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Dogma 95… ¿un retroceso?

En el año 1995 un grupo de cineastas daneses se reunieron en algún lugar de


Copenhague causados por la necesidad de generar un cambio frente el avance de
la industria holywoodense y la excesiva tecnología.
Como fruto de este movimiento, llamado Dogma 95, surgió el siguiente manifiesto,
que convocaba a realizadores a filmar respetando algunas reglas.

Juro someterme a las siguientes reglas redactadas y confirmadas por Dogma 95

1- Los filmes tienen que llevarse a cabo en locación. No se puede decorar ni crear
un “set”. Si un artículo u objeto es necesario para el desarrollo de la historia, se
debe buscar una locación donde estén los objetos necesarios.

2- El sonido no puede ser mezclado separadamente de las imágenes o viceversa


(la música no debe ser usada, a menos que ésta sea grabada en el mismo lugar
donde la escena está siendo rodada).

3- La cámara debe ser manipulada con las manos o apoyada en los hombros (la
película no será rodada donde está la cámara; el rodaje debe ser realizado donde
esté la película).

4- La película tiene que ser en colores. Luz especial o artificial no está permitida
(si la luz no alcanza para rodar una determinada escena, esta debe ser eliminada
o, en rigor, se le puede enchufar un foco simple a la cámara).

5- Usar efectos especiales o filtros de cualquier tipo está prohibido.


6- La película no puede tener una acción o desarrollo superficial (no puede haber
armas ni pueden ocurrir crímenes en la historia).

7- Las alteraciones de tiempo y/o espacio están prohibidas (esto es para decir que
la película toma lugar aquí y ahora).

8- Películas de género (genre film) no están aceptadas.

9- El formato debe ser 35mm normal (academy format).

10- El director no debe aparecer en los créditos.

Desde ahora en adelante prometo como director no ejercer ningún tipo de gusto
personal. Ya no soy un artista. Desde ahora en adelante prometo no crear “una
obra”, ya que considero que el instante y el ahora son mas importantes que todo el
producto. Mi meta absoluta es forzar la verdad de mis personajes. Prometo
hacerlo a toda costa dentro de mis posibilidades y a costa de cualquier gusto
estético.

Hacemos a continuación nuestra promesa de castidad.

Así pronuncio mi voto de castidad.

Copenhague, lunes 13 de marzo de 1995

En nombre de Dogma 95

Lars Von Trier - Thomas Vinterberg


Como lo expresan en el documento “Dogma 95 tiene la finalidad de luchar
contra “ciertas tendencias” del cine” en ese momento donde “una tormenta
tecnológica está causando furor”, sobre todo en Holywood, el gran monstruo
comercial que señala tendencias, por lo que “utilizando la nueva tecnología,
cualquiera en todo el mundo puede lavar los últimos restos de verdad en un
abrazo mortal a las sensaciones” y por eso “Dogma 95 se levanta contra el
cine de ilusión”.
Situémonos un poco en la época. Año 1991 se estrenaba Terminator 2, la película
de mayor presupuesto hasta el momento, que sorprende por sus efectos visuales
conseguidos con el uso de la computación. Año 1993 asistimos en la pantalla al
renacimiento de los dinosaurios en pleno siglo XX con Parque Jurásico,
generando un gran merchandising a su alrededor.
El avance vertiginoso de la imagen computarizada y la ilusión tecnológica que
impone la mega industria del cine parece proponer un producto que lejos de llevar
a la reflexión, la aplasta, dentro de un sistema donde la velocidad de los medios
que se emplean para transmitir la información es superior a la capacidad que
tenemos para retenerla. Lo reflexivo que podía tener Terminator (uno), excelente
película, queda perdido en la saga por esta causa.
Por supuesto que esto no es exclusivo del cine. El cine es un producto más que
puede sumarse como objeto de consumo de una sociedad cada vez más
demandante de ellos. La tecnología se instala también en los hogares, en las
grandes ciudades capitalistas, con una constante producción de objetos que
rápidamente pasan a ser obsoletos y requieren ser reemplazados. El consumo
rápido llena los bolsillos, y esto también es aprovechado por el negocio de la
cinematografía.
No vamos a ser tan ingenuos de pensar que hay un cine comercial y otro que no lo
es. No hay cine sin espectadores y para que lleguen a ellos, las películas deben
ser comercializadas. El tema son los medios que se emplean para este fin y
cuanto negocio se quiera hacer por encima de otras aspiraciones con las que
nació el cine y por las que mereció el rótulo de séptimo arte. No he visto a la
venta en comercios reproducciones de las estatuillas de Dogville (película de Lars
Von Trier posterior a Dogma 95) pero sí de los personajes de la guerra de las
galaxias… y esto también influye para definir la tendencia estética de las películas.
Entonces mas que un versus entre cine comercial y no comercial, o cine de
Holywood y cine independiente, la diferencia pasa entre un cine puro
entretenimiento que transforma a la técnica en un fin en si mismo mas que en una
herramienta y un cine que, además, puede sumar la reflexión. Y si bien el primero
puede ser, por un rato, arte, personalmente me quedo con el arte del segundo.
Dogma surge, entonces, como un intento de despertar las miradas dormidas por la
ilusión de plenitud que brinda el confort de la tecnología. Y como todo lo que surge
por oposición, comete el pecado de ir al otro extremo.
Si bien la finalidad de este movimiento es romper con el control del mercado sobre
el cine, su propuesta obliga a someterse a otro control, impuesto por sus propias
reglas, lo suficientemente rígidas como para no poder ser cumplidas siempre,
hecho por el cual ha sido criticado y por lo que sus directores se han disculpado.
“Dogma es una especie de manifiesto religioso. Habla de intenciones que no
siempre se pueden cumplir” dice Lars Von Trier, mentor de este movimiento, en
una entrevista publicada en El Amante.com realizada en el festival de Cannes
donde presenta su primera película dogma “Los idiotas”. Ocurre que una de las
reglas del documento es que el director no debe figurar en los créditos… ¿pero sí
presentarse a festivales reconocidos mundialmente donde también se
comercializan las películas?
Una nota publicada por diario Clarín del 4/4/1999, realizada dentro del marco del
Festival de cine independiente de BsAs, vuelca la opinión de Lars en relación con
esta regla: el realizador la considera absurda ya que es obvio que todo el mundo
sabe quien hace la película; fue la última que redactaron y fue como una
provocación: “la razón por la que está ahí es para señalar que hoy se le presta
mayor atención a los directores que al tema de las películas”.
Von Trier también ha hablado sobre la dificultad que presenta trabajar con el
sonido bajo estas reglas, lo que le impediría realizar, por ejemplo, una comedia
musical (en ese tiempo estaba gestando “Bailarina en la oscuridad” otro
interesante filme de este director que tiene momentos musicales) limitando la
diversidad temática ya que no todas las historias pueden ser contadas según
estos mandamientos (curiosamente diez).
Aún así, por otro lado, las normas enmarcan, definen un contexto y es un desafío
dentro de ese encuadre crear algo particular. Sin duda éste es el logro de los
mentores de Dogma 95, que se ve plasmado en sus producciones.
Cuando vemos alguna de estas películas, lo primero que sentimos es
desconcierto. Las imágenes poco nítidas, la falta de iluminación, maquillaje y
vestuario, los decorados naturales, las tomas de cámara en mano con
movimientos rápidos y zigzagueantes despejan la mirada de todo artificio
permitiendo al espectador la percepción de una historia profunda y reveladora.
En La Celebración, de Thomas Vinterberg, ganadora del premio especial del
jurado en Cannes 98, asistimos al cumpleaños del padre de una familia tradicional
danesa. Decenas de parientes se reúnen en una gran casa para agasajar al
homenajeado. Tres de sus cuatro hijos se reencuentran ya que uno de ellos se ha
suicidado. El por qué de este suicidio es una de las cuestiones que iremos
descubriendo a partir de la revelación en medio de la fiesta, de un oscuro secreto
familiar que provoca todo tipo de reacciones en los concurrentes, desde pensar
que es una broma hasta querer callar a la fuerza a quien dice la verdad. Así el
espectador se ve involucrado de pronto en una compleja trama de relaciones
familiares, que, apoyada en el ascetismo visual con que es filmada la película, lo
invita a sumergirse en una historia sin desperdicio (salvo esos que la familia
esconde bajo la alfombra).
En Los Idiotas, de Lars Von Trier, en cambio, la fidelidad a los mandamientos de
dogma va, en ocasiones, en detrimento de su calidad. Las crudas escenas
provocan, por momentos, rechazo, lo cual aleja al espectador de la película.
La historia gira alrededor de un grupo de jóvenes que se reúnen en una casa con
una consigna: vivir como idiotas, o sea, personas afectadas por un retraso mental.
Primero, ensayan sus papeles para después representarlos en la sociedad
exponiendo a la comunidad a situaciones insoportables y cómicas al mismo
tiempo. En una de estas salidas convencen a una mujer a sumarse al grupo, quien
tendrá un papel decisivo hacia el final.
Los Idiotas ha generado muchas controversias por, entre otras cosas, la toma de
sexo explícito y la aparición de un contingente de retrasados mentales reales que
se mezclan con los actores, escena que es un punto de inflexión en la película.
Según ha expresado el mismo Von Trier, mas allá de esas escenas el film
contiene un peligro porque juega con el concepto de normalidad ligado a la
racionalidad y si despreciamos la racionalidad el mundo tiende a desintegrarse.
“La película más verdadera es, probablemente la menos entendible”, dice en la
teleconferencia realizada dentro del Festival de Cine independiente de BsAs del
año 1999, donde, también, anuncia que Dogma ya pudo haber terminado para él,
que ahora les toca a los demás: “Hoy en día nadie piensa nada sobre el cine, así
que si se te ocurre una idea en dos segundos eso ya es una gran cosa. Y el
Dogma no lo es. Pero bueno, hace pensar y habla de cómo son las películas. Así
que ahora el Dogma es de todos. Fue un éxito y a todo el mundo le gustó, pero ya
no creo que vuelva a filmar películas así”.

A pesar de que Lars Von Trier no volvió a filmar bajo este decálogo, el movimiento
tuvo repercusiones en todo el mundo realizándose más de treinta producciones en
distintos países. Muchos cineastas jóvenes encontraron en esta forma de hacer
películas una manera de crear a bajo costo.
Por ello, Dogma 95 no ha sido un retroceso. Fue una puerta que se abrió gracias a
la invención de unos pocos, y que colaboró a sostener la pureza de un arte que
tiene la particularidad de convocar masas.
Claro que puede convocarlas para dormirlas… pero, por suerte en este caso, es
para despertarlas.

Claudia Riego

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