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Técnicas de la logoterapia

El objetivo de la logoterapia es ayudar a que el cliente dé un significado a su vida.


Para ello, según Frankl, el logoterapeuta debe utilizar las siguientes técnicas.

1. Diálogo socrático

Los diálogos socráticos consisten en desafiar las interpretaciones que hace el


cliente de distintos sucesos (es decir, su sistema de creencias) a través de preguntas
basadas en la lógica. El diálogo socrático fue adoptado por los psicoterapeutas de
orientación cognitiva, como Aaron Beck, y constituye uno de los pilares
fundamentales de la reestructuración cognitiva.

Algunas preguntas de especial utilidad para poner en duda algunas verdades, son
las siguientes:

¿Qué pruebas tengo a favor de este pensamiento?

¿Lo que pienso ha ocurrido antes?

¿Cómo sé que lo que pienso es realmente así?

¿Conozco a otras personas que les ha ocurrido algo similar?

¿Estoy fundamentando mis pensamientos en estados de ánimo o en emociones?

¿Estoy usando palabras exageradas, tales como “siempre”, “nunca”, “debería


de”?

¿Son realistas mis objetivos?

¿Estoy pensando en términos de todo o nada?

¿Realmente lo que ocurre depende de mí?

¿Qué probabilidad hay de que esté interpretando esta situación de la forma


adecuada?

¿Estoy pasando por alto información que es relevante y podría cambiar mi punto
de vista?

¿Existe otra explicación que sea alternativa a lo que pienso?

¿Hay otro modo en el cual pueda enfocar esto?

¿Qué pruebas existen de que las alternativas sean las adecuadas?

¿Este pensamiento me ayuda a estar cerca de lo que quiero conseguir o a


solucionar el problema?

¿Pensar de esta manera me ayuda a sentirme mejor?

¿Cómo me hace sentir esto que pienso?


¿Este pensamiento me ayuda a relacionarme bien con los demás?

¿Qué es lo peor que podría ocurrir?

¿Hasta qué punto sería malo?

¿Será tan malo como pienso?

¿Sería muy grave o solo un contratiempo pasajero?

Si esto le sucediera a otro, ¿qué le diría para que lo afrontara?

Estas preguntas ayudan a medir la magnitud de la situación, así como las posibles
consecuencias de ejecutar el pensamiento.

Para hacer estas preguntas, se debe conocer bien la situación, el planteamiento


del problema se debe hacer en forma de pregunta; se debe prestar atención a las
respuestas que da la persona para redirigir las siguientes interrogantes y acompañar
al paciente en ese momento de confusión, cuando lo que parecía tan claro ya no
lo es, puesto que puede llevar a otro nivel de razonamiento.

Finalmente, el diálogo socrático permite alcanzar un nuevo nivel de entendimiento


que facilita reducir el malestar y reajustar la conducta desadaptativa.

2. Desreflexión

Algunas personas prestan una atención excesiva a sus metas o a sus problemas, lo
cual genera ansiedad e interfiere con la vida; Frankl denominó el primer caso como
“hiperintención” y el segundo como “hiperreflexión”. La técnica de la desreflexión
consiste en redirigir esta atención de un modo adecuado y funcional.

Ejemplo:

La de-reflexión en sí misma contiene aspectos positivos y negativos. El paciente


ignorará su ansiedad anticipatoria; pero la cambiará por alguna otra cosa.
Mediante la de-reflexión, el paciente es capaz de ignorar su neurosis y localizar su
atención fuera de sí mismo. Se dirigirá hacia una vida llena de potenciales
significados y valores que tienen un especial atractivo para sus potencialidades
personales.

Busca, asimismo, animar al paciente a que reviva al menos por un momento la


situación con miedo, esto es, animarle a que haga lo contrario de lo que le dicta su
actitud hacia esa situación. Todo esto se deberá llevar a cabo en una atmósfera lo
más humorísticamente posible.

El resultado es un cambio de actitud hacia los propios síntomas. El paciente es


ahora capaz de ponerse a cierta distancia de sus síntomas, de alejarse de su
neurosis... Si se tiene éxito, y el paciente deja de huir y luchar contra sus síntomas, y
aún más, si los exagera, entonces observaremos que los síntomas disminuyen y
dejan de obsesionar al paciente.
3. Confrontación

La confrontación es una técnica básica de la psicoterapia en general. Se trata de


hacer ver al cliente las incongruencias y la inadecuación de determinadas
conductas y actitudes de modo que pueda ser consciente de ellas y modificarlas.
Es una herramienta muy útil en el proceso terapéutico porque ayuda a que la
persona pueda dar otro enfoque a la situación que atraviesa (en la que puede
haberse quedado “atascado”). Cuando la persona consigue posicionarse de
forma distinta con respecto a su problema, suele ser mucho más capaz de
encontrar también alternativas conductuales

Sin embargo, es una técnica que se debe emplear de forma muy cuidadosa, y
cada psicólogo debe calibrar cómo y con qué pacientes puede hacer uso de una
confrontación.

Esto se debe a que no sólo genera un aumento de consciencia sobre el problema y


un posible cambio a nivel cognitivo, sino que también puede generar un impacto
emocional para el que la persona puede no estar preparada y con el que no sepa
muy bien cómo lidiar.

Por esa razón, se recomienda que las preguntas y afirmaciones de tipo


confrontativo no se den en las primeras sesiones de intervención psicológica, ya
que la alianza terapéutica todavía no es lo suficientemente sólida como para que
la persona, si sufre un impacto, se apoye en el psicólogo para hablarle de cómo le
ha afectado dicha confrontación.

Si la utilizamos intensamente desde el inicio de la relación terapéutica, es muy


probable que creemos una sensación de “ataque” hacia el paciente y esto le
provoque rechazo hacia la figura del psicólogo y, por ende, hacia la terapia.

Tres ejemplos prácticos

A continuación, presento tres ejemplos de intervenciones confrontativas basadas


en la propia experiencia.

Estas confrontaciones han sido dividas en función del nivel de impacto que
buscaban causar y el grado de “sutileza” con el que se plantearon. Cabe
mencionar que esta clasificación, en el caso presente, es completamente subjetiva
y está basada en el criterio personal subyacente al conocimiento del paciente
dado y de la relación terapéutica creada.

Cualquiera de estas intervenciones, fuera del contexto en que se dieron y con


cualquier otro paciente, podrían clasificarse de un modo distinto:

Caso 1

Nivel de impacto bajo, confrontación sutil: Paciente manifiesta necesidad de


control en diferentes situaciones y contextos. Refiere buscar siempre una ubicación
en aquellos lugares a los que acude en la que pueda tener “vigilado” visualmente
a todo el mundo.
Confrontación: ¿Qué te parecería si ambas continuáramos lo que queda de sesión
con los ojos cerrados?

Caso 2

Nivel de impacto intermedio, confrontación directa: Paciente manifiesta (en varias


ocasiones) acusación de su entorno sobre su carácter hostil, agresivo, celoso y
manipulador. Muestra una actitud ligeramente acorde a lo descrito, aunque
siempre es amable en terapia.

Confrontación (después de varias sesiones): ¿Crees que hay algo de lo que tú me


has contado habitualmente que se corresponde con un carácter hostil, agresivo,
celoso o manipulador?

Caso 3

Nivel de impacto alto, confrontación directa: Paciente manifiesta estar en una


relación con un hombre que tiende a abandonar a sus parejas cuando se cansa
de ellas y teme que le ocurra lo mismo, aunque refiere tal nivel de enamoramiento
que le resulta inviable terminar la relación.

Confrontación (de nuevo, después de varias sesiones): ¿Podrías decirme qué


diferencias observas entre tu relación con tu pareja y relaciones pasadas que él te
haya comentado?

El objetivo de una confrontación siempre es buscar que la persona pueda enfocar


la situación, al menos, desde dos puntos de vista y que, por tanto, con dos
alternativas pueda elegir.

Es fundamental mencionar que no es competencia del psicólogo juzgar o


argumentar (ni a favor, ni en contra) en función de nuestra creencia personal, pues
el psicólogo nunca debe empujar en ninguna dirección.

4. Intención paradójica

Frankl llamó “intención paradójica” a una técnica consistente en hacer que el


cliente intensifique sus síntomas en contextos nuevos, promoviendo que el síntoma
pierda su funcionalidad. Dicho de otro modo, se pretende que el cliente provoque
intencionadamente aquello que teme, de modo que se genera una contradicción
lógica, muchas veces humorística.

En la actualidad la intención paradójica se considera una técnica eficaz para


manejar distintos problemas, por ejemplo el insomnio de conciliación. Funciona
porque, cuando la persona pasa a desear que ocurra un suceso que normalmente
le provoca ansiedad u otras emociones negativas, tales consecuencias asociadas
no se producen.

El principio de esta técnica es la de hacer que los pacientes intenten llevar a cabo
aquella conducta o pensamiento que les genera malestar. Antes de ir a consulta, lo
más probable es que el paciente haya intentado solucionar el problema por su
propia cuenta, así que esta terapia se muestra como el camino contrario a todo lo
que el paciente ya haya hecho. Si lo obvio y lógico no ha arreglado nada, es el
momento de usar lo que no resulta tan obvio.

Por ejemplo, un paciente que sufre de problemas de insomnio es bastante


probable que ya haya intentado hacer todo lo posible para conciliar el sueño,
como dejar de tomar cafeína, dormir más pronto, meditar antes de acostarse,
calmarse, poner música ambiental y otras opciones. Cuando se haya decidido a ir
a consulta, lo más probable es que su terapeuta haya aplicado técnicas para
mejorar su sueño, sin mucho éxito.

Todo esto hace que el paciente se sienta más frustrado, y que intente todas las
alternativas anteriores con más fuerza. Esto incrementa su ansiedad anticipatoria, la
cual surge en este caso del miedo a no poder dormirse, no descansar lo
suficientemente bien y no rendir en otros aspectos de su vida. Esto es un círculo de
pensamiento muy fuerte, del que el paciente no consigue liberarse y que le genera
todavía más malestar.

Al decirle que se va a hacer justo lo contrario, en este caso pedirle que no se


duerma, el paciente se sorprende. Esto no se lo esperaba y, como la directriz es
justo la contraria a la que desea conseguir, se rompe el círculo vicioso de frustración
por no poder dormir. Ahora su tarea es intentar evitar dormir, mantenerse despierto
lo máximo posible. Pasa de no poder dormir y causarle malestar a decidir no dormir,
dándole una mayor sensación de control. No puede controlar cuándo se duerme,
pero sí el mantenerse despierto, o eso cree.

¿Cómo se aplica la técnica?

Como hemos comentado, la principal idea de esta técnica es exigirle a los


pacientes que detengan la tendencia de tratar, evadir o controlar sus síntomas. Se
les pide justo lo contrario de lo que, racionalmente, pensarían que deben hacer.
Los pacientes no pueden controlar sus síntomas para que desaparezcan, pero sí
para que aparezcan y se vuelvan más conscientes.

Se requieren dos requisitos para poder aplicar el procedimiento. Por un lado el


paciente deberá renunciar a los intentos de control del síntoma, en tanto que no los
puede hacer desaparecer. Por el otro lado, deberá estar dispuesto a hacer
aparecer y aumentar los síntomas, algo que no siempre es posible, en función de
cuán desagradables sean estos y cómo de partidario sea el paciente de esta
opción terapéutica tan poco ortodoxa.

Como hemos comentado, ambos requisitos van en contra de la lógica terapéutica


que seguramente el paciente maneje. Es por este motivo que se deberá explicarle,
de forma extensa y convincente, de qué forma el potenciar a corto plazo la
conducta/pensamiento no deseado puede implicar una mejora del problema.

Secuencia de aplicación

La aplicación de la intención paradójica se aplica siguiendo, normalmente, la


siguiente secuencia.
1. Evaluación del problema

Primero, se evalúa el problema e identifica la lógica que mantiene a la persona en


soluciones ineficaces.

Cogiendo como ejemplo el caso de la persona que sufre insomnio, se trataría de


todas las estrategias que ha intentado por sí solo y en contexto terapéutico (no
tomar café, irse a dormir antes, meditar, tomar somníferos...)

2. Redefinir el síntoma

Una vez hecho esto, se redefine el síntoma en función de los datos que se hayan
obtenido en la evaluación del problema. Para ello se trata de aportar un nuevo
significado del síntoma, por ejemplo, indicando ventajas en caso de que las tenga
o qué podría significar en su vida. En el caso del insomnio, se puede hablar que es
señal de que está preocupado o de que cree que tiene algo pendiente que
solucionar.

3. Aplicar los cambios paradójicos

Se indican los cambios paradójicos en función del patrón de queja. En el caso del
insomnio se le indicaría que dejara de dormir o que hiciera todo lo posible para
seguir despierto, como hacer actividades, leer más, ve la televisión. En el caso de la
onicofagia se le diría que se mordiera las uñas tanto como pudiera durante un
período de tiempo establecido en terapia, exigiéndole que no dejara de hacerlo
en ese lapso de tiempo.

4. Identificación de los cambios tras la terapia

Una vez hecho esto, se identifican los cambios en el patrón de conducta o


pensamiento del paciente.

Por ejemplo, en el caso del insomnio se trata de averiguar si el paciente se ha


mantenido despierto varios días o si, por el contrario y como efecto deseado, ha
dormido sin tener intención consciente de ello. En el caso de la onicofagia se
mediría cuántas veces el paciente se ha mordisqueado las uñas o si indica que ya
lleva unos cuantos días sin hacerlo y ni se había dado cuenta.

5. Fin de la intervención y seguimiento

Si se considera que el paciente ha tenido una mejoría efectiva y suficiente, se


procede a finalizar la terapia, no sin descuidar el seguimiento para asegurarse de
que efectivamente el paciente ha tenido mejoras.

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