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HOMERO • LA ODISEA

CANTO IX ODISEO CUENTA SUS AVENTURAS: LOS CICONES, LOS LOTÓFAGOS, LOS CÍCLOPES

Y le contestó y dijo el muy astuto Odiseo: «Poderoso Alcí- flores, veloces.


noo, el más noble de todo tu pueblo, en verdad es agrada- «Entonces la funesta Aisa de Zeus se colocó junto a noso-
ble escuchar al aedo, tal como es, semejante a los dioses tros, de maldito destino, para que sufriéramos dolores en
en su voz. abundancia; lucharon pie a sierra junto a las veloces naves,
No creo yo que haya un cumplimiento más delicioso que y se herían unos a otros con sus lanzas de bronce. Mientras
cuando el bienestar perdura en todo el pueblo y los convi- Eos duró y crecía el sagrado día, los aguantamos rechazán-
dados escuchan a lo largo del palacio al aedo sentados en doles aunque eran más numerosos. Pero cuando Helios se
orden, y junto a ellos hay mesas cargadas de pan y carne y dirigió al momento de desuncir los bueyes, los Cicones nos
un escanciador trae y lleva vino que ha sacado de las cráte- hicieron retroceder venciendo a los aqueos y sucumbieron
ras y lo escancia en las copas. seis compañeros de buenas grebas de cada nave. Los de-
Esto me parece lo más bello. más escapamos de la muerte y de nuestro destino, y desde
«Tu ánimo se ha decidido a preguntar mis penalidades a allí proseguimos navegando hacia adelante con el corazón
fin de que me lamente todavía más en mi dolor. Porque, apesadumbrado, escapando gustosos de la muerte aunque
¿qué voy a narrarte lo primero y qué en último lugar?, pues habíamos perdido a los compañeros. Pero no prosiguieron
son innumerables los dolores que los dioses, los hijos de mis curvadas naves, que cada uno llamamos por tres veces
Urano, me han proporcionado. Conque lo primero qué voy a nuestros desdichados compañeros, los que habían muer-
a decir es mi nombre para que lo conozcáis y para que yo to en la llanura a manos de los Cicones.
después de escapar del día cruel continúe manteniendo con «Entonces el que reúne las nubes, Zeus; levantó el viento
vosotros relaciones de hospitalidad, aunque el palacio en Bóreas junto con una inmensa tempestad, y con las nubes
que habito esté lejos. ocultó la tierra y a la vez el ponto.
«Soy Odiseo, el hijo de Laertes, el que está en boca de Y la noche surgió del cielo. Las naves eran arrastradas
todos los hombres por toda clase de trampas, y mi fama transversalmente y el ímpetu del viento rasgó sus velas
llega hasta el cielo. Habito en Itaca, hermosa al atardecer. en tres y cuatro trozos. Las colocamos sobre cubierta por
Hay en ella un monte, el Nérito de agitado follaje, muy terror a la muerte, y haciendo grandes esfuerzos nos dirigi-
sobresaliente, y a su alrededor hay muchas islas habitadas mos a remo hacia tierra.
cercanas unas de otras, Duliquio y Same, y la poblada de «Allí estuvimos dos noches y dos días completos, consu-
bosques Zante. Itaca se recuesta sobre el mar con poca miendo nuestro ánimo por el cansancio y el dolor.
altura, la más remota hacia el Occidente, y las otras están «Pero cuando Eos, de lindas trenzas, completó el tercer
más lejos hacia Eos y Helios. Es áspera, pero buena criado- día, levantamos los mástiles, extendimos las blancas velas
ra de mozos. y nos sentamos en las naves, y el viento y los pilotos las
«Yo en verdad no soy capaz de ver cosa alguna más dulce conducían. En ese momento habría llegado ileso a mi tierra
que la tierra de uno. Y eso que me retuvo Calipso, divina patria, pero el oleaje, la corriente y Bóreas me apartaron
entre las diosas, en profunda cueva deseando que fuera su al doblar las Maleas y me hicieron vagar lejos de Citera.
esposo, e igualmente me retuvo en su palacio Circe, la hija Así que desde allí fuimos arrastrados por fuertes vientos
de Eeo, la engañosa, deseando que fuera su esposo. durante nueve días sobre el ponto abundante en peces, y
«Pero no persuadió a mi ánimo dentro de mi pecho, que al décimo arribamos a la tierra de los Lotófagos, los que
no hay nada más dulce que la tierra de uno y de sus padres, comen flores de alimento. Descendimos a tierra, hicimos
por muy rica que sea la casa donde uno habita en tierra provisión de agua y al punto mis compañeros tomaron su
extranjera y lejos de los suyos. comida junto a las veloces naves.
«Y ahora os voy a narrar mi atormentado regreso, el qúe Cuando nos habíamos hartado de comida y bebida, yo en-
Zeus me ha dado al venir de Troya. El viento que me vié delante a unos compañeros para que fueran a indagar
traía de Ilión me empujó hacia los Cicones, hacia Ismaro. qué clase de hombres, de los que se alimentan de trigo,
Allí asolé la ciudad, a sus habitantes los pasé a cuchillo, había en esa región; escogí a dos, y como tercer hombre les
tomamos de la ciudad a las esposas y abundante botín y lo envié a un heraldo.
repartimos de manera que nadie se me fuera sin su parte Y marcharon enseguida y se encontraron con los Lotófagos.
correspondiente. Éstos no decidieron matar a nuestros compañeros, sino
Entonces ordené a los míos que huyeran con rápidos pies, que les dieron a comer loto, y el que de ellos comía el dulce
pero ellos, los muy estúpidos, no rne hicieron caso. Así que fruto del loto ya no quería volver a informarnos ni regresar,
bebieron mucho vino y degollaron muchas ovejas junto a la sino que preferían quedarse allí con los Lotófagos, arran-
ribera y cuernitorcidos bueyes de rotátiles patas. cando loto, y olvidándose del regreso. Pero yo los conduje
«Entre tanto, los Cicones, que se hábían marchado, lanza- a la fuerza, aunque lloraban, y en las cóncavas naves los
ron sus gritos de ayuda a otros Cicones que, vecinos suyos, arrastré y até bajo los bancos. Después ordené a mis demás
eran a la vez más numerosos y mejores, los que habitaban leales compañeros que se apresuraran a embarcar en las
tierra adentro, bien entrenados en luchar con hombres des- rápidas naves, no fuera que alguno comiera del loto y se
de el carro y a pie, donde sea preciso. Y enseguida llegaron olvidara del regreso. Y rápidamente embarcaron y se senta-
tan numerosos como nacen en primavera las hojas y las ron sobre los bancos, y, sentados en fila, batían el canoso
mar con los remos. se había agotado en las naves el dulce vino, sino que aún
«Desde allí proseguimos navegando con el corazón acon- quedaba, pues cada uno había guardado mucho en las án-
gojado, y llegamos a la tierra de los Cíclopes, los soberbios, foras cuando tomamos la sagrada ciudad de los Cicones.
los sin ley; los que, obedientes a los inmortales, no plan- «Echamos un vistazo a la tierra de los Cíclopes que esta-
tan con sus manos frutos ni labran la tierra, sino que todo ban cerca y vimos el humo de sus fogatas y escuchamos el
les nace sin sembrar y sin arar: trigo y cebada y viñas que vagido de sus ovejas y cabras. Y cuando Helios se sumergió
producen vino de gordos racimos; la lluvia de Zeus se los y sobrevino la oscuridad, nos echamos a dormir sobre la
hace crecer. ribera del mar.
No tienen ni ágoras donde se emite consejo ni leyes; «Cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la
habitan las cumbres de elevadas montañas en profundas de dedos de rosa, convoqué asamblea y les dije a todos:
cuevas y cada uno es legislador de sus hijos y esposas, y no «“Quedaos ahora los demás, mis fieles compañeros, que
se preocupan unos de otros. yo con mi nave y los que me acompañan voy a llegarme a
«Más allá del puerto se extiende una isla llana, no cerca ni esos hombres para saber quiénes son, si soberbios, salva-
lejos de la tierra de los Cíclopes, llena de bosques. En ella jes y carentes de justicia o amigos de los forasteros y con
se crían innumerables cabras salvajes, pues no pasan por sentimientos de piedad para con los dioses.”
allí hombres que se lo impidan ni las persiguen los cazado- «Así dije, y me embarqué y ordené a mis compañeros que
res, los que sufren dificultades en el bosque persiguiendo embarcaran también ellos y soltaran amarras. Embarcaron
las crestas de los montes. La isla tampoco está ocupada éstos sin tardanza y se sentaron en los bancos, y sentados
por ganados ni sembrados, sino que, no sembrada ni arada, batían el canoso mar con los remos. Y cuando llegamos
carece de cultivadores todo el año y alimenta a las bala- a un lugar cercano, vimos una cueva cerca del mar, ele-
doras cabras. No disponen los Cíclopes de naves de rojas vada, techada de laurel. Allí pasaba la noche abundante
proas, ni hay allí armadores que pudieran trabajar en cons- ganado -ovejas y cabras-, y alrededor había una alta cerca
truir bien entabladas naves; éstas tendrían como término construida con piedras hundidas en tierra y con enormes
cada una de las ciudades de mortales a las que suelen pinos y encinas de elevada copa. Allí habitaba un hombre
llegar los hombres atravesando con sus naves el mar, unos monstruoso que apacentaba sus rebaños, solo, apartado, y
en busca de otros, y los Cíclopes se habrían hecho una isla no frecuentaba a los demás, sino que vivía alejado y tenía
bien fundada. Pues no es mala y produciría todos los frutos pensamientos impíos. Era un monstruo digno de admira-
estacionales; tiene prados junto a las riberas del canoso ción: no se parecía a un hombre, a uno que come trigo, sino
mar, húmedos, blandos. Las viñas sobre todo producirían a una cima cubierta de bosque de las elevadas montañas
constantemente, y las tierras de pan llevar son llanas. que aparece sola, destacada de las otras.
Recogerían siempre las profundas mieses en su tiempo Entonces ordené al resto de mis fieles compañeros que se
oportuno, ya que el subsuelo es fértil. También hay en ella quedaran allí junto a la nave y que la botaran.
un puerto fácil para atracar, donde no hay necesidad de ca- «Yo escogí a mis doce mejores compañeros y me puse en
ble ni de arrojar las anclas ni de atar las amarras. Se puede camino. Llevaba un pellejo de cabra con negro, agrada-
permanecer allí, una vez arribados, hasta el día en que el ble vino que me había dado Marón, el hijo de Evanto, el
ánimo de los marineros les impulse y soplen los vientos. sacerdote de Apolo protector de Ismaro, porque lo había
«En la parte alta del puerto corre un agua resplandeciente, yo salvado junto con su hijo y esposa respetando su techo.
una fuente que surge de la profundidad de una cueva, y Habitaba en el bosque arbolado de Febo Apolo y me había
en torno crecen álamos. Hacia allí navegamos y un demón donado regalos excelentes: me dio siete talentos de oro
nos conducía a través de la oscura noche. No teníamos luz bien trabajados y una crátera toda de plata, y, además vino
para verlo, pues la bruma era espesa en torno a las naves y en doce ánforas que llenó, vino agradable, no mezclado,
Selene no irradiaba su luz desde el cielo y era retenida por bebida divina. Ninguna de las esclavas ni de los esclavos
las nubes; así que nadie vio la isla con sus ojos ni vimos las de palacio conocían su existencia, sino sólo él y su esposa y
enormes olas que rodaban hacia tierra hasta que arras- solamente la despensera.
tramos las naves de buenos bancos. Una vez arrastradas, Siempre que bebían el rojo, agradable vino llenaba una
recogimos todas las velas y descendimos sobre la orilla del copa y vertía veinte medidas de agua, y desde la crátera se
mar y esperamos a la divina Eos durmiendo allí. esparcía un olor delicioso, admirable; en ese momento no
«Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de era agradable alejarse de allí.
dedos de rosa, deambulamos llenos de admiración por la De este vino me llevé un gran pellejo lleno y también provi-
isla. siones en un saco de cuero, porque mi noble ánimo barrun-
«Entonces las ninfas, las hijas de Zeus, portador de égida, tó que marchaba en busca de un hombre dotado de gran
agitaron a las cabras montafaces para que comieran mis fuerza, salvaje, desconocedor de la justicia y de las leyes.
compañeros. Así que enseguida sacamos de las naves los «Llegamos enseguida a su cueva y no lo encontramos
curvados arcos y las lanzas de largas puntas, y ordenados dentro, sino que guardaba sus gordos rebaños en el pasto.
en tres grupos comenzamos a disparar, y pronto un dios Conque entramos en la cueva y echamos un vistazo a cada
nos proporcionó abundante caza. cosa: los canastos se inclinaban bajo el peso de los quesos,
Me seguían doce naves, y a cada una de ellas tocaron en y los establos estaban llenos de corderos y cabritillos. To-
suerte nueve cabras, y para mí solo tomé diez. Así estu- dos estaban cerrados por separado: a un lado los lechales,
vimos todo el día hasta el sumergirse de Helios, comiendo a otro los medianos y a otro los recentales.
innumerables trozos de carne y dulce vino; que todavía no «Y todos los recipientes rebosaban de suero --colodras y
jarros bien construidos, con los que ordeñaba. que conmueve la tierra; la ha lanzado contra los escollos
«Entonces mis compañeros me rogaron que nos apo- en los confines de vuestro país, conduciéndola hasta un
derásemos primero de los quesos y regresáramos, y que promontorio, y el viento la arrastró del ponto. Por ello he
sacáramos luego de los establos cabritillos y corderos y, escapado junto con éstos de la dolorosa muerte.
conduciéndolos a la rápida nave, diéramos velar sobre el ” «Así hablé, y él no me contestó nada con corazón cruel,
agua salada. Pero yo no les hice caso -aunque hubiera sido mas lanzóse y echó mano a mis compañeros.
más ventajoso-, para poder ver al monstruo y por si me Agarró a dos a la vez y los golpeó contra el suelo como
daba los dones de hospitalidad. Pero su aparición no iba a a cachorrillos, y sus sesos se a esparcieron por el suelo
ser deseable para mis compañeros. empapando la tierra. Cortó en trozos sus miembros, se los
«Así que, encendiendo una fogata, hicimos un sacrificio, preparó como cena y se los comió, como un león montaraz,
repartimos quesos, los comimos y aguardamos sentados sin dejar ni sus entrañas ni sus carnes ni sus huesos llenos
dentro de la cueva hasta que llegó conduciendo el rebaño. de meollo.
Traía el Cíclope una pesada carga de leña seca para su co- «Nosotros elevamos llorando nuestras manos a Zeus, pues
mida y la tiró dentro con gran ruido. Nosotros nos arroja- veíamos acciones malvadas, y la desesperación se apode-
mos atemorizados al fondo de la cueva, y él a continuación ró de nuestro ánimo. «Cuando el Cíclope había llenado su
introdujo sus gordos rebaños, todos cuantos solía ordeñar, enorme vientre de carne humana y leche no mezclada, se
y a los machos -a los carneros y cabrones- los dejó a la tumbó dentro de la cueva, tendiéndose entre los rebaños.
puerta, fuera del profundo establo. Entonces yo tomé la decisión en mi magnánimo corazón de
Después levantó una gran roca y la colocó arriba, tan acercarme a éste, sacar la aguda espada de junto a mi mus-
pesada que no la habrían levantado del suelo ni veintidós lo y atravesarle el pecho por donde el diafragma contiene el
buenos carros de cuatro ruedas: ¡tan enorme piedra colocó hígado y la tenté con mi mano.
sobre la puerta! Sentóse luego a ordeñar las ovejas y las Pero me contuvo otra decisión, pues allí hubiéramos
baladoras cabras, cada una en su momento, y debajo de perecido también nosotros con muerte cruel: no habríamos
cada una colocó un recental. Enseguida puso a cuajar la sido capaces de retirar de la elevada entrada la piedra que
mitad de la blanca leche en cestas bien entretejidas y la había colocado. Así que llorando esperamos a Eos divina.
otra mitad la colocó en cubos, para beber cuando comiera y Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de
le sirviera de adición al banquete. Cuando hubo realizado dedos de rosa, se puso a encender fuego y a ordeñar a sus
todo su trabajo prendió fuego, y al vernos nos preguntó: insignes rebaños, todo por orden, y bajo cada una colocó un
«“Forasteros, ¿quiénes sois? ¿De dónde venís navegando recental. Luego que hubo realizado sus trabajos, agarró a
los húmedos senderos? ¿Andáis errantes por algún asunto, dos compañeros a la vez y se los preparó como desayuno. Y
o sin rumbo como los piratas por la mar, los que andan a la cuando había desayunado, condujo fuera de la cueva a sus
aventura exponiendo sus vidas y llevando la destrucción a gordos rebaños retirando con facilidad la gran piedra de la
los de otras tierras?”. entrada.
«Así habló, y nuestro corazón se estremeció por miedo Y la volvió a poner como si colocara la tapa a una aljaba.
a su voz insoportable y a él mismo, al gigante. Pero le Y mientras el Cíclope encaminaba con gran estrépito sus
contesté con mi palabra y le dije: «Somos aqueos y hemos rebaños hacia el monte, yo me quedé meditando males en
venido errantes desde Troya, zarandeados por toda clase lo profundo de mi pecho: ¡si pudiera vengarme y Atenea me
de vientos sobre el gran abismo del mar, desviados por otro concediera esto que la suplico.
rumbo, por otros caminos, aunque nos dirigimos de vuelta .! «Y ésta fue la decisión que me pareció mejor.
a casa. Así quiso Zeus proyectarlo. Nos preciamos de perte- Junto al establo yacía la enorme clava del Ciclope, verde, de
necer al ejército del Atrida Agamenón, cuya fama es la más olivo; la había cortado para llevarla cuando estuviera seca.
grande bajo el cielo: ¡tan gran ciudad ha devastado y tantos Al mirarla la comparábamos con el mástil de una negra
hombres ha hecho sucumbir! Conque hemos dado contigo y nave de veinte bancos de remeros, de una nave de trans-
nos hemos llegado a tus rodillas por si nos ofreces hospi- porte amplia, de las que recorren el negro abismo: así era
talidad y nos das un regalo, como es costumbre entre los su longitud, así era su anchura al mirarla. Me acerqué y cor-
huéspedes. Ten respeto, excelente, a los dioses; somos té de ella como una braza, la coloqué junto a mis compa-
tus suplicantes y Zeus es el vengador de los suplicantes y ñeros y les ordené que la afilaran. Éstos la alisaron y luego
de los huéspedes, Zeus Hospitalario, quien acompaña a los me acerqué yo, le agucé el extremo y después la puse al
huéspedes, a quienes se debe respeto. fuego para endurecerla. La coloqué bien cubriéndola bajo el
” «Así hablé, y él me contestó con corazón cruel: «“Eres estiércol que estaba extendido en abundancia por la cueva.
estúpido, forastero, o vienes de lejos, tú que me orde- Después ordené que sortearan quién se atrevería a levantar
nas temer o respetar a los dioses, pues los Ciclopes no se la estaca conmigo y a retorcerla en su ojo cuando le llegara
cuidan de Zeus, portador de égida, ni de los dioses felices. el dulce sueño, y eligieron entre ellos a cuatro, a los que yo
Pues somos mucho más fuertes. No te perdonaría ni a ti ni mismo habría deseado escoger. Y yo me conté entre ellos
a tus compañeros, si el ánimo no me lo ordenara, por evitar como quinto. Llegó el Cíclope por la tarde conduciendo sus
la enemistad de Zeus. ganados de hermosos vellones e introdujo en la amplia
«“Pero dime dónde has detenido tu bien fabricada nave al cueva a sus gordos rebaños, a todos, y no dejó nada fuera
venir, si al final de la playa o aquí cerca, para que lo sepa. del profundo establo, ya porque sospechara algo o porque
” «Así habló para probarme, y a mí, que sé mucho, no me un dios así se lo aconsejó. Después colocó la gran piedra
pasó esto desapercibido. Así que me dirigí a él con palabras que hacía de puerta, levantándola muy alta, y se sentó a
engañosas: «“La nave me la ha destrozado Poseidón, el ordeñar las ovejas y las baladoras cabras, todas por orden,
y bajo cada una colocó un recental. un sitio y se colocaron alrededor de su cueva y le pregunta-
Luego que hubo realizado sus trabajos agarró a dos com- ron qué le afligía: «“¿Qué cosa tan grande sufres, Polifemo,
pañeros a La vez y se los preparó como cena. para gritar de esa manera en la noche inmortal y hacernos
Entonces me acerqué y le dije al Cíclope sosteniendo entre abandonar el sueño? ¿Es que alguno de los mortales se
mis manos una copa de negro vino: «“¡Aquí, Cíclope! Bebe lleva tus rebaños contra tu voluntad o te está matando
vino después que has comido carne humana, para que veas alguien con engaño o con sus fuerzas?” «Y les contestó
qué bebida escondía nuestra nave. Te lo he traído como desde la cueva el poderoso Polifemo: «“Amigos, Nadie me
libación, por si te compadescas de mí y me enviabas a casa, mata con engaño y no con sus propias fuerzas.
pues estás enfurecido de forma ya intolerable. ¡Cruel¡, ” «Y ellos le contestaron y le dijeron aladas palabras:
¿cómo va a llegarse a ti en adelante ninguno de los nume- «“Pues si nadie te ataca y estás solo es imposible escapar
rosos hombres? Pues no has obrado como lo corresponde. de la enfermedad del gran Zeus, pero al menos suplica a tu
” «Así hablé, y él la tomó, bebió y gozó terriblemente padre Poseidón, al soberano.
bebiendo la dulce bebida. Y me pidió por segunda vez: ” «Así dijeron, y se marcharon. Y mi corazón rompió a reír:
«“Dame más de buen grado y dime ahora ya tu nombre ¡cómo los había engañado mi nombre y mi inteligencia
para que te ofrezca el don de hospitalidad con el que te irreprochable! «El Cíclope gemía y se retorcía de dolor, y
vas a alegrar. Pues también la donadora de vida, la Tierra, palpando con las manos retiró la piedra de la entrada. Y se
produce para los Cíclopes vino de grandes uvas y la lluvia sentó a la puerta, las manos extendidas, por si pillaba a al-
de Zeus se las hace crecer. Pero esto es una catarata de guien saliendo afuera entre las ovejas. ¡Tan estúpido pen-
ambrosia y néctar. saba en su mente que era yo! Entonces me puse a deliberar
” «Así habló, y yo le ofrecí de nuevo rojo vino. cómo saldrían mejor las cosas -¡si encontrará el medio de
Tres veces se lo llevé y tres veces bebió sin medida. liberar a mis compañeros y a mí mismo de la muerte.! Y me
Después, cuando el rojo vino había invadido la mente del puse a entretejer toda clase de engaños y planes, ya que se
Cíclope, me dirigí a él con dulces palabras: «“Cíclope, ¿me trataba de mi propia vida .
preguntas mi célebre nombre? Te to voy a decir, mas dame Pues un gran mal estaba cercano.
tú el don de hospitalidad como me has prometido. Nadie Y me pareció la mejor ésta decisión: los carneros estaban
es mi nombre, y Nadie me llaman mi madre y mi padre y bien alimentádos, con densos vellones, hermosos y gran-
todos mis compañeros. des, y tenían una lana color violeta.
” «Así hablé, y él me contestó con corazón cruel: «“A Nadie Conque los até en silencio, juntándolos de tres en tres, con
me lo comeré el último entre sus compañeros, y a los otros mimbres bien trenzadas sobre las que dormía el Cíclope, el
antes. Este será tu don de hospitalidad.” «Dijo, y reclinán- monstruo de pensamientos impíos; el carnero del medio
dose cayó boca arriba. llevaba a un hombre, y los otros dos marchaban a cada
Estaba tumbadó con su robusto cuello inclinado a un lado, lado, salvando a mis compañeros. Tres carneros llevaban a
y de su garganta saltaba vino y trozos de carne humana; cada hombre.
eructaba cargado de vino. »Entonces yo... había un carnero; el mejor con mucho de
«Entonces arrimé la estaca bajo el abundante rescoldo todo su rebaño. Me apoderé de éste por el lomo y me colo-
para que se calentara y comencé a animar con mi palabra a qué bajo su velludo vientre hecho un ovillo, y me mantenía
todos los compañeros, no fuera que alguien se me escapa- con ánimo paciente agarrado con mis manos a su divino
ra por miedo. Y cuando en breve la estaca estaba a punto vellón. Así aguardamos gimiendo a Eos divina, y cuando se
de arder en el fuego, verde como estaba, y resplandecía mostró la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, sacó
terriblemente, me acerqué y la saqué del fuego, y mis com- a pastar a los machos de su ganado. Y las hembras balaban
pañeros me rodearon, pues sin duda un demón les infundiá por los corrales sin ordeñar, pues sus ubres rebosaban. Su
gran valor. Tomaron la aguda estaca de olivo y se la clava- dueño, abatido por funestos dolores, tentaba el lomo de
ron arriba en el ojo, y yo hacía fuerza desde arriba y le daba todos sus carneros, que se mantenían rectos. El inocente
vueltas. Como cuando un hombre taladra con un trépano la no se daba cuenta de que mis compañeros estaban sujetos
madera destinada a un navío -otros abajo la atan a ambos bajo el pecho de las lanudas ovejas. El último del rebaño
lados con una correa y la madera gira continua, incesante- en salir fue el carnero cargado con su lana y conmigo, que
mente-, así hacíamos dar vueltas, bien asida, a la estaca de pensaba muchas cosas. El poderoso Polifemo lo palpó y se
punta de fuego en el ojo del Cíclope, y la sangre corría por dirigió a él:
la estaca caliente. Al arder la pupila, el soplo del fuego le «“Carnero amigo, ¿por qué me sales de la cueva el último
quemó todos los párpados, y las cejas y las raíces crepi- del rebaño? Antes jamás marchabas detrás de las ovejas,
taban por el fuego. Como cuando un herrero sumerge una sino que, a grandes pasos, llegabas el primero a pastar las
gran hacha o una garlopa en agua fría para templarla y ésta tiernas flores del prado y llegabas el primero a las corrien-
estride grandemente -pues éste es el poder del hierro-, tes de los ríos y el primero deseabas llegar al establo por la
así estridía su ojo en torno a la estaca de olivo. Y lanzó un tarde.
gemido grande, horroroso, y la piedra retumbó en torno, y Ahora en cambio, eres el último de todos. Sin duda echas
nosotros nos echamos a huir aterrorizados. de menos el ojo de tu soberano, el que me ha cegado un
«Entonces se extrajo del ojo la estaca empapada en sangre hombre villano con la ayuda de sus miserables compañe-
y, enloquecido, la arrojó de sí con las manos. ros, sujetando mi mente con vino, Nadie, quien todavía no
Y al punto se puso a llamar a grandes voces a los Cíclopes ha escapado --te lo aseguro- de la muerte. ¡Ojalá tuvieras
que habitaban en derredor suyo, en cuevas por las ventis- sentimientos iguales a los míos y estuvieras dotado de voz
cosas cumbres. Al oír éstos sus gritos, venían cada uno de para decirme dónde se ha escondido aquél de mi furia! En-
tonce sus sesos, cada uno por un lado, reventarían contra Pero ven acá, Odiseo, para que te ofrezca los dones de hos-
el suelo por la cueva, herido de muerte, y mi corazón se pitalidad y exhorte al ínclito, al que conduce su carro por la
repondría de los males que me ha causado el vil Nadie. tierra, a que te dé escolta, pues soy hijo suyo y él se gloría
” «Así diciendo alejó de sí al carnero. Y cuando llegamos un de ser mi padre. Sólo él, si quiere, me sanará, y ningún otro
poco lejos de la cueva y del corral, yo me desaté el primero de los dioses felices ni de los mortales hombres.
de debajo del carnero y liberé a mis compañeros. Entonces " «Así habló, y yo le contesté diciendo: «"¡Ojalá pudiera
hicimos volver rápidamente al ganado de finas patas, gor- privarte también de la vida y de la existencia y enviarte a la
do por la grasa, abundante ganado, y lo condujimos hasta mansión de Hades! Así no te curaría el ojo ni el que sacude
llegar a la nave. la tierra.
«Nuestros compañeros dieron la bienvenida a los que " «Así dije, y luego hizo él una súplica a Poseidón soberano,
habíamos escapado de la muerte, y a los otros los lloraron tendiendo su mano hacia el cielo estrellado: «"Escúchame
entre gemidos. Pero yo no permití que lloraran, haciéndoles tú, Poseidón, el que abrazas la tierra, el de cabellera azu-
señas negativas con mis cejas, antes bien, les di órdenes de loscura. Si de verdad soy hijo tuyo -y tú te precias de ser mi
embarcar al abundante ganado de hermosos vellones y de padre-, concédeme que Odiseo, el destructor de ciudades,
navegar el salino mar. no llegue a casa, el hijo de Laertes que tiene su morada en
«Embarcáronlo enseguida y se sentaron sobre los bancos, Itaca. Pero si su destino es que vea a los suyos y llegue a
y, sentados, batían el canoso mar con los remos. su bien edificada morada y a su tierra patria, que regrese
«Conque cuando estaba tan lejos como para hacerme oír si de mala manera: sin sus compañeros, en nave ajena, y que
gritaba, me dirigí al Cíclope con mordaces palabras: «"Cí- encuentre calamidades en casa.
clope, no estaba privado de fuerza el hombre cuyos compa- " «Así dijo suplicando, y le escuchó el de azuloscura cabe-
ñeros ibas a comerte en la cóncava cueva con tu poderosa llera. A continuación levantó de nuevo una piedra mucho
fuerza. Con razón te tenían que salir al encuentro tus mal- mayor y la lanzó dando vueltas.
vadas acciones, cruel, pues no tuviste miedo de comerte a Hizo un esfuerzo inmenso y dio detrás de la nave de azu-
tus huéspedes en tu propia casa. Por ello te han castigado loscura proa, tan cerca que faltó poco para que alcanzara lo
Zeus y los demás dioses. alto del timón. Y el mar se levantó por la caída de la piedra,
" «Así hablé, y él se irritó más en su corazón. y el oleaje arrastró en su reflujo la nave hacia el litoral y la
Arrancó la cresta de un gran monte, nos la arrojó y dio de- impulsó hacia tierra.
trás de la nave de azuloscura proa, tan cerca que faltó poco «Conque por fin llegamos a la isla donde las demás naves
para que alcanzara lo alto del timón. de buenos bancos nos aguardaban reunidas.
El mar se levantó por la caída de la piedra, y el oleaje arras- Nuestros compañeros estaban sentados llorando alrede-
tró en su reflujo, la nave hacia el litoral y la impulsó hacia dor, anhelando continuamente nuestro regreso. Al llegar
tierra. Entonces tomé con mis manos un largo botador y la allí, arrastramos la nave sobre la arena y desembarcamos
empujé hacia fuera, y di órdenes a mis compañeros de que sobre la ribera del mar. Sacamos de la cóncava nave los
se lanzaran sobre los remos para escapar del peligro, ha- ganados del Cíclope y los repartimos de modo que nadie se
ciéndoles señas con mi cabeza. Así que se inclinaron hacia fuera sin su parte correspondiente.
adelante y remaban. Cuando en nuestro recorrido estába- «Mis compañeros, de hermosas grebas, me dieron a mí
mos alejados dos veces la distancia de antes, me dirigí al solo, al repartir el ganado, un carnero de más, y lo sacri-
Cíclope, aunque mis compañeros intentaban impedírmelo fiqué sobre la playa en honor de Zeus, el que reúne las
con dulces palabras a uno y otro lado: «"Desdichado, ¿por nubes, el hijo de Crono, el que es soberano de todos, y
qué quieres irritar a un hombre salvaje?, un hombre que quemé los muslos. Pero no hizo caso de mi sacrificio, sino
acaba de arrojar un proyectil que ha hecho volver a tierra que meditaba el modo de que se perdieran todas mis naves
nuestra nave y pensábamos que íbamos a morir en el sitio. de buenos bancos y mis fieles compañeros.
Si nos oyera gritar o hablar machacaría nuestras cabezas y «Estuvimos sentados todo el día comiendo carne sin parar
el madero del navío, tirándonos una roca de aristas res- y bebiendo dulce vino, hasta el sumergirse de Helios. Y
plandecientes, ¡tal es la longitud de su tiro!" «Así hablaron, cuando Helios se sumergió y cayó la oscuridad, nos echa-
pero no doblegaron mi gran ánimo y me dirigí de nuevo a mos a dormir sobre la ribera del mar.
él airado: «"Cíclope, si alguno de los mortales hombres te «Cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de
pregunta por la vergonzosa ceguera de tu ojo, dile que lo ha dedos de rosa, di orden a mis compañeros de que embar-
dejado ciego Odiseo, el destructor de ciudades; el hijo de caran y soltaran amarras, y ellos embarcaron, se sentaron
Laertes que tiene su casa en Itaca. sobre los bancos y, sentados, batían el canoso mar con los
" «Así hablé, y él dio un alarido y me contestó con su remos.
palabra: «"¡Ay, ay, ya me ha alcanzado el antiguo oráculo! «Así que proseguimos navegando desde allí, nuestro cora-
Había aquí un adivino noble y grande, Telemo Eurímida, zón acongojado, huyendo con gusto de la muerte, aunque
que sobresalía por sus dotes de adivino y envejeció entre habíamos perdido a nuestros compañeros.
los Cíclopes vaticinando.
Éste me dijo que todo esto se cumpliría en el futuro,
que me vería privado de la vista a manos de Odiseo. Pero
siempre esperé que llegara aquí un hombre grande y bello,
dotado de un gran vigor; sin embargo, uno que es peque-
ño, de poca valía y débil me ha cegado el ojo después de
sujetarme con vino.
HOMERO LA ILIADA
Canto XXII Muerte de Héctor

Cuando ambos guerreros se hallaron frente a frente, —¡Erraste el golpe, oh Aquiles, semejante a los
dijo primero el gran Héctor, el de tremolante casco1: dioses! Nada te había revelado Zeus acerca de mi
—No huiré más de ti, oh hijo de Peleo2, como hasta destino, como afirmabas; has sido un hábil forjador
ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de de engañosas palabras, para que, temiéndote, me
la gran ciudad de Príamo3, sin atreverme nunca a olvidara de mi valor y de mi fuerza. Pero no me cla-
esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impe- varás la pica en la espalda, huyendo de ti, atravié-
le a afrontarte, ora te mate, ora me mates tú. Ea, same el pecho cuando animoso y frente a frente to
pongamos a los dioses por testigos, que serán los acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate
mejores y los que más cuidarán de que se cumplan de mi broncínea lanza. ¡Ojalá que toda ella pene-
nuestros pactos. Yo no te insultaré cruelmente, si trara en tu cuerpo! La guerra sería más liviana para
Zeus4 me concede la victoria y logro quitarte la vida; los troyanos, si tú murieses; porque eres su mayor
pues tan luego como te haya despojado de las mag- azote.
níficas armas, oh Aquiles, entregaré el cadáver a los Así habló; y, blandiendo la ingente lanza, despi-
aqueos. Pórtate tú conmigo de la misma manera. dióla sin errar el tiro, pues dio un bote en medio
Mirándole con torva faz, respondió Aquiles, el de los del escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada
pies ligeros5: por la rodela10, y Héctor se irritó al ver que aqué-
—¡Héctor, a quien no puedo olvidar6! No me hables lla había sido arrojada inútilmente por su brazo;
de convenios. Como no es posible que haya fie- paróse, bajando la cabeza, pues no tenía otra lanza
les alianzas entre los leones y los hombres, ni que de fresno; y con recia voz llamó a Deífobo11, el de
estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya
piensan continuamente en causarse daño unos a no estaba a su lado. Entonces Héctor comprendiólo
otros, tampoco puede haber entre nosotros ni amis- todo, y exclamó:
tad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos y sacie —¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía
de sangre a Ares7, infatigable combatiente. Revís- que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está
tete de toda clase de valor, porque ahora te es muy dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó.
preciso obrar como belicoso y esforzado campeón. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará,
Ya no te puedes escapar. Palas Atenea8 te hará su- ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea,
cumbir pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el que hiere
juntos los dolores de mis amigos, a quienes matas- de lejos12; los cuales, benévolos para conmigo, me
te cuando manejabas furiosamente la pica. salvaban de los peligros. Ya la Parca13 me ha cogido.
En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria,
El esclarecido Héctor, al verla venir, se inclinó para sino realizando algo grande que llegara a conoci-
evitar el golpe, clavóse la broncínea lanza en el sue- miento de los venideros.
lo, y Palas Atenea la arrancó y devolvió a Aquiles, Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y
sin que Héctor, pastor de hombres, lo advirtiese. Y fuerte, que llevaba en el costado. Y encogiéndose,
Héctor dijo al eximio Pelión9: se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la
llanura, atravesando las pardas nubes, para arre-
1 El más importante de los héroes troyanos, hijo mayor de
Príamo. batar la tierna corderilla o la tímida liebre; de igual
2 Fue el padre de Aquiles, por lo que Aquiles es llamado a manera arremetió Héctor, blandiendo la aguda
veces el Pelida. espada. Aquiles embistióle, a su vez, con el corazón
3 Príamo es el rey de Troya.
4 Dios supremo de la mitología griega, padre de los dioses y rebosante de feroz cólera, defendía su pecho con el
hombres. Reina sobre el cielo y los fenómenos atmosféricos. magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco
5 Epíteto épico del más temido entre los griegos, llamado así de cuatro abolladuras, haciendo ondear las bellas y
por su velocidad en la carrera.
6 Aquiles no puede olvidar que Héctor mató a su amigo Patro- abundantes crines de oro que Hefesto14 había colo-
clo. 10 Escudo redondo, pequeño y de una sola asa.
7 Dios de la guerra, personificación de la fuerza bruta y la 11 Príncipe troyano, hijo de Príamo y Hécuba.
violencia. 12 Se refiere a Apolo, el arquero.
8 Diosa de la guerra, la civilización, la estrategia, las artes, la 13 Diosas del pasado, presente y futuro, encargadas de cortar el
justicia y la habilidad. hilo de la vida de los mortales.
9 Monte donde fue criado Aquiles y uno de sus epítetos. 14 Dios del fuego y los volcanes, hijo de Hera y esposo de
cado en la cimera. Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante
Como el Véspero, que es el lucero más hermoso casco:
de cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de —Bien lo conozco, y no era posible que te persua-
estrellas en la obscuridad de la noche, de tal modo diese, porque tienes en el pecho un corazón de
brillaba la pica de larga punta que en su diestra hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera
blandía Aquiles, mientras pensaba en causar daño de los dioses, el día en que Paris16 y Febo Apolo17 te
al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso darán la muerte, no obstante tu valor, en las puer-
cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Éste tas Esceas18.
lo tenía protegido por la excelente armadura de Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su
bronce que quitó a Patroclo15 después de matarlo, y manto, el alma voló de los miembros y descendió
sólo quedaba descubierto el lugar en que las claví- al Hades19, llorando su suerte, porque dejaba un
culas separan el cuello de los hombros, la garganta cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquiles le dijo,
que es el sitio por donde más pronto sale el alma, aunque muerto lo viera:
por ahí el divino Aquiles envasóle la pica a Héctor, —¡Muere! Y yo recibiré la Parca cuando Zeus y los
que ya lo atacaba, y la punta, atravesando el deli- demás dioses inmortales dispongan que se cumpla
cado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el mi destino.
garguero con la pica de fresno que el bronce hacía
ponderosa, para que pudiera hablar algo y respon- Arrancó del cadáver la broncínea lanza y, dejándola
derle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquiles se a un lado, quitóle de los hombros las ensangren-
jactó del triunfo, diciendo: tadas armas. Acudieron presurosos los demás
aqueos, admiraron todos el continente y la arrogan-
—¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patro- te figura de Héctor y ninguno dejó de herirlo. Y hubo
clo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a quien, contemplándole, habló así a su vecino:
mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo
como vengador, mucho más fuerte que él, en las —¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando
cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti en dejarse palpar que cuando incendió las naves con
los perros y las aves te despedazarán ignominio- el ardiente fuego.
samente, y a Patroclo los aqueos le harán honras
fúnebres.
Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremo-
lante casco:
—Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus
padres ¡No permitas que los perros me despedacen
y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bron-
ce y el oro que en abundancia te darán mi padre y
mi veneranda madre, y entrega a los míos el cadá-
ver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus
esposas lo entreguen al fuego.
Mirándole con torva faz, le contestó Aquiles, el de
los pies ligeros:
—No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por
mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran
a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales
agravios me has inferido! Nadie podrá apartar de
tu cabeza a los perros, aunque me traigan diez o
veinte veces el debido rescate y me prometan más,
aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso
de oro; ni, aun así, la veneranda madre que te dio a
16 Príncipe troyano hijo del rey Príamo y de su esposa Hécuba.
luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los Fue conocido como “el de la hermosa figura”.
perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo. 17 Hijo de Zeus y Leto. Dios de la profecía entre otros atribu-
Afrodita. tos. Se le dedicó el oráculo de Delfos.
15 Compañero de armas de Aquiles, y amigo muy querido. 18 Puertas en las afueras de Troya.
Murió portando las armas de Aquiles. 19 El inframundo.
LA IMITATIO DE UN MOTIVO DE HORACIO

HORACIO oda 22 a Aristio Fusco BOSCÁN

El hombre recto y de conciencia pura Ponme en la vida más brava, importuna,


no quiere arco, mauritanas armas, do pida a Dios mil veces la mortaja;
ni de saetas venenosas, Fusco, ponme en edad do el seso más trabaja,
llena la aljaba, o en los brazos del alma, o en la cuna.
igual si cruza las ardientes Sirtes Ponme en baja o en próspera fortuna;
que si a lo hostil del Cáucaso se lanza, ponme do el sol el trato humano ataja,
o a los países que el famoso Hidaspes o a do por frío el alto mar se cuaja,
plácido baña. o en el abismo, o encima de la luna.
Mientras inerme, en la Sabina selva,
descuidado a mi Lálage cantaba, Ponme do a vuestros pies viven las gentes,
lejos ya de las lindes, me huyó un lobo, o en la tierra, o en el cielo, o en el viento;
de hórrida traza. ponme entre fieras, puesto entre sus dientes;
No le vio tal la belicosa Apulia do muerte y sangre es todo el fundamento;
en sus espesos bosques, ni la cálida donde quiera tendré siempre presentes
tierra de Juba le crió, de fieras los ojos por quien muero tan contento.
nodriza áspera.
Ponme en la fría zona donde el árbol
no se da nunca, ni estivales auras,
confín del mundo en que el nublado cielo
torvo amenaza,
o ponme allí donde habitar impide
el sol que ardiendo en su carroza pasa; GARCILASO DE LA VEGA Canción I
siempre amare a mi Lálage que, dulce,
sonríe y canta. Si a la región desierta, inhabitable,
por el hervor del sol demasïado
y sequedad d’aquella arena ardiente,
o a la que por el hielo congelado
y rigurosa nieve es intractable,
del todo inhabitada de la gente,
por algún accidente
o caso de fortuna desastrada,
PETRARCA Canzoniere CXLV me fuésedes llevada,
y supiese que allá vuestra dureza
estaba en su crüeza,
Pommi ove ’l sole occide i fiori et l’erba,
allá os iria a buscar, como perdido,
o dove vince lui il ghiaccio et la neve;
hasta morir a vuestros pies tendido.
ponmi ov’è ’l carro suo temprato et leve,
et ov’è chi ce ’l rende, o chi ce ’l serba;

ponmi in humil fortuna, od in superba,


al dolce aere sereno, al fosco et greve;
ponmi a la notte, al dí lungo ed al breve,
a la matura etate od a l’acerba;
BERNARDO DE BALBUENA

ponmi in cielo, od in terra, od in abisso, Ponme al sol que la seca arena abrasa,
in alto poggio, in valle ima et palustre, O adonde él muere envuelto en tierna nieve,
libero spirto, od a’ suoi membri affisso; Ponme al cielo que llueve ardiente brasa,
O al que nieve, granizo, y rigor llueve,
ponmi con fama oscura, o con illustre: Por donde el dia con su carro pasa,
sarò qual fui, vivrò com’io son visso, O la callada noche el suyo mueve,
continüando il mio sospir trilustre. 'Que en luz , tinieblas , en calor, y en frio,
Dexaré por ser tuyo de ser mio."
LA MATERIA DE BRETAÑA Y LA CANCIÓN DE ROLDÁN

ver el rostro de su hijo. Estaba tenso y ojeroso. También, pobre


[En la corte cada fiesta de Pentecostés se espera la hombre, había errado más allá del Dolor y la Soledad hasta el
aparición de un prodigio antes de la comida de gala. Este
motivo resulta un tópico en la trama de las novelas.] Chrétien país de la Desesperación. Pero Mordred se había adentrado
de Troyes, inicio de su novela en verso Ivain: allí sin guía, y se había perdido.
Todos quedaron sorprendidos al comprobar que llegar a un
Arturo, el buen rey de Bretaña, cuya excelencia nos enseña acuerdo no era nada difícil. El rey pudo conservar la mitad de
valor y cortesía, mantuvo su corte con regia magnificencia en su reino. Durante un momento hubo paz y alegría.
esa fiesta. tan importante que se llama de Pentecostés. El rey Pero bastó un instante, tan corto como delgada es una hoja
estaba en Carduel en el país de Gales. Tras la comida, a través de cuchillo bien afilada, para que el viejo Adán de siempre
de la gran sala los caballeros se congregaron allí donde los reapareciera en una nueva forma. La guerra feudal, la
llamaban las damas, las damiselas o sus doncellas. Los unos opresión de los grandes señores, la fuerza individual y hasta
contaban relatos varios, los otros hablaban de amor, de los la rebelión ideológica eran problemas que habían podido
sufrimientos y penas y de las grandes alegrías que tuvieron a ser solucionados de una u otra forma. Pero sólo para que el
menudo los fieles de su orden, que era por entonces muy dulce equilibrio se rompiese en el último momento debido a que el
y buena. Pero ahora tiene muy pocos fieles, pues casi todos la hombre es un asesino por instinto.
han abandonado y por ello está amor muy rebajado. Una serpiente culebreó entre la hierba, a los pies de los líderes
Los que antes solían amar se hacían llamar corteses, con militares, cerca de un oficial del estado mayor de Mordred.
renombre de nobles, generosos e hidalgos. Ahora amor no El oficial dio instintivamente un salto hacia atrás y cruzó un
es sino una ficción, porque quienes nada sienten dicen que brazo hacia la empuñadura de la espada. Por un instante brilló
aman, pero es mentira, y fingen y mienten quienes de eso se la insignia del látigo. La espada desnuda emergió, dispuesta
envanecen sin ningún derecho. a matar a la víbora. Los ejércitos que aguardaban a cierta
Pero hablemos de los que antaño fueron y dejemos a los distancia tomaron aquel ademán como señal de traición y
que ahora existen, pues mucho más vale, en mi opinión, un lanzaron su grito de ira. Las lanzas de ambos lados apuntaron
hombre cortés muerto que un villano vivo. Por eso me place hacia el enemigo. Y cuando el rey Arturo corrió hacia sus
contar un suceso que vale la pena escuchar de los tiempos propias filas tratando, el pobre viejo, de aplacar aquella
del rey que fue de tal renombre que de él se habla en todos poderosa marea con sus manos nudosas abiertas hacia sus
los lugares. En esto estoy de acuerdo con los Bretones: que soldados para pedirles que se tranquilizaran luchando hasta el
siempre durará su fama, y que por él serán recordados los final contra la riada de Fuerza que había corrido por un lado
nobles caballeros elegidos que por el honor se esforzaron. cada vez que él la frenaba con una presa por otro, el tumulto
ya había crecido y sonaban los gritos de guerra, y las dos
corrientes de agua enfrentadas chocaron contra su cabeza.
En su poema La Canción de los Sajones, compuesto
hacia 1200, escribe Jean Bodel estos versos, frecuentemente
citados:
La Chanson de Roland
Ne sont que trois matieres a nul home antandant:
de France et de Bretaigne et de Rome la Grant El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande,
et de ces trois matieres n’i a nule semblant siete años enteros permaneció en España:
.Li conte de Bretaigne sont si vain et plaisant; hasta el mar conquistó la altiva tierra.
cil de Rome son sage et de san aprenant; Ni un solo castillo le resiste ya,
cil de France sont voir chacun jor apparant. ni queda por forzar muralla, ni ciudad,
«Sólo hay tres materias para el hombre entendido: de Francia, salvo Zaragoza, que está en una montaña.
de Bretaña, y de Roma la grande; y de las tres ninguna se La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere.
asemeja. Los cuentos de Bretaña son ligeros y agradables; los Sirve a Mahoma y le reza a Apolo.
de Roma son sabios y educativos; los de Francia de día en día No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.
se muestran más verídicos.». El rey Marsil se encuentra en Zaragoza.
Roma: Acerca de Troya, Eneas, Tebas, y los poemas sobre Se ha ido hacia un vergel, bajo la sombra.
Alejandro Magno, Francia: Se refiere a los poemas épicos
En una terraza de mármoles azules se reclina;
franceses.
son más de veinte mil en torno a él.
Llama a sus condes y a sus duques:
La muerte de Arturo. Versión libre de T.H. White del -Oíd, señores, qué azote nos abruma.
enfrentamiento entre el rey y su hijastro, el traidor Mordred: El emperador Carlos, de Francia, la dulce,
a nuestro país viene, a confundirnos.
Arturo se adelantó a la tierra de nadie que había entre los No tengo ejército que pueda darle batalla;
dos ejércitos acompañado por su estado mayor, y Mordred, para vencer a su gente, no es de talla la mía.
seguido por sus principales generales —todos de negro—, Aconsejadme, pues, hombres juiciosos,
avanzó hacia él. Se encontraron, y el viejo rey pudo volver a ¡guardadme de la muerte y la deshonra!
EL HUMANISMO. Una carta de Petrarca sobre los manuscritos de Cicerón

El papa Gregorio XI (1370-1378), hombre culto y muy amigo de las letras, había hecho planes para una
nueva colección de las obras de Cicerón. Para llevar adelante su propósito, le encomendó a su secretario
Luca da Penna dirigirse a Petrarca y preguntarle si él poseía manuscritos de algunas obras desconocidas de

Cicerón. Esta es la respuesta de Petrarca: tan afligido, repentinamente rescató dos libros ya casi
«Respecto a los libros de Cicerón, me habías solicitado que, quemados por el fuego, y tomando con su derecha un
si algunos raros y provenientes de afuera tenía, colaborara Virgilio y con su izquierda la Retórica de Cicerón, me los
con tu labor recientemente emprendida… A tu petición, sin pasó sonriendo mientras yo lloraba. ‘Conserva éste para
embargo, respondí entonces no lo que quise, sino lo que darle consuelo a tu espíritu de tiempo en tiempo, y éste
pude: que de Cicerón no tenía otros libros que los que todos como apoyo del estudio del derecho civil’. Con estos tan
tienen y que nuestro mismo Pontífice posee, o incluso escasos pero tan grandes compañeros, se alivió mi espíritu
menos. Y una cosa agregué, que también es efectiva: que y pude contener las lágrimas».
yo había tenido otros y los había perdido… Me dices que «Después, cerca de los primeros años de mi juventud, ya
esa carta no te llegó, y me pides que te reitere lo que te independiente y habiendo renegado de los libros de leyes,
escribí… Cumpliré con tus deseos y, aunque, para mi vejez regresé a mis hábitos con tanto más fervor, cuanto más
especialmente ocupada y enferma, escribir sea no tanto punzante volvió el recuerdo de ese interrumpido deleite».
un trabajo, como dices, sino un tormento, no obstante te
escribiré. «Cuando mis amigos partían y, como suele suceder, me
preguntaban si quería algo desde sus patrias, yo respondía
Desde la niñez misma, cuando todos los demás escuchan que nada, excepto libros, sobre todo de Cicerón. Les
con la boca abierta a Próspero o a Esopo, yo estuve echado entregaba recordatorios y los instaba tanto por escrito
sobre los libros de Cicerón, ya sea por impulso de mi como oralmente».
naturaleza, ya sea por consejo de mi padre, que fue un gran
admirador de ese autor… Pero en aquella edad nada podía «¡Y cuántas veces envié minuciosos ruegos, cuántas veces
entender; lo único que me retenía era una cierta dulzura y dinero, no sólo por [toda] Italia, donde me conocían más,
sonoridad de las palabras, al punto que toda otra cosa que sino por Francia y Alemania, y hasta España e Inglaterra.
leía u oía me parecía áspera y muy disonante. Te diré algo que te sorprenderá: incluso a Grecia envié mis
peticiones…‘El trabajo pertinaz todo lo vence’, dice Virgilio.
Y apenas se rompió la cáscara y comencé a saborear el Con mucho esfuerzo y mucha dedicación, recolecté, desde
fruto, nunca dejé pasar la ocasión —dispuesto por propia diversos lugares, pequeños volúmenes, pero a menudo
voluntad a privarme de otros placeres— para buscar, repetidos; de aquellos, empero, que especialmente
dondequiera que fuese, libros de Cicerón deseaba, rara vez obtuve uno. Así pues, como a menudo
Así progresaba yo en el estudio, sin necesidad de ningún ocurre en los asuntos humanos, mucho me faltaba y mucho
estímulo externo, cuando el deseo [paterno] de una me sobraba.
actividad profesional se impuso y me lanzó al estudio Casi nada excepto Cicerón tenía sabor para mí,
del derecho civil, para aprender cuál era la legislación especialmente desde que leí las Instituciones Oratorias de
sobre el comodato y el préstamo, sobre testamentos y Quintiliano, en un pasaje de las cuales expresa claramente
codicilos, sobre predios rústicos y urbanos, y olvidar a la siguiente opinión: ‘Que esté tranquilo todo aquel a quien
Cicerón, que exponía las muy saludables leyes de la vida. Cicerón le plazca en alto grado’. Confirmado más y más en
En este estudio, a decir verdad, no pasé, sino perdí un mi opinión por tan gran autoridad con este juicio, si alguna
septenio entero. Y para que oigas algo casi absurdo y vez partía a lugares lejanos movido por el deseo de ir a
lamentable, sucedió en cierta ocasión que, por no sé qué visitarlos —lo que por entonces a menudo hacía—, en cuanto
innoble consejo, todos los libros de Cicerón que yo había por ventura veía en lontananza viejos monasterios, torcía
llegado a poseer, como asimismo los de algunos poetas, en seguida hacia ellos el rumbo».
dado que supuestamente obstaculizaban mi estudio de
una profesión lucrativa, fueron sacados a vista mía de los «Cuando yo tenía aproximadamente veinticinco años,
escondrijos en que yo, temiendo lo que efectivamente habiendo llegado a Lieja y escuchado que allí había gran
después ocurrió, había ocultado, y, como si fueran libros abundancia de libros, suspendí mi viaje y retuve a mis
heréticos, fueron consumidos por las llamas. Con este acompañantes hasta que tuve transcrito un discurso de
espectáculo sufrí no de otro modo que si yo mismo hubiera Cicerón por mano de un amigo, y otro por mi propia mano,
sido lanzado a las mismas llamas. Mi padre… viéndome el cual posteriormente difundí por Italia».
DÁMASO ALONSO: Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. P. 41-43.

Tomemos un ejemplo sencillo: una obra literaria breve: un soneto. Allí, en los últimos finales del siglo XIII, Dante lleno
de dulzura a la contemplación de una mujer (¿realidad de hueso y carne o sueño sólo?), escribió el siguiente soneto...

Tan gentil, tan honesta, en su pasar, Tanto gentile e tanto onesta pare
es mi dama cuando ella a alguien saluda, la donna mia quando ella altrui saluta,
que toda lengua tiembla y queda muda ch’ogne lingua deven tremando muta,
y los ojos no la osan contemplar. e li occhi non l’ardiscon di guardare.
Ella se aleja, oyéndose alabar, Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente de humildad vestida, benignamente d’umiltà vestuta
y parece que sea cosa venida e par che sia una cosa venuta
un milagro del cielo acá a mostrar. di cielo in terra a miracol mostrare.
Muestra un agrado tal a quien la mira Mostrasi si piacente a chi la mira,
que al pecho, por los ojos, da un dulzor che da per li occhi una dolcezza al core
que no puede entender quien no lo prueba. che’ntender non la può chi non la prova,
Parece de sus labios que se mueva e par che de la sua labbia si mova
un espíritu suave, todo amor, un spirito soave pien d’amore
que al alma va diciéndole: suspira. che va dicendo a l’anima: sospira.

El lector de este soneto, al avanzar por sus catorce versos, va pasando como por catorce cámaras, y cada una reser-
va una delicia. Son catorce criaturas individuales, peculiares por sí y por su mutua relación. Claro que tenemos entre
ellas nuestras preferencias: unas veces se nos va el gusto tras el verso primero, tan claro con sus dos adjetivos que
se reparten los acentos (de 4ª Y 8ª sílaba).
Otras, seguimos esas once sílabas ch’ogne lingua deven tremando muta, de un avanzar tan ligado como trémulo.
Otras, el alejarse de ese prodigioso verso 5º (casi todo eses y eles): ella si va, sentendosi laudare.
¿Cuándo el candor humano tuvo una transparencia como la de este tierno 6.º, benignamente d’umiltà vestuta?.
A veces nos atrae la rápida precisión intelectual del verso 10º, con su final ternura, che da per li occhi una dolcezza
al core, completado por el verso 11º che’ntender non la pub chi non la prova, verso que sentimos con su pausa final
como un gozne en la estructura del soneto.
Nadie se habrá podido negar nunca al encanto del verso 13º con algo de levedades de pluma, un spirito soave pien
d’amore.
¿Quién, al verso final, che va dicendo a l’anima: sospira, donde el sospira es ya como un susurro?
Treinta y cinco años hace que este soneto de Dante es un compañero de mi vida. Un ángel bueno para refrenarme
en la hora que nos empujaría a la maldad. Si alguna vez he mirado a lo mejor, a él se lo atribuyo. Si no se ha secado
en mi alma la ingenuidad, si algo me queda del niño, a él creería que se lo debo. Y siento que no estoy solo. Somos
miles y miles los hombres que hemos pasado por ese soneto y que hemos recibido por él un empujón hacia la altura.
Eterna Beatrice, eterna meta ideal, amada de tantos desde la profundidad de las edades. Y el espíritu suave y lleno
de amor que de ella emana, siglo tras siglo, va diciendo al alma del hombre: suspira.
DANTE. La Divina Comedia: El infierno. Canto III

«Por mí se va a la ciudad del llanto, por mí se va al eterno dolor, por mí se Y él me respondió:


va hacia la raza condenada. La justicia movió a mi supremo Hacedor. El divino
- Te lo diré cuando pongamos nuestros pies sobre la triste orilla del
poder, la suma sabiduría y el primer amor me hicieron. Antes de mí no hubo nada
Aqueronte.
creado, a excepción de lo inmortal, y yo, a mi vez, duraré eternamente. ¡Oh,
vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!». Entonces, avergonzado y con los ojos bajos, temiendo que le disgus-
tasen mis preguntas, me abstuve de hablar hasta que llegamos al río.
Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una
En aquel momento vimos un anciano cubierto de canas, que se dirigía
puerta, por lo cual exclamé:
hacia nosotros en una barquichuela, gritando:
—Maestro, el significado de esas palabras me causa miedo.
- ¡Ay de vosotras, almas perversas! No esperéis ver nunca el Cielo.
Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó: Vengo para conduciros a la otra orilla, donde reinan eternas tinieblas,
en medio del calor y del frío. Y tú, alma viva, que estás aquí, aléjate de
—Conviene abandonar aquí todo temor, conviene que aquí termine
entre esas que están muertas. Pero cuando vio que yo no me movía,
toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a
dijo: Llegarás a la playa por otra orilla, por otro puerto, mas no por
la dolorida gente que ha perdido el bien de la inteligencia.
aquí: para llevarte se necesita una barca más ligera.
Y después de haber puesto su mano en la mía, con rostro alegre que
Y mi guía le dijo:
me reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un
cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, - Carón, no te irrites. Así se ha dispuesto allí donde se puede todo lo
de suerte que, apenas hube dado un paso, me puse a llorar. Diversas que se quiere; y no preguntes más.
lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces
Entonces se aquietaron las velludas mejillas del barquero de las lívi-
altas y roncas acompañadas de palmadas producían un tumulto que
das lagunas, que tenía círculos de llamas alrededor de sus ojos.
va rodando siempre por aquel espacio eternamente oscuro, como la
arena impelida por un torbellino. Yo, que estaba horrorizado, dije: Pero aquellas almas, que estaban desnudas y fatigadas, no bien oye-
ron tan terribles palabras, cambiaron de color, rechinando los dientes,
—Maestro, ¿qué es lo que oigo y qué gente es ésta, que parece domi-
blasfemando de Dios, de sus padres, de la especie humana, del sitio
nada por el dolor? Me respondió:
y del día de su nacimiento, de la prole de su prole y de su descenden-
—Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos cia: después se retiraron todas juntas, llorando fuertemente, hacia la
que vivieron sin merecer alabanza ni vituperio; están confundidas en- orilla maldita en donde se espera a todo aquel que no teme a Dios.
tre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a El demonio Carón, con ojos de ascuas, haciendo una señal, las fue
Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su seno por reuniendo, golpeando con su remo a las que se rezagaban; y así como
no ser menos hermoso, pero el profundo Infierno no quiere recibirlos en otoño van cayendo las hojas una tras otra, hasta que las ramas han
por la gloria que podrían reportar a los demás culpables. devuelto a la tierra todos sus despojos, del mismo modo los malvados
hijos de Adán se lanzaban uno a uno desde la orilla, a aquella señal,
Y yo repuse:
como pájaros que acuden al reclamo. De esta suerte se fueron ale-
—Maestro, ¿qué cruel dolor les hace lamentarse tanto? A lo que me jando por las negras ondas, pero antes de que hubieran saltado en la
contestó: orilla opuesta, se reunió otra nueva muchedumbre en la que aquéllas
habían dejado.
—Te lo diré brevemente. Éstos no esperan morir y su ceguera es tanta
que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no - Hijo mío -me dijo el cortés Maestro-, los que mueren en la cólera
conserva ningún recuerdo suyo y tanto la misericordia como la jus- de Dios acuden aquí de todos los países, y se apresuran a atravesar
ticia los desprecian. Pero no hablemos de ellos, sino míralos y pasa el río, espoleados de tal suerte por la justicia divina, que su temor
adelante. se convierte en deseo. Por aquí no pasa nunca un alma pura; por lo
cual, si Carón se irrita contra ti, ya conoces ahora el motivo de sus
Y yo, fijándome más, vi una bandera que iba ondeando tan de prisa
desdeñosas palabras.
que parecía desdeñosa del menor reposo; tras ella venía tanta muche-
dumbre que no hubiera creído que la muerte hubiera destruido a tan Apenas hubo terminado, tembló tan fuertemente la sombría campiña,
gran número. Después de haber reconocido a algunos miré más fija- que el recuerdo del espanto que sentí aún me inunda la frente de su-
mente y vi la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran renuncia. dor. De aquella tierra de lágrimas salió un viento que produjo rojizos
relámpagos, haciéndome perder el sentido y caer como un hombre
Comprendí inmediatamente y adquirí la certeza de que aquella turba
sorprendido por el sueño.
era la de los ruines que se hicieron desagradables a los ojos de Dios y
a los de sus enemigos. Aquellos desgraciados, que no vivieron nunca,
estaban desnudos, y eran molestados sin tregua por las picaduras de 1. Señala el tema del fragmento, haz un resumen y justi-
las moscas y de las avispas que allí había; las cuales hacían correr
fica su estructura.
por su rostro la sangre, que mezclada con sus lágrimas, era recogida
a sus pies por asquerosos gusanos. 2. Caracteriza a los personajes que aparecen en el texto y
Habiendo dirigido mis miradas a otra parte, vi nuevas almas a la orilla comenta el significado y la importancia de cada uno.
de un gran río, por lo cual, dije: 3. Indica los rasgos estilísticos más destacados de este
- Maestro, dígnate manifestarme quiénes son y por qué ley parecen fragmento. Justifícalos con ejemplos del texto.
ésos tan prontos a atravesar el río, según puedo ver a favor de esta
4. Significación y sentido de la obra
débil claridad.
FRANCESCO PETRARCA: Canzoniere

Soneto-prólogo. LXXII
Señora mío, yo veo
Ustedes que escuchan en rimas dispersas el sonido en vuestro mover de ojos lumbre
de esos supiros con los que el corazón nutría tan dulce, que hacia el cielo me encamina;
mi primer error juvenil y por larga costumbre
cuando en parte otro hombre era que el que soy: allá do con amor todo me empleo,
En las varias formas en que lloro y razono, al corazón notablemente atina.
entre las vanas esperanzas y el vano dolor, Ella es la que al obrar bueno me inclina
donde sea que por prueba se entienda amor, llevándome por vías peregrinas;
espero encontrar piedad, y no perdón. ella del vulgo vil me deshermana
Ahora me sonrojo ya que para todo el pueblo fábu- ni jamás lengua humana
la fui por mucho tiempo, de la que a menudo de mí podrá contar lo que esas dos divinas
mismo lumbres hacen que sienta…
conmigo me avergüenzo;
y de mi delirio la vergüenza es el fruto, LIV
y el arrepentirse, y el conocer claramente Como el rostro del amor era su seña,
que es breve sueño cuanto gusta al mundo. movió tanto una peregrina mi corazón vano,
que cualquier otra de honor menos digna parecía,
A ella subiendo más arriba por las hierbas verdes,
Si el ciego afán que al corazón destruye la oí decir gritando desde lejos:
contando el tiempo no me ha confundido/ ¡Ah, cuántos pasos en la selva pierdes!
advierto, mientras hablo, cómo huye/ Entonces, contra la sombra de una haya me apreté
el que a mí y al favor fue prometido. pensativo, mi alrededor reexaminando
¿Qué sombra cruel en malograr influye muy peligroso mi viaje vi;
la semilla del fruto apetecido? y antes del medio día la vuelta de regreso di.
¿Qué muro el paso hacia la espiga obstruye?
¿De qué fiera, en mi ovil, oigo el rugido?
¡Ay, triste!, no lo sé, mas se me alcanza CCCLXIV
que, para más doliente hacer mi vida/ Ventiún años me tuvo amor ardiendo,
el amor me condujo a la esperanza. ledo en fuego y dolor y esperanza,
Y a mi recuerdo lo leído viene y desde que en el cielo ya descansa
que hasta el día de su última partida mi Laura, otros diez años fui gimiendo,
llamar feliz a un hombre no conviene Ya cansado mi vida reprehendo
de tanto erro sin dél hacer mudanza,
Lo leído por el poeta fueron estos versos de Ovidio del "Meta- la luz de mi virtud se apaga y cansa:
morphoseon"... "sed scilicet ultima semper/ Exspectanda dies
homini est, dicique beatus/Ante obitum nemo supremaque ansí a mi dios devoto me encomiendo,
funera debet" pesante de mis mal gastos años
Ovil: de "ovis" oveja. aprisco, redil) que debiera extender en mejor uso,
Es decir... hay que esperar el último día: ningún hombre debe
ser llamado dichoso antes que haya dejado la vida y recibido buscando paz, huyendo los engaños:
los honores supremos. - Señor: que en esta cárcel me has incluso,
suplícote que libres de los daños
eternos, que mi error yo no lo escuso.
EJERCICIOS:

1. Interpreta el sentido del soneto-prólogo y comenta su valor como presentación de la obra.


2. Haz un análisis del significado del segundo poema.
3. Qué características se encuentran en el soneto LXXII que proceden del dolce stil nuovo?
4. De las características de los cancioneros petrarquistas ¿cuál está representada en el poema LIV?
5. ¿Qué valoración hace Petrarca de su pasado en el soneto CCCLXIV?
Edmund SPENSER: Amoretti & Epithalarnion 3. ¿Qué ideal de belleza se desprende de la lectura del texto?
4. ¿Qué filosofía del amor reflejan los dos últimos versos?
Al besar sus labios, (pues hallé tal gracia)
creí oler un jardín de dulces flores: William SHAKESPEARE: Sonetos de amor
que delicados aromas esparcen en su torno
para que las damas de sus amantes la cámara decoren. Those hours, that with gentle work did frame
The lovely gaze where every eye doth dwell,
Sus labios olían como los alhelíes, Will play the tyrants to the very same
sus mejillas frescas como rosas rojas, And that unfair which fairly doth excel:
sus cejas de nieve como capullos de campánula, For never-resting time leads summer on
sus ojos amados como tempranos claveles. To hideous winter and confounds him there;
Su regazo hermoso como un lecho de fresas, Sap check’d with frost and lusty leaves quite gone,
su cuello, como un ramo de aguileñas, Beauty o’ersnow’d and bareness every where:
sus pechos como azucenas antes de nacer las hojas, Then, were not summer’s distillation left,
sus pezones como jazmines jóvenes floridos. A liquid prisoner pent in walls of glass,
Beauty’s effect with beauty were bereft,
Tan fragantes flores dan los más aromáticos olores, Nor it nor no remembrance what it was:
pero su dulce aroma a todas excedía. But flowers distill’d though they with winter meet,
II Leese but their show; their substance still lives sweet.
Vosotros, comerciantes, mecaderes, que con duro esfuerzo,
buscáis las más preciosas cosas con que hacer ganancia; Las horas que gentiles compusieron
y ambas Indias despojáis de sus tesoros, tal visión para encanto de los ojos,
¿qué necesidad tenéis de buscar tan lejos, y en vano? sus tiranos serán cuando destruyan
una belleza de suprema gracia:
Porque mirad, mi amor tiene por sí sola
todas las riquezas lejanas Porque el tiempo incansable, en torvo invierno,
que en este mundo encontrar se pueden, muda al verano que en su seno arruina;
si zafiros, mirad, sus ojos son claros zafiros, la savia hiela y el follaje esparce
si rubíes, mirad, sus labios son rubíes enteros; y a la hermosura agosta entre la nieve.

si perlas, sus dientes son perlas puras y redondas, Si no quedara la estival esencia,
si marfil, su frente marfil se supone; en muros de cristal, cautivo líquido,
si oro, sus rizos son el más fino oro del suelo, la belleza y su fruto morirían
si plata, sus manos bellas son brillante plata. sin dejar ni el recuerdo de su forma.

Pero aquello que es lo más hermoso, pocos ven: Mas la flor destilada, hasta en invierno,
su ánimo adornado por abundancia de virtudes. su ornato pierde y en perfume vive.

1. Señala quién es el receptos del poema. 5. ¿Cuál es la estructura del poema?


2. Aclara el significado de “ambas Ïndias”. 6. Explica la metáfora del tercer cuarteto

Carta de un turco sobre los fakires (Voltaire) ción. Yo asistí a la larga conversación que Omri sostuvo con él.
-Padre mío -le dijo-, ¿creéis que después de haber pasado por la prueba de las siete metamor-
Cuando me encontraba en la ciudad de Benarés, a orillas del Ganges, antigua patria de los fosis me será posible entrar en la morada de Brahma?
brahmanes, trataba de instruirme. Comprendía medianamente el indio; escuchaba mucho y me -Depende -dijo el faquir-. ¿Cómo vivís?
fijaba en todo. Me alojaba en casa de mi corresponsal Omri; éste era el hombre más digno -Trato -dijo Omri- de ser buen ciudadano, buen marido, buen padre, buen amigo; presto dinero
que he conocido en mi vida. Él pertenecía a la religión de los brahmines y yo tengo el honor sin interés a los ricos cuando se presenta la ocasión, y lo doy a los pobres; pongo paz entre
de ser musulmán; pues bien, jamás hemos tenido ni el menor conato de discusión a causa mis vecinos.
de Mahoma y de Brahma. Cada cual hacía sus abluciones por su lado, bebíamos la misma - ¿Os ponéis de vez en cuando clavos en el culo? -preguntó el brahmín.
limonada, comíamos el mismo arroz, como dos hermanos. -Nunca, reverendo padre.
Cierto día fuimos juntos a la pagoda de Gavani. Allí vimos a varias bandas de faquires, parte de -Pues lo siento -replicó el faquir-, pero seguro que sólo iréis al decimonoveno cielo; y es una
los cuales eran janguis, es decir, faquires contemplativos, y los otros discípulos de los antiguos lástima.
gimnosofistas, que llevaban una vida activa. Como todo el mundo sabe, usan una lengua sabia - Oh, no -dijo Omri -. Me parece muy bien; ya estoy plenamente satisfecho con la suerte que
que es la de los más antiguos brahmanes, y en esta lengua está escrito un libro que ellos me espera.¿Qué me importa estar en el decimonoveno o en el vigésimo, con tal de que cumpla
llaman el Veda. Sin duda éste es el libro más antiguo de toda Asia, sin exceptuar al Zendavesta. con mi deber durante mi peregrinación y de que sea bien recibido en mi última morada? ¿No
Pasé delante de un faquir que estaba leyendo este libro. - i Ah, desdichado infiel! - exclamó -. basta con ser un hombre honrado en esta tierra y ser luego feliz en el país de Brahma? ¿A qué
Me has hecho perder el número de las vocales que contaba; y así por tu culpa mi alma pasará cielo aspiráis a ir vos, señor Bababec, con vuestros clavos y vuestras cadenas?
al cuerpo de una liebre en vez de ir al de un loro, como yo ya tenía motivos de esperar. -Al trigesimoquinto- dijo Bababec.
Para consolarle le di una rupia. A pocos pasos de distancia, habiendo tenido la mala suerte de -Me parece muy curioso- replicó Omri- que aspiréis a alojaros más arriba que yo; sin duda
estornudar, el ruido que hice despertó a un faquir que estaba en éxtasis. alguna ello sólo puede ser el efecto de una ambición excesiva. Si condenáis a los que van
-¿Dónde estoy? -dijo-. ¡Qué horrible caída! Ya no veo la punta de mi nariz: la luz celestial ha tras los honores en esta vida, ¿por qué los deseáis tan grandes en la otra? Y además, ¿en qué
desaparecido . os fundáis para suponer que van a trataros mejor que a mí? Sabed que en diez días doy más
Después de alejarme de allí discretamente, pasé a los otros gimnosofistas; varios de ellos se en limosnas de lo que os cuestan en diez años todos los clavos que os claváis en el trasero.
me acercaron con unos clavitos preciosos para hundírmelos en los brazos y en los muslos en Brahma no gana nada con que paséis todo el día desnudo con una cadena al cuello; menudo
honor de Brahma. Yo les compré los clavos y con ellos he hecho clavar mis alfombras. Otros servicio prestáis a la patria. Yo hago más caso de un hombre que siembra verduras o que
bailaban sobre las manos; otros pirueteaban en la cuerda floja; otros andaban siempre a la planta árboles que de todos vuestros camaradas que se miran la punta de la nariz o que llevan
pata coja. Había que llevaban cadenas, otros una albarda; algunos tenían la cabeza metida en una albarda por exceso de nobleza de alma.
una medida de trigo; por lo demás, las mejores personas del mundo. Mi amigo Omri me llevó Después de hablar así, Omri se calmó, le halagó, le convenció y por fin consiguió que dejara allí
a la celda de uno de los más famosos; se llamaba Bababec: iba desnudo como vino al mundo los clavos y la cadena y que fuera a su casa a llevar una vida digna. Allí le quitaron la mugre,
y llevaba al cuello una gruesa cadena que pesaba más de sesenta libras. Estaba sentado en le frotaron el cuerpo con esencias perfumadas; le vistieron decentemente; vivió quince días
una silla de madera debidamente provista de clavitos puntiagudos que le penetraban en las de una manera muy sensata y confesó que era cien veces más feliz que antes. Pero perdía su
nalgas, y hubiérase dicho que se encontraba en un lecho de raso. Muchas mujeres acudían a crédito ante el pueblo; las mujeres ya no acudían a consultarle; y dejó a Omri y volvió a sus
consultarle; era el oráculo de las familias y puede decirse que gozaba de una inmensa reputa- clavos para recuperar su reputación.
Werther. Goethe
un poco mejor, ¡un poco!, y cuando muerto de sed y cansancio, sucumbo y
hago una pausa; cuando en la noche profunda, con la Luna llena sobre mi
cabeza, me siento en el bosque sobre un tronco torcido, para descansar los
13 de julio pies desgarrados, o me entrego a un sueño tranquilo durante la claridad del
Werther es un joven que se retira crepúsculo… ¡Oh, Guillermo! El silencioso albergue de una celda, un sayal y
No, no me engaño; leo en sus ojos a una aldea donde vive dedicado el cilicio son los únicos consuelos que mi alma espera.
negros el verdadero interés que le a la lectura y la pintura. En un
inspiran mi persona y mi suerte. baile conoce a Carlota, prome- Adiós. No veo para esta miserable vida más fin que la muerte.
Conozco y en esto debo confiar en tida de Alberto, ahora ausente.
mi corazón, que ella... ¡Oh! ¿Podré y Werther visita con frecuencia a
me atreveré a manifestar con estas la joven. 3 de septiembre
palabras la dicha celestial que me
embarga? Sé que me ama. Tengo que partir, Guillermo; te agradezco que hayas fijado mi decisión dudo-
¡Soy amado! ¡Si vieras cómo me quiere ahora; si vieras… Te lo diré, porque tú sa. Desde hace 15 días he pensado en la posibilidad de dejarla. Tengo que
sabrás comprender: si vieras lo mucho más que valgo a mis propio ojos desde irme. Está de nuevo en la ciudad, en casa de una amiga; y Alberto… y… Tengo
que soy dueño de su amor! ¿Es esto presunción o sentimiento de nuestra que irme.
relación verdadera? No conozco hombre alguno capaz de robarme el corazón
de Carlota y no obstante, cuando ella habla de su futuro esposo, con todo el 12 de diciembre Werther se marcha a otra ciudad
calor, con todo el amor posible, me encuentro como el desgraciado a quien adonde le llega la noticia de que
despojan de todos sus títulos y honores, y le fuerzan a entregar su espada. Querido Guillermo: me encuentro en Carlota y Alberto se han casado.
un estado que debe asemejarse al de Werther recuerda obsesivamente
16 de julio los desgraciados que en la antigüedad los momentos pasado s con ella
se creían poseídos del espíritu ma- y vuelve a verla. Esto le ocasio-
¡Ah! ¡Qué sensación tan agradable inunda todas mis venas, cuando por ligno. No es el pesar; no es tampoco na una gran angustia
casualidad mis dedos tocan los suyos o nuestros pies se encuentran debajo un deseo vehemente, sino una rabia
de la mesa! Los aparto como un rayo y una fuerza secreta me acerca de sorda y sin nombre que me desgarra
nuevo en contra de mi voluntad. El vértigo se apodera de todos mis sentidos el pecho, me hace un nudo en la garganta y me sofoca. Sufro, me gustaría
y su inocencia, su alma cándida, no le permiten siquiera imaginar cuánto me escapar de mí y paso las noches vagando por los parajes desiertos y sombríos
hacen sufrir estas insignificancias. Si pone su mano sobre la mía mientras en que abunda esta estación enemiga.
hablamos y si en el calor de la conversación se aproxima tanto a mí que su
divino aliento se confunde con el mío, creo morir, como herido por el rayo, Anoche salí. Sobrevino de repente el deshielo y supe que el río había salido
Guillermo, y este cielo, esta confianza, si llego a atreverme.. Tú me entiendes. de madre, que todos los arroyos de Wahlheim corrían desbordados y que la
No, mi corazón no está tan corrompido, Es débil, demasiado… ¿Pero en esto inundación era completa en mi valle. Me dirigí a él cuando llegaba la me-
no hay corrupción? dianoche y presencié un espectáculo aterrador. Desde la cima de una roca,
Carlota es sagrada para mí. Todos los deseos desaparecen en su presencia. con la claridad de la Luna, vi revolverse los torrentes por los campos, por las
Nunca sé lo que siento cuando estoy con ella: creo que mi alma se dilata por praderas y entre los vallados, devorando y sumergiendo todo; vi desvanecerse
todos mis nervios. el valle; vi en su lugar un mar rugiente y espumoso, azotado por el soplo de los
Hay una sonata que ella ejecuta en el clave con la expresión de un ángel: ¡tie- huracanes. Después, profundas tinieblas; más tarde, la Luna, que aparecía
ne tal sencillez y tal encanto! Es su música favorita y le basta tocar su primera de nuevo para arrojar una siniestra claridad sobre aquel imponente cuadro.
nota para alejar de mí zozobras, preocupaciones y aflicciones. Las olas rodaban estrepitosas… se estrellaban a mis pies con gran fuerza. Un
No me parece inverosímil nada de lo que se cuenta sobre la antigua magia extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí. Me hallaba
de la música. ¡Cómo me esclaviza este sencillo canto! ¡Y cómo sabe ella con los brazos estirados hacia el abismo, acariciando la idea de lanzarme
ejecutarlo en aquellos momentos en que yo colocaría contento una bala en mi a él. Sí, lanzarme y sepultar conmigo los dolores y sufrimientos. ¡Pero ay!,
cabeza! Entonces disipándose la turbación y las tinieblas de mi alma, respiro ¡qué desgraciado! No tuve fuerza para terminar de una vez por todas con
más libremente. mi pesar; mi hora no ha llegado aún, lo sé. ¡Ah, Guillermo! ¡Con qué gozo
hubiera dado esta pobre vida para confundirme con el huracán, rasgar con él
30 de agosto los mares y agitar sus olas! ¡Ah!, ¿no alcanzaremos nunca esta dicha los que
Desgraciado, ¿no estás loco? ¿No Guillermo, amigo al que escribe nos consumimos en nuestra prisión? ¡Qué tristeza se apoderó de mí cuando
te engañas a ti mismo? ¿Adónde algunas cartas, le aconseja que se mis ojos pasaron por el sitio donde había descansado con Carlota, bajo un
te llevará esa pasión indómita y sin aleje de Carlota, pues su pasión sauce, después de un largo paseo! También había llegado ahí la inundación y
propósito? No hago más oración que puede serle funesta. Regresa a duras penas pude distinguir la copa del sauce.
la que le dirijo a ella; ya no cabe en mi Alberto y en el alma de Werther,
imaginación otra figura que la suya y comienza una dura batalla. Pensé entonces en la casa de Carlota, en sus jardines… El torrente debía ha-
todo lo que me rodea no lo veo sino ber arrancado también nuestros pabellones y destruido todos nuestros lechos
con relación a ella. de pasto. Un luminoso rayo del pasado brilló frente a mi alma, como brilla en
los sueños de un cautivo una ola de luz que le crea praderas, ganados o gran-
Esto me da algunas horas de felicidad, que han de irse tan pronto como dezas de la vida. Yo estaba ahí, parado… ¡ah!, ¿es que no tengo valor para
tengamos que separarnos. ¡Ah, Guillermo, adónde me lleva con frecuencia mi morir? Yo debía… Y sin embargo, aquí estoy como una pobre vieja que recoge
corazón! Siempre que paso dos o tres horas con ella, en la contemplación de del suelo sus andrajos y va, de puerta en puerta, pidiendo pan para sostener y
su figura, de sus movimientos, de la maravillosa expresión que da a sus pala- prolongar un instante más su vida de miseria.
bras, todos mis sentidos se exaltan sin sensibilidad, una sombra se extiende
ante mí y mis oídos pierden la percepción; siento que aprieta mi garganta una
mano asesina; mi corazón, en sus latidos precipitados, busca consuelo a mis
sentidos oprimidos y no hace más que aumentar el desorden.

Guillermo, muchas veces no sé si estoy en el mundo. Y cuando me ataca la


tristeza y Carlota me concede el consuelo de aliviar mi martirio, dejándo-
me bañar su mano con mis lágrimas, necesito salir, necesito huir y corro a
esconderme en la lejanía de los campos. Entonces disfruto subiendo una
montaña escarpada, abriéndome paso entre un bosque espeso, por entre las
breñas que me hieren y los zarzales que me despedazan. Entonces me hallo
“Cuando las tormentas bajan de la en mi habitación y al salir de ella. Dejo una carta escrita para tu padre, en la
montaña; cuando el viento alborota La narración de los últimos que ruego proteja mi cadáver. Al final del cementerio, en la parte que da al
el oleaje, me postro en la ribera y momentos de la vida de Werther campo, hay dos tilos, en cuya sombra deseo descansar. Esto puede hacer tu
miro la funesta roca. Muchas veces, corren a cargo de supuesto editor padre por su amigo y tengo la seguridad de que lo hará. Pídeselo tú también,
cuando la Luna aparece en el cielo, de la historia. Él cuenta el último Carlota. No pretendo que los piadosos cristianos dejen depositar el cuerpo
veo flotar en la oscuridad iluminada intento de acercamiento a Carlo- de un desgraciado cerca de los suyos. Quisiera que mi sepultura estuviera a
las almas de mis hijos, que vagan ta, su desesperación posterior y orillas de un camino o en un valle solitario, para que cuando el sacerdote o
por el espacio, unidos fraternalmen- su suicidio. el levita pasen junto a ella, elevaran sus brazos al cielo, con una bendición,
te en un abrazo”. y para que el samaritano la regara con sus lágrimas. Carlota: no tiemblo al
Un raudal de lágrimas, que brotó tomar el cáliz terrible y frío que me dará la embriaguez de la muerte. Me lo
de los ojos de Carlota, desahogando su corazón, interrumpió la lectura de has entregado y no dudo. Así van a cumplirse todas las esperanzas y todos los
Werther. Éste hizo a un lado el manuscrito y tomando una de las manos de deseos de mi vida, todos, sí, todos.
la joven, soltó también el amargo llanto. Carlota, apoyando la cabeza en la “Sereno y tranquilo tocaré la puerta de bronce del sepulcro. ¡Ah! ¡Si hubiera
otra mano, se cubrió el rostro con un pañuelo. Víctimas ambos de una terrible tenido la suerte de morir como sacrificio por ti! Con alegría y entusiasmo hu-
agitación, veían su propia desdicha en la suerte de los héroes de Ossian y jun- biera dejado este mundo, seguro de que mi muerte afianzaba tu descanso y la
tos lloraban. Sus lágrimas se confundieron. Los ardientes labios de Werther felicidad de toda tu vida. Pero, ¡ay!, sólo algunos seres con privilegios logran
tocaron el brazo de Carlota; ella se estremeció y quiso retirarse; pero el dolor dar su vida por los que aman y ofrecerse en holocausto para centuplicar los
y la compasión la tenían atada a su silla como si un plomo pesara sobre su goces de sus existencias amadas. Carlota: deseo que me entierren con el ves-
cabeza. Ahogándose y queriendo dominarse, suplicó con sollozos a Werther tido que tengo puesto, pues tu lo has bendecido al tocarlo. La misma petición
que siguiera la lectura; su voz rogaba con un acento del cielo. hago a tu padre. Mi alma se cierne sobre el féretro. Prohíbo que me registren
Werther, cuyo corazón latía con la violencia de querer salir del pecho, tembla- los bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta rosa que tenías en el pecho
ba como un azogado. Tomó el libro y leyó inseguro: el primer día que te vi, rodeada por tus niños… ¡Oh!, abrázalos mil veces y
“¿Por qué me despiertas, soplo embalsamado de primavera? Tú me acaricias cuéntales la desgracia de su amigo. ¡Cómo los quiero! Aún los veo agitarse a
y me dices: ‘traigo conmigo el rocío del cielo; pero pronto estaré marchito, mi alrededor. ¡Ay! ¡Cuánto te he amado, desde el momento primero de verte!
porque pronto vendrá la tempestad, arrancará mis hojas. Mañana llegará Desde ese momento comprendí que llenarías vida… Haz que entierren el lazo
el viajero; vendrá el que me ha conocido en todo mi esplendor; su vista me conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños y lo he guardado como una
buscará a su alrededor y no me hallará”. reliquia santa. ¡Ah! Nunca sospeché que aquel principio llevaría a este final.
Estas palabras causaron a Werther un gran abatimiento. Se arrojó a los pies Ten calma, te lo suplico, no desesperes... Están cargadas… Oigo las 12…
de Carlota con una desesperación completa y espantosa, y tomándole las ¡Que sea lo que tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós! ¡Adiós!
manos las oprimió contra sus ojos, contra la frente. Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como todo permaneció en
Carlota sintió el vago presentimiento de un siniestro propósito. Trastornado calma, no averiguó qué había sucedido.
su juicio, tomó también las manos de Werther y las colocó sobre su corazón. A las seis de la mañana del siguiente día entró el criado en la alcoba con una
Se inclinó con ternura hacia él y sus mejillas se tocaron. El mundo desapa- luz y vio a su amo tendido, bañado en sangre y con una pistola. Le llamó y no
reció para los dos; la estrechó entre sus brazos, la apretó contra el pecho consiguió respuesta. Quiso levantarle y vio que todavía respiraba. Corrió a
y cubrió con besos los temblorosos labios de su amada, de los que salían avisar al médico y a Alberto. Cuando Carlota oyó la puerta, un temblor convul-
palabras entrecortadas. sivo se apoderó de su cuerpo. Despertó a su marido y se levantaron. El criado,
-¡Werther! -murmuraba con voz ahogada y desviándose-. ¡Werther!, insistía, y entre llantos y sollozos, les dio la fatal noticia; Carlota cayó desmayada a los
con suave movimiento trataba de retirarse. pies de su esposo.
-¡Werther! -dijo por tercera vez-, ahora con acento digno e imponente. Cuando el médico llegó al lado del infeliz Werther, lo encontró en el suelo y sin
Él se sintió dominado; la soltó y se tiró al suelo como un loco. Carlota se salvación posible. El pulso latía, pero todas sus partes estaban paralizadas.
levantó y en un trastorno total, confundida entre el amor y la ira, dijo: La bala había entrado por arriba del ojo derecho, haciendo saltar los sesos.
-Es la última vez, Werther; no volverás a verme. Le sangraron de un brazo; la sangre corrió. Todavía respiraba. Unas manchas
Y entregándole una mirada llena de amor a aquel desdichado, corrió a la de sangre que se veían en el respaldo de su silla demostraban que consumó
habitación contigua y ahí se encerró. el acto sentado frente a la mesa en que escribía y que en las convulsiones de
Werther extendió las manos sin atreverse a detenerla. En el suelo y con la la agonía había caído al suelo. Se encontraba boca arriba, cerca de la venta-
cabeza en el sofá, permaneció más de una hora sin dar señales de vida. na, vestido y con zapatos, con frac azul y chaleco amarillo.
Al cabo de ese tiempo oyó ruido y despertó. Era la criada que venía a poner la La gente de la casa de la vecindad y poco después todo el pueblo se movie-
mesa. Se levantó y se puso a caminar por el cuarto. Cuando volvió a quedarse ron. Llegó Alberto. Habían colocado a Werther en su lecho, con la cabeza
solo, se acercó a la puerta por donde había entrado Carlota y dijo en voz baja: vendada. Su rostro tenía ya el sello de la muerte. No se movía, pero sus
-¡Carlota! ¡Carlota! Una palabra al menos, un adiós siquiera… pulmones funcionaban aún de un modo espantoso. Unas veces, casi de forma
Ella guardó silencio. Esperó, suplicó, esperó una vez más... Por último se alejó imperceptible; otras, con ruidosa violencia. Se esperaba que en cualquier
de la puerta gritando: momento exhalara el último suspiro.
-¡Adiós, Carlota… adiós para siempre!
Durante algún tiempo se temió por la vida de Carlota. Los jornaleros conduje-
ron a Werther al lugar de su sepultura; no le acompañó sacerdote alguno.
Después de las 11
“Todo duerme a mi alrededor y mi alma está tranquila. Te doy las gracias,
Dios, por haberme concedido en momento tan supremo resignación tan
mayúscula. Me asomo a la ventana, amada mía, y distingo a través de las
tempestuosas nubes unos luceros esparcidos en la inmensidad del cielo. ¡Us-
tedes no desaparecerán, astros inmortales! El eterno los lleva, lo mismo que
a mí. Veo las estrellas de la Osa, que es mi constelación predilecta, porque de
noche, cuando salía de tu casa, la tenía siempre enfrente. ¡Con qué delicia la
he visto tantas veces! ¡Cuántas veces he levantado mis manos hacia ella para
tomarla por testigo de la felicidad que entonces disfrutaba! ¡Oh, Carlota!
¿Qué hay en el mundo que no traiga tu recuerdo a mi mente? ¿No estás en
todo lo que me rodea? ¿No te he robado, con la codicia de un niño, mil obje-
tos sin importancia que habías santificado con tu toque?
“Tu retrato, muy querido para mí, te lo doy con la súplica de que lo conserves.
He impreso en él mil millones de besos y lo he saludado mil veces al entrar
WORDSWORTH la sensación de un daño intolerable,
¡y a quién desprecié yo, a los únicos fuertes!
No perturba a las monjas la estrechez del convento; ¡Una sed de venganza, la voluntad inerme
contentos con sus celdas están los ermitaños, aún desconcertada, pero aún siempre ardiendo!
y con su pensativo castillo el estudiante; ¡El deseo mezclado con odio, extrañamente,
la muchacha en su rueca, en su telar quien teje, aferrándome a objetos odiosos o salvajes!
están en paz sentados; las abejas que suben ¡Fantásticas pasiones! ¡Riña enloquecedora!
buscando el polen hasta la cumbre en Furnes-fells, ¡Y vergüenza y terror por encima de todo!
murmuran horas y horas dentro de las campánulas; ¡Hechos para ocultar, que no estaban ocultos;
la cárcel que nosotros mismos nos imponemos de que, todos confusos, no podía saber
no es cárcel: así, en muchos humores diferentes, si los sufría yo o si los hice yo:
me ha sido un pasatiempo quedar encadenado pues todo parecía culpa, remordimiento,
en la escasa parcela de tierra del soneto; o dolor: igual todo, mío o de los demás,
satisfecho si algunos (pues los tiene que haber), temor que ahoga vida, vergüenza ahogando el alma!
para quienes la mucha libertad fue una carga, Dos noches transcurrieron así: el horror nocturno
encuentran aquí breve solaz, tal como yo. hacía triste y sordo al día que llegaba.
El sueño, bendición ancha, me parecía
El mundo es demasiado para nosotros: siempre ser la calamidad peor de mi trastorno.
recibiendo y gastando, disipamos las fuerzas; En la tercera noche, cuando mis fuertes gritos
en la naturaleza vemos muy poco que sea nuestro, me habían despertado del sueño demoníaco,
y hemos cedido nuestros míseros corazones. abrumado de extraños y locos sufrimientos,
Esta mar que desnuda su seno hacia la luna, lloré como si hubiera sido un niño pequeño;
estos vientos que aullando pasan a todas horas y habiendo así amansado con lágrimas mi angustia
y ahora se amontonan como flores dormidas: suavizándome el ánimo, dije: Tales castigos
para eso, y para todo, no estamos entonados, debieran aplicarse a las naturalezas
no nos mueve. ¡Gran Dios!, preferiría ser más a fondo manchadas de pecado:
un pagano crecido en una fe gastada, para siempre, de nuevo, levantando en tormenta
para poder, erguido en estos prados suaves, el insondable infierno en su interior,
ver algo que me hiciera menos desamparado: a la vista poniendo sus horribles acciones,
observar a Proteo saliendo de los mares, ¡para verlas y odiarlas, mas desearlas y hacerlas!
oír su enguirnaldado cuerno al viejo Tritón. Tal aflicción va bien a personas así,
pero ¿por qué, por qué en mí han de recaer?
COMPUESTO TRAS UN VIAJE Ser amado es lo único que necesito yo,
POR HAMBLETON HILLS, YORKSHIRE y a quien amo, de veras le sé amar.
Caían, más oscuras, las sombras del ocaso;
se alcanzó el deseado punto: mas a una hora SHELLEY
en que poco podía ganarse en la riqueza
de perspectiva, tan celebrada por muchos. OZYMANDIAS
Pero el oeste ardiente, con poder asombroso Encontré un viajero de comarcas remotas,
nos saludaba: había allí una ciudadela que me dijo: «Dos piernas de granito, sin tronco,
india, un templo de Grecia, un monasterio irguiendo yacen en el desierto. Cerca, en la arena, rotas,
su torre, ¡un sitio como para que una campana las facciones de un rostro duermen... El ceño bronco,
sonase, o un reloj! Y había muchas islas el labio contraído por el desdén, el gesto
tentadoras, con cuevas no imaginadas, firmes imperativo y tenso, del escultor conservan
en alta mar, objetos de éxtasis silencioso la penetrante fuerza que al esculpir ha puesto
para los ojos: pero sentíamos, a un tiempo, en su mano la burla del alma que preservan.
que olvidarlos debíamos: son tan sólo del cielo Estas palabras solas el pedestal conmina:
y de nuestra memoria terrenal se disipan. "Me llamo Ozymandias, rey de reyes. ¡Aprende
en mi obra, oh poderoso, y al verla desespera!
COLERIDGE Nada más permanece. Y en torno a la ruina
del colosal naufragio, sin límites, se extiende
LOS DOLORES DEL SUEÑO la arena lisa y sola que en el principio era.»

Antes de deponer mis miembros en el lecho KEATS


no he llegado a tener costumbre de rezar
doblando las rodillas o moviendo los labios; AL SUEÑO
sino calladamente, en lentas gradaciones, Suave embalsamador en calma medianoche,
mi espíritu dispongo hacia el Amor; que cierras, con benignos y cuidadosos dedos
con humilde confianza los párpados entorno, nuestros ojos, contentos de lo oscuro, entre frondas
con una reverente resignación: sin nada contra la luz, en sombra, con olvido divino:
de concebir deseos ni expresar pensamientos, oh suave Sueño, cierra, si te parece, en medio
sólo con un sentido suplicante: de este tu himno, mis dóciles ojos, si no es que aguardas
un sentido grabado en toda mi alma al «amén», a que traiga tu adormidera en torno
de que soy débil, sí, mas no sin bendiciones, de mi cama su arrullo caritativo: entonces,
puesto que en mí, y en torno de mí, y en todas partes, sálvame, o si no, el día pasado brillará
están la Eterna Fuerza y la Sabiduría. en mi almohada, engendrando muchos dolores; sálvame
Pero anoche recé en voz alta, sí, de la conciencia, siempre curiosa, que dirige
con angustia agoniosa, levantándome su fuerza a la tiniebla, como un topo horadando;
con sobresalto de esa multitud demoníaca gira, diestro, la llave en su engrasado cierre
de formas y de ideas que me daban tormento: y sella el acallado ataúd de mi Alma.
una morbosa luz, una turba pisándome,
MARGARITA, junto a la rueca J.W. Goethe
(fragmento de Fausto, 1.a parte)

Mi corazón está oprimido, Meine Ruh’ ist hin,


huyó de mí el sosiego; Mein Herz ist schwer,
nunca lo recobraré, Ich finde sie nimmer
nunca, nunca más. Und nimmermehr.
Allí donde no le tengo a él, Wo ich ihn nicht hab
es para mí la tumba, Ist mir das Grab,
el mundo entero Die ganze Welt
está para mí lleno de amargor. Ist mir vergällt.
Turbadá está Mein armer Kopf
mi pobre cabeza Ist mir verrückt,
hecha pedazos tengo Mein armer Sinn
mi pobre alma. Ist mir zerstückt.
Mi corazón está oprimido, Meine Ruh’ ist hin,
huyó de mí el sosiego; Mein Herz ist schwer,
nunca lo recobraré, Ich finde sie nimmer
nunca, nunca más. Und nimmermehr.
Sólo para verle a él Nach ihm nur schau ich
miro por la ventana; Zum Fenster hinaus,
por él solo Nach ihm nur geh ich
salgo de mi casa Aus dem Haus.
Su paso arrogante, Sein hoher Gang,
su noble apostura, Sein’ edle Gestalt,
la sonrisa de sus labios, Seine Mundes Lächeln,
el poder de sus ojos. Seiner Augen Gewalt,
Y el flujo mágico Und seiner Rede
de sus palabras, Zauberfluß,
la presión de su mano Sein Händedruck,
y ¡ay! su beso. Und ach, sein Kuß!
Mi corazón está oprimido, Meine Ruh’ ist hin,
huyó de mí el sosiego; Mein Herz ist schwer,
nunca lo recobraré, Ich finde sie nimmer
nunca, nunca más. Und nimmermehr.
Todo mi corazón Mein Busen drängt sich
se lanza hacia él, Nach ihm hin.
¡Ah! ¡si yo pudiese [Ach]1 dürft ich fassen
abrazarle y retenerle. Und halten ihn,
y besarle Und küssen ihn,
cual yo quisiera, So wie ich wollt,
aunque hubiese An seinen Küssen
de morir en sus besos! Vergehen sollt!
Goethe: Poema del Wilhelm Meister

Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn, ¿Conoces la tierra donde florecen los limoneros,
Im dunklen Laub die Gold-Orangen glühn, las doradas naranjas relucen entre sombrías hojas,
Ein sanfter Wind vom blauen Himmel weht, donde una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
Die Myrte still und hoch der Lorbeer steht? y se encuentra el silencioso mirto y el frondoso laurel?
Kennst du es wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacia allí
Möcht ich mit dir, o mein Geliebter, ziehn. quisiera andar junto a ti, amado mío!

Kennst du das Haus? Auf Säulen ruht sein Dach. ¿Conoces la casa? Sobre columnas descansa su techo,
Es glänzt der Saal, es schimmert das Gemach, la sala resplandece, el aposento brilla
Und Marmorbilder stehn und sehn mich an: y los bustos de mármol me miran y preguntan:
Was hat man dir, du armes Kind, getan? ¿Qué te han hecho, pobre criatura?
Kennst du es wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacía allí
Möcht ich mit dir, o mein Beschützer, ziehn. quisiera andar junto a ti, mi protector!

Kennst du den Berg und seinen Wolkensteg? ¿Conoces la montaña y su sendero entre las nubes?
Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg; La mula busca el camino a través de la niebla;
In Höhlen wohnt der Drachen alte Brut; en cavernas habita la antigua raza de los dragones;
Es stürzt der Fels und über ihn die Flut! ¡al abismo se arroja la roca y sobre ella el torrente!
Kennst du ihn wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacia allí
Geht unser Weg! O Vater, laß uns ziehn! se dirige nuestra senda! ¡Oh, padre, vayamos!
Goethe: El hijo de las Musas

Durch Feld und Wald zu schweifen, Vagando por campos y bosques,


Mein Liedchen wegzupfeifen, silbando mi canción,
So geht’s von Ort zu Ort! así voy de lugar en lugar.
Und nach dem Takte reget Y a su compás y justa medida
Und nach dem Maß beweget todo se mueve a mi paso
Sich alles an mir fort. siguiéndome al compás.

Ich kann sie kaum erwarten, Casi no puedo esperar


Die erste Blum’ im Garten, la primera flor del jardín,
Die erste Blüt’ am Baum. el primer bote del árbol.
Sie grüßen meine Lieder, Saludan mis canciones,
Und kommt der Winter wieder, y cuando vuelve el invierno,
Sing ich noch jenen Traum. sigo cantando aquel sueño.

Ich sing ihn in der Weite, Lo canto en lontananza,


Auf Eises Läng’ und Breite, a lo largo y ancho del hielo,
Da blüht der Winter schön! entonces florece más bello el invierno.
Auch diese Blüte schwindet, También esta flor se desvanece
Und neue Freude findet y encuentro nuevas alegrías
Sich auf bebauten Höhn. en las colinas cultivadas.

Denn wie ich bei der Linde Debajo de los tilos


Das junge Völkchen finde, encuentro a la juventud,
Sogleich erreg ich sie. despertando de inmediato su emoción.
Der stumpfe Bursche bläht sich, El chico apático se pavonea
Das steife Mädchen dreht sich y la engreída gira
Nach meiner Melodie. siguiendo mi melodía.

Ihr gebt den Sohlen Flügel Dotäis de alas a los pies


Und treibt durch Tal und Hügel y al amado enpujäis por montes y valles
Den Liebling weit von Haus. lejos de casa:
Ihr lieben, holden Musen, queridas, dulces musas
Wann ruh ich ihr am Busen ¿cuändo podrë en su pecho
Auch endlich wieder aus? al fin descansar?
Walt Whitman: Oh capitán, mi capitán

¡Oh Capitán, mi Capitán!


Terminó nuestro espantoso viaje,
El navío ha salvado todos los escollos,
Hemos ganado el codiciado premio,
Ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas, ya el
pueblo acude gozoso,
Los ojos siguen la firme quilla del navío resuelto y audaz,
Mas ¡oh corazón, corazón, corazón!
¡Oh rojas gotas sangrantes!
Mirad, mi Capitán en la cubierta
Yace muerto y frío.

¡Oh Capitán, mi Capitán!


Levántate y escucha las campanas,
Levántate, para tí flamea la bandera,
para tí suena el clarín,
Para tí los ramilletes y guirnaldas engalanadas,
para tí la multitud se agolpa en la playa,
A tí llama la gente del pueblo,
a tí vuelven sus rostros anhelantes,
¡Oh Capitán, padre querido!
¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!
Esto es sólo un sueño: en la cubierta
Yaces muerto y frío.

Mi Capitán no responde,
sus labios están palidos e inmóviles,
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso, ni voluntad,
El navío ha anclado sano y salvo;
Nuestro viaje, acabado y concluido,
Del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo,
¡Exultad, oh playas, y sonad, oh campanas!
Mas yo con pasos fúnebres,
Recorreré la cubierta donde mi Capitán
Yace muerto y frío.
Walt Whitman: Canto a mí mismo

Me celebro y me canto a mí mismo.


Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.

Vago y me tumbo sobre la tierra,


para contemplar un tallo de hierba.

Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres de cuyos padres nacieron aquí y
cuyos padres también aquí nacieron.
A los treita y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
comienzo y espero no detenerme hasta morir.

Que se callen los credos y las escuelas,


que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y
sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro.
Naturaleza sin freno, original energía.

Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros


y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena...
y que la zarzamora es una obra de arte para los gustos más exigentes...
y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas.
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas.
Creo en tí alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante tí,
ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, borra el freno de tu garganta
Edgar A, Poe: El cuervo
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada, Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral que se llamara “Nunca más”.
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
“Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
sólo eso y nada más.”
hasta que al fin musité: “Vi a otros amigos volar;
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre! por la mañana él también, cual mis anhelos, volará”.
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral. Dijo entonces: “Nunca más”.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
“Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
y aquí nadie nombrará.
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas “Nunca, nunca más”.
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
“No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
un tardío visitante esperando en mi portal.
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
Sólo eso y nada más”.
al repetir: “Nunca más”.
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
“Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
que dudé de haberlo oído...”, y abrí de golpe el portal:
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
sólo sombras, nada más.
y ya no usará nunca más!
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
mecido por serafines de leve andar musical.
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
“¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige
sólo se oyó la palabra “Leonor”, que yo me atreví a susu-
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
rrar...
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!”.
sí, susurré la palabra “Leonor” y un eco volvióla a nombrar.
Dijo el cuervo: “Nunca más”.
Sólo eso y nada más.
“¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
“Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!”
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
Dijo el cuervo: “Nunca más”.
¡Es el viento y nada más!”.
“¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
dile a este desventurado si en el Edén lejano
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar”.
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
Dijo el cuervo: “¡Nunca más!”.
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posose y nada más. “¡Diablo alado, no hables más!”, dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
“Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!”
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
Dijo el cuervo: “Nunca más”.
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?”
Dijo el cuervo: “Nunca más”. Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
EDGAR ALLAN POE obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino
el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el
día, entraba sin miedo en su habitación y le habla-
EL CORAZÓN DELATOR ba resueltamente, llamándolo por su nombre con
voz cordial y preguntándole cómo había pasado la
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido
terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman uste- un viejo muy astuto para sospechar que todas las
des que estoy loco? La enfermedad había agudiza- noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo
do mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. mientras dormía.
Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela
que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas que de costumbre al abrir la puerta. El minutero
cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, en- de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se
tonces? Escuchen… y observen con cuánta cordura, movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche,
con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. había sentido el alcance de mis facultades, de mi
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión
en la cabeza por primera vez; pero, una vez conce- de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a
bida, me acosó noche y día. Yo no perseguía nin- poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis
gún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre
mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo
Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me sentí moverse repentinamente en la cama, como
parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché
semejante al de un buitre… Un ojo celeste, y velado hacia atrás… pero no. Su cuarto estaba tan negro
por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me como la pez, ya que el viejo cerraba completamente
helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradual- las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que
mente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y
de aquel ojo para siempre. seguí empujando suavemente, suavemente.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la
loco. Pero los locos no saben nada. En cambio… linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre me-
¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver tálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado… con -¿Quién está ahí?
qué previsión… con qué disimulo me puse a la obra! Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una
Jamás fui más amable con el viejo que la semana hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese
antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama.
hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría… Seguía sentado, escuchando… tal como yo lo había
¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertu- hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la
ra era lo bastante grande para pasar la cabeza, le- pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
vantaba una linterna sorda, cerrada, completamen- Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el
te cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y quejido que nace del terror. No expresaba dolor o
tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran pena… ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota
reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge.
movía lentamente… muy, muy lentamente, a fin Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justa-
de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una mente a las doce, cuando el mundo entero dormía,
hora entera introducir completamente la cabeza por surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso
la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo
cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan pru- conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el
dente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo
completamente dentro del cuarto, abría la linter- de mi corazón. Comprendí que había estado des-
na cautelosamente… ¡oh, tan cautelosamente! pierto desde el primer leve ruido, cuando se movió
Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues en la cama. Había tratado de decirse que aquel
crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba:
para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de “No es más que el viento en la chimenea… o un
buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches… grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de
cada noche, a las doce… pero siempre encontré el darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era
ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi
en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se ha- minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido
bía aproximado a él, deslizándose furtiva, y envol- ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie
vía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella podría escucharlo a través de las paredes. Cesó,
sombra imperceptible era la que lo movía a sentir por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el
-aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presen- colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto,
cia de mi cabeza dentro de la habitación. completamente muerto. Apoyé la mano sobre el
Después de haber esperado largo tiempo, con toda corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía
paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo
abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la no volvería a molestarme.
linterna. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué de hacerlo cuando les describa las astutas precau-
cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un ciones que adopté para esconder el cadáver. La
fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo
de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre. con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé
Estaba abierto, abierto de par en par… y yo empecé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda Levanté luego tres planchas del piso de la habita-
claridad, de un azul apagado y con aquella horrible ción y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar
tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía los tablones con tanta habilidad que ningún ojo
ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido adver-
como movido por un instinto, había orientado el tir la menor diferencia. No había nada que lavar…
haz de luz exactamente hacia el punto maldito. ninguna mancha… ningún rastro de sangre. Yo era
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente demasiado precavido para eso. Una cuba había
por locura es sólo una excesiva agudeza de los sen- recogido todo… ¡ja, ja!
tidos? En aquel momento llegó a mis oídos un reso- Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de
nar apagado y presuroso, como el que podría hacer la madrugada, pero seguía tan oscuro como a me-
un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también dianoche. En momentos en que se oían las campa-
me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. nadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle.
Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía
un tambor estimula el coraje de un soldado. temer ahora?
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy
Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo civilmente como oficiales de policía. Durante la
que no se moviera, tratando de mantener con toda noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo
la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entre- cual se sospechaba la posibilidad de algún atenta-
tanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. do. Al recibir este informe en el puesto de policía,
Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, habían comisionado a los tres agentes para que
momento a momento. El espanto del viejo tenía registraran el lugar.
que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! Sonreí, pues… ¿qué tenía que temer? Di la bien-
¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho venida a los oficiales y les expliqué que yo había
que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a mediano- lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice
che, en el terrible silencio de aquella antigua casa, saber que el viejo se había ausentado a la campaña.
un resonar tan extraño como aquél me llenó de Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité
un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente,
todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero acabé conduciéndolos a la habitación del muerto.
el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa
Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis
nueva ansiedad se apoderó de mí… ¡Algún veci- confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los
no podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo tres caballeros que descansaran allí de su fatiga,
había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto
la linterna y me precipité en la habitación. El viejo triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el
clamó una vez… nada más que una vez. Me bastó cual reposaba el cadáver de mi víctima.
un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales
el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil los habían convencido. Por mi parte, me hallaba
que me había resultado todo. Pero, durante varios perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de
cosas comunes, mientras yo les contestaba con
animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar
que me ponía pálido y deseé que se marcharan.
Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en
los oídos; pero los policías continuaban sentados y
charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía
resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz
muy alta para librarme de esa sensación, pero con-
tinuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más
clara… hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel
sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí
hablando con creciente soltura y levantando mucho
la voz. Empero, el sonido aumentaba… ¿y que podía
hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso… ,
un sonido como el que podría hacer un reloj envuel-
to en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el
aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído
nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia,
pero el sonido crecía continuamente. Me puse en
pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y
con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía
continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de
un lado a otro, a grandes pasos, como si las obser-
vaciones de aquellos hombres me enfurecieran;
pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios!
¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia…
maldije… juré… Balanceando la silla sobre la cual
me había sentado, raspé con ella las tablas del piso,
pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía
sin cesar. ¡Más alto… más alto… más alto! Y entre-
tanto los hombres seguían charlando plácidamente
y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo
Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban!
¡Sabían… y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí,
así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier
cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa
sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía
soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí
que tenía que gritar o morir, y entonces… otra vez…
escuchen… más fuerte… más fuerte… más fuerte…
más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confie-
so que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí…
ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
EL GATO NEGRO Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico,
irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Lle-
gué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y ter-
No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque miné por infligirle violencias personales. Mis favoritos, cla-
simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo ro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No
esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia eviden- sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia
cia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración
sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con
Mi propósito inmediato consiste en poner de manifies- los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casuali-
to, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de dad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi
episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad
me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón,
destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a
sido horribles, para otros resultarán menos espantosos sufrir las consecuencias de mi mal humor.
que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya
inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; Una noche en que volvía a casa completamente embria-
una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos gado, después de una de mis correrías por la ciudad, me
excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos,
temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en
efectos naturales. la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca
y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma
Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que
de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra
grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas,
mis compañeros. Me gustaban especialmente los anima- lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y,
les, y mis padres me permitían tener una gran variedad. deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abra-
Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me so, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.
sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acari-
ciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube
llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí
fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimen- que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el
tado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo,
moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en
retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de
amor de un animal que llega directamente al corazón de lo sucedido.
aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la
frágil fidelidad del hombre. El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la
órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspec-
Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compar- to, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como
tiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los anima- de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar,
les domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de
más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la
colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato. evidente antipatía de un animal que alguna vez me había
querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso
Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable,
completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no
referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro
no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es
creencia popular de que todos los gatos negros son brujas uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una
metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seria- de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sen-
mente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla. timientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se
ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que
Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de
mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tenden-
me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho cia permanente, que enfrenta descaradamente al buen
impedir que anduviera tras de mí en la calle. sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la
Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad
Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el inson-
cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi dable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de
carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio.
violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de
mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros
suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una maña- que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma
na, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.
lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las
lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordi- Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una
miento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recor- taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro
daba que me había querido y porque estaba seguro de que posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que
no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos
sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió
que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera no haber advertido antes la presencia de la mancha negra
posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato
Dios más misericordioso y más terrible. negro muy grande, tan grande como Plutón y absoluta-
mente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el me-
La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel ac- nor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba
ción me despertaron gritos de: “¡Incendio!” Las cortinas de una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría
mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardien- casi todo el pecho.
do. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración
mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronrone-
bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve ando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encan-
que resignarme a la desesperanza. tado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el
animal que precisamente andaba buscando. De inmediato,
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de propuse su compra al tabernero, pero me contestó que
causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni
estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar sabía nada de él.
ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio
acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver
desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divi- a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le
sorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para
contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acos-
enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa tumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito
que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muche- de mi mujer.
dumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas
parecían examinar parte de la misma con gran atención y Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia
detalle. Las palabras “¡extraño!, ¡curioso!” y otras similares aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había
excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su
superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la ima- marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gra-
gen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez dualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta
verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el
pescuezo del animal. animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad
de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas sema-
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla nas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cual-
otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. quier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente-
Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio
ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al pro- de su detestable presencia, como si fuera una emanación
ducirse la alarma del incendio, la multitud había invadido de la peste.
inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga
y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue des-
duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Pro- cubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que
bablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstan-
de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, cia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer,
junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimien-
produjo la imagen que acababa de ver. tos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo
distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más
Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que puros.
no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido im-
presionó profundamente mi imaginación. Durante muchos El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo
meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinen-
ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que cia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera
que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a dando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces
mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera
a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacer- matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado.
me caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces,
ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momen- llevado por su intervención a una rabia más que demonía-
tos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía ca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza.
paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.
todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso
temor al animal. Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto
y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía
Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de
sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observa-
Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta ra. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento
celda de criminales me siento casi avergonzado de recono- pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos.
cer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sóta-
era intensificado por una de las más insensatas quimeras no. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo
que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una
llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que
la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció
entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el
recordará que esta mancha, aunque grande, me había pa- sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media
recido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, emparedaban a sus víctimas.
de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante
largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros
fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Repre- eran de material poco resistente y estaban recién revo-
sentaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por cados con un mortero ordinario, que la humedad de la
ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de
si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la
imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patí- cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al
bulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los
de la agonía y de la muerte! ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agu-
jero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese
Me sentí entonces más miserable que todas las miserias descubrir algo sospechoso.
humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había
yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los
producir tan insoportable angustia en un hombre creado ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cui-
a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche dadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve
pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mamposte-
criatura no me dejaba un instante solo; de noche, desper- ría en su forma original. Después de procurarme argamasa,
taba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del
el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado.
-pesadilla encarnada de la que no me era posible despren- Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba
derme- apoyado eternamente sobre mi corazón. bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido
tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de mate-
Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí rial suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: “Aquí, por
lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pen- lo menos, no he trabajado en vano”.
samientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tene-
brosos, los más perversos pensamientos. La melancolía Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causan-
habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborreci- te de tanta desgracia, pues al final me había decidido a
miento de todo lo que me rodeaba y de la entera humani- matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante
dad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el
la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuen- astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acce-
tes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba. so de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara
mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el
Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompa- maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura
ñó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por
obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empi- primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profun-
nada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo da y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del
cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvi- crimen sobre mi alma.
apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre
Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de
volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterra- fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia
do, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me
volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en
y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se la tumba!
practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó
mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa;
pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad
futura me parecía asegurada.

Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se pre-


sentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa
inspección. Convencido de que mi escondrijo era impe-
netrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me
pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron
hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta
vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un
solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de
aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al
otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho
y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías
estaban completamente satisfechos y se disponían a mar-
charse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para
reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una
palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi
inocencia.

-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la esca-


lera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas.
Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de
paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En
mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad,
casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es
una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se
marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez.

Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé


fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la
pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver
de la esposa de mi corazón.

¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archide-


monio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando
una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido,
sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de
un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en
un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhuma-
no, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror,
mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el
infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de
los demonios exultantes en la condenación.

Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa


de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta.
Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó
paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos
brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadá-
ver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada,
Método de composición resiste a mostrarse a plena luz, el pensamiento plenamente maduro
pero desechado por ser de índole inabordable, la elección prudente
y los arrepentimientos, las dolorosas raspaduras y las interpolación.
Edgar Allan Poe Es, en suma, los rodamientos y las cadenas, los artificios para los
cambios de decoración, las escaleras y los escotillones, las plumas
En una nota que en estos momentos tengo a la vista, Charles de gallo, el colorete, los lunares y todos los aceites que en el noventa
Dickens dice lo siguiente, refiriéndose a un análisis que efectué del y nueve por ciento de los casos son lo peculiar del histrión literario.
mecanismo de Barnaby Rudge: "¿Saben, dicho sea de paso, que Go- Por lo demás, no se me escapa que no es frecuente el caso en que
dwin escribió su Caleb Williams al revés? Comenzó enmarañando la un autor se halle en buena disposición para reemprender el camino
materia del segundo libro y luego, para componer el primero, pensó por donde llegó a su desenlace.
en los medios de justificar todo lo que había hecho".
Generalmente, las ideas surgieron mezcladas; luego fueron seguidas
Se me hace difícil creer que fuera ése precisamente el modo de y finalmente olvidadas de la misma manera.
composición de Godwin; por otra parte, lo que él mismo confiesa no
está de acuerdo en manera alguna con la idea de Dickens. Pero el En cuanto a mí, no comparto la repugnancia de que acabo de hablar,
autor de Caleb Williams era un autor demasiado entendido para no ni encuentro la menor dificultad en recordar la marcha progresiva de
percatarse de las ventajas que se pueden lograr con algún procedi- todas mis composiciones. Puesto que el interés de este análisis o
miento semejante. reconstrucción, que se ha considerado como un desiderátum en lite-
ratura, es enteramente independiente de cualquier supuesto ideal en
Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este lo analizado, no se me podrá censurar que salte a las conveniencias
nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes que si revelo aquí el modus operandi con que logré construir una de mis
la pluma ataque el papel. Sólo si se tiene continuamente presente obras. Escojo para ello El cuervo debido a que es la más conocida
la idea del desenlace podemos conferir a un plan su indispensable de todas. Consiste mi propósito en demostrar que ningún punto de la
apariencia de lógica y de causalidad, procurando que todas las inci- composición puede atribuirse a la intuición ni al azar; y que aquélla
dencias y en especial el tono general tienda a desarrollar la intención avanzó hacia su terminación, paso a paso, con la misma exactitud y
establecida. la lógica rigurosa propias de un problema matemático.
Creo que existe un radical error en el método que se emplea por Puesto que no responde directamente a la cuestión poética, prescin-
lo general para construir un cuento. Algunas veces, la historia nos damos de la circunstancia, si lo prefieren, la necesidad, de que nació
proporciona una tesis; otras veces, el escritor se inspira en un caso la intención de escribir un poema tal que satisficiera al propio tiempo
contemporáneo o bien, en el mejor de los casos, se las arregla para el gusto popular y el gusto crítico.
combinar los hechos sorprendentes que han de tratar simplemente la
base de su narración, proponiéndose introducir las descripciones, el Mi análisis comienza, por tanto, a partir de esa intención.
diálogo o bien su comentario personal donde quiera que un resquicio La consideración primordial fue ésta: la dimensión. Si una obra
en el tejido de la acción brinde la ocasión de hacerlo. literaria es demasiado extensa para ser leída en una sola sesión,
A mi modo de ver, la primera de todas las consideraciones debe debemos resignarnos a quedar privados del efecto, soberanamente
ser la de un efecto que se pretende causar. Teniendo siempre a la decisivo, de la unidad de impresión; porque cuando son necesarias
vista la originalidad (porque se traiciona a sí mismo quien se atreve dos sesiones se interponen entre ellas los asuntos del mundo, y todo
a prescindir de un medio de interés tan evidente), yo me digo, ante lo que denominamos el conjunto o la totalidad queda destruido au-
todo: entre los innumerables efectos o impresiones que es capaz tomáticamente. Pero, habida cuenta de que coeteris paribus, ningún
de recibir el corazón, la inteligencia o, hablando en términos más poeta puede renunciar a todo lo que contribuye a servir su propósito,
generales, el alma, ¿cuál será el único que yo deba elegir en el caso queda examinar si acaso hallaremos en la extensión alguna venta-
presente? ja, cual fuere, que compense la pérdida de unidad aludida. Por el
momento, respondo negativamente. Lo que solemos considerar un
Habiendo ya elegido un tema novelesco y, a continuación, un vigo- poema extenso en realidad no es más que una sucesión de poemas
roso efecto que producir, indago si vale más evidenciarlo mediante cortos, es decir, de efectos poéticos breves. Es inútil sostener que
los incidentes o bien el tono o bien por los incidentes vulgares y un un poema no es tal sino en cuanto eleva el alma y te reporta una
tono particular o bien por una singularidad equivalente de tono y de excitación intensa: por una necesidad psíquica, todas las excitacio-
incidentes; luego, busco a mi alrededor, o acaso mejor en mí mismo, nes intensas son de corta duración. Por eso, al menos la mitad del
las combinaciones de acontecimientos o de tomos que pueden ser "Paraíso perdido" no es más que pura prosa: hay en él una serie de
más adecuados para crear el efecto en cuestión. excitaciones poéticas salpicadas inevitablemente de depresiones. En
He pensado a menudo cuán interesante sería un artículo escrito por conjunto, la obra toda, a causa de su extensión excesiva, carece de
un autor que quisiera y que pudiera describir, paso a paso, la marcha aquel elemento artístico tan decisivamente importante: totalidad o
progresiva seguida en cualquiera de sus obras hasta llegar al término unidad de efecto.
definitivo de su realización. En lo que se refiere a las dimensiones hay, evidentemente, un límite
Me sería imposible explicar por qué no se ha ofrecido nunca al públi- positivo para todas las obras literarias: el límite de una sola sesión.
co un trabajo semejante; pero quizá la vanidad de los autores haya Ciertamente, en ciertos géneros de prosa, como Robinson Crusoe,
sido la causa más poderosa que justifique esa laguna literaria. Mu- no se exige la unidad, por lo que aquel límite puede ser traspasado:
chos escritores, especialmente los poetas, prefieren dejar creer a la sin embargo, nunca será conveniente traspasarlo en un poema. En
gente que escriben gracias a una especie de sutil frenesí o de intui- el mismo límite, la extensión de un poema debe hallarse en relación
ción extática; experimentarían verdaderos escalofríos si tuvieran que matemática con el mérito del mismo, esto es, con la elevación o la
permitir al público echar una ojeada tras el telón, para contemplar excitación que comporta; dicho de otro modo, con la cantidad de
los trabajosos y vacilantes embriones de pensamientos. La verdadera auténtico efecto poético con que pueda impresionar las almas. Esta
decisión se adopta en el último momento, ¡a tanta idea entrevista!, regla sólo tiene una condición restrictiva, a saber: que una relativa
a veces sólo como en un relámpago y que durante tanto tiempo se duración es absolutamente indispensable para causar un efecto,
cualquiera que fuere. intrínseco valor, evitándome la necesidad de someterlo a un análisis.
En cualquier caso, yo no lo consideraba sino en cuanto susceptible
Teniendo muy presentes en mí ánimo estas consideraciones, así
de perfeccionamiento; y pronto advertí que se encontraba aún en un
como aquel grado de excitación que nos situaba por encima del
estado primitivo. Tal como habitualmente se emplea, el estribillo no
gusto popular y por debajo del gusto crítico, concebí ante todo una
sólo queda limitado a las composiciones líricas, sino que la fuerza
idea sobre la extensión idónea para el poema proyectado: unos cien
de la impresión que debe causar depende del vigor de la monotonía
versos aproximadamente. En realidad cuenta exactamente ciento
en el sonido y en la idea. Solamente se logra el placer mediante la
ocho.
sensación de identidad o de repetición. Entonces yo resolví variar el
Mi pensamiento se fijó seguidamente en la elevación de una impre- efecto, con el fin de acrecentarlo, permaneciendo en general fiel a la
sión o de un efecto que causar. Aquí creo que conviene observar que, monotonía del sonido, pero alterando continuamente el de la idea:
a través de este trabajo de construcción, tuve siempre presente la es decir, me propuse causar una serie continua de efectos nuevos
voluntad de lograr una obra universalmente apreciable. con una serie de variadas aplicaciones del estribillo, dejando que
éste fuese casi siempre parecido.
Me alejaría demasiado de mi objeto inmediato presente si me
entretuviese en demostrar un punto en que he insistido muchas Habiendo ya fijado estos puntos, me preocupé por la naturaleza de
veces: que lo bello es el único ámbito legítimo de la poesía. Con mi estribillo: puesto que su aplicación tenía que ser variada con
todo, diré unas palabras para presentar mi verdadero pensamiento, frecuencia, era evidente que el estribillo en cuestión había de ser
que algunos amigos míos se han apresurado demasiado a disimu- breve, pues hubiera sido una dificultad insuperable variar frecuente-
lar. El placer a la vez más intenso, más elevado y más puro no se mente las aplicaciones de una frase un poco extensa. Por supuesto,
encuentra -según creo- más que en la contemplación de lo bello. la facilidad de variación estaría proporcionada a la brevedad de una
Cuando los hombres hablan de belleza no entienden precisamente frase. Ello me condujo seguidamente a adoptar como estribillo ideal
una cualidad, como se supone, sino una impresión: en suma, tienen una única palabra. Entonces me absorbió la cuestión sobre el carác-
presente la violenta y pura elevación del alma -no del intelecto ni ter de aquella palabra. Habiendo decidido que habría un estribillo,
del corazón- que ya he descrito y que resulta de la contemplación la división del poema en estancias resultaba un corolario necesario,
de lo bello. Ahora bien, yo considero la belleza como el ámbito de la pues el estribillo constituye la conclusión de cada estrofa. No admitía
poesía, porque es una regla evidente del arte que los efectos deben duda para mí que semejante conclusión o término, para poseer
brotar necesariamente de causas directas, que los objetos deben ser fuerza, debía ser necesariamente sonora y susceptible de un énfasis
alcanzados con los medios más apropiados para ello -ya que ningún prolongado: aquellas consideraciones me condujeron inevitablemen-
hombre ha sido aún bastante necio para negar que la elevación te a la o larga, que es la vocal más sonora, asociada a la r, porque
singular de que estoy tratando se halle más fácilmente al alcance de ésta es la consonante más vigorosa.
la poesía. En cambio, el objeto verdad, o satisfacción del intelecto,
Ya tenía bien determinado el sonido del estribillo. A continuación era
y el objeto pasión, o excitación del corazón, son mucho más fáciles
preciso elegir una palabra que lo contuviese y, al propio tiempo, es-
de alcanzar por medio de la prosa aunque, en cierta medida, queden
tuviese en el acuerdo más armonioso posible con la melancolía que
también al alcance de la poesía.
yo había adoptado como tono general del poema. En una búsqueda
En resumen, la verdad requiere una precisión, y la pasión una fami- semejante, hubiera sido imposible no dar con la palabra nevermore
liaridad (los hombres verdaderamente apasionados me compren- (nunca más). En realidad, fue la primera que se me ocurrió.
derán) radicalmente contrarias a aquella belleza, que no es sino la
El siguiente fue éste: ¿cual será el pretexto útil para emplear conti-
excitación -debo repetirlo- o el embriagador arrobamiento del alma.
nuamente la palabra nevermore? Al advertir la dificultad que se me
De todo lo dicho hasta el presente no puede en modo alguno dedu- planteaba para hallar una razón válida de esa repetición continua, no
cirse que la pasión ni la verdad no puedan ser introducidas en un dejé de observar que surgía tan sólo de que dicha palabra, repeti-
poema, incluso con beneficio para éste; ya que pueden servir para da tan cerca y monótonamente, había de ser proferida por un ser
aclarar o para potenciar el efecto global, como las disonancias por humano: en resumen, la dificultad consistía en conciliar la monotonía
contraste. Pero el auténtico artista se esforzará siempre en reducirlas aludida con el ejercicio de la razón en la criatura llamada a repetir la
a un papel propicio al objeto principal que se pretenda, y además en palabra. Surgió entonces la posibilidad de una criatura no razona-
rodearlas, tanto como pueda, de la nube de belleza que es atmósfera ble y, sin embargo, dotada de palabra: como lógico, lo primero que
y esencia de la poesía. En consecuencia, considerando lo bello como pensé fue un loro; sin embargo, éste fue reemplazado al punto por
mi terreno propio, me pregunté entonces: ¿cuál es el tono para su un cuervo, que también está dotado de palabra y además resulta
manifestación más alta? Éste había de ser el tema de mi siguiente infinitamente más acorde con el tono deseado en el poema.
meditación. Ahora bien, toda la experiencia humana coincide en
Así, pues, había llegado por fin a la concepción de un cuervo. ¡El
que ese tono es el de la tristeza. Cualquiera que sea su parentesco,
cuervo, ave de mal agüero!, repitiendo obstinadamente la palabra
la belleza, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevita-
nevermore al final de cada estancia en un poema de tono melancóli-
blemente, a las almas sensibles. Así, pues, la melancolía es el más
co y una extensión de unos cien versos aproximadamente. Entonces,
idóneo de los tonos poéticos.
sin perder de vista el superlativo o la perfección en todos los puntos,
Una vez determinados así la dimensión, el terreno y el tono de mi me pregunté: entre todos los temas melancólicos, ¿cuál lo es más,
trabajo, me dediqué a la busca de alguna curiosidad artística e según lo entiende universalmente la humanidad? Respuesta inevita-
incitante, que pudiera actuar como clave en la construcción del ble: ¡la muerte! Y, ¿cuándo ese asunto, el más triste de todos, resulta
poema: de algún eje sobre el que toda la máquina hubiera de girar; ser también el más poético? Según lo ya explicado con bastante
empleando para ello el sistema de la introducción ordinaria. Reflexio- amplitud, la respuesta puede colegirse fácilmente: cuando se alíe
nando detenidamente sobre todos los efectos de arte conocidos o, íntimamente con la belleza. Luego la muerte de una mujer hermosa
más propiamente, sobre todo los medios de efecto -entendiendo es, sin disputa de ninguna clase, el tema más poético del mundo; y
este término en su sentido escénico-, no podía escapárseme que queda igualmente fuera de duda que la boca más apta para desarro-
ninguno había sido empleado con tanta frecuencia como el estribillo. llar el tema es precisamente la del amante privado de su tesoro.
La universalidad de éste bastaba para convencerme acerca de su
Tenía que combinar entonces aquellas dos ideas: un amante que
llora a su amada perdida. Y un cuervo que repite continuamente la Lo cierto es que la originalidad -exceptuando los espíritus de una
palabra nevermore. No sólo tenía que combinarlas, sino además va- fuerza insólita- no es en manera alguna, como suponen muchos,
riar cada vez la aplicación de la palabra que se repetía: pero el único cuestión de instinto o de intuición. Por lo general, para encontrarla
medio posible para semejante combinación consistía en imaginar hay que buscarla trabajosamente; y aunque sea un positivo mérito
un cuervo que aplicase la palabra para responder a las preguntas de la más alta categoría, el espíritu de invención no participa tanto
del amante. Entonces me percaté de la facilidad que se me ofrecía como el de negación para aportarnos los medios idóneos de alcan-
para el efecto de que mi poema había de depender: es decir, el zarla.
efecto que debía producirse mediante la variedad en la aplicación
Ni qué decir tiene que yo no pretendo haber sido original en el ritmo
del estribillo.
o en el metro de El cuervo. El primero es troqueo; el otro se compone
Comprendí que podía hacer formular la primera pregunta por el de un verso octómetro acataléctico, alternando con un heptámetro
amante, a la que respondería el cuervo: nevermore; que de esta cataléctico que, al repetirse, se convierte en estribillo en el quinto
primera pregunta podía hacer una especie de lugar común, de la se- verso, y finaliza con un tetrámetro cataléctico. Para expresarme sin
gunda algo menos común, de la tercera algo menos común todavía, y pedantería, los pies empleados, que son troqueos, consisten en una
así sucesivamente, hasta que por último el amante, arrancado de su sílaba larga seguida de una breve; el primer verso de la estancia se
indolencia por la índole melancólica de la palabra, su frecuente repe- compone de ocho pies de esa índole; el segundo, de siete y medio;
tición y la fama siniestra del pájaro, se encontrase presa de una agi- el tercero, de ocho; el cuarto, de siete y medio; el quinto, también de
tación supersticiosa y lanzase locamente preguntas del todo diversas, siete y medio; el sexto, de tres y medio. Ahora bien, si se consideran
pero apasionadamente interesantes para su corazón: unas preguntas aisladamente cada uno de esos versos habían sido ya empleados, de
donde se diesen a medias la superstición y la singular desesperación manera que la originalidad de El cuervo consiste en haberlos combi-
que halla un placer en su propia tortura, no sólo por creer el amante nado en la misma estancia: hasta el presente no se había intentado
en la índole profética o diabólica del ave (que, según le demuestra la nada que pudiera parecerse, ni siquiera de lejos, a semejante combi-
razón, no hace más que repetir algo aprendido mecánicamente), sino nación. El efecto de esa combinación original se potencia mediante
por experimentar un placer inusitado al formularlas de aquel modo, algunos otros efectos inusitados y absolutamente nuevos, obtenidos
recibiendo en el nevermore siempre esperado una herida reincidente, por una aplicación más amplia de la rima y de la aliteración.
tanto más deliciosa por insoportable.
El punto siguiente que considerar era el modo de establecer la comu-
Viendo semejante facilidad que se me ofrecía o, mejor dicho, que nicación entre el amante y el cuervo: el primer grado de la cuestión
se me imponía en el transcurso de mi trabajo, decidí primero la consistía, naturalmente, en el lugar. Pudiera parecer que debiese
pregunta final, la pregunta definitiva, para la que el nevermore sería brotar espontáneamente la idea de una selva o de una llanura; pero
la última respuesta, a su vez: la más desesperada, llena de dolor y siempre he estimado que para el efecto de un suceso aislado es ab-
de horror que concebirse pueda. solutamente necesario un espacio estrecho: le presta el vigor que un
marco añade a la pintura. Además, ofrece la ventaja moral indudable
Aquí puedo afirmar que mi poema había encontrado su comienzo
de concentrar la atención en un pequeño ámbito; ni que decir tiene
por el fin, como debieran comenzar todas las obras de arte: enton-
que esta ventaja no debe confundirse con la que se obtenga de la
ces, precisamente en este punto de mis meditaciones, tomé por vez
mera unidad de lugar.
primera la pluma, para componer la siguiente estancia:
En consecuencia, decidí situar al amante en su habitación, en una
¡Profeta! Aire, ¡ente de mal agüero! ¡Ave o demonio, pero profeta
habitación que había santificado con los recuerdos de la que había
siempre!
vivido allí. La habitación se describiría como ricamente amueblada:
Por ese cielo tendido sobre nuestras cabezas, por ese Dios que
con objeto de satisfacer las ideas que ya expuse acerca de la belle-
ambos adoramos,
za, en cuanto única tesis verdadera de la poesía.
di a esta alma cargada de dolor si en el Paraíso lejano
podrá besar a una joven santa que los ángeles llaman Leonor, Habiendo determinado así el lugar, era preciso introducir enton-
besar a una preciosa y radiante joven que los ángeles llaman ces el ave: la idea de que ésta penetrase por la ventana resultaba
Leonor". inevitable. Que al amante supusiera, en el primer momento, que el
El cuervo dijo: "¡Nunca más!." aleteo del pájaro contra el postigo fuese una llamada a su puerta
Sólo entonces escribí esta estancia: primero, para fijar el grado su- era una idea brotada de mi deseo de aumentar la curiosidad del
premo y poder de este modo, más fácilmente, variar y graduar, según lector, obligándole a aguardar; pero también del deseo de colocar el
su gravedad y su importancia, las preguntas anteriores del amante; efecto incidental de la puerta abierta de par en par por el amante,
y en segundo término, para decidir definitivamente el ritmo, el metro, que no halla más que oscuridad, y que por ello puede adoptar en
la extensión y la disposición general de la estrofa, así como graduar parte la ilusión de que el espíritu de su amada ha venido a llamar...
las que debieran anteceder, de modo que ninguna aventajase a ésta Hice que la noche fuera tempestuosa, primero para explicar que el
en su efecto rítmico. Si, en el trabajo de composición que debía sub- cuervo buscase la hospitalidad; también para crear el contraste con
seguir, yo hubiera sido tan imprudente como para escribir estancias la serenidad material reinante en el interior de la habitación.
más vigorosas, me hubiera dedicado a debilitarlas, conscientemente
Así, también, hice posarse el ave sobre el busto de Palas para
y sin ninguna vacilación, de modo que no contrarrestasen el efecto
establecer el contraste entre su plumaje y el mármol. Se comprende
de crescendo.
que la idea del busto ha sido suscitada únicamente por el ave; que
Podría decir también aquí algo sobre la versificación. Mi primer fuese precisamente un busto de Palas se debió en primer lugar a la
objeto era, como siempre, la originalidad. Una de las cosas que me relación íntima con la erudición del amante y en segundo término a
resultan más inexplicables del mundo es cómo ha sido descuida- causa de la propia sonoridad del nombre de Palas.
da la originalidad en la versificación. Aun reconociendo que en el
Hacia mediados del poema, exploté igualmente la fuerza del con-
ritmo puro exista poca posibilidad de variación, es evidente que las
traste con el objeto de profundizar la que sería la impresión final. Por
variedades en materia de metro y estancia son infinitas: sin embar-
eso, conferí a la entrada del cuervo un matiz fantástico, casi lindante
go, durante siglos, ningún hombre hizo nunca en versificación nada
con lo cómico, al menos hasta donde mi asunto lo permitía. El cuer-
original, ni siquiera ha parecido desearlo.
vo penetra con un tumultuoso aleteo. como su primera fase o fase natural, halla su conclusión precisamen-
te en esa tendencia del corazón a la tortura, llevada hasta el último
No hizo ni la menor reverencia, no se detuvo, no vaciló ni un
extremo: hasta aquí, no se ha mostrado nada que pase los límites de
minuto;
la realidad.
pero con el aire de un señor o de una dama, colgóse sobre la
puerta de mi habitación. Pero, en los temas manejados de esta manera, por mucha que sea
En las dos estancias siguientes, el propósito se manifiesta aun la habilidad del artista y mucho el lujo de incidentes con que se
más: adornen, siempre quedan cierta rudeza y cierta desnudez que dañan
Entonces aquel pájaro de ébano, que por la gravedad de su la mirada de la persona sensible. Dos elementos se exigen eterna-
postura y la severidad mente: por una parte, cierta suma de complejidad, dicho con mayor
de su fisonomía inducía a mi triste imaginación a sonreír: propiedad, de combinación; por otra cierta cantidad de espíritu
"Aunque tu cabeza", le dije, "no lleve ni capote ni cimera, sugestivo, algo así como una vena subterránea de pensamiento, invi-
ciertamente no eres un cobarde, lúgubre y antiguo cuervo parti- sible e indefinido. Esta última cualidad es la que le confiere a la obra
do de las riberas de la noche. de arte el aire opulento que a menudo cometemos la estupidez de
¡Dime cuál es tu nombre señorial en las riberas de la noche confundir con el ideal. Lo que transmuta en prosa -y prosa de la más
plutónica". baja estofa-, la pretendida poesía de los que se denominan tras-
El cuervo dijo: "¡Nunca más!". cendentalistas, es justamente el exceso en la expresión del sentido
Me maravilló que aquel desgraciado volátil entendiera tan fácil- que sólo debe quedar insinuado, la manía de convertir la corriente
mente la palabra, subterránea de una obra en la otra corriente, visible en la superficie.
si bien su respuesta no tuvo mucho sentido y no me sirvió de
Convencido de ello, añadí las dos estancias que concluyen el poema,
mucho;
porque su calidad sugestiva había de penetrar en toda la narración
porque hemos de convenir en que nunca más fue dado a un
antecedente. La corriente subterránea del pensamiento se muestra
hombre vivo
por primera vez en estos versos:
el ver a un ave encima de la puerta de su habitación,
a un ave o una bestia sobre un busto esculpido encima de la Arranca tu pico de mi corazón y precipita tu espectro lejos de mi
puerta de su habitación, puerta.
llamarse un nombre tal como "¡Nunca más!". El cuervo dijo: "Nunca más".

Preparado así el efecto del desenlace, me apresuro a abandonar el Quiero subrayar que la expresión "de mi corazón" encierra la primera
tono fingido y adoptar el serio, más profundo: este cambio de tono expresión poética. Estas palabras, con la correspondiente respuesta,
se inicia en el primer verso de la estancia que sigue a la que acabo jamás, disponen el espíritu a buscar un sentido moral en toda la
de citar: narración que se ha desarrollado anteriormente. Entonces el lector
comienza a considerar el cuervo como un ser emblemático pero sólo
Mas el cuervo, posado solitariamente en el busto plácido, no
en el último verso de la última estancia puede ver con nitidez la in-
profirió..., etc.
tención de hacer del cuervo el símbolo del recuerdo fúnebre y eterno.
A partir de este momento, el amante ya no bromea; ya no ve nada
Y el cuervo, inmutable, sigue instalado, siempre instalado
ficticio en el comportamiento del ave. Habla de ella en los términos
sobre el busto plácido de Palas, justo encima de la puerta de mi
de una triste, desgraciada, siniestra, enjuta y augural ave de los
habitación;
tiempos antiguos y siente los ojos ardientes que le abrasan hasta el
y sus ojos parecen los ojos de un demonio que medita;
fondo del corazón. Esa transición de su pensamiento y esa imagina-
y la luz de la lámpara, que le chorrea encima, proyecta su som-
ción del amante tienen como finalidad predisponer al lector a otras
bra en el suelo;
análogas, conduciendo el espíritu hacia una posición propicia para
y mi alma, fuera del círculo de aquella sombra que yace flotando
el desenlace, que sobrevendrá tan rápida y directamente como sea
en el suelo,
posible. Con el desenlace propiamente dicho, expresado en el jamás
no podrá elevarse ya más, ¡nunca más!
del cuervo en respuesta a la última pregunta del amante -¿encontra-
rá a su amada en el otro mundo?-, puede considerarse concluido el
poema en su fase más clara y natural, la de simple narración. Hasta
el presente, todo se ha mantenido en los límites de lo explicable y lo
real.
Un cuervo ha aprendido mecánicamente la única palabra jamás;
habiendo huido de su propietario, la furia de la tempestad le obliga,
a medianoche, a pedir refugio en una ventana donde aún brilla una
luz: la ventana de un estudiante que, divertido por el incidente, le
pregunta en broma su nombre, sin esperar respuesta. Pero el cuervo,
al ser interrogado, responde con su palabra habitual, nunca más:
palabra que inmediatamente suscita un eco melancólico en el cora-
zón del estudiante; y éste, expresando en voz alta los pensamientos
que aquella circunstancia le sugiere, se emociona ante la repetición
del jamás. El estudiante se entrega a las suposiciones que el caso
le inspira; mas el ardor del corazón humano no tarda en inclinarle a
martirizarse, así mismo y también por una especie de superstición
a formularle preguntas que la respuesta inevitable, el intolerable
"nunca más", le proporcione la más horrible secuela de sufrimiento,
en cuanto amante solitario. La narración en lo que he designado
STENDHAL La cúpula de los Inválidos
El síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de
Un hermoso día del mes de junio, entre las cuatro y las cinco,
Florencia) es una enfermedad psicosomática que causa un ele-
salí de la celda de la calle du Bac donde mi honorable y estu-
vado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones
dioso amigo, el barón de Werther, me había ofrecido el almuerzo
cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente
más delicado del que se pueda hacer mención en los castos
cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en
y sobrios anales de mi estómago; pues el estómago tiene su
grandes cantidades en un mismo lugar.
literatura, su memoria, su educación, su elocuencia; el estóma-
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomá-
go es un hombre dentro del hombre; y jamás experimenté de
tica, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente
modo tan curioso la influencia ejercida por este órgano sobre mi
de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la
economía mental.
exuberancia del goce artístico.
Se le denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX Después de habernos obsequiado amablemente con vinos
Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una pri- del Rin y de Hungría, había terminado la comida de amigos
mera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su haciendo que nos sirvieran vino de Champaña. Hasta aquel
visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y momento, su hospitalidad podría considerarse normal, de no ser
que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a por su charla de artista, sus relatos fantásticos y, sobre todo, de
Reggio: no ser por nosotros, sus amigos, todos personas de entusiasmo,
“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las corazón y pasión.
sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos
Hacia el final del almuerzo, nos encontramos todos presas de
apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida
una dulce melancolía y sumergidos en una absorción bastante
estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.
lógica en personas que han comido bien. Percatándose de ello,
el barón, el excelente crítico, el erudito alemán que, pese a su
Algunas frases de Stendhal:
baronía, lleva la admirable y poética vida de los monjes del siglo
XVI en su celda abacial; nuestro monje -digo-, remató su obra de
• El amor es la única mercancía que se paga con una moneda
gastrolatría con una auténtica salida de monje.
acuñada por él mismo.
• El hombre que no ha amado apasionadamente ignora la mitad En un momento en el que la conversación quedó interrumpi-
más hermosa de su vida. da cuando nos encontrábamos en sillones inventados por el
confort inglés pero perfeccionados en París que habrían causado
• Las mujeres demasiado bellas sorprenden menos el segundo día.
admiración a los benedictinos, Werther se sentó ante una es-
• Para gozar íntimamente y para amar se necesita soledad, mas para pecie de mesita y, levantando una parte de la tapa, sacó de un
salir airoso se precisa vivir en el mundo. instrumento alemán unos sonidos que se encontraban a mitad
• El amor es como la fiebre: brota y aumenta contra nuestra volun- de camino entre los acentos lúgubres de un gato cortejando a
tad. una gata o soñando con los placeres del canalón, y las notas de
• Un hijo es un acreedor dado por la naturaleza. un órgano vibrando en una iglesia. No sé lo que hizo con aquel
instrumento de melancolía, pero mi inteligencia no se vio jamás
• Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
tan cruelmente trastornada como en aquella ocasión.
• Puede adquirirse todo en la sociedad menos el carácter.
El aire, dirigido hacia los metales, producía unas vibraciones
• El arte de amar se reduce a decir exactamente lo que el grado de
armónicas tan fuertes, tan graves, tan agudas, que cada nota
embriaguez del momento requiera.
atacaba instantáneamente una fibra, y aquella música de verdín,
• Con las pasiones uno no se aburre jamás; sin ellas, se idiotiza. aquellas melodías impregnadas de arsénico, introdujeron violen-
• La diferencia de la infidelidad en los dos sexo es tan real que una tamente en mi alma todas las ensoñaciones de Jean-Paul, todas
mujer apasionada puede perdonar una infidelidad, cosa imposible las baladas alemanas, toda la poesía fantástica y doliente que
para un hombre. me hizo huir en medio de gran agitación, a mí que soy alegre y
• El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a jovial. Me sentí como si mi personalidad se hubiera desdoblado.
recogerla al borde de un precipicio. Mi ser interior había abandonado mi forma exterior por la que
una o dos mujeres, mi familia y yo, sentimos algo de amistad.
• Para un amante ya no hay amigos.
El aire ya no era el aire; mis piernas ya no eran piernas, eran
• Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor. algo flojo y sin consistencia que se doblaba; los adoquines se
• Es indispensable, para que otros nos soporten a gusto, participar hundían, los transeúntes bailaban y París me parecía singular-
hasta cierto punto en sus pasiones. mente alegre.
• Lo que hace tan agudo el dolor de los celos, es que la vanidad no Tomé la calle de Babylone y caminé melancólicamente hacia
puede ayudar a soportarlo. los bulevares, adoptando como punto de referencia la cúpula
• Querer, es tener el valor de exponerse a un inconveniente; exponer- de los Inválidos. Al dar la vuelta a no sé qué calle, ¡vi que la
se así es tentar al acaso y es jugar. cúpula venía hacia mí!... En un primer momento me quedé
• Ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música, como algo sorprendido y me detuve. Sí, era sin duda la cúpula de los
emprender un viaje sin un libro, como ir por el mar sin estrella que Inválidos que se paseaba boca abajo, apoyando en el suelo su
nos oriente. punta, y tomaba el sol como cualquier buen burgués del barrio
del Marais. Interpreté esta visión como un efecto óptico y gocé
• Tener el carácter firme es tener una larga y sólida experiencia de
del mismo placenteramente, sin querer explicarme el fenómeno;
los desengaños y desgracias de la vida.
pero tuve sensación de pavor cuando, viendo que se acercaba
BALZAC a mí, quería pisarme los talones... Eché a correr, pero oía detrás
de mí el paso pesado de aquella dichosa cúpula, que parecía llas torres de catedrales... ¡Qué prestigio! ¡Qué serían a mi lado
burlarse de mí. Sus ojos reían; efectivamente, el sol al pasar por los Paganini, los Rossini, los Cuvier, los Canova o los Goethe!
las ventanas abiertas de tramo en tramo, le daba un vago pare- Tenía la fe más absoluta en mi poder, la fe de la que habló
cido con ojos, y la cúpula me lanzaba auténticas miradas... Cristo, la voluntad sin límites que permite mover montañas, la
fuerza con cuya ayuda podemos abolir las leyes del espacio y
-¡Soy bastante tonto! -pensé-. Voy a ponerme detrás de ella...
del tiempo, cuando vi avanzar hacia mí, a la máxima velocidad
La dejé pasar, y entonces volvió a colocarse con la punta hacia que pueden alcanzar los caballos de los servicios públicos, un
arriba. En esa posición, me hizo un gesto con la cabeza, y su cabriolé que desembocó por la calle Saint-Dominique.
maldito ropaje azul y oro se arrugó como la falda de una mujer...
-¡Tenga cuidado con la cúpula! -grité.
Entonces di unos pasos hacia atrás para plantarla allí mismo,
pues empecé a sentirme inquieto. No había duda de que, al día El conductor no me oyó, lanzó su caballo hasta el centro de la
siguiente, los periódicos no dejarían de contar que yo, autor de cúpula; yo solté un enorme grito pues la pobre cúpula, que no
algunos artículos insertados en La Revue, me había llevado la había podido echarse a un lado, se hizo mil pedazos, y me salpi-
cúpula de los Inválidos; aquello me resultaba indiferente porque có totalmente. Luego, cuando pasó aquel condenado cabriolé, vi
tenía intención de defenderme y de contar abiertamente que la a la tozuda cúpula volverse a colocar boca abajo, sobre la punta,
cúpula se había encaprichado conmigo y me había seguido por con pequeñas sacudidas; las piedras se armaban de nuevo,
su cuenta. Mi carácter bien conocido, mis hábitos y costumbres las bellas franjas doradas reaparecían, y yo me secaba la cara
debían hacer comprender que, lejos de degradar los monumen- instintivamente; pues en aquel momento, mi ser exterior regresó
tos públicos, yo abogaba por dialogar con ellos. y me encontré cerca de los Inválidos, ante un enorme charco de
agua en el que se reflejaba la cúpula de los Inválidos.
La mayor dificultad, y la que más me inquietaba, era saber qué
iba a hacer yo con aquella cúpula. No hay duda de que se podía Creo que estaba borracho... ¡Maldita fisarmónica! ¡Qué manera
ganar una fortuna... Además de que la amistad de la cúpula de de atacar los nervios!...
los Inválidos con un hombre no era sino algo muy halagador,
podía llevarla a algún país extranjero, exponerla en Londres junto
a Saint-Paul... Pero si tenía intención de seguirme, ¿cómo iba ZOLA
a volver yo a mi casa?... ¿Dónde la iba a poner? Naturalmente,
Los hombros de la marquesa
iba a producir considerables desperfectos por las calles por
donde pasara; es verdad que podría llevarla por los muelles y I
mantenerla siempre junto al río... Si me molestaba en avisar, La marquesa duerme en su gran lecho, bajo el ancho dosel de
la gente la dejaría pasar; pero, si se empeñaba en entrar en mi satén amarillo. A las doce, al escuchar el sonido claro del reloj
casa, derribaría el inmueble en el que vivo de alquiler. ¡Menuda de pared, se decide a abrir los ojos. La habitación está tibia. Las
indemnización me pediría el propietario! La casa no está asegu- alfombras, las colgaduras de puertas y ventanas la convierten en
rada contra cúpulas... Y, si la llevaba a Londres o a Berlín, ¡qué un nido mullido donde el frío no penetra. Fluyen calores y olores.
desperfectos no haría por el camino...! Allí reina una eterna primavera. Y, tan pronto como está bien
-¡Santo Dios! ¡Qué raros están los Inválidos sin la cúpula! despierta, la marquesa parece víctima de una súbita ansiedad.
-exclamé. Retira las mantas y llama a Julie.
Al oír estas palabras, las personas que se encontraban cerca -¿La señora ha llamado?
levantaron los ojos hacia la iglesia y rompieron a reír. Decían: -Dígame, ¿ha subido la temperatura?
«Pero ¿qué ha sido de ella?» «¡Estoy seguro de que todo París
está preocupado!» Entonces escuché un griterío, un clamor que ¡Oh! ¡la buena marquesa! ¡Con qué emocionada voz ha pregun-
hacía pensar en que se aproximaba el fin del mundo: «¡Ya está! tado! Su primer pensamiento es para aquel terrible frío, aquel
¡están reclamando su cúpula!» me dije. viento del norte que ella no nota, pero que tan cruelmente debe
soplar en los tugurios de los pobres. Y pregunta si el cielo se ha
Tenía razón, la cúpula de los Inválidos es uno de los monumen- apiadado, si puede estar caliente sin sentir remordimientos, sin
tos más bellos de París; y, desde que, por una fantasía bastan- pensar en todos los que tiritan.
te rara entre cúpulas, era de mi propiedad, la admiraba con
embeleso. Bajo los rayos del sol resplandecía como si estuviera -¿Ha subido la temperatura?
cubierta de piedras preciosas, su azul se destacaba claramente La doncella le ofrece el salto de cama que acaba de calentar
en el del cielo, y su linterna tan graciosa, tan maravillosamente junto a un gran fuego.
elegante y ligera, parecía ofrecerme detalles en los que no había
reparado hasta entonces. Es verdad que tenía algunas zonas -¡Oh! no, señora, no ha subido la temperatura. Al contrario,
estropeadas y que habían perdido el dorado; pero yo no era su- está helando con mayor intensidad. Acaban de encontrar a un
ficientemente rico como para devolverles su esplendor imperial. hombre muerto de frío en un ómnibus.
Cerca de Nemours he conocido a un agricultor que tiene la La marquesa se deja llevar por una alegría infantil; aplaude y
singular habilidad de fascinar a las abejas y de hacer que le grita:
sigan sin picarle. Es su rey: les silba y acuden; les dice que se -¡Ah! ¡estupendo! Entonces esta tarde iré a patinar.
marchen y huyen. Tal vez haya llegado yo a un completo desarro-
llo moral, a un poder sobrenatural y haya adquirido el poder de
atraer a las cúpulas. II
Entonces, por el interés de Francia, pensé en colocar ésta en su Julie recorre las cortinas, suavemente, para que la brusca clari-
lugar habitual y viajar por Europa para traerme a París numero- dad no hiera la delicada vista de la deliciosa marquesa. El refle-
sas cúpulas célebres, las de Oriente, las de Italia, y las más be- jo azulado de la nieve inunda el dormitorio de una luz alegre. El
cielo está gris, pero de un gris tan bonito que a la marquesa le Los hombros de la marquesa han quedado siempre íntegros y
recuerda el vestido de seda gris perla que llevaba la víspera en victoriosos. Han soportado un mundo sin que una sola arruga
el baile del ministerio. El vestido estaba adornado con blondas haya venido a rajar su mármol blanco.
blancas, semejantes a los ribetes de nieve que ve al borde de
los tejados, sobre la palidez del cielo.
IV
La víspera estaba encantadora con sus nuevos diamantes. Se
acostó a las cinco. Por eso tiene aún la cabeza algo pesada. Sin Esta tarde, al salir de las manos de Julie, la marquesa, vestida
embargo, se ha sentado ante el espejo y Julie ha levantado la con un delicioso conjunto polaco, ha ido a patinar. Patina adora-
oleada rubia de sus cabellos. La bata se desliza y los hombros blemente bien.
quedan al aire hasta media espalda.
En el bosque hacía un frío intenso, un cierzo que picaba en la
Toda una generación ha envejecido ya contemplando el espec- nariz y en los labios de aquellas damas como si el viento les
táculo de los hombros de la marquesa. Desde que, gracias a arrojara arena fina al rostro. La marquesa reía, tener frío le diver-
un poder fuerte, las damas de físico atractivo pueden escotarse tía. De vez en cuando iba a calentarse los pies en los braseros
y bailar en las Tullerías, ella ha paseado sus hombros por la encendidos en las márgenes del pequeño lago. Luego volvía
baraúnda de los salones oficiales, con una asiduidad que la ha al aire helado, marchándose como una golondrina que roza el
convertido en el estandarte viviente de los encantos del Segun- suelo.
do Imperio. Ha tenido que acomodarse a la moda, escotar sus
¡Ah! ¡qué buen rato y qué estupendo que no haya llegado aún
vestidos unas veces hasta el declive de los riñones, otras hasta
el deshielo! La marquesa podrá patinar toda la semana.
el extremo de sus pechos; hasta el punto de que la querida
mujer, hoyuelo a hoyuelo, ha mostrado ya todos los tesoros de Al regresar, la marquesa ha visto en un vial lateral de los
su corpiño. Campos Elíseos a una pobre tiritando al pie de un árbol, medio
muerta de frío.
No hay ni tanto así de su espalda o de su pecho que no sea
conocido desde la Magdalena hasta Santo Tomás de Aquino. -¡Pobrecilla! -ha susurrado con voz disgustada.
Los hombros de la marquesa, generosamente exhibidos, son el Y, como el coche iba muy rápido y la marquesa no podía encon-
blasón voluptuoso del reino. trar su monedero, le lanzó a la pobre su ramo, un ramo de lilas
blancas que costaba por lo menos cinco luises.
III
Es verdad, es inútil describir los hombros de la marquesa. Son
tan populares como el puente Nuevo. Durante dieciocho años
han formado parte de los espectáculos públicos. Basta con ver
un pequeño trozo en un salón, en el teatro o en cualquier otro
lugar, para exclamar: «¡Hombre! ¡la marquesa! ¡Reconozco la
señal negra de su hombro izquierdo!».
Por lo demás, son unos hermosos hombros, blancos, rollizos,
provocativos. Las miradas de un gobierno han pasado por ellos
proporcionándoles mayor finura, como le sucede a las losas que
los pies de la gente pulen con el paso del tiempo.
Si yo fuera el marido o el amante, preferiría ir a besar el pomo
de cristal de la puerta del despacho de un ministro, desgasta-
do por la mano de los que van a solicitar algo, antes que rozar
con los labios aquellos hombros sobre los que ha pasado el
aliento cálido de todo el París galante. Cuando se piensa en los
mil deseos que han temblado a su alrededor, uno se pregunta
de qué arcilla ha debido hacerlos la naturaleza para que no se
hayan corroído ni desmenuzado como esas estatuas desnudas,
expuestas al aire libre en los jardines, de las que el viento roe
los contornos.
La marquesa ha depositado su pudor en otro sitio. Y ha hecho
de sus hombros toda una institución. ¡Y cómo ha combatido a
favor del gobierno de su agrado! Siempre en la brecha, en todas
partes a la vez, en las Tullerías, en los ministerios, en las emba-
jadas, en casa de los simples millonarios, convenciendo a los
indecisos a fuerza de sonrisas, afianzando el trono de sus senos
de alabastro, mostrando los días de peligro pequeños rincones
ocultos y deliciosos, más persuasivos que los argumentos de
los oradores, más decisivos que las espadas de los soldados y
amenazando, para conseguir un voto, con recortar sus camisetas
hasta que los esquivos miembros de la oposición se declaren
convencidos.
SPLEEN EN PARÍS (CHARLES BAUDELAIRE) mezcla una muy ligera humedad, nace en esta atmósfera donde el
espíritu durmiente es mecido por sensaciones de sofocación.
Mi querido amigo, le envío una obrita que no tiene ni pies ni La muselina cae abundantemente delante de las ventanas y
cabeza porque aquí todo es pies y cabeza a la vez, alternativa delante de la cama; se expande en cascadas nevosas. Sobre esa
cama está acostado el Idolo, la soberana de los sueños. ¿Pero
y recíprocamente. Considere las admirables comodidades
cómo está ella ahí? ¿Quién la ha traído? ¿Qué poder mágico la
que ofrece a todos esta combinación, a usted, a mí y al lector. ha instalado sobre ese trono de desvarío y deleite? ¡Qué importa!
Podemos cortar donde queremos, yo mi ensueño, usted el ma- ¡Allá está! Yo la reconozco.
nuscrito y el lector su lectura, porque no supedito su esquiva Vean bien esos ojos cuya llama atraviesa el crepúsculo; esos su-
voluntad al hilo interminable de una intriga superflua. Sustrai- tiles y terribles mirones, que reconozco por su tremenda malicia!
ga una vértebra y los dos trozos de esta tortuosa fantasía se Atraen, subyugan, devoran la mirada del imprudente que los con-
unirán sin esfuerzo. Córtelo en muchos fragmentos y verá que templa. Frecuentemente los he estudiado, esas estrellas negras
cada cual puede existir separado. Con la esperanza de que al- que comandan la curiosidad y la admiración..
gunos de estos pedazos sean lo bastante vívidos para gustarle ¿A qué demonio benevolente debo el estar así rodeado de mis-
y divertirlo, me atrevo a dedicarle la serpiente entera. terio, de silencio, de paz y de perfumes? ¡Oh Beatitud! Eso que
Tengo una pequeña confesión que hacerle. Hojeando por lo nombramos generalmente la vida, aún en su expansión más feliz,
menos una vigésima vez el famoso Gaspard et la Nuit de Aloy- no tiene nada en común con esa vida suprema de la que ahora
tengo conocimiento y que saboreo minuto por minuto, segundo
sius Bretrand (¿acaso un libro que conocemos usted yo y algu-
por segundo.
nos amigos no tiene todo el derecho a ser llamado famoso?)
¡No! ¡No hay más minutos! ¡No hay más segundos! El tiempo
se me ocurrió intentar algo parecido y aplicar a la descripción ha desaparecido: es la Eternidad que reina, una eternidad de
de la vida moderna -mejor dicho, una vida moderna y más delicias.
abstracta- el procedimiento que él aplicó a la pintura de la Pero un golpe terrible, torpe, resuena en la puerta, y , como en los
vida antigua, tan extrañamente pintoresca. sueños infernales, me ha parecido que recibía un golpe de azadón
¿Quién no ha soñado el milagro de una prosa poética, musi- en el estómago.
cal, sin ritmo y sin rima, tan flexible y contrastada que pudiera Y luego un Espectro ha entrado. Es un oficial que viene a torturar-
adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulacio- me en nombre de la ley; una infame concubina que viene a gritar
nes de la ensoñación y a los sobresaltos de la conciencia? miseria y a agregar las trivialidades de su vida a los dolores de la
Esta obsesión nace de frecuentar las grandes ciudades, del en- mía; o bien el testaferro de un director de diario que reclama el
trecruzamiento de sus incontables relaciones. También usted, término de un manuscrito.
mi querido amigo, trató de traducir en canción el grito estri- El cuarto paradisíaco, el ídolo, la soberana de los sueños, la Sílfi-
dente del vidriero y de expresar en prosa lírica sus desoladoras da, como decía el gran René, toda esa magia ha desaparecido al
resonancias cuando atraviesan las altas brumas de la calle y golpe brutal asestado por el Espectro.
llegan a las buhardillas. ¡Horror! ¡Me acuerdo! ¡Me acuerdo! ¡Sí! Esa choza, esa estancia
del eterno tedio, es bien la mía.
A decir verdad, temo que mi celo no me haya traído felicidad.
He aquí los muebles fatuos, polvorientos, descornados; la chime-
Apenas iniciado el trabajo me di cuenta de que estaba muy
nea sin llama y sin brasa, manchada de escupidas; las ventanas
lejos de mi misterioso y brillante modelo y que además hacía tristes donde la lluvia ha trazado surcos en la polvareda; los ma-
algo -si puede llamarse algo a esto- singularmente diferente. nuscritos, tachados o incompletos; el almanaque donde el crayon
Este accidente enorgullecería a cualquier otro, pero humilla ha marcado las fechas siniestras!
profundamente a un espíritu para quien el más grande honor Y ese perfume de otro mundo, en el que me embriago con una
del poeta es cumplir exactamente con lo que había proyectado sensibilidad perfeccionada, ay!
hacer. Su muy afectuoso C. B. Ha sido reemplazado por un fétido olor a tabaco mezclado con no
sé qué nauseabundo moho.
EL CUARTO DOBLE Se respira aquí ahora lo rancio de la desolación.
En ese mundo estrecho, más sí pleno de disgusto, un solo objeto
Un cuarto que parece un desvarío, un cuarto verdaderamente conocido me sonríe: el frasco del láudano; un viejo y terrible
espiritual, donde la atmósfera estancada está ligeramente teñida amigo; como todos los amigos, ay! fecundo en caricias y en
de rosa y de azul. traiciones.
El alma allí toma un baño de pereza, aromatizado por el remor- ¡Oh! ¡Sí! El Tiempo ha reparado; el Tiempo reina soberano ahora;
dimiento y el deseo. Hay algo de crepuscular, de azulado y de y con el horroroso viejo ha vuelto todo su demoníaco cortejo de
rosado, un delirio de deleite durante un eclipse. Recuerdos, de Remordimientos, de Espasmos, de Pavor, de Angus-
Los muebles tienen formas alargadas, postradas, lánguidas. tias, de Pesadilla, de Cóleras y de Neurosis.
Los muebles tienen aire de soñar; se dirá dotados de una vida Yo les aseguro que los segundos ahora están fuertemente y solem-
sonámbula, como lo vegetal y lo mineral. Las materias hablan una nemente acentuados, y cada uno, saltando del péndulo, dice: “¡Yo
lengua muerta como las flores, como los cielos, como los soles soy la Vida, la insoportable, la implacable Vida!”
ponientes. No hay más que un Segundo en la vida humana que tenga la
Sobre los muros ninguna abominación artística. Relativamente al misión de anunciar una buena nueva, la buena nueva que causa a
sueño puro, a la impresión sin analizar, el arte definido, el arte cada uno un inexplicable pavor.
positivo es una blasfemia. Así, todo tiene la suficiente claridad y ¡Sí! El Tiempo reina: ha retomado su brutal dictadura. Y me
la deliciosa obscuridad de la armonía. empuja con su doble aguijón. —” ¡Y arre así! ¡borrico! ¡Suda así,
Un aroma infinitesimal de la elección más esquisita, a la que se esclavo!, ¡Vive así , maldito!
Luz repentina. RIMBAUD • A LA MÚSICA
Dante Gabriel Rossetti (1828-1882)
Plaza de la Estación, en Charleville
Yo estuve aquí antes,
no sé decir cómo y cuándo: A la plaza que un césped dibuja, ralo y pobre, Y por el césped verde se ríen los golfantes,
conozco el prado detrás de la puerta, y donde todo está correcto, flores, árboles, mientras, enamorados por el son del trombón,
el dulce aroma penetrante, los burgueses jadeantes, que ahogan los calores, ingenuos, los turutas, husmeando una rosa
los sonidos susurrantes, traen todos los jueves, de noche, su estulticia. acarician al niño pensando en la niñera...
las luces a lo largo de la costa.
Tú has sido mía antes; -La banda militar, en medio del jardín, Yo sigo, hecho un desastre, igual que un estudiante,
no sé decir hace cuánto: con el vals de los pífanos el chacó balancea: bajo el castaño de indias, a las alegres chicas:
pero apenas esa golondrina remontó, -Se exhibe el lechuguino en las primeras filas lo saben y se vuelven, riéndose, hacia mí,
y giró tu cuello, algún velo cayó; y el notario es tan sólo los dijes que le cuelgan. con los ojos cuajados de ideas indiscretas.
y lo supe al instante.
Rentistas con monóculo subrayan los errores: Yo no digo ni mú, pero miro la carne
¿Había sido así antes? burócratas henchidos arrastran a sus damas de sus cuellos bordados, blancos, por bucles locos:
¿No será que el vuelo concéntrico a cuyo lado corren, fieles como cornacas, y persigo la curva, bajo el justillo leve,
del tiempo restaure nuestras vidas, -mujeres con volantes que parecen anuncios. de una espalda de diosa, tras el arco del hombro.
nuestro amor, a pesar de la muerte,
y nos traiga otro deleite noche y día? Sentados en los bancos, tenderos retirados, Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias...
a la par que la arena con su bastón atizan, -Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas.
Ahora, entonces, ¡con fortuna otra vez! con mucha dignidad discuten los tratados , Ellas me encuentran raro y van cuchicheando...
¡Duerman mis ojos la agitación de tus cabellos! aspiran rapé en plata , y siguen: «¡Pues, decíamos!...» -Mis deseos brutales se enganchan a sus labios...
¿No yaceremos como hemos yacido,
y así, por amor de Amor, Aplastando en su banco un lomo orondo y fofo,
el dormir y el despertar un burgués con botones de plata y panza nórdica
no rompan ya sus cadenas? saborea su pipa, de la que cae una hebra
de tabaco; -Ya saben, lo compro de estraperlo.

‘Canto de agonía’, de Dante Gabriel Rossetti

Si conmover persigues con tu canto


han de brotar tus lágrimas primero,
no posees otro espejo que tu entero
RIMBAUD • VOCALES
corazón en la mano ni otro encanto
A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales, U, ciclos, vibramientos divinos en mares viridos,
que no sean tu ardor o tu quebranto. yo diré algún días vuestros nacimientos latentes: paz de pastos sembrados de animales, paz de
El verso no es más que un sutil venero arruga
que mana del misterio, el verdadero A, negro corsé velludo de moscas relucientes que la alquimia imprime en las grandes frentes
sólo es aquel que surge con el llanto. que bombinan en torno a podredumbres crueles, estudiosas;
golfos de sombras; E, candor de vapores y de O, supremo Clarín lleno de estridores extraños,
Apolo no es tu siervo, él sólo acecha tiendas, silencios atravesados por Mundos y por Ángeles; ¡O,
tu alma con sus dardos, nunca olvida lanzas de glaciares fieros, reyes blancos, escalofrío la Omega, el rayo violeta de Sus Ojos!
su repleto carcaj sobre tu mano. de umbelas;
I, púrpuras, sangre escupida, reír de labios bellos
Pero si el llanto brota por la herida en la cólera o en las embriagueces penitentes;
de tus labios, también su alada flecha
ha de alcanzar al corazón hermano.

PAUL VERLAINE Canción de otoño BAUDELAIRE Correspondencias

Les sanglots longs Los sollozos La Natura es un templo de vivientes pilares


Des violons De violines que susurran a veces los confusos vocablos;
De l’automne Del otoño, y el hombre atraviesa por florestas de símbolos
Blessent mon coeur Mi pecho hieren que lo observan con ojos de mirada habituada.
D’une langueur De languidez Como ecos extensos, confundidos, lejanos,
Monotone. Monótona. desde una unidad tenebrosa y profunda,
Tout suffocant Sofocado y amplia como la noche y como la claridad
Et blême, quand Pálido, cuando colores y perfumes y sones se responden.
Sonne l’heure, Suena la hora, Hay perfumes tan frescos como carnes de niños,
Recuerdo dulces como el oboe, verdes como los prados.
Je me souviens Los días idos Pero hay otros corruptos, opulentos, triunfantes,
Des jours anciens Y lloro. infinitas materias, de expandirse capaces,
Et je pleure Y me voy como ámbar, almizcle, benjuí e incienso,
Et je m’en vais Con un mal viento coreutas de los éxtasis del sentido, del alma.
Au vent mauvais Que me transporta
Qui m’emporte Aquí y allá
Deçà, delà, Como a
Pareil à la Las hojas muertas.
Feuille morte.
DANTE GABRIEL ROSSETTI
Aún se agitaba el recuerdo, al otro día,
He aquí su retrato, tal como era: de todas esas cosas, como el viento
no me asombrara tanto si al marcharme que acaricia la hoja, aún batía
del cuarto quedase cautivo el amor con su ala. Ese momento
mi rostro en el espejo tras mirarme. deseaba hacer mío y un retrato
Lo observo largamente y me parece me propuse pintar. En dulce trato
que aún respira y su boca se estremece, fui, entre silencio y platica, trazando
que se entreabren sus labios, que podría su imagen entre ramas, imitando
oír su dulce acento todavía, la sombra de los árboles.
y no obstante en la tierra permanece.
Y aun cuando la pintaba, todo
Así fue, como rayo que silencioso era aire fragante en torno mío,
hace la prisión aun más tenebrosa, mi amor en su pesar adivinaba
del rocío constante ese latido en cada flor bañada de rocío
que da a la soledad su propia prosa. un corazón latiendo en la espesura.
Del galardón de amor sólo perdura Oh corazón que ya no se late,
esto, y lo que con tristes andrajos que yace en las tinieblas exiliado
recogen de mi alma su consejo, ¿Qué es para ti mi amor o esta delgada
queda lo que es secreto y es reflejo red que el sol urde con ternura?
bajo tierra sepulto o allí, en la alta tersura.
Ya que ahora la luz niega esos días,
Al pintar yo, devoto, su figura nada para escuchar o ver nos queda,
entre árboles la puse, donde apenas sólo un grave murmullo en las sombrías
la luz penetra el místico verdor, tinieblas trae a mi oído su voz queda,
y el dulce susurrar de las amenas cuando la brisa inclina hacia el sendero,
voces llega apagado; ante el brillante la sombra de las hojas, y la ribera,
fuego fatuo, y figuras cuyo ausente el bosque y las aguas, que el dorado
nombre ignoran de sí, y aquella lluvia rubor de las estrellas ha coronado,
de otro tiempo, y sus pasos detrás mío, yacen igual que yace lo olvidado.
escapando como vino, quedamente.
Pude anoche dormir y fantaseando
Un bosque sombrío y profundo; allí está ella fui diluyendo mi sueño hasta perderlo.
como lo estuvo un tiempo, así era entonces: El llanto mansamente fue brotando
sus manos sosegadas de doncella, de mis ojos, pues, sin yo pretenderlo,
y el grato fluir de líneas puras, bronces, me hallé en aquellos bosques que un día
la cifra rebasando de lo hermoso con ella recorrí; y allí permanecía,
cual ignota presencia o cual dichoso en una mota de noche sumergida,
sueño. Es ella y ya no es ni sombra leve cuando al borde de luz llegó el estampido
de si misma en la hierba ni ese breve del océano que tiene corazón de arpía.
reflejo sobre el río rumoroso.
Donde el cielo su hálito contiene
Solos nos encontramos aquel día y del amor escucha su latido,
y nada entonces turba o importuna donde el ángel reposa su ala tenue
nuestra perfecta dicha y armonía. en torno a los astros escondido
—La memoria hace hoy triste, cual la luna ¡Cómo habrá de embelesarse complacida
que aparece de día, aquel momento—. mi alma cuando libre y renacida,
Junto a ella bebo en la fuente, sediento tras los acordes de la celestial danza,
de otras aguas que fluyen a mi vera, en su alma penetre sin tardanza
canta ella donde el eco reverbera y en su silencio a Dios conozca en vida!
y allí mi alma se llena de contento.
Aquí, cercano a su rostro, mi memoria
Apenas tuve el ánimo dispuesto queda mientras aguarda el dulce ocaso,
para decir lo que en secreto arde, hasta que con la mirada gloriosa,
estalló la tormenta, el trueno atento con los ojos más tiernos, oh Parnaso,
resonó entre los montes. Esa tarde, que los de ayer, pueda mirar. Y en tanto
junto al cristal que la lluvia batía, anhelo y esperanza, ya quebranto,
repetí mis palabras, ella oía se han perdido, en su imagen permanecen
con sus ojos perdidos en los campos intactos, cual cruzados que perecen
por la lluvia y el viento aún apagados, y reposan junto al Sepulcro Santo.
desiertos y cenagosos todavía.
KONSTANTÍNOS KAVÁFIS Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?
¡Aprovecha el momento! Yo, que amo tanto la muerte y la vida,
si osara matarme, además me mataría...
Ítaca Ya que llegas a osar ¡hazlo!
¿De qué te vale el cuadro sucesivo de imágenes externas al que llamamos mundo?
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca Ese cine de las horas que van representando
debes rogar que el viaje sea largo, Los actores de unas convenciones y poses determinadas,
lleno de peripecias, lleno de experiencias. Circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin ...
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ¿De qué te vale el mundo interior, que desconoces?
ni la cólera del airado Posidón. Tal vez si te matas lo conozcas, por fin.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta Tal vez al acabar comiences...
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita En todo caso, si te cansa ser,
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo. Ah, cánsate noblemente,
Los lestrigones y los cíclopes ¡No cantes como yo, la vida por borrachera,
y el feroz Posidón no podrán encontrarte no saludes, como yo , la muerte en literatura!
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma, ¿Haces falta? ¡Oh sombra fútil llamada hombre!
si tu alma no los conjura ante ti. Nadie hace falta; a nadie le haces falta...
Sin ti, todo marchará sin ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
Para los otros tal vez sea peor tu existencia que tu muerte...
que sean muchos los días de verano;
Tal vez les peses más durando que dejando de durar...
que te vean arribar con gozo, alegremente,
¿El dolor de los otros? ¿Sientes remordimientos anticipado por su llanto?
a puertos que tú antes ignorabas.
No te preocupes: poco te han de llorar.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
El impulso vital extingue poco a poco las lágrimas
y comprar unas bellas mercancías:
Cuando no son por cosas propias,
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
Cuando son por lo que les sucede a los demás, sobre todo la muerte,
y perfumes placenteros de mil clases.
Que es algo tras lo cual ya nada les sucede a los demás...
Acude a muchas ciudades del Egipto
Al principio es la angustia, la sorpresa de que haya llegado
para aprender, y aprender de quienes saben.
El misterio y la falta de tu vida hablada...
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: Después es el horror del ataud visible y material,
llegar allí, he aquí tu destino. Y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar allí.
Mas no hagas con prisas tu camino; Después, el velatorio de toda la familia, inconsolable y contando historietas
mejor será que dure muchos años, Mientras lamenta ese castigo que es tu muerte,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, Y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,
rico de cuanto habrás ganado en el camino. Tú, en verdad muerto, mucho más muerto de lo que imaginas,
No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Mucho más muerto aquí de lo que te imaginas
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. Aunque estés mucho más vivo más allá...
Sin ellas, jamás habrías partido; Después la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,
mas no tiene otra cosa que ofrecerte. Y después es comienzo del morir de tu recuerdo.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. Primero hay en todos un alivio
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, De la tragedia, algo pesada, de tu muerte.
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas. Después se aligera la conversación cotidiana
Y la vida de cada día recupera los días...
Después, lentamente te olvidad.
Una noche Sólo serás recordado en dos fechas, por tus aniversarios:
Cuando cumpla los años tu nacer, cuando cumpla los años tu morir.
La habitación pobre y vulgar, Nada más, nada más, absolutamente nada más.
escondida en los altos de la taberna equívoca. Pensarán en ti dos veces cada año.
Desde la ventana la calleja, Cada año suspirarán por ti dos veces aquellos que te amaron.
estrecha y sucia. Y las voces abajo Y alguna que otra vez suspirarán si por casualidad se habla de ti.
de unos cuantos obreros Enfréntate a ti mismo en frío, y enfrenta en frío lo que somos...
distrayendo su tiempo con las cartas. Si te quieres matar, mátate.
¡No tengas escrúpulos morales, recelos en la inteligencia!
Y allí, sobre aquel lecho ordinario y humilde, ¿Qué escrúpulos o que recelos tiene el mecanismo de la vida?
el cuerpo tuve del amor, los labios ¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso que genera
voluptuosos de la embriaguez, purpúreos las savias y la circulación de la sangre y el amor?
de tal embriaguez que cuando ahora, ¿Qué memoria guarda de los otros el ritmo alegre de la vida?
después de tantos años, esto escribo Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre,
en mi casa vacía me embriago de nuevo. ¿No ves que tu importancia es nula?
Eres importante para ti porque es a ti a quien tú sientes.
Lo eres todo para ti porque eres para ti el universo,
El universo propio y los otros
Satélites de tu subjetividad objetiva.
FERNANDO PESSOA Eres importante para ti porque sólo tú te importas.
Y si eres así, oh mito, ¿Por qué los otros no han de ser así?
¿Sientes, como Hamlet, pavor a lo desconocido?
El poeta es un fingidor.
Pero, ¿Qué es lo conocido? ¿Qué es lo que conoces
Finge tan profundamente
Para que llames desconocida a cualquier cosa espacial?
Que hasta finge que es dolor
¿Sientes como Falstaff el amor adiposo a la vida?
El dolor que de veras siente.
Si tan materialmente la amas, más materialmente ámala aún:
Y quienes leen lo que escribe
¡Tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!
Sienten, en el dolor leído,
Dispérsate, sistema físico-químico
No los dos que el poeta vive,
De células nocturnamente conscientes,
Sino aquél que no han tenido.
En la nocturna consciencia de la inconsciencia de los cuerpos,
Y así va por su camino,
En el gran embozo, que no emboza nada, de las apariencias,
Distrayendo a la razón,
En la hierba o el césped de la proliferación de los seres,
Ese tren sin real destino
En la niebla atómica de las cosas, En las paredes voraginantes
Que se llama corazón.
Del vacío dinámico del mundo...
BORIS VIAN CESARE PAVESE Trabajar cansa
Señor presidente Los dos, tendidos sobre la hierba, vestidos, se miran a la cara
le escribo esta carta entre los tallos delgados: la mujer le muerde los cabellos
que quizá lea usted y después muerde la hierba. Entre la hierba, sonríe turbada.
si tiene tiempo. Coge el hombre su mano delgada y la muerde
Acabo de recibir y se apoya en su cuerpo. Ella le echa, haciéndole dar tumbos.
la orden militar La mitad de aquel prado queda, así, enmarañada.
para ir a la guerra La muchacha, sentada, se acicala el peinado
el próximo miércoles. y no mira al compañero, tendido, con los ojos abiertos.
Señor presidente
no voy a hacerlo, Los dos, ante una mesita, se miran a la cara
no vine a este mundo por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar.
para matar pobre gente. De vez en cuando, les distrae un color más alegre.
No quiero que se enfade De vez en cuando, él piensa en el inútil día
pero he de decirle de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer
que mi decisión es firme: que es feliz al estar a su vera y mirarle a los ojos.
voy a desertar. Si con su piel le toca la pierna, bien sabe
Desde el día en que nací que mutuamente se envían miradas de sorpresa
he visto morir a mi padre, y una sonrisa, y que la mujer es feliz. Otras mujeres que pasan
partir a mis hermanos, no le miran el rostro, pero esta noche por lo menos
y llorar a mis hijos. se desnudarán con un hombre. O es que acaso las mujeres
Mi madre sufrió tanto sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada.
que ya está bajo tierra
se ríe de las bombas Se han perseguido todo el día y la mujer tiene aún la mejillas
y hasta de los gusanos. enrojecidas por el sol. En su corazón le guarda gratitud.
Cuando estuve preso Ella recuerda un besazo rabioso intercambiado en un bosque,
me robaron la mujer, interrumpido por un rumor de pasos, y que todavía le quema.
me robaron el alma Estrecha consigo el verde ramillete -recogido de la roca
y todo mi pasado. de una cueva- de hermoso adianto y envuelve al compañero
Mañana muy temprano con una mirada embelesada. Él mira fijamente la maraña
les cerraré la puerta de tallos negruzcos entre el verde tembloroso
a aquellos años muertos y vuelve a asaltarle el deseo de otra maraña
y me echaré al camino. -presentida en el regazo del vestido claro-
Pediré limosna y la mujer no lo advierte. Ni siquiera la violencia
por las rutas de Francia le sirve, porque la muchacha, que le ama, contiene
de Bretaña a Provenza cada asalto con un beso y le coge las manos.
y les diré a las gentes:
«Niéguense a obedecer. Pero esta noche, una vez la haya dejado, sabe dónde irá:
Niéguense a colaborar. volverá a casa, atolondrado y derrengado,
No vayan a la guerra. pero saboreará por lo menos en el cuerpo saciado
Niéguense a partir» la dulzura del sueño sobre el lecho desierto.
Si hay que derramar sangre Solamente -y esta será su venganza- se imaginará
derrame usted la suya que aquel cuerpo de mujer que hará suyo
pues tan buen apóstol es. será, lujurioso y sin pudor alguno, el de ella.
Señor presidente:
Si ordena que me busquen
dígales a sus agentes
que no llevaré armas
que pueden disparar

El rostro de un candidato político en una valla publicitaria MALLARMÉ La siesta del Fauno
Charles Bukowski Que palpite
su granate ligero, y en el aire dormite
Ahí está: en sopor apretado.
No demasiadas resacas ¿Quizás un sueño amaba?
No demasiadas peleas con mujeres Mi duda, en oprimida noche remota, acaba
No demasiados neumáticos desinflados en más de una sutil rama que bien sería
Nunca pensó en el suicidio los bosques mismos, al probar que me ofrecía
No más de tres dolores de muelas como triunfo la falta ideal de las rosas. [...]
Nunca se saltó una comida
Nunca estuvo encarcelado ¡Quieres, pues, instrumento de fugas, oh maligna
Nunca estuvo enamorado siringa, florecer en el lago aguardándome!
7 pares de zapatos Con mi rumor altivo quiero hablar largo tiempo
un hijo en la universidad de las diosas; y, por idólatras pinturas,
un coche que no tiene más que un año despojar todavía cinturas a su sombra:
pólizas de seguros así, cuando a las vides la claridad succiono,
un césped muy verde desterrando un dolor por la mentira aislado,
cubos de basura con tapa hermética alzo, riente, el exhausto racimo al cielo estivo
seguro que le eligen. y soplando en sus pieles brillantes, de embriaguez
ávido, hasta el ocaso yo miro a su trasluz...

Estas ninfas quisiera perpetuar.


JOHN STEINBECK. Las uvas de la ira Luego caminamos y cruzamos la ciudad por las calles importantes.
Distinguida con el Premio Pulitzer en 1940, Las uvas de la ira des- Las mujeres estaban hermosas y pregunté a María si lo notaba. Me
cribe el drama de la emigración de los componentes de la familia dijo que sí y que me comprendía. Luego no hablamos más
Joad, que, obligados por el polvo y la sequía, se ven obligados
a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de
Oklahoma y Texas, rumbo a la «tierra prometida» de California.
Allí, sin embargo, las expectativas de este ejército de despo-
seídos no se verán cumplidas. Steinbeck exalta los valores de la TRUMAN CAPOTE. A sangre fría
justicia y la dignidad humana en una Norteamérica que vive una Todo empezó en 1.959, cuando Truman Capote leyó en el New
etapa de profunda injusticia económica y política. York Time la noticia del asesinato de la familia Clutter en un pue-
blecito de Kansas. Desde un principio pensó en escribir una obra
“Eso es un crimen que va más allá de la denuncia. Es una desgracia acerca de la ciudad y de la familia. En ningún momento sabía que
que el llanto no puede simbolizar. Es un fracaso que supera todos se iba a descubrir el misterio y según se fueron desarrollando los
nuestros éxitos. La tierra fértil, las rectas hileras de árboles, los acontecimientos, la obra comenzó a tomar otros tintes. Decidió
robustos troncos y la fruta madura. Y niños agonizando de pelagra trasladarse a Kansas para comenzar sus investigaciones, y se en-
deben morir por no poderse obtener un beneficio de una naranja. Y contró con un ambiente ensombrecido por el miedo y la descon-
los forenses tienen que rellenar los certificados –murió de desnutri­ fianza. Pero un acontecimiento muy importante cambió el rumbo
ción– porque la comida debe pudrirse, a la fuerza debe pudrirse. de su obra: la detención de los asesinos, Perry y Dick. La obra se
La gente viene con redes para pescar en el río y los vigilantes se encontraba a la mitad cuando ocurrió esto, pero sería inservible,
lo impiden; vienen en coches destartalados para coger las naran­ si no pudiera reconstruir la vida de los asesinos tan exacta como
jas arrojadas, pero han sido rociadas con queroseno. Y se quedan la de las víctimas. Las continuas entrevistas con los asesinos, el
inmóviles y ven las patatas pasar flotando, escuchan chillar a los seguimiento de todo el proceso judicial y la ayuda de los inves-
cerdos cuando los meten en una zanja y los cubren con cal viva, mi­ tigadores le ayudaron a continuar con ese proyecto tan ambicio-
ran las montañas de naranjas escurrirse hasta rezumar podredum­ so en el que se había convertido “A sangre fría”. Cuando fueron
bre; y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de condenados los asesinos Truman decidió irse a Europa a escribir
los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas su libro. Capote mantenía correspondencia con los asesinos. Así
las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo logró conocer muy a fondo a estos dos condenados a muerte,
peso, listas para la vendimia” que se confiaron a él, contándole sus preocupaciones, sus pen-
samientos, sus sentimientos. Realmente se llegaron a hacer ami-
gos, También el autor se documentó hablando con un psiquiatra,
ALBERT CAMUS. El extranjero que le ayudaría a desentrañar la psicología de los asesinos. Real-
El protagonista encarna ese sentimiento de profunda apatía por mente en su obra consigue caracterizarlos de forma casi exacta,
todo lo que le rodea y personifica la carencia de valores del hom- los conocía tan a fondo que se pudo permitir el reproducir situa-
bre, degradado por el absurdo de su propio destino: ni el ma- ciones y conversaciones en las que no estuvo.
trimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte La obra tardó seis años en ver la luz (1.966) después del ahorca-
de una madre... nada tenía la suficiente importancia ya que la miento de los condenados.
angustia existencial de este antihéroe inundaba todo su ser. Como es costumbre, terminada la lectura el alcaide le preguntó al
condenado si tenía alguna postrera declaración que hacer. Hickock
Poco después el patrón me hizo llamar, [...] Me preguntó entonces si asintió con la cabeza.
no me interesaba un cambio de vida. Respondí que nunca se cambia —Sólo quiero decir que no os guardo rencor. Me enviáis a un mundo
de vida, que en todo caso todas valían igual y que la mía aquí no mejor de lo que éste fue para mí.
me disgustaba en absoluto. Se mostró descontento, me dijo que A continuación, como para dar más énfasis a sus palabras, estrechó
siempre respondía con evasivas, que no tenía ambición y que eso era las manos a los cuatro hombres principalmente responsables de su
desastroso en los negocios. captura y condena, los cuales, todos, habían pedido presenciar la
Volví a mi trabajo. Hubiera preferido no desagradarle, pero no veía ejecución: los agentes del KBI, Roy Church, Clarence Duntz, Harold
razón para cambiar de vida. Pensándolo bien, no me sentía des­ Nye y Dewey.
graciado. Cuando era estudiante había tenido muchas ambiciones —Un placer volver a verles —dijo con su más encantadora sonrisa.
de ese género. Pero cuando debí abandonar los estudios comprendí Era como saludar a los invitados a su propio funeral.
muy rápidamente que no tenían importancia real. El verdugo tosió, se quitó con impaciencia su sombrero de cowboy y
María vino a buscarme por la tarde y me preguntó si quería casarme se lo volvió a poner, gesto que recordaba en cierto modo una galli­
con ella. Dije que me era indiferente y que podríamos hacerlo si lo na que erizase las plumas del cuello y las volviera a bajar. Hickock,
quería. Entonces quiso saber si la amaba. Contesté como ya lo ha­ empujado suavemente por un asistente, subió los escalones del pa­
bía hecho otra vez: que no significaba nada, pero que sin duda no tíbulo.
la amaba. «¿Por qué, entonces, casarte conmigo?», dijo. Le expli­ —El Señor nos la da, el Señor nos la quita. Loado sea el nombre del
qué que no tenía ninguna importancia y que si lo deseaba podíamos Señor —entonó el capellán mientras arreciaba la lluvia, el lazo era
casarnos. Por otra parte era ella quien lo pedía y yo me contentaba colocado y una suave máscara negra era atada sobre los ojos del
con decir que sí. Observó entonces que el matrimonio era una cosa prisionero—. Que el Señor tenga piedad de tu alma.
grave. Respondí: «No.» Calló un momento y me miró en silencio. El escotillón cayó y Hickock quedó colgando a la vista de todos duran­
Luego volvió a hablar. Quería saber simplemente si habría aceptado te veinte minutos enteros, hasta que al fin el doctor dijo:
la misma proposición hecha por otra mujer a la que estuviera ligado —Declaro que este hombre ha muerto.
de la misma manera. Dije: «Naturalmente.» Se preguntó entonces Un coche fúnebre, con los faros encendidos y perlados de lluvia, en­
a sí misma si me quería, y yo, yo no podía saber nada sobre este tró en el almacén y el cuerpo, colocado en una camilla y cubierto con
punto. Tras otro momento de silencio murmuró que yo era extraño, una manta, fue llevado hasta el coche y luego afuera, en la noche.
que sin duda me amaba por eso mismo, pero que quizá un día le Viéndolo marchar, Roy Church movió la cabeza.
repugnaría por las mismas razones. Como callara sin tener nada —No creí nunca que tuviera tantas agallas. Que se lo tomara así. Lo
que agregar, me tomó sonriente del brazo y declaró que quería tenía por un cobarde.
casarse conmigo. Respondí que lo haríamos cuando quisiera. Le Su interlocutor, otro agente, le contestó:
hablé entonces de la proposición del patrón, y María me dijo que le —¡Oh, Roy! El tío era un mierda. Un malvado cretino. Se lo merecía.
gustaría conocer París. Le dije que había vivido allí en otro tiempo
y me preguntó cómo era. Le dije: «Es sucio. Hay palomas y patios
oscuros. La gente tiene la piel blanca.»

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