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El Fruto del Espíritu: El Verdadero Carácter de un Cristiano

“Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.
Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los
dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren. Pero si los guía el
Espíritu, no están bajo la ley. Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad
sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira,
rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les
advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad,
fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo
Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da
vida, andemos guiados por el Espíritu”.

Gálatas 5:16-25 (NVI)

fruto-Espiritu

El Fruto del Espíritu: El Verdadero Carácter de un Cristiano

INTRODUCCIÓN

El fruto del Espíritu, ¿había escuchado hablar acerca de este tema? ¿Ya ha leído la lista
de 9 características que el apóstol Pablo nos relata en su carta a los Gálatas? ¿Sabia Ud. que este
constituye un tema que todos los cristianos debemos conocer? Hoy iniciaremos una nueva serie
de estudios bajo el titulo del Fruto del Espíritu, el cual es un tema de gran importancia porque en
resumen nos habla acerca del verdadero carácter que un cristiano tiene que reflejar en este
mundo. Por ello Jesús dijo: “Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol
malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto
bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los
conoceréis”. (Mateo 7:17-20, BAD). Aunque en su contexto original, este texto nos ayuda a
identificar a los falsos profetas, también podemos aplicarlo para identificar a los verdaderos
cristianos. En términos usuales, un verdadero cristiano se reconoce por sus frutos, así como se
espera que un árbol bueno de buenos frutos, así se espera que el verdadero cristiano de buenos
frutos y estos son todas sus buenas obras, nuestro buen testimonio, nuestro servicio a Dios y a los
santos, y en general, nuestra vida de santificación.

Ahora bien, allá en Gálatas 5 el apóstol Pablo nos habla del fruto del Espíritu el cual a través de 9
características describen como debe ser la conducta de un cristiano. De entre muchas cosas, el ser
humano se diferencia uno de otro por su carácter. El carácter se define como el conjunto de
rasgos, cualidades o circunstancias que indican la naturaleza propia de una persona. También se
nos dice que el carácter de una persona es la forma de cómo generalmente reacciona frente a una
situación. John Maxwell nos dice que la crisis no desarrolla necesariamente el carácter, pero si lo
revela. Como cristianos debemos preocuparnos por nuestro carácter ya que los ojos de todo el
mundo están sobre nosotros y como hijos de Dios se espera que seamos luz en medio de las
tinieblas. Nuestro testimonio es importantísimo ya que el Señor nos ha llamado a ser fieles
testigos de su gracia, pero si nuestras acciones no están en armonía con el evangelio, cualquier
esfuerzo por compartir la palabra de Dios tiene poco efecto. Las siguientes palabras se encuentran
escritas en la tumba de un obispo anglicano de la Abadía de Westminster y nos pueden ilustrar
muy bien lo que queremos decir:

“Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Cuando me volví más viejo y sabio descubrí que el mundo no cambiaría, así que acorté mis anhelos
un poco y decidí cambiar sólo mi país. Pero este también parecía inmutable. Cuando entré en el
ocaso de mi vida, en un último y desesperado intento decidí sólo cambiar mi familia, a los que
estaban más cerca de mí, pero igualmente ellos no cambiarían. Y ahora, mientras me encuentro en
mi lecho de muerte, repentinamente me doy cuenta: Si hubiera podido cambiarme a mí mismo,
entonces por mi ejemplo habría cambiado a mi familia. Luego, por su inspiración y valor hubiera
entonces podido cambiar mi país, y a lo mejor hubiera podido cambiar al mundo”.

Este epitafio nos ejemplifica muy bien lo que queremos decir. No cabe duda de que Dios
nos llama a ser agentes de cambio en este mundo lisiado por el pecado; sin embargo, antes de
querer cambiar cualquier cosa en la vida de las personas debemos cambiar nosotros mismos.
Nuestro carácter está regido por una serie de características personales que nos define como seres
únicos en esta vida, pero ¿Cómo es nuestro carácter? ¿Nuestro carácter es el de un verdadero hijo
de Dios? ¿Cómo debe ser el carácter de un hijo de Dios? En Gálatas 5:16-25 el apóstol Pablo nos
enseña que hay dos formas de reflejar nuestro carácter, uno es a través del fruto del Espíritu y
otro es a través de las obras de la carne: Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los
deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu
desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden
hacer lo que quieren. Pero si los guía el Espíritu, no están bajo la ley, (Gálatas 5:16-18, NVI) Dos
formas existen para vivir, uno es manifestando las obras de los deseos de la naturaleza
pecaminosa, y la otra es produciendo el fruto del Espíritu. Como hijos de Dios debemos evaluar la
forma de cómo andamos, si nuestro carácter refleja a un verdadero cristiano, o solamente somos
un religioso más que oculta su pecado. En Gálatas se nos define bien las obras de la naturaleza
pecaminosa las cuales deberíamos abandonar, estas son: Las obras de la naturaleza pecaminosa se
conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos,
arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas
parecidas, (Gálatas 5:19-21). Vemos que estas y otras cosas parecidas son desagradables a los ojos
de Dios y por tanto se espera que no vivamos en ellas. No obstante, el pasaje continúa su relato y
nos hace un contraste al presentarnos el fruto del Espíritu: En cambio, el fruto del Espíritu es
amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, (Gálatas
5:22-23). Aquí se nos dice que se espera que el cristiano produzca un fruto agradable a los ojos de
Dios, un fruto que es consecuencia de una vida sometida al Espíritu Santo y que se manifiesta en 9
características que son: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio. Nuestro buen testimonio es decisivo ya que a través de el le mostramos al mundo
la obra redentora que Cristo ha hecho por nosotros. Nuestro Señor Jesús lo dijo de esta forma:
“Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se
enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que
alumbre a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de todos, para que ellos
puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el cielo”, (Mateo 5:14-16,
BAD). Como cristianos Jesús dice que nuestras vidas no pueden pasar desapercibidas. Así como
una “ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse”, nuestras vidas sirven de testimonio
para este mundo de tinieblas. Nuestras acciones pueden servir para glorificar a nuestro Padre
Celestial o pueden ser un mal testimonio para el evangelio. Por ello Pablo nos exhorta una vez más
a vivir guiados por el Espíritu Santo:

“Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios vive en ustedes”.

Romanos 8:9 (NVI)

Ahora bien, sabiendo todo esto, el mismo apóstol Pablo nos invita a despojarnos de
nuestra vieja naturaleza y vestirnos del nuevo hombre, el que ha sido regenerado por el Espíritu
Santo:

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a
los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,
creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

Efesios 4:22-24(RV60)

En estos versículos Pablo compara la vida cristiana con el hecho de haberse despojado de
la vestimenta sucia de un pasado pecaminoso y vestirse con la vestimenta de justicia de Cristo. Las
palabras griegas que se traducen en este texto como hombre nuevo es kainós ánzropos (καινός
ἄνθρωπος), y estas no nos están sugiriendo algo nuevo en el tiempo, sino más bien algo que tiene
una cualidad o naturaleza distinta, y por tanto, la clase de persona que Cristo produce en el
creyente es alguien que posee una nueva naturaleza, muy diferente a la que antes era, y es
responsabilidad de todo cristiano el cultivarla para producir el fruto del Espíritu. Una vez más el
apóstol Pablo como gran maestro nos enseña que el creyente en Cristo es responsable de cultivar
su nueva naturaleza:
“Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no sólo en mi presencia sino
mucho más ahora en mi ausencia—lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es
quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”.

Filipenses 2:12-13 (NVI)

Las palabras lleven a cabo su salvación con temor y temblor, no se refieren a un intento
por ganarse la salvación mediante las buenas obras, sino a desarrollar la salvación en el sentido de
crecimiento espiritual. La Reina Valera 60 traduce las palabras de: “lleven a cabo su salvación con
temor y temblor” como: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Y en este sentido el
cristiano debe ocuparse con responsabilidad de producir un buen fruto para su Señor. La palabra
griega que el apóstol usa y se traduce como ocupaos es katergádsomai (κατεργάζομαι), y esta
contiene la idea de llevar algo a su culminación. Esta palabra katergádsomai fue utilizada por el
historiador griego del primer siglo, Estrabón, y por medio de ella se refería a la acción que los
mineros realizaban de extraer la plata de las minas. Así, de esta misma manera, los cristianos
tienen que ocuparse en su vida espiritual, trabajando para descubrir los hermosos tesoros que
Dios tiene preparado para aquellos que ha salvado por gracia. Obsérvese que Pablo exhorta a los
cristianos a ocuparnos, a llevar a cabo su salvación y no a trabajar para ganarla, “pues Dios es
quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”.
Las palabras griegas que usa Pablo para producir y hacer son las y proviene del verbo energuéo
(ἐνεργέω), de donde proviene la palabra energía. Por tanto, es Dios el que produce la fuerza
efectiva en nosotros para salvación de nuestras vidas, pero al mismo tiempo nos da la fuerza para
acercarnos a su gracia. No puede haber salvación aparte de Dios; porque lo que ofrece, el ser
humano lo tiene que recibir por fe, la vida eterna y sus dones son por gracia, pero las recompensas
y victorias se ganan. El sentido de ocuparnos de nuestra salvación implica no solo a morir a
nuestras pasiones pecaminosas sino también a vivir de manera diferente a la del resto del mundo,
una vida agradable a Dios.

“Queridos hermanos en Cristo, nosotros les hemos enseñado a vivir como a Dios le agrada, y en
verdad lo están haciendo. Ahora les rogamos y los animamos de parte del Señor Jesús a que se
esfuercen cada vez más por vivir así”.

1Tesalonisenses 4:1 (BLS)

La vida de un cristiano debe dar un fruto agradable delante del Señor, fruto que se refleja
en su carácter y acciones, tal y como lo presenta Pablo en Efesios:

“Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz.
Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce toda una cosecha de bondad,
rectitud y verdad”.
Efesios 5:8-9(DHH)

Finalmente, podemos concluir que como cristianos tenemos la responsabilidad de vivir


de una manera diferente, como hijos de luz, y por ello debemos comportarnos como tales. Pero ¿a
qué clase de comportamiento se refiere? ¿Existen características específicas que deben identificar
a un cristiano? Pablo utiliza la metáfora de la luz que produce una cosecha de bondad, rectitud y
verdad, para ilustrarlo mejor, de tal forma que los que viven en el Espíritu producen un carácter
moral y ético basado en los preceptos divinos establecidos en la Biblia, mientras que los que viven
en tinieblas no lo pueden producir. Este carácter, consecuencia de una cosecha producida por el
Espíritu Santo, Pablo lo desarrolla mejor en su epístola a los Efesios donde menciona el fruto del
Espíritu Santo (Efesios 5:16-25).

EL FRUTO DEL ESPÍRITU: LA ESENCIA DEL CARÁCTER CRISTIANO

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.

Gálatas 5:22-23 (NVI)

Cuando pensamos en cómo debería ser el carácter de un hijo de Dios fácilmente


podríamos relacionarlo con el fruto del Espíritu (En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría,
paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio) y podemos estar de
acuerdo que es la esencia del carácter de un cristiano. Ahora bien, una vida que refleje el fruto del
Espíritu debe ser una vida influenciado por el Espíritu Santo. Jesús es el mayor ejemplo de una vida
conducida por el Espíritu Santo la cual se reflejaba a través de sus frutos. Como creyentes nuestras
acciones deben estar influenciadas por la presencia del Espíritu Santo, sin embargo, Pablo en su
carta a los Gálatas nos dice que podemos vivir de dos formas, o reflejando las obras de la carne, o
como hijos de Dios, manifestando el fruto del Espíritu, de aquí que el Señor ordena a sus hijos a
obedecer al Espíritu.

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.

Gálatas 5:16 (RV95)

La clave para manifestar el fruto del Espíritu en nuestra vida es obedecer al Espíritu Santo
y negar satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa, no obstante, esto no es tarea fácil. Por
un lado Todos debemos saber que aunque somos nacidos de nuevo, no somos 100% perfectos, ya
que aún existe en nosotros una naturaleza pecaminosa la cual se conoce como el viejo hombre y
con la cual tenemos que luchar día a día por vencerla. Hasta el apóstol Pablo tuvo problemas para
mantenerla bajo control: “Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me
acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta
de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra
la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este
cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la
mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley
del pecado”. (Romanos 7:21-25, NVI). Esta vieja naturaleza se manifiesta a través de muchas
conductas y acciones malas que Pablo, en su carta a los Gálatas, llama las obras de la carne:

“Todo el mundo conoce la conducta de los que obedecen a sus malos deseos: No son fieles en el
matrimonio, tienen relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a
dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se
enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, y hasta matan; se
emborrachan, y en sus fiestas hacen locuras y muchas cosas malas. Les advierto, como ya lo había
hecho antes, que los que hacen esto no formarán parte del reino de Dios”.

Gálatas 5:19-21(BLS)

condicion-espiritual

Condición espiritual

Una prueba contundente de que la persona no vive en el poder del Espíritu Santo es la
existencia de tal comportamiento. Fíjese que las palabras y muchas cosas malas… (Gálatas 5:21)
nos indican que hay más obras de la carne, y por ello podemos encontrar otros listados de cosas
semejantes a éstas en otra parte de la Escritura, por ejemplo en 1 Corintios:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni
los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

1 Corintios 6:9-10 (RV95)

En el libro de Apocalipsis también encontramos más:

“Pero los perros estarán afuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo
aquel que ama y practica la mentira”.

Apocalipsis 22:15 (RV95)


Ahora bien, si bien es cierto que aun siendo cristianos tenemos una naturaleza
pecaminosa dentro de nosotros, también es cierto que el día que nacimos de nuevo Dios nos
otorgó una naturaleza espiritual la cual nos capacita para buscar agradarle, y de allí que el mismo
apóstol nos recomiende en Gálatas obedecer al Espíritu Santo:

“Por eso les digo: Obedezcan al Espíritu de Dios y así no desearán hacer lo malo. Porque los malos
deseos están en contra de lo que quiere el Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de los
malos deseos. Por lo tanto, ustedes no pueden hacer lo que se les antoje. Pero si obedecen al
Espíritu de Dios, ya no están obligados a obedecer la ley”.

Gálatas 5:16-18 (BLS)

Si obedecemos al Espíritu, nuestro espíritu interior se fortalecerá y nos ayudará a


mantener nuestra comunión con Dios lo cual nos permitirá hacerle frente a los ataques del
enemigo y las tentaciones de este mundo. Se cuenta la historia de un hombre que tenía dos
perros, uno negro y otro blanco, y los dos estaban en constante pelea, y alguien le pregunto -¿cuál
de los dos perros gana la pelea?- a lo que respondió –al que alimento más-. De igual forma será en
nuestras vidas. Si alimentamos más a la nueva naturaleza obedeciendo al Espíritu seremos capaces
de vencer las pruebas y tentaciones y dar un buen testimonio; caso contrario, viviremos según los
deseos de nuestra carne. Pero la pregunta ahora sería: ¿cómo vivir en el Espíritu?

En Romanos el Apóstol Pablo amplia un poco más la forma de cómo vivir en el Espíritu y
no ser conducido por los deseos de la carne: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo
que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la
justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu. …”, (Romanos 8:1-4, RV60).

La muerte y resurrección de Cristo nos da la victoria sobre el pecado y es por medio del Espíritu
Santo que nos da el poder para someternos a la voluntad de Dios negándonos a los deseos
pecaminosos. Por tanto vivir en el Espíritu significa producir una vida de buenas virtudes, seguir la
santidad y justicia con el objetivo de agradar en todo a Dios; porque de lo contrario produciremos
solo las obras de la carne las cuales conducen a la muerte: “…Los que viven según las inclinaciones
de la naturaleza débil, solo se preocupan por seguirlas; pero los que viven conforme al Espíritu, se
preocupan por las cosas del Espíritu. Y preocuparse por seguir las inclinaciones de la naturaleza
débil lleva a la muerte; pero preocuparse por las cosas del Espíritu lleva a la vida y a la paz. Los que
se preocupan por seguir las inclinaciones de la naturaleza débil son enemigos de Dios, porque ni
quieren ni pueden someterse a su ley. Por eso, los que viven según las inclinaciones de la
naturaleza débil no pueden agradar a Dios. Pero ustedes ya no viven según esas inclinaciones, sino
según el Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el Espíritu de
Cristo, no es de Cristo”.

Romanos 8:5-9 (DHH)

Es el poder del Espíritu Santo que nos ayuda realmente a vencer la naturaleza
pecaminosa. En la versión Reina Valera hay dos palabras que aparecen una y otra vez en este
pasaje: carne (sarx, σάρξ) y espíritu (pneuma, πνεῦμα). Pablo no usa la palabra carne refiriéndose
al cuerpo, como cuando nosotros hablamos de carne y hueso. Lo que quiere decir realmente es la
naturaleza humana con todas sus debilidades y su vulnerabilidad al pecado. Se refiere a la parte de
nuestra persona que le sirve de puente al pecado; es decir, nuestra naturaleza pecadora, todo lo
que nos ata al mundo en lugar de a Dios. Vivir conforme a la carne es llevar una vida dominada por
los dictados y deseos de la naturaleza pecadora en lugar de una vida gobernada por el amor de
Dios. La carne representa lo más bajo de la naturaleza humana. La ley podía pronunciar juicio
sobre el pecado, pero era imposible para la ley hacer alguna cosa acerca del pecado. Los que viven
conforme a la carne no pueden agradar a Dios, sin embargo, gracias a la obra de Cristo, se nos
ofrece a los cristianos una vida que no está dominada por la carne, sino por el Espíritu de Dios, que
llena al hombre de un poder que antes no tenía ni conocía. Jesús otorga a través de su sacrificio
una nueva naturaleza capaz de vivir de acuerdo al Espíritu a todos aquellos que se arrepienten de
sus pecados: “Pero a los que lo aceptaron y creyeron en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
Estos hijos no nacieron como nace un bebé, ni por deseo o plan de sus padres, sino que nacieron
de Dios”, (Juan 1:12-13, PDT). Esta nueva naturaleza también permite que el Espíritu Santo more
en nosotros y nos capacita para perseverar en nuestra vida espiritual y vencer la naturaleza
pecaminosa, ya que somos nacidos de Dios y no por voluntad humana y su cimiente mora en
nosotros: “Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios
permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios”, (1 Juan 3:9, NVI).
El fruto del Espíritu

El apóstol Pablo menciona nueve cualidades que todo cristiano debe desarrollar en su vida. ¿Qué
es el fruto del Espíritu?

El fruto del Espíritu

Gálatas 5:22-23 describe “el fruto del Espíritu” como el conjunto de nueve cualidades: amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

El versículo 23 concluye diciendo que “contra tales cosas no hay ley”. Estas cualidades están en
completa armonía con el propósito de la ley buena y santa de Dios, y obviamente a cualquier
gobierno le encantaría que sus ciudadanos las tuviesen.

Todo el que haya decidido seguir el camino de Dios debe crecer en el fruto del Espíritu
constantemente. Estas cualidades no son meras sugerencias u opciones, sino aspectos del carácter
que todo cristiano debe desarrollar —el carácter de Dios. Un cristiano verdadero siempre se está
esforzando por pensar y actuar como el Creador, y el fruto del Espíritu le muestra el camino para
lograrlo.

Sin embargo, muchos de los que dicen ser cristianos no tienen estas características muy
desarrolladas. No basta con decir que somos cristianos; producir el fruto del Espíritu requiere del
Espíritu Santo de Dios.

Sólo quienes lo han recibido después del bautismo y la imposición de manos, pueden —y deben—
crecer en estas cualidades día a día. De hecho, no podemos alcanzar la madurez espiritual del
fruto del Espíritu sin el Espíritu de Dios. El espíritu humano sólo puede desarrollar estas
características a nivel superficial y, en realidad, generalmente produce lo contrario: las obras de la
carne que Pablo describe en Gálatas 5:19-21:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto,
como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

Testimonio del fruto del Espíritu

Un cristiano con el Espíritu Santo tiene la oportunidad de ser un testigo viviente de la existencia y
sabiduría de Dios. Para las personas es claramente evidente cuando el fruto del Espíritu está en
nosotros. Puede que se burlen de nuestra ingenuidad por confiar pacientemente en Dios durante
una prueba o nos elogien por nuestra generosidad y amabilidad, pero lo notan. O puede que se
rían de nosotros cuando controlamos nuestros impulsos carnales o se sorprendan al ver que
somos capaces de encontrar paz en medio de la tragedia, pero lo notan.

El fruto del Espíritu demuestra que el camino, enseñanzas y Espíritu de Dios son beneficiosos para
el ser humano —demuestra que Dios sabía lo que hacía cuando inspiró las Escrituras. Además, le
muestra a los demás cuán comprometidos estamos con Dios y lo decididos que estamos a dar
testimonio de Él.

Más importante aun, demuestra que existe un camino diferente al que el mundo entero sigue por
el engaño de Satanás (Apocalipsis 12:9; 2 Corintios 4:3-4). Nos enfoca en el futuro Reino de Dios y
nos quita la forma de pensar carnal que busca la satisfacción inmediata, que ha causado tanto
dolor, desdicha y destrucción.

Tener el fruto del Espíritu no es quedarse sentado y esperar a que venga el Reino de Dios. Se trata
de esforzarnos por vivir según su camino ahora, en cada pensamiento y acción. Cuando lo
hacemos, la paz y la confianza que resultan de estos nuevos ideales y actitudes demuestran por
qué es tan necesario que el Reino de Dios sea establecido en la Tierra.

¿Por qué necesitamos crecer en el fruto del Espíritu?

Un cristiano verdadero —una nueva creación con la mente de Cristo dentro de sí— debe crecer en
el fruto del Espíritu continuamente. Esto no sólo afecta a quienes nos rodean, también nos afecta
a nosotros mismos.

En 1 Tesalonicenses 5:19 Dios nos ordena: “No apaguéis al Espíritu”, lo cual implica que siempre
debemos estar en contacto con Él y pedirle más de su Espíritu. Nuestro deber como cristianos es
obedecer a Dios y esforzarnos por ser cada vez más como Él. Descuidar el fruto del Espíritu Santo
es muy peligroso para nuestra vida espiritual, pues el Espíritu es la garantía y “arras” de la vida
eterna (2 Corintios 1:21-22; Efesios 1:13-14).

¿Qué sucedería si poco a poco la evidencia de que tenemos el Espíritu Santo comenzara a
desaparecer debido a nuestra apatía, dificultades de la vida, amargura o soberbia?

Imaginemos que el Espíritu Santo es una fogata encendida. ¿Qué sucede cuando dejamos de
alimentarla y le echamos tierra encima? El fuego se apaga y deja de producir la luz y el calor que
buscábamos tener cuando la encendimos.
De la misma manera, si descuidamos nuestra relación con Dios y nos enfocamos en las cosas de
este mundo, el Espíritu de Dios pronto se extinguirá en nosotros y dejaremos de producir su fruto.

No podemos dejar que esto suceda. Crecer en el fruto del Espíritu no sólo es necesario para el
testimonio de otros, también es nuestra parte del pacto que hicimos con el Dios del universo a
través del bautismo, donde nos dio el mayor de los regalos: su Espíritu Santo. Nunca debemos
subestimar la importancia de cumplirle nuestra promesa a Él.

La sección

Los otros nueve artículos de esta sección describen las cualidades del fruto del Espíritu
enumeradas en Gálatas 5:22-23 —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y templanza. En cada artículo encontrará:

Una descripción de la cualidad.

Evidencia bíblica de por qué Dios quiere que la desarrollemos.

Ejemplos bíblicos que hablan sobre ella.

Una autoevaluación.

Algunas ideas para desarrollarla en su vida.

Es tiempo de tomar una decisión y comenzar a desarrollar estas importantes características. Si


decimos ser cristianos, es lo menos que podemos hacer.

Para aprovechar estos artículos al máximo, primero debe conocer las respuestas a las siguientes
preguntas:

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