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La Oración en la Experiencia Cristiana

La oración va dirigida hacia el gran transcendente que nos otorga el deseo de orar, para
entrelazar nuestra vida humana con la espiritual, al momento de ir en búsqueda de Dios
experimentamos la muerte y la resurrección del deseo, al tener un encuentro con Dios, humilde y
sincero, debemos dar testimonio con nuestra vida siendo coherentes con lo que creemos y de la
manera en la que vivimos, hacer vida la Palabra de Dios, en la actualidad es un gran reto que no
debemos de cansarnos al intentar vivir como Cristo. García (2001) Expresa que “Orar es
experimentar la ausente presencia de Dios” (pág. 20). Para la antropología medieval oracional
denomina al hombre como un “ser religioso”, un hombre espiritual y cristiano, debe afrontar la
realidad que le toca vivir con fortaleza, esto es, el fundamento de la oración, liberarnos de las
máscaras, del maquillaje de la realidad, en el momento que miremos en torno a la realidad.
Debemos volver transformados, en seres humanizadores que ve y contempla al mundo con un
corazón real. García (2001) Postula “La intuición de esa posible dictadura espiritual ha hecho a
muchos renegar de una religión que, como la fe de Jesús, nos revela a un Padre que está en los
cielos” (pág. 33). Al momento de rezar se da como una expresión del creyente, en cualquier
persona, la oración es el caminar que lleva a la persona para obtener fruto y una maduración
espiritual.

El narcisismo que se ve muy frecuentemente en orantes religiosos, van hacia un destino


equivocado, porque han imaginado algo muy espacial y el hecho de esto no es, volverme auto
referencial al momento de orar para subir a un pedestal y que todo el mundo me vea, sino que la
oración me a de llevar a sentirme amado y que Dios es real y está vivo. No debemos tener
grandes fórmulas para rezar ante Dios, ni hacer una oración tan elevada con palabras mágicas
que traen deseos espirituales, esto genera confusión y me hace perder la humilde verdad de la
realidad, que es un camino de la auténtica unidad.

El hombre des-integrado, vive en una cultura reclamante y llena de cosas que le exigen
valores, intereses, tareas, diversiones de una manera desordenada, con todo esto el hombre en
conclusión se convierte en un ser dormido o alineado, sin embargo, vive sin ser consciente de su
vocación integradora, aunque al dirigirse hacia múltiples intereses, con el pasar del tiempo la
unidad originaria y fundamental, se vuelve ajena o se deforma.
El centro de la oración es Jesús, debemos enfocarnos en Él, cumplir sus mandamientos
que son una guía para vivir más no, para obtener la salvación. Ana Ávila (2020) Afirma que “La
oración es el deleite de escuchar, hablar y meditar en Dios. Es negarme a depender de mí
mismo” (pág. 10), la oración me ayuda a despojarme de mi orgullo, de mí, pecado, es dejarme
guiar por el Espíritu Santo para que él me lleve a Cristo. Ana Ávila (2020) Cita que “Orar es una
comunicación de intimidad y amor como la de un Padre eterno y soberano”.

Al momento de orar, de hablar con Dios, debemos poner toda nuestra confianza en Él, ya
que, como creación del Padre, siempre va a desear lo mejor para nosotros, durante el día vamos a
un encuentro con el Señor, no porque nos portemos bien o mal, sino por qué somos débiles,
estamos necesitados de su gracia y fortaleza, para seguir adelante y cumplir su voluntad. La
esencia de la oración es encontrarnos con Dios, crecer espiritualmente y deleitarnos en Jesús
como Maestro y Pastor de nuestras vidas.

La oración no debe hacernos creer que tenemos que independizarnos de Dios, hacerlo a
un lado en nuestra vida, por lo contrario, al crear una disciplina para orar, dependemos más de él
para perseverar en su amor. Ana Ávila (2020) Postula que “El Padre escudriña y sabe lo que hay
en nuestro corazón, ese nuevo corazón que busca y anhela por gracia, obedecer y glorificar a
Dios”. También para tener una comunicación con Dios, es orar con su Palabra, dejar que cada
día nos interpele, hacer silencio para que la Palabra nos lea y hable a nuestro corazón, escuchar
ese mensaje que tanto necesitamos en los días difíciles.

La oración de contemplación cristiana se basa en dejar la acción y pasar a admirar el


misterio de Dios, que se entrega por nosotros, para darnos la salvación, con el plan salvífico
Cristo viene a liberar al hombre y hacernos hijos de Dios. Londoño (1991) Cita que “Cristo es el
“primogénito de toda la creación” todo fue creado por Él y para Él, todo se recapitula en Cristo”,
al momento de Jesús partir, nos invita a seguirlo y proclamar la Buena Noticia; nos promete que
enviara al Paráclito, en presencia de Él, ahora el Espíritu Santo es el gran huésped del alma, es el
que nos enseña a dar testimonio de Cristo, vive en nuestro interior y nos brinda sus dones para
dar frutos en la tierra, llevando el amor de Dios a los demás.
La esencia de la vida cristiana, se basa en el seguimiento de Jesús y debo tener las
mismas ideas que Jesús, luchar por lo que Jesús lucho, pasar todo lo que Él sufrió, disfruto, gozo;
en la propuesta de configurarme con Cristo, debe ser un propósito de fe, en todo cristiano,
parecernos al Hijo de Dios, ser portadores de paz y verdad ante el mundo. Londoño (1991) “La
oración auténtica exige una purificación liberadora continua de nuestro egoísmo, de nuestras
pasiones, de nuestra suficiencia” Debemos ser hombres espirituales, para que en los momentos
difíciles que me exijan dolor, renuncia, humillación, tener la mirada puesta en Jesús, confiar
plenamente en el, defender a los pobres, a los oprimidos y explotados por la justicia, hacer valer
la dignidad y derechos de cada persona, que tengan una vida digna, así como lo quiere Cristo con
cada de uno de nosotros. Tener esa voz de esperanza, de fe en Dios y todo esto conlleva a esperar
que El obre en todas estas problemáticas del mundo, al ver que la tecnología sacia la necesidad
del hombre, cada vez se ven más obras hechas por la mano del hombre, que, por Dios, ya Dios
pasa a un segundo plano, el humano se vuelve autosuficiente y depresivo.

Bibliografía
Ana Ávila, J. C. (2020). La oración. Colombia: Emanuel Elizondo.
Garcia, J. A. (2001). Unificación personal y experiencia cristiana. Santander: Sal Terrae.
Londoño, P. R. (1991). Enseñanos a orar. Vida Espiritual, 83.

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