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Es curioso, como una simple superficie circular unida a un eje permite tantas posibilidades, casi tantas
como máquinas somos capaces de inventar los humanos. Tanto es así, que hay pocos artilugios que
no incorporen una rueda en alguna parte del mecanismo.
Con mucha menos fuerza se podían mover pesos mucho mayores. El motivo es que la rueda tiene un
punto de contacto con el suelo muy pequeño y que, encima, no se desliza. Esto hace que el
rozamiento sea mínimo y casi toda la fuerza se aproveche para desplazar la carga. La rueda fue uno
de los grandes inventos de la humanidad. De eso no hay duda.
Evolución de la rueda
Una de las cosas más sorprendentes que encontramos al analizar cómo ha sido la evolución de la
rueda, es cuando descubrimos las civilizaciones americanas, los incas, los mayas o los aztecas, es que,
a pesar del gran desarrollo que lograron, no usaban la rueda.
Al menos, no para manejar carros. Porque tontos no lo eran, por supuesto, y sí se han encontrado
ruedas en juguetes aztecas. Además, el concepto de rueda lo utilizaban para hacer los calendarios,
por ejemplo.
Pero, a la hora de llevar cargas, seguían cargándose a sus hombros. O, mejor aún, en los hombros de
los esclavos de los que disponían para tal fin. Todo ello indica que la rueda, a pesar de ser sin duda
útil, no era imprescindible para construir una civilización. Y sería un gran error considerar aquellas
culturas americanas poco avanzadas.
Si no desarrollaron la rueda había un motivo. Y con toda probabilidad este motivo era, simplemente,
que no disponían de ganado para estirar los carros. En América no había caballos, bueyes, asnos o
ningún animal que se dejara domesticar y que fuera lo suficientemente grande para ser útil como
bestia de tiro.
Las llamas o las vicuñas que los incas podrían haber empleado no se dejan domesticar fácilmente y
no aceptan que las aten a un carro. Y sin una fuerza motriz importante las virtudes de la rueda
disminuyen mucho, al menos de entrada.
Por tierras americanas sí corrieron los caballos, pero se extinguieron hace muchos miles de años, por
lo que, cuando la civilización que los podía usar floreció, ya no quedaban. Esto dio una ventaja
decisiva a los conquistadores cuando llegaron. No sólo por los caballos, que también, sino porque el
hecho de disponer de ganado de carga les facilitó el uso de la rueda.
Y con la rueda vino, a continuación, buena parte de la tecnología del Viejo Mundo. Mejores sistemas
de transporte, que facilitaron el comercio y el intercambio de ideas entre culturas, mejor tecnología,
naves con más capacidad y armas más poderosas
La historia de la rueda es la de uno de los inventos más importantes para la humanidad. Gracias a ella, fue posible
transportar mayores cargas mucho más lejos. Ahorró tiempo, y esfuerzo como consecuencia, algo que el ser humano
siempre busca
Origen del teléfono
El teléfono es un invento que comenzó como un juego de niños, a principios del siglo XVIII.
Numerosos investigadores describieron en su día transmisores eléctricos de la voz desde
planteamientos teóricos, pero sin substanciar tales hipótesis.
El primero y tal vez más importante, fue el italiano Antonio Meucci, que en 1854 inventó
el telettrófoni. Meucci inventó un artefacto capaz de poder comunicar su voz desde la planta baja de
una casa con el piso superior. Pero al ser pobre, no tenía el dinero suficiente para poder
patentarlo. Este hecho lo aprovecharon más adelante otros inventores que utilizaron el principio de
funcionamiento de este mecanismo, como veremos a continuación.
Durante muchos años existió (y todavía hoy se discute) una gran disputa legal para decidir quién
había sido el verdadero inventor del teléfono.
A los pocos años, en 1863, el alemán Johann Philipp Reis, utilizó incluso el término telephon para
aludir a una membrana vibradora que se abría y cerraba mediante un circuito eléctrico y reproducía
sonidos musicales. Pero Reis nunca se tomó aquello en serio y jamás pasó de considerarlo un simple
juguete.
Johann Philipp Reis
No si gran controversia, ya que ese día dos hombres, Graham Bell y Elias Gray, se presentaron en la
Oficina de Patentes de Nueva York para registrar un inaudito e insólito invento: el teléfono bajo la
patente número US178399A.
Pero Bell, llegó a las doce del mediodía y Gray dos horas después. Esa diferencia consagró al joven
escocés, Bell, como padre del teléfono, el invento más importante de su tiempo.
Este invento utilizaba la electricidad para hablar a distancia, e iniciar una red telefónica. El hecho de
marcar unos cuantos números, puede poner en contacto verbal a personas muy alejadas
físicamente. Bell y Gray pleitearon durante diez años, pero al final el veredicto favoreció a Bell, que en
poco tiempo se hizo millonario gracias a este revolucionario y novedoso invento.
No obstante lo dicho, hay que reconocer al alemán Philipp Reis haber llevado a cabo en 1863
transmisiones de sonidos a distancia por un procedimiento similar al de Bell. Reis moriría pobre y
abandonado años después de que Bell patentara el formidable invento.
Bell, era hijo de una mujer sorda y de un especialista en la recuperación de estos enfermos, y toda su
vida había mostrado interés en la acústica. Por lo que resulta llamativo, que alguien especializado en
enseñar a hablar a los sordos inventara un aparato en el que el oído es fundamental.
Es cierto, que también trabajaba en la búsqueda de un sistema telegráfico capaz de transmitir varios
mensajes a la vez. Fue en Estados Unidos donde su afición a la telegrafía le llevó al descubrimiento
del teléfono de forma casual.
Una tarde, su ayudante Thomas Augustus Watson tuvo un pequeño accidente mientras manipulaba
un aparato telegráfico que trataba de perfeccionar. Tal día como hoy, un 2 de junio de 1875; Watson
hizo un movimiento en falso y al contactar mal un tornillo transformó en corriente continua lo que
debía haber sido corriente alterna. Al otro extremo del hilo y en una habitación distinta, Bell pudo oír
todo aquel ruido.
Sin embargo, aún tardó cerca de un año en sacar partido de tan prometedor accidente. Bell patentó
el invento del teléfono antes de que realmente lo hubiera podido comprobar él mismo.
Ya que fue después de su inscripción en la Oficina de Patentes cuando pudo transmitir un mensaje
telefónicamente, la oración gramatical: “Come here, Watson, I want you” (“Watson, ven, te necesito”).
Era el día 6 de marzo de 1876.
Bell, presentó su invento en la exposición celebrada en Filadelfia con motivo del primer centenario de
la Independencia de Estados Unidos, donde se convirtió en una gran atracción.
Estaba invitado el emperador del Brasil, Pedro II, a quien pusieron en la mano el aparato de Bell; el
emperador lo examinaba atentamente, y cuando comprobó que salían voces de él, lo soltó alarmado
y exclamó desconcertado: “¡Pero esto habla!”.
Por entonces sólo existían ocho líneas telefónicas individuales compartidas por varios abonados. La
telefonista tenía que ir siguiendo la conversación de vez en cuando porque no había forma de saber
cuándo había terminado la conversación entre abonados.
Las centrales telefónicas automáticas, las llamadas sin operadora ni demora, fueron ideadas en
1889 por un empresario de pompas fúnebres de Kansas City, Almon S. Strowger. Y su origen es de lo
más curioso.
Éste, intrigado porque todos los pedidos de servicios mortuorios iban a la competencia, descubrió
que la esposa de su competidor era la telefonista local. Desviaba los pedidos hacia el teléfono de su
marido. Ella era la primera en enterarse de los chismes, bulos y noticias que circulaban por la ciudad,
incluidos los fallecimientos de toda la localidad.
Strowger, pensó que era necesario eliminar a la operadora, cosa que fue posible tras conseguir que al
descolgar el aparato no saliera la voz de ésta preguntando con quién quería comunicar, sino que ello
se hiciera de manera automática, es decir, el abonado podía marcar el número de otro abonado
oprimiendo una combinación de tres botones.
El disco rotatorio fue diseñado poco después dando como resultado el primer teléfono de
disco. Estas centrales automáticas no fueron adoptadas por Bell hasta 1919. En 1884 la compañía Bell
posibilitó las llamadas a larga distancia creando una línea entre Boston y Nueva York.
Cuatrocientos ochenta y cinco kilómetros enlazados por diez mil postes telefónicos y una gran
cantidad de hilo de cobre, sustituyendo al de hierro.
Desde entonces hasta hoy han sido legión el número de innovaciones y mejoras habido en el mundo
de la telefonía. Entre otras la del teléfono público por monedas, inventado en 1889 por el
norteamericano William Gray.
Luego vendría el teléfono portátil, teléfono móvil o celular, el de bolsillo, el teléfono de mando vocal
e incluso el teléfono para sordos, pequeño aparato que se incorpora al teléfono y posibilita la
reproducción de los mensajes en una pantalla de cristal líquido.
La idea de la telefonía móvil surgió en la empresa AT&T en 1953, aunque hasta finales de la década
de los setenta no aparecieron los sistemas de telefonía móvil celular, de peso y tamaño reducidos y,
por tanto, realmente operativos.
Estos sistemas eran experimentales y no funcionaban comercialmente, aunque algunos de ellos, con
pequeñas modificaciones, han llegado hasta nuestros días.
Sistemas celulares
Muchas veces hemos oído el término “celular”, y tal vez hayamos pensado que se refiere a algo vivo.
Sin embargo, lo que esta palabra significa es que el área total de cobertura (un país, un continente), al
igual que un ser vivo, se divide en partes más pequeñas llamadas “células”.
Cada una de estas células dispone de su propia antena, denominada «estación base», y su propio
conjunto de frecuencias. ¿Y cuál es el motivo de complicar tanto el sistema? Sería mucho más sencillo
instalar una sola antena para todo el territorio y con todas las frecuencias.
De hecho, los primeros sistemas móviles funcionaban así, pero las frecuencias son limitadas, y además
hay que compartirlas con los demás servicios de ondas radioeléctricas como la televisión y la radio,
entre otros.
El mayor problema al que se enfrentaron los ingenieros, fue el de conseguir el máximo número de
canales de comunicación con las frecuencias disponibles.
El modo de poder trabajar con más canales consistió en aprovechar las mismas frecuencias,
dividiendo en células independientes el territorio de cobertura. De manera que dos células
adyacentes no usaran las mismas frecuencias de transmisión, mientras que dos células separadas
podían utilizar las mismas frecuencias siempre que existiese suficiente distancia entre ambas.
De este modo podía haber vanos usuarios hablando por la misma frecuencia si se encontraban en
células no adyacentes.
Los primeros sistemas que alcanzaron un desarrollo comercial significativo, aparecieron en la década
de los ochenta. En Europa fueron los sistemas Nordic Mobile Telephones (NMT), desarrollados por
Nokia y Ericsson, y en Estados Unidos, el American Mobile Phone System (AMPS).
Sin embargo, su coste inicial era muy elevado, y sólo en los países nórdicos alcanzaron una
significativa integración en la sociedad, a pesar de que los terminales utilizados para el NMT eran
excesivamente voluminosos, del tamaño de una maleta.
La banda máxima de utilización de estos sistemas era la de 900 MHz. Su principal problema era que,
al ser transmitida la voz directamente al teléfono, cualquier persona que dispusiera de un buen
receptor de radio podía escuchar la conversación. Funcionaban de forma parecida a un walkie-talkie,
por lo que resultaba sencillo realizar “escuchas”.
Con el uso generalizado del teléfono móvil se hicieron necesarias una mayor calidad de sonido, una
mayor seguridad contra las escuchas y una mayor capacidad de las redes.
El resultado fue el Global System for Mobile Communications (GSM) Este tipo de telefonía empleaba
una señal digital, es decir, la voz era convertida en una sucesión de unos ceros antes de ser emitida.
El funcionamiento de un teléfono GSM es similar al que se utilizaba en los discos compactos (CD).
Imaginemos por un momento que nuestra voz, en vez de crear ondas en el aire, lo hace en el agua.
La forma de convertir esto en información digital consistiría en medir, cada cierto tiempo (periodo), la
altura de las olas, con lo que sólo transmitiríamos la altura de dichas olas y no la ola completa. Es lo
que se llama un «muestreo”.
Esta señal en formato digital está protegida con técnicas de encriptación (es decir, puesta en clave).
Por ello, cuando nos acercamos a un aparato de radio o a una pletina de casete con un teléfono, no
escuchamos más que una sucesión de chirridos electrónicos.
Por si esto fuera poco, al convenir nuestra voz en números, resulta muy fácil añadir un determinado
número de cifras de control que, con una sencilla operación matemática, permiten saber si se ha
recibido correctamente la señal, qué número de teléfono está llamando y otras funciones.
Además, los sistemas digitales permiten enviar y recibir mensajes cortos y cadenas de datos, de
manera que el teléfono puede funcionar como un módem, realizar conexiones a Internet (WAP:
Wireíess Ayyli- Cíilíou Proíoiol), enviar y recibir faxes y otras funciones.
El GSM utiliza, además, un sistema de división de frecuencias que permite asignar una frecuencia para
hablar y otra para escuchar (a la vez), con una sola antena.
Pero esto implica un problema importante, ya que de este modo se necesita mucha más potencia
para que la señal del teléfono móvil llegue al satélite. Motivo por el cual los teléfonos y las antenas
tienen que ser mucho más grandes.
Aunque parezca un contrasentido, estos sistemas capaces de darnos cobertura en medio del desierto
de Gobi, la pierden tan pronto como nos ponemos bajo techo. La señal debe dirigirse directamente al
satélite, y cualquier obstáculo puede impedirlo.
Tras conectar el teléfono móvil e introducir el código de identificación (PIN), el teléfono comprueba
en nuestra tarjeta SIM la red en la que debe registrarse. Si hay cobertura, sintonizará con uno de los
canales de control para comunicarnos con la estación base. Ésta enviará nuestra información a un
centro de conmutación para que sea verificada y, si todo ha ido bien, aparecerá el nombre de nuestro
operador en la pantalla.
En ese momento queda registrada la célula en la que nos encontramos, para nuestra localización
posterior Esto no impide que podamos cambiar de célula, y ello incluso en el transcurso de una
llamada.
Cuando recibimos una llamada, ésta pasa en primer lugar por el centro de conmutación, que
comprueba la célula en la que nos encontramos y envía la información a la correspondiente estación
base.
En caso de que existan canales libres en la estación que nos da cobertura, ésta ordenará al terminal
que nos indique que tenemos una llamada y que pase a ese canal. Si no hay canales libres, no se
podrá establecer la llamada aunque tengamos una buena cobertura (red saturada).
Si somos nosotros los que deseamos realizar una llamada, el proceso es inverso, y será nuestro
teléfono el que pida a la estación base que le asigne un canal.
A Madrid llegó un año después, provocando este hecho una huelga de cocheros. Pensaron que el
invento amenazaba su negocio, porque creían que sus clientes habituales, al poder comunicarse
desde sus casas, no saldrían a la calle. El alcalde de la villa tuvo que calmarlos. Todo se olvidó al poco
tiempo, pese a salir la noticia en varios periódicos.
En Madrid el primer locutorio público estuvo en la Carrera de San Jerónimo, instalado en 1890 por
la compañía Continental Exprés. Aunque el número de abonados era escaso la idea dio dinero a su
impulsor. La gente se acercaba al local para hablar por teléfono. No les importaba hacerlo con
desconocidos con tal de poder decir que habían hablado por teléfono. Hacían colas interminables
para darse ese capricho.
La generación masiva de electricidad comenzó cuando, a finales del siglo XIX, se extendió
la iluminación eléctrica de las calles y las casas. Gracias a sus grandes ventajas y sus crecientes
aplicaciones, la electricidad fue uno de los motores fundamentales en la Segunda Revolución
Industrial, y fue en este punto donde grandes inventores y científicos conocidos dieron impulso a su
carrera convirtiendo la innovación tecnología en una actividad industrial activa.
El inicio de la producción eléctrica a gran escala en España
Los primeros pasos de la industria eléctrica española tuvieron lugar en Barcelona en el año 1875, con
la construcción de la primera central eléctrica. Su producción eléctrica se destinó a la iluminación de
algunos establecimientos y talleres, donde destaca la Maquinista Terrestre y Marítima (se considera
como el primer consumidor en España que firmó un contrato de suministro de energía eléctrica).
La utilización de la electricidad para la iluminación pública comenzó en el año 1881, cuando entró en
funcionamiento la primera central eléctrica de Madrid.
Hasta principios del siglo XX la energía eléctrica no se podía transportar a larga distancia. Por eso, las
centrales de la época se situaban cerca de los centros de consumo.
En el año 1901 España realizó la segunda experiencia mundial de transporte de energía eléctrica a una
distancia de 3 km. Ocho años más tarde, en 1909, el país disponía de la línea de mayor tensión y
longitud de Europa: su recorrido, a 60.000V entre la central del Molinar (en el río Júcar) y Madrid,
era de 260 km.
En el año 1901 en España existían 861 centrales con una potencia total de 127.940HP (caballos de
vapor). De la cifra total de centrales, 648 dedicaban su producción al servicio público y 213 a usos
particulares.
Después de la Guerra Civil, el parque eléctrico español se encontró con grandes dificultades para
garantizar la cobertura de la creciente demanda de energía. Debido a la dificultad de construir nuevas
centrales de gran potencia, se vio la necesidad de obtener de las instalaciones ya existentes un
rendimiento mayor y más eficiente.
Por ese motivo, las principales empresas eléctricas acordaron agruparse en una nueva
sociedad: Unidad Eléctrica, S.A (UNESA). Así se promovió el desarrollo de la red eléctrica
española, con la finalidad de que la interconexión de todas las zonas y centros de producción de
electricidad permitieran optimizar la explotación del sistema eléctrico del país.
Desde principios del siglo XX y hasta principios de la década de los años 30, la demanda española fue
creciendo, pero no tanto como los países europeos más desarrollados. La mayor parte de la demanda
estaba en Cataluña, País Vasco y Valencia.
Este crecimiento se interrumpió por la Guerra Civil, en el año 1936. Entre 1935 y 1937 el consumo
eléctrico se redujo un 25%, y en 1939 el consumo era inferior aún que el del año anterior al inicio de la
guerra.
Durante los años siguientes, la demanda de electricidad volvió a vivir una etapa de gran expansión.
Sin embargo, había problemas para incrementar el parque de instalaciones de generación por el
bloqueo internacional, la debilidad de la economía española y por la inexistencia de una red general
peninsular totalmente interconectada. Estos hechos provocaron diferentes restricciones
eléctricas, que más adelante desaparecieron.
La fase más fuerte de crecimiento que experimentó la economía española desde principios de los 60
hasta la entrada de la década de los 70 impulsó de forma espectacular el consumo de energía eléctrica.
Puede afirmarse que el hecho de llegar a un nivel adecuado de actividad económica, una mejor calidad
de vida y un mayor control en la preservación del medioambiente hicieron necesario un aumento del
uso de energía eléctrica frente otros tipos de energías finales.
El reto para las empresas eléctricas es facilitar este progreso social y económico de modo compatible
con la preservación del medioambiente y la utilización eficiente de la electricidad.
Origen de la computadora
Antes de conocer el origen de las computadoras debes saber que el mundo de los cálculos
matemáticos y del manejo ágil de la información, ha sido una preocupación fundamental para el
ser humano desde hace muchísimos años.
Es cierto que hace ya un par de siglos existían ciertos artefactos o máquinas mecánicas que eran
capaces de realizar cálculos simples, pero fue en el siglo XX, cuando la electrónica causa un
auténtica revolución en estos ingenios.
También es verdad que la invención de la máquina calculadora fue en 1645 por parte del francés
Blaise Pascal (1623-1662), agilizaba las operaciones aritméticas complejas, pero aquello no resultaba
suficiente.
Siempre se sintió la necesidad de que la mano fuera tan rápida como el pensamiento, y es que la
imaginación del hombre ha ido siempre por delante de sus posibilidades técnicas, al menos hasta
mediados del siglo XX. El antecedente de la computadora más antiguo lo encontramos en el ábaco.
Pero esto, solo es el principio. Vamos a verlo con más detalle:
Instrumentos parecidos al ábaco aparecen en Babilonia y China en los años 1000 y 500 a.de C., pero
aún son nada más que tablas de contar. Más parecido era el tablero de Salamis, encontrado en 1846
en la isla del mismo nombre y que se cree que fue usado por los babilonios en tomo al 300 a.de C.
El nombre, en griego, significa “tabla”, y probablemente procede del semita aqab, polvo o arena. Sin
embargo, el ábaco, tal como lo conocemos nosotros, formado por una serie de cuentas que se
deslizan sobre cuerdas o alambres, se populariza en China en torno a 1300, durante la dinastía Yuan.
Entre 1610 y 1617 John Napier, estudioso del Apocalipsis e inventor de los logaritmos, desarrolla
un sistema para calcular mediante varillas colocadas sobre un tablero, también llamadas huesos de
Napier, precursoras de la regla de cálculo, que se inventa entre 1620-1630.
Probablemente fue el matemático inglés William Oughtred, amigo de Napier, quien hacia 1621
desarrolló este instrumento, tanto en su versión rectilínea como circular. En 1624, el matemático
alemán Wílhelm Schickard construye la primera calculadora mecánica a partir de los huesos de
Napier, veinte años antes que Pascal.
Se usa para cálculos astronómicos. En 1645, el matemático y físico francés Blaise Pascal construye
la segunda calculadora mecánica de la historia, la Pascalina. Estuvo tres años construyendo la
máquina, que sólo podía sumar y restar, para ayudar a su padre, que trabajaba en Hacienda.
Inicios de la computación
En 1670, Wilhelm Leibnitz inventa el sistema binario y descubre muchos de los aspectos matemáticos
que se utilizarán en la computación moderna. Se anticipa a Touring y diseña una máquina de calcular,
la Stepped Reckoner, que realiza la cuatro operaciones básicas.
En 1800, el matemático francés Joseph Jacquard desarrolla un sistema de tarjetas perforadas para
controlar el dibujo formado en un telar. Estamos en plena revolución de la industria textil y según los
agujeros de la tarjeta, la máquina actúa de una manera u otra. Presentó su proyecto en Lyon en 1805.
En 1822, Charles Babbage presenta su proyecto de la máquina diferencial para evaluar polinomios en
la Royal Astronomical Society. Babbage fue la primera persona en concebir un ordenador, pero
nunca acabó de construir la máquina.
Babbage presenta en 1835, una máquina analítica basada en el funcionamiento del telar de tarjetas
perforadas de Jacquard, pero aunque trabajó en el proyecto entre 1833 y 1842, nunca consiguió
acabarlo, como le pasó con la máquina diferencial.
En 1855, el sueco Georg Scheutz construye con éxito una máquina diferencial, basada en el diseño
de Babbage, que el Gobierno británico compra para su Oficina General del Registro en 1859, aunque
finalmente, la falta de fondos frustró el proyecto.
El matemático y filósofo ingles George Boole, en 1859, publica su obra Ecuaciones Diferenciales y
sienta las bases de la denominada álgebra booleana, una de las bases de la Ciencia Computacional.
En 1885, Hermán Hollerith construye la máquina censadora o tabuladora, que por medio de tarjetas
perforadas reducía el tiempo al realizar el censo. Es considerado el primer informático.
En 1893, Leonardo Torres Quevedo presenta su Memoria sobre las máquinas algebraicas y al año
siguiente presenta la primera máquina construida por él. Este ingeniero y matemático español
construyó el primer transbordador aéreo que cruza las cataratas del Niágara, el Spanish Aerocar.
Charles Babbage
Eran cálculos matemáticos de tal complejidad que no pueden emprenderse ya que nadie vive lo
suficiente para verlos acabados. Babbage, convenció al gobierno inglés para que financiara su
“ingenio analítico” capaz de solucionar todo tipo de cálculos.
Los esfuerzos de Babbage se unieron a los de Herman Hollerith (1860-1929), que estaba
confeccionando el censo de Estados Unidos. Tenía el problema de que apenas había terminado el
censo de un ciclo temporal ya tenía que comenzar el próximo, dad la cantidad de tiempo que
llevaban los cálculos y tabulaciones.
Herman Hollerith, fue la persona que introdujo las primeras tarjetas perforadas para almacenar
información. Con este revolucionarios sistema para la época, consiguió reducir el tiempo a la
mitad. Como curiosidad, existió una especie de computadora que funcionó a vapor. El programa de
operaciones se almacenaba en una cinta perforada, método que todavía se seguía empleando en los
años sesenta.
La idea procedía del sistema de cartulinas perforadas utilizado en el año 1801 por Joseph Marie
Jacquard (1752-1834), para hacer que los telares urdiesen complicados tejidos.
Pero el primer ordenador nunca llegó a completarse. De cualquier forma, si hubiera sido
desarrollado del todo, no hubiera dado resultados, ya que no existía tecnología suficiente. Dado que
funcionaba con palancas, bielas, ruedas dentadas, engranajes pesados y lentos que no permitían
realizar cálculos rápidos.
Solo los electrones, cuya velocidad se aproxima a la de la luz, podrían llevar a cabo los sueños
del padre del ordenador.
Konrad Zuse y la Z1
En 1940, propuso al gobierno alemán financiar su desarrollo, crear una máquina de pensar y resolver
de forma rápida cualquier problema, pero Adolf Hitler no le hizo caso.
Se considera que en 1942 John Vincent Atanassoff inventó la primera computadora digital. Por
tanto, no si gran polémica y disputas, se considera al ingeniero electrónico estadounidense John
Vincent Atanassoff (1903-1955), el inventor de la computadora. Pero de ello hablamos con detalle
un poco más abajo. 😉
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial los especialistas ingleses en cálculo buscaban la forma de
decodificar los mensajes secretos alemanes. Encargaron el asunto al húngaro Alan Mathison
Turing (1912-1954) inventor de una máquina de calcular que lleva su nombre.
Al tiempo que Turing trabajaba en Londres, Estados Unidos buscaba la forma de poner al día la
máquina de Babbage. En 1944 el ingeniero Howard H.Aiken (1900-1973) daba a conocer su
máquina: el Harvard Mark 1, financiada por IBM y se mejoró la calculadora de Babbage.
Paso importantísimo fue dado en 1946, con el computador electrónico ENIAC o Electronic Numerical
Integrator and Computer de John Presper Eckert (1919-1995) y John William Mauchly (1907-
1980). El invento se debió al encargo hecho a los científicos citados por el ejército norteamericano
necesitado de una máquina rápida para calcular la trayectoria de los proyectiles.
Como curiosidad, decir que aquel aparato era inmenso. Pesaba 30 toneladas que ocupaban una
superficie de 170 m2. Su cableado tenía varios kilómetros y utilizaba 18.000 válvulas de radio, que
consumían gran cantidad de electricidad. Pero se calentaban tanto y tan deprisa que su refrigeración
suponía un problema adicional.
A pesar de todo, el armatoste tenía una capacidad de proceso mil veces inferior a la de un ordenador
personal o PC de los años noventa, y no podía almacenar ni la milésima parte de información.
Pero la llegada e introducción de la electrónica hizo posible contar con un factor nuevo de capital
importancia: la velocidad operativa. Un paso muy importante dentro de la historia de la
computadora y su evolución.
El ordenador con programación almacenada nacería hacia 1948. Lo lanzó IBM con una revolucionaria
idea fruto de las investigaciones de John von Neumann (1903-1957) de la Universidad de Princeton,
en New Jersey.
La presentación de esta primera computadora electrónica de la Historia tuvo lugar en Nueva York,
el 24 de enero de 1948: el modelo IBM SSEC, dotado de 13.500 lámparas al vacío y 21.000 relés.
Consistiendo su primera prueba en sumar 3.500 números de 14 cifras decimales cada uno, en un solo
segundo.
Pero la computadora moderna solo fue posible con la invención del transistor en 1947. El término
fue idea de Maurice Perret, científico francés a quien en 1955 pidió consejo un alto cargo de IBM
sobre cómo llamar a aquellas nuevas máquinas.
Propuso el de computadora u ordenador, término que procedía de la Teología, donde figura como
uno de los adjetivos que se aplicaban a Dios «Ordenador del mundo».
A principio de los años 60 los chips, microchips y circuitos integrados entraban en escena.
Disminuyendo el tamaño de las computadoras y aumentando su potencia senciblemente
Poco tiempo después, en 1988, la empresa Cray creó la Y-MP creaba un supercomputador que
costaba veinte millones de dólares y utilizaba tecnología de alta densidad y un sistema de
refrigeración muy eficiente.
Según palabras de Atanassoff, estos ingenios eran muy imprecisos y lentos. Por este motivo, era
necesario la invención de una máquina de cálculo mucho más eficiente, veloz y fiable que las que
existían.
Con la ayuda, colaboración y asistencia del ingeniero eléctrico estadounidense Clifford Berry (1918-
1963), enfocaron sus esfuerzos en cuatro pilares o conceptos:
Tras unos pocos años, en 1942, se presentó el primer prototipo de computadora. Le pusieron el
nombre de ABC (acrónimo de Antanassoff-Berry Computers). Dicho artefacto es considerado como la
primera computadora digital del mundo.
Como curiosidad, decir que Antanassoff cometió el error de no patentar su invento al momento. Esto
provocó que Jhon Mauchly (1907-1980), intentara adelantarse y les llevara a ambos a un extenso
proceso judicial. Finalmente, en el año 1972, se le otorgó el mérito de ser el padre de la
computadora a Antanassoff.
Eran máquinas gigantes destinadas a trabajos muy específicas y que consumían unas cantidades
enormes de energía. Pero, como ocurre con todo, poco a poco se fueron mejorando los diseños y la
tecnología. Aquellos monstruos se fueron convirtiendo en más y más pequeños. Sin embargo, en
aquel tiempo a nadie le pasaba por la cabeza tener un ordenador en casa. Simplemente, no veían
ninguna utilidad.
Los ordenadores, que también se llamaban computadoras o, incluso, cerebros electrónicos, eran
útiles para los científicos, que hacían cosas muy complicadas, o para enviar una nave a la Luna, o
quizás tenía aplicaciones militares, para decodificar mensajes cifrados del enemigo. ¿Pero en casa?.
En aquel tiempo se estaban empezando a aplicar los circuitos integrados que darían lugar a una
nueva generación de ordenadores. En los años setenta aparecieron unos microordenadores que
había que conectar a la pantalla del televisor y que servían básicamente para jugar.
Los juegos eran muy sencillos vistos desde la perspectiva actual, pero aquellas máquinas tuvieron dos
efectos. Se perdió el miedo de los ordenadores y apareció una generación de jóvenes a los que les
interesaba la informática. Todo ello permitió que en 1981, IBM hiciera historia con su primer PC. De
hecho, el éxito fue tan grande que el término ordenador personal pasó a querer decir «ordenador
compatible con un IBM».
En realidad, los ordenadores Apple habían triunfado un poco antes con un ordenador, el Apple II, que
fue un gran éxito en Estados Unidos. IBM tuvo la vista de copiar las características de la Apple, pero
con un sistema de ventas y promoción más efectivo.
En pocos años las empresas se llenaron de ordenadores, que permitían hacer automáticamente
mucha del trabajo que se hacía a mano. La diferencia principal con los grandes ordenadores militares
o científicos era que estas nuevas máquinas no servían para nada en concreto y servían para todo en
general.
Los ordenadores de los cohetes Apolo, podían llevar una nave hasta la Luna calculando la trayectoria,
la velocidad o la aceleración, pero no servían para nada más. En cambio, los ordenadores personales
estaban a tu disposición preparados para funcionar según los programas que pusieras.
Esta versatilidad hacía que el mismo ordenador el utiliza el niño para jugar, el empresario para
controlar pedidos, el escritor para escribir una novela o el científico para hacer sus cálculos.
El primer ordenador capaz de comprender mensajes orales y responder con una voz sintética,
diseñado por los norteamericanos B. Martins y R. B. Cox en 1973, fue realizado dos años más tarde, en
1975, por la firma británica E.M.I.-Threshold.
Las vibraciones que constituyen la voz humana pueden descomponerse en varias sinusoides,
aplicando las transformadas de Fourier; a continuación, mediante un sistema de filtros, se miden la
frecuencia y la energía de cada punto de la sinusoide y se traduce a lenguaje binario.
Cada punto corresponde a una serie de señales (1 y 0) que reflejan la presencia o la ausencia de 32
características fonéticas agrupadas en cinco familias. Conforme a los principios de la lingüística:
vocales, consonantes, pausas largas, pausas cortas e implosivas.
El ordenador equipado con este sistema de análisis, incluye una memoria con 220 palabras de la
lengua de que se trate. Cada palabra se descompone a continuación en 16 intervalos iguales, lo que
corresponde a 16 x 32 = 512 bits.
Para aprender a identificar la voz y la elocución de su usuario, el ordenador graba la misma palabra
diez veces seguidas . De ello extrae una media normativa que le permite identificar las palabras
pronunciadas (por supuesto, dentro de un vocabulario limitado), aunque la voz del usuario varíe de
tonalidad o de cadencia.
Los registros medios de cada palabra quedan grabados en un casete y la máquina puede utilizarlas a
su vez para emitir las respuestas. Este sistema, que fue estudiado en Francia (donde no despertó
ningún interés por parte de las firmas comerciales), ha experimentado desde entonces un notable
desarrollo y constituye uno de los principales rasgos de la nueva generación de ordenadores.
Aparición de microordenador
En 1974, apareció el primer prototipo, diseñado por David Ahl, un empleado de la D.E.C., segunda
firma mundial de ordenadores después de I.B.M. El aparato tenía el tamaño de un gran televisor (de
hecho, incluía una pantalla de televisión) conectado a un teclado. Ahí lo presentó a la D.E.C., donde no
despertó el más mínimo interés.
Al año siguiente, Steve Wozniak concibió independientemente un nuevo prototipo, pero tampoco
tuvo éxito. Hicieron falta nueve años para que este invento consiguiera imponerse.
Historia y evolución del dron
Los drones tienen ahora múltiples usos, y contamos con dispositivos avanzados que nos ofrecen un sinfín de
posibilidades. Pero ¿cuál ha sido la historia y evolución del dron? Lo cierto es que, en su inicio, los drones
estuvieron estrechamente ligados a las guerras y los usos militares. Pero han hecho un largo recorrido para
llegar al punto en el que hoy nos encontramos.
Pero este solo fue el comienzo. La verdad es que los drones han ido evolucionando a pasos agigantados a lo
largo del tiempo, y los conflictos bélicos tuvieron mucho que ver en ello. Por ejemplo, en 1918 -al final de
la Primera Guerra Mundial– fue cuando Charles Kettering consiguió diseñar una aeronave que podría volar
hasta durante 80 km. Igualmente, en 1924, los británicos lograron guiar un dron por radiofrecuencia para
destruir zepelines alemanes.
La Segunda Guerra Mundial, por su parte, fue escenario del uso drones pilotados a distancia con cámaras para
ver el terreno. Y el 11-S contribuyó a que los drones se convirtieran en un instrumento para los EE.UU.
Esto solo sería la punta del iceberg, pero ¡no nos quedemos solo con los usos militares! Aunque es cierto que
estos marcaron el nacimiento de los drones, los últimos años nos han demostrado que podemos dar muchos
más usos prácticos a estas aeronaves.
Y, por último, ¡terminemos hablando de tecnología! Parrot lanzó en 2010 el primer dron controlable por Wi-Fi.
Si a esto le añadimos que en 2016 se empezó a aplicar el aprendizaje automático a los drones, vemos las
múltiples posibilidades que nos depara el futuro.
Y ahora que tienes unas nociones sobre la historia y evolución del dron, ¿te animas a seguir ampliando tus
conocimientos con nuestros cursos
Drones, su evolución a través de la historia
En 1907, fue creado el primer dron por los hermanos Jacques y Louis Bréguet, un diseño limitado que requería
de cuatro hombres para estabilizarlo.
En la década de los 60, gracias a los avances de la tecnología por primera vez los drones que eran controlados
por radio estaban disponibles a la venta a un precio razonable.
En 2006, la FAA (Federal Aviation Administration) emitió los primeros permisos comerciales de drones.
En 2010, una compañía francesa creó el primer dron controlado por un teléfono inteligente conectado a través
de Wi-Fi.
En 2016, fue fabricado el primer dron con visión inteligente y tecnología de aprendizaje automático, que
permitía volar evitando obstáculos y fotografiar el panorama.
En 2019, en la conferencia MARS ( Machine Learning, Automation, Robotics and Space), Amazon presentó la
nueva versión del drone mensajero de su servicio Prime Air, el mismo realizará entregas en el segundo semestre
del año. El nuevo dorne es completamente eléctrico, integrado con cámaras térmicas, sensores y configurado
por medio de Machine Learning, le permite volar evitando obstáculos como tendidos eléctricos, aves y otros
objetos. Según Amazon, tiene planeado realizar entregas en menos de 30 minutos en un radio de 24 kilómetros
únicamente para paquetes con un peso determinado.
Las máquinas de tortillas, un invento muy mexicano
Desde la época prehispánica, las tortillas son un elemento que no pueden faltar en la mesa de
los mexicanos. De hecho, aún son muchos los lugares donde las tortillas se hacen a mano
bajo el riguroso ejercicio del metate y el comal.
Y aunque las tortillas artesanales tienen un lugar especial en el corazón de los comensales, lo
cierto es que las máquinas hicieron más fácil la vida de muchos mexicanos.
Inicialmente las máquinas de tortillas ayudaban a dar forma a las bolas de masa de maíz, lo
cual reducía considerablemente el tiempo de preparación. Fue hasta 1904 cuando
Evarardo Rodríguez y su socio Luis Romero idearon un aparato que produjera
tortillas de forma masiva.
La primera máquina constó de rodillos laminados que llevaban la masa hasta un
comal. Curiosamente este aparato producía tortillas cuadradas y no fueron muy
exitosas por su forma.
Treinta años después, otro inventor produjo una nueva máquina automática. Su nombre es
Fausto Celorio, quien inventó la actual tortilladora.
Ya en la máquina, la masa será aplastada, laminada y cortada para tomar la clásica forma de
disco. Después la tortilla es transportada en una banda a tres hornos, para finalmente salir. El
tiempo promedio de preparación de cada tortilla es de 60 segundos.