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ASPECTOS RITUALES FUNERARIOS DE LA NECRÓPOLIS DE

LA CRUZ DEL NEGRO. CARMONA (SEVILLA)

Juan Carlos Jiménez Barrientos

La necrópolis de la Cruz del Negro, Carmona, el propio Bonsor d e n o m i n a b a «emplazamientos de


(Sevilla) fue descubierta en 1870, a raíz de unas hogueras» 3 .
obras realizadas para la construcción de la línea fé- En su interpretación global del área de Los Alco-
rrea Carmona-Guadajoz. C o n posterioridad algunos res (Carmona, El Viso del Alcor, Mairena del Alcor
habitantes de la localidad referida efectúan excava- y Alcalá de Guadaira, —Sevilla—), el yacimiento ne-
ciones incontroladas, obteniendo abundante material crópolis de la Cruz del Negro ocuparía un lugar den-
arqueológico que es recopilado, estudiado y publica- tro del tercer período de incineración (en la
do por C.Cañal (1897). Según este autor la Cruz del clasificación del ritual) y se hallaría dentro de la fase
Negro es una necrópolis de incineración de gentes de VII de la clasificación general de las colonias agríco-
ascendencia fenicio-oriental 1 . las prerromanas del Valle del Betis, período coetáneo
Años después G. Bonsor excava tres nuevas t u m - históricamente a las «guerras púnicas», según el au-
bas enclavadas en el mismo yacimiento y las publi- tor. En la elaboración de esta segunda clasificación se
ca 2 . Recogiendo la información existente, tanto la conjugan todo tipo de factores y elementos como los
publicada como la inédita, calcula en 30 el número rituales, ergológicos, étnicos, culturales e incluso his-
de sepulturas que c o m p o n í a n la necrópolis; dichas térico-políticos 4 .
sepulturas se distribuyen, según el autor en líneas
paralelas y van separadas con cierta regularidad a 3
Ibid. pág. 78.
intervalos de 2 metros. Su orientación era E - W y 4
Op. cit. págs. 128-143. Según el autor inglés un pri-
t i p o l ó g i c a m e n t e se hallaban compuestas p o r dos
mer periodo sería el representado por ls inhumaciones de
estructuras básicas: A) una fosa rectangular d o n d e Campo Real y por alguna tumbas de Bencarrón, con cerámi-
se efectuaba la incineración y B) u n hoyo circular cas propias de los «indígenas»; la 2 a fase con ritual incinerador
adyacente d o n d e se, se depositaban los restos inci- estaría representada por los túmulos A, B, C, F de El Acebu-
nerados, u n a vez tamizados y colocados d e n t r o de chal, por el de Alcantarilla y la fosa de Cañada de Ruiz Sán-
u n vaso cerámico. T a m b i é n se menciona el hallaz- chez. El origen de estos colonos agrícolas procedentes de
go en el fondo de los hoyos de abundantes cenizas, África, es asiático y fueron «implantados» en el Valle por los
y la aparición de «un cuerpo m e d i o consumido» Tirios, a ellos se debe la introducción del hierro, el uso de
piezas de marfil en las tumbas y de los dientes de hoz de silex.
por el fuego en u n a de las fosas rectangulares que
La 3 a fase donde se vuelve al rito de la inhumación, está re-
presentada por el yacimiento de Mazagozo, se caracteriza por
1
C. CAÑAL (1896), «Nuevas exploraciones de yacimien- la utilización de grandes túmulos que cubren fosas rectangu-
tos prehistóricos en la provincia de Sevilla». Madrid. Actas de lares de inhumación talladas en la roca virgen del Alcor y se
la Sociedad Española de Historia Natural. 2 a Serie. Tomo atribuye a los «indígenas» a los que en esta ocasión se denomi-
XXV, 1897, pág. 374. na turdetanos. La 4 a fase es una vuelta a la incineración, de-
2
G. E. BONSOR (1898), «Les colonies agricoles de la tectable en los yacimientos de El Acebuchal (túmulos H, I, J)
Vallée du Betis». Revue Archeologique 35. París, págs. 76-81, y se debe a los libio-fenicios. Por último, hay una 5 a fase tam-
figs. 73-75, 76, 90, 110, 112, 116. bién incineradora, representada por el yacimiento que nos
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Pero las actividades arqueológicas sobre la Cruz Desde 1906 hasta la fecha, Cruz del Negro ha
del Negro no concluyeron en 1898 y sabemos, gra- tenido especial resonancia en la bibliografía arqueo-
cias a las notas y manuscritos de campo de G. Bon- lógica especializada siendo tratada desde múltiples
sor, que se prolongaron por lo menos hasta 1909, perspectivas. Unas veces se ha valorado su cultura
siendo especialmente frecuentes y fructíferas durante material, mientras que otras se preocupaban de su
el período comprendido entre 1900-1905. adscripción a un horizonte cultural dentro de las dis-
Consecuencia de esta actividad se excavaron ba- tintas facies de la protohistoria meridional hispana7.
jo la supervisión del arqueólogo inglés un total de 41 Pero pocos autores han tratado de forma exhaustiva
conjuntos funerarios nuevos, los que unidos a los la existencia documentada de una práctica ritual dual
tres que ya eran conocidos, suman un total de 44 en esta necrópolis. Entre estos últimos podemos citar
unidades funerarias5. Una de las novedades que apor- a L. Montagudo para quien los inhumados son sacri-
tó esta nueva actividad arqueológica, fue la localiaza- ficios humanos rituales, similares a los hallados en la
ción de una serie de conjuntos funerarios donde el necrópolis ibérica de La Almedinilla; por su parte, J.
ritual practicado era el de la inhumación en diversos Vuillemot observa en estas prácticas inhumatorias un
tipos de estructuras. Este acontecimiento suponía trato distinto cuyas causas hay que estudiar en base a
una alteración sustancial de las teorías expuestas con criterios de diferenciación social. A. Tejera opina que
anterioridad por C. Cañal y G. Bonsor, en las que la la dualidad tiene orígenes chipriotas y su origen en la
práctica ritual incineradora aparecía como el rito que Península (Cruz del Negro o tumba 9 de La Joya),
definía exclusivamente a la Cruz del Negro. obedece a la diversa composición étnica de los indi-
En un artículo fechado en 1927, G. Bonsor, ex- viduos que arribaron a Andalucía dentro del fenóme-
pone parte de los nuevos datos ofreciendo una hipó- no colonizador fenicio. Y por último citamos a M. E.
tesis interpretativa a la dualidad ritual. Dicha Aubet, quien ha estudiado la cuestión ofreciendo
hipótesis plantea que las inhumaciones eran la conse- una de las interpretaciones más completas hasta la fe-
cuencia de la práctica de sacrificios humanos rituales; cha. La mixtificación ritual obedecería a causas de ín-
mujeres y niños sacrificados y enterrados junto a sus
amos siendo estos últimos previamente incinerados6.
villa). Tesis de licenciatura. Inédita (1986), págs. 65-67. El
propio G. Bonsor {Ibid. pág. 297) apunta otra hipótesis para
ocupa, de la Cruz del Negro, y que se caracteriza por la desa- el conjunto de Los Alcores, que consiste en afirmar que si los
parición del túmulo y el uso de un vaso cinerario de forma y dos ritos no son exactamente contemporáneos el de la inhu-
decoración características (urnas gflobulares con decoración a mación sería el más antiguo. De esta afirmación deducimos
bandas y a trazos bícroma o polícroma). Este último periodo dos ideas importantes: La primera es que él mismo no se ha-
corresponde a un nuevo refuerzo de libio-fenicios. llaba del todo satisfecho con su interpretación de los sacrifi-
5
Utilizamos indistintamente los términos «conjuntos» o cios, aunque esta explicación le parece la más plausible dentro
«unidades» ya que una visión global de la necrópolis aporta de las posibles que no lesionen en exceso la periodización cul-
estructuras de diversa tipología que en muchas ocasiones apa- tural, a través de los ritos funerarios, establecida en 1898. La
recen asociadas. Dichas asociaciones aportan implicaciones ri- 2 a remite a la coletilla añadida al final de la afirmación: «el de
tuales, por lo que su definición resulta valiosísima para el la inhumación sería el más antiguo, como en Hallstat» (op.
conocimiento de los usos y costumbres funerarias de las co- cit.); esto es debido a que unos años antes J. Dechelette había
incluido de alguna forma a Acebuchal, Alcantarilla, Ruiz Sán-
munidades protohistóricas. La nueva clasificación de enterra-
chez y Cruz del Negro dentro de los «enterramientos hallsatá-
mientos guiados por criterios tipológicos, sin una previa
ticos de la P. Ibérica». Véase Dechelette, J. (1913) Manuel
definición de los que puede ser el comportamiento dominan-
d'Archeologie prehistorique celtique et gallo-romaine. Paris.
te y usual, conduce a errores en la interpretación cronológica,
Tomo II, págs. 682-684. Las teorías expuestas por el autor
así como impide en la mayoría de los casos la identificación
han pesado sobremanera en la investigación posterior, sobre
de «reutilizaciones».
todo en una corriente que consideraba a la Cruz del Negro
6
G. BONSOR (1927), «Le veritable origine de Carmona como la penetración más sureña del horizonte de «campos de
et les découvertes archeologiques des Alcores». Revue Archeo- urnas».
logique, pág. 293, fig. 5. Aunque el dibujo de dicha figura esté
7
fechado en 1924 tenemos constancia que este conjunto que Entre otros podemos citar a Paris, P. (1910). Bosch
nosotros hemos numerado como 20 fue descubierto el 4-5 de Gimpera, P. (1928); Mélida, J. R. (1929); García y Bellido,
febrero de 1901 (Bonsor, G., Cuaderno 3, pág. 26, 29-31; A. (1942-1952); Collantes de Terán, F. (1943); Almagro
Amores, F. Carta Arqueológica de Los Alcores. Sevilla: Dipu- Basch, M. (1952); Tarradell, M. (1960); Blanco, A. (1956-
tación Provincial, 1982, fig. 106; Jiménez Barrientos, J. C. La 1960); Pellicer, M. (1969); Arco Aguilar, M. C. del (1977);
necrópolis orientalizante de la Cruz del Negro. Carmona (Se- Almagro Gorbea, M. (1977) etc.
A S P E C T O S RITUALES FUNERARIOS D E LA N E C R Ó P O L I S D E L A C R U Z DEL N E G R O 217

dolé social: diversas tradiciones familiares en u n pro- su artículo de 1927 a la «posición violenta» como
ceso de diferenciación social; en definitiva causas muestra evidente de que los inhumados habían sido
económico-sociales y no momentos cronológicos di- sacrificados «in situ» a sus amos «ibero-celtas-púni-
ferentes, en u n proceso evolutivo como pensaba G. cos» (sic).
Bonsor 8 . Un análisis pormenorizado de los conjuntos fu-
En resumen, según las diversas opiniones referi- nerarios donde se localizan inhumaciones, aporta los
das se observa como en líneas generales la mixtifica- siguientes datos: D e los 11 casos de inhumación, 4 se
ción ritual detectada en Cruz del Negro ha sido orientan en dirección N E - S W con el cráneo apun-
atribuida a tres causas fundamentales: A) Sacrificios tando hacie el SW; 2 están en dirección N - S , con el
humanos rituales. B) Diferencias étnicas. C) Dife- cráneo mirando hacia el N en u n caso y a la inversa
rencias económicas que comportan distintas actitu- hacia el S en el otro; 3 lo están en sentido E - W con
des funerarias. el cráneo hacia el W y en los dos últimos no se espe-
Para G. Bonsor la presencia de inhumaciones se cifica ninguno de estos datos. E n cuanto a la posi-
debe a la primera de las causas mencionadas, la que ción de los cadáveres, es extendida en la mayoría de
se refiere a los sacrificios rituales. Este tema es una los casos, hallándose algunas peculiaridades como el
cuestión controvertida, que ha generado multitud de estar recostados sobre el lado derecho en uno de los
opiniones y una podríamos denominar, abundante conjuntos, con las piernas y brazos flexionados (de-
literatura. Suponemos que para el arqueólogo inglés cúbito supino) en otro y bocabajo en un tercero. Lla-
la existencia de inhumaciones rompe la lógica im- man especialmente la atención dos conjuntos donde
puesta por el esquema evolutivo aplicado a Los Alco- los cadáveres se hallaban totalmente contraídos y que
res, en el que se usan cambios rituales como hitos del coincidían en estos casos con inhumaciones infanti-
devenir histórico (véase nota 6). Conocemos tam- les.
bién a través de sus manuscritos y referencias, la in- Las conclusiones que se pueden extraer del aná-
fluencia que la obra de Leite de Vasconcelos lisis de los datos expuestos, es que no existe u n a p o -
«Religioes da Lusitania» había ejercido en él. En efecto, sición determinada a la hora de colocar el cadáver
la información que Estrabón ofrece sobre la práctica de aún cuando en la mayoría de los casos se orientan en
sacrificios funerarios rituales entre los lusitanos, recogi- dirección NE-SW, con el cráneo hacia el SW. Pero al
da por L. de Vasconcelos, se percibe en la descripción margen de dicha característica nada aboga en favor
reconstruida por G. Bonsor de los supuestos sacrificios de una «posición violenta» o violentada; o al menos
ejecutados en la Cruz del Negro 9 . G. Bonsor alude en no sabemos cual de los detalles descritos se puede
usar como evidencia de dicha «posición» 10 .
8 También se menciona ocasionalmente que algu-
L. MONTEAGUDO (1953), Álbum gráfico de Carmona
por G. Bonsor. AJEA. XXVI, pág. 359; Vuillemot, G. (1965) nos de los cadáveres tenían los cráneos machacados,
Reconnaissances aux echelles puniques d'Oranie Autum Mu- pero ante este dato hamos de manifestar que en las
sée Roli, pág. 92; Tejera, A. (1979) «Las tumbas fenicias y pú- descripciones de los cuadernos de campo de G. Bon-
nicas del Mediterrráneo Occidental Estudio tipológico». sor, dicho término no se refiere, y tan sólo se alude
Sevilla: Universidad, pág. 54; Aubet, M. E. (1977-1978) «Al- al mal estado de conservación general en el que se
gunas cuestiones en torno al período orientalizante tartésico».
encuentran los esqueletos. N o hemos constatado por
Pyrenae 13-14, pág. 82.
9
otra parte la presencia de grandes piedras, como ocu-
G. BONSOR, op. cit. nota 6, pág. 294 «...A las cenizas rre en el caso de los denominados «lapidados» de El
de los señores se ofrecían sacrificios de niños y mujeres que
Acebuchal 11 .
eran probablemente sus esclavos. El niño había sido desangra-
do encima de la urna para que la sangre inundara los restos
del difunto, la mujer había sido desventrada quizás para adi-
10
vinar el porvenir por el examen de sus entrañas y por la caída J. C. JIMÉNEZ BARRIENTOS (1986), op. cit. nota 6,
de la víctima.»; García y Bellido, A. España y los españoles págs. 96-103.
11
hace dos mil años. Según la «Geográfica» de Strabón. Madrid: Los lapidados del Acebuchal se sitúan al final del 2 o
Austral, pág. 118: «...Los lysitanoi hacen sacrificios y exami- periodo de incineración (4a fase) que estaba representada en
nan las visceras sin separarlas del cuerpo; observan asimismo el Acebuchal por los túmulos H, I, J. Bonsor, G. (1898) op.
las venas del pecho y adivinan palpando. También auscultan cit., págs. 139-140. Este retorno a la inhumación se atribuuye
las visceras de los prisioneros, cubriéndolas con "sagoi". a la influencia céltica, por unos fragmentos cerámicos apareci-
Cuando la víctima cae por mano del "hieroskopos", hacen dos en las cercanías de las tumbas de los lapidados y que se
una primera predicción por la caída del cadáver...». atribuyen a dicha cultura «céltica». En la actualidad conside-
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Lo q u e sí resulta especialmente significativo neo machacado de la calle López Pinto en la ciudad


dentro del exiguo n ú m e r o de inhumaciones frente de Cádiz15. A Tejera trata el tema de las inhumaciones
a las incineraciones, es la a b u n d a n t e proporción de infantiles, aludiendo que dicho comportamiento obe-
individuos infantiles dentro del I o de los grupos. dece a creencias específicas en la vida en el más allá.
H e m o s contabilizado hasta 5 ocasiones d o n d e el En relación a los fenicios, este autor supone que la
cadáver i n h u m a d o pertenecía a u n sujeto de poca costumbre de inhumar a los niños en ánforas, la to-
edad. Dichas inhumaciones infantiles vienen a re- ma este pueblo de la cultura cananea, generalizándo-
presentar las mismas normas n o unitarias en cuan- se en el m u n d o griego, donde sistemáticamente los
to a la disposición de los cadáveres que referíamos individuos de corta edad son inhumados; asimismo
en la descripción global de las inhumaciones. U n destaca la práctica inexistencia de ajuares en dichas
detalle singular resulta que en los dos casos en que inhumaciones infantiles 16 .
el cadáver aparece en posición fetal, con los brazos En el ámbito peninsular hispano aparecen inhu-
y piernas totalmente flexionados, son i n h u m a c i o - maciones infantiles en ánforas de época ibérica en la
nes infantiles. zona castellano-levantina 17 y también en Mallorca.
Ante todos estos datos ¿cabe plantearse la aludi- C o n respecto a esta última zona, V.M. Guerrero
da existencia de «sacrificios rituales»? Si nos atene- plantea dos hipótesis, o bien nos hallamos ante sacri-
mos exclusivamente a la presencia dentro de los ficios rituales o hay un trato ritual discriminatorio
inhumados, de individuos de corta edad, dejando a con respecto a individuos de corta edad que aún no
un lado los adultos, se observa que excavaciones en han superado ciertos ritos iniciáticos o de filiación18.
yacimientos funerarios de estos momentos (ss. V I I - Analizadas de forma m u y general algunas de las
VI a. C.) han demostrado la existencia de áreas o muchas teorías que existen en relación a las inhuma-
«tophets» dentro de las necrópolis de ámbito occi- ciones infantiles y su interpretación ritual, su explica-
dental 12 . C o n respecto al Próximo Oriente tan sólo ción concreta en el ámbito de Cruz del Negro sigue
conocemos las referencias bíblicas que sitúan un top- resultando dudosa, ya que este yacimiento no posee
het en el Valle de Ben-Hinon 1 3 . ninguna zona que presente las características de un
Dichos sacrificios infantiles o rito «mlk», se «tophet» ni por otra parte se puede rastrear a través
practicaban en honor de Baal-Hammon y Tanit en de la documentación existente, la existencia de cadá-
veres infantiles incinerados como ocurre en el recinto
Cartago y M o l e k - C r o n o s en la zona fenicia, según
de Tanit en Cartago. Tampoco la deposición del ca-
S. Montero 1 4 . La m e n c i ó n de la existencia de un
templo en Cádiz, dedicado a Cronos, proporciona-
da p o r las fuentes, así como la prohibición de C é - 15
M. C. MARÍN CEBALLOS (1983), «La religión fenicia
sar de realizar sacrificios en dicha ciudad recogida en Cádiz» en II Jornadas de Historia de Cádiz. Cádiz: Caja de
por Cicerón, h a n inspirado la teoría de la existen- Ahorros. La autora distingue entre sacrificios humanos ofren-
cia de sacrificios en el área gaditana. Los descubri- dados a una o varias divinidades y las muertes rituales en
acontecimientos importantes. Asimismo establece las relacio-
minetos arqueológicos efectuados hasta la fecha no
nes existentes entre los dioses griegos Cronos, fenicio El y el
apoyan dicha suposición, con la única excepción cartaginés Baal sugiriendo que el templo gaditano podría estar
del hallazgo de inhumaciones infantiles con el erá- dedicado a la última de estas divinidades.
ramos que esta cerámica pertenece a vasos decorados con téc- 16
A. TEJERA GASPAR (1975), «Orígenes y paralelos de
nica campaniforme, propios del Calcolítico y ya en otra oca- las tumbas fenicias y púnicas del Mediterrráneo Occidental».
sión señalamos este error de atribución: véase Cruz-Auñón, C.N.A. XIII, págs. 789-790.
17
R. y Jiménez Barrientos, J. C. (1985). Historia crítica del ya- M. TARRADELL (1965), «Enterramientos infantiles en
el interior de las habitaciones ibéricas». PYRENAE 1, págs.
cimiento de Campo Real (Carmona). Habis 16, págs. 419-
174 ss.; E GUSSI, «Enterramientos infantiles en el poblado
420, nota 18. ibérico de La Romana» (La Puebla de Híjar, Teruel Ampurias
12
D. HARDEN (1967), Los Fenicios. Barcelona: Ayma, 38-40, págs. 307 ss; P. A. LILLO CARPIÓ (1981), «El pobla-
pág. 115; G. RACHET (1983), Dictionaire de L'Archeologie. R. miento ibérico de Murcia», págs. 51 ss.; J. et al. BARBERA
Laffont-Paris (Col. Bouquins), pág. 959. (1979), «La Penya del Moro de Sant Just Desvern». Quaderns
13
Jeremías 19, 3-6. de Treball, 1.
14 18
S. MONTERO HERRERO (1981), «Los sacrificios en la V. M. GUERRERO AYUSO (1985), «El impacto de la
religión feno-púnica». Revista de Arqueología 3, año 2, págs. colonización púnica en la cultura talayótica de Mallorca». Au-
37-43. la Orientalis II, n° 1-2 págs. 325-361.
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dáver se efectúa en ánforas rotas o recipientes especí- diversa composición étnica tan sólo atañe a diversas
ficos destinados a tal efecto como ocurre en el área tradiciones de una misma zona, la fenicia, y no a to-
mallorquína o en otros yacimientos de época ibérica. do el ámbito mediterráneo.
Sólo podríamos acogernos a lo expuesto en alguna Al problema planteado por la dualidad de ritos
ocasión de que la práctica del rito «mlk» puede reves- en la zona sirio-palestina se añade que aunque existe
tirse de «importantes variantes locales»19. un desconocimiento casi total de los ritos practicados
Si buscamos una interpretación global a las in- durante la etapa del Bronce final en la Península Ibé-
humaciones a través de la explicación que se refiere a rica, se admite que la inhumación es la práctica usa-
las diferencias étnicas, ya en 1918 A. Merlin plantea da aquí y que los colonizadores introducen la
un posible origen mixto de la población colonizado- incineración23.
ra de la zona norteafricana. El autor amplía esta hi- Estas teorías hacen el problema aún más com-
pótesis hasta el extremo de proponer una presencia plejo ya que si por un lado hay una dualidad en la
helénica en el área cartaginesa anterior a la fenicia20. zona matriz y ésta se proyecta hacia Occidente, a lo
La razón de esta idea reside en que por aquellos años que se añade que el rito anterior es la inhumación y
la opinión generalizada estimaba que el ritual fenicio lo que se introduce es la incineración ¿Hasta qué
era la inhumación y asociar incineraciones durante el punto es posible distinguir estas inhumaciones pree-
siglo VII a. C , fecha que el autor propone para las xistentes y las que se efectúan por influenca coloniza-
tumbas de la colina de Juno, a la influencia semítica dora?. Para distinguir la cuestión habría la
parecía impensable. posibilidad de intentarlo a través de la ergología de
Opiniones más recientes plantean la coexistencia las sepulturas, pero ésta durante el Bronce final no
ritual en el área fenicia, así para W. Culican en Khal- aporta datos y durante el período siguiente, el colo-
dé y Akziv las tumbas de la edad del Hierro I presen- nizador, puede presentar pervivencias, o incluso otra
tan tanto cistas con inhumaciones, como posibilidad: zonas donde aún cuando se asume el rito
incineraciones en urnas insertas dentro de cistas o es- o los ritos de los colonizadores, no ocurre tanto con
tructuras de piedras. Estas prácticas se prolongan en sus productos (o viceversa).
el Hierro II, apareciendo inhumaciones e incinera- Por último, dentro del apartado de diferencias
ciones dentro de cámaras funerarias. La mixtificación étnicas, vamos a referirnos a las sexuales que en su
ritual documentada en ambos períodos (Hierro I y día manifestaron los hermanos Siret, para quienes la
II) se proyecta hacia las colonias del Mediterráneo existencia de inhumaciones acompañadas de joyas
Occidental21. frente a las incineraciones con armas resultaban una
A. Tejera plantea un origen chipriota para la clara evidencia del distinto tratamiento ritual efec-
dualidad ritual documentada en la tumba 9 de La Jo- tuado en función del sexo24.
ya (Huelva). Posteriormente y debido a que la colo- Ante ello hemos de manifestar que la inexisten-
nización fenicia como proyecto aglutina a individuos cia de estudios antropológicos completos de los res-
de diversa procedencia, esa característica quedaría re- tos crea serias dudas al tiempo que estas diferencias
flejada en las colonias occidentales; E Molina Fajar- tan claras en los ajuares no se manifiestan en todas
do establece dos áreas con distinto ritual en la las necrópolis.
Fenicia de origen: el Norte donde predomina la inci- La tercera línea de opinión, la que refiere dife-
neración y el Sur que influenciado por el contacto rencias de tipo social y económico es una corriente
con los egipcios practica la inhumación. La dualidad de interpretación que aunque brevemente enunciada
quedaría posteriormente plasmada en las colonias del
Mediterráneo Central y Cartago22, aunque ahora la 23
Ibid. El proceso de introducción de la incineración, si
lo que preexistía era la inhumación, como todo cambio que
19 afecta a los niveles supraestructurales de una sociedad, debió
Op. cit, nota 15, pág. 37.
ser lento y algo más rápido en los núcleos urbanos importan-
20
A. MERLIN (1918), «Fouilles de tombeaux punique á tes. Olver, A. (1981) Incineraciones entre el río Ebro y el Pa-
Carthage». París, págs. 313-314. lencia. Nuevas aportaciones para el estudio de los
21
W. CULICAN (1984), «Próximo Oriente» Fenicia en enterramientos ibéricos. Cuadernos de Prehistoria y Arqueo-
Historia de las Civilizaciones Antiguas I. Egipto. Oriente Pró- logía Castellonense, 8, pág. 190.
ximo; Leaky, E. et al. Barcelona: Grijalbo, pág. 280. 24
E. y L. SlRET (1980), «Las primeras edades del Metal
22
E MOLINA FAJARDO (1985), «Almuñecar a la luz de los en el Sudeste de España», pág. 86 y L. SlRET (1908), «Villari-
nuevos hallazgos fenicios». Aula Orientalis II, n° 1-2, pág. 202. cos y Herrerías», pág. 429.
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por G. Vuillemot25 ha cobrado gran importancia en 2) construyendo grandes túmulos


época reciente. 3) rituales: o bien adoptan la incineración
Para M. E. Aubet no es posible explicar el fenó- equiparándose a los fenicios o manteniendo la tradi-
meno de la práctica ritual dual en el área de Los Al- cional inhumación31. Con respecto al tercero de los
cores, a través de una evolución cronológica, donde puntos expuestos, el referente a la adopción de un ri-
distintos rituales se practican en distintos momentos tual específico como fórmula de distinción social,
y por pueblos diferentes, sino más bien a través de nos parece algo ambivelente que dichos personajes
distinciones de orden social y diversas tradiciones fa- adopten o bien la incineración como solución «equi-
miliares26. paradora» o bien la inhumación como concesión a lo
La base de dicha interpretación se halla, según la que sería el rito tradicional. Y ello debido a varias ra-
autora en la coexistencia de ambos ritos en otras «ne- zones, la primera porque el ritual «tradicional» o lo
crópolis tartésicas»27, así como en la existencia de cáma- que es lo mismo el practicado durante el Bronce final
ras funerarias con un ajuar rico en objetos de bronce y precolonial, salvo contadas y dudosas excepciones es
joyas donde se inhuma a uno o varios personajes, ro- virtualmente desconocido, a lo que se añade que se-
deándose estas cámaras de una amplia necrópolis de in- gún la misma autora, podría tratarse de la incinera-
cineración en hoyo y cubriéndose el conjunto con un ción en vez de la inhumación. Y en segundo lugar
gran túmulo como ocurre en Setefilla28. porque las dos soluciones alternativas (inhumación e
A esta opinión se une la de C. González Wagner incineración) se nos muestran contradictorias, máxi-
para quien los ricos enterramientos de inhumación me si se tiene en cuenta que M. E. Aubet se expresa
(tumba 17 de La Joya) túmulos A y B de Setefilla y en términos tales como «unidad cultural entre los
«algunas de Carmona»), contrastan con las incinera- grupos dominantes», cuando se refiere a los régulos
ciones más pobres29. tartésicos. Por último porque, incluso el conocimien-
M. Almagro Gorbea también insiste en las dife- to de las necrópolis del período orientalizante hispa-
rencias sociales a través de las construciones, los ajua- no no es lo suficientemente completo como para
res y los diferentes rituales de enterramientos. Con poder establecer diferencias nítidas entre las clases di-
respecto al último aspecto añade que la presencia de rigentes y el resto de la población32.
inhumaciones en «posición violenta» puede significar Volviendo de nuevo a la Cruz del Negro, las in-
el sacrificio de siervos o esclavos, retomando de esta humaciones no aparecen en grandes cámaras, ni se
forma uno de los rasgos planteados en la teoría ex- percibe en ningún momento la existencia de túmu-
puesta por G. Bonsor en 192730. los. Las inhumaciones referidas o bien aparecen en
Para M. E. Aubet, «la aristocracia tartésica» se estructuras independientes similares a las de incine-
distingue del resto de la población adoptando una ración, o comparten las estructuras de las incinera-
serie de elementos distintivos como son: ciones cuando se trata de inhumaciones infantiles.
1) materiales de importación usados como bie- Los ajuares, cuando son descritos, no presentan
nes de prestigio grandes diferencias con respecto a las incineraciones
y por último resulta especialmente significativo que
cuando la inhumación se ha efectuado en fosas (4
25
Véase G. VUILLEMOT, op. cit. nota 8. ocasiones), en dos se describen restos de fuego en las
26
M. E. AUBET (1977-78), op. cit. nota 8, págs. 96-99. paredes de las estructuras33.
Los túmulos se asemejarían a círculos funerarios donde se en- Como interpretación de dichas peculiaridades
tierran individuos unidos por lazos de parentesco, destacán- planteamos la posibilidad de que para efectuar las in-
dose entre ellos algún personaje prominente.
27
Ibid. op. cit. nota 4 , pág. 8.
28 31
Ibid. (1975), «La necrópolis de Setefilla en Lora del M. E. AUBET (1977-78), op. cit. notas 8 y 26, pág. 98.
32
Río (Sevilla)». Barcelona C.S.I.C. M. ALMAGRO GORBEA (1986), op. cit. nota 30 «...en
29 cualquier caso cabe pensar que no hay prueba de que se co-
C. GONZÁLEZ WAGNER (1983), «Aproximación al
proceso histórico de Tartessos». A.E.A. 56 (147-148), pág. nozcan las tumbas realmente modestas, lo que indicaría que
23. Las inhumaciones, según el autor, son «pervivencias de no toda la población gozaría de los ritos funerarios».
épocas anteriores». En algún caso se manifiesta que la inhumación se ha-
30 llaba entre dos fosas y a mayor altura que éstas. Véase L.
M. ALMAGRO GORBEA (1986), en Historia de España
1. Prehistoria. Jordá Cerda, F. et al. Madrid, Gredos, págs. MONTEAGUDO (1953), op. cit. nota 8, fig. 2, lám. inf. izqda,
461-465. planta y sección.
A S P E C T O S RITUALES FUNERARIOS D E LA N E C R Ó P O L I S D E L A C R U Z DEL N E G R O 221

humaciones se reutilizaran «emplazamientos de inci- de éstas, 9 eran infantiles, lo que supone un bajo
neración» ya que en Cruz del Negro es frecuente la porcentaje de mortalidad infantil para una sociedad
localización de fosas de incineración, donde se en- del siglo VII-VI a. de C , extensivo a la Cruz del N e -
cuentran elementos de ajuar y n i n g ú n enterra- gro y a Mallorca, aunque ésta última con cronología
m i e n t o ; ello se debe según nuestra opinión, al más reciente 37 .
depósito ritual realizado en el m o m e n t o de la crema- Relaciones especiales del tipo antes referido son
ción del cadáver. imposibles de establecer en el yacimiento carmonen-
Dicho ajuar difiere normalmente del depositado se, ya que en la documentación conservada no exis-
en los enterramientos y coincide a veces con el de las ten planos de conjunto, a través de los que establecer
inhumaciones. En cuanto a algunas de las inhuma- la distribución sobre el terreno de las sepulturas con
ciones infantiles, aquellas que se halllan compartiendo ritual diferente, atisbar una estratigrafía horizontal e
la misma estructura tipológica de las incineraciones, incluso matizar lo que pudiera haber sido una zona
resulta posible, como plantea V. M . Guerrero Ayu- reutilizada. Tan solo cabe indicar la posibilidad de
so 34 , que se dispense del trato incinerador a aquellos que las inhumaciones se concentren en una zona ex-
individuos que no han sobrepasado determinada cavada entre 1903-1905, de lo que es deducible, no
edad, aunque por el m o m e n t o , dada la escasez de da- sin cierta cautela, que esas inhumaciones y la reutili-
tos y de estudios generales al respecto, no es posible zación del espacio funarario se localizan en u n área
afirmarlo con plena seguridad 35 . específica dentro del conjunto de la necrópolis 38 .
En líneas generales pensamos que en la necrópo- En Cartago durante el siglo VI no se practica la
lis de La Cruz del Negro es posible hablar de dos incineración, sino la inhumación 3 9 y en Almuñécar,
comportamientos rituales distintos y superpuestos a mientras durante el siglo VIII-VII se da exclusiva-
lo largo del tiempo, como en 1898 planteó G. Bon- mente la incineración (Laurita) a partir de la 2 a mi-
sor, aunque con matices como son las inhumaciones tad del VII (Puente Noy) se practica la ihumación 4 0 ;
infantiles referidas o el hecho de que el margen de en Setefilla se supone que las cámaras funerarias de-
tiempo que separa ambas prácticas funerarias no debe bieron ser construidas en u n m o m e n t o inmediata-
ser muy amplio. Casos de superposición de enterra- mente posterior a las incineraciones e inhumaciones
mientos se observan en Puente Noy (Almuñécar, Gra- de la necrópolis de base. La fecha de dichas cámaras
nada), Los Patos (Cástulo, Jaén), Medellín (Badajoz) se sitúa en torno a mediados del siglo VI a. C. 41 .
e incluso según algún autor en La Joya (Huelva) 36 .
En estas necrópolis no siempre se superponen 37
tumbas de rito distinto, otro caso de relativa frecuen- Véase nota 18.
3
cia es la reutilización de estructuras lo que supone En La Joya se ha puesto al descubierto una zona con
mayores dificultades respecto de su identificación y inhumaciones, que se interpretan como sacrificios rituales.
Resulta notable observar cómo los individuos se hallan dis-
crea problemas de interpretación.
puestos en dos niveles y que sobre ellos en la zona SW del
Una situación parecida a la de la Cruz del Negro sector «la menos afectada por la erosión» (sic) aparezca una
se documenta en la ya mencionada necrópolis de Ra- urna cineraria, lo que supoone un comportamiento inverso a
chgoun (Oran), donde si se observa el plano general la hipótesis que planteamos en la Cruz del Negro. No se men-
de distribución de los enterramientos se percibe co- cionan ni la cronología de los enterramientos, ni si entre ellos
mo las inhumaciones se asocian indistintamente a los había algún resto de ajuar, por lo que hará que esperar a la
depósitos de cenizas como a los hoyos con urnas. De publicación definitiva para establecer la comparación en sus
114 sepulturas excavadas 13 eran de inhumación, y justos términos. Véase J. P. GARRIDO (1983), «Presencia feni-
cia en el área atlántica andaluza: La necrópolis orientalizante
de Huelva», en Atti del I Congr. Intern. di Studi Fenici e Puni-
34 ci, pág. 860.
Véase nota 18.
35 39
Dicho comportamiento se observa en necrópolis muy C. GÓMEZ BELLARD (1983), Urna de orejetas con in-
similares, como por ejemplo, Rachgoun. Un análisis general cineración infantil del Puig des Molins. Trabajos del Museo
del asunto en A. Tejera (1975) op. cit. nota 16, pág. 789. Arqueológico de Mallorca; 9 pág. 15.
36 40
J. M. et al. BLÁZQUEZ, «Las cerámicas del Cabezo de Molina Fajardo, F. (1985) op. cit. nota 22.
41
San Pedro (Campaña de 1970)». Huelva Arqueológica 1, pág. M. E. AUBET (1975), op. cit. nota 28, págs. 154-155.
15 nota 27, refiriéndose a la observación de H. Schubart, M. La autora sostiene que las inhumaciones de algunos túmulos
Niemeyer y M. Pellicer en la memoria de Toscanos nota 59, son coetáneos a las incineraciones depositadas en ello; a favor
pág. 152. de esta tesis aboga el testimonio de G. Bonsor y R. Thouve-
222 JUAN CARLOS JIMÉNEZ BARRIENTOS

Si hacia mediados o finales del siglo VII a. de Aunque de todas formas pensamos, uniéndonos al
O , se introduce la inhumación quizas a través de las criterio de dicha investigadora que las razones econó-
colonias costeras y por influencia cartaginesa, cabe micas unidas al debilitamiento de los usos funerarios,
preguntarse por qué se reutilizan los mismos espacios pueden ser razones de peso que explican de algún
funerarios que en su momento sirvieron para las in- modo la reutilización de los espacios funerarios42.
cineraciones. Para H. Benichou-Safar existen una se- Tal debilitamiento pudo ser el colofón de un pe-
rie de motivaciones que van desde las económicas ríodo sumamente complejo, en el que la nota carac-
pasando por las afectivas psico-sociológicas, hasta el terística vendría determinada por la confluencia de
puro imperativo práctico de falta de espacio (última múltiples elementos y usos rituales, tanto endógenos
razón que no creemos aplicable en el caso hispano). como exteriores.

not de que dichas inhumaciones se hallaban en fosas excava-


das en la roca base. Con posterioridad se construirán las cámaras
funerarias que en el caso del túmulo A desgraciadamente apa-
rece violada de antiguo, como ocurre en algún túmulo de la
necrópolis de Carmona. También los autores citados mencio-
nan el hecho de que las inhumaciones ocupan un lugar cen-
tral en los túmulos y las incineraciones de la zona periférica,
en disposición idéntica a la cámara y las incineraciones del tú- 42
mulo A. Véase Bonsor G. y Thouvenot, R. (1928) Nécropole H. BENICHOU-SAFAR (1982), «Les tombes puniques
iberique de Setefilla. Lora del Río (Sevilla) Fouilles de 1926- de Carthage». Paris: C.N.R.S. pág. 2 4 8 . La autora enumera
1927. Bibliothéque de l'Ecole des Hautes Etudes Hispaniques esa serie de causas refiriéndose tan sólo a la reutilización de
Fascicule XIV., págs. 37-38. cámaras funerarias.

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