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CANTO IX ODISEO CUENTA SUS AVENTURAS: LOS CICONES, LOS LOTÓFAGOS, LOS CÍCLOPES
Cuando ambos guerreros se hallaron frente a frente, —¡Erraste el golpe, oh Aquiles, semejante a los
dijo primero el gran Héctor, el de tremolante casco1: dioses! Nada te había revelado Zeus acerca de mi
—No huiré más de ti, oh hijo de Peleo2, como hasta destino, como afirmabas; has sido un hábil forjador
ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de de engañosas palabras, para que, temiéndote, me
la gran ciudad de Príamo3, sin atreverme nunca a olvidara de mi valor y de mi fuerza. Pero no me cla-
esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impe- varás la pica en la espalda, huyendo de ti, atravié-
le a afrontarte, ora te mate, ora me mates tú. Ea, same el pecho cuando animoso y frente a frente to
pongamos a los dioses por testigos, que serán los acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate
mejores y los que más cuidarán de que se cumplan de mi broncínea lanza. ¡Ojalá que toda ella pene-
nuestros pactos. Yo no te insultaré cruelmente, si trara en tu cuerpo! La guerra sería más liviana para
Zeus4 me concede la victoria y logro quitarte la vida; los troyanos, si tú murieses; porque eres su mayor
pues tan luego como te haya despojado de las mag- azote.
níficas armas, oh Aquiles, entregaré el cadáver a los Así habló; y, blandiendo la ingente lanza, despi-
aqueos. Pórtate tú conmigo de la misma manera. dióla sin errar el tiro, pues dio un bote en medio
Mirándole con torva faz, respondió Aquiles, el de los del escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada
pies ligeros5: por la rodela10, y Héctor se irritó al ver que aqué-
—¡Héctor, a quien no puedo olvidar6! No me hables lla había sido arrojada inútilmente por su brazo;
de convenios. Como no es posible que haya fie- paróse, bajando la cabeza, pues no tenía otra lanza
les alianzas entre los leones y los hombres, ni que de fresno; y con recia voz llamó a Deífobo11, el de
estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya
piensan continuamente en causarse daño unos a no estaba a su lado. Entonces Héctor comprendiólo
otros, tampoco puede haber entre nosotros ni amis- todo, y exclamó:
tad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos y sacie —¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía
de sangre a Ares7, infatigable combatiente. Revís- que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está
tete de toda clase de valor, porque ahora te es muy dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó.
preciso obrar como belicoso y esforzado campeón. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará,
Ya no te puedes escapar. Palas Atenea8 te hará su- ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea,
cumbir pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el que hiere
juntos los dolores de mis amigos, a quienes matas- de lejos12; los cuales, benévolos para conmigo, me
te cuando manejabas furiosamente la pica. salvaban de los peligros. Ya la Parca13 me ha cogido.
En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria,
El esclarecido Héctor, al verla venir, se inclinó para sino realizando algo grande que llegara a conoci-
evitar el golpe, clavóse la broncínea lanza en el sue- miento de los venideros.
lo, y Palas Atenea la arrancó y devolvió a Aquiles, Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y
sin que Héctor, pastor de hombres, lo advirtiese. Y fuerte, que llevaba en el costado. Y encogiéndose,
Héctor dijo al eximio Pelión9: se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la
llanura, atravesando las pardas nubes, para arre-
1 El más importante de los héroes troyanos, hijo mayor de
Príamo. batar la tierna corderilla o la tímida liebre; de igual
2 Fue el padre de Aquiles, por lo que Aquiles es llamado a manera arremetió Héctor, blandiendo la aguda
veces el Pelida. espada. Aquiles embistióle, a su vez, con el corazón
3 Príamo es el rey de Troya.
4 Dios supremo de la mitología griega, padre de los dioses y rebosante de feroz cólera, defendía su pecho con el
hombres. Reina sobre el cielo y los fenómenos atmosféricos. magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco
5 Epíteto épico del más temido entre los griegos, llamado así de cuatro abolladuras, haciendo ondear las bellas y
por su velocidad en la carrera.
6 Aquiles no puede olvidar que Héctor mató a su amigo Patro- abundantes crines de oro que Hefesto14 había colo-
clo. 10 Escudo redondo, pequeño y de una sola asa.
7 Dios de la guerra, personificación de la fuerza bruta y la 11 Príncipe troyano, hijo de Príamo y Hécuba.
violencia. 12 Se refiere a Apolo, el arquero.
8 Diosa de la guerra, la civilización, la estrategia, las artes, la 13 Diosas del pasado, presente y futuro, encargadas de cortar el
justicia y la habilidad. hilo de la vida de los mortales.
9 Monte donde fue criado Aquiles y uno de sus epítetos. 14 Dios del fuego y los volcanes, hijo de Hera y esposo de
cado en la cimera. Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante
Como el Véspero, que es el lucero más hermoso casco:
de cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de —Bien lo conozco, y no era posible que te persua-
estrellas en la obscuridad de la noche, de tal modo diese, porque tienes en el pecho un corazón de
brillaba la pica de larga punta que en su diestra hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera
blandía Aquiles, mientras pensaba en causar daño de los dioses, el día en que Paris16 y Febo Apolo17 te
al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso darán la muerte, no obstante tu valor, en las puer-
cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Éste tas Esceas18.
lo tenía protegido por la excelente armadura de Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su
bronce que quitó a Patroclo15 después de matarlo, y manto, el alma voló de los miembros y descendió
sólo quedaba descubierto el lugar en que las claví- al Hades19, llorando su suerte, porque dejaba un
culas separan el cuello de los hombros, la garganta cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquiles le dijo,
que es el sitio por donde más pronto sale el alma, aunque muerto lo viera:
por ahí el divino Aquiles envasóle la pica a Héctor, —¡Muere! Y yo recibiré la Parca cuando Zeus y los
que ya lo atacaba, y la punta, atravesando el deli- demás dioses inmortales dispongan que se cumpla
cado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el mi destino.
garguero con la pica de fresno que el bronce hacía
ponderosa, para que pudiera hablar algo y respon- Arrancó del cadáver la broncínea lanza y, dejándola
derle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquiles se a un lado, quitóle de los hombros las ensangren-
jactó del triunfo, diciendo: tadas armas. Acudieron presurosos los demás
aqueos, admiraron todos el continente y la arrogan-
—¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patro- te figura de Héctor y ninguno dejó de herirlo. Y hubo
clo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a quien, contemplándole, habló así a su vecino:
mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo
como vengador, mucho más fuerte que él, en las —¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando
cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti en dejarse palpar que cuando incendió las naves con
los perros y las aves te despedazarán ignominio- el ardiente fuego.
samente, y a Patroclo los aqueos le harán honras
fúnebres.
Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremo-
lante casco:
—Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus
padres ¡No permitas que los perros me despedacen
y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bron-
ce y el oro que en abundancia te darán mi padre y
mi veneranda madre, y entrega a los míos el cadá-
ver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus
esposas lo entreguen al fuego.
Mirándole con torva faz, le contestó Aquiles, el de
los pies ligeros:
—No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por
mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran
a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales
agravios me has inferido! Nadie podrá apartar de
tu cabeza a los perros, aunque me traigan diez o
veinte veces el debido rescate y me prometan más,
aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso
de oro; ni, aun así, la veneranda madre que te dio a
16 Príncipe troyano hijo del rey Príamo y de su esposa Hécuba.
luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los Fue conocido como “el de la hermosa figura”.
perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo. 17 Hijo de Zeus y Leto. Dios de la profecía entre otros atribu-
Afrodita. tos. Se le dedicó el oráculo de Delfos.
15 Compañero de armas de Aquiles, y amigo muy querido. 18 Puertas en las afueras de Troya.
Murió portando las armas de Aquiles. 19 El inframundo.
LA IMITATIO DE UN MOTIVO DE HORACIO
ponmi in cielo, od in terra, od in abisso, Ponme al sol que la seca arena abrasa,
in alto poggio, in valle ima et palustre, O adonde él muere envuelto en tierna nieve,
libero spirto, od a’ suoi membri affisso; Ponme al cielo que llueve ardiente brasa,
O al que nieve, granizo, y rigor llueve,
ponmi con fama oscura, o con illustre: Por donde el dia con su carro pasa,
sarò qual fui, vivrò com’io son visso, O la callada noche el suyo mueve,
continüando il mio sospir trilustre. 'Que en luz , tinieblas , en calor, y en frio,
Dexaré por ser tuyo de ser mio."
LA MATERIA DE BRETAÑA Y LA CANCIÓN DE ROLDÁN
El papa Gregorio XI (1370-1378), hombre culto y muy amigo de las letras, había hecho planes para una
nueva colección de las obras de Cicerón. Para llevar adelante su propósito, le encomendó a su secretario
Luca da Penna dirigirse a Petrarca y preguntarle si él poseía manuscritos de algunas obras desconocidas de
Cicerón. Esta es la respuesta de Petrarca: tan afligido, repentinamente rescató dos libros ya casi
«Respecto a los libros de Cicerón, me habías solicitado que, quemados por el fuego, y tomando con su derecha un
si algunos raros y provenientes de afuera tenía, colaborara Virgilio y con su izquierda la Retórica de Cicerón, me los
con tu labor recientemente emprendida… A tu petición, sin pasó sonriendo mientras yo lloraba. ‘Conserva éste para
embargo, respondí entonces no lo que quise, sino lo que darle consuelo a tu espíritu de tiempo en tiempo, y éste
pude: que de Cicerón no tenía otros libros que los que todos como apoyo del estudio del derecho civil’. Con estos tan
tienen y que nuestro mismo Pontífice posee, o incluso escasos pero tan grandes compañeros, se alivió mi espíritu
menos. Y una cosa agregué, que también es efectiva: que y pude contener las lágrimas».
yo había tenido otros y los había perdido… Me dices que «Después, cerca de los primeros años de mi juventud, ya
esa carta no te llegó, y me pides que te reitere lo que te independiente y habiendo renegado de los libros de leyes,
escribí… Cumpliré con tus deseos y, aunque, para mi vejez regresé a mis hábitos con tanto más fervor, cuanto más
especialmente ocupada y enferma, escribir sea no tanto punzante volvió el recuerdo de ese interrumpido deleite».
un trabajo, como dices, sino un tormento, no obstante te
escribiré. «Cuando mis amigos partían y, como suele suceder, me
preguntaban si quería algo desde sus patrias, yo respondía
Desde la niñez misma, cuando todos los demás escuchan que nada, excepto libros, sobre todo de Cicerón. Les
con la boca abierta a Próspero o a Esopo, yo estuve echado entregaba recordatorios y los instaba tanto por escrito
sobre los libros de Cicerón, ya sea por impulso de mi como oralmente».
naturaleza, ya sea por consejo de mi padre, que fue un gran
admirador de ese autor… Pero en aquella edad nada podía «¡Y cuántas veces envié minuciosos ruegos, cuántas veces
entender; lo único que me retenía era una cierta dulzura y dinero, no sólo por [toda] Italia, donde me conocían más,
sonoridad de las palabras, al punto que toda otra cosa que sino por Francia y Alemania, y hasta España e Inglaterra.
leía u oía me parecía áspera y muy disonante. Te diré algo que te sorprenderá: incluso a Grecia envié mis
peticiones…‘El trabajo pertinaz todo lo vence’, dice Virgilio.
Y apenas se rompió la cáscara y comencé a saborear el Con mucho esfuerzo y mucha dedicación, recolecté, desde
fruto, nunca dejé pasar la ocasión —dispuesto por propia diversos lugares, pequeños volúmenes, pero a menudo
voluntad a privarme de otros placeres— para buscar, repetidos; de aquellos, empero, que especialmente
dondequiera que fuese, libros de Cicerón deseaba, rara vez obtuve uno. Así pues, como a menudo
Así progresaba yo en el estudio, sin necesidad de ningún ocurre en los asuntos humanos, mucho me faltaba y mucho
estímulo externo, cuando el deseo [paterno] de una me sobraba.
actividad profesional se impuso y me lanzó al estudio Casi nada excepto Cicerón tenía sabor para mí,
del derecho civil, para aprender cuál era la legislación especialmente desde que leí las Instituciones Oratorias de
sobre el comodato y el préstamo, sobre testamentos y Quintiliano, en un pasaje de las cuales expresa claramente
codicilos, sobre predios rústicos y urbanos, y olvidar a la siguiente opinión: ‘Que esté tranquilo todo aquel a quien
Cicerón, que exponía las muy saludables leyes de la vida. Cicerón le plazca en alto grado’. Confirmado más y más en
En este estudio, a decir verdad, no pasé, sino perdí un mi opinión por tan gran autoridad con este juicio, si alguna
septenio entero. Y para que oigas algo casi absurdo y vez partía a lugares lejanos movido por el deseo de ir a
lamentable, sucedió en cierta ocasión que, por no sé qué visitarlos —lo que por entonces a menudo hacía—, en cuanto
innoble consejo, todos los libros de Cicerón que yo había por ventura veía en lontananza viejos monasterios, torcía
llegado a poseer, como asimismo los de algunos poetas, en seguida hacia ellos el rumbo».
dado que supuestamente obstaculizaban mi estudio de
una profesión lucrativa, fueron sacados a vista mía de los «Cuando yo tenía aproximadamente veinticinco años,
escondrijos en que yo, temiendo lo que efectivamente habiendo llegado a Lieja y escuchado que allí había gran
después ocurrió, había ocultado, y, como si fueran libros abundancia de libros, suspendí mi viaje y retuve a mis
heréticos, fueron consumidos por las llamas. Con este acompañantes hasta que tuve transcrito un discurso de
espectáculo sufrí no de otro modo que si yo mismo hubiera Cicerón por mano de un amigo, y otro por mi propia mano,
sido lanzado a las mismas llamas. Mi padre… viéndome el cual posteriormente difundí por Italia».
DÁMASO ALONSO: Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. P. 41-43.
Tomemos un ejemplo sencillo: una obra literaria breve: un soneto. Allí, en los últimos finales del siglo XIII, Dante lleno
de dulzura a la contemplación de una mujer (¿realidad de hueso y carne o sueño sólo?), escribió el siguiente soneto...
Tan gentil, tan honesta, en su pasar, Tanto gentile e tanto onesta pare
es mi dama cuando ella a alguien saluda, la donna mia quando ella altrui saluta,
que toda lengua tiembla y queda muda ch’ogne lingua deven tremando muta,
y los ojos no la osan contemplar. e li occhi non l’ardiscon di guardare.
Ella se aleja, oyéndose alabar, Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente de humildad vestida, benignamente d’umiltà vestuta
y parece que sea cosa venida e par che sia una cosa venuta
un milagro del cielo acá a mostrar. di cielo in terra a miracol mostrare.
Muestra un agrado tal a quien la mira Mostrasi si piacente a chi la mira,
que al pecho, por los ojos, da un dulzor che da per li occhi una dolcezza al core
que no puede entender quien no lo prueba. che’ntender non la può chi non la prova,
Parece de sus labios que se mueva e par che de la sua labbia si mova
un espíritu suave, todo amor, un spirito soave pien d’amore
que al alma va diciéndole: suspira. che va dicendo a l’anima: sospira.
El lector de este soneto, al avanzar por sus catorce versos, va pasando como por catorce cámaras, y cada una reser-
va una delicia. Son catorce criaturas individuales, peculiares por sí y por su mutua relación. Claro que tenemos entre
ellas nuestras preferencias: unas veces se nos va el gusto tras el verso primero, tan claro con sus dos adjetivos que
se reparten los acentos (de 4ª Y 8ª sílaba).
Otras, seguimos esas once sílabas ch’ogne lingua deven tremando muta, de un avanzar tan ligado como trémulo.
Otras, el alejarse de ese prodigioso verso 5º (casi todo eses y eles): ella si va, sentendosi laudare.
¿Cuándo el candor humano tuvo una transparencia como la de este tierno 6.º, benignamente d’umiltà vestuta?.
A veces nos atrae la rápida precisión intelectual del verso 10º, con su final ternura, che da per li occhi una dolcezza
al core, completado por el verso 11º che’ntender non la pub chi non la prova, verso que sentimos con su pausa final
como un gozne en la estructura del soneto.
Nadie se habrá podido negar nunca al encanto del verso 13º con algo de levedades de pluma, un spirito soave pien
d’amore.
¿Quién, al verso final, che va dicendo a l’anima: sospira, donde el sospira es ya como un susurro?
Treinta y cinco años hace que este soneto de Dante es un compañero de mi vida. Un ángel bueno para refrenarme
en la hora que nos empujaría a la maldad. Si alguna vez he mirado a lo mejor, a él se lo atribuyo. Si no se ha secado
en mi alma la ingenuidad, si algo me queda del niño, a él creería que se lo debo. Y siento que no estoy solo. Somos
miles y miles los hombres que hemos pasado por ese soneto y que hemos recibido por él un empujón hacia la altura.
Eterna Beatrice, eterna meta ideal, amada de tantos desde la profundidad de las edades. Y el espíritu suave y lleno
de amor que de ella emana, siglo tras siglo, va diciendo al alma del hombre: suspira.
DANTE. La Divina Comedia: El infierno. Canto III
Soneto-prólogo. LXXII
Señora mío, yo veo
Ustedes que escuchan en rimas dispersas el sonido en vuestro mover de ojos lumbre
de esos supiros con los que el corazón nutría tan dulce, que hacia el cielo me encamina;
mi primer error juvenil y por larga costumbre
cuando en parte otro hombre era que el que soy: allá do con amor todo me empleo,
En las varias formas en que lloro y razono, al corazón notablemente atina.
entre las vanas esperanzas y el vano dolor, Ella es la que al obrar bueno me inclina
donde sea que por prueba se entienda amor, llevándome por vías peregrinas;
espero encontrar piedad, y no perdón. ella del vulgo vil me deshermana
Ahora me sonrojo ya que para todo el pueblo fábu- ni jamás lengua humana
la fui por mucho tiempo, de la que a menudo de mí podrá contar lo que esas dos divinas
mismo lumbres hacen que sienta…
conmigo me avergüenzo;
y de mi delirio la vergüenza es el fruto, LIV
y el arrepentirse, y el conocer claramente Como el rostro del amor era su seña,
que es breve sueño cuanto gusta al mundo. movió tanto una peregrina mi corazón vano,
que cualquier otra de honor menos digna parecía,
A ella subiendo más arriba por las hierbas verdes,
Si el ciego afán que al corazón destruye la oí decir gritando desde lejos:
contando el tiempo no me ha confundido/ ¡Ah, cuántos pasos en la selva pierdes!
advierto, mientras hablo, cómo huye/ Entonces, contra la sombra de una haya me apreté
el que a mí y al favor fue prometido. pensativo, mi alrededor reexaminando
¿Qué sombra cruel en malograr influye muy peligroso mi viaje vi;
la semilla del fruto apetecido? y antes del medio día la vuelta de regreso di.
¿Qué muro el paso hacia la espiga obstruye?
¿De qué fiera, en mi ovil, oigo el rugido?
¡Ay, triste!, no lo sé, mas se me alcanza CCCLXIV
que, para más doliente hacer mi vida/ Ventiún años me tuvo amor ardiendo,
el amor me condujo a la esperanza. ledo en fuego y dolor y esperanza,
Y a mi recuerdo lo leído viene y desde que en el cielo ya descansa
que hasta el día de su última partida mi Laura, otros diez años fui gimiendo,
llamar feliz a un hombre no conviene Ya cansado mi vida reprehendo
de tanto erro sin dél hacer mudanza,
Lo leído por el poeta fueron estos versos de Ovidio del "Meta- la luz de mi virtud se apaga y cansa:
morphoseon"... "sed scilicet ultima semper/ Exspectanda dies
homini est, dicique beatus/Ante obitum nemo supremaque ansí a mi dios devoto me encomiendo,
funera debet" pesante de mis mal gastos años
Ovil: de "ovis" oveja. aprisco, redil) que debiera extender en mejor uso,
Es decir... hay que esperar el último día: ningún hombre debe
ser llamado dichoso antes que haya dejado la vida y recibido buscando paz, huyendo los engaños:
los honores supremos. - Señor: que en esta cárcel me has incluso,
suplícote que libres de los daños
eternos, que mi error yo no lo escuso.
EJERCICIOS:
si perlas, sus dientes son perlas puras y redondas, Si no quedara la estival esencia,
si marfil, su frente marfil se supone; en muros de cristal, cautivo líquido,
si oro, sus rizos son el más fino oro del suelo, la belleza y su fruto morirían
si plata, sus manos bellas son brillante plata. sin dejar ni el recuerdo de su forma.
Pero aquello que es lo más hermoso, pocos ven: Mas la flor destilada, hasta en invierno,
su ánimo adornado por abundancia de virtudes. su ornato pierde y en perfume vive.
Carta de un turco sobre los fakires (Voltaire) ción. Yo asistí a la larga conversación que Omri sostuvo con él.
-Padre mío -le dijo-, ¿creéis que después de haber pasado por la prueba de las siete metamor-
Cuando me encontraba en la ciudad de Benarés, a orillas del Ganges, antigua patria de los fosis me será posible entrar en la morada de Brahma?
brahmanes, trataba de instruirme. Comprendía medianamente el indio; escuchaba mucho y me -Depende -dijo el faquir-. ¿Cómo vivís?
fijaba en todo. Me alojaba en casa de mi corresponsal Omri; éste era el hombre más digno -Trato -dijo Omri- de ser buen ciudadano, buen marido, buen padre, buen amigo; presto dinero
que he conocido en mi vida. Él pertenecía a la religión de los brahmines y yo tengo el honor sin interés a los ricos cuando se presenta la ocasión, y lo doy a los pobres; pongo paz entre
de ser musulmán; pues bien, jamás hemos tenido ni el menor conato de discusión a causa mis vecinos.
de Mahoma y de Brahma. Cada cual hacía sus abluciones por su lado, bebíamos la misma - ¿Os ponéis de vez en cuando clavos en el culo? -preguntó el brahmín.
limonada, comíamos el mismo arroz, como dos hermanos. -Nunca, reverendo padre.
Cierto día fuimos juntos a la pagoda de Gavani. Allí vimos a varias bandas de faquires, parte de -Pues lo siento -replicó el faquir-, pero seguro que sólo iréis al decimonoveno cielo; y es una
los cuales eran janguis, es decir, faquires contemplativos, y los otros discípulos de los antiguos lástima.
gimnosofistas, que llevaban una vida activa. Como todo el mundo sabe, usan una lengua sabia - Oh, no -dijo Omri -. Me parece muy bien; ya estoy plenamente satisfecho con la suerte que
que es la de los más antiguos brahmanes, y en esta lengua está escrito un libro que ellos me espera.¿Qué me importa estar en el decimonoveno o en el vigésimo, con tal de que cumpla
llaman el Veda. Sin duda éste es el libro más antiguo de toda Asia, sin exceptuar al Zendavesta. con mi deber durante mi peregrinación y de que sea bien recibido en mi última morada? ¿No
Pasé delante de un faquir que estaba leyendo este libro. - i Ah, desdichado infiel! - exclamó -. basta con ser un hombre honrado en esta tierra y ser luego feliz en el país de Brahma? ¿A qué
Me has hecho perder el número de las vocales que contaba; y así por tu culpa mi alma pasará cielo aspiráis a ir vos, señor Bababec, con vuestros clavos y vuestras cadenas?
al cuerpo de una liebre en vez de ir al de un loro, como yo ya tenía motivos de esperar. -Al trigesimoquinto- dijo Bababec.
Para consolarle le di una rupia. A pocos pasos de distancia, habiendo tenido la mala suerte de -Me parece muy curioso- replicó Omri- que aspiréis a alojaros más arriba que yo; sin duda
estornudar, el ruido que hice despertó a un faquir que estaba en éxtasis. alguna ello sólo puede ser el efecto de una ambición excesiva. Si condenáis a los que van
-¿Dónde estoy? -dijo-. ¡Qué horrible caída! Ya no veo la punta de mi nariz: la luz celestial ha tras los honores en esta vida, ¿por qué los deseáis tan grandes en la otra? Y además, ¿en qué
desaparecido . os fundáis para suponer que van a trataros mejor que a mí? Sabed que en diez días doy más
Después de alejarme de allí discretamente, pasé a los otros gimnosofistas; varios de ellos se en limosnas de lo que os cuestan en diez años todos los clavos que os claváis en el trasero.
me acercaron con unos clavitos preciosos para hundírmelos en los brazos y en los muslos en Brahma no gana nada con que paséis todo el día desnudo con una cadena al cuello; menudo
honor de Brahma. Yo les compré los clavos y con ellos he hecho clavar mis alfombras. Otros servicio prestáis a la patria. Yo hago más caso de un hombre que siembra verduras o que
bailaban sobre las manos; otros pirueteaban en la cuerda floja; otros andaban siempre a la planta árboles que de todos vuestros camaradas que se miran la punta de la nariz o que llevan
pata coja. Había que llevaban cadenas, otros una albarda; algunos tenían la cabeza metida en una albarda por exceso de nobleza de alma.
una medida de trigo; por lo demás, las mejores personas del mundo. Mi amigo Omri me llevó Después de hablar así, Omri se calmó, le halagó, le convenció y por fin consiguió que dejara allí
a la celda de uno de los más famosos; se llamaba Bababec: iba desnudo como vino al mundo los clavos y la cadena y que fuera a su casa a llevar una vida digna. Allí le quitaron la mugre,
y llevaba al cuello una gruesa cadena que pesaba más de sesenta libras. Estaba sentado en le frotaron el cuerpo con esencias perfumadas; le vistieron decentemente; vivió quince días
una silla de madera debidamente provista de clavitos puntiagudos que le penetraban en las de una manera muy sensata y confesó que era cien veces más feliz que antes. Pero perdía su
nalgas, y hubiérase dicho que se encontraba en un lecho de raso. Muchas mujeres acudían a crédito ante el pueblo; las mujeres ya no acudían a consultarle; y dejó a Omri y volvió a sus
consultarle; era el oráculo de las familias y puede decirse que gozaba de una inmensa reputa- clavos para recuperar su reputación.
Werther. Goethe
un poco mejor, ¡un poco!, y cuando muerto de sed y cansancio, sucumbo y
hago una pausa; cuando en la noche profunda, con la Luna llena sobre mi
cabeza, me siento en el bosque sobre un tronco torcido, para descansar los
13 de julio pies desgarrados, o me entrego a un sueño tranquilo durante la claridad del
Werther es un joven que se retira crepúsculo… ¡Oh, Guillermo! El silencioso albergue de una celda, un sayal y
No, no me engaño; leo en sus ojos a una aldea donde vive dedicado el cilicio son los únicos consuelos que mi alma espera.
negros el verdadero interés que le a la lectura y la pintura. En un
inspiran mi persona y mi suerte. baile conoce a Carlota, prome- Adiós. No veo para esta miserable vida más fin que la muerte.
Conozco y en esto debo confiar en tida de Alberto, ahora ausente.
mi corazón, que ella... ¡Oh! ¿Podré y Werther visita con frecuencia a
me atreveré a manifestar con estas la joven. 3 de septiembre
palabras la dicha celestial que me
embarga? Sé que me ama. Tengo que partir, Guillermo; te agradezco que hayas fijado mi decisión dudo-
¡Soy amado! ¡Si vieras cómo me quiere ahora; si vieras… Te lo diré, porque tú sa. Desde hace 15 días he pensado en la posibilidad de dejarla. Tengo que
sabrás comprender: si vieras lo mucho más que valgo a mis propio ojos desde irme. Está de nuevo en la ciudad, en casa de una amiga; y Alberto… y… Tengo
que soy dueño de su amor! ¿Es esto presunción o sentimiento de nuestra que irme.
relación verdadera? No conozco hombre alguno capaz de robarme el corazón
de Carlota y no obstante, cuando ella habla de su futuro esposo, con todo el 12 de diciembre Werther se marcha a otra ciudad
calor, con todo el amor posible, me encuentro como el desgraciado a quien adonde le llega la noticia de que
despojan de todos sus títulos y honores, y le fuerzan a entregar su espada. Querido Guillermo: me encuentro en Carlota y Alberto se han casado.
un estado que debe asemejarse al de Werther recuerda obsesivamente
16 de julio los desgraciados que en la antigüedad los momentos pasado s con ella
se creían poseídos del espíritu ma- y vuelve a verla. Esto le ocasio-
¡Ah! ¡Qué sensación tan agradable inunda todas mis venas, cuando por ligno. No es el pesar; no es tampoco na una gran angustia
casualidad mis dedos tocan los suyos o nuestros pies se encuentran debajo un deseo vehemente, sino una rabia
de la mesa! Los aparto como un rayo y una fuerza secreta me acerca de sorda y sin nombre que me desgarra
nuevo en contra de mi voluntad. El vértigo se apodera de todos mis sentidos el pecho, me hace un nudo en la garganta y me sofoca. Sufro, me gustaría
y su inocencia, su alma cándida, no le permiten siquiera imaginar cuánto me escapar de mí y paso las noches vagando por los parajes desiertos y sombríos
hacen sufrir estas insignificancias. Si pone su mano sobre la mía mientras en que abunda esta estación enemiga.
hablamos y si en el calor de la conversación se aproxima tanto a mí que su
divino aliento se confunde con el mío, creo morir, como herido por el rayo, Anoche salí. Sobrevino de repente el deshielo y supe que el río había salido
Guillermo, y este cielo, esta confianza, si llego a atreverme.. Tú me entiendes. de madre, que todos los arroyos de Wahlheim corrían desbordados y que la
No, mi corazón no está tan corrompido, Es débil, demasiado… ¿Pero en esto inundación era completa en mi valle. Me dirigí a él cuando llegaba la me-
no hay corrupción? dianoche y presencié un espectáculo aterrador. Desde la cima de una roca,
Carlota es sagrada para mí. Todos los deseos desaparecen en su presencia. con la claridad de la Luna, vi revolverse los torrentes por los campos, por las
Nunca sé lo que siento cuando estoy con ella: creo que mi alma se dilata por praderas y entre los vallados, devorando y sumergiendo todo; vi desvanecerse
todos mis nervios. el valle; vi en su lugar un mar rugiente y espumoso, azotado por el soplo de los
Hay una sonata que ella ejecuta en el clave con la expresión de un ángel: ¡tie- huracanes. Después, profundas tinieblas; más tarde, la Luna, que aparecía
ne tal sencillez y tal encanto! Es su música favorita y le basta tocar su primera de nuevo para arrojar una siniestra claridad sobre aquel imponente cuadro.
nota para alejar de mí zozobras, preocupaciones y aflicciones. Las olas rodaban estrepitosas… se estrellaban a mis pies con gran fuerza. Un
No me parece inverosímil nada de lo que se cuenta sobre la antigua magia extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí. Me hallaba
de la música. ¡Cómo me esclaviza este sencillo canto! ¡Y cómo sabe ella con los brazos estirados hacia el abismo, acariciando la idea de lanzarme
ejecutarlo en aquellos momentos en que yo colocaría contento una bala en mi a él. Sí, lanzarme y sepultar conmigo los dolores y sufrimientos. ¡Pero ay!,
cabeza! Entonces disipándose la turbación y las tinieblas de mi alma, respiro ¡qué desgraciado! No tuve fuerza para terminar de una vez por todas con
más libremente. mi pesar; mi hora no ha llegado aún, lo sé. ¡Ah, Guillermo! ¡Con qué gozo
hubiera dado esta pobre vida para confundirme con el huracán, rasgar con él
30 de agosto los mares y agitar sus olas! ¡Ah!, ¿no alcanzaremos nunca esta dicha los que
Desgraciado, ¿no estás loco? ¿No Guillermo, amigo al que escribe nos consumimos en nuestra prisión? ¡Qué tristeza se apoderó de mí cuando
te engañas a ti mismo? ¿Adónde algunas cartas, le aconseja que se mis ojos pasaron por el sitio donde había descansado con Carlota, bajo un
te llevará esa pasión indómita y sin aleje de Carlota, pues su pasión sauce, después de un largo paseo! También había llegado ahí la inundación y
propósito? No hago más oración que puede serle funesta. Regresa a duras penas pude distinguir la copa del sauce.
la que le dirijo a ella; ya no cabe en mi Alberto y en el alma de Werther,
imaginación otra figura que la suya y comienza una dura batalla. Pensé entonces en la casa de Carlota, en sus jardines… El torrente debía ha-
todo lo que me rodea no lo veo sino ber arrancado también nuestros pabellones y destruido todos nuestros lechos
con relación a ella. de pasto. Un luminoso rayo del pasado brilló frente a mi alma, como brilla en
los sueños de un cautivo una ola de luz que le crea praderas, ganados o gran-
Esto me da algunas horas de felicidad, que han de irse tan pronto como dezas de la vida. Yo estaba ahí, parado… ¡ah!, ¿es que no tengo valor para
tengamos que separarnos. ¡Ah, Guillermo, adónde me lleva con frecuencia mi morir? Yo debía… Y sin embargo, aquí estoy como una pobre vieja que recoge
corazón! Siempre que paso dos o tres horas con ella, en la contemplación de del suelo sus andrajos y va, de puerta en puerta, pidiendo pan para sostener y
su figura, de sus movimientos, de la maravillosa expresión que da a sus pala- prolongar un instante más su vida de miseria.
bras, todos mis sentidos se exaltan sin sensibilidad, una sombra se extiende
ante mí y mis oídos pierden la percepción; siento que aprieta mi garganta una
mano asesina; mi corazón, en sus latidos precipitados, busca consuelo a mis
sentidos oprimidos y no hace más que aumentar el desorden.
Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn, ¿Conoces la tierra donde florecen los limoneros,
Im dunklen Laub die Gold-Orangen glühn, las doradas naranjas relucen entre sombrías hojas,
Ein sanfter Wind vom blauen Himmel weht, donde una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
Die Myrte still und hoch der Lorbeer steht? y se encuentra el silencioso mirto y el frondoso laurel?
Kennst du es wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacia allí
Möcht ich mit dir, o mein Geliebter, ziehn. quisiera andar junto a ti, amado mío!
Kennst du das Haus? Auf Säulen ruht sein Dach. ¿Conoces la casa? Sobre columnas descansa su techo,
Es glänzt der Saal, es schimmert das Gemach, la sala resplandece, el aposento brilla
Und Marmorbilder stehn und sehn mich an: y los bustos de mármol me miran y preguntan:
Was hat man dir, du armes Kind, getan? ¿Qué te han hecho, pobre criatura?
Kennst du es wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacía allí
Möcht ich mit dir, o mein Beschützer, ziehn. quisiera andar junto a ti, mi protector!
Kennst du den Berg und seinen Wolkensteg? ¿Conoces la montaña y su sendero entre las nubes?
Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg; La mula busca el camino a través de la niebla;
In Höhlen wohnt der Drachen alte Brut; en cavernas habita la antigua raza de los dragones;
Es stürzt der Fels und über ihn die Flut! ¡al abismo se arroja la roca y sobre ella el torrente!
Kennst du ihn wohl? ¿La conoces acaso?
Dahin! dahin ¡Hacia allí, hacia allí
Geht unser Weg! O Vater, laß uns ziehn! se dirige nuestra senda! ¡Oh, padre, vayamos!
Goethe: El hijo de las Musas
Mi Capitán no responde,
sus labios están palidos e inmóviles,
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso, ni voluntad,
El navío ha anclado sano y salvo;
Nuestro viaje, acabado y concluido,
Del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo,
¡Exultad, oh playas, y sonad, oh campanas!
Mas yo con pasos fúnebres,
Recorreré la cubierta donde mi Capitán
Yace muerto y frío.
Walt Whitman: Canto a mí mismo
Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres de cuyos padres nacieron aquí y
cuyos padres también aquí nacieron.
A los treita y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
comienzo y espero no detenerme hasta morir.
Preparado así el efecto del desenlace, me apresuro a abandonar el Quiero subrayar que la expresión "de mi corazón" encierra la primera
tono fingido y adoptar el serio, más profundo: este cambio de tono expresión poética. Estas palabras, con la correspondiente respuesta,
se inicia en el primer verso de la estancia que sigue a la que acabo jamás, disponen el espíritu a buscar un sentido moral en toda la
de citar: narración que se ha desarrollado anteriormente. Entonces el lector
comienza a considerar el cuervo como un ser emblemático pero sólo
Mas el cuervo, posado solitariamente en el busto plácido, no
en el último verso de la última estancia puede ver con nitidez la in-
profirió..., etc.
tención de hacer del cuervo el símbolo del recuerdo fúnebre y eterno.
A partir de este momento, el amante ya no bromea; ya no ve nada
Y el cuervo, inmutable, sigue instalado, siempre instalado
ficticio en el comportamiento del ave. Habla de ella en los términos
sobre el busto plácido de Palas, justo encima de la puerta de mi
de una triste, desgraciada, siniestra, enjuta y augural ave de los
habitación;
tiempos antiguos y siente los ojos ardientes que le abrasan hasta el
y sus ojos parecen los ojos de un demonio que medita;
fondo del corazón. Esa transición de su pensamiento y esa imagina-
y la luz de la lámpara, que le chorrea encima, proyecta su som-
ción del amante tienen como finalidad predisponer al lector a otras
bra en el suelo;
análogas, conduciendo el espíritu hacia una posición propicia para
y mi alma, fuera del círculo de aquella sombra que yace flotando
el desenlace, que sobrevendrá tan rápida y directamente como sea
en el suelo,
posible. Con el desenlace propiamente dicho, expresado en el jamás
no podrá elevarse ya más, ¡nunca más!
del cuervo en respuesta a la última pregunta del amante -¿encontra-
rá a su amada en el otro mundo?-, puede considerarse concluido el
poema en su fase más clara y natural, la de simple narración. Hasta
el presente, todo se ha mantenido en los límites de lo explicable y lo
real.
Un cuervo ha aprendido mecánicamente la única palabra jamás;
habiendo huido de su propietario, la furia de la tempestad le obliga,
a medianoche, a pedir refugio en una ventana donde aún brilla una
luz: la ventana de un estudiante que, divertido por el incidente, le
pregunta en broma su nombre, sin esperar respuesta. Pero el cuervo,
al ser interrogado, responde con su palabra habitual, nunca más:
palabra que inmediatamente suscita un eco melancólico en el cora-
zón del estudiante; y éste, expresando en voz alta los pensamientos
que aquella circunstancia le sugiere, se emociona ante la repetición
del jamás. El estudiante se entrega a las suposiciones que el caso
le inspira; mas el ardor del corazón humano no tarda en inclinarle a
martirizarse, así mismo y también por una especie de superstición
a formularle preguntas que la respuesta inevitable, el intolerable
"nunca más", le proporcione la más horrible secuela de sufrimiento,
en cuanto amante solitario. La narración en lo que he designado
STENDHAL La cúpula de los Inválidos
El síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de
Un hermoso día del mes de junio, entre las cuatro y las cinco,
Florencia) es una enfermedad psicosomática que causa un ele-
salí de la celda de la calle du Bac donde mi honorable y estu-
vado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones
dioso amigo, el barón de Werther, me había ofrecido el almuerzo
cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente
más delicado del que se pueda hacer mención en los castos
cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en
y sobrios anales de mi estómago; pues el estómago tiene su
grandes cantidades en un mismo lugar.
literatura, su memoria, su educación, su elocuencia; el estóma-
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomá-
go es un hombre dentro del hombre; y jamás experimenté de
tica, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente
modo tan curioso la influencia ejercida por este órgano sobre mi
de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la
economía mental.
exuberancia del goce artístico.
Se le denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX Después de habernos obsequiado amablemente con vinos
Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una pri- del Rin y de Hungría, había terminado la comida de amigos
mera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su haciendo que nos sirvieran vino de Champaña. Hasta aquel
visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y momento, su hospitalidad podría considerarse normal, de no ser
que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a por su charla de artista, sus relatos fantásticos y, sobre todo, de
Reggio: no ser por nosotros, sus amigos, todos personas de entusiasmo,
“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las corazón y pasión.
sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos
Hacia el final del almuerzo, nos encontramos todos presas de
apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida
una dulce melancolía y sumergidos en una absorción bastante
estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.
lógica en personas que han comido bien. Percatándose de ello,
el barón, el excelente crítico, el erudito alemán que, pese a su
Algunas frases de Stendhal:
baronía, lleva la admirable y poética vida de los monjes del siglo
XVI en su celda abacial; nuestro monje -digo-, remató su obra de
• El amor es la única mercancía que se paga con una moneda
gastrolatría con una auténtica salida de monje.
acuñada por él mismo.
• El hombre que no ha amado apasionadamente ignora la mitad En un momento en el que la conversación quedó interrumpi-
más hermosa de su vida. da cuando nos encontrábamos en sillones inventados por el
confort inglés pero perfeccionados en París que habrían causado
• Las mujeres demasiado bellas sorprenden menos el segundo día.
admiración a los benedictinos, Werther se sentó ante una es-
• Para gozar íntimamente y para amar se necesita soledad, mas para pecie de mesita y, levantando una parte de la tapa, sacó de un
salir airoso se precisa vivir en el mundo. instrumento alemán unos sonidos que se encontraban a mitad
• El amor es como la fiebre: brota y aumenta contra nuestra volun- de camino entre los acentos lúgubres de un gato cortejando a
tad. una gata o soñando con los placeres del canalón, y las notas de
• Un hijo es un acreedor dado por la naturaleza. un órgano vibrando en una iglesia. No sé lo que hizo con aquel
instrumento de melancolía, pero mi inteligencia no se vio jamás
• Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
tan cruelmente trastornada como en aquella ocasión.
• Puede adquirirse todo en la sociedad menos el carácter.
El aire, dirigido hacia los metales, producía unas vibraciones
• El arte de amar se reduce a decir exactamente lo que el grado de
armónicas tan fuertes, tan graves, tan agudas, que cada nota
embriaguez del momento requiera.
atacaba instantáneamente una fibra, y aquella música de verdín,
• Con las pasiones uno no se aburre jamás; sin ellas, se idiotiza. aquellas melodías impregnadas de arsénico, introdujeron violen-
• La diferencia de la infidelidad en los dos sexo es tan real que una tamente en mi alma todas las ensoñaciones de Jean-Paul, todas
mujer apasionada puede perdonar una infidelidad, cosa imposible las baladas alemanas, toda la poesía fantástica y doliente que
para un hombre. me hizo huir en medio de gran agitación, a mí que soy alegre y
• El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a jovial. Me sentí como si mi personalidad se hubiera desdoblado.
recogerla al borde de un precipicio. Mi ser interior había abandonado mi forma exterior por la que
una o dos mujeres, mi familia y yo, sentimos algo de amistad.
• Para un amante ya no hay amigos.
El aire ya no era el aire; mis piernas ya no eran piernas, eran
• Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor. algo flojo y sin consistencia que se doblaba; los adoquines se
• Es indispensable, para que otros nos soporten a gusto, participar hundían, los transeúntes bailaban y París me parecía singular-
hasta cierto punto en sus pasiones. mente alegre.
• Lo que hace tan agudo el dolor de los celos, es que la vanidad no Tomé la calle de Babylone y caminé melancólicamente hacia
puede ayudar a soportarlo. los bulevares, adoptando como punto de referencia la cúpula
• Querer, es tener el valor de exponerse a un inconveniente; exponer- de los Inválidos. Al dar la vuelta a no sé qué calle, ¡vi que la
se así es tentar al acaso y es jugar. cúpula venía hacia mí!... En un primer momento me quedé
• Ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música, como algo sorprendido y me detuve. Sí, era sin duda la cúpula de los
emprender un viaje sin un libro, como ir por el mar sin estrella que Inválidos que se paseaba boca abajo, apoyando en el suelo su
nos oriente. punta, y tomaba el sol como cualquier buen burgués del barrio
del Marais. Interpreté esta visión como un efecto óptico y gocé
• Tener el carácter firme es tener una larga y sólida experiencia de
del mismo placenteramente, sin querer explicarme el fenómeno;
los desengaños y desgracias de la vida.
pero tuve sensación de pavor cuando, viendo que se acercaba
BALZAC a mí, quería pisarme los talones... Eché a correr, pero oía detrás
de mí el paso pesado de aquella dichosa cúpula, que parecía llas torres de catedrales... ¡Qué prestigio! ¡Qué serían a mi lado
burlarse de mí. Sus ojos reían; efectivamente, el sol al pasar por los Paganini, los Rossini, los Cuvier, los Canova o los Goethe!
las ventanas abiertas de tramo en tramo, le daba un vago pare- Tenía la fe más absoluta en mi poder, la fe de la que habló
cido con ojos, y la cúpula me lanzaba auténticas miradas... Cristo, la voluntad sin límites que permite mover montañas, la
fuerza con cuya ayuda podemos abolir las leyes del espacio y
-¡Soy bastante tonto! -pensé-. Voy a ponerme detrás de ella...
del tiempo, cuando vi avanzar hacia mí, a la máxima velocidad
La dejé pasar, y entonces volvió a colocarse con la punta hacia que pueden alcanzar los caballos de los servicios públicos, un
arriba. En esa posición, me hizo un gesto con la cabeza, y su cabriolé que desembocó por la calle Saint-Dominique.
maldito ropaje azul y oro se arrugó como la falda de una mujer...
-¡Tenga cuidado con la cúpula! -grité.
Entonces di unos pasos hacia atrás para plantarla allí mismo,
pues empecé a sentirme inquieto. No había duda de que, al día El conductor no me oyó, lanzó su caballo hasta el centro de la
siguiente, los periódicos no dejarían de contar que yo, autor de cúpula; yo solté un enorme grito pues la pobre cúpula, que no
algunos artículos insertados en La Revue, me había llevado la había podido echarse a un lado, se hizo mil pedazos, y me salpi-
cúpula de los Inválidos; aquello me resultaba indiferente porque có totalmente. Luego, cuando pasó aquel condenado cabriolé, vi
tenía intención de defenderme y de contar abiertamente que la a la tozuda cúpula volverse a colocar boca abajo, sobre la punta,
cúpula se había encaprichado conmigo y me había seguido por con pequeñas sacudidas; las piedras se armaban de nuevo,
su cuenta. Mi carácter bien conocido, mis hábitos y costumbres las bellas franjas doradas reaparecían, y yo me secaba la cara
debían hacer comprender que, lejos de degradar los monumen- instintivamente; pues en aquel momento, mi ser exterior regresó
tos públicos, yo abogaba por dialogar con ellos. y me encontré cerca de los Inválidos, ante un enorme charco de
agua en el que se reflejaba la cúpula de los Inválidos.
La mayor dificultad, y la que más me inquietaba, era saber qué
iba a hacer yo con aquella cúpula. No hay duda de que se podía Creo que estaba borracho... ¡Maldita fisarmónica! ¡Qué manera
ganar una fortuna... Además de que la amistad de la cúpula de de atacar los nervios!...
los Inválidos con un hombre no era sino algo muy halagador,
podía llevarla a algún país extranjero, exponerla en Londres junto
a Saint-Paul... Pero si tenía intención de seguirme, ¿cómo iba ZOLA
a volver yo a mi casa?... ¿Dónde la iba a poner? Naturalmente,
Los hombros de la marquesa
iba a producir considerables desperfectos por las calles por
donde pasara; es verdad que podría llevarla por los muelles y I
mantenerla siempre junto al río... Si me molestaba en avisar, La marquesa duerme en su gran lecho, bajo el ancho dosel de
la gente la dejaría pasar; pero, si se empeñaba en entrar en mi satén amarillo. A las doce, al escuchar el sonido claro del reloj
casa, derribaría el inmueble en el que vivo de alquiler. ¡Menuda de pared, se decide a abrir los ojos. La habitación está tibia. Las
indemnización me pediría el propietario! La casa no está asegu- alfombras, las colgaduras de puertas y ventanas la convierten en
rada contra cúpulas... Y, si la llevaba a Londres o a Berlín, ¡qué un nido mullido donde el frío no penetra. Fluyen calores y olores.
desperfectos no haría por el camino...! Allí reina una eterna primavera. Y, tan pronto como está bien
-¡Santo Dios! ¡Qué raros están los Inválidos sin la cúpula! despierta, la marquesa parece víctima de una súbita ansiedad.
-exclamé. Retira las mantas y llama a Julie.
Al oír estas palabras, las personas que se encontraban cerca -¿La señora ha llamado?
levantaron los ojos hacia la iglesia y rompieron a reír. Decían: -Dígame, ¿ha subido la temperatura?
«Pero ¿qué ha sido de ella?» «¡Estoy seguro de que todo París
está preocupado!» Entonces escuché un griterío, un clamor que ¡Oh! ¡la buena marquesa! ¡Con qué emocionada voz ha pregun-
hacía pensar en que se aproximaba el fin del mundo: «¡Ya está! tado! Su primer pensamiento es para aquel terrible frío, aquel
¡están reclamando su cúpula!» me dije. viento del norte que ella no nota, pero que tan cruelmente debe
soplar en los tugurios de los pobres. Y pregunta si el cielo se ha
Tenía razón, la cúpula de los Inválidos es uno de los monumen- apiadado, si puede estar caliente sin sentir remordimientos, sin
tos más bellos de París; y, desde que, por una fantasía bastan- pensar en todos los que tiritan.
te rara entre cúpulas, era de mi propiedad, la admiraba con
embeleso. Bajo los rayos del sol resplandecía como si estuviera -¿Ha subido la temperatura?
cubierta de piedras preciosas, su azul se destacaba claramente La doncella le ofrece el salto de cama que acaba de calentar
en el del cielo, y su linterna tan graciosa, tan maravillosamente junto a un gran fuego.
elegante y ligera, parecía ofrecerme detalles en los que no había
reparado hasta entonces. Es verdad que tenía algunas zonas -¡Oh! no, señora, no ha subido la temperatura. Al contrario,
estropeadas y que habían perdido el dorado; pero yo no era su- está helando con mayor intensidad. Acaban de encontrar a un
ficientemente rico como para devolverles su esplendor imperial. hombre muerto de frío en un ómnibus.
Cerca de Nemours he conocido a un agricultor que tiene la La marquesa se deja llevar por una alegría infantil; aplaude y
singular habilidad de fascinar a las abejas y de hacer que le grita:
sigan sin picarle. Es su rey: les silba y acuden; les dice que se -¡Ah! ¡estupendo! Entonces esta tarde iré a patinar.
marchen y huyen. Tal vez haya llegado yo a un completo desarro-
llo moral, a un poder sobrenatural y haya adquirido el poder de
atraer a las cúpulas. II
Entonces, por el interés de Francia, pensé en colocar ésta en su Julie recorre las cortinas, suavemente, para que la brusca clari-
lugar habitual y viajar por Europa para traerme a París numero- dad no hiera la delicada vista de la deliciosa marquesa. El refle-
sas cúpulas célebres, las de Oriente, las de Italia, y las más be- jo azulado de la nieve inunda el dormitorio de una luz alegre. El
cielo está gris, pero de un gris tan bonito que a la marquesa le Los hombros de la marquesa han quedado siempre íntegros y
recuerda el vestido de seda gris perla que llevaba la víspera en victoriosos. Han soportado un mundo sin que una sola arruga
el baile del ministerio. El vestido estaba adornado con blondas haya venido a rajar su mármol blanco.
blancas, semejantes a los ribetes de nieve que ve al borde de
los tejados, sobre la palidez del cielo.
IV
La víspera estaba encantadora con sus nuevos diamantes. Se
acostó a las cinco. Por eso tiene aún la cabeza algo pesada. Sin Esta tarde, al salir de las manos de Julie, la marquesa, vestida
embargo, se ha sentado ante el espejo y Julie ha levantado la con un delicioso conjunto polaco, ha ido a patinar. Patina adora-
oleada rubia de sus cabellos. La bata se desliza y los hombros blemente bien.
quedan al aire hasta media espalda.
En el bosque hacía un frío intenso, un cierzo que picaba en la
Toda una generación ha envejecido ya contemplando el espec- nariz y en los labios de aquellas damas como si el viento les
táculo de los hombros de la marquesa. Desde que, gracias a arrojara arena fina al rostro. La marquesa reía, tener frío le diver-
un poder fuerte, las damas de físico atractivo pueden escotarse tía. De vez en cuando iba a calentarse los pies en los braseros
y bailar en las Tullerías, ella ha paseado sus hombros por la encendidos en las márgenes del pequeño lago. Luego volvía
baraúnda de los salones oficiales, con una asiduidad que la ha al aire helado, marchándose como una golondrina que roza el
convertido en el estandarte viviente de los encantos del Segun- suelo.
do Imperio. Ha tenido que acomodarse a la moda, escotar sus
¡Ah! ¡qué buen rato y qué estupendo que no haya llegado aún
vestidos unas veces hasta el declive de los riñones, otras hasta
el deshielo! La marquesa podrá patinar toda la semana.
el extremo de sus pechos; hasta el punto de que la querida
mujer, hoyuelo a hoyuelo, ha mostrado ya todos los tesoros de Al regresar, la marquesa ha visto en un vial lateral de los
su corpiño. Campos Elíseos a una pobre tiritando al pie de un árbol, medio
muerta de frío.
No hay ni tanto así de su espalda o de su pecho que no sea
conocido desde la Magdalena hasta Santo Tomás de Aquino. -¡Pobrecilla! -ha susurrado con voz disgustada.
Los hombros de la marquesa, generosamente exhibidos, son el Y, como el coche iba muy rápido y la marquesa no podía encon-
blasón voluptuoso del reino. trar su monedero, le lanzó a la pobre su ramo, un ramo de lilas
blancas que costaba por lo menos cinco luises.
III
Es verdad, es inútil describir los hombros de la marquesa. Son
tan populares como el puente Nuevo. Durante dieciocho años
han formado parte de los espectáculos públicos. Basta con ver
un pequeño trozo en un salón, en el teatro o en cualquier otro
lugar, para exclamar: «¡Hombre! ¡la marquesa! ¡Reconozco la
señal negra de su hombro izquierdo!».
Por lo demás, son unos hermosos hombros, blancos, rollizos,
provocativos. Las miradas de un gobierno han pasado por ellos
proporcionándoles mayor finura, como le sucede a las losas que
los pies de la gente pulen con el paso del tiempo.
Si yo fuera el marido o el amante, preferiría ir a besar el pomo
de cristal de la puerta del despacho de un ministro, desgasta-
do por la mano de los que van a solicitar algo, antes que rozar
con los labios aquellos hombros sobre los que ha pasado el
aliento cálido de todo el París galante. Cuando se piensa en los
mil deseos que han temblado a su alrededor, uno se pregunta
de qué arcilla ha debido hacerlos la naturaleza para que no se
hayan corroído ni desmenuzado como esas estatuas desnudas,
expuestas al aire libre en los jardines, de las que el viento roe
los contornos.
La marquesa ha depositado su pudor en otro sitio. Y ha hecho
de sus hombros toda una institución. ¡Y cómo ha combatido a
favor del gobierno de su agrado! Siempre en la brecha, en todas
partes a la vez, en las Tullerías, en los ministerios, en las emba-
jadas, en casa de los simples millonarios, convenciendo a los
indecisos a fuerza de sonrisas, afianzando el trono de sus senos
de alabastro, mostrando los días de peligro pequeños rincones
ocultos y deliciosos, más persuasivos que los argumentos de
los oradores, más decisivos que las espadas de los soldados y
amenazando, para conseguir un voto, con recortar sus camisetas
hasta que los esquivos miembros de la oposición se declaren
convencidos.
SPLEEN EN PARÍS (CHARLES BAUDELAIRE) mezcla una muy ligera humedad, nace en esta atmósfera donde el
espíritu durmiente es mecido por sensaciones de sofocación.
Mi querido amigo, le envío una obrita que no tiene ni pies ni La muselina cae abundantemente delante de las ventanas y
cabeza porque aquí todo es pies y cabeza a la vez, alternativa delante de la cama; se expande en cascadas nevosas. Sobre esa
cama está acostado el Idolo, la soberana de los sueños. ¿Pero
y recíprocamente. Considere las admirables comodidades
cómo está ella ahí? ¿Quién la ha traído? ¿Qué poder mágico la
que ofrece a todos esta combinación, a usted, a mí y al lector. ha instalado sobre ese trono de desvarío y deleite? ¡Qué importa!
Podemos cortar donde queremos, yo mi ensueño, usted el ma- ¡Allá está! Yo la reconozco.
nuscrito y el lector su lectura, porque no supedito su esquiva Vean bien esos ojos cuya llama atraviesa el crepúsculo; esos su-
voluntad al hilo interminable de una intriga superflua. Sustrai- tiles y terribles mirones, que reconozco por su tremenda malicia!
ga una vértebra y los dos trozos de esta tortuosa fantasía se Atraen, subyugan, devoran la mirada del imprudente que los con-
unirán sin esfuerzo. Córtelo en muchos fragmentos y verá que templa. Frecuentemente los he estudiado, esas estrellas negras
cada cual puede existir separado. Con la esperanza de que al- que comandan la curiosidad y la admiración..
gunos de estos pedazos sean lo bastante vívidos para gustarle ¿A qué demonio benevolente debo el estar así rodeado de mis-
y divertirlo, me atrevo a dedicarle la serpiente entera. terio, de silencio, de paz y de perfumes? ¡Oh Beatitud! Eso que
Tengo una pequeña confesión que hacerle. Hojeando por lo nombramos generalmente la vida, aún en su expansión más feliz,
menos una vigésima vez el famoso Gaspard et la Nuit de Aloy- no tiene nada en común con esa vida suprema de la que ahora
tengo conocimiento y que saboreo minuto por minuto, segundo
sius Bretrand (¿acaso un libro que conocemos usted yo y algu-
por segundo.
nos amigos no tiene todo el derecho a ser llamado famoso?)
¡No! ¡No hay más minutos! ¡No hay más segundos! El tiempo
se me ocurrió intentar algo parecido y aplicar a la descripción ha desaparecido: es la Eternidad que reina, una eternidad de
de la vida moderna -mejor dicho, una vida moderna y más delicias.
abstracta- el procedimiento que él aplicó a la pintura de la Pero un golpe terrible, torpe, resuena en la puerta, y , como en los
vida antigua, tan extrañamente pintoresca. sueños infernales, me ha parecido que recibía un golpe de azadón
¿Quién no ha soñado el milagro de una prosa poética, musi- en el estómago.
cal, sin ritmo y sin rima, tan flexible y contrastada que pudiera Y luego un Espectro ha entrado. Es un oficial que viene a torturar-
adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulacio- me en nombre de la ley; una infame concubina que viene a gritar
nes de la ensoñación y a los sobresaltos de la conciencia? miseria y a agregar las trivialidades de su vida a los dolores de la
Esta obsesión nace de frecuentar las grandes ciudades, del en- mía; o bien el testaferro de un director de diario que reclama el
trecruzamiento de sus incontables relaciones. También usted, término de un manuscrito.
mi querido amigo, trató de traducir en canción el grito estri- El cuarto paradisíaco, el ídolo, la soberana de los sueños, la Sílfi-
dente del vidriero y de expresar en prosa lírica sus desoladoras da, como decía el gran René, toda esa magia ha desaparecido al
resonancias cuando atraviesan las altas brumas de la calle y golpe brutal asestado por el Espectro.
llegan a las buhardillas. ¡Horror! ¡Me acuerdo! ¡Me acuerdo! ¡Sí! Esa choza, esa estancia
del eterno tedio, es bien la mía.
A decir verdad, temo que mi celo no me haya traído felicidad.
He aquí los muebles fatuos, polvorientos, descornados; la chime-
Apenas iniciado el trabajo me di cuenta de que estaba muy
nea sin llama y sin brasa, manchada de escupidas; las ventanas
lejos de mi misterioso y brillante modelo y que además hacía tristes donde la lluvia ha trazado surcos en la polvareda; los ma-
algo -si puede llamarse algo a esto- singularmente diferente. nuscritos, tachados o incompletos; el almanaque donde el crayon
Este accidente enorgullecería a cualquier otro, pero humilla ha marcado las fechas siniestras!
profundamente a un espíritu para quien el más grande honor Y ese perfume de otro mundo, en el que me embriago con una
del poeta es cumplir exactamente con lo que había proyectado sensibilidad perfeccionada, ay!
hacer. Su muy afectuoso C. B. Ha sido reemplazado por un fétido olor a tabaco mezclado con no
sé qué nauseabundo moho.
EL CUARTO DOBLE Se respira aquí ahora lo rancio de la desolación.
En ese mundo estrecho, más sí pleno de disgusto, un solo objeto
Un cuarto que parece un desvarío, un cuarto verdaderamente conocido me sonríe: el frasco del láudano; un viejo y terrible
espiritual, donde la atmósfera estancada está ligeramente teñida amigo; como todos los amigos, ay! fecundo en caricias y en
de rosa y de azul. traiciones.
El alma allí toma un baño de pereza, aromatizado por el remor- ¡Oh! ¡Sí! El Tiempo ha reparado; el Tiempo reina soberano ahora;
dimiento y el deseo. Hay algo de crepuscular, de azulado y de y con el horroroso viejo ha vuelto todo su demoníaco cortejo de
rosado, un delirio de deleite durante un eclipse. Recuerdos, de Remordimientos, de Espasmos, de Pavor, de Angus-
Los muebles tienen formas alargadas, postradas, lánguidas. tias, de Pesadilla, de Cóleras y de Neurosis.
Los muebles tienen aire de soñar; se dirá dotados de una vida Yo les aseguro que los segundos ahora están fuertemente y solem-
sonámbula, como lo vegetal y lo mineral. Las materias hablan una nemente acentuados, y cada uno, saltando del péndulo, dice: “¡Yo
lengua muerta como las flores, como los cielos, como los soles soy la Vida, la insoportable, la implacable Vida!”
ponientes. No hay más que un Segundo en la vida humana que tenga la
Sobre los muros ninguna abominación artística. Relativamente al misión de anunciar una buena nueva, la buena nueva que causa a
sueño puro, a la impresión sin analizar, el arte definido, el arte cada uno un inexplicable pavor.
positivo es una blasfemia. Así, todo tiene la suficiente claridad y ¡Sí! El Tiempo reina: ha retomado su brutal dictadura. Y me
la deliciosa obscuridad de la armonía. empuja con su doble aguijón. —” ¡Y arre así! ¡borrico! ¡Suda así,
Un aroma infinitesimal de la elección más esquisita, a la que se esclavo!, ¡Vive así , maldito!
Luz repentina. RIMBAUD • A LA MÚSICA
Dante Gabriel Rossetti (1828-1882)
Plaza de la Estación, en Charleville
Yo estuve aquí antes,
no sé decir cómo y cuándo: A la plaza que un césped dibuja, ralo y pobre, Y por el césped verde se ríen los golfantes,
conozco el prado detrás de la puerta, y donde todo está correcto, flores, árboles, mientras, enamorados por el son del trombón,
el dulce aroma penetrante, los burgueses jadeantes, que ahogan los calores, ingenuos, los turutas, husmeando una rosa
los sonidos susurrantes, traen todos los jueves, de noche, su estulticia. acarician al niño pensando en la niñera...
las luces a lo largo de la costa.
Tú has sido mía antes; -La banda militar, en medio del jardín, Yo sigo, hecho un desastre, igual que un estudiante,
no sé decir hace cuánto: con el vals de los pífanos el chacó balancea: bajo el castaño de indias, a las alegres chicas:
pero apenas esa golondrina remontó, -Se exhibe el lechuguino en las primeras filas lo saben y se vuelven, riéndose, hacia mí,
y giró tu cuello, algún velo cayó; y el notario es tan sólo los dijes que le cuelgan. con los ojos cuajados de ideas indiscretas.
y lo supe al instante.
Rentistas con monóculo subrayan los errores: Yo no digo ni mú, pero miro la carne
¿Había sido así antes? burócratas henchidos arrastran a sus damas de sus cuellos bordados, blancos, por bucles locos:
¿No será que el vuelo concéntrico a cuyo lado corren, fieles como cornacas, y persigo la curva, bajo el justillo leve,
del tiempo restaure nuestras vidas, -mujeres con volantes que parecen anuncios. de una espalda de diosa, tras el arco del hombro.
nuestro amor, a pesar de la muerte,
y nos traiga otro deleite noche y día? Sentados en los bancos, tenderos retirados, Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias...
a la par que la arena con su bastón atizan, -Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas.
Ahora, entonces, ¡con fortuna otra vez! con mucha dignidad discuten los tratados , Ellas me encuentran raro y van cuchicheando...
¡Duerman mis ojos la agitación de tus cabellos! aspiran rapé en plata , y siguen: «¡Pues, decíamos!...» -Mis deseos brutales se enganchan a sus labios...
¿No yaceremos como hemos yacido,
y así, por amor de Amor, Aplastando en su banco un lomo orondo y fofo,
el dormir y el despertar un burgués con botones de plata y panza nórdica
no rompan ya sus cadenas? saborea su pipa, de la que cae una hebra
de tabaco; -Ya saben, lo compro de estraperlo.
El rostro de un candidato político en una valla publicitaria MALLARMÉ La siesta del Fauno
Charles Bukowski Que palpite
su granate ligero, y en el aire dormite
Ahí está: en sopor apretado.
No demasiadas resacas ¿Quizás un sueño amaba?
No demasiadas peleas con mujeres Mi duda, en oprimida noche remota, acaba
No demasiados neumáticos desinflados en más de una sutil rama que bien sería
Nunca pensó en el suicidio los bosques mismos, al probar que me ofrecía
No más de tres dolores de muelas como triunfo la falta ideal de las rosas. [...]
Nunca se saltó una comida
Nunca estuvo encarcelado ¡Quieres, pues, instrumento de fugas, oh maligna
Nunca estuvo enamorado siringa, florecer en el lago aguardándome!
7 pares de zapatos Con mi rumor altivo quiero hablar largo tiempo
un hijo en la universidad de las diosas; y, por idólatras pinturas,
un coche que no tiene más que un año despojar todavía cinturas a su sombra:
pólizas de seguros así, cuando a las vides la claridad succiono,
un césped muy verde desterrando un dolor por la mentira aislado,
cubos de basura con tapa hermética alzo, riente, el exhausto racimo al cielo estivo
seguro que le eligen. y soplando en sus pieles brillantes, de embriaguez
ávido, hasta el ocaso yo miro a su trasluz...