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Continuamos ahora con nuestro estudio de los «Yo soy» de Jesús y hoy vamos a ver la importante declaración que

Jesús hizo en aquella ocasión que visitó Betania, en la casa de Lázaro, María y Marta, después de la muerte de
Lázaro, en esa ocasión Jesús dijo: «Yo soy la resurrección y la vida». Y para establecer el contexto de eso, veamos,
por favor, el capítulo 11 del libro de Juan, donde empieza diciéndonos que Lázaro se había enfermado, por lo que
sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús implorándole que viniera y ayudara diciendo: «“Señor, el que Tú amas
está enfermo”. Cuando Jesús oyó eso, su respuesta fue así: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria
de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella”».

Ahora, eso, por supuesto, sería una respuesta muy alentadora cuando Jesús declaró que la enfermedad de Lázaro no
era para muerte, sino que el propósito de ella era glorificar a Dios. Se nos dice en el versículo 5 que «Jesús amaba a
Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que Lázaro estaba enfermo, entonces se quedó dos días más en
el lugar donde estaba», lo cual es una declaración estremecedora aquí en el texto, porque ustedes pensarían que
cuando Jesús recibe esta petición y la noticia de la gravedad de la enfermedad de Lázaro y justo después de que Juan
nos dice cuánto amaba a Lázaro, ustedes hubieran esperado, así como también pensaron las hermanas de Lázaro,
que Jesús fuera inmediatamente.

Pero en vez de eso, se quedó dos días más donde estaba. «Luego, después de eso, dijo a Sus discípulos: “Vamos de
nuevo a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Rabí, hace poco que los judíos te querían apedrear, ¿y vas allá otra vez?”.
Jesús respondió: “¿No hay doce horas en el día? Si alguien anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
Pero si alguien anda de noche, tropieza, porque la luz no está en él”. Dijo esto, y después añadió: “Nuestro amigo
Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo”. Los discípulos entonces le dijeron: “Señor, si se ha dormido, se
recuperará”.

Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que se refería a que descansaba y dormía. Entonces
Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto; y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que
crean; pero vamos a donde está él». Este es un lenguaje extremadamente misterioso, el que Jesús les está dando a
sus discípulos, cuando dice que «está muerto y me alegro de que no estuvieran allí». ¿Por qué se alegró de que no
estuvieran ahí? ¿Está solo sugiriendo que estaba contento de que no estuvieran allí porque no tendrían que haber
sido testigos de la muerte de Lázaro o está diciendo que: «no han empezado a ver lo que voy a manifestar en la
luz?».

Pero Él dijo: vayamos a él. «Tomás, llamado el Dídimo, dijo entonces a sus condiscípulos: “Vamos nosotros también
para morir con Él”». Están asumiendo que, si Jesús regresa a Judea en este punto de su ministerio, tan cerca de
Jerusalén, tan cerca de la sede de la autoridad de aquellos que estaban en oposición a Jesús, ir en este viaje es
arriesgar sus vidas. Es por eso que los discípulos no querían que Jesús se fuera porque temían por Él y luego, cuando
Él dijo que iba, Tomás dijo: «vamos con Él. Si Él muere, muramos junto a Él». Por supuesto, esa actitud cambió
dramáticamente solo unos pocos días después. Pero leamos entonces el registro de lo que sucede cuando Jesús llega
a la casa de Lázaro.

«Llegó, pues, Jesús y halló que ya hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro». Ahora, ese detalle menor en la
narración de que Lázaro había estado en el sepulcro durante cuatro días era importante para el judío antiguo,
porque el pueblo semita de ese tiempo, muchos de ellos al menos, tenían esta idea de que cuando una persona
moría, el alma que se había apartado del cuerpo regresaría y visitaría el cuerpo periódicamente durante un par de
días después de la muerte. Pero al cuarto día, cuando era obvio que la descomposición había empezado en el
cadáver, que, en ese momento, se creía que el alma había abandonado el cuerpo de una vez por todas.
Así que no es que creían que no estuviera realmente muerto a menos que estuviera muerto por cuatro días, sino que
tenían la idea de que era imposible que cualquier tipo de recuperación sucediera una vez llegara el cuarto día. Así
Juan nos da este detalle que era importante que Lázaro no solo estaba muerto, sino que había estado muerto
durante cuatro días y ya la putrefacción corporal había empezado. «Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres
kilómetros». Si alguna vez han estado en Jerusalén, saben que entre Jerusalén y el monte de los Olivos hay un valle
profundo allí, el Cedrón, y en la ladera opuesta del monte de los Olivos está la ciudad de Betania.

Por tanto, desde Betania, al menos desde la cima del monte de los Olivos, puedes ver al otro lado del barranco hacia
la ciudad vieja de Jerusalén, por lo que era realmente una distancia corta que se podía caminar con facilidad.
Entonces leemos que: «Muchos de los judíos habían venido a la casa de Marta y María, para consolarlas por la
muerte de su hermano». Una multitud de judíos había hecho el viaje hasta el monte de los Olivos a Betania hasta la
casa de María y Marta porque, obviamente, estas personas tenían muchos amigos en Jerusalén y deben haber sido
muy conocidos. En todo caso, «Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, lo fue a recibir, pero María se quedó
sentada en casa.

Y Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”». Así que aquí está Marta, que
estaba desesperada por que Jesús viniera a rescatar a su hermano de su enfermedad y luego, cuando murió, sus
expectativas no se cumplieron y no solo estaba molesta por la muerte de su hermano, sino también molesta porque
Jesús no hizo lo que ella esperaba que hiciera y entonces sale al encuentro de Jesús con una reprensión diciendo:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios
te lo concederá».

No sé si tenemos alguna razón para creer a la luz de las siguientes palabras de la conversación, que Marta esperaba
que Jesús hiciera una resurrección aquí. Por un lado, ella lo reprende y, por otro lado, dice que: yo sé, que todo lo
que Dios quiera hacer, estamos dispuestos a aceptarlo, y todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará. Entonces Jesús
le dijo: «Tu hermano resucitará». Ahora, la razón por la que no creo que ella esperaba que Jesús resucitara a su
hermano de entre los muertos es por lo que dijo a continuación. «Marta le contestó: “Yo sé que resucitará en la
resurrección, en el día final”». Sí, Señor, creo en la resurrección futura. Sé que en algún momento mi hermano se
levantará de nuevo.

Ahora recuerden que no todos en Israel creían en la resurrección futura. Los fariseos sí creían, pero los saduceos no,
por ejemplo, entre los líderes del pueblo judío. Pero Marta sí creía en la resurrección futura. Es en esta ocasión y en
ese momento que Jesús pronuncia el «Yo soy». Donde ella le dice: «Sé que resucitará en la resurrección en el último
día». Jesús no dice que yo seré quien lo resucitará en el último día. Lo que Él dice es: «Yo soy la resurrección y la
vida».

Esta es una afirmación y declaración asombrosa de Jesús, y se une a los otros «Yo soy» que ya hemos examinado en
los que Jesús dice que no solo da luz al mundo, sino que Él es la luz del mundo. Él no solo ayuda a las personas a
atravesar la puerta a la vida eterna, Él mismo es la puerta. En la expresión idiomática de la gente en ese tiempo si
algo está tan estrechamente asociado con una persona en particular, esa persona, podría entonces, en términos de
patrones del lenguaje, identificarse con lo que sea que esté tan estrechamente asociado. Aprendemos, por ejemplo,
en la Epístola de Juan donde Juan nos dice, por ejemplo, que Dios es amor.

Lo que está diciendo allí idiomáticamente es que Dios es tan amoroso, está tan estrechamente conectado con el
amor que se podría decir que Él es la realidad misma de la que estamos hablando. Por eso Jesús está tan conectado
con el poder sobre la muerte y el poder de la vida eterna, el poder de la resurrección, que le está diciendo aquí a
Marta, no solo tengo el poder de resucitar a la gente de entre los muertos y no solo tengo el poder de levantarme de
entre los muertos, sino que «Yo soy la resurrección». Ahora, piensa en eso. Volviendo a la antigüedad, a la pregunta
que fue planteada por Job: «Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?» Job 14:14. Esa pregunta ha estado en la mente
de cada ser humano desde que la muerte se experimentó por primera vez en este planeta.

En cada cultura, en cada tribu y en cada civilización vemos gente especulando sobre el tema de la muerte y la vida
después de la muerte. La pregunta obvia es: cuando muera, ¿es ese el final? ¿Está toda mi existencia resumida entre
los dos puntos del nacimiento y la muerte tal como están marcados en los sepulcros de la gente? ¿O hay algo más?
¿Hay algo más después? La vida es tan preciosa para los humanos que late dentro de cada corazón humano la
esperanza de que de alguna manera habrá victoria sobre el sepulcro. Vean y miren los escritos del filósofo Platón,
quien en sus discusiones sobre la muerte de Sócrates y demás, da un argumento filosófico para la vida después de la
muerte.

Hay un argumento de analogía que se toma prestado del carácter cíclico de la vida y la muerte que vemos en el reino
de la naturaleza donde para que crezca la hierba la semilla debe ser plantada y la semilla tiene que morir, pero
cuando la semilla muere y se pudre, la cáscara se pudre y luego la semilla germina y surge una nueva vida. Entonces
ves esas analogías en la naturaleza y también ves en la naturaleza una cosa que el apóstol Pablo señaló que hay vida
de todo tipo en este planeta. Es decir, si han estudiado biología y zoología, ven miríadas y miríadas de diferentes
tipos de seres vivos que habitan este planeta y por lo tanto siempre se plantea la pregunta: ¿es thanatos, es la
muerte, el final de cada forma de vida tal como la conocemos? ¿O hay algo después, después como en la naturaleza,
cuando una cosa muere y simplemente cambia su forma y regresa a través de la metamorfosis a otra forma de vida?

Los antiguos pitagóricos tenían su idea de la reencarnación, que llamaban la transmigración del alma, donde había
encarnaciones repetidas del alma, que se consideraba eterna y más. Pero todo eso es especulativo. La mayor
esperanza que tenemos en el mundo para la vida después de la muerte se encuentra en la resurrección histórica de
Cristo, que el Nuevo Testamento pone ante nosotros, no como un hecho o incidente aislado, sino como un evento
que es el primero de una multitud de eventos similares a este, que en algún momento seguirán, que Él resucitó de
entre los muertos por nosotros, para que nosotros también participemos en esa resurrección. Eso está en el centro
mismo de la esperanza de la fe cristiana.

Sabemos que en la iglesia primitiva una de las razones por las que los cristianos del siglo I estaban tan dispuestos a
sufrir el martirio era porque estaban absolutamente convencidos de la resurrección. Estaban convencidos de que la
muerte no era la dimensión final, que ahora la muerte en lugar de ser una victoria amarga de Satanás sobre
nosotros, esa muerte ha sido derrotada y ahora para el cristiano la muerte era simplemente una transición de la vida
aquí a la vida en un ambiente aún mejor y una mejor realidad. Todo eso no se reduce a una discusión, sino a una
persona, cuando Jesús dice, pensando en la futura resurrección: Escucha, Marta, «Yo soy la resurrección y la vida».

Ahora Él ya ha enseñado sobre ser el autor de Zoé, que Él vino a hacer Zoé, ese tipo de vida, vida espiritual, vida
eterna, posible para Su pueblo. «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Bueno,
Jesús amplía esta declaración aquí en este texto. «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera,
vivirá». Luego continúa diciendo en el siguiente aliento: «Y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto?». Ahora, esto suena a primera vista como algo contradictorio, porque lo primero que hace es decir que, «si
crees en Mí, incluso si mueres, vas a vivir». Luego continúa diciendo que: «si crees en Mí, nunca morirás. Así que,
obviamente, lo que Jesús está diciendo es que aquellos que están en Él, en fe, nunca mueren en un sentido.
Sin embargo, en otro sentido, sí mueren, pero siguen viviendo. Entonces, la idea aquí es que el Zoé, esta vida eterna
que Él viene a dar a Su pueblo, empieza en el alma en el momento en que la fe nace en el corazón. Esa vida Zoé no
puede ser asesinada por thanatos. La muerte física no puede destruir la vida que Cristo pone en el creyente. Incluso
si pasas por la muerte física, tú no mueres. Lo que está detrás de este concepto de la resurrección es la promesa de
Cristo de la continuidad de la existencia personal. El día que mi cuerpo muera no es el día en el que yo moriré. Ese es
el día en el que me volveré más consciente de la realidad, de lo que jamás había estado, hasta el punto de mi
muerte.

En un sentido muy real, la vida suprema para la cual Dios nos ha hecho como seres vivientes no empieza sino hasta
que crucemos el velo. Es por eso que el apóstol Pablo puede decir que estaba dividido entre dos alternativas.
Expresa su ambivalencia y dice: «teniendo el deseo de partir y estar con Cristo», porque es ¿qué? «mucho mejor».
Por un lado, tengo este profundo deseo de irme, pero también tengo el deseo de quedarme con ustedes, que es más
necesario. Mi trabajo no ha terminado, pero no puedo esperar para ir a verlo y estar con Él donde Él está.

Jesús, a medida que se acerca a su propia muerte más adelante en el mismo libro, dice a sus discípulos que, «en la
casa de Mi Padre hay muchas moradas, porque voy a preparar un lugar para ustedes, si no fuera así, se lo hubiera
dicho». Y ahora, al consolar a Marta, Él le está diciendo: «mira Marta, no solo estamos hablando de la resurrección
futura aquí. Estás hablando con el que es la resurrección y la vida». Él dice: «¿Crees esto? Ella dijo: “Sí, Señor; yo he
creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo”. Habiendo dicho esto, Marta se fue y llamó a su
hermana María, diciéndole en secreto: “El Maestro está aquí, y te llama”».

Entonces vemos esta conversación en la que María dice: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto», el mismo lamento que Marta había hecho. «Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella
llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció. “¿Dónde lo pusieron?”. Ellos dijeron:
“Señor, ven y ve”». Leemos: «Jesús lloró». Ellos dijeron: «Miren, cómo le amaba». Algunos de ellos dijeron: «¿No
podía Este, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?». «Entonces Jesús, de nuevo
profundamente conmovido, fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta sobre ella. “Quiten la piedra”».

Marta se opone de nuevo. Ella dijo: «Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió. Jesús le dijo: “¿No te
dije que, si crees, verás la gloria de Dios?”». Entonces quitaron la piedra de donde estaba el hombre que había
muerto. «Jesús alzó los ojos al cielo, y dijo: “Padre, te doy gracias porque Tú me has oído. Yo sabía que siempre me
oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado”». Juan continúa:
«Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz». A menudo escucho esto predicado en la iglesia y el predicador dice: «Y
Jesús gritó en voz alta. Lázaro».

Si fuera fiel al texto, ¿qué es lo que dice? Que cuando Jesús se paró frente a este sepulcro abierto con el cadáver de
Lázaro adentro, gritó hacia el sepulcro, diciendo: «Lázaro, sal fuera». Creo, que es importante que hagamos una
pausa por un momento en eso porque así es como el Dios todopoderoso creó el universo. De la nada Él crea el
mundo por el poder de Su llamado divino. Por Su palabra Él crea todo lo que hay y así por Su palabra Cristo da poder
a un cadáver para que vuelva a la vida y tan pronto como Jesús clama en esa voz fuerte y da el imperativo de Dios
mismo al Lázaro muerto, ese corazón empezó a latir y empezó a bombear sangre a través de sus venas. Las ondas
cerebrales se activaron; el tejido podrido se sanó, la fuerza volvió a entrar en él y Lázaro, que había muerto, salió
atado de pies y manos con vendas y su rostro envuelto en un sudario, pero estaba vivo.

Jesús dijo a los que estaban allí: «Desátenlo, y déjenlo ir». ¿No te hubiera encantado ver eso?, ver el poder de Cristo
en la presencia de la muerte. Este es el mismo Cristo que se aparece a Juan en la isla de Patmos en el primer capítulo
del libro de Apocalipsis, que se identifica de esta manera: Cuando Juan lo ve, Juan nos dice que cayó a sus pies como
si estuviera muerto.

Pero Cristo puso Su mano sobre él y dijo: «No temas, Yo soy el Primero y el Último, y el que vive, y estuve muerto.
Pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades».

El que es la resurrección y la vida tiene la llave para abrir el sepulcro, para abrir el poder de la muerte, para que no
tengamos nada que temer ante la muerte, porque para el cristiano es una entrada magnífica al entorno supremo de
la vida humana. Eso está en el corazón de la fe cristiana. Sin eso, el cristianismo es tan solo moralismo vacío que es
irrelevante para el hombre moderno. Pero mientras haya vida y mientras haya muerte, no hay nadie más relevante
que Cristo, quien es la resurrección y la vida.

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