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23-11-06 11 - 19 (PM)
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producir en forma inmediata o mediata, según el caso. Es inmediata la relación de causa a efecto en la pérdida
de la oportunidad, por ejemplo, cuando el licitante de un concurso para la adjudicación de una obra es
descalificado, ilícitamente, mediante la firma dolosa de un documento, o cuando el escritor pierde la
oportunidad de participar en un concurso de novela porque el encargado de recibir las inscripciones al concurso,
por culpa o por dolo, extravía de un solo golpe, la documentación. En ambos ejemplos, la oportunidad que
existía antes de la conducta dolosa o culposa del responsable tarda segundos en perderse. A lo sumo hay uno o
dos eslabones físicos en la cadena entre la culpa y la pérdida de la oportunidad.
Pero, también es posible que la oportunidad tarde un período de tiempo más o menos amplio, en perderse.
Así, por ejemplo, supongamos que fue la humedad de la carga durante el transporte lo que destruyó los
documentos de un escritor que tenía la oportunidad de participar en un concurso de novela y de ganarse el
premio. Si la documentación dejó de ser apta para concursar porque se deterioró luego de dos o tres días de estar
en contacto con otra mercancía que destilaba líquidos, es evidente que la oportunidad tardó varios días en
perderse.
En ambas hipótesis, que la oportunidad se pierda de un solo golpe o por el transcurso del tiempo, es
indispensable que dicha pérdida se produzca antes de que de que comience, por ejemplo, la escogencia del
ganador del concurso de novela, pues en ese momento, el efecto final aún es aleatorio. En cambio, si dicha
pérdida se produce después de que comiencen esos procesos causales, que eran aleatorios antes de comenzar su
desarrollo causal, no hay pérdida de la oportunidad, ya que el único resultado posible ya está determinado y, por
tanto, no es aleatorio, así todavía no se conozca poco importa que el efecto final se haya producido o la cadena
causal aún esté en desarrollo.
Posibilidad de desviar el desarrollo de una cadena causal en evolución
Pero, a veces, es posible que un evento ajeno o exterior a la cadena causal en curso, es decir, en evolución,
se interponga en su camino. En ese caso es factible que la cadena causal en curso cambie de rumbo y, en
consecuencia, el efecto final sea otro diferente del de la cadena inicial. Pero también es posible que la cadena
causal en curso resista el embate de ese evento ajeno que trató de cambiar su rumbo, y en consecuencia, el
efecto final ya determinado desde el comienzo de la cadena causal seguirá siendo el mismo.
Veamos las dos hipótesis:
a) En efecto, si desde el comienzo de la primera cadena causal estaba determinado que ese beneficio
esperado no se iba a lograr con o sin el evento extraño que se interpuso en el curso de la cadena causal, ese
evento ajeno a la cadena causal no le hizo perder oportunidad alguna a quien esperaba el beneficio al final de la
cadena inicial. Como vimos en el ejemplo de la apuesta de las balotas, una vez puesto en marcha el mecanismo
del sorteo, el resultado final ya estaba determinado y necesariamente había un ganador y nueve perdedores. Es
lo que ocurre cuando, pese a un tratamiento diligente, el paciente no logra curarse.
b) En cambio, también es factible que esa cadena causal cambie de rumbo por un evento exterior o ajeno y,
en tal virtud, ese nuevo efecto final pueda lograr el beneficio esperado o la evitación de un daño probable. Es lo
que ocurre cuando, con un tratamiento diligente del médico, el paciente logra curarse de la enfermedad que
evoluciona.
II.2. La pérdida de la oportunidad en la responsabilidad médica
Veamos si en alguna de esas dos hipótesis existe la pérdida de la oportunidad.
Expliquémoslo con un ejemplo aplicado a la responsabilidad médica, pues el principio y fin de una
enfermedad no son más que el desarrollo de una cadena causal física en evolución que actúa sobre el organismo
del paciente (1).
a) En la primera hipótesis, supongamos que ese evento ajeno o exterior a la cadena causal en desarrollo, con
el cual se busca cambiar el rumbo de la dicha cadena, es decir, de la enfermedad en evolución, sea un
tratamiento médico, en cuyo caso el efecto final de dicha enfermedad en evolución, con o sin culpa del médico,
seguirá siendo el mismo de la cadena inicial. Ese acto médico en nada influye en el resultado final ya
predeterminado desde el inicio de la enfermedad. La cadena causal inicial resiste el embate del acto médico y
sigue su curso predeterminado desde el comienzo de la enfermedad. Es claro, entonces que, en ese caso, no se
produce la pérdida de una oportunidad de obtener el beneficio, es decir, de obtener la curación, pues el efecto
final, ya determinado, necesariamente iría a terminar, sin lograr ese beneficio. En efecto, el hecho, culposo o no,
del médico que, inútilmente, trató de romper la relación causal, sin lograrlo, no es causa de ese resultado
desfavorable a la salud del enfermo y, por lo tanto, se considera que ese acto médico no es causante del fracaso
de la expectativa beneficiosa, pues la cadena causal era resistente a la conducta del galeno. Por eso, no hay allí
la pérdida de una oportunidad. En consecuencia, el médico no causó daño alguno. Otra cosa es que, a veces, no
que este decida el recurso de apelación, razón por la cual la sala de apelaciones debe tener en cuenta esa prueba.
Así las cosas, supongamos que el dictamen dice que la lesión era de tal magnitud, en ese caso concreto, que aún
sin la culpa del médico, el paciente de todas formas iba a morir pocos minutos después de haber ingresado al
quirófano, pues la hemorragia causada por la herida inicial, fatalmente, dejaría sin sangre al herido de un
momento a otro. Las transfusiones de sangre eran, en todo caso, insuficientes para prevenir la anemia mortal
casi que inmediata.
Supongamos, ahora, que el dictamen concluye para ese caso concreto, y sin importar las estadísticas
históricas de operaciones anteriores, que el paciente se habría salvado de no ser por la culpa del médico. Lo que
quiere decir que, sin duda alguna, el médico mató al herido.
En la primera hipótesis: i) el médico debe ser absuelto de toda responsabilidad, ya que él no mató al enfermo
ni le hizo perder oportunidad alguna de curación, pues el dictamen dijo que la muerte era inevitable, así el
tratamiento hubiera sido diligente; ii) en cambio, en la segunda hipótesis, el dictamen afirmó sin campo para la
duda, que el daño fue causado por la culpa del médico, es decir, que el daño era ciertamente causado por el
galeno. En tal hipótesis, el médico debe ser condenado por la totalidad del daño, pues el galeno mató al paciente
culposamente. Es decir, que el paciente tenía el ciento por ciento de posibilidades de recuperarse con un acto
médico diligente y el médico, con su culpa, se las arrebató.
Como se ve, los peritos no hablan de la pérdida de una oportunidad del herido, como sí lo afirmó el fallo de
primera instancia, todo porque había incertidumbre causal entre la culpa del galeno y la muerte del herido.
Con base en lo anterior, teniendo en cuenta el dictamen, el tribunal, como es lógico, revoca el fallo de
primera instancia para absolver al médico de toda responsabilidad si él no causó la muerte del herido; o para
condenar al médico por la totalidad del daño sufrido por el herido, si, según el dictamen, el médico le causó la
muerte.
Despejada la incertidumbre causal entre la culpa médica y el daño, cabe esta pregunta ineludible: ¿Qué
cambio se produjo en el mundo real o material, desde el punto de vista de la existencia de la oportunidad, de su
pérdida y de su prueba, entre la primera y la segunda instancia? La respuesta es que, entre la primera y la
segunda instancia, lo único que cambió fue el paso de la incertidumbre de la causa del daño en la primera
instancia a la certidumbre de dicha causa en la segunda instancia, pues el dictamen dijo que, según lo probado,
se indemnizaba todo o nada, pues se demostró que el médico causó el daño o que no lo causó, lo que demuestra
que, cuando se condenó en primera instancia, no había ni oportunidad ni pérdida ni prueba de ella, sino,
simplemente, falta de prueba del nexo causal entre la culpa del médico y la muerte del paciente.
¿Qué oportunidad es aquella que, no probada realmente, solo se infiere de la incertidumbre causal hasta el
punto de que ella desaparece con una prueba irrefutable de la existencia o inexistencia del nexo causal? Si la
oportunidad no dependiera de la incertidumbre causal, el demandante de todas maneras mantendría la
oportunidad siempre y cuando la probase como se prueba toda obligación o derecho. Por ello, es impensable la
existencia de una oportunidad cuando ella solo surge y es exigible en caso de incertidumbre causal entre la
culpa del galeno y la muerte del paciente. Es muy frágil, por no decir que nulo, el argumento de que la
oportunidad solo es exigible y existe, mientras no se descubra la causa real de un daño del enfermo. Ningún
derecho nace ni es exigible únicamente, cuando hay incertidumbre sobre su existencia.
Para tratar de demostrar la validez de mi punto de vista, me veo en la necesidad de reiterar con argumentos
racionales que si, en este ejemplo, los peritos dicen que les fue absolutamente imposible saber si el paciente se
habría salvado o no, de no haber existido culpa del médico con incidencia causal en el daño, no por ello
podemos hablar de la pérdida de la oportunidad. ¿Por qué? Porque en presencia de una cadena causal en
evolución (y la enfermedad lo es), es claro que, necesariamente, solo había uno de dos efectos o resultados
posibles al final de la vida del paciente; pero esos dos efectos o resultados posibles no coexisten dentro de una
misma cadena causal en desarrollo, pues, ya desatada la cadena causal, el resultado está determinado y, por lo
tanto, el efecto final de una enfermedad no es aleatorio. Y esa aleatoriedad es presupuesto esencial de la pérdida
de la oportunidad.
Por lo demás, reitero que la incertidumbre causal no es lo mismo que la aleatoriedad (supra...). En
conclusión, la enfermedad en evolución solo tiene dos efectos finales posibles, pero excluyentes entre sí. Es
decir que el único efecto final de la cadena podría consistir en que el paciente de todas formas habría fallecido;
o bien, que el único efecto final posible podría consistir en que, sin la culpa del médico, el enfermo se habría
salvado. Pero no existen esas dos posibilidades al mismo tiempo en la evolución de una enfermedad o una
herida. Allí no había oportunidad de curarse y riesgo de morirse. O el médico mató al paciente y responde por
todo; o este necesariamente habría fallecido por la herida y entonces el médico de nada responde. Esto es así,
porque cuando hay, realmente, una oportunidad de evitar un daño, es porque necesariamente también existe
coetáneamente el riesgo de que el daño fuese inevitable. Esto ya lo he explicado al comienzo de este ensayo.
En conclusión, reitero que cuando hay incertidumbre sobre la relación causal entre la culpa médica y la
muerte o la incapacidad del paciente, no por ello se produce la pérdida de una oportunidad, pues esta nunca
existió.
¿No es lo mismo la pérdida de la oportunidad de haber tenido un tratamiento diligente que la pérdida de la
oportunidad de haberse curado?
En realidad, la confusión actual se resuelve si se acepta que cuando hay culpa del médico en el acto curativo,
lo que se produce no es la pérdida de la oportunidad de curarse, sino la oportunidad de haber tenido un
tratamiento diligente. Lo que es diferente de la pérdida de la oportunidad de curarse; la cual nunca existió. Pero
aun en ese caso, si el paciente hubiese tenido un tratamiento diligente de manos del nuevo médico, la solución
sería exactamente la misma, ya que el nuevo galeno, por diligente que haya sido en el tratamiento, se encuentra
con las mismas dos posibilidades alternativas excluyentes y no aleatorias: o la curación del enfermo con un
buen tratamiento, en cuyo caso es claro que el primer médico, por su culpa, no curó al paciente y, por lo tanto,
responde por todo, y no por la pérdida de la oportunidad; o la muerte inevitable del paciente con o sin culpa del
galeno, pues la muerte era inevitable. En consecuencia, una cosa es perder la oportunidad de tener un
tratamiento adecuado, lo que sí puede existir, y otra, bien diferente, es la pérdida de la oportunidad de curarse,
oportunidad que no existe.
Principios sobre las leyes de la causalidad
Todo lo que he venido afirmando aparece refrendado por todos los estudios que se han hecho sobre la
causalidad. Veamos algunas definiciones:
La causalidad lineal. En la causalidad lineal, como la que nos ocupa, una cadena causal en curso solo tiene
un efecto posible, con exclusión de cualquier otro, pues el efecto ya no es aleatorio, como sí lo era antes de
comenzar su desarrollo. De donde se deduce que en ella no existen, al mismo tiempo, el riesgo de un daño y la
oportunidad o probabilidad de evitarlo; es decir, no hay aleatoriedad en el efecto, pues este ya está determinado.
En efecto, la Fundación Sicomoro define la causalidad lineal de la siguiente manera:
"La causalidad lineal es la idea de que la causa y el efecto siguen una dirección entre eventos, desde A (la
causa), hacia B (el efecto); por lo que para cada efecto hay un único o limitado número de causas" (3).
La causalidad lineal clásica. Esta causalidad lineal está acorde con la física clásica, que en Wikipedia se
define así:
"Se denomina física clásica a la física basada en los principios previos a la apreciación de la mecánica
cuántica. Incluye el estudio de la mecánica, la termodinámica, el electromagnetismo, la óptica, la acústica, la
dinámica de fluidos, entre otras. La física clásica se considera determinista (aunque no necesariamente
computable o computacionalmente predecible) en el sentido de que el estado de un sistema cerrado en el futuro
depende exclusivamente del sistema en el estado actual" (4).
En otro aparte, la misma página de la citada enciclopedia, al referirse a la física clásica, afirma:
"La física clásica es suficientemente adecuada para solventar la mayor parte de problemas técnicos
humanos, así como para explicar la estructura general del sistema solar y el universo. Sin embargo, ofrece
respuestas parciales o insatisfactorias a cierto problemas cosmológicos" (5).
III. Recapitulación
Dicho todo lo anterior, concluyo que la oportunidad de obtener un beneficio o de evitar un daño solo existe
cuando la cadena causal fenoménica que tiene la probabilidad de arrojar ese beneficio aún no se ha desatado y,
por lo tanto, en esas condiciones, el resultado final de esa cadena es aun aleatorio. Y, si por culpa de un tercero,
esa oportunidad se pierde, el tercero culpable es responsable de los daños que sufra el titular de la oportunidad
perdida. En tales circunstancias, la intensidad del daño, es decir, del porcentaje de oportunidades perdidas, la
determinará equitativamente el juez, teniendo en cuenta el valor del beneficio esperado y las reales posibilidades
que tenía la víctima de obtener ese beneficio si no hubiese perdido la oportunidad.
Pero, obsérvese que en ese caso, el demandante debe probar que, sin duda, tenía la oportunidad de obtener
un beneficio; también deberá probar que, sin duda, esa oportunidad se perdió por la culpa de un tercero. Desde
luego, suponiendo que se tratase de un concurso para la obtención de una beca, esa oportunidad solo existía
mientras el concurso que determinaba quién obtendría el beneficio aún no se había realizado.
Como se ve, en la verdadera pérdida de la oportunidad no hay duda alguna sobre el nexo causal entre la
oportunidad y su pérdida por culpa del tercero. Probados esos dos extremos, es evidente que el demandante
sufrió un daño, pero hay un manto de incertidumbre sobre el alcance o intensidad del porcentaje de
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oportunidades perdidas y, entonces, ese daño es autónomo, pues nunca se sabrá si la víctima, de no haber
perdido la oportunidad, hubiese obtenido la totalidad del beneficio esperado.
En consecuencia, la pérdida de la oportunidad no tiene incertidumbre causal alguna. Sobre todo, no la tiene
en el nexo causal entre la culpa del demandado y la pérdida de la oportunidad.
Los últimos párrafos de este escrito demuestran que la pérdida de la oportunidad solo existe cuando la
cadena causal que puede o no terminar con la obtención del beneficio esperado aún no se ha desatado. En
cambio, una vez desatada la cadena causal, deja de existir la probabilidad, puesto que el efecto final de la
cadena ya está determinado, así no sea posible conocerlo. Es decir, el efecto final ya no es aleatorio.
Ahora, a veces, el hombre puede, con determinado comportamiento, desviar el rumbo de la cadena causal ya
desatada y obtener con dicha desvío un beneficio o la evitación de un perjuicio. Sin embargo, en otras
oportunidades, pese a esa acción del hombre, la cadena causal en desarrollo es imposible de desviar y el efecto
determinado desde un comienzo se producirá fatalmente.
Pero, en esta última hipótesis, como el efecto determinado desde un comienzo no se puede cambiar, hemos
abandonado el mundo de la pérdida de la oportunidad, puesto que, desatada la cadena y realizada la acción del
hombre tendiente a cambiar su rumbo para obtener con ello el efecto final benéfico, solo cabían dos alternativas
excluyentes entre sí, por no ser ya aleatorias. En efecto, si la cadena casual es irrompible, pese a la acción
diligente del hombre, este no responde por la no obtención del beneficio esperado; pero si la cadena causal era
rompible con una acción diligente del hombre, y este actuó negligentemente, ese hombre responde por la
totalidad de los daños sufridos por la persona que esperaba obtener un beneficio con la ruptura de la cadena
causal.
No hay pues, en estos casos, la pérdida de una oportunidad.
No cabe la física cuántica en las enfermedades en evolución
Con el fin de eliminar toda duda, es necesario demostrar que el relativismo y la aleatoriedad de la física
cuántica, tan de moda, no se aplican en sistemas macroscópicos como sería el funcionamiento del organismo
humano y, consecuentemente, en las enfermedades en evolución. En efecto, la física cuántica solo se aplica a
microsistemas y jamás a los macrosistemas, incluyendo en estos últimos los organismos humanos y animales.
En efecto, el profesor Juan P. Paz, en su obra titulada "La física cuántica", explica lo siguiente:
"Los objetos macroscópicos tienen una característica fundamental: siempre interactúan con muchos otros
objetos, típicamente más pequeños que ellos, que forman su entorno natural, el medio ambiente en el cual
habitan; por ejemplo, la existencia de la Luna parece transcurrir en una soledad casi absoluta, pero, en realidad,
nuestro satélite es continuamente bombardeado por la luz y partículas provenientes del sol, por partículas de
polvo interestelar, por fotones de la radiación cósmica de fondo, por rayos cósmicos, etc. Teniendo en cuenta
esto, el movimiento de la Luna se parece muy poco al de un electrón aislado que es capaz de "atravesar dos
rendijas a la vez". En realidad, la vida de la Luna es más parecida a la de un electrón que se mueve en un
ambiente lleno de alguna sustancia gaseosa.
"Como vimos, en ese caso, las franjas de interferencia cuántica no son observables en el experimento de las
dos rendijas. Esto se debe a que la interacción hace que las moléculas del gas registren una huella del camino
seguido por la partícula; la interacción con el medio ambiente destruye la interferencia y obliga a la partícula a
elegir un camino. Precisamente eso es lo que sucede con la Luna o con cualquier objeto macroscópico: la
interacción con su entorno registra de modo continuo sus propiedades. Con certeza, el hecho de que la luna
tenga una posición no depende de que nosotros la miremos, sino de las interacciones que ocurren sin cesar entre
este objeto (la luna) y su enorme entorno" (6).
La incertidumbre causal y la pérdida de la oportunidad
Wikipedia en la página sobre la incertidumbre no relaciona esta con la aleatoriedad y la pérdida de una
oportunidad. Veamos:
"La incertidumbre se refiere a anomalías epistémicas que implican información imperfecta o desconocida.
Se aplica a las predicciones de eventos futuros, a las mediciones físicas que ya se han realizado o a lo
desconocido. La incertidumbre surge en entornos parcialmente observables, así como debido a la ignorancia, la
indolencia o a ambas. Surge en cualquier número de campos, incluyendo los seguros, la filosofía, la física, la
estadística, la economía, las finanzas, la psicología, la sociología, la ingeniería, la ecología y ciencias de la
información" (7).
(A) Doctor en Derecho y Ciencias Políticas (Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia).
Especialista en Economía y Derecho de los Seguros (Univ. Católica de Lovaina, Bélgica). Exmagistrado de la
Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia de Colombia. Fundador de las especializaciones en
Responsabilidad Civil y Seguros de las universidades EAFIT y Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia.
Fundador y socio activo de la firma de servicios jurídicos Tamayo Jaramillo & Asociados. Profesor invitado en
varias universidades nacionales y extranjeras, en América Latina y Europa, y autor de múltiples libros y
publicaciones. "Doctor Honoris Causa" por la Universidad San Pedro (Perú), "Profesor Honorario" por la
Universidad Inca Garcilaso de la Vega (Perú), y "Gran Talento Bolivariano" por la Universidad Pontificia
Bolivariana (Colombia).
(AA) Conferencia dictada en la Universidad de Chile, el 28 de noviembre de 2022, en el congreso "La Pérdida
del Chance en la Responsabilidad Civil".
(1) Las enfermedades en evolución no son más que cadenas causales del organismo, conocidas o no, cuyos
efectos finales ya están determinados, bien sea con la curación espontánea del enfermo, bien sea con su muerte
o su incapacidad inevitables, bien sea con su curación si se rompe el rumbo fatal de la cadena causal, mediante
un tratamiento médico diligente.
(2) CHABAS, François, "La pérdida de una oportunidad, (chance) en el derecho francés de la responsabilidad
civil", traducción de Fernando Moreno Quijano, Revista Responsabilidad Civil y el Estado, n. 33, p. 42 y 43,
editada por el Iarce, Medellín, 2013.
(3) FUNDACIÓN SICOMORO. Causalidad. (Video 6 Curso Teoría de Sistemas). [En línea]. Consultado el 4
de noviembre de 2022. Disponible en:
https://www.fundacionsicomoro.org/sistemas-complejos/causalidad-video-6-curso-teoriasistemas/#:~:text=La%20causalidad%20li
(4) WIKIPEDIA. Física Clásica. [En línea]. Consultado el 4 de noviembre de 2022. Disponible en:
https://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%ADsica_cl%C3%A1sica
(5) Ibídem.
(6) PAZ, Juan P., "La física cuántica", Editores Siglo XXI, Buenos Aires, 2017, p. 83.
(7) WIKIPEDIA. Incertidumbre. [En línea]. Consultado el 4 de noviembre de 2022. Disponible en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Incertidumbre