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Latinoamericana
ContemporAnea
Reflexiones, aportes
y estudios de caso.
Coordinadores:
Rolando Macias Rodriguez,
Federico Fernandez,
Elio Masferrer Kan,
Juan Pablo Ferreiro
Antropología Latinoamericana
Contemporánea
Reflexiones, aportes
y estudios de caso
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Reflexiones, aportes y estudios de caso
Índice: 5
Introducción 7
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Reflexiones, aportes y estudios de caso
Introducción
El libro que estamos presentando tiene una historia compleja y es, de algu-
na manera, un resultado de la pandemia y otras preocupaciones más interesantes.
Por un lado, estaba una invitación para dar clases como profesor invitado en la
Universidad Nacional de Jujuy, Argentina, la más andina de las regiones de ese
país. Por otra parte, teníamos la preocupación y el asombro, ante el desconoci-
miento de los avances conceptuales de los antropólogos mexicanos y argentinos
de los aportes teóricos y conceptuales de la antropología, al igual que las ciencias
sociales en América Latina, que han sido sustituidas por los aportes de europeos y
norteamericanos, las cuales se presentan desde una perspectiva universalista, que
podría dar cuenta de todo lo conocido (y por conocer).
Para quienes tenemos algún tiempo en estas cuestiones nos asombraba “la
expropiación” de la memoria y el “redescubrimiento” de ciertos temas y propues-
tas conceptuales por investigadores, muy conocidos y reconocidos, que no tienen
la “bondad” o la humildad de citar a sus colegas, quienes hace ya muchos años,
planteaban conceptos muy similares, para no decir idénticos. Como es el caso de la
Teoría del Campo Social que formulara en 1938 Kurt Lewin, de la Escuela de la Ges-
talt y que fuera formulada nuevamente por Pierre Bourdieu, cuestión cuidadosa-
mente analizada en un trabajo de Fernández y Puente (2009). Ya que estamos con
Pierre Bourdieu no podemos dejar de mencionar la similitud entre los conceptos
de personalidad básica, personalidad de status y personalidad de clase, que for-
mulara Ralph Linton en Cultura y personalidad (1945) con los respectivos habitus
que formulara años más tarde este autor (Varela, 2005). Lo mismo podemos men-
cionar de los estudios de colonialismo y decolonialidad de fueron formulados en
su momento por la Escuela de Antropología de Manchester, terminada la Segunda
Guerra Mundial, y que serviría para comprender los procesos de descolonización
de Asia y África, los planteos de Guillermo Bonfil Batalla y su formulación de la
categoría de indio como un concepto colonial, reforzado con las conceptualizacio-
nes de otro antropólogo, Pablo González Casanova quien planteara los conceptos
de colonialismo interno, al igual que los elementos propuestos de Aníbal Quijano
y sus planteos de decolonialidad en el Mundo Andino, a comienzos de la década
de los sesenta del siglo pasado. No podemos dejar de mostrar nuestro descon-
cierto por los colegas que le atribuyen estas categorías a Bonaventura dos Santos,
a quien no le negamos ningún mérito académico y reconocemos el papel de los
académicos portugueses en la formulación de nuevos conceptos, para entender el
desmoronamiento de Portugal como último imperio colonial europeo, después de
la Revolución de los Claveles.
mos destacar que, sin negar méritos a nadie, es importante insertar los diferentes
conceptos de nuestras disciplinas como parte de largos procesos de investigación
y reflexión y no atribuirle los méritos a personajes providenciales que se transfor-
man en héroes culturales del mundo académico y que, en tanto tales, son sujetos
de un proceso de deificación, altamente nocivos para los procesos de investigación
científica.
El inicio de la presente obra fue el resultado del curso Teoría I del doctora-
do en Ciencias Antropológicas, posgrado perteneciente a la Escuela Nacional de
Antropología e Historia (ENAH) y que fue diseñado, dirigido e impartido por dos
de los coordinadores de este volumen, el Dr. Elio Masferrer Kan y el Dr. Rolando
Macías Rodríguez en el año ya referido de inicio de la segunda década de este siglo
XXI. Este curso para posgradudos se vio enriquecido por la participación activa de
Federico Fernández y Juan Pablo Ferreiro entre otros colegas argentinos que trans-
formó el curso un extenso diálogo que trascendía todas las fronteras.
En las primeras discusiones que tuvimos para el diseño del curso, se plan-
teó la necesidad del desarrollo de un curso en el cual se pudiera discutir y analizar
una línea teórica que, en el contexto actual de la academia, tiene poca relevancia
y, por el contrario, abundantes sectores académicos han afianzado sus actividades
de investigación con base en líneas teóricas eurocéntricas y angloamericanas, de-
jando de lado la discusión, crítica y análisis de la teórica antropológica construida
desde y para Latinoamérica, a lo que se ha identificado como académicos Lati-
noamericanos y Latinoamericanistas. Por lo tanto, al identificar la necesidad, la
cual posteriormente sería corroborada con el desconocimiento de muchas de las
lecturas y análisis que se hicieron a lo largo del curso por parte de alumnos que
recientemente entraban al doctorado y que, aunque muchos de ellos eran antro-
pólogos o tenían referencias antropológicas en su profesión o maestría, carecían
de los referentes teóricos que se discutieron en las clases.
De tal manera que, partimos de la idea que era necesario que los alumnos
conocieran las bases generales de las teorías y las discusiones más generales que
se hicieron en torno a las propuestas teóricas desde y para Latinoamérica en ma-
teria antropológica. Así, se constituyó un curso con un total de catorce temas ge-
nerales con los que se tuvo el objetivo de provocar a los alumnos que también vol-
tearan a ver, conocer, analizar y dentro de las posibilidades, utilizar en sus futuros
investigaciones los desarrollos teóricos que se han planteado en este continente
con el propósito de darle sentido a las lógicas propias e internas de Latinoamérica.
Si bien era imposible profundizar todos y cada uno de los temas que se
generaron en el programa del curso, con las generalidades planteadas se buscó
impulsar a los alumnos a que reconocieran las propuestas y de ser el caso, depen-
diendo de sus intereses, profundizar de manera particular en alguno de estos teó-
ricos, perspectivas teóricas, propuestas o incluso, temáticas para abordar la reali-
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Reflexiones, aportes y estudios de caso
Mientras avanza el curso, los debates y análisis que se llevaban a cabo cada
semana en torno a las lecturas temáticas teórico-metodológicas, surgió otra con-
versación entre dos de los colegas argentinos y quienes dirigíamos el curso. En
charlas posteriores se llegó a la conclusión que en la actualidad se necesita in-
corporar o reconocer, según sea el caso, la participación de aquellos teóricos que
desarrollaron o están desarrollando sus esfuerzos intelectuales para construir apa-
ratos teórico-metodológicos que surgen desde las realidades propias de Latinoa-
mérica. Esto quiere decir que no sólo es importante y necesario el conocimiento
de las teorías eurocéntricas o anglosajonas que son provocativas para entender
realidades, sin embargo, no se puede perder de vista que no fueron hechas para
analizar las culturas o sociedades latinoamericanas, sino para otras latitudes.
Con esto no queremos decir que negamos los aportes que han realizado
esas perspectivas teóricas, de ninguna manera, sin embargo, lo que en muchas
ocasiones se hace en la academia latinoamericana es querer adaptar con calzador
o dogmatizar las propuestas teóricas pertenecientes a esas otras realidades, por
lo que se termina haciendo una lectura que deja de lado y desconoce muchas de
las particularidades culturales o sociales latinoamericanas por no encuadrar en las
teorías anglosajonas o eurocéntricas.
A partir del término del curso, nos propusimos la tarea de construir un pri-
mer ejercicio en el que se presenten reflexiones, propuestas, análisis y aplicacio-
nes de algunas perspectivas analizadas en el curso, pero utilizadas como marco
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
analítico por los alumnos para sus respectivas investigaciones individuales. De esta
manera, introducir la discusión sobre estas propuestas teóricas en las discusiones
latinoamericanas, de ahí este esfuerzo.
El primer artículo de esta sección es elaborado por Elio Masferrer Kan, inti-
tulado Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana. El texto par-
te de un análisis histórico en la que se definen ciertos problemas estructurales,
además de la investigación, de la ciencia antropológica latinoamericana; aunado a
esto, el trabajo contribuye a la discusión sobre la construcción de una antropología
latinoamericana partiendo de sí misma y para el análisis de esta región.
Para cerrar la primera sección, Diego Hernán Varón Rojas presenta su apor-
te titulado Campesinado y antropología. Reflexiones desde América Latina en el
cual es la concatenación de la práctica antropológica total, puesto que, a manera
de diario de campo, contextualiza su reflexión conceptual a la vez de hacer un
estado de la cuestión sobre los conceptos relacionados al campo desde una pers-
pectiva latinoamericana.
Sin salir de la veta mítica, Sonia Elizabeth Serra aporta a la discusión con el
texto Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos
en Jujuy (Noroeste Argentino) en el cual se adentra a la dinámica de construcción
identitaria en donde realizó trabajo de campo a partir de los procesos de trans-
formación de un relato que se identifica como el génesis de la identidad de ese
territorio y por ende, la adaptación bajo las nuevas dinámicas.
El cuarto trabajo de esta sección es el que lleva por nombre “Yo no me lla-
mo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido escrito por la socióloga
y etnóloga Elizabeth Díaz Brenis. En sus líneas se analiza la identidad y sus elemen-
tos constitutivos, pero también, los valores que se utilizan para designar una posi-
ción social a partir de la historia (real o creada) de la genealogía en un momento
histórico en el que el valor de la identidad pasa por otra variable, lo económico.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Reflexiones, aportes y estudios de caso
Bibliografía
FERNÁNDEZ, J. M. & A. PUENTE FERRERAS (2009). The notion of field in
Kurt Lewin and Pierre Bourdieu: a comparative analysis. Revista Española de Inves-
tigaciones Sociológicas, (Reis), (127), 33-53.
VARELA, R. (2005). Cultura y poder. Una visión antropológica para el análisis
de la cultura política. México-Barcelona: Anthropos UAM-I.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
Parte I:
Aspectos teórico – metodológicos
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
Desarrollo y construcción de
la antropología latinoamericana
Elio Masferrer Kan
Introducción
Este documento analiza el desarrollo de la antropología latinoamericana,
hace una reseña histórica de los aportes a una observación sistemática de la reali-
dad, de interés de los administradores coloniales, para después abordar la conso-
lidación de diferentes aportes institucionales y nacionales. La estrategia de trabajo
está orientada hacia la definición de ciertos problemas estructurales y de investi-
gación de la antropología y no pretende ser un análisis exhaustivo de lo trabajado
por los antropólogos latinoamericanos. También resulta un balance personal de
mi experiencia como antropólogo que asistió como estudiante al XXXVII Congreso
Internacional de Americanistas de Mar del Plata, Argentina en 1966 y que tuve
la fortuna de leer y analizar toda la colección de la revista América Indígena y del
Boletín Indigenista y del Anuario Indigenista para elaborar una obra en tres tomos,
el Índice analítico de América Indígena (Masferrer, 1981), un trabajo de dos años
que me permitió tener un panorama general de lo trabajado en el continente ame-
ricano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Inicio con una breve reseña de la antropología impulsada por las metrópolis
coloniales, la configuración de las primeras generaciones de antropólogos en la
primera mitad del siglo XX, la configuración de una antropología entre los cuaren-
ta y los sesenta del siglo pasado, con particular énfasis en la construcción de las
políticas indigenistas de Estados Unidos, México y Perú y la configuración de una
antropología aplicada (Marzal, 1982). Me parece importante describir las estrate-
gias de los Estados Unidos para desarrollar investigaciones sociales en función de
sus intereses estratégicos.
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
Los pioneros
Angel Palerm, el prestigiado antropólogo mexicano de origen catalán siem-
pre reivindicó el papel del fraile Bernardino de Sahagún como el iniciador de las
investigaciones antropológicas en la Nueva España. Su prolijo y detallado rele-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Mas adelante los Reyes enviarían a otro experto para evaluar la situación y
sus posibilidades: Alexander von Humboldt (2005) haría también un estudio muy
pormenorizado de la situación de los Virreinatos del Perú y de la Nueva España.
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
Si bien sus libros son bastante conocidos, no puedo dejar de mencionar su “libre-
ta de campo” que sería trabajada por Segundo Moreno Yanez, en una excelente
obra lamentablemente poco conocida, (2005). Diarios de viaje en la Audiencia de
Quito. Allí Humboldt se muestra como un observador muy agudo, que diferencia
con mucha claridad “lo qué es publicable, de lo confidencial”. Leyendo los Diarios
de viaje el lector ya no sabe si está escudriñando los apuntes de un observador
curioso o las notas de un espía; para decirlo más elegantemente de un oficial de
inteligencia al servicio de la Monarquía que tenía serias preocupaciones por el
control de sus colonias, donde los criollos y peninsulares estaban construyendo
sus propios proyectos políticos, alejados de una metrópoli decadente y que años
después sería derrotada por la expansión napoleónica y entraría en los procesos
de emancipación.
En América Latina se dio una dinámica más compleja con desarrollos es-
pecíficos en distintos países. En sus inicios países europeos enviaron especialistas
para conocer la realidad de América Latina, varios de ellos resultaron observado-
res muy agudos de la realidad regional. Los relatos de viajeros y especialistas de
los museos serían una fuente importante, todavía poco explorada para el siglo XIX.
Iniciando el Siglo XX
En el caso de México y otros países, tuvimos un doble proceso, la llegada
de investigadores extranjeros y la formación de antropólogos nacionales. El caso
de Manuel Gamio es muy interesante pues, entre 1909 y 1910, estudió antropo-
logía en la Universidad de Columbia bajo la dirección de Franz Boas. Luego, ya
en México, desarrolló investigaciones arqueológicas y etnográficas. En el contexto
de la Revolución Mexicana redactó un breve documento político Forjando Patria,
de carácter programático, donde propuso un proyecto político y cultural, que in-
corporara a los indígenas al proceso revolucionario, asimilándose a la sociedad
mestiza. Esta propuesta fue muy criticada desde las posiciones positivistas domi-
nantes en esta época. Consolidada la Revolución mexicana obtuvo su doctorado
en la Universidad de Columbia, dirigido por Franz Boas, publicando La población
del Valle de Teotihuacán, este documento integró aportes de distintos especia-
listas en lingüística, antropología física, antropología social, etnohistoria, historia,
sociología y arqueología, al cual podemos definir como el trabajo fundacional de
la antropología mexicana.
intelectuales progresistas que huían del nazismo, el franquismo y luego del macar-
tismo.
Los años setenta del siglo pasado se caracterizaron por fuertes represiones
y asesinatos de científicos sociales, quienes en muchos casos debieron exiliarse.
Los golpes de estado impulsados por los Estados Unidos fueron la norma, Argen-
tina, Brasil, Chile, Uruguay vivieron los prototipos de gobiernos fascistas. Aunque,
en muchos casos. los latinoamericanistas extranjeros manejaron siempre un dis-
curso “progresista”.
Los años sesenta y setenta del siglo pasado serían testigos de importan-
tes investigaciones universitarias apoyadas por el Departamento de Estado de los
Estados Unidos, a través de fundaciones norteamericanas, interesados en la con-
creción de políticas públicas que permitieran cambios estructurales “suaves”, que
“evitaran los extremos radicales” de la Revolución Cubana. Las fundaciones reci-
bían fondos y estas a su vez financiaban programas de becas y proyectos de inves-
tigación específicos, haciéndose cada vez más difícil rastrear el origen del dinero
y las intenciones de las fuentes de financiamiento. Las universidades respaldaban
propuestas donde se podía confundir las necesidades del desarrollo académico
propio de cualquier disciplina de las ciencias sociales, con cierto interés específico
de información.
Entretanto, en América del Sur, los años sesenta y setenta del siglo pasado
también serían escenarios de polémicas similares. En los años sesenta, después
del triunfo de la Revolución Cubana y el proceso de radicalización de la misma y su
adhesión al bloque soviético, el Departamento de Estado de los Estados Unidos se
dedicó a financiar investigaciones sobre procesos revolucionarios y armados para
poder predecir acontecimientos similares (Navarro, 2011: 807). Simultáneamen-
te apoyaba investigaciones sobre la cuestión étnica y campesina. También estaba
preocupado por la dinámica de los procesos migratorios internos y la consolida-
ción de grandes masas de marginados urbanos.
Los guerrilleros fueron liberados de las cárceles y contratados por los mili-
tares para que aplicaran sus reformas. Los antropólogos tuvieron un rol estratégico
en el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) donde les tocó aplicar,
ahora sí, sus teorías del cambio social y cultural. El SINAMOS aplicó las estrategias
formuladas en su momento por Oscar Lewis para la India, que consistían en ga-
rantizar servicios y otros apoyos, sin involucrarse en el diseño de los programas,
que fueron formulados por cada grupo de base. Uno de los lugares modélicos fue
la Ciudad Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES), un exitoso programa con
gran vigencia en la actualidad. El punto más complejo y polémico fue que los mi-
litares evitaron cuidadosamente formar un partido político, su preocupación con-
sistía en “desatar” nudos estructurales, para que la sociedad retomara sus propios
cauces de crecimiento.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Hubo casos notables, por ejemplo, Roger Bartra, hijo de catalanes refugia-
dos en México, quien elaboró una concepción marxista de la cuestión agraria muy
influenciada por las tesis estalinistas de la estructura de clases en el campo, que
originaría la fracasada colectivización del campo en la Unión Soviética, con trágicas
consecuencias, cuyas heridas todavía están abiertas. La crisis ucraniana de 2022
podría muy bien explicarse con los resabios de la política soviética y la adhesión
de los nacionalistas ucranianos al nacional socialismo alemán. Cuestión que per-
siste hasta la actualidad. Otro teórico del marxismo en el campo fue Héctor Díaz
Polanco, quien escribió Una teoría marxista de la economía campesina. Bartra se
transformó en un crítico acérrimo de la izquierda y los movimientos de reivindica-
ción étnico o nacional. Recuerdo el asombro de los antropólogos catalanes en un
congreso de antropología celebrado en Barcelona cuando criticaba al movimiento
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas y, por supuesto, las reivin-
dicaciones nacionalistas catalanas.
Otro caso destacado fue Arturo Warman (1976), quien fuera uno de los teó-
ricos de los “campesinistas”, acérrimo crítico de los marxistas, autor de … y veni-
mos a contradecir, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari sería designado
secretario de la Reforma Agraria y director del Instituto Nacional Indigenista ocu-
pándose de la reforma constitucional al artículo 27 e implementando las reformas
neoliberales a la cuestión agraria, privatizando comunidades indígenas y ejidos.
Tom Zuidema
En paralelo a Murra, la organización social y política del Tahuantinsuyo, la
autodenominación del Estado o Imperio Inca sería analizada por un antropólogo
holandés, Tom Zuidema (1989, 1995). La estrategia de Zuidema fue similar a la
de Murra, aunque con otras perspectivas conceptuales (y sin una historia política
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
El caso Colombia
Colombia es un caso interesante pues a diferencia de muchos países lati-
noamericanos, donde en el siglo XIX los liberales llegaron a acuerdos “construc-
tivos” con la Iglesia Católica para impulsar estados más “viables”. El caso colom-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Existe una breve, pero sustantiva reseña de como nuestro autor conjuga
su religión presbiteriana con sus aportes científicos a las ciencias sociales en una
reseña biográfica de Milton Mejia (2008). Fals Borda fue también un gran organiza-
dor de las actividades académicas y tuvo un papel muy importante en la fundación
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) impulso los procesos
de crítica de la información y de los mecanismos de control intelectual de las gran-
des potencias. La construcción de las ciencias sociales en la perspectiva de aportar
a las grandes transformaciones sociales económicas y políticas necesarias en Amé-
rica Latina.
1 Véase https://www.nacionmulticultural.unam.mx/100preguntas/pregunta.php?num_
pre=76
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
vez que unos sólo veían proletarios del campo, confrontándose con los que rei-
vindicaban la persistencia del campesinado como clase social. Planteado por Erick
Wolf (1971) en Los campesinos y Arturo Warman en Y venimos a contradecir. Com-
plicando más el panorama, mencionaré el impacto de la traducción del libro de
Alexandr Chayanov (1974) La organización de la Unidad Económica Campesina,
que serviría de base para la teoría del campesinado de Wolf.
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
Conclusiones
La antropología latinoamericana es una disciplina científica que conjuga en-
foques inter y multidisciplinarios, aportando desde su especificidad al desarrollo de
la antropología y a la comprensión de los procesos sociales y culturales en América
Latina, enriqueciendo así el desarrollo de la antropología a escala mundial. Como
puede deducirse de la lectura de este documento el trabajo científico en nuestra
región no puede hacerse al margen de los procesos políticos y económicos.
Bibliografía
AUIRRE BELTRÁN, G. (1982) Lenguas Vernáculas en México. Su uso y desuso
en la enseñanza: la experiencia de México. México, Centro de Investigaciones y
estudios superiores en antropología social (CIESAS)
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Desarrollo y construcción de la antropología latinoamericana
NAVARRO, J. (2011) Cold War in Latin America: The Camelot Project (1964–1965) and
the Political and Academic Reactions of the Chilean Left, Comparative Sociology 10
(2011) 807–825
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
SCHENONI, L. A. (2021). Bringing War Back in: Victory and State formation
in Latin America En American Journal of Political Science, Vol. 65, no. 2, April 2021,
pp. 405 https://onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/ajps.12552, consulta 4
de abril de 2022
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Los Cuatro Jinetes.Reflexiones antropológicasen torno a la marginalidad de Latinoamérica
Introducción
En la historia de la humanidad se ha tenido una consistencia cuando se deli-
mitan territorios o pueblos a partir de ciertas características que los hacen únicos.
El propio devenir de las sociedades y las culturas les proporcionó un conjunto de
herramientas que, al utilizarlas de ciertas maneras, se constituyeron en una forma
de relacionarse a partir de quién ostentaba el uso hegemónico de dichas herra-
mientas.
En cuanto los tiempos pasaron, las culturas se fortalecieron mediante el
uso de dichas herramientas provocando una diferenciación no porque en sí mismo
(naturalmente) esas particularidades proporcionaran una plataforma para indicar
que la cultura en particular fuera mejor o peor, sin embargo, en medio de su uso
se designó así a partir de la ostentación y uso de la herramienta productora de la
hegemonía, el poder obtenido a partir de los procesos históricos y los conflictos
continuos entre las sociedades.
Bajo este panorama es como se le “otorgó” a una parte del continente ame-
ricano un conjunto de características las cuales ensombrecían la diversidad como
un factor de creación y no como ejemplo del “estancamiento” del desarrollo so-
ciocultural. En consecuencia y para designar una primera diferenciación desde el
siglo XIX se hace mayoritariamente, a nivel de lenguaje y después de un proceso
histórico de sujeción por parte del Imperio Español desde el siglo XIV que, se le
designa una identidad específica: América Latina.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Los Cuatro Jinetes.Reflexiones antropológicasen torno a la marginalidad de Latinoamérica
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
1 1er. Argumento: Que, por Derecho natural, la naturaleza bárba- ra de los pueblos de
América implica que éstos deban obedecer a quienes son respecto de ellos superiores; en caso de
oponer- se, se los debe obligar por la fuerza de las armas (Demócrates II, 1951: 19-33; Apología,
1975: 61).
• 2do. Argumento: Que la guerra contra los indígenas de América es justa, ya que tiene como obje-
tivo erradicar los crímenes de la antropofagia, la idolatría y los sacrificios humanos. (Demócrates
II, 1951: 37-47; Apología, 1975: 61-64).
• 3er. Argumento: Que la guerra contra los indígenas de América es justa, ya que es perpetrada para
salvar a los inocentes victi- mizados por estas prácticas (Demócrates II, 1951: 61-63; Apología,
1975: 64).
• 4to. Argumento: Que la guerra contra los indígenas de Amé- rica es justa, ya que es una vía para
allanar el camino hacia la propagación de la religión cristiana. (Demócrates II, 1951: 64-71; Apo-
logía, 1975: 65-72) (Aguerre, 2019: 319)
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Los Cuatro Jinetes.Reflexiones antropológicasen torno a la marginalidad de Latinoamérica
tuación de contacto, y es gobernada por ésta…Esto quiere decir que el español al igual
que el indio, se vio expuesto a la cultura de conquista…La manera en que tanto el indio y
el español como su vástago mestizo se vieron expuestos a la cultura de conquista se es-
tructuró de acuerdo con el marco social, particularmente por la división de la sociedad en
componentes urbanos y rurales (Foster, 1962: 389-390)
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
dialogante.
Pero no basta con identificar el proceso analítico que se tiene que hacer,
también se necesita ver materializado en distintos panoramas como, por ejemplo,
el uso de un medio de comunicación, la radio en su perspectiva comunitaria, utili-
zada para ejecutar ese pensamiento fronterizo crítico ya mencionado:
Esta ejemplificación nos permite darnos cuenta que poco a poco y en todas
las latitudes del continente, se realizan acciones bajo este panorama para salir de
esa marginación. No es un camino fácil después de todo lo vivido, empero, sola-
mente se puede hacer la modificación a partir del primer paso y sin detenerse.
El caballo rojo y su jinete. La marginación política a través de la
guerra discursiva
Por otra parte, además de haber estado bajo la marginación histórico-cul-
tural, Latinoamérica también ha recibido más formas de segregación respecto a
su forma de ser. Tal vez, el segundo tipo ha sido uno de los más identificables a lo
largo de la historia de este subcontinente, nos referimos a la marginación política.
Pareciera que el hablar de la política en un a región como la nuestra es
algo de todos los días, ya que se puede observar cotidianamente en los medios
de comunicación tradicionales y actuales (periódicos, radio, noticieros televisivos,
podcast, Facebook, Instagram o WhatsApp, por mencionar algunos), las distintas
tomas de poder y, por ende, el tema de la política en nuestras realidades. Entre
disputas, conflictos, sublevaciones, cambios de rumbo o alineaciones a ciertos dis-
cursos que afectan claramente a las prácticas culturales y sociales de la población
que habita estos territorios.
No podemos obviar los históricos procesos políticos por los que se ha visto
envuelta nuestra región, desde la imposición de la encomienda y la dinámica de
la marginación sociocultural al momento del contacto entre pueblos americanos
y europeos desde el siglo XVI, hasta la ampliamente analizada intervención de
los intereses políticos (poder) que otras naciones que han buscado imponer en
Latinoamérica y que, en algunos casos, lamentablemente lo han conseguido a
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Los Cuatro Jinetes.Reflexiones antropológicasen torno a la marginalidad de Latinoamérica
…el concepto básico que regía los intercambios recíprocos de energía den-
tro de la comunidad era el tiempo, los días o años de trabajo adeudados a
personas, a unidades domésticas, a la comunidad, a los señores y, eventual-
mente, al Estado. Mas allá de la red de reciprocidades, cada unidad domés-
tica era considerada autosuficiente y, de hecho, tenía acceso suficiente a
los bienes de capital de la sociedad para que tal autosuficiencia fuera real.
(2004:48)
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Los Cuatro Jinetes.Reflexiones antropológicasen torno a la marginalidad de Latinoamérica
en Europa.
Con base en ello, Mintz analiza el proceso de la siguiente manera:
En este sentido, ya fue a través del propio sistema político que se impuso
(leyes europeas) se evitaban o manipulaban para promover la dinámica de segre-
gación y conseguir así la marginación política a la que eran sometidos los pueblos
americanos y los que, obligatoriamente, se vieron en la necesidad de hacer estas
tierras suyas.
Se podrían seguir dando ejemplos de estos casos, sin embargo, no es la in-
tensión el abrumar al lector con un solo tipo de marginación en la que se ha visto
envuelto nuestro continente. Pasemos entonces al siguiente tipo que está íntima-
mente relacionado con los dos reflexionados hasta ahora.
El jinete y su caballo negro. La marginación económica materia-
lizada en el hambre
La tercera vía por la que Latinoamérica ha sido marginada es el referente
al campo económico. En este sentido, al igual que los dos campos anteriores, el
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Referencias
ADÁN A. L. & URIBE R., M. (2005) El dominio inca en la localidad de Cas-
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
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del folclorismo y adentrarnos a las distintas visiones del mundo de las sociedades
complejas.
Foto Núm.1: Ceremonia ritual Xochitlalli “flores para la tierra”. Ricardo Alvarez, 2015.
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Pero ésta, sin lugar a duda, solo es la mitad de la historia, en parte debido
a estas condiciones precarias de existencia y también en razón de que la Sierra
de Zongolica no se encuentra asilada sino, más bien, inserta en un sistema más
amplio de relaciones, que condicionan a sus habitantes a tener a su vez dinámi-
cas propias del modelo hegemónico capitalista del que se encuentran indisoluble
mente insertos, como es el caso se la inserción del campesino Zongoliqueño a las
dinámicas de lo que Laura Collin llama la agricultura moderna, “el objetivo de la
agricultura moderna es la producción de mercancías para su venta en el mercado,
y obtener dinero para satisfacer las necesidades en el mercado comprando otras
mercancías, su resultado el monocultivo extensivo y la tendencia al latifundio”
(Collin, 2017: 110)
En efecto esto es aplicable a la Sierra y nos permite desvelar que existe una
red de relaciones articuladas en Zongolica, la existencia de grupos de poder aca-
paradores del café, familias que manejan las vías de comunicación en la región e
incluso la disponibilidad de los espacios en las distintas plazas de comercio, mues-
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
tran los conflictos al interior de los grupos sociales en el municipio y en las zonas
serranas.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Marx, en el libro I capítulo V del capital (Marx,1971) nos habla del proceso
de la subsunción real y la subsunción formal de las formas de producción capita-
lista. Proceso que permitirá entender en donde se articula “esta doble cara” del
campesinado de esta región, que nos propone Masferrer (Masferrer, 2009), es de-
cir una faceta no capitalista hacia el interior y otra capitalista hacia el exterior, dado
a su inserción en el mercado nacional o global. Para este objetivo, es necesario
primero comenzar con una distinción clásica entre la plusvalía relativa y la plusvalía
absoluta (Marx, 1971:4-24). Entenderemos que el proceso de plusvalía absoluta es
mediante el cual el obrero debe trabajar más allá de lo que cuesta la reproducción
de su propia vida. Es decir, cuando un patrón capitalista obliga al campesino (en
este caso), a aumentar las horas de la jornada de trabajo excediendo las horas
necesarias de trabajo requeridas para producir el valor de la fuerza de trabajo,
74
Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
Una vez realizada esta distinción entre la plusvalía absoluta y plusvalía re-
lativa, debemos entender que, esa la plusvalía absoluta se da en cualquier espa-
cio de producción, donde no existe una gran tecnificación o grandes tecnologías,
como sería el caso de las comunidades de la sierra de Zongolica, dónde se desa-
rrolla este análisis. A este tipo de plusvalía absoluta corresponde la subsunción
formal del trabajo, con subsunción nos referimos a la subordinación, supeditación
o sometimiento formalmente del proceso de trabajo, bajo el capital. Respecto a la
dinámica como actúa la subsunción formal, Marx nos dice:
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
Los mismos precios del producto también se han trastocado. Hace 10 años
unos tlacpiales bien elaborados y pintados costaban alrededor de 100 pesos (equi-
valente a 5 dólares); ahora los tlacpiales de estambre cuestan entre 30 pesos y 50
pesos. (equivalente 2 o 3 dólares). La opinión general de las artesanas es que cada
vez su trabajo es menos valioso e incluso muchas han dejado de hacerlos y, por
tanto, han dejado de transmitir la técnica a las nuevas generaciones. Es posible
incluso que esto ocasione a mediano o largo plazo que el propio simbolismo de
los tlacpiales, como “caquitas de borrego” se pueda ir transformando o desapare-
ciendo al ir integrando nuevos símbolos como el ejemplo los colores de la bandera
nacional de México en los tlacpiales y por tanto la aparición del estado, occidente
y el capitalismo como referentes de identidad.
Con este ejemplo, se puede observar la doble faceta del nahua de la Sierra
de Zongolica, que mantiene ciertas dinámicas no capitalistas hacia el interior, en
donde la reproducción a nivel familiar es la prioridad aunque, en varios espacios
de la vida laboral, viva bajo dinámicas propias de la subsunción formal del trabajo
al capital, que en principio no trastoca los elementos milenarios de la cultura na-
hua, y por otro lado, también participa de otra dimensión, la dimensión capitalista
hacia el exterior al momento de articularse con modos de distribución capitalista,
formas que propiamente corresponden a la subsunción formal del trabajo al ca-
pital, en donde podemos ver trastocado el sistema completo, transformando de
manera “real” muchos aspectos tradicionales e introduciendo nuevas dinámicas,
técnicas, materiales y símbolos propios de capitalismo a cultura nahua de la sierra
de Zongolica, es decir, se realiza la subsunción real del trabajo al capital pues el
contenido real de cómo se despliega concretamente el proceso de producción de
valor relativo va a ser modificado. Cambian ritmos, cambian modos en los que el
obrero (campesino) trabaja, cambia su alimentación misma al introducir nuevos
alimentos procesados a su dieta, todo queda trastocado.
Tecnológico de Zongolica nace en el año 2004 y al día de hoy cuenta con un gran
respeto de las comunidades, al grado que se han abierto dos nuevas sedes dentro
de la Sierra de Zongolica, aparte de la primera fundada en 2004, una en el munici-
pio de Tezonapa en 2010 y otra en el municipio de tequila en 2011, dentro de las
cuales la principales carreras, las más solicitadas y que tienen alta estima entre los
jóvenes nahuas de la comunidad son Ingeniería en Innovación Agrícola Sustenta-
ble e Ingeniería Forestal, es decir, sería difícil entender, sin la subsunción real del
trabajo al capital, el papel y la gran aceptación del tecnológico entre los nahuas de
la sierra de Zongolica.
Foto Núm. 4: Tlacpiales adquiridos hace 10 años. Hechos completamente de lana y pinta-
do con materiales del campo (flores y raíces). Ricardo Alvarez 2021.
Sin embargo y sin dejar de aceptar toda la injerencia que, como pudimos
ver, ejerce el capitalismo dentro de las lógicas campesinas de la sierra de Zongo-
lica, la experiencia de campo, la observación participante y los largos periodos
dentro de la comunidad, muestran que la principal cara que presentan las unida-
des económicas campesinas de esta Sierra, son muy similares a las que presenta
Teodor Shanin.
…a producción de la explotación satisface las necesidades constitutivas bá-
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
Foto Núm. 5: Tlacpiales adquiridos hace 2 años. Fabricados únicamente de estambre, con
colores que representan la bandera mexicana e incluso con materiales como broches me-
tálicos. Ricardo Alvarez 2021.
Y esto va más allá, pues como han demostrado estudios recientes, parti-
cularmente el publicado por la Universidad del estado de México, en el contexto
de la producción de café en la sierra de zongolica (2021), encuentra que es jus-
tamente cuando se realiza un mayor aportación a nivel familiar en las practicas
productivas campesinas que fomentan las “buenas prácticas”, entorno a la pro-
ducción agrícola, que generan una mejor cohesión de relaciones productivas y de
innovación “Se observó que los índices de adopción de buenas prácticas de pro-
ducción fueron mayores en aquellas que están relacionadas con actividades donde
la mano de obra familiar juega un rol crucial, como el manejo de las plantaciones”
81
Antropología Latinoamericana Contemporánea
Entonces, existen dos referentes que, debido a las dinámicas de las pobla-
ciones humanas, de origen étnico tradicional o no, van dando origen a nuevas
maneras de comprender el campo, el quehacer campesino y la manera en que se
reproducen como grupos humanos, muchos de ellos con prácticas tradicionales
y milenarias en el contexto del capitalismo neoliberal que impregna a todos los
grupos humanos que hoy en día habitan Latinoamérica.
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Entre lo tradicional y global. Una propuesta de análisis sobre el campesinado latinoamericano.
Bibliografía:
ÁLVAREZ, H. & T. RODRIGUEZ (1991). Las unidades domésticas de produc-
ción: Estrategias de sobrevivencia de los campesinos nahuas de la tierra fría de
Zongolica. En Cultura, naturaleza y sociedad en la Sierra de Zongolica: Una contri-
bución para el aprovechamiento sostenido de los recursos naturales. México. INI,
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nas prácticas de producción entre productores de café en Zongolica, Veracruz, Mé-
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MASFERRER KAN, E. (2009) Los dueños del tiempo. Los tutunaku de la Sierra
Norte de Puebla. México: Fundación Juan Rulfo.
83
Antropología Latinoamericana Contemporánea
84
La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
Alicia M. Barabas 2
85
Antropología Latinoamericana Contemporánea
dio, que postulaban la existencia de dos tipos de mentalidad; una racional propia
de la población occidental y otra mítica, o irracional, propia de los nativos. Lé-
vy-Bruhl (1928 [1910], 1960 [1922]), escribía sobre las funciones mentales en las
sociedades inferiores y sobre la mentalidad primitiva. Lévi-Strauss (1962), sobre el
pensamiento salvaje. En Argentina, Bórmida (1970) sobre la fenomenología de la
barbarie. Aún hoy en día ciertas corrientes dentro de la antropología insisten en
conceptualizar el pensamiento indígena, o su alma, como como salvaje (Viveiros
de Castro, 2002).
Desde diferentes orientaciones teóricas, tanto Boas en Estados Unidos
como Malinowski en Inglaterra, han sido considerados los creadores del traba-
jo de campo etnográfico, y Malinowski, posiblemente, fue el primero en haberle
dado lugar preponderante a la relación cara a cara etnógrafo-nativos, debido a
que desde la óptica funcionalista ya no era válida la recolección de datos fuera del
contexto de la cultura. Esta forma de trabajo de campo superaba la “etnografía de
baranda” (de las viviendas coloniales inglesas), que mantenía sólo contacto visual
y verbal con los nativos y, en cambio, establecía una convivencia cercana para tra-
tar de comprender la perspectiva local y obtener una visión holística, global, de la
cultura y la sociedad. Con él, el “campo” cobró una dimensión ejemplar, se hizo
metodología científica y acreditó la idea de objetividad científica. Hacia 1930 el
trabajo de campo ya se había consolidado como una actividad eminentemente
individual realizada en una sola cultura, con residencia y convivencia prolongada
y, dice Ghasarian (2002), era ya un rito de pasaje doctoral en Estados Unidos y
Europa. Desde entonces el campo es inevitable para los antropólogos porque re-
presenta su experiencia distintiva.
En Estados Unidos el trabajo de campo se desarrolló también en el Depar-
tamento de Sociología de la Universidad de Chicago, porque querían aplicar esa
metodología cualitativa y focalizada a los estudios urbanos de grupos diferencia-
dos dentro de las ciudades, especialmente los grupos marginales y vulnerables,
como los “sin techo”, las bandas callejeras, los bailarines callejeros, las prostitutas,
etc, pero modificaron el método etnográfico antropológico al agregarle técnicas
cuantitativas, encuestas guiadas y otras herramientas provenientes de distintas
disciplinas (Guber, 2001). Es decir, que la primera en adoptar el método etnográ-
fico de la antropología, aunque readaptado, fue la sociología urbana. En Antropo-
logía, tanto en Chicago como en Harvard, se desarrollaban también los estudios
focalizados en la comunidad y el campesinado, que se aplicaron en Yucatán y Chia-
pas, y en la pobreza urbana, que fue investigada en la Ciudad de México.
Con la antropología urbana como especialidad el método etnográfico que-
dó vinculado con los segmentos marginales de la propia sociedad, tema compar-
tido con la sociología urbana. Más tarde el campo se amplió dando lugar a los
estudios de clases medias y burguesías, grupos electorales, grupos ecologistas,
futbolistas, e incluso indígenas urbanos, además de nuevos temas y sujetos de es-
tudio que crecen día a día. Como decía antes, tanto la sociología como la antropo-
logía urbana transformaron en muchos aspectos el método etnográfico utilizado
con los pueblos nativos, incorporando instrumentos menos flexibles (encuestas,
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La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
ner mayor prestigio, ya que buscar lugares cercanos dentro la propia sociedad era
considerado como una alternativa inferior. Hoy podríamos decir que sucede lo
contrario; trabajar con indígenas en medios rurales en muchos países de América
Latina, y también en México, suele ser considerado una práctica conservadora y
anticuada. Como consecuencia, la antropología ya no tiene un espacio estricta-
mente delimitado, sino que ha disminuido su presencia en los “campos lejanos” y
ampliado su radio de investigación en los “campos cercanos”.
Queda claro que una de las diferencias principales entre la práctica del mé-
todo etnográfico de campos lejanos y la de campos cercanos, es que las disciplinas
que se dirigen a estos últimos suelen renegar del trabajo de campo con los pueblos
nativos, a los que la antropología reflexiva llama “exóticos”, y toman como sujetos
de investigación a grupos partícipes culturalmente de la sociedad del etnógrafo.
Esas disciplinas y especialidades han tomado el método etnográfico de la antro-
pología que trabaja con pueblos indígenas y lo han transformado para adaptarlo a
sus conceptos y prácticas. Sin embargo, voces críticas señalan que hay principios
esenciales al método etnográfico que no se cumplen al hacer etnografía en cam-
pos cercanos como, por ejemplo, el alejamiento del lugar propio de residencia y la
residencia prolongada en la comunidad de trabajo (lo ideal es un año para poder
observar el ciclo anual de vida), que se considera indispensable para colocarse fue-
ra de la propia forma de vida y acercarse a la vida de los actores sociales.
Cada vez más la antropología de lo cercano ha ganado terreno, no sólo
como consecuencia de la desaparición de los campos lejanos sino por la predi-
lección de los antropólogos actuales por la etnografía urbana. Un ejemplo. Una
revisión que realizamos en 2017 de todos (cientos) los proyectos de investigación
que maneja la Coordinación Nacional de Antropología del INAH, muestran que se
realizan dos tipos de investigaciones etnográficas; una de ellas estudia los tópicos
de la antropología social y la etnología en el seno del “otro cultural” representado
por los pueblos originarios rurales y urbanos. La otra, es una etnografía orientada
hacia “los otros culturales dentro de nosotros” y analiza diferentes temáticas en
cualquier grupo social en el seno de nuestra vida diaria. Lo significativo es que la
mayor parte de los proyectos están orientados “hacia nosotros” y nuestra vida co-
tidiana. Otro dato interesante es que entre 2015 y 2017 sólo un 15% de las tesis de
Licenciatura en Antropología Social y Etnología de la ENAH estuvieron dedicadas
al estudio de los pueblos indígenas (com. personal). Esta tendencia es típica de la
antropología contemporánea y el INAH no es una excepción, aunque a pesar de
esto sigue siendo la institución que desarrolla mayor número de proyectos entre
pueblos indígenas (Barabas y Bartolomé, 2019).
La crítica posmoderna al “exotismo nativo” activó la discusión sobre las
ventajas de hacer etnografía en la propia sociedad, ser antropólogo y nativo a la
vez, socializado en esa cultura e idioma, con lo cual se suprimiría el extrañamiento,
los conflictos de adaptación y los errores de interpretación. Pero, desde otra pers-
pectiva, se advertía que la familiaridad excesiva podría ser causa de interpretacio-
nes a priori, de carácter muy personal. Desde mi perspectiva, estas reflexiones par-
tían de un error conceptual, que era considerar a la “propia sociedad occidental”
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La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
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La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
una fuente para fortalecer su identidad. Un caso que he investigado entre los rru
ngigua de Oaxaca (Barabas, 1999) muestra la apropiación, por parte de maestros
indígenas, de los textos etnográficos y del discurso antropológico pluralista en un
proyecto intercomunitario de revitalización de la lengua en riesgo de extinción.
La antropología pluralista buscaba obtener panoramas globales de los
pueblos indígenas porque su propósito era conocer su “situación” con una pers-
pectiva integral que abarcara no sólo las manifestaciones culturales sino también
los aspectos demográficos, históricos, territoriales, sanitarios, educativos etc. Por
ello las unidades de análisis solían ser los grupos etnolinguísticos y no sólo las co-
munidades locales, porque se intentaba realizar análisis situacionales regionales
y destacar el panorama del pluralismo cultural “de hecho”, del que no se conocía
demasiado por los años 1970. Además de la política integracionista del indige-
nismo de estado, uno de los paradigmas que criticábamos era el de los “estudios
de comunidad” que brindaban imágenes fragmentadas, cerradas y generalmente
sincrónicas de los grupos étnicos al diluirlos en múltiples universos locales sin his-
toria y sin relación. Gran parte de esas etnografías utilizaban el método del “caso
generalizado”, proyectando la descripción y el análisis del caso local al conjunto
de la etnia, dando por presupuesta la homogeneidad interna del grupo. Nuestros
estudios probaban, por el contrario, la diversidad cultural y situacional intercomu-
nitaria y el gran error etnográfico al que conducía la metodología del caso generali-
zado. Diseñamos entonces nuestras investigaciones de campo combinando lo local
con lo regional (Bartolomé y Barabas, 1977, 1982, 1996).
Muchos antropólogos coinciden en que un buen trabajo de campo combi-
na los puntos de vista etic y emic (Ghasarian, 2002, Dietz, 2011, Restrepo, 2016),
y que los etnógrafos transitan entre visiones desde fuera y desde dentro. Por ello
es central no llegar al campo como “tabla rasa” sino conocer de antemano los es-
tudios bibliográficos, históricos, censales, cartográficos, etc., a fin de delimitar el
macro-universo étnico y detectar el conocimiento existente sobre sus localidades.
Las realidades etnográficas muchas veces desmienten aquellos datos previos, por
ejemplo, aumentando o disminuyendo el número de hablantes de lengua mater-
na, o de comunidades hablantes y no hablantes. En nuestro trabajo advertimos
tempranamente que la pérdida lingüística no implicaba necesariamente pérdida
cultural o de auto-identificación étnica, y que el indicador lingüístico, aunque muy
importante, no era el único que denotaba la pertenencia étnica, sino que también
lo hacían la historia, el territorio, el parentesco y la cultura compartidos.
Si me he detenido en la articulación entre la etnografía local y la regional es
porque me parece que sería fructífero discutirla antes de optar taxativamente por
los estudios de comunidad que, si bien pueden ser cualitativamente diferentes de
aquellos que oscurecieron la antropología de los años 1960 y 1970, no dejan de
ser estudios locales que no siempre llegan a comprender el conjunto y a establecer
comparaciones. La discusión sobre los alcances de la etnografía; lo local o lo global,
es antigua pero no por ello está resuelta y todavía se escuchan juicios de valor que
preestablecen que la local es la “buena” –y única válida- etnografía, en tanto que
la búsqueda de categorías de análisis de mayor alcance es señalada como “mala”
93
Antropología Latinoamericana Contemporánea
etnografía. ¿Cuál es el modelo de etnografía que se quiere proponer: uno que por
observar las diferencias más pequeñas o sutiles no advierta además la unidad en
sistemas culturales más amplios? ¿Uno que se concentre en lo local minusvalo-
rando la perspectiva de lo global? Por el contrario, pienso que las etnografías de
lo local son desagregadoras de la realidad indígena si no van acompañadas de una
comprensión de los ámbitos etnoculturales mayores (Barabas, 2007). Al respecto,
Restrepo (2016:17), coincide en que el etnógrafo debe resaltar las singularidades
de un contexto al tiempo que debe establecer de qué manera éstas aportan a la
comprensión y conceptualización de lo que sucede en escenarios más generales.
La etnografía en la antropología posmoderna
La corriente que más ha impactado en la concepción y la práctica de la et-
nografía en las últimas décadas es la llamada antropología posmoderna que, como
señala Reynoso (1991), dio impulso a un proceso de transformación del paradigma
dominante hacia una antropología interpretativa o hermenéutica. Este giro fue
propiciado, entre otros, por Clifford Geertz (1987), para quien el objeto de conoci-
miento de la antropología eran los significados que los actores sociales atribuían a
sus acciones y el entramado de significados que construían como cultura. En este
contexto de ideas la etnografía era el método para desarrollar la descripción densa
de la cultura sin buscar explicaciones teóricas totalizadoras. Para esta corriente,
la compresión de los sentidos que un pueblo adjudica, por ejemplo, a un ritual,
acerca al etnógrafo al “modelo nativo” de la realidad, y para ello debe valerse de la
co-participación y de la entrevista, entendida como diálogo intercultural.
Ya Garfinkel (1967), fundador de la etno-metodología, había señalado que
la antropología tenía que buscar la interpretación de la cultura desde el punto de
vista nativo mediante la observación participante en situaciones de interacción. En
la práctica se esperaba que el etnógrafo pasara de ser observador y participante
a ser interactuante con el otro social y sus saberes y que el otro cultural pasara
de ser informante-objeto a interlocutor y actor o sujeto social. Aunque el foco de
la antropología reflexiva es la interpretación de lo que hacen y dicen los nativos,
desde mi perspectiva cuando el etnógrafo está en el campo debe estar más atento
a la observación, a la descripción y a las entrevistas que a la interpretación; ésta
será central en las siguientes etapas, de análisis de gabinete y de elaboración del
texto etnográfico, ya que el investigador se propone describir/interpretar una cul-
tura para hacerla inteligible a quienes no pertenecen a ella, o a los que pertenecen
pero no han hecho una sistematización mental de ella.
El mismo autor introdujo el concepto de ‘reflexividad’, que alude a la doble
conciencia del investigador sobre sí mismo y sobre sus condicionamientos científi-
cos, sociales y políticos en el marco de su sociedad. Sin embargo, estos conceptos
no deberían haber sido novedad en esos años, ya que desde Max Weber (1980)
[1922] y su crítica a la neutralidad valorativa del científico, sabemos que el etnógra-
fo no es un ser objetivo que observa objetos sino un sujeto que observa otros suje-
tos y si bien se esfuerza por liberarse de preconceptos y prejuicios no está exento
de ellos, ni de los supuestos teóricos subyacentes que guían su investigación desde
94
La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
la elección de los temas hasta las preguntas que incluye en las entrevistas.
La mayor parte de los trabajos antropológicos desarrollados con el auspicio
de posmodernismo, dice Reynoso (1991), son trabajos de desconstrucción, que
atacan las premisas y las epistemes desde las cuales hablan los trabajos antropoló-
gicos clásicos. Lo que se des-construye es la etnografía convencional, los paráme-
tros de la racionalidad positivista, los meta-relatos o Grandes Relatos, la autoridad
etnográfica dada por el emblemático “trabajo de campo” y las tipificaciones de la
cultura.
Después de un trabajo de campo prolongado el etnógrafo debe producir un
texto de género etnográfico, cuyo modelo ha ido transformándose desde la clási-
ca monografía que recorre instituciones y creencias hasta la “descripción densa”
interpretativa de la antropología geertziana (1987). Al mismo tiempo se buscan
nuevas formas de escritura y la etnografía se vuelve, en algunos casos, un género
literario y el antropólogo un escritor. Una cuestión importante es el reconocimien-
to de los posmodernos sobre la múltiple presencia del investigador en la práctica
etnográfica y en el texto. Cada vez más se reflexiona sobre la escritura etnográfica
y se buscan nuevas formas de exponer los resultados de las pesquisas. Tradicio-
nalmente era de rigor establecer una clara separación entre las vivencias perso-
nales en el campo y los datos que debían volcarse en el texto etnográfico, para
mantener una supuesta neutralidad valorativa y objetividad científica (aún hoy hay
correctores de estilo que no aceptan la escritura en primera persona), y el etnó-
grafo desaparecía, aún de los reportes de campo. La antropología reflexiva, dice
Ghasarian (2002), recomienda una escritura discursiva, dialógica o polifónica que
haga aparecer la intersubjetividad, el contexto significante, la situación de interlo-
cución. Sin embargo, debemos ser prudentes y no caer en el extremo opuesto de
la sobre-presentación del antropólogo, que ha merecido simpáticos chistes como
el que muestra a un nativo preguntándole al etnógrafo si ese día finalmente van a
hablar de él.
Otras propuestas metodológicas contemporáneas
Un ensayo cardinal es el que Miguel Bartolomé tituló En defensa de la Etno-
grafía. Aspectos contemporáneos de la investigación intercultural (2003), en el que
elabora una crítica a la antropología posmoderna y plantea que en alguna medida
la producción etnográfica influye sobre la realidad y en ese sentido comienza a ser
revalorizada. Parte de la premisa de que la antropología debe ser consciente de
su responsabilidad política sin que esto excluya la producción científica académica
ni la afectividad que impregna las relaciones interculturales. Los límites entre una
antropología académica y una comprometida en el presente son ambiguos y no
excluyentes, lo que lo lleva a reflexionar acerca del potencial contenido y eventual
utilización política del trabajo etnográfico, que pueden no haber sido un propó-
sito del autor, pero que impactan a los pueblos nativos. Desde hace tiempo los
indígenas son un público consumidor, y crítico, de las publicaciones etnográficas y
antropológicas, en ocasiones menos por vocación académica que reivindicativa de
sus derechos.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
96
La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
Bibliografía
AGOSTINO DA SILVA, P., ARVELO DE JIMÉNEZ, N., M. A. BARTOLOMÉ et al
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BARABAS, A (2014) “Los quehaceres de la etnografía latinoamericana”. Ru-
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sión inacabada”, Diario de Campo #93, México, CNA-INAH.
------------------- (2005) “Movimientos indígenas y etnografía: un balance del
siglo XX”, Encuentro de Voces. La Etnografía de México en el siglo XX, México, INAH.
97
Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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La Etnografía en las Ciencias Sociales: el legado de la Antropología
1922, FCE.
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Campesinado y antropología. Reflexiones desde América Latina.
Campesinado y antropología.
Reflexiones desde América Latina.
Diego Hernán Varón Rojas
0. Introducción
Junto con tres amigos, viajamos durante varios días por la carretera pana-
mericana, aprovechando para descansar en los festivos de semana santa. Pasamos
dos fronteras terrestres: el puente de Rumichaca, que une a Ipiales - Colombia con
Tulcán - Ecuador, y el Centro Binacional de atención fronteriza, en la carretera que
comunica a Huaquillas - Ecuador y Zarumilla - Perú. También estuvimos conocien-
do los centros históricos de Quito y Lima, para finalmente llegar a Cusco.
La sorpresa fue grande al descender del autobús: los vendedores de paque-
tes turísticos y alojamientos, ubicados en la terminal, nos aconsejaron que apro-
vecháramos ese domingo 17 de abril de 2022 para visitar Machu Picchu. De lo
contrario tendríamos que esperar hasta el miércoles siguiente, e incluso más días,
por si las cosas “se complicaban”. Mi amiga hondureña señaló que no se podía dar
el lujo de quedarse hasta el próximo miércoles en Cusco, ya que perdería su vuelo
de regreso.
Semanas atrás, algunos líderes regionales habían organizado un paro agra-
rio en contra de las políticas nacionales, asumidas como medidas por la subida de
los agro-insumos. Sabíamos que, de forma indirecta, fue parte de la recesión gene-
rada por los efectos del covid-19, la crisis de los contenedores, la guerra generada
entre Rusia y Ucrania, la disponibilidad de gas y petróleo en la tierra, la subida del
dólar y muchos otros cambios, generados en el orden global. En esta oportunidad
no pudimos visitar el lugar sagrado de los incas, pero recorrimos una pequeña par-
te de este gran imperio prehispánico, cuyos caminos en el pasado unieron a países
como Chile, Argentina, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador y Colombia.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Campesinado y antropología. Reflexiones desde América Latina.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
gantes. Aún más si el ejercicio sintetiza en tan sólo cuatro aspectos esta categoría
social. Ejemplo de esto es el énfasis sobre la tierra cultivada, la comercialización o
las formas de expresar esa identidad: ¿si la tierra es propia, arrendada o comunal,
también se usa el concepto de campesino?, ¿siempre deben quedar excedentes
para el mercado, llamado también de semi-subsistencia o puede ser solo para el
autoconsumo?, ¿cuáles son las ventajas de que sean los mismos campesinos quie-
nes comercialicen sus productos, evitando la intermediación en la ciudad?, si los
movimientos sociales además de campesinos, incluyen integrantes de otras colec-
tividades como sindicatos, maestros, jóvenes, estudiantes, etc. ¿se puede hablar
de una “clase incómoda” o una “identidad inclusiva”?
Desde el punto de vista emic, se puede subrayar la primera paradoja, rela-
cionada con la falta de alimentos, dadas las condiciones actuales entre los cam-
pesinos. Además de los problemas que enfrentan para vivir dignamente, como
ciudadanos de un estado complejo, su suma el tema de la satisfacción de necesi-
dades básicas. La falta de infraestructura o el exceso, las estrategias para quitarles
sus tierras, las violencias y conflictos en sus territorios, los cultivos ilícitos, son
algunos problemas, que se relativizan de acuerdo del lugar en dónde se estudie
de forma particular al campesinado. Sin embargo, pese a que su contribución es
labrar la tierra para generar alimentos para sí mismos y la venta de sus excedentes
a otros, ¿por qué quienes producen comida son los que más hambre padecen?
(BBC, 2019).
Las visiones emic y etic de la antropología no siempre son opuestas y no
pueden ser comprendidas por fuera de su escenario social particular. Vemos que
además de posibilitar una definición, estas resultan ser completadas a partir del
diálogo entre las diversas realidades estudiadas. El trabajo cooperativo y colabo-
rativo en la antropología es relevante en contextos organizacionales y laborales
(Varón, 2022). Máxime si participan los trabajadores del campo, estudiantes y
expertos, que integran los puntos de vista del narrador campesino (emic) y del
investigador antropólogo (etic). Lo anterior se plantea siguiendo dos experien-
cias de campo, que se presentan en orden cronológico. La primera se ubica en el
municipio de Sucre, departamento del Cauca al sur de Colombia entre los años
1997-1998, y el segundo en varios municipios de los valles centrales del Estado de
Oaxaca al sur de México para el 2022.
En el año de 1997 un grupo de 25 estudiantes de pregrado, a partir del li-
derazgo del profesor de antropología, Jairo Tocancipá de la Universidad del Cauca,
aceptaron la invitación para hacer trabajo de campo. Este fue realizado con pobla-
dores rurales del entonces corregimiento de Sucre, para diseñar su propio plan de
desarrollo. Mediante el uso de cartografía social, se recolectó información en más
de las veinte veredas y la cabecera municipal. Casi el 80% de la población se consi-
deraba campesina, con cultivos permanentes de caña panelera, café, plátano, coca
y frutales como la mora y el lulo. Además de producción pecuaria, ganadería para
carne y producción lechera, avicultura, porcicultura, piscicultura y acuicultura. A
esto se le suma la producción de labores artesanales. Con los datos recogidos, se
presentaron a las entidades pertinentes para recibir los avales requeridos. Al res-
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11.73%, Colombia en 9,67%, Perú tiene la inflación más alta desde 1997 en 8.81%,
y México la más alta en 21 años con 7,99% (El Espectador, julio 7 de 2022).
Los altos precios han desbordado las expectativas que tenían los bancos
centrales en América Latina. El comercio mundial lleva dos años “noqueado” por la
pandemia. La incertidumbre por la recesión impacta el mercado global, generando
nerviosismo en el sector financiero, las bolsas de valores y la subida del dólar. Su
afectación en las materias primas es significativa: generado por el cierre de fronte-
ras y de fábricas, la inseguridad presentada por la invasión de Rusia a Ucrania tuvo
incidencia en la subida de precios, como los agro-insumos en la mayoría de países.
Al producir sus propios fertilizantes, Bolivia ha logrado abaratar los precios de los
alimentos, trabajando con el campesino por la seguridad alimentaria, lo que expli-
ca las bajas tasas de inflación. Pero estos cambios no son recientes.
Como parte del plan, la empresa nacional Yacimientos de Litio Bolivianos
(YLB) habilitó tiendas en Uyuni, Cochabamba y Santa Cruz, no solo para
la compra, sino también para la capacitación de los productores en el uso
del cloruro de potasio. “Hemos industrializado el gas para producir urea,
hemos industrializado nuestros recursos evaporíticos para producir cloruro
de potasio, dos de los fertilizantes más utilizados en el mundo”, refirió el
alto funcionario boliviano (…) El Estado se enfoca entonces en el incremen-
to de la producción de urea desde 2021 con la reactivación de Planta de
Amoniaco y Urea (PAU), para contrarrestar las consecuencias del indebido
manejo de los recursos por parte del Gobierno de facto de 2020 (Telesurtv.
net, 2022).
Las luchas en diversos países de América están relacionadas con la gestión
de políticas que impulsen el desarrollo del agro y aumenten el autoempleo rural
(Quicaña, 2020), así que el ejemplo de Bolivia es clave para la región. Las recientes
movilizaciones en Ecuador y el nombramiento de la futura ministra de agricultura
en Colombia, así lo manifiestan. Las protestas vividas en Ecuador en junio de 2022,
incluyeron a las principales organizaciones indígenas y campesinas del país, que
exigieron acciones efectivas por la lucha contra la pobreza del gobierno neoliberal
de Guillermo Lasso. Varios de los puntos fueron demandados por las organizacio-
nes ecuatorianas, que estuvieron centrados en el agro: reducción del precio de los
combustibles; moratoria y renegociación de deudas de campesinos en el sistema
financiero; precios justos de los productos del campo; empleo y respecto a los
derechos laborales; abandono a las privatizaciones; control de precios y la espe-
culación de productos de primera necesidad; entre otros. Estas manifestaciones
actuales no deben ser analizadas por fuera de las dinámicas históricas. Las leyes
agrarias realizadas en la década de los 60´s benefició a unos grupos en la sierra
norte de ese país, lo que explica que, en la actualidad, se han generado profundas
transformaciones en los territorios (Martínez y Martínez, 2019).
Tras la elección en segunda vuelta al presidente de Colombia Gustavo Petro,
la futura ministra de agricultura Cecilia López, que ya había estado en ese cargo, en
otros períodos presidenciales, señaló a un medio de noticias privado, la necesidad
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Campesinado y antropología. Reflexiones desde América Latina.
de “reactivar la producción” a partir de cultivos que en seis meses den frutos, sus-
tituyendo importaciones. “También hay una serie de medidas sobre insumos”, que
se deben trabajar con otros ministerios. “El tema los alimentos y el hambre, es una
prioridad” para el gobierno del nuevo presidente (Caracol, 5 de julio de 2022). Las
reformas agrarias realizadas en Colombia desde los años 60´s, solo han permitido
concentrar la tierra en pocas manos, generando diversas acciones de violencia en
todo el territorio, y específicamente en el Cauca (Abril, Jiménez, y Uribe, 2020;
Llano, 2020), siendo necesario desarrollar una justicia agraria transformadora (Ho-
ddy, 2021).
En síntesis, el tema de cambios estructurales emprendidos en Bolivia, no
sólo ha servido de ejemplo para la lucha campesina, tal como lo planteó Antonio
cuando lo entrevistamos en Perú. También es la inspiración para muchos líderes
sociales y gubernamentales en Ecuador y Colombia. Entre los años 2020 y 2021 ya
se había desarrollado un paro agrario en el Perú. Las movilizaciones empezaron
inicialmente en el departamento de Ica. En ese momento los agricultores denun-
ciaron ser víctimas de maltrato, malas condiciones laborales por recortes y be-
neficios tributarios para la actividad agraria de exportación. Dirigentes gremiales
señalaron la precariedad de los trabajadores del sector, denunciando que “reciben
salarios ínfimos por jornadas laborales de 12 horas” (Telesurtv.net, 2020).
Junto con los campesinos de La Libertad, otro departamento, pidieron de-
rogar la ley de promoción agraria que fue establecida en el gobierno de Alberto Fu-
jimori y ampliada con Martín Vizcaya. Doce personas fallecieron en las protestas.
Los parlamentarios en el Congreso de la República no llegaron a un acuerdo para
aprobar la nueva ley agraria. El impacto de estas protestas ha tenido efectos eco-
nómicos, sociales, políticos y sanitarios. En enero de 2022 se reinició el paro agra-
rio en la región del Cusco, y que afectó nuestro viaje en semana santa. Se exigía
la salida de Víctor Maita como ministro de agricultura, desarrollo agrario y riego.
Los recientes movimientos exigen la aceleración de la compra de los ferti-
lizantes, la cual fue paralizada por el mismo Ministerio de Desarrollo Agrario ante
las irregularidades identificadas por la Contraloría General de la República en el
proceso de licitación. Este conflicto social que le ha costado unos 100 millones de
dólares al turismo de la región, y ha afectado alrededor de 200 mil trabajadores
del sector. Sumado al paro de transportadores vividos en el mes de junio, que
continua afectando a los estudiantes del país. Los grupos de inconformes exigen
la salida del presidente Pedro Castillo, entre ellos los campesinos, porque les ha
mentido. “No existe proyecto de la segunda reforma agraria” tal como lo señaló en
los medios. En este sentido, se pone en evidencia lo que Shanin (1983) nominó el
papel político del campesino y su inserción en el sistema capitalista.
Los gremios del sector agrario también realizaron un paro nacional el lu-
nes 27 y martes 28 de junio. El coordinador nacional de gremios agrarios, César
Guarniz informó que la medida de fuerza por 48 horas se acata contra el Congreso
de la República, “por realizar un Pleno Agrario sin previa consulta de agenda a las
organizaciones gremiales” (El Comercio, junio 27 de 2022). Resulta relevante com-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
prender la antropología andina que en los años treinta reforzaban las ideas de un
ayllu cooperativo, de origen preincaico de prácticas comunales extendida entre los
campesinos (De la Peña, 2001). En resumen, hay que prestar atención al conflicto,
las tensiones y negociaciones, sus intensidades y liderazgos, entre las organizacio-
nes campesinas y los diversos actores. Hace parte de los nuevos temas que incluye
el desarrollo de una región y un país (Leys & Arones, 2019).
3. Para volver a empezar…
Los viajes reales de campo, de lecturas por el continente, virtuales con las
noticias, permiten conocer y reconocer nuestros problemas, tanto propios como
ajenos. América Latina es un punto medio. Ni tan local para centrarse en un estu-
dio específico de caso, aunque el texto contiene varios ejemplos de esto, ni tan
global que se desdibuje la realidad de la región, centrando la atención en los cen-
tros de poder. En la segunda década del siglo XXI se proponen tres aspectos cen-
trales a considerar en los estudios sobre antropología de los campesinos, con una
orientación de alcance medio, tal como lo propone el sociólogo americano Robert
K. Merton (1910-2003).
1- Es necesario ampliar la visión local o de pequeña escala que la antropolo-
gía clásica ha planteado. Los estudios globales son el otro lugar que el mismo Eric
Wolf propone desarrollar desde una orientación histórica (Wolf, 2005). Es nece-
sario establecer estudios regionales y comparativos que superen el conocimiento
local, para entender las problemáticas regionales. Por ejemplo, el análisis de los
precios de los insumos no es un tema puntual que afecta a los campesinos exclusi-
vamente de Perú. Es un asunto al que los economistas le prestan atención, por el
fenómeno de inflación que se vive en diversos países del mundo.
2- La necesidad de conjugar perspectivas sincrónica y diacrónica. Usual-
mente los estudios sincrónicos nos permiten identificar las situaciones que viven
los campesinos. Recurrir a estudios realizados en distintos períodos, posibilita en-
tender las formas en que la sociedad se transforma. Claramente hay elementos
de larga duración que perduran en las mentalidades de los campesinos (Fernand
Braudel, 1979; Hobsbawm, 1983). Y sin dudas, revisar la literatura clásica, será
siempre una necesidad. Pero también hay que conjugarlas con las exigencias que
implican la novedad, por ejemplo, para entender las formas en que operan los
nuevos movimientos sociales generados por campesinos. Las estrategias para de-
fender sus intereses, la búsqueda de diálogos que orienten acciones hacia la con-
certación, los paros que continúan y sus efectos en otros sectores económicos.
Claramente se deben generar políticas que protejan del hambre a las mismas co-
munidades que se cargan de cosechar alimentos (BBC, 2019).
3- El marxismo ha sido la teoría que más ha nutrido las movilizaciones del
campesinado. En efecto hay profundos tratados que analizan la obra de Karl Marx
para defender al campesino del capitalismo extremo o neoliberal. Mediante diver-
sas estrategias les quita sus tierras y los dejas a merced de ser mano de obra que
terminan vendiendo su fuerza en las ciudades. A duras penas, laboran para otros
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Campesinado y antropología. Reflexiones desde América Latina.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
Parte II:
Significado, símbolos culturales
y género. Estudios de caso
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
El complejo simbólico de
la Montaña, una propuesta
conceptual Ana Ortiz Sánchez Renero
Palabras iniciales
Para los pueblos de Mesoamérica, las montañas han sido elementos de
suma importancia a través del tiempo. Físicamente están presentes por casi todo
el territorio y simbólicamente se encuentran presentes en lo profundo de la cos-
movisión de todos los grupos indígenas que integran esta área cultural.
Desde épocas muy remotas1 hay evidencias del culto a la Montaña en Me-
soamérica, pues se relaciona con elementos esenciales para la vida de las comuni-
dades indígenas y campesinas: el agua, los alimentos, los animales, los ancestros,
la salud. La Montaña, como entidad, es enormemente compleja, en ella se entre-
lazan, se imbrican y se complementan entre sí aspectos cosmológicos, espaciales,
temporales, meteorológicos, míticos, agrícolas, espirituales, políticos, sociales y
territoriales de las comunidades.
1 A nivel cuasi universal podemos rastrear este culto hasta épocas anteriores al desarrollo
de la agricultura y el sedentarismo. Mircea Eliade (2013) ha señalado que la montaña (y/o el árbol
sobre ella) como imagen mítica del centro del mundo es probablemente de origen paleoasiático y
por ello su distribución es tan cosmopolita. Así que es probable que esta idea fuese traída a América
por los primeros emigrantes como parte de su bagaje cultural. Como en otros lugares del mundo, en
Mesoamérica y otras regiones de lo que hoy es México y el Suroeste de los Estados Unidos, las so-
ciedades de recolectores-cazadores de épocas remotas veneraban a los cerros; la gran cantidad de
petroglifos y pinturas rupestres de la Etapa Lítica que se localizan en ellos nos muestran que para
las sociedades de recolectores-cazadores tuvieron una gran relevancia. Las sociedades agrícolas
posteriores agregaron elementos que reforzaron y volvieron más complejo el culto a la montaña,
transformándolo profundamente; la montaña se volvió un sujeto con más atributos, pero podemos
seguir ciertos rasgos de los pueblos recolectores-cazadores en las sociedades indígenas y campesi-
nas contemporáneas, ya que éstas siguen practicando ambas actividades. (Miguel Vassallo, 2014,
comunicación personal).
121
Antropología Latinoamericana Contemporánea
122
El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
2 Unos ejemplos muy importantes son los templos mexicas en el Huixachtépetl o Cerro
de la Estrella (en el suroriente de la Ciudad de México) y en el monte Tláloc (en el oriente de la
ciudad de México); este templo estaba dedicado principalmente al culto al agua.
3 Un ejemplo es el cerro Gordo que está a espaldas de la pirámide de la Luna en Teotihua-
cán, México, allá, al igual que en otros cerros de ese valle, se han descubierto petroglifos con el
mismo patrón de puntos formando una cruz, estos son marcadores astronómicos.
4 Para el Centro de México los restos más comunes de ofrendas son aquellos relacionados
con Tláloc y el agua, por ejemplo, figuras de madera en forma de rayo y ollitas efigie de Tláloc
(Montero, 2001, 32-34).
123
Antropología Latinoamericana Contemporánea
tal […] es, en sentido estricto, la parte dinamizadora del cosmos, ya que impulsa
el ciclo de la vida y de la muerte”. Hablando sobre este axis representado por la
Montaña nos dicen que “en su parte inferior, el Mundo de la Muerte recoge las en-
tidades anímicas de los fallecidos; almacena en su bodega central —bajo el Mon-
te Sagrado— las semillas-corazones que surgirán de nuevo al mundo, y deja caer
desde la fronda del Árbol Florido los gérmenes de la nueva vida” (López Austin y
López Luján, 2009: 93).
Además, la Montaña abarca los cuatro rumbos del mundo (cinco, con el
centro, atravesado por ese axis mundi del cual hablamos) y, las proyecciones5 de
dicho eje central pasan por cada uno de los rumbos, existiendo en las esquinas de
cada cuadrante proyecciones de la Montaña, las cuales son responsables de soste-
ner el cielo para que no se junte con la superficie terrestre.
Aunque la Montaña pertenece a lo que López Austin denomina anecúme-
no –espacio habitado por seres numinosos–, también forma parte del ecúmeno
–espacio donde habitan las personas–, por medio de proyecciones de la Montaña
del otro mundo a éste, “trasladando así su sacralidad al ámbito de las criaturas”
(López Austin, 2010, comunicación personal).
Es importante entender la idea de la Montaña como axis mundi porque en
ella se encuentran umbrales por donde se puede acceder o salir del interior, real o
simbólico, de ésta; por ejemplo, las cuevas, los manantiales, los hoyos en las rocas,
los abrigos rocosos, las cimas. Estas “puertas” encierran la posibilidad de que, al
traspasarlas, se pueda acceder a un nivel distinto del cosmos. En muchos casos, los
rituales y ceremonias que se llevan a cabo en los cerros se realizan precisamente
en estos sitios, debido a que es ahí donde se puede dar la comunicación entre el
ecúmeno y el anecúmeno.
Al ser muchas de las montañas proyecciones de la Montaña cósmica-eje del
mundo, es equivalente rezar, ofrendar o invocar a una montaña estando en otra,
pues son proyecciones de la Montaña, lo cual implica que tienen en sí la esencia de
aquella. Aunque esta esencia se pueda presentar fisionada en montañas específi-
cas con sus atributos peculiares, también pueden, en sentido inverso, apelar a la
Montaña desde cualquier cerro, por la cualidad de fusión de las entidades numino-
sas mesoamericanas. Es importante anotar que la proyección no se da sólo en las
montañas, sino que también se puede dar dentro del pueblo en ciertos momentos
y lugares liminales que remiten a la Montaña.
125
Antropología Latinoamericana Contemporánea
los mantenimientos:
La Madre-Maíz vive en un cerro llamado Paxil, (su etimología en mam equi-
vale a agua —que corre— debajo) situado en el municipio de La Libertad,
siempre del departamento de Huehuetenango. Las tradiciones mames
cuentan que el maíz “vino” de este cerro por conducto de los animales […];
pero también de las “llamadas de los Dueños” […] la Madre-Maíz llega de
Neibaj o Nebaj, de donde igualmente cuentan otras tradiciones colotecas,
“vino” el maíz por intermedio de los zompopos. […] La Madre-Maíz es lla-
mada corrientemente Paxil, pero según unos su verdadero nombre es Cali-
na. Paxil “tiene marido” y se llama Cakwó’j; este nombre corresponde al de
un cerro pedregoso del que es dueño […] La Madre-Maíz reside localmente
en el pico más alto del Twi Escuint. Esta eminencia montañosa cubierta de
espeso bosque de robles tiene unas grietas rocosas que son “las puertas de
la casa de Paxil”. Por ser esta cumbre morada de la Madre-Maíz celebran
cerca de ella la pedida de la lluvia (Valladares, 1957, p.196-197).
El agua
Además de referentes espaciales y marcadores astronómicos, las montañas
tienen una cualidad importantísima para los pueblos agricultores: son fuente u ori-
gen del agua. Desde la antigüedad, los habitantes de esta área cultural concibieron
a las montañas como generadoras y contenedoras de agua, la prueba física de ello
son los manantiales que surgen de sus entrañas y las nubes que salen de la cima
o las faldas de los cerros; cuando va a llover o durante la tormenta, se pueden ver
los rayos saliendo de su cúspide. Todo esto llevó a que, en la época prehispánica, el
culto a las deidades acuáticas tuviera lugar, en muchas ocasiones, en las montañas.
Para el centro de México existe mucha información sobre estos rituales: se pueden
destacar dos fiestas mexicas de las veintenas, una de ellas era tepeílhuitl y la otra
atemoztli, ambas festividades estaban centradas en las montañas; además existían
muchas otras relacionadas con los cerros, una en especial era el Xiuhmolpilli, o
celebración del fuego nuevo cada 52 años.
Esta veneración a las montañas no desapareció en la Colonia, permaneció
en algunos lugares de forma clandestina y en otros se mezcló con el catolicismo de
forma sincrética. Ejemplo de ello son las capillas y las cruces situadas en la cima
de los cerros, y las peregrinaciones que aún hoy en día se dirigen a esos lugares de
culto. (Good y Barrientos, 2005).
Actualmente, como parte de la densidad simbólica de la Montaña, también
se llevan a cabo las ceremonias de pedidas de agua en los cerros, en muchas oca-
siones el día de la Santa Cruz, el 3 de mayo; hay una enorme cantidad de ejemplos
etnográficos de este tipo de rituales en muchas de las regiones de Mesoamérica,
pero por cuestión de espacio no los abordaré aquí.
126
El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
La abundancia/fertilidad
En gran parte de Mesoamérica la Montaña es concebida como un lugar de
abundancia, en donde hay toda clase de alimentos, agua, plantas y donde existen
todas las especies de animales e incluso, en algunos lugares donde la cultura he-
gemónica ha permeado esta idea, se encuentran una gran variedad de máquinas,
como por ejemplo electrodomésticos (Pitarch, 2006: 35 y 37). Estos bienes no tie-
nen una forma tangible, sino que lo que está en la Montaña son las “potencias
generativas y las semillas invisibles” (López Austin y López Luján, 2009: 100) de
todas esas cosas. Y no sólo eso: dentro de la Montaña se encuentran también los
poderes de germinación y crecimiento, esenciales para la vida.
Un claro ejemplo de la idea de la abundancia contenida dentro de la Mon-
taña es relatado por don Epifanio, un tiempero6 de una comunidad cercana a la
Ciudad de México:
En el volcán [Popocatépetl], en lo espiritual, hay todo. Ahí está nuestro se-
ñor Jesucristo y a él no le hace falta nada. Ahí tiene de todo, semillas y de
todo. Ahí está la abundancia y por eso tenemos que comer de ahí, del vol-
cán. Por medio de las nubes ya lo vienen a regar y ya nosotros tenemos el
pan de cada día. Es como si lo trajeran de allá, porque riegan, porque en lo
espiritual así es, y entonces, en lo material, pss también… Allá en el volcán,
le digo, de todo hay: calabaza, chile, maíz; de todos los alimentos hay. Ahí
está la gloria, se puede decir; hay ríos, agua, todo lo que necesita uno hay,
todo, todo. (Glockner, 2000: 146).
Al explicar don Epifanio un sueño en donde vio carbón, aclara aún más la
asociación de riqueza y abundancia vegetal:
Es una riqueza que ni nos imaginamos lo que hay. Ya en lo espiritual el car-
bón viene siendo riqueza para el hombre, pero ¿qué riqueza? Porque nomás
tiene [el Popocatépetl] carbón y buenos metales; aparte de eso tiene harta
riqueza para la humanidad, tiene maíz, frijol, calabaza, ésa es la riqueza
también (Ibidem: 153).
Esta noción de abundancia incluye implícitamente la idea de fertilidad, de
hecho, en los rituales de pedidas de agua normalmente también se pide fertilidad,
son aspectos que van de la mano y cuya fuerza reside en la Montaña. A menudo la
fertilidad a la que se alude en los rituales no es únicamente para los cultivos o las
plantas, sino también para las personas y los animales.
6 Los tiemperos son especialistas rituales de la región del Centro de México que principal-
mente se dedican a “manejar” el clima para tener lluvias adecuadas y así lograr buenas cosechas.
Son “llamados” por medio de un golpe de rayo y sobrevivir a este; a partir de este evento obtienen
sus conocimientos rituales y la obligación de trabajar para el bienestar de la comunidad. Según la
región, se les conoce con diferentes nombres, como graniceros, misioneros, trabajadores del tiempo.
127
Antropología Latinoamericana Contemporánea
128
El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
7 El escudo de la bandera mexicana se relaciona con la lucha cíclica entre las aguas y las
secas, ya que Águila y Serpiente son, cada una, símbolos de alguna de estas dos etapas del año. Los
tiemperos trabajan justamente porque haya lluvias adecuadas para que sus pueblos tengan alimen-
to suficiente, lo cual no se logra sin un, siempre precario, equilibrio entre lo ígneo y lo acuático,
entre las lluvias y las secas. Miguel Vassallo, (comunicación personal, mayo de 2016).
8 En la región de Morelos estudiada por Glockner y de la que proceden estos testimonios,
los misioneros son los especialistas rituales que, en otras regiones adyacentes a los Volcanes, se
conocen como tiemperos, graniceros o controladores del tiempo.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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El complejo simbólico de la Montaña, una propuesta conceptual
135
Antropología Latinoamericana Contemporánea
136
Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
Introducción
El tema de la muerte ha sido fundamental para los grupos humanos a lo
largo del tiempo y los territorios, por lo que ha sido estudiada desde distintas dis-
ciplinas y enfoques, el presente artículo pretende mostrar algunos avances de la
investigación en curso que estoy llevando a cabo en el posgrado en Ciencias Antro-
pológicas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia sobre los imaginarios
de la muerte en el catolicismo cultural mexicano, concepto desarrollado por Elio
Masferrer, el cual define a un grupo mayoritario de católicos que viven una reli-
giosidad poco ortodoxa por lo que, contrario al dictado, conciben la muerte como
un evento no definitivo que les permite abrir un espacio para la convivencia con el
muerto en una diversidad de rituales.
Uno de los motivos que atrajo mi interés por este tema fue la producción
actual que la industria cultural ha generado respecto al imaginario de la muerte en
México, ya sea en el cine con películas, por ejemplo, Coco en 2017, que retrata la
fiesta de los muertos en un ámbito rural, o el espectacular desfile de Día de Muer-
tos en la Ciudad de México construido para la película del agente 007, Spectre en
2015, o incluso en los símbolos utilizados en la creación de la muñeca Barbie Día
de Muertos diseñada por Mattel en 2019 y con su segunda edición en 2020, las
cuales han tenido un éxito de ventas rotundo (Vargas, 2020). Estas representacio-
nes formadas desde el exterior pueden dar la impresión de una homogeneidad
cultural, pero ¿realmente este tipo de productos culturales representan el imagi-
nario de la muerte para los mexicanos?
Esta investigación apuesta por indagar en la pluralidad y descubrir sus va-
137
Antropología Latinoamericana Contemporánea
riaciones, ya que como lo menciona Jorge Tirzo y Juana G. Hernández, los seres
humanos forman “…tantas culturas como grupos sociales existen, cada uno con su
propia historia, lógica y significación, convirtiendo a los seres humanos en sujetos
portadores de cultura: seres que comparten universos simbólicos que son cons-
tantemente socializados a través de procesos educativos” (2010: 13).
Por lo tanto, considero acertado partir de los procesos históricos de larga
duración braudelianos para vislumbrar cómo se han ido transformando los imagi-
narios relativos a la muerte y de esa manera comprender cómo están expresán-
dose en el siglo XXI para los habitantes de la Ciudad de México en sus prácticas
fúnebres.
En esta línea del tiempo es pertinente mencionar los aportes que plantea
George M. Foster respecto a los procesos de aculturación, pues algunas tradicio-
nes medievales hispanas siguen presentes en los rituales fúnebres; también es
importante rescatar los rasgos de la cultura de la pobreza, como lo esboza Manual
Marzal en su análisis sobre el catolicismo retomando el trabajo etnográfico de Os-
car Lewis pues también están presentes en los imaginarios de la muerte actuales.
La construcción del catolicismo cultural mexicano
Para comprender cómo se ha estructurado el imaginario de la muerte en el
catolicismo mexicano partimos de la definición de imaginarios sociales que sinteti-
za José Cegarra, la cual indica que:
Los imaginarios sociales constituyen esquemas interpretativos de la reali-
dad, socialmente legitimados, con manifestación material en tanto discur-
sos, símbolos, actitudes, valoraciones afectivas, conocimientos legitimados,
históricamente elaborados y modificables, como matrices para la cohesión
e identidad social, difundidos fundamentalmente a través de la escuela,
medios de comunicación y demás instituciones sociales, y comprometidos
con los grupos hegemónicos (Cegarra, 2012: 1).
Estos esquemas interpretativos se han forjado en el propio proceso de
construcción cultural, sobre el cual George M. Foster destacó que este tipo de
contacto se caracterizó por una disparidad en la fuerza y complejidad cultural en
la que la política colonial se encargó de implantar las normas de vida españolas
desde principios del siglo XVI hasta los primeros años del XIX, por lo cual es nece-
sario enfatizar que el concepto aculturación abarca “…tanto los procesos como los
resultados del contacto de culturas” (Foster, 1962: 27).
Cabe destacar que los invasores llegaron desde distintos puntos de la re-
gión, de acuerdo con “…los catálogos de viajeros recabados por Boyd Bowman,
estuvo conformada por 29% de andaluces, 19% de Castilla la Vieja, 18% de extre-
meños y 8% de Castilla la Nueva, y el resto de otros lugares de la península y de
Europa” (Malvido, 2006: 53). Lo cual es un indicador de la variedad cultural en la
cultura española, misma que surgió como producto de las diferencias climáticas,
138
Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
geográficas, así como de su propio proceso histórico (del cual se destaca la influen-
cia de la cultura musulmana, francesa e italiana, entre otras), que dieron origen a
subculturas regionales en la extensión del país con sus debidas diferencias políti-
cas, por lo que la transmisión cultural informal reflejó algo de las costumbres de las
distintas regiones españolas (Foster, 1962).
Otro resultado de este contacto cultural fue el establecimiento de las bases
de la desigualdad social fundamentalmente por dos factores, el primero apoyado
por la estructura medieval de la Iglesia Católica que “justificaba en la Edad Me-
dia un severo sistema de Clases, en el que cada grupo social desempeñaba su
particular función social y económica” (Foster, 1962: 21). Y en segundo lugar “la
antropología nos enseña que cuando un grupo tecnológicamente superior o más
aguerrido conquista a un grupo menos poderoso y se erige en gobernante, tien-
den a resultar diferencias de castas” (Foster, 1962: 21). En ese sentido, “…en Me-
soamérica, la Corona insistió en la separación espacial de la población indígena y
los colonos, y posteriormente en la organización de los indígenas en comunidades
centralizadas con su propia administración…” (Wolf, 1957: 7).
Una de las consecuencias más devastadoras de la conquista fue el exceso
de mortalidad como resultado de la importación de virus y bacterias que trajeron
los conquistadores en conjunto con algunos animales de granja y ratas, además de
las guerras y hambrunas provocadas por los cambios climáticos violentos e inun-
daciones que contribuyeron a la reducción de los pueblos originarios. Esto resultó
trascendental para el proceso de despoblación de México para un posterior re-
poblamiento con una mayor cantidad de migrantes ibéricos, africanos y asiáticos,
además del incremento de los mestizos en la Nueva España (Malvido, 2006).
En algunos casos para los nativos conversos al cristianismo las epidemias
dejaron de ser percibidas como un castigo divino y en cambio fueron vistas, en
cierta medida, positivamente como “…gracia de Dios, que les permitían conocer
la verdadera fe y morir en ella para salvar su alma. Ganaban la vida eterna y se
salvaban del maltrato y esclavitud de los españoles” (Mandujano et al., 2003: 17).
Este fue un terreno fértil para el desarrollo de la eficacia simbólica avocada a las
devociones marianas en los indígenas recién conversos.
Así, en 1531, cuando se produjo la epidemia por sarampión, iniciaron las
manifestaciones de “…la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y las subsiguien-
tes curaciones milagrosas de los indígenas…La salud que la imagen proporcionó a
los naturales fue juzgada tan notable que desde entonces se la tomó como pro-
tectora contra las enfermedades epidémicas” (Mandujano, et al., 2003: 17). Como
respuesta a los males epidémicos se desarrollaron otras devociones locales como
la Virgen de la Salud en Pátzcuaro, Nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala, Nuestra
Señora de los Remedios “Aunque especialmente venerada por los españoles, fue
invocada mediante un novenario para que cesara la pandemia de 1576 y 1577 que
acabó con cerca de dos millones de indios” (Mandujano, et al., 2003: 18).
En el caso de Xochimilco, lugar en el que he realizado trabajo de campo
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
El imaginario de la muerte
Las prácticas religiosas también están basadas en la cultura local y en la for-
ma particular de entender el mundo, por ello el concepto católico mexicano puede
entenderse como católico cultural, el cual enfatiza la diversidad cultural, y como
lo destaca Foster, la aportación de los colonizadores que difundieron su propio
catolicismo cultural de manera informal por lo que en el imaginario de la muerte
algunos de esos rituales continúan siendo practicados actualmente aunque en Es-
paña ya no tengan vigencia.
En el estudió de las normas de los procedimientos funerarios en dis-
tintas regiones de España, Foster encontró que algunas se apoyaban en “…
las supersticiones y en las creencias populares y… su origen [se encontra-
ba] en antiguos ritos paganos europeos más bien que en fuentes católicas”
(Foster, 1962: 247). En general, al enfermo se le proveía de la comunión
y la extremaunción con la intención de que mejorase, se le acomodaba un
crucifijo en las manos y “…al lado de su lecho se coloca[ba] una candela, a
la que frecuentemente se nombra[ba] de Jueves Santo porque fue encen-
dida en el altar el día del Mandato” (Foster, 1962: 248). De tener seguridad
en que la muerte era inminente se llamaba al sacerdote para aplicar la ex-
tremaunción, así como la solicitud de los servicios de una funeraria.
Para vestir el cadáver se elegía la mejor ropa, le cerraban los ojos,
cruzaban sus manos sobre el pecho y colocaban “…cirios en los cuatro ex-
tremos del féretro” (Foster, 1962: 248). El cadáver era velado durante toda
la noche para al día siguiente reunir al cortejo fúnebre y llamar a un cura
para cantar unos responsos, al finalizar se ponían en marcha para asistir a
la misa de cuerpo presente, al terminar se iban en procesión al cementerio
para efectuar el sepelio, una vez terminado regresaban a comer a la casa
del fallecido y enunciaban algunos rezos.
En las siguientes nueve noches consecutivas tanto amigos como pa-
rientes solían acudir a orar por el alma del desaparecido y cerraban la no-
vena “…con los sufragios de la última noche” (Foster, 1962: 249). Después
se realizaban misas mensuales que finalizaban al cabo del primer año. “La
participación de la familia en los ritos tradicionales del Día de Muertos [era]
más notable el año que sigue al deceso de uno de sus miembros” (Foster,
1962: 249).
Estas normas básicas de procedimientos funerarios los podemos
ubicar en la etnografía de Lewis Una muerte en la familia Sánchez (1969)
en la que relata paso a paso la muerte, velorio y entierro de Guadalupe, la
tía de los hijos de Sánchez en un entorno de pobreza por lo cual se revela
las dificultades que tiene para esta población llevar a cabo la serie de ritos
fúnebres. En este texto también detalla la celebración de Día de Muertos
en la que de acuerdo a las creencias “…las almas de los muertos, primero
las de los niños y después de los adultos, regresan a sus familias el día 1
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
1 Concepto que hace referencia a viviendas colectivas urbanas por las cuales
se paga una renta, tiene distintos tamaños albergando hasta setecientas familias,
algunas de éstas fueron construidas en los siglos XVI y XVII por lo que en los años
cincuenta se encontraban en situación ruinosa, además se presentan problemas de
desabasto de agua y otros servicios sanitarios elementales. Regularmente sus habi-
tantes provienen de distintos estados de la República (Lewis, 2012)
2 El Niñopa es una imagen del Jesús niño. “La palabra Niñopa es una forma
abreviada de decir “niño padre”, “Dios padre” o “hijo de Dios”, y Niñopan se puede
traducir como “niño del lugar”, porque la terminación náhuatl pan significa “dentro
o en”,2 y denota territorialidad” (Peralta Flores, 2004: 23).
3 La mayordomía es una estructura sociopolítica y religiosa creada durante
la Colonia con la finalidad de administrar los tributos indígenas y la organización
de las fiestas religiosas, actualmente su función contempla además de la organi-
zación, cubrir los costos de la fiesta colectiva pues forma parte del mecanismo de
redistribución de la riqueza dentro de las comunidades para mantener un equilibrio
socioeconómico, así como la adquisición de prestigio.
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Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
4 El bajío es una zona geográfica y cultural que abarca los estados de Querétaro, Guana-
juato, Aguascalientes y Jalisco.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
tendrá que ayudarlo a cruzar por un río. El cadáver también es calzado con huara-
chitos ya que el camino empedrado es lastimoso. También es importante colocar
dentro del ataúd un itacate5.
Alfredo López Austin (1980) detalla en su estudio sobre la cosmovisión na-
hua que también está presente la práctica de portar la vara en la mano y el itacate
como parte de la preparación para el camino hacia el inframundo y al Tlalocan,
donde servirían al Dios del agua. El tiempo que tomaba el viaje es incierto, no obs-
tante “…estos muertos llevaban alimentos, objetos para protegerse y acompañan-
tes para su viaje hacia el Tlalocan, como lo expresan los numerosos enterramien-
tos hallados en Tlatelolco, algunos de los cuales deben corresponder a los elegidos
por Tláloc (López Austin, 1980: 367).
Este tipo de práctica funeraria también sigue practicándose en Xochimilco
como me lo expresaron algunos de los informantes:
En el ataúd se le pone el itacate, aquí nosotros mandamos a hacer unas gor-
ditas como tlacoyitos y se colocan en una servilleta blanca, se hace su mo-
lotito y se le pone en el ataúd, es el itacate que va a llevar para el camino.
Aquí la señora con la que los mandamos a hacer nunca me la ha cobrado,
nos la ha regalado porque dice que es una ofrenda con que ella coopera,
incluso hasta la servilleta nuevecita blanca la señora las regala y ya manda
el itacate, al menos a las personas que conoce, porque la familia de mi es-
poso es originaria de aquí del pueblo, entonces eran muy conocidas (Edith,
comunicación personal, 21 de octubre 2020).
El imaginario de la muerte mesoamericana se expresa en los rituales fúne-
bres actuales como lo plantea el trabajo de Carlos Mendoza y Víctor Rosas (2019,)
que habla de Xochimilco y sus pueblos, o el de Alma Patricia Barbosa (2015), que
estudia el imaginario religioso mesoamericano, ambos mencionan prácticas fune-
rarias comunes en la preparación del cuerpo para el viaje con pequeñas diferen-
cias de objetos pero manteniendo el mismo simbolismo como: una sábana, un
cordón, dinero, un escapulario, una cruz en las manos, una vela, agua o alimento
para los animales sobrenaturales que se presentan en el camino.
Una variación interesante en la preparación del cadáver se presenta en el
pueblo de Santa Cruz Acalpixca en donde se restringe en la indumentaria el uso de
objetos de piel de cualquier tipo de animal:
No se les pone ropa de lana porque se dice que los borregos no los dejan
pasar, al igual no se les ponen zapatos ni nada de piel, porque se dice que
los animales reclaman su piel y no los dejan pasar (Mendoza y Rosas, 2019:
32).
5 Vocablo náhuatl que se refiere a una provisión de alimentos que puede portarse para un
viaje o que como muestra de afecto se le obsequia a una persona que asistió a una fiesta.
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Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
9 En marzo de 2021 presentarán el informe más actual que abarca hasta 2020.
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Los imaginarios de la muerte en el catolicismo cultural mexicano.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
Este texto tiene por objetivo analizar algunas versiones del difundido mito
de los mellizos que fueron registradas durante mi trabajo de campo en la región
del Ramal de la provincia de Jujuy (Noroeste Argentino) entre los años 2015-2020.
Distintas versiones fueron narradas por líderes políticos, pensadores y referentes
guaraníes1 del piedemonte andino y por habitantes del pueblo de Calilegua, lugar
de mis estadías de trabajo de campo. A partir de algunas de ellas, analizaré los pro-
cesos de transformación inherentes al relato mítico en cuestión que revelan la ac-
tualidad de aquello que Lévi-Strauss (1992) denominó dualismo en perpetuo des-
equilibrio y apertura al otro. Me detendré, particularmente, en algunos elementos
de las versiones registradas que resultan relevantes en el contexto periurbano y
marginal del Ramal donde se encuentra instalada la mega-empresa agro-industrial
Ledesma (inicialmente ingenio azucarero). Ante esta situación exacerbada de con-
tacto, la alteridad del hombre blanco, como contrapunto de la identidad pan-gua-
raní y/o indígena, se presenta como evidencia sensible ineludible y materia prima
para reflexionar a través de los mitos. Además, este texto reflexiona en torno a las
formas y los soportes a través de los cuales los relatos míticos circulan en un con-
texto contemporáneo y periurbano como lo es el Ramal jujeño.
Lejos de los contextos “ideales” de transmisión intergeneracional de co-
nocimientos, en varias oportunidades registré mitos e historias antiguas en situa-
ciones poco “tradicionales”. La primera vez que escuché acerca del mito de los
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
mellizos fue a través de un comentario de una mujer no indígena de Calilegua
casada con un hombre guaraní. Sin entender que el suceso que ella me estaba
narrando era de orden mitológico, le pregunté ingenuamente en qué año había
tenido lugar la pelea de hermanos a la que se refería. Ante mi pregunta, la mujer
aclaró que tal suceso era un mito y que formaba parte de las “creencias” de la gen-
te de Calilegua2. El mito de los mellizos es uno de los grandes temas de la mitología
americanista que emergió, en mi trabajo de campo tanto en contextos cotidianos
de modo fragmentario, como en ámbitos más formales (asambleas comunitarias,
talleres). Entre los guaraníes, como en los grupos amerindios en general, “el acer-
vo histórico y cultural, el universo místico y mítico se transmite de generación en
generación a través de la oralidad” (Hirsch y Alberico 1996: 125). Ahora bien, en
la actualidad, se observan nuevas formas de transmisión de estos conocimientos
tradicionalmente orales. Distintas versiones del mito circulan por redes sociales,
grupos de Whatsapp, páginas de Internet, fotocopias y cuadernillos apilados en
centros comunitarios.
La edición que habilita la escritura es la razón por la cual uno de mis inter-
locutores principales, Marcelo Cuellar, elige, muchas veces, enviarme los textos
que él produce o traduce. Marcelo Cuellar se desempeñó como mburuvicha raɨ
(vicepresidente) de la comunidad Kuape Yayemboatɨ de Calilegua, y en el 2016 fue
elegido mburuvicha (presidente). En el 2015 fue electo como delegado nacional
para representar a su pueblo, por la provincia de Jujuy, en el Consejo de Pueblos
Indígenas (CPI). Jacinto Pïkïtü Aceri es otro de mis interlocutores principales y un
referente guaraní que también produce textos escritos. Nacido en San Ramón de
la Nueva Orán (Salta, Argentina) en 1979, criado en Pichanal (Salta) y formado
en Comunicación Social en la Universidad Católica de Bolivia, Jacinto Aceri es el
actual coordinador del área de Comunicación del CCNAGUA (Consejo Continental
de la Nación Guaraní) y un referente intercultural que mantiene vínculos con los
mundos indígenas y no indígenas. Fue en sus viajes asiduos a Calilegua que lo
conocí. Jacinto y Marcelo, cual etnógrafos de su propio mundo, registran sus his-
torias y reflexiones, recopilan mitos e historias antiguas y transcriben las palabras
y enseñanzas de los ancianos. Como es de esperarse, no todos los guaraníes están
igualmente interesados en esta tarea que podríamos calificar de auto-etnográfica
o etnografía nativa (Reed-Danahay 1997). Sin embargo, todos se encuentran, en
mayor o menor medida, inmersos en redes sociales, talleres de lengua y cultura
guaraní y ámbitos comunitarios donde circulan no solo relatos orales —que sin
duda, continúan vigentes— sino también producciones escritas.
En varias versiones del mito de los mellizos que registré, los gemelos míti-
cos se convirtieron en los astros actuales kuaraɨ (el sol) y yasɨ (la luna)3. Algunos
cuentan que los gemelos eran dos varones, mientras que otros dicen que eran una
154
Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
pareja formada por un varón y una mujer. En otra versión muy difundida entre los
guaraní de Jujuy (Sarra 2020), los mellizos son los antepasados originarios de los
distintos pueblos guaraníes o de la amplia familia etno-lingüística tupí-guaraní. La
divergencia de versiones no debería resultar extraña, pues, tal como advierte Da-
niel Pierri (2013) para el caso mbya-guaraní, el conocimiento sobre cosmogénesis
y escatología constituye uno de esos “terrains vagues” (Carneiro da Cunha 2009
[1981]) sobre los cuales es difícil obtener consenso entre los indígenas. Dice René
Maluf, referente guaraní de Fraile Pintado: “yo por ahí te puedo decir una historia,
otro hermano te va a decir otra historia y capaz que la cultura se va a entremezclar
y la verdad que por ahí tenemos conocimientos vagos”. Él mismo cuestiona cuál
será “la verdad” entre la “infinidad de mitos y leyendas” que existen. Sin embargo,
en sus términos, todas las versiones tienen algo de verdad. Tal como afirma dicho
referente: “para mí todas esas [versiones] son aceptables, mientras se hable y ten-
ga presencia guaraní en esos relatos, siempre va a tener una verdad de por medio”.
La fluidez del discurso mitológico, evidenciada por la antropología, ha sido
asociada, en cierta medida, a su oralidad. Según Jack Goody (2010), los mitos pre-
sentan variaciones considerables en el tiempo y el espacio debido a las exigencias
propias de la reproducción oral. De esta manera, la “creatividad activa” (contar
algo más de lo que uno sabe) y la “creatividad pasiva” (rellenar las fallas de la me-
moria) intervienen en la elaboración y transmisión de relatos mitológicos (Hirtzel
2012). Ahora bien, Vincent Hirtzel (2012) consideró erróneo deducir que, de tales
procesos de transmisión, se produzca una rápida regeneración del contenido de
los mitos. Por el contrario, como el conjunto de mitos de los mellizos demuestra,
“lejos de corresponder a una ley de desorden creciente, la reproducción de mitos
en el tiempo sigue un compás lento” (ibid.: 89). Es debido a este “compás lento”
que el mito de los mellizos, ya registrado en el siglo XVI entre los tupinamba por
André Thevet (Métraux 1932), es actualmente narrado, transmitido y reproducido
por guaraníes que, como los de Calilegua, viven en contextos periurbanos margi-
nales, sin acceso a la tierra e inmersos, desde hace más de un siglo, en relaciones
capitalistas de producción. Ahora bien, lejos de inmutable a lo largo del tiempo, el
discurso mítico, siempre abierto a la alteridad, se nutre de nuevo material sensi-
ble: la diferencia con el hombre blanco, la unidad guaraní transnacional, la unidad
pan-indígena contemporánea, la conformación de entidades indígenas supra-étni-
cas y sucesos históricos como el despojo territorial.
El mito de los mellizos en la etnología americanista
Los mellizos míticos, popularizados en el ámbito académico por Métraux
(1932), se encuentran ampliamente difundidos y son los personajes más popu-
lares de la mitología amerindia (Chaumeil 2010). Nunca idénticos, se presentan
como opuestos y asociados a orientaciones, cualidades o intenciones contrarias.
En las versiones que registré, distintas dicotomías son vinculadas a los mellizos
míticos: día/noche, sol/luna, norte/sur, pueblos tupí/pueblos guaraní, Tatu Tüpa/
Tüpa Aguara, tatu rapua (armadillo esférico)/aguara (zorro), bien/mal, blancos/
indígenas, entre otras. El contraste entre el día y la noche (o entre el sol y la luna)
brinda una oposición concreta para pensar otras, como la separación entre los
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
4 Además de Hirtzel (2012), Lévi-Strauss (1992) y Métraux (1932), para distintas versiones
del mito de los mellizos recopiladas entre grupos tupí-guaraní a lo largo del tiempo ver: Barbo-
sa Rodrigues (1890), Barbosa Rodrigues y Pérez-Maricevich 1983, Bartolomé (1977), Cadogan
(1959, 1971), Danowski y Viveiros de Castro (2014), Litaiff (2018), Nimuendajú (1987), Nordens-
kiöld (2002 [1912]), Tomasini y De los Ríos (1978), Villar (2005). Para el caso andino y correspon-
dencias entre áreas culturales Amazonía y Andes, ver Ortíz Rescaniere (1985).
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Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
5 Años después noté, con sorpresa, que una versión casi exactamente igual estaba en un
libro de Elías Caurey (2012). Es probable que Marcelo haya extraído de este libro la versión que
me compartió. Elías Caurey y otros referentes guaraníes de Bolivia visitan, con cierta frecuencia,
las comunidades de Jujuy; los libros del pensador boliviano también circulan en Jujuy.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
forma que uno habla, lo delata a uno. Entonces la palabra está en la esencia. ¿Qué
es lo que dice Tüpa a través del ñee? Dice ‘yo voy a hablar y a través de mi voz, es
como que un pedazo de mí, de mi parte, me voy en palabra para darle vida a esto’.
Pero no estaría completo si solamente hablara, la palabra, entonces ahí aparece
otro Dios, que se llama el Arakuaa6, la razón, el dios de la razón, de la racionalidad,
entonces dice: ‘este que vaya y lo complemente para que también lo equilibre’.
Entonces desde ahí nace. Y curiosamente, la primera cosa que crean es a la mujer.
En la religión cristiana, es primero el hombre, y después dicen que después del
hombre, a partir de la costilla… y hay todo un cuento… que crea a la mujer. Pero en
este caso, es a la mujer primero. Y la mujer era tan hermosa, tan bella, tan, tan…
que de pronto los mismos creadores, de pronto, como que se enamoran de ella. Y
de ahí nace este mito de los mellizos. Entonces es por eso que el zorro y el tatu, el
aguara y el tatu, que es el armadillo, son dioses. Eran dioses para nosotros en los
orígenes, en el tiempo primigenio. Entonces como que de pronto se enamoran de
la creación y al final la mujer también termina concibiendo hijos del espíritu, sin
haber tenido ninguna relación. Igual que la virgen, ¿no?, en la religión católica. Es
casi la misma… no sé si va por ahí, pero en este caso, va por ese lado, ¿no? Y nacen
dos, y de pronto esta mujer, empieza a deambular buscando a los papás, porque
ya iba a nacer, ¿dónde estaban? porque solamente aparecían de vez en cuando
porque eran dioses, ¿no? Y la mujer entonces empieza a caminar por el monte,
que habían creado, y no sabía qué hacer. Y entonces de pronto uno de los niños le
habla desde el vientre de la madre, y le dice: ‘mamá es por este camino’. Entonces
las que son mamás deben saber que de ahí vienen los antojos también, ¿no? A
veces a los hombres también se les vienen los antojos, no solamente a las mujeres.
Hay algunos hombres que son ellos que quieren dormir todo el tiempo, a veces
quieren comer cosas, ¿no? Entonces de ahí venían los antojos. Entonces, ¿qué le
dice su hijo dentro del vientre? Le dice: “no, yo quiero esa flor”. Entonces todo el
tiempo sus ganas de flor, y la mamá entonces ya tenía una cantidad inmensa de
flores, y le dice ‘bueno, ya me cansé’ y se enoja. Entonces el otro le dice ‘bueno’ y
cuando ya le pregunta por qué camino es, ya el otro no le contesta, se ha resentido
el niño. Entonces la mujer se vuelve a perder nuevamente. Y cuando ya sigue en
ese camino, de pronto le habla el otro. Había sido que tenía dos niños, que eran
mellizos, ¿no? El uno era de un dios, el otro de otro dios. Y entonces él le empieza
a decir ‘este camino, este camino’ pero este segundo hijo no se guiaba tanto por
ir sintiendo las cosas sino por las cosas que veía. Eran unas flores tan lindas, pero
esas flores a veces tenían espinas. Entonces así otra vez la mamá se vuelve a cargar
de flores. Y así, al final también se enoja con el hijo, con el menor, y también no
le enseña el camino. Al final, llega a la casa del tigre, que dicen que antes lo tigres
eran también eran parte de la creación, o sea, nosotros podíamos interactuar con
ellos, que solamente se ponían su disfraz para salir a cazar. Entonces llegan ahí, y
los tigres, naturalmente, saben que comen, ¿no? Entonces cuando llega embara-
zada, estaba la tigresa, (…) la más vieja dice ‘¡pero qué has venido acá! mis hijos
son malos, te van a comer’, ‘es que ando perdida’. Pero ya no aguantaba porque
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Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
tenía que dar a luz. Entonces llegan los demás tigres de cazar y dicen ‘algo huelo
por acá’. Y no había la manera de ocultarla. Entonces, ¿qué pasa? Ya, pues, se la
comen a la mamá. Y la tigresa dice: ‘bueno, déjenme esos chiquitos para que yo los
coma porque yo no tengo dientes’. Entonces ella los cría a los niños, y como eran
hijos de dioses, crecían de una manera rapidísima. Al final se enteran de que como
había muerto su mamá, y entonces deciden vengarse, ¿no? De los tigres. Entonces
a un tigre lo convierte en río, al otro lo convierten en todo lo que tenemos ahora,
y ellos [los mellizos] se van al cielo. Uno se llama Kuaraɨ, que es el sol [‘kuaraɨ’], y
el otro se llama Yasɨ, que es la luna [‘yasɨ’]. Entonces uno va para cuidar la noche,
el otro el día. Entonces es por eso que desde ahí nos observan, son estos hijos. Es
por eso que hay un concepto… Para muchos puede ser que la luna es femenina y
el sol es masculino. Pero en este caso si acudimos a esta mitología, para el guaraní
serían ambos serían varones. Entonces fíjense, este es un poco el origen el mundo.
[Fragmento de disertación de Caurey, registrada en Libertador General San Martín,
año 2017].
Tal como se puede observar, la secuencia de este relato es, a grandes ras-
gos, similar a la de las versiones anteriores. Esta última versión presenta un mayor
nivel de detalle en cuanto a la descripción de los sucesos, escenarios y personajes
involucrados. La dualidad de los mellizos, asociada a cualidades contrarias, se en-
cuentra más detallada y explicitada. Por ejemplo, mientras que el primer mellizo se
guiaba por las cosas que sentía, el segundo era atraído por las cosas que veía. Este
suceso que parece ser anecdótico dentro del relato, ilustra una dicotomía que ad-
quiere relevancia entre los guaraníes: aquella que opone “ver/pensar/sentir7 con
el corazón” a “ver/pensar con los ojos”8.
Esta oposición entre modos de ver-pensar-sentir fue tema de reflexión y
debate entre los guaraníes oriundos de distintas comunidades y reunidos en la
Kuape Yayembuatɨ con el fin de planificar el curso mencionado, dirigido a público
karai. “Ver con las entrañas” es una traducción más ajustada, realizada junto con
el pensador guaraní Jacinto Aceri, de la difundida categoría nativa “ver con el cora-
zón”. Tal como me explicó, “ver con el corazón” no alude tanto al conocimiento al
que se accede desde el órgano corazón (pɨambɨte)9 sino a aquel que habilita el pun-
to de vista del órgano hígado (pɨa). Ambas palabras (pɨambɨte y pɨa) se conforman
en lengua guaraní a partir del morfema pɨa que se traduce en términos generales
como “entrañas”. Este morfema se utiliza para conformar una gran cantidad de
lexemas que refieren tanto a órganos del interior del cuerpo como a sentimientos,
emociones y actitudes asociadas a ellos. A partir de lo dialogado con Jacinto, “ver
7 “Ver con el corazón”, “pensar con el corazón” y “sentir” son utilizados como sinónimos.
8 En su etnografía sobre los candoshi de la Amazonía, Alexandre Surrallés (2009) registró
la expresión “ver con el corazón” asociada a la perspectiva candoshi sobre el mundo situada en
el órgano del corazón. Como postuló, “ver con el corazón” no se acomoda a la distinción entre
sensación y cognición: los mecanismos por los cuales los candoshi se apropian del mundo y actúan
en él, residen en el corazón.
9 Otra forma posible de traducir la palabra corazón es chörokoko. Sin embargo, este tér-
mino se utiliza solo para desginar al órgano biológico (Caurey y Ortíz 2011). Es por ello que nos
basamos en la otra traducción (pɨambɨte) que posee significado más amplio (no solo biológico).
161
Antropología Latinoamericana Contemporánea
con el corazón” podría traducirse más cabalmente como “ver desde el centro y el
interior del cuerpo (es decir, desde los órganos del pecho)” o “ver con las entra-
ñas”.
Según distintas teorías de amerindias, el conocimiento puede estar alojado
en distintos órganos y habilitar distintas capacidades perceptivas (Belaunde 2006).
A partir de la etnografía amerindia, Elvira Belaunde observó que el corazón es el
locus del pensamiento continuo y fluido: “Pensar con el corazón significa pensar
como un todo fluido, y no en pedazos desconectados” (2006: 212, traducción pro-
pia). En este sentido, “ver con las entrañas” o “con el corazón” implica un tipo de
percepción y conocimiento que va más allá de la evidencia directamente visible.
En términos nativos, esta capacidad perceptiva se opone a la forma karai (‘blanca’,
‘no indígena’) de ver “con los ojos”. En términos guaraníes, la apariencia visible de
las cosas responde a un efecto óptico tergiversado, lo cual resulta particularmente
evidente en el monte, donde una corzuela puede ser en realidad una mujer y du-
rante el arete guasu, donde un enmascarado puede no ser “una persona normal”
sino un antepasado o un ser no-humano. En sintonía con la etnografía amerindia,
“ver con las entrañas” permite acceder a la continuidad cosmológica y las cone-
xiones parciales que existen entre partes de mundos, entidades y tiempos. Esta
continuidad cosmológica se remonta a un tiempo mítico de creación de la tierra,
cuando de la gente primigenia surgieron no solo los grupos indígenas, sino tam-
bién los astros, jaguares, el maíz, etc.
La distinción entre sentir con el corazón y pensar con los ojos fue asociada
por Caurey a la oposición entre guaraníes y karai: mientras que los guaraníes “sien-
ten y ven con el corazón” (como el primer mellizo), los karai “piensan y ven con
los ojos” (como el segundo mellizo). Respecto del enfoque del curso que darían en
Libertador General San Martín, el intelectual de Bolivia orientó “hay que pensar
cómo ven los karai”. Fruto de ese debate, vimos, en el centro comunitario de la
Kuape Yayembuatɨ, la película Yvy Maraey del director Juan Carlos Valdivia (2013).
El argumento central gira en torno a la alteridad entre un cineasta europeo y un
líder guaraní que viajan juntos por el sureste boliviano para investigar y realizar
una película. En las escenas donde la alteridad entre los karai y los guaraníes era
más satirizada, los espectadores guaraníes reían con más ímpetu. En una escena
en la que el individualismo karai saltaba a la luz, una anciana guaraní de Salta que
estaba a mi lado —y que había conocido ese día—, me susurró al oído “ustedes
karai me dan pena”. La oposición entre las capacidades de “ver” de los mellizos
míticos es utilizada para contrastar el modo de ver de los karai y el modo de ver de
los guaraníes. Como se desprende, no se trata de una dicotomía estática sino de un
dualismo en movimiento que opera en distintos niveles, para reflexionar en torno
a la alteridad constitutiva de los mellizos y a la otredad del blanco.
162
Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
10 En la región colindante chaqueña, la figura del tramposo suele ser muy importante en el
arte verbal qom y toba-pilagá y suele estar encarnada en el zorro. Sobre el tema, Messineo (2014),
Wilbert y Simoneau (1975).
11 Según Métraux (1946), la existencia de una dupla de deidades (héroe cultural y su compa-
ñero, el trickster) en la mitología andina está sugerida en antiguas crónicas.
163
Antropología Latinoamericana Contemporánea
El aguara es el que peca y el tatu rapua el que [se] salva. Se juntan el bien y
el mal. (…) Hay dos espíritus ahí, que se unen, ¿no? Por eso es que muchas
veces el aguara hace asustar, grita en medio de la noche, asusta porque es
el alma de alguno, que nosotros le decimos aña en idioma. Aña es alma. En
cambio, tatu rapua es nuestro espíritu que está dentro de nosotros, algo
bueno, el bien. Y por eso ahí justamente nace un espíritu y nace el pueblo
guaraní. Una madre [de la] que nacen dos gemelos (…) Con esa leyenda nos
está diciendo donde estamos ubicados cada uno del pueblo guaraní y cómo
va surgiendo a medida que [pasa] el tiempo. [Fragmento de entrevista al
mburuvicha de la Kuape Yayembuatɨ, Calilegua, año 2019].
Además de deidad que interviene en la creación del mundo, los antepa-
sados guaraníes, además, pueden adoptar la forma de un zorro. Cuando le con-
sulté acerca de esta superposición de significados adosados a un mismo animal,
Marcelo me explicó que existen distintos tipos de zorros con distintas cualidades
cosmológicas. “De acuerdo a de qué color que sea el zorro, lo que representa”
afirmó. Mientras que el zorro negro se encuentra vinculado al personaje mítico
tramposo, el zorro de cara amarilla o blanca es asociado a los guaraníes. Los ante-
pasados pueden presentarse ante sus parientes vivos bajo la forma de este último
tipo de zorro, así como también pueden adoptar la apariencia de mulitas (tatu),
grillos y ratas. T0al como muchos de los guaraníes del Ramal recuerdan, la líder
guaraní Gloria Pérez solía bromear: “cuando ustedes escuchen ahí que anda un
zorro, soy yo que ando por ahí”. Un guaraní me contó que su abuela le solía adver-
tir que cuando “se escucha el primer ruido que imita al zorro, debe ser el alma de
alguien”. Las apariencias engañosas obligan a afinar las cualidades perceptivas al
máximo en un entorno altamente metamórfico.
En lo que refiere a la mitología, las peripecias del zorro tramposo que van
“desde la simple travesura hasta la maldad expresa” (Villar 2005: 188) son frecuen-
tes en la mitología guaraní. Entre otras, Villar enumera:
“(…) engaña al perro para devorar toda su comida. En otra ocasión mata a
Tatu-tüpa y se disfraza con la piel del armadillo para engañar a su esposa,
pero finalmente su artimaña es descubierta y las mujeres lo matan. Otra
vez el armadillo, el ñandú y el zancudo no lo invitan a una fiesta, y entonces,
despechado, incendia toda la zona. En otra oportunidad había dos herma-
nas muy bonitas. Aguara-tüpa sacude unas plantas en el camino volcándole
unas frutas podridas sobre Tatu-tüpa que queda feo y arrugado; así, llega
primero a la casa de las muchachas y consigue casarse con la más linda”
(Villar 2005: 188).
La picardía del zorro puede resultar útil en ciertos contextos en los que los
guaraníes deben interactuar con los karai. Por ejemplo, cuando tienen que ele-
gir quien va a asistir a una reunión importante con un referente político karai, es
frecuente la expresión “que vaya la más zorra” (es decir, la más pícara). En ciertas
interpretaciones de los mitos, el personaje del zorro tramposo es asociado al karai
(hombre blanco) que saca provecho de la inocencia de los guaraníes. Tal como re-
164
Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
lató Marcelo, los abuelos guaraníes contaban que, en cierta oportunidad, el zorro
quiso engañar a los animales del monte: prendió un fuego y preparó en una olla un
guiso, y cuando llegaron los demás animales, apagó rápidamente el fuego y les dijo
que tenía una “olla mágica” que calentaba y cocinaba sin necesidad de prender
fuego. Fue así que el zorro intercambió la “olla mágica” (cual espejitos de colores)
por la posesión de la tierra; al igual que el blanco, comparó el mburuvicha, engañó
a los indígenas. Transcribo una interpretación de otra historia del zorro tramposo:
El zorro representa más prácticamente al tramposo, en distintas partes de
la historia… no sé porque habrán puesto los abuelos que siempre el zorro repre-
sentaba eso en distintas partes de la historia. Por ejemplo, el zorro una vuelta se ha
encontrado una hojita que es diferente a todas las hojas que había encontrado en
el monte. Y fue y los hizo reunir a todos los animales del monte, y les había dicho
que él era el dueño de todas esas tierras porque él se había encontrado con esa
hojita de planta que era muy diferente por sus colores de las otras que había en
el monte. Y le daba el significado de que esa tierra era todo de él. Y los pajaritos,
todos, le habían creído que él era el dueño de eso, de esos montes. Y hasta que un
día una de las ardillas, o no sé qué animalito era, descubrió que había una planta
que era la que contenía esa misma hoja que el zorro había llevado y así que los ani-
malitos esos han recogido todas las hojas esas y le fueron repartiendo a todos los
animales del monte y se presentaron ante la asamblea diciendo que ellos también
eran los dueños de esas tierras también porque tenían las mismas hojitas que el
zorro tenía. Bueno, y ahí prácticamente le vieron, más prácticamente, la astucia
que tenía y el tramposo que era el zorro, y ahí nomás le hicieron una asamblea ge-
neral, como el guaraní que hace la asamblea, y era juzgado el zorro por mentiroso
y tramposo también en ese momento, ¿entendes? O sea, siempre representaba
como algo tramposo. Por ahí yo mirando este aspecto, por ahí representa al hom-
bre blanco para nosotros, ¿no? Cuando muchas veces viene a nosotros, a estas
tierras que acá estamos que son nuestras, y viene el blanco con un papel diciendo
que ‘esas tierras son de nosotros’, viene con un papel el blanco cuando nosotros
sabemos que esas tierras son nuestras, y que el papel es inventado por ellos, escri-
to por ellos, al beneficio de ellos. Yo lo interpreto así a esa historia del zorro, pero
siempre representa el zorro eso.
En determinados contextos, el zorro permite pensar la alteridad y el ac-
cionar ilegítimo (y tramposo) del blanco y, por ende, oponer blancos e indígenas
(o karai y guaraníes). En otras situaciones, las características del zorro se vinculan
a actitudes y cualidades humanas en general (y por tanto, también guaraníes).
En este segundo sentido, oponen lógicas o modos que desdibujan la dicotomía
anterior (karai/guaraníes). La figura del zorro también otorga contenido a otras
dicotomías: bien/mal, día/noche, muertos/vivos. Más que oposición estática, nue-
vamente nos encontramos frente a un dispositivo relacional que sirve para pensar
actitudes, lógicas, contrastes, alteridades y desigualdades históricas.
Finalmente, haré referencia a una versión del mito de los mellizos narrada
por Marcelo Cuellar que permite, al igual que los relatos del zorro, comprender
ciertos procesos socio-históricos. Si las historias del zorro sirven para interpretar
165
Antropología Latinoamericana Contemporánea
el despojo territorial, una versión del mito de los mellizos explica la conformación
actual de entidades étnicas transnacionales, como el CCNAGUA que engloba a los
pueblos guaraníes de Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil. En una fotocopia que
Marcelo compartió en una asamblea, él narraba en siguiente relato:
“Cuenta la leyenda la vida de Tupí y Guaraní, dos hermanos gemelos que
enemistados por culpa de las continuas peleas entre sus mujeres debieron sepa-
rarse. Tupí se dirigió al Norte mientras que Guaraní se dirigió al Sur. Los arqueó-
logos hablan de los Tupí-Guaraní, dos pueblos unidos por el mismo idioma y las
mismas costumbres. En sus caminos en la búsqueda de la tierra sin mal se asentó
una parte en Paraguay, Misiones y el Norte Litoraleño de Corrientes. Otro grupo
migró a Bolivia y Noroeste Argentino”.
En esta transformación del mito, ciertamente difundida en Calilegua, los
astros celestes son conmutados por los antepasados de los tupí-guaraní. Esta
transformación no parece casual si tenemos en cuenta que Calilegua es punto de
encuentro de visitantes guaraníes oriundos de diversas regiones, calificado por
Jacinto Aceri como lugar privilegiado de “despertar guaraní” donde, en asambleas,
talleres y espacios comunitarios, los guaraníes se reúnen para reflexionar y situar-
se en la historia. La consciencia de unidad pan-guaraní es, así, propiciada y pen-
sada desde este punto del mapa situado a dos kilómetros de Libertador General
San Martín, epicentro de la empresa Ledesma, paradigma del modo karai de re-
lacionarse con el entorno y, por ende, contrapunto para pensarse como pueblo
indígena.
Palabras finales
No existiría el día sin la noche, o no existiría el bien sin el mal, o sea,
no tendría razón.
En la religión cristiana no existiría Dios si es que no tiene su enemigo,
que es el Diablo,
o no existiría cielo sin infierno.
Ustedes también no serían maestros si no hay a quién enseñar.
No habría médicos si no hay enfermos.
Son lógicas que a veces nos llevan a pensar.
[Referente guaraní en un taller en Libertador General San Martín, año 2017]
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Transformaciones y nuevas formas de transmisión del mito de los mellizos en Jujuy
(ibid.: 155).
Los distintos modos en que se concibe la historicidad nos conducen a un
debate ya clásico de la disciplina, suscitado por la oposición levistraussiana en-
tre sociedades frías y sociedades calientes. Tal como sostiene Lévi-Strauss en sus
famosas aseveraciones, mientras las primeras “se bañan en un fluido histórico al
cual se esfuerzan por permanecer impermeables”, las segundas “interiorizan la
historia para convertirla en el motor de su desarrollo” (Charbonnier y Lévi-Strauss
1968: 34). Sin proclamar que se trate de un mecanismo frío que oblitera el paso
del tiempo, puede pensarse la transformación del mito de los mellizos en Jujuy
como efecto de la lógica mítica que actualiza el relato en el contexto de globaliza-
ción de la cuestión indígena y de proliferación de discursos sobre una hermandad
panamericana, dando la sensación de que las cosas siempre fueron así aunque los
escenarios y actores hayan cambiado.
Actualmente, la diferencia entre la historicidad karai y la guaraní es enfa-
tizada por líderes y pensadores indígenas para quienes las distintas versiones del
mito narran una historia verdadera por oposición a la historia de los historiadores
en general y a la etnohistoria chiriguana en particular. No obstante, esta oposición
no es, necesariamente, asociada al contraste entre escritura y oralidad. En efecto,
como ya mencionamos, algunas versiones del mito de los mellizos circulan y se
transforman en Internet, redes sociales, fotocopias y libros, y son recuperadas “en
boca” de pensadores nativos. No sería prudente, sin embargo, deducir de este
hecho la irrelevancia del soporte para transmitir los relatos mitológicos. Considero
que, al igual que la oposición entre el día y la noche, el contraste entre escritura y
oralidad son “lógicas” que “llevan a pensar”.
En varias oportunidades, al comienzo de mi trabajo de campo, Jacinto se
reía amistosamente de mi manía de registrar todo en mi cuaderno y no aceptaba
ser grabado por mí con el propósito explícito de enseñarme otro modo, no acadé-
mico karai, de comprensión y de acceso al mundo guaraní. La escritura, en manos
de una antropóloga karai, se oponía, en ese caso, al modo nativo de concebir la
historia y dificultaba el acceso al mundo guaraní. Ahora bien, la escritura, cuando
es realizada por los propios guaraníes, puede constituirse como una herramienta
apropiada (en el sentido tanto de ‘hacer propio algo ajeno’ como el de resultar
adecuada) para reflexionar mitológicamente. Sin duda, se trata de un asunto de
discusión entre los propios guaraníes, que no se encuentra cerrado, al igual que
una gran cantidad de temas de debate que tienen lugar en asambleas y centros co-
munitarios: la relación con los blancos y las “cosas” de origen blanco (alimentación
envasada, música como la cumbia y el reggaetón, vestimenta urbana) son, en cier-
tos momentos, rechazadas (aunque muchas veces inevitablemente incorporadas),
y, en otros momentos, celebradas y apropiadas bajo lógicas propias (a tal punto
que el origen blanco de ciertas personas y cosas puede borrarse). La escritura (y la
utilización de soportes digitales) ocupa ese lugar ambivalente, entre el rechazo y
la apropiación, que permite tanto diferenciarse de los blancos como devenir par-
cialmente blanco pero sin jamás dejar de ser guaraní. La circulación de mitos por
Internet y en soportes escritos diversos nos revela, una vez más, la apertura ame-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
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1 El concepto de clase alta no se utilizará en este trabajo ya que mi interés es trabajar los
extractos sociales altos como sistemas culturales privilegiados
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
2 Aunque subjetivas, una vez que se vuelven exitosas deben considerarse parte de las prác-
ticas de las personas; es decir, afectan concretamente la vida de los sujetos, potencian en ciertas
direcciones y limitan en otras la imaginación social acerca de los modos de actuar, percibir y
significar (Grimson 2011).
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
cierta posición o estatus social. Debemos entender este proceso cultural se desa-
rrolla desde el aprendizaje, como punto de partida se da desde el compartir y la
transmisión de la relación de las normas ideales y las conductas reales, como sis-
tema adaptativo nos conducen a comprender, que la cultura no solo construye un
sentido de pertinencia e integración, sino que los procesos de cambio han estado
presentes.
La onomástica humana sirve para cubrir una primera necesidad de diferen-
ciar a unas personas de otras. El llamado nombre de pila sirve, en nuestros días,
para diferenciar personas, empezando por los propios hermanos entre sí, pero no
siempre ocurrió de tal manera y, aún hoy, el nombre de pila sirve, además, para
halagar al padrino de Bautismo, dándole su mismo nombre al ahijado, o para re-
cordar al abuelo difunto o a un personaje admirado por los padres. También sirve
el nombre como elemento integrador de quien lo ostenta en la comunidad en la
que vive, y así nos encontramos con multitud de hombres llamados
Los apellidos son un bien simbólico, tan cercano a las personas y a la vez tan
complejo como la identidad misma. Su estudio permite ingresar al conocimiento
la sociedad por una puerta cotidiana, personal que al mismo tiempo tiene que ver
con un conjunto de percepciones, prioridades y preocupaciones de la sociedad en
su conjunto. Estas percepciones vienen normalmente de una larga tradición. Son
en definitiva parte de los símbolos colectivos que ha construido una sociedad para
identificar y tal vez clasificar a las personas.
Es importante resaltar que existe en el imaginario sobre lo que se entiende
como Nobleza en México, considerándose los sistemas culturales privilegiados he-
rederos de situaciones y valores derivadas de una conciliación cultural que resultó
en una gran diversidad de formas familiares. Las normas y valores que formaban
parte de diferentes lógicas culturales se plasmaban en prácticas concretas en los
diferentes tiempos y lugares, “que producían morfologías familiares especificas en
las distintas etapas de los ciclos de desarrollo de los grupos domésticos” (Robi-
chaux, 2007).
La manera de vivir de la humanidad ha cambiado drásticamente en los últi-
mos años y se puede percibir cómo diariamente se presentan transformaciones en
la manera de hacer las cosas. La tecnología permite actividades que hace unas dé-
cadas eran impensables. Los habitantes de las diversas urbes se empeñan en una
carrera sin fin por obtener los últimos avances: aparatos electrónicos que hacen
un sin número de maravillas.
Actualmente, aún si se vive en países con un régimen democrático y repu-
blicano en que la nobleza fue abolida como clase social, ella tiene un papel que
cumplir en la dirección de la sociedad. Los nobles, dentro de la vida civil, aunque
no ejerzan ya la militancia feudal, deben sin embargo continuar siendo comba-
tivos. Ellos tienen la obligación de hacer oír su voz, pues su palabra y sus actos
repercuten intensamente.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
monios nobiliarios es muy anterior, como también lo son las primeras manifesta-
ciones de la formación de los señoríos. (Borge, 1996:265).
Ese desarrollo señorial nobiliario es paralelo “también al desarrollo de la ar-
ticulación entre el poder regio y el poder nobiliario en torno a las tenencias (Borge,
1996: 265-266)”. Por tanto, para fines del siglo XII los nobles aparecen denomina-
dos por su nombre y su apellido e identificados como de un lugar de procedencia
determinado. Es decir, el noble es señor de ese lugar o es lugarteniente o se iden-
tifica con ese lugar por ser su lugar de procedencia o el centro de sus dominios
o un lugar que a sus ojos y los de los demás se relacionan claramente con él. Ese
apellido identificador pasará a sus descendientes de forma que la familia se vincu-
la a un determinado centro.
A su vez, ese centro se concreta generalmente en una casa y muy frecuen-
temente esa casa será una casa fuerte, una fortaleza. También se usa el término
solar “para referirse a esa vinculación a un lugar determinado. Vinculación que
tiene un contenido real y también un valor simbólico (Pidal R. M, 1993:145)”.
Así, el apellido constituye un símbolo de identidad de la familia, y esa iden-
tidad se refuerza además con otros símbolos, como son los emblemas o escudos
familiares, cuyo uso comienza a darse igualmente en esos momentos entre la alta
Nobleza:
Los cambios antroponímicos y los emblemas heráldicos son signos que ex-
presan cambios más profundos en la constitución y organización de las fa-
milias nobles. Frente a los grupos amplios de parientes característicos de
tiempos anteriores, los apellidos y los emblemas marcan una individuali-
zación de las familias determinada por la sucesión de los padres por los hi-
jos varones. Una sucesión agnaticia frente a la sucesión cognaticia anterior
(Duby, 1977:173).
Se ha visto en ese hecho un punto de inflexión hacia una organización de
linajes en sentido tal y como la hemos definido arriba, pero es necesario matizar
que no podemos atribuir al conjunto de la Nobleza en general los elementos que
son característicos de la alta Nobleza, o incluso sólo de un sector de la alta Nobleza.
Suele considerarse que, a partir de esas fechas, en torno a finales del siglo
XII o comienzos del XIII, los apellidos identificadores van heredándose por vía mas-
culina, de manera que las familias se identifican e individualizan a través de dicha
vía. Son los hijos varones generalmente los mayores los que asumen las atribucio-
nes simbólicas de la familia, el apellido, los emblemas y también la fama pública, el
recuerdo de los antepasados y sus hazañas que, de una u otra manera, van trans-
mitiéndose de unas generaciones a otras a través de los varones.
Como nos señalan Le Goff y Dubby, no todos los sectores de la Nobleza fun-
cionaban así. Entre la Nobleza media e inferior las cosas fueron menos lineales y
se presentan variaciones, no es extraño encontrar familias en las que alguno de los
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
lución ya que incluso recordemos el refrán: “dime tu nombre, sabré quién eres”.
El nombre es nuestra primera señal de identidad, aquello que nos identifica
y proporciona identidad. El apellido es hereditario, se sabe desde que se nace,
aunque el nombre es de libre elección. Nuestros descendientes lo llevarán toda la
vida y dirá mucho de ellos y de nosotros, tanto, que delatará nuestros gustos cul-
turales y origen social y en algunos países tendrá un papel no desdeñable en sus
perspectivas de futuro.
Son tan importantes los nombres y apellidos que cuando entrevista a un
infórmate lo primero que remarcaban era su nombre y sus apellidos, consideran
una distinción y una muestra de que tuvieron un pasado con origen prestigioso. Al
respecto, Borge explica que:
En cuanto al origen de estos apellidos nos tenemos que remontar a la Edad
Media, siglos XIII y XIV, cuando las familias nobles combinaron el uso primi-
genio de los patronímicos, los apellidos derivados del nombre paterno, con
el topónimo de los señoríos o tierras de procedencia. Una fórmula que con
el tiempo perdió su sentido original al hacerse fijo el patronímico, pero que
sirvió para distinguir ramas entre las grandes casas, dando lugar a varian-
tes como los Núñez de Lara, Manrique de Lara, González de Lara, etcétera.
Fue por tanto una solución que evitaba gran parte de las homonimias resul-
tantes al usar un sólo sobre nombre. (Borge, 1996: 145).
De hecho, podríamos considerarlo como un sistema alternativo y precursor
del nuestro actual, que opta por componer apellido paterno y materno. Podemos
afirmar que las circunstancias que rodearon el nacimiento de los apellidos com-
puestos fueron tremendamente diversas. Algunos, los menos, tienen sus raíces
en los linajes medievales, mientras que otros muchos se combinaron por diversos
motivos en diferentes fechas, lugares y en personas de toda condición, siendo un
caso particular el hispano y, por consiguiente, el surgido durante la época colonial,
de manera que actualmente hay muchos apellidos hispanos con la terminación
“ez”, como López, Martínez, Fernández, etcétera. Esta terminación significa “hijo
de”, cuyo origen viene del idioma vasco o euskera y se introdujo en la Edad Media.
Así, López es hijo de Lope, Martínez es hijo de Martín y Fernández es hijo de Fer-
nando.
Otro elemento importante de permanencia social que surgió en la Edad
Media fue la herencia, este es uno de los elementos claves que determinan las
estructuras de parentesco. Se heredan, como lo hemos mencionado, el apellido, y
en muchas ocasiones, la fama pública, la gloria de los antepasados, pero también
los bienes materiales y, entre ellos los más importantes, las tierras y los vasallos
que son el centro del poder en el sistema feudal. “el sistema que regía las sucesio-
nes hereditarias durante gran parte de la Edad Media, hasta la “introducción del
mayorazgo, y para la mayor parte de los sectores nobiliarios destacando que las
mujeres heredan y dejan en herencia en igualdad de condiciones, en principio, que
los varones” (Beceiro & Córdoba de la llave, 1990: 93).
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
3 Los VAM son aquellos sistemas culturales de prestigio que pierden todo capital económi-
co, sin embargo, su capital simbólico es su pasado cultural que se consolida con la historia de su
apellido.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Dentro del trabajo encontré que los entrevistados para autoadscribirse re-
fieren a elementos simbólicos: hacen referencia a la pertenencia a un grupo de
privilegiados descendientes de un antepasado de alcurnia con títulos nobiliarios.
Los participantes se consideran con un pasado histórico como continuidad de lo
que consideran herencia cultural, siendo los valores y la familia tradicional lo más
importante de resaltar, ya que la clase alta remite a linajes: sus parientes actuaron
en la fundación del país, su trayectoria es antigua, no reciente, por lo que se trata
de familias tradicionales, las cuales tienen varias generaciones en el país.
A su vez, las “grandes familias” están relacionadas con la posesión de la
tierra. Las “familias tradicionales cimientan su origen en la gran propiedad agrícola
de principios de siglo y en la fundación de la patria, atando su destino a ambas y
recogiendo una dimensión histórica profunda, socialmente instalada, que vincula
al campo” (Gessaghi, 2014:37), siendo recurrentes indicadores de sus antepasa-
dos europeos o/u árabes, así como indicadores sobre estilos de vida, como los
educativos. Si tomamos en cuenta que las bases del gusto y los hábitos culturales
están tan relacionadas con la estratificación social, y con un ejercicio individual de
auto-realización, podemos decir, que “los individuos al tener acceso a un mayor
rango de opciones, se alinean ellos mismos con aquellas colectividades en las que
consideran que van a poder formar y recrear sus identidades más cómodamente”
(Giddens, 1991; 127).
Los entrevistados cómo la familia Cabeza de Vaca Inclán, los Hamud, los
Escárcega consideran que son privilegiados, como se definen ellos: “somos los que
tenemos origen”, “somos de familia” para hacer referencia a que hay individuos
que llamaríamos el “nuevo rico”, el cual posee en el momento en que se constitu-
ye como tal, un ingreso económico de magnitudes considerables que le permite
acceder a bienes de consumo con holgura.
Siendo además fastuosos, necesitan demostrar que tienen poder adquisiti-
vo de alguna manera, llamando la atención, con coches o casas llamativas, ropa de
precios elevados, pero sin saber combinarla. Sin embargo, dentro de las familias
tradicionales encontramos una diversidad de situaciones: altos salarios a veces,
bajos salarios otras, pero una gran fortuna o riqueza acumulada colectiva o indivi-
dualmente a lo largo de las generaciones: propiedades, obras de arte, empresas,
etcétera, que forman parte de un extenso capital que se hace necesario conservar.
Muchas veces encontramos la falta de salarios o de ingresos en el presente
detrás de la frase mucho apellido, pero poco dinero, pero es en el historial familiar
donde descansa el desahogo de la posición social individual de cada una de estas
familias tradicionales. Los indicadores de prestigio y distinción en los sectores VAM
son elementos necesarios de retomar en el campo de la antropología, si bien la
ciencia antropológica se dedica a entender la cultura de los “otros”, también es
necesario entender la cultura de “nosotros”.
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
Aristocracia Económica
La diferencian entre la aristocracia de sangre y la aristocracia económica; el
termino nace desde el momento que los matrimonios de las familias con abolengo
se relacionan con familias que no tiene pasado, pero tiene poder adquisitivo, es
decir, el control sobre el dinero se mide por la capacidad del cónyuge para deci-
dir sobre su uso, y de gastarlo autónomamente, para necesidades personales y
comprar bienes excepcionales o caros y se intercambian por el prestigio de valor
histórico y cultural del apellido.
De esta manera, en primer término, se puede identificar una forma de di-
ferenciación social que transcurre en torno a la distribución y utilización de bienes
y servicios en la esfera mercantil, que remite al poder de disposición que se tiene
sobre éstos, tanto en términos de posesión como en sus posibilidades de valori-
zación.
Por lo que se debe concebirse en términos de status, es decir, como ubica-
ciones en una escala de prestigio social. Esta propuesta será desarrolla durante la
realización de esta investigación considerando que los grupos sociales que estudia-
mos les interesa más el prestigio y estatus social por medio de elementos simbóli-
cos como es el apellido y el objeto como parte de pertenencia cultural.
Por lo que, la “imagen de sociedad” que se estructuraría en los sectores
VAM, si bien implicaría una percepción jerárquica de la estructura ocupacional, sus
posiciones, conflictos y movimientos ascendentes o descendientes serían interpre-
tados en relación a esfuerzos e iniciativas individuales, y no a partir de la relación
entre clases sociales. Por último, cabe mencionar los factores que actuarían como
mecanismos que impulsan la diferenciación interna de los sectores medios, que se
ligarían, por una parte, a las diferentes capacidades de mercado que presentan sus
miembros, factor mediato y, por otra, a distinciones en las relaciones que operan
en el seno de la división del trabajo, factor inmediato.
Las culturas poderosas requieren de la presencia de otro diferente y diferen-
ciado. La diferencia es siempre situada, lo que quiere decir que adquiere sentido
desde el lugar en que se establecen las fronteras de lo que significa esta diferen-
cia. La alteridad, pues, ha sido pensada, en términos generales, como diferente,
y esa es una tendencia que hoy se intensifica. El paisaje mediático reconfigura y
descentra el lugar para pensar al otro, pero se esfuerza en mantener la estabilidad
simbólica que le otorga la certeza de un “nosotros expandido” frente a los “otros
localizado”.
Por lo que “el ser consciente del mundo supone la formación de ideas sobre
los objetos existentes, fundamentalmente con aquellos con los que se mantiene
alguna relación, entre ellos el pensarse a sí mismo como un yo integrante de gru-
po, es decir, la imagen de identidad social e individual” (Collin, 1999: 60).
En México, en el artículo 12 de la Constitución de los Estados Unidos Mexi-
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
Teresa y Dolores Miranda, su abuelo fue Fernando de Teresa y por parte de madre
José López Portillo y Rojas y José López Portillo y Weber, abuelo y padre del ex
presidente, ambos académicos y políticos jaliscienses así como familiar del empre-
sario minero Silvester López Portillo, quien vivió en México en el siglo XVIII y fue
condecorado como Caballero de la Orden del rey de España, Carlos III. Por lo tanto,
Rafael Tovar y López-Portillo tiene los siguientes títulos nobiliarios: “Comendador
y Gran Oficial de la Orden al Mérito Civil del Reino de España, Gran Cruz de la Or-
den de Isabel la Católica marcado número XX, Gran Cruz de la Orden de Alfonso X
“El Sabio”, Collar de la Orden de San Raimundo de Peñafort, y Collar de la Orden
de Carlos III” y por último, en 2015 Rafael Tovar y López-Portillo pudo culminar
el proceso legal para ser designado como el legítimo VI conde de Gustarredondo
(Quiroga, 06 de diciembre de 2017).
Estos son algunos personajes públicos que en la actualidad tienen títulos
nobiliarios, ya sea en México o en exilio. Tengo que mencionar que Elena Ponia-
towska y Rafael Tovar y López-Portillo han estudiado en escuelas públicas del país.
En nuestra búsqueda encontramos que también por las redes sociales hay un gran
movimiento llamado: “Apoyamos el regreso de la Monarquía a México”, encabeza-
do por personajes como Margarita Zavala Gómez del Campo de Calderón, que fue
candidata independiente a la presidencia del país.
Teniendo en cuenta lo anterior, la aristocracia de sangre en México se sien-
ten de ascendencia noble, ya que no sólo son herederos de apellidos sino también
de títulos nobiliarios, a lo que se suma la reproducción del mundo medieval en la
contemporaneidad, buscando representar una sociedad con estatus y buenas cos-
tumbres, donde su pasado nada tiene que ver con el pasado indígena, solamente
con el castizo o colonial. Cuando “el relato mitificado propone una lectura de los
diferentes segmentos sociales y erige al mestizo como símbolo de una identidad.
Las herencias, india y europea de los mexicanos, aparecen resimbolizadas. El mito
proporciona una explicación de la situación de contacto, que incorpora, referentes
resemantizados de las mitologías nativas, de las mitologías nativas” (Collin Har-
guindeguy, 2008:12)
De esta manera el reconocimiento de los sectores VAM se vincularía a una
perspectiva cognitiva signada por una paradoja crucial, en la medida en que trans-
curre mediante una negación de la existencia de las clases, asociándose, por el
contrario, a una imagen de la sociedad que reconoce la responsabilidad y el logro
individual como los ejes de las posiciones y la movilidad social.
Por lo que, la “imagen de sociedad” que se estructuraría en los sectores
VAM, si bien implicaría una percepción jerárquica de la estructura ocupacional,
sus posiciones, conflictos y movimientos ascendentes o descendientes serían in-
terpretados en relación a esfuerzos e iniciativas individuales, y no a partir de la
relación entre clases sociales.
Por último, cabe mencionar los factores que actuarían como mecanismos
que impulsan la diferenciación interna de los sectores medios, que se ligarían, por
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
una parte, a las diferentes capacidades de mercado que presentan sus miembros
factor mediato y, por otra, a distinciones en las relaciones que operan en el seno
de la división del trabajo factor inmediato. Los sistemas culturales privilegiados
construyen su identidad y sus fronteras a partir del imaginario hispano de lo me-
dieval. Para este sistema cultural es importante reproducir y legitimar los ideales
de la Nobleza Medieval Europea como parte de ese pasado histórico familiar vin-
culado al nombre y a los apellidos, reforzando la idea de familia, es en ésta donde
se gesta la continuidad del linaje, siendo el nombre y los apellidos los indicadores
de identidad y esencia del grupo cultural.
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“Yo me llamo y apellido”. Eficacia simbólica de los nombres y apellido.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
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La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
Introducción
Existe una corriente que sostiene que las prácticas religiosas de los pueblos
mayanses son, si no francamente patriarcales, sí preeminentemente masculinas.1
En este trabajo diacrónico no intento idealizar el pasado y presente de estos pue-
blos indígenas, postulando una idílica e inexistente igualdad de género. Sostengo
que, en múltiples ocasiones, el papel de las mujeres en las prácticas religiosas ma-
yas ha sido invisibilizado e infravalorado, ya que los etnógrafos y etnohistoriado-
res –incluso las que son mujeres– las han analizado con una fuerte carga de clase
y/o género, donde las labores tradicionalmente femeninas se consideran nimias
y no se han valorado en su justa dimensión. A mi juicio, tampoco se comprende
cabalmente que en muchas de esas prácticas religiosas hay dos momentos ritua-
les: uno masculino y otro femenino (algo que por cierto está enraizado en la idea
mesoamericana de complementariedad); por ejemplo, la parte femenina de cier-
1 Más adelante ilustraré, dentro del segundo de los casos a analizar, cómo se ha afirmado
lo anterior.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
tos rituales es descrita en algunas etnografías como una simple preparación de los
alimentos.
Es necesario aclarar que no intento analizar el conjunto de las relaciones
de género entre los pueblos mayanses, ni siquiera analizar cómo estas se refle-
jan en la religión de estos; mi propuesta es más modesta, simplemente intentaré,
mediante tres casos, mostrar la relevancia del papel de la mujer en la ritualidad
tradicional maya, asimismo, para ilustrar la complementariedad mesoamericana
entre roles de género, subrayaré las partes masculinas de un oficio –que en dicha
región se considera– eminentemente femenino.
La “pozolera diabólica”
Haciendo una investigación sobre el pozol2 –que implicaba, además del tra-
bajo de campo, revisar diversas fuentes y literatura académica de lo que lato sensu
conocemos como Área Maya– en un libro de Laura Caso Barrera; obtuve la infor-
maciónun documento del siglo XVI donde era mencionada una mujer que partici-
paba en –lo que los españoles llamaban– actos idolátricos. Una de sus funciones
era la preparación de una bebida ritual, similar al pozol de cacao contemporáneo.
Caso Barrera hace una atinada reflexión en la parte de su texto donde ana-
liza el documento:
Hasta el momento se le ha dado poca importancia al papel que tuvieron
las mujeres como impulsoras y difusoras de sus costumbres y tradiciones.
Respecto a la religión, se piensa que tuvieron un papel secundario y que su
participación se limitaba a las ceremonias relativas al ámbito hogareño. Por
el contrario las fuentes nos muestran que las mujeres impulsaron la prác-
tica de rituales más complejos, que estaban fuera del espacio doméstico.
(Caso, 2002: 111)
Hoy debemos preguntarnos: ¿hay que suscribir con Caso Barrera que las
mujeres tuvieron –y tienen– un papel más complejo en las prácticas rituales mayas
de lo que se pensaba? Puedo responder desde ya afirrmativamente. Pero, como
muchos historiadores, Laura Caso habla (escribe) en pretérito, sin tomar en cuenta
que los pueblos mayas no se evanescieron y que ahí están como realidad palpable
que incluye, en una de sus aristas, sus prácticas rituales contemporáneas donde la
mujer tiene un papel destacado, aunque haya sufrido una invisibilización desde los
análisis de una parte de la academia.
Para comenzar a responder la interrogante anterior de una manera diacró-
2 El pozol es una bebida analcóholica hecha a base de maíz –que es el mantenimiento prin-
cipal de varios pueblos mayanses– siendo la forma preeminente de consumo de este grano, incluso
superando el consumo de tortillas. Se prepara nixtamalizando el maíz (algo que lo transforma
químicamente y lo hace más nutritivo), volviéndolo a cocer, para posteriormente molerlo y formar
pellas con la masa, que después se deslíen en agua hasta formar una suspensión.
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La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
deidades en los templos: “No tienen todos los Indios ídolos, solo el Sacerdote de
ellos los tiene, y no le ayudan a la administración de sacrificios, y oblaciones mas
de tres personas. Vn indio que llaman Ad Kulel [Ah Kulel], que sirve de Maestro de
Ceremonias, otro a quien llaman Ad Kayom [Ah Kayom], y vna doncella que tortea
pan, que ha de ser hija de vno de estos, dedicada a este solo ministerio” (López de
Cogolludo, 1688: 699). De lo anterior podemos concluir que la preparación de los
alimentos que serían ofrecidos como dones a las deidades no era visto como un
oficio accesorio, sino que era un cargo de la jerarquía religiosa en estos pueblos
mayanses.
Por otro lado, quisiera subrayar que Landa –al igual que otros sacerdotes
católicos que combatieron ferozmente la idolatría– se sorprendía de que mujeres
y personas jóvenes supieran tanto de su religión y participaran de la ritualidad a la
par de los varones: “[…] eran tan dados a sus idolátricas oraciones, que en tiempo
de necesidad hasta las mujeres, muchachos y mozas entendían en esto de quemar
incienso y suplicar a Dios les librase del mal y reprimiese al Demonio que ello les
causaba.” (Ibidem: 126)
Regresando a los fragmentos del documento colonial que utilizó Caso Ba-
rrera en su libro sobre los mayas insumisos (justamente de Noh Ha), debo decir
que cumplían su función dentro de aquel texto. Tengo un amor –si no adicción–
por las fuentes primarias, para así analizarlo ampliamente.
Una vez en mis manos (en marzo de 2005) procedí a paleografiarlo íntegra-
mente para poder desmenuzarlo. El documento en cuestión contiene el proceso
contra Francisco Pech y otros nueve principales del pueblo de Peto en Yucatán;
dicho juicio fue encabezado por el ya mencionado Baltazar de Herrera, quien lo
adjuntó en su Provanza ad perpetuam rei memoria, por lo que pudo sobrevivir
hasta nuestros días. Cabe anotar que el nombre de este tipo de documentos se
puede traducir literalmente como “probanza para perpetua memoria de la cosa”
es decir, es un testimonio judicial –en el marco de una probanza de méritos– para
que quede un recuerdo perenne de un asunto.
El documento de marras –cuyas letras están caligrafiadas en escritura pro-
cesal– consta de 28 fojas escritas por ambos lados (exceptuando la última), la in-
mensa mayoría de las cuales están en castellano y solamente una en maya penin-
sular. Se debe aclarar que el escrito del que disponemos es un trasunto realizado el
nueve de septiembre de 1599 de un documento realizado un año antes.
Baltazar de Herrera –que era el cura beneficiado de Peto y nombrado vi-
cario contra idolatrías en dicho partido yucateco por el obispo fray Juan Izquier-
do– realizó un proceso contra varios naturales del mencionado poblado, quienes
habían sido acusados por otros indígenas que pertenecían a familias aliadas de los
españoles. Lo anterior es una clara muestra de que los mayas no eran un bloque
monolítico y refleja las rivalidades existentes entre los grupos familiares que, en
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La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
3 Por razones de espacio no puedo extenderme mucho en este aspecto de la política maya;
pero tal vez dos fragmentos de obras de la Colonia temprana nos puedan arrojar luz sobre las
contradicciones entre las familias mayas gobernantes de la Península. Pedro Sánchez de Aguilar
escribió en 1613 lo siguiente: “Gobernábanse, por señores como duques, y condes, que llamaban
bataves [batabes], que son caciques, cuyos hijos y descendientes les sucedían en este oficio, y a
falta de ellos entraba el más cercano pariente de su sangre; y éstos fueron conocidos en nuestros
tiempos por nobles, como fueron los xiues de Maní, los cocomes de Zotuta, los peches de Concal, los
cheles de Cicontum, los Cupules de Valladolid, los Cochuahes de Ychomul, los conohes parbolon,
los chanes, y canules, y otros muchos señores que no me acuerdo, los cuales no tenían rey, […]”
(Sánchez, 2008: 158-159). Es de subrayar que son mencionadas las familias Pech y Xiu, que son
actores principales del documento de 1596. Por otra parte, fray Diego de Landa había escrito, en
1566, “Que entre tres casas de señores principales, que eran los Cocomes, Xiues y Cheles, hubo
grandes bandos y enemistades y hoy en día, con ser cristianos aún las hay. (Landa, 2003: 99).
4 Los xiues fueron estrechos aliados de los españoles y varios de sus miembros ocuparon
cargos preminentes en la administración pública.
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Me’etan kaax, donde que se trabaja, Duende de un monte, Duende de la tierra; como tienen cuatro
puntos […] entonces es saka’ se necesita para rogar de Dios es bendecido como maíz. Sólo maíz se
pone allá en la ollita, y ponga el agua hasta [que] se coce bien”. (Vassallo, 2016: 142).
6 Los mayas contemporáneos utilizan chuyul ha en la elaboración de sus dos bebidas ri-
tuales, el balché (embriagante) y el saka’ (analcohólica), esta agua virgen es la que se obtiene de
ciertos cenotes (especie de lagunas o pozos, producto de la erosión kárstica), no debe ser extraída
de la superficie, este líquido es denominado “agua de los pájaros”, pues es la que estos beben
(recordemos que en Yucatán no hay ríos superficiales). El agua virgen es obtenida de capas más
profundas y no debe haber sido vista por mujeres. Retomemos otra parte de la plática con Alfonso
Dzib: “Pues entonces personas saben donde hay el cenote de Chuyul ha’. Pues te van a buscar un
poco para que sirve [para] hacer la ceremonia, para hacer con saka’ y para preparar con vino de
balche’ es esto necesaria agua de chuyul ha’ antigua” (idem).
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7 Así se les llama a los asentamientos familiares que tenían los lacandones dispersos en la
selva y que eran habitados por unas cuantas familias.
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más joven que él. Al preguntar la razón de tal deferencia Chan k’in le contestó que
cuando su padre había muerto, Mateo se había casado con su madre. Duby nos
dice que:
Este es un aspecto de la organización familiar que no me expilco bien. La
sociedad lacandona es patriarcal, la mujer tiene una posición inferior y aquí
aparece un rasgo de matriarcado. Posiblemente era una de las mujeres vie-
jas que tienen el encargo sagrado de hacer el k’ayem para las ofrendas y
que por esto son más respetadas que las otras. Hay otros lacandones jóve-
nes casados con mujeres [más viejas que ellos] que saben hacer esta ofren-
da y que dan a sus maridos una posición más importante (Duby,1944: 85).
El que hombres jóvenes tomasen por segunda esposa a una anciana es algo
que ha sido reportado en otras etnografías, y una explicación obtenida de los la-
candones es que esas mujeres conocían las fórmulas rituales para preparar las
bebidas y comidas rituales a ofrendar a los braseros sagrados (que son la encar-
nación de los dioses). Un hombre que no tenía choza ritual y altar con braseros
no era considerado un hombre completo o que podía acceder al poder y estaba
subordinado a otro varón.
En otro trabajo de Duby que escribió con su marido, el arqueólogo Frans
Blom, podemos ver tanto la importancia de los braseros rituales como también
claramente la división sexual del trabajo ritual, esta pareja nos narra lo que pudo
observar en una ceremonia de primicias agrícolas: “Nadie puede probar nada de
la cosecha recolectada sin que antes la hayan comido los dioses. Las mujeres pre-
paran la comida y los hombres la llevan al templo y, rezando melodiosamente,
administran un poco de alimento a la boca del brasero. Después ya pueden comer
los mortales” (Blom y Duby, 1957: 197). Estos dos momentos rituales pueden ser
observados también en otro trabajo de esta pareja donde se describe una ceremo-
nia de peticion de lluvias adecuadas:
Pancho K’in, el patriarca es el primero en entrar en la ermita […] Implora al
dios más alto pidiéndole lluvia. Kayúm entra y sale introduciendo en la er-
mita varias jícaras decoradas con los signos del Sol. Lleva en ellas pozol que
va sacando de la gran olla preparada por las mujeres viejas […]. El lacandón
administra Kayem (pozol) a las bocas de los braseros cantando […] hace
reverencias en dirección a los cuatro vientos. Kayúm ha salido y vuelve a en-
trar. Lleva unas hojas de palma y un caracol que entrega a Pancho K’in. Este
lo toca una vez, es la señal para que todos los hombres entren en el templo.
[…] Después de un momento se levanta el patriarca, toda [sic por toca] tres
veces el caracol y los jovenes regresan para beber el k’eyem. Cuando termi-
nan salen, se acercan a la gran olla y sólo entonces invitan a las mujeres a
probar la bebida de sus dioses. (Blom y Duby: 28-429)
Con las anteriores citas de Duby y Blom apuntalo la idea de que existían dos
momentos rituales, uno masculino y otro femenino. Lo anterior no quiere decir
que las relaciones de género hubieran sido igualitarias, hay una clara preeminen-
189
Antropología Latinoamericana Contemporánea
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La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
ellas, como en el noroeste, pueden hacer pozol. Las ofrendas son exclusi-
vamente de pozol y no de balttšé, como en la otra religión los hombres no
pueden pasarse sin ellas en la celebración del culto. Por otra parte, algunas
mujeres ‘saben’ hacer el pozol de los dioses; otras no lo ‘saben’. No es su-
ficiente pues, la posesión misma de los dioses; es indispensable tener una
mujer que sepa hacerlo. Esta cuestión determina, pues, la posesión misma
de los dioses, pues no puede tenerlos, si no les puede ofrecer esta bebida.
En este sentido los lacandones dicen: “Si no hay mujer, no hay pozol, si no
hay pozol, no hay dioses, si no hay pozol no hay sol’.” (Georgette Soustelle,
1961: 68-69)
191
Antropología Latinoamericana Contemporánea
material… (Baer y Merriefield, 1972). Después de los Baer llegó un pastor maya
yucateco adventista en los setenta y en el año 2000 inició la labor misionera pen-
tecostal (Eroza, 200: 31-35). Así la religión tradicional es actualmente de carácter
testimonial y la cultura lacandona ha sido fuertemente transformada. Recordemos
el análisis que se hizo en la Primera Declaración de Barbados sobre el papel de los
misioneros en la destrucción de las culturas indígenas…
Ahora bien, el papel actual de la mujer lacandona en la religión se puede
ver en el trabajo de Necasová:
El único lugar donde participan más activamente las mujeres que los hom-
bres son los templos evangélicos. A la mayoría de las mujeres les gusta par-
ticipar en las ceremonias y vienen al templo muy seguido. No es nada extra-
ño que una parte de la familia sea bautista pero la otra cuya vivienda está
más cerca del otro templo sea, por ejemplo, pentecostés. Se puede decir que
“ir al templo” es para las mujeres una de las pocas oportunidades para jun-
tarse y platicar. Sin embargo, en caso de la generación de los adolescentes
ya se ve menos interés en las cuestionas religiosas (Necasová, 2010: 92).
El centro inocente
Ana Ortiz y quien esto escribe, hicimos varias temporadas de campo en
Maxcanú, Yucatán entre enero de 2009 y julio de 2010. Comenzamos nuestro tra-
bajo preguntando en el pueblo si había j-men, algunos nos mencionaron a uno,
pero la gran mayoría mencionaba a una señora llamada doña Lupe. Esto nos pa-
reció extraño, ya que el que no fuera varón contradecía la norma general de que
estos especialistas rituales deben serlo. Los j-men son algo así como sacerdotes
y, se encuentran en la clasificación cultural propia de los mayas peninsulares por
encima de otros especialistas como yerbateros y espiritistas8. Como señalé ante-
riormente el oficio de j-men es casi exclusivo de los varones, Ruth Gubler una de
las mayores expertas en el tema señala:
Me dediqué a trabajar con los curanderos y h’meno’b, como también con
curanderas y x-menes. En la actualidad hay pocas de estas especialistas-ri-
tuales, quienes también pueden oficiar en ritos agrícolas (aunque al decir
de los h’meno’b, sólo pueden hacerlo en el hets’ lu’um.) Durante todos mis
años de investigación [comenzó en 1972] apenas conocí a tres que fueran
x-menes: doña Anita, doña Fide, y doña Bertica, quien por su edad ya no
realizaba ese tipo de trabajo. La gran mayoría de los oficiantes son hombres
[…] (Gubler, 2017: 17).
Es preciso señalar que en ciertas comunidades les está vedado a las muje-
res participar en ceremonias tan importantes como el ch’a’chák. Es decir, desde
los tiempos de los que disponemos de información ciertos espacios y momentos
8 Se llama así a personas que se comunican con espíritus, pero es lo más alejado del espiri-
tismo de Madame Blavatsky, con la que tal vez solamente compartan el nombre
192
La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
9 “El sastún o balamtún [literalmente “piedra de luz” o “piedra del jaguar”] Entre los
mayas peninsulares, como en muchas otras culturas, entre ellas varias americanas y específica-
mente mesoamericanas, los cristales son una herramienta indispensable del especialista ritual, que
sirve tanto para el diagnóstico, como para la curación, siendo a la vez estetoscopio, catalejo, lupa…
Estos cristales pueden ser de origen natural, como los cuarzos y otras rocas traslucidas, o de ori-
gen cultural, como obsidianas trabajadas durante la época prehispánica, (llamadas en los Altos de
Chiapas la uña del rayo), tapas de botellas, canicas o fragmentos de vidrio de cierta antigüedad.
Tanto los cristales naturales como los culturales deben ser encontrados por el especialista ritual,
casi siempre durante su proceso de iniciación, lo que se considera como un regalo y confirmación
de su don y profesión nueva.” (Vassallo, 2012: 94)
193
Antropología Latinoamericana Contemporánea
194
La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
zona) se acostumbra moler con el machete del telar sobre el metate trece granizos
para evitar que caigan granizos grandes o que la granizada destruya las milpas.
A mi juicio se trata de una especie de magia simpatética, ya que al deshacer los
granizos con un atavío que es propiedad del rayo y que es el numen que los envía,
se hace efectiva su desaparición, ya que si se usase la mano del metate, que es
de piedra, (y por lo tanto es un elemento terrestre) no tendría efecto alguno. Es
de subrayar el hecho de que el número de granizos empleado corresponde con la
cantidad de capas que tiene el cielo en la cosmovisión mesoamericana.
La arqueóloga argentina Vanina Tobar ha realizado una muy buena labor
etnográfica entre tejedoras tsotsiles de San Bartolomé de los Llanos, Chiapas, y ha
registrado entre ellas varias creencias que asocian al machete con el rayo (2020:
128-130).10 Sus hallazgos son de suma importancia para reforzar datos anteriores
que reportaban la relación entre ciertas partes del telar y el rayo, mostrándonos
las partes masculinas de un artefacto de uso tradicionalmente femenino.
El rayo que aparece como una fuerza eminentemente masculina en las his-
torias y concepciones de los pueblos mayanses de Chiapas ¿tendrá su parte feme-
nina? El carácter masculino del rayo se puede ver en su capacidad de fecundador
de la tierra, en el muy difundido mito del origen del maíz, de una estructura que yo
he llamado Hormigas-Montaña-Rayo. Ahí este último es la fuerza capaz de romper
la Montaña de los mantenimientos y otorgar el maíz a los humanos. Esta historia
está registrada con variantes para todos los pueblos del Área Maya –y en muchos
otros de Mesoamérica– y en ella, como decía, se ve claramente el carácter mascu-
lino del rayo. También puedo agregar que, en la región, las navajillas prismáticas
de obsidiana prehispánicas son llamadas actualmente entre los pueblos mayanses
de Chiapas “la uña del rayo”. La endoexplicación del origen de estos artefactos
culturales pasados es que donde cae un rayo “quedan enterradas sus uñas”, en
estas explicaciones que he escuchado en múltiples ocasiones, se dice que el rayo
es “hombre”. Entonces vale la pena de nuevo preguntarse, si en la región también
posee una faceta femenina. Los datos de San Bartolomé parecen apuntar en esa
dirección.
Para apuntalar que en los pueblos mayas de Chiapas el rayo tiene una face-
ta masculina (mayormente registrada) y otra femenina, podemos recurrir a la his-
toria del origen del río que forma las Cascadas de Agua Azul. Este mito es narrado
por tseltales y ch’oles, aunque en los relatos que conozco de este último grupo y
entre los que están registrados, no aparece la relación del rayo con una labor tra-
dicionalmente femenina como lo es el textil; pero en los relatos tseltales aparece
claramente la relación del rayo con tres herramientas eminentemente femeninas:
el malacate, el huso y la jícara donde ruedan. Elel escritor tseltal Domingo Gómez
Gutierrez recopiló una historia en su comunidad que explica cómo trabajan los
hacedores de rayos, que son varones y se llaman justamente hombres-rayo, estos
10 Pude acompañar su trabajo como un asesor externo y lo revisé de cabo a rabo, teniendo
con ella múltiples pláticas al respecto y orientándola a partir de mi experiencia de campo y lecturas.
195
Antropología Latinoamericana Contemporánea
son regenteados por la abuela sapo que les entrega sus instrumentos, que son
justamente el algodón, el malacate y la jícara, al hilar producen el rayo y el trueno.
(Gómez, 1996: 73-78). En esta idea de los opuestos complementarios el Rayo, que
es eminentemente fálico, es producido dentro de un elemento yónico, como la
jícara. Además, propongo que el giro del malacate y el huso (otro elemento fálico)
dentro de esta es un símil de la relación sexual.
La complementariedad huso-jícara se puede contrastar en lo etnográfico
con las típicas ofrendas wixarritari de la jícara con la flecha; y en lo arqueológico
con el conjunto de estela-altar circular del Clásico maya. Esta complementariedad
se da también en el telar, que es una herramienta femenina, y que tiene partes
masculinas –incluso fálicas– como el machete.
Por otro lado, el algodón con el cual se fabrica el hilo usando la jícara y el
malacate es un símbolo de las nubes y está asociado en mitos y creencias con el
conejo, que es a su vez un símbolo lunar, por lo tanto, es parte de la madre Luna
y atributo de la deidad femenina lunar. Entonces, en la relación malacate-jícara
están las nubes y los rayos, especulaciones de vasta índole pueden hacerse al res-
pecto.
La esposa de Chaak
Las fuentes, la arqueología, la epigrafía y la etnografía nos muestran el pa-
pel relevante de la mujer en la cosmovisión, la sociedad y la religiosidad de los pue-
blos mayanses. Bástenos recordar al vuelo, las representaciones de la “reina” Xoc
en los monumentos esculpidos de Yaxchilan, Chiapas, desarrollando rituales; las
numerosas diosas mayas del clásico y del posclásico, algunas de las cuales como
Ixkanleox aún son invocadas en comunidades como Xocén, Yucatán. Esta deidad
femenina, patrona de la milpa y el maíz, ha sido descrita como una especie de dio-
sa de la fertilidad. Pero, otras deidades femeninas han pasado inadvertidas, sobre
todo aquellas que se relacionan en una óptica no-indígena con númenes que “de-
berían” ser masculinos como los dioses de la lluvia. De esa tradición interpretativa
es víctima el famoso monolito de Tláloc que está a la entrada del Museo Nacional
de Antropología e Historia, que es en realidad una representación teotihuacana
de Chalchiuhtlicue, la diosa de las aguas; aunque tiene claros sus atributos y son
evidentemente femeninos, la mayoría de las personas se refieren a ella como “el
Tláloc de antropología” … Así que no es raro que las númenes de las lluvias ma-
yas hayan permanecido invisibles durante mucho tiempo hasta que Silvia Terán Y
Christian Rasmussen (2008), –sin duda los mayores expertos de la milpa maya y del
trabajo ritual que implica– registraron contundentemente que en Xocén existen
actualmente el mismo número de diosas de la lluvia que de dioses, es decir, estas
deidades que aparecen en los códices, se evanescieron para los investigadores por
siglos hasta que esta pareja descubrió que siguen muy presentes. Ellos nos dicen
que:
La presencia de semejante número tanto de diosas como de dioses de la
lluvia es, sin lugar a dudas, uno de los aspectos más interesantes que ha
196
La pozolera diabólica, la esposa vieja, el centro inocente y el tejido.
dejado ver el estudio del Ch’a Cháak en Xocén. Las diosas de la lluvia son
comandadas por la compañera de Yum Kaab’, la virgen Muxuun Kaab’, […]
Ellas salen a regar con algún Cháak. En general, se considera que la parti-
cipación de las diosas consiste en aportar sus mantos, que son las nubes,
ayudando con ello a la lluvia. Todas llevan en su nombre el término Ko’ole-
bil, que se traduce como ‘virgen’, […] la traducción literal es ‘dueña, señora,
patrona’ […] los dioses varones parecen definirse por las características de
la lluvia que envían, en tanto que las diosas parecen ser nombradas por las
cualidades de las nubes que las distinguen. (230-231).
Una vez conociendo el trabajo de Terán y Rasmussen del que subra-
yamos, entre otras virtudes, el visibilizar a estas deidades femeninas aún
vigentes, quisimos saber si lo anterior se encontraba en otra zona y así
fortalecer su “descubrimiento”, por ello le preguntamos a Máximo Ken (in-
corporado en doña Lupe) si existían esas esposas de los Chaako’ob, res-
pondiéndonos afirmativamente y describiéndolas. En una conversación
con Alfonso Dzib –el ya mencionado j-men de Xocén– nos habló de las
esposas de los Chaako’ob, una para cada cuadrante del cosmos con sus
diferentes colores y atributos, dichas esposas no tienen un rango menor a
sus maridos, trabajan a la par con ellos y son vistas como su complemento.
Puedo sugerir que son de hecho la parte femenina de una misma deidad,
si apelamos a lo que Alfredo López Austin ha llamado cualidad de fusión y
fisión de las deidades mesoamericanas. 11
Si las diosas –como las esposas de los Chaako’ob– aún existen y
son veneradas junto con, o escondidas tras, las vírgenes o santas católicas
(como la ya mencionada Ixkanleox, que actualmente puede ser llamada
María Magdalena) y su presencia había pasado desapercibida hasta los
trabajos de Terán y Rasmussen, ha sucedido lo mismo con el papel de la
mujer y los momentos femeninos de la ritualidad maya. No hemos com-
prendido a cabalidad esa división del trabajo ritual por sexo que responde
a esta visión mesoamericana de opuestos complementarios del cosmos.
A modo de conclusión: La pareja primordial y la actual
La división del trabajo por sexo y su complementariedad tiene una justifica-
ción y origen mitológico. Para Mesoamérica recordemos cómo Oxomoco y Cipac-
tonal, (la pareja primordial) son creados y se les asignan sus oficios por género, en
La historia de los mexicanos por sus pinturas dice que a él se le ordenó labrar la tie-
rra y a ella hilar y echar las suertes con granos de maíz (2002: 27 y 29). La etnogra-
fía registra creencias similares, ahí está la justificación ideológica de qué trabajos
11 “[…] destaca por su importancia entre todas estas características una inherente a la na-
turaleza de las cosmovisiones mesoamericanas […]: la fusión y la fisión de los dioses; esto es, los
casos en los que un conjunto de dioses se concibe también como una divinidad singular, unitaria; y
los casos opuestos, de división, en los que una deidad se separa en distintos númenes, repartiendo
sus atributos.” (López Austin,1983: 76.)
197
Antropología Latinoamericana Contemporánea
le tocan a quién y el por qué. Esta división del trabajo por sexo atiende a una lógica
de complementariedad que he intentado mostrar a lo largo de este texto. Me es
preciso repetir que no postulo que en las sociedades mesoamericanas en general
y mayanses en particular, exista una paridad de género, pero es innegable una re-
lación diferente a la que existe en las culturas de tradición abrahámica, donde se
da una supeditación total de la mujer al hombre sustentada en sus textos míticos
de origen (Adán y Eva). Las culturas indígenas están vivas y cambiantes, perma-
necen, resisten y a veces pasan a la ofensiva, pero debo señalar que la creciente
mercantilización y la subsecuente monetarización que gana terreno dentro de las
comunidades, destruyen los roles de género tradicionales que son complementa-
rios, haciendo que en la mayoría de los casos avance el patriarcado imperante en
el capitalismo.
El que muchos investigadores tengan de formación esta idea patriarcal de
las relaciones de género y su procedencia de clase ha impedido, por las razones
que he esgrimido, que el trabajo ritual femenino en nuestra región sea simplemen-
te advertido. Este trabajo solamente es una propuesta e invitación a ver las cosas
desde la perspectiva y taxonomía indígena, es parte del ver el trabajo de la mujer
y sus implicaciones, despojándonos de esa visión patriarcal que además de todo
lo injusto que conlleva, afecta el análisis de los datos etnográficos al invisibilizar
una parte importante de la vida y las creencias de los pueblos mayas, es preciso
recordar que sin las mujeres el sol –como metáfora del poder vital masculino– no
camina.
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El compadrazgo como representación social de las mujeres.
Introducción.
En el este articulo discuto la categoría antropológica del compadrazgo
como un tipo de representación social que se establece en el grupo de mujeres
que analicé en la investigación de maestría intitulada “Cosmovisión e identidad de
las mujeres de Villa Milpa Alta: identificación de los elementos culturales” (2020),
y, a la vez, reflexiono este término como parte de la expresión de los grupos de
mujeres inmiscuidas en la lucha social. En este sentido, la comprensión del compa-
drazgo se configura como una vía del reconocimiento social de las mujeres en don-
de se observan prácticas culturales en referencia a su identidad, las cuales, hacen
hincapié en la reinterpretación de esta noción colocándola en un espacio y tiempo
cuyo sentido enfatiza su acción en el terreno público y privado a partir de sus pro-
pios mecanismos y contextos e incluso señalo que se vislumbra una nueva forma
de inserción de la lucha feminista a través de reasignar sentidos a las palabras que
se someten a un género en particular, atribuyéndose así mismas la capacidad de
nombrar y renombrar su realidad, en este sentido, se instala una nueva brecha
para la comprensión de los esfuerzos de las mujeres en torno a su igualdad frente
al hombre, en donde el lenguaje sin duda es un aliado para llegar a introducir un
cambio latente en un mundo en donde se aprecian discrepancias en las formas de
expresión oral y escrita que sin duda trascienden en la actuación de los hombres
y mujeres, como lo planteó en su momento unos de mis mentores en sociología
“el límite del mundo es el límite de tú lenguaje”, por tanto hay que apostar por los
derrumbes de los límites y definir un mundo en donde la resignificación este en
constante transformación y con ello trazar el camino hacia la inclusión, respeto y
valor de las actuaciones de las mujeres y hombres en el campo social.
203
Antropología Latinoamericana Contemporánea
1 Milpa Alta es una alcaldía de la Ciudad de México, se ubica al sur de la urbe y se ca-
racteriza por la producción y comercialización agrícola, principalmente del nopal, además es una
demarcación de pueblos originarios, es decir, que aún se practican actividades ancestrales como lo
es la pervivencia del idioma náhuatl y la producción agrícola.
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El compadrazgo como representación social de las mujeres.
comunicar, estar al día y sentirse dentro del ambiente social, y que se origi-
na en el intercambio de comunicaciones del grupo social. Es una forma de
conocimiento a través de la cual quien conoce se coloca dentro de lo que
conoce. Al tener la representación social dos caras –la figurativa y la simbó-
lica- es posible atribuir a toda figura un sentido y a todo sentido una figura
(Mora, 2002: 7).
La función social de las representaciones sociales es exponer y retransmitir
los conocimientos del grupo social. Al socializar estos conocimientos los individuos
se auto-adscriben a dicho grupo, al mismo tiempo, que distinguen prácticas socia-
les en alusión a un patrón cultural, que, a su vez, reitera un tipo de identidad. Una
identidad que se gesta y enraíza por la propagación de mitos, rituales, festividades
entre otros, que conforman la red simbólica necesaria para el desarrollo de cada
colectividad.
El alcance del término “simbólico” dentro de la configuración de las repre-
sentaciones sociales es fundamental, al retomar la noción de cultura de Clifford
Geertz (2000), interpreto que su perspectiva la desarrolla desde un panorama se-
miótico, en el que se hace esencial la narrativa social sobre los objetos, signos y
símbolos que existen para significar cada contexto. Esta circunstancia hace que la
visión de lo simbólico sea totalmente antropológica por referir de igual manera la
caracterización de elementos culturales.
En efecto;
Lo simbólico es el mundo de las representaciones sociales materializadas en
formas sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, y que pueden ser
expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o re-
lación. En efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados
culturales: no sólo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos
de comportamiento, las prácticas sociales, los usos y costumbres, el vestido,
la alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos, la organización del
espacio y del tiempo en ciclos festivos, etc. (Giménez: 2007: 32).
Además:
Lo simbólico tiene su origen en el imaginario y es una representación con-
creta que sirve de instrumento de comunicación. Nos remite a los discursos
expresados en el entorno social y que pueden tener un correlativo material
o ser intangibles; de índole físico-ambiental, arquitectónico o social (Landá-
zury, 2009: 67).
Los argumentos anteriores soportan el propósito por enfatizar el compa-
drazgo como un tipo de representación social que funciona en el reconocimiento
de las mujeres, a través de la reconfiguración del mismo término, así como su
puesta en acción. Considero al compadrazgo como una categoría antropológica
compleja, que conlleva como uno de sus rasgos dotar de reconocimiento social
205
Antropología Latinoamericana Contemporánea
a los sujetos que lo practican, e incluso la tipología de este, sugiere una infinidad
de propósitos y comportamientos establecidos en cada comunidad, los cuales, se
legitiman históricamente cuya función es proveer al orden social estatutos y regí-
menes forjados por la percepción que se tiene del mundo y su relación con él.
El compadrazgo es una categoría antropológica que ayuda a discernir los
vínculos entre los sujetos en las diversas colectividades a través del reconocimiento
de un sistema de prácticas y comportamientos que definen el actuar de hombres y
mujeres mediante el establecimiento de parámetros culturales, tales como: el in-
tercambio emocional, material, entre otros, que reflejan actividades propias de las
comunidades cuyo significado es parte de su “complexión identitaria”. Es un tipo
de relación social que se exportó a América a partir del proceso de colonización;
no obstante, se legitimó de diferentes formas, sin duda sus orígenes se remontan
desde el ámbito religioso en torno al cuidado espiritual y físico que se hace de un
recién nacido a partir de rituales de paso como: el bautismo, confirmación, prime-
ra comunión entre otros, en donde se establecen los lazos entre personas que ten-
drán la responsabilidad de proteger al individuo que reciben como ahijado durante
el tiempo que existan ambas partes, el objetivo de estas interacciones reside en
el intercambio de protección espiritual reflejada en la realidad mediante aspectos
físicos, económicos, entre otros, como lo indica Foster:
El compadrazgo en, la mayor parte de Hispano América actúa como una
fuerza cohesiva e integrativa dentro de la comunidad, y entre clases y gru-
pos étnicos, formalizando ciertas relaciones interpersonales y encauzando
modos de comportamiento recíproco en patrones establecidos a fin de que
el individuo adquiera el grado máximo de seguridad social, espiritual y eco-
nómica (1959: 257).
Por otro lado, Hugo Nutini y Betty Bell, hacen una contextualización del
compadrazgo a partir de la observación que realizaron de un contexto definido,
sus aportaciones se encaminan a criticar las nociones anteriormente comentadas
en donde se realzan otros factores que los constituyen además de vislumbrarse
otras situaciones que no necesariamente puntualizan el vínculo espiritual con un
ser vivo como el factor determinante. Como lo señalan los autores; “el doble pro-
pósito de esta monografía es demostrar que el compadrazgo es una institución
mucho más compleja y penetrante de lo que la literatura etnográfica indica, y mos-
trar que puede interpretarse como el concepto central en el análisis de la sociedad
y cultura regionales y comunales” (1989: 59).
Y continúan;
El compadrazgo es una relación que se establece entre dos individuos pare-
jas, o un número establecido de gente (parientes y no parientes) a través del
vínculo de una persona, imagen, objeto u ocasión. Sin duda, el vínculo es la
causa necesaria de la relación de compadrazgo, porque sin la mediación de
una persona, imagen, objeto u ocasión (la entidad mediadora) es imposible
establecer tal relación (1989: 62).
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cabo en agosto del 2019 rescaté cada uno de estos períodos en donde la figura de
la Virgen y de las mujeres es fundamental; no obstante, durante el último día de
este ritual el 16 de agosto y en las próximas presentaciones de la Virgen2 percibí
entre las chicas que ayudan a la Virgen y el chico que dirige las actividades rituales
su reconocimiento como compadres y comadres, al cuestionar sobre esta deno-
minación mencionaron que al estar participando con la imagen se constituía esta
relación.
En este tenor, considero que el compadrazgo surge como una designación
que no se realiza mediante la bendición de un recién nacido o de un objeto, se
trata de un entramado simbólico que se constituye mediante la participación con
la Virgen, que no recae en lo material que le puedan obsequiar, sino de las fuerzas
y voluntad para estar con ella cuando lo necesite. Además, mencionan que son
elegidos por la entidad, lo cual, edifica el entramado cultural en cuanto a su estruc-
tura identitaria que se refuerza desde el ámbito religioso, por tanto, es irrevocable
su asistencia, sin duda es una unión que se expande a otras dimensiones sociales,
en donde ni la edad, situación civil, o estabilidad económica fungen como rasgos
distintivos, como sí lo son en la descripción del compadrazgo convencional.
En este sentido, el compadrazgo se convierte en un factor articulador de
la representación social de las mujeres que, consiste en identificarse como perso-
najes importantes del ritual a la vez que se amplía su reconocimiento en la vida
cotidiana, se definen y diferencian por medio de este vínculo, el cual, durará por
siempre continúen o no con la Virgen. Considero que los atributos de este tipo de
compadrazgo giran en torno a la figura Virginal con el conocimiento social que se
reproduce a partir de ella, se convierte en un símbolo que las mujeres apropian
al ser una mujer al igual que ellas con capacidades símiles, tales como: el ser ma-
dre, protectora, entre otras. Esta interacción se somete al intercambio de fuerzas
simbólicas que refrendan la importancia de la imagen como la Santa Patrona, al
mismo tiempo, las mujeres la protegen y reproducen un tipo de identidad que se
refleja en la vida ritual e incrementa por medio de este compadrazgo; cuyas fun-
ciones de los participantes radican en vestir a la imagen (las mujeres), planificar las
ofrendas, purificarla con copal al ritmo del caracol y canticos en náhuatl y español.
Cabe mencionar que estas actividades se realizan en cada una de las presentacio-
nes de la imagen al inicio y final.
Propongo finalmente que los tiempos de esta Virgen a partir del sismo del
2017 reconfiguraron su significado y prácticas rituales, lo cual, orilló a la creación
de varias asociaciones para producir sus celebraciones en donde las mujeres ad-
quirieron un rol importante. Como lo mencioné, la iglesia como institución social
acota comportamientos sobre el ser y deber ser de las mujeres; no obstante, tam-
2 A partir del sismo en México del 2017, en la Ciudad de México las estructuras arquitec-
tónicas de los conventos sufrieron varios colapsos, esto orilló a establecer en los atrios una carpa
provisional para la elaboración de los eventos eucarísticos, antes de este suceso la imagen de la
Virgen de la Asunción de María se encontraba a la vista; sin embargo, en la actualidad sólo se ob-
serva cinco veces al año una de ellas es en agosto, febrero, septiembre y navidad.
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Territorios rururbanos e identidades socioterritoriales en la Ciudad de México: el caso de Milpa Alta
Parte III:
Territorios e identidad
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Territorios rururbanos e identidades socioterritoriales en la Ciudad de México: el caso de Milpa Alta
Introducción
Las condiciones de pandemia nos obligaron a repensar los espacios en los
que habitamos, pero también los modos de vida y los constructos socioculturales
que conformamos. En ese sentido, resulta relevante repensar la dicotomía cam-
po-ciudad en el contexto pandémico, pero también en claves identitarias. Es decir,
esta reflexión parte de comprender las dinámicas entre espacios relativamente
contrapuestos como el campo y la ciudad. En particular, los espacios en transición,
a saber, los espacios rururbanos y los procesos de identidades socioterritoriales
que conllevan.
Para poder desarrollar los planteamientos anteriores de una manera in-
teligible se planteará primero una aproximación teórica sobre lo rururbano y las
identidades socioterritoriales. En segundo lugar, se explicará el caso de la alcaldía
de Milpa Alta y su relación con la Ciudad de México como espacio rururbano. Final-
mente, se pondrán en juego los aportes teóricos y el estudio de caso para repensar
las identidades socioterritoriales rururbanas.
Lo rururbano e identidades socioterritoriales
A lo largo de las discusiones de diferentes disciplinas sociales, la dicotomía
campo-ciudad ha existido como un tema central. Sin embargo, considero perti-
nente, si bien no retomar de manera exhaustiva esa discusión, al menos recordar
ciertos de sus postulados, pues se vuelven ejes transversales en la discusión de lo
rururbano y las identidades de las y los habitantes de estos espacios.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Aunado a lo anterior cabe precisar que, en años recientes las ciudades son
los espacios más comunes dentro del mundo, hecho que no sólo no cambiará, sino
que incrementará su presencia en el futuro próximo. Es decir, se prevé un incre-
mento de urbanización a escala global. “En 2050, la población urbana se duplicará,
y casi 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades” (Banco Mundial, 2021), con par-
ticular énfasis en América Latina y el continente de África.
Además del contexto de urbanización global, la importancia de retomar el
debate binario de campo-ciudad tiene como propósito, entender no sólo las con-
figuraciones espaciales de lo rural y lo urbano, sino en especial los constructos
intelectuales, ideológicos y de cosmovisión que contienen y reconstruyen cada
espacio. Es decir “desde que la sociedad industrial se definió como un proceso
civilizatorio, uno cuyos elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural se
ha definido, quedando como residuo de lo-que-aún-no-es-urbano” (Baigori, 1995).
Esta idea resulta fundamental, pues apela a la discusión del proceso civilizatorio
que, si bien ha sido difundida y estudiada a lo largo de los años, no deja de estar
vigente. En particular en América Latina la discusión civilización y barbarie es de
larga data y ha atravesado distintas disciplinas, pero en especial diferentes discur-
sos en pro de una u otra aproximación.
En ese sentido, la primera aproximación al espacio rururbano parte del cre-
cimiento de las ciudades en un aspecto más geográfico y urbanístico. En particular
lo que se puede advertir, es la expansión del capital materializado en las ciudades
“respecto que la urbanización desempeña un papel particularmente activo […] en
la absorción del producto excedente que los capitalistas producen continuamente
en su búsqueda de plus valor” (Harvey, 2013: 24), es decir, las ciudades crecen
porque el capital lo necesita.
Bajo esa idea, en la globalización las ciudades se pueden entender
como un espacio materializado de la reproducción del capital. En este los su-
jetos producen y reproducen la ciudad desde la producción (industrial, ser-
vicios), pero también desde sus prácticas y vivencias (sociales, culturales).
Pensar las ciudades como unidades de producción, resulta útil tanto como
categoría analítica como para entender la cotidianeidad que se vive. En ese
sentido, las ciudades son los espacios en los cuales se produce el capital,
se intercambian bienes, servicios o productos. La ciudad es el espacio donde se
desarrollan las relaciones comerciales o de intercambio y generación de capitales.
Las ciudades, entonces, necesitan ubicarse dentro del mercado global, pero
también ser operativas para la fuerza de trabajo. En ese orden de ideas, es útil ver
a “la ciudad como sinónimo de progreso, de avance cultural, adquiere un simbo-
lismo urbano que tiene una gran capacidad de perduración” (Precedo, 2003: 24).
Pero también se vuelve necesario pensar a las ciudades desde los actores locales
en diálogo con la producción. Esta aproximación parece una manera de entender
a una ciudad más cercana a las necesidades tanto del mercado como de los indi-
viduos.
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Territorios rururbanos e identidades socioterritoriales en la Ciudad de México: el caso de Milpa Alta
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actividades y población urbana hacia las zonas rurales que le rodean sin que estas
pierdan totalmente sus atributos” (Delgado & Galindo, 2006:189) da una idea clara
de la interacción entre lo urbano y lo rural. Sin embargo, estas interacciones no se
deben solo a la difusión de actividades, sino a un intercambio cultural en los mo-
dos de vida. Es decir,
La movilidad, tanto social como espacial, era menos intensa en el campo
que en las ciudades, pero luego, con el avance en materia de transportes,
con la diversificación de las actividades y la implementación de pautas cul-
turales de la ciudad en el campo, la movilidad es mayor. Lo rural ya no se
define por lo agrario (Cardoso & Fritschy, 2012, pág. 30).
En ese sentido, lo “rururbano es la franja externa del periurbano, frontera
donde se combinan dos ambientes cuyos pobladores poseen idiosincrasia, forma
de vida, e intereses particulares y disímiles, si bien sus espacios de vida y refe-
rentes espaciales son comunes, pues están signados por la convivencia” (Sereno,
Santamaría, & Santarelli Serer, 2010: 43). Esta frontera no es un límite, sino un es-
pacio en donde conviven formas de vida y de hecho se reconstruye una identidad
sui generis.
Ahora bien, es necesario hacer unas precisiones referentes a la
identidad, pues, implica un debate teórico muy grande en el que existen
diversas posturas. A continuación, se plantean algunas de ellas, primero se
destaca la propuesta de Jorge Gissi (2012) que propone un concepto trans-
disciplinario de identidad. Para ello retoma desde la antropología filosófica
la premisa «todos somos iguales» por ser humanos. Sin embargo, también
somos distintos y únicos, es decir, dentro de lo cultural y lo macrosocial se
incluyen identidades particulares que se superponen, pero no se niegan,
este planteamiento nos lleva a tomar en cuenta la alteridad que se entiende
como la relación con el otro (Cerutti, 2000). Es decir, el descubrimiento que
el «yo» hace del «otro», el ser humano depende de este encuentro con el
otro para configurar su proceso identitario.
Otra aproximación parte de la psicología con la pregunta ¿Quién soy
yo?, ¿Quiénes somos nosotros? En ese sentido, se entiende el principio ló-
gico de identidad que plantea Heidegger (1990) bajo la premisa A es A que
da un sentido de pertenencia hacia un grupo, pero nos hace diferentes de
los otros, implica posturas psicosociales como la autoconciencia, identifica-
ción y diferenciación. La identidad de un ser humano o un grupo depende
de la relación con los otros, el compartir ideas, creencias, símbolos e inclu-
so una imagen del mundo.
Una concepción incluyente de identidad no es sólo la suma de indi-
viduos, sino la conformación diversa, plural y respetuosa de un nosotros.
Es un proceso abierto, dinámico que se modifica continuamente, en el cual
hay elementos, símbolos e imaginarios que se agregan o eliminan según
el desarrollo histórico social. De igual forma, es necesario recalcar que los
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teracción con diferentes espacios tanto en el mundo físico como en el virtual lleva
a cuestionar están condicionantes que si bien siguen siendo vigentes se matizan.
En particular, entender que “la población campesina dentro de un estado refleja
continuos procesos de adaptación” (Blom, 1976: 96).
Los planteamientos de Barth, Eidheim, Blom y Giménez nos ayudan a en-
fatizar la experiencia itinerante de las identidades rururbanas. Es decir, si bien en
el espacio de estudio se anclan lenguajes simbólicos entendidos en ese mismo
espacio, estos son “llevados” a otros espacios y procesos no solo de adaptación,
sino donde se vuelven multifocales. Así las identidades rururbanas se vuelven un
ejemplo de experiencia itinerante, pues no solo es compartir diferentes espacios,
sino experiencias. Estos planteamientos se explicarán más adelante dentro del es-
tudio de caso, pero por ahora se vuelve indispensable conocer ciertos elementos
de la alcaldía de Milpa Alta que a continuación se exponen.
El caso de Milpa Alta
Mapa 1 Localidades de la alcaldía de Milpa Alta
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Territorios rururbanos e identidades socioterritoriales en la Ciudad de México: el caso de Milpa Alta
constituida por doce pueblos: San Pedro Atocpan, San Pablo Oztotepec, San Bar-
tolomé Xicomulco, San Salvador Cuauhtenco, San Lorenzo Tlacoyucan, Santa Ana
Tlacotenco, San Juan Tepenáhuac, San Jerónimo Miacatlán, San Francisco Tecoxpa,
San Antonio Tecómitl, San Agustín Ohtenco y Villa Milpa Alta tal como se observa
en el mapa 1.
Como se observa, la alcaldía de Milpa Alta se encuentra conformada por
los doce pueblos antes mencionados además de, una amplia extensión sin habitar.
Sobre este punto cabe remarcar que, buena parte del territorio de Milpa Alta es
considerado como suelo de conservación, por lo que los asentamientos irregulares
son sumamente frecuentes ya que no existe una política de crecimiento urbano.
Milpa Alta tiene una población de 152.685 habitantes, de acuerdo con el
último censo de 2020 reportado por el Instituto Nacional de Estadística Geografía
e Informática (INEGI). Además, al tener suelo de conservación, esta situación dota
de características especiales a la demarcación. Pues si bien, sigue teniendo un sus-
tento agrícola importante, en especial el relacionado con el monocultivo del nopal,
también es cierto que sus actividades productivas se han diversificado. No solo en
lo relacionado con los productos agrícolas, sino con otras más urbanas.
Este hecho no es casual, pues responde un abandono paulatino al campo.
Por ejemplo, en el año 2000 existían 756 beneficiarios de programas agrícolas gu-
bernamentales mientras en 2017 la cifra solo alcanzó a 114 beneficiarios (INEGI,
2021). Es decir que, las personas que accedían a apoyos gubernamentales de ori-
gen agrícola, se redujeron en un 85%. Además, las opciones laborales que se tie-
nen en la alcaldía de Milpa Alta, se reducen a comercios al por menor y empleos in-
formales como el transporte. En general el transporte se ha presentado como una
opción productiva para los habitantes de la demarcación. En ese sentido, “Milpa
Alta es hoy una comunidad que se interesa por incorporarse a los cambios tecnoló-
gicos en todos los terrenos y que a la vez mantiene una vida comunitaria afincada
en sus raíces indias” (Gomezcésar, 2010: 277).
Estas características contemporáneas dan cierto sentido del lugar que ocu-
pa la alcaldía de Milpa Alta dentro de la Ciudad de México. Sin embargo, es preciso
retomar ciertos elementos históricos sin ser exhaustiva en ello. Pues las demarca-
ciones actuales de la Ciudad de México han sido una construcción social a través
del tiempo, por ello insertarse en la búsqueda de fuentes sobre territorios actuales
conlleva múltiples dificultades ya que los nombres y espacios se han modificado a
lo largo de la historia.
En ese orden de ideas, es relevante entender los vínculos que se generaron
en la época colonial y para ello es crucial no sólo entender la dinámica de pueblo
de indios y villas de españoles, sino también la importancia de la evangelización y
construcción de parroquias o conventos.
Sin duda, para la edificación de lugares de adoración o culto al Dios cristia-
no traído por los españoles, se requerían recursos físicos y humanos. Estos últimos
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Territorios rururbanos e identidades socioterritoriales en la Ciudad de México: el caso de Milpa Alta
tercera etapa en la que “la ciudad llegó a las estribaciones de la Sierra Nevada, al
Popocatépetl en Amecameca y Texcoco, y a Milpa Alta al sur del Distrito Federal,
donde se topó con pueblos originarios que obligaron a repensar el urbanismo”
(Delgado & Suárez, 2014:24).
En esta misma línea, se entiende que la expansión de la Ciudad de México
no es homogénea ni ordenada. Desde esta aproximación, el crecimiento urbano
responde a las necesidades de las alcaldías centrales o más propiamente a los in-
tereses hegemónicos (en la actualidad, financieros y de servicios). Así, se observa
por un lado, el crecimiento de la Ciudad de México y, por otro, la marginalidad de
Milpa Alta, que quedó relegada por los intereses del capital y con una dinámica
anclada claramente a tradiciones agrarias, rurales y en menor medida indígenas,
las cuales configuran su proceso identitario.
Identidades rururbanas y modo de vida
Hasta este momento las reflexiones anteriores otorgan a las y los lectores
una idea más o menos clara sobre las características de la alcaldía de Milpa Alta y
destacan los elementos rurales tanto en sus características contemporáneas como
históricas. Sin embargo, es preciso aterrizar estas configuraciones socioterritoria-
les rururbanas que se han gestado, consolidado y modificado a lo largo del tiempo.
Bajo ese orden de ideas, se vuelve crucial entender que las identidades so-
cioterritoriales de la alcaldía de Milpa Alta se configuran en contrapuestos y tran-
siciones. Es decir, como toda configuración identitaria, se construye a partir de lo
propio y lo ajeno. Por ello los elementos urbanos y rurales se presentan como una
manifestación claramente antagónica de la construcción de las identidades socio-
territoriales en Milpa Alta ancladas en lo rururbano.
En ese sentido, hay que destacar el elemento territorial e incluso de paisa-
je mediante el cual las y los habitantes de Milpa Alta no solo se identifican, sino
tienen como un referente espacial. Me refiero al Teuhtli, volcán inactivo de la de-
marcación, que puede ser observado casi desde cualquier lugar de la alcaldía. Pues
este espacio denota diferentes elementos que constituyen parte de las identida-
des socioterritoriales de las y los milpaltenses ancladas en la ruralidad.
Desde el nombre mismo del espacio, Teuhtli, se entiende que existe una
presencia nahua importante para la comunidad. Es cierto que 4.883 personas ha-
blan alguna lengua indígena (INEGI, 2021), lo que representa poco más del tres por
ciento de la población. Pese a que el censo no indica la diversidad lingüística, si es
conocido por las y los habitantes de Milpa Alta que mucho de este porcentaje es
de origen nahua. Y de hecho hay diversos espacios que tienen un nombre en ná-
huatl, incluso los mismos poblados tienen un nombre en náhuatl y otro en español
tal como se muestra en el mapa 1 y se ha mencionado previamente.
Este espacio, tal como se aprecia en la fotografía, presenta visualmente di-
ferentes elementos rurales. Al fondo en la fotografía del lado izquierdo se observa
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tera la idea sobre el abandono paulatino al campo, pero también sobre un proceso
identitario que se ancla en el pasado: “nuestras raíces, nuestros abuelos, nuestros
antepasados” son esa unión no sólo espacial, sino más emotiva y evocadora a un
pasado que se vuelve idílico.
Lo simbólico se reitera y también constriñe el proceso identitario, pues “su
palabra valía mucho” denota no solo el anclaje en el pasado que ya no es, sino en
la configuración de la voz, el valor y la añoranza de verlo perdido. En ese mismo
sentido, se extraña a un campo que si bien se habita ya no se labora solo como
campesinado, pues tal como proponía Kay (2009) el campesinado se diversifica,
existen actividades fuera del mundo agrícola y, en especial, existen interacciones
entre lo rural y lo urbano.
Respecto el abandono del al campo, es necesario observar este proceso en
términos más amplios, pues no solo responde a decisiones personales o comunita-
rias. Si bien el avance de la tecnología y el contacto cercano y cotidiano con el resto
de la Ciudad de México presenta otros horizontes de vida que no eran posibles en
el mundo campesino. Otro elemento que refuerza este abandono al mundo agra-
rio también responde a las pocas opciones de rentabilidad del mismo.
Este hecho se explica en dos sentidos: primero, por políticas públicas y de-
cisiones de gobierno en relación con la propiedad ejidal y su paulatino abandono
al campo, que, si bien en los últimos años se ha dado un viraje en este sentido
para configurar más programas sociales, estos no han sido suficientes. Segundo,
durante el proceso de la Reforma Agraria en México, en especial en los estados del
centro y sur del país, el reparto de tierras fue tanto que se convirtieron en minifun-
dios, es decir propiedades de tierra muy pequeñas. Esta dotación de tierras si bien
“exitosa” y numerosa trajo consigo que las propiedades no pudieran producir en
cantidades mayúsculas, aunado a esto no hay una inversión en tecnología agrícola,
lo cual genera falta de competitividad del mundo campesino en Milpa Alta dentro
del mercado global.
Hoy en día, al menos en el caso de estudio, el campo se sostiene por un
puñado de personas que como Marcos apunta “le gustaba trabajar, se dedicaba
al campo”. Logrando con ello una apreciación simbólica y más idílica que real res-
pecto al campo, su producción y al mismo tiempo como el elemento socio espacial
que contribuye a configurar la identidad rururbana.
En ese sentido, se configura un discurso y una apropiación que se reafirma
con la experiencia de Adán cuando dice:
Es una comunidad muy rica en historia, en costumbres, en tradiciones, algo
que nos da identidad. Lamentablemente por el ritmo de vida que se tiene se
está perdiendo y no solo me refiero a la lengua náhuatl o la cultura náhuatl,
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
Entrevistas
Entrevista a José realizada por Margarita Nanacatzin Romero Vázquez el 6
de febrero, 2020.
Entrevista a Marco realizada por Margarita Nanacatzin Romero Vázquez el
2 de febrero, 2020.
Entrevista a Adán realizada por Margarita Nanacatzin Romero Vázquez el 2
de febrero, 2020.
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PENA Y OLVIDO
Patrones tradicionales y renovación
ideológica en las tierras altas del
oriente jujeño, siglo XX Juan Pablo Ferreiro
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PENA Y OLVIDO.
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4 No obstante, esa misma documentación reconoce que el valle de Doblonso, adonde luego
los pobladores de Santa Ana pastorearían sus vacunos, estuvo poblado desde antes de la llegada de
los europeos. “…y ser este dicho paraje y sus anejos realengos por las ruinas que se ven patentes
de Yndios antiguos de antes de la conquista…” (ATJC50E1645 – 1776, fs. 9v).
5 Aunque no tematizaremos aquí ese tópico, es necesario aclarar que los padrinazgos/ma-
drinazgos bautismales -que dada la calidad de las fuentes son aquí homologables a los vínculos de
compadrazgo-, revistieron en la zona una enorme importancia. Estos ritos de paso, decisivos en
buena parte de la sociabilidad latinoamericana (Masferrer, 2013), comportaron no sólo una gran
diversidad de situaciones, sino también elementos básicos de la identidad personal y colectiva como
el otorgamiento del nombre (Nutini y Bell, 1989). En esta zona el padrinazgo sirvió, también, para
establecer cierto equilibrio en el marcado patrón endogámico nupcial, abriendo posibilidades rela-
cionales más allá de los límites habituales de búsqueda conyugal (Ferreiro, 2020)
6 Recién en los últimos censos se ha superado la cifra de 3000 pobladores para todo el
departamento, aun así no se ha llegado nunca a duplicar la cantidad registrada en 1895, eso indica
una demografìa básicamente estacionaria, con altos indices de morbilidad infantil y expulsión per-
manente de parte de la población hacia los centros urbanos e industriales de la provincia y el país.
7 El principal paso carretero de montaña (Abra de Zenta) que la conecta con la aledaña
quebrada de Humahuaca roza los 5000 msnm. Desde allí, y en una bajada abrupta se llega hasta los
450 msnm en una vertiginosa travesía de poco menos de 100 km, y que recorre muy diversos pisos
ecológicos encajonados en una profunda cuenca fluvial colectora. Se pasa, entonces, de la frígida
aridez de la puna a las subtropicales selvas húmedas de montaña (yungas) en las que el régimen
pluvial estival puede alcanzar precipitaciones de hasta 1700mm. La diferencia de gradiente entre
las mínimas de las zonas mas altas (-15°C) y las máximas de las zonas mas bajas (45°C) ronda los
60°C.
8 Remitimos de manera global, por un lado, a la noción clásica planteada por J. Murra
(1975), advirtiendo que consideramos su modelo sólo como una guía genérica que se enlaza con la
explotación de múltiples ciclos agrícolo-ganaderos en el sentido que lo plantease J. Golte (1987)
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9 Utilizamos con dudas el plural en este caso. Al momento de nuestra visita, en Caspa-
lá aún continuaba funcionando un molino -de instalación relativamente moderna-; no obstante,
comentarios locales afirmaban que en el pasado hubo otros dos, anteriores al actual, en otras
ubicaciones y que no sobrevivieron. Para la referencia sobre el reemplazo de la harina importada,
véase Ferreiro (2014)
10 Con respecto a las regiones que articulaban los circuitos de trashumancia, advertimos
al lector que el término “costa” no remite a una ribera lacustre ni marítima, sino a una noción
puramente emic con la que se identifica parte de las tierras bajas meridionales del valle. Caspalá
tiene su costa en Corpusnio (Pampichuela). Hacia 2010, alrededor de la tercera parte de los ga-
naderos santaneños hacían veranada en el “monte”, en la zona de Paraní (Salta); su “costa” es
Siete Vueltas y Cortaderas, la zona de pastizales en la parte alta del fondo del valle fluvial adonde
se encuentra Valle Colorado. El “valle” es el ámbito de esta última localidad y de Valle Grande.
Los pobladores tanto de Santa Ana, como de Valle Colorado denominan a la zona adonde hacen
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veranada “comunidad”, aunque en ella cada grupo ganadero familiar tiene su propio espacio, por
lo general sin demarcación, pero delimitado, en el que pastorea.
11 El puesto es una instalación temporaria rural que, salvo razones de fuerza mayor, siempre
es la misma para un conjunto de familiares con actividad pastoril común (Göbel, 2002).
12 Desde 2007 en que parte de esas tierras fueron entregadas a comunidades kollas, la mayor
parte del pastoreo comenzó a hacerse dentro de los límites que hoy abarca la comunidad indígena
de San Andrés (Salta), en la que no pagan arriendo sino una contribución anual.
13 Por razones de ética profesional recurriremos al habitual enmascaramiento identifica-
torio que suele hacerse en Antropología con relación a aquellos sujetos -y sus familias- que nos
brindaron información y que continúan vivos. Aplicaremos esto a las últimas ocho generaciones
de uno de esos Frentes de Parentesco. Entenderemos por éste a un grupo finito de apellidos y sus
portadorxs, vinculados centrípetamente a uno de ellos que constituye el núcleo social, político y de-
mográfico de todo el conjunto. El dispositivo central que liga a ese conjunto es la relación entre un
patrón filiatorio con otro de alianza, ambos vinculados a un patrimonio -material y simbólico- que
permite su identificación y reconocimiento.
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ciente a otro conjunto familiar) nos comentaron que antiguamente los matrimo-
nios eran concertados por las generaciones antecedentes de sus propias familias,
en particular por sus padres. A la vez, y aunque esto hoy ya reconoce excepciones,
los dispositivos de herencia tendían a legar el ganado mayor y los terrenos y su
uso a los varones; mientras el ganado menor se solía transmitir por vía femenina,
así como el conocimiento particularizado de la herbolaria local16. Los momentos
del ciclo anual en el que se reforzaba el vínculo con la madre tierra (Pachamama)
-que comenzaba el 1° de agosto; y en los que se marcaba, reconocía y “casaba” el
ganado -desde diciembre a abril- convocaba a los parientes más cercanos afec-
tivamente del grupo extenso, muchos de los cuales también solían ser vecinos17.
Por otra parte, la memoria actual de los pobladores recuerda que también existía
-y aun continúa siendo significativo- una fuerte tendencia a que las residencias se
fijasen patrivirilocalmente. Esto sugiere que las decisiones claves respectos de la
reproducción de los grupos familiares involucraban al grupo extenso, estando la
decisión habitualmente a cargo de los progenitores. Sólo en ese marco la familia
nuclear como tal adquiría existencia y sentido; y también era este marco el que
indicaba su grado de autonomía o dependencia.
Precisamente, este permanente juego de escalas entre la dimensión do-
méstica, que se percibe como el territorio de la familia nuclear desde la documen-
tación parroquial y fiscal, -pero también desde los relatos históricos y antropológi-
cos locales tradicionales- y la dimensión de los colectivos parentales extensos, es
lo que nos indica la necesidad de explorar las similitudes con otras configuraciones
parentales del mundo andino, más visibles y mejor estudiadas.
No encontramos en esta zona rastro alguno de las categorías terminoló-
gicas de las organizaciones andinas, tales como ayllu, o panaca. Apenas alguna
mención puede considerarse con la denominación de sulca que, como ya dijimos
mas arriba, señala al hijo menor, y aun ésta no parece ser de uso universal. Sin
embargo, si, tal como nos lo sugiere la relación entre dimensiones vinculares y el
ámbito adonde se toman las decisiones fundamentales relativas a la reproducción
social lato sensu, nos permitimos jugar con las escalas; encontraremos que es,
justamente este último dominio, el de la reproducción y sus decisiones y estrate-
gias, el que nos señala por donde y desde donde comenzar la pesquisa. Si, en lugar
de privilegiar la terminología parental y su algebra, los sistemas de nominación y
246
PENA Y OLVIDO.
El Olvido
Lambert (1980) propone en un artículo ya clásico que el parentesco domi-
nante en los Andes es bilateral. Efectivamente, resulta fácil encontrar evidencias
de que cualquier individuo en Valle Grande, hombre o mujer, está adscripto tan-
to a sus parientes maternos, como a los paternos. Sin embargo, también resulta
evidente, como lo hemos venido señalando, un ostensible sesgo patrilineal en la
transmisión del apellido, en la herencia de la tierra, en el patrón residencial, etc.,
y que aparece ligado con una dimensión relacional que excede al núcleo familiar
doméstico. Don Juan Ossio Acuña (2018), profundo y sutil conocedor del mundo
andino describe para el peruano Vicos una trama particular de relaciones, afincada
en ese punto en el que se apoya el parentesco de la región, la tensa relación entre
vínculos unilineales y bilaterales; y lo hace a través del rescate de una noción pro-
puesta originalmente por Vázquez y Holmberg (1966) a partir del reconocimiento
y descripción de una configuración parental particular que adquirió en aquella lo-
calidad peruana categoría terminológica precisa: la casta.
Proponen estos últimos autores que tal noción designa a un conjunto de
parientes agnáticos que no se restringe a la familia nuclear, sino que alcanza a
todos aquellos que poseen un ancestro común, y un patrimonio del cual los ele-
mentos simbólicos centrales son un fluido compartido, la sangre, y un apellido que
lo indica18. La transmisión hereditaria de propiedades y ganado está sujeta a esta
pauta y se la vincula a la existencia de un régimen de hacienda y peonaje. En nues-
tra región sin dudas esto último no se corrobora luego de 1887, pero algunos auto-
res (Madrazo, 1982, 1991) sugieren que antes de esa fecha existió un régimen do-
minial de tales características. También, una casta tiende a presentar una marcada
patrilocalidad, que se expresa en la concentración física en zonas y vecindarios de
pobladores con el mismo apellido y que se asumen como emparentados, lo cual
facilita la colaboración estrecha. No menos importante es que este tipo de confi-
18 “In Vicos the word casta is equivalent to agnatic or “blood” kin. The term is not limited to
the nuclear family unit but includes all persons who have a common paternal ancestor, a patrimony
of common origin, and a common surname. The surname does not relate to social position in Vicos,
however, in contrast to the situation among mestizos in Peru and Colombia.” (Vazquez y Holmberg,
1966:284). Algo semejante a esto existe en el sur de Italia, en las cercanías de Nápoles, bajo el
término regional emic de razza (Zanotelli, 2021)
247
Antropología Latinoamericana Contemporánea
19 Tanto Héritier (1980) como Barry y Gasperoni (2008) encuentran que la tercera genera-
ción ascendente constituye el límite del tabú de incesto, y por lo tanto el comienzo de la “comunidad
lejana”. Esto es, el sector cercano permitido de parientes eventualmente elegibles como cónyuges,
y claramente el preferido en contextos endogámicos; por lo que no estaríamos frente a una singula-
ridad puramente local, sino, mas bien, ante alguna forma de pauta estructural.
248
PENA Y OLVIDO.
249
Antropología Latinoamericana Contemporánea
Decíamos más arriba que la información más temprana sobre nuestro caso
procede en su gran mayoría de fuentes parroquiales. La parroquia de San Antonio
de Humahuaca, que las produjo, y las milicias provinciales a través de algunas levas
durante el período revolucionario y post-revolucionario fueron las únicas presen-
cias estatales o parae-estatales, más allá de la gran propiedad privada en la que
estaban insertas, que vincularon a estas poblaciones con el estado emergente has-
ta 1887. La iglesia católica en particular, tuvo un papel central en la constitución
actual de estas pequeñas comunidades dispersas a partir de su función misional,
cumplida por sacerdotes itinerantes que, en algunas pocas fechas fijas, y en visitas
ocasionales distribuidas a lo largo del ciclo anual, oficiaban los ritos, registraban
sucesos y dejaban constancia de los eventos que vivían sus pobladores. Nunca
hubo, hasta la actualidad, una presencia permanente de oficiantes del culto; no
obstante, su presencia episódica se registra in situ desde 1801. Aun así, su activi-
dad ha dejado una profunda huella cultural e identitaria. Todas las poblaciones del
valle tienen su santo, o santa, patrono/patrona. Sus identidades personales, ex-
presadas en la imposición del nombre propio, se establecieron hasta hace no más
de dos generaciones, siguiendo el santoral católico provisto por los calendarios. La
distintiva vestimenta femenina aun hoy -y hasta hace poco también la masculina-
se caracteriza por el bordado primoroso de motivos florales y del nombre o inicia-
les personales de la portadora, en letras góticas, cuyo modelo fue introducido por
250
PENA Y OLVIDO.
251
Antropología Latinoamericana Contemporánea
lo mesmo
También?
(45A*) Ahí nomás dijeron ellos, no lo llevamos a la virgencita, ya! Y cuando
ellos se han levantado al otro dia, no sé como, la virgencita ha aparecido de
nuevo en el vertiente…! (relato de 45A*)21
La actual capilla de Santa Ana se edificó en ese mismo lugar, sobre la ver-
tiente, que fue cegada con sal para luego ser tapada. Aquí la decisión católica de
fundar la religión en el lugar de la aparición sobrenatural, fue tomada por una clá-
sica pareja andina originaria asociada a una vertiente de montaña, dando lugar al
culto, y con él a la existencia de una comunidad de otro orden, la de los creyentes,
que permitiría su integración ideológica a un estado y una sociedad provinciales
que intentó explícitamente transformar a este campesinado indígena en propieta-
rios privados criollos, y que hasta hoy mantiene una relación tensa y contradictoria
con su historia y su presente aborigenes.
También fue la iglesia la que canalizó las oportunidades del encuentro co-
lectivo a través de la celebración de fiestas patronales en honor de los y las santas
protectores de la comunidad. El 26 de julio en el caso de Santa Ana, el 8 de di-
ciembre en Valle Colorado, y el 31 de agosto en Caspalá22. Estos eventos continúan
convocando anualmente a la población de cada jurisdicción y sus vecinos y, tam-
bién, siguen siendo el centro local de la reunión comunitaria. Por lo menos, para
un sector de la población, ya que, como lo expresaba S. Hoyos en su tesis de grado
(2009), la clásica división andina en mitades (arriba/abajo) se encuentra aquí total-
mente vigente, aunque no ya acompañada del argumento ideológico habitual en
las comunidades andinas bolivianas o peruanas, sino como una meta-articulación
comunitaria a través de divisiones binarias
En cuanto a la percepción de los espacios en Santa Ana, el pueblo está divi-
dido en dos mitades. No hay una línea divisoria o alguna marca física que
las separe. Sin embargo para sus pobladores hay un arriba/abajo dentro
del área del pueblo, por ejemplo iglesia “de arriba” y una “de abajo” En
coincidencia con lo señalado también hay enfrentamientos de dos bandos
partidarios: radicales y peronistas, lo que se plasma en alianzas familiares,
sobre todo en épocas electorales. (Hoyos, 2009:23)
La estructuración andina de sus configuraciones comunitarias en mitades
puede operar como una corriente de profundidad, movilizada a través de la larga
duración y resultar, a la vez, muy opaca a una mirada externa. Tal la impresión
252
PENA Y OLVIDO.
que transmitía AZ*, una joven médica española que había llegado a Santa Ana
de vacaciones y allí había modificado sus planes drásticamente. Desde abandonar
a su pareja de viaje hasta quedarse a suplir lo que ella asumía como una trágica
y peligrosa ausencia de servicio médico permanente y que le podría valer algún
reconocimiento para su residencia profesional en curso. En medio de enormes
esfuerzos personales de colaboración, sobre todo con las mujeres santaneñas, AZ*
explicitaba su frustración por no entender el funcionamiento local. Durante nues-
tras charlas se quejó varias veces de que “esto no es una comunidad”, aludiendo
a los enfrentamientos invisibles para el viajero en tránsito, pero inevitables para
el residente ocasional23. En esa opacidad que obstaculizaba la comprensión ope-
raba la oposición binaria andina no sólo entre alto/bajo, sino también a través de
múltiples dimensiones que sólo cristalizaban como cuerpo de comunidad ante la
necesidad de enfrentar la sociedad mayor -y sobre todo a su estado- en la que
está incluida, al ritmo de los contextos histórico-económicos coyunturales. Esas
múltiples dimensiones en las que se expresa la oposición binaria se observan en
la división entre localidades (Santa Ana/Valle Colorado), entre facciones políticas
(peronistas/radicales-PRO), creencias religiosas (católicos/evangélicos) y también
identificaciones político-culturales (originarios/criollos-gauchos), impregnando,
también, los procesos de sociabilidad colectiva24.
Desde la década de 1960 se celebra en todo el valle un torneo anual de
fútbol. Este evento viene a llenar el espacio vacío del encuentro entre pobladores
de distintas localidades, bajo un formato en el que nuevamente es reconocible
la oposición binaria Alto/Bajo, tanto a nivel departamental, como a nivel local.
El torneo, que se transforma en una auténtica feria departamental, se basa en el
traslado masivo de parte de las poblaciones de los distintos pueblos al que será
su sede rotativa por ese año, alrededor del 18/20 de enero. Por esas característi-
cas, también se ha vuelto el gran evento de socialización entre pobladores de la
zona alta y la zona baja, relación que no sólo no está exenta de tensiones sino que
parece fundada en ellas, pero que por primera vez desde comienzos del siglo XX
pone a todos los poblados en contacto personal, intimo y reiterado durante varios
dias. Tal ocasión exige una intervención genealógica colectiva de su organización,
que selecciona a quien le está permitido, y quien está excluido de participar repre-
sentando a un poblado. En este examen genealógico se recurre a fuentes orales y
documentación escrita, parroquial y estatal a fin de dirimir las pertenencias dudo-
sas, estableciendo las filiaciones y orígenes territoriales de los antepasados. En tal
marco se distinguen y exhiben estilos de juego y de corporalidad correspondientes
a la zona alta (runas o arribeños, de juego rústico y gran fortaleza física), y de la
23 En una ocasión esta joven médica debió intervenir ante un caso de violencia de género,
que la enfrentó con un varón de la comunidad local y que generó momentos de tensión con personal
del destacamento policial.
24 En ese momento la división política, administrativa y catastral que venía gestándose desde
principios del siglo XXI entre Santa Ana (alto/criollos) y su antigua zona de chacra comunitaria,
Valle Colorado (bajo/comunidad aborigen) había alcanzado un grado de enfrentamiento político,
faccional y familiar importante. Hasta donde sabemos, la situación continúa con algunos vaivenes
en la actualidad.
253
Antropología Latinoamericana Contemporánea
zona baja (chaguancos o abajeños, de juego más técnico, vistoso y veloz); estas
denominaciones funcionan como caracterizaciones peyorativas del adversario de
turno. El enfrentamiento entre pueblos, sobre todo los clásicos que enfrentan a
alto/bajo, se transforman en auténticos tinkus -enfrentamientos físicos rituales
entre mitades, característicamente andinos y aún vigentes en el norte del depar-
tamento Potosí, en Bolivia (Platt, 1996)-, en los cuales la disputa dentro del campo
a veces se replica también entre lxs espectadorxs; llegando al caso de encuentros
suspendidos por la policía, que siempre es reforzada desde la regional de la ciudad
de Libertador General San Martín, afuera del valle y del departamento (Fernández,
2012).
La Pena
Continuando con esta idea del antagonismo binario fundante es necesario
comentar una de sus principales expresiones, ya que es uno de los motores -adver-
tidos por todxs lxs investigadores que desarrollaron actividades en esta zona- de
las divisiones comunitarias, familiares y hasta personales. La tensión entre credos.
Aunque la historia del evangelismo en Jujuy data de fines del siglo XIX (Es-
pinosa, 2017), su presencia efectiva en la quebrada de Humahuaca y la Puna a
través la actividad de misioneros británicos es un poco más tardía, de la década
de 1930 (Espinosa, 2020). Sin embargo, no puede entenderse la fase actual de de-
sarrollo -por momentos y en algunas regiones casi explosivo- por fuera de la crisis
general de la Iglesia Católica, que como señala Masferrer (2013) no se transformó
en una crisis de fe, sino en el traspaso hacia otras opciones cristianas disponibles;
por lo general, más rigurosas y exigentes en lo personal y en lo moral (Masferrer,
2019). En quebrada, puna y los valles orientales esto propuso una vía de salida a
un problema sanitario de importancia social y cultural, el alcoholismo; situándose
el evangelismo como vía de recuperación y ofreciendo el retorno a una comunidad
de creyentes y a una vida productiva. Sin embargo, el precio que se paga por tal
rescate espiritual suele ser alto y está vinculado con la obstaculización, cuando
no lisa y llana disolución, de vínculos comunitarios preexistentes. Segato obser-
va este mismo proceso unos años antes para la puna occidental y lo caracteriza
como des-etnización, mediante el cual la resimbolización de la sociabilidad y de la
solidaridad, de la organización colectiva, del acceso a las vías de acceso al poder
social, económico, político y al prestigio, de la relación del estado con la comuni-
dad local y étnica, de la historia local y universal, de las conductas individuales y
colectivas tuvo como efecto directo “el abandono de los rasgos de identidad de un
grupo…” (Segato, 2007:216). El mecanismo de fondo de este proceso se alimen-
ta y sustenta de una nueva visión del sujeto, basada en la individualización en la
creencia (Campiche, 1993, 2003), que no es sino el efecto del “nuevo nacimiento”
producido por el bautismo congregacional. El olvido, el rechazo de la antigua vida
y su sustitución por nuevas redes, que prueban ser eficientes en la provisión de
bienes y posibilidades son vectores centrales de esta nueva vía. Una antropóloga
cordobesa (Espinosa, 2020) siguiendo esta línea de razonamiento y pesquisa, plan-
tea que le corresponde al evangelismo en esta región el papel de fuerte agente de
254
PENA Y OLVIDO.
25 Esto es, el casamiento con la hermana del padre de la esposa, o tía paterna de su esposa
255
Antropología Latinoamericana Contemporánea
26 El camino carretero actual, que a través de 120 km de recorrido une Santa Ana con Huma-
huaca en unas cinco horas de travesía por alta montaña, recién fue inaugurado en 1995, mientras
que su continuidad hasta el pedemonte oriental y el “chaco jujeño”, saliendo a la localidad de
Calilegua en el oriente, recién fue habilitado en 2020. Hasta ese momento, toda la comunicación
era peatonal o a lomos de animal, atravesando Caspalá y la serranìa del Hornocal, al O de Santa
Ana; mucho más cercano en línea recta a la quebrada de Humahuaca (aprox. 40 km), pero aun así
de díficil y arduo tránsito.
27 En aproximadamente la tercera parte de los testimonios masculinos recopilados en Santa
Ana, encontramos que aún hoy el vínculo afectivo, de proximidad parental y de referencia de auto-
ridad familiar preferente se establece con el hermano de la madre (HnoMa) y la hermana del padre
(HnaPa). No pudimos registrar casos actuales de preferencia matrimonial con la tía materna, pero
sí algunos pocos casos de casamientos con la cuñada; los cuales fueron significativos durante el
siglo XIX en las genealogías realizadas.
256
PENA Y OLVIDO.
257
Antropología Latinoamericana Contemporánea
capas verticales corresponde a una cohorte genealógica, esto es, individuos empa-
rentados pertenecientes a diversas familias nucleares y cuyo origen se encuentra
mayoritariamente dentro de la red parental hacia la izquierda. Algunos cónyuges
de miembros de la red, sin embargo, se originaron fuera de ella, y no ha quedado
registro de sus filiaciones. El último nodo situado a la derecha y aislado representa
a la única bisnieta de 11A* de la que tuvimos información, fallecida en su infancia.
A. Mayer utiliza la noción de conjunto de acción, o cuasi-grupo como prefie-
re denominarlo -términos que utilizaremos como sinónimos en adelante-, para de-
finir y reconocer un tipo particular de entramado reticular restringido y centrípeto,
destinado a describir los lazos sociales implicados en una acción temporalmente
acotada y eventualmente sucesiva -pero no institucionalizada- destinada a un fin
y organizada a partir de un ego central individual (Mayer, 1980). Esta aparente-
mente simple y muy operativa noción ha recibido diversas interpretaciones en su
recorrido categorial, destinadas a dotarla de mayor precisión y límites (Pospisil,
1964; Kapferer, 1969; Boissevain, 1974; Bott, 1990, entre otros). Boissevain, en
particular, plantea que
All action-sets appear to have a central figure or a clique whom we may
call the leader. As we have noted, although co-ordination comes from this
leadership clement, it may not have been instrumental in building up the
action-set. The leader or the leadership clique in many cases acts as coordi-
nator of recruitment once the action-set has come into being, and supervi-
ses and co-ordinates the tasks of the various members (…) In all action-sets
there is a measure of internal specialization,with certain persons being as-
signed or assuming specific tasks…(Boissevain, 1974:190)
En este caso, el conjunto de acción se ha desplegado a partir de la acción
concertada por 11A*, quien comenzó reclutando a parte de su cohorte genealó-
gica dentro de su parentela28. Luego, la aparición de un liderazgo formal ejercido
por el pastor itinerante y una estructura reconocible e institucionalizada, que per-
mitió al grupo desarrollar una conciencia, una identidad e ideología particulares y
un método normalizado de reclutamiento, transformaron este cuasi-grupo en un
grupo. Acompañando ese proceso, también es visible esa “especialización interna”
que describe Boissevain en el liderazgo informal inicial de 11A*. No sabemos si
antes de su conversión 11A* ya poseía conocimientos terapéuticos y de la farma-
copea local, lo cual es posible. Pero sí, a través del relato de su hija, sabemos que
su pastor, posiblemente Ferguson, le regaló un libro que le permitió especializarse
28 Esto coincide con el papel del parentesco afinal y bilateral que comenta Ossio y que
constituyen la base de los conjuntos de acción “Sea que se teche una casa, se marque al ganado,
se siembre un terreno de maíz, los más obligados a participar son los parientes ceremoniales y los
afines, que, como veremos, están más allá del límite de la parentela del actor principal y tienden a
ser reclutados, a su vez, dentro del seno de parentelas con las cuales miembros de la parentela del
actor principal se han unido en matrimonio o han contraído vínculos de parentesco ceremonial.
Más que un grupo cooperante la parentela bilateral de un individuo es una matriz que se pone en
movimiento gracias a la alianza.” (Ossio, 2018:252)
258
PENA Y OLVIDO.
259
Antropología Latinoamericana Contemporánea
31 Aquí también nos resulta reveladora la perspectiva que Ossio propone sobre la familia nu-
clear. “Por lo tanto, pareciera que el ropaje más notorio de la familia nuclear es la unidad domés-
tica y su rol es servir de mediación entre la comunidad, la familia extensa y el individuo.” (Ossio,
2018:258)
260
PENA Y OLVIDO.
dos indígenas. No obstante, en Santa Ana la situación dista de ser lineal y universal
con respecto a esta última pertenencia. Inclusive, un miembro del consejo comu-
nal, RO, quien pasaba la mitad del año como miembro de la comunidad de Valle
Colorado, reclamaba descender de los criollos del ejército auxiliar revolucionario.
El “criollismo” significa en Jujuy, lato sensu, el ámbito de la “cultura nacional”, de
lo no-indio. El gaucho es un símbolo cultural de la mestización, de la criollización, y
a nivel regional es la representación cultural de la zona meridional del valle, no de
las tierras altas. En Santa Ana resulta habitual que en las fiestas algunos varones
se vistan de gauchos, como una forma de remarcar su status y su pertenencia. Por
contraposición, nunca logramos ver a un varón ataviado con indumentaria gaucha
en Valle Colorado.
Comentarios finales
Sería un acto de ingenuidad y arrogancia concluir nada ante un proceso de
cambio activo y sumamente fluido como el que hemos descrito, por lo que nues-
tros comentarios sólo señalarán algunos aspectos que deben guiar las posteriores
pesquisas sobre el tema en la región.
Del mismo modo en que la pena y el dolor de las pérdidas, potenciados por
la pertenencia a grupos rurales largamente subestimados por su condición étnica
y social habilitaron un cambio ideológico radical, el olvido constituyó y constituye,
también, la pieza central del dispositivo endogámico sobre el cual se apoyan los
principales procesos de reproducción social en las tierras altas de Valle Grande.
Este olvido tiene, además, consecuencias en otros ámbitos más allá de habilitar
antiguos/nuevos circuitos nupciales. La principal de ellas es paradójica. El olvido
permite sortear la prohibición de la cercanía, pero también aleja hasta transformar
en extraño, en “otro”, al que hasta hace poco fue el próximo, el cercano, el dispo-
nible. Y lo hace reutilizando patrones tradicionales, transformándolos en rasgos
elementales que pueden mezclarse entre sí, alterando el orden, las relaciones y
las jerarquías que guardaban entre sí y les habían dado, hasta ahora, carácter de
sistema cultural común. Esta fragmentación se teje con las mismas hebras, y en los
mismos telares en una nueva urdimbre, cuyo diseño busca deliberadamente dis-
tinguirse del pasado a través de un renacimiento. Y éste debe ser sólo el comienzo
de un nuevo estar en el mundo, desde un nuevo lugar social. El nuevo éxito se
construye con los adobes del pasado.
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
Introducción
El presente texto tiene como punto de partida teórico general, la perspec-
tiva analítica desarrollada originalmente por Norbert Elías (2006, 2009) en torno
a las nociones de configuración (construcciones socio-culturales de amplio rango
temporal y espacial), y entramado social (conjunto de vínculos relacionales pre-
dominantes bajo determinadas constricciones y coacciones de carácter socio-his-
tórico). Tales categorías han sido pensadas y usadas por Elias para la descripción
analítica de procesos socio-históricos de larga duración desarrollados en países de
Europa occidental (especialmente Francia, Inglaterra y Alemania).
Como ya ha sido extensamente documentado y debatido en el ámbito de
las Ciencias Sociales, han existido y existen importantes y sustanciales diferencias,
en lo que respecta fundamentalmente a las formaciones históricas, políticas y eco-
nómicas entre el viejo continente y la región Latinoamericana, lo cual exige un ne-
cesario ejercicio de re-significación de estas construcciones conceptuales en pos
del desarrollo de un conocimiento situado1.
1 Incluso teniendo en cuenta y compartiendo alguno de los puntos centrales señalado por
Foster (1962) en torno a los estrechos vínculos culturales entre España y lo que fueron las antiguas
colonias latinoamericanas, consideramos que existen significativas diferencias micro-locales y re-
gionales de carácter cultural entre ambas tradiciones.
267
Antropología Latinoamericana Contemporánea
2 El uso del término socio-étnico como categoría teórica, constituye una posición asumida
por los autores del presente texto con respecto a las características dinámicas de interacción entre
grupos étnicos a lo largo del proceso histórico, tal y como lo ha desarrollado originalmente Fredik
Barth (1976).
3 La provincia de Jujuy presenta actualmente una población estimada de aproximadamente
750.000 habitantes, se ubica en el extremo norte de la República Argentina, y constituye un área
de fronteras porosas con los países de Bolivia (límite norte), y Chile (límite occidental a través del
denominado Paso de Jama).
4 Se sigue aquí el análisis propuesto originalmente por Guillermo Bonfil Batalla (1972) en
sus escritos: “El concepto de Indio en América. Una categoría de la situación colonial”.
268
Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
6 Reconocida dirigente social privada de su libertad a partir del primer gobierno provin-
cial asumido por Gerardo Morales en el año 2016
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
7 Sobre este punto en particular, en una reciente entrevista periodística a la actual Secreta-
ria de Pueblos Indígenas de Jujuy publicada en el medio digital Jujuy al día con fecha de 15 de ene-
ro del 2021, se da cuenta de forma clara no solo de cuál es la posición de la funcionaria en cuestión,
sino también y fundamentalmente del actual gobierno provincial perteneciente a la Alianza Juntos
por el Cambio liderada por el ex. Presidente argentino Mauricio Macri. Desde el título de la nota
producto de una entrevista a la Secretaria de Pueblos Indígenas Yolanda Cruz se afirma: “Milagro
Sala nunca perteneció a una comunidad indígena”, y luego se señala en la misma nota que: “(…)
Yolanda Cruz, echó por tierra las versiones vertidas por organizaciones políticas y sociales que
adjudican condición indigenista a Milagro Sala”. En esta última frase queda en evidencia que para
el actual gobierno provincial, lo que se describe aquí como “condición indigenista” se encuentra
circunscripto exclusivamente a la pertenencia formal-administrativa avalada por el Estado. En sín-
tesis, lo que se deja entrever en estas afirmaciones es que lo “normativamente comunitario” se im-
pone por encima de cualquier autopercepción y/o práctica ritual asociada a tradiciones indígenas
dentro del territorio provincial. Por tanto lo que parece prevalecer bajo este discurso es la idea de
comunidad originaria romántica, sin conflicto, sin lucha por la tierra y, fundamentalmente, alejada
de toda urbanidad. Todas y cada una de estas últimas características son las que la líder del Movi-
miento Social Tupac Amaru no cumple, y por ende no se la reconoce como indígena desde el actual
gobierno liderado por Gerardo Morales. Como se señalará más adelante en el presente texto, esta
idea romántica de comunidad, sin conflictos sociales visibles, no es para nada novedosa ni actual,
parece haber sido más bien una construcción histórica de sentido con carácter fuertemente político,
que obviamente precede al siglo XIX, pero que nosotros registramos como sostenida y puesta en
práctica fundamentalmente por gobiernos liberales conservadores que detentaron el poder en Jujuy
hacia finales del siglo XIX.
8 Para un análisis acerca de los enfoques geográficos posteriores a la segunda guerra
mundial y su influencia en los debates teóricos internos en Geografía y en las Ciencias Sociales en
general, se puede consultar el texto de Dante Edin Cuadra (2014), citado en la bibliografía final.
271
Antropología Latinoamericana Contemporánea
9 Sobre la relación entre relatos mitológicos y prácticas rituales en donde se haga referencia
a diversas significaciones territoriales en el área cultural andina se puede consultar los textos de
Alejandro Ortiz Rescaniere (1985) y Juan M. Ossio (1977).
272
Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
11 Este punto ha sido desarrollado y analizado por el Profesor Juan Ossio en el seminario
doctoral virtual y simultaneo organizado por la ENAH (México) a cargo del Dr. Elio Masferrer
Khan y el Dr. Rolando Macías, en el mismo fue invitado a dar una clase especial Juan Ossio quien
ha mencionado las ideas que se interpretan en nuestro texto.
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
12 Si bien la idea y el desarrollo analítico de lo que se conoce en los estudios andinos como
control vertical de diferentes pisos ecológicos pertenece a John Murra, el enfoque de Golte se ha
centrado no ya en información etnohistórica como en el caso de Murra, sino más bien en estudios
contemporáneos de poblaciones originarios ubicadas entre los espacios rurales y urbanos del ac-
tual Estado-Nación del Perú. En todo caso, el análisis propuesto por Golte acerca de la racionali-
dad andina y su relación con territorios multidimensionales, es claramente deudor de los estudios
originales de John Murra, pero no han tenido ni tienen las mismas características modélicas en
términos explicativos.
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
13 Según datos oficiales de la provincia de Jujuy, la población del Departamento Valle Gran-
de se encuentra conformada por localidades rurales, representadas a través de cinco cabeceras
principales de norte a sur (Caspalá, Santa Ana, Valle Colorado, Valle Grande y San Francisco).
De acuerdo con el censo de población del 2001, todo el departamento estaba conformado por un
total de 2386 pobladores registrados, en el 2010 haciende a 2451 censados, mientras que en la ac-
tualidad (2020-2021) se estima una población aproximada de 3000 habitantes. Esta información se
encuentra disponible en https://www.citypopulation.de/php/argentina-jujuy_s.php?adm2id=38105
(consultado en fecha 05/02/2021).
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
14 Para un análisis detallado acerca de las relaciones entre conjunto de apellidos registrados
desde el siglo XVII en el área vallegrandina que persisten aún en la actualidad, la configuración
histórica de la familia extensa con residencia múltiple en la misma región, y su relación con mi-
cro-territorios específicos dentro de Valle Grande, se puede consultar el texto de Ferreiro y Fernán-
dez (2013).
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
15 Tal como se ha mencionado en pie de página bajo el primer subtitulo, las clasificaciones
y estigmatizaciones presentes en discursos políticos y prácticas políticas conservadoras en Jujuy
como la que lleva a cabo el actual gobierno dirigido por Gerardo Morales, especialmente para con
referentes de movimientos sociales que adhieren a la lucha de los pueblos originarios contempo-
ráneos. no resultan en absoluto novedosas. Hacia finales del siglo XIX, ya existía plena conciencia
de parte de sectores políticos que ejercían el poder, acerca de la “peligrosidad” que implicaban la
organización y acciones indigenistas por el acceso y la propiedad comunitaria de la tierra. En aquél
momento histórico la idea de peligrosidad se expresaba igualando la noción de comunismo (pro-
piedad común) como sinónimo de revuelta indígena, mientras que en los tiempos contemporáneos,
invirtiendo el discurso de manera especular, prevalece una visión romántica y positiva del “indio”
como trabajador rural que no reclama, ni lleva a cabo revueltas, por el contrario parece ser que
los dirigentes que han sostenido reclamos y llevado acciones de protestas como Milagro Sala no
serían , desde el discurso del poder actual, “auténticos indígenas” sino más bien “impostores” de
una supuesta “indianidad pura y no contaminada” por la protesta social moderna.
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
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16 Parte del registro etnográfico llevado a cabo en la región alta de Valle Grande entre los
años 2008 y 2014 ha sido analizado y publicado en artículos académicos bajo la autoría de Fernán-
dez (2010, 2014).
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Reflexiones Finales
Sin dudas se han producido numerosos cambios de carácter estructural que
afectaron la configuración socio-económica del área vallegrandina desde media-
dos del siglo XIX hasta nuestros tiempos contemporáneos. Sin embargo, el trabajo
de campo etnográfico en el presente sumado al análisis relacional de documentos
históricos, nos permiten dar cuenta de determinadas pautas de continuidad en
algunos de esos hilos de la historia en la región norte de Valle Grande.
La posesión de terrenos en el valle sigue siendo bastante similar a aquella
fragmentación del territorio impulsada por Tello en 1887. Actualmente la organiza-
ción en familias extensas con residencias múltiples y la trashumancia de individuos
y grupos acompañando al ganado, forman parte de las principales tramas organi-
zativas dentro del área de estudio. Todas estas características, tal y como se ha se-
ñalado a lo largo del texto, son de antigua data, es decir, forman parte constitutiva
de la larga duración histórica en la región. Estas características generales no sólo
se encuentran presentes en nuestro estudio de caso, sino que, como también ya se
ha reseñado, parece persistir en toda la región centro y sur-andina.
Desde nuestro enfoque, el territorio forma parte de un entramado relacio-
nal que excede al espacio como un mero elemento de potencial valor de acuerdo
a las posibilidades productivas que ofrece el suelo. Ya sea que el suelo haya sido
usufructuado bajo formas de propiedad individual y/o colectiva, entendemos que
ha existido históricamente y existe aún en la actualidad diferentes dimensiones
socio-culturales con altos niveles de interdependencia entre sí.
El elevado nivel de endogamia local, expresada a través de uniones nupcia-
les y apadrinamientos entre determinados apellidos que ha caracterizado a todo el
departamento Valle Grande, sumado a las cercanías territoriales entre diferentes
conjuntos familiares, posibilitaron la configuración de sub-grupos vecinales cohe-
sivos a través de los cuales se expresan múltiples tensiones y coacciones cate-
goriales en tensión entre distintas facciones (familiares, parentales, económicas).
De este modo, y tomando como eje estos trazos modélicos de redes parentales y
territoriales, es posible reconstruir algunas de las tramas que sostienen la imagen
idílica de la comunidad observada desde afuera, es decir, como conjunto de lazos
interconectados de manera relativamente densa, pero también los “corto-circui-
tos” que se producen cuando establecemos una mirada más cercana al territorio
local y podemos reconocer la presencia de sub-grupos cohesivos que han presen-
tado históricamente intereses similares dentro de la red, en detrimentos de otros
grupos familiares que ocuparon históricamente territorios más marginales a los
centros de poblados rurales y áreas pasturas de menor densidad dentro de esta
micro-región de altura.
En suma, en estos valles de altura todo parece indicar que las identifica-
ciones individuales y los terrenos adquiridos, han sido y son altamente interde-
pendientes de otras dimensiones vinculadas a la reproducción de los conjuntos
familiares locales, es decir, se han constituido y se reproducen incluso actualmente
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Propietarios, vecinos y parientes: configuraciones territoriales entre poblaciones originarias
bajo una relación-tensión que tiene como centro de disputa el territorio en tér-
minos materiales y simbólicos. Tal situación parece haberse construido sobre una
serie de resortes conflictivos que incluyen desde disputas por la herencia, hasta
los conflictos latentes por el uso de los terrenos, hayan sido éstos comprados por
individuos particulares en 1887 o, como en el caso de Valle Colorado, se hayan
constituido como propiedad comunitaria a cargo de referentes de pueblos origi-
narios locales.
Fuentes
Archivo Eclesiástico de la Prelatura de Humahuaca, Provincia de Jujuy. Li-
bros de Bautismos y Casamientos correspondientes al departamento Valle Gran-
de. Periodo 1850 – 1895
Archivo Histórico de Jujuy (AHJ). Libro de Catastro del Departamento Recto-
ral y otros Departamentos de la Provincia de Jujuy. Años 1887-1890.
Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy. Padrón de fraccionamiento de la
Finca Valle Grande. 1887. Firmado por Eugenio Tello
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Los jardines como un dispositivo cultural. Apuntes teóricos para un abordaje antropológico
Entrada
Hace un par de años escuché decir a una compañera:
—Siempre que voy a España me doy un tiempo para visitar el Parque del
Retiro.
Yo no conozco dicho jardín, ni siquiera he ido a Europa y pese a eso, no olvi-
do aquel comentario de oficina. ¿Qué hace que un espacio verde en medio de una
capital europea haga que una mujer lo visite cada vez que cruza el Atlántico?, ¿Es
aquel parque un espacio que seduce al visitante? O, simplemente, ¿Los habitantes
de las megalópolis buscamos esos lugares que nos sitúen frente a ese tipo de ex-
periencia con la naturaleza?, ¿Son los parques uno de esos lugares? O ¿Se pueden
entender como un dispositivo creado por los seres humanos para establecer una
relación con la naturaleza? Los jardines… ¿Serán naturaleza?
El presente ensayo busca generar una aproximación antropológica a los jar-
dines entendidos como un dispositivo cultural. En ese sentido, el texto se divide en
tres apartados a partir de los cuales presento algunas consideraciones teóricas en
torno al abordaje conceptual de dichos espacios. En el primer apartado, presento
diversas definiciones en torno al concepto del jardín y su vínculo con la noción de
parque. Posteriormente, en el segundo apartado, presento un recorrido sucinto a
través de la historia de los jardines en Occidente y finalmente, en la última parte
del presente trabajo, pongo en relación algunos conceptos como el de cuasi-gru-
pos desarrollado por Adrián C. Mayer con términos del horizonte semiótico como
semiosfera, frontera y memoria cultural de Iuri Lotman. Dichos conceptos me per-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
miten esbozar las posibles rutas analíticas que posibilitan una aproximación an-
tropológica a los jardines a partir de sus usos y de la construcción de significados
asociados a esos espacios urbanos.
Una sucinta historia de los jardines
El enfoque del presente trabajo parte de la comprensión y el análisis de los
jardines como un dispositivo1 cultural. Los jardines pueden ser entendidos como
una de las constantes culturales que se han desarrollado en diversas sociedades a
lo largo del espacio y tiempo. Desde ese punto de vista, se puede decir que la con-
cepción de la jardinería como una actividad cultural tiene varias facetas. Una de
éstas es, la discusión conceptual en la que se inserta, es decir, la reflexión en tor-
no a los conceptos de naturaleza y cultura. Discusión central para la constitución
del discurso antropológico, el binomio naturaleza-cultura intenta establecer una
frontera entre dichos ámbitos para diferenciar el comportamiento propiamente
humano del resto de los hechos que conforman el devenir de los seres vivientes.
Como es bien sabido en el ámbito antropológico, la cultura se puede enten-
der como todo aquello que no pasa por una determinación biológica, es por esto
que, la dicotomía entre los conceptos de naturaleza y cultura se puede trasladar al
ámbito del jardín y utilizarse como un binomio conceptual que también se vuelve
inherente a la definición de los jardines.
Otra de las aristas relacionada con esta perspectiva sobre el jardín, es su
dimensión histórica. En lo que toca a esta perspectiva, una de las preguntas recu-
rrentes tiene que ver con el origen del jardín: ¿cuándo surgió? y ¿qué actividades
se han llevado a cabo en estos espacios a través del tiempo? En relación con el
origen, autores como Gilles Clément (2019: 9-15) proponen que el primer jardín se
vinculó directamente con una necesidad alimentaria, es decir, esa domesticación
del mundo vegetal; en principio, cubriría una necesidad propiamente biológica. Si
parto de la premisa de Clément, podría inferir que los orígenes de la jardinería se
pueden remontar a 10,000 años AP y que van de la mano de la consolidación de la
llamada Revolución Neolítica; lo que me lleva a otra cuestión asociada con el tema
general del texto y que es el advenimiento de la ciudad y el desarrollo urbano en la
historia de la humanidad. Es por esto que, la imbricación entre la ciudad y el jardín
parece evidente. Sin embargo, esa relación tampoco se debe afirmar de manera
concluyente, lo que sí se puede vislumbrar, es que desde la Antigüedad las grandes
civilizaciones tanto de Oriente como de Occidente integraron los espacios verdes
a su desarrollo urbanístico.
Otra de las caras de este tema tiene que ver con la relación entre el jardín
y el paisaje. Es sabido que antes del Renacimiento, la vida en el jardín se llevaba a
cabo puertas adentro, es decir, los jardines en Occidente eran lugares diseñados
1 De acuerdo Giorgio Agamben, un dispositivo es todo aquello que permite orientar, mode-
lar y en términos generales, controlar o perfilar los discursos de los seres vivos. Véase: (Agamben,
2015)
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Los jardines como un dispositivo cultural. Apuntes teóricos para un abordaje antropológico
2 Uno de los ejemplos más representativos de este tipo de espacios es Villa Castello, situado
en los alrededores de la ciudad de Florencia (Italia).
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Los jardines como un dispositivo cultural. Apuntes teóricos para un abordaje antropológico
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
de las prácticas culturales en las que las diferencias entre ambos espacios no son
tan evidentes (Tejeda, 2005).
Por otra parte, en su ensayo Naturaleza-cultura: Un marco de análisis para
la relación persona-cosmos, Isabel Martínez (2009) se refiere a esa relación a par-
tir del propio Claude Lévi-Strauss, quien las concebía como dos esferas contiguas
articuladas a partir de una serie de encadenamientos lógicos que consolidan un
código cultural específico.
Es así como estos dos autores abordan, desde distintas posiciones y meto-
dologías —filosofía, semiótica y antropología— la relación entre la naturaleza y la
vida cultural.
Otro de los puntos a considerar en la aproximación antropológica de los
jardines es el tema de los “usuarios”. Más allá de comprenderlos como una masa
homogénea, se puede aplicar el concepto de cuasi-grupos interactivos para enten-
der como las diversas colectividades que confluyen en los parques se relacionan y
promueven procesos de significación asociados a dicho espacio. De acuerdo con
Adrian C. Mayer, los cuasi-grupos se caracterizan por:
En primer lugar, se centran en torno a un ego en la medida en que su misma
existencia depende de una persona concreta como foco organizador cen-
tral; en el grupo, en cambio, la organización puede ser difusa. En segundo
lugar, las acciones de un miembro cualquiera solamente son importantes
en cuanto que son interacciones entre él y el ego o el intermediario del ego.
(1990: 109)
Es por esto que el concepto de cuasi-grupos, permite entender la manera
en que se interrelacionan las distintas colectividades que utilizan el parque como
un espacio que promueve distintas dinámicas relacionadas con el deporte y las
dimensiones del ocio, como lo son el acto de caminar o contemplar la naturaleza.
Uno de los aspectos relacionados con las actividades de los cuasi-grupos es
la construcción de sentido, la necesidad de cargar de significados esa naturaleza
culturalizada que son los parques. Para esto, me interesa presentar algunos de los
conceptos vinculados con el horizonte teórico de la semiótica.
Uno de los principales teóricos de la Escuela de Tartu,3 en Estonia, fue Iuri
Mijailovich Lotman quien, a lo largo de su trabajo intelectual produjo las bases
del andamiaje teórico-conceptual que sostiene a la denominada Semiótica de la
Cultura.4
De acuerdo con Iuri Lotman : “La semiosfera es el espacio semiótico fuera
3 Para aproximarse de manera más detallada a la Escuela de Tartu, véase: Mostrar la Es-
cuela de Tartu como Escuela: más allá de Lotman y Uspenski (Navarro, 1993)
4 Para aproximarse a los principios teórico-metodológicos de la Semiótica de la Cultura
véase: ILa Semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto (Lotman, 1996)
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Los jardines como un dispositivo cultural. Apuntes teóricos para un abordaje antropológico
del cual es imposible la existencia misma de la semiosis”5 (1996, pág. 24). En este
sentido, el concepto mismo es una delimitación de los propios objetos de estudio
en función de sus alcances contextuales o, dicho de otra manera, la semiosfera
nos permite entender hasta qué punto —analíticamente hablando— es posible la
construcción del sentido en un objeto determinado.6
En este orden de ideas, el siguiente concepto lotmaniano que me interesa
es el de “frontera” (íntimamente relacionado con el anterior). Como su nombre lo
indica, el concepto de frontera en Lotman se refiere, en principio a la identifica-
ción de un límite, aunque no necesariamente a la separación, es decir, aunque la
frontera implica una diferenciación, el autor señala la permeabilidad de la misma.
En ese sentido, las fronteras semióticas se caracterizan por su permeabilidad y
por su capacidad de generar un diálogo abierto a través del bilingüismo. Dicha
condición permite la entrada de diversos textos a la semiosfera y a la vez, llevar a
cabo su traducción semiótica. El concepto de frontera es importante, puesto que
la construcción de los procesos de significación parte del establecimiento de lo
que ocurre dentro o fuera del parque y me provoca preguntarme, ¿Cuáles son los
límites semióticos del mismo?
Ante este fenómeno de intercambio de mensajes o significaciones, Lotman
va a decir que lo que se está intercambiando son una serie de textos, es importante
aclarar que la categoría de texto no se refiere solamente a la dimensión escrita del
lenguaje, sino que es una categoría ampliada que: “Además de la función comuni-
cativa, el texto cumple también una función formadora de sentido, interviniendo
en este caso no en calidad de embalaje pasivo de un sentido dado de antemano,
sino como generador de sentidos.” (Lotman, 1996: 87) Y más adelante puntualiza
que: “En el sistema general de la cultura los textos cumplen por lo menos dos
funciones básicas: la transmisión adecuada de los significados y la generación de
nuevos sentidos.” (Lotman, 1996: 94).
Finalmente, en esta dinámica textual propuesta por Lotman surge uno de
los articuladores fundamentales para construir una relación con el pasado que es
el concepto de “memoria cultural”. Con relación a esto, el semiótico ruso afirma
que “La semiosfera tiene una profundidad diacrónica, puesto que está dotada de
un complejo sistema de memoria y sin esa memoria no puede funcionar.” (Lotman,
1996: 35) Y justamente, este tipo de memoria cultural se caracteriza por la posibili-
dad de actualizar o activar los elementos del pasado, a partir de las actualizaciones
y lecturas que los propios sujetos realizan de los sucesos que los antecedieron.
De esta manera, la propuesta lotmaniana presenta una posibilidad de ar-
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Antropología Latinoamericana Contemporánea
ticular no solamente una diversidad de textos presentes, sino que, a su vez, nos
permite establecer una serie de relaciones con textos7 del pasado que no necesa-
riamente están desvinculados entre sí.
Es así como el parque o jardín se puede entender como una semiosfera en
la que se construyen e intercambian textos y a la vez, también es un espacio en el
cual se generan procesos de traducción intersemiótica que actualizan no sólo los
textos que conforman la memoria cultural, sino que nos permiten aproximarnos a
los procesos semióticos que se desencadenan a partir de la relación que estable-
cen los seres humanos con esa naturaleza culturalizada.
Un parque en una ciudad
Para mostrar la articulación de los distintos conceptos mencionados ante-
riormente, presentaré un esbozo del Parque México, ubicado en la capital mexica-
na. Dicho espacio fue inaugurado en 1927 en la Ciudad de México y su construc-
ción está ligada al proyecto urbanístico de la colonia Hipódromo-Condesa. Con
respecto a dicho lugar, Víctor Ramírez Alvarado comenta que “Fue el primer par-
que creado a partir de lo que hoy se denomina como arquitectura del paisaje, y el
primero que dejó de ser una copia de los jardines europeos, lo que marcó un par-
teaguas dentro de la etapa del modernismo de la ciudad.”8 Es así como podemos
entender a dicho espacio como una semiosfera en la que se articulan y entrelazan
textos que, de manera conjunta a las diversas actividades que han llevado a cabo
sus usuarios a lo largo del tiempo, se ha conformado una memoria cultural con
respecto a dicho lugar.
Entre sus características constructivas es importante mencionar que la for-
ma del parque está determinada por un uso anterior del terreno en el que se en-
cuentra. Antes de 1927, el espacio fue utilizado como un hipódromo, de ahí que
se haya respetado esa forma elíptica para la construcción del jardín en cuestión.
Esto se puede observar en distintos planos de principios del siglo XX en los que
aparece el hipódromo, cuyo acceso se encontraba en lo que hoy conocemos como
el Parque España. Sin embargo, ya para 1926 ambos espacios formaban parte de
la nueva traza urbana y de la lotificación de la incipiente colonia Hipódromo en el
otrora Distrito Federal.
Más allá de las diversas actividades que se han desarrollado en el parque a
lo largo de sus casi 100 años de existencia, una de las relaciones inherentes es la
que se establece con la vegetación, que, en principio, es considerada naturaleza.
Como señalé anteriormente, la noción de culturaleza me permite asumir a este
parque como un lugar en el que la naturaleza se ha culturalizado, y en esa relación
entre las plantas y los seres humanos, la presencia de lo vegetal se nos muestra
a través de distintos canales de percepción (visual, olfativo, táctil, auditivo y po-
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Los jardines como un dispositivo cultural. Apuntes teóricos para un abordaje antropológico
tencialmente gustativo —pensemos en las plantas con fruto—) por medio de los
cuales, el que lo recorre obtiene una serie de informaciones que le permiten cons-
truirlo semióticamente.
Al respecto, a lo largo de casi un siglo, el entorno ha cambiado o, evolu-
cionado de diversas maneras. No sólo se ha ido transformando la arquitectura
circundante, sino que la propia arquitectura vegetal, que otrora en los años veinte
del siglo pasado, cedía ante la impronta del desarrollo urbano, en nuestros días,
esa horizontalidad e incipiente crecimiento vegetal, se ha transformado hacia una
verticalidad que, en algunos de los espacios aledaños, —como la Plaza Popoca-
tépetl—, vuelve difusas las fronteras o los límites del jardín.
En ese sentido, y a partir de lo que he mencionado líneas arriba, me parece
que la relación entre los seres humanos y la naturaleza es un campo de análisis in-
soslayable del quehacer antropológico y, en la medida en que se pueda compren-
der al jardín como algo más que un espacio “verde”, es que podrán ser concebidos
como sitios de la culturaleza en los que se propicia una relación distinta con el
mundo vegetal.
Conclusiones
Partiendo de la dimensión antropológica, los parques pueden asumirse
como un paisaje cultural en la medida en que son producto de la intervención
humana sobre el entorno natural. El abordaje antropológico de los mismos se en-
frenta, por un lado, a la definición conceptual de los espacios verdes a partir de las
aristas mencionadas a lo largo de este texto. Además, la reconstrucción histórica
de dichos espacios nos permite reconocer, la constancia cultural de la idea del
jardín, es decir, los parques o jardines pueden ser considerados como una práctica
cultural recurrente que ha tenido una presencia constante en diversas sociedades
históricas y contemporáneas, aunque con sus divergencias y connotaciones simbó-
licas, la delimitación de los espacios verdes ha acompañado a la humanidad desde
hace miles de años.
Finalmente, y de manera paralela a ese par de aristas, los conceptos de
culturaleza, semiosfera y frontera, permiten construir analíticamente los espacios
que conforman a los jardines urbanos y, los concepto de cuasi-grupos y memoria
cultural, podrían aproximar antropológicamente el papel de los usuarios de los
parques contemporáneos a partir de acciones concretas como el deporte, el pa-
seo y las diversas actividades llevadas a cabo en las arcadias contemporáneas que
encontramos en las megalópolis de nuestro tiempo.
Bibliografía
AGAMBEN, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo? Barcelona: Anagrama.
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Sobre los autores
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Ha escrito artículos para la Revista Vita Brevis, así como para la Revista Cuicuilco
del INAH además de colaborar para el boletín Actualidad Sociopoliticareligiosa. Ha
participado como ponente en el Congreso de Religión, Sociedad y Política (ENAH),
en el Coloquio Internacional de Antropología de la Muerte (INAH), en el Congreso
Internacional de Americanistas, en el Seminario Mitos y Religión (Coordinación
Nacional de Antropología), en el Coloquio de Construcción de Identidades y Vi-
siones del Mundo en Sociedades Complejas (ENAH), en el Encuentro de la Red de
Investigadores del Fenómeno Religioso en México (RIFREM), en el Congreso de
etnografía de la religión (BUAP), así como en el Coloquio de Historia y Antropolo-
gía de las Religiones (ENAH). También ha ofrecido conferencias para el Seminario
Estudios sobre Ecatepec y El Colegio Mexiquense A.C.
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Sobre los autores
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Sobre los autores
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Escuela Nacional de Antropología e Historia