntos cardinales deben estar marcados con
precisión antes de iniciar la ceremonia, por ejemplo, pegando un
papel en el que se
indique qué punto
cardinal es.
La procesión
recorrerá el perímetro
del templo por dentro.
Recorrerá el trazado
de las paredes. Pues
esas paredes simbo-
lizan el muro invisible
que protege a la
Iglesia. El muro de
oración y bendición
divina que protege a la
congregación de los
fieles.
A lo largo de ese
recorrido hay una
sucesión de oraciones
deprecativas y de fórmulas conjuratorias. Aunque esta ceremonia
sigue el orden norte, oeste, sur, este, por supuesto que en cada
templo se seguirá el orden más adecuado. Es decir, el orden de
puntos cardinales según sea el más cercano al ábside.

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Hay que dejar muy claro que el exorcismo no tiene más
eficacia por dirigirse con exactitud hacia los puntos cardinales.
Exorcizar hacia esos puntos solo tiene un valor simbólico. Las
distintas estaciones de esta ceremonia solo tienen un valor
simbólico. No es porque orar en esos puntos concretos dote a
estos ritos de mayor eficacia.

2.Conjuración al Norte
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Mientras la procesión se dirige hacia la primera estación, se


continúa la recitación de la letanía de los santos donde el cantor se
haya quedado antes. Valga esta indicación para el resto de las
estaciones: el lector continúa las letanías allí donde se quedó.
-Santa María, Reina de los santos -San Bartolomé
-Santa Virgen de las vírgenes -San Mateo
-San Juan Bautista -San Simón
-San José -San Tadeo
-Todos los santos patriarcas y -San Matías
profetas -San Bernabé
-San Lucas
-San Pedro
-San Marcos
-San Pablo
-San Andrés -todos los apóstoles y
-San Juan evangelistas,
-Santo Tomás -todos los santos discípulos del
-Santiago Señor,
-San Felipe -todos los santos inocentes

El norte simboliza el frío que viene de Septentrión. Simboliza


el frío de las almas, ese frío espiritual de las regiones de la
oscuridad donde falta la luz de Cristo.

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Al llegar a ese punto cardinal (o al primer punto cardinal que
se halle en el recorrido), el primer sacerdote designado realizará la
primera oración deprecativa con las manos en alto:

Señor, tú eres nuestra defensa y nuestro refugio;


te pedimos que libres a santa Iglesia de las trampas de los
demonios y de las palabras crueles de sus perseguidores.
Protégela bajo la sombra de tus alas
rodéala con el escudo de tu fortaleza
y muéstrale la clemencia de tu salvación.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
Esta oración la recitará mientras los sacerdotes ya están en
marcha. El celebrante no dirá oremos y hará la conclusión breve,
dejando la invitación oremos y la conclusión larga para la última
oración de esta ceremonia.
Después de la primera oración deprecativa, el celebrante
aspergerá tres veces hacia ese punto cardinal. Después hará la
siguiente conjuración con las manos dirigidas hacia delante en
señal de imperio:

Te declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación


humana; reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre, que, con
justo juicio, condenó tu soberbia y tu envidia:
apártate de este templo y de esta ciudad, aléjate de esta
diócesis y de esta nación, retírate de la Iglesia Universal.
Te conjuro, Satanás, príncipe de este mundo: reconoce el
poder y la fuerza de Jesucristo, que te venció en el desierto,
superó tus insidias en el Huerto, te despojó en la Cruz, y
resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al reino de la luz:
retírate de la Iglesia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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Todas las fórmulas imperativas dirigidas al demonio se harán
con las manos juntas sobre el pecho. Las oraciones dirigidas a
Dios se harán con humildad, mientras que las conjuraciones al
demonio se harán con autoridad, en tono de orden.

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3.Conjuración al Oeste
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En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


continuará la recitación de la letanía de los santos donde se haya
quedado antes:
-San Esteban -todos los santos obispos y
-San Lorenzo confesores
-San Vicente -todos los santos doctores
-San Fabián y San Sebastián -San Antonio,
-San Juan y San Pablo -San Benito,
-San Cosme y San Damián -San Bernardo,
-San Gervasio y San Protasio -Santo Domingo,
-todos los santos mártires -San Francisco
-San Silvestre -Todos los santos sacerdotes
-San Gregorio Magno -Todos los santos monjes y
-San Ambrosio ermitaños
-San Agustín -Santa María Magdalena
-San Jerónimo -Santa Agueda
-San Gregorio Magno -Santa Lucía,
-San Atanasio -Santa Inés,
-San Basilio -Santa Cecilia,
-San Gregorio de Nisa -Santa Catalina,
-San Gregorio de Nacianzo -Santa Anastasia
-San Martín -Todas las santas vírgenes
-San Nicolás -Todos los Santos y santas de
Dios

Si el templo estuviese situado exactamente hacia el Este, se


exorcizaría ligeramente hacia el Suroeste en vez de hacia el Oeste.
Porque si se hiciera exactamente hacia el Oeste, se exorcizaría
hacia la puerta del templo. Y ese exorcismo se realizará después.
Por tanto, para no repetir dos exorcismos sobre la puerta, se
desviará el punto cardinal hacia Suroeste.

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En la tradición cristiana, el Oeste simboliza la muerte. Al
llegar a esa estación, otro sacerdote recita esta oración deprecativa
con los brazos extendidos:

Dios, Creador y Defensor del género humano,


dirige tu mirada sobre tu santa Iglesia.
El antiguo adversario desea atormentarla cruelmente,
quiere oprimirla con fuerte violencia
y desea atormentarla con cruel terror.
Envía sobre ella tu Espíritu Santo
para que la haga fuerte en la lucha
le enseñe a rogar en la tribulación
y la defienda con su poderosa protección.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

El celebrante aspergerá tres veces hacia ese punto cardinal.


Después hará la siguiente conjuración con las manos extendidas
hacia ese punto en señal de imperio:

Te conjuro, Satanás, que engañas al género humano,


reconoce al Espíritu de la verdad y de la gracia
que repele tus insidias y confunde tus mentiras.
Retrocede ante la Iglesia fundada por Dios,
a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso.
Retírate de este edificio que Dios hizo templo sagrado
con una unción espiritual. Retírate de esta construcción material y
de la Iglesia universal.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

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4.Conjuración al Sur
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En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


comenzará la letanía de los santos ángeles, que se va continuando
de estación en estación.
-Dios Padre, Creador de los Ángeles, (Papas santos de los primeros siglos)
-Dios Hijo, Señor de los Ángeles, -San Lino
-Dios Espíritu Santo, Vida de los -San Anacleto
Ángeles, -San Clemente I
-Santísima Trinidad, delicia de todos los -San Evaristo
Ángeles, -San Alejandro I
-San Sixto I
-Señor, ten piedad de nosotros. -San Telésforo
-Cristo, ten piedad de nosotros. -San Iginio
-Señor, ten piedad de nosotros -San Pío I
-Cristo, óyenos -San Aniceto
-Cristo, escúchanos -San Sotero
-San Eleuterio
-San Víctor I -San Lucio I
-San Ceferino -San Esteban I
-San Calixto I -San Sixto II
-San Urbano I -San Dionisio
-San Ponciano -San Félix I
-San Antero -San Eutiquiano
-San Fabián -San Cayo
-San Cornelio

El sur simboliza el ardor, el desierto, el fuego que mata la


vida. Al llegar a esa estación, otro sacerdote designado
previamente recita esta oración deprecativa con los brazos en alto:

Escucha, Padre santo,


el gemido de tu Iglesia suplicante;
no permitas que tus hijos
sean engañados por el padre de la mentira.

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No dejes que tus servidores,
a quienes Cristo redimió con su Sangre,
sean llevados a la cautividad del diablo;
impide que el templo de tu Espíritu
sea mancillado por los espíritus inmundos.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Después el celebrante aspergerá hacia ese punto cardinal tres


veces. Acaba tal acción, hará la siguiente conjuración con las
manos extendidas en señal de imperio:

Retírate, Satanás, en el nombre del Padre , y del Hijo , y del


Espíritu Santo; retírate por la fe y la oración de la Iglesia;
retírate por la señal de la santa Cruz, de nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

30
5.Conjuración al Este
………………………………………………………………...…………………………………………………….

En cuanto la procesión parta hacia la siguiente estación, se


continuará la recitación de la letanía de los santos donde se haya
quedado antes:
-De todo mal, líbranos, Señor -Por el misterio de tu santa
-De todo pecado, encarnación, muéstrate propicio
-De tu ira, -Por tu venida,
-De la muerte súbita e imprevista, -Por tu natividad,
-De las asechanzas del demonio, -Por tu bautismo y santo ayuno,
-De la cólera, del odio y de toda mala -Por tu cruz y tu pasión,
intención, -Por tu muerte y sepultura,
-Del espíritu de fornicación, -Por tu santa resurrección,
-Del rayo y de la tempestad, -Por tu admirable ascensión,
-Del azote de los terremotos, -Por la venida del Espíritu Santo,
-De la peste, del hambre y de la guerra, nuestro Consolador,
-De la muerte eterna, -En el día del juicio

Al llegar a este punto cardinal, el sacerdote que realiza las


oraciones deprecativas recitará esta oración con los brazos
extendidos:

Dios justo y bueno, líbranos de aquellos enemigos que


fueron expulsados de los cielos. Custódianos de aquellos
agresores que lanzan flechas invisibles sobre las almas. Tú eres
nuestra fortaleza. Con tu favor, veremos la derrota del Enemigo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

En realidad, no se conjurará exactamente hacia el Este,


porque ese punto cardinal simboliza el surgir de la luz. La luz del
Sol de Justicia que es Cristo. Además, como muchas iglesias
están orientadas hacia el Este, si se hiciera en esa dirección el
31
exorcismo, miraríamos directamente hacia el retablo u otro
símbolo religioso; lo cual no sería nada adecuado. Por eso, no se
exorcizará exactamente hacia el Este, sino hacia un punto
ligeramente dirigido hacia el nordeste.
Acaba la oración, el celebrante aspergerá hacia ese punto
cardinal tres veces. Después hará la siguiente conjuración con las
manos extendidas hacia ese punto cardinal:

Exorcizo a todo espíritu maligno que intenta atacar a la


Iglesia. Exorcizo a todo poder satánico que ataca a la Iglesia.
En el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, te
ordeno que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas
creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del
Divino Cordero.
En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al
género humano, perseguir a la Iglesia de Dios y zarandear a los
elegidos. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente
soberbia aún pretendes asemejarte.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Después, desde el punto Este, la procesión se dirigirá de


nuevo hacia el comienzo del presbiterio. Es decir, hasta el punto
que está frente al altar antes del presbiterio. La procesión se
dirigirá a ese punto, pero sin subir al presbiterio.
Sin detenerse, desde allí continuarán hasta el punto donde se
realizará la invocación de los Santos Ángeles (estación 6).

32
Ritos en el eje del templo
………………………………………………………………...…………………………………………………….

El eje está situado en el pasillo central, sea cual sea su


orientación con los puntos cardinales. Se marcarán tres puntos en
ese pasillo que serán tres estaciones. Estos tres puntos serán la 6ª,
7ª y 8ª estación. Cada uno de esos puntos será equidistante
respecto al siguiente.

33
En este eje central, el sacerdote que interviene no recita más
que una sola oración deprecativa. En los desplazamientos entre
las estaciones 6 hasta la 9, se recitarán las letanías de la Virgen
María, del mismo modo que antes se hacía con las letanías de los
santos, continuando donde se había interrumpido.
Santa María, ruega por nosotros Puerta del cielo,
ruega por nosotros. Estrella de la mañana,
Santa Madre de Dios, Salud de los enfermos,
Santa Virgen de las Vírgenes, Refugio de los pecadores,
Madre de Cristo, Consoladora de los afligidos,
Madre de la Iglesia, Auxilio de los cristianos,
Madre de la divina gracia, Reina de los Ángeles,
Madre purísima, Reina de los Patriarcas,
Madre castísima, Reina de los Profetas,
Madre siempre virgen, Reina de los Apóstoles,
Madre inmaculada, Reina de los Mártires,
Madre amable, Reina de los Confesores,
Madre admirable, Reina de las Vírgenes,
Madre del buen consejo, Reina de todos los Santos,
Madre del Creador, Reina concebida sin pecado original,
Madre del Salvador, Reina asunta a los Cielos,
Madre de misericordia, Reina del Santísimo Rosario,
Virgen prudentísima, Reina de la familia,
Virgen digna de veneración, Reina de la paz.
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Virgen clemente, del mundo,
Virgen fiel, perdónanos, Señor.
Espejo de justicia, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Trono de la sabiduría, del mundo,
Causa de nuestra alegría, escúchanos, Señor.
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor, Cordero de Dios, que quitas el pecado
Vaso de insigne devoción, del mundo,
Rosa mística, ten misericordia de nosotros.
Torre de David,
Ruega por nosotros, Santa Madre de
Torre de marfil,
Dios.
Casa de oro,
Para que seamos dignos de las promesas
Arca de la Alianza,
de Cristo.

34
Como se observa, todo este ritual comienza con las letanías
de los ángeles, se sigue con la de los santos, y en el eje se rezan
las letanías de la Virgen María y de camino al altar se cantarán los
aleluyas con las tres antífonas.
Éste es el orden normal. Pero el maestro de ceremonias
determinará si hay que alargar una determinada letanía o todas, en
el caso de que el templo sea muy grande. Las letanías podrán
sufrir las adiciones que se crean convenientes añadiendo santos
propios de ese ciudad, diócesis o nación.

35
6.Invocación de los Santos Ángeles
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Se va recitando la letanía de la Virgen María hasta llegar a


la 6ª estación. Al llegar a esa estación, los acólitos con la cruz
procesional, las velas y el incienso se colocarán de frente a los
sacerdotes que están situados en el eje de la iglesia. Los
celebrantes se distribuirán alrededor de esta estación. Hago notar
que esta ceremonia será más bella estéticamente y más
impactante realizada a la luz de las velas. La catedral no debería
tener ninguna luz eléctrica encendida. Eso ayudará mucho a la
concentración en la oración. De ahí que además de los dos
acólitos con cirios flanqueando la cruz procesional, podrá haber
más velas repartidas entre otros acólitos o entre los celebrantes.
Para poder leer bien estas oraciones, será importante tener este
ritual en letra grande. En las tres veces que se ha realizado hasta
ahora esta ceremonia, se disponía de un ritual con páginas
tamaño DIN A3.
El sacerdote designado invoca a san Miguel y los ángeles
para que ayuden y protejan a la Iglesia. La siguiente oración la
recita con las manos juntas, no extendidas:

San Miguel Arcángel, querubines de Dios, serafines de


Dios, ángeles y arcángeles, proteged al Rebaño de Cristo de los
lobos infernales.
Después, asperge ese punto y la zona alrededor de esa
estación con agua bendita. Aspergerá también a los que rodean
este lugar. Tras la aspersión recitará esta oración con los brazos
extendidos:

36
Escucha, Señor, la oración de San Miguel Arcángel y de
todos los ángeles que te sirven. Dios de todo bien, impide la
acción diabólica;
Tú que eres la fuente de la verdad y del perdón,
destruye las falaces insidias del diablo;
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

En este lugar no hay conjuración, sólo invocación de los


ángeles. Durante las invocaciones a los ángeles y a la Virgen
María (estación 6 y 8), los celebrantes mirarán en dirección hacia
la puerta. La razón es que esa es la dirección de la procesión.

37
7. Conjuración hacia la Puerta del Abismo
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Al llegar a la 7ª estación, el obispo (sin la mitra y con los


brazos extendidos) recitará la segunda solemne oración de las tres
que pronuncia en esta ceremonia. La gran oración deprecativa
reza así:

Señor de la libertad y de la gracia, desata los lazos de la


perversidad. Tú que amas y salvas al hombre, que escuchas
paternalmente la oración de los apóstoles, de los mártires y de
todos los santos que con tu gracia vencieron las asechanzas del
Maligno, protege a tu Santa Iglesia de todo ataque demoniaco,
para que te glorifique con sus alabanzas.
Libra al Rebaño de Cristo de los lobos infernales. Pon una
muralla alrededor de tu Iglesia universal. Pon a tus ángeles
alrededor de este templo.
Aleja a los tentadores de esta ciudad. Pon en fuga de esta
diócesis a los invisibles sembradores de la iniquidad, para que así
reine la paz. Expulsa de esta nación los poderes de las tinieblas
como expulsaste de los cielos a las jerarquías que siguieron los
extraviados caminos del Diablo.
Cierra las puertas del Abismo, cierra las compuertas del
Infierno, cierra la salida del Averno.
Que tu mano todopoderosa impida que salgan los poderes
infernales, para que así tú seas glorificado con la concordia de tus
hijos, con la alabanza de los renacidos del agua y del Espíritu.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén

38
Acabada la oración, uno de los sacerdotes aspergerá el punto
marcado, la zona alrededor y, por último, a los celebrantes allí
congregados en torno a ese punto.
Después, el obispo (revestido con la mitra y el báculo en la
mano) recitará el siguiente exorcismo:

Te exorcizamos, Serpiente Antigua, aléjate del Rebaño de


Cristo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de
Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu
envidia, el cual edificó su Iglesia sobre roca firme. Amén.

Rito de la percussio
………………………………………………………………...…………………………………………………….

En el suelo, en el lugar marcado para la 7ª estación, se


colocará una placa metálica gruesa, sin ninguna inscripción, ni
distintivo alguno. Esta placa tiene la función de no dañar el suelo
de la catedral y de hacer que los golpes resuenen en el templo y el
símbolo sea más bello.
El obispo con la cabeza cubierta por la mitra y con las dos
manos agarrando el báculo, recitará esta breve fórmula:

Que estos golpes simbolicen el poder del sacerdocio


quebrantando los Poderes de las Tinieblas. Acto que realizamos
confiados en el poder exorcístico que nos entregó Nuestro Señor
Jesucristo, Rey del Cielo y de la Tierra, que sobre la tierra golpeó
los poderes del infierno.
Tras estas palabras, golpeará solemnemente el suelo tres
veces con el báculo agarrándolo con las dos manos. Después de
los golpes, recitará la siguiente fórmula:

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Golpeo los Poderes del Averno confiado en la intercesión de
María Santísima e Inmaculada. La cual golpeó y aplastó a las
potestades y principados rebeldes.
Tras estas palabras, golpeará por segunda vez el suelo otras
tres veces con el báculo. Entonces dirá la última fórmula breve:

Que estos golpes sean símbolo del aplastamiento y


quebrantamiento de todas las jerarquías del Abismo. Venid,
santos ángeles de Dios, ayudadnos en esta tarea.
Tras estas palabras, golpeará por tercera y última vez el
pavimento con tres solemnes golpes.
Si ningún obispo participa en este ritual, la percussio se
realizará con un martillo ceremonial si se dispone de él. En
algunas catedrales existe un martillo ceremonial, como los que se
usan en las basílicas romanas para abrir las puertas santas en los
años jubilares. Con ese tipo de martillo ritual es con el que
también llama el obispo a la puerta de la catedral cuando va a
tomar posesión de su sede.
El sacerdote si realiza la percussio no podrá usar ningún
báculo (bajo ningún concepto), pero sí el martillo ceremonial. Se
arrodillará y dará esos golpes intercalando las oraciones.
Cuando realizamos esta ceremonia las primeras veces, me di
cuenta de que todos los báculos tiene una pequeña funda de goma
en la base donde se apoya en el suelo. De manera que el propósito
inicial de que los golpes retumbarán en el interior del templo, no
era posible. Porque los impactos quedaban completamente
amortiguados. Así que, aun dejando constancia de la idea inicial,
considero que es mejor que el obispo, en el momento de la
percussio, entregue el báculo a un acólito y golpee con fuerza y
dignidad el suelo para que los golpes se conviertan en un
verdadero símbolo.
40
Acabada la percussio, otro sacerdote hará el siguiente
exorcismo:

Te exorcizo, Serpiente Antigua, aléjate de la Santa Iglesia de


Dios. Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos
los Misterios de la fe cristiana.
Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María,
quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada
Concepción aplastó tu orgullosa cabeza. Señor, cierra la Puerta
del Abismo. Que no salgan de ella hacia la tierra las potestades
infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
El celebrante hará el exorcismo mirando hacia el suelo de
vez en cuando, como si se estuviera dirigiendo a la entrada del
infierno.
Esta parte del rito resulta extremadamente visual. Es como si
el sacerdote se dirigiera hacia esa puerta del abismo para cerrarla
con la oración. Oración que se realiza dentro del templo, porque
se presenta la imagen de que es la entera Iglesia universal la que
con su inmenso peso es la losa que (con sus sacrificios y
oraciones) cierra esa puerta del mal. La inmensa Iglesia es la
piedra que evita que esas Puertas del Abismo se abran.
Con estos exorcismos se ordena a los demonios que no salgan
del infierno para atormentarnos. Esta fórmula tiene en mente el
texto del Apocalipsis en el que se dice:
Tocó el quinto ángel. Entonces vi una estrella que había caído del cielo a
la tierra. Se le dio la llave del pozo del Abismo. Abrió el pozo del Abismo y
subió del pozo una humareda como la de un horno grande, y el sol y el aire se
oscurecieron con la humareda del pozo. De la humareda salieron langostas sobre
la tierra, y se les dio un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra.
Apocalipsis 9, 1-3.

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42
8.Invocación a la Santísima Virgen María
………………………………………………………………...………………………........…………………………….

Se va recitando la letanía de la Virgen María hasta llegar a


la 8ª estación. Al llegar a ese lugar, uno de los presbíteros invoca
a la Santísima Virgen María para que ayude con su intercesión a
la Iglesia. La oración la hace con las manos juntas, no extendidas.

Virgen Santísima, terror de los demonios, no nos


desampares. Ruega a Dios por nosotros. Protégenos como madre
nuestra que eres. Nuestros enemigos son grandes, pero tú, Madre
de Dios, eres más grande todavía.
Tras la oración, uno de los tres celebrantes revestidos con
capa pluvial asperge ese punto y la zona alrededor con agua
bendita. Después, con las manos extendidas, dirá:

Escucha, Dios misericordioso, la oración de la


bienaventurada Virgen María, cuyo Hijo encomendó a la Madre
todos los hombres como hijos.
Que resplandezca en tu Iglesia, todavía más, la luz de la
verdad, que aletee en ella el Espíritu de la paz.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

43
9.Conjuración hacia la puerta de la Iglesia
………………………………………………………………...…………………………………………………….........

La procesión sigue avanzando hasta llegar al portón principal


de la catedral. La puerta se presenta, con razón, como símbolo de
apertura para que las almas entren. Pero la puerta también
aparece como símbolo de lo que se cierra para que no entren los
que no deben entrar.
El celebrante asperge con agua bendita el umbral de la
puerta. Después la cierra con llave. La puerta estaba cerrada
desde el principio, pero le da otra vuelta de llave. Si no
permitiera dar otra vuelta, la gira en un sentido y, de inmediato,
en el otro. Todos los ritos se hacen por la parte de dentro, no por
fuera del Templo.
El acólito se colocará de espaldas al portón de entrada y tres
sacerdotes (revestidos con sotana y roquete) recitarán a coro el
siguiente exorcismo:

Te exorcizamos, Serpiente Antigua, aléjate de la Santa Iglesia


de Dios. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de
Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu
envidia edificó su Iglesia sobre roca firme. Amén.
Esa oración la pueden recitar tres o más sacerdotes, para
resaltar el carácter coral de esta ceremonia. Recitar
adecuadamente muchas partes corales sería difícil hacerlo bien y
los sacerdotes tendrían que ir cargados con papeles. Es preferible
que vayan con las manos libres y que escuchen y se unan en esa
escucha. Tras ese exorcismo, un único sacerdote hará el siguiente
exorcismo:

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Te exorcizo, Serpiente Antigua, aléjate de este templo, aléjate
de esta ciudad, aléjate de esta diócesis, aléjate de la Santa Iglesia
de Dios. Te lo manda Dios Padre , te lo manda Dios Hijo , te
lo manda Dios Espíritu Santo . Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Unción de las puertas


………………………………………………………………...…………………………………………………….........

Después se ungirán con el Sagrado Crisma dos cruces, una


en cada puerta. Y otras dos cruces en el eje central del portón. El
sacerdote realizará esta operación en silencio.
Todos estos ritos se realizarán en el portón principal de la
iglesia, aunque haya más puertas. Aunque si se ve conveniente,
como habrá abundancia de sacerdotes, simultáneamente al rito en
la puerta principal, algunos sacerdotes revestidos con sotana y
roquete podrán dirigirse a otra puerta del templo o a varias otras
(incluso las pequeñas), y hacer allí algunas de estas oraciones y
unciones.
Hacer esto en la iglesia material simbolizará que hay que
tener cuidado con todos los resquicios para que no entre nada
impuro o maligno en la Iglesia espiritual. Pero no es necesario
hacerlo en todas las puertas. Hágase sólo si se ve oportuno.
Acerca del acto de ungir las puertas en este ritual, hago algunas
consideraciones en la parte final de esta obra.
El rito bastará con realizarlo en el portón principal se
realizan en el portón principal no porque por allí vayan a entrar
los demonios, sino por el simbolismo que tiene la puerta de una
catedral.

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La puerta es símbolo de acogida, pero también es símbolo de
que la Iglesia se debe cerrar a todo aquello que no tiene cabida
dentro de ella. Los demonios no tienen cabida dentro de la
Iglesia, son sus enemigos, y lo único que hace la Iglesia respecto
a ellos es expulsarlos. Es suficiente, por tanto, hacer los ritos en
una sola puerta de la catedral, puesto que se hacen allí
únicamente porque se trata de un lugar simbólico. Si se decide
realizar estos ritos simultáneamente en otras puertas, eso tendría
el simbolismo de estar atentos a que, por ningún resquicio, por
ninguna puerta de atrás, entre el Mal en la Iglesia.

Regreso hacia el altar


………………………………………………………………...…………………………………………………….........

Acabados todos estos ritos en el portón principal, se regresa


por el pasillo central hacia el altar, cantando el aleluya. Cada tres
aleluyas en tono gregoriano, se canta esta u otra antífona:

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; cuando te invoqué


me escuchaste (Sal 137,1).
Acabado el canto de la antífona, de nuevo se continúa con los
aleluyas.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?


Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre (Sal
115, 12-13).
Tras otros tres aleluyas, la tercera y última antífona:

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su


misericordia (Sal 117, 1).

46
La procesión ya no se detiene en ningún momento en el eje
central, sino que prosigue sin interrupción hacia el altar. Si el
trayecto hasta el presbiterio resultase más largo que el necesario
para cantar los aleluyas y antífonas indicados, se añadirán los que
sean necesarios o se repetirán los ya mencionados.
Allí, delante del altar, finalizan todos los movimientos
procesionales que se han realizado en el templo. Si unimos en un
solo dibujo las distintas estaciones de esta ceremonia, la unión de
estaciones perimetrales y las del eje de la iglesia formarían este
esquema.

Es decir, se trata de una procesión que realiza una


circunvalación y recorre un eje. La ceremonia parte del altar y
regresa al altar.

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10. Oración final
………………………………………………………………...…………………………………………………….

Los celebrantes llegan hasta el altar. El obispo entrega la


mitra al acólito y sólo él lo besa y lo inciensa rodeándolo. No hará
inclinación profunda, la cual ya se ha realizado al comienzo de la
ceremonia. Entonces el obispo se había inclinado de lejos (desde
las gradas del presbiterio) y ahora sube y se acerca a besarlo.
Después de la incensación, se coloca delante del altar (dando
la espalda a los congregados en la nave central) con los
celebrantes detrás de sí. Entonces recita la siguiente oración con
los brazos extendidos.
Oremos. (Pausa).

Señor, Dios nuestro, que libras de las ataduras del pecado


a tus hijos y los defiendes contra el Maligno y sus secuaces, haz
que constantemente crezca nuestra esperanza de conseguir el
premio de tu gloria. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Se coloca delante del altar y no detrás, porque en esta
ceremonia las direcciones tienen mucha importancia. Y este rito
no es una celebración eucarística en la que, como en un banquete,
el celebrante mira de frente a los comensales.
La bendición final puede hacerse con la bendición usual de la
misa o tomarse alguna bendición solemne de las muchas que
propone el misal para algunas ocasiones con el obispo
extendiendo las manos sobre el Pueblo.
Aunque convendrá escoger una u otra según el tiempo
litúrgico, coloco esta que es una bendición solemne para el tiempo
ordinario:

48
El Señor os bendiga y os guarde.
Amén.

Haga brillar su rostro sobre vosotros


y os conceda su favor.
Amén.

Vuelva su mirada sobre vosotros y os conceda la paz.


Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Amén.

Tras la bendición final y el podéis ir en paz, la procesión


abandona el presbiterio. El rito ya ha acabado. Aunque, como
colofón final, parece adecuado que todos se congreguen delante
de una imagen de la Virgen María (por ejemplo, delante de una
imagen situada en una capilla lateral) y canten una canción
mariana, tras lo cual prosigan su camino hacia la sacristía.

Fin de la ceremonia

49
Añadiduras en torno a este ritual
………………………………………………………………………………………...…………………….

Consideraciones y reflexiones
Al principio, cuando me puse manos a la obra en tarea de
escribir estas páginas, lo hice para responder con hechos a una
cuestión teórica: ¿cómo podría organizarse de un modo ritual un
exorcismo sobre los poderes del Infierno globalmente
considerados? Pensaba escribir un opúsculo de unas siete o diez
páginas. Poco a poco, el escrito fue creciendo y ampliándose.
Pero, en un primer momento, no tuve otra pretensión que la de
redactar unas pocas hojas con unas cuantas indicaciones
esquemáticas.

Había escrito estas páginas teniendo en mente un encuentro


de exorcistas en Estados Unidos en el que participé como
ponente. Cuando medio año después, envié el escrito a uno de los
principales organizadores ese encuentro y observé una recepción
fría, pensé que el escrito se quedaría flotando en el campo de lo
teórico. Cuál fue mi sorpresa cuando un mes después de dar a la
luz mi obra, me escribió una persona de México para decirme que
un determinado obispo quería ponerlo por obra.

Este ritual se realizó esplendorosamente en la catedral de


San Luís Potosí, con exorcistas venidos de todo el país, con la
presencia del arzobispo y un cardenal. La ceremonia resultó

50
bellísima. Sólo al verla materializada me di cuenta de la tremenda
fuerza visual que poseía un ceremonial de estas características.
Comprobamos que la ceremonia realizada con toda tranquilidad y
en una catedral de grandes dimensiones se realiza en algo menos
de tres cuartos de hora, sin contar los diez minutos que nos llevó
rezar la hora tercia en el coro de los canónigos.

Para que el demonio no moviera sus hilos para impedir que


se realizara este exorcismo magno, los exorcistas que vinieron de
todas partes del país no sabían que iba a tener lugar este
exorcismo magno. Si había alguna filtración y la noticia llegaba a
los medios, la ceremonia podía no llevarse a cabo. De manera que
se organizó todo para que los exorcistas pensaran que venían solo
a unas charlas. Únicamente el día anterior a la ceremonia nos
reunimos en torno a una mesa en la sala capitular de la catedral y
se les explicó el ritual que iba a tener lugar.

A todos les pareció muy bien, pero cual fue nuestra sorpresa
cuando el padre Spahm, exorcista muy reconocido que no sabía
que iba a tener lugar el exorcismo magno, se quedó muy
sorprendido y dijo que por eso un poseso, dos días antes, durante
un exorcismo había dicho lleno de furia que estaba rabioso por
eso que vais a hacer los exorcistas en una reunión que vais a
tener dentro de dos días. El poseso insistía en que vais a hacer
algo, y era evidente que se trataba de algo que enfadaba mucho a
los demonios. Como les dije a todos esos exorcistas que

51
representaban al ministerio en esa nación: Cuando algo pone muy
furioso al demonio, esa es la mejor señal.

Hasta el año 2018, he estado presente tres veces en este


ritual como maestro de ceremonias. La segunda vez tuvo lugar en
la diócesis de Campeche. No puedo dejar de mencionar la
devoción con que participaron los religiosos de un monasterio
dedicado a ayudar a los necesitados de exorcismo, el monasterio
de Uayamón. La tercera vez que fui encargado de organizar la
ceremonia fue en la catedral de la archidiócesis de Santo
Domingo. Aunque estuvieron presentes tres obispos, fue realizada
en esa catedral con la aprobación unánime de todos los obispos de
la conferencia episcopal.

La ceremonia aquí descrita está pensada para ser realizada


en una reunión de sacerdotes con permiso del obispo de la
diócesis. Un sacerdote no debe realizar este ritual sin permiso del
obispo, ni siquiera alegando que lo está realizando ante muy
pocas personas.

Ahora bien, si el obispo le diese permiso a un sacerdote para


realizarlo públicamente en su parroquia, no habría nada de malo
en ello. Y aunque no se percibiera ningún efecto en la diócesis,
sin duda lo tendría. Es cierto que la naturaleza de esta ceremonia

52
está compenetrada con la idea de comunidad y de la abundancia
de ministros presentes. Lo cual se puede sintetizar en estas dos
afirmaciones:

Exorcismo sobre una persona un solo ministro

Exorcismo sobre una región coro de ministros y presencia de fieles

El tenor de este ritual conlleva que sea largo y solemne.


Incluso conviene el marco esté acorde con el rito. Pero, como ya
he dicho, este rito se puede llevar a cabo por un sacerdote en una
parroquia e, insisto, eso tendría efecto sobre la diócesis. Resulta
preferible que lo llevara a cabo una comunidad de religiosos o un
cabildo. Pero mejor es que lo realice un sacerdote a que no lo
realice nadie. En esa situación, el sacerdote haría las oraciones
dirigidas a Dios y los exorcismos. Los fieles recitarían las
letanías. El rito de la percussio lo realizaría el presbítero con un
martillo ritual si dispone de él –lo cual será totalmente inusual–,
también lo puede realizar golpeando con su puño cerrado el punto
designado en el ritual.

Si nadie realiza esta ceremonia en una diócesis, no pasa


nada. Lo realmente importante es que se predique el Evangelio,
que las almas sean llevadas a Cristo. Pero si se realiza, aunque sea
por un solo ministro, tendrá efecto: los poderes de las tinieblas
serán atados. No completamente atados, pero sí atados en cierta
medida. A veces, se puede esperar más efecto de un solo ministro
con verdadero interés, que de la presencia de más ministros
menos motivados.
53
En el caso de un sacerdote o de varios que mostraran un
claro interés en celebrar este ritual, ¿cada cuánto debería
celebrarse? Una vez al año es una buena medida. Pero tampoco
me parece excesivo una vez al mes. Un grupo de fieles pueden
recibir una adecuada formación para entender que su presencia en
la ceremonia no es ornamental, sino que tiene como fin orar para
pedir la protección de la diócesis.

La ceremonia realizada en una parroquia a puerta cerrada y


a la luz de las velas, por la noche, tendrá un efecto también
impresionante sobre los participantes. Celebrarlo por la noche
refuerza la idea de la luchar contra el demonio en la hora de las
tinieblas. Los ritos se celebrarían a puerta cerrada, pero eso no
significa que se haga de forma secreta. Se evitarán problemas si la
comunidad sabe lo que se celebra allí en mitad de la noche. Hablo
de “celebración”, porque en esta ceremonia, ante todo, se celebra
el nombre de Dios. Es cierto que es un ritual que también tiene
exorcismos, pero, sobre todo, celebra y glorifica a Dios.

Un arzobispo, al leer esta obra, comentó a los exorcistas de


un país reunidos algo que no se me había ocurrido: les aconsejó el
uso de estas oraciones y exorcismos como oración privada. Para
realizar estas oraciones de un modo personal, no se precisa ningún
permiso. Pues en todo se asimila al llamado Exorcismo de León
XIII. Pero cuando hablo del uso de este ritual como “oración

54
privada”, me estoy refiriendo a un sacerdote que sentado en un
banco de la iglesia realiza estas oraciones en silencio o en voz
baja, musitándolas.

En el momento en el que un sacerdote recitara las oraciones


de un modo audible ante varios fieles presentes (aunque sean dos
o tres) ya entraríamos en el campo de lo externo y, por tanto, la
autorización del obispo sería necesaria.

¿Y si realizo el exorcismo completamente a solas, sin nadie


presente?, se preguntará algún presbítero. Reitero que el hecho de
revestirse con alba y realizar las circunvalaciones, las aspersiones
y las oraciones ya implica una ritualidad, un acto eclesial. No
cuesta nada pedir permiso al obispo y escuchar su parecer y su
decisión final. Hay una diferencia radical entre un sacerdote
sentado en un banco de la Iglesia, leyendo y orando en silencio; y
un sacerdote que realiza ritos. Uno es el campo de lo personal y
otro el de lo litúrgico.

Por uso privado de este exorcismo magno se entiende el uso


de estas oraciones en silencio, sentado en un banco de la iglesia,
sin gestos ni nada externo más allá de su oración interna. La
ausencia de gestos, aspersiones y la lectura silenciosa no evitaría
que la oración del sacerdote tuviera efecto. Pues el efecto de este
ritual depende del fervor y la fe con que se realice.

55
Siempre puede sobrevenirnos la duda de si todo este ritual
no resulta excesivamente material, siendo que se pretende actuar
sobre realidades espirituales. Pero la tradición litúrgica de la
Iglesia, durante tantos siglos, ha sido continua: lo material como
expresión de lo espiritual. Basta hacer un recorrido somero a
través de la complejidad de los ritos que existían en siglos
pasados, para darse cuenta de que esta propuesta del exorcismo
magno se engloba en esa corriente pretérita. No se engloba, desde
luego, en una corriente que busque el minimalismo.

Por poner un solo ejemplo de esa complejidad, basta leer el


Ceremonial de Obispos para consagrar un nuevo templo, ritual
vigente hasta la época del Concilio Vaticano II. Allí uno se da de
hasta qué punto los ceremoniales pueden ser lícitamente
complicados. En un momento dado de ese ceremonial para
consagrar iglesias, se marcaban todas las letras del alfabeto latino
y del alfabeto griego sobre una cruz trazada con ceniza sobre el
suelo. El obispo las escribía con su báculo. Y, además, la cruz
tenía que tener la forma de cruz de san Andrés.

Ese solo era uno de los muchos pasos que contenía aquel
interesantísimo y arcaico ritual. Y este es solo uno de los antiguos
ceremoniales que se podrían mencionar, tales como la coronación
de reyes (con la unción de su pecho y la entrega de los símbolos
reales), la compleja consagración de altares (en la que se

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quemaban cinco montoncitos de incienso sobre el ara) o la
bendición en el Ritual Romano del “agua gregoriana” (compuesta
de agua, aceite, sal, vino y ceniza). En Inglaterra, llegó a existir
un ritual para la excomunión. Y en el Ceremonial de Obispos,
incluso hubo uno para la degradación del estado clerical. Rituales
que existían o existen en los libros litúrgicos y que constituyen un
tesoro para la Iglesia.

La idea de que las ceremonias litúrgicas no pueden ser de


otra manera que compuestos por rituales simples es una idea
equivocada. La misma misa ordena varias oraciones secretas o
también la commixtio, y el Canon Romano contiene varias
complejidades más que las otras tres plegarias eucarísticas. Y es
que los rituales de la Iglesia, versen sobre lo que versen,
constituyen un modo de alabar a Dios.

Acabo este escrito recordando una vez más que sólo la Santa
Sede y los obispos tienen potestad para aprobar nuevos rituales y
liturgias. Pero ante la disyuntiva de presentar una obra que
hubiera consistido en una larga y fría serie de áridas sugerencias o
presentar un ritual en todo su esplendor con todos sus detalles, he
preferido la segunda opción: ofrecer una visión más completa de
cómo podría ser este ceremonial.

Pero hay que recordar también a los lectores que no son los
sacerdotes los que pueden realizar un ritual como este por propia
iniciativa. Es al obispo al que compete tomar la decisión de si

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realiza algo como lo descrito o no. Los rituales, las ceremonias, la
liturgia tienen que practicarse de un modo ordenado, es decir,
bajo la atenta mirada del obispo que debe erigirse en defensor del
orden litúrgico. Al obispo se le puede proponer cualquier cosa,
pero al final hay que someterse gozosamente a su autoridad.

Una cuestión de orden canónico que se me planteó es si un


obispo tiene autoridad para autorizar a que se realice este tipo de
exorcismo. Lo que doy es mi modesta opinión: el obispo tiene
autoridad, porque no es un ritual que afecte a ningún sacramento
ni a ningún ritual ya existente. Además, el Código de Derecho
Canónico sólo prohíbe hacer exorcismos sobre posesos sin
permiso del obispo. El canon prohíbe sólo lo que expresamente
está formulado en él y esta cuestión no está contemplada. Por lo
tanto, dado que no afecta a los sacramentos, dado que este
exorcismo no está prohibido por el canon, dado que lo que no está
expresamente prohibido está permitido, concluyo que el obispo
puede autorizar la realización de tal ceremonia.

Eso sí, si algún día el Dicasterio del Culto Divino quisiera


determinar algo al respecto tendría todo el derecho a hacerlo y
habría que obedecer sus indicaciones. La obediencia pronta y
sincera debe ser siempre orgullo de todos los clérigos. Pero,
mientras tanto, considero que prima la libertad episcopal. Aunque
no tengo la menor duda de que muchos obispos pueden tener un
razonable escrúpulo a autorizarlo pensando que quizá están yendo

58
más allá de sus atribuciones. Algunos albergarán este temor y lo
entiendo. Pero recuerden los obispos que, al dar su permiso para
esto, no están aprobando ningún ritual. Sino realizando un acto
puntual: un exorcismo, un gran exorcismo. No es lo mismo
aprobar un ritual que realizar un acto singular y extraordinario.

Al leer este escrito, puede pensarse que soy una persona


amante de los cambios y las novedades. La verdad es que es todo
lo contrario. En el campo litúrgico, debe primar la tradición, se
deben evitar las innovaciones. Ahora bien, a pesar de tener este
criterio —que, como todo criterio, es general y admite la
excepciones— creo que en la Iglesia sería muy positivo que se
celebraran ceremonias como la descrita en esta obra. Solo una
persona rígida hace del criterio una norma absoluta. En todos los
campos de la vida, la prudencia aconseja hacer excepciones.

Las oraciones privadas realizadas por cada sacerdote


individualmente no serán lo mismo que una liturgia magnificente
como la que aparece expuesta en esta obra. El lenguaje litúrgico
siempre va mucho más allá de la oración personal. El poder de las
grandes ceremonias es tal que muchas veces hasta los agnósticos
sienten una inexplicable atracción por ellas.

Estoy convencido de que una ceremonia como la expuesta


sería muy poderosa contra los poderes de las tinieblas (que es lo
importante); pero, además, también sería toda una enseñanza para
los fieles. Lo esencial es el efecto directo que tendrá sobre esas

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fuerzas del Averno, debilitándolas, alejándolas. Pero el efecto
accidental de la belleza de una ceremonia no debe ser
despreciado. Aspectos estéticos como el que se realice todo esto a
la luz de las velas, sin ninguna luz eléctrica, es algo menor, pero
no carece de importancia. No es lo mismo celebrar este ritual en
una fea iglesia grande de una sola nave que en una catedral gótica
con sus recovecos, su deambulatorio, su coro de los canónigos en
medio de la nave central.

No considero que sea lo mejor que la Iglesia cree una


liturgia para el exorcismo magno en la que todos los ritos tengan
que estar fijados. Pienso que resulta preferible que el obispo en
cada diócesis decida qué ritos y ceremonias se adaptan mejor
tanto a las necesidades por las que hay que pedir, como a la
mentalidad de esa población. La liturgia de la misa tiene todas sus
rúbricas bien establecidas y asentadas. Nadie puede cambiar lo
prescrito. Pero un exorcismo magno no solo admite una cierta
elasticidad y adaptabilidad; sino que, incluso, esa capacidad para
ajustarlo a la idiosincrasia del pueblo es una característica
positiva.

En un lugar de misiones, por ejemplo, en un lugar de Asia


con un grupito de fieles muy reducido, con una catedral que sea
una iglesia de reducidas dimensiones, tal vez se vea conveniente
celebrar la ceremonia al mediodía, rezando la hora sexta dentro

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del templo y los demás ritos por fuera, caminando alrededor de
los muros si no hay posibilidad de moverse con dignidad entre los
bancos.

En otro lugar, por ejemplo, en un lugar de África, toda la


comunidad cristiana puede considerar una ceremonia de este tipo
como algo natural y querer todos participar en ella. En un caso
así, en el que toda la comunidad tenga fuerte deseo de participar,
tal vez el obispo considere mejor congregar a todos los fieles en
una plaza y realizar todos los ritos desplazándose alrededor del
templo. Se me ocurren muchas adaptaciones que podrían tener
lugar en esta ceremonia de acuerdo a la idiosincrasia de un
pueblo: desde cantos entusiastas del pueblo, todos danzando
alrededor del templo, o aclamaciones (casi gritos) ante
determinadas repeticiones litánicas. Y eso sin contar con la ya
larga tradición exorcística asiática de la tradición tibetana, en la
que se realizaba un verdadero exorcismo magno de todos los
demonios del reino, una vez al año.

Con esto tampoco estoy diciendo que siempre sea mejor


primar lo nativo frente a un exorcismo magno como el que
propongo, de estilo ceremonial europeo. Incluso los pueblos que
más aman su tradición, legítimamente, pueden preferir una
ceremonia más formal, más neutral. Más formal, es decir, menos
abierta a manifestaciones populares de entusiasmo o de otro tipo.
Más neutral, es decir, menos abierta a particularidades. La

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adaptabilidad a la idiosincrasia es una posibilidad, no una
obligatoriedad.

Personalmente, yo preferiría un ritual de exorcismo magno


como el que he descrito, de tipo europeo, frente a versiones más
inculturadas. Se trata de una preferencia personal, pero que me
consta que es compartida en diferentes partes de la Iglesia. No
creo que la liturgia romana se haya extendido por toda la Iglesia
por casualidad. Muchas liturgias con lícitas, pero no todas
favorecen de igual modo la oración personal ni todas tienen
exactamente la misma belleza.

Pero toda adaptación de este exorcismo magno a otras


culturas deberá evitar de forma escrupulosa cualquier añadidura
supersticiosa. Lo cual siempre es un error. Y las distintas
ceremonias deben ser expresión de la verdad; eso vale tanto para
las oraciones, también las acciones rituales. No solo se debe
excluir de forma absoluta todo lo supersticioso; sino también todo
aquello que, sin ser estrictamente una superstición, tenga un cierto
sabor mágico. No se puede apelar a la inculturación para
impurificar unos ritos que deben ser enteramente puros y claros.

Todo este ritual tiene efectividad, no es un mero conjunto


armonioso de símbolos: tiene efecto en el mundo espiritual. Pero
no se puede negar que tiene dos facetas: su efecto en el mundo de
los demonios y su repercusión pedagógica entre los fieles. El
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mero hecho de que se sepa que se ha realizado este ritual en la
diócesis supone una enseñanza para el pueblo fiel.

Porque no se puede despreciar esta segunda faceta, resultaría


muy beneficioso que un obispo lo realizara en ocasiones de
extraordinario peligro. Por ejemplo, en peligro inminente de que
se desate una guerra, siempre será útil alejar a los demonios de las
dos naciones y de los gobernantes que tienen que tomar las
decisiones. También puede ser útil realizar este ritual ante un
inminente referéndum acerca del aborto o acerca de una ley que
atenta gravemente contra los mandamientos de Dios, para que los
demonios se alejen y no tienten al pueblo de una nación.

El ritual no puede ser usado en situación de catástrofe


nacional, de una peste o de calamidades similares. El ritual aleja
los demonios, pero no es un ritual para alejar todos los males.
Pero sí es útil en una situación en que se ha desatado una gran
violencia en un país: guerra civil, enfrentamientos entre
ciudadanos, preeminencia de la mafia, situación de peligro para la
democracia, etc.

¿Se puede hacer este ritual si un presidente electo va


convirtiéndose en un dictador? Respondo a esta cuestión pues me
la han hecho varias veces. La respuesta es que sí, pero
entendiendo que esta es una ceremonia para alejar los demonios,
la tentación sobre los gobernantes, sobre la gente que tiene poder
en una nación, y sobre el pueblo. Si se entiende bien la ceremonia,

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se puede usar. Pero no es una ceremonia para usarla contra una
persona.

A pesar de que pueda usarse en situaciones especiales, lo


normal sería que se haga en reuniones anuales de exorcistas o
anualmente en cada diócesis; en ambos casos solo si así lo desea
el obispo, cuya autorización es necesaria. Además, lo lógico es
que en ambos casos las ceremonias las presida el obispo. La
ceremonia siempre tiene un carácter universal, además de local.
Incluso si se pide para que se alejen los demonios de la diócesis,
siempre se pedirá lo mismo por la Iglesia entera. De manera que,
si a una reunión de exorcistas asistiera un arzobispo, lo lógico es
que el obispo del lugar ceda la presidencia de la ceremonia al
arzobispo pues posee una autoridad más amplia. Y si asistiera una
cardenal, dígase lo mismo. En este caso, incluso si fuera un
cardenal emérito. Si bien un arzobispo emérito tiene ya una
autoridad menor que la del obispo del lugar y, por tanto, debería
presidir el obispo del lugar. Hago estas disquisiciones porque se
han planteado ya en algunos exorcismos magnos y es mejor
dejarlo todo aclarado que no tener que ir decidiendo todo sobre la
marcha.

Como ha quedado claro, este ritual no sólo se puede celebrar


en aquellas diócesis donde se realice un congreso de exorcistas, el
obispo puede ordenar que se realice en determinadas situaciones
graves o, incluso, una vez al año. Puede haber situaciones

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excepcionales en que el obispo determine que se realice cuatro
veces durante un mes, o todos los viernes de una cuaresma. En
principio esta reiteración parece adecuada solo en ocasiones de
especial gravedad, pero también es cierto que esta ceremonia es la
típica a la que todo el mundo quiere asistir alguna vez.

La reiteración en cuaresma puede ofrecer esa posibilidad. En


ese caso, la presidencia de la ceremonia la delegaría el obispo en
distintos venerables presbíteros. En un caso así, se podría celebrar
un gran exorcismo magno (con el obispo) al comienzo de la
cuaresma o al final, y podría realizarse con solo tres presbíteros
las veces siguientes, para no movilizar a tanto clero cada vez.
Incluso se puede celebrar el exorcismo magno con un solo
presbítero presidiendo. En ese caso, el peso del valor de ese
exorcismo recaería esencialmente en las oraciones del pueblo, por
más que sea el presbítero el único que recite las fórmulas
exorcísticas. No hay nada malo en ello. Cierto que es preferible
una gran ceremonia en la que participen los tres grados del orden
y mucho clero, pero también el pueblo fiel tiene su capacidad para
obrar en este campo, a través de oraciones deprecativas.

Otra variante en la manera de usar el ritual descrito es que se


establezca como costumbre que se celebre en una abadía de
monjes una vez al año, sin que el obispo tenga que sentirse
forzado a estar presente. En cualquier caso, el ritual tiene un
carácter excepcional. Fue ideado para ser usado una vez al año,

65
pero reconozco que cabe un uso algo más repetido en algunas
circunstancias. Por ejemplo, ese sería el caso de un monasterio
que quisiese tomar sobre sí de un modo más intenso la lucha
contra las potestades de las tinieblas, y lo realizase una vez cada
dos meses. Siempre, por supuesto, con permiso del obispo del
lugar. Si un convento pertenece a una federación, no es el superior
de la congregación el que tiene autoridad para otorgar tal permiso,
solo el ordinario del lugar.

En el caso de las reiteraciones, resulta difícil establecer una


medida objetiva prudente para todos los lugares. Pero vuelvo a
repetir que este ritual no está pensado para un uso frecuente. La
frecuencia devaluaría su valor. Y no solo eso, daría la sensación
de que el poder de las tinieblas es mayor del que es. Otra cosa
distinta es una abadía en la que (con permiso del obispo) se
realicen muchos exorcismos y se decidiera hacer también esta
ceremonia, por ejemplo, cada tres meses.

Algunas cuestiones rituales más concretas


También quiero prevenir a aquellos que consideren que el
ritual quedará mejor añadiendo más y más símbolos, más ritos y
oraciones. El ritual es complejo, pero debe mantener una cierta
sobriedad. En estas páginas quiero pensar que se ha alcanzado un
equilibrio entre los excesos de la simplicidad y la complejidad.

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Añadir más elementos no considero que redundara en una mejora
del ritual.

Descontando el rezo de la hora canónica en el coro, la


ceremonia sobria que propongo en esta obra suele durar, en total,
una hora. Lo cual me parece una medida de tiempo adecuada.
Contando absolutamente todo, incluso esa hora menor,
recomiendo que una hora y media sea el límite máximo absoluto
que no se supere. Más allá de ese tiempo, la concentración de los
asistentes comienza a disminuir de forma sustancial.

Es por esta razón por la que en la ceremonia no reservé un


momento para la predicación. Esta ceremonia está pensada para
obrar, no para predicar. Sin predicación se refuerza la impresión
de que ya no es tiempo de predicar, sino de obrar. Sin sermón la
entera ceremonia queda más severa, más desnuda. Un sermón, si
es bueno, no exagero al afirmar que “ilumina”, que alegra. La
carencia de predicación compagina bien con una catedral desierta,
en silencio, sin otra luz que las velas. Por eso tampoco aconsejo
que haya moniciones explicativas en casa estación. Si, a pesar de
todo, un obispo quisiera predicar en medio de este exorcismo, el
lugar sería tras el rezo de la hora canónica, pues esta hace las
veces de liturgia de la Palabra.

Algo que reconozco que resulta muy opinable es ungir las


puertas de la catedral cada año. Y es que, como principio general,
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las unciones no se reiteran. Algo, una vez ungido, queda
consagrado para siempre sin que sea necesario reiterar la unción.
Ahora bien, me decanté por la unción por dos razones:

La primera es que si no ungimos las puertas, la única opción


que nos quedaría sería la de aspergerlas con agua bendita. Y este
sacramental es usado profusamente por la catedral. Un lugar tan
simbólico como las puertas de una catedral parecía estar
demandando alguna opción especial. La segunda razón por la que
me decanté por la unción es que el principio general es el que he
mencionado, pero se hacen excepciones. Se vuelve a ungir la
cabeza del ordenado como obispo, aunque haya sido ungida con
mismo crisma en el ritual de bautismo. Se vuelven a ungir las
manos y la frente del enfermo que ya recibió la unción de los
enfermos. Se volvía a ungir el pecho del rey en su coronación,
aunque hubiera sido ungido en el ritual de bautismo. De manera
que este principio es verdadero, pero se admiten las excepciones;
y creo que en este caso estaría justificada.

Pero si alguien admite algún escrúpulo, puede limitarse a


orar sobre las puertas y a aspergerlas. En un principio, había
incluido en este ritual la marca con tiza de una cruz, el año y unas
iniciales al modo germánico de bendición de las puertas. Pero
cuando este ritual comenzó a ponerse en práctica, me di cuenta de
las complicaciones concretas que conlleva hacer eso en una puerta

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de madera barnizada o con superficies muy poco aptas para ello.
De manera que ya, desde la primera vez, deseché tal opción.

Otra posibilidad es que cada año se ore junto a las puertas,


pero se unja una parte distinta de los muros o pilares de la
catedral. En la consagración del templo no se ungieron todas y
cada una de las partes. En este rito iría recorriendo todo el
perímetro. Pero, francamente, creo que es más simbólico y
sencillo hacerlo el ritual tal cual no le dejado finalmente.

He hablado de que esta ceremonia se puede celebrar por la


noche, pero hay que dejar claro que no tendrá mayor eficacia por
realizarla a una hora u otra del día o de la noche. Cierto que el
carácter nocturno expresa esa idea de hora de las tinieblas. Si hay
liturgias en que todo es luz y alegría; esta otra, con la oscuridad
del interior del templo, las velas y el silencio del ambiente,
muestra la seriedad de ese combate contra esas fuerzas
demoniacas.

Como se ha extendido entre grupos de fieles la idea de que


las 3:00 de la noche es algo así como la hora preferida del
demonio para actuar, hay que dejar claro que esa hora es tan
buena y tan neutral como cualquier otra hora. No estoy a favor de
consolidar la impresión (totalmente subjetiva) de que en la noche
hay una hora especialmente demoniaca. Aunque seguro que habrá
grupos esotéricos que intentarán convencer de que eso es así.
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Frente a esa idea, me parece que es mejor insistir en que todas las
horas son buenas, neutrales, carentes de malignidad alguna.

En no pocos países, hay parroquias o conventos en los que


trabaja un exorcista famoso en toda la región que realiza
exorcismos todos los días o casi. En esos templos en los que la
práctica del exorcismo es cotidiana y hay una comunidad que
arropa la labor de ese ministro, no sería inadecuado el que esta
ceremonia se celebrara de forma semanal, por ejemplo, los
viernes por la noche. Este exorcismo magno sería el complemento
comunitario a los exorcismos individuales.

Exorcismo Magno Vaticano


………………………………………………………………...…………………………………………………….

No quisiera abandonar esta pequeña obra sin ofrecer mis


sugerencias acerca de cómo se podría articular un exorcismo
magno en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Una ceremonia
presidida por el sumo pontífice y que sea ecuménica, que muestre
a los cristianos unidos en el combate a las fuerzas de las tinieblas.
Por supuesto que una ceremonia así se puede materializar de
muchas maneras diversas. Yo aquí solo ofrezco una ceremonia
concreta como sugerencia, pero las posibilidades son variadas.

Esta ceremonia comienza de un modo diverso al del antiguo


oficio de tinieblas. En ese oficio, las velas se van apagando. Aquí,

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por el contrario, en los últimos veinte minutos, mientras van
llegando los participantes, se van colocando cirios y velas sobre el
Altar de la Confesión. Un gran crucifijo en el centro rodeado de
seis impresionantes candelabros. Alrededor de estos candelabros
prinipales, dispuestos armónicamente, otros candelabros menores.
El altar como fuente de luz. También se colocarán más de una
decena de relicarios.

Los invitados no católicos que participen en este rito tendrán


un lugar de honor. A los invitados a una casa debe ofrecérseles un
lugar de honor. Es una cuestión no solo de mera cortesía, sino que
es un modo de expresarles nuestro deseo de que se sientan dentro
de la gran casa común que es esa basílica. Un exorcismo magno
en la basílica vaticana es una ceremonia a la que, sin duda,
querrán asistir miembros de otras confesiones cristianas, así como
judíos y musulmanes.

La ceremonia comienza con el rezo de las completas en la


Capilla de san Juan Crisóstomo, en la del Santísimo Sacramento y
en el ábside. Puede ser a la hora de la cena. Así a la oración se
unirá el ayuno. Si se realiza a esta hora, la idea es que, acabada la
ceremonia, cada uno se vaya a su casa ofreciendo a Dios el
sacrificio del ayuno.

Como esa capilla mencionada no será suficiente para


albergar a todos los participantes en la ceremonia, otros rezarán
las completas en el coro de Cátedra de San Pedro; otros, en la

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Capilla del Santísimo Sacramento. Comenzarán de manera que las
dos procesiones (desde estas dos capillas) confluyan en la nave
lateral de la Capilla de San Juan Crisóstomo, cuando en este lugar
finalice el rezo de completas.

No debe haber tantos participantes que se ofrezca una


impresión de un lugar atestado. La estética de la celebración será
mejor si el número de personas presentes es el siguiente:

−el sumo pontífice

−doce cardenales

−treinta arzobispos

−cien obispos

−doscientos presbíteros

−doce diáconos

−doscientos laicos

−unos cincuenta asistentes no católicos

El exorcismo magno vaticano es exactamente como el


exorcismo magno normal, salvo que, como las distancias son tan
grandes, cada letanía entre estaciones irá precedida por un salmo
imprecatorio. Habiendo explicado a los presentes que se leerán
esos textos sagrados dándoles un sentido espiritual respecto a los
demonios.

Cuando se llegue al portón central de la basílica, llamado


Puerta del Filarete, tres grupos orarán en cada una de las tres
puertas que rodean al portón central. Como lo harán
simultáneamente, lo harán en voz baja, salvo las oraciones de la
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Puerta del Filarete. La Puerta Santa no tendrá esas oraciones
puesto que está clausurada como vía de entrada, salvo en un año
jubilar.

Mientras se rezan varios salmos imprecatorios, tres grupos


de sacerdotes recorrerán la nave central y otros dos grupos las dos
naves laterales exorcizando en voz baja, y aspergiendo con agua
bendita ese espacio sagrado. A unos veinte pasos de distancia,
más atrás, estos grupos que aspergen irán seguidos por otros cinco
grupos que incensarán esos mismos espacios mientras oran a Dios
y los santos por la intención de que el cielo aleje de allí y de la
Iglesia universal los ataques de los poderes de las tinieblas.

Mientras se realiza la aspersión e incensación del templo


entero (las tres naves, crucero y ábside), se forma una procesión
para que los ministros se encaminen hacia el Altar de la
Confesión. La procesión se detendrá al pasar a la altura de la
Capilla del Santísimo Sacramento. Allí el papa y unos cuantos
acompañantes entrarán para adorar de rodillas a Jesús
sacramentado durante un minuto o dos. Allí solo se adora, sin
exorcizar. Se inciensa en silencio hacia el sagrario.

Hay que hacer notar que el ábside de la Basílica de San


Pedro está orientado hacia el oeste. Al llegar al brazo sur del
templo, realizarán sus oraciones y exorcismos las iglesias
orientales.

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La procesión seguirá hacia el brazo norte, allí los pastores de
los hermanos separados (evangélicos, anglicanos, luteranos,
calvinistas, pentecostales, etc.) podrán exorcizar en esa dirección.

A los hermanos separados, se les dará libertad para realizar


los ritos que deseen. La procesión avanzará a siete lugares en ese
brazo del crucero. En cada estación, exorcizará un grupo: coptos,
ortodoxos eslavos, ortodoxos griegos, armenios y georgianos.
Cada grupo tendrá dos minutos exactos, lo cual significa que sus
intervenciones (sin los desplazamientos) durarán un cuarto de
hora. Si un grupo se alarga, podrá continuar sus rituales, pero la
procesión seguirá su avance. Así evitamos que si un grupo se
alarga no haya que decirle que acorte, lo cual resultaría muy
violento. Uno de los ayudantes del maestro de ceremonias les
reconducirá al grupo general cuando ese grupo particular acabe.

Después la procesión continuará hasta el ábside. Las


oraciones y exorcismos realizados en el ábside correrán a cargo
de los cardenales presentes.

En el centro del brazo meridional de la basílica se puede


colocar un icono ortodoxo de especial belleza y significación.
Mientras que, en el centro del brazo norte, se puede colocar una
biblia de grandes dimensiones sobre un gran atril. Símbolo de lo
que compartimos las denominaciones cristianas. Esta ceremonia
tiene que resaltar que todos los seguidores de Jesús estamos
unidos en nuestra lucha contra el Diablo y sus ángeles rebeldes.

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Se invitará a los judíos a hacer un exorcismo en un punto
previo al brazo de las iglesias orientales: por ejemplo, en el
comienzo (desde el altar) de la nave lateral. En el mismo punto
del otro lado, al comienzo de la otra nave lateral, se invitará a lo
mismo a los clérigos musulmanes si desean participar
activamente. Este recorrido, como se ve, sigue un criterio
temporal: judíos, iglesias orientales, pastores protestantes,
musulmanes.

La procesión seguirá su recorrido, cantando, rezando


letanías, en dirección al comienzo de la nave central, el comienzo
desde la entrada a la basílica, comenzarán los ritos sobre el eje.
Esos ritos comenzarán concretamente en el Pórfido de los
Emperadores. A partir de aquí, todo continuará como en el
exorcismo magno normal. El papa hará el exorcismo en el centro
de la nave central y la oración final de toda la ceremonia.
Culminando todo este ritual en el Altar de la Confesión.

Dos particularidades quedan por señalar. Al llegar al Altar


de la Confesión, doce arzobispos bajarán a la confessio y harán
una oración ante el sepulcro de san Pedro. El papa, tras subir al
presbiterio, se arrodillará en silencio ante las reliquias del altar y
pedirá la intercesión de los ángeles y los santos. Después,
incensará.

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La basílica estará iluminada de manera que reine una cierta
penumbra. La ceremonia tiene lugar por la noche para resaltar que
hay una hora de las tinieblas. En esa penumbra, resaltará mejor el
altar como fuente de luz. Pero, tras la oración final el papa, el
coro cantará la más bella y triunfal de las canciones mientras se
ilumina toda la basílica para simbolizar el triunfo final de la luz.
La primera canción coral puede ser un gran aleluya.

Esta ceremonia se realizará con un número de asistentes


como el descrito. La concentración ser haría mucho más difícil en
una basílica atestada de gente.

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José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,
España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado en
demonología.

José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,


España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado en
el campo relativo al demonio, el exorcismo, la posesión y
el infierno.

En 1991 finalizó sus estudios de Teología para el


sacerdocio en la Universidad de Navarra. En 1998 se
licenció en la especialidad de Historia de la Iglesia en la
Facultad de Teología de Comillas. Ese año defendió la
tesis de licenciatura El exorcismo en la época actual. En
2015 se doctoró en el Ateneo Regina Apostolorum de
Roma con la tesis Problemas teológicos de la práctica
del exorcismo.

Pertenece al presbiterio de la diócesis de Alcalá de


Henares (España). Ha escrito distintos títulos sobre el
tema del demonio, pero su obra abarca otros campos de la
Teología. Sus libros han sido publicados en ocho lenguas.

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