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Durante el Primer Taller de Apicultura para la Octava Región, organizado a fines de noviembre
por la Universidad, el director del Campus Chillán, Fernando Bórquez, destacó que casi todos
los estudios “sobre nuestra realidad apícola tienden a indicar una serie de deficiencias que
debemos superar y en donde nosotros como Universidad podemos cooperar”.
Más que problemas, Bórquez ve en esta realidad una oportunidad para que la Universidad
cumpla con su misión de apoyar el desarrollo socioeconómico de su entorno, en este caso con
investigación que permita resolver problemas coyunturales y a crear conocimiento.
Este trabajo ya ha rendido sus primeros frutos con el taller señalado. Javier Cáceres,
investigador a cargo de esta actividad que reunió a más de 500 productores de la zona en
Chillán entre el 21 y 25 de noviembre, destacó la presencia de seis investigadores del más alto
nivel internacional.
La actividad, financiada por Innova Bío Bío, arrojó importantes observaciones, como la
necesidad de lograr un mayor intercambio genético de las especies de la zona para mejorar los
niveles de productividad.
Según Javier Cáceres, la apicultura local puede convertirse de una actividad complementaria a
una comercial y altamente competitiva, especialmente si se piensa que el negocio de la miel es
sólo una parte del negocio. Destacó, por ejemplo, que si la producción de miel ya es rentable a
ello hay que agregar la producción de polen, propoleo, jalea real y el creciente interés que
despierta la apiterapia.
A lo anterior se agregan las tareas de polinización, en donde las abejas constituyen una ayuda
fundamental para los productores frutícolas, por ejemplo, en donde la práctica de trasladar las
colonias de abejas de un sitio a otro se convierte en una actividad cada vez más importante.
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Desafíos
En Chile se produce más de 300 tipos de miel, la mayoría de ellas de un origen multifloral, es
decir, con una variedad de propiedades que es difícil determinar para cada caso.
Esto significa que uno de los primeros desafíos es determinar la variedad floral, las condiciones
naturales y el clima. En resumen, se necesita una evaluación del entorno que incluye un
análisis del ciclo del polen y de la carga de polen en la región.
Pero hay más. Es fundamental determinar la capacidad de producción de miel, preocuparse de
la eficiencia de los productores, determinar las especies más resistentes de abejas y buscar
variedades florales que permitan extender el período de captura de la miel.
Según Cáceres, se trata de una tarea tan amplia como la variedad de especialistas que se
necesita para enfrentar el problema. Con orgullo, señala que la Universidad tiene la capacidad
para hacer frente a estos desafíos a través de sus académicos especializados en áreas tan
diversas como la administración, la química, botánica y entomología. [subir]
Investigación
Pero una de las claves para aumentar la competitividad del rubro apícola está en una avanzada
iniciativa que tendrá su centro de operaciones en el Campus Chillán de la Universidad. Se trata
del Instituto de Investigación y Desarrollo Apícola orientado a la formación de recursos
humanos, la investigación y la extensión mediante programas que estén en directa relación con
los intereses de los productores de la Octava Región y el mercado de sus productos.
Con apoyo del sector público y privado y con la experiencia de centros de investigación en el
extranjero, el proyecto considera una planta de extracción y procesamiento de miel,
laboratorios de análisis de residuos y certificación de calidad, de polen y de diagnóstico de
enfermedades apícolas.
Esta iniciativa descansará sobre la base de nuevas formas de organización de la relación entre
productores, Universidad y gobierno, entendiendo que el compromiso de la academia es el de
satisfacer las demandas específicas de los sectores productivos, además de liderar
investigaciones de punta que generen nuevos conocimientos y nuevas tecnologías.