Está en la página 1de 4

Mis últimos años

Alejandro, cuéntanos un poco de cómo fueron tus últimos años.

Bueno, todo empezó cuando tenía tres años, en Gran Canaria. Este lugar es parte de la Unión
Europea, para que sepas más o menos donde estaba. Mi madre me contaba historias de cómo era
la Tierra antes del virus, y me asombraba con ese paraíso con mis padres.

“¿Papá, dónde está mamá?” Dije preocupado.

“Está en casa, ya vamos a verla,” me respondió mi padre aliviándome.

Yo me metí en un callejón donde había una bolsa de gominolas. Mi padre vió algo y me empujó
diciéndome que me fuera mientras una persona le mordía. Desde entonces, nunca fuí el mismo.
Me fuí corriendo, miré atrás y vi como mi padre estaba muy pálido y le faltaba un trozo de
pierna. Nunca debí haber mirado para atrás.

“¡Mamá!” Dije sollozando. “¡Un hombre saltó sobre papá y le empezó a morder!”

“¿QUÉ?” A mi madre se le llenó la cara de lágrimas. “¿CÓMO PASÓ ESO?”

“Fuimos a por fruta y volviendo un hombre saltó sobre él.” Fuí incapaz de decir la verdad,
aunque tuviera tres. Sabía que era mi culpa.

“Nos vamos, nuestros amigos han descubierto cómo ir a sitios a años luz” dijo mi madre. “Nos
estableceremos en un planeta parecido al nuestro donde podamos vivir en paz.”

Para que entendáis un poco lo que estaba pasando, todos los animales han sido extinguidos por
ese virus. Así como algunas plantas. La sociedad había colapsado y se dividieron en dos grupos,
los que comen y los que son comidos. Mi familia era de los que eran comidos, pues nos
opusimos a ese estilo de vida. Nadie estaba a salvo, desde aquel accidente empecé a tener sueños
de la muerte de mi padre y como lo podría haber evitado.

“Aquí es, cuando salgamos de aquí ya no tendremos que huir.” dijo mi madre por primera vez
contenta.

Después de diez años, llegamos a Kepler-442b nuestro nuevo hogar, al menos los que
sobrevivimos. Somos 1983 personas. Por supervivencia, abandonamos la Tierra 2730 personas.
Algunos murieron por locura, enfermedades o depresión.

“Bienvenidos/as a Kepler-442b, si tienen alguna duda no esperen a preguntar en la base de


datos que ya ha estado aquí unos 1987 años terrestres.” Anunció la voz de la capitana.
Mis últimos años

“Gracias a este suero anti edad hemos durado tanto, y ha valido la pena esta espera de tantos
años,” dijo mi madre. “¡Mira este paraíso para nosotros!”

“Sí, pero como este planeta es mucho más grande que la Tierra,” dije con razón. “Tardarán más
en explorar las especies y sus riesgos.”

Mi madre siempre ha sido muy optimista desde que salimos de la Tierra, pero no puedo decir lo
mismo de mí. Aunque hayan creado ese suero, no significa que no podamos morir.

“Si en la Tierra hubiera tantas maneras de morir, aquí habrán más y la mayoría serían sin darnos
cuenta,” dije mientras empezaba a angustiarme. “Por gases tóxicos o por especies desconocidas o
por.”

“Callate ya, yo no quiero recordar y no quiero escuchar una palabra más,” chilló mi madre
enfadada. “La capitana ya dijo que había una base de datos, pregunta allí”

Fui a la base de datos pero como no, vinieron mis pensamientos intrusivos sobre la muerte.
Aquí me sentía más culpable, podría haber sobrevivido si no fuera por mí. Y podría disfrutar,
debería haber sido yo el que se quedara ahí.

“Hola, me preguntaba si han identificado todos los riesgos.” Dije, un silencio me respondió. Las
personas ahí me miraban, unos robots miraban como si pidieran ayuda. Pero no le di mucha
mucha importancia.

“Estamos en una reunión joven,” dijo un científico. “Acabaremos más o menos en una hora.”

Dí media vuelta y me fuí y de repente…

“¿Papá?” le pregunté a mi padre. “¿Eres tú? Pensé que te había perdido.”

“Ayuda,” dijo.

“¡Papá!” Dije sollozando.

Estaba atado encima de un fuego, corrí, corrí y corrí pero cada vez estaba más lejos.

“¡Papá, no!” se me nubló la mirada.

“Es tu culpa, es tu culpa, es tu culpa.” Repetían unas voces.


Mis últimos años

Lo único que supe después es que me encontré en el hospital, al parecer había monóxido de
carbono. Ese era un gas en ocasiones letal, me asuste así que cuando me dieron el alta me fuí. Me
escondí en un bosque que parecía desolado y seguro. Apartados de todos, no podría pensar con
claridad.

“Ah, ah, ah,” estaba cansado, “Dios mío.”

“¿¡Qué?!” miraba a mi alrededor y solo veía peligros. “No, No, NO”


Cerré los ojos para escapar de mis problemas, pero ahí estaba. Tenía que mirar, no podía dejar
que mi pasado me consumiera. Pasaron días o meses, no tuve elección y cogí lo que parecía una
manzana. Me estaba muriendo de hambre, se me había acabado la comida.

“Delicioso, por fin.” Dije con los ojos cerrados saboreando esa ‘manzana’.

Abrí los ojos y vi un gran incendio. El bosque estaba ardiendo, estaba rodeado por llamas. Y le
volví a ver, corrí hacía el. Estaba deforme y no tenía rostro, me entró mucho sueño y no pare aba
las ganas. Me dormí al instante, y aparecí ahí pero ví como estaba mi cuerpo.

“Ese soy yo,” dije. “¿No?”

Nadie respondió, de repente escuche una voz.

“¿Estado del paciente 74-B?” dijo lo que escuchaba como el chico de la base.

“Despierto,” respondió una voz robótica. “Felicidades.”

Abrí los ojos y vi al científico, yo era más alto que antes. Intenté moverme, pero no pude. Vi en
un espejo que era una especie de robot como los otros que tambien habia cuando fui antes, el
científico me mandó a recoger unos papeles. Y contra mi voluntad, empecé a moverme. Llamó al
resto de sus compañeros.

“Mirad, encontré a un niño en el bosque muerto.” dijo, todos miraron asombrados. “Cogí su
cerebro y lo manipule para que entienda mis órdenes y hagan todo lo que me diga.”

“¿Pero tiene conciencia?” preguntó otro científico.

“No debería.” respondió, “aún tengo que hacer algunas pruebas.”


Mis últimos años

Tenía que escapar de esta trampa, ¿pero cómo? Ví una posibilidad, había una fogata y yo
debería tener algo inflamable. Si no, la habría cagado y me quedaría así hasta que mi cerebro se
descompusiera. Por suerte.

De repente llegue a la conclusión que si alguien entra intentaré parecer lo más real posible para
ver si me ayuda.

“¿Hola?” dijo una voz muy familiar. De repente, una señora se asomó, era mi madre. “No
encuentro a mi hijo por ningún lado, mide 1,75 m, tiene pelo corto castaño, ojos marrones, lleva
gafas. Se fue corriendo al bosque, creo que había entrado aquí antes.”

“No, no lo hemos visto.” dijo un compañero del científico.

“¡¿Alejandro?! ¡Qué te ha pasado!” dijo mi madre después de verme. “Se dió cuenta de que era
yo porque olía a la colonia que me regalo.”

“Espere señora.” dijo alguien.

Mi madre, segada por la pena, me intentó coger. Pero acabó tirándome porque le di un shock,
acabé en la fogata y ardí descontroladamente. Por fín iba a morir, ¿pero a qué precio? Lo último
que oí fueron gritos de agonía. Y después, vi como si estuviera dentro de un volcán y supe lo que
había pasado. Estaba aquí en el infierno, pero al menos podía moverme. Vi un informe mío y vi
todo… Dos mil y pico personas matadas; causa de muerte, un incendio que él mismo originó con
el que mató a todas esas personas, incluida su madre. Y fuí a tortura eterna, con terapia. Y ya,
ahora estoy aquí hablando contigo. Porque si no, se acabaría la terapia y seguiría con la tortura
que es peor.

Por lo que me has dicho, tienes un pasado muy oscuro para la poca edad que tenías, has
logrado matar más de dos mil personas incluida tu madre. Y todo porque pensabas que era
culpa tuya la muerte de tu padre. Bueno, se acabó nuestra sesión de terapia, nos vemos la
próxima semana.

También podría gustarte