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Pero las actividades arqueológicas sobre la Cruz Desde 1906 hasta la fecha, Cruz del Negro ha
del Negro no concluyeron en 1898 y sabemos, gra- tenido especial resonancia en la bibliografía arqueo-
cias a las notas y manuscritos de campo de G. Bon- lógica especializada siendo tratada desde múltiples
sor, que se prolongaron por lo menos hasta 1909, perspectivas. Unas veces se ha valorado su cultura
siendo especialmente frecuentes y fructíferas durante material, mientras que otras se preocupaban de su
el período comprendido entre 1900-1905. adscripción a un horizonte cultural dentro de las dis-
Consecuencia de esta actividad se excavaron ba- tintas facies de la protohistoria meridional hispana7.
jo la supervisión del arqueólogo inglés un total de 41 Pero pocos autores han tratado de forma exhaustiva
conjuntos funerarios nuevos, los que unidos a los la existencia documentada de una práctica ritual dual
tres que ya eran conocidos, suman un total de 44 en esta necrópolis. Entre estos últimos podemos citar
unidades funerarias5. Una de las novedades que apor- a L. Montagudo para quien los inhumados son sacri-
tó esta nueva actividad arqueológica, fue la localiaza- ficios humanos rituales, similares a los hallados en la
ción de una serie de conjuntos funerarios donde el necrópolis ibérica de La Almedinilla; por su parte, J.
ritual practicado era el de la inhumación en diversos Vuillemot observa en estas prácticas inhumatorias un
tipos de estructuras. Este acontecimiento suponía trato distinto cuyas causas hay que estudiar en base a
una alteración sustancial de las teorías expuestas con criterios de diferenciación social. A. Tejera opina que
anterioridad por C. Cañal y G. Bonsor, en las que la la dualidad tiene orígenes chipriotas y su origen en la
práctica ritual incineradora aparecía como el rito que Península (Cruz del Negro o tumba 9 de La Joya),
definía exclusivamente a la Cruz del Negro. obedece a la diversa composición étnica de los indi-
En un artículo fechado en 1927, G. Bonsor, ex- viduos que arribaron a Andalucía dentro del fenóme-
pone parte de los nuevos datos ofreciendo una hipó- no colonizador fenicio. Y por último citamos a M. E.
tesis interpretativa a la dualidad ritual. Dicha Aubet, quien ha estudiado la cuestión ofreciendo
hipótesis plantea que las inhumaciones eran la conse- una de las interpretaciones más completas hasta la fe-
cuencia de la práctica de sacrificios humanos rituales; cha. La mixtificación ritual obedecería a causas de ín-
mujeres y niños sacrificados y enterrados junto a sus
amos siendo estos últimos previamente incinerados6.
villa). Tesis de licenciatura. Inédita (1986), págs. 65-67. El
propio G. Bonsor {Ibid. pág. 297) apunta otra hipótesis para
ocupa, de la Cruz del Negro, y que se caracteriza por la desa- el conjunto de Los Alcores, que consiste en afirmar que si los
parición del túmulo y el uso de un vaso cinerario de forma y dos ritos no son exactamente contemporáneos el de la inhu-
decoración características (urnas gflobulares con decoración a mación sería el más antiguo. De esta afirmación deducimos
bandas y a trazos bícroma o polícroma). Este último periodo dos ideas importantes: La primera es que él mismo no se ha-
corresponde a un nuevo refuerzo de libio-fenicios. llaba del todo satisfecho con su interpretación de los sacrifi-
5
Utilizamos indistintamente los términos «conjuntos» o cios, aunque esta explicación le parece la más plausible dentro
«unidades» ya que una visión global de la necrópolis aporta de las posibles que no lesionen en exceso la periodización cul-
estructuras de diversa tipología que en muchas ocasiones apa- tural, a través de los ritos funerarios, establecida en 1898. La
recen asociadas. Dichas asociaciones aportan implicaciones ri- 2 a remite a la coletilla añadida al final de la afirmación: «el de
tuales, por lo que su definición resulta valiosísima para el la inhumación sería el más antiguo, como en Hallstat» (op.
conocimiento de los usos y costumbres funerarias de las co- cit.); esto es debido a que unos años antes J. Dechelette había
incluido de alguna forma a Acebuchal, Alcantarilla, Ruiz Sán-
munidades protohistóricas. La nueva clasificación de enterra-
chez y Cruz del Negro dentro de los «enterramientos hallsatá-
mientos guiados por criterios tipológicos, sin una previa
ticos de la P. Ibérica». Véase Dechelette, J. (1913) Manuel
definición de los que puede ser el comportamiento dominan-
d'Archeologie prehistorique celtique et gallo-romaine. Paris.
te y usual, conduce a errores en la interpretación cronológica,
Tomo II, págs. 682-684. Las teorías expuestas por el autor
así como impide en la mayoría de los casos la identificación
han pesado sobremanera en la investigación posterior, sobre
de «reutilizaciones».
todo en una corriente que consideraba a la Cruz del Negro
6
G. BONSOR (1927), «Le veritable origine de Carmona como la penetración más sureña del horizonte de «campos de
et les découvertes archeologiques des Alcores». Revue Archeo- urnas».
logique, pág. 293, fig. 5. Aunque el dibujo de dicha figura esté
7
fechado en 1924 tenemos constancia que este conjunto que Entre otros podemos citar a Paris, P. (1910). Bosch
nosotros hemos numerado como 20 fue descubierto el 4-5 de Gimpera, P. (1928); Mélida, J. R. (1929); García y Bellido,
febrero de 1901 (Bonsor, G., Cuaderno 3, pág. 26, 29-31; A. (1942-1952); Collantes de Terán, F. (1943); Almagro
Amores, F. Carta Arqueológica de Los Alcores. Sevilla: Dipu- Basch, M. (1952); Tarradell, M. (1960); Blanco, A. (1956-
tación Provincial, 1982, fig. 106; Jiménez Barrientos, J. C. La 1960); Pellicer, M. (1969); Arco Aguilar, M. C. del (1977);
necrópolis orientalizante de la Cruz del Negro. Carmona (Se- Almagro Gorbea, M. (1977) etc.
A S P E C T O S RITUALES FUNERARIOS D E LA N E C R Ó P O L I S D E L A C R U Z DEL N E G R O 217
dolé social: diversas tradiciones familiares en u n pro- su artículo de 1927 a la «posición violenta» como
ceso de diferenciación social; en definitiva causas muestra evidente de que los inhumados habían sido
económico-sociales y no momentos cronológicos di- sacrificados «in situ» a sus amos «ibero-celtas-púni-
ferentes, en u n proceso evolutivo como pensaba G. cos» (sic).
Bonsor 8 . Un análisis pormenorizado de los conjuntos fu-
En resumen, según las diversas opiniones referi- nerarios donde se localizan inhumaciones, aporta los
das se observa como en líneas generales la mixtifica- siguientes datos: D e los 11 casos de inhumación, 4 se
ción ritual detectada en Cruz del Negro ha sido orientan en dirección N E - S W con el cráneo apun-
atribuida a tres causas fundamentales: A) Sacrificios tando hacie el SW; 2 están en dirección N - S , con el
humanos rituales. B) Diferencias étnicas. C) Dife- cráneo mirando hacia el N en u n caso y a la inversa
rencias económicas que comportan distintas actitu- hacia el S en el otro; 3 lo están en sentido E - W con
des funerarias. el cráneo hacia el W y en los dos últimos no se espe-
Para G. Bonsor la presencia de inhumaciones se cifica ninguno de estos datos. E n cuanto a la posi-
debe a la primera de las causas mencionadas, la que ción de los cadáveres, es extendida en la mayoría de
se refiere a los sacrificios rituales. Este tema es una los casos, hallándose algunas peculiaridades como el
cuestión controvertida, que ha generado multitud de estar recostados sobre el lado derecho en uno de los
opiniones y una podríamos denominar, abundante conjuntos, con las piernas y brazos flexionados (de-
literatura. Suponemos que para el arqueólogo inglés cúbito supino) en otro y bocabajo en un tercero. Lla-
la existencia de inhumaciones rompe la lógica im- man especialmente la atención dos conjuntos donde
puesta por el esquema evolutivo aplicado a Los Alco- los cadáveres se hallaban totalmente contraídos y que
res, en el que se usan cambios rituales como hitos del coincidían en estos casos con inhumaciones infanti-
devenir histórico (véase nota 6). Conocemos tam- les.
bién a través de sus manuscritos y referencias, la in- Las conclusiones que se pueden extraer del aná-
fluencia que la obra de Leite de Vasconcelos lisis de los datos expuestos, es que no existe u n a p o -
«Religioes da Lusitania» había ejercido en él. En efecto, sición determinada a la hora de colocar el cadáver
la información que Estrabón ofrece sobre la práctica de aún cuando en la mayoría de los casos se orientan en
sacrificios funerarios rituales entre los lusitanos, recogi- dirección NE-SW, con el cráneo hacia el SW. Pero al
da por L. de Vasconcelos, se percibe en la descripción margen de dicha característica nada aboga en favor
reconstruida por G. Bonsor de los supuestos sacrificios de una «posición violenta» o violentada; o al menos
ejecutados en la Cruz del Negro 9 . G. Bonsor alude en no sabemos cual de los detalles descritos se puede
usar como evidencia de dicha «posición» 10 .
8 También se menciona ocasionalmente que algu-
L. MONTEAGUDO (1953), Álbum gráfico de Carmona
por G. Bonsor. AJEA. XXVI, pág. 359; Vuillemot, G. (1965) nos de los cadáveres tenían los cráneos machacados,
Reconnaissances aux echelles puniques d'Oranie Autum Mu- pero ante este dato hamos de manifestar que en las
sée Roli, pág. 92; Tejera, A. (1979) «Las tumbas fenicias y pú- descripciones de los cuadernos de campo de G. Bon-
nicas del Mediterrráneo Occidental Estudio tipológico». sor, dicho término no se refiere, y tan sólo se alude
Sevilla: Universidad, pág. 54; Aubet, M. E. (1977-1978) «Al- al mal estado de conservación general en el que se
gunas cuestiones en torno al período orientalizante tartésico».
encuentran los esqueletos. N o hemos constatado por
Pyrenae 13-14, pág. 82.
9
otra parte la presencia de grandes piedras, como ocu-
G. BONSOR, op. cit. nota 6, pág. 294 «...A las cenizas rre en el caso de los denominados «lapidados» de El
de los señores se ofrecían sacrificios de niños y mujeres que
Acebuchal 11 .
eran probablemente sus esclavos. El niño había sido desangra-
do encima de la urna para que la sangre inundara los restos
del difunto, la mujer había sido desventrada quizás para adi-
10
vinar el porvenir por el examen de sus entrañas y por la caída J. C. JIMÉNEZ BARRIENTOS (1986), op. cit. nota 6,
de la víctima.»; García y Bellido, A. España y los españoles págs. 96-103.
11
hace dos mil años. Según la «Geográfica» de Strabón. Madrid: Los lapidados del Acebuchal se sitúan al final del 2 o
Austral, pág. 118: «...Los lysitanoi hacen sacrificios y exami- periodo de incineración (4a fase) que estaba representada en
nan las visceras sin separarlas del cuerpo; observan asimismo el Acebuchal por los túmulos H, I, J. Bonsor, G. (1898) op.
las venas del pecho y adivinan palpando. También auscultan cit., págs. 139-140. Este retorno a la inhumación se atribuuye
las visceras de los prisioneros, cubriéndolas con "sagoi". a la influencia céltica, por unos fragmentos cerámicos apareci-
Cuando la víctima cae por mano del "hieroskopos", hacen dos en las cercanías de las tumbas de los lapidados y que se
una primera predicción por la caída del cadáver...». atribuyen a dicha cultura «céltica». En la actualidad conside-
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dáver se efectúa en ánforas rotas o recipientes especí- diversa composición étnica tan sólo atañe a diversas
ficos destinados a tal efecto como ocurre en el área tradiciones de una misma zona, la fenicia, y no a to-
mallorquína o en otros yacimientos de época ibérica. do el ámbito mediterráneo.
Sólo podríamos acogernos a lo expuesto en alguna Al problema planteado por la dualidad de ritos
ocasión de que la práctica del rito «mlk» puede reves- en la zona sirio-palestina se añade que aunque existe
tirse de «importantes variantes locales»19. un desconocimiento casi total de los ritos practicados
Si buscamos una interpretación global a las in- durante la etapa del Bronce final en la Península Ibé-
humaciones a través de la explicación que se refiere a rica, se admite que la inhumación es la práctica usa-
las diferencias étnicas, ya en 1918 A. Merlin plantea da aquí y que los colonizadores introducen la
un posible origen mixto de la población colonizado- incineración23.
ra de la zona norteafricana. El autor amplía esta hi- Estas teorías hacen el problema aún más com-
pótesis hasta el extremo de proponer una presencia plejo ya que si por un lado hay una dualidad en la
helénica en el área cartaginesa anterior a la fenicia20. zona matriz y ésta se proyecta hacia Occidente, a lo
La razón de esta idea reside en que por aquellos años que se añade que el rito anterior es la inhumación y
la opinión generalizada estimaba que el ritual fenicio lo que se introduce es la incineración ¿Hasta qué
era la inhumación y asociar incineraciones durante el punto es posible distinguir estas inhumaciones pree-
siglo VII a. C , fecha que el autor propone para las xistentes y las que se efectúan por influenca coloniza-
tumbas de la colina de Juno, a la influencia semítica dora?. Para distinguir la cuestión habría la
parecía impensable. posibilidad de intentarlo a través de la ergología de
Opiniones más recientes plantean la coexistencia las sepulturas, pero ésta durante el Bronce final no
ritual en el área fenicia, así para W. Culican en Khal- aporta datos y durante el período siguiente, el colo-
dé y Akziv las tumbas de la edad del Hierro I presen- nizador, puede presentar pervivencias, o incluso otra
tan tanto cistas con inhumaciones, como posibilidad: zonas donde aún cuando se asume el rito
incineraciones en urnas insertas dentro de cistas o es- o los ritos de los colonizadores, no ocurre tanto con
tructuras de piedras. Estas prácticas se prolongan en sus productos (o viceversa).
el Hierro II, apareciendo inhumaciones e incinera- Por último, dentro del apartado de diferencias
ciones dentro de cámaras funerarias. La mixtificación étnicas, vamos a referirnos a las sexuales que en su
ritual documentada en ambos períodos (Hierro I y día manifestaron los hermanos Siret, para quienes la
II) se proyecta hacia las colonias del Mediterráneo existencia de inhumaciones acompañadas de joyas
Occidental21. frente a las incineraciones con armas resultaban una
A. Tejera plantea un origen chipriota para la clara evidencia del distinto tratamiento ritual efec-
dualidad ritual documentada en la tumba 9 de La Jo- tuado en función del sexo24.
ya (Huelva). Posteriormente y debido a que la colo- Ante ello hemos de manifestar que la inexisten-
nización fenicia como proyecto aglutina a individuos cia de estudios antropológicos completos de los res-
de diversa procedencia, esa característica quedaría re- tos crea serias dudas al tiempo que estas diferencias
flejada en las colonias occidentales; E Molina Fajar- tan claras en los ajuares no se manifiestan en todas
do establece dos áreas con distinto ritual en la las necrópolis.
Fenicia de origen: el Norte donde predomina la inci- La tercera línea de opinión, la que refiere dife-
neración y el Sur que influenciado por el contacto rencias de tipo social y económico es una corriente
con los egipcios practica la inhumación. La dualidad de interpretación que aunque brevemente enunciada
quedaría posteriormente plasmada en las colonias del
Mediterráneo Central y Cartago22, aunque ahora la 23
Ibid. El proceso de introducción de la incineración, si
lo que preexistía era la inhumación, como todo cambio que
19 afecta a los niveles supraestructurales de una sociedad, debió
Op. cit, nota 15, pág. 37.
ser lento y algo más rápido en los núcleos urbanos importan-
20
A. MERLIN (1918), «Fouilles de tombeaux punique á tes. Olver, A. (1981) Incineraciones entre el río Ebro y el Pa-
Carthage». París, págs. 313-314. lencia. Nuevas aportaciones para el estudio de los
21
W. CULICAN (1984), «Próximo Oriente» Fenicia en enterramientos ibéricos. Cuadernos de Prehistoria y Arqueo-
Historia de las Civilizaciones Antiguas I. Egipto. Oriente Pró- logía Castellonense, 8, pág. 190.
ximo; Leaky, E. et al. Barcelona: Grijalbo, pág. 280. 24
E. y L. SlRET (1980), «Las primeras edades del Metal
22
E MOLINA FAJARDO (1985), «Almuñecar a la luz de los en el Sudeste de España», pág. 86 y L. SlRET (1908), «Villari-
nuevos hallazgos fenicios». Aula Orientalis II, n° 1-2, pág. 202. cos y Herrerías», pág. 429.
220 JUAN CARLOS JIMÉNEZ BARRIENTOS
humaciones se reutilizaran «emplazamientos de inci- de éstas, 9 eran infantiles, lo que supone un bajo
neración» ya que en Cruz del Negro es frecuente la porcentaje de mortalidad infantil para una sociedad
localización de fosas de incineración, donde se en- del siglo VII-VI a. de C , extensivo a la Cruz del N e -
cuentran elementos de ajuar y n i n g ú n enterra- gro y a Mallorca, aunque ésta última con cronología
m i e n t o ; ello se debe según nuestra opinión, al más reciente 37 .
depósito ritual realizado en el m o m e n t o de la crema- Relaciones especiales del tipo antes referido son
ción del cadáver. imposibles de establecer en el yacimiento carmonen-
Dicho ajuar difiere normalmente del depositado se, ya que en la documentación conservada no exis-
en los enterramientos y coincide a veces con el de las ten planos de conjunto, a través de los que establecer
inhumaciones. En cuanto a algunas de las inhuma- la distribución sobre el terreno de las sepulturas con
ciones infantiles, aquellas que se halllan compartiendo ritual diferente, atisbar una estratigrafía horizontal e
la misma estructura tipológica de las incineraciones, incluso matizar lo que pudiera haber sido una zona
resulta posible, como plantea V. M . Guerrero Ayu- reutilizada. Tan solo cabe indicar la posibilidad de
so 34 , que se dispense del trato incinerador a aquellos que las inhumaciones se concentren en una zona ex-
individuos que no han sobrepasado determinada cavada entre 1903-1905, de lo que es deducible, no
edad, aunque por el m o m e n t o , dada la escasez de da- sin cierta cautela, que esas inhumaciones y la reutili-
tos y de estudios generales al respecto, no es posible zación del espacio funarario se localizan en u n área
afirmarlo con plena seguridad 35 . específica dentro del conjunto de la necrópolis 38 .
En líneas generales pensamos que en la necrópo- En Cartago durante el siglo VI no se practica la
lis de La Cruz del Negro es posible hablar de dos incineración, sino la inhumación 3 9 y en Almuñécar,
comportamientos rituales distintos y superpuestos a mientras durante el siglo VIII-VII se da exclusiva-
lo largo del tiempo, como en 1898 planteó G. Bon- mente la incineración (Laurita) a partir de la 2 a mi-
sor, aunque con matices como son las inhumaciones tad del VII (Puente Noy) se practica la ihumación 4 0 ;
infantiles referidas o el hecho de que el margen de en Setefilla se supone que las cámaras funerarias de-
tiempo que separa ambas prácticas funerarias no debe bieron ser construidas en u n m o m e n t o inmediata-
ser muy amplio. Casos de superposición de enterra- mente posterior a las incineraciones e inhumaciones
mientos se observan en Puente Noy (Almuñécar, Gra- de la necrópolis de base. La fecha de dichas cámaras
nada), Los Patos (Cástulo, Jaén), Medellín (Badajoz) se sitúa en torno a mediados del siglo VI a. C. 41 .
e incluso según algún autor en La Joya (Huelva) 36 .
En estas necrópolis no siempre se superponen 37
tumbas de rito distinto, otro caso de relativa frecuen- Véase nota 18.
3
cia es la reutilización de estructuras lo que supone En La Joya se ha puesto al descubierto una zona con
mayores dificultades respecto de su identificación y inhumaciones, que se interpretan como sacrificios rituales.
Resulta notable observar cómo los individuos se hallan dis-
crea problemas de interpretación.
puestos en dos niveles y que sobre ellos en la zona SW del
Una situación parecida a la de la Cruz del Negro sector «la menos afectada por la erosión» (sic) aparezca una
se documenta en la ya mencionada necrópolis de Ra- urna cineraria, lo que supoone un comportamiento inverso a
chgoun (Oran), donde si se observa el plano general la hipótesis que planteamos en la Cruz del Negro. No se men-
de distribución de los enterramientos se percibe co- cionan ni la cronología de los enterramientos, ni si entre ellos
mo las inhumaciones se asocian indistintamente a los había algún resto de ajuar, por lo que hará que esperar a la
depósitos de cenizas como a los hoyos con urnas. De publicación definitiva para establecer la comparación en sus
114 sepulturas excavadas 13 eran de inhumación, y justos términos. Véase J. P. GARRIDO (1983), «Presencia feni-
cia en el área atlántica andaluza: La necrópolis orientalizante
de Huelva», en Atti del I Congr. Intern. di Studi Fenici e Puni-
34 ci, pág. 860.
Véase nota 18.
35 39
Dicho comportamiento se observa en necrópolis muy C. GÓMEZ BELLARD (1983), Urna de orejetas con in-
similares, como por ejemplo, Rachgoun. Un análisis general cineración infantil del Puig des Molins. Trabajos del Museo
del asunto en A. Tejera (1975) op. cit. nota 16, pág. 789. Arqueológico de Mallorca; 9 pág. 15.
36 40
J. M. et al. BLÁZQUEZ, «Las cerámicas del Cabezo de Molina Fajardo, F. (1985) op. cit. nota 22.
41
San Pedro (Campaña de 1970)». Huelva Arqueológica 1, pág. M. E. AUBET (1975), op. cit. nota 28, págs. 154-155.
15 nota 27, refiriéndose a la observación de H. Schubart, M. La autora sostiene que las inhumaciones de algunos túmulos
Niemeyer y M. Pellicer en la memoria de Toscanos nota 59, son coetáneos a las incineraciones depositadas en ello; a favor
pág. 152. de esta tesis aboga el testimonio de G. Bonsor y R. Thouve-
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Si hacia mediados o finales del siglo VII a. de Aunque de todas formas pensamos, uniéndonos al
O , se introduce la inhumación quizas a través de las criterio de dicha investigadora que las razones econó-
colonias costeras y por influencia cartaginesa, cabe micas unidas al debilitamiento de los usos funerarios,
preguntarse por qué se reutilizan los mismos espacios pueden ser razones de peso que explican de algún
funerarios que en su momento sirvieron para las in- modo la reutilización de los espacios funerarios42.
cineraciones. Para H. Benichou-Safar existen una se- Tal debilitamiento pudo ser el colofón de un pe-
rie de motivaciones que van desde las económicas ríodo sumamente complejo, en el que la nota carac-
pasando por las afectivas psico-sociológicas, hasta el terística vendría determinada por la confluencia de
puro imperativo práctico de falta de espacio (última múltiples elementos y usos rituales, tanto endógenos
razón que no creemos aplicable en el caso hispano). como exteriores.