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(Director)
Volumen 1
EDICIONES
ALJIBE
RELACIÓN DE AUTORES
DIRECTOR
José Luis Gallego Ortega. Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor Titular.
Universidad de Granada.
AUTORES
Abal Bouzón, Rosa Celia. Logopeda. Centro de Rehabilitación Psicomotriz del
Lenguaje y Pedagógica "Luria" de La Coruña.
Acosta Rodríguez, Víctor M. Dr. en Ciencias de la Educación. Catedrático de
Universidad. Universidad de La Laguna.
Aguado Alonso, Gerardo. Dr. en Psicología. Profesor Contratado Doctor.
Universidad de Navarra.
Barceló Sarriá, Begoña. Logopeda. Fuensocial. Centro concertado con el
Hospital Costa del Sol. Marbella.
Basil Almirall, Carmen. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Barcelona.
Busto Barcos, M' Carmen. Dra. en Ciencias de la Educación. Profesora Titular.
Universidad de Barcelona.
Bustos Sánchez, Inés. Licenciada en Pedagogía y Logopeda. Barcelona.
Hidalgo Díez, Eugenio. Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor Titular.
Universidad de Granada.
Carballo García, Gloria. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Granada.
Casado Morente, Juan Carlos. Dr. en Medicina. Hospital Costa del Sol.
Marbella.
Castejón Fernández, Luis. Dr. en Psicología. Profesor Asociado. Universidad
de Oviedo.
Hidalgo Fernández, Verónica. Dra. en Ciencias de la Educación. Profesora
Asociada. Universidad de Granada.
Juncos Rabadán, Onésimo. Dr. en Psicología. Profesor Titular. Universidad de
Santiago de Compostela.
López Gómez, Santiago. Dr. en Psicología. Becario de investigación.
Universidad de Granada.
Castilla Valcárcel, Julia. Lda. en Medicina. Hospital Virgen de las Nieves.
Granada.
Lou Royo, Ma Ángeles. Dra. en Psicología. Catedrática (E.U.). Universidad de
Granada.
Cuetos Vega, Fernando. Dr. en Psicología. Catedrático de Universidad.
Universidad de Oviedo.
De Linares von Schmiterlow, Carmen. Dra. en Psicología. Profesora Titular.
Universidad de Málaga.
Facal Mayo, David. Ldo. en Psicología. Asociación Gallega de Enfermos de
Alzheimer. Santiago de Compostela.
Faig Doblado, Vanesa. Maestra de Educación Especial. CEIP Ángel Guimerá
de Sant Andreu de la Barca (Barcelona).
Fresneda López, Ma Dolores. Dra. en Psicología. Profesora Contratado Doctor.
Universidad de Granada.
Gallego Ortega, José Luis. Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor Titular.
Universidad de Granada.
Gómez Durán, Bernardo José. Dr. en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Profesor Titular. Universidad de La Coruña.
González Valenzuela, Ma José. Dra. en Psicología. Profesora Titular.
Universidad de Málaga.
Gutiérrez Cáceres, Rafaela. Dra. en Ciencias de la Educación. Profesora
Asociada. Universidad de Almería.
Mendoza Lara, Elvira. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Granada.
Molina García, Santiago. Dr. en Ciencias de la Educación. Catedrático de
Universidad. Universidad de Zaragoza.
Monje Vega, Elena. Lda. en Medicina. Hospital Carlos Haya. Málaga.
Moreno-Torres Sánchez, Ignacio. Dr. en Filología Hispánica. Profesor Titular.
Universidad de Málaga.
Muñoz López, Juana. Dra. en Psicología. Profesora Contratado Doctor.
Universidad de Granada.
Pereiro Rozas, Arturo José. Dr. en Psicología. Profesor Titular. Universidad de
Almería
Pérez González, Jesús. Dr. en Psicología. Inspección Técnica de Educación de
Granada.
Rivas Torres, Rosa M. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Santiago de Compostela.
Rivero García, Magda. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Barcelona.
Rodríguez Fernández, Tomás. Dr. en Ciencias de la Educación. Catedrático
(E.U.). Universidad de Cantabria.
Rodríguez Fuentes, Antonio. Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor
Asociado. Universidad de Granada.
Rosell Bulto, Carmen. Dra. en Psicología. Profesora Titular. Universidad de
Barcelona.
Salvador Mata, Francisco. Dr. en Ciencias de la Educación. Catedrático de
Universidad. Universidad de Granada.
Siguán Soler, Miguel. Dr. en Psicología. Catedrático de Universidad.
Universidad de Barcelona.
Silvestre Benach, Nuria. Dra. en Psicología. Catedrática de Universidad.
Universidad Autónoma de Barcelona.
Triadó Tur, Carmen. Dra. en Psicología. Catedrática de Universidad.
Universidad de Barcelona.
Valero García, Jesús. Dr. en Psicología. Profesor Asociado. Universidad
Ramón Llull de Barcelona.
Vilariño Vilariño, Isabel. Dra. en Medicina. Profesora Titular. Universidad de La
Coruña.
ÍNDICE
VOLUMEN I
PRESENTACIÓN 15
I. BASES TEÓRICAS Y DE INVESTIGACIÓN 19
TEMA 1: NEUROFISIOLOGÍA CEREBRAL DEL LENGUAJE. Julia
Castilla Valcárcel 21
TEMA 2: EL SISTEMA AUDITIVO. Julia Castilla Valcárcel 45
TEMA 3: EL SISTEMA FONATORIO. Julia Castilla Valcárcel y José
Luis Gallego Ortega 63
TEMA 4: EL SISTEMA LINGÜÍSTICO. Ignacio Moreno-Torres Sánchez 85
TEMA 5: ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE. José Luis Gallego Ortega. 111
TEMA 6: DESARROLLO NORMATIVO DEL LENGUAJE. José Luis Gallego
Ortega 135
TEMA 7: DESARROLLO DEL LENGUAJE Y BILINGÜISMO. Miguel
Siguán Soler 159
TEMA 8: LENGUAJE, AFECTIVIDAD Y CONDUCTA. Carmen Triadó
Tur y Magda Rivero García 175
TEMA 9: LENGUAJE, SOCIALIZACIÓN Y COGNICIÓN. Bernardo
José Gómez Durán y Rosa Celia Abal Bouzón 201
TEMA 10: LA INVESTIGACIÓN EN LOGOPEDIA. Eugenio Hidalgo
Díez y Verónica Hidalgo Hernández 227
VOLUMEN II
III.INTERVENCIÓN EN LAS DIFICULTADES ESPECÍFICAS DE LENGUAJE 15
TEMA 20: DIFICULTADES EN EL LENGUAJE: TRASTORNO ESPE¬CÍFICO
DE LENGUAJE. Gerardo Aguado Alonso 17
TENIA 21: DIFICULTADES EN EL LENGUAJE: AFASIA INFANTIL. Isabel
Vilariño Vilariño 45
TENIA 22: DIFICULTADES EN EL LENGUAJE: AFASIAS EN ADULTOS.
Fernando Cuetos Vega y Luis Castejón Fernández 61
TEMA 23: DIFICULTADES EN LA ARTICULACIÓN: TRASTORNOS
FONOLÓGICOS. Ma. José González Valenzuela 87
TEMA 24: DIFICULTADES EN LA ARTICULACIÓN: DISGLOSIAS. Juana
Muñoz López, Ma Dolores Fresneda López y Gloria Carballo García 109
TEMA 25: DIFICULTADES EN LA ARTICULACIÓN: DISARTRIAS. Ma.
Carmen Busto Barcos y Vanesa Faig Doblado 137
TEMA 26: DIFICULTADES EN LA FLUIDEZ VERBAL: DISFEMIAS. José Luis
Gallego Ortega 157
TEMA 27: DIFICULTADES EN LA VOZ: DISFONÍAS. Inés Bustos Sánchez 179
TEMA 28: DIFICULTADES EN LA ESCRITURA: DISGRAFÍAS. Rosa Ma Rivas
Torres y Santiago López Gómez 207
TEMA 29: DIFICULTADES EN LA ESCRITURA: DISORTOGRAFÍAS. Jesús
Pérez González 231
TEMA 30: DIFICULTADES EN EL PROCESO LECTOR. Santiago Molina
García 251
TEMA 31: DIFICULTADES EN LA COMPOSICIÓN ESCRITA. Francisco
Salvador Mata y Rafaela Gutiérrez Cáceres 275
IV. DIFICULTADES DE LENGUAJE ASOCIADAS A OTRAS PATOLOGÍAS 301
TEMA 32: DIFICULTADES DE LENGUAJE RELACIONADAS CON LA
PÉRDIDA DE AUDICIÓN. Nuria Silvestre Benach y Jesús Valero García 303
TEMA 33: DIFICULTADES DE LENGUAJE RELACIONADAS CON LA
PARÁLISIS CEREBRAL. Ma Carmen Busto Barcos y Vanesa Faig Doblado 331
TEMA 34: DIFICULTADES DE LENGUAJE RELACIONADAS CON EL
RETRASO MENTAL. Gerardo Aguado Alonso 349
TEMA 35: DIFICULTADES DE LENGUAJE RELACIONADAS CON EL
RETRASO GENERALIZADO EN EL DESARROLLO. Ma Ángeles Lou Royo 375
TEMA 36: DIFICULTADES DE LENGUAJE EN LA VEJEZ. Onésimo Juncos
Rabadán, Arturo José Pereiro Rozas y David Facal Mayo 399
TEMA 37: DIFICULTADES DE LENGUAJE EN SUJETOS
LARINGEC¬TOMIZADOS. Juan Carlos Casado Morente, Elena Monje Vega y
Begoña Barceló Sarriá 421
PRESENTACIÓN
Estimado lector:
Tras un periodo laborioso, me cabe la satisfacción presentar esta Enciclopedia,
fruto del esfuerzo personal y del trabajo colectivo de un destacado grupo de
profesionales, pertenecientes a diferentes áreas o ámbitos de conocimiento. Se
trata, por tanto, de una obra multidisciplinar que augura una variedad de
enfoques que, sin duda, redundarán en la calidad de las propuestas vertidas en
este texto.
El reto de dirigir la elaboración de esta obra ha supuesto una apasionante
tarea, no exenta de inquietudes. No obstante, la dedicación y el esfuerzo
realizado por los autores, así como la actualidad y fundamentación de sus
postulados, ha disipado la lógica preocupación inicial y
C . ha permitido la construcción de una obra tan atractiva como funcional. Ellos
son quienes han sabido percibir las exigencias de esta obra para mostrar con
suma eficacia a los lectores los conocimientos que se poseen en este campo.
Mi especial gratitud a todos.
La Logopedia, tradicionalmente relegada a las personas gravemente afectadas
en su expresión y preocupada excesivamente por los aspectos ortofónicos del
lenguaje, ha dado un importante giro en las dos últimas décadas,
evolucionando paulatina y progresivamente hasta asumir la consideración
global del lenguaje (en cualquiera de sus formas y manifestaciones) como un
objetivo irrenunciable, como lo demuestran los numerosos estudios e
investigaciones que en los últimos años se vienen produciendo en este campo.
Conscientes de este significativo hecho, y dada la transformación
experimentada, principalmente en cuanto a estrategias y pautas de
intervención, se ha diseñado esta obra con una estructura enciclopédica, si por
tal se entiende el conjunto de conocimientos y prácticas profesionales que,
organizadas coherente y sistemáticamente, ofrecen al lector una panorámica
general sobre un campo concreto, en nuestro caso, la Logopedia.
La edición de esta obra, ENCICLOPEDIA TEMÁTICA DE LOGOPEDIA, se
plantea los siguientes objetivos:
a) Presentar una visión actualizada del campo de la Logopedia, en cuanto
a disciplina y práctica profesional.
b) Ofrecer una síntesis del conocimiento elaborado en y sobre el lenguaje y
sus dificultades y las bases anatómico-funcionales en las que éste se
asienta.
c) Proponer pautas y estrategias de evaluación e intervención logopédica,
sobre la adquisición del lenguaje, en general, y sobre las dificultades
lingüísticas, en particular.
d) Ofertar a los estudiosos y profesionales un material actualizado de
evidente utilidad práctica.
La Logopedia, campo de estudio interdisciplinar donde los haya, necesita
asumir su propia identidad. Su actividad, situada equidistantemente entre el
arte y la ciencia, no puede ignorar el corpus de conocimiento que incluye y el
buen hacer de sus profesionales, para contribuir a ofrecer a los hablantes la
mayor calidad posible en sus intercambios comunicativos.
En la elaboración de esta Enciclopedia, se ha procurado, por tanto, superar la
visión unitaria más tradicional para ofrecer una panorámica del campo, capaz
de satisfacer los múltiples interrogantes que la actividad logopédica conlleva,
para lo cual se muestran perspectivas, enfoques y puntos de vista
diversificados.
En su desarrollo temático, los autores, sin perjuicio del respeto a la libertad de
expresión y a su estilo personal y creativo, han asumido las siguientes
orientaciones, para asegurar la coherencia interna de la obra:
1) Visión actualizada e innovadora: partiendo de las referencias pasadas
que informan y explican el presente, la atención se ha centrado
preferentemente en lo más actual y en las líneas prospectivas.
2) Pluralidad de enfoques y perspectivas: se han tenido en cuenta todas las
tendencias y visiones dominantes, sin obviar ninguna, procurando
integrar lo más valioso de cada una.
3) Contextos de acción: el referente para el desarrollo temático no sólo ha
sido el ámbito escolar, sino la globalidad de contextos en los que la
Logopedia puede ser considerada.
4) Coherencia estructural: todos los temas mantienen una estructura
interna similar, en sintonía con los bloques organizativos en los que se
ha estructurado la obra.
En este sentido, la obra incluye el conjunto de conocimientos existentes en este
campo, ordenados en torno a distintos bloques temáticos y desarrollados en
diferentes capítulos (temas) por destacados especialistas, cuya trayectoria
profesional está especialmente vinculada con este ámbito profesional y de
conocimiento.
La perspectiva multidisciplinar que predomina en la elaboración de la obra
aconseja que sus autores (logopedas, lingüistas, psicólogos, pedagogos,
médicos, inspectores de educación...) provengan de ámbitos disciplinares
distintos (Lingüística, Psicología, Pedagogía, Medicina...), para asegurar la
variedad y riqueza de enfoques y planteamientos.
Concretamente, la Enciclopedia se ha estructurado en los siguientes bloques
temáticos, que sirven de hilo conductor a la articulación del conjunto de temas
que engloba:
1. EL SISTEMA NERVIOSO
El sistema nervioso (Cfr. Figura I) es el encargado del control y regulación de
todas las funciones del organismo. A través de él, se recibe y/o transmite la
información, se procesa y se proporcionan las respuestas adecuadas.
El sistema nervioso lo constituye el tejido nervioso, integrado por neuronas o
células nerviosas, especializadas en la producción y transmisión de impulsos
nerviosos, las cuales están conectadas entre sí por medio de la sinapsis o
zonas especiales de contacto.
En las neuronas (Cfr. Figura II), se han identificado los siguientes componentes
esenciales:
• El cuerpo de la neurona. Es una masa protoplasmática en la que se encuentra
incluido el núcleo, que está rodeado por el citoplasma, en el cual se sintetizan
las sustancias necesarias para la producción y transmisión de los impulsos
nerviosos.
• Las prolongaciones del protoplasma. Según el sentido en el que discurre el
impulso nervioso, se diferencia entre: a) dendritas o prolongaciones
protoplasmáticas ramificadas para la recepción de impulsos nerviosos, de
conducción celulípeta (hacia el cuerpo celular; b) axón o cilindroeje,
prolongación nerviosa en sentido estricto o neurita de conducción celulífuga
(desde el cuerpo celular hacia otros elementos).
El axón o cilindroeje de las neuronas se caracteriza porque a) transmite el
impulso nervioso hacia otros elementos; b) sólo hay uno por cada neurona; e)
puede alcanzar gran longitud; d) puede estar rodeado o no por mielina.
Constituye lo que se denomina fibra nerviosa, la cual puede aparecer
independiente o asociarse con otras, constituyendo los fascículos nerviosos.
En el sistema nervioso central, estos fascículos nerviosos suelen agruparse
para formar la sustancia blanca, mientras que en el sistema nervioso periférico
se asocian v dan lugar a los nervios.
La capa de mielina que puede rodear al axón posee un espesor aproximado de
1/3 del diámetro del axón y tiene un aspecto brillante, homogéneo y
blanquecino. En cada 0.8 ó 1 mm de recorrido del nervio existe una
interrupción completa de esta vaina, que se conoce con el nombre de nódulo
de Ranvier. La mielina interviene en el aislamiento y nutrición del axón y su
interrupción en el nivel de los nódulos de Ranvier se relaciona con la
transmisión saltatoria del impulso nervioso, así como con la velocidad de
transmisión del mismo.
Hacia el cuarto mes de vida fetal, aparece la mielina alrededor de los axones
en los nervios periféricos. Es así como la vía piramidal de la que dependen los
movimientos voluntarios inicia la mielinización que no se completa hasta el
segundo año de vida. Razón por la cual el recién nacido es incapaz de andar y
de producir ciertos sonidos del habla.
La sustancia gris está compuesta fundamentalmente por los cuerpos de las
neuronas, mientras que la sustancia blanca está formada por las fibras
nerviosas, constituidas, a su vez, por los cilindroejes o axones.
Como se ha señalado, las neuronas se articulan entre sí por medio de sinapsis
o contactos especializados, que se encargan de transmitir el impulso nervioso
entre las neuronas, confirmando la teoría neuronal de Ramón y Cajal (1889),
según la cual se mantiene la independencia morfológica, funcional e
histogenética de la neurona.
Los componentes esenciales de una sinapsis son los siguientes:
1) Zona presináptica, en la que existen unas vesículas sinópticas que
contienen unas sustancias químicas, las cuales, una vez liberadas, son
capaces de transmitir el impulso nervioso al componente postsináptico,
por lo que se les denomina neurotransmisores.
2) Hendidura o espacio sinóptico, que existe entre la zona presináptica y la
membrana postsináptica, y en la que son liberados los
neurotransmisores.
3) Membrana postsináptica, que puede corresponder a una superficie
dendrítica o a un soma (cuerpo) neuronal de neuronas adyacentes. De
este modo, cuando los impulsos nerviosos llegan a la zona presináptica,
las vesículas vierten su contenido en la hendidura sinóptica y los
mediadores sinópticos actúan sobre la membrana postsináptica,
inhibiendo o excitando la neurona postsináptica.
En síntesis las distintas conexiones a través de las cuales se pueden transmitir
las señales de una a otra parte del cuerpo es a lo que se denomina sistema
nervioso. Éste, para su estudio, puede ser dividido en Sistema Nervioso Central
(SNC) y Sistema Nervioso Periférico (SNP).
• Espinal (XI). Inerva los músculos elevadores del velo del paladar, así como
determinadas regiones laríngeas y faríngeas.
El tronco cerebral representa un lugar de tránsito para las vías que unen el
cerebro (Cfr. Figura VII) con los centros subyacentes y para las vías que unen
la médula con los centros de equilibrio y el cerebro con el cerebelo.
Las vías nerviosas aludidas se pueden subdividir en dos grupos:
1) Vías ascendentes o sensitivas, las cuales se clasifican en exteroceptivas
(desde la piel del cuerpo), propioceptivas (desde el aparato locomotor,
músculos y tendones) e interoceptivas (desde las vísceras y los vasos
sanguíneos).
2) Vías descendentes o motoras, entre las que se subrayan las vías
piramidal y extrapiramidal. La vía piramidal la forman axones procedentes de
neuronas de las áreas motoras corticales. Estas zonas de corteza cerebral son
las siguientes: a) circunvolución frontal ascendente y parte de la circunvolución
frontal inferior –en el lóbulo frontal–; b) circunvolución parietal ascendente y
circunvolución parietal superior e inferior –en el lóbulo parietal–; c) las áreas de
Brodmann 19 y 39. Las fibras de la vía piramidal se originan, pues, en la
circunvolución prerrolándica (área motora de la corteza) y continúan hasta el
bulbo, en donde se entrecruzan en bloque y atraviesan la línea media
(decusación de las pirámides) para terminar en las astas anteriores de la
médula. Este cruzamiento explica que la parálisis de un lado del cuerpo
deviene de un daño cerebral en el hemisferio del lado opuesto. Es decir, el
centro motor verbal del hemisferio izquierdo (parlante) activa los músculos
fonoarticulatorios del lado derecho.
"Teniendo en atenta este dato se comprende la importancia de la vía
piramidal para la movilidad de las estructuras fonoarticuilatorias, ya que
la pronunciación correcta de los fonemas exige una exquisita y
diferenciada inervación de los músculos gafe intervienen en la
realización de los rasgos productores de cada uno de ellos" (Gómez y
Gómez, 1988, 99).
La principal función de la vía piramidal es transportar los impulsos nerviosos
hacia las neuronas de los músculos motores.
La vía motora extrapiramidal cumple una misión importante en la movilidad
voluntaria y en la transmisión de órdenes que determinan los movimientos
automáticos. Esta vía otorga a los movimientos un carácter particular, de ahí
que la expresión de la cara, la forma de hablar o la manera de andar se
encuentran bajo el control de esta vía. En los actos de habla, la función básica
del sistema extrapiramidal consiste en trasladar a los núcleos motores
fonoarticulatorios las actividades de coordinación y creación de melodías
quinéticas (Gómez y Gómez, 1988).
El cerebelo (Cfr. Figura VIII), situado detrás del bulbo y de la protuberancia,
está formado por una porción impar y media, el vermis, y dos lóbulos laterales
situados a cada lado de éste. Su función principal consiste en regular el
movimiento, coordinando la acción de los músculos voluntarios, e interviniendo
en la precisión y adecuación del movimiento.
El cerebro es la parte más compleja y también más importante del sistema
nervioso central. El diencéfalo está representado por unos núcleos grises
centrales (tálamo) y por los núcleos estriados (lenticular -y candado). El tálamo
recibe y selecciona la información que llega al cerebro. En efecto, filtra las
sensaciones, elimina los impulsos débiles o repetidos y clasifica las
sensaciones en agradables y desagradables. Incluye núcleos talámicos de
relevo o tránsito y núcleos de asociación o elaboración. Al tálamo se le
presupone una función de coordinación entre diversas zonas de la corteza
cerebral que integran la zona del lenguaje. Las lesiones del tálamo propician
una involuntaria repetición de palabras, así como una dificultad para nombrar
objetos.
Los hemisferios cerebrales (Cfr. Figura IX) están parcialmente separados entre
sí por la cisura ínter-hemisférica. Ésta se encuentra interrumpida, en su parte
media, por una lámina de sustancia blanca (cuerpo calloso), que une ambos
hemisferios entre sí. Éstos son equipotenciales en los dos primeros años de
vida, aunque luego se vaya instalando el lenguaje progresivamente sobre el
hemisferio izquierdo (Lenneberg, 1967). En el ser humano predomina
funcionalmente un hemisferio cerebral sobre el otro, generalmente el izquierdo
(Cfr. Figura X). El hemisferio dominante ejerce el control y la dirección del otro
a través de las fibras del cuerpo calloso, de tal manera que una destrucción del
cuerpo calloso implica una alteración en la función del hemisferio derecho en
una persona diestra. Como las fibras unen entre sí áreas motoras, la lesión se
traduce en una alteración de los músculos de la boca y lengua, así como del
miembro superior izquierdo.
Figura IX. Hemisferios cerebrales
Fuente: http://www.iqb.es/neurologia'visitadorIs002.htm4cerebro (adaptado)
La superficie de ambos hemisferios no es lisa, sino que presenta una serie de
surcos primarios que dividen la corteza cerebral en los denominados lóbulos
cerebrales. Cada lóbulo incluye surcos secundarios, a los que se denomina
circunvoluciones.
La cara externa del hemisferio se halla dividida en cuatro lóbulos por tres
cisuras:
- Lóbulo frontal y lóbulo parietal, situados por encima de la cisura de
Silvio.
La decodificación (Cfr. Figura XII) es el proceso que se activa una vez que el
mensaje verbal ha sido transmitido. La onda sonora se transforma en impulso
nervioso en el oído interno (órgano de Corti) y transcurre por el nervio acústico
hasta llegar a los núcleos bulboprotuberanciales. Desde aquí se dirige al núcleo
geniculado del tálamo, en donde se inicia el procesamiento central de la
información verbal.
En el tálamo se produce la regulación de los impulsos auditivos, la cual se
debe, a veces, a una sobrecarga sensitiva o sensorial y, en ocasiones, la
modificación del umbral de estimación está condicionada por la novedad de las
palabras.
La información auditiva, debidamente filtrada y regulada, llega al área de
Wernicke, junto con ciertos impulsos del sistema límbico, que marcan el grado
de refuerzo que acompaña al mensaje verbal. Tanto el área de Wernicke como
las áreas de asociación auditiva constituyen una unidad funcional, destinada a
la com¬prensión del significado de las palabras y a la evocación de la palabra
oída.
Dado que los mensajes se presentan de manera secuenciada y estructurados
sintagmáticamente, la decodificación se produce gracias a las conexiones que
existen entre el área de Broca y la de Wernicke, de manera que no sólo se
comprende el significado de las palabras, sino también las relaciones
sintácticas que se producen entre ellas, haciéndose posible la comprensión de
frases complejas desde el punto de vista gramatical.
En definitiva, si la codificación implica el uso de un código durante el proceso
de elaboración de un mensaje, la decodificación se percibe como el proceso
inverso, según el cual es posible la interpretación del mensaje previamente
elaborado.
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Masson (5a ed.), Barcelona.
TEMA 2
EL SISTEMA AUDITIVO
Julia Castilla Valcárcel Hospital Virgen de las Nieves (Granada)
3. FISIOLOGÍA DE LA AUDICIÓN
En la percepción auditiva intervienen de manera integrada una serie de
procesos, desde la emisión de una onda sonora hasta el procesamiento de
este estímulo en el lóbulo temporal de la corteza cerebral. En efecto, el
funcionamiento del oído transcurre por tres fases sucesivas e
interdependientes: a) captación y traslado de las ondas sonoras; b)
transformación del estímulo acústico en impulsos nerviosos y su transmisión a
los centros cerebrales; c) procesamiento de la información recibida en los
centros sensoriales del cerebro.
En este sentido, para que el sistema neurobiológico pueda comprender la
palabra hablada, es necesario: a) la existencia de un estímulo adecuado: el
sonido; b) un canalizados del estímulo (pabellón auricular y un receptor
(Órgano de Corti), que actúe como transformador de los estímulos sonoros en
impulsos nerviosos; c) un canal nervioso informante (vía auditiva), que
transporta los impulsos nerviosos hasta la corteza cerebral; d) los centros
receptores corticales, que recogen la información y la procesan
convenientemente.
El sonido es un movimiento vibratorio, cuya producción requiere una fuente
emisora, la energía suficiente para ponerla en marcha y un medio transmisor,
que puede ser el aire o el agua. Pero no todos los movimientos vibratorios son
sonidos, sino que es necesario que éstos posean ciertas características de
intensidad, tono y timbre. El tono es el grado de gravedad o agudeza que el
sonido determina sobre el oído humano; viene determinado por la frecuencia,
de forma que cuanto mayor sea ésta más agudo será y viceversa. El campo
auditivo tonal en el ser humano está comprendido entre los 16 ó 18 ciclos por
segundo hasta los 20.000 ciclos por segundo. La intensidad debe ser lo
suficientemente fuerte para poder generar una sensación. La intensidad de los
sonidos está determinada por su amplitud de onda; su unidad de medida es el
decibel, siendo éste la mínima variación de energía sonora que puede percibir
el oído humano. Finalmente, el timbre es aquella propiedad en virtud de la cual
se diferencia un sonido de otro, debido a la existencia de tonos sobreañadidos
o armónicos al tono principal.
Las ondas sonoras, portadoras de información, son recogidas por el pabellón
auricular y conducidas por el CAE hacia el oído medio. Éste actúa como un
medio transmisor y amplificador del sonido, además de servir de elemento
protector a las frágiles estructuras del oído interno.
Las ondas sonoras provocan una vibración u oscilación de la membrana
tim¬pánica, que consiste en desplazamientos sucesivos hacia la caja del
tímpano o hacia el CAE. Dichos desplazamientos se transmiten a la cadena de
huesecillos, ubicados en la caja del tímpano. Así, las ondas sonoras son
recogidas por el mango del martillo y transmitidas por la cadena de huesecillos,
los cuales realizan movimientos en forma de palanca y a nivel de la platina del
estribo se traducen en movimientos de comprensión o tracción sobre la
ventana oval. De este modo las ondas sonoras llegan a la membrana de la
ventana oval transformadas en vibraciones mecánicas por los desplazamientos
de la cadena de huesecillos.
La platina del estribo induce el desplazamiento de la perilinfa de la rampa
vestibular, lo cual repercute sobre la membrana de Reisnner, desplazando la
membrana basilar. Los movimientos oscilatorios de ésta hacen que las células
neurosensoriales del órgano de Corti rocen y se compriman contra la
membrana tectoria, transformando de este modo el estímulo mecánico en
excitación nerviosa. A nivel de las células ciliadas del órgano de Corti (Cfr.
Figura VI) es pues donde se produce el cambio de energía mecánica en
energía eléctrica.
La función de la vía auditiva consistirá precisamente en llevar hasta la corte¬za
cerebral los impulsos bioeléctricos que se han originado en las células ciliadas
del órgano de Corti. De esta forma, el impulso nervioso transcurre por el nervio
codear hasta los núcleos bulboprotuberanciales y desde ahí a la corteza
temporal, en la que se transformará en sensación.
Conviene subrayar que la discriminación de las frecuencias de las ondas
sonoras reside para las bajas (sonidos graves) en el diferente grado de presión
que se ejerce sobre la membrana basilar, mientras que para las altas (sonidos
agudos) estaría ligada con ciertos puntos en los que las oscilaciones de la
membrana basilar son máximas ante un determinado estímulo. Es así como la
membrana basilar actúa como un analizador de frecuencias.
De otra parte, la discriminación de las diferentes intensidades de los estímulos
acústicos parece ser que depende del número de células ciliadas del Órgano
de Corti que sean excitadas. Así, en los sonidos débiles, sólo se excitaría a
algunas de las células ciliadas externas; en los sonidos de intensidad media se
excitarían todas las células ciliadas externas y en los sonidos muy fuertes se
excitarían todas las células ciliadas, tanto externas como internas.
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TEMA 3
EL SISTEMA FONATORIO
Julia Castilla Valcárcel*
José Luis Gallego Ortega**
Hospital Virgen de las Nieves (Granada)
Universidad de Granada
1. EL APARATO FONOARTICULADOR
El conjunto de órganos que hace posible la emisión del sonido articulado se
denomina aparato fonoarticulador.
Los órganos que incluye, según su funcionalidad, se pueden agrupar en tres
categorías principales: a) órganos de la respiración; b) órganos de la fonación;
c) órganos de la articulación.
Entre la cavidad bucal y la faringe se halla el velo del paladar, que tiene una
acción valvular, separando estas dos zonas durante la respiración nasal o
separando, durante la deglución, la rinofaringe de la orofaringe.
La faringe, que permite el paso del aire hasta la laringe, la tráquea y los
pulmones, tiene las siguientes funciones: respiratoria, deglutoria, defensiva,
sensorial y fonatoria. La función fonatoria de la faringe consiste en reforzar o
modificar algunos armónicos de la voz, generada en la laringe; como
consecuencia de ello, la faringe contribuye poderosamente a una de las
propiedades de la voz (el timbre).
La laringe (Cfr. Figura VII) es un órgano hueco, de naturaleza cartilaginosa, que
se encuentra en la región medio-central del cuello y se extiende desde la
faringe hasta la tráquea. Estructuralmente foinia un conducto, a partir de
cartílagos superpuestos, recubierto internamente de una mucosa. En su
interior, presenta unos repliegues móviles de naturaleza muscular, que son las
cuerdas vocales. La región de las cuerdas se conocen con el nombre de glotis.
La parte superior se denomina supraglótica y la inferior recibe el nombre de
región infraglótica.
Los cartílagos que la integran, unidos por ligamentos y membranas, son nueve
(Cfr. Tabla 1): tres pares o laterales y tres impares o medios.
2.1.1. Laringitis
La laringitis aguda es habitualmente una enfermedad inflamatoria, causada por
un virus, aunque existen también una serie de factores irritativos que
predisponen a la enfermedad, como el humo, el alcohol, el tabaco, etc. Los
síntomas son, en el adulto, malestar general, fiebre, disfonía y, a veces, dolor
de garganta y tos. En la infancia, debido a las peculiaridades de la laringe en el
niño, la laringitis cursa con una estenosis, a veces, grave, debido al edema que
se localiza en la región infraglótica y que puede interferir poderosamente en la
respiración.
Las laringitis crónicas están condicionadas por factores constitucionales y,
sobre todo, ambientales irritativos, más que por gérmenes. Entre los factores
irritativos, además de los citados con anterioridad, cabe destacar los de origen
fonatorio, que son frecuentísimos, tales como el abuso de la voz y el mal uso
de la misma.
2.1.2. Nódulos
Son unas formaciones sesiles que se localizan en la unión del tercio anterior
con los dos tercios posteriores de la cuerda vocal. Su tamaño es pequeño.
Los síntomas comienzan con una voz ronca que termina en una disfonía
respirada con fonastenia. Suele ser una lesión benigna frecuente en niños y
adultos. Sus manifestaciones típicas son las de lesiones pequeñas y
blanquecinas, simétricas y bilaterales. Generalmente, desaparecen con terapia
vocal. El tratamiento quirúrgico se reserva para casos de lesiones crónicas que
no responden a la intervención logopédica
2.1.3. Pólipos
El pólipo laríngeo. a diferencia del nódulo, es generalmente unilateral y también
único. En su etiología se hallan las causas fonatorias (hiperfunción y grandes
esfuerzos fonatorios) y la disfonía es el único síntoma que aparece. Tal vez,
son los más frecuentes. Clínicamente, el sujeto muestra al inicio una voz ronca
y, cuando la lesión aumenta de tamaño, suele acompañarse con disnea y
disfagia. La mayoría de ellos se aprecian en el borde libre de la unión entre el
tercio medio y anterior de los pliegues vocales. zona en el que se producen las
mayores fuerzas musculares y aerodinámicas El tratamiento incluye terapia
vocal y cirugía.
2.1.5. Papilomas
Es un tumor epitelial benigno, pero susceptible de malignización. Hay dos
variedades de papilomas: el solitario, típico del adulto y la forma difusa, que se
observa en niños. Las lesiones tienden a presentarse en los pliegues vocales
verdaderos, los falsos, la subglotis y la superficie laríngea de la epiglotis.
Aunque, en principio, son lesiones benignas, pueden llegar a obstruir la vía
aérea o incluso degenerar en un carcinoma, en adultos.
Inicialmente, suelen producir una disfonía (ronquera), pero no se puede excluir
un cuadro de obstrucción respiratoria con disnea, de severidad variable. La
evolución clínica es muy dispar de unos sujetos a otros. El tratamiento más
utilizando es el quirúrgico.
2.1.6. Tumores
En los tumores malignos de laringe hay uno que domina sobre los demás, el
epitelioma, de causa desconocida, pero determinado por una serie de factores
predisponentes: la edad, el sexo, laringitis crónicas, factores irritativos...
Comienzan siempre con disforia persistente y progresiva y pasado un tiempo
aparecerá disnea, parestesias faríngeas (sensación molesta no dolorosa). El
tratamiento es siempre, inicialmente, quirúrgico.
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TEMA 4
EL SISTEMA LINGÜÍSTICO
Ignacio Moreno-Torres Sánchez
Universidad de Málaga
1.1. El léxico
Es el diccionario mental. No se debe pensar en él como en un conjunto de
palabras como mesa, silla estudiamos... Es algo más abstracto: un conjunto de
unidades informativas a las que se llama lexemas, que tienen asociado una
categoría gramatical (nombre, verbo...), un significado y una información fónica
(necesaria para la pronunciación).
El léxico no es una mera lista, ya que los lexemas tienen relaciones entre sí
que nos permiten definirlo como una red de lexemas. Esa red no está cerrada,
sino que puede aumentar gracias a la morfología léxica o derivativa, ya sea por
los préstamos de otras lenguas o por la extensión del significado por procesos,
como la metáfora o la metonimia.
2. EL LÉXICO
Las teorías lingüísticas que intentan explicar el proceso generativo aceptan la
llamada hipótesis lexicalista (Demonte, 1991). Según esta hipótesis, el léxico
es el punto de partida a partir del cual se producen expresiones más
complejas, como oraciones. Modelos psicolingüísticos como el de Levelt
(1989) son compatibles con esta hipótesis.
El léxico incluye dos tipos de unidades: lexemas y unidades fraseológicas. Los
lexemas son la base de las palabras léxicas: adjetivos, nombres, verbos
léxicos y algunas preposiciones. Nótese que las restantes palabras son
palabras gramaticales que no tienen significado léxico. Las unidades
fraseológicas son entidades que se memorizan como un todo y se manifiestan
como sintagmas u oraciones.
Una aplicación similar puede hacerse desde un grupo social o una institución.
Lakoff y Johnson (1980) mencionan tres tipos básicos de metáforas conven-
cionalizadas: orientativas, ontológicas y estructurales. Las orientativas
consisten en aplicar una escala ordenada a otros ámbitos de la realidad. Por
ejemplo, a la hora de describir las relaciones entre los miembros de una
empresa los ordena verticalmente y se dice:
Luis es mi superior.
Aquí todos estamos al mismo nivel.
Una o dos
Una sola categoría Una sola categoría categorías
Componente
gramatical gramatical gramatical gramaticales
Componente Una sola cadena Una sola cadena Una sola cadena
fonológico fonológica fonológica fonológica
En general las formas flexionadas y en particular las formas verbales son muy
transparentes en español, ya que tanto la forma como el significado es
predecible y dada una forma cualquiera, se pueden obtener las demás. Por el
contrario, y también en términos generales, la derivación mediante sufijo es
poco transparente (salvo excepciones como diminutivos y adverbios en
mente).
3. LA SINTAXIS
La información que proviene del léxico debe combinarse entre sí y con la
información gramatical abstracta (tiempo, número, etc.) para formar sintagmas
y oraciones.
De acuerdo con esta división entre información léxica y gramatical, en los
sintagmas y oraciones, es posible distinguir dos tipos de elementos centrales:
un núcleo léxico v un núcleo gramatical. Las primeras teorías generativistas
representaban sintagmas y oraciones asumiendo que el núcleo era la palabra
léxica. Hoy en día la tendencia es la inversa, colocando en el centro la
información gramatical, para lo cual se introducen nodos abstractos o
funcionales.
Dos estructuras sintácticas son particularmente importantes (Moreno-Cabrera,
1987): determinación, predicación.
3.1. Determinación
La determinación consiste en la concreción de las referencias de las palabras
que se usan para denotar entidades. Veamos un ejemplo. La palabra mesa
nos sirve Genéricamente para referirnos a los objetos de una determinada
clase. Pero, no se puede decir:
*quiero mesa
Ahora bien, sí se puede decir
*quiero la/esta/dos/mis mesas
3.2. Predicación
Los predicados describen, típicamente, acciones o estados en los que parti-
cipan varios sujetos. Los predicados resultan de la combinación de información
Gramatical abstracta (típicamente el rasgo tiempo) e información léxica (el
verbo y otros elementos léxicos).
Desde el punto de vista léxico, se dice que el verbo selecciona una serie de
complementos o argumentos. Por ejemplo, un verbo transitivo como construir
es un predicado que forzosamente exige dos complementos que indicarán
quién construye y qué se construye: Juan está construyendo una casa.
Los complementos de un verbo pueden ser caracterizados por sus propieda-
des formales o sintácticas y por sus propiedades semánticas.
Luis dio unos caramelos a los niños /Luis les compró unos
caramelos
4.2. El léxico
El conjunto de información anterior permite activar tres lexemas. Cada lexema
tiene asociada una categoría gramatical y, en algunos casos, unos rasgos
gramaticales formales:
#computadora# Nombre +fem
#calcular# Verbo
#resultado# Nombre +masc
Es importante destacar que los rasgos +fem y +masc son formales porque no
transmiten por sí mismos información, son una información necesaria para
elegir el artículo y la forma del adjetivo. Nótese que si se hubiera elegido otro
lexema(sinónimo) podríamos encontrar otros valores para estos rasgos
formales. Por ejemplo, si hubiéramos elegido los lexemas nominales
#ordenador# y "solución" la información sería:
#ordenador# Nombre +masc #calcular#
Verbo
#solución# Nombre +fem
SN SN
+fe +mas
m sing
+sin +3ºpers
–Y
+def per+fem +pas v -def +masc
+sing N #calcular# N
+fem +sin +pas masc +sing
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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DEMONTE, V. (Coords.): Gramática Descriptiva de la Lengua Española.
Espasa-Calpe, Madrid, Tomo 3. Capítulo 66.
TEMA 5
ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE
José Luis Gallean Ortega Universidad de Granada
Articulación adecuada.
Lentitud en las emisiones.
Nivel Fonolóeico • Vocalizaciones breves con muchas pausas.
Alargamiento vocálico y exageración de la voz.
Claridad de los enunciados.
Entonación exagerada y diversa.
Simplicación de las emisiones.
Frases más cortas y bien construidas.
Variación de la longitud del enunciado según edad.
Nivel Sintáctico • Infrecuencia de subordinadas.
Abundancia de interrogativas.
Escasez de verbos.
Frecuencia de determinadas oraciones.
Menor número de enlaces y conectores.
Vocabulario más reducido.
Léxico infantil.
Referencias al aquí y ahora.
Nivel Semántico • Más palabras con referentes concretos.
Abundancia de diminutivos.
Uso de palabras distintas (tata, pupa...).
Lenguaje repetitivo.
Mayor número de instrucciones.
Abundancia de preguntas.
Nivel Pragmático • Repetición de las emisiones infantiles.
Más emisiones deícticas.
Información adicional al hablar.
Mayor referencia al contexto inmediato.
Ante este planteamiento ¿cuál sería el papel del educador en el aula como
facilitador del desarrollo lingüístico de sus alumnos? Algunas orientaciones
pueden ayudarnos en esta tarea:
a) Atender los "intereses conversacionales" del niño, permitiéndole elegir el
tema de conversación.
b) Ajustar las intervenciones al nivel de desarrollo y comprensividad de los
alumnos.
c) Utilizar adecuadamente los elementos prosódicos del lenguaje.
d) Responder con emisiones breves a las demandas del alumno para que
sea él quien verbalice durante mayor espacio de tiempo.
e) Utilizar un lenguaje correcto y claro, que permita al niño percibir registros
fonéticos adecuados.
f) Emplear frases sencillas y bien construidas a nivel morfosintáctico.
g) Evitar hablar atropelladamente, juntando las palabras, omitiendo fone-
mas o recortando los finales de las palabras.
h) Incrementar el carácter lúdico en los intercambios comunicativos, con el
fin de despertar el interés y la motivación en los niños.
i) Hacer uso de un vocabulario acorde con el nivel de desarrollo léxico de
los alumnos.
J) Evitar interrumpir los intercambios comunicativos con los niños sólo para
corregirles.
k) Aumentar progresivamente los niveles de exigencia, para que las
producciones infantiles se vayan ajustando al lenguaje normativo.
1) Animar en el uso del lenguaje, cualquiera que sea su función: informa-
ción, expresión, descripción...
m) Perseguir, en principio, un lenguaje más funcional y pragmático que for-
mal y reglado.
n) Concebir el aula como un espacio idóneo para la comunicación y el
intercambio verbal.
o) Atender y escuchar las demandas de los alumnos a fin de ajustar
nuestras intervenciones.
La aceptación de estas normas, de carácter general, exige al docente el cum-
plimiento de una serie de principios a la hora de diseñar actividades orientadas
al desarrollo de habilidades comunicativas (Cfr. Tabla II).
Principios Implicaciones
5. EPÍLOGO
El conocimiento sobre cómo el niño llega a utilizar el lenguaje sigue siendo una
cuestión abierta y no resuelta. Las distintas concepciones teóricas no son sino
hipótesis explicativas de un proceso que va de la comunicación al lenguaje
propiamente dicho. Cada una de ellas, desde su perspectiva, pretende aportar
luz suficiente, y a veces excluyente, respecto de otros enfoques, para explicar
el complejo fenómeno de la adquisición del lenguaje humano.
Si el conductismo consideró los procesos de imitación y de refuerzo como los
responsables máximos de la adquisición del lenguaje, los innatistas
subrayaron la irrelevancia de aquellos procesos y defendieron la existencia de
un DAL, cuya activación no puede entenderse como algo muy desligado del
desarrollo biológico, al considerar que la sintaxis está genéticamente
determinada en el ser humano. Pese a los postulados innatistas (Chosmky,
1959; McNeill, 1970; Pinker, 1999, entre otros), no cabe duda de que el
entorno juega un papel crucial en el proceso de adquisición del lenguaje
(Vygotski, 1995). No existen dudas razonables de que las influencias
ambientales son determinantes en la configuración del desarrollo lingüístico y
social del niño. La ausencia de estimulación puede tener un efecto devastador
en el desarrollo, similar a una pérdida o deficiencia sensorial (Ward, 2001).
Lenguaje y entorno social mantienen una relación recíproca. Si la influencia del
medio en la adquisición del lenguaje es innegable, las interacciones del niño
con su entorno dependen, en buena medida, del nivel de desarrollo de su
propio lenguaje, de su capacidad lingüística. El lenguaje es, a la vez, innato y
adquirido, aunque persista nuestra ignorancia acerca de muchos de los
aspectos de la heredabilidad y de no pocos sobre la influencia que ejercen los
factores ambientales. En efecto, el desinterés, cada vez mayor, por las
posiciones nativistas extremas y el auge indiscutible que han alcanzado los
aspectos pragmáticos del lenguaje, que acentúan la función comunicativa de
éste, aconsejan la necesidad de estudiar el lenguaje en contextos de
interacción.
Las cuestiones determinismo/relativismo lingüístico vs. Determinismo
/relativismo cognitivo, conllevan una complejidad evidente, difícil de esclarecer.
Si los datos son muchos, los interrogantes no son menores. Y. por si esto
fuese poco, aun admitiendo el carácter universal del desarrollo del lenguaje,
aje, es preciso contemplar las diferencias individuales, puesto que variables
como sexo, inteligencia, entorno social... pueden propiciar cambios en dicho
desarrollo que impiden algún tipo de generalización.
En síntesis, y a tenor de lo expuesto, en la actualidad, no es posible
posicionarse de manera rotunda y restrictiva en uno de estos enfoques. La
adquisición del lenguaje no puede contemplarse desde posiciones
exclusivistas, debiendo tomar en consideración, además del papel que
desempeña la imitación, la importancia que tienen las bases innatas, las
cognitivas, las biológicas y las sociológicas. Para que el niño adquiera el
lenguaje es necesario que esté bien equipado en términos biológicos, que
interaccione lúdicamente con su entorno y que juegue con las palabras en
contextos y situaciones comunicativas diferenciadas y afectivamente ricas.
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El lenguaje es una dimensión básica del ser humano que le capacita para
expresar y comprender ideas y pensamientos, a través de un sistema de signos
convencional y arbitrario. Su desarrollo implica: a) aprender a combinar
fonemas, palabras y oraciones en secuencias comprensibles para los demás;
b) conocer y compartir los significados elaborados socioculturalmente por una
determinada comunidad lingüística; c) acceder al uso de las reglas
gramaticales que estructuran convencionalmente las relaciones forma-función
en el lenguaje.
Se sabe que los niños adquieren el lenguaje siguiendo ciertas pautas y también
manifiestan tendencias comunes en el aprendizaje del vocabulario y de la
gramática. Es decir, el desarrollo del lenguaje sigue una secuencia evolutiva,
relativamente predecible, y su conocimiento es relevante por dos motivos
fundamentales: 1) nos permite conocer qué hitos lingüísticos se adquieren
durante el desarrollo infantil; 2) nos informa del nivel lingüístico alcanzado por
un niño concreto.
Comúnmente, los niños progresan en su desarrollo lingüístico mediante la su-
peración de estadios evolutivos, a través de la conquista de ciertos aspectos
lingüísticos. En general, suele admitirse que el orden en el que dichos aspectos
del lenguaje (véase Tema 4) parecen alcanzar un nivel adecuado de uso es el
siguiente (se mantendrá esta secuencia para describir el desarrollo normativo
del lenguaje infantil):
1. Pragmática (el uso del lenguaje como instrumento de comunicación).
2. Semántica (el significado de las relaciones entre las palabras).
3. Sintaxis (la estructura del lenguaje).
4. Fonología (el sistema de sonidos).
1. DESARROLLO PRAGMÁTICO
Con el nacimiento se inicia el desarrollo comunicativo y fonológico del bebé.
Las primeras díadas comunicativas se establecen entre el niño y la madre a
partir de los contactos regulares que las necesidades infantiles demandan en
los primeros momentos de la vida del niño. Cuando el niño percibe que la
calidez de los primeros intercambios es gratificante, el proceso de la
comunicación da sus primeros pasos y progresa de manera sorprendente, de
tal forma que el niño se ve impulsado a emitir un sinfín de vocalizaciones y
gestos llenos de intención y significado. Sabida es la capacidad del adulto para
interpretar con sutileza la voz y el tono del bebé en los primeros meses de su
vida.
Paulatina y paralelamente, alrededor de los catorce meses, se aprecian gran-
des avances motrices, que otorgan al niño la posibilidad de incitar a una mayor
relación, por medio de contactos visuales, movimientos corporales y giros
verbales. Hacia los veinte meses de vida, el niño ya es consciente de que sus
expresiones están cargadas de información. Utilizando el lenguaje, puede
obtener cosas, transmitir intenciones, señalar objetos, satisfacer necesidades,
regular la conducta del otro y recibir los mensajes de los demás. Pero, como
puede intuirse, las conexiones entre los aspectos pragmático y semántico son
muy difusas; el significado de las emisiones depende más de la interpretación
que el receptor hace de las palabras del niño que de la carga semántica que
éstas contienen.
Hacia los dos años, el niño empieza a ser consciente, aunque sea inopinada-
mente, de los beneficios que le reporta el uso del lenguaje y de la variedad de
funciones (véase Tabla I del Tema 5) que puede desempeñar. Aunque,
ciertamente, no resulta fácil comprender sus intenciones comunicativas, ni
tampoco posee las habilidades necesarias para incitar a un diálogo, más allá
del que es capaz de proponer recurriendo a algún objeto presente y que no
mantendrá por mucho tiempo.
No obstante, las rutinas establecidas a partir de la satisfacción de las necesi-
dades del niño (p.e. comida, baño) constituyen un marco propicio que suscita la
motivación y el interés del pequeño por participar verbalmente. A través de pre-
guntas, fundamentalmente cerradas, el adulto motiva sutilmente la participación
del niño.
En tomo a los dos años, completado el periodo sensoriomotor básico (Piaget),
el niño comienza a hacer un uso efectivo de las convenciones sociales del
lenguaje. Sabe lo que es pedir una cosa de manera imperativa (¡quiero...!), de
forma interrogativa (¿puedo...?) e, incluso, cortésmente (por favor, ¿me
dejas...?). Es así como se sirve de los actos de habla y adquiere algunas ideas
básicas de la conversación. La retroalimentación que recibe del adulto,
especialmente de sus padres, constituye un andamiaje significativo en el
proceso de adquisición del lenguaje. Sorprende la competencia de los niños a
estas edades para introducir nuevos temas de conversación con el adulto,
aunque todavía sea muy limitada su capacidad para mantenerlos vivos.
Dificilmente los niños de 24 meses se muestran proclives hacia su interlocutor;
tampoco exhiben un interés especial por lo que oyen del adulto y, sobre todo,
gozan con la emisión de manifestaciones propias.
Sin embargo, poseen ya abundantes destrezas comunicativas, lo que permite
al adulto, a través de preguntas abiertas, introducir permanentemente temas de
conversación que despiertan las potenciales dotes comunicativas del pequeño.
La evolución cronológica del niño le capacita para incorporarse, cada vez con
mayor éxito, a situaciones conversacionales muy diversas, que repercuten de
manera positiva en su desarrollo lingüístico.
Próximo a los tres años, se aprecia, según Wells (1985), una inclinación a
hablar sin límites. A partir de aquí comprenden cada vez mejor la vertiente
social de una conversación, si bien su participación se restringe a utilizar el
lenguaje como un medio para satisfacer sus necesidades, para expresar su
propia individualidad o sencillamente como instrumento de control. Para este
autor, las preguntas son una de las formas lingüísticas predominantes en las
conversaciones entre madre e hijo.
Hacia los tres años de edad, el niño suele hacerse entender por personas
extrañas a él sin mayores complicaciones y empieza a ser consciente de las
reglas que rigen los intercambios verbales. Es evidente su capacidad para
expresar todas las modalidades o funciones del lenguaje, aunque a veces
muestre expresiones bastante rudimentarias. La escolarización temprana en el
centro infantil contribuye a aumentar las habilidades comunicativas del niño.
Cierto que todavía no domina las reglas que rigen los intercambios
comunicativos, pero muestra ya las habilidades típicas exigibles en una
conversación. El niño es capaz de preguntar y responder a su interlocutor y de
integrarse rudimentariamente en sencillos diálogos, regidos por normas muy
elementales, pero que constituyen eficaces rutinas para la adquisición de las
primeras normas conversacionales. Además, posee los mecanismos su-
ficientes para responder de forma apropiada a su interlocutor (Crystal, 1994).
Típico de estas edades (2-3 años) son las invenciones o narraciones ficticias, a
partir de acontecimientos o sucesos de relevante interés para el niño, los
cuales le permiten ir organizando su lenguaje en función de sus intenciones
expresivas, dado que el niño empieza a ser consciente, paulatina y
progresivamente, de la importancia de integrar en el seno de la narración no
sólo la descripción aislada de un suceso, sino también el encadenamiento y las
relaciones de significación que los distintos componentes de la narración deben
mantener para hacérsela comprensible a sus oyentes.
En efecto, cumplidos los tres años de edad, su capacidad expresiva evoluciona
sorprendentemente e incrementa en eficacia, lo cual se percibe, por ejemplo,
cuando el niño solicita un deseo o describe un suceso determinado. Pero, pese
a las insuficiencias apreciables a la hora de formular una petición concreta, se
observa un aumento en el uso de explicaciones o justificaciones en torno a sus
demandas, sobre todo cuando percibe algún desinterés en su interlocutor
(Owens, 2003). Ese incremento permite al niño un progresivo dominio de las
funciones o intenciones en el uso del lenguaje. Cuando el niño conquista las
funciones del lenguaje y su capacidad pragmática aumenta, el lenguaje gana en
complejidad y riqueza.
A partir de los tres años y medio, los niños suelen poseer ya las suficientes
destrezas comunicativas para participar con un cierto nivel de propiedad en
situaciones y contextos de comunicación diferenciados. El lenguaje hablado
adquiere la funcionalidad necesaria para poder ser utilizado como una
verdadera herramienta de comunicación. No obstante, el desarrollo pragmático
continúa su progresión y comienza a ser más evidente cualquier desviación o
retraso en el uso del lenguaje, a partir de los cuatro años de edad cronológica.
A esta edad, los niños son capaces de adoptar roles muy diferentes en
escenarios de juego simbólico o en situaciones lúdicas entre iguales. No es
infrecuente ver a los niños de estas edades desempeñar el rol del médico, del
piloto, del peluquero o cualquier otro rol familiar, desplegando patrones y usos
lingüísticos muy diversos.
El empleo de la deixis para orientar la atención de su interlocutor, adquirir las
nociones espaciales básicas o situar la posición del hablante en una situación
comunicativa, aparece vinculado al desarrollo pragmático y constituye un
aprendizaje relevante en los primeros años de la vida del niño. El manejo de
todos los señaladores lingüísticos no encierra, sin embargo, el mismo nivel de
complejidad y su dificultad se acrecienta por la misma ambivalencia que
preside su uso en la expresión adulta. Los personales "yo, tú, él" parecen más
asequibles de comprender y producir a edades tempranas que los espaciales
"aquí, allí". El empleo de términos deícticos muestra la capacidad del niño para
establecer relaciones y posición respecto de sus interlocutores.
Las habilidades lingüísticas del niño y su complejidad expositiva, a partir de los
5 años, adquieren ya los tintes del lenguaje adulto. Para Wells (1985), la
mayoría de los niños de 5 años hacen una utilización social del lenguaje
adecuada. Decrecen las fabulaciones y se incrementan las historias o
explicaciones relacionadas con sus vivencias personales. La escolarización le
ha proporcionado, en las diversas situaciones y contextos comunicativos
vividos, los réditos lingüísticos necesarios para ejercer de conversador. El niño
ha tenido que participar en diferentes diálogos, respetar normas elementales
de comunicación, solicitar ayuda en alguna ocasión, pedir materiales, imaginar
situaciones o sucesos, describir láminas, contar historias, predecir
soluciones... Todos estos usos o funciones del lenguaje se adquieren de
manera progresiva y a partir del bagaje cultural, contextual y diferencial que
posee cada niño. En efecto, las potencialidades conversacionales se
incrementan con el paso del tiempo (Obler, 1985), debido a la gradual
incorporación de nuevos vocablos y a la conquista de conectores textuales,
que posibilitan al niño la construcción de oraciones más complejas y su
participación efectiva en un mayor número de escenarios comunicativos. No
obstante, como argumenta Tannen( 1994), aunque refiriéndose a las
diferencias de género en adultos, la interpretación 1 de los actos de habla
depende del contexto, de las peculiaridades de los participantes y del contexto
cultural de los interlocutores.
Se sabe que los niños progresan paulatinamente en sus capacidades conver-
sacionales, evidenciándose diferencias fundamentales, según la edad, en la
organización de la conversación, la cual se ve positivamente afectada en los
siguiente aspectos (Serra y cols., 2000): 1) mayor variedad temática; 2)
incremento de la información; 3) superior relación entre los temas; 4) mayor
coherencia de los intercambios; 5) respeto por los principios
conversacionales.
2. DESARROLLO SEMÁNTICO
Como se ha dicho, las fronteras entre los componentes del lenguaje son
difusas. En el uso de la lengua, los aspectos semántico y sintáctico muestran
un carácter indisoluble. Igualmente, las estrechas relaciones entre los
componentes pragmático y léxico son evidentes, hasta el punto de que,
mientras los niños utilizan a edades tempranas el acto pragmático de la
referencia, están poniendo la base semántica para la referencia y
aprendiendo cómo una determinada acción es previsible a partir de una
emisión verbal (Johnston y Johnston, 1988). Determinados comportamientos
infantiles (p.e., el llanto) sirven para regular las conductas (verbales y no
verbales) del adulto. En los primeros meses de vida, como es lógico, los
pequeños dotan de significado los elementos suprasegmentales del lenguaje.
Así, por ejemplo, la entonación del adulto le sirve al niño para saber si su
comportamiento obtendrá o no la respuesta que desea y con qué grado de
aceptación. En efecto, la respuesta verbal del adulto al llanto de un niño le
permitirá a éste intuir el nivel de agradabilidad que conlleva (¡ya voy! vs. está
bien, ahora voy).
Muy pronto, el niño conquistará la primera palabra, cuyo uso será muy va-
riado, en función del contexto y significados atribuibles (Dale, 1980). El valor
de esta conquista reside en que señala el momento en el que el niño empieza
a incorporar palabras (vocabulario) en su sistema lingüístico (Halliday, 1982).
Aunque la comprensión léxica inicial se restringe al "aquí y ahora", por falta de
experiencias, entre los seis y los doce meses, el niño conoce ya muchos
objetos de su entorno próximo, si bien su capacidad articulatoria limita todavía
su adecuada denominación. Hacia los dieciocho meses de edad, la jerga
infantil está plagada de una considerable riqueza léxica. La expansión del
vocabulario, a partir de esta edad, es sorprendente. Su capacidad para formar
frases de dos palabras le lleva a utilizar preferentemente expresiones de dos
elementos, que pivotan generalmente sobre un verbo (quiero eso, dame
más...).
De acuerdo con Owens (2003), las primeras palabras infantiles suelen
referirse a nombres de juguetes, alimentos y animales, además de a los
referentes familiares típicos (papá, mamá). Asimismo, en general, los niños
muestran una tendencia en el uso de ciertos fonemas (/p/, /b/, /m/, /n/, /g/), así
como en la utilización de una misma estructura silábica (CV y CVCV). No
obstante, a nadie se le escapa que su interpretación es una tarea que entraña
cierta dificultad.
El inicial ritmo lento en la adquisición de las primeras palabras progresa, hacia
finales del segundo año, de manera evidente (de las 100 palabras a los 18
meses, pasa a dominar unas 300 a los 2 años), de forma que, cuando el niño
conquista en torno a las 50 palabras, se produce una apreciable expansión
léxica con la inclusión de nuevos vocablos (nombres, preferentemente), cuya
incorporación depende de su significado cultural y de la relevancia que para el
niño tienen (Anglin, 1995). El uso de los nombres, por tanto, prevalece sobre
otras categorías gramaticales (Cfr. Tabla I), aunque esta tendencia no sea
universal (Jackson-Maldonado y cols., 1993) ni estática, dado que la conquista
de nuevos vocablos no sólo aparece ligada a preferencias o significados
culturales, sino también a su efectividad para satisfacer intereses o intenciones
de comunicación. Pero, si, como se ha señalado en el Tema 5, los padres
modifican su habla cuando se dirigen a sus hijos, para destacar las palabras
con contenido (p.c., los nombres), es posible que los nombres se aprendan
antes que otros términos, por cuanto son perceptivamente más destacables y
aparecen con mayor frecuencia en el lenguaje de los adultos, cuando éstos se
dirigen a los niños (Owens, 2003).
Función
Benediet (1979) Nelson (1973) Ejemplos
Gramatical
Nombres
Generales 50 51 Leche, perro, coche
Específicos 11 14 Mamá, papá
Palabras de acción 19 14 Toma, adiós
Modificadores 10 9 Mío, no, caca
Personal-social 10 9 No, por favor, gracias
Funcional
4 Esto, para
Ahora bien, a estas edades, las palabras no encierran los mismos significados
para todos los niños. Es el contexto quien propicia su interpretación, mediante
la inferencia de su significado. Sin embargo, las repercusiones que el entorno
ejerce sobre el habla del niño produce cambios muy sutiles en el uso de los
vocablos, que paulatinamente reflejan un mayor refinamiento léxico, realizado
a través de un proceso de depuración semántica, en el que los niños ponen
en práctica las denominadas subextensiones y sobreextensiones léxicas,
teniendo en cuenta la retroalimentación que reciben por parte del interlocutor
adulto. Ambas estrategias (subextensiones y sobreextensiones) se perciben
como sucesos inherentes al mismo proceso de adquisición del vocabulario
inicial.
Según Vila (1990), al final del segundo año de vida, cuando el niño tiene un vo-
cabulario activo de 60 a 80 palabras, aparece el insight designativo; el niño
incorpora con cierta facilidad las palabras e incrementa su vocabulario con
celeridad, aunque emplee los vocablos con diferente significado que el adulto.
Progresa eficazmente a lo largo del tercer año, a partir de haber "juntado" dos o
más palabras y se inicia en el uso de los pronombres, preposiciones, artículos,
etc. Este incremento notable del vocabulario desemboca en un considerable
aumento de las producciones infantiles.
A partir de los veinticuatro meses, los niños suelen ser capaces de producir
frases de dos o tres palabras y también de apreciar las relaciones semánticas
básicas entre las emisiones. Fruto de estas relaciones, el niño incorpora los
términos en distinto grado de dificultad, observándose una mayor facilidad en la
adquisición de unos vocablos (grande, yo, mío) que en otros (estrecho, tú,
sino). Aunque desconocen la riqueza léxica, comienza la generalización de
muchas expresiones. Cierto que será necesario una participación activa del
niño en situaciones comunicativas muy diversas hasta que sea capaz de
dominar el sistema de significados que utiliza el adulto, cuya dificultad se ha
concretado en los clásicos fenómenos de las subextensiones y las
sobreextensiones, a partir del modelo de los rasgos semánticos (Clark, 1973,
1995), según el uso restringido o generalista que hace el niño de una
determinada palabra.
En todo caso, es el momento de conquistar aquellas expresiones formadas por
dos o tres elementos y de darse cuenta de las relaciones de significación que
entre ellas puedan existir. Próximo ya a los tres años de edad, el niño incorpora
rápidamente a su repertorio léxico nuevos términos, hasta llegar a conocer unas
mil palabras aproximadamente. Esta espectacular expansión léxica exige al
niño cierta capacidad cognitiva para inferir cuáles son las relaciones que cada
referente mantiene con su significante y para rescatar de su repertorio léxico el
vocablo más pertinente a cada situación comunicativa. Es probable que, en un
principio, los niños adquieran las palabras de su lengua como elementos
aislados carentes de relación entre sí (Owens, 2003), pero, no cabe duda, los
niños toman conciencia a edades tempranas de la necesidad de encadenar
palabras para manifestar discursos coherentes e interpretables con facilidad, lo
que les lleva a establecer las convenientes relaciones de significación entre los
vocablos. Clark (1990) ha identificado dos supuestos operativos para inferir el
significado de los nuevos vocablos: a) el contraste, para significar que toda
forma lingüística contrasta con cualquier otra en cuanto a su significado; b) la
convencionalidad, es decir, algunas formas verbales se usan para manifestar
significados concretos.
De camino hacia los cuatro años, el niño comienza a tener un cierto dominio de
las relaciones semánticas que se establecen entre las palabras y a hacer un
uso más apropiado del léxico de su lengua. Aumenta considerablemente su
capacidad para discernir las intenciones de los mensajes y para darse cuenta
de algunos matices implícitos en la conversación. Sorprende la rapidez con la
que incorpora nuevas palabras a su vocabulario, lo cual conlleva el uso de
ciertas estrategias para su mejor organización, en las que el aprendizaje de las
relaciones de significación o contraste parecen ocupar un destacado lugar.
Parece ser que los niños aprenden antes los términos espaciales que los
temporales y también aquellos vocablos en los que se pueden establecer
opuestos (antes/después) que en los que no es posible hacerlo (durante,
donde).
El siguiente cuadro (Cfr. Cuadro I) ilustra sobre el orden de adquisición de
algunos vocablos.
Edad Pronombres
12-26 meses Yo, eso
27-30 meses .Vi, me, mío, tú
31-34 meses Tu (posesivo), ella, él, vuestro, nosotros
35-40 meses Ellos, nos, su, sus
41-46 meses Nuestro, me, te, se, os, sus (reflexivos)
3. DESARROLLO SINTÁCTICO
Según Johnston y Johnston (1988), la identificación de la sintaxis separada de
la fonología se puede apreciar en el niño hacia los dos años de edad. A partir
de esta edad, presta una mayor atención al orden de las palabras y dota de
mayor complejidad a sus expresiones.
Alrededor de los veinte meses, su capacidad para emitir "en retahíla" les lleva
a buscar, de forma más o menos consciente, una ordenación de los
elementos en la frase. El conocimiento de algunas palabras será la base
sobre la que construir las verdaderas expresiones de dos palabras (Ingram,
1976). El lenguaje empieza a ser un eficaz recurso de comunicación, por lo
que es necesario utilizarlo en contextos y situaciones diferenciadas,
ordenando las palabras de forma adecuada y suprimiendo las redundancias.
El "dominio- de los elementos semánticos y pragmáticos desemboca en una
mayor capacidad para la ordenación sintáctica.
El desarrollo morfosintáctico en el niño se inicia con la combinación de las
primeras palabras. Al periodo de la palabra-frase u holofrástico, le sigue una
etapa telegráfica o de combinación de algunas palabras, cuya evolución se
acelera tan pronto como el niño es capaz de unir dos palabras para expresar
un mensaje, hacia los dieciocho meses de edad. Parece ser, según Dore
(1974), que los niños, antes de utilizar estas combinaciones, recurren a una
serie de recursos presintácticos, como la repetición de una misma palabra,
con el fin de crear estructuras similares a las sintácticas.
En el periodo holofrástico, el niño produce enunciados de una sola palabra,
interpretables según el contexto, que abren paso a las primeras
combinaciones de dos palabras. Hernández Pina (1984) advierte una
continuidad entre ambas etapas, dado que existiría una progresión de lo
g
estual a lo lingüístico, durante el período holofrástico, y también una clara
gramaticalidad en la combinación de palabras por parte del niño. Esa
combinación de palabras, en general, muestra una tendencia predecible.
Desde su inicio, hacia los dieciocho meses, progresa sin tregua durante el
segundo semestre del segundo año de vida del niño. Conviene recordar, sin
embargo, que estas combinaciones pueden adoptar diferentes formas: a)
emisión de vocal más palabra (a nene); b) vocalización de logotoma más
palabra (toco nene); e) producción de palabra más palabra truncada (nene
bapo –nene guapo–); d) repetición de una misma palabra (nene-nene). Las
uniones de dos palabras se consideran una realidad hacia los dos años de
vida, sin que por ello haya que ignorar las lógicas diferencias individuales.
Durante el periodo de combinación de palabras, los niños suelen recurrir
al uso de estrategias diversificadas:
1) Arbitrariedad: cuando los niños realizan las combinaciones de dos
palabras de forma mecánica (Brown y Leonard, 1986).
2) Asociación posicional: cuando los niños combinan coherentemente las
palabras (Braine, 1976).
3) Asociación posicional creativa: cuando los niños combinan dos
palabras acertadamente, siguiendo, ciertas reglas de posición más que
semánticas (Pine y Lieven, 1993).
4) Asociación semántica: cuando las combinaciones de palabras se
realizan a partir de relaciones de significación (Schlesinger, 1971).
5) Asociación sintáctica: cuando las combinaciones de palabras se
realizan atendiendo al orden que debe existir entre ellas (Bloom, 1973).
A partir de aquí, las emisiones se hacen cada vez más largas y la expansión
sintáctica se aprecia con mayor nitidez. Se desconocen, sin embargo, las
razones que impulsan a pasar de "frases" de una palabra a enunciados de dos
o más elementos; probablemente se deba, como han sugerido algunos
autores, a los cambios que experimenta la capacidad cognitiva del niño hacia
los dieciocho meses de edad, en beneficio del desarrollo lingüístico (Tomasello
y Brooks, 1999). Se inicia así un proceso de gramaticalización, que culmina
hacia los cuatro/cinco años de edad (aunque algunas construcciones
gramaticales no sean posibles hasta los 12 años [Crystal, 1994]) y en el que es
posible identificar algunos periodos (Cfr. Tabla II).
Tabla II. Desarrollo morfosintáctico (Serra y cols., 2000, 285)
Como puede apreciarse en la tabla anterior, los dos primeros periodos (0-12
meses y 12-18 meses) adolecen de una verdadera estructura gramatical,
mientras que los tres periodos siguientes se caracterizan por el inicio,
mantenimiento y afianzamiento en el uso de marcadores morfológicos y
sintácticos, hasta alcanzaron nivel de competencia similar al del adulto. Así,
tras una etapa pregramatical, dependiente fundamentalmente de las
intenciones del contexto, deviene otra etapa de gramaticalización, en la que
los niños poseen capacidad para hacer un adecuado uso de las relaciones
semánticas y utilizar eficazmente las estructuras morfosintácticas. En efecto,
como sostiene López-Omat (1992, 50), "las construcciones no son sintácticas
[..]; el orden de palabras es de organización ¡cónica y de origen pragmático, el
procesamiento lingüístico es lento [...J; la conducta lingüística presenta una
alta dependencia del contexto; y [ ... 1 la ambigüedad del mensaje lingüístico
es alta ". El proceso de gramaticalización culmina, en fin, con la conquista o
adquisición de las denominadas regularidades gramaticales (López-Omat,
1999).
Es sorprendente la rapidez con la que los niños incorporan los enunciados
negativos. Hacia los doce meses, los niños son capaces de manifestar su
rechazo sobre algo. La negación conlleva un proceso que va del simple gesto
a la estructura completa. La partícula "no" aparece durante el "estadio de la
palabra" y se generaliza en el "estadio de dos palabras", completándose
definitivamente a los tres años (Hernández Pina, 1984).
A partir de los 24 meses las emisiones de los niños van abandonando el
carácter telegráfico que las impregnaba. López Omat (1990) recoge como
estructura oracional más frecuente, entre los 2 y los 2 V2 años, la compuesta
por VerboSujeto-Objeto. A esta edad los niños suelen dominar la oración
simple, aunque los usos del sujeto, verbo y objeto muestren sus propias
peculiaridades en las emisiones infantiles. El sujeto sólo puede estar
representado por las tres primeras personas del singular, el verbo se usa en
presente de indicativo, infinitivo, imperativo y pretérito perfecto, así como en la
forma "ira + infinitivo"; en cuanto al objeto, faltan algunas concordancias de
género y número. El resultado es un lenguaje agramatical, en algunos casos,
pero inteligible.
Después de los 30 meses, la estructura oracional se hace cada vez más com-
pleja. López Ornar (1990) sostiene que entre los 30 y los 36 meses la oración
simple se amplía a todas las personas-sujeto, a muchos más tiempos
verbales, y a diferentes casos y circunstancias. Se observa la oración
compuesta coordinada y las primeras subordinadas, con algunos errores
gramaticales similares a los anteriores, pero que desaparecen con facilidad.
Desde los 3 1/2 años hasta los 5, el desarrollo morfosintáctico es muy rápido y
se considera prácticamente concluido, aunque, de acuerdo con Crystal y cols.
(1984), continúan produciéndose significativos avances en la estructura
g
ramatical expresiva, en la comprensión de estructuras complejas y en el
acceso a los distintos estilos del lenguaje. A este respecto señala Bowerman
(1986, 128) que "el aprendizaje de la producción y la comprensión de
oraciones compuestas de distintos tipos es un proceso largo que se continúa
al menos hasta la adolescencia”.
La adquisición de un habla gramatical conlleva, por parte del niño, la conquista
de dos hitos significativos:
1) El orden que debe presidir la organización de las palabras en la
producción de los enunciados (dominio de los mecanismos sintácticos).
2) La consecución de los mecanismos morfológicos.
Tabla 111. Uso de los tiempos verbales entre los 18 y los 36 meses
Clemente
(1982) Hernández Pina (1984)
(24 - 36 (18 - 24 meses)
Infinitivo meses) 14 % Infinitivos ..................... 12
s ...........
Gerundi 15 % Gerundios ................... %
7%
Participi 2% Participios .................... 10
Presente 45 % Presentes .................... 42
Imperati 10 % Imperativos .................. 18
Indefinid 1% Indefinidos ................... 6%
Pret. 2% Pret. Perfecto .............. 4%
Subjunti 0% Subjuntivos .................. 2%
Imperfec 2%
(Ir + Vo) 2%
(V + Gr) 6%
(V + P).. 1%
Los bebés, al tiempo que captan desde su nacimiento las expresiones del
adulto, fundamentalmente los elementos prosódicos del lenguaje, van
explorando su aparato vocal, mediante la producción de llantos, gorjeos y
vocalizaciones, hasta darse cuenta de lo que son capaces de hacer, de cuáles
son los sonidos que pueden emitir. Los primeros llantos, producidos de forma
refleja, propician la aparición de múltiples sonidos en pocos meses, debido, sin
duda, a las significativas transformaciones que experimenta el sistema
orofonatorio del bebé, durante el primer año de vida. Aprenden a producir los
sonidos vocálicos y a experimentar con los sonidos consonánticos más
sencillos, de manera un tanto inconsciente, si bien el significado de estas
producciones está ligado principalmente a las inflexiones de su voz. La
producción de los primeros sonidos exige un cierto control motor de los
movimientos que realizan los órganos de la cavidad bucal, para poder cumplir
la etapa del balbuceo, típica del periodo prelingüístico, y a la que se han
atribuido un sinfín de intenciones, según los autores.
De los seis a los doce meses, los niños continúan incorporando a su
repertorio lingüístico la información sintáctica y fonológica que reciben de su
entorno, al tiempo que captan el sentido de los aspectos prosódicos del
lenguaje que escuchan a su alrededor, elaborando así incipientes esquemas de
comunicación verbal.
Desde un punto de vista estrictamente fonológico, existe una progresión
sorprendente. Los niños van superando el periodo marcado por gorjeos,
balbuceos y laleos. Paulatinamente, continúa el proceso de diferenciación
fonética, dada la mayor potencialidad que adquieren los órganos que
intervienen en la articulación del lenguaje, lo que facilita la producción de
diversos sonidos consonánticos. Todo ello discurre de forma integrada en el
desarrollo lingüístico global, a partir del almacenamiento y organización de la
información que recibe el niño. Como es lógico, el adulto es el encargado de
interpretar y atribuir intencionalidad a estas emisiones, a partir de los
comportamientos del niño.
Mediante la integración de diferentes sonidos y la percepción de su
secuencia en la cadena fónica, el niño articula la primera palabra, hazaña dificil
de precisar (Dale, 1980), por la complejidad que encierra el hecho de discernir
el momento en el que se produce esa conquista. Algunos autores han admitido,
en el proceso de transición a la producción de la primera palabra, la existencia
de lo que denominan"formas fonológicas sólidas" (Dore y cols., 1976), que
consideran unidades lingüísticas estables que se dan entre el periodo del
balbuceo y la aparición de la primera palabra. Cierto que las primeras palabras
suelen mostrar una estructura silábica estable (CV — ma —más— o VCV —
aba —agua—) y su comprensión se torna difícil, a veces, para personas no
habituadas al habla del niño.
La aparición de la primera palabra no debe confundirse con la emisión o
presencia de duplicaciones silábicas en las producciones del niño. Con
frecuencia, existe una etapa de transición. Así, expresiones del tipo "ma-ma",
"ta-ta", "na-na" carecen de valor semántico y constituyen una aproximación a lo
que se considerará primer lenguaje o emisión de la primera palabra, la cual,
para ser considerada como tal, debe a) poseer una intención comunicativa; b)
mantener una relación fonética con una única palabra real; e) mostrar
sistematicidad en su uso para designar un mismo referente.
No obstante, la aparición de las primeras palabras no significa la ausencia
definitiva de otras manifestaciones prelingüísticas (p.e., balbuceos, laleos o
sonidos indiferenciados). La coexistencia de ambas manifestaciones en el
desarrollo lingüístico del niño es evidente, aunque la retroalimentación que
suele recibir el niño en su entorno próximo, en el marco de las rutinas
previamente establecidas, proporciona el input lingüístico idóneo para que el
niño abandone paulatinamente la etapa prelingüística y alcance la etapa de las
primeras palabras.
En torno a los veintiocho meses, su desarrollo fonológico no admite dudas,
aunque su repertorio fonético posea muchas imperfecciones. Lentamente el
inventario de sonidos del niño va evolucionando hacia el sistema de sonidos
adulto. Es probable que, como sostiene Ingram (1976), el niño comience a
apropiarse de algunas reglas fonológicas que le permiten apreciar cómo
funciona el sistema de sonidos del lenguaje y desarrolle la capacidad para
establecer relaciones de significación entre los sonidos del habla.
Precisamente, el progresivo dominio de la respiración y el mayor grado de
control de los movimientos de la laringe, la lengua y el paladar van a permitirle
un acercamiento sucesivo a la articulación adecuada de los sonidos de la
lengua.
— Omisión de consonantes iniciales. — "armen" por Carmen. — Desaparece hacia los 3 años.
— Supresión de sílabas átonas. — "tapa" por ventana. — Desaparece hacia los 3 años.
— "dente" por diente. — Desaparece hacia los 7 años.
— Reducción de diptongos a un solo
elemento.
i
— Inversión de son dos. — "pierda" por piedra. — Desaparece hacia los 3 años.
2) Procesos de asimilación:
3) Procesos de sustitución:
— Protusión de la lengua (incluye el — "cilla" por silla. — Desaparece hacia los 6 años.
ceceo)
— Sonorización de fricativas sordas. — "buego" por fuego. — Desaparece hacia los 3 años.
Los procesos descritos permiten al niño emitir las palabras con anteriori-
dad a que puedan articular con corrección todos los fonemas que incluyen
aquéllas. En efecto, hacia los 5 años, los niños suelen haber completado su
repertorio fonético, pero antes de esa edad, los niños comienzan a dar
muestras de su incipiente capacidad para reflexionar sobre las unidades
lingüísticas (conciencia metalingüística), hecho de elevada trascendencia para
el posterior aprendizaje del lenguaje escrito.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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TEMA 8
LENGUAJE, AFECTIVIDAD Y CONDUCTA
Carme Triadó
Magda Rivero
Universidad de Barcelona
El lenguaje comporta un contenido o significado, que está codificado o re-
presentado por una forma lingüística, con la finalidad de usarlo en diferentes
contextos situaciones. Esta definición abarca todos los aspectos que confluyen
en el lenguaje y que en parte han sido tratados en otros capítulos. Nosotros
nos vamos a referir únicamente al aspecto de uso del lenguaje en cuanto a su
función comunicativa y a la relación que la comunicación tiene con aspectos
afectivos y de regulación de la conducta, ya que posibilita las relaciones
interpersonales no sólo cuando el lenguaje ya está adquirido sino mucho antes
de que los niños adquieran las formas lingüísticas.
Vamos a considerar especialmente la función social del lenguaje, ya sea
para expresar emociones, comentar acontecimientos, preguntar a los demás,
narrar historias..., lo que implica que el ser humano exprese su afectividad y
regule su conducta, ya sea con lenguaje oral o bien con expresiones faciales,
sonrisas o gestos. Se considerará además cómo se relacionan las emociones,
la afectividad y la conducta en niños con deprivación afectiva, déficit auditivo y
trastorno autista.
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TEMA 9
4. LENGUAJE Y SOCIALIZACIÓN
Se ha descrito con anterioridad la influencia de lo adquirido sobre el
desarrollo y la conducta del ser humano. Introduciremos este apartado
señalando la importancia que tiene el proceso de socialización sobre el
desarrollo infantil y, particularmente, sobre la adquisición y desarrollo de la
comunicación y el lenguaje.
La socialización es un proceso interactivo entre el niño y el grupo social.
Puede verse que el lenguaje es una de las grandes aportaciones que ese
grupo social ofrece al niño y, como dice López (1992). está presente en los
procesos mentales, afectivos y conductuales de socialización.
Establecer vínculos entre el lenguaje y la socialización del ser humano
significa dar respuesta a una de las grandes tendencias de la investigación
actual en tomo al origen de la comunicación y el lenguaje, la ambientalista.
La Escuela sociocultural vygotskyana, pero también los posicionamientos
de Bruner, entre otros, han enfatizado la importancia que tiene la socialización
(primaria) en el desarrollo comunicativo y lingüístico del niño.
A continuación, se analizarán algunos de los principales tópicos de investi-
gación relacionados con este planteamiento.
4.1. Comunicación, lenguaje e interacción social
El lenguaje humano tiene un claro carácter social. A partir de las
interacciones sociales que mantenga el bebé con las figuras de apego distintos
procesos irán madurando y darán lugar a emisiones fónicas que con el tiempo
significarán la aparición del lenguaje oral.
Para Serra y cols. (2000), el lenguaje es un sistema que permite expresar
intenciones y contenidos relacionando significados y sonidos. Se trata de un
sistema convencional de intercambio que requiere como referentes la
existencia de un grupo social estable, el desarrollarse en un espacio y un
tiempo amplio, el tener una actividad organizada que demande intercambios y
la formación de una cultura sostenida en un medio transmisible. Se advierte,
pues, que estos investigadores hacen referencia al caldo de cultivo en el que el
lenguaje surge cuando se comparte una actividad y se participa de la misma
cultura.
Bruner (1991) apoya la "teoría de la interacción social" proponiendo que el
lenguaje se adquiere a través de un uso activo en contextos de interacción (no
poruna mera exposición), que ciertas funciones o intenciones comunicativas se
adquieren antes de que el niño domine el lenguaje formalmente elaborado con
el que expresarlas lingüísticamente y que la adquisición del lenguaje es muy
sensible a los contextos, de manera que su progreso será mayor en la medida
que los niños "capten significados de lo que se dice" aunque no sepan descifrar
lingüísticamente ente lo que se dice.
Rogoff (1993), aún posicionándose en la línea vygotskyana de que el len-
guaje es un poderoso instrumento del pensamiento y de la comunicación,
considera que la comunicación –entendida más ampliamente– incluye tanto el
lenguaje verbal como el no verbal. Desde este análisis de la comunicación, el
desarrollo cognitivo puede estudiarse en ámbitos menos dependientes del
lenguaje verbal tan tratados habitualmente desde el ámbito escolar y desde las
culturas concretas en que se estudien estos procesos.
En la comunicación interpersonal juega un papel muy importante el
lenguaje (o comportamiento) no verbal. Los gestos, las disposiciones
corporales y los espacios interpersonales resultan en muchas ocasiones más
importante que lo que se puede expresar con palabras, ya que es a través de
éstos cómo organizamos el marco bajo el que las palabras adquieren
significación. En el estudio de la comunicación no verbal, como sugiere López
Gómez (2005), existen dos elementos fundamentales: por un lado, los gestos y
los movimientos corporales (cinésica) y, por otro, el espacio interpersonal
(kinésica). Así, frecuentemente "( ... ) la relación entre los elementos no
verbales y verbales de la comunicación pueden producir efectos de
redundancia o paradoja. En el primer caso, los gestos, la forma del cuerpo, el
vestuario o la disposición del espacio pueden acompañar las palabras que utili-
zamos con el objetivo de resaltar el sentido de lo que estamos diciendo y la
naturaleza de la relación que establecemos. Por ejemplo, cuando a una
pregunta contestamos 'si' y al mismo tiempo movemos la cabeza de arriba
abajo. En el segundo caso, ocurre lo contrario. Citando respondemos
afirmativamente a una pregunta mientras movemos la cabeza de un lado a
otro, obtenemos una paradoja porque la comunicación no verbal va en el
sentido contrario al de comunicación verbal" (López Gómez, 2005, 165).
6. A MODO DE CONCLUSIÓN
A lo largo de estas líneas se ha puesto de manifiesto que el lenguaje
humano es específico de la especie, que obedece a una evolución
filogenética de la misma y que sigue unos procesos ontogenéticos en cuanto
a su adquisición.
La aparente sencillez con que el ser humano adquiere el lenguaje no
parece congeniar con la variabilidad y complejidad de los procesos de
desarrollo con los que está vinculado, especialmente con los cognitivos y
sociales.
Se ha enfatizado la importancia que tiene la interacción social en el origen
de la comunicación y el lenguaje, desde las primeras relaciones diádicas que
mantiene el bebé con los adultos de apego hasta, pasados unos años, las
interacciones que el niño mantiene con otros adultos y con sus iguales.
El simbolismo y las capacidades representativas parecen mostrarse como
claves en la explicación cognitiva de la adquisición y el desarrollo del lenguaje;
además, los procesos de socialización (asunción de normas y valores
sociales, gracias al lenguaje) contribuyen de manera clara a los avances que
se producen desde etapas tempranas.
La conciencia explicada desde la metacognición contribuye sin duda al
diseño conductual del niño mediante sus progresos comunicativo-lingüísticos.
Como sostiene Vila Mendiburu (1988), el origen de la intención
comunicativa y del lenguaje es un producto de la concepción del lenguaje
como herramienta del conocimiento y, al tiempo, una concepción instrumental
para influir en las acciones de los demás. Así, este autor piensa que "(...)
ambas funciones se hallan indisolublemente unidas en el lenguaje y que la
posibilidad de ser ejercidas por los sujetos desde la infancia se relaciona con
una capacidad temprana que construyen los sujetos, gracias a sus
capacidades iniciales y al trato que estas reciben por parte de los que le
rodean, relativa al reconocimiento de sí mismos y, de los demás como seres
con intenciones y deseos" (Vila Mendiburu, 1988, 40).
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TEMA 10
LA INVESTIGACIÓN EN LOGOPEDIA
Por último, se debe indicar que en el final del siglo anterior y principios de
éste son muchas las corrientes o tendencias que surgen, aunque muchas no
sean consideradas como tales; en este sentido y como continuación a las
expuestas anteriormente, destacan el idealismo, el personalismo (Mourier), el
realismo, el historicismo, el existencialismo y un largo etcétera, lo que en
definitiva nos permite hablar de filosofías de la ciencia en plural, ya que no
existe un monolitismo como antes de la segunda guerra mundial y se ha
pasado a una gran cantidad de tendencias y de escuelas, como se ha podido
apreciar.
Por ello, la Filosofía de la Ciencia actual no sólo no admite que existan
criterios absolutos de demarcación del concepto de ciencia, sino que tampoco
admite la existencia de conocimientos científicos como conocimientos
adquiridos gracias a la observación y a la experimentación y, en consecuencia,
que exista un procedimiento inferencia) que nos permita derivar teorías
científicas de manera fiable. De igual modo, tampoco existen métodos que
permitan probar que las teorías son verdaderas, ni siquiera probablemente
verdaderas, ni procedimientos que permitan refutar las teorías de manera
concluyente. Todos los conocimientos deberán ser juzgados por sus propios
méritos, por las soluciones que aportan dentro de un contexto social (De
Miguel, 1988).
2. FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN
EDUCATIVA
Una vez analizados las diferentes metodologías y los métodos que cada
una de ellas suele utilizar para conseguir llegar a la meta propuesta, es fácil
entender que cada uno de ellos utilizará técnicas, estrategias o instrumentos
propios para la recogida de datos que se adapten a las características propias
y de utilidad del método que corresponda.
Las técnicas de investigación se consideran como los instrumentos,
estrategias y los análisis documentales que son utilizados por los
investigadores cuando organizan la recogida de datos (Del Rincón, 1995), por
lo que se puede decir que "se trata de una clasificación con tres categorías de
técnicas establecidas considerando las metodologías de investigación
vinculadas a los paradigmas existentes en investigación educativa"
(Bizquerra, 2005, 80). En efecto, según la metodología, es posible recurrir a
diferentes técnicas:
— Para metodologías cuyo fin es explicar, predecir, describir y controlar
los fenómenos educativos se suelen utilizar técnicas como:
Tests estandarizados.
Pruebas objetivas.
Escalas.
Cuestionarios.
Observación sistemática.
— Para metodologías orientadas a la comprensión, interpretación y
estudio de los significados de las acciones educativas se suelen utilizar
técnicas como:
Observación participante.
Entrevistas cualitativas.
Historias de vida.
Documentos oficiales: registros, documentos internos, dossiers,
estatutos, expedientes personales, actas... etc.
Documentos personales: diarios, cartas, autobiografias... etc.
— Para metodologías orientadas a la toma de decisiones y al cambio
para mejorar la práctica educativa, se suelen utilizar técnicas similares
a las de las metodologías del grupo anterior.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Criterios básicos para el diagnóstico del trastorno mixto del lenguaje receptivo-
expresivo:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
TEMA 12
2. EL CONTENIDO DE LA EVALUACIÓN
3.2. Observación
Para niños de entre tres años y medio y cuatro años y medio, se puede
usar material gráfico (lotos, tarjetas, imágenes sin texto, etc.). Se
puede conversar a través de las actividades que se estén realizando o
que hayan acontecido. Se formularán preguntas acerca de sus
juguetes, las actividades que realiza en su casa o en el colegio, los
animales que tiene en su casa, etc.
Para niños de más de cuatro años y medio, además de la conversación
se les puede pedir una pequeña narración sobre temas o actividades
distantes en el tiempo y el espacio de la propia sesión.
A lo anterior, hay que añadir también que los juguetes de piezas para
armar estimulan el interés de los niños. Una estrategia que da buen resultado
es utilizar tina caja o maleta e ir introduciendo determinados juguetes en ella;
se pueden ir ofreciendo pistas sobre las cosas que hay dentro e ir articulando
una conversación.
En cuanto a la situación de interacción, ésta debe ser lo más atractiva y
cómoda para el niño con dificultades del lenguaje. El adulto deberá estar en la
misma situación física que el niño, es decir, los materiales, el evaluados y el
niño deben colocarse en el mismo nivel, en el suelo, por ejemplo. Se intentará
seguir la iniciativa del niño, o en su defecto proponer juegos o actividades. No
formular preguntas cerradas, ni hacer correcciones, ni, en definitiva, adoptar
una actitud terapéutica frente al niño.
Algunas sugerencias para llevar a buen término la situación de interacción
son las siguientes:
Empezar la sesión iniciando un juego sin decirle nada al niño.
No preguntarle si quiere jugar, sino invitarle directamente a elegir un
juguete y a participar en nuestro juego.
No hablar demasiado, especialmente al comienzo de la sesión.
No dejar demasiadas pausas o espacios vacíos.
Aprovechar las situaciones en las que el niño inicia la conversación
para formularle preguntas acerca de los eventos u objetos sobre los
que habla.
Si el niño no inicia conversaciones o no hace comentarios sobre los
materiales, entonces el adulto intervendrá formulando preguntas
abiertas como “eso parece roto, ¿cómo se pudo romper?", o "imagina
qué pasa aquí". Si a pesar de ello no se inicia la conversación, probar
con cuestiones más específicas que requieran preguntas más
cerradas, como por ejemplo "¿dónde está tu padre ahora?" o
"¿desayunas con cereales?".
Si no responde a preguntas, proponerle entonces jugar a otra cosa y
empezar a incitarle indirectamente; por ejemplo "haz que tu coche
choque con el del niño", preguntándole a continuación qué es lo que
pasa.
Si el niño no quiere hablar sobre los dibujos ni contar historias, el
adulto tiene que provocar la situación. No se trata, por ejemplo, de
presentar dibujos aislados, sino secuencias de dibujos (historias en las
que pasan cosas; un buen material lo constituye las láminas "El gatito
negro se pierde" y "Papá olvida su merienda" de J. Tough, 1987).
También es útil la utilización de paradojas, situaciones en las que se
ofrece al niño algo imposible; por ejemplo, decirle que encuentre dentro
de una gran caja llena de objetos "la leche azul para merendar". Estas
situaciones constituyen verdaderas tentaciones comunicativas.
Igualmente, se puede incluir a otra persona en la situación de
interacción para que pueda modelar la respuesta que se espera del
niño.
Otros procedimientos utilizados frecuentemente incluyen técnicas como
recordar una historia, decir algo acerca del programa de televisión favori-
to, describir una ilustración de una situación humorística o contradicto-
ria, hacer comentarios acerca de un suceso especial como el último cum-
pleaños o las pasadas vacaciones, completar el final de una historia, etc.
Finalmente, se pasará a realizar una transcripción literal de la situación de
interacción, anotando tanto las producciones del examinador como las del
niño (verbales y no-verbales). También se anotarán las producciones
ininteligibles o las incompletas así como los comienzos en falso, los titubeos,
las repeticiones o las autocorrecciones. Una forma de organizar la
transcripción podría ser la siguiente:
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drid.
TEMA 13
Un estudio riguroso que intentara aclarar lo que es saber leer exigiría aden-
trarse en el análisis de los procesos cognitivos implicados en el proceso lector.
Por razones obvias, no voy a realizar ese estudio. Únicamente me limitaré a
dejar constancia de que la delimitación conceptual de ese constructo ha sido
una constante en la historia de la investigación sobre el proceso lector, y a citar
unas pocas, pero relevantes, definiciones de expertos en el tema.
Gephart, después de haber llevado a cabo el estudio de las definiciones
aportadas por diversos autores, ofrece esta especie de definición de
compromiso:
"Saber leer supone una especie de interacción por la cual el sentido
codificado por un autor en estímulos visuales se transforma en sentido en
la mente del lector incluyendo siempre esa interacción las tres facetas
siguientes: material legible, conocimiento por parte del lector y actividades
fisiológicas e intelectuales. La variación que se pone en evidencia cuando
la interacción es considerada en sus diversos momentos es un resultado de
la variación posible de cada una de las distintas facetas " (Gephart, 1970,
15).
Por su parte, Martín (2003) defiende, al igual que los restantes autores
citados, que saber leer implica la capacidad de decodificación de los signos
escritos con el propósito de atribuirle un significado. Sin embargo, al hacer
más hincapié en los procesos neuropsicológicos implicados en el acto lector,
afirma que no es posible una lectura fluida y comprensiva si el lector no
posee previamente una determinada capacidad visual y auditiva, un
adecuado tono muscular y control postural, una lateralidad bien diferenciada,
un dominio de una serie de habilidades psicolingüísticas básicas y un
correcto funcionamiento de la memoria de trabajo. Por ello, esta autora hace
mucho hincapié en la necesidad de evaluar esos prerrequisitos siempre que
se intente evaluar la capacidad lectora de una persona.
En resumen, —La capacidad lectora es un proceso mucho más complejo
que el simple dominio de una serie de habilidades y el aprendizaje de un
conjunto de estrategias. Llegar a ser un buen lector implica identidades,
relaciones, disposiciones y valores, como asimismo la adquisición de
estrategias para trabajar con los signos escritos. Llegar a ser un buen lector
no solamente representa la capacidad de codificar y decodificar los símbolos
escritos, sino también la posibilidad de vivir con otras personas. En
consecuencia, la evaluación de la capacidad lectora tiene que referirse tanto
a la capacidad de dominar los complejos procesos implicados en la lectura
como a las posibilidades de relacionarse con los demás
(Johnston y Costello, 2005, 256).
A la vista de lo expuesto en los párrafos anteriores, parece claro que,
tanto teórica como prácticamente, resulta imposible afirmar categóricamente
cuándo una persona sabe leer y otra no, dentro de unos determinados
umbrales referidos a capacidades y estrategias cognitivas. Como afirma
Smith,
2. NIVELES EVACUATIVOS
Saussure (1965) dejó muy claro que lengua y escritura son dos sistemas
de signos distintos, siendo la razón de ser del segundo representar al primero.
Aunque hoy no se suele admitir esa diferenciación tan estructural entre
lenguaje oral y escrito, me parece algo fuera de todo tipo de dudas que las
relaciones internas de cualquier código lingüístico escrito sólo pueden
explicarse en el contexto de la lengua de la que forman parte. Por otro lado,
no existe ningún caso constatado en la historia de una persona que primero
aprendiera a leer y posteriormente aprendiera a hablar; lo típico es que
primeramente se domine el código lingüístico propio de la lengua hablada y
después el de la lengua escrita.
Esos datos son los que permiten sospechar que es necesario poseer un
determinado dominio del código específico del lenguaje oral, tanto desde el
punto de vista fonemático como semántico y gramatical (véanse Temas 4 y 6),
antes de iniciarse en el conocimiento del código específico del lenguaje
escrito, especialmente en lo que se refiere al conocimiento funcional de las
reglas de concordancia de la gramática de la lengua materna, a las relaciones
entre grafemas y fonemas, a la segmentación fonológica y al reconocimiento
de las sílabas en el contexto de la palabra, y de las palabras en el contexto de
las frases.
Otro problema bien distinto es el que se refiere a la interpretación de
cómo ocurre el dominio de esas habilidades psicolingüísticas. Algunos autores
consideran que ello es debido exclusivamente a los procesos madurativos,
mientras que otros piensan que ello sucede de forma cíclica como
consecuencia de los efectos que posee el acercamiento temprano a la lengua
escrita y de las interrelaciones entre el lenguaje escrito y el oral que se
manifiestan a lo largo del proceso didáctico inicial. Sea como fuere, el caso es
que hoy en día ningún experto del tema pone en duda la existencia de una
secuencialidad universal en el proceso de adquisición de tales habilidades, al
menos en las lenguas alfabéticas. Es por ello que ese proceso secuencial
debe ser tenido en cuenta en la evaluación de la capacidad lectora.
Ferreiro y Teberosky (1979), Ferreiro y Gómez (1982) y Tolchinsky (1993)
han estudiado profundamente ese proceso secuencia] y de sus innumerables
investigaciones merece la pena citar aquí los siguientes hitos básicos:
En torno a los tres-cuatro años un niño normal es capaz de diferenciar
la base rítmica del lenguaje oral y escrito que, como se sabe, en la
lengua castellana es la sílaba. Por tanto, ése es el momento adecuado
para iniciar al niño en el estudio de las palabras escritas, no solamente
analizando la relación existente entre su significación y los significantes
que denotan, sino también analizando rítmicamente la base melódica de
las mismas (las sílabas).
A. Características
A. Características
A. Características
A. Características
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
2. EL PROCESO DE PLANIFICACIÓN
Hayes (1996) ha denominado a este proceso "reflexión". La planificación
se concibe como el borrador mental de la composición, en el que están
incluidos todos los elementos del texto: contenido y forma estructural, sentido
del texto e intención significativa. Planificar significa realizar una tarea en un
nivel abstracto, antes de realizarla en un nivel concreto. En esta tarea se
incluyen dos dimensiones: el proceso y el contenido. El tiempo dedicado a esta
tarea es esencial en el proceso de escribir y su efecto se proyecta en la calidad
del texto escrito. En el proceso de planificar se pueden diferenciar distintas
operaciones, que corresponden a distintos tipos de planes o a diversas
dimensiones del proceso escritor:
Establecer, priorizar y modificar objetivos y sub-objetivos, abstractos y
concretos, para controlar el acto de la composición, es decir, para responder a
las exigencias derivadas de la tarea, del tipo de texto y de las necesidades de
la audiencia. Un plan consiste más en objetivos que en acciones. Estos
objetivos se refieren a la intención comunicativa del escritor y,
consiguientemente, a la audiencia (el lector). Presumiblemente todos los
escritores tienen algún tipo de objetivo, pero no todos son capaces de
establecer relaciones entre los objetivos secundarios y los principales. Los
escritores expertos planifican, convirtiendo los objetivos de alto nivel en sub-
objetivos. El efecto de esta construcción activa es que los sub-objetivos tienden
a acumularse, creando una carga excesiva en la memoria de trabajo.
Generar contenido (o ideas). Muchas de estas ideas se refieren a lo que
se va a escribir (planificación de contenido), pero otras se refieren al cómo se
escribirá (planificación de proceso). La operación fundamental es la búsqueda
de contenido en la memoria a largo plazo. Se han detectado diferencias
evolutivas en la utilización de estrategias que facilitan esta búsqueda. Algunas
de estas estrategias son: a) selección y secuenciación de ideas: se aplican
para operar selectivamente sobre las ideas generadas y ordenarlas en una
secuencia; b) fuente de ideas: estrategias y recursos que se utilizan para la
búsqueda de ideas, con la intención de generar suficiente contenido; e) registro
de ideas: estrategias, instrumentos y técnicas que se utilizan para retener el
contenido buscado, con la intención de utilizarlo posteriormente.
Seleccionar y organizar el contenido, para conseguir los objetivos formu-
lados. El escritor debe seleccionar entre las ideas generadas las que estima
pertinentes para plasmarlas en el texto, de acuerdo con los objetivos
planeados. De otra parte, debe articularlas o estructurar las ideas
seleccionadas. En este sentido, la "estructuración de contenido" es el proceso
de crear la estructura material de un texto. Se supone que las estructuras
formales del texto guían al escritor en el desarrollo de este proceso. Estas
estructuras representan el conocimiento que poseen los escritores sobre la
estructura de un texto (o esquema textual).
En este proceso de estructuración se incluye también el diseño de la
estructura de la oración, cuyas fases son: 1) formular la proposición de tipo
lógico (planificar el mensaje mentalmente); 2) estructurar la proposición en sus
componentes (sujeto y predicado); 3) formular la intención comunicativa:
enunciativa, interrogativa, exclamativa...; 4) establecer el sujeto y el tema (o
predicado) de la proposición; 5) decidir qué información se dará como nueva y
cuál como supuesta; 6) elegir el léxico adecuado a la proposición; 7) dar forma
gramatical al enunciado; 8) almacenar la proposición en la memoria de trabajo.
En síntesis, en el desarrollo de este proceso, el escritor debe poner en
juego las siguientes capacidades o habilidades: 1) conocer el tema sobre el
que va a escribir; 2) acceder al conocimiento que posee (Danoff, Harris y
Graham, 1993), es decir, adoptar estrategias adecuadas para buscar en la
memoria, de forma auto-dirigida (Englert y Raphael, 1988; Newcomer y
Barenbaum, 1991); 3) conocer la estructura textual (Englert y Raphael, 1988);
4) mantener la continuidad temática del texto (Newcomer y Barenbaum, 1991).
La habilidad para planificar una composición se adquiere
progresivamente. Además, la efectividad o facilidad para planificar un texto
depende del tipo de texto. Así, los niños se desenvuelven mejor en la narración
que en otros tipos de texto, quizá porque el carácter sistemático de este tipo de
texto lo sitúa en un nivel más concreto de operaciones mentales.
De otra parte, la planificación está determinada tanto por la audiencia o
destinatario (el lector) como por la intención o la finalidad comunicativa (el
escritor). Sin embargo, las decisiones sobre la audiencia y sobre la finalidad no
se toman de una vez por todas, sino que están abiertas a continua revisión y
replanteamiento. Pero también la planificación está condicionada por el
conocimiento del sistema gramatical que tiene el escritor, como se ha
demostrado en la investigación (Keseling y Wrobel, 1991). Este conocimiento
es de carácter lingüístico y se refiere a las dimensiones: a) función de las
estructuras sintácticas; b) modelos del texto; e) componente fonológico de los
segmentos textuales.
3. EL PROCESO DE TRASCRIPCIÓN
Este proceso, análogo a la función de "producción del texto", en el
modelo de Hayes (1996), también se ha denominado "traducción" y
"traslación". El proceso consiste en traducir las ideas pensadas (contenido) en
un lenguaje visible (forma lingüística). En este proceso se pueden diferenciar
dos componentes (Berninger et al., 1996): 1) génesis del texto: estructurar las
ideas en unidades lingüísticas (palabras, oraciones y estructuras discursivas),
en el contexto de la memoria verbal; 2) trascripción: traducir a símbolos
ortográficos las representaciones verbales, contenidas en la memoria verbal de
trabajo. En este componente se percibe con más nitidez la incidencia del
estadio evolutivo del sujeto.
En el desarrollo de este proceso, el escritor debe enfrentarse a
exigencias, tanto de tipo perceptivo-motor (ejecución gráfica de las letras) como
de tipo cognitivo-lingüístico (elección léxica, construcción morfológica y
sintáctica). En efecto, de una parte, en este proceso se ponen en
funcionamiento los conocimientos lingüísticos que posee el escritor. De otra
parte, sin abandonar mentalmente el esquema de trabajo de la composición, el
escritor debe atender a tareas de bajo nivel: ortografía y tipografía de la página.
Las habilidades para responder a estas exigencias se consideran de bajo nivel.
La importancia jerárquica de ambos niveles se ha demostrado en la
investigación. Por ejemplo, los sujetos superdotados no se diferencian de sus
compañeros en los procesos de bajo nivel, pero sí en los de alto nivel
(Cameron, Lee, Webster y Monroe, 1995).
Ahora bien, tanto los procesos de alto como los de bajo nivel deben
armonizarse en tiempo real, durante la composición del texto. En concreto,
estos procesos confluyen en la memoria de trabajo, cuya función es la de
coordinarlos. Por tanto, en la medida en que el escritor ha automatizado las
habilidades de trascripción, el espacio de la memoria de trabajo está disponible
para el desarrollo de los otros procesos. Por el contrario, si las operaciones de
trascripción no son fluidas, se ralentizan o se truncan los procesos de alto nivel
(Berninger, 1999).
La dimensión esencial del texto es su "estructura". La gramática textual
es la descripción formal de las estructuras textuales. Por tanto, el escritor
necesita poseer una competencia textual, para dar forma a las ideas y
articularlas. De aquí deriva que el mayor requisito para adquirir competencia en
la expresión escrita es aprender la forma esencial de los distintos tipos de
texto: narrativo, expositivo, argumentativo y descriptivo.
Una dimensión esencial de la estructura textual es la coherencia, cuya
forma lingüística es la "cohesión", es decir, la relación que se establece
formalmente entre las frases del texto, mediante nexos gramaticales
(preposiciones, conjunciones, artículos). Pero es necesaria también una
coherencia global, es decir, una continuidad temática, un hilo conductor a lo
largo del texto (Zwaan y Dijkstra, 2003). La coherencia se refiere a la relación
entre estructura y significado, que implica construir un significado, que sea
lógico y bien organizado, de una parte, y, de otra, que esté en relación con el
escritor y con el lector. La coherencia refleja la integración de planes internos y
externos. El sentimiento de coherencia y conexión son componentes integrales
del fenómeno general de la compresión, que se relacionan con la escritura en
profundidad. En este aspecto se detecta más claramente cómo la escritura es
una forma de exteriorizar el pensamiento (Lavelle, 1997). Por tanto, la habilidad
del escritor eficiente, relacionada con la coherencia textual, se sintetiza en dos
aspectos: 1) mantener la coherencia entre el tema, la audiencia y los objetivos
de la comunicación; 2) mantener la continuidad temática.
En el concepto de "forma textual" se incluyen los aspectos del nivel
microestructural del texto, es decir, los relacionados con la gramática oracional,
en un sentido amplio: léxico, sintaxis, ortografía, convenciones gráficas. En
cuanto al plano morfológico, el escritor debe saber utilizar los matices
diferenciales, expresados por los morfemas de género, número, tiempo y
aspecto o por los sufijos en la composición de las palabras, los deícticos y otros
determinantes. Además, el escritor debe dominar todos aquellos aspectos
relacionados con la sintaxis en sentido genérico: construcción de oraciones,
relaciones de coordinación y subordinación entre proposiciones. Igualmente
debe saber todo lo relacionado con el vocabulario y el uso de las palabras, de
acuerdo con las reglas gramaticales (Bradley-Johnson y Lucas-Lesiak, 1989).
Por último, el escritor debe dominar la "grafia". En este concepto se in-
cluyen dos dimensiones: 1) la forma correcta de las letras; 2) la escritura
correcta de las palabras. Para producir el tipo de letra correcto deben activarse
los patrones motores. Éstos dirigen los movimientos de manos y dedos que
permiten trazar los símbolos gráficos. En estos patrones se incluyen los
siguientes aspectos: la secuencia, la dirección y el tamaño relativo de los
rasgos de las letras. Para la escritura correcta de las palabras (ortografía), el
escritor debe encontrar la forma gráfica que corresponde al signo oral. En
principio, para escribir correctamente una palabra, se trataría de asignar un
grafema a un sonido (ruta fonológica). Pero algunos sonidos de nuestra lengua
pueden representarse por más de un grafema (Ej.: g/j; b/v). El escritor
entonces, para saber escribir correctamente la palabra, debe tener en la
memoria la imagen ortográfica de la palabra (ruta léxica u ortográfica).
Especialmente, los problemas se presentan con las palabras irregulares
desconocidas.
En los primeros niveles del desarrollo gráfico, cuyo objetivo es la produc-
ción rápida y automática de las letras, inciden los siguientes factores neuro-
psicológicos (Berninger, Mizokawa y Bragg, 1991; Berninger, Yares, Cartwright,
Rutberg, Remy y Abbott, 1992; Berninger et al., 1996): a) recuperación de las
letras en la memoria visual; b) motricidad fina de los dedos; e) integración viso-
motora; d) codificación fonológica y ortográfica. Pero también, en estadios
posteriores, el tipo de grafia incide en la rapidez de la escritura y ambos, en la
legibilidad del texto (Graham, Berninger y Weintraub, 1998).
4. EL PROCESO DE REVISIÓN
Muchos investigadores han abordado el análisis de este proceso, sobre
el que se han elaborado diversos modelos explicativos. Algunos de éstos se
incluyen en un modelo general sobre la composición escrita; otros, sin
embargo, son específicos del proceso de revisión (Cfr. Chanquoi, 2001).
Scardamalia y Bereiter (1986) describieron este proceso,
estructurándolo en tres fases, que pueden concebirse como estrategias
cognitivas: 1) comparar el texto real (el texto escrito) con el texto ideal (el texto
pensado), para detectar alguna discrepancia entre ellos; 2) diagnosticar la
causa de la discrepancia, indagando en el texto y en la memoria de trabajo, en
la que se halla almacenado el conocimiento sobre la estructura textual; 3)
actuar, en dos direcciones: a) decisión táctica (tipo general de cambio en el
texto): cambiar, suprimir o añadir palabras; b) realización efectiva del cambio.
En el modelo de Hayes (1996), se describe este proceso como una
operación de la función de "representación del texto". En este proceso, es
esencial la función de evaluación, para detectar y analizar los problemas del
texto. Esta función se hace operativa leyendo el texto. En esta lectura, a
diferencia de la lectura para comprender el texto, el lector, sin detrimento de
atender al mensaje, centra la atención en los posibles problemas léxicos y
sintácticos. En el círculo de teóricos en torno a este autor, se ha diseñado un
modelo específico sobre la revisión, cuyo desarrollo se concibe como articulado
en los cuatro sub-procesos siguientes:
1) Definir la tarea. Este proceso hace referencia a la representación que se
hace el escritor de la tarea, a partir de su conocimiento meta-cognitivo,
que le permite tener una visión global del objetivo general de la revisión,
de las partes del texto que debe corregir y de los medios para hacerlo.
Este conocimiento deriva del conocimiento previo que tiene el escritor
sobre las características del texto (género discursivo, objetivo, tema...) y
del contexto (destinatario, contexto de la tarea...).
2) Evaluar. Objetivos principales de este proceso son: comprender, evaluar
e identificar posibles problemas. Este proceso se articula en dos sub-
procesos, análogos a los descritos por Scardamalia y Bereiter (1983): a)
detectar el problema: compararla intención inicial del escritor con el texto
producido, para detectar alguna posible disonancia entre ellos; b) identi-
ficar o diagnosticar la naturaleza del problema. Según que la atención se
centre en la representación mental del texto que tiene el sujeto o en el
texto producido, la revisión se calificará de interna o externa.
3) Seleccionar una estrategia para resolver el problema. La detección del
problema no conduce sistemáticamente a modificar el texto. Por el con-
trario, el escritor puede elegir entre varias opciones estratégicas: a) igno-
rar el problema, si es muy complejo; b) diferir la solución del problema;
c) buscar más información. en la memoria o en el texto, para
comprender y definir mejor el problema; d) re-escribir el texto,
manteniendo la idea principal; e) re-escribir sólo la parte errónea del
texto, manteniendo la otra parte.
4) Hacer las modificaciones concretas en el texto.
Cada uno de estos procesos se subordina al anterior, en una secuencia
temporal, aunque el escritor no necesariamente los ejecute todos. La revisión
se concibe, así, como una actividad estratégica. Además, en la ejecución de
estos procesos, es fundamental el conocimiento almacenado en la memoria a
largo plazo. De otra parte, se hace necesaria la interacción entre el
conocimiento lingüístico y el contextual, además de la interacción entre los
procesos descritos.
Otros autores han hecho algunas modificaciones al modelo prototípico des-
crito (Butterfield, Hacker y Albertson, 1996). En el modelo modificado, se
diferencian dos componentes interactivos: 1) El contexto. En éste se incluyen
dos aspectos: el texto y los problemas retóricos (especificación del tema. de la
audiencia y del espacio textual que debe revisarse); 2) El componente cognitivo
y meta-cognitivo. En éste, se diferencian dos dimensiones: a) la memoria de
trabajo, en cuyo espacio se desarrolla el proceso de deliberación, cuyos pasos
son los descritos en el modelo de Hayes y Flower (representar mentalmente el
problema, diagnosticar la causa y seleccionar la estrategia para solucionarlo).
Estos pasos están condicionados por la capacidad limitada de la memoria de
trabajo; b) la memoria a largo plazo, cuya función principal, en este proceso, es
liberar recursos en la memoria de trabajo.
En la memoria a largo plazo se diferencian dos niveles: cognitivo y meta-
cognitivo. En el primero, se almacena el conocimiento, las estrategias y las
representaciones del texto que se está revisando. En el conocimiento se
incluyen tres contenidos (o categorías), referidos al tema, a las reglas y
convenciones lingüísticas y al proceso de escribir. Estos contenidos se hacen
operativos mediante tres estrategias principales: 1) estrategias que facilitan la
comprensión de lo que uno lee; 2) estrategias de evaluación, que facilitan al
lector-escritor releer un párrafo difícil, volver al texto anterior, hacer
predicciones sobre el texto que sigue y comparar ideas; 3) estrategias de
control, que permiten al escritor hacer un resumen o/y clarificar la información
textual y corregir el texto.
En el nivel meta-cognitivo se sitúan el conocimiento, los "modelos de cono-
cimiento" y la comprensión de las estrategias. Esta última permite al escritor
saber cuándo, dónde, cómo y por qué utilizar, evaluar y controlar las
estrategias cognitivas. Según los autores citados, la evaluación y el control son
procesos automáticos, almacenados en la memoria a largo plazo. De otra
parte, subrayan el papel decisivo de la memoria de trabajo, cuya limitada
capacidad constriñe las operaciones implicadas en el proceso de revisión. Lo
cual explica que el escritor revise los aspectos superficiales del texto, más que
los referidos al contenido, por cuanto aquellos no sólo son más fáciles de
corregir sino que presentan menos exigencias tales como mantener
simultáneamente en la memoria dos representaciones: la representación
mental del texto y la del texto construido.
A partir de las aportaciones de diversos modelos teóricos sobre la revisión,
se pueden establecer algunas conclusiones fundamentales, que constituyen
una caracterización funcional de la misma. En primer lugar, en este proceso se
incluyen dos operaciones básicas: 1) evaluación del resultado, en función de
los objetivos de comunicación, y evaluación de la coherencia del contenido, en
función del esquema textual; 2) revisión y corrección de lo producido, de
acuerdo con los resultados de la evaluación. En el desarrollo del proceso se
puede diferenciar, no obstante, unas fases, que son cíclicas o recursivas: 1)
revisar; 2) evaluar: 3) detectar el problema; 4) corregir el problema; 5) volver a
evaluar.
Dado el carácter recursivo de los procesos cognitivos en la expresión
escrita, la revisión no es una fase final del proceso de la composición sino que
está en todas las fases y niveles de organización del texto. De aquí derivan dos
consecuencias: en primer lugar, al ponerse en marcha el proceso de revisión,
se interrumpen otras actividades. De otra parte, el proceso puede
desencadenarse antes o después de haber puesto por escrito el texto. En
cualquier caso, el proceso de control permite al escritor revisar segmentos del
texto, almacenados temporalmente en la memoria de trabajo, antes de su
trascripción gráfica.
Se han descrito tres tipos de revisión, en cada uno de los cuales están
implicados diversos procesos cognitivos (Boscolo, 1988): 1) revisión formal: se
trata de determinar la coherencia de lo escrito, de acuerdo con las reglas de es-
critura; 2) revisión de contenido: se trata de confrontar el texto escrito con el
que se había planificado; 3) revisión funcional: el escritor se sitúa ante el texto
como lector. Igualmente, se han descrito dos tipos de revisión, según el
momento en que se realice (Chanquoi, 2001): la revisión que se hace mientras
se escribe ("revisión on line") y la que se hace, una vez finalizado el escrito
("revisión diferida").
Sin detrimento de la importancia atribuida al proceso de planificación, la
revisión no debe considerarse como un proceso secundario. Por el contrario,
éste es un proceso complejo y arduo, por cuanto, su finalidad es evaluar y
clarificar el pensamiento del escritor. En otro sentido la función de este proceso
es evaluar y mejorar la calidad comunicativa del texto. Lo cual implica que el
escritor debe leer y evaluar el texto, como si fuera el lector al que va destinado,
para detectar posibles fuentes de ambigüedad y añadir información nueva, si
fuera necesario, para hacer más explícito el significado. En definitiva. el escritor
debe ser capaz de solucionar un problema textual, creando un nuevo texto, que
sustituya al que se considera inadecuado para comunicar el contenido
pensado.
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TEMA 15
INTERVENCIÓN LOGOPÉDICA
José Luis Gallego Ortega
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TEMA 18
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. SISTEMAS DE SIGNOS
En el ámbito de las técnicas aumentativas de comunicación se utiliza
una amplia variedad de sistemas de signos que permiten la adaptación a las
posibilidades y necesidades de los usuarios. Los sistemas de signos sin
ayuda se refieren principalmente al uso de signos manuales, de manera que
la persona puede producir los mensajes con los recursos físicos de su propio
cuerpo y no necesita ningún instrumento. Los sistemas con ayuda consisten
en signos tangibles o signos gráficos y requieren una ayuda técnica que
contenga los signos que la persona selecciona con fines comunicativos. La
amplia variedad de sistemas de signos permite adaptarse a las necesidades
comunicativas y lingüísticas de cada persona con necesidad de comunicación
aumentativa y a las personas que le rodean. Aunque se utilice un sistema de
signos de forma preferente, se pueden aprovechar recursos de otros sistemas
formando una multimodalidad comunicativa que permitirá la expresión de la
forma más ágil y completa posible. Por ejemplo, un usuario de comunicación
aumentativa puede utilizar de forma preferente un sistema de signos pic-
tográfico, juntamente con algunas fotografías, palabras globales, letras,
algunos gestos y signos manuales y un repertorio limitado de palabras. Para
una descripción más detallada de diferentes sistemas de signos, consultar
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