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Acto I
Acto II
Acto III
Escena IV Olivia, María, Toby, Feste, Malvolio, Andrew, Viola, Antonio y guardias
Acto IV
Acto V
NOCHE DE REYES
ACTO I
ESCENA I
(A orillas del mar)
Marino.- En medio del desastre distinguí a tu hermano que, muy consciente del peligro, se
agarraba de un fuerte mástil que sobresalía en el mar; desde donde luchó contra las olas
tanto tiempo como pude contemplarlo.
Viola.- Por ser portador de esta noticia, toma este oro. ¿Conoces esta
tierra?
Marino.- Si señora, muy bien; pues el lugar donde nací y fui educado está a tres horas de
aquí.
Viola.- ¿Cómo es su
nombre?
Marino.- Orsino.
Marino.- Y lo está aún o, por lo menos, lo estaba hace un mes, cuando partí de aquí. En ese
entonces solicitaba el amor de la bella Olivia.
Marino.- Una doncella virtuosa, hija de un conde que murió hace unos meses; quien la dejara
bajo la custodia de su hermano que, a su vez, ha fallecido recientemente. Por su venerado
amor, se dice que ella ha abjurado de la sociedad y presencia de los hombres.
Viola.- Quisiera entrar al servicio de la dama y no poder ser descubierta hasta que se
presente la ocasión de revelar mi nombre.
María.- Sir Tobías, debería venir más temprano por las noches. Mi señora, critica mucho sus
malas horas.
María.- Esos excesos de bebida, lo perderán. Ayer mismo mi señora estaba hablando de eso, y
de ese caballero imbécil que trajo para que la cortejase.
Tobías.- ¿Pero que dices? Toca... el bongo! Y habla corrientemente tres o cuatro
idiomas, sin diccionario. Goza de todos los dones de la naturaleza.
Tobías.- Por estas manos que el que habla así de él es un sinvergüenza y un envidioso.
¿Quién es?
María.- El mismo que dice que todas las noches andan juntos bebiendo en
exceso!
Tobías.- ¡A la salud de mi sobrina! Y seguiré bebiendo mientras la bebida pase por mi garganta
y quede vino en Illiria. ¡Que son unos cobardes y serviles quienes se nieguen a beber por ella
hasta que de pies a cabeza les de vueltas como trompo de parroquia.
Tobías.- Arrímate.
Tobías.- La doncella de mi
sobrina
Andrew.- Señora, si parte de ese modo, jamás seré digno de desenvainar mi espada de
nuevo
Maria.- ¡Qué manos frías tiene! Recuerdo ese refrán que dice, "manos frías, corazón
caliente"
Andrew.- No soy tan tonto como para andar con guantes en pleno verano, señora (María,
se va)
Andrew.- Eso no lo arreglará, Sir Toby. Justamente, todas las veces que me ha visto caído, ha
sido por el vino. Sir Toby, mañana a primera hora, parto
Andrew.- ¿Pourquoi? ¿Qué significa pourquoi, que sí o que no? Debería haberle dedicado
más tiempo a las lenguas extranjeras y no tanto a la cacería de osos y a las danzas. ¡Cómo
me hubiera gustado ser un políglota!
Tobías.- Maravillosamente! Cuelga como el hilo de una rueca. Ya quisiera estar yo cuando una
criada los ponga entre sus piernas y los hile de a uno.
Andrew.- Definitivamente, me voy mañana Sir Toby. Su sobrina no quiere verme, y aunque
quisiera, cuatro contra uno que no me acepta. El propio duque vive a tres pasos, y es quien la
corteja Page 4 of 40
Tobías.- No, nada quiere saber de él. Nada quiere saber con nadie que la supere en
rango, edad, dinero o inteligencia. Eres su hombre!!
Andrew.- Me quedaré... un mes más todavía. ¡Qué tipo raro soy! ¿Usted sabe lo que yo
disfruto en mascaradas y otras fiestas?
Tobías.- No, pero se dice que eres experto en danza de salon, de zaguan, de foyer...
y otros ambientes
Tobías.- Yo se hacer delicioso el cabrito asado. Con papitas en juliana un poquito de aceite de
oliva y pimientos para realzar el sabor.
Tobías.- Que hace tanta destreza escondida detrás de las cortinas? No temes que se llene de
polvo? Deberías ir a la iglesia bailando y volver de la iglesia... bailando! No es este un mundo
para esconder virtudes. Yo puedo mear al ritmo que me pidas y a 5 pasos del tarro. Mire le
muestro.. Siempre pensé viendo la muy excelente constitución de tu pierna que ha sido hecha
para bailar.
Tobías.- Y qué otra cosa vamos a hacer? (ríen al frente y se van al foro) A ver ese
cabrito? Y el cabrito?
Viola.-. Si el Duque continúa cubriéndome de favores ascenderé pronto. Solo hace tres días
que me conoce y ya no soy un extraño.
El Duque .- ¡Cesario! Te lo he confiado todo; he abierto ante ti el libro de mis más secretos
pensamientos. Por lo tanto, bondadoso joven, ve a casa de Olivia. No hagas caso de
negativas. Plántate ante sus puertas y dí a sus criados que tus pies echarán allí raíces si es
necesario h asta que te conceda audiencia.
Viola.- Pero, noble señor, si es cierto que está tan sumida en su dolor, nunca querrá
recibirme.
El Duque.- Levanta la voz; pasa por encima de toda cortesía. Pero no vuelvas sin
provecho.
El Duque: Créelo, querido muchacho; pues cualquiera que diga que tu ya eres un hombre
calumniaría
Viola: Haré cuanto pueda por cortejar a su dama. Ah, espinosa empresa. ¡Quisiera ser yo la
cortejada! (Se van)
ESCENA IV
María.- Dime dónde has estado, sino no abriré estos labios para disculparte por mi señora!!!
Ella está a punto de ahorcarte por tu ausencia!!
María.-De todas formas, te ahorcarán por tu prolongada ausencia y sino te matan, tendrás un
castigo peor, serás despedido!
Feste.-Ingenio, si te place, inspírame bufonadas. Los hombres de ingenio que creen poseerte
no son generalmente más que unos imbéciles. Yo sé muy bien que me faltas, pero es posible
que algún día me crean un sabio. Más vale un tonto ingenioso que un ingenio tonto... Dios la
guarde, señora.
Olivia.- Vete tú. Eres un tonto reseco, no quiero saber nada más de ti. Además, te has
vuelto mentiroso.
Feste.- Esos defectos los pueden corregir una abundante bebida y sanos consejos. Dé de
beber al tonto y no estará reseco. Dé consejos al mentiroso, y el mentiroso ya no mentirá.
Toda cosa corregida es una cosa remendada. La virtud que viola alguna ley está remendada
con vicio, y el vicio que se corrige está remendado con virtud. Si este sencillo silogismo puede
salvarme de la horca, tanto mejor; en caso contrario, ¿qué remedio habrá?
Feste.-Habilidosísimamente,
señora.
Feste.-Entonces, señora, más que loca debe de estar al afligirse porque el alma de su
hermano está en el cielo. Llevense a esta absurda criatura, señores.
Feste.-¡Dios le envíe cuanto antes, caballero, esa debilidad para perfeccionar su locura! Sir
Tobías jura que disto mucho de ser un zorro, pero a buen seguro que no apostaría ni dos
peniques para sostener que no es un imbécil.
Olivia.- Oh, estás enfermo de amor propio, Malvolio. Nada hay que pueda lastimarnos en las
bromas de un bufón, aunque no haga más que bromas, así como no lastiman las censuras de
un hombre cuerdo y discreto, aunque no haga más que censuras.
Feste.-Que Mercurio le conceda el don de mentir, por haber hablado de los locos con tanto
acierto.
Olivia.- Quitenle de en medio, se los ruego. No dice nada, sino tonterías: vergüenza sobre
él. (María se va). Malvolio, si es un enviado del duque, estoy enferma, o no estoy en
casa...: lo que quieras para deshacerte de él. ¡Rápido Malvolio! (Malvolio se va). Ahora
ves, señor, cómo tus tonterías están pasadas de moda, y a la gente le disgustan.
Olivia.- Por mi honor, medio borracho... ¿Quién es ese que está en la puerta,
tío?
Olivia.- Tío, tío, ¿cómo has llegado tan temprano a este estado de
exaltación?
Tobías.- Por mi que sea el diablo, no me importa! Créeme y sino... que mas
da?!
Feste.-A un bufón, a un loco, a un ahogado. Una copa de más convierte al hombre en bufón, la
otra lo vuelve loco, y la tercera lo ahoga.
(Entra Malvolio)
Malvolio.- Señora, este joven quiere decididamente hablaros. Le he dicho que estabais enferma
y me dijo que lo sabía y que precisamente por eso quería hablaros. Le he dicho que estabais
dormida y me dijo que lo sabia y que queria hablaros. Que le digo señora?, está atrincherado
contra toda negativa.
Malvolio.- Es demasiado joven como para ser un hombre pero no así como para ser un
muchacho, Como el guisantes cuyas valvas aún están tiernas, o la manzana cuando todavía
está verde. Nada entre dos lagos, el de muchacho y el de hombre. Tiene una cara agraciada
y habla con mucha petulancia.
Malvolio.- ¡Doncella!.
(Entra María)
Olivia.- Dame mi velo. Ven, ponlo sobre mi cara: oiremos una vez más la embajada de
Orsino.
Viola.- No puedo decir más de lo que he estudiado, y esa pregunta no está en mi papel.
Buena y amable señora, asegúreme que es usted la señora de la casa para que pueda
comenzar con mi declamación.
Viola.- Vengo con un ramo de olivo en la mano. Mis palabras son tan pacíficas como
importantes.
Viola.- La rudeza que he manifestado estaba en mi papel. Lo que soy y lo que quiero son
secretos para todos los oídos excepto para los suyos.
Olivia.- Aburridísimo, predecible, el final deja mucho que desear. ¿No tiene nada más que
decir?
Olivia.- ¿Tiene alguna comisión con su señor por negociar con mi cara? ¡Ah, te saliste del
texto! Pero correremos la cortina y le mostraré el cuadro. Mire señor: esta soy yo, este es mi
rostro. ¿No está bien hecho?
Olivia.- ¡Oh! Señor, no tendré el corazón tan duro. Haré un inventario y cada parte figurará
en mi testamento.
Viola.- Mi señor la ama y un amor como el suyo debe ser
recompensado.
Viola.- Con adoración, con fértiles lágrimas, con gemidos que atruenan de amor, con
suspiros de fuego.
Viola.- Si yo la amara con el ardor con que la ama mi señor, si sufriera con tanto sufrir, y llevara
como él una vida que nos es más que una larga muerte, encontraría inexplicables sus
desdenes, no los comprendería.
Viola.- Construiría ante su puerta una cabaña de sauces y con gritos reclamaría mi alma
prisionera en
Olivia.- Ve hasta tu señor, no puedo amarle: que no envíe a más, a menos, quizás, que sea
usted quien venga de nuevo hasta mí, para decirme como lo ha tomado. Que le vaya bien: le
doy las gracias por las molestias, acepte esto de mi parte.
Viola.- Es a mi señor a quien debe recompensar, no a mí. Quédese con ese dinero. ¡Ojalá el
amor dé un corazón de piedra a aquél a quien usted ame! ¡Que su fervor reciba, como el de
mi señor, el menosprecio como recompensa! (Se va)
Olivia.- Tus facciones, tu persona, tus actos, y tu altivez te blasonan cinco veces. Pero no nos
apresuremos, despacio, despacio... ¿Y si el criado fuera el amo? Me parece que las
perfecciones de ese joven, por no sé qué atracción invisible y sutil, se han deslizado
furtivamente en mis ojos. ¡Bueno! ¡Que así sea! ¡Malvolio!
(Entra Malvolio)
Malvolio.- Sí, señora.
Olivia.- Corre tras ese altivo mensajero, el hombre del duque. Se dejó aquí su anillo, a pesar
de mi negativa: dígale que no quiero saber nada de él. Dígale que no me alague ante su
señor, ni que mantenga esperanzas, no seré para él. Si el joven viniera mañana, le daré mis
razones.
(Se va Malvolio)
Olivia.- Se y no sé qué. Temo que mis ojos traicionen a mi pensamiento. ¡Destino, muestra tu
poder! No disponemos de nosotros mismos. Lo que está decretado debe cumplirse. Pues bien,
que así sea.
************
ACTO II
ESCENA I
(Una calle)
Malvolio.- Bueno, bueno, bueno, Ella dice que por favor le devuelva este anillo. Hubieses
podido ahorrarme el trabajo tomándolo usted mismo, si, un versito. Y que no traiga más
información del duque, a menos que sea para darle la respuesta con respecto a esto.
Tomad Tomad
Malvolio.- Vamos señor. usted se lo arrojó con petulancia, así, asique le importa agachese y
sino, que sea el primero que lo encuentre, chau. (Se va)
Viola.- Yo no le dejé ningún anillo. ¿Qué se propone esta dama? ¡Quiera la fortuna de mi
apariencia no la haya encantado! me ha mirado mucho, tanto, que hasta pensé que sus ojos
habían encadenado
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su lengua porque me hablaba distraídamente, sin ilación... Me ama, no cabe duda. La astucia
de su pasión me invita... A través de este destemplado mensajero. Rechaza el anillo de mi
amo... ¿Cómo? Si él no le ha mandado ninguno. Yo soy su hombre, y si es así, ¡pobre mujer!
Sería mejor que amara un sueño... Disfraz, ahora veo que eres un invento del mal. ¿Cómo se
arreglará esto? Mi señor la ama apasionadamente; yo, pobre monstruo, estoy por él tanto o
más apasionada y ella, engañada, para amarme con exceso. ¿Qué resultará de todo esto?...
Como soy hombre, debo renunciar al amor de mi amo. Como soy mujer... ¡Tiempo! A ti te toca
desenredar esto, no a mí. Es un nudo muy complicado para que yo lo desate.
(Se va)
ESCENA II
Antonio.- ¿Está decidido a marcharse? ¿No quiere que lo acompañe? Dígame siquiera
dónde va.
Sebastián.- De ningún modo, señor. Solo el capricho determinará el rumbo de mi viaje. Sin
embargo, veo en vos tan excelente reserva de delicadeza y tanto cuidado en no hacerme
confe sar lo que quiero conservar secreto, que esto me mueve a contárselo todo. Sepa
Antonio que mi nombre no es Rodrigo, sino Sebastian. Mi padre era un tal Sebastián de la isla
de Mesalina, de quien sin duda habrá oído hablar, el cual dejó a su muerte dos hijos, mi
hermana y yo, nacidos a un mismo tiempo. Ojalá que los cielos se hubieran complacido en
hacernos morir también juntos. Pero ud., señor lo dispusiste de otra suerte, porque una hora
antes de que me arrancaste de las rompientes del mar, mi hermana había muerto ahogada.
Sebastián.- Una dama, señor, que aunque la gente daba decir que se me parecía mucho, era
por todos considerada como una gran beldad. No soy juez competente para resolverlo; pero
me animo a declarar audazmente que ni la misma envidia hubiese podido decir de su alma que
no era hermosa... ¡Ay! Ella se ha ahogado ya , señor, en agua amarga, y yo ahora, ahogó su
recuerdo en aguas más amargas aún.
Antonio.- Si no quiere pagar por mi amor con disgusto mortal, déjeme acompañarlo como
sirviente.
Sebastián.- Si no quiere deshacer lo que ha hecho, y dar muerte a aquél que ha salvado, no
me pida eso. Adiós. Mi pecho está tan lleno de ternura y queda en mi tanto de mi madre, que
a la menor ocasión mis ojos me traicionan. Parto a la corte del duque Orsino. Adiós. (se va).
Antonio.- ¡Séante propicios los dioses! Tengo muchos enemigos en la corte de Orsino; y a no
ser por eso, no tardaría en reunirme con él. Pero suceda lo que suceda, tan vivo es el
sentimiento que me une a él, que el peligro me parece un juego. Voy a seguirle de todos
modos (se va).
ESCENA III
Tobias.- Ah, mi buen Sir Andrew.. Quien no está en la cama después de medianoche, dos
veces madruga, ya se sabe.
Tobias.- Oh, falsa conclusión! Y mas absurda que una jarra vacia... Trasnochar hasta la
medianoche e irse a la cama entonces es como acostarse después de madrugar. Asique quien
se va a la cama después de la medianoche se va a la cama muy temprano. ¿No dicen que
estamos hechos de cuatro elementos?
Andrew.- Eso dicen, sí señor. Pero yo creo que estamos hechos de comida y de
bebida
Tobias.- Cuanta sabiduría! Bebamos pues, y comamos. Mary, eh mary! Trae otro
vino!
(Entra Feste)
Tobias.- De amor!! A-mor A-mor A-mor!!! Dame la A.. dame la M.. dame la O... dame la R.
AMOR
Tobias.- Contagio dulcísimo cuando canta de nariz. Vamos!! A bailar hasta que también baile el
cielo. Enganchémonos!
Feste.-¿Cierra el pico, bribón? Caballero, para eso tendría que aguantar que lo llame
bribón.
Andrew.- No es la primera vez que obligo a alguien a que me llame bribón, ¡vamos, loco!
¿Cómo empezaba? Cier-ra-el-pi-co-bri-bón
(Cantan)
(Entra María)
Maria.- Pero ¿Qué escándalo es éste? Si mi señora no me pide que los ponga en la calle,
podrán llamarme embustera.
Entra Malvolio
Malvolio.- Señores ¿estáis locos o qué os pasa? (Tobías intenta hablar y Malvolio lo
interrumpe) ¿Toman la casa de mi ama como si fuera una taberna cantando esa canción
No tienen respeto por el lugar,
inoportuna? (Tobías intenta hablar y Malvolio lo interrumpe) ¿
la hora y las personas que viven en la misma? (Tobías intenta hablar y Malvolio lo
interrumpe) ¿Han perdido la noción del tiempo?
Tobias.- ¿Quién dice que hemos perdido la noción del tiempo? (acción de
granada)
Feste.- (Canta):
“Sus ojos ya demuestran
Que son contados sus días”
Malvolio.- Señorita María, si preferís el amor de vuestra ama a su enojo no debe ser cómplice
de este escándalo. Le contare todo, lo juro, chau. (Se va)
Andrew.- ¡Ah! Casi tan bueno como dar de beber a un hambriento sería desafiar a éste en el
campo del honor y luego no acudir para dejarlo en ridículo
Maria.-No, no, no, de Malvolio, me ocupo yo, que si no me burlo de él, de la mejor manera
posible y lo convierto en objeto de escarnio para todos, admitiré que no tengo talento
suficiente ni para caérme de la cama.
Andrew.- ¡Desagradable!
María.- No, no
María.- ¡Sí, eso es lo que es! Es de lo más desagradable, es un asno pomposo que se jacta de
saberlo todo sin motivo y agita su ciencia de la misma manera, con que un guadañiero siega el
heno de los prados. Tan pagado de si mismo, tan rebosante de sus perfecciones, que piensa,
que ninguna mujer puede mirarlo, sin quedar enamorada. Pues en ese defecto suyo,
encontraré yo, mi venganza.
Maria.- Haré que Halle misteriosas cartas de amor, cartas de amor, cartas de amor, que
hagan alusión al color de su barba, a la forma de su pierna, a su postura al caminar, a la
expresión de sus ojos, a su frente, a sus facciones, de manera que no pueda dejar de
reconocerse. Puedo imitar, si quiero, de tal modo la letra de mi ama, que sería difícil
distinguir una de otra.
Tobias.- Pensara, por las cartas que vas a dejarle, que son de mi sobrina y que está
enamorada de el.
Maria.- Será placer de Reyes, se los aseguro. Sé que ésta medicina surtirá su efecto. A Uds
dos, los pondré de plantón y que el loco haga de tercero, cerca del lugar donde halle la carta.
Observarán como la interpreta. Ahora, a dormir y a soñar con el éxito.
Jajajaja...Jajajaja...Jajajaja...Jajajaja. (Se va)
Tobias.- ¡Es una perra de raza, un Shnauzer Aleman con el porte del sabueso Serbio de las
montañas de Montenegro.. tipo beagle! o un Chihuahua!!! ¡Y me adora! ¿Qué decís a eso?
Tobias.- Ya es tarde, vamos, a la cama mi caballero! Vas a tener que conseguir que te
traigan más dinero.
Salen
ESCENA IV
El Duque.- Acércate, muchacho. Si alguna vez llegaras a amar, en medio de los dulces
dolores, acuérdate de mí, porque tal como yo, así son los verdaderos amantes, inconstantes
y variables en todas las cosas excepto en la constante imagen de la criatura amada.
Apostaría cualquier cosa que, por joven que seas, tus ojos se han posado ya sobre objeto
amado. ¿No es así muchacho?
El Duque.- Muchacho, trata de que tu amor sea más joven que tu si quieres que tu cariño
soporte la tensión, porque las mujeres son como las rosas, cuya hermosura una vez
desplegada, cae en un instante.
Viola.- Pero debe aceptarla. Supongamos que una dama (quizás exista tal dama) sienta
por usted angustias de corazón tan grandes como las que usted siente por Olivia. No la
puede amar. Se lo dice... ¿No tendría ella que aceptar esa respuesta?
El Duque.- El amor de las mujeres no es más que una especie de apetito, no lo mueven las
entrañas sino el paladar. No compares el amor que pueda sentir por mi una mujer, con el
ardor que yo siento por Olivia.
Viola.- Pero yo sé...
Viola.- Yo sé muy bien hasta dónde puede llegar el amor de una mujer. En realidad, las
mujeres tienen el corazón tan sincero como nosotros. Mi padre tenía una hija que amaba a un
hombre tanto como yo, por ejemplo, si fuese mujer, podría amar a ud.
Viola.- Un misterio, señor. Nunca reveló su amor. Pero dejó que el secreto, como un gusano
en un capullo, se alimentara del damasco de sus mejillas. La niña sufrió en silencio. Verdosa y
amarilla de melancolía parecía la estatua de la resignación sonriendo al dolor. ¿No era amor
acaso esto? Los hombres hablamos más, juramos más, pero nuestras demostraciones son
poco más que eso porque, en definitiva, ponemos mucho en nuestras protestas y poco en
nuestro amor.
Viola.- Yo soy todas las hijas en la casa de mi padre y también todos los hermanos que allí
hubo... No sé... Señor, ¿iré a ver de nuevo a aquella dama?
(Entra María a hurtadillas por foro para cerrar el sobre con carta
adentro)
El Duque.- ¡Ah! Sí, de eso se trata. Ve sin perder tiempo. Dale esta joya. Dile que mi amor no
cederá. Cesario, mi amor no aceptará rechazos.
( Se van )
ESCENA V
Maria.- Malvolio viene por ahí. Hace media hora que está allí abajo, al sol, practicando
cortesías con su propia sombra. (María deja caer una carta) Ya veo venir la trucha que vamos
a pescar con estos engaños. (Ruido de Malvolio) ¡Ahí viene Malvolio!!! Ocúltense detrás de los
arbustos! Vamos!!!....Rápido!!!! Sale. Entra Malvolio.
Malvolio.- Maria me dijo una vez que mi señora sentía afecto por mí. Y yo le he oído casi
decir y afirmar que si quisiera a alguien sería a uno parecido a mí.
Feste.- ¡Silencio!
Tobias.- ¡Canalla!
Feste.- ¡Silencio!
TODOS: CHAN!
TODOS: CHAN!
Malvolio.- Reconozco sus tes, sus aes, sus jotas, sus oes, está a, esta ñ, cañooooo. Bien
grande que la tiene mi señora
TODOS: CHAN!
(Leyendo) “A mi desconocido amante, esta carta y mis mejores deseos” Es mi ama. No hay
duda. ¿Y si fuera dirigida a ti Malvolio?
Feste.- ¡Silencio!
(Pausa)
M.O.A.I. sobre mi vida
toda la vida ha de reinar.”
Malvolio.- “Puedo ordenar a quien adoro.” Claro, yo la sirvo, es mi señora. No hay duda
posible. Veamos la conclusión: ¿qué significa esta combinación alfabética?.. Mediquemos,
Meditemos..., “M.O.A.I.” M... Malvolio. Es la primera letra de mi nombre.
Feste.- ¿No le dije que la descifraría? Es demasiado buen sabueso para perder la
pista.
Malvolio.- M... Por desgracia, lo que sigue no guarda relación. Después de la M debería seguir
una A. Pero hay una O.
Malvolio.- M.O.A.I.... Está relacionado conmigo, porque cada una de estas letras entran en mi
nombre. (Leyendo) “Si esta carta cae en tus manos dale vueltas. Debes ser hostil con mis
parientes, duro con los criados. Que tu lengua no diga más que palabras graves. Acuérdate de
llevar siempre a la vista tus medias amarillas y las ligas trenzadas. Y si no, continúa siendo lo
que eres, un simple mayordomo. Adiós. La que quisiera servirte, en vez de ser servida por ti.
Una feliz infortunada.” Tan claro como la luz del día. Todo me está diciendo que mi señora se
ha enamorado de mí. Usaré medias amarillas y ligas trenzadas. Pero todavía queda una
posdata... Si correspondes a mi amor, muéstralo con tu sonrisa. Sonríe, por tanto, en mi
presencia, mi querido, mi dulce amado.” (Levanta la cabeza al cielo.) Si, si, si, sonreiré, haré lo
que tú quieras. (Se va.)
Andrew.- Y yo también.
Tobias.- Lo has envuelto en tal sueño que cuando la imagen de este se desvanezca se
volverá loco.
Maria.- Si quieren ver los gritos de ésta burla, obsérvenlo cuando se presente ante mi
señora. Se acercará con las medias amarillas, color que ella detesta, y las ligas trenzadas,
moda ya vieja. Prodigará sus sonrisas. Esto resultará insoportable para el estado de
melancolía en que ella se encuentra, lo que la llevará a rechazarlo con mayor desprecio. Si
quieren ver todo esto, síganme.
(Salen)
ACTO III
ESCENA I
Feste.- Las palabras son verdaderas prostitutas desde que las promesas las han
deshonrado.
Feste.- No puedo sostenerlas sin palabras, y han llegado a ser tan falsas, que me repugna
probar con ellas mis razones.
Feste.- No, señor; la condesa Olivia no gusta de la locura, y no mantendrá ningún loco, hasta
que no esté casada. En realidad, yo no soy su loco sino su corruptor de palabras.
Feste.- ¡Por Júpiter! Que en el próximo reparto de pelo te toque una barba
entera.
Feste.- Mi señora está en casa, caballero. Y por una moneda le diré que
venga.
(Se va.)
Tobias.- Yo lo que quiero es que la mueva. No... a mi sobrina no! Que la mueva, que entre!
Mueva, mueva... muevaaaa, mueva.
Viola.- El asunto que tengo que tratar, señora, sólo tendrá sentido para sus fértiles y propicios
oídos.
Tobias.- Oídos.
Olivia.- Cierre la puerta del jardín y déjennos solos. ( Vanse Sir Toby, Andrew y María )
Su mano, caballero. ¿Cómo te llamas?
Olivia.- ¿Mi servidor, caballero? No, eres servidor del duque Orsino,
joven.
Viola.- Y él es tu servidor,
señora.
Olivia.- En cuanto a él, ni pienso en él. En cuanto a sus pensamientos, quisiera que
estuvieran en blanco antes que ocupados por mí.
Olivia.- Después del último encantamiento que ejecutó aquí, mandé a entregarle un anillo, con
el cual me engañé a mi misma, a Malvolio, y - mucho temo - también a ti. A sus duras
interpretaciones quedé expuesta. Forcé ese anillo en tus manos con esa argucia tan
desvergonzada, ese anillo que sabías no era tuyo.. ¿Qué pudiste pensar? ¿Has puesto mi
honor en la picota, adornandolo con todos los pensamientos desenfrenados que un corazón
tiránico puede concebir? Para uno tan básico como tu, bastante he dicho. Mi luto, este vestido,
no mi pecho, oculta mi corazón. Ahora dejame oir tu
Viola.- Te compadezco.
Olivia.- El reloj me recuerda que estoy perdiendo el tiempo. No temas, bondadoso joven. No
insistiré. Sin embargo cuando en ti maduren el ingenio y la juventud, tu esposa cosechará un
hombre entero.
i fuera mejor, señora, de lo que soy, yo también quisiera, porque ahora sólo
Viola.- (Enojada) S
soy tu juguete.
Olivia.- ¡Oh! ¡Hasta un gesto de desdén parece hermoso en el desprecio y cólera de sus
labios! Cesario, juro por las rosas de la primavera, por la virginidad, por el honor, por la
verdad, por todo, que te amo tanto, que, aunque le pese a tu orgullo, ni el ingenio y ni la
prudencia pueden esconder mi pasión. No retuerzas esta declaración mía, ni pienses que por
ser yo la primera en cortejar, tú quedas eximido de culpa. Antes razona, sin torturar tu razón,
que si el amor solicitado es bueno, el amor dado es aún mejor.
Viola.- Juro por mi inocencia y por mi juventud, que sólo tengo un corazón, un pecho y una
verdad y que ninguna mujer es y ninguna mujer será dueña de ellos, salvo yo. Adiós, señora,
nunca más vendré a lamentar ante tí las lágrimas de mi señor.
Olivia.- No importa, vuelve a visitarme. Porque tú tal vez puedas conmover ese corazón que
ahora lo aborrece, y hacerlo aceptar su amor... (Se van)
ESCENA II
Andrew.- Por Dios, he visto que su sobrina predicaba al paje de Orsino más atenciones de las
que en
Feste.- Ella se ha mostrado generosa con aquel joven sólo para exasperarlo, despertar su
aletargado valor, para ponerle fuego en su corazón y salitre en las entrañas. Debe reemplazar
su falta con un loable esfuerzo de valor o astucia.
Tobias.- Bien está, que sea el valor quien decida tu suerte. Desafía a ese mancebo del duque
a un combate y hiérele en once sitios distintos, que mi sobrina tomará buena nota de todo
esto. Y se los aseguro: no hay mejor alcahuete en el mundo para deslumbrar a una mujer que
la fama de valiente.
Tobias.- ¡Tu! Escribele con mano marcial. se breve pero fiero a un tiempo. No importa que no
haya ingenio mientras haya imaginación y elocuencia. Dale un tiento, aprovecha la licencia
de la tinta, y trátalo de tú (tutealo) dos veces o más, que no es mala cosa... Carga tu hoja de
calumnias hasta llenarla toda. ¡Al trabajo! Y pon bilis en la tinta. ¡A escribir... aunque sea con
pluma de ganso! ¡Ganso!
Tobias.- Caro le saldré yo cuando se case con mi sobrina.. dos mil por mes.. que digo por
mes? ¡Por dia!
Sir Tobías.- Y tanto que lo haré, e incitaré al joven para que responda. Aunque creo que ni
arrastrados por carretas de bueyes se enfrentarán estos dos... En cuanto a Sir Andrew,
abremelo al medio y si le encuentras sangre suficiente en el hígado para atrapar una pata de
pulga, me como yo el resto de su anatomía...
Maria.- Quién se quiera divertir hasta “descoserse” de risa , que me siga!! Malvolio lleva
puestas “las" medias amarillas!!!!!!! Jajajajaja
Tobias.- ¿Y ligas
trenzadas?
Maria.- Si! ¡El muy rústico! Como un pedante pavorde de parroquia, lo he seguido, como si
fuera a asesinarle. ( toby repite ) jajaja ¡Obedece punto por punto la carta que le deje caer
para burlarnos
(Salen)
ESCENA III Sebastián.- Siento haberte causado la menor molestia, pero ya que es un
placer para ti el molestarte, no te reñiré.
Antonio.- No pude permanecer quieto después de su partida. Y no sólo por amor, aunque éste
hubiera sido suficiente como para impulsarme, sino por la ansiedad de lo que pudiera ocurrirle
en su viaje. Estas regiones para un extranjero sin guía y sin amigos son rudas e
inhospitalarias.
Sebastián.- Mi buen Antonio, no puedo ofrecerte otra respuesta que gracias, gracias y
siempre gracias. Por lo general es ésta la pobre moneda con que se pagan los más
importantes servicios. ¿Qué vamos a hacer? ¿Visitaremos los monumentos de esta
ciudad?
Sebastián.- No estoy cansado, y faltan aún algunas horas para que llegue la noche; te ruego
visitemos los monumentos y reliquias de esta ciudad.
Antonio.- Perdón. Señor, no puedo recorrer estas calles. Cierta vez, en un combate naval
presté algunos servicios contra el duque y, si me atrapan aquí, me costaría la vida.
Antonio.- No. No sería prudente. Aquí está mi cartera. Es mejor alojarse al sur de la ciudad
en la posada del Elefante. Yo mandaré preparar la cena en tanto usted visita los
monumentos.
Antonio.- Ya sabe. En el
Elefante.
Sebastián.- No lo olvidaré.
ESCENA IV
[ Jardín de la casa de Olivia. ] (Olivia y María. Luego Malvolio, un Criado, Sir Tobías,
Feste, Sir Andrew, Viola, Antonio y dos guardias.)
Olivia: sonríe?
(Entra Malvolio)
Malvolio.- Acaso los ruiseñores contestan a los teros? “Acuérdate de llevar siempre a la
vista tus medias amarillas”
Olivia.- ¿Ligas
cruzadas?
(Entra el Criado)
Criado.- Señora, ahí está el joven paje del duque Orsino. Mucho me ha costado hacerlo
venir.
Olivia.- Enseguida voy. ( A Toby ) Sr Toby, confío en ustedes. No me importa tanto Malvolio...
(llora). ¡Me importa mucho! ¡Saquenle el diablo de adentro!
María.- Lo haré mañana por la mañana, sin falta. Mi ama no quisiera perderlo por nada del
mundo.
Sir Tobías.- Calla, te lo suplico, no es así como podremos curarlo. ¿No ves que lo
exasperas?
Sir Andrew.- Aquí traigo la carta del desafío. Léanla. Pero con cuidado, es muy
fuerte, muy arriesgada.
Sir Tobías.- Dámela ( lee ) “Joven, quien quiera que seas, no eres más que un ser
malo...”
Sir Tobías.- “... Te acecharé cuando regreses a tu casa, en donde, si por casualidad me
matas...”
Sir Tobías.- Muy bien! Andrew, ve al extremo del jardín y desenvaina tu espada que yo le daré
e dare la carta. No le voy a dar la carta! este
la carta. (Andrew se va por la puerta exterior.) L
joven es educado, no es malo. Para el va a ser claro que esta carta la escribió un zopenco.
Haré otra cosa. Atribuiré a Sir Andrew una notable fama de valiente, y aprovechándome de la
inexperta juventud de su adversario, le haré creer que Sir Andrew es rabioso, impetuoso y
malo. Y estarán tan aterrorizados el uno del otro que se mataran con solo mirarse.
Olivia.- Vuelve mañana. Adiós. Un demonio como tu podría arrastrar mi alma a los
infiernos.
Tobías.- No, a usted Dios lo guarde. Prepárate para el duelo. Tu enemigo, ávido de sangre, te
espera en aquel extremo del jardín. Es veloz, diestro, mortal y malo.
Viola.- Se equivoca. Nadie, que yo sepa, tiene que ajustar cuentas conmigo. Por favor, señor,
quién es? No soy pendenciero. Todo esto me resulta tan descortés como extraño. Le ruego
que haga el favor de averiguar con ese caballero qué ofensa le he inferido, y que sólo puede
ser efecto de mi negligencia, no de mi voluntad.
Tobías.- Así lo haré. ( Un guiño ) Feste, quédate con este caballero, hasta que yo
vuelva.
( Se va. )
Feste.- Sé que está irritado contra ti, y quiere un desafío a muerte, pero no sé nada más.
Cuando salga a su encuentro, yo trataré de reconciliarlos.
Tobías.- En mi vida he visto un hombre tan malo. Se asegura que fue un gran maestro de
esgrima. Es un verdadero diablo, se los digo. Pero usted podrá con el, estoy seguro.
Andrew.- ¿Diablo? Ah no... Sir Toby, me
arrepentí
Andrew.- Si yo hubiese sabido que era tan valiente y tan astuto esgrimista, no lo habría
desafiado. Enviémoslo a su casa.
Tobías.- (A Viola) No hay remedio caballero. Quiere batirse con vos para cumplir su
juramento. Sin embargo ha reflexionado con más detención sobre la disputa, y halla ahora
que ni siquiera vale la pena discutirla. Por lo tanto desenvaina la espada, solo para que él
desempeñe su palabra. Asegura que no le hara ningun daño.
Tobías.- (a Sir Andrew ) Sir Andrew, Sir Andrew, no hay remedio. Para descargo de su
conciencia, quiere ese caballero tirar contigo una estocada. Las leyes del duelo le impiden
renunciar. Pero ha prometido, como caballero y soldado, que no le hará daño. Vamos,
enseguida.
( Irrumpe Antonio )
Antonio.- ( A Sir Andrew ) : Envainen las espadas caballeros. Si este joven lo ha ofendido,
cargo yo con la falta. Si usted lo ha provocado, yo lo desafío en su nombre.
Tobías.- Ya que toma sobre usted la defensa de este joven, yo tomaré la de mi amigo ( Se
disponen Sir Toby y Antonio para batirse a duelo )
( Entran guardias . )
Guardia 1°.- Le conozco bien, aunque no lleve ahora su gorro de marino. (Al otro
Guardia.) Llevémoslo: bien sabe él que lo conozco.
Antonio.- Debo obedecer... ( A Viola ) Esto me sucede por andar buscándolo. Pero no hay
remedio, tendré que pagarlo caro. ¿Qué hará ahora que la necesidad me obliga a pedirle mi
cartera? Más me aflige lo que no puedo hacer por usted que lo que me ocurre a mí mismo.
Antonio.- Déjeme decir una palabra más, a ese joven que aquí ven. Yo lo arranqué de las
mandíbulas de la muerte. Yo le devolví la vida con total santidad de amor, ¡Qué ídolo tan vil ha
demostrado ser Sebastián! Sebastián... Sebi, has desmentido la bondad de tu fisonomía. No
hay en la naturaleza más fealdad que la del alma. Sólo los malos pueden ser llamados
deformes. Llévenme.
Viola.- ( aparte ) Me llamó Sebastián... Ahora sé que mi hermano vive en este espejo. ( Se va
corriendo )
( Cruce Viola - Sebastián, cuadrado y diagonal , se topan, piden disculpas pero no se miran )
ACTO IV
ESCENA I
Feste.- Claro, según usted “No, no lo conozco.” Ni he sido enviado por mi ama para pedirle que
vaya a hablar con ella ni su nombre es Cesáreo. Ni ésta tampoco es mi nariz. Nada de lo que
es, es. He perdido la paciencia. ¿Volverá o no volverá a los jardines de mi señora?
(Se va)
Andrew.- (dolorido por los golpes) Déjalo, déjalo. Entablaré contra él una causa criminal por
agresión. El que mata tiene que morir!¡ Y veremos si hay o no leyes en Iliria. Que haya sido yo
el primero en golpearlo no tiene importancia ¿No?
Olivia.- ¡Detente tío, detente! ¿Te has vuelto loco? ¡Fuera de mi vista! Querido Cesáreo, no te
ofendas. (se van Sr Toby y Sr Andrew.) Te suplico, dulce amigo, ven a mi casa y te contaré los
innumerables escándalos a que sin motivo ha dado lugar mi tío, y seguramente que reirás
oyendolos. (Sebastián envaina). No te niegues. No puedes elegir otra cosa que seguirme.
Maldito sea ese infame, que al atacarte espantó al pobre ciervo de mi corazón.
Sebastián.- Qué maravilla es esta? Hacia dónde va la corriente? Estoy loco, o esto es un
sueño. Que la imaginación continúe sumergiendo mis sentidos en el río. Si esto es soñar,
déjenme seguir soñando.
(Se van)
ESCENA II
ESCENA ÚNICA
(Entran El Duque Orsino y
Viola.)
Feste.- En verdad, señor, muy bien, gracias a mis enemigos, y muy mal gracias a mis
amigos.
Feste.- Mis amigos, señor, me adulan y me convierten en asno. Mis enemigos al contrario, me
dicen francamente que soy un asno, y de ahí resulta que, gracias a mis enemigos, ahondo en
elconocimiento de mí mismo, y gracias a mis amigos caigo en el error.
Orsino.- Y por eso no te encontrarás mal conmigo. Toma esta moneda de oro. Pero ahora no
te daré más dinero. Si quieres decir a tu ama que he venido a hablar con ella y la traes
contigo, mi generosidad se volverá a despertar.
Feste.- Bien señor, acune a su generosidad hasta que vuelva. Como dice, señor, deje
que su generosidad se eche una siestecita. La despertaré en cuanto vuelva. (Se va.)
Viola.- Acabo de ver, señor, al hombre que me rescató. Lo han apresado tus
guardias.
Viola.- Señor, él me ayudó. Sacó la espada para defenderme; pero luego ha usado un
lenguaje incomprensible que sólo puedo atribuir a la locura. Él me dijo que yo era un joven
ingrato. Me arrancó de la espumosa garganta de un mar enfurecido. Que había sido un
náufrago sin esperanza, que me había devuelto a la vida y me había dado amor, sin límites ni
reservas. Por mí se expuso a peligros de esta ciudad enemiga. Sólo por mi amor!
Orsino.- Ahí está la condesa. Ahora el cielo camina por la tierra. Las palabras de aquel
pirata son insensatas.
Olivia.- (Al duque) ¿En qué puede Olivia parecerle útil? (A Viola) Cesario, no cumples tu
promesa.
Olivia. ¿Vas a recomenzar el mismo estribillo? Señor, es tan desagradable para mis
oídos como escuchar aullidos después de una melodía.
Orsino.- ¿En qué? ¿En la perversidad? Mujer descortés en cuyos ingratos e inhóspitos
altares de mi alma ha encendido las más fieles ofrendas que jamás concibió la devoción,
¿qué podré hacer?
Olivia.- ¡Lo que más le agrade señor! ¡Lo que más le
sienta!
Orsino.- Muchacho, sígueme. Mis pensamientos están maduros para el mal: sacrificaré el
cordero que amo para vengarme de esta paloma de corazón de cuervo (Da algunos pasos
para alejarse.)
Viola (siguiéndolo).- Y yo, con alegría, lo seguiré dispuesta y dócilmente. Para darle
reposo, mil muertes moriría!
Viola.- Detrás de aquel que amo más que a mis ojos, más que a mi vida, más mil veces más
de lo que amaré a una esposa.
Olivia.- ¿Te has olvidado de ti mismo? ¿Hace acaso tanto tiempo? (A una persona de su
séquito) Llamen al sacerdote.
Orsino.- ¿Esposo?
Olivia.- ¡Ay de mí! El temor te hace renunciar a lo que ya es tuyo. Paro nada temas, Cesario;
asume tu fortuna, atrévete a ser lo que realmente eres. Tengo con Cesario un contrato de
eterno vínculo de amor confirmado por el mutuo enlace de nuestras manos. Desde entonces el
reloj me dice: hacia la tumba has caminado sólo dos horas.
Orsino.- (A Viola): ¡Oh, cachorro intrigante! ¡zorro vestido de oveja! Tu hipocresía será tanta,
que caerás en tus propias redes. Adiós, quédate con ella. Pero dirige tus pasos donde tú y yo
no podamos encontrarnos jamás.
Andrew.- Me ha roto la cabeza, también a Sir Toby. Por amor de Dios, socórranme. Daría
cuarenta libras por verme ya en casa.
Andrew.- Aquí está! Me rompiste la cabeza por nada. Pero lo que hice, todo, fue porque me lo
indicó Sir Toby.
Viola.- Yo nunca lo lastimé. Usó la espada contra mí sin motivo, pero yo no le hice ningún
daño.
Tobías.- ¿Qué más da? Me hirieron, eso es todo. (A Feste) ¿Has visto al
cirujano?
Sebastián.- Siento, señora, haber herido a Sir Toby. Aquél soy yo? Tenía una hermana que
el ciego furor de las olas devoró. (A Viola). Por favor, dime qué parentesco te une a mí. Cuál
es tu país, nombre y familia?
Viola.- Soy de Mesalina, Sebastián era mi padre, y otro Sebastián era mi hermano. Y así iba
vestido cuando se hundió en su tumba líquida.
Sebastian.- Señora, te has equivocado. Te habías comprometido con una doncella, y te juro
que no has sido engañada porque ahora estás desposada no con una doncella sino con este
hombre.
Orsino.- (A Viola) Muchacho, mil veces me has dicho que nunca amarías a una mujer tanto
como a mi.
ESCENA FINAL
(...)
***FIN***