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CUBA Y ANDALUCÍA

ENTRE LAS DOS ORILLAS


Esta obra ha sido publicada en coedición por el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
y la Consejería de Cultura, en el marco del
Programa de Cooperación Internacional de la
Junta de Andalucía, con motivo de la Feria
Internacional del Libro de La Habana de 2003
JESÚS RAÚL NAVARRO GARCÍA
(COORDINADOR)

CUBA Y ANDALUCÍA
ENTRE LAS DOS ORILLAS

PROGRAMA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Coeditan
CONSEJERÍA DE CULTURA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Colaboran
ESCUELA DE ESTUDIOS HISPANO-AMERICANOS
ASOCIACIÓN CULTURAL LA OTRA ANDALUCÍA

SEVILLA, 2002
Catálogo del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas.
Escuela de Estudios Hispano-Americanos
Núm. general catálogo: 422

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita


del titular/es del copyright, bajo las sanciones establecidas en
las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cual-
quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía
y el tratamiento informático, y su distribución.

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NIPO: 403-02-103-6
ISBN del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Escuela de Estudios Hispano-Americanos: 84-00-08077-7
ISBN de la Junta de Andalucía. Consejería de Cultura: 84-8266-329-1
Depósito legal: SE-58-2003

Cubierta: “Vista general de La Habana”. Peint d’apres


Nature et Gravé par Hippolite Garnerey (fondo de la
Escuela de Estudios Hispano-Americanos)
Diseño y maquetación: Juan Carlos Martínez Gil
Impresión: PDF Sur
Impreso en España/Printed in Spain
Índice
P RÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

A RTÍCULOS
VARELA, Consuelo: El descubrimiento europeo de la “tierra más
hermosa” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
GARCÍA-ABÁSOLO, Antonio: Andaluces de Cuba (siglos XVI a XVIII) 55
SEVILLA SOLER, Rosario: La prensa de Sevilla ante la independencia
cubana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
BRAVO GARCÍA, Eva M.ª, y ROPERO NÚÑEZ, Miguel: El habla de
Andalucía y el español de América. El español hablado en Cuba 183
ARETA MARIGÓ, Gema: La década prodigiosa: los poetas consanguí-
neos de Cuba (1930-1940) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
ORTIZ NUEVO, José Luis: Huellas de lo andaluz en teatros y otros
espacios públicos de La Habana en la primera mitad del
siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
NÚÑEZ, Faustino: Cuba en la música española y andaluza . . . . . . . . 261
DÍAZ DEL OLMO, Fernando; CÁMARA ARTIGAS, Rafael, y MARTÍNEZ
BATLLE, José Ramón: Hatos caribeños y dehesas andaluzas.
Paisaje y estructura parcelaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303

9
Prólogo
Desde meses atrás los miembros de la Asociación Cultural ‘La otra
Andalucía’ hemos venido perfilando un ambicioso proyecto cuyo objetivo
es el difundir y sacar a la luz el enorme aporte de lo andaluz al continen-
te americano, no sólo desde la perspectiva histórica sino también desde la
vertiente que se configura y se gesta en nuestro día a día, en la más palpi-
tante actualidad. La idea —fraguada en la inquieta mente de nuestro que-
rido compañero Paco Sánchez—, ha ido abriéndose paso no sólo en quie-
nes desde nuestra posición de científicos estamos vinculados a América en
nuestro quehacer cotidiano sino también en nuestros compañeros de la
Asociación y en todos los cargos de la Administración autonómica anda-
luza con los que nos hemos venido reuniendo y entrevistando desde que
este proyecto tuvo cierta consistencia y reposo.
Tanto en la Consejería de Gobernación, como en la de Presidencia
y Cultura de la Junta de Andalucía, nuestro proyecto encontró el calor y
el interés que necesitaba para crecer, concretarse y perfilarse al amparo
de las discusiones y los comentarios que ha suscitado. El primer fruto de
estos encuentros y reuniones es el libro que el lector tiene ahora en sus
manos, con el que pretendemos difundir el aporte andaluz en Cuba, los
rasgos culturales, naturales e históricos compartidos con la Gran Antilla,
que desde hace años centra los esfuerzos de la cooperación internacional
andaluza. Un humilde primer paso pero necesario e imprescindible en
nuestro objetivo de crear y estrechar lazos y vínculos a uno y otro lado
del Océano.
Los trabajos que en este libro se han recogido son una excelente
muestra de aspectos comunes que unen, enlazan y tejen aspectos de una
cultura e historia que son en muchas ocasiones complementarias entre
Cuba y Andalucía, entre las dos orillas unidas por el Océano: desde el
propio descubrimiento de la isla en el que tan importante papel tuvieron
los marinos andaluces (véase el trabajo de la investigadora del CSIC, la
Dra. Consuelo Varela sobre “El descubrimiento europeo de la ‘tierra más
hermosa’”, pasando por la significativa importancia del contingente

13
PRÓLOGO

humano andaluz que emigró a Cuba desde el siglo XVI (artículo del pro-
fesor Antonio García-Abásolo sobre “Andaluces de Cuba, siglos XVI a
XVIII) o el rico aporte que los andaluces hicieron al habla y a la cultu-
ra insular (como señalan en sus respectivos artículos los profesores Eva
María Bravo y Miguel Ropero por un lado —“El habla de Andalucía y
el español de América. El español hablado en Cuba”— y José Luis Ortiz
Nuevo por otro —“Huellas de lo andaluz en el teatro y otros espacios
públicos de La Habana en la primera mitad del siglo XIX”—.
Obviamente, el intercambio produjo transferencias y enriquecimiento en
ambas direcciones y, pese a lo que pudiera pensarse, lo cubano también
impregnó lo andaluz como muy bien expone el musicólogo Faustino
Núñez en su aportación sobre “Cuba en la música española y andaluza”
o la profesora Gema Areta en “La década prodigiosa: los poetas con-
sanguíneos de Cuba (1930-1940)”. Cultura, historia, literatura... pero
también paisajes que apuntan afinidades y puntos de encuentro... —artí-
culo de los profesores Fernando Díaz del Olmo, Rafael Cámara y José
Ramón Martínez: “Hatos caribeños y dehesas andaluzas. Paisaje y
estructura parcelaria”—.
Por mucho que acontecimientos de enorme gravedad como el propio
proceso de independencia de Cuba cortara los canales sobre los que se
habían asentado los intercambios clásicos entre Cuba y Andalucía (ver el
trabajo de la investigadora Rosario Sevilla: “La prensa de Sevilla ante la
independencia cubana”) esto no fue suficiente para neutralizar esa base de
afinidades y semejanzas. De hecho, las bases históricas y la sensibilidad
que unen a ambos pueblos han persistido e incluso fortalecido con la con-
solidación democrática en España y la potenciación de la cooperación
internacional, que —a nuestro entender—, no debe limitarse a una mera
cooperación económica sino que debe fundamentarse sobre una amplia e
importante base de cooperación cultural. La cultura y el conocimiento
mutuo como base del bienestar económico y del entendimiento entre los
pueblos es lo que marca el proyecto de La otra Andalucía y lo que define
también la cooperación y actuación andaluza en la isla de Cuba. En este
sentido, creemos que se inicia con este libro un camino largo y fructífero
por el que tendrá que transcurrir, tomados de la mano, la actividad cientí-
fica y la política, aportando las bases y los recursos humanos y económi-
cos que hagan posible el encuentro de los habitantes de esta Comunidad
con su historia, con su presencia más allá de sus propias fronteras. Y cuan-

14
PRÓLOGO

do hablo de los habitantes lo digo en su expresión más globalizadora. Este


libro, que se va a distribuir gratuitamente por las bibliotecas públicas
andaluzas y cubanas, así como por las bibliotecas especializadas de todo
el mundo, es una forma de hacer llegar esta filosofía a esos amplios secto-
res sociales, no sólo al pequeño círculo de eruditos y científicos.
Obligación de científicos y de políticos —y también del movimiento aso-
ciativo— es esta tarea de divulgación y acercamiento entre comunidades
que pese a su lejanía geográfica comparten y han compartido lo más esen-
cial en las comunidades humanas: su historia y su cultura.

J. RAÚL NAVARRO GARCÍA


Lleida, Navidades del 2002

15
Artículos
El descubrimiento europeo de la “tierra más hermosa”

Consuelo Varela
Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC

DE ANDALUCÍA AL NUEVO MUNDO

El 3 de agosto de 1492 zarpaban de Palos, un pequeño puerto de la cos-


ta onubense, tres pequeñas naves. Dos carabelas, la Pinta y la Niña, y una
nao, la Santa María, formaban el convoy. Noventa hombres componían la
tripulación. La mayoría, setenta de ellos, eran marineros de Palos, Moguer y
Huelva. Junto a éstos se habían enrolado una decena de vascos y gallegos y
un reducido grupo de extranjeros: un portugués de Tavira, un genovés,
Jácome el Rico; un calabrés, Antón; un veneciano, Juan Veçano y un negro,
Juan, portugués. Como intérprete figuraba un judío converso, Luis de
Torres, experto en lenguas orientales, árabe y hebreo. Aunque médico con el
título de tal no consta ninguno, como físico formaba parte de la expedición
el maestre Alonso, vecino de Moguer, y un maestre cirujano, Juan; maese
Diego hacía las veces de boticario. No faltaban otros oficios: un sastre, Juan
de Medina; un tonelero vizcaíno, Domingo, y un platero que se llamaba
Cristóbal Caro; en cambio, no embarcaron ni religiosos ni mujeres. Sólo
cuatro marineros eran presos redimidos: Bartolomé Torres, condenado a
muerte por un homicidio en una riña, y Alonso Clavijo, Juan de Moguer y
Pedro Izquierdo, culpables de haber organizado la fuga de un amigo común
de la cárcel. Todos estos tripulantes viajaban a sueldo de la Corona a razón
de 2.000 maravedíes al mes los maestres y pilotos; 1.000 los marineros y
666 los grumetes.
No se trataba de un viaje corriente de los muchos que los marinos anda-
luces estaban acostumbrados a realizar ya fuera hacia el litoral africano, al
Mediterráneo, ya fuera, en un camino más septentrional, hacia Inglaterra.

19
CONSUELO VARELA

Tampoco se trataba de una expedición a las Canarias, aún no conquistadas en


su totalidad, sino de un viaje de alto riesgo, como diríamos hoy. Cristóbal
Colón, el almirante de la armada, había firmado el 17 de febrero de ese mis-
mo año unas capitulaciones con los Reyes Católicos por las que se le había
autorizado a realizar un viaje en busca de una nueva ruta al Oriente.
El genovés pretendía llegar a la India, a la China, a los países de la
Especiería por un nuevo camino a través del Atlántico. No se trataba, ni
mucho menos, de una idea original. Ya en el siglo XIII el inglés Roger
Bacon en su libro Opus maius había recopilado un buen número de argu-
mentos que demostraban la proximidad de España y la India y estos argu-
mentos, repetidos por Pedro d’Ailly, el canciller de la Universidad de París,
en su Imago Mundi (La Imagen del Mundo), publicado en 1412, eran bien
conocidos por los sabios españoles, que una y otra vez se opusieron al via-
je por considerar erróneos los cálculos de los antiguos. Tenían razón los
expertos consultados por los Reyes Católicos, pues la distancia, como se
pudo comprobar, era mucho mayor que la estimada.
Colón, en cambio, no dudaba de la veracidad de sus cálculos y duran-
te muchos años se dedicó con ahínco al estudio de todas las “autoridades”
que avalaban sus teorías. Consultó los mapas de Ptolomeo y analizó dete-
nidamente los escritos de Pablo Toscanelli (1397-1482), un astrónomo flo-
rentino con el que quizá llegó a cartearse y que no dudaba en afirmar que,
dada la esfericidad de la tierra, se podía viajar de Este a Oeste por el des-
conocido Mar Tenebroso. Más allá de la Columnas de Hércules, el estrecho
de Gibraltar, habían de encontrarse la India y el Catay del que hablaba
Marco Polo en su Libro de las Maravillas.
Pero las teorías han de demostrarse con la práctica. Colón, un hombre
curtido en viajes, que empezó a navegar con catorce años, “de muy tem-
prana edad”, fue siempre anotando sus experiencias y sacando conclusio-
nes. Tanto Hernando Colón como fray Bartolomé de las Casas, el hijo y el
fraile que nos dejaron por escrito su biografía, nos dicen que Colón había
ido confeccionando, poco a poco, un Libro de Memorias en el que iba reco-
giendo todas las pruebas que, a su entender, hacían referencia a la existen-
cia de tierras desconocidas al Oeste, anotando “todos los indicios de que
oía hablar a algunas personas y marineros, por si en alguna manera podría
ayudarse de ellos”. Infortunadamente este Libro ha desaparecido, pero sí
tenemos algunos extractos que copiaron fray Bartolomé y Hernando, ade-
más, claro está, del más de un centenar de escritos de mano del propio

20
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

Colón que han llegado hasta nosotros. Hacia 1474 o 1475, cuando aún vivía
en su Génova natal, Colón acudió a la isla de Quío y de ella recordará la
almáciga, el lentisco, una planta que se usaba con fines medicinales y que
era un producto muy buscado, tanto que la Señoría de Génova “sacan dello
bien cincuenta mil ducados” al año.
De Génova se trasladó Colón a Portugal y, navegando con los portu-
gueses, comenzó a concebir su fantástico viaje. En 1477 se desplazó desde
Lisboa hasta Islandia, tras hacer escala en los puertos de Brístol en
Inglaterra y Galway en Irlanda. Por los mares más septentrionales europe-
os pudo observar las mareas atlánticas que tanto sorprendían a los marinos
mediterráneos, que las desconocían, y que más adelante volverá a ver en las
Antillas. Pero tanto como las diferencias de las mareas, o más aún, le sor-
prendió la aparición de unos cuerpos extraños “un hombre y una mujer en
unos leños arrastrados por la tempestad de forma admirable” que sin lugar
a dudas eran “hombres de Catayo, que vinieron al Oriente”. La teoría pare-
cía confirmarse.
Muy probablemente aquél fue el único viaje a los mares del Norte que
hizo D. Cristóbal pues, desde entonces y hasta su viaje de descubrimiento,
siempre navegó por el litoral africano y hacia las islas de Madeira. Esos
viajes le sirvieron también de fuente de información de extraordinaria
importancia y le proporcionaron una nueva práctica de la marinería que le
sería en el futuro de gran utilidad. En sus distintos recorridos aprendió des-
de navegar con viento contrario o ceñir hasta medir la altura del sol con el
astrolabio o incluso la técnica del trueque de baratijas, que tan buenos
resultados le habrían de dar más tarde en el Nuevo Mundo. Allí en Guinea
conoció el nauta a un portugués, un tal Martín Vicente, que le relató que
una vez, hallándose a 450 leguas al poniente del Cabo de San Vicente, reco-
gió en su navío un pedazo de madero labrado, “que juzgaba no con hierro”
y que, puesto que los vientos venían en aquella ocasión soplando de
poniente, “imaginaba que aquel palo había venido de alguna isla que hacia
el Poniente hobiese”. Una versión que pronto le corroboró su cuñado,
Pedro Correa, que aseguraba haberlos visto él también —y muy simila-
res— en Porto Santo. Para mayor satisfacción el propio descubridor tuvo
oportunidad de ver, poco tiempo más tarde, unos maderos similares duran-
te una entrevista con el rey de Portugal.
La influencia de los viajes colombinos a Guinea se aprecia en muchos
de los escritos del descubridor. En estos periplos Colón adquirió la base de

21
CONSUELO VARELA

algunas de sus teorías geográficas (“África es el doble que Europa...”) y


pudo comprobar la habitabilidad de las zonas subecuatoriales (“la zona
tórrida no es inhabitable...sino que está muy poblada”). Cuando Colón des-
criba el Nuevo Mundo utilizará siempre el recurso de la comparación con
lo conocido; y muchas son las referencias a Guinea que utiliza en sus
Diarios y en sus cartas a los reyes, como veremos que hará cuando “des-
cubra” Cuba.
Con estas bases, más o menos científicas, y unos deseos inmensos de
llegar a Cipango, al Catay, a la India, emprendió Colón el viaje más
extraordinario de su vida.

LA LLEGADA AL NUEVO MUNDO

La noche del 11 de octubre el almirante vio, por fin, una candelilla en


la lejanía que les anunció la presencia de tierra. No hubo un Rodrigo de
Triana que gritara “tierra a la vista” porque no hubo un Rodrigo de Triana
que formara parte de la tripulación. Sí parece, en cambio, que fue otro
andaluz que iba en la Pinta, Juan Rodríguez Bermejo, natural de Molinos,
un pueblo de Sevilla, quien primero la divisó. Aunque nada nos impide
suponer que a este personaje le conocieran sus compañeros con el apodo de
Rodrigo de Triana. En todo caso, ya fuera uno u otro o Colón quien grita-
ra “tierra”, el hecho es que aquella noche, en efecto, las tres naves habían
logrado vencer el Mar Océano.
A la mañana siguiente se produjo el desembarco y la consiguiente
toma de posesión de aquella pequeña isla, Guanahaní, a la que Colón lla-
mó San Salvador, donde los nativos recibieron a los castellanos agasaján-
doles con cuanto tenían. No es esto, no es esto debió de pensar el Almirante
que, al día siguiente, el sábado, 13, “por no perder tiempo” decidió dejar el
territorio para “topar la isla de Cipango”.

POR LA RUTA DE LAS CANOAS

Amaneciendo el domingo, mandó el almirante aderezar las naves.


Quería costear la isla antes de continuar su viaje. Para ello contaba con la
presencia a bordo de una serie de indígenas que le acompañaban para indi-

22
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

carle el camino. Los bajos y las corrientes podrían poner en peligro la nave-
gación. En la página correspondiente al día 14 de octubre anotó Colón en
su Diario que desde su nave veía “tantas islas que yo no sabía determinar-
me a cuál iría primero. Y aquellos hombres que yo tenía tomado me decí-
an por señas que eran tantas y tantas que no había número y anombraron
por su nombre más de ciento. Por ende yo miré por la más grande, y a aqué-
lla determiné a andar, y así hago, y será lejos de esta de San Salvador cin-
co leguas; y las otras dellas más, dellas menos. Todas son muy llanas, sin
montañas y muy fértiles y todas pobladas, y se hacen guerra la una a la otra,
aunque éstos son muy símplices y muy lindos cuerpos de hombres”.
El 15, a seis leguas al Sudoeste de San Salvador se descubre la isla de
Santa María de la Concepción y el mismo día otra, situada a nueve leguas,
a la que el almirante llamó Fernandina en homenaje al Rey Católico. Los
indígenas de las islas Bahamas les recibían ofreciéndoles de comer. La tri-
pulación no cesaba de maravillarse ante la exuberante vegetación y la abun-
dancia de pescados, “tan disformes de los nuestros que es maravilla”; inclu-
so divisaron ballenas. Sin embargo, sorprendidos, no vieron “bestias en
tierra”.
Por señas, ya que no sabía su lengua, creía Colón entender a los
indios. Tanto él como Martín Alonso Pinzón, interpretando gestos y dirigi-
dos por los indígenas, se encaminaron a la isla de Saomete, que “es la isla
o ciudad donde es el oro”. El 19 de octubre recalaron en una de sus ense-
nadas que llamaron Cabo Hermoso y bautizaron la isla con el nombre de
Isabela en honor de la Reina. Allí creyó ver Colón por primera vez el lig-
náloe y se apresuró a anotar que a la mañana siguiente enviaría a buscar
“diez quintales, porque me dicen que vale mucho”. Mas una noticia sensa-
cional le hizo cambiar de idea.

LA PRIMERA MENCIÓN A CUBA EN LA LITERATURA UNIVERSAL

En la noche del día 21 anotaba Colón en su Diario: “Yo quería hin-


char aquí toda la vasija de los navíos de agua; porende, si el tiempo me da
lugar, luego me partiré a rodear esta isla fasta que yo aya lengua con este
rey y vea si puedo aver del oro que oyo que trae. Y después partir para otra
isla, grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me
dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba, en la cual dizen

23
CONSUELO VARELA

que ha naos e mareantes muchos y muy grandes, y desta isla a otra que lla-
man Bofío, que también dizen que es muy grande. Y a las otras que son
entre medio veré assí de pasada, y según yo fallare recaudo de oro o espe-
ciería, determinaré lo que e de fazer. Más todavía, tengo determinado de ir
a la tierra firme y a la ciudad de Quisay y dar las cartas de Vuestras Altezas
al Gran Can y pedir respuesta y venir con ella”.
Tras detenerse un día más en la Isabela, el martes 23 de octubre, deci-
dió Colón dirigir sus naves hacia Cipango. Así escribía en su Diario:
“Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango,
según las señas que dan esta gente de la grandeza della y riqueza, y no me
deterné más aquí ni iré esta isla alrededor, como tenía determinado, para
aver lengua con este rey o señor, que es por no me detener mucho, pues veo
que aquí no hay mina de oro”. La falta de viento retrasó su partida: “Y no
he dado hoy la vela para Cuba porque no hay viento sino calma muerta, y
llueve mucho”. En la espera, recuerda Colón en su Diario los mapamundis
y los globos terráqueos que había consultado para reafirmarse en su idea:
Cipango, sin lugar a dudas, estaba “en esta comarca”.
En cuanto el tiempo mejoró, se preparó la marcha. Desde el cabo del
Isleo, al Norte de la Isabela, a ocho leguas con rumbo Oeste, llegó a unas
islas que llamó de las Arenas, “por el poco fondo que tenían”. Sin la menor
sombra de duda, los indígenas le informaron que de allí a Cuba llegaban en
día y medio con sus almadías, “que son navetas de un madero adonde no
llevan vela”. Ya estaba cerca. En la noche del 27, por fin, divisaron a lo
lejos la Silla de Gibara, pero no pudieron acercarse a la costa por la “mucha
lluvia que llovió”.

28 DE OCTUBRE DE 1492

Tanto debió de impresionar a Colón la primera vista de Cuba que a


describir aquel impacto dedicó por entero la página de su Diario corres-
pondiente a aquel feliz día, el 28 de octubre de 1492. El texto, amplio y con
una gran fuerza literaria, dice así:

“Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudueste a la tierra della


más cercana, y entró en un río muy hermoso y muy sin peligro de baxas ni
de otros inconvenientes, y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y

24
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

muy limpio fasta tierra. Tenía la boca del río doce brazas, y es bien ancha
para barloventear. Surgió dentro, diz que a tiro de lombarda. Dize el
Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el
río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto
cada uno de su manera; aves muchas y paxaritos que cantavan muy dulce-
mente; avía gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de
las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas
muy grandes, con las cuales cobijan las casas; la tierra muy llana. Saltó el
Almirante en la barca y fue a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pes-
cadores y que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro que
nunca ladró; y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles y
anzuelo de cuerno y fisgas de guesso y otros aparejos de pescar y muchos
huegos dentro, y creyó que en cada una casa se ayuntan muchas personas.
Mandó que no se tocase en cosa de todo ello, y así se hizo. La yerva era gran-
de, como en el Andaluzía por abril y mayo. Halló verdelagas muchas y ble-
dos. Tornóse a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato y era diz que
era gran plazer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podía
dexallas para se bolver. Dize que es aquella isla la más hermosa cosa que ojos
hayan visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que pare-
cía que nunca se devía de alçar, porque la yerva de la playa llegaba hasta cua-
si el agua, lo cual no suele llegar adonde la mar es brava. Hasta entonces no
había experimentado en todas aquellas islas que la mar fuese brava. La isla
dize que es llena de montañas muy hermosas, aunque no son muy grandes en
longura, salvo altas, y toda la otra tierra es alta de la manera de Çeçilia. Llena
es de muchas aguas, según pudo entender de los indios que consigo lleva, que
tomó en la isla de Guanahaní, los cuales le dicen por señas que hay diez ríos
grandes y que con sus canoas no la pueden cercar en veinte días. Cuando iva
a tierra con los navíos, salieron dos almadías o canoas, y como vieron que los
marineros entravan en la barca y remaban para ir a ver el fondo del río para
saber donde avían de surgir, huyeron las canoas. Dezían los indios que en
aquella isla avía minas de oro y perlas y vido el Almirante lugar apto para
ellas y almejas, qu’es señal dellas. Y entendía el Almirante que allí venían
naos del Gran Can y grandes, y que de allí a tierra firme avía jornada de diez
días. Llamó el Almirante a aquel río y puerto de San Salvador”.

La primera impresión de la isla “más hermosa” no defraudaría a los


expedicionarios que día a día, como veremos, irán entusiasmándose más y
más con el territorio. En primer lugar Colón se extasía ante la naturaleza
desbordante de la isla. Sus árboles con fruto, tan distintos de los que él
conocía; las montañas que ve en la lejanía; las playas de arena fina hasta

25
CONSUELO VARELA

las que llegan los árboles, el puerto ancho y seguro; los pájaros cantando...
Aquel día no pudo ver a los habitantes que habían abandonado sus casas
tan pronto como les vieron llegar. Una costumbre ésta que se había venido
repitiendo en las islas que hasta entonces había descubierto, pues los indí-
genas, temerosos de ser cautivados, a menudo huían ante la presencia de los
conquistadores. Así había ocurrido en otras islas desde que en San Salvador
Colón “tomó” a aquellos indios que le acompañaban ya fuera como lenguas
o como guías entre las islas. A Colón no parece que le preocupara esa acti-
tud, pues no lo refleja en su Diario. Sí señala una característica que le
merece todo su interés: las casas de Cuba son grandes, limpias y llenas de
artificios para pescar e hilar. Una señal evidente de hallarse ante una pobla-
ción, hacendosa y trabajadora, más desarrollada que las encontradas hasta
entonces. Una isla importante a la que venían a negociar las naves del Gran
Can. La tierra firme se encontraba a tan solo diez días de camino. Como
recordará Las Casas en su Historia General de las Indias, no sabía Colón
que a tan solo cinco días, navegando en canoa, estaba el Continente, “la que
hoy llamamos la tierra Florida”.

BUSCANDO A ANDALUCÍA EN CUBA

Al día siguiente, lunes 29 de octubre, deseando tomar contacto con el


rey de la isla, la flota levó anclas de la que hoy se conoce con el nombre de
Bahía de Bariay con dirección Poniente. El impresionante espectáculo que
se ofrecía a la vista de los marineros fue también descrito por el Almirante.
Una punta le salía al Noroeste, Punta Velázquez, y otra al Este, Punta
Cayuelo; a una legua divisaron un río grande, Jururú, al que llamaron de la
Luna por haberlo descubierto un lunes. Ya anochecido, vieron otro río al
que bautizaron con el nombre de Mares, pues en su cómputo marinero ya
era martes. Las casas que observaban desde sus navíos parecían más gran-
des y mejores que las que habían visto en Bariay.”Eran hechas a manera de
alfaneques muy grandes, y pareçían tiendas en real, sin concierto de calles,
sino una acá y otra acullá y de dentro muy barridas y limpias y sus adere-
ços muy compuestos. Todas son de ramos de palma, muy hermosas”. Se
trataba de los bohíos de los indios taínos, un pueblo agroalfarero más ade-
lantado que los cazadores recolectores lucayos que había conocido hasta
entonces. En el interior de las casas encontraron “muchas estatuas en figu-

26
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

ra de mujeres y muchas cabezas en manera de carantona muy bien labra-


das”. Unas figuras que les desconcertaron, pues no se atrevieron a juzgar si
eran simplemente adornos o ídolos. Como en Bariay, vieron perros que no
ladraban, mas estos indios tenían también “avecitas salvajes mansas por sus
casas”, y muchos aparejos de pesquería; y, por primera vez, sospechó el
Almirante la existencia de ganado vacuno, “porque vido cabeças de gues-
so que le parecieron de vaca”; probablemente se trataba de testuces de
manatíes. Probaron los caracoles que, al decir de Colón, eran muy grandes,
pero carecían de sabor.
Como decíamos más arriba, el recurso que Colón empleaba para des-
cribir aquello que iba descubriendo era su comparación con lo ya conoci-
do. Cuando ve Cuba, es Andalucía su punto de referencia. Así, “aquella
mar le parece que debe ser siempre mansa, como el río de Sevilla”. La loma
de Bariay le recuerda a la Peña de los Enamorados cerca de Antequera, en
la provincia de Málaga, a medio camino entre Sevilla y Granada. Otra pró-
xima le hace rememorar la mezquita de Córdoba, ya que “tiene ençima otro
montecillo a manera de una hermosa mezquita”. Evidentemente, como
señaló Antonio Núñez Jiménez, Colón se encontraba ante el cerro de la
Mezquita de Colón, llamado popularmente Tetas de Bariay o Loma del
Cucurucho.

LA BAHÍA DE GIBARA. EL DESCUBRIMIENTO DEL TABACO

Desde el 29 de octubre y, durante unos días, la armada fondeó en la


bahía de Gibara. Ante las noticias que le daban los indios, asegurándole
que en pocos días vendrían más indios del interior a ofrecerle sus merca-
durías, decidió Colón que aquella tierra no era isla, sino tierra firme: “y es
cierto que ésta es la tierra firme, y que estoy ante Zaiton y Quinsay”. La
imaginación y el deseo de encontrarse ante las dos ciudades cantadas por
Marco Polo le hace incluso sentir frío: “fallé que hazía frío”, advierte el día
primero de noviembre.
La ocasión pedía un reconocimiento del interior y para ello decidió
enviar, al día siguiente, a dos personas de su confianza con instrucciones
precisas. Fueron los escogidos Rodrigo de Jerez, vecino de Ayamonte, y
Luis de Torres, un converso que hablaba caldeo, hebreo y algo de árabe,
que partieron en busca del rey de la tierra acompañados de dos indios y de

27
CONSUELO VARELA

abundante comida para seis días. Una vez entablada relación, habrían de
hacerle saber que el almirante llegaba de parte de los Reyes Católicos y que
para ello tenía sus credenciales y “un regalo”. Además, deberían de estar
atentos e informarse bien de la disposición de la tierra, el número de pro-
vincias y la localización de ríos y puertos. Para averiguar si había especie-
ría llevaban los expedicionarios unas muestras, que seguramente habría
preparado el boticario.
Tres días más tarde, el 5 de noviembre, regresaron los expediciona-
rios. Con exquisito cuidado anotó Colón todo cuanto éstos le refirieron:

“Dijeron cómo habían andado doze leguas que había hasta una población de
cincuenta casas, donde diz que había mil vecinos porque viven muchos en
una casa. Estas casas son de manera de alfaneques grandísimos. Dijeron que
los habían rescebido con gran solemnidad según su costumbre, y todos así
hombres como mujeres los venían a ver, y aposentáronles en las mejores
casas; los cuales los tocaban y les besaban las manos y los pies, maravillán-
dose y creyendo que venían del cielo y así se lo daban a entender. Dábanles
de comer de lo que tenían. Dijeron que en llegando los llevaron de brazos los
más horrados del pueblo a la casa principal y diéronles dos sillas en las que
se asentaron y ellos todos se asentaron en el suelo en derredor dellos. El indio
que con ellos iba les notificó la manera de vivir de los cristianos y como eran
buena gente. Después saliéronse los hombres y entraron las mujeres y sentá-
ronse de la misma manera enderredor dellos besándoles las manos y los piés
atentándolos si eran de carne y hueso como ellos. Rogábanles que es estu-
viesen allí con ellos al menos por cinco días. Mostraron la canela y pimien-
ta y otras especias quel almirante les había dado, y dijéronles por señas que
mucha della había cerca de allí al Sueste pero que en allí no sabían si la
había. Visto como no tenían recaudo de ciudades se volvieron, y que si qui-
sieran dar lugar a los que con ellos se querían venir, que más de quinientos
hombres y mugeres vinieran con ellos, porque pensaban que se volvían al
cielo. Vino empero con ellos un principal del pueblo y un su hijo y un hom-
bre suyo, habló con ellos el almirante, hizóles mucha honra. Señalóle muchas
tierras e islas que había en aquellas partes, pensó de traerlos a los reyes y diz
que no supo que se le antojó, parece que de miedo y de noche oscuro quiso-
se ir a tierra. Y el almirante diz que porque tenía la nao en seco en tierra, no
le queriendo enojar, le dejó ir diciendo que en amaneciendo tornaría, el cual
nunca tornó. Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atra-
vesaba a sus pueblos mujeres y hombres con un tizón en la mano, yerbas para
tomar sus sahumerios que acostumbraban. No hallaron población por el

28
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

camino de más de cinco casas y todos les hacían el mismo acatamiento.


Vieron muchas maneras de árboles e yerbas y flores odoríferas. Vieron aves
de muchas maneras diversas de las de España, salvo perdizes y ruiseñores
que cantaban y ánsares y desto hay allí harto. Bestias de cuatro piés no vie-
ron salvo perros que no ladraban. La tierra muy fértil y muy labrada de aque-
llos mames y fexoes y habas muy diversas de las nuestras; eso mismo pani-
zo y mucha cantidad de algodón cogido y filado y obrado y que en una sola
casa habían visto más de quinientas arrobas, y que se pudiera aber allí cada
año cuatro mil quintales. Dice el almirante que le parecía que no lo sombra-
ban y que da fruto todo el año; es muy fino, tiene el capillo muy grande. Todo
lo que aquella gente tenía diz que daba por muy vil precio y que una gran
espuerta de algodón daban por cabo de agujeta o otra cosa que le den. Son
gente, dice el almirante, muy sin mal ni de guerra. Desnudos todos hombres
y mujeres como sus madres los parió. Verdad es que las mujeres traen una
cosa de algodón solamente tan grande que le covija su natura y no más, y son
ellas de muy acatamiento, ni muy negras, salvo menos que canarias”.

En esta primera y amplia descripción de los cubanos se pueden apre-


ciar las características de aquel pueblo, acogedor, que recibió con delica-
deza a los recién llegados. Los indígenas no dudaron en ofrecer a los espa-
ñoles de comer y de beber, dándoles cuanto tenían y llevándolos a sus casas
con un sentido de la hospitalidad extrema. A los recién llegados, como a
invitados principales, les ofrecieron como asiento los dujos, esas sillas
bajas en las que se sentaban los caciques; y, siguiendo un ritual estricto, pri-
mero pasaron los hombres y, más tarde, las mujeres. Tanto unos como otros
parece que se sorprendieron del color de los recién llegados, pero tan solo
las mujeres, más curiosas, se atrevieron a palparles tocándoles los pies y las
manos.
Fue en esta ocasión cuando el uso y consumo del tabaco fue descrito
por primera vez. Ya desde su llegada a San Salvador Colón había observa-
do a unos indígenas que llevaban unas hierbas que mascaban y que le ofre-
cían como cosa preciada; pero no fue hasta la llegada a Cuba cuando por
primera vez vemos a los indios fumando tabaco, “mujeres y hombres con
un tizón en la mano”. Una costumbre a la que el almirante no pareció dar
mayor importancia, como tampoco se la dio muchos años más tarde fray
Bartolomé de las Casas, que no comprendía el placer que podía proporcio-
nar aquel cartucho: “encendido por una parte del, por otra chupan o sorben
o reciben con el resuello para adentro aquel humo, con el cual se adorme-

29
CONSUELO VARELA

cen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio.
Estos mosquetes llaman ellos ‘tabacos’. Españoles conoscí yo en esta isla
Española que los acostumbraron tomar, que siendo reprendidos por ello,
diciéndoseles que aquello era vicio, respondían que no era en su mano
dejallas; no sé que sabor o provecho hallaban en ello”.
Mientras que Luis de Torres y Rodrigo de Jerez reconocían el interior
de la isla, el almirante anduvo fondeando aquí y allá sus naves, siempre
tomando como punto de recalada el puerto de Mares, del que dijo el 5 de
noviembre, “que es de los mejores del mundo”. Desde su nave divisó aquel
día “un cabo de peña altillo <donde> se puede hacer una fortaleza, para que
si aquello saliese rico y cosa grande estarían allí los mercaderes seguros de
cualquiera otras naciones”. Como recordaba A. Núñez Jiménez, siglos más
tarde en aquella loma se contruyó el fuerte Fernando VII para custodiar,
desde la margen occidental, la bahía de Gibara, lo que demuestra la calidad
de buen estratega del genovés.
El 12 de noviembre la flota puso rumbo a la isla de Babeque, quizá
Inagua Grande, al norte del canal que separa Haití de Cuba. Atrás dejaba el
puerto y río de Mares, que recordará siempre Colón como un maravilloso
lugar.

LA BAHÍA DE TÁNAMO

Al dejar el puerto de Mares, según era su costumbre, decidió el almi-


rante tomar algunos indios para llevarlos a Castilla con objeto de que
aprendieran el castellano y pudieran servir, en próximos viajes, como intér-
pretes. Aquel día de navegación lo aprovechó para escribir en su Diario
nuevas impresiones de los indígenas cubanos. En primer lugar a Colón, un
hombre profundamente religioso, le interesa anotar la posibilidad de con-
vertir al cristianismo a los cubanos:

“Esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin
saber qué sea mal ni matar a otros ni prender, y sin armas y tan temerosos
que a una persona de los nuestros fuyen ciento dellos, aunque burlen con
ellos, y crédulos y cognoscedores que ay Dios en el çielo, e firmes que nos-
otros avemos venido del çielo, y muy prestos a cualquiera oraçión que nos
les digamos que digan y hazen el señal de la Cruz. Así que deben Vuestras

30
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que si comienzan, en


poco tiempo acabaran de los aver convertido a nuestra sancta fe multidum-
bre de pueblos”.

Pero junto a esa aspiración hay siempre un móvil económico que el


Almirante no olvida. Y así le vemos analizar las posibilidades económicas
de Cuba:

“....y cobrando grandes señoríos y riquezas, y todos sus pueblos de la España.


Porque sin duda es en estas tierras grandíssima suma de oro, que no sin cau-
sa dizen estos indios que yo traigo que ha en estas islas lugares donde cavan
el oro y lo traen al pescueço, a las orejas e a los braços e a las piernas, y son
manillas muy gruesas y también ha piedras y ha perlas preçiosas y infinita
especería. Y en este río de Mares, de adonde partí esta noche, sin duda ha
grandíssima cantidad de almáçiga y mayor, si mayor se quisiere hazer, por-
que los mismos árboles, plantándolos prenden de ligero, y ha muchos y muy
grandes, y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo que es mayor así los
árboles como la hoja, como dize Plinio e yo e visto en la isla de Quío en el
Arcipiélago; y mandé sangrar muchos destos árboles para ver si echaría resi-
na para la traer, y como aya siempre llovido el tiempo que yo e estado en
dicho río, no e podido aver della, salvo muy poquita que traigo a Vuestras
Altezas; y también puede ser que no es el tiempo para los sangrar, que esto
creo que conviene al tiempo que los árboles comiençan a salir del invierno y
quieren echar la flor, y acá ya tienen el fruto cuasi maduro agora; y también
aquí se avría grande suma de algodón y creo que se vendería muy bien acá
sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Can que se des-
cubrirán sin duda y otras muchas de otros señores que avrán en dicha servir
a Vusetras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las
tierras de Oriente, pues estas son a nos en Poniente. Y aquí ha también infi-
nito lignalóe, aunque no es cosa para haxer gran caudal.”

Después de esta información acerca de la posible explotación de Cuba


vuelve el almirante a recordar otra de sus obsesiones, llevar indígenas a
Castilla para que “aprendan la lengua”:

“Ayer vino a bordo una almadía con seis mançebos y los çinco entraron en la
nao; estos mandé detener e los traigo. Y después enbié a una casa que es de
la parte del río del Poniente, y truxeron siete cabeças de mujeres entre chicas
e grandes y tres niños. Esto hize porque mejor se comportan los hombres en
España aviendo mujeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas

31
CONSUELO VARELA

vezes se acaesció traer hombres de Guinea para que deprendiesen la lengua


en Portugal y después que bolvían y pensaban de se aprovechar déllos en su
tierra...en llegando en tierra jamás pareçían otros, no lo hazían así. Así que,
teniendo sus mujeres, ternan ganas de negociar lo que se les encargare y tam-
bién estas mujeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la cual es toda
una en todas estas islas de India, y toidos se entienden y todas las andan con
sus almadías, lo que no ha en Guinea, adonde es mil maneras de lenguas que
la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el mari-
do de una destas mujeres y padre de tres fijos, un macho y dos hembras, y
dixo que lo dexase venir con ellos, y a mi me aplogo mucho, y quedan ago-
ra todos consolados con él, que deben todos ser parientes, y él es hombre ya
de 45 años.”

En esta ocasión Colón se nos muestra como un profundo defensor de


la familia.
Desde Gibara (puerto de Mares) la flota se engolfó hasta el cabo
Lucrecia, llamado por Colón el cabo de Cuba. Al poner el sol, el 13 de
noviembre, ante su vista aparecieron “una abra, que es una abertura de sie-
rras” y dos montañas “grandísimas”. Habían llegado a la bahía de Tánamo,
que llamó la Mar de Nuestra Señora, frente a las sierras de Nipe y de Cristal.
En el puerto donde anclaron el 16 de noviembre, Puerto Príncipe, se toparon
con algo que hasta entonces nunca habían visto: “dos maderos muy grandes,
uno más largo que el otro y el uno sobre el otro hechos cruz, que diz que un
carpintero no los pudiera poner más proporcionados; y, adorada aquella
cruz, mandó hazer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz”.
Desconocemos qué uso darían los indios a aquella cruz, que Colón convirtió
en cristiana. Se ha sugerido que podría ser el símbolo del huracán, dios de
las tormentas, los cuatro brazos representando los cuatro vientos en acción.
También en la bahía de Tánamo pudieron comprobar que había gran
cantidad de ostras, aunque ninguna de ellas contenía perlas; una contrarie-
dad que Colón atribuyó “a que no debía de ser el tiempo dellas, que creía
él que era por mayo y junio”. Pescaron un manatí que “parecía propio puer-
co, no como tonina; el cual dize que era todo concha muy tiesta, y no tenía
cosa blanda sino la cola y los ojos y un agujero debaxo d’ella para expen-
der sus superfluidades”. Un animal que tanto sorprendió al almirante, que
mandó que lo salaran para llevarlo a Castilla para mostrarlo a los reyes. No
parece que llegara a ser visto en la Península pues, de haber sido expuesto
en la Corte, no dejaría de haberlo anotado algún cronista.

32
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

Hasta el 22 de noviembre permaneció la armada en Puerto Príncipe,


admirándose unos y otros de la bondad de la tierra y de la profundidad y
buenas condiciones del puerto.

LA BAHÍA DE MOA

A poco de salir de la bahía de Nuestra Señora, los indios guías se sin-


tieron aterrorizados y al punto explicaron la causa de su temor: la tierra que
veían enfrente era Bohío (Haití), “la cual dezían que era muy grande y que
avía en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban
caníbales, a quien mostraban tener miedo; y desde que vieron que lleva este
camino, diz que no podían hablar, porque los comían y son gente muy
armada”. Ya fuera por no encontrarse con los caníbales o bien porque el
tiempo no le fue propicio, el hecho es que Colón dio orden de cambiar de
rumbo para llegar de nuevo a la costa norte de Cuba.
El 25 se hallaba a la entrada de un puerto, frente a una “isla llana”,
desde donde se divisaba “un grande arroyo de muy linda agua que descen-
día de una montaña abajo, y hacía un gran ruido. Fue al río y vio en él unas
piedras relucir con unas manchas en ellas de color de oro, y acordóse que
en el río Tejo, que al pié del junto a la mar se halló oro, y parecióle que
cierto debía de tener oro, y mandó coger ciertas de aquellas piedras para
llevar a los reyes. Estando así dan voces los mozos grumetes diciendo que
veían pinales”. El puerto, dentro de la “isla llana”, que Colón llamó Santa
Catalina, se ha identificado con el cayo Moa Grande y el río en el que cre-
yeron ver arenas auríforas con el río Moa.

BARACOA

Al día siguiente, con rumbo Sudeste, navegaron hacia el cabo del


Pico, llamado hoy Punta Guarico y siempre con el mismo rumbo hasta el
cabo que llamó de Campana, al que no pudo llegar porque le faltó el vien-
to. El 26 de noviembre contó el almirante “nueve puertos muy señalados”
y “cinco ríos grandes, porque iba siempre junto con tierra para verlo bien
todo”. Una vez más se demuestra que Colón fue un buen observador, pues
pese a que las distancias que señala son aproximadas, el número es exacto:

33
CONSUELO VARELA

ensenada de Cañete, de Yamanigüey, boca de Jiguaní, ensenada de Jaraguá,


bahías de Taco, Nibujón y Cayoguaneque, las ensenadas de Navas, Baez,
Maraví y Sigua y las desembocaduras de los ríos Toba y Duaba. En fin,
estaba en la hermosísima bahía de Baracoa, que Colón describió con clari-
dad el 27 de noviembre cuando dijo hallarse frente a un “cabo en el cual ay
una montaña alta y cuadrada” refiriéndose a lo que se llama el Yunque de
Baracoa, que Colón bautizó con el nombre de Puerto Santo.
En su Diario señala el almirante las dificultades que implicaba la
entrada en el puerto a causa de las rocas. En una población cercana a la pla-
ya hallaron los marineros “un pan de cera, que trujo a los Reyes”, buena
señal, pues como sigue diciendo el almirante, “donde cera ay también debe
aver otras mil cosas buenas”. Al comentar fray Bartolomé de las Casas este
pasaje, señaló: “Esta cera nunca la hobo en la isla de Cuba, y aqueste pan
que dize que halló era del reino y provincias de Yucatán, donde había
inmensa cantidad de cera, y muy buena, amarilla, el cual pudo venir allí, o
porque algunos indios de aquella isla fuesen a Yucatán en sus canoas... o
que los indios mercaderes de las mismas provincias de Yucatán, que trata-
ban por muchas partes de la costa de aquella tierra firme, con tormentas se
les trastornase alguna canoa y por tiempo los aguajes lo trujesen a la costa
de Cuba”.
Junto al pan de cera hallaron también los cristianos “una cabeza de
hombre dentro de un cestillo, cubierto con otro cestillo y colgado de un
poste de la casa, y de la misma manera hallaron otro en otra población”.
Atinadamente consideró el almirante que debía de tratarse del cráneo de
algún principal; en todo caso, parece que debía tratarse de algún rito fune-
rario. Por su parte, Las Casas en su Historia asegura haber visto muchas de
estas cabezas colgadas en los dinteles de las puertas, costumbre que atri-
buye a un deseo de conservar a un familiar o a “personas que ellos amaban,
porque decir que eran de los que comían no es cosa probable”; negando
toda posibilidad de canibalismo entre los habitantes de Cuba.
El tiempo contrario les impidió salir del puerto; una ocasión que,
como hemos visto más arriba, aprovechaba el almirante para extenderse en
narrar en su Diario sus comentarios más sosegadamente. El lunes, 3 de
diciembre, mostró sus armas a los indígenas, que en esta bahía no parecían
ser tan amigos, pues desde sus barcas trataban de impedirle la entrada en la
bahía. Las armas europeas, como es lógico, causaron pavor a los lugareños,
que así nos son descritos por D. Cristóbal:

34
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

“Eran muchos, todos tintos de colorado y desnudos como sus madres los
parió, y algunos dellos con penachos en la cabeça y otras plumas, todos con
sus manojos de azagayas”.

Seguro de sus armas, sigue diciendo el almirante cómo consiguió sol-


ventar la situación:

“Lleguéme a ellos y diles algunos bocados de pan y demandeles las azaga-


yas. Y dávales por ellas a unos un cascavelito, a otros una sortizuela de latón,
a otros unas contezuelas, por manera que todos se apaciguaron y vinieron
todos a las barcas y daban cuanto tenían por quequiera que les davan. Los
marineros habían muerto una tortuga y la cáscara estava en la barca en peda-
zos y los grumetes dávanles della como la uña, y los indios les davan un
manojo de azagayas”.

Y, como si se viera en la necesidad de volver a repetir la cantinela de


siempre, vuelve a recordar que los cubanos no tenían religión alguna:

“Ellos son gente como los otros que he hallado y de la misma creencia, y cre-
ían que veníamos del çielo, y de lo que tienen luego lo dan por cualquiera
cosa que les den, sin dezir qu’es poco, y creo que así harían de especiería y
de oro si lo tuviesen. Vide una casa hermosa no muy grande y de dos puer-
tas, porque así son todas, y entré en ella y vide una obra maravillosa, como
cámaras hechas por una cierta manera que no lo sabría dezir, y colgado al çíe-
lo della caracoles y otras cosas, yo pensé que era templo, y los llamé y dixe
por señas si hazían en ella oración; dixeron que no, y subió uno dellos arriba
y me dava todo cuanto allí avía, y dello tomé algo”.

LA TIERRA DE LA JUANA, “A LA QUE ELLOS LLAMAN CUBA”

Al día siguiente, 4 de diciembre, salió el almirante del Puerto Santo


en dirección Este hasta un cabo que llamó Cabo Lindo y que hoy conoce-
mos como Punta Fraile. Frente a la punta de Maisí, la postrera de Cuba,
ordenó el almirante fondear sus naves, esperando que los vientos le fueran
propicios para dirigirse a la isla de Baveque. Ante la imposibilidad de con-
tinuar, optó D. Cristóbal por dejar Cuba, que en esta ocasión llamó Juana,
nombre con el que la había bautizado en homenaje a la princesa española,
para ir a ver aquella misteriosa isla Bohío, tan temida por los indígenas que

35
CONSUELO VARELA

lo acompañaban. Al amanecer del día siguiente, ya se encontraba frente al


puerto de San Nicolás en Haití, que llamó Puerto María.
Durante 40 días había permanecido la flota en “la tierra más hermo-
sa”. El viaje debía de continuar, pues el almirante tenía que observar cuan-
tas más islas pudiera antes de regresar a Castilla. La primera impresión de
Cuba le dejó sin lugar a dudas muy profunda huella. Antes de terminar su
viaje recordará a sus habitantes, su verdura y sus puertos y, en adelante, en
muy escasas ocasiones la llamará Juana y cuando lo haga aclarará: “la tie-
rra de la Juana, a la que ellos llaman Cuba”, o bien, “Juana de Cuba”.

LA TIERRA FIRME: CUBA, FIN DE ORIENTE

Apenas año y medio más tarde, el 24 de abril de 1494, zarpaba el


almirante de la isla Española para reconocer la costa meridional de Cuba.
Al analizar detenidamente los escritos colombinos y los de sus cronistas,
Pedro Mártir de Anglería, Andrés Bernal y fray Bartolomé de las Casas
vemos a D. Cristóbal convencido de que aquella Punta Maisí era nada
menos que el extremo del continente asiático.
Al tratar de la segunda visita de Colón a Cuba, en abril de 1494, nos
dice Pedro Mártir: “Saliendo pues con tres navíos, en breve tiempo llegó a
la provincia que en la primera navegación, pensando que era isla, la llamó
Juana, y al principio de ella le puso el nombre de “Alfa y Omega”, porque
juzgaba que en ella estaba el fin de nuestro Oriente, poniéndose allí el sol,
y el de occidente, saliendo. Pues consta que el principio de la India ultra-
gangética está por el occidente y su término por Levante”. Es claro que se
trataba de la punta de Maisí, la punta de Cuba más cercana a La Española
y a ella se dirigió Colón cuando quiso comprobar que aquélla era, precisa-
mente, la tierra firme. La tierra firme cercana al reino del Gran Kan, aqué-
lla a la que debía llegar, según había prometido a sus reyes.
En el transcurso de aquel viaje de reconocimiento el almirante, para
curarse en salud, hizo firmar el 12 de junio de 1494 un documento a los
hombres que lo acompañaban. Como ya señaló el erudito americano
Samuel E. Morison, Colón “contaba con un precedente: seis años antes,
Bartolomé Días había hecho exactamente lo mismo cuando sus gentes lo
obligaron a regresar desde las puertas mismas de la India; y como Colón se
encontraba en Lisboa cuando Días llegó allí, es posible que viera el docu-

36
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

mento o se enterara del hecho”. En la carabela Niña, que antes se llamaba


la Santa Clara, el escribano Diego de Peñalosa anotó fielmente la fórmula
del juramento que se tomó a los expedicionarios.
Se trataba de un error grave del almirante que sus admiradores acha-
caron no a su persona sino a los indios, sus informantes. Al reconocer la
isla y en los dos viajes que, en años sucesivos Colón hizo a Cuba, bien pudo
comprobar su equivocación. Pero nunca reconoció su error.
Hace una decena de años aparecieron una serie de cartas del
Almirante a los reyes en lo que se denominó El Libro Copiador. Una de
esas cartas, fechada el 25 de febrero de 1495 en la Isabela, relata precisa-
mente esta expedición a la costa meridional de Cuba con tres carabelas: la
“Niña” (Santa Clara), la “Cardera” y la “San Juan”.
Dada la importancia de este documento, hasta ahora poco conocido,
transcribimos a continuación los textos colombinos que nos irán indicando
de primera mano la derrota de esta segunda visita del Almirante a Cuba.

EL CABO DE ALFA E O

“A veinte y cuatro días de abril partí con tres caravelas de vela redonda con
buen tiempo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo al poniente, y en pocos
días llegué al muy señalado puerto de San Nicolás, el cual está enfrente des-
ta isla, al cabo de Alfa e O, que es en la Juana, la cual no es isla sino tierra
firme, fin de las Indias por Oriente y començó navegando por Poniente, dis-
tinto este sobredicho puerto diez y ocho leguas. Y sin entrar en él atravesé el
golfo y llegué a buenas oras al sobredicho cavo de Alfa e O, y dexé de seguir
la costa de la tierra de la parte del setentrión, por donde el viaje primero yo
avía andado, y navegué al poniente corriendo la otra costa de la parte del aus-
tro, las cuales costas van así al poniente, desviándose la una del polo ártico
y la otra acercándose a él por la fechura de la tierra, que comiença por angos-
to y se alarga, navegando, en forma de vela de caravela latina. De la cual cos-
ta que ansi iba subiendo al setentrión dexé de seguir porque era inbierno, por
el cual themor, por ser el primero biaje, buscaba yo de fuir del setentrión al
austro a la temperançia, y a este causa navegué al oriente buscando el fin de
la tierra para pasar al austro. Y bien que según mi navegación y distancia que
después yo había pasado de la espera yo tenía esta tierra por firme, y no isla,
yo me dexé creer a la figura de los indios, que la ponían por isla; y según mi
albedrío yo estaba en la provincia de Mango, que se comunica con la nobilí-
sima provincia del Catayo, así como escreví aquel tiempo a Vuestras Altezas,

37
CONSUELO VARELA

y fuera yo entonces dello çierto agora, cuando cometí el biaje, todavía lleva-
ra mi camino a esta provincia a la ciudad de Quinsay y ver della y de otras
tantas si es tan nobilísima y riquísima como se escribe y si tiene la amistad
de cristianos que se dize agora.
”Y ansí seguí el mesmo viaje y descubrí y fui a la isla de Jamaica en bre-
ves días, a Nuestro Señor sean dadas infinitas gracias, con muy próspero
viento, y dende bolví a la tierra firme y seguí la costa della al Poniente LXX
días fasta aver pasado a estar muy cerca del Aurea Cheroneço, dende donde
tomé la buelta por themor a los vientos, porque no mudasen, y por la graví-
sima navegación que yo fallaba por el poco fondo con navíos grandes y muy
peligroso navegar por tantas canales, adonde se acaeció muchas veces me
quedar los navíos todos tres en seco, que el uno no podía ayudar al otro, y
otras veces que no faltava más de un codo de agua, y por fuerça de cabes-
trante y anclas pasava adelante por fuerça, y no menos a la ida como a la
buelta, porque yo avía determinado con la esperanza de Nuestro Señor de
andar tanto adelante, que yo estuviese muy çierto que yo estava en la tierra
firme y pasado todas las isla y çertificar que la Juana no es isla. Y a mi bien
determiné la buelta, porque se me avían perdido gran parte de los manteni-
mientos, que se avían bañado del agua de la mar cuando los navíos davan en
seco, que a las beces estaban para se abrir del todo; más yo llevaba maestros
y todos otros aparejos parea los adovar y tornar a fazer de nuevo, si menes-
ter fuese, y andava muy bien proveído de todo. De tal manera me vi en tiem-
po y voluntad que, si yo toviera mantenimiento, yo provara de volver a
España por oriente biniendo a Ganges, dende í al Signo Arábico y después
por Etiopía. Abasta que, después de andado trescientas e veinte e dos leguas
a cuatro millas cada una, ansí como acostumbramos en el mar, del cabo de
Alfa e O, y pasado islas innumerables, de las cuales en fin del viaje avía yo
anotado seteçientas de las mayores, me bolví e no por el camino por donde
avía andado, como más largo diré abajo; en el cual cabo de Alfa e O puse
columnas con cruz en nombre y señal de V. Al., por ser el estremo cabo de
oriente de la tierra firme, ansí como tiene en poniente el cavo de Finisterre,
qu’es otro cabo estremo de la tierra firme a poniente, en medio de los cuales
amos, se contiene todo el poblado del mundo, sacado la Ysavela con otras
islas de los caníbales y otras pocas”.

LA BAHÍA DE GUANTÁNAMO Y CABO CRUZ

De Punta Maisi la armada navegó a lo largo de la costa sur de Cuba


hasta llegar a la bahía de Guantánamo, que llamó, Bahía Grande. Una vez

38
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

más, la naturaleza les daba indicios de estar en Asia, según lo demostraba


la existencia de árboles que daban doble fruto al año, como en la India anti-
gua, o la presencia de las hutías, que Colón identificó después con las
“ratas del Faraón” (las marmotas) de que había hablado Marco Polo.
Gracias a los buenos servicios del indio Diego Colón pudieron entablar
conversación con los naturales.

“Partí en nombre de Nuestro Redentor jueves, veinte y cuatro de abril, de la


Ysavela, y el martes siguiente llegué al cavo de Alfa e O , que son [hueco
en el original] leguas de cuatro millas cada una, y con muy buen tiempo
navegué al poniente corriendo la costa de la Juana, la cual me queda aún a
mano derecha de la parte del setentrión, fasta un singularísimo puerto que
yo llamé Grande; la entrada d’él es la avertura de una peña no más que de
çincuenta pasos en ancho, y tiene doze brazas de siete palmos cada una de
fondo, y dentro d’esta boca ay no más de sesenta pasos; de longura y anchu-
ra para estar todas las naos del mundo. Desde el cabo de Alfa e O fasta este
puerto es toda la tierra montañosa, no estérile ni despoblada de árboles y
yervas, aunque no son tan altas y verdes como en otros cavos que fasta aquí
en las Yndias e visto; por ventura aquella sazón del año causava que pares-
çen ser como en noviembre las sierras de Castilla, bien que yo e esperi-
mentado yo esto, que dos vezes en el año los árboles y yervas aquí dan fru-
to, y allí en este tiempo todos los árboles heran sin fojas, y grande cantidad
vi d’ellos con flores y fruta, de los cuales suvía a la mar un olor suavísimo.
En este sobredicho puerto ninguna poblaçión avía, así como en toda esta
costa, y luego que yo entré en él vi a mano derecha muchos fuegos junto
con el agua y un perro y dos cámaras sin persona alguna. Desçendí en tie-
rra y vi más de cuatro quintales de peze en asadores al fuego, y conejos y
dos serpentes. Y allí açerca bi en muchos lugares presas al pie de los árbo-
les muchas serpientes, la más asquerosa cosa que hombres vieron: todas
tenían cosidas las bocas salvo algunas, que no tenían dientes; eran todas de
color de madera seca y el cuero de todo el cuerpo <muy arrugado>, en espe-
çial aquél de la cabeza que le desçendía sobre los ojos, los cuales tenían
benenosos y espantables; todas estavan cubiertas de sus conchas muy fuer-
tes, como un pece de escama, y desde la cabeza fasta la punta de la cola por
medio del cuerpo tenían unas conchas altas y feas y agudas como puntas de
diamantes. Mandé tomar todo el pescado para refresco de la gente, y des-
pués con las barcas de los navíos andube buscando el puerto, y de cavo bi
en un cerro mucha gente, todos desnudos, como en estas partidas andan.
Hízeles señalar que se allegasen, y a cavo de buen rato se acercó uno d’e-
llos aí ençima de una peña; y fablado que ovo con este indio que yo traigo,

39
CONSUELO VARELA

qu’es Diego Colón, uno de los que fueron a Castilla, el que ya save fablar
muy bien nuestra lengua, luego se allegó a las barcas y llamó a todos los
otros, que serían setenta, y me dixo que su rey, o caçique a quien ellos lla-
man, los avía embiado allí a pescar y caçar estas serpientes, porque quería
fazer una fiesta. Y fízele yo <dar caxcaveles y fízele yo> dezir cómo avía
mandado tomar todo el pescado y no otra cosa, y por ello le dava aquellos
caxcaveles y otras cosas. Holgaron mucho cuando supieron que las serpien-
tes quedavan, y respondieron que todo fuese en buen ora y que en la noche
pescarían <más>”.

En el camino al golfo de Guacanayabo y de allí hasta el cabo de Santa


Cruz igual que el año anterior, los indios —que creían que venían del cie-
lo— les invitaban a acudir a sus casas.

“Y el día siguiente antes del sol salido di la bela y seguí mi camino al ponien-
te, siempre prosiguiendo la costa de la tierra, la cual siempre andava mejo-
rando en hermosura y más poblada. El tiempo hera, a Dios sean dadas infi-
nitísimas graçias, muy bueno. No quise detener al llamado de nadie, que
maravilla hera ber tanta gente, hombres y mugeres y niños, que todos corrí-
an tras nosotros por las playas, llamándome e amostrándome el pan y las
calabazas de agua, llamándonos “gente del çielo, que fuésemos a sus casas”;
y otros en ‘canoas’, que así llaman a sus barcas y fustas, y otros nadando me
seguían. Y el viento hera fresco, y yo lo lograva, porque las cosas de la mar
no tienen haz, que muchas vezes por un día se pierde un viaje; y ansí nave-
gué fasta un golfo adonde avía infinitísimas poblaçiones y las tierras heran
que todas pareçían huertas, las más hermosas del mundo, y toda tierra alta y
montañas de acá dentro. Sorgí allí, y la gente de toda la comarca luego vinie-
ron, y traían pan y agua y pescado, qu’esto es lo que tienen en estima. Y lue-
go en amaneçiendo partí el día siguiente, y andando fasta el cavo de la
Espuela determiné de dexar este camino y esta tierra, y navegar en busca de
la isla de Jamaica al austro y al sudueste”.

A JAMAICA Y RETORNO A CUBA. MACACA Y EL JARDÍN DE LA REINA

Pocos días más tarde, el 14 de mayo, regresó Colón a Cuba para ir a


la tierra de Macaca, cuyo cacique —que ya tenía noticias de la existencia
del almirante por el padre del cubano Simón, estante entonces en la corte
al servicio del príncipe D. Juan— le aseguró que Cuba no era tierra firme

40
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

sino isla. Siempre en sus trece, el almirante decidió no dar crédito a las
informaciones que los indígenas les proporcionaban.

“Y bolví a la Juana tierra firme, con propósito de seguir la costa d’ella que
yo avía dexado, hasta ver si era isla o tierra firme. Y fue a demandar una pro-
vinçia a que llaman Macaca, qu’es muy hermosa y poblada, y fue a çorgir a
una poblaçión muy grande, el caçique de la cual luego me embió buen refres-
co e a dezir que ya me conoçía por oídas del primero viaje que yo avía esta-
do de la otra parte del setentrión d’esta tierra, y que conocía al padre de
Ximón, aquel indio que tenía el prínçipe mi señor, de que yo me maravillé
mucho. E yo entré en la barca y fui a tierra, y después de le dado muchas
cosas que tienen en preçio, le pregunté si esta tierra hera isla; y él con otros
muchos viejos que con él allí estavan respondieron que sí, mas que era tierra
infinita de que nadie no avía visto el cavo d’ella al poniente. Gente hera ésta
muy mansa y desviados de malos pensamientos. Ay diferençia d’ellos a los
de todas las islas, y eso mismo en las aves y alimañas, que todas son de mejor
conversaçión y más mansas”.

Nada menos que 174 islas contó Colón en el archipiélago que nombró
Jardín de la Reina. De nuevo hubo de recordar el almirante las “autorida-
des” que habían situado innumerables islas en los mares de la India. Tanto
Ptolomeo como Marco Polo llegaron, incluso, a fijar su número: el prime-
ro en 1.378 y el segundo en 7.448.

“Navegué el siguiente día, que fue a quinze de mayo, al setentrión declinando


al norueste siguiendo la costa d’esta tierra, y a ora de vísperas vide muy lejos
qu’esta costa bolvía al poniente. Yo desde entonzes llevé aquel camino, aun-
que la tierra no me quedase a mano derecha; y esto fue porque me faltava el
fondo. Y otro día al salir del sol miré de ençima del mástel del navío y vi la
mar cuajada de islas a todos los cuatro bientos, todas verdes y llenas de árbo-
les, la cosa más fermosa que ojos vieron. Temía de navegar entr’ellas por las
baxas y porque an menester mill vezes cada día los vientos todos, porqu’el
canal de la una no conforma con aquél de la otra. Quisiera pasar al austro y ver
si pudiera navegar al poniente y dexar estas islas a mano derecha, mas yo me
acordé y tengo notiçia que toda esta mar es ansí d’ellas hasta el trópico del
Capricornio, y entonzes yo estava açerca de aquél de Cancro; determiné de
andar adelante y seguir mi intinçión de no me dexar de la vista de la tierra fir-
me. Cuanto más andava, descubría más islas, que día se hizo que anoté çiento
y setenta y cuatro. El tiempo para navegar entr’ellas me lo dio Nuestro Señor
siempre a pedir por la boca, que corrían los navíos que paresçía que bolavan”.

41
CONSUELO VARELA

Vieron un guacán, que los españoles llamaron “pez reverso”:

“Llegué a posar día de Pentecoste a la costa de la tierra firme en un lugar


despoblado y no por destenperançia del çielo ni esterilidad de la tierra, en
un grande palmar de palmas que paresçían llegavan al çielo. Allí a la orilla
de la mar en la tierra salían dos ojos de agua en el alto con ínpetu más de
un pie, cuando la marea era de creçiente, atán fría y sabrosa, la mejor que
hombres vieron; y este frior no es salvaje, como otros que dañan el estóma-
go. Descansamos allí en esta yerva con estas fuentes y al holor de las flo-
res, que allí se sentía maravilloso, y a la dulçura del cantar de los paxaricos,
tan suave y de tantos, y a la sombra d’estas grandes palmas y fermosísimas.
Vi allí señal de gentes y ramos de palmas cortados. Y después de aver des-
cansado un poco entré en las barcas y fui a ver un río que me quedava al
levante media legua, y fallé el agua d’él estar tan caliente qu’escasamente
se çofría la mano en ella. Andube por él arriba bien dos leguas sin hallar
gente ni casas, y siempre en la tierra hera aquella fermosura y los palmares
grandes y verdes y en ellos infinitas grúas atán coloradas como escarlata, y
en todas partes el holor de los árboles y flores y el cantar de los paxaricos,
que era cosa maravillosa; ni menos este holor ni cantar hallé en todas las
islas falladas, las cuales no ove lugar de nombrar cada una por su nombre,
porque eran infinitas; mas en general las llamé a todas el Jardín de la Reina.
El día siguiente, estando yo muy ganoso de aver lengua y saver d’esta tie-
rra, vi una canoa de gente que andava a caça de pezes; caça le llaman ellos
y yo, porqu’es ansí la forma, porque tienen estos caçadores çiertos pezes
amostrados, los cuales son ansí de fechura de congrio, y los traen atados por
la cola con un cordel muy cumplido. Y estos pezes tienen la cabeza largui-
lla, toda llena de fosas ansí como de pulpo, y es muy osado, qu’él acomete
a cualquier otro por grande que sea y se le apega con la cabeza en el lugar
más ofensible, y no le despegará d’él antes que mueran. Y ansí los caçado-
res lo hechan al pez que quieren, y él es muy presto y se le apega adonde
yo dixe, y después tiran por el cordel y sacan el uno y el otro hasta la lum-
bre del agua, adonde le matan y prenden con mayor cuerda. Así que estos
caçadores estavan muy desviados de mí, e yo les embié las barcas armadas
y con arte porque no se les fuyesen a tierra; y llegados a ellos, les hablaron
estos caçadores de lexos como corderos sin maliçia, diziendo que se detu-
viesen con las barcas, porque tenían uno d’estos pezes pescando en el fon-
do a una grande tortuga, hasta que lo oviesen recogido en la canoa; y ansí
lo hizieron. Y después tomaron la canoa y ellos con cuatro tortugas, y cada
una tenía cuatro cobdos en largo, y los truxeron a los navíos y me dieron
nuevas de la tierra y de su caçique, qu’estava allí muy çerca, que los avía

42
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

embiado a pescar, y me rogaron que fuese allá, porque me faría gran fiesta.
Diéronme todas cuatro las tortugas, e yo les di muchas cosas, con que fue-
ron muy contentos. Preguntéles si esta tierra hera muy grande, y me res-
pondieron que no tenía cavo al poniente y era cuajada de islas. Diles liçen-
çia, y ellos me preguntaron cómo yo me llamava, qu’ésta es la costumbre
que tienen en cuantos cavos yo boy, y después bolvieron a su exerçiçio, mas
primero me dieron el nombre de su caçique sin que yo se lo preguntase, hon-
rándose d’ello, que así lo hazen en todo cavo”.

CABAYONES, ESCAMBRAY Y EL CACICAZGO DE HORNOPHAY

Dobló el Cayo Cabayones sin entrar en contacto con los indígenas


que, en cuanto veían llegar la flota, huían hacia el interior. Admiró las infi-
nitas conchas de tortugas y supo que los gozques, aquellos perros que nun-
ca ladraban, eran buenos de comer.

“Partí de aí por de dentro d’estas islas en las canales más nabegables siguien-
do al poniente, y siempre no me desviava de la tierra firme, y con buen tiem-
po, a Dios sean dadas infinitas graçias. Y andando muchas leguas hallé una
isla más grande y al cavo d’ella una grande poblaçión. Y bien que yo lleva-
se muy buen tiempo, determiné de surgir y fue a tierra, mas no fallé persona
alguna, porque todos avían huido. Gente sería que se governava de pescado;
infinitas conchas de tortugas tenían muy grandes por aquella playa. Haí fallé
todos juntos bien cuarenta perros no grandes y muy feos, como criados a pes-
cado, ni ladravan, y supe que los indios los comen, y aun de nuestros chris-
tianos los an provado y dizen que saven mejor que un cabrito. Muchas gar-
zotas mansas y otras avezillas tenían allí estos indios”.

Tras dejar de lado la mayor de las islas del grupo llamado Cinco Balas
decidió arrumbarse a la costa cuando divisó las montañas de Escambray.
Ayudado del indio Diego, en una playa supo de un viejo la proximidad de
“Magón”, que al instante Colón identificó con la Mangi de Marco Polo,
donde nacía la gente con cola. Tras pasar por los cayos Largo y Cantiles,
divisó los picos de la sierra de la Trinidad:

“Partí yo de allí sin le tocar en nada, y luego hallé otra isla muy mayor, mas
no curé salvo de llevar mi camino a unas montañas altísimas de la tierra fir-
me, qu’estava<n> de mí catorze leguas, y allí fallé una gran poblaçión y el

43
CONSUELO VARELA

caçique con toda su gente de muy buena conversaçión y bien t<r>atábiles,


y nos dieron mucho refresco de pan y fruta y agua. Preguntéle si esta tie-
rra es mucho adelante al poniente; respondió el caçique, el cual hera hom-
bre de bien, viejo, con otros de su tiempo, qu’esta tierra hera grandísima,
que jamás avía oído dezir quien la supiese el fin; más adelante sabría nue-
vas de la gente de Magón, de la cual provinçia ellos estavan comarcanos.
Navegué el siguiente día al poniente, siguiendo siempre la costa d’esta tie-
rra y andando muchas leguas, siempre por las islas, más grandes y no tan
ásperas. Llegué a una sierra muy alta y grande, que andava muy mucho por
la tierra adentro, atanto que no pude ver el fin d’ella; y d’esta parte de la
mar d’ella avía poblaçiones infinitas, de las cuales luego vinieron a los
navíos gente infinita con fruta y pan y agua y algodón hilado y conejos y
palomas y de otras mill maneras de aves, cantando por fiesta, creyendo
todavía que yo benía del çielo ansí como en todo otro cavo; y aunqu’este
indio que yo traigo les dixese que “de Castilla”, creían y creen qu’es el çie-
lo y que V. Al. está en él. Llegué aquí una tarde, y de tanto como yo avía
andado en poca agua, allí no pude fallar fondo, y el venteçillo de la tierra
me hechava fuera, que yo deseava estar allí un día y ver bien toda esta tie-
rra: Hornofay se llama la provinçia. Estuve a la cuerda allí toda una noche
pairando, que no me paresçió un abrir de mano por <el> suavísimo olor que
de la tierra venía y el cantar de los paxaricos y tanbién de aquél de los
indios, qu’es muy contentable. Estos me dixeron cómo allí adelante hera
Magón, en la cual provinçia toda la gente tenía cola, y que a esta causa yo
los hallaría todos vestidos; y no es ansí, mas éstos desnudos hordenaron
esto de aquellos que andan cubiertos, burlando de aquéllos que andan bes-
tidos; tanbién me dixeron cómo adelante avía islas inumerables y poco fon-
do, y qu’el fin d’esta tierra hera muy lexos, atanto, que en cuarenta lunas
no podría llegar al cavo. Y dixeron verdad de las inumerables islas y poca
agua; mas yo creo que llegaría a la tierra en menos tiempo qu’ellos dezían,
bien que se deve entender que sobre el andar de sus canoas hazían conge-
tura, y no saver que una caravela andaría en un día con buen tiempo más
qu’ellos en siete”.

EL RÍO MAYABEQUE Y “LOS HOMBRES DE BLANCO”

De la ensenada de Broa las carabelas se dirigieron a la costa Sur de la


actual provincia de La Habana, la punta meridional de la península de
Zapata y las montañas del Grillo hasta llegar al río Mayabeque.

44
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

“El día siguiente el viento hera bueno y yo cargué las velas, andando muy
gran camino siempre por esta mar hasta adonde poder saltar en tierra de los
navíos. No fallava fondo. Todo de un golpe entré en una mar blanca como
leche y espesa como el agua en que los çurradores adovan los cueros, y lue-
go faltó el agua y quedé en dos brazas de fondo. El viento era muy mucho y
yo estava en canal muy peligroso para bolver atrás ni çorgir con los navíos,
porque no podían virar sobr’el ancla la proa al viento ni avía fondo para ellos,
porque siempre andava <ar>rastrando la quilla por el suelo. Anduve ansí por
esta canal de dentro d’estas islas diez leguas a mi albedrío hasta una isla,
adonde yo hallé dos brazas e un cobdo de agua y largura para estar las cara-
velas. Allí sorgí y estuve con grande pena, pensando me sería de fuerça dexar
mi empresa y que no era poco si yo bolviese adonde yo avía venido; mas
Nuestro Señor, que siempre me a fecho mill merçedes muy aseñaladas, me
dio esfuerço y puso en voluntad que yo segui<ese> adelante el camino. El día
siguiente embié una caravela pequeña a tentar el fondo de toda aquella mar
allí çerca y a ver si hallava agua dulçe en la tierra firme, de que tenían todos
los navíos grande neçesidad. Bolvió con la respuesta que, a la orilla de la tie-
rra, avía un lodo muy alto <e> hasta dentro en la mar grande pieza la arbo-
leda tan espesa, que no entraría por ella un gato; y que avía andado por esta
costa mucho y que en toda la mar avía hallado canales y el mesmo fondo que
yo avía traído e yo avía visto de ençima del mástel del navío: a todos los vien-
tos la mar toda cuajada de islas y toda ansí blanca; y la tierra firme que a la
orilla de la mar hera la arboleda muy espesa en gran manera y durava de
ancho como muro de çiudad un cuarto de legua, y que todos estos árboles
heran en el agua, y junto con esta arboleda avía tierra alta y llena de palmas
y otros árboles muy fermosos, y avía prados y campos: duraría el anchor
d’esto cuatro leguas, y en lugar, çinco, [ansí] siempre ansí al luengo de la
costa de la mar; después avía tierra muy alta y muchas montañas en ella, todo
muy fermoso y berde; y vi<o> muchas ahumadas y grandes fuegos.
Determiné de seguir adelante y navegué ansí entre estas canales entre estas
islas, las cuales heran más ásperas que en el Jardín de la Reina, y ansí llenas
de árboles verdes y hermosos, y de aves. Y navegué así al nurueste fasta que
llegué a una punta muy baja con los navíos en seco; y dentro d’esta punta la
tierra boja al oriente, y se descubría al setentrión montañas muy altas lexos
d’esta punta veinte leguas, y entremedias limpio de islas, que todas quedavan
al austro e al poniente. Temía yo por el viento bueno e ya hallaba tres brazas
de fondo. Determiné de tomar el camino d’estas montañas, a las cuales no
pude llegar fasta el día siguiente, que fue a çorgir a un palmar muy fermoso
y grande, adonde yo hallé fuentes de agua dulze muy buena y señal que allí
avía estado gente”.

45
CONSUELO VARELA

Un ballestero tuvo una extraña visión:

“Acaesçió qu’estando aquí forneçiendo los navíos de leña y agua, [y] un


ballestero que avía caçado se halló entre muchos indios que, según él dixo,
serían bien treinta, y qu’el uno de ellos traía túnica blanca hasta los pies, y
que se halló tan de súpito sobre él y sobre des[a]cuerdo, que pensó que era
un fraile de la Trinidad que yo traía; después binieron a él otros dos con túni-
cas blancas que llegavan debajo de la rodilla, los cuales heran tan blancos
como nosotros en la color. Entonçes él ubo miedo y dio bozes huyendo a la
mar. Vido que los otros se descubrieron y que aquél de la túnica cumplida
venía tras él llamándole, y qu’él nunca escuchó, sino fuyendo se tornó a las
barcas y me hizo relaçión d’esto. Y embié luego gente allí adonde él avía vis-
to esto, por ver si podía aver allí fabla con esta gente, porque, según la rela-
çión d’este vallestero, éstos no venían por fazer mal, salvo por aver fabla con
nosotros. No hallaron a nadie aquéllos que yo embié, puesto que fueron
mucho por la tierra adentro, de que me pesó harto, porque yo quisiera aver
fabla con ellos, que yo ya avía pasado tantas tierras que no avía visto gente
ni poblado. Comprehendí qu’éste d’esta túnica hera el señor o caçique d’e-
llos, el cual vibiría mucho la tierra adentro, porque todas estas tierras, como
yo dixe, son anegadas y llenas de árboles junto con la mar, e allí adentro son
muy fermosas tierras, aunque allí donde yo estava hera playa y tierra enxuta
y lindos palmares e aguas muy buenas, e nos abrían visto venir de mar en fue-
ra, y se abría açercado a la ribera de la mar por saver de nosotros”.

Resulta muy enigmática esta visión del ballestero, que viene a dar al
relato un cierto tono sobrenatural, enlazando con el susto que poco después
se van a llevar los soldados al ver huellas que parecían de león o de grifo.
Mientras que Juan Manzano cree que se trata de descendientes de españo-
les perdidos en las Indias, otros autores como A. Humboldt y A. Núñez
Jiménez piensan en una confusión óptica con las grullas.

“El día siguiente con el deseo que yo tenía de saver nuevas qué tierra era ésta,
enbié veinte y çinco hombres bien armados que anduviesen ocho <o> diez
leguas la tierra adentro fasta hallar gente, que creo que a menos de çinco
abría poblaçiones, según las ahumadas que yo vía. Y andando un cuarto de
legua hallaron una vega que andava de poniente al levante al luengo de la
costa, y por no saver el camino quisieron atravesar la vega, y la yerva hera
tanta y tan alta entretexida, que nunca pudieron andar adelante y se bolvie-
ron acá cansados, como si anduvieran veinte leguas, y me renunçiaron que
era inposible andar la tierra adentro por allí, porque no pudieron fallar cami-

46
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

no ni bereda. El otro día torné a embiar a otros al luengo de la playa para ver
si topavan con alguna bereda que anduviese la tierra adentro; fallaron rastro
de vestias grandísimas de çinco uñas, cosa espantable, que juzgavan que fue-
sen <de> grifos o de otras vestias, e juzgavan que fuesen leones. Tanbién
éstos se bolvieron atrás. Aquí fallé muchas parras muy grandes y muy fer-
mosas, cargadas de agraz, que cubrían todos aquellos árboles, que era cosa
de maravilla. Tomé d’ellas y de la tierra del fondo d’esta mar blanca para
embiar a V. Al., y ansí le embío en una espuerta de agraz e trozos de parras
e un barril de la tierra del fondo de la mar blanca. También allí avía muchas
frutas aromáticas, como en los otros lugares donde yo fue, de las cuales no e
procurado poco para secar e embiar a V. Al., mas nunca se a podido fazer,
porque no a avilidad en los navíos. También fallaron estos hombres que yo
avía embiado grúas mayores dos vezes que aquéllas de Castilla”.

Las pruebas eran fundamentales para conocer la naturaleza de las


islas, y un lavador de Valencia, Diego de Torres, hizo un contrato en 1495
para ensayar la arena enviada por el almirante. En 1496, con el mismo obje-
to, trajo Colón a España de las Indias “maderos e piedras de las Yndias y
pipas de algodón hilado e una pipa de arena”.

PUNTA DE SERAFÍN Y BAHÍA DE BATABANÓ

Como solía hacer, el almirante no quería dejar tierra atrás sin recono-
cerla. Por ello le vemos constantemente ir y venir de un punto a otro; dibu-
jado sobre un mapa su itinerario, no veríamos más que lazos que se entre-
cruzan. Así nos describió el genovés la cadena de Rosario (Guaniganico) y
el surgidero de Batabanó:

“Visto que yo avía dexado la punta del Serafín, donde la tierra boxava al
poniente, y avía atravesado a las montañas al setentrión, no quise que me
quedase dubda en esta tierra de la punta del Serafín si andaría mucho al
levante y faría isla toda la tierra que yo avía pasado. Navegué de aí donde yo
estava al oriente por la mesma costa fasta que yo vi que la una costa y la otra
se ajuntavan y hazían allí seno. Bolví la mesma costa atrás otra vez al ponien-
te, y aunque yo traía los navíos y la gente muy cansada, propuse de navegar
al poniente fasta unas montañas que yo avía visto lejos de mí, de adonde
tomé el agua, treinta y çinco leguas. Y andando las nueve fallé en una playa
dos casas, y tomé el caçique d’ellas, el cual, como ignorante e persona que

47
CONSUELO VARELA

no avía salido de allí, me dixo que, allende de aquellas montañas, que pares-
çía que era la mar muy fonda y boxía al setentrión muy gran número de jor-
nadas. Levanté las áncoras y seguí mi camino muy alegre, pensando que sería
ansí como me avía dicho, y andando otras [hueco en el original] leguas me
fallé embaraçado entre muchas islas e muy poco fondo, de manera que yo no
hallava canal que me consintiese andar adelante”.

LA TIERRA DEL EVANGELISTA

Aunque Miguel de Cúneo, acompañante de Colón en el segundo via-


je, nos hable de la existencia de un rey llamado Santo, es posible que el
nombre se deba a una contaminación del Ciandu de Marco Polo, como nos
ha demostrado J. Gil. Por otra parte, Cheroneço es Quersoneso, la ‘penín-
sula’. De nuevo vemos al almirante recordando los lugares de Oriente: los
antiguos llamaban Aurea Quersoneso a la península de Malaca. Colón le
llamó de San Juan Evangelista (es en realidad la actual Isla de Pinos):

“Mas a Nuestro Señor le plugo a remediar mi deseo y, al cavo de un día y


medio, por un canal muy angosto y bajo por fuerza de anclas y cabestrantes
andube pasando los navíos por la tierra en seco casi media braza fasta aver
andado dos leguas, adonde yo fallé dos brazas y media de agua, en que nave-
gavan los navíos; y andando más adelante fallé tres brazas. Y allí vinieron
muchas canoas, y la gente d’ellas me deçía que, allende de aquellas monta-
ñas, reinava un rey que me paresçía qu’ellos dezían por maravilla el modo y
forma de su regimiento y de la gente; dezían de su estado y que tenía infini-
tas provinçias y que se llamava ‘Sancto’ y traía túnica blanca que le arrastra-
va por el suelo. Holgué mucho, pensando que yo podría llegar a él, mas según
yo comprehendo, estava mucho la tierra adentro. Y así llevé el camino
siguiendo la costa de la mar, siempre no más de tres brazas de fondo. Y des-
pués de navegado cuatro días y pasado las montañas, que me quedavan muy
mucho al oriente, y sienpre fallando la costa de la mar anegada y arboleda
espesa, como dixe, y que hera inposible entrar por ellas, y que yo estava meti-
do en un seno, porque otra bez la tierra, del austro, boja al oriente, vi unas
montañas muy altas allí adonde esta tierra hazía cavo, lejos de mí veinte
leguas, pues que la mar no bogía al setentrión ni hera de muy grandísimo fon-
do, como el caçique avía dicho. Al cual torné a repreguntar por qué me men-
tía, y él dixo que lo avía oído dezir que la costa de la tierra que yo seguía que

48
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

no iría yo al cavo en çincuenta lunas. Navegué por dentro de muchas islas, y


al cavo de dos días con sus noches llegué a las montañas que yo avía visto, y
hallé que era un Cheroneço atán grande como aquél de la Aurea o como la
isla de Córçega. Çerquéle todo y nunca pude hallar entrada para ir en tierra
adentro, porque era así la costa llena de lodo y de los árboles espesos como
las otras que arriba dixe, y las ahumadas heran en la tierra adentro muy gran-
des y muchas. Estube allí por esta costa siete días buscando agua dulze, de
que yo tenía neçesidad, de la cual fallé en la tierra de la parte del oriente en
unos palmares muy lindos. E allí fallé nácares grandísimos; perlas deve aver
allí, si se continuase la pesquería. Después que yo ove tomado el agua y leña,
navegué al austro siguiendo la costa de la tierra firme fasta que me llevava al
sudueste y paresçía que avía de llevar este camino gran número de jornadas;
y al austro vía toda la mar cuajada de islas”.

EL RETORNO

Después de dejar la tierra del Evangelista, Colón decidió regresar a La


Española. Los barcos tenían problemas, los hombres estaban cansados y él
se sentía enfermo. Forzosamente había de desandar el camino. Por ello, en
su carta, vuelve a hacer comentarios acerca de los lugares por donde pasa
conforme avanza en su ruta. Algunos, repetidos, los omitimos, mientras
que damos en texto completo los que enriquecen sus observaciones:

“Ya aquí estavan los navíos muy desconçertados por las muchas bezes que
avían dado sobre los bajos y quedado en seco, y tanbién tenía todas las cuer-
das y los aparejos muy gastados y la mayor parte de los mantenimientos per-
didos, en espeçial el vizcocho, por la mucha agua que fazían los navíos, por-
que eran muy desmanchados y toda la gente estava muy cansada y temerosa,
aunque d’esto mucha esperança tenía yo en Dios que nos traería a salva-
miento. Y visto que yo avía pasado desd’el cavo de Alfa e O justo mill y
duzientas y ochenta y ocho millas, que son treçientas y veinte y dos leguas,
y avía anotado infinitas islas, acordé de tomar la buelta y no por el camino
que yo avía traído, y tornar a Jamayca, a que nombre de Santiago le avía
puesto, ya dispuesto de acavar de rodear toda la parte del austro, porque yo
avía andado a rodear toda esta isla Ysavela toda la parte del austro, que yo no
avía visto, y qu’estando al cavo de la parte del poniente, si pudiese, adovar
allí los navíos y correr al oriente todas las islas de los caníbales y descubrir

49
CONSUELO VARELA

otras. Y allí di la buelta al austro, pensando poder pasar por de dentro de unas
islas que allí estavan, en las cuales nunca hallé canal, y me fue por fuerça de
bolver atrás por un brazo de mar, por donde yo navegué hasta la punta del
Serafín a las islas donde primero avía çorgido en la mar blanca.
”Después que ove pasado las casas del caçique que arriba dixe en una
jornada, una mañana antes qu’el sol saliese bi benir de la mar en fuera el
camino de la tierra más de un cuento de cuervos marinos todos juntos; y por-
que yo otro tanto vi en cuanto aya andado por la mar, lo cuento por maravi-
lla. Y el día siguiente vinieron a los navíos tantas de mariposas, que escure-
çían el aire del çielo, y duraron ansí fasta la noche, que lo estruyó una gran
agua y torbonada que vino. Tanbién cuando yo dexé la tierra donde deçían
qu’estava el rey “Santo” para ir al Cheroneço, a que de Sant Juan Evangelista
puse nombre, vien que yo en todas aquellas mares uviese visto infinitísimas
turtugas, en estas veinte leguas la mar era muy cuajada d’ellas, grandísimas,
atantas que paresçía que los navíos se encallarían en ellas. Tiénenlas los
indios en gran presçio y por muy sanas y sabrosas, y nosotros no las tuvimos
en menos.
”Después que yo partí del Evangelista, navegué por un brazo de mar
Blanca, como es todo lo otro de allí, e muy profundo. En cavo de muchos
días llegué a las islas adonde yo avía çorgido en la primera vez en la mar
Blanca, que fue más milagro de Nuestro Señor que saver ni ingenio de hom-
bre. Y dende vine fasta la probinçia de Hornofay con no menos peligro que
yo avía pasado, y allí sorgí en un río y forneçí los navíos de agua y leña para
navegar al austro y no bolver por donde avía venido y dexar el Jardín de la
Reina a mano izquierda, si otras islas no me lo impidiesen. Y ansí fue, aun-
que no pude pasar sin comunicar a muchas islas, que hasta entonzes no avía
visto. Aquí en esta probinçia es la tierra montañossa, como yo dixe arriba,
fertilísima, de gente mansa en grande manera y muy abundosos de frutas e
de sus viandas, de que de todo me dieron muy grande parte; eran suavísimas
y aromáticas. Allí nos truxeron tanbién infinitísimas aves y papagayos, y lo
más eran palomas muy grandes, tan sabrosas como las perdizes de Castilla;
fazíalas yo abrir por ver que tenían en el papo, así como a los pezes que allí
en el navío se matavan, y fallava a estas palomas el papo lleno de flores que
olían que si fueran de naranjo. Allí mandé dezir missa y plantar una alta cruz
+ de un gran madero, ansí como yo acostumbrava hazer en todo otro cavo
idógneo adonde yo e estado y ando.
”Domingo cuando se dixo la missa y yo desçendí en tierra, adonde pri-
mero avía mandado hordenar una iglesia al caçique de aquí, que paresçía
hombre muy honrado y señor de mucha gente, cuando yo desçendí de la bar-
ca, me vino a tomar por la mano, e un hombre muy biejo, de más de ochen-

50
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

ta años, que benía con él al lado, me tomó por la otra mano; traía este viejo
un ramal de cuentas de piedra mármol al pescueço, las cuales acá en todo
cavo tienen en gran presçio, y un çestillo de mançanas en la mano, el cual
luego me dio en presente como desçendí de la barca. El, con todos los otros,
ansí desnudos andan como nasçieron, ansí como en otro cavo que yo aya
hallado. Y después este caçique con este viejo y toda su gente tras nosotros
me llevaron así por las manos hasta la iglesia, donde me dieron lugar que aca-
vase mi oraçión. Y después el viejo propuso su raçonamiento con muy buen
paresçer y muy buena osadía. El intento fue cómo él avía savido cómo yo
avía corrido todas las islas y tierra firme, la cual hera aquélla en que nosotros
estávamos, y que yo no tomase banagloria, puesto que toda la gente oviese
miedo, porque yo hera mortal como todos los otros; y de aquí començó con
palabras y señas afigurando en su persona cómo nos naçimos y teníamos áni-
ma y mostrando el amor que tenía con el cuerpo, y que del mal de cada
miembro ella era la que se dolía, y al tiempo de la muerte al despedimiento
d’él sentía gran pena, y qu’esta ánima iba al Rey del çielo o en al avismo de
la tierra, según el bien o el mal que avía obrado en el mundo. Y porqu’él
conosçió que yo gustava y avía plazer de oílle [hueco en el original].
Respondíle yo con interçesión d’este indio que yo tengo conmigo, qu’es de
aquéllos que fueron a Castilla, como yo dixe arriba, el cual entiende muy
bien nuestra lengua y la pronunçia y es muy buena persona, que yo no avía
fecho mal a nadie salvo a los malos, mas antes fazía bien y honra a todos los
buenos, y qu’esto hera lo que V. Al. avían mandado. Y él respondió con
maravilla a este indio: “¿Cómo? ¿Este almirante a otro señor obedeze?” Y él
respondió: “A el rey y a la reina de Castilla, que son los mayores señores del
mundo”. Y por aquí les començó a contar todas las cosas de Castilla, de las
çiudades, de las iglesias, de las casas grandes y de la nobleza de la gente, de
las fiestas y justas qu’él avía visto, del correr de los toros, de las cosas de las
guerras qu’él avía savido. Todo lo recontó muy bien, en forma que holgó
muy mucho el viejo y se determinó de venir a ver a V. Al., mas por la mujer
e hijos que lloravan por piedad dexó la empresa, y no le quise tomar por fuer-
ça como a otro mançevo, el cual tomé mucho sin escándalo de la tierra; el
cual con el caçique que tomé en Sava embío a V. Al., que aunque esta gente
sean desnudos y parezca al huir que devan ser salvajes y vestias, yo les çer-
tifico que son agudísimos y huelgan de saver cosas nuevas como nosotros.
Ellos, luego que yo llego a alguna poblaçión, vienen a los navíos con sus
canoas para reconoçernos como avisados, y la primera fabla es fazernos saver
cúyos son y el nombre de su caçique, teniéndolo en gran cuenta e recontan-
do su grandeza y su estado, y después preguntar por el nombre del caçique
de los navíos; y savido, replícanlo el uno con el otro muy muchas vezes, por-

51
CONSUELO VARELA

que no se les olvide, y después preguntan cómo llaman a los navíos y si veni-
mos del çielo; y aunque se les diga que de Castilla, todavía queda asentado
en sí qu’este reino es en el çielo, porque no tienen notiçia salvo de gente des-
nuda [re]salvando a los de Magón, a los cuales ponen por tacha qu’el bestir
es porque tienen cola, como dixe arriba. Ya yo dixe cómo estos caçiques no
tienen bienes propios y que ansí me lo avían dicho, porque la tierra es tan
grande y tan fértil, que sobrara aunque ubiese çien vezes otros tantos. Bien
podrá ser que, fuera de la ribera de la mar, que la tierra adentro que abrá otro
regimiento, como avemos leído y se deve creer la mayor parte, mas yo no me
e querido detener en ningún cavo a embiar a otra tierra salvo correr la costa
de la mar cuanto yo puedo, porque, después de savida la mar y la costa d’e-
lla, buscaremos y entraremos en la tierra y partiremos de nuestra casa con tal
propósito y adereço, porque abremos visto de la mar el lugar donde nos pare-
zerá de gastar el tiempo. Verdad es que si yo fuera de la parte del setentrión,
como yo fue del austro, fazia el Catayo, que trovara provinçias fermosas. Yo
gastaré algún tiempo en enbiar gente la tierra adentro, si en la costa no falla-
ra lo que se escrive en las istorias d’esta provinçia de hedefiçios reales y de
fertilidad de la tierra, que yo agora e comprehendido harto, y sobre todo por
qué dizen que los anteçesores d’este emperador embiaron a Roma que les
embiasen doctores que les enseñasen nuestra sancta fee, porque se querían
tornar christianos con su gente, y darle e la embaxada de V. Al.
”Partí de la probinçia de Hornofay del río de las Misas y navegué al aus-
tro por dexar el Jardín de la Reina a mano izquierda por el peligro de la nave-
gaçión que yo en él avía pasado, y andando días [hueco en el original] no sin
pasar islas, de las cuales con las otras que yo vi a la ida, que fueron inume-
rables [hueco en el original], bine a tener a la probinçia de Macaca por cau-
sa de los vientos que me resurtieron. Y allí y en toda la probinçia me reçi-
bieron muy bien y me dieron refresco de las cosas que tenían. Después partí
con próspero viento y bolví a la isla de Santiago, a que los indios Jamayca
dizen, a çurgir en el mesmo lugar de donde yo avía partido cuando yo dexé
la isla y vine a la tierra firme.
”Plugo a Nuestro Señor de me dar tan buen tiempo como yo avía menes-
ter, porque todos los navíos me andavan a fondo del agua por los travajos que
avía pasado, y toda la gente estava muy cansada, que yo ya era açerca de çin-
co meses que jamás avía descansado una ora y llevado muy mala vida por los
mantenimientos que avíamos perdido. Y así al cavo de [hueco en el original]
días llegamos al fin de la isla con muy próspero tiempo a pedir por boca, y
allí en el puerto de Santa Cruz, el cual es muy bueno, remedié los navíos lo
mejor que pude y esforzé la gente que fuésemos a correr todas las islas de los
caníbales, pues ya estávamos tan çerca, y que en ellas hallaríamos de comer.

52
EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA “TIERRA MÁS HERMOSA”

”Esta carta escreví en el puerto de Santa Cruz, qu’es junto con el cavo de
San Rafael de la Ysavela de la parte del Oriente, porque creía que podía fallar
navíos que bolverían a Castilla; y por no lo<s> detener me aperçeví porque
V. Al. fuesen avisados, cuya vida y muy alto estado guarde y prospere la
Santa Trinidad a Su sancto serviçio por siempre jamás. Fecha a 26 de hebre-
ro de 95 años”.

LOS VIAJES ANDALUCES: CUBA, LA ISLA MÁS HERMOSA

Se conocen con el nombre de viajes andaluces, menores o de descu-


brimiento y rescate los que empezaron a organizarse a partir de 1494 y que
tuvieron como punto de partida los puertos andaluces. Fue precisamente
una de esas expediciones, la comandada por Alonso de Hojeda en 1499,
que llevaba como piloto a Juan de la Cosa y como tripulante de excepción
a Americo Vespucci, la que descubrió la insularidad de Cuba. Y así, como
una isla, la dibujó Juan de la Cosa en su famoso mapamundi que entregó a
los reyes en 1500.
Ese mismo año, Americo Vespucci al que se había prohibido en
Castilla embarcar en una nueva expedición por ser extranjero, se dirigió a
Portugal. En Lisboa se apresuró el florentino a informar a los portugueses
del último descubrimiento —el de la insularidad cubana— del que él había
sido excepcional testigo de vista. Con su relato se confeccionó la carta náu-
tica de Alberto Cantino, de 1502, en la que, como en la del montañés de la
Cosa, Cuba está representada como isla.
Estas dos primeras representaciones cartográficas, fruto de aquel via-
je andaluz, pondrían punto final a las teorías colombinas: Cuba ya no
podría nunca más ser considerada “tierra firme”, aunque sí continuó sien-
do “la isla más hermosa”.

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

Se han reunido en este artículo las primeras impresiones de la isla de


Cuba en los escritos de Cristóbal Colón, el hombre que la descubrió a los
europeos. Es cierto que hubo también menciones cortas a la isla en los
escritos de varios de los acompañantes del almirante; sin embargo, no las

53
CONSUELO VARELA

hemos incluido aquí porque no añaden datos significativos y nuestro texto


hubiera perdido unidad. Las cartas de Colón, todas ellas dirigidas a sus
reyes, dan la mejor y más clara primera descripción tanto de la isla como
de sus habitantes. Las hemos seguido cronológicamente, utilizando nuestra
edición crítica y para las identificaciones geográficas nos hemos guiado por
las coordenadas dadas en el excelente libro de nuestro recordado amigo el
Dr. Antonio Núñez Jiménez, El Almirante en la Tierra más hermosa. Los
viajes de Colón a Cuba.

BIBLIOGRAFÍA

COLÓN, Cristóbal: Textos y documentos completos. Nuevas Cartas, edic. de


C. Varela y J. Gil, Madrid, 1992.
MANZANO Y MANZANO, Juan: Los Pinzones y el Descubrimiento de
América, Madrid, 1988.
NÚÑEZ JIMÉNEZ, Antonio: El Almirante en la Tierra más hermosa. Los via-
jes de Colón a Cuba, Cádiz, 1985.
VARELA, C. y GIL, J.: Cartas de particulares a Colón y Relaciones coetá-
neas, Madrid, 1984.

54
Andaluces de Cuba (siglos XVI a XVIII)

Antonio García-Abásolo
Universidad de Córdoba

Cuando se examinan los estudios de la emigración a las Indias espa-


ñolas, la conclusión que se puede obtener en primer lugar, en lo que se
refiere a los que se dirigieron a Cuba, es que no fueron muchos. Un exa-
men más detenido mostraría que los que fueron, en su mayor parte, no res-
ponden al tipo de lo que cabe deducir que fue el poblador normal en la
América española. En líneas generales, cabría decir que los aportes funda-
mentales estuvieron constituidos por personas que iban a Cuba a cumplir
un destino, bien como funcionarios de la administración, bien como gente
de guerra primero y como militares formales después, en el siglo XVIII,
bien como eclesiásticos, bien como artesanos especializados en alguna de
las materias que se hicieron propias de Cuba a lo largo de sus primeros
siglos de presencia española, por ejemplo personas expertas en la traza y
construcción de murallas y todos los artesanos relacionados con las nece-
sidades artilleras de los emplazamientos cubanos. Por lo tanto, antes de
entrar en el análisis específico de la inmigración de andaluces, que es el
objetivo de estas páginas, se hace muy aconsejable empezar por mostrar
cuáles fueron los perfiles que Cuba adquirió como zona peculiar dentro de
los dominios españoles ultramarinos.

CUBA, DE ZONA DE PASO A LLAVE DE LAS INDIAS

En la época de la primera presencia española en el Nuevo Mundo,


Cuba se perfiló pronto como lugar de paso al continente. Velázquez, el con-
quistador y primer gobernador de Cuba, comenzó las primeras avanza-
das en 1508 por medio de Sebastián de Ocampo, en 1511 ya estaba orga-

55
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

nizando la primera expedición a México y en 1518 la que definitivamente


terminaría con la conquista de Tenochtitlán y la formación de Nueva
España sobre los restos del dominio azteca. No obstante, también en esos
años se fundaron en Cuba ciudades que aseguraron el poblamiento perma-
nente, como Baracoa, Bayamo, Sancti Spiritus, Trinidad, Puerto Príncipe y
La Habana; pronto se perfiló una preferencia por el asentamiento en la par-
te occidental, la más cercana al continente, la de La Habana, como si inclu-
so ese primer poblamiento ratificara la vocación de la isla como platafor-
ma para la expansión.
Como había sucedido en La Española, los indios cubanos se extin-
guieron pronto, ya en la década 1620-1630, de manera que la entrada de
esclavos negros se hizo una característica de Cuba hasta el punto de que
configura étnicamente la población desde los primeros tiempos de su his-
toria. No corresponde aquí considerar la importancia de este elemento en
la evolución demográfica de Cuba, pero bastará con unas breves notas para
ratificar lo expresado. En 1600 había tantos negros en Cuba que los pobla-
dores españoles advirtieron del peligro que esto podía implicar para la
seguridad en la isla; incluso había grupos de cimarrones, es decir, esclavos
escapados de sus amos y que vivían de lo que podían conseguir. El esta-
blecimiento de la industria del azúcar desde finales del siglo XVI estabili-
zó la importación de negros, que se incrementó a partir de la toma de Cuba
por los ingleses (1762) y especialmente desde la aplicación del Reglamento
de Libre Comercio: la época dorada de la esclavitud cubana se sitúa entre
1790 y 1860, es decir, desde la ampliación de los mercados hasta que en
Europa se comienza a obtener azúcar a partir de la remolacha.
Otros productos que configuraron la economía de Cuba fueron el
tabaco, que comenzó a exportarse a comienzos del siglo XVII —como el
azúcar—, y el café, introducido en la isla a mediados del siglo XVIII. En
ambos casos, la entrada y desarrollo de estos productos tuvo repercusiones
demográficas. El tabaco acabó fomentando la entrada de canarios y el café
la de cultivadores de experiencia que huyeron de La Española a causa de la
revolución de Haití (1790) y se establecieron en Cuba y en otros lugares de
las Antillas y del continente.
La condición de Cuba como lugar de paso se terminó cuando se cons-
tituyó el reino de Nueva España. En general, desde el fin de las grandes
conquistas de México y el Perú, Cuba perdió rápidamente su atractivo
como lugar de destino para los españoles. Lo mismo sucedió con el resto

56
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

de las Antillas y eso explica que la Corona se viera en la necesidad de pro-


mocionar las islas para asegurar al menos un poblamiento español mínimo.
Una real cédula de 1583 concedió la propiedad de la tierra a quienes cons-
truyeran en Cuba su casa y cultivaran su tierra al menos durante cuatro
años. Los pobladores veteranos se habían marchado a México en primer
lugar y a Perú después, de manera que Cuba, a donde habían llegado los
primeros pobladores desde La Española, se fue desangrando también en
beneficio del continente. También hacia el norte, es decir, hacia el sur de
los Estados Unidos actuales, Cuba envió conquistadores y pobladores que
le eran vitales: en 1538, Hernando de Soto, gobernador de la isla, fue pre-
miado por su participación en la conquista del Perú con el nombramiento
de adelantado de la Florida, y el año siguiente salió de Cuba con veteranos
de la isla y con gente que él mismo había llevado a ella.
Por otra parte, el establecimiento del sistema de navegación en con-
voy entre España y las Indias desde mediados del siglo XVI, benefició a
Cuba —sobre todo a La Habana— con los recursos seguros que propor-
cionaron el abastecimiento de las tripulaciones y pasajeros y el acondicio-
namiento de los barcos. Es verdad que también introdujo un elemento de
atracción que garantizó la presencia de corsarios a lo largo de casi toda la
historia colonial. La protección del puerto de La Habana significó desde
mediados del siglo XVI la seguridad de las flotas de Indias y del sistema
de comunicación y abastecimiento entre España y sus reinos americanos.
Fue una especialización de Cuba que se materializó con las disposiciones
del Consejo de Indias para que se incrementara la fortificación de La
Habana y con el nombramiento de gobernadores militares. Para asumir
estas funciones vitales en la organización de las provincias americanas,
Cuba recibió situados, es decir, asignaciones periódicas de dinero de las
cajas reales de Nueva España que suponían la contribución del virreinato a
su propia seguridad en primer lugar y a garantizar, en definitiva, la condi-
ción de Cuba como llave de las Indias.
Por otra parte, y atendiendo no tanto al tráfico de la Carrera de Indias
y a las comunicaciones con España como a la posición de Cuba en los cir-
cuitos del comercio interamericano, muy pronto pasó a tener una posición
de primer orden como vendedora de cobre y redistribuidora de los sobran-
tes de las flotas de Indias, sobre todo comprados por los comerciantes
mexicanos, y a ser gran consumidora de granos y harinas también proce-
dentes de Nueva España y llegadas a través del puerto de Veracruz.

57
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

LOS POBLADORES ESPAÑOLES DE CUBA

Esa función de llave de las Indias, tan extraordinariamente importan-


te, tuvo como consecuencia la especialización de Cuba en la concepción
organizativa del Imperio ultramarino. Las Indias españolas tuvieron dos
llaves, o dos puertas, a continentes, Cuba a América y Filipinas a Asia;
ambas participaron de la condición de marginalidad, aunque en el caso de
Cuba margen significa frontera y carece del contenido peyorativo de atra-
so que habitualmente posee ese término, plenamente aplicable a Filipinas;
ambas se integraron administrativamente en el Virreinato de Nueva España
y recibieron de sus recursos lo que necesitaban para asumir sus funciones
de protección; en ambas también la población española se vincula a su
especial función.
Con estas premisas debe ser considerado el movimiento de poblado-
res españoles a Cuba durante el período colonial, porque dejaron su
impronta de manera incuestionable. Habría que comenzar diciendo que hay
pocos estudios del movimiento de pobladores peninsulares hacia Cuba,
aunque sí hay de la demografía insular. La historia de la población de Cuba
hace conveniente una división en dos períodos: antes y después del primer
censo en 1774. Del primero no se ha hecho aún un estudio general detalla-
do, que siempre estaría condicionado por la dificultad de evaluar la emi-
gración ilegal. De acuerdo con las informaciones de los cronistas y con las
investigaciones realizadas sobre la documentación relativa a los pasajeros
a Indias, en particular los trabajos de Peter Boyd-Bowman, se sugiere que
la mayor parte de los pobladores peninsulares que estuvieron en el descu-
brimiento y conquista de Cuba, procedían de León, Asturias y el norte de
Castilla en general, de Extremadura y sobre todo de Andalucía. Gente
endurecida por un medio hostil; aquella gente de la que Estrabón dejó
escrito que tenían el cuerpo preparado para la abstinencia y la fatiga y el
alma para la muerte. Otra cuestión interesante es que el desequilibrio entre
hombres y mujeres en la emigración desde España y los aportes no euro-
peos al mestizaje en la isla, configuraron unas características étnicas pecu-
liares. Por último, se hace una particular insistencia en la importancia del
crecimiento vegetativo sobre el aporte peninsular.
Hay algunos estudios parciales que analizan, sobre todo, la emigra-
ción canaria a Cuba, especialmente notable durante el siglo XVIII, hasta el
punto que la identificación entre veguero (cultivador de tabaco) y canario

58
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

fue habitual. Estas aportaciones humanas comenzaron a ser importantes


desde el siglo XVII y estuvieron relacionadas con la favorable evolución
demográfica del archipiélago frente a los desastres ocurridos en la penín-
sula. Hay que mencionar los desastrosos efectos de las epidemias de 1647-
1649 y 1678-1682, que barrieron el levante y el sur peninsular mientras que
nada parecido afectó a Canarias, que, por los datos de fines de siglo, tuvo
un crecimiento de su población. Tampoco tuvieron que soportar las islas las
levas frecuentes de hombres en la mejor edad para las continuas operacio-
nes militares europeas ni las consecuencias demográficas de los movi-
mientos obligatorios de grupos humanos que experimentó España en esa
época. Por otra parte, la propia Corona determinó en 1678 que las naves
que salían de Canarias hacia las Indias llevaran gente a los lugares que
señalara el Consejo de Indias, en función de las necesidades de la adminis-
tración colonial. El destino eran las islas de Barlovento y la cantidad cinco
familias por cada cien toneladas; pero, aunque esta disposición tuvo carác-
ter obligatorio y dio lugar a que se estableciera una corriente de emigración
canaria a Cuba, lo cierto es que no se aplicó con rigor.

LOS POBLADORES ANDALUCES DE CUBA

Con lo expuesto hasta aquí se debe entender que el movimiento emi-


gratorio de españoles a Cuba siguió unas pautas que no permiten hacer un
análisis según los usos propios de estos estudios. En gran medida, los espa-
ñoles que acabaron por establecerse en Cuba lo hicieron porque ése fue su
destino oficial, es decir, porque fueron individuos relacionados con alguna
de las actividades que en las páginas anteriores quedaron expuestas y que
perfilaron las funciones asignadas a Cuba dentro de la organización de los
dominios españoles. Bien es cierto que se trata de personas que no fueron
solas, sino que normalmente se asentaron en la isla con sus familias y con
los criados, en su caso, llevados desde España.
Es más que probable que hubiera muchos andaluces entre los prime-
ros españoles que abandonaron la isla de La Española para pasar a Cuba;
en todo caso, aquellos primeros españoles fueron en general muy aventu-
reros y muy pronto saltaron a buscar mejores medios de vida al continen-
te. Tanto es así que la Corona llegó a plantear la conveniencia de amenazar
este éxodo con la pena de muerte y la confiscación de propiedad, aunque

59
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

esta amenaza no se puso en práctica. Por otra parte, sería muy complejo
seguir el rastro de los andaluces que hicieron el itinerario fijado, es decir,
La Española, Cuba y América continental, aunque haya algún famoso de
huella brillante.
Las fuentes para estudiar el paso de andaluces a Cuba deben ser toma-
das del Archivo General de Indias, Sección de Contratación y, dentro de
ella, en los libros de pasajeros y en las informaciones presentadas por los
que marcharon a Indias para acreditar su limpieza de sangre y el cumpli-
miento de los requisitos exigidos oficialmente. Por ese medio se puede
obtener una cifra de 537 registros de andaluces que fueron a Cuba durante
los siglos XVI, XVII y XVIII. Las características de estos pasajeros, en la
mayor parte de los casos pobladores, serán expuestas a partir de gráficos
estadísticos, pero atendiendo a la conveniencia de entrar en lo cualitativo,
de manera que los números encuentren un acomodo humano razonable.
Con estas perspectivas, vamos a hacer un recorrido que nos permitirá cono-
cer cuántos fueron, de dónde eran, si eran hombres o mujeres, su estado
civil, la edad, el oficio y, en alguna medida, los motivos que les impulsaron
a salir de sus lugares de origen. Después de analizar las peculiaridades del
aporte de andaluces a Cuba entre los siglos XVI y XVIII, se incluirá una
relación de todos los registros localizados dispuestos por orden alfabético
y con noticias suficientes para que puedan ser identificados, es decir, nom-
bre, nombres de sus padres, año de embarque, origen y en ocasiones el
motivo de su marcha, que, como se ha dicho, se asocia en muchos casos al
oficio. Es decir, que al final vamos a llegar a saber quiénes eran. En líneas
generales, los que fueron a Indias lo hicieron con la idea de mejorar sus
vidas, y aquí podremos tratar del medio que algunos encontraron para que
ese sueño se hiciera posible, en muchos casos mediante el servicio a las
personas que tenían asegurados sus medios de vida en Cuba porque iban a
la isla a ejercer sus oficios.
El gráfico número 1, que recoge la distribución de los andaluces que
fueron a Cuba por siglos, muestra la importancia de la presencia andaluza
en el siglo XVI, que debió ser aún mayor teniendo en cuenta que, entre los
que pasaron desde Santo Domingo a Cuba para saltar después a Nueva
España, muchos eran andaluces. Sabemos que el 60% de los que fueron a
las Indias antes de 1508 eran andaluces, y también el 37% de los que
embarcaron entre 1509 y 1519; es decir, que hasta el comienzo del proce-
so de conquista de México, eran andaluces aproximadamente la mitad de

60
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

los que salieron de España. Durante el siglo XVII, la emigración de anda-


luces a Indias disminuyó, especialmente a partir de la década de 1630-
1640; en el caso de Cuba el aporte andaluz se redujo casi a la mitad en todo
el siglo. En el siglo XVIII la emigración creció, pero no llegó al nivel que
había tenido en el siglo XVI.
Estas cantidades reflejan un comportamiento similar al de la emigra-
ción andaluza a Indias en general, y casi lo mismo cabría decir de la con-
sideración por sexo (gráficos 2 y 3). Las pautas de los dos primeros siglos
son también semejantes; en el siglo XVIII, el desequilibrio entre hombres
y mujeres se debe a la abundancia de pasajeros relacionados con el comer-
cio, es decir, personas que hacían viaje y estancias programadas en el lugar
de destino. Muchos de estos comerciantes eran casados y se veían obliga-
dos oficialmente a obtener el permiso de sus mujeres para realizar sus peri-
plos mercantiles; con frecuencia se observa que el ritmo del negocio exigía
la renovación de estos permisos para asegurar el retorno con la rentabilidad
prevista.
Como se puede observar en el gráfico 4, es notable el aporte mayori-
tario en la segunda mitad del siglo XVI y todavía siguió manteniendo un
ritmo alto hasta los años treinta del siglo XVII. El siglo XVIII es de menor
emigración, pero destacan de la media las décadas de 1730-1739, 1770-
1779 y 1780-1789. Además, las mayores cantidades del siglo XVI fueron
también las más equilibradas en cuanto al sexo, lo cual significa que en
esos años embarcaron familias, y lo mismo sucede en el siglo XVIII, en el
período entre 1770 y 1789. Cabría destacar que entre 1590 y 1609 el núme-
ro de mujeres superó al de hombres, y vuelve a ocurrir lo mismo entre 1620
y 1639.
Es posible que el descenso a partir de los años treinta esté en relación
directa con la situación de peligro constante que vivió Cuba por el conflic-
to de España con Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Hasta la Paz de
Westfalia en 1648 la presencia de corsarios fue muy grande y la presión
sobre las flotas de Indias muy intensa, a veces con desastres tan calamito-
sos como la derrota del almirante Benavides por el holandés Piet Hein en
1628. Se alteró sustancialmente el ritmo normal de la carrera de Indias por-
que las flotas se vieron obligadas a protegerse en La Habana durante largos
períodos. Es cierto que estas permanencias extraordinarias suponían un
incremento en la actividad de los vecinos de La Habana para abastecer y
alojar a las personas que iban en esas flotas, e incluso que la actividad cor-

61
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

saria incrementaba el abastecimiento de los cubanos en época de escasez,


pero la influencia negativa en el tráfico y, por tanto, en la llegada de pasa-
jeros es evidente. Realmente, en esos años de la primera mitad del siglo
XVII, el mundo antillano se hizo más cosmopolita: los holandeses se esta-
blecieron en Curaçao, San Eustaquio, San Martín y Bonaire, los ingleses en
San Cristóbal, Barbados, Nevis, Monserrate, Antigua y Providencia, y los
franceses también en San Cristóbal, en Martinica, Guadalupe, María
Galante, Deseada, Granada y Santa Lucía. La Habana se vio contemplada
de cerca por poblaciones hostiles, de manera que desde España se tomó
seria conciencia de la importancia de su situación estratégica y de la nece-
sidad de mantener una eficaz defensa mediante sólidas fortificaciones y
buenas dotaciones de soldados, especialmente artilleros.
Ya quedó dicho que en la evolución demográfica de Cuba fue muy
importante el crecimiento vegetativo, pero en el siglo XVII la población
creció poco, sobre todo por el efecto de varias epidemias que atacaron
intensamente la isla. Desde fines de 1603 y en la primera mitad de 1604
graves enfermedades afectaron a Cuba, según informó el gobernador
Valdés, y murieron muchas personas; otra epidemia que afectó a La
Habana en 1649 provocó la muerte a más de mil vecinos. Es preciso no per-
der de vista este incremento, y también que, a pesar de tanto peligro y tan-
to desastre, el siglo XVII significó para Cuba un período de crecimiento en
la adversidad –ochenta años de guerra y amenaza continuada – que prepa-
raría la consolidación definitiva desde el punto de vista de su definición
económica y de la propia demografía a lo largo del siglo XVIII. Entonces,
el aporte español provino especialmente de Canarias y de Cataluña, unos
emigrantes relacionados sobre todo con los cultivos de tabaco y con la acti-
vidad comercial.
En lo que toca a los pobladores andaluces, la falta de embarques fue
constante, y aunque hay una cierta presencia desde la década de los años
ochenta del siglo XVII, la recuperación, siempre en términos moderados,
no es notable hasta los años treinta del siglo XVIII. En efecto, los años que
van desde 1630 a 1680 son de muy escaso movimiento de pasajeros, expli-
cable por la llegada de malas noticias desde Cuba, o porque no llegaban en
demasiado tiempo. De todas formas, es preciso tener en cuenta que el asen-
tamiento de españoles en Cuba en los siglos XVI, XVII y XVIII estuvo
poco relacionado con una manifestación espontánea de preferencias; como
veremos, fueron en su mayoría funcionarios, militares y eclesiásticos des-

62
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

tinados a ejercer sus oficios en la isla, y que llevaban séquitos, criados y


familiares en número que solía variar en función de la categoría del cargo.
En el gráfico 5 se comprueba que, en efecto, en las décadas más equi-
libradas, el número de casados y casadas es igual o muy similar, es decir,
que se trata de una emigración familiar. Si consideramos las cantidades
absolutas, habría que concluir que el aporte andaluz a Cuba fue predomi-
nantemente de solteros; pero esa conclusión sería demasiado aséptica sin
entrar en detalles sobre qué tipo de solteros están representados en ese grá-
fico. Y en la misma línea sería necesario llamar la atención sobre la pre-
sencia de viudas y viudos, por regla general personas de más edad que no
pasaban a Cuba en solitario.
En la documentación que habitualmente se utiliza para estudiar la
emigración de la América española, es difícil encontrar la edad de los
pobladores, pero en el gráfico 6 presentamos a los andaluces que fueron a
Cuba distribuidos por sexo y por edades para un total de 277 casos, es decir,
algo más de la mitad de los registros totales de andaluces encontrados. De
acuerdo con esos datos se puede componer la siguiente tabla:

Menores de 10 años . . . . . . . . . . .10,47 %


Entre 10 y 20 años . . . . . . . . . . . .22,75 %
Entre 20 y 40 años . . . . . . . . . . . .51,98 %
Entre 40 y 60 años . . . . . . . . . . . .14,80 %

Para valorar más adecuadamente estos resultados conviene añadir que


la edad suele encontrarse con menos dificultad en la documentación a par-
tir de finales del siglo XVI, y en ese contexto temporal hay que insertar los
277 registros analizados. Por otra parte, distribuidos por sexo, comprenden
el 62,8% de varones y un 37,2% de mujeres, es decir, que también aquí hay
un relativo equilibrio propio de la emigración a partir de finales del siglo
XVI. A la vista de la tabla, podemos añadir que la edad es otro factor que
permite definir la emigración de andaluces a Cuba como bastante equili-
brada, o si se prefiere, como un aporte humano que siguió unas pautas muy
próximas a los ideales de la emigración familiar.
En efecto, el grupo de edades encontrado comienza con registros de
1592, y de ellos tomamos algunos significativos que ratifican lo expuesto y
que también sirven para comprobar cómo en esas fechas ya se habían esta-
blecido cadenas emigratorias entre familias que tenían miembros en Cuba

63
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

y en Andalucía. Desde Sevilla salió Ana de Ojeda, de 32 años y madre de


cinco hijos, cuatro niñas y un niño, con edades comprendidas entre 15 y 4
años; iba con el grupo Catalina de Ojeda, madre de Ana, de 52 años, y el
objetivo era reunirse con su marido, Antonio de Yscornia, que era vecino
de La Habana y se había sentido con suficientes recursos como para lle-
varse con él a la familia completa. Habría sido interesante para completar
esta breve reseña del comienzo de la historia cubana de la familia poder
decir algo más de Antonio de Yscornia, el padre, pero no figura en los
registros, así que tal vez no fuera andaluz o quizá se marchó fraudulenta-
mente.
En el mismo año y posiblemente haciendo grupo con esta familia iba
otro compuesto por Juana García, de 40 años, que llevaba a sus cinco hijos,
tres varones y dos mujeres cuyas edades oscilaban entre 7 y 24 años.
Francisco del Castillo, su marido, había partido a Cuba años antes y se
había establecido en La Habana, pero no iba a reunirse con él, que había
fallecido, sino a cobrar la hacienda que le había dejado, a cobrarla y a
emplearla en La Habana para mantener allí a sus hijos. Sirvan estos casos
de ejemplo, a los que se suman otros que pueden ser contemplados en la
relación de los 534 registros de andaluces que fueron a Cuba y que se inclu-
ye al final de este trabajo. Y todavía es preciso añadir que, entre esos otros,
hay que contar con muchas familias que fueron a Cuba con sus hijos antes
de 1592, de manera que no conocemos la edad, pero es evidente que se tra-
ta de matrimonios jóvenes con hijos pequeños y que vienen a incrementar
el carácter familiar de la emigración andaluza a Cuba.
Al igual que sucede con la edad, también es muy difícil encontrar
referencias sobre las profesiones de los españoles que marchaban a las
Indias. Se ha sugerido que tal ausencia debe estar relacionada con la con-
dición común de jornaleros de la mayoría de ellos y es posible que así fue-
ra. Cuando hay algún oficio definido, o cuando el pasajero destaca de la
media por su formación, una cosa y otra se suelen hacer constar, especial-
mente si esa formación corresponde a un funcionario de la Corona, a un
eclesiástico, a un militar, a un técnico o artesano cualificado. Sobre esas
bases ha sido posible localizar y hacer un gráfico de 254 registros con pro-
fesión identificada (gráfico 7).
Cuestiones destacables son la presencia de artesanos y trabajadores
especializados muy vinculados a las características de Cuba, e incluso, per-
filando todavía más, de La Habana. Parte destacada de la población activa

64
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

de la ciudad se dedicó habitualmente, de manera directa o indirecta, a este


tipo de trabajos y a los relacionados con la estancia de la flota de Indias en el
puerto. Una enorme cantidad de recursos de las cajas reales del Virreinato
de México llegaban periódicamente a Cuba para ser invertidos en estas acti-
vidades, dando lugar a muchos puestos bien remunerados. En las obras del
Castillo del Morro trabajaron entre 50 y 70 obreros especializados, todos
con salarios elevados (canteros, albañiles, carpinteros, herreros, etc.), y más
de cien peones. En las minas de Santiago y en la fundición de la artillería de
La Habana, el personal cualificado ascendía a 25 individuos. Es decir, un
total de 80 operarios de altos sueldos y más de cien peones con jornales
bajos, en su mayoría esclavos alquilados a particulares a los que reportaban
buenos beneficios. Una buena parte de la población activa habanera estaba
implicada directa o indirectamente con las referidas empresas.
Vale la pena recoger algunos casos que muestran cómo participaron
los andaluces en estos trabajos. En 1561 embarcó en Sevilla Francisco de
Calona, maestro de cantería natural de Carmona, que tenía a su cargo las
obras de Carmona y Alcalá de Guadaira y en ese momento estaba metido
en los trabajos de las iglesias de Santa María y Santiago; llevaba a su fami-
lia, compuesta por su mujer Leonor Martínez y sus hijos Francisca y Juan.
Se deja ver detrás de esta partida un cierto sentido de urgencia y, en efec-
to, respondió a una demanda del gobernador Mazariegos, el primero mili-
tar en Cuba, para mejorar la defensa de San Cristóbal de La Habana, cuya
debilidad acababa de ser puesta en evidencia por el ataque del corsario
francés Jacques Sorel el 1 de julio de 1555, que arrasó la ciudad y saqueó
al vecindario. Francisco de Calona estuvo trabajando en la construcción de
la fortaleza de La Habana desde julio de 1562 hasta que acabó en 1577.
Otra colaboración andaluza a la defensa de La Habana fue una expe-
dición de 13 personas, que embarcaron en 1597 dirigidos por el capitán
Francisco Sánchez de Moya, un sevillano que había sido nombrado jefe de
la fundición de artillería y que llevó a su mujer y a sus tres hijos. En el gru-
po iban Francisco de Ballesteros, de Úbeda, maestro fundidor de artillería,
que llevaba a su mujer y a un criado; Juan de Oviedo, de Sevilla, ayudante
de fundición de artillería, que también llevó a su mujer y a una criada, y
Gonzalo de la Rocha, nombrado maestro mayor de carpintería de la fábri-
ca de fundición de La Habana, que no era andaluz pero llevaba una criada
de Sevilla posiblemente también para asistir a un grupo familiar que tam-
poco sería de origen andaluz.

65
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

En el mismo contexto de especialización se sitúan dos carpinteros de


ribera, uno de Sevilla y otro de Triana; la carpintería de ribera era una pro-
fesión muy cotizada y no era fácil conseguir que los maestros carpinteros
marcharan a los distintos lugares de Indias desde donde las autoridades los
requerían con frecuencia. Estos carpinteros sevillanos iban a trabajar en La
Habana, en la fabricación de cuatro galeones que se construían en 1617.
La importancia de la presencia en Cuba de estos trabajadores especializa-
dos andaluces no sólo se debe contemplar desde el aspecto demográfico,
o por los trabajos concretos que contribuyeron a realizar: es importante
considerar que sus prolongadas o definitivas estancias en Cuba hacen que
podamos considerarlos maestros, es decir, técnicos que prepararon en el
oficio a muchos otros en la isla. Del trabajo de estos andaluces debieron
salir muchos especialistas maestros de obras, alarifes, canteros, carpinte-
ros, fundidores y todo ese conjunto de artesanos relacionados especial-
mente con la transformación de Cuba en la mejor plaza fuerte de las Indias
españolas; en definitiva, dieron a La Habana el estilo por el que la ciudad
fue conocida siempre. No lo hicieron sólo los andaluces, pero ellos están
en los inicios de la tradición de obras de fortificación que adquirió dimen-
siones espectaculares desde 1762, entonces con destacada participación no
española.
Si analizásemos el grupo de los militares, el de los comerciantes, el de
los funcionarios y los cargos eclesiásticos nos encontraríamos con el mis-
mo fenómeno, es decir, la formación de grupos familiares que incrementan
su número con criados contratados en Sevilla o lugares próximos a esa ciu-
dad. Esto era particularmente notable cuando el funcionario era el gober-
nador, a quien le acompañaba su familia y normalmente un respetable
séquito. Por eso es conveniente considerar en el gráfico no sólo a estos pro-
fesionales aisladamente, sino también el efecto que en muchas ocasiones
tuvo su partida, es decir, la capacidad de integrar a un grupo humano que,
en el caso de los andaluces de Cuba, tuvo una enorme significación.
Casos interesantes que reflejan esta realidad vienen representados por
el gobernador Diego de Córdoba Lasso de la Vega, que embarcó en 1695 y
llevó en su séquito a cuatro sevillanos de entre 25 y 30 años, y el obispo de
Santiago de Cuba Fray Juan Lasso de la Vega, natural de Carmona, que en
1732 llevó consigo 10 hermanos de la orden franciscana, dos clérigos secu-
lares, un caballerizo y tres pajes, todos ellos de localidades de Sevilla y
Huelva y algunos de la parentela del obispo.

66
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

Entre los militares podemos destacar el paso por La Habana de José


Gaspar de Angulo y Valenzuela, un cordobés nacido en Montilla en 1667,
que embarcó a Cuba a principios del siglo XVIII, habiendo hecho ya una
carrera militar en España. Debo esta información al investigador Antonio
Jiménez Barranco, que prepara un trabajo extenso acerca de este montilla-
no. No aparece en los libros de pasajeros y, en realidad, aquí va a ser cita-
do más por su regreso que por su estancia en Indias. Se podría decir que es
de los que tuvieron suerte, porque volvió a Montilla con el grado de capi-
tán de caballos corazas, después de haber remitido a su padre desde La
Habana 550 doblones en varios envíos. Regresó para hacerse cargo de la
herencia paterna y de los dineros enviados, de manera que se le puede
seguir la pista en compras de casas, bodegas, viñedos, olivares y lagares.
En febrero de 1719 el marqués de Priego le nombró regidor y juez del cam-
po de Montilla y las villas de Aguilar, La Puente, Montalbán y Monturque.
En el mismo año fue nombrado ministro superior del tribunal de la Santa
Hermandad de Ciudad Real. En 1720 financió un retablo en la ermita de la
Veracruz de Montilla, que presidía una imagen de Cristo, realizada según
la técnica tarasca de imágenes huecas de caña y donada por un montillano
poblador de México a fines del siglo XVI.
Hacia 1725, después de contraer matrimonio con una hija de Diego
de Sotomayor, señor de Arenalejo y Soto de la Mata y regidor perpetuo
de Soria, se trasladó a Andújar con todo su capital y realizó inversiones
en tierras que le llevaron a conseguir un mayorazgo en 1728. Los bienes
eran 8.130 pies de olivos, 16 aranzadas de viñas, dos casas y 465 fanegas
de tierra para sembrar cereal. También en Andújar tuvo proyección social
y política a través de un cargo de regidor perpetuo. El habanero dejó un
nítido rastro de su buena estrella en Indias y de su buen hacer en
Andalucía; además, una de sus posesiones de Andújar, el Cortijo Angulo,
con una casa espléndida, sigue dando testimonio del éxito de este anda-
luz indiano.
Estos datos ponen de manifiesto cómo la aportación andaluza a Cuba
–y en general a Indias– se incrementaba en función de la cercanía a Sevilla,
que, por sí sola, proporcionó casi el sesenta por ciento de los que fueron a
Cuba. Cádiz tuvo también una función destacada, especialmente en el siglo
XVIII, es decir, que en uno y otro caso, como era de esperar, influyó su
condición de puerto de América y todo lo que eso significaba de más noti-
cias y recursos (gráfico 8).

67
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

También es importante señalar que Cádiz y Sevilla proporcionaron la


mayor parte de las mujeres, para las que era aún más decisivo tener una
familiaridad con todo lo que requería la experiencia de la Carrera de Indias
(gráfico 9). Algunas de estas mujeres andaluzas supieron adaptarse de
manera magnífica a las condiciones de vida de Cuba y especialmente a las
circunstancias de la vida en La Habana. Merece ser citada una cordobesa
que fue vecina de La Habana en una buena época, los años finales del siglo
XVI y los primeros del XVII; la hace singular el hecho de que, siendo
mujer y soltera, fuera capaz de integrarse en la sociedad. Hay que recordar
que en La Habana muchos vivían de atender las necesidades del manteni-
miento de las flotas del comercio de Indias, y lo hacían ofreciendo aloja-
miento y mantenimiento a tripulaciones, pasajeros y comerciantes durante
meses. Isabel de Aranda tenía tres casas en La Habana y siete esclavos
negros, cinco hombres y dos mujeres; una razonable inversión como medio
de vida porque el esclavo cubano se transformaba en una saneada fuente de
ingresos para su amo, tanto en la forma del producto de su trabajo directo,
como mediante el alquiler a otras personas o instituciones. En las
Ordenanzas de Alonso de Cáceres de 1574 se especifica: “Que muchos
vecinos echan negros y negras a ganar y las tales negras se ocupan en diver-
sas cosas, y andan como libres, trabajándose y ocupándose en lo que ellos
quieren y al cabo de la semana o mes da a sus amos el jornal; y otros tie-
nen casas puestas para hospedar y dar de comer a pasajeros, y tienen las
tales casas negros suyos”.
No hay referencias directas a que Isabel de Aranda utilizara sus casas
como posadas y sus negros como empleados de ellas, pero en su testamen-
to y en el inventario de sus bienes hay muchas cosas que permitirían razo-
nablemente relacionar su medio de vida con esa función y el trabajo de sus
esclavos. Murió a fines de 1613 y dejó suficientes bienes para fundar dos
capellanías, una de mil ducados en Córdoba y otra de cuatrocientos en La
Habana.
Considerar las provincias, aunque estaría justificado por los conven-
cionalismos, no es tan preciso como fijar la atención en las localidades de
las que salieron los mayores aportes (gráfico 10). Éstos suelen coincidir
con las mayores concentraciones humanas, aunque a veces la formación de
cadenas migratorias puede proporcionar notables sorpresas. Tal vez en este
contexto deba mencionarse la importancia del rápido establecimiento de
relaciones entre Andalucía y Cuba, en el sentido de que muchas personas

68
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

naturales de Cuba, preferentemente de La Habana, las encontramos hacien-


do viaje a Sevilla, para contraer matrimonio en Sevilla y en Cádiz con
andaluces y después regresar, o para llevar a otro miembro más de la fami-
lia. Uno de los casos más llamativos de este género es el regreso a La
Habana, donde había nacido, de Melchora Gato y Vergara, viuda de Tomás
Preen y Castro, con toda su familia, es decir, su madre, su hermana y siete
hijos que tenían entre 4 y 16 años.
Más de una docena de las personas estudiadas se vieron en circuns-
tancias como ésas, y también especialmente reseñable es el entramado de
viajes a Cuba de familias de Cumbres Mayores y Cumbres de San
Bartolomé, pueblos de poca entidad demográfica, en la segunda mitad del
siglo XVI, o la partida de toda la familia de Diego de la Fuente Cabrera,
compuesta de su mujer y cinco hijos pequeños, desde Constantina en 1590.
La aportación de Cumbres Mayores la inició en 1555 el licenciado
Martínez, que se llevó a su mujer y a su hija y dos criados; diez años des-
pués, en 1566, embarcó el capitán Juan Martín Sabido, también con su
mujer, y le acompañaba una familia de Cumbres apellidada Recio en la que
había miembros repartidos entre La Trinidad y Cumbres Mayores. Juan
Martín Sabido llegó a ser teniente de capitán general de La Trinidad y en
su testamento, que hizo en La Trinidad el 30 de diciembre de 1603, figuran
dos sobrinos clérigos naturales de Cumbres que debieron ir con él o ser lla-
mados en algún momento por Juan Martín Sabido, del que no consta que
tuviera descendencia. Ambos eran clérigos y no figuran en los libros de
pasajeros; uno llamado Francisco Sabido fue nombrado heredero universal
y patrón y capellán de dos capellanías que Juan Martín Sabido y su mujer
fundaron en Cumbres; otro, llamado Juan Sabido, había estado en Bayamo
con su tío y permaneció en Cuba después de 1603.

AÑOS DE MAYORES EMBARQUES

En líneas generales, parece razonable que las mayores partidas anua-


les se localicen en años de los siglos XVI y XVIII, que fueron los de mayor
emigración. Se puede componer el siglo dorado de la emigración andaluza
a Indias entre 1550 y 1650, y si no hubiera que llegar a componer una cen-
turia, podríamos perfilar el período entre 1550 y 1630. Los aportes de fines
del siglo XVI tienen que ver con la importancia que en esos años adquirió

69
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

Cuba desde el punto de vista estratégico dentro de los planes generales de


la administración colonial. Los últimos años del siglo XVIII se relacionan
con el momento culminante de la Cuba española, la época en que los gober-
nadores Bucareli y Las Casas pudieron dedicarse al engrandecimiento de la
isla y sobre todo al embellecimiento de La Habana, después de la labor des-
arrollada por Ambrosio Funes de Villalpando para convertirla en una ciu-
dad inexpugnable por sus construcciones defensivas y su dotación militar.

1533 más de 20
1539 más de 10
1569 más de 10 (17)
1580 más de 40 (44)
1592 más de 10 (17)
1597 más de 20
1626 10
1732 más de 10 (18)
1785 más de 20 (23)
1789 más de 10

Para concluir, en la emigración de andaluces a Cuba cabría destacar la


relación directa entre los aportes humanos y la función oficial de la isla
dentro de la administración colonial. La rápida definición de Cuba como la
plaza fuerte destinada a la protección de las Antillas, de los virreinatos
americanos y del tráfico entre España y las Indias configuró un tipo de emi-
gración desde Andalucía integrado por funcionarios de la administración,
cargos eclesiásticos, militares para las guarniciones de la isla y trabajado-
res cualificados, especialistas en construcción de fortalezas y en todo lo
relacionado con la artillería. Esto no puede ser exclusivo, pero sí definito-
rio, y, como se ha señalado, se tradujo muchas veces en la formación de
grupos importantes que se integraron en torno a estas personas y que des-
pués desarrollaron cadenas migratorias que acercaron a la isla, y especial-
mente a La Habana, a muchos lugares de Andalucía.

70
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

BIBLIOGRAFÍA

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de la América hispánica I. 1493-1519. México, 1985.
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Estudios Americanos, tomo XL, Sevilla, 1983, págs. 411-467.
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1976
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siglo XVI. Santo Domingo, 1978.

71
GRÁFICOS

GRÁFICO 1
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Por siglos

Siglo XVIII Siglo XVI


32% 44%

Siglo XVII
24%

73
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

GRÁFICO 2
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Análisis comparativo proporcional

Cuba
Santo Domingo
2,5%
8,3%
Filipinas Nueva España
2,4% 55,4%

Perú
31,4%

GRÁFICO 3
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Por sexo y siglos

Siglo XVIII 47 127

Siglo XVII 57 76

Siglo XVI 94 150

0 50 100 150 200 250 300

Mujeres Varones

74
GRÁFICO 4
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Frecuencia decenal y sexo
90

80

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


70

60

50
75

40

30

20

10

0
1510- 1530- 1550- 1570- 1590- 1610- 1630- 1650- 1670- 1690- 1710- 1730- 1750- 1770- 1790-
1519 1539 1559 1579 1599 1619 1639 1659 1679 1699 1719 1739 1759 1779 1799

Mujeres Varones
GRÁFICO 5
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Estado civil
90

80

70

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
60

50
76

40

30

20

10

0
1510- 1530- 1550- 1570- 1590- 1610- 1630- 1650- 1670- 1690- 1710- 1730- 1750- 1770- 1790-
1519 1539 1559 1579 1599 1619 1639 1659 1679 1699 1719 1739 1759 1779 1799

Viudas Casadas Solteras Viudos Casados Solteros


GRÁFICO 6
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Edades y sexo

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


50 57 29
77

15
12
7 32
26 4
Varones

13 11
7 9
3 2 Mujeres

Menores de 5 años De 5 a 9 De 10 a 19 De 20 a 29 De 30 a 39 De 40 a 49 De 50 a 60 Mayores de 60


ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

GRÁFICO 7
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Oficios (sobre 254)

Labradores 2

Universitarios 3

Clérigos 17

Mercaderes 56

Criados de mercaderes 22

Criados de funcionarios 28

Criados de militares 57

Militares 5

Artesanos 7

0 10 20 30 40 50 60

78
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

GRÁFICO 8
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Origen. Provincias

Almería 1

Granada 8

Málaga 26

Jaen 17

Córdoba 15

Cádiz 106

Sevilla 290

Huelva 45

79
ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO

GRÁFICO 9
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Origen, provincias y sexo

Almería 1 Mujeres Varones

Granada 2 6

Málaga 10 16

Jaen 4 13

Córdoba 1 14

Cádiz 37 69

Sevilla 119 171

Huelva 19 26

0 50 100 150 200 250 300 350

80
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)

GRÁFICO 10
ANDALUCES A CUBA, 1515-1800
Poblaciones destacadas

Sevilla 224

Cádiz 75

Jerez de la Frontera 18

Puerto de Santa María 8

Guadalcanal 16

Constantina 8

Málaga 9

Antequera 8

Gibraleón 9

Cumbres Mayores y San Bartolomé 10

Moguer 8

0 50 100 150 200 250

81
ANEXO

RELACIÓN DE LOS ANDALUCES DE CUBA

En la relación de registros que se expone aquí se contienen las refe-


rencias precisas para identificar a los andaluces de Cuba que han sido la
base para realizar este trabajo. La forma de presentación permite incluir
campos cualitativos muy útiles para el estudio de las condiciones del paso
a Cuba, que tratan de indagar en el motivo y en cuestiones singulares. Los
registros incluyen el nombre del pasajero, los de sus padres, la edad, el
estado civil, el oficio (si es un criado la profesión de la persona a la que sir-
ve) y el año del embarque. En algunos casos, muy pocos, en que el funda-
mento de la documentación no han sido los libros de pasajeros sino los tes-
tamentos, el año de embarque se ha obtenido haciendo una estimación
razonable a partir de los datos conocidos. Para facilitar la presentación se
han utilizado abreviaturas que será fácil identificar; tal vez merece explica-
ción el recurso a los apellidos de los padres, según las normas actuales,
cuando sólo se ha podido conocer el nombre de los hijos, sin apellidos, en
los embarques de grupos familiares. En esos casos acompaña al nombre un
asterisco. Debe tenerse en cuenta que no siempre ha sido posible comple-
tar todos los campos para cada registro.

82
RELACIÓN DE LOS ANDALUCES DE CUBA

Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

ABAO, ISABEL DE, SEVILLA 1633 CRIADA DE DIEGO VA A SAN 44 CRIADA. S


DA ARIAS CRISTÓBAL DE LA MERCADER
MALDONADO, HABANA
CONTADOR

ACOSTA, ACOSTA, RIVERA, BEATRIZ SEVILLA 1600 CON SU MADRE, A 13 S


JERÓNIMO DE NICOLÁS DE REUNIRSE CON SU
PADRE

ACUÑA, JOSÉ DE, SEVILLA 1695 CRIADO DEL 25 CRIADO. S


D. GOBERNADOR DE MILITAR
CUBA, D. DIEGO DE
CÓRDOBA LASO
DE LA VEGA

ADRADA, PEDRO ADRADA, SÁNCHEZ, GUADALCANAL 1533 BACHILLER S


83

DE DIEGO DE CATALINA

AGUAYO , JUAN ALGARINEJO. 1785 ES DE 31 MERCADER. C


ANTONIO DE GRANADA ALGARINEJO, COM
ARZOBISPADO DE
GRANADA. CON
LICENCIA DE SU
MUJER DA MARÍA
DEL ROSARIO
GUZMÁN, POR
TRES AÑOS

AGUILAR, AGUILAR, GUTIÉRREZ, UBEDA. JAÉN 1597 CRIADO DE 26 CRIADO S


FRANCISCO DE AGUSTÍN MARÍA FRANCISCO DE
BALLESTEROS

AGUILERA, JUAN SEVILLA 1538 CRIADO DE D. CRIADO S


DE DIEGO
SARMIENTO,
OBISPO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

AGUILLERA, JUAN AGUILLERA, HERNÁNDEZ, SEVILLA 1539 EL PADRE ES S


DE JUAN DE MARIA BARBERO

ALARAZ, JOSÉ SEVILLA 1785 18 MERCADER. S


MARÍA COM

ALARCÓN, CLARA SEVILLA 1615 CRIADA DE D. CRIADA S


DE, DA AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO

ALBORNOZ, GONZÁLEZ DE RUÍZ, CATALINA HUELVA 1539 S


CRISTÓBAL DE ALBORNOZ,
PEDRO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ALBORNOZ, SEVILLA 1631 CON ANA DE 28 S
MARÍA DE OSTOS
ALMANSA, ALMANSA, RODRÍGUEZ, ARCOS DE LA 1565 CRIADO DEL DUDOSO CRIADO. S
GREGORIO DE GARCÍA DE MARíA FRONTERA CAPITÁN MILITAR
FRANCISCO
NAVA RRO
84

ALONSO, YLLAN SEVILLA 1648 CRIADO DEL CRIADO. S


ALMIRANTE D. MILITAR.
FELIPE DE RIVERA, MARINO
GOBERNADOR DE
SANTIAGO DE
CUBA

ÁLVA REZ, JOSEFA CÁDIZ 1789 REUNIRSE CON SU C


MARIDO MANUEL
JOSÉ RAMÍREZ,
VECINO DE LA
HABANA

ALVA REZ, MARÍA GONZÁLEZ, ROSA, BLANCA SEVILLA 1590 CRIADA DE CRIADA S
JUAN DE BLANCA
HERNÁNDEZ

AMAYA Y PUERTO DE 1772 CRIADA DE DÑA. CRIADA S


SAMANES, SANTA MARÍA BRÍGIDA DE
GERTRUDIS DE ESTRADA
AMIGO, LUIS JEREZ DE LA 1774 CRIADO DEL IDA Y VU ELTA 11 CRIADO. S
FRONTERA MERCADER JOSÉ MERCADER
IGNACIO
ZUBIALDE

ANDINO, SEVILLA 1517 S


HERNANDO DE

ANDRÉS, MARÍA ALFONSO, ANDRÉS, SEVILLA 1597 CON SU MARIDO 38 C

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


PEDRO FRANCISCO JUAN DE OVIEDO

ANGELES, SEVILLA 1626 CRIADA DEL 27 CRIADA. S


CATALINA DE CAPITÁN ALONSO MILITAR
LOS, DA CRESTÓN DE
CASTILLA

ANGUIANO, SANLÚCAR DE 1616 CRIADA DE D. LLEVA A SU HIJA 33 CRIADO. C


JUANA DE, DA BARRAMEDA FRANCISCO DA JUANA DE FUNCIONARIO
MARTÍNEZ DE HINOJOSA
CASTAÑEDA,
TESORERO DE LA
85

ISLA DE CUBA

ARAGONÉS, ARAGONÉS, SÁNCHEZ, MARIA RONDA. 1537 S


CRISTÓBAL JUAN MÁLAGA

ARANDA, BAEZA. JAÉN 1624 VA CON SU 40 S


BARTOLOMÉ DE HERMANO EL
CAPITÁN
CRISTÓBAL DE
ARANDA, ALCAIDE
DE LA FUERZA DEL
MORRO

ARANDA, ISABEL RUIZ ROMERO ARANDA, MARÍA CÓRDOBA 1580 TENÍA ESCLAVOS S
DE PANIAGUA, DE Y TRES CASAS EN
CRISTÓBAL LA HABANA.
TESTAMENTO,
INVENTARIO Y
FUNDACIÓN DE
CAPELLANÍAS EN
CÓRDOBA Y EN
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

LA HABANA.
TESTAMENTO
FECHADO EN LA
HABANA, EL
OCHO DE ENERO
DE 1613.

ARGUELLO, GRANADA 1618 CON SU HERMANO 30 S


MARÍA DE, DA EL CAPITÁN DIEGO
DE ARROYO
ARGUELLO, QUE
VA POR SARGENTO
MAYO R DEL
PUERTO DE SAN

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
CRISTÓBAL DE LA
HABANA

ARIAS, ALONSO MARTÍN, NO CONSTA GUADALCANAL 1533 S


ALONSO

ARNEDO, MARÍA GARCÍA, DIEGO GUTIÉRREZ, SEVILLA 1580 CON SU MARIDO C


86

DE CATALINA JULIÁN GARCÍA

ARRECHIGA, SEVILLA 1580 CON SU HIJA Y SU V


MARÍA DE, DA YERNO MELCHOR
SARDO DE ARANA

ARRIETE, TOMÁS CEUTA 1785 POR UN AÑO CON MERCADER. C


DE LICENCIA DE SU COM
MUJER DA JOSEFA
DE MEDINA Y
ESTRADA

ARTIAGA, MARÍA SEVILLA 1624 S


DE

ASENCIO, LÓPEZ, JUAN ASENCIO, SEVILLA 1596 CON SU MARIDO 34 C


CATALINA CATALINA CRISTÓBAL
GARCÍA

AV ELLANEDO, AV ELLANEDO, MANRIQUE, SEVILLA 1535 O SANTO S


DIEGO DE TRISTÁN DE BEATRIZ DOMINGO
AYA LA, JOSE SEVILLA 1733 AL SERVICIO DEL 24 CRIADO. S
NICOLÁS DE CARGADOR ROQUE MERCADER
MARTÍNEZ DE
SEPÚLVEDA

AY ZA, DOMINGO SEVILLA 1626 CRIADO DEL 28 CRIADO. S


DE CAPITÁN ALFONSO MILITAR
CRESTÓN
BÁEZ, RUY RODRÍGUEZ, ALEMANA, SEVILLA 1539 S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


JUAN BEATRIZ DE

BALLESTEROS, BALLESTEROS, BELNAR, UBEDA. JAÉN 1597 CON SU MUJER 30 FUNDIDOR DE C


FRANCISCO DE FRANCISCO DE FRANCISCA DE JERÓNIMA PÉREZ ARTILLERÍA.
ARTESANO

BANEGAS DE BANEGAS, TAPIA, JUANA DE SEVILLA 1580 CRIADA DEL CRIADA. S


TAPIA *, ANA RODRIGO CAPITÁN MILITAR
LUISA MELCHOR SARDO
DE ARANA
87

BARRERA, JOSEFA CÁDIZ 1786 REUNIRSE CON SU C


MARIDO
FRANCISCO GIL,
MAESTRO MAYO R
DE CARPINTERÍA
DEL ASTILLERO DE
LA HABANA

BARRIONUEVO, SEVILLA 1602 AL SERVICIO DEL 30 CRIADA. S


ANA MARÍA DE CAPITÁN JUAN MILITAR
VILLAVERDE, PRO-
VISTO ALCAIDE
DEL CASTILLO DEL
MORRO DE ESA
CIUDAD

BASQUEES DE MERCADO, BASQUEES, JAÉN 1580 S


MERCADO, LUIS ALONSO DE LEONOR

BASQUEES DE BASQUEES, MONTALVO, SEVILLA 1597 CON SUS PADRES 10 S


MONTALVO *, JERÓNIMO MARÍA DE
JERÓNIMO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

BASQUEES DE BASQUEES, MONTALVO, SEVILLA 1597 CON SUS PADRES 17 S


MONTALVO *, JERÓNIMO MARÍA DE
LUIS

BASQUEES Y CÁDIZ 1780 CON LICENCIA DE MERCADER. C


CONTRERAS, SU MUJER DÑA. COM
ANTONIO JUANA COMBA,
POR TRES AÑOS
BASQUEES, SEVILLA 1597 REGRESA CON SU MUJER 48 C
JERÓNIMO MARÍA DE
MONTALVO Y SUS
HIJOS LUIS Y
JERÓNIMO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
BASQUEES, BASQUEES, GUTIÉRREZ, ANA GRANADA 1594 45 MERCADER. C
JERÓNIMO LUIS, LDO. COM
BASQUEES, HINOJOS. 1768 REUNIRSE CON SU MARIDO SIRVE C
JOSEFA MARÍA HUELVA SU MARIDO EN EL
IGNACIO JOSÉ REGIMIENTO FIJO
RODRÍGUEZ, DE LA PLAZA DE
88

NATURAL DE LA HABANA
CÁDIZ, QUE LA HA
MANDADO
LLAMAR

BASQUEES, JUANA SEVILLA 1607 CRIADA DEL 40 CRIADA V


CRIOLLO ANTONIO
DE RIBERA

BAUTISTA, JUANA SEVILLA 1604 AL SERVICIO DE 23 CRIADA S


JUANA GARCÍA,
QUE RESIDE ALLÍ Y
VA D E VUELTA

BAUTISTA, JUANA SEVILLA 1626 ESTAR EN LLEVA A SUS C


COMPAÑÍA DE SU HIJAS ANTONIA E
MARIDO, PEDRO ISABEL. PEDRO
SÁNCHEZ SÁNCHEZ ES
MAESTRO
CALAFATE
BEATO ZALAMEA LA 1785 VA CON SU 19 MERCADER. S
CABALLERO, REAL. HUELVA HERMANO JOSÉ COM
FERNANDO RUFO BEATO CABALLE-
RO, QUE REGRESA
A LA HABANA

BEJARANO, PATERNA DEL 1785 CON LICENCIA DE 48 MERCADER. C


FRANCISCO CAMPO. HUELVA SU MUJER DÑA. COM
BÁRBARA

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


GALLARTE, POR
TRES AÑOS

BEJARANO, MARTÍN DOMÍNGUEZ, BURGUILLOS 1555 CRIADO DEL CRIADO S


FRANCISCO BEJARANO, CATALINA LICENCIADO
ANTÓN MARTÍNEZ

BELLA, ANTONIA AZNALCÁZAR 1609 CRIADA DE JUAN 20 CRIADO S


TELLO
BENÍTEZ BAUTISTA, LUCERO, JUANA JEREZ DE LA 1580 CRIADO DE GINÉS CRIADO S
BAUTISTA, PEDRO FRONTERA DE ORTA
89

MIGUEL
BENÍTEZ, ANA SEVILLA 1631 CON ANA DE 24 S
OSTOS

BENÍTEZ, JUANA CONIL 1775 REUNIRSE CON SU VA CON SU C


MANUELA MARIDO IGNACIO CUÑADO JOSÉ
ROBAINA EN LA ROBAINA
HABANA. EL ES
CANARIO, DE
GRAN CANARIA
BERMUDO, JOSÉ, VEJER DE LA 1732 PREDICADOR DE 50 FRANCISCANO. S
FRAY FRONTERA FRAY JUAN LASSO CLÉRIGO.
DE LA VEGA, RELIGIOSO
ELECTO OBISPO DE
SANTIAGO DE
CUBA

BERNAL, ANGELA LÓPEZ, BERNAL, MARÍA SEVILLA 1598 CRIADA DE JUANA 30 CRIADA S
ANTONIO BAUTISTA DE LA
MILLA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

BLANCO, MARÍA SANLÚCAR DE 1687 ACOMPAÑA A SU 19 S


ANTONIA BARRAMEDA PADRE, D.
FRANCISCO
BLANCO,
GOBERNADOR DE
SAN CRISTÓBAL
DE LA HABANA

BRIONES Y MORÓN DE LA 1732 ACOMPAÑA AL SR. CLÉRIGO DE 20 FRANCISCANO. S


QUINTANILLA Y FRONTERA OBISPO ELECTO DE MENORES CLÉRIGO.
MURILLO, JUAN SANTIAGO DE ORDENES RELIGIOSO
DE CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
CABALLERO CÁDIZ 1698 FACTOR. S
INFANTE, MERCADER.
GUILLERMO COM

CABRERA, ANTEQUERA. 1753 CRIADO DE D. 32 CRIADO. S


ALONSO MÁLAGA PEDRO ENRÍQUEZ FUNCIONARIO
90

GIRÓN, OFICIAL
MAYO R DE LIBROS
DE LA
CONTADURÍA DEL
PUERTO DE LA
HABANA

CABRERA, CANTILLANA, CABRERA, SEVILLA 1534 S


FRANCISCO DE FERNANDO DE LEONOR DE

CABRERA, JOSÉ MÁLAGA 1764 AYUDA D E CRIADO. S


CÁMARA DE D. FUNCIONARIO
MIGUEL
ALTARRIBA,
INTENDENTE DE
EJÉRCITO Y
RAMOS DE REAL
HACIENDA

CALA, JUANA SANLÚCAR DE 1773 CRIADA DE D. 30 CRIADA. S


BARRAMEDA JERÓNIMO ENRILE, FUNCIONARIO
DIRECTOR DE LA
COMPAÑÍA DEL
ASIENTO DE
NEGROS.

CALA, MANUEL CÁDIZ 1772 CRIADO DEL 21 CRIADO. S


DE MERCADER MERCADER
FRANCISCO
BERNABÉ

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


RODRÍGUEZ QUE
VA POR 4 AÑOS

CALLADO, JOSÉ SEVILLA 1695 CRIADO DEL 30 CRIADO. S


GOBERNADOR DE MILITAR
CUBA, D. DIEGO DE
CÓRDOBA LASO
DE LA VEGA

CALONA CALONA, MARTÍNEZ, CARMONA 1561 CON SUS PADRES S


MARTÍNEZ *, FRANCISCO DE LEONOR
91

FRANCISCA DE

CALONA CALONA, MARTÍNEZ, CARMONA 1561 CON SUS PADRES S


MARTÍNEZ *, JUAN FRANCISCO DE LEONOR
DE

CALONA, CALONA, JUAN ANDOSILLA, ISEO CARMONA 1561 FORTIFICACIÓN DE ES MAESTRO DE C


FRANCISCO DE DE DE LA HABANA TRABAJOS DE
FORTIFICACIÓN.
VA CON SU MUJER
LEONOR
MARTÍNEZ Y SUS
HIJOS FRANCISCA
Y JUAN

CALZADO CARMONA 1732 ACOMPAÑA AL SR. CLÉRIGO DE 23 FRANCISCANO. S


CÁRDENAS, OBISPO ELECTO DE MENORES CLÉRIGO.
MANUEL SANTIAGO DE ORDENES RELIGIOSO
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

CAMBIL, CÁDIZ 1785 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU HIJO C


MARGARITA MARIDO PEDRO FRANCISCO JOSÉ
DÍAZ, QUE RESIDE DE 4 AÑOS
EN LA HABANA
CAMPOS, SEVILLA 1631 CRIADA DEL MUJER DE BARTO- 36 CRIADO. C
CATALINA DE, DA SARGENTO MAYO R LOMÉ NOGUERA, MILITAR
Y CAPITÁN DE QUE RESIDE EN
ARTILLERÍA, INDIAS
LORENZO DE LA
PEÑA ESCALANTE

CANCINO, PALACIOS, LOS 1732 COMPAÑERO DEL 23 FRANCISCANO. S


FERNANDO, FR. SR. OBISPO CLÉRIGO.

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ELECTO DE RELIGIOSO
SANTIAGO DE
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA

CANSINO ALONSO CANSINO, ALONSO, ISABEL GIBRALEÓN. 1580 CRIADA DEL GOB. CRIADA. S
92

*, JUANA FRANCISCO HUELVA GABRIEL DE FUNCIONARIO


LUJÁN

CANTILLANA, CÓRDOBA 1611 CRIADO DEL 21 CRIADO S


LUIS DE OBISPO FR.
ALONSO
ENRÍQUEZ,
MERCEDARIO

CARMONA, ROSA CÁDIZ 1785 REUNIRSE CON SU HAY CARTA DE S


MARIDO FRANCIS- LLAMADA. LLEVA
CO MARÍA CASTI- A SU HIJA MARÍA
LLO, CAPATAZ DEL DE 12 AÑOS.
ARSENAL DE LA
HABANA
CARREÑO, CARREÑO, SEVILLA 1577 COMO EL PADRE ES S
FRANCISCO BARTOLOMÉ GOBERNADOR CAPITÁN

CARRILLO, ZÚÑIGA, JUAN CARRILLO, SEVILLA 1592 CON SU HIJA, DA 50 V


MENCÍA TERESA ISABEL DE ZÚÑIGA
CARVA JAL, JUAN CARVA JAL, MORA, SEVILLA 1565 CRIADO DEL CRIADO. S
DE COSME DE FRANCISCA DE GOBERNADOR FUNCIONARIO
GARCÍA OSORIO
CASABA, CÁDIZ 1785 CRIADO DE JUAN 36 CRIADO S
DOMINGO PEDRO DE AGUIAR
Y FAMILIA

CASANOVA , JOSÉ PUERTO DE 1744 CRIADO DE D. 21 CRIADO S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


ANTONIO SANTA MARÍA DOMINGO
REBORATO Y
SOLAR

CASAS DE SOTO *, CASAS, SOTO, ISABEL DE GIBRALEÓN. 1580 CON SUS PADRES S
ANTONIO DE MELCHOR DE HUELVA

CASAS DE SOTO *, CASAS, SOTO, ISABEL DE GIBRALEÓN. 1580 CON SUS PADRES S
FRANCISCA DE MELCHOR DE HUELVA

CASAS DE SOTO *, CASAS, SOTO, ISABEL DE GIBRALEÓN. 1580 CON SUS PADRES S
JUANA DE MELCHOR DE HUELVA
93

CASAS DE SOTO *, CASAS, SOTO, ISABEL DE GIBRALEÓN. 1580 CON SUS PADRES S
MARÍA DE MELCHOR DE HUELVA

CASAS, MELCHOR CASAS, JUAN DÍAZ, ISABEL OSUNA 1580 CON SU MUJER C
DE ISABEL DE SOTO,
SUS HIJOS JUANA,
MARIA,
FRANCISCA Y
ANTONIO. LLEVA
COMO CRIADA A
BEATRIZ DE
AGUILAR

CASTAÑEDA, CÁDIZ 1789 CRIADO DE D. 18 CRIADO. S


PASCUAL PEDRO GAMÓN, FUNCIONARIO
INTERVENTOR
GENERAL
DE LA FACTORÍA
DE TABACOS DE
LA HABANA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

CASTAÑO DE SEVILLA 1626 CON SU MADRE A 6 S


COLLACOS *, ESTAR CON SU
ISABEL PADRE

CASTAÑO DE SEVILLA 1626 CON SU MADRE A 18 S


COLLACOS *, ESTAR CON SU
JERÓNIMA PADRE

CASTILLA, SEVILLA 1732 ACOMPAÑA AL SR. 8 PAJE. CRIADO S


FERNANDO DE OBISPO ELECTO DE
SANTIAGO DE
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
CASTILLA, PEDRO SEVILLA 1611 CRIADO DEL EL PADRE ERA 18 S
DE OBISPO FR. ABOGADO EN LA
ALONSO ENRÍQUEZ AUDIENCIA DE
DE TOLEDO , SEVILLA
MERCEDARIO
94

CASTILLO CÁDIZ 1785 CON SU MADRE A 12 S


CARMONA, MARÍA VIVIR CON SU
PADRE, CAPATAZ
DEL ARSENAL DE
LA HABANA

CASTILLO GARCÍA CASTILLO, GARCÍA, JUANA SEVILLA 1592 CON SU MADRE 12 S


*, ANTÓN DEL FRANCISCO
DEL (+)

CASTILLO GARCÍA CASTILLO, GARCÍA, JUANA SEVILLA 1592 CON SU MADRE 9 S


*, BALTASAR DEL FRANCISCO
DEL (+)

CASTILLO GARCÍA CASTILLO, GARCÍA, JUANA SEVILLA 1592 CON SU MADRE 7 S


*, FRANCISCO DEL FRANCISCO
DEL (+)

CASTILLO SEVILLA 1620 CON SU MADRE 14 S


MARMOLEJO *,
LEONOR DE
CASTILLO, MARÍA CASTILLO, GARCÍA, JUANA SEVILLA 1592 CON SU MADRE 24 S
DEL FRANCISCO
DEL (+)
CASTILLO, PEDRO CABALLERO, CASTILLO, SEVILLA 1580 CRIADO DEL CAPI- CRIADO, S
DEL FRANCISCO MARÍA DEL TÁN MELCHOR MILITAR
SARDO DE ARANA

CAVA LLERO, LOJA. GRANADA 1682 BENEFICIAR 36 MERCADER. S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


JULIÁN MERCADERÍAS COM

CÉSPEDES, JUANA CÉSPEDES, CRUZ, FELIPA DE SEVILLA 1591 CON SU MARIDO C


DE JUAN DE LA BALTASAR DE LOS
REYES

CHACÓN Y SEVILLA 1695 VIAJAN CON SU 21 S


TRIVIO, HERMANA,
FERNANDO TERESA CHACÓN Y
TRIVIO, QUE VA A
REUNIRSE CON SU
ESPOSO.
95

CHACÓN Y SEVILLA 1695 VIAJAN CON SU 19 S


TRIVIO, JUAN HERMANA,
TERESA CHACÓN Y
TRIVIO, QUE VA A
REUNIRSE CON SU
ESPOSO

CHACÓN Y SEVILLA 1695 REUNIRSE CON SU HABÍA 15 C


TRIVIO, TERESA ESPOSO, D. JUAN CONTRAÍDO
MANUEL DEL MATRIMONIO POR
AGUILA PODERES

CHENARD ISLA DE LEÓN 1789 2 S


GALISTEO, CIPRIÁ
CHENARD ISLA DE LEÓN 1789 CON SUS PADRES 4 S
GALISTEO, JOSEFA

CHENARD ISLA DE LEÓN 1789 CON SUS PADRES 1 S


GALISTEO, MARÍA
DOLORES
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

CHENARD, DIEGO CÁDIZ 1789 VA CON SU MUJER MERCADER. C


DA JOSEFA COM
GALISTEO Y 3
HIJOS
JOSEFA(4),
CIPRIÁ(2) Y
MARÍA DE LOS
DOLORES(1)

COLLACOS, SEVILLA 1626 A ESTAR CON SU CON SUS HIJAS 44 C


CONSTANZA DE MARIDO PEDRO JERÓNIMA E
CASTAÑO, QUE ISABEL
RESIDE EN SAN
CRISTÓBAL DE LA

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
HABANA

CONDE, JOSÉ SAN JUAN DEL 1733 AL SERVICIO DEL 24 CRIADO. S


PUERTO. CARGADOR MERCADER
HUELVA FRANCISCO MOYA

CORBETE, SEVILLA 1624 CRIADO DE 21 CRIADO. S


96

ROBERTO CRISTÓBAL DE FUNCIONARIO


ARANDA, ALCAIDE
DE LA FUERZA DEL
MORRO DE LA
HABANA

CORREA, ANDRÉS CORREA, RODRÍGUEZ, SALTERAS 1565 LABRADOR DE LABRADOR S


PEDRO ANGELINA FRANCISCO RUIZ
DE HERRERA

CORTÉS, ALONSO HERNÁNDEZ, ANA ALCALÁ LA 1577 CRIADO DEL CRIADO. S


FRANCISCO REAL. JAÉN LICENCIADO FUNCIONARIO
SANTISTEBAN

COSTO LIBÁN, PUERTO DE 1682 BENEFICIAR 32 MERCADER. S


ESTEBAN SANTA MARIA MERCADERÍAS COM

CRUZ CAMPOS Y SEVILLA 1663 PASA CON D. 27 CRIADO. S


VELASCO, DIEGO FRANCISCO MILITAR
DE LA DÁVILA OREJÓN
GOBERNADOR Y
CAPITÁN GENERAL
DE LA ISLA DE
CUBA

CRUZ, ANA DE LA SEVILLA 1618 CRIADA DE 32 CRIADO. S


RODRIGO DE MILITAR
VELASCO,
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


GUERRA DE CUBA

CRUZ, ANTONIO AYA MONTE. 1733 AL SERVICIO DEL 28 CRIADO. S


DE LA HUELVA CARGADOR JUAN MERCADER
DE LA ROSA

CRUZ, MARÍA CÁDIZ 1789 REUNIRSE CON SU C


RAMONA DE LA MARIDO D. JUAN
ANTONIO DE LA
MAZA

CUESTA, CÁDIZ 1785 CON LICENCIA DE MERCADER. C


97

CRÍSPULO DE LA SU MUJER DÑA. COM


ANDREA DE LOS
SANTOS, POR
TIEMPO
ILIMITADO.

CUESTA, LUCIANA GRANADA 1744 VIVIR CON SU TÍO, HAY CARTA DE 28 V


DE LA, DA GABRIEL DE LLAMADA DEL
ZUBRIETA TÍO, QUE ES
SANTISTEBAN CASTELLANO DEL
CASTILLO DE
COJIMAR

DAZA, DIEGO CÁDIZ 1698 MERCADER. S


COM

DAZA, HERNANDO PACHECO, DÍAZ DAZA, HUELVA 1577 CRIADO DE CON SU MUJER CRIADO C
JUAN MARÍA FRANCISCO JUANA DE
CARREÑO ESPINOSA,
NATURAL DE
MÉJICO, Y SUS
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

HIJOS JUAN Y
FRANCISCA

DELGADILLO, CARMONA, AV ILA, ISABEL LUCENA. 1565 CRIADO DEL CAPI- CRIADO, S
JUAN GONZALO DE DE CÓRDOBA TÁN FRANCISCO MILITAR
NAVA RRO

DELGADO, DELGADO, LÓPEZ, MARINA BAEZA 1580 LICENCIADO S


MIGUEL MIGUEL

DELGADO, TOMÁS VEJER DE LA 1783 CON LICENCIA DE 42 MERCADER. C


FRONTERA SU MUJER JUANA COM
DE BENAVENTE,
POR DOS AÑOS

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
DELGADO, TOMÁS CÁDIZ 1785 POR TRES AÑOS MERCADER. C
CON LICENCIA DE COM
SU MUJER JUANA
BENAVENTE

DELGADO, TOMÁS CÁDIZ 1790 CON LICENCIA DE MERCADER. C


SU MUJER JUANA COM
98

BENAVENTE,
POR TRES AÑOS

DEZA, ANDRÉS DE DEZA, ANDRÉS VILLEGAS, LUISA SEVILLA 1580 CRIADO DEL LDO. CRIADO S
DE DE JUAN DE MINA

DÍAZ CAMBIL, DÍAZ, PEDRO CAMBIL, MARÍA CÁDIZ 1785 CON SU MADRE A 4 S
FRANCISCO JOSÉ REUNIRSE CON SU
PADRE

DÍAZ DE DÍAZ DE RAMÍREZ, ISABEL SEVILLA 1566 S


GANGUEARA, GANGUEARA,
FRANCISCO ALONSO

DÍAZ, ANA, DA CUMBRES 1555 CON SU ESPOSO EL C


MAYO RES. LICENCIADO
HUELVA MARTÍNEZ

DÍAZ, JÁCOME SEVILLA 1630 CRIADO DEL 20 CRIADO. S


GOBERNADOR FUNCIONARIO
JUAN DE ACEVEDO
DÍAZ, JUAN ANDÚJAR. JAÉN 1605 CRIADO DE 18 CRIADO. S
JERÓNIMO DE MILITAR
QUERO, SARGENTO
MAYO R DE LA
HABANA

DÍAZ, LUIS DÍAZ, MARCOS CAMPOS, SEVILLA 1561 CRIADO DEL CRIADO S
CATALINA DE DOCTOR
VILLALPANDO,

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


OBISPO DE CUBA
DÍEZ, FRANCISCA MARTÍN DÍEZ, LEONOR MOGUER. 1533 CON SU MADRE S
RIBERO, PERO HUELVA
DÍEZ, LEONOR MOGUER, 1533 CASADA CON C
HUELVA PEDRO MARTÍN
RIBERO. VA CON
SUS HIJAS
FRANCISA Y
MARíA
99

DÍEZ, MARIA MARTÍN DÍEZ, LEONOR MOGUER. 1533 CON SU MADRE S


RIBERO, PERO HUELVA
DOMÍNGUEZ, ARACENA. 1769 CRIADO DE D. 40 CRIADO. S
BLAS HUELVA MANUEL DE MERCADER
VALLADARES,
MERCADER

DOMÍNGUEZ, DOMINGO, VANO S, ARACENA 1580 CON ÁLVA RO DE S


CRISTÓBAL JUAN CATALINA DE CLAV IJO LOAISA
DOMÍNGUEZ, ALONSO, SÁNCHEZ, CUMBRES 1561 CON MARTíN C
JUANA RODRIGO FRANCISCA MAYO RES. ALONSO SABIDO,
HUELVA SU MARIDO
DRIZAR, TEODORA DRIZAR, ARRECHIGA, SEVILLA 1580 CON SU MARIDO C
DE, DA MARTÍN DE MARÍA DE, DA MELCHOR SARDO
DE ARANA
DURAGO, FERNÁNDEZ DE NO CONSTA GUADALCANAL 1533 S
FRANCISCO LLERENA,
GONZALO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

DURÁN, JOSÉ SEVILLA 1687 PONER COBRO A 46 MERCADER. V


DIFERENTES COM
EFECTOS QUE LE
QUEDARON
PENDIENTES DE
UN VIAJE
ANTERIOR

ECHAIDE, JUAN PUERTO DE 1698 MERCADER. S


DE SANTA MARÍA COM
ENCISO, MARÍA, SEVILLA 1633 CON SU MARIDO 23 CRIADA. C
DA FRANCISCO DE MILITAR
OJEDA, AL

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
SERVICIO DEL
GOBERNADOR

ESCOBAR, SEVILLA 1687 CRIADA DEL 50 CRIADA. S


BEATRIZ DE GOBERNADOR Y MILITAR
CAPITÁN GENERAL
DE CUBA, D. DIEGO
100

ANTONIO DE
VIANA

ESCOBAR, ISABEL SEVILLA 1687 CRIADA DEL 45 CRIADA. S


DE GOBERNADOR Y MILITAR
CAPITÁN GENERAL
DE CUBA, D. DIEGO
ANTONIO DE
VIANA

ESCOBAR, JUANA MARCHENA 1574 S


DE

ESPINOSA DE LOS CÁDIZ 1730 AL SERVICIO DEL 18 CRIADO. S


MONTEROS, CARGADOR MERCADER
FRANCISCO JOSÉ IGNACIO JAV IER
DE CAICUEGUI,
QUIEN SE OBLIGÓ
A TRAERLO DE
VUELTA
ESPINOSA ARCOS DE LA 1732 CAPELLÁN DEL SR. 11 PRESBÍTERO. S
MALDONADO, FRONTERA OBISPO ELECTO DE CLÉRIGO.
GABRIEL DE SANTIAGO DE DIOCESANO
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA
ESPINOSA, ALEJO SEVILLA 1618 VA CON DIEGO 40 SARGENTO. S
DE CONEJO, CAPITÁN MILITAR.

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


DE INFANTERÍA DE GUERRA
LA FUERZA VIEJA

ESPINOSA, MARÍA SÁNCHEZ, ESPINOSA, ECIJA 1594 REUNIRSE CON SU CON SU PADRE C
DE MIGUEL MARÍA DE MARIDO ALONSO
RUIZ

ESTRADA, CÁDIZ 1772 REUNIRSE CON SU HAY DO S CARTAS 31 C


BRÍGIDA DE MARIDO D. DE LLAMADA
SEBASTIÁN DE MUY SABROSAS.
ARRIAGA, OFICIAL LLEVA UNA
101

DE LA CRIADA,
ADMINISTRACIÓN GERTRUDIS DE
DE CORREOS DE AMAYA Y
LA HABANA SAMANES

ESTRELLA, PEDRO HUELVA 1735 CRIADO DEL 15 CRIADO. S


DE LA CARGADOR MERCADER
FRANCISCO
DOMINGO DE
ARCO

FERNÁNDEZ MÁLAGA 1789 CRIADO DE D. 31 CRIADO. S


CHICA, RAMÓN MAUDUIT MILITAR
FRANCISCO Y VA LERA,
AYUDAN TE
DEL REGIMIENTO
DE INFANTERÍA DE
CUBA
FERNÁNDEZ DE ARCOS DE LA 1750 CRIADO DE D. 31 CRIADO S
CÓRDOBA, JUAN FRONTERA RAFAEL DE
CÁRDENAS
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

FERNÁNDEZ DE SEVILLA 1695 MERCADER. C


VA LENZUELA, COM
JOSÉ
FERNÁNDEZ DEL UTRERA. 1788 CON SU MARIDO, CONTRAJO C
CASTILLO, MARÍA D. JOSE DE JESÚS MATRIMONIO EN
DOLORES MENOCAL CÁDIZ EL 29-11-
QUE REGRESA A 1787
LA HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL

FERNÁNDEZ CÁDIZ 1784 28 MERCADER. S


ZARCO, JOSÉ COM

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
FERNÁNDEZ, SEVILLA 1614 CRIADO DE ESTE ENFERMÓ Y 34 CRIADO S
FRANCISCO FERNANDO Y NO FUE A INDIAS
ANTONIO PEREIRA

FERNÁNDEZ, UTRERA. 1786 CRIADO DEL 25 CRIADO. S


FRANCISCO SUBTENIENTE DE MILITAR
102

ARTILLERÍA D.
CAY ETANO REYNA

FERNÁNDEZ, JEREZ DE LA 1712 CRIADO DEL 26 CRIADO. C


RODRIGO FRONTERA SARGENTO MAYO R MILITAR
ALBERTO D. MATEO LÓPEZ
DE CANGAS,
GOBERNADOR DE
SANTIAGO DE
CUBA

FIGUEROA, JOSÉ CÁDIZ 1735 AL SERVICIO DEL 25 CRIADO. S


DE CARGADOR JOSÉ MERCADER
DE MIRANDA
DOMÍNGUEZ

FLEMING, CÁDIZ 1788 MERCADER. S


RICARDO PEDRO COM
FLORE, JOSÉ DE SEVILLA 1633 CRIADO DEL 15 CRIADO. S
CAPITÁN JUAN DE MILITAR
AMOSQUETA,
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A
GUERRA

FLORES *, DIEGO NO CONSTA FLORES, MARI GUADALCANAL 1533 CON SU MADRE S

FLORES, MARI GUADALCANAL 1533 CON SU HIJO V


DIEGO

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


FRANCO, ANTEQUERA. 1618 CRIADO DE D. 17 CRIADO. S
RODRIGO MÁLAGA GONZALO MILITAR
CHACÓN, CAPITÁN
DE LA FUERZA DE
LA PUNTA DE LA
HABANA

FRENCHT, SANLÚCAR DE 1772 CON SU MARIDO 26 C


BERNARDA BARRAMEDA JUAN MANUEL
CHICANO,
NATURAL Y
103

VECINO DE LA
HABANA.
FRET, HENRIQUE CÁDIZ 1785 LLEVA A SU MARINO S
HERMANO JUAN MERCANTE.
JOSÉ (36) MERCADER
FRET, JUAN JOSÉ CÁDIZ 1785 VA COMO 36 S
AMANUENSE DE
SU HERMANO
HENRIQUE
FUENTE FUENTE, JUAN NUEZ DE CONSTANTINA 1590 CON SU MUJER C
CABRERA, DIEGO DE LA CABRERA, MARÍA LÓPEZ Y
DE LA CATALINA SUS HIJOS
CATALINA,
MARÍA, JUAN,
DIEGO Y FCO.

FUENTE LÓPEZ *, FUENTE LÓPEZ, MARÍA CONSTANTINA 1590 CON SUS PADRES S
CATALINA DE LA CABRERA,
DIEGO DE LA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

FUENTE LÓPEZ *, FUENTE LÓPEZ, MARÍA CONSTANTINA 1590 CON SUS PADRES S
DIEGO DE LA CABRERA,
DIEGO DE LA

FUENTE LÓPEZ *, FUENTE LÓPEZ, MARÍA CONSTANTINA 1590 CON SUS PADRES S
FRANCISCO DE LA CABRERA,
DIEGO DE LA

FUENTE LÓPEZ *, FUENTE LÓPEZ, MARÍA CONSTANTINA 1590 CON SUS PADRES S
JUAN DE LA CABRERA,
DIEGO DE LA
FUENTE LÓPEZ *, FUENTE LÓPEZ, MARÍA CONSTANTINA 1590 CON SUS PADRES S
MARÍA DE LA CABRERA,

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
DIEGO DE LA
FUENTE, DIEGO FUENTE, DIEGO NO CONSTA MEDINA 1580 CON SU PADRE S
DE LA DE LA SIDONIA
FUENTE, DIEGO FUENTE, PEDRO JIMÉNEZ, JUANA MEDINA 1580 CON ALVA RO DE S
DE LA DE LA SIDONIA CLAV IJO LOAISA.
104

LLEVA A SU HIJO
DIEGO DE LA
FUENTE

FUNES, LEONOR SEVILLA 1650 ACOMPAÑA A CRIADO S


DE AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO,
NATURAL DE SAN
CRISTÓBAL DE LA
HABANA.

GALÁN, MARÍA, CÁDIZ 1722 CRIADA DE DÑA. 28 CRIADA. S


DA MARÍA ANA MILITAR
CRESPI, ESPOSA
DEL TENIENTE DE
LA PLAZA DE LA
HABANA, CON
QUIEN VA A
REUNIRSE.

GALINDO, CÁDIZ 1746 VIVIR CON SU VA CON SU HIJA 56 V


BEATRIZ, DA HIJO, PEDRO DEL LÁZARA DEL
VA LLE VA LLE. ES VIUDA
DE JUAN DEL
VA LLE

GALISTEO, ISLA DE LEÓN 1789 CON SU MARIDO C


JOSEFA, DÑA. DIEGO CHENARD,
MERCADER

GÁLVEZ, ANDRES MARCHENA 1763 CRIADO DE DÑA. 24 CRIADO. S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


RAMÓN DE AGUSTINA FUNCIONARIO
HURTADO, QUE VA
A REUNIRSE CON
SU MARIDO
AMBROSIO LÓPEZ,
SECRETARIO DE
SR. CONDE DE
RICLA Y OFICIAL
REAL INTERINO DE
LA HABANA
105

GARCÍA ASENCIO GARCÍA, ASENCIO, SEVILLA 1596 CON SUS PADRES 10 S


*, ANA CRISTÓBAL CATALINA

GARCÍA ASENCIO GARCÍA, ASENCIO, SEVILLA 1596 CON SUS PADRES 8 S


*, ANDRÉS CRISTÓBAL CATALINA

GARCÍA GARCÍA, HERNÁNDEZ, POSADAS. 1561 S


BURBANO, ANTÓN ANTÓN MARíA CÓRDOBA

GARCÍA CHICANO, SANLÚCAR DE 1777 CON LICENCIA DE MERCADER. C


JUAN MANUEL BARRAMEDA SU MUJER DA COM
BERNARDINA
FRENCH, POR
TRES AÑOS

GARCÍA GÓMEZ *, GARCÍA, GÓMEZ, ISABEL GUADALCANAL 1533 CON SU MADRE S


CATALINA FRANCISCO

GARCÍA GÓMEZ *, GARCÍA, GÓMEZ, ISABEL GUADALCANAL 1533 CON SU MADRE S


FRANCISCA FRANCISCO
GARCÍA GÓMEZ *, GARCÍA, GÓMEZ, ISABEL GUADALCANAL 1533 CON SU MADRE S
FRANCISCO FRANCISCO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

GARCÍA GÓMEZ *, GARCÍA, GÓMEZ, ISABEL GUADALCANAL 1533 CON SU MADRE S


JUAN FRANCISCO
GARCÍA Y SEVILLA 1749 CON SU MADRE S
VA RGAS,
GERTRUDIS, DA

GARCÍA, JEREZ DE LA 1610 CON SU TÍA MARÍA 9 S


AGUSTINA FRONTERA RODRÍGUEZ,
HERMANA DE SU
MADRE
GARCÍA, BLANCO, SAMANES, ANA JEREZ DE LA 1610 CON SU TÍA MARÍA 9 S
AGUSTINA ALONSO FRONTERA RODRÍGUEZ, QUE

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
VA A REUNIRSE
CON SU MARIDO,
LORENZO GARCÍA

GARCÍA, ANA GARCÍA, HERNÁNDEZ, SEVILLA 1580 CRIADA DEL CRIADA. S


HERNÁN JUANA CAPITÁN MILITAR
MELCHOR SARDO
106

DE ARANA

GARCÍA, ANA RAMOS, RODRÍGUEZ, SEVILLA 1593 CRIADA DE JUAN CRIADA S


LORENZO MARÍA DÍAZ ALDEANO

GARCÍA, SEVILLA 1596 REGRESA CON SU MUJER 40 C


CRISTÓBAL CATALINA
ASENCIO Y SUS
HIJOS ANDRÉS Y
ANA

GARCÍA, JUANA MARTIN DE HERNÁNDEZ, SEVILLA 1592 COBRAR CIERTA CON SUS HIJOS 40 V
CARMONA, SANCHA HACIENDA QUE LE MARÍA, JUANA,
ANTEÓN DEJÓ SU MARIDO, FRANCISCA,
FRANCISCO DEL ANTÓN Y
CASTILLO, QUE BALTASAR
FALLECIÓ EN
CUBA
GARCÍA, JULIÁN GARCÍA, LÓPEZ, SEVILLA 1580 CON SU MUJER C
ALONSO FRANCISCA MARÍA DE
ARNEDO Y COMO
CRIADA LLEVA A
ANA GONZÁLEZ

GARCÍA, LEONOR SÁNCHEZ, GARCÍA, MARÍA CUMBRES DE 1555 CRIADA DEL CRIADA. S
FRANCISCO SAN LICENCIADO FUNCIONARIO
BARTOLOMÉ. MARTÍNEZ
HUELVA

GARCÍA, MARCOS GARCÍA, LÓPEZ, ISABEL CUMBRES DE 1555 CRIADO DEL CRIADO. S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


BARTOLOMÉ SAN LICENCIADO FUNCIONARIO
BARTOLOMÉ. MARTÍNEZ
HUELVA

GARZÓN, JUAN GARZÓN, NO CONSTA GUADALCANAL 1533 S


ALVA RO

GÓMEZ *, ELVIRA NO CONSTA GÓMEZ, ISABEL SEVILLA 1568 CON SU MADRE, S


CRIADA DEL DR.
ZAYA S

GÓMEZ *, LEONOR NO CONSTA GÓMEZ, ISABEL SEVILLA 1568 CON SU MADRE, S


107

CRIADA DEL DR.


ZAYA S

GÓMEZ SEVILLA 1614 CRIADO DE JUAN 28 CRIADO. S


ESCUDERO, GARCÍA DE NAV IA, MILITAR
JERÓNIMO GOBERNADOR Y
CAPITÁN A GUE-
RRA DE LA CIU-
DAD DE SANTIAGO
DE CUBA
GÓMEZ, ANTONIO CÓRDOBA 1615 CRIADO DE D. CRIADO V
AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO
GÓMEZ, BEATRIZ GÓMEZ, SÁNCHEZ, INÉS SEVILLA 1539 S
HERNÁN

GÓMEZ, DIEGO CÓRDOBA 1615 VA CON SU PADRE, S


CRIADO DE D.
AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

GÓMEZ, GÓMEZ, GONZÁLEZ, SEVILLA 1594 CRIADO DE FCO. CRIADO S


FRANCISCO RODRIGO ISABEL DE PUEBLA,
CLÉRIGO
GÓMEZ, ISABEL FERNÁNDEZ DE GONZÁLEZ, GUADALCANAL 1533 CASADA CON C
CERVERA, MARINA FRANCISCO
GÓMEZ GARCÍA. VA CON
SUS HIJOS
FRANCISCO,
FRANCISCA,
CATALINA Y JUAN

GÓMEZ, ISABEL VA LERA, GÓMEZ, ELVIRA SEVILLA 1568 CRIADA DEL DR. CON SUS HIJAS CRIADA. V
PEDRO ZAYA S LEONOR Y FUNCIONARIO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ELVIRA. EL
PADRE ES
HERRADOR

GÓMEZ, SEVILLA 1614 CRIADO DE D. ESCUDERO. S


JERÓNIMO JUAN GARCÍA DE GUERRA.
NAV IA MILITAR
108

GOBERNADOR Y
CAPITÁN GENERAL
DE LA ISLA DE
CUBA.

GÓMEZ, JUAN CÁDIZ 1790 CRIADO DE D. 11 CRIADO. S


FEDERICO VA RÓN MILITAR
DE WINTERFELO
CAPITÁN DE
INFANTERÍA DEL
REGIMIENTO FIJO
DE CUBA
GONZÁLEZ DE UBEDA. JAÉN 1618 VA CON SU TÍO 18 S
VELASCO, JUAN RODRIGO DE
VELASCO
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A
GUERRA DE LA
ISLA DE CUBA
GONZÁLEZ, ANA PÉREZ, MARTIN GONZÁLEZ, SEVILLA 1580 CRIADA DE JULIÁN CRIADA S
LEONOR GARCÍA

GONZÁLEZ, MARTIN, JUAN GONZÁLEZ, CALA. MÁLAGA 1593 CON SU MARIDO C


CATALINA CATALINA ALONSO SÁNCHEZ

GONZÁLEZ, SEVILLA 1614 VA CON SU 26 CRIADA. C


DOMINGA MARIDO MILITAR
JERÓNIMO DE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


ATIENDA, CRIADO
DE JUAN GARCÍA
DE NAV IA, QUE VA
POR GOBERNADOR
Y CAPITÁN A
GUERRA DE
SANTIAGO DE
CUBA

GONZÁLEZ, JUAN GONZÁLEZ, GARCÍA, VILLAMARTÍN 1580 CON ALVA RO DE ALVA RO DE S


JUAN CATALINA CLAV IJO LOAISA CLAV IJO LOAISA
109

LLEVA UN G RUPO
DE 16 HOMBRES,
CUATRO DE
ELLOS CON
MUJER E HIJOS.
EN TOTAL 30
PERSONAS, DE
LAS QUE 13 SON
ANDALUCES

GONZÁLEZ, DÍAZ MÉNDEZ, ISABEL SANLÚCAR LA 1598 CRIADA DEL VIUDA DE 34 CRIADA. V
LEONOR PULGARIÑO, MAYO R CONTADOR PEDRO BARTOLOMÉ FUNCIONARIO
FRANCISCO REDONDO DE GONZÁLEZ
VILLEGAS

GONZÁLEZ, ROSA PUERTO REAL 1773 REUNIRSE CON SU C


MARIDO D.
MANUEL
GONZÁLEZ,
GUARDA-
ALMACÉN DE LAS
OBRAS DE
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

FORTIFICACIÓN DE
LA HABANA

GRANT ESTRANJE, CÁDIZ 1728 LOS PADRES SON 21 MERCADER. S


JUAN ESTEBAN IRLANDESES. EL COM
EXPEDIENTE NO
TIENE NÚMERO

GUERRERO, CÁDIZ 1763 REUNIRSE CON SU SE HACE LLAMAR 33 C


EUGENIA MARIDO FCO. RUIZ FRANCISCO DE
DE TOLEDO . ALCÁNTARA.
NATURAL DE CHIN
MÁLAGA), CON SU
HIJO JOSÉ

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
MANUEL, DE 13
AÑOS Y
FRANCISCO
FACUNDO (14)

GUERRERO, CÁDIZ 1780 CON SU MARIDO LLEVA A MA- 52 C


MARÍA EL CAPITÁN DE RÍA(18), NATURAL
110

ARTILLERÍA D. DE CÁDIZ, SU HIJA


RAIMUNDO .Y A SU CRIADA
MONREAL, MARÍA ALCÁZAR,
NATURAL DE NATURAL DE
ARAGÓN MÁLAGA,
SOLTERA, DE 15
AÑOS
GUTIÉRREZ, GUTIÉRREZ, FERNÁNDEZ, SEVILLA 1597 CRIADO DE JUAN CRIADO S
HERNÁN CRISTÓBAL MARÍA GUTIÉRREZ

GUTIÉRREZ, SEVILLA 1702 30 MERCADER. S


IGNACIO A. COM

GUTIÉRREZ, JUAN CÁDIZ 1775 CRIADO DEL IDA Y VU ELTA 17 CRIADO. S


MERCADER DIEGO MERCADER
SAMANES
AZEVEDO

GUTIÉRREZ, GUTIÉRREZ, VEHEDORA, SANLÚCAR DE 1536 S


PEDRO PEDRO LEONOR BARRAMEDA
HEREDIA, FABIÁN SEVILLA 1602 CON SUS PADRES 16 S
DE

HEREDIA, SEVILLA 1602 CON SUS PADRES 11 S


SEBASTIÁN DE

HERMET, MANUEL PUERTO DE 1776 MERCADER. S


SANTA MARÍA COM

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


HERNÁNDEZ RUIZ CABEZA HERNÁNDEZ, POSADAS 1561 CON JUAN PAZ, SU C
CABEZA DE VA CA, DE VA CA, ISABEL MARIDO
MARíA PEDRO

HERNÁNDEZ DE HERNÁNDEZ, SEA, ELVIRA DE SEVILLA 1578 MERCADER. S


LEÓN, DIEGO GONZALO COM

HERNÁNDEZ, GUTIÉRREZ, HERNÁNDEZ, SEVILLA 1590 REUNIRSE CON SU CON SU CRIADA C


BLANCA FRANCISCO BLANCA MARIDO, MARÍA ALVA REZ
DOMINGO
HERNÁNDEZ
111

HERNÁNDEZ, HERNÁNDEZ, CEA, ELVIRA DE SEVILLA 1580 MERCADER. S


DIEGO GONZALO COM

HERNÁNDEZ, OSA, MARTÍN GARCÍA, ELVIRA ARACENA 1580 CON ÁLVA RO DE S


DIEGO DE LA CLAV IJO LOAISA

HERNÁNDEZ, SEVILLA 1602 CON SU MARIDO NO CONSTAN 35 C


MAGDALENA JORGE LEAL LOS PADRES.
LLEVA A SUS DOS
HIJOS

HERNÁNDEZ, SALAMANCA, HERNÁNDEZ, GIBRALEÓN. 1580 CRIADA DEL CRIADA. S


MARÍA ANDRÉS DE TERESA HUELVA GOBERNADOR FUNCIONARIO
GABRIEL DE
LUJÁN

HERNÁNDEZ, HERNÁNDEZ, GARCÍA, MARIA GUADALCANAL 1537 S


RODRIGO PEDRO
HERNÁNDEZ, HERNÁNDEZ, GARCÍA, MARÍA GUADALCANAL 1539 S
RODRIGO PEDRO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

HIDALGO, CABRA. 1751 REGRESA HAY COPIA DE UN C


FRANCISCO, D. CÓRDOBA TESTAMENTO
OTORGADO POR
ESTE INDIVIDUO
PARA EL CASO DE
QUE LE
SUCEDIERA ALGO
EN EL VIAJE A
ESPAÑA

HINOJOSA, JUANA SEVILLA 1616 VA CON SU 16 S


DE MADRE, CRIADA
DEL TESORERO D.
FRANCISCO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
MARTÍNEZ DE
CASTAÑEDA.

HORRILLO, MARÍA BORNOS 1781 REUNIRSE CON SU HAY CARTA DE 35 C


ANTONIA MARIDO JOSÉ DE LLAMADA
VA RGAS MACHU-
CA, BOTICARIO,
112

NATURAL
TAMBIÉN DE
BORNOS
HUERTA, MARÍA SEVILLA 1626 CRIADA DEL 24 CRIADA. S
DE CAPITÁN ALONSO MILITAR
CRISTINA
HURTADO, MARÍA CÁDIZ 1753 VIVIR CON SU S
GERTRUDIS PADRE, EL CUAL
ES PRIMER
CIRUJANO DE LA
ARMADA DE
AQUELLA CIUDAD

INFANTE, CÁDIZ 1692 FACTOR. C


FRANCISCO MERCADER.
COM

IZQUIERDO, IZQUIERDO, HERNÁNDEZ, AZNALCÁZAR 1539 S


PEDRO ALONSO ISABEL
CRIADA DEL

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


SARGENTO MAYOR
D. MATEO LÓPEZ DE
CANGAS, GOBER-
NADOR DE SANTIA-
GO DE CUBA
113
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

PUERTO DE
AQUELLA CIUDAD

LASSO DE LA CARMONA 1732 A OCUPAR EL LLEVA EN SU 56 FRANCISCANO. S


VEGA Y CANCINO, OBISPADO DE COMPAÑÍA A FR. CLÉRIGO.
JUAN, FR. SANTIAGO DE FRANCISCO DE RELIGIOSO
CUBA SAN BUENAVEN-
TURA Y UN
LARGO SÉQUITO
LASSO DE LA ECIJA 1732 ACOMPAÑA AL SR. CLÉRIGO DE 19 FRANCISCANO. S
VEGA, DOMINGO OBISPO ELECTO DE MENORES CLÉRIGO.
SANTIAGO DE ORDENES RELIGIOSO
CUBA, FR. JUAN

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
LASSO DE LA
VEGA

LASSO DE LA SEVILLA 1732 ACOMPAÑA AL SR. 19 CABALLERIZO. S


VEGA, MIGUEL OBISPO ELECTO DE ARTESANO
SANTIAGO DE
CUBA, FR. JUAN
114

LASSO DE LA
VEGA

LEAL, JORGE TRIANA 1602 AL SERVICIO DE NO CONSTAN LOS 34 HERRERO. C


PEDRO DE VALDÉS, PADRES. ES ARTESANO
PROVISTO GITANO
GOBERNADOR DE ASIMILADO. ES
CUBA, A SERVIR HERRERO,"MUY
SU OFICIO DE BUEN OFICIAL".
HERRERO CASADO "POR LA
IGLESIA DE
ROMA" CON
MAGDALENA
HERNÁNDEZ, CON
QUIEN PASA.
LLEVA A SUS DOS
HIJOS

LEÓN, INÉS DE SEVILLA 1597 CON SU MARIDO 27 C


FRANCISCO SÁN-
CHEZ DE MOYA
LIZONDO, CÁDIZ 1772 CRIADO DEL 19 CRIADO. S
SANCHO MERCADER PEDRO MERCADER
JOSÉ RUIZ

LLES DE AGUILAR, ECIJA 1621 CRIADO DEL 20 CRIADO. S


ALONSO CAPITÁN MARTIN MILITAR
PÉREZ DE
ACHOTEGUI

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


LOBO, ISABEL YSCORNIA, OJEDA, ANA DE SEVILLA 1592 CON SU MADRE, A 13 S
ANTONIO DE REUNIRSE CON SU
PADRE

LÓPEZ DE SEVILLA 1614 CRIADO DE NICO- 43 CRIADO. S


ALARCÓN, LÁS DE AV ILA, MILITAR
ANTONIO SARGENTO MAYO R
DE LA HABANA
LÓPEZ MARÍN, UMBRETE 1611 CRIADO DEL 23 CLÉRIGO DE S
FRANCISCO OBISPO FR. ORDENES
ALONSO ENRÍQUEZ MENORES.
115

DE TOLEDO. DIOCESANO
LÓPEZ, LÓPEZ, DIEGO LÓPEZ, ISABEL TOMARES 1537 S
FRANCISCO

LÓPEZ, MÉNDEZ, LÓPEZ, JUSTA HERRERA 1580 MERCADER. S


FRANCISCO MANUEL COM

LÓPEZ, MARÍA LÓPEZ NUEZ, DOMINGA CONSTANTINA 1590 CON SU MARIDO, C


GALLEGO, DIEGO DE LA
FRANCISCO FUENTE CABRERA

LÓPEZ, PEDRO SEVILLA 1778 CRIADO DE D. CON LICENCIA DE 34 CRIADO. C


ANTONIO AGU ILAR SU MUJER ANA FUNCIONARIO
DE CELA, FIEL DE MARÍA
LA FABRICA DE XARAMILLO,
TABACOS DE NATURAL DE
SEVILLA, QUE VA ANTEQUERA, POR
A LA HABANA DOS AÑOS
PARA RECONOCER
LA SIEMBRA DE
TABACO EN CUBA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

LORENZO DE CÁDIZ 1611 CRIADO DEL 22 CRIADO S


CUEVA S *, OBISPO FR.
AGUSTÍN ALONSO ENRÍQUEZ
JERÓNIMO DE TOLEDO,
MERCEDARIO
MADRIGAL Y UMBRETE 1732 CAPELLÁN DEL SR. 22 PRESBÍTERO. S
PERNIA, JOSÉ OBISPO ELECTO DE CLÉRIGO.
SANTIAGO DE DIOCESANO
CUBA, FRAY JUAN
LASSO DE LA
VEGA

MAESTRA, JUAN MAESTRA, LUIS HERNÁNDEZ, VÉLEZ-MÁLAGA, 1536 S

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
DE LA DE LA LUISA MÁLAGA

MAGAS, CÁDIZ 1744 C


JERÓNIMO, D.
MANSO, JUAN CÓRDOBA 1669 PASA COMO 26 PRESBÍTERO. S
CAPELLÁN DE FR. CLÉRIGO.
116

ALONSO DIOCESANO
BERNARDO DE LOS
RÍOS, TRINITARIO
CALZADO, VA
COMO OBISPO DE
SANTIAGO DE
CUBA.

MARCÁN, ISLA DE LEÓN 1790 25 MERCADER. S


ANTONIO COM

MARMOLEJO, SEVILLA 1620 PARECE QUE VA LLEVA A SU HIJA 40 V


ANA, DA CON DA CECILIA LEONOR DE
PEREIRA DE CASTILLO
GAMBOA

MARQUEN DE JEREZ DE LA 1735 CRIADO DEL 16 CRIADO. S


TORRES, FRONTERA CARGADOR MERCADER
FRANCISCO FRANCISCO. JOSE
ESPINOSA DE LOS
MONTEROS
MARTÍN DE BUSTAMANTE, MARTÍN, LEONOR SEVILLA 1539 S
BAENA, PEDRO DE
CATALINA

MARTÍN DE LA HUELVA 1733 AL SERVICIO DEL CRIADO. S


ESTRELLA, PEDRO CARGADOR JUAN MERCADER
DE LA ROSA

MARTÍN DIEZ *, MARTÍN DÍEZ, LEONOR MOGUER. 1533 CON SU MADRE S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


MARIA RIBERO, PERO HUELVA

MARTÍN SABIDO, SÁNCHEZ GARCÍA, MARIA CUMBRES 1561 CON SU MUJER CAPITÁN. C
JUAN SABIDO, JUAN MAYO RES. JUANA MILITAR.
HUELVA DOMÍNGUEZ TENIENTE DE
Le acompañaron dos CAPITÁN
sobrinos en Cuba, GENERAL DE
ambos clérigos: LA TRINIDAD E
Francisco Sabido, que ISLA DE CUBA
regresó para ocupar
una capellanía en
117

Cumbres en 1611, y
Juan Sabido,
sacerdote, que estuvo
con Juan Martín
Sabido en El Bayamo
y se quedó en Cuba.

MARTÍN, SEVILLA 1622 CRIADA DE 50 CRIADA S


FRANCISCA CATALINA DE
MEDRANO QUE
VUELVE A LA
HABANA
MARTÍNEZ, EL DELGADO, DOMÍNGUEZ, CUMBRES DE 1555 CON SU MUJER, C
LICENCIADO MARTÍN JUANA SAN DOÑA ANA DÍAZ,
BARTOLOMÉ. Y SU HIJA,
HUELVA JUSTINA
MARTÍNEZ
MARTÍNEZ, MARTÍNEZ, EL DÍAZ, ANA, DA CUMBRES 1555 CON SUS PADRES S
JUSTINA LICENCIADO MAYO RES.
HUELVA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

MARTÍNEZ, MARTÍN, LÓPEZ, JUANA CALA. MÁLAGA 1593 CON SU TÍO JUAN S
LEONOR LORENZO DÍAZ ALDEANO,
NATURAL DE
VILLANUEVA D EL
FRESNO

MARTÍNEZ, RUIZ, MARTÍNEZ, CARMONA 1561 CON FRANCISCO C


LEONOR BARTOLOMÉ GRACIA DE CALONA, SU
MARIDO, QUE VA
COMO MAESTRO
DE LA
FORTIFICACIÓN DE
LA HABANA

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
MARTOS, SEVILLA 1710 CRIADO DEL 19 CRIADO. S
FRANCISCO DE SARGENTO MILITAR
MAYO R DEL
PRESIDIO DE
SANTIAGO DE
CUBA, D. TOMÁS
ANTONIO CORTÉS
118

DE PAREDES

MATA, MARÍA ANTEQUERA. 1766 CRIADA DE D. JOSÉ 22 CRIADA S


JOSEFA DE MÁLAGA DE LIZUNDIA, QUE
REGRESA

MEDRANO, SEVILLA 1608 VA CON D. GASPAR 35 CRIADO. S


CATALINA DE DE PEREDA, FUNCIONARIO
PROVISTO
GOBERNADOR DE
LA HABANA
MELGAREJO, MÁLAGA 1785 VA CON SU 50 C
MARÍA MARIDO JUAN
PEDRO DE ORTEGA
Y SU HIJA MARÍA
JOSEFA, CASADA
CON PABLO DE
AGUIAR, NATURAL
DE LA HABANA
ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)
119

CRIADO DE D.
ANTONIO AGUI-
LAR DE CELA,
FIEL DE LA FABRI-
CA DE TABACOS
DE SEVILLA, QUE
VA A LA HABANA
PARA RECONOCER
LA SIEMBRA DE
TABACO DE CUBA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

MIRANDA, JUAN CÁDIZ 1785 TIENE PENDIENTE 39 MERCADER. C


DE LA SEPARACIÓN COM
DE SU MUJER
DÑA. M. ANTONIA
TELLO DE
MENESES Y GUAL,
QUE NO QUIERE
DARLE LICENCIA
PARA EL VIAJE.
LA AU TORIDAD
CIVIL SE LA DIO
SIN ELLA.

MIRANDA, TRIANA 1617 TRABAJAR EN LOS 32 CARPINTERO S

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
MATÍAS DE CUATRO DE RIBERA.
GALEONES QUE SE ARTESANO
FABRICAN EN EL
ASTILLERO DE LA
HABANA
MOLINA, SEVILLA 1608 CRIADO DE D. 25 CRIADO S
120

FRANCISCO DE JUAN BERNARDO


DE QUIRÓS,
NATURAL DE LA
HABANA

MOLINA, JOSÉ MÁLAGA 1733 AL SERVICIO DEL 20 CRIADO. S


CARGADOR JUAN MERCADER
DE VERA Y OLIVOS
MOLINA, JUAN DE SEVILLA 1647 CRIADO DE D. 25 CRIADO. S
FRANCISCO.DE MILITAR
MOLINA, TENIEN-
TE DE GOBERNA-
DOR Y CAPITÁN
GENERAL DE LA
ISLA DE CUBA

MONREAL, MARÍA MONREAL, GUERRERO, CÁDIZ 1780 CON SU MADRE A 18 S


RAIMUNDO MARÍA REUNIRSE CON SU
PADRE, CAPITÁN
DE ARTILLERÍA.
MONTALVO, SEVILLA 1597 CON SU MARIDO 44 C
MARÍA DE JERÓNIMO
BASQUEES

MONTESINOS, SEVILLA 1648 CRIADA DEL CRIADA. V


JUANA DE ALMIRANTE D. MILITAR.
FELIPE DE RIVERA, MARINO
GOBERNADOR DE
SANTIAGO DE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


CUBA

MONTIEL, PEDRO GONZÁLEZ, MONTIEL, LUCÍA OSUNA 1580 S


DE HERNÁN DE

MORA, CÁDIZ 1773 CON SU HIJA V


FRANCISCA DE, ANTONIA FELIPA
DÑA. VISASI, QUE VA A
REUNIRSE CON SU
MARIDO
121

MORALES, LÓPEZ, JUAN GÓMEZ, LUISA SEVILLA 1539 DOCTOR S


ALONSO DE

MORALES, DÍAZ DEL RODRÍGUEZ, JEREZ DE LA 1568 S


BARTOLOMÉ MORAL, VIOLANTE FRONTERA
BENITO

MORALES, SEVILLA 1574 S


BARTOLOMÉ DE

MORALES, DÍAZ DE RODRÍGUEZ, SEVILLA 1580 S


BARTOLOMÉ DE MORALES, VIOLANTE, DA
BENITO

MORALES, DIEGO MORALES, MÁRQUEZ, SEVILLA 1517 S


DE HERNANDO DE LEONOR

MORALES, SAMANES ALONSO, MARI MÁLAGA 1538 A VIVIR CON SU C


LEONOR DE VIZCAÍNO, MARIDO, RODRIGO
JUAN ALONSO

MORENO DE PEA, ANTEQUERA. 1787 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU HIJO C


MARÍA MÁLAGA MARIDO JUAN ANTONIO DE 6
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

GARRONA. HAY AÑOS. NATURAL


CARTA DE DE MADRID
LLAMADA, DE
ESCASO INTERÉS
MORENO, MORENO, JUAN SÁNCHEZ, LUCÍA SEVILLA 1578 POR 3 AÑOS MERCADER. C
FRANCISCO COM

MOYA , MARÍA DE SÁNCHEZ DE LEÓN, INÉS DE SEVILLA 1597 CON SUS PADRES 5 S
MOYA ,
FRANCISCO

MUÑOZ, ALONSO CÁDIZ 1782 MERCADER. S


BENIGNO COM

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
NAVA RRO, PEDRO NAVA RRO, GÓMEZ, ANA SEVILLA 1568 CRIADO DEL DR. CRIADO S
ANDRÉS ZAYA S, N. DE LOS
SANTOS

NOLI, MIGUEL DE SEVILLA 1673 TAMBIÉN SE LE 33 MERCADER. S


CONCEDIÓ COM
122

LICENCIA EN 1672

NUEZ MEJÍA, NUEZ MEJÍA, MONTANA, VILLAVERDE 1562 REGRESA. TIENE CON SU SOBRINO C
FRANCISCO HERNÁN ISABEL DEL RÍO MUJER EN LA HERNÁN NUEZ
HABANA MEJÍA

NUEZ MEJÍA, NUEZ MEJÍA, FERIA, BEATRIZ SEVILLA 1562 CON SU TÍO QUE S
HERNÁN HERNÁN DE LA RESIDE ALLÍ

NÚÑEZ, DIEGO NÚÑEZ, JUAN GUADALCANAL 1533 S

OCAÑA, JUANA DE CONSTANTINA 1618 CRIADA DE SU MARIDO ES 24 CRIADO. C


RODRIGO DE CRISTÓBAL MILITAR
VELASCO, BENERO
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A
GUERRA DE CUBA

OJEDA, AGUSTINA YSCORNIA, OJEDA, ANA DE SEVILLA 1592 CON SU MADRE, A 15 S


DE LOS ANGELES ANTONIO DE REUNIRSE CON SU
PADRE
OJEDA, ANA DE LOBO, JUAN OJEDA, SEVILLA 1592 REUNIRSE CON SU CON SUS HIJOS 32 C
CATALINA DE MARIDO, ANTONIO AGUSTINA,
DE YSCORNIA ISABEL,
CATALINA, JUANA
Y DIEGO, Y CON
SU MADRE

OJEDA, CATALINA MARTÍN DE SÁNCHEZ DE SEVILLA 1592 CON SU HIJA, ANA VA EN LUGAR DE 52 V
DE OJEDA, DIEGO PARRAS, MARÍA DE OJEDA UNA CRIADA DE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


SU HIJA
OJEDA, CATALINA YSCORNIA, OJEDA, ANA DE SEVILLA 1592 CON SU MADRE, A 10 S
DE ANTONIO DE REUNIRSE CON SU
PADRE
OJEDA, DIEGO DE YSCORNIA, OJEDA, ANA DE SEVILLA 1592 CON SU MADRE, A 4 S
ANTONIO DE REUNIRSE CON SU
PADRE
OJEDA, SEVILLA 1633 CRIADO DEL CON SU MUJER: 32 CRIADO. C
123

FRANCISCO DE GOBERNADOR Y DA MARÍA ENCISO MILITAR


CAPITÁN A
GUERRA JUAN DE
AMOSQUETA

OJEDA, GRANADA 1755 CRIADO DE D. 24 CRIADO. S


FRANCISCO DE FRANCISCO DE LA MILITAR
TORRE, TENIENTE.
CORONEL DE
INFANTERÍA Y
SARGENTO
MAYO R DE LA
PLAZA DE
SANTIAGO DE
CUBA

OJEDA, JUANA DE YSCORNIA, OJEDA, ANA DE SEVILLA 1592 CON SU MADRE, A 8 S


ANTONIO DE REUNIRSE CON SU
PADRE

OLÍAS, VA RGAS, DIEGO DÍAZ, ISABEL OLÍAS. MÁLAGA 1517 S


FRANCISCO DE DE
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

OLIDEN, JUAN CÁDIZ 1785 POR TRES AÑOS C


FRANCISCO DE CON LICENCIA DE
SU MUJER DA
JUANA SERRANO

OLIVA RES, JEREZ DE LA 1773 POR TRES AÑOS MERCADER. C


FRANCISCO JUAN FRONTERA CON LICENCIA DE COM
DE SU MUJER DA
FELIPA
ALTAMIRANO
OLIVERA, JOSÉ CÁDIZ 1749 CON SU MADRE A 5 S
ANTONIO REUNIRSE CON SU
PADRE

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
OLIVERA, JUANA SEVILLA 1749 CON SU MADRE A 12 S
MARÍA REUNIRSE CON SU
PADRE
ORDOÑEZ ARAHAL, EL 1732 LEGO. COMPAÑE- 50 FRANCISCANO. S
SAMANES, PEDRO, RO DEL SR. OBISPO CLÉRIGO.
124

FR. ELECTO DE RELIGIOSO


SANTIAGO DE
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
VEGA

ORELLANA, CASTILLO, GARCÍA, JUANA SEVILLA 1592 CON SU MADRE 20 S


JUANA DE FRANCISCO
DEL (+)

ORTA, GINÉS DE GARCÍA JUSTE, ORTA, ISABEL DE JEREZ DE LA 1580 LLEVA COMO S
ALONSO FRONTERA CRIADO A
MIGUEL BENÍTEZ
BAUTISTA

ORTA, JUAN DE RODRÍGUEZ, MARTÍN, SEVILLA 1539 EL PADRE ES ESPADERO. S


CRISTÓBAL CATALINA CESTERO ARTESANO

ORTEGA Y MÁLAGA 1785 CON SU MARIDO C


MELGAREJO, PABLO DE AGUIAR,
MARÍA JOSEFA NATURAL DE LA
HABANA
ORTEGA, JUAN MÁLAGA 1785 VA CON SU YERNO 49 C
PEDRO DE PABLO DE AGUIAR,
NATURAL DE LA
HABANA Y CON SU
MUJER MARÍA
MELGAREJO.

ORTIZ, CONIL 1773 POR UN AÑO O MERCADER. C


FRANCISCO MÁS, CON COM

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


LICENCIA DE SU
MUJER DA ISABEL
MARÍA
BERMÚDEZ. SE
COMPROMETE A
VOLVER A LOS
TRES AÑOS

ORTIZ, GASPAR ORTIZ, GASPAR BATISTA, ANA SEVILLA 1580 CRIADO DEL LDO. CRIADO S
JUAN DE MINA
125

OSTOS Y ACOSTA, SEVILLA 1631 60 S


ANA DE

OVA LLE DE OVA LLE, VILLANUEVA , SEVILLA 1580 CON SUS PADRES S
VILLANUEVA *, ALVA RO DE MARÍA DE
CATALINA DE

OVA LLE DE OVA LLE, VILLANUEVA , SEVILLA 1580 CON SUS PADRES S
VILLANUEVA *, ALVA RO DE MARÍA DE
INÉS DE

OVA LLE DE OVA LLE, VILLANUEVA , SEVILLA 1580 CON SUS PADRES S
VILLANUEVA *, ALVA RO DE MARÍA DE
JUAN DE

OVA LLE DE OVA LLE, VILLANUEVA , SEVILLA 1580 CON SUS PADRES S
VILLANUEVA *, ALVA RO DE MARÍA DE
MARÍA DE

OVA LLE DE OVA LLE, VILLANUEVA , SEVILLA 1580 CON SUS PADRES S
VILLANUEVA *, ALVA RO DE MARÍA DE
MIGUEL DE
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

OVA LLE, ALVA RO ALONSO, JUAN VILLALVA , ANA SEVILLA 1580 CON SU MUJER C
DE DE MARÍA DE
VILLANUEVA Y
SUS HIJOS
MIGUEL, INÉS,
CATALINA,
MARÍA Y JUAN.
EN COMPAÑÍA DE
ALVA RO DE
CLAV IJO LOAISA

OVIEDO, JUAN DE OVIEDO, CIRISOLES, SEVILLA 1597 CON SU MUJER 38 AYUDAN TE DE C

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
COSME DE ISABEL DE MARÍA ANDRÉS FUNDICIÓN DE
LA ARTILLERÍA.
ARTESANO

PADILLA, ALONSO RUIZ, ESTEBAN PADILLA, MÁLAGA 1580 CON ALVA RO DE S


DE CATALINA DE CLAV IJO LOAISA
126

PADILLA, INÉS DE PADILLA, MIRAVA L, MARÍA JEREZ DE LA 1580 REUNIRSE CON SU CON SUS HIJOS C
FRANCISCO DE DE FRONTERA MARIDO ISABEL Y ALON-
BARTOLOMÉ DE SO. REFRENDADA
YUSTE LA LICENCIA EN
26-05-1580

PALAZUELOS, ALCALÁ LA 1677 CRIADO DEL 19 CRIADO. S


JUAN REAL. JAÉN TENIENTE DE MILITAR
GOBERNADOR DE
CUBA

PALENCIA, SEVILLA 1788 CRIADO DE D. JOSÉ 25 CRIADO. S


ANTONIO GONZÁLEZ MILITAR
TORRES,
SARGENTO MAYO R
DEL RGTO. DE
VOLUNTARIOS DE
CABALLERÍA DE
LA HABANA

PALMA VELOSO, SEVILLA 1615 LLEVA A SU C


AGUSTÍN, D. MUJER DA
CATALINA DE
SALAMEA (SIC) Y
UN HERMANO DE
ESTA, LUIS DE
SALAMEA,
ANTONIO GÓMEZ,
CRIADO, CON SU
HIJO DIEGO. UNA
CRIADA

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


LLAMADA CLARA
DE ALARCÓN

PATERNINA, ANA SEVILLA 1598 CON SU MARIDO 34 C


DE, DA PEDRO REDONDO
DE VILLEGAS

PAZ HERNÁNDEZ PAZ, JUAN HERNÁNDEZ POSADAS. 1561 CON SUS PADRES S
*, ACISCLO CABEZA DE CÓRDOBA
VA CA, MARíA

PAZ HERNÁNDEZ PAZ, JUAN HERNÁNDEZ POSADAS. 1561 CON SUS PADRES S
127

*, MARíA CABEZA DE CÓRDOBA


VA CA, MARíA

PAZ HERNÁNDEZ PAZ, JUAN HERNÁNDEZ POSADAS. 1561 CON SUS PADRES S
*, PASCUAL CABEZA DE CÓRDOBA
VA CA, MARíA

PAZ, JUAN GARCÍA PAZ, GÓMEZ, MARíA POSADAS, 1561 CON SU MUJER LABRADOR C
JUAN CÓRDOBA MARíA
HERNÁNDEZ
CABEZA DE VA CA
Y SUS HIJOS
ACISCLO,
PASCUAL Y
MARíA

PEDROSA, PABLO SEVILLA 1614 CRIADO DEL VA EN LUGAR DE 16 CRIADO. S


DE CAPITÁN NICOLÁS PEDRO GALINDO MILITAR
DE AV ILA,
SARGENTO MAYO R
DE LA HABANA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

PEÑA, MARTÍN, PEÑA, MARINA TRIGUEROS. 1517 S


BARTOLOMÉ DE BARTOLOMÉ DE HUELVA

PEÑA, VICENTA SEVILLA 1625 ACOMPAÑA A SU TIENE QUE SER LA 33 C


DE LA MARIDO MUJER DE ALON-
SO SÁNCHEZ
FRANCO, QUE VA
CON EL CAPITÁN
FRANCISCO DÍAZ
PIMIENTA.
PERALTA Y CÁDIZ 1698 MERCADER. S
CÓRDOBA, PEDRO COM
BERNARDO DE

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
PERALTA, HERNÁNDEZ, MOLINA, JUANA QUESADA. JAÉN 1515 S
FRANCISCO DE PEDRO DE
PEREA, MARTÍN, RUIZ, FRANCISCA SEVILLA 1575 CRIADO DE CRIADO S
BARTOLOMÉ DE CRISTÓBAL BARTOLOMÉ DE
MORALES
128

PEREYRA, SEVILLA 1614 VA CON SU HER- 25 S


ANTONIO MANO FERNAN-
DO. LLEVAN
COMO CRIADO A
JUAN RODRÍGUEZ
PEREYRA, SEVILLA 1614 VA CON EL SU 39 S
FERNANDO HERMANO ANTO-
NIO. LLEVAN
COMO CRIADO A
JUAN RODRÍGUEZ

PÉREZ CASADO, CORONIL, EL 1669 CRIADO DEL 28 CRIADO. S


BALTASAR MAESTRE DE MILITAR
CAMPO GASPAR
MARTÍNEZ, QUIEN
VA COMO
CASTELLANO DEL
MORRO DE LA
HABANA
PÉREZ DE SÁNCHEZ DE PÉREZ, MARÍA ALCAUDETE. 1577 CRIADO DEL CRIADO. S
PERALEDA, JUAN PERALEDA, JAÉN LICENCIADO FUNCIONARIO
CRISTÓBAL SANTISTEBAN
PÉREZ DE VIVERO, BASQUEES, VIVERO, BEATRIZ SEVILLA 1569 COMO FACTOR DE MERCADER. S
DIEGO GONZALO DE, DA GONZALO COM
BASQUEES

PÉREZ, SEVILLA 1619 VA CON SU 27 C

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


CONSTANTINO SUEGRA DA ANA
DE LA ROSA Y SU
MUJER, DA ANA D E
LA ROSA
PÉREZ, JERÓNIMA UBEDA. JAÉN 1597 CON SU MARIDO 20 C
FRANCISCO DE
BALLESTEROS
PÉREZ, MARÍA CÁDIZ 1722 CRIADA DE 34 CRIADA. S
DÑA. MARÍA MILITAR
129

ANA CRESPI,
ESPOSA DEL
TENIENTE DE LA
PLAZA DE LA
HABANA CON
QUIEN VA A
REUNIRSE

PÉREZ, GARCÍA, PÉREZ, VICTORIA CABRA 1592 S


SEBASTIÁN FRANCISCO

PINEDA, SEVILLA 1731 AL SERVICIO DEL 16 CRIADO. S


FERNANDO CARGADOR JUAN MERCADER
FRANCISCO
MELERO

PINEDA, SANLÚCAR DE 1616 CRIADO DE D. LLEVA A SU 38 CRIADO. S


FRANCISCO DE BARRAMEDA FRANCISCO MUJER DA ANA FUNCIONARIO
MARTÍNEZ DE DE ANGUIANO Y A
CASTAÑEDA, SU HIJA JUANA DE
TESORERO DE LA HINOJOSA
ISLA DE CUBA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

PIPERO, MARÍA PUERTO REAL 1770 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU HIJA 28 C


MARIDO DIEGO FRANCISCA
NICOLÁS MARÍA, DE 4 AÑOS
TRONCOSO,
NATURAL DE
ESPERA, QUE
TRABAJA EN EL
ASTILLERO DE LA
HABANA

PLAZENCIA, JOSÉ TARIFA 1772 CRIADO DEL IDA Y VU ELTA. 20 CRIADO. S


MERCADER FELIPE MERCADER
SANTIAGO
BASTERRA

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
PONCE PUEBLA DE 1732 CONFESOR DE FR. 54 FRANCISCANO. S
CARRASCO, GUZMÁN. JUAN LASSO DE LA CLÉRIGO.
CRISTÓBAL, FR. HUELVA VEGA, ELECTO RELIGIOSO
OBISPO DE
SANTIAGO DE
130

CUBA

PONCE PUEBLA DE 1732 PROVISOR DEL SR. VA CON SU PA- 24 FRANCISCANO. S


CARRASCO, GUZMÁN. OBISPO ELECTO DE DRE. ES ADMINIS- CLÉRIGO.
PEDRO HUELVA SANTIAGO DE TRADOR DE LA RELIGIOSO
CUBA, FR. JUAN REAL ADUANA DE
LASSO DE LA DIEZMOS Y PUER-
VEGA TOS SECOS (SIC)
DE PUEBLA DE
GUZMÁN

PONCE PASQUÍN, SANLÚCAR DE 1777 CON LICENCIA DE MERCADER. C


MANUEL BARRAMEDA SU MUJER DÑA. COM
MARÍA
GANDULFO, POR
TRES AÑOS.

PONZE Y CÁDIZ 1775 CON LICENCIA DE MERCADER. C


PASQUÍN, SU MUJER DA COM
MANUEL, D. MARÍA
GANDULFO, POR
DOS AÑOS. LLEVA
A FRANCISCO DE
PAULA PONZE(16),
SU SOBRINO.

PONZE, CÁDIZ 1775 VA EN COMPAÑÍA IDA Y VU ELTA 16 S


FRANCISCO DE DE SU TÍO D.
PAULA MANUEL PONZE Y
PASQUÍN,
MERCADER

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


POPPE Y RENDO, PUERTO DE 1783 EL PADRE ERA 24 MERCADER. S
JACOBO SANTA MARÍA NATURAL DE COM
HAMBURGO Y
VIVIÓ 40 AÑOS EN
ESPAÑA

PORCEL, GASPAR CÁDIZ 1722 VIAJA CON SU 3 S


A., D. MADRE.
PORCEL, JOSÉ HUELVA 1722 VIAJA CON SU 5 S
131

GASPAR, D. MADRE.

POSADAS, JUANA CÁDIZ 1749 REUNIRSE CON SU LLEVA DO S HIJOS, C


DE MARIDO D. JUANA MARÍA Y
ANTONIO DE JOSE ANTONIO
OLIVERA
POYO PAULÉS *, POYO VA LEN- PAULÉS, ÚRSULA SEVILLA 1599 CON SUS PADRES 5 S
FRANCISCO DEL ZUELA, JUAN
DEL
POYO PAULÉS *, POYO VA LEN- PAULÉS, URSULA SEVILLA 1599 CON SUS PADRES 0,1 S
TOMÁS DEL ZUELA, JUAN
DEL

POYO CÁDIZ 1599 REGRESA CON SU MUJER 30 C


VA LENZUELA, ÚRSULA PAULÉS,
JUAN DEL NATURAL DE
LA HABANA, Y
SUS HIJOS
FRANCISCO Y
TOMAS
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

PREEN, AGUSTINA CÁDIZ 1734 CON SU MADRE MELCHORA 8 S


GATO Y
VERGARA, VIUDA
DE TOMÁS PREEN
Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y
HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
PREEN, GASPAR CÁDIZ 1734 CON SU MADRE. MELCHORA 7 S
GATO Y
VERGARA, VIUDA
DE TOMÁS PREEN
Y CASTRO,
REGRESA CON
132

TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y
HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.

PREEN, ISABEL CÁDIZ 1734 CON SU MADRE, MELCHORA GATO 16 S


HERMANOS Y Y VERGARA,
DEMÁS FAMILIA VIUDA DE TOMÁS
PREEN Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y
HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.
PREEN, JOSÉ CÁDIZ 1734 CON SU MADRE. MELCHORA GATO 4 S
Y VERGARA,
VIUDA DE TOMÁS
PREEN Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.

PREEN, LEONOR CÁDIZ 1734 CON SU MADRE MELCHORA 13 S


GATO Y
VERGARA, VIUDA
DE TOMÁS PREEN
Y CASTRO,
REGRESA CON
133

TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y
HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.

PREEN, PEDRO CÁDIZ 1734 CON SU MADRE. MELCHORA 5 S


GATO Y
VERGARA, VIUDA
DE TOMÁS PREEN
Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU
FAMILIA( 7 HIJOS
MADRE Y
HERMANA)A LA
HABANA, DE
DONDE ES
NATURAL.
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

PREEN, TOMÁS CÁDIZ 1734 CON SU MADRE MELCHORA GATO 12 S


Y VERGARA,
VIUDA DE TOMÁS
PREEN Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU FAMI-
LIA( 7 HIJOS MA-
DRE Y HERMA-
NA)A LA HABANA,
DE DONDE ES
NATURAL.

PRIETO VA LVERDE DEL 1750 CRIADO DE D. CRIADO C


TORQUEMADA, CAMINO. FRANCISCO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
VICENTE HUELVA TOSCANO,
BOTICARIO,QUIEN
VA D E VUELTA

QUINTAS, PUERTO DE 1742 CRIADO DE D. 20 CRIADO. S


FRANCISCO DE SANTA MARÍA FLORENTINO JOSE MERCADER
DE QUINTAS,
134

CARGADOR

QUINTERO RAMÍ- QUINTERO, RAMÍREZ, JUANA MOGUER. 1597 CON SU MADRE 12 S


REZ *, MARÍA ALONSO HUEVA

QUINTERO, QUINTERO, RAMÍREZ, JUANA MOGUER. 1597 CON SU MADRE 11 S


ROQUE ALONSO HUELVA

QUIRÓS, ANA DE SEVILLA 1603 AL SERVICIO DEL 25 CRIADA. S


CONTADOR JUAN FUNCIONARIO
DE EQUILUZ,
PROVISTO PARA
LA REAL
HACIENDA DE
ESTA CIUDAD
RAMÍREZ, DIEGO ALCALÁ LA 1677 CRIADO DEL 18 CRIADO. S
REAL. JAÉN TENIENTE DE MILITAR
GOBERNADOR DE
CUBA
RAMÍREZ, DIEGO RAMÍREZ, GUADALCANAL 1533 S
DIEGO
RAMÍREZ, DIEGO RAMÍREZ, ZALT ERA, GIBRALEÓN. 1539 S
FRANCISCO TERESA HUELVA

RAMÍREZ, JUAN ANTEQUERA. 1789 AYUDA D E 35 CRIADO. S


MÁLAGA CÁMARA DEL MILITAR
TENIENTE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


CORONEL
MARQUÉS DE
CASA-CALVO

RAMÍREZ, JUANA SÁNCHEZ, JUAN GONZÁLEZ, MOGUER. 1597 CON SU HERMANO CON SUS HIJOS 38 V
CATALINA HUELVA BARTOLOMÉ MARÍA Y ROQUE
SÁNCHEZ

RAMOS, NICOLÁS AYA MONTE. 1735 CRIADO DEL CASADO CON 16 CRIADO. C
DE LOS HUELVA CARGADOR JUAN ANDREA DE MERCADER
DE LA ROSA MONROY
135

RECIA *, ANTÓN NO CONSTA RECIA, MARíA CUMBRES 1561 CON SU MADRE S


MAYO RES.
HUELVA

RECIA, MARíA SÁNCHEZ MARTíN, CUMBRES 1561 CON SU HIJO C


RECIO, ANTÓN CATALINA MAYO RES. ANTÓN
HUELVA

RECIO, ANTÓN SÁNCHEZ MARTiN, CUMBRES 1561 REUNIRSE CON SU C


RECIO, ANTÓN CATALINA MAYO RES. MUJER, ES VECINO
HUELVA DE ALLÍ

REDONDO DE SEVILLA 1598 CONTADOR DE LA CON SU MUJER 40 C


VILLEGAS, PEDRO FÁBRICA DE DOÑA ANA DE
ARTILLERÍA PATERNINA Y SU
HIJO PEDRO
REDONDO

REDONDO, PEDRO REDONDO DE PATERNINA, ANA SEVILLA 1598 CON SUS PADRES S
VILLEGAS, DE
PEDRO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

RENDO ISLA DE LEÓN 1760 CRIADO DE D. RA- 28 CRIADO. S


PALOMINO, JUAN FAEL DE MOXO, MILITAR
ANTONIO TENIENTE CORO-
NEL, COMANDAN-
TE DE LOS DRA-
GONES DEL PIE
FIJO DE LA
HABANA

RETAMAL, JUAN ANTEQUERA. 1680 CRIADO DEL TE- 15 CRIADO. S


LUIS MÁLAGA NIENTE DE GOBER- MILITAR
NADOR Y CAP.

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
GRAL. DE CUBA, D.
MANUEL DE
MUNGUÍA Y MENA

REYES DE REYES, CÉSPEDES, SEVILLA 1591 CON SUS PADRES S


CÉSPEDES *, BALTASAR DE JUANA DE
CATALINA DE LOS LOS
136

REYES DE REYES, CÉSPEDES, SEVILLA 1591 CON SUS PADRES S


CÉSPEDES *, INÉS BALTASAR DE JUANA DE
DE LOS LOS

REYES DE REYES, CÉSPEDES, SEVILLA 1591 CON SUS PADRES S


CÉSPEDES *, BALTASAR DE JUANA DE
JERÓNIMA DE LOS LOS

REYES DE REYES, CÉSPEDES, SEVILLA 1591 CON SUS PADRES S


CÉSPEDES *, JUAN BALTASAR DE JUANA DE
DE LOS LOS

REYES DE REYES, CÉSPEDES, SEVILLA 1591 CON SUS PADRES S


CÉSPEDES *, BALTASAR DE JUANA DE
MARÍA DE LOS LOS

REYES, BALTASAR HERNÁNDEZ, PÉREZ, SEVILLA 1591 CON SU MUJER C


DE LOS MANUEL CATALINA JUANA DE
CÉSPEDES Y SUS
HIJOS MARÍA,
JUAN, CATALINA,
INÉS Y JERÓNIMA
REYES, JOSÉ DE BAENA. 1732 COMPAÑERO DEL 36 FRANCISCANO. S
LOS, FRAY CÓRDOBA SR. OBISPO CLÉRIGO.
ELECTO DE RELIGIOSO
SANTIAGO DE
CUBA, FRAY JUAN
LASSO DE LA
VEGA

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


REYES, JUANA DE GARCÍA DE SALVATIERRA, SEVILLA 1600 CON SU MADRE, A 6 S
LOS OREJUELA, BEATRIZ DE REUNIRSE CON SU
ALONSO PADRE

REYES, SANTIAGO SEVILLA 1785 CRIADO DE DÑA. D. ANTONIO 13 CRIADO S


LOS M. JOSEFA ALTEMAN IBA
CARNERO, QUE VA COMO PILOTO EN
A REUNIRSE CON UN BARCO QUE
SU MARIDO D. FUE ECHADO AL
ANTONIO TRAV ÉS EN LA
ALTEMAN, HABANA Y EL SE
137

COMERCIANTE, QUEDÓ ALLÍ


QUE SE HALLA
GRAV EMENTE
ENFERMO.
RIBERA, SEVILLA 1618 CRIADA DE 26 CRIADO. S
JERÓNIMA DE RODRIGO DE MILITAR
VELASCO,
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A
GUERRA DE CUBA

RIVA S Y PEA, PUERTO DE 1733 AL SERVICIO DEL 20 CRIADO. S


GASPAR DE SANTA MARIA CARGADOR DIEGO MERCADER
MUÑOZ

RIVERA, BEATRIZ SEVILLA 1600 REUNIRSE CON SU CON SU HIJO 38 C


DE MARIDO, NICOLÁS JERÓNIMO
DE ACOSTA
ROBLEDO, HERNÁNDEZ, ROBLEDA, SEVILLA 1539 S
GASPAR DE DIEGO ISABEL DE
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

RODRÍGUEZ CÁDIZ 1773 POR TRES AÑOS, MERCADER. C


CUBERO, CON LICENCIA DE COM
BERNABÉ SU MUJER DA
JULIANA
COLLANTES

RODRÍGUEZ DE LA RODRÍGUEZ DE HERNÁNDEZ, SEVILLA 1562 S


MAGDALENA, LA FLORENTINA
ALONSO MAGDALENA,
ANTÓN
RODRÍGUEZ DEL ECIJA 1621 CRIADO DEL DICE QUE ES 16 CRIADO. S
VILLAR, JUAN CAPITÁN MARTIN HERMANO DE MILITAR
PÉREZ DE ALONSO LLES DE

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ACHOTEGUI AGUILAR

RODRÍGUEZ CÁDIZ 1698 FACTOR. S


FERIA, JUAN MERCADER.
COM
RODRÍGUEZ PUERTO DE 1712 ACOMPAÑA A LA 24 S
138

GONZÁLEZ, SANTA MARÍA FAMILIA DEL SAR-


GABRIELA GENTO MAYO R, D.
MATEO LÓPEZ DE
CANGAS, GOBER-
NADOR DE SAN-
TIAGO DE CUBA

RODRÍGUEZ Y SEVILLA 1605 CRIADO DE 19 CRIADO S


DUARTE, SEBASTIÁN
ANTONIO FERNÁNDEZ DE
ZAV ALA

RODRÍGUEZ, RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, ECIJA 1539 S


BARTOLOMÉ CAMPILLO, LUISA
BARTOLOMÉ

RODRÍGUEZ, GARCÍA DE HERNÁNDEZ DEL ALCALÁ LA 1567 CON SU HERMANO S


BEATRIZ REVILLA, OLMO, ANA REAL. JAÉN PEDRO GARCÍA
ANTÓN

RODRÍGUEZ, GONZÁLEZ, RÍO, TERESA DEL TRIANA 1537 S


GREGORIO RUY
RODRÍGUEZ, JUAN SEVILLA 1614 VA CON ES CURIOSO QUE 25 CRIADO S
FERNANDO Y FIGURA COMO
ANTONIO PEREIRA CRIADO DE
FERNANDO Y
ANTONIO
PEREIRA Y EN LA
INFORMACIÓN
TRES TESTIGOS
DECLARAN QUE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


SUS PADRES SON
LOS MISMOS DE
ESTOS.

RODRÍGUEZ, JEREZ DE LA 1624 CRIADA DE D. CASADA CON 50 CRIADO. C


MARIA FRONTERA FRANCISCO DE LORENZO GARCÍA FUNCIONARIO
VILLAREAL, GUERRERO QUE
CONTADOR DE ESTÁ EN LA
MÉXICO. VA A HABANA
REUNIRSE CON SU
MARIDO
139

RODRÍGUEZ, JEREZ DE LA 1610 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU 36 C


MARÍA FRONTERA MARIDO LORENZO SOBRINA
GARCÍA AGUSTINA
GARCÍA(9), HIJA
DE ALONSO
BLANCO Y ANA
SAMANES, SU
HERMANA

RODRÍGUEZ, RUIZ, ANTÓN ROJAS, MARÍA DE SEVILLA 1594 CRIADO DE CRIADO S


MELCHOR FRANCISCO DE
PUEBLA, CLÉRIGO

ROMERO, ANTEQUERA. 1748 REUNIRSE CON SU 40 C


ANGELA, DA MÁLAGA MARIDO,
MAURICIO DE
BARO DELGADO

ROMERO, JOSÉ CÁDIZ 1746 CRIADO DE D. JOSÉ 27 CRIADO S


AGUSTÍN, D. HERNÁNDEZ DE
TORRES, ELECTO
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

RACIONERO DE
AQUELLA
CATEDRAL

RONDA, JUAN DE RONDA, MEDINA, MARIA CÓRDOBA 1566 CRIADO DE PEDRO CRIADO S
GASPAR DE DE DE QUESADA

ROQUE, JUAN GILENA 1538 CRIADO DEL CRIADO S


OBISPO D. DIEGO
DE SARMIENTO

ROSA, ANA MARíA SEVILLA 1619 VA CON SU MADRE 20 C


DE LA, DA Y SU MARIDO
CONSTANTINO

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
PÉREZ

ROSA, JUANA DE SEVILLA 1619 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU HIJA 50 C


LA, DA SEGUNDO ANA DE LA ROSA,
MARIDO, NICOLÁS Y AL MARIDO DE
MERELO ESTA CONS-
TANTINO PÉREZ,
140

AMBOS SEVILLA-
NOS. SE CASO EN
PRIMERAS
NUPCIAS CON EL
CAPITÁN PEDRO
MÁRQUEZ. SOLO
UN TESTIGO
MENCIONA A LOS
PADRES Y HAY
UNA TACHADURA

ROSADO, ALONSO ROSADO, SÁNCHEZ, ANA SANTA OLALLA. 1538 S


ANDRÉS HUELVA

RUEDA, VICENTE MÁLAGA 1784 CRIADO DE D. JOSE CRIADO S


DE POLVEAR Y
TACÓN, QUE PASA
A LA HABANA A
VIVIR CON SU
PADRE D. IGNACIO
POLVEAR
RUIZ GUERRERO, CÁDIZ 1763 CON SUS PADRES 13 S
JOSÉ MANUEL

RUIZ GUERRERO, CÁDIZ 1763 CON SUS PADRES 14 S


FRANCISCO
FACUNDO

RUIZ, ANA SEVILLA 1574 CRIADA DE JUANA CRIADA S


DE ESCOBAR

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


RUIZ, ISABEL SÁNCHEZ, MARTÍN, SEVILLA 1597 CRIADA DE 22 CRIADA. S
ESTEBAN FRANCISCA GONZALO DE LA FUNCIONARIO
ROCHA, MAESTRO
MAYO R DE
CARPINTERÍA DE
LA FABRICA DE
FUNDICIÓN

RUIZ, JUAN SANLÚCAR DE 1784 CON LICENCIA DE MERCADER. C


DOMINGO BARRAMEDA SU MUJER DÑA. COM
141

FELIPA YSASI POR


TRES AÑOS

RUIZ, MARÍA SÁNCHEZ, MARTÍN, SEVILLA 1597 CRIADA DE JUAN 27 CRIADA. S


ESTEBAN FRANCISCA DE OVIEDO, FUNCIONARIO
AYUDAN TE DE
FUNDIDOR DE
ARTILLERÍA

RUIZ, PEDRO JOSÉ CÁDIZ 1772 LLEVA UN 25 MERCADER. S


CRIADO, SANCHO COM
LIZONDO.

SALAMANCA, SALAMANCA, LÓPEZ, SEVILLA 1599 25 MERCADER. C


JUAN DE FRANCISCO DE FRANCISCA COM

SALAMEA, SEVILLA 1615 VA CON SU C


CATALINA, DA MARIDO D.
AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO

SALAMEA, LUIS SEVILLA 1615 ES HERMANO DE S


DE, D. DA CATALINA DE
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

SALAMEA,
ESPOSA DE D.
AGUSTÍN DE
PALMA VELOSO

SALVATIERRA, AGUILAR, SANTOESTEBAN, SEVILLA 1600 REUNIRSE CON SU CON SU HIJA 25 C


BEATRIZ DE ALONSO DE CLARA DE MARIDO, ALONSO JUANA
GARCÍA DE
OREJUELA
SAMANES CÁDIZ 1777 CON LICENCIA DE MERCADER. C
ACEVEDO, DIEGO SU MUJER DA COM
MARÍA
BASQUEES, POR

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
TRES AÑOS

SAMANES CÁDIZ 1775 POR TRES AÑOS, MERCADER. C


AZEVEDO, DIEGO CON LICENCIA DE COM
SU MUJER DA
MARÍA
BASQUEES.
142

LLEVA UN
CRIADO JUAN
GUTIÉRREZ(17),
NATURAL DE
CÁDIZ

SAMANES, SEVILLA 1732 CONFESOR DE FR. OBISPO AU XILIAR 40 FRANCISCANO. S


TOMÁS, FR. FCO. DE SAN DE LA FLORIDA CLÉRIGO.
BUENAVENTURA RELIGIOSO

SAN SEVILLA 1732 CON FR. JUAN OBISPO AU XILIAR 46 FRANCISCANO. S


BUENAVENTURA, LASSO DE LA EN LA FLORIDA. CLÉRIGO.
FRANCISCO, FR. VEGA, ELECTO RELIGIOSO
OBISPO DE
SANTIAGO DE
CUBA
SÁNCHEZ SÁNCHEZ LAENES, ARAHAL, EL 1580 CON ALVA RO DE S
CARRASCO, CARRASCO, CATALINA DE CLAV IJO LOAISA
CRISTÓBAL CRISTÓBAL
SÁNCHEZ DE SEVILLA 1597 JEFE DE LA CON SU MUJER 41 CAPITÁN. C
MOYA , FUNDICIÓN INÉS DE LEÓN Y MILITAR.
FRANCISCO PROYECTADA EN SUS HIJOS JUAN GUERRA
LA HABANA SÁNCHEZ DE
MOYA , MARÍA DE
MOYA Y
FRANCISCO
SÁNCHEZ DE

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


MOYA

SÁNCHEZ DE SÁNCHEZ DE LEÓN, INÉS DE SEVILLA 1597 CON SUS PADRES 3 S


MOYA , MOYA ,
FRANCISCO FRANCISCO

SÁNCHEZ DE SÁNCHEZ DE LEÓN, INÉS DE SEVILLA 1597 CON SUS PADRES 7 S


MOYA , JUAN MOYA ,
FRANCISCO

SÁNCHEZ DE SEVILLA 1788 COBRAR LA C


ZÚÑIGA, TOMAS HERENCIA DE SU
143

SUEGRO, DEBE
VOLVER
CUANDO TERMINE
EL NEGOCIO A
HACER VIDA CON
SU MUJER

SÁNCHEZ SEVILLA 1625 CRIADO QUE LLEVA A SU 24 CRIADO. C


FRANCO, ALONSO ACOMPAÑA AL MUJER VICENTA MILITAR.
CAPITÁN DE LA PEÑA MARINO
FRANCISCO DÍAZ
PIMIENTA, CON
CARGO DE
CONSTRUIR DOS
NAV ÍOS PARA LA
CARRERA DE LAS
INDIAS

SÁNCHEZ SÁNCHEZ, GONZÁLEZ, CALA. MÁLAGA 1593 CON SUS PADRES S


GONZÁLEZ *, ALONSO CATALINA
MARÍA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

SÁNCHEZ RENDO, RODRÍGUEZ DE JIMÉNEZ RENDO, SEVILLA 1537 S


BENITO GALLEGOS, FRANCISCA
BARTOLOMÉ

SÁNCHEZ CÁDIZ 1698 FACTOR. S


TRUJILLO, DIEGO MERCADER.
COM

SÁNCHEZ, PÉREZ, SÁNCHEZ, MARÍA CALA. MÁLAGA 1593 CON SU MUJER C


ALONSO HERNÁN CATALINA
GONZÁLEZ Y SU
HIJA MARÍA

SÁNCHEZ, SÁNCHEZ, RODRÍGUEZ, JEREZ DE LA 1535 S

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ALONSO BARTOLOMÉ TERESA FRONTERA

SÁNCHEZ, SEVILLA 1626 CON SU MADRE A 13 S


ANTONIA REUNIRSE CON SU
PADRE

SÁNCHEZ, SÁNCHEZ, JUAN GONZÁLEZ, MOGUER. 1597 CON SU HERMA- 24 S


144

BARTOLOMÉ CATALINA HUELVA NA JUANA RA-


MÍREZ Y SUS SO-
BRINOS MARÍA Y
ROQUE QUINTERO

SÁNCHEZ, DIEGO JEREZ, PEDRO JEREZ, LEONOR SEVILLA 1517 S


DE DE

SÁNCHEZ, CÁDIZ 1767 CRIADO DE D. JOSÉ 25 CRIADO. S


FRANCISCO BENITO DURO, MERCADER
MERCADER

SÁNCHEZ, ISABEL SEVILLA 1626 CON SU MADRE A 9 S


REUNIRSE CON SU
PADRE

SÁNCHEZ, JUAN SEVILLA 1617 CARPINTERO DE EN EL LIBRO 22 CARPINTERO S


LOS CUATRO FIGURA LUIS DE RIBERA.
GALEONES QUE SE ARTESANO
FABRICAN EN EL
ASTILLERO DE LA
HABANA
SÁNCHEZ, MIGUEL SÁNCHEZ, ESPINOSA, ECIJA 1594 ACOMPAÑA A SU V
MIGUEL MARÍA DE HIJA MARÍA DE
ESPINOSA QUE VA
A REUNIRSE CON
SU MARIDO
ALONSO RUIZ

SÁNCHEZ, RAFAEL CÓRDOBA 1785 REUNIRSE CON SU C


MUJER

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


SANTE JUSTE, SEVILLA 1626 CRIADO DEL 34 CRIADO. S
JERÓNIMO DE CAPITÁN ALONSO MILITAR
CRISTINA, QUE VA
POR CAPITÁN DE
INFANTERÍA DE LA
FUERZA VIEJA.

SANTIAGO DE, SANTIAGO, PAZ, JUANA DE SEVILLA 1561 CRIADO DEL CRIADO S
BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ OBISPO DOCTOR
DE BERNARDINO DE
145

VILLALPANDO

SANTISTEBAN, EL SANTISTEBAN, SALCEDO, ALCALÁ LA 1577 COMO TENIENTE S


LICENCIADO HERNANDO DE LEONOR DE, DA REAL. JAÉN DE GOBERNADOR

SANTOS DE LARA, CÁDIZ 1764 REUNIRSE CON SU 25 C


M. JOSEFA DE LOS MARIDO LUIS DE
MONTE, ESTABLE-
CIDO EN LA HABA-
NA HACÍA 5 AÑOS.

SARDO DE SARDO, LEÓN, ISABEL DE SEVILLA 1580 CON SU MUJER DA CAPITÁN. C


ARANA, MELCHOR ANTEÓN TEODORA DE DRI- MILITAR.
ZAR Y CON SU GUERRA
SUEGRA DA MA-
RÍA DE ARRECHI-
GA. LLEVA COMO
CRIADOS A ANA
GARCÍA, ANA
LUISA, PEDRO
DEL CASTILLO Y
GABRIEL BATISTA
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

SAUBAIGNE, CÁDIZ 1785 MERCADER. S


ANTONIO COM
NICOLÁS
SERNA, JOSEFA DE SEVILLA 1631 CRIADA DEL 20 CRIADO. C
LA SARGENTO MAYO R MILITAR
LORENZO DE LA
PEÑA ESCALANTE
SERRANO, PABLO CÁDIZ 1698 FACTOR. S
MERCADER.
COM

SILES DE FIGUE- SALVATIERRA, BASQUEES, ZAHARA 1580 CON ALVA RO DE S

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
ROA, JUAN DE ALONSO DE LEONOR CLAV IJO LOAISA

SILVA , MARÍA DE SEVILLA 1621 VA CON SU CRIADO C


MARIDO
GREGORIO
FERNÁNDEZ DE
LABORDA,
146

NATURAL DEL
VA LLE DE
OYA RZUN Y
CRIADO DE D.
FRANCISCO
GONZÁLEZ DE
MOYA , QUE
REGRESA A
CUBA

SIMO DÍAZ, GRANADA 1773 CRIADO DE D. 17 CRIADO. S


CAY ETANO JERÓNIMO ENRILE, FUNCIONARIO
DIRECTOR DE LA
CAMPAÑA DEL
ASIENTO DE
NEGROS
SORIANO Y ROS *, CÁDIZ 1768 CON SU MADRE A 7 S
AGUSTÍN REUNIRSE CON SU
PADRE
SORIANO Y ROS *, CÁDIZ 1768 CON SU MADRE A 8 S
JOSÉ CIRIACO REUNIRSE CON SU
PADRE

SOTO, ISABEL DE CANSINO, RODRÍGUEZ, GIBRALEÓN. 1580 CON SU MARIDO C


HERNANDO MARIA HUELVA MELCHOR DE
CASAS

SOTO, ISABEL DE HERNÁNDEZ, SÁNCHEZ, GIBRALEÓN. 1580 CRIADA DEL CRIADA. S

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


LÁZARO FRANCISCA HUELVA GOBERNADOR FUNCIONARIO
GABRIEL DE
LUJÁN

TANCO, JOSÉ SEVILLA 1777 CRIADO DE D. DIE- 30 CRIADO S


GO MARTÍN TAN-
CO, QUE REGRESA
A LA HABANA
TELLO, JUANA SEVILLA 1609 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU 36 C
MARIDO HERNÁN MADRE LEONOR
147

LÓPEZ TELLO, VIUDA, Y


UNA CRIADA,
ANTONIA BELLA
TELLO, LEONOR SEVILLA 1609 CON SU HIJA 60 V
JUANA TELLO QUE
VA A REUNIRSE
CON SU MARIDO
EN LA HABANA

TENORIO, DIEGO, SEVILLA 1695 CRIADO DEL 25 CRIADO. S


D. GOBERNADOR DE MILITAR
CUBA, D. DIEGO DE
CÓRDOBA LASO
DE LA VEGA

TOCADO MUÑOZ, ROTA 1768 REUNIRSE CON SU CON SUS HIJOS 34 C


VICENTA MARIDO (DOMIN- JOSÉ CIRIACO(8) Y
GO SORIANO, AGUSTÍN
NATURAL Y SORIANO Y ROS(7)
RESIDENTE EN LA
HABANA)
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

TOLESANO, JUAN TOLESANO, GONZÁLEZ SEVILLA 1580 S


ALONSO JUAN ALONSO BARBA, ANA

TORO, ALONSO DE TORO, ALONSO NO CONSTA GUADALCANAL 1533 S


DE

TORRE GAMASA, PUERTO REAL 1785 REUNIRSE CON SU IBA A LLEVA R A C


ANA MARÍA DE LA MARIDO D. JOSÉ SU HIJA ANA
AMATELL, MARÍA DE 3 AÑOS,
AV ECINDADO ALLÍ PERO ANTES DE
CON HACIENDA Y ZARPAR MURIÓ
BIENES LA NIÑA

TORRES, TORRES, LÓPEZ, SEVILLA 1592 CRIADA DE DA 40 CRIADA S

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
FELICIANA DE FRANCISCO DE MARQUESA ISABEL DE
ZÚÑIGA

TORRES, SEVILLA 1687 CRIADO DEL 18 CRIADO. S


FRANCISCO JOSÉ GOBERNADOR Y MILITAR
DE CAPITÁN GENERAL
DE CUBA, D. DIEGO
148

ANTONIO DE
VIANA
TRONCOSO ISLA DE LEÓN 1770 CON SU MADRE A 4 S
PIPERO, REUNIRSE CON SU
FRANCISCA PADRE
MARÍA

TRUAR, MANUEL TRUAR, SIMÓN TRUAR, ISABEL AYA MONTE. 1577 COMO FACTOR DE MERCADER. S
DE DE, DR. DE, DA HUELVA SU PADRE COM
UTRERA, JUAN DE UTRERA. 1517 CRIADO DE CRIADO S
HERNANDO DE
ANDINO
VA LDÉS DE JEREZ DE LA 1634 TENIENTE GENE- LICENCIADO S
VILLAV ICIOSA, FRONTERA RAL DE D. FRAN-
PEDRO DE CISCO DE RIAÑO Y
GAMBOA, NOM-
BRADO GOBERNA-
DOR DE CUBA
VA LENZUELA, VA LENZUELA, LÓPEZ, ISABEL SEVILLA 1539 S
ANDRÉS DE JUAN DE

VA LLE, JUAN JOSÉ CHICLANA 1788 CON LICENCIA DE MERCADER. C


SU MUJER DOÑA COM
ANA SAMANES,
POR TIEMPO
LIMITADO

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


VA LLE, LÁZARA CÁDIZ 1746 CON SU MADRE 22 S
DEL

VA RGAS, ANA SEVILLA 1749 VIVIR CON UN VA CON SU HIJA V


MARÍA DE, DA SOBRINO SUYO DA GERTRUDIS

VA RGAS, MIGUEL SEVILLA 1732 ACOMPAÑA AL SR. 14 PAJE. CRIADO S


DE OBISPO ELECTO DE
SANTIAGO DE
CUBA, FR. JUAN
LASSO DE LA
149

VEGA

VEGA, JUAN ROTA 1753 CRIADO DE 18 CRIADO. S


MARTÍN ESTEBAN MILITAR
DE ARÓSTEGUI,
CAPITÁN DE
DRAGONES DE
AQUEL PUERTO

VELASCO Y ANDÚJAR. JAÉN 1724 CRIADO DEL 22 CRIADO. S


MORA, GOBERNADOR Y FUNCIONARIO
FRANCISCO DE, D. CAPITÁN GENERAL
DE CUBA, DON
DIONISIO
MARTÍNEZ DE LA
VEGA

VELASCO, SEVILLA 1609 LLEVA A SU C


RODRIGO DE MUJER DA MARÍA
DE VA LENZUELA.
VUELVEN LOS
DOS.
Nombre Padre Madre Origen Año Motivo Observaciones Edad Oficio E.Civil

VELASCO, UBEDA. JAÉN 1618 VA CON SU 30 S


URSULA DE HERMANO
RODRIGO ,
GOBERNADOR Y
CAPITÁN A
GUERRA DE LA
ISLA DE CUBA

VERGARA Y LAUJAR DE 1734 AL SERVICIO DE MELCHORA GATO 26 CRIADO S


ESCALONA, LUIS ANDARAX. MELCHORA GATO Y VERGARA, VIU-
DE ALMERÍA Y VERGARA Y DA DE TOMÁS
FAMILIA PREEN Y CASTRO,
REGRESA CON
TODA SU FAMI-

ANTONIO GARCÍA-ABÁSOLO
LIA( 7 HIJOS MA-
DRE Y HERMA-
NA)A LA HABANA,
DE DONDE ES
NATURAL.
VICENTE MUÑOZ, JEREZ DE LA 1731 AL SERVICIO DEL 20 CRIADO. S
150

ANTONIO FRONTERA CARGADOR FRAN- MERCADER


CISCO MOLLA
VILLAFUENTE SEVILLA 1701 REUNIRSE CON SU 38 C
REAL, FRANCISCA ESPOSO D. JUAN
DE JIMÉNEZ DE
ARAGÓN. VIAJA
CON SU MADRE
VILLALOBOS, MORENO, JUAN VILLALOBOS, VÉLEZ-MÁLAGA. 1536 S
JUAN DE MARIA DE MÁLAGA
VILLANUEVA , RUIZ, MIGUEL TERCIÁN, SEVILLA 1580 CON SU MARIDO C
MARÍA DE CATALINA DE ALVA RO DE
OVA LLE
VILLOSLADA, SEVILLA 1695 CRIADO DEL 30 CRIADO. S
JOSÉ DE, D. GOBERNADOR DE MILITAR
CUBA, D. DIEGO DE
CÓRDOBA LASO
DE LA VEGA
VISASI, ANTONIA CÁDIZ 1773 REUNIRSE CON SU LLEVA A SU C
FELIPA, DÑA. MARIDO D. JUAN MADRE DÑA.
RUIZ Y SÁENZ, FRANCISCA DE
RESIDENTE EN LA MORA, VIUDA
HABANA

YRAURGUI, CÁDIZ 1773 REUNIRSE CON SU C

ANDALUCES DE CUBA (SIGLOS XVI A XVIII)


RAMONA, DA MARIDO, D. JUAN
JOSE PATRÓN

YUSTE PADILLA *, YUSTE, PADILLA, INÉS DE JEREZ DE LA 1580 CON SU MADRE, A S


ALONSO DE BARTOLOMÉ FRONTERA REUNIRSE CON SU
DE PADRE
151

YUSTE PADILLA*, YUSTE, PADILLA, INÉS DE JEREZ DE LA 1580 CON SU MADRE, A S


ISABEL DE BARTOLOMÉ FRONTERA REUNIRSE CON SU
DE PADRE

ZÚÑIGA, ISABEL CARRILLO, CARRILLO, SEVILLA 1592 REGRESA CON SU MADRE Y 23 S


DE, DA JUAN MENCÍA UNA CRIADA

ZURITA, ANTONIO CÁDIZ 1789 CRIADO DE D. 24 CRIADO. S


PEDRO GAMÓN, FUNCIONARIO
INTERVENTOR
GENERAL
DE LA FACTORÍA
DE TABACOS DE
LA HABANA
La prensa de Sevilla ante la independencia cubana

Rosario Sevilla Soler


Escuela de Estudios Hispano Americanos. CSIC

Pocos hechos de la historia de España han permanecido tan arraiga-


dos en la memoria del país, como la pérdida de las últimas Antillas espa-
ñolas. Y es que el seguimiento del proceso fue constante no sólo por los
dirigentes políticos, intelectuales o empresarios con intereses coloniales,
sino también por la población en general, aunque, desde luego, de manera
muy distinta.
Pero si de todos es conocido el impacto que el proceso produjo entre
los primeros a través de los múltiples escritos que nos han dejado, no ocu-
rre lo mismo con el resto de la población, a pesar de que ésta nos ha deja-
do también algún testimonio en el cancionero popular, signo inequívoco de
que aquella guerra caló realmente en la memoria colectiva.
El interés por esta cuestión me llevó hace tiempo a iniciar un estudio
sobre la crisis del 98 en la conciencia andaluza, utilizando como principal
fuente la prensa periódica. En ella no sólo podemos ver reflejadas las dis-
tintas opiniones de cada sector ideológico de la sociedad andaluza sobre la
cuestión, sino también, y es lo que más nos interesa en este caso, la versión
que sobre aquella problemática recibió el ciudadano de a pie, cuyo único
medio para estar al tanto de lo que estaba ocurriendo al otro lado del mar
era dicha prensa.
En este sentido, no deja de ser curioso que en una época en la que la
difusión de la prensa nada tenía que ver con la actual —dos tercios de la
población era prácticamente analfabeta—, en todo lo relacionado con la
Guerra de Cuba los periódicos lograron desbordar sus límites normales de
difusión y llegar, aunque fuera indirectamente, por transmisión oral, a sec-
tores de población que, en circunstancias normales, hubieran permanecido
totalmente al margen de ellos.

153
ROSARIO SEVILLA SOLER

Fueron pocas las familias, especialmente entre las clases humildes,


que no se vieron afectadas por la contienda. La correspondencia con los
familiares reclutados, cuyo retraso, lógicamente, era importante, no podía
ser suficiente para ellas, viéndose obligadas a recurrir a la prensa incluso
en el caso de no saber leer.
Por eso, al hablar de la visión que se tuvo de aquellos sucesos tene-
mos que partir, inevitablemente, de la que la prensa transmitió. El proble-
ma radica en poder llegar a saber si la versión que la prensa ofreció sobre
aquel proceso fue o no asumida, sin más, por la población; dependería no
sólo del grado de difusión de los periódicos sino, sobre todo, de su influen-
cia real sobre aquélla; y si actualmente resulta difícil determinar la equiva-
lencia entre “opinión pública” y “opinión publicada” —todos hemos com-
probado los “errores” de determinados estudios sociológicos— la cuestión
se complica extraordinariamente al tratar una época en la que ni siquiera
existían las técnicas que permiten esos estudios.
La cuestión esencial, en definitiva, sería saber si los periódicos —
todos o algunos— lograron o no “crear opinión pública” tal y como, desde
luego, pretendían; y sólo podemos hacerlo en parte, en la medida en que las
reacciones populares se plasman en la prensa.

EL FRACASO AUTONÓMICO

Durante toda la segunda mitad del siglo XIX los gobiernos españoles
habían desoído repetidamente las peticiones criollas de un estatuto de auto-
nomía para Cuba, estatuto que era visto por muchos como la única vía para
impedir la independencia de la isla o la anexión a los Estados Unidos, ten-
dencias que, ante la intolerancia peninsular, parecían ir ganando adeptos
día a día.
Las posiciones sobre esta cuestión no eran, por supuesto, unánimes
entre los políticos españoles. Mientras los liberales de Sagasta y algunos
conservadores como Silvela e incluso Cánovas, se mostraban partidarios de
la autonomía —aunque sólo fuera por considerarla el mal menor—, para
Romero Robledo y los suyos no sería sino una dejadez vergonzosa que ter-
minaría por entregar la isla a los separatistas.
La postura de estos últimos, y la constante presión ejercida por los
unionistas cubanos sobre el legislativo, impidieron poner en marcha esa

154
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

autonomía que, aunque desde luego no hubiera podido impedir a la larga la


emancipación cubana, quizás podría haberla demorado o, en último térmi-
no, evitado la larga guerra de desgaste a que se vio sometida la población
española.
Cuando por fin se impuso la sensatez y se aprobó una ley autonómica
para Cuba, el 13 de febrero de 1895, era ya demasiado tarde. Las reformas,
escasas y tardías, no sólo no lograron frenar el separatismo sino que, por el
contrario, hicieron temer a los independentistas que la población llegara a
contentarse con ellas. Esto no hizo sino acelerar el proceso. Cuatro días
después de esa aprobación, el Grito de Baire iniciaba la segunda guerra de
independencia cubana. Y aunque, en teoría, la situación no resultaba favo-
rable a los insurrectos, la realidad mostraría muy pronto que España no
podía ganarla.
En un principio la prensa sevillana consideró que esa guerra era
“necesaria” y se mostró optimista sobre su resultado. Es obvio que no podía
ignorar que los intereses que estaban en juego y el injusto sistema de reclu-
tamiento hacían que, necesariamente, fuera vista de forma muy distinta por
los sectores populares; pero no parece que se preocupara demasiado por esa
cuestión.
En aquellos primeros momentos, las únicas y escasas protestas y
muestras de desconfianza al respecto vinieron de algunos republicanos y
grupos obreros. Uno de los que más se significaron en este aspecto fue Pi
y Margall —del partido Federal—, que ya en 1895 se manifestaba en con-
tra de la guerra, por considerarla una sangría —económica y humana—
inútil para el país. Sus discursos, reflejados por la prensa de la época, eran
contundentes en este sentido; una y otra vez exigía el fin de una contienda
que, en contra del sentir general, auguraba iba a acabar en derrota.
Y en cuanto al lógico descontento popular, entre la prensa sevillana
sólo El Baluarte, el periódico republicano, parecía darse cuenta de su exis-
tencia. Según sus informaciones, el incremento en el desempleo originado
por la crisis económica causada por la guerra, “especialmente en las pro-
vincias andaluzas”, había llevado a una situación de hambre y penuria que
estaba creando un clima de malestar de resultados impredecibles. Por otra
parte, se hacía eco también de las dramáticas —y a veces violentas— esce-
nas vividas en los puertos cada vez que un barco con soldados partía hacia
Cuba. Al mismo tiempo, era el único diario que hablaba también sin reser-
vas del deseo general de escapar al servicio militar mediante la fuga, en el

155
ROSARIO SEVILLA SOLER

caso de los pobres, y la redención en el de los ricos. Todo ello como una
muestra de que “el pueblo odia la guerra”, frente a lo que decían otros
periódicos, que pretendían hacer creer a sus lectores que “nuestros solda-
dos van llenos de entusiasmo a luchar a lejanas tierras.”
El tiempo demostró que los republicanos tenían razón; la situación de
España en Cuba se fue haciendo poco a poco insostenible, en la medida que
se mostraba incapaz de dominar a los insurrectos y terminar con una gue-
rra que los gobernantes habían querido hacer creer rápida y victoriosa.
Consciente de ello, el gobierno liberal de Sagasta, vuelto al poder tras el
asesinato de Cánovas, ponía en marcha en 1897 una serie de reformas
legislativas en favor de la autonomía, en un vano intento de acabar con el
conflicto colonial. Se trataba de un nuevo régimen autonómico, mucho más
amplio que el anterior, que entraría en vigor a comienzos de 1898. Con él
se instauraba un gobierno autonómico y una Cámara de representantes para
Cuba, que recibirían todas las competencias propias de tales instituciones,
salvo las relacionadas con la política exterior y defensa.
El momento político se intuía especialmente favorable para el des-
arrollo del nuevo régimen. Si bien es cierto que los españoles parecían ser
incapaces de acabar con la guerra, también lo era que los insurrectos tam-
poco conseguían grandes avances. En esa situación parecería lógico que,
tras la nueva oferta de política autonómica que hacía la metrópoli, ciertos
sectores sociales cubanos con fuerte poder económico abandonarían su
apoyo al independentismo y que, consiguientemente, la insurrección se iría
desactivando por sí sola.
Por otra parte, y por primera vez desde que se inició el conflicto, con-
servadores y liberales españoles parecían estar de acuerdo en que había que
intentar esa salida, logrando el consenso indispensable para poder hacer
frente a un conflicto de este tipo. Ni siquiera los republicanos, tan críticos
con la política colonial hasta entonces, se manifestaron contra el nuevo sis-
tema. Aunque no confiaban demasiado en su éxito, no quisieron desmar-
carse de lo que parecía un intento serio de hacer frente al problema. La rea-
lidad es que todos los partidos pretendieron dar una imagen de unidad que
llevara la confianza a la población, sin tener mucho en cuenta los senti-
mientos de ésta. Sólo los socialistas se atrevieron a decir entonces en públi-
co lo que gran parte del pueblo debía pensar en aquellos momentos sobre
la autonomía: que estaba bien hacer el intento, pero que si no se conseguía
la paz con ella, había que conceder a Cuba la independencia.

156
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

En cuanto a la prensa sevillana, y a diferencia de lo que ocurrió con la


de otras ciudades, por primera vez desde comienzos del conflicto pareció
mostrarse de acuerdo sobre la cuestión cubana, llevando quizás un rayo de
esperanza a la población. Dejando al margen la opinión de El Progreso que,
como portavoz del partido Liberal que la había instaurado, no tenía más
remedio que defenderla, todos los periódicos sevillanos se mostraron
rotundamente favorables a la autonomía. Siendo en todo momento cautos
y sin dejarse llevar por el optimismo, hay total unanimidad entre ellos a la
hora de dar un margen de confianza al régimen autonómico.
Para defender al nuevo régimen recurrirán, incluso, al descontento
popular y a la crisis económica que antes habían pretendido ocultar. En El
Noticiero Sevillano, que se denominaba independiente pero que resulta cla-
ramente conservador, aparece el 12 de enero de 1898 un editorial con el títu-
lo de “Entre todos la mataron”, en el que se critica la reacción de los periódi-
cos nacionales ante la autonomía, descalificando lo que llamaba “deplorable
campaña” de la gran prensa, de la que una parte exageraba “las excelencias
del nuevo régimen colonial, mientras otra refuerza los ataques contra el mis-
mo” según su cercanía u oposición al gobierno. Afirmaba el citado editorial,
que ese enfrentamiento que tenía lugar en la prensa, esa carrera por ver quien
sacaba más trapos sucios, no lograría sino hacer fracasar la autonomía cuba-
na; hacer fracasar, en definitiva, lo que ese periódico consideraba el único
medio para lograr “lo que pide el pueblo, lo que suplican las madres cuyos
hijos agonizan en Cuba, lo que exige nuestro tesoro exhausto....”
De la misma opinión era El Porvenir (también conservador, aunque
tampoco se definiera como tal), que al comenzar el mes de enero se felici-
taba por lo que parecía ser realmente una nueva época para los conflictos
coloniales, confiando en que con ella se terminaran “las criminales gue-
rras” que estaban “arrancando lágrimas de muchos ojos, y llevando el luto
a centenares de familias.”
Como vemos, ambos diarios apelaban al sufrimiento de las clases
populares para apoyar el nuevo sistema, cuando hasta entonces eso no les
había importado demasiado; ninguno de ellos se había hecho eco del des-
contento popular por una guerra en la que todos estaban de acuerdo a juz-
gar por las informaciones que estos mismos periódicos habían ofrecido
hasta entonces.
Y también, El Baluarte, a pesar de su constante oposición al gobier-
no, defendía el sistema autonómico como una de las vías posibles para ter-

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ROSARIO SEVILLA SOLER

minar con las consecuencias de la guerra. Y como los anteriores, aunque él


ya lo había hecho antes, apelaba también a los sentimientos del pueblo.
Para este periódico era urgente poner fin a esa guerra, que no sólo signifi-
caba una sangría para la juventud española sino que era un factor determi-
nante en la crisis económica que atravesaba el país y que afectaba, sobre
todo, a las clases populares.
Bajo su punto de vista, además, la autonomía era “una justa conce-
sión” a los cubanos. A ella se debía haber llegado mucho antes. Y si no se
había hecho, había sido sólo por los obstáculos opuestos por los unionistas
de la isla, a los que consideraba “antiguos expoliadores de Cuba” y a quie-
nes acusaba de llevar a cabo una campaña de difamación contra el nuevo
régimen, exclusivamente por su temor a perder los privilegios de que habí-
an gozado hasta entonces.
Sin embargo, esa unanimidad duraría poco; El Baluarte sería el pri-
mero de los periódicos de Sevilla en mostrar sus recelos sobre los resulta-
dos del sistema autonómico. En este sentido, acusaba de mentir —a sabien-
das— a los periódicos que a diario hablaban sobre la paz en Cuba como si
ésta fuera algo consumado por el sólo hecho de haberse constituido el
gobierno autonómico, y como si los independentistas hubieran desapareci-
do del mapa... Y apenas un mes después de su implantación, manifestaba
en sus páginas que la pacificación de Filipinas y la semipacificación de
Cuba no producían, como algunos esperaban, “el apetecido entusiasmo de
las masas”. Y que si esto ocurría era, probablemente, porque esas masas
sabían que todo lo que no fuera la independencia de las colonias seguiría
exigiendo sus sacrificios.
Al poco tiempo, incluso muchos de los que en un principio deposi-
taron alguna confianza en los resultados de la autonomía, comprendían
que si la paz se conseguía a través de ella sería sólo después de un tiem-
po razonable, y que no se podía terminar de la noche a la mañana con el
problema cubano, cuyas raíces eran profundas. El mismo Progreso, a
pesar de su apoyo a los liberales en el poder, no tenía más remedio que
reconocer la imposibilidad de una paz inmediata en Cuba, por mucha auto-
nomía que se hubiera concedido a la isla. Aunque defendía el camino auto-
nómico marcado por ese gobierno como el único posible para que la situa-
ción fuera mejorando, y para llegar a la paz en un futuro más o menos
próximo, era consciente de que ésta no sólo no sería inmediata sino que
tampoco sería fácil.

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

La realidad es que el nuevo régimen había nacido herido de muerte.


Como había ocurrido con el primer proyecto autonómico, había llegado
demasiado tarde. Por una parte, y como afirmaban numerosos observado-
res de la vida política, la herida era vieja. No podemos olvidar que las peti-
ciones criollas en ese sentido habían sido rechazadas una y otra vez por las
Cortes españolas desde que el Pacto de Zanjón de 1878 había puesto fin a
la primera guerra. Por otra, los Estados Unidos no estaban dispuestos a
consentir su triunfo. El primero de enero de 1898 comenzó a funcionar el
nuevo gobierno autonómico en Cuba, y doce días después el presidente de
los Estados Unidos afirmaba ya que dicho régimen había fracasado. Y aun-
que estas declaraciones fueran resultado de los intereses norteamericanos
en la zona, la realidad no hizo sino confirmar sus palabras.
Por mucho que determinados periódicos se felicitaran cada día por el
gran número de rebeldes que se acogían al indulto que implicaba la aplica-
ción del régimen autonómico, o por el breve descanso que significaba la
disminución de los enfrentamientos en Cuba, la desilusión no tardaría en
aparecer. Como había ocurrido con la ley de 1895, su fracaso fue evidente
casi de inmediato.

LA INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA

Efectivamente, la paz costaría aún mucha sangre; sobre todo al com-


plicarse la situación con la intervención norteamericana en el conflicto que,
por otra parte, aceleraría su desenlace.
Lo cierto es que los Estados Unidos venían pensando en la anexión de
Cuba mucho antes de que los cubanos tuvieran conciencia de que su por-
venir económico dependía más de sus relaciones con ellos que de las que
mantenían con la metrópoli, y de que surgieran en la isla las primeras ide-
as de unión a aquel país. Ya en 1805 Thomas Jefferson había notificado a
Inglaterra que, en caso de entrar en conflicto con España, los Estados
Unidos ocuparían Cuba; algo más tarde, en 1823, el presidente Adams afir-
maba públicamente que esa anexión era esencial para la integridad territo-
rial estadounidense.
En 1843 el gobierno norteamericano propuso a España la compra de
la isla por cincuenta millones de dólares. Esta propuesta ni siquiera fue
tenida en cuenta por el gobierno peninsular, y los Estados Unidos, sin aban-

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ROSARIO SEVILLA SOLER

donar la idea de la compra que, a la larga, sería siempre la vía más barata,
forzaron la situación para conseguir su propósito. Desde ese momento, su
estrategia pasó por apoyar al independentismo y al anexionismo cubano,
como forma de presionar a España. Su territorio se convirtió, abiertamen-
te, en lugar de asilo para los insurgentes, al tiempo que los anexionistas
isleños establecían en Nueva York un Consejo Cubano presidido por
Gaspar Betancourt. El interés de los Estados Unidos en Cuba era tal, que
en 1854 su oferta de compra de Cuba mejoró notablemente, alcanzando los
130 millones de dólares. Pero, al igual que había ocurrido años antes, esta
propuesta fue desoída por las autoridades españolas; y, con ello, adquirió
cada vez más fuerza entre los dirigentes estadounidenses la idea de apode-
rarse de Cuba por las armas, idea que, durante algún tiempo, se vio frena-
da por el temor a una intervención británica.
Pero si los independentistas cubanos se dieron cuenta pronto de los
objetivos estadounidenses, en la metrópoli se tardó algo más en tomar con-
ciencia de esta realidad. Aunque luego serían muchos los que afirmarían
que las intenciones estadounidenses respecto a Cuba estaban claras desde el
primer momento, la realidad es que aunque la prensa española, y desde lue-
go la andaluza, se hizo eco de ellas antes de que comenzara la guerra, la
amenaza de una intervención armada fue acogida al principio con escepti-
cismo por casi todos los periódicos. Muy pocos consideraron seriamente la
posibilidad de una guerra entre ambos países. Creían que los Estados
Unidos pretendían la anexión de Cuba pero que para lograrla esperarían a
que fueran los propios cubanos los que arrojaran a España de allí, por
supuesto con su ayuda, llegando después ellos al territorio como aliados. En
ningún momento se dieron cuenta de que si la sublevación cubana se había
iniciado a comienzos de 1895, algo antes de lo que los independentistas
cubanos se habían propuesto, fue precisamente para adelantarse a la
corriente anexionista y a la intervención norteamericana, y de que las rela-
ciones entre los caudillos isleños y el gobierno norteamericano nunca fue-
ron demasiado buenas, a pesar del apoyo material que éste les proporcionó.
La primera reacción de la prensa en contra de la actitud norteameri-
cana respecto a Cuba se produjo a comienzos del mes de enero de 1898,
con motivo del envío de socorros por parte de los Estados Unidos a los con-
centrados cubanos. Todos los periódicos se hicieron eco de esos envíos,
logrando que, al menos durante un tiempo, la opinión del país respecto a la
actuación norteamericana fuera de unánime repulsa. Aunque la prensa

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

española no solía emplear en esa época las tácticas de la llamada prensa


amarilla norteamericana, es de suponer que sus apreciaciones tuvieran tam-
bién gran influencia sobre la opinión pública del país. Es lógico pensar que
las ideas expresadas por los diarios sevillanos tuvieran su correspondiente
eco entre la población, que, frente a la intromisión de una potencia extran-
jera en el conflicto, debió dejar de lado otras consideraciones sobre la pro-
blemática colonial.
En esos momentos los ataques de la prensa a los Estados Unidos eran
prácticamente diarios. Para la mayor parte de los periódicos ese envío de
socorros a Cuba representaba una intervención directa de un país extraño
en los asuntos internos españoles. Y aunque en la prensa sevillana de aque-
lla época existían opiniones muy diversas sobre la problemática colonial y
sus posibles soluciones, todos parecían estar de acuerdo en este punto.
El Noticiero Sevillano, por ejemplo, ponía en duda en sus editoriales
la generosidad norteamericana, que afirmaba ser “nada común en aquel
pueblo, esencialmente práctico e interesado”, y hablaba sobre la necesidad
de aclarar al público esa aparente caridad que amenazaba con “deslumbrar
a los incautos, conquistando un agradecimiento que no merecen”, y cons-
tituyendo, en definitiva, una forma de intervención disimulada y encubier-
ta en los asuntos internos de otro país. A su juicio, había que advertir a la
población de que “cuando los yankees se desprenden de esos mendrugos
que envían a Cuba, sus esperanzas tendrán de no perderlos, y de cobrarlos
en su día como pan de flor”; y que pensar otra cosa sería suponer en los
norteamericanos una inconsecuencia que no existía.
Y en esa misma línea iba toda la prensa. Las discrepancias existían,
no obstante, y comenzaban a la hora de considerar los proyectos nortea-
mericanos para Cuba. Así, para El Baluarte el gobierno norteamericano
buscaba realmente el enfrentamiento con España y se estaba preparando
para la guerra; y mientras llegaba el momento oportuno para ella, su polí-
tica era inteligente: ganar adeptos entre los cubanos para cuando llegara la
intervención directa. Por el contrario, para el órgano del Partido liberal, El
Progreso, las insinuaciones de los otros periódicos sobre los supuestos pro-
pósitos de los norteamericanos no eran sino una falsedad, ya que, según sus
articulistas, los Estados Unidos eran sólo un país de pacíficos comercian-
tes, que no querían verse envueltos en guerras.
No obstante, esas discrepancias no impidieron que cuando el presi-
dente McKinley hizo las primeras declaraciones en relación al fracaso del

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ROSARIO SEVILLA SOLER

sistema autonómico, todos los periódicos reaccionaran de manera unánime.


Curiosamente, partidarios y detractores del sistema autonómico, amigos y
enemigos del gobierno que lo había implantado, se mostraron entonces
indignados ante esas manifestaciones. Los ataques a los Estados Unidos se
intensificaron en todos los diarios, en lo que ha sido definido por muchos
como un intento de desviar la atención del país del verdadero problema y
acallar a los discrepantes; ya no se trataba de una “guerra civil” con Cuba,
sobre la que se podía debatir, sino de hacer frente a un enemigo exterior.
El Noticiero Sevillano, en un artículo titulado “Harapos españoles”, se
lamentaba de que el nombre de España había sido “arrastrado por el fango
de las tribunas parlamentarias de Washington” con el único fin de servir a
las ambiciones estadounidenses para hacerse con la isla de Cuba. Con ello
no expresaba sólo el descontento de un sector minoritario de la prensa, sino
el sentir general de la misma en aquellos momentos.
Y era así hasta el punto de que, incluso los que hasta hacía poco se
habían opuesto a la guerra, ahora, cuando una potencia extranjera interfe-
ría en lo que consideraban asuntos internos, comenzaban a mostrarse par-
tidarios de ella como única defensa ante la agresión externa. Al mismo
tiempo, los Estados Unidos eran acusados en las páginas de los diarios de
ser los verdaderos causantes de la guerra; los que proporcionaban a los
rebeldes “la dinamita y las balas” que tanta sangre derramaban en Cuba,
con el único propósito de “robar” la isla a España.
En esa situación, con los ánimos bastante alterados, la llegada de un
navío norteamericano al puerto de La Habana, el Maine, teóricamente en
visita de cortesía, no hizo sino agudizar las tensiones. Casi todos los perió-
dicos sevillanos acogieron su llegada con una abierta desconfianza pues
para gran parte de la prensa su verdadera intención era buscar un pretexto
que produjera “algún motín en La Habana o incluso alguna agresión”. Y en
esto parecían estar de acuerdo todos los periódicos, incluido El Progreso, a
pesar de su constante cautela al hablar de la cuestión cubana.
Todos parecían estar también de acuerdo en que había que evitar, por
todos los medios posibles, un enfrentamiento bélico con los Estados
Unidos; pero, desde luego, dentro de ciertos límites que, eso sí, no eran los
mismos para todos. Algunos comentaristas aconsejaban extremar la actitud
pacífica frente a las provocaciones; aunque advirtiendo, al mismo tiempo,
al gabinete norteamericano, que si era peligroso jugar con los sentimientos
de una persona, lo era mucho más hacerlo con “el corazón de un pueblo”.

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

Otros, pese a declararse partidarios de la paz, afirmaban que el país no


podía seguir humillándose ante los Estados Unidos, abdicando “en una ver-
gonzosa derrota sin combatir”. Para algunos de los que así se expresaban,
la paz, “comprada al precio que la compra España, es peor, mil veces peor
que la guerra, porque nos arruina sin piedad y nos hace pasar todo género
de humillaciones.”
En definitiva, con los distintos matices que se quiera, y aun haciendo
todos declaraciones sobre su carácter pacifista, en los primeros meses de
1898 una parte importante de la prensa sevillana lanzaba en sus páginas la
idea de que, siendo lamentable una guerra, era preferible ir a ella antes que
seguir sufriendo los desprecios de los norteamericanos.
Y también parecían estar de acuerdo casi todos en el posible resulta-
do de esa guerra. Para la mayor parte de los periodistas, España, con un
ejército formado por “patriotas”, podía vencer en una contienda ante unos
ejércitos mercenarios y sin dignidad, como según ellos serían los nortea-
mericanos, cuya eficacia, además, estaba aún por demostrar. Sólo uno de
los periodistas de El Baluarte, que no firmaba sus crónicas, se alejaba del
sentir mayoritario; mostraba claramente su pesimismo por el resultado de
ese enfrentamiento y acusaba a los demás de engañar al pueblo, “ponién-
dole ante los ojos pasajeras y tal vez mentidas glorias” para ocultar el
lamentable estado en que se encontraba el país.
Lo cierto es que en aquellos momentos había una extraordinaria con-
fusión sobre las intenciones norteamericanas, de manera que no sólo
encontramos serias discrepancias entre unos diarios y otros sino, incluso,
evidentes incoherencias dentro de un mismo periódico; tan pronto se aco-
gía la amenaza de intervención estadounidense con escepticismo, como se
consideraba que la intervención militar norteamericana era un hecho.
Hasta El Baluarte, que quizás fue el diario con una línea más clara
respecto al problema, contradecía a veces sus propias afirmaciones en el
sentido de que la guerra era inevitable, para afirmar que esa guerra no le
interesaba a nadie, ni siquiera a los estadounidenses. No obstante, en el
caso de este periódico esas incoherencias fueron sólo excepciones; en la
mayor parte de los casos el diario parecía plenamente convencido de que
los preparativos bélicos que se hacían en los Estados Unidos confirmaban
que el enfrentamiento era ineludible, e insistía, una y otra vez, en que había
que informar de ello al pueblo español. El Progreso, por el contrario, qui-
taba importancia a menudo a esos preparativos, que para sus columnistas

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ROSARIO SEVILLA SOLER

eran sólo un ardid del gobierno norteamericano para mantener tranquilos a


los exaltados que pedían el enfrentamiento con España.
Es probable que la postura de ambos diarios estuviera dictada más por
sus deseos de atacar o defender la aparente pasividad del gobierno español
ante la actitud norteamericana, que en la realidad de los hechos, pero lo
cierto es que la del primero de ellos fue la acertada. No obstante, un diario
más imparcial que éstos, El Noticiero Sevillano, en contradicción —como
por otra parte ocurría en esos días con otros periódicos— con sus propias
tesis y llamadas a la serenidad, recogía una serie de conferencias sobre la
política exterior de los Estados Unidos pronunciadas en el Ateneo de
Sevilla por Rafael Labra, que apoyaban las observaciones de El Baluarte.
La conclusión de esas conferencias era clara: la actuación de los nortea-
mericanos en Cuba no era sino la lógica consecuencia de su deseo de esta-
blecer el derecho norteamericano a poder intervenir en las diferencias de
las demás naciones americanas con las europeas, y a “constituir la unión de
las tres Américas bajo la inspiración, e incluso la tutela, del gobierno de
Washington, en beneficio de la industria y el comercio norteamericanos”.
Dada la amplia difusión de ese periódico, esta versión de la política
norteamericana debió llegar a un sector relativamente importante de la
población sevillana que, lógicamente, tuvo que comenzar a tomar con-
ciencia de la verdadera dimensión del problema y de la inminente guerra.
Pero es que, además, la aprobación que por aquellos días hicieron las
Cámaras norteamericanas de un crédito de cincuenta millones a su gobier-
no para obras de defensa, hizo que hasta los más cautos compartieran esas
inquietudes.
Lo cierto es que los Estados Unidos sabían que tenían que evitar,
como fuera, la independencia cubana si querían anexionarse las Antillas
españolas con el menor coste posible. Sólo esperaban un pretexto para
intervenir directamente en el conflicto; y el pretexto fue la explosión del
Maine en el puerto de La Habana, que determinados periódicos y políticos
norteamericanos achacaron, de inmediato, a un atentado español. La cam-
paña desatada en contra de España por la prensa sensacionalista americana
tras aquel suceso, y la negativa estadounidense a formar una comisión bila-
teral para investigar el origen de la explosión, parecían confirmar lo que
entonces afirmaba un sector importante de la prensa sevillana: que todo for-
maba parte de un plan premeditado para, por una parte, justificar una posi-
ble intervención armada y, por otra, presentar a los españoles como asesi-

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

nos sin escrúpulos ante la opinión pública norteamericana, de manera que


se creara en ella un ambiente favorable a esa intervención.
Dando la razón a los que pensaban así, los dictámenes de las comi-
siones de investigación norteamericana y española sobre el suceso resulta-
ron muy diferentes. Mientras que para los expertos españoles se debió a la
explosión de un torpedo del propio navío, los norteamericanos lo achaca-
ron a un sabotaje, ofendiendo con ello, como ya había adelantado El
Baluarte, la “dignidad nacional”.
El resultado fue que hasta los diarios que en los días anteriores se
habían mostrado más prudentes y comedidos como El Noticiero Sevillano,
afirmaron entonces que había que afrontar de una vez por todas los hechos
y no aguantar más humillaciones. A partir de ese momento, fueron muchos
los periódicos de toda España que intentaron excitar los ánimos populares
hacia una guerra contra los norteamericanos con el pretexto de no sufrir
más atentados contra la dignidad nacional como el que, a su juicio, repre-
sentaba el informe norteamericano sobre la catástrofe del Maine.
Incluso El Baluarte, aunque por poco tiempo, llegó a dejarse arrastrar
por esa corriente. En dos editoriales, publicados los días 9 y 10 de febrero
de 1898 (“Lo Primero es lo Primero” y “La Guerra con los Estados
Unidos”), afirmaba que el país no podía tolerar más tiempo las amenazas y
los alardes norteamericanos, declarándose “en vergonzosa derrota sin com-
batir”, y que si para evitar las humillaciones era necesario “llegar hasta el
rompimiento y la guerra”, había que hacerlo, confiando en que ante un ejér-
cito de “héroes... los ejércitos mercenarios, como tendrían que ser los de
Norteamérica, han sido siempre vencidos”.
Sin embargo, pronto volvió a su línea habitual, que era la que en aque-
llos momentos seguían los republicanos de prestigio: acusar una y otra vez
a la prensa de mentir conscientemente en la cuestión cubana. En este sen-
tido, Pi y Margall se mostraba irritado contra la actitud de los periódicos
que, “mintiendo un patriotismo que jamás sintieron”, e intentando hacer
creer a sus lectores que la victoria era fácil, incitaban a la guerra con los
Estados Unidos.1
Es evidente que, como afirmaban algunos observadores de la época,
fueron muchos los que “Con... criminales majaderías fueron fomentando

1 Conangla y Fontanilles, J.: Cuba y Pi y Margall, La Habana, 1947. pág. 465. Discurso pro-
nunciado por Pi y Margall el 2 de abril de 1898.

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ROSARIO SEVILLA SOLER

en la opinión pública la insensatez de una guerra innecesaria, descomedida


y a todas luces imposible”.2 Sólo la prensa republicana, después del ligero
devaneo que hemos mencionado, se mostraba totalmente contraria a la gue-
rra y pesimista sobre sus resultados; y —como ya antes habían hecho los
socialistas— llegaron a hablar, abiertamente, de la posibilidad de dar a
Cuba la independencia.
En esta situación varias potencias europeas se ofrecieron como media-
doras entre España y los Estados Unidos; prometieron su apoyo a la pri-
mera frente a las pretensiones norteamericanas, siempre que fuera capaz de
llegar a un armisticio con los rebeldes cubanos para dejar sin argumentos a
los que, en los Estados Unidos, se mostraban partidarios de la intervención
en la isla.
Las negociaciones llevadas a cabo bajo esa mediación, que se inicia-
ron en medio de los recelos de muchos y de las opiniones desfavorables de
la prensa, no sirvieron sino para dar un respiro al gobierno, marcando un
compás de espera en el contencioso. Pero sólo fue eso, un respiro; la res-
puesta estadounidense a la mediación internacional fue descorazonadora:
dejarían de intervenir en Cuba sólo si el gobierno español declaraba de
inmediato un armisticio y restablecía el orden en la isla, de manera que
quedaran garantizados “los intereses norteamericanos” en ella.
Tras varios tiras y aflojas en la negociación, el gobierno español aca-
bó aceptando las exigencias norteamericanas. Y la reacción de la prensa
no se hizo esperar. En general, se mostró indignada no sólo por la acepta-
ción de las condiciones estadounidenses, que consideraron simple entre-
guismo, sino también por el hecho de que los países mediadores se pres-
taran a esa farsa.
Pero, al mismo tiempo, esa aceptación sirvió para que algunos perió-
dicos tomaran ya conciencia de la gravedad del problema, y también de la
necesidad de plantearlo crudamente a la opinión pública. El Noticiero
Sevillano, en su crónica política de 13 de abril, afirmaba en este sentido que
no parecía existir esperanza de paz que no fuera sobre la base de la pérdi-
da de Cuba; y que, por lo tanto, “convendría que todos los españoles fue-
ran pensando en ello. Conservarla por las armas: perderla por la superiori-
dad de las enemigas”. No se manifestaba decididamente a favor o en contra

2 Rodríguez Martín, José: Los Desastres y la Regeneración de España. Relatos e Impresiones.


La Coruña, 1899, pág. 106.

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

de la guerra; pero a la vista de la situación, consideraba esencial informar


al país y plantearle la cuestión en sus dimensiones reales, sin engaños, para
que éste opinara.
La prensa gubernamental, por el contrario, hacía los mayores esfuer-
zos por ocultar la realidad y hacer creer a la población que la situación no
era tan mala; para ello se escudaba en el hecho de que el presidente norte-
americano no respondía a las exigencias de los insurrectos: ser considera-
dos como beligerantes y que se reconociera la independencia de la isla.
Efectivamente esto era cierto; pero también lo era que si no lo hacía era
porque su objetivo no consistía en que la isla lograra su independencia sino,
tal y como El Noticiero Sevillano afirmaba ya por aquellos días, la pura y
simple anexión del territorio.
El presidente norteamericano no estaba dispuesto a consentir la inde-
pendencia de Cuba; y, a su juicio, si la intervención de los Estados Unidos
en la guerra se demoraba, los cubanos podrían conseguirla derrotando a los
españoles. Necesitaba con urgencia una intervención militar que le asegu-
rara el dominio; y la buscó, engañando incluso a los parlamentarios de su
país. Pretendía que las Cámaras, en contra de las opiniones que habían
expresado con anterioridad, lo autorizaran a intervenir militarmente en la
isla si lo consideraba necesario por causas humanitarias. Y ello dejando a
un lado la cuestión de la independencia cubana —e incluso la del recono-
cimiento de la beligerancia—, que podía llevarlo a compromisos que no
pensaba cumplir.
En un primer momento no logró su propósito, ya que el Senado se
negó a autorizar cualquier intervención que no tuviera como objetivo
expulsar a los españoles de la isla. Pero, al saberse esto en España, la reac-
ción de la prensa fue inmediata: calificar la resolución del Senado como “la
sentencia de los sindicatos azucareros”, y al propio Senado, como “la ofi-
cina de los empréstitos filibusteros, y el mercado en el cual se compran y
venden las conciencias”. La indignación era tal, que desde los diarios sevi-
llanos se acusaba al gobierno de cobardía, y se afirmaba sin recato que era
“preferible cien veces la guerra que sufrir las imposiciones indignas de un
pueblo de dudosa procedencia, y por lo tanto sin historia, que trata de arro-
llarnos por el derecho del más fuerte”.
Entre tanto, las maniobras políticas del presidente norteamericano
dieron sus frutos. Argumentando que no podía ni siquiera reconocer la beli-
gerancia de los cubanos mientras estuviera negociando con España, consi-

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ROSARIO SEVILLA SOLER

guió que ambas cámaras votaran por fin una resolución conjunta autori-
zándolo a intervenir militarmente en la isla si consideraba vulneradas las
leyes humanitarias. En definitiva, se encontró con una carta blanca que, en
realidad, lo autorizaba a intervenir en la guerra hispano cubana en el
momento en que lo considerara oportuno, y dejando al margen la cuestión
de la independencia cubana...
La llegada a España de las primeras noticias sobre ese acuerdo pro-
vocó un sentimiento de indignación y repulsa contra las Cámaras nortea-
mericanas; pero, por otra parte, con su negativa a aceptar las peticiones del
Senado de reconocer la independencia cubana, McKinley consiguió hacer
creer a muchos que no estaba dispuesto a una guerra con España por Cuba,
por lo que un sector de la prensa moderó sus ataques.
Pese a ello, no todos se dejaron engañar. El Noticiero Sevillano afir-
maba ya desde finales de marzo, que no entendía cómo los rebeldes no
habían reaccionado contra las intenciones norteamericanas buscando la paz
con España. Entre ser ciudadanos de una colonia autónoma sin otra sobe-
ranía que la nominal de España y la simple anexión a los Estados Unidos,
no podía, según él, haber duda en la elección.
No obstante, todavía en el mes de abril eran muy pocos los que pare-
cían darse cuenta de los verdaderos proyectos del ejecutivo norteamerica-
no. Con sus maniobras, destinadas en realidad a distraer a sus propios legis-
ladores, confundió también a gran parte de la prensa española sobre su
verdadero objetivo. Los periódicos eran conscientes de que, en contra de lo
afirmado por las autoridades norteamericanas, la intervención militar en
Cuba obedecía a móviles económicos y no humanitarios. Pero creían que
su verdadero objetivo era la pacificación del territorio para que los nego-
cios estadounidenses en la isla pudieran seguir con normalidad. A pesar de
las advertencias que de vez en cuando aparecían en la prensa, como la de
El Noticiero Sevillano citada más arriba, los planes de anexión de
McKinley no fueron evidentes para la opinión pública sevillana hasta el
mes de julio de 1898, ya bien avanzada la contienda.

LA GUERRA CON LOS ESTADOS UNIDOS

Siguiendo adelante con sus propósitos, el 20 de abril McKinley pre-


sentaba un ultimátum a España para el abandono de Cuba; la respuesta

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LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

española fue inmediata: el 21 rompía relaciones diplomáticas con los


Estados Unidos. Dos días más tarde, aprovechando la carta blanca que, en
la práctica, le habían concedido las Cámaras, y en medio de la consterna-
ción general, el presidente norteamericano ordenaba el bloqueo de Cuba.
Desde ese momento los acontecimientos se precipitaron: el 24 de ese mes
el gabinete de Madrid se vio ya irremediablemente obligado a declarar for-
malmente la guerra que tanto había tratado de evitar.
Hasta entonces, como ya se ha dicho, una parte significativa de la
prensa se había manifestado contraria a una guerra con los Estados Unidos.
Pero la agresión extranjera consiguió unirla contra los “yankees”, el ene-
migo común. Ahora que la suerte parecía echada, la mayor parte de los
periódicos se dedicó a lanzar “soflamas patrióticas”, llamando al pueblo a
demostrar el tradicional heroísmo de los españoles frente a los mercenarios
yanquis. Utilizando todos los medios a su alcance, entre ellos el menos-
precio constante desde sus páginas al ejército norteamericano, esos diarios
intentaron hacer creer a la población que los Estados Unidos no estaban
preparados para una guerra semejante, ignorando —o queriendo ignorar—
que, como afirmaba El Baluarte, el enemigo era fuerte y con enormes
recursos económicos.
El Progreso, por ejemplo, pedía tranquilidad ante la guerra, de la que
sabían más los españoles que los norteamericanos. Y, ante el bloqueo de
Cuba por los Estados Unidos, no hacía sino anunciar a bombo y platillo que
dicho bloqueo era poco eficaz, y que los “yankees” se encontraban impo-
tentes tanto allí como en las Filipinas. En una línea diferente, pero conta-
giada del mismo espíritu triunfalista, El Noticiero Sevillano afirmaba que
había llegado el momento de probar al mundo que “somos españoles”, y
“que en nada ha decaído nuestro valor...”
Al igual que había ocurrido en los Estados Unidos con determinados
periódicos, que pusieron todo su empeño en movilizar al pueblo america-
no contra España, también aquí la prensa, o al menos gran parte de ella,
intentó jugar su papel en este aspecto. Pi y Margall afirmaba encontrarse
lleno de “ira”, al comprobar “cómo ciertos periódicos... empujaron a la
nación y al gobierno a que no cedieran en la cuestión de Cuba y rompieran
con los Estados Unidos”, mintiendo descaradamente sobre los medios béli-
cos de ambos países. 3

3 Conangla y Fontanilles, J.: Cuba y Pi..., pág. 465.

169
ROSARIO SEVILLA SOLER

Sólo El Baluarte se mostraba contrario a lo que consideraba alardes


patrioteros de aquéllos que, “a la hora de la verdad, no aportan el dinero
que el país necesita” para hacer frente a la gran potencia estadounidense, y
atacaba duramente a los “jaleadores de la guerra”. Con esta única excep-
ción, la prensa sevillana de la época no hizo sino exaltar los ánimos “patrió-
ticos” e incitarlos a la lucha, haciendo creer al público que los medios espa-
ñoles eran muy superiores a los reales.
Los intentos de movilización popular realizados por el resto de la
prensa fueron tales que, según algunos autores, el pueblo, influenciado por
las constantes llamadas al orgullo nacional, se dejó llevar casi entusiasma-
do a la guerra. Esta afirmación es, desde luego, discutible, ya que no exis-
ten datos fiables que permitan considerarla como algo más que una hipóte-
sis. La prensa nos habla, por ejemplo, del éxito de público de las dos
“Funciones Patrióticas” que se celebraron en Sevilla, una en el teatro del
Duque el día 13 de abril, y otra en el San Fernando el 21, con el fin de
recaudar fondos para la guerra; lo que no nos dice es si ese público perte-
necía a sectores populares, burgueses, o a ambos. Es cierto que los perió-
dicos intentaron exaltar los ánimos patrióticos, lo que ya no está tan claro
es el resultado de esos intentos.
Pero si en realidad lo lograron, el entusiasmo duraría poco. A comien-
zos del mes de mayo, apenas iniciadas las hostilidades, llegaría la primera
decepción: el hundimiento de la escuadra española de las Filipinas en la
bahía de Manila y la ocupación de Cavite por los norteamericanos. A raíz
de esa primera derrota, el desengaño se extendió rápidamente entre esa
misma prensa que, hasta poco antes, consideraba que la guerra se ganaría
sin problemas. Un sentimiento de frustración se extendió a la práctica tota-
lidad de los diarios sevillanos, y la idea de poner fin a una guerra en la que
la victoria ya no estaba clara, empezaba a filtrarse en los editoriales de
algunos de ellos.
Paralelamente, la casi unanimidad que parecía existir sobre la con-
tienda entre la prensa y los políticos se quebraba, iniciándose un duro cru-
ce de acusaciones entre distintos sectores sociales y políticos, de los que la
prensa no se vio excluida. Todos pedían responsabilidades al gobierno por
la marcha de la guerra, incluidos los conservadores, que no tardaron en
olvidar que ellos mismos habían dejado pudrirse la situación en Cuba. Por
su parte, el órgano del partido liberal, El Progreso, intentando exculpar al
gobierno, extendía la responsabilidad por lo sucedido a una parte impor-

170
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

tante de la sociedad, en medio de amargas críticas. En estos momentos, ata-


cados por varios flancos, los liberales se revolvían contra todos; según
ellos, el problema esencial no radicaba en la actuación más o menos afor-
tunada del gobierno, sino en que —con la excepción de las clases popula-
res, que dieron a sus hijos por falta de dinero para redimirlos—, los espa-
ñoles no habían sentido la guerra; es más, se habían desentendido de
“manera irresponsable” de las dificultades del gobierno para hacer frente a
los gastos de aquélla.
Lo cierto es que la única defensa que les quedaba a los partidarios del
gobierno ante los duros ataques de la prensa y de la oposición política era
ésa: hacer recaer la responsabilidad sobre el sector más amplio de la socie-
dad y sobre la propia prensa. En este sentido, El Progreso, como había
hecho ya antes El Baluarte, acusaba de irresponsables a aquellos diarios
que, sin querer darse cuenta de que el enemigo a batir era superior, habían
empujado al país hacia la guerra desde sus páginas. En estos momentos
sólo apoyaban al gobierno este periódico y El Porvenir, que afirmaba que
no debían pedirse responsabilidades ni lanzar acusaciones sin ton ni son
sino unirse frente al enemigo común. Al mismo tiempo eran también los
que se mostraban más reacios a negociar una paz inmediata, aparentemen-
te convencidos de que antes de conseguir alguna victoria esa paz traería
pocas ventajas. Por el contrario, diarios como El Noticiero Sevillano
comenzaban a interrogarse sobre la conveniencia o no de seguir la guerra,
sin miedo a mostrarse públicamente a favor de la paz. Según este periódi-
co, en aquellos momentos eran muchos los que no expresaban esa opinión
por temor a ser considerados “enemigos de la patria”, a pesar de que la
necesidad de discutir abiertamente esta cuestión era cada vez más urgente.
En la misma línea, este periódico, a pesar de ser contrario a los republica-
nos, llegaba, incluso, a hacerse eco de las ideas del partido Federal, el úni-
co grupo político que planteaba la cuestión sin tapujos y abogaba por una
inmediata negociación de la independencia cubana con los insurrectos. En
este sentido, El Noticiero llegaba a afirmar que el único político que se atre-
vía a hablar con claridad de la cuestión era Pi y Margall; y se preguntaba,
como él, si era o no hora de pedir la paz, en virtud de si resultaba o no posi-
ble hacer frente al nuevo enemigo. Pero sólo El Baluarte se atrevía a con-
testar a esa pregunta. Y lo hacía dejando claro no sólo que era imposible
ganar la contienda, sino que, mientras más se prolongara la guerra, peores
serían sus consecuencias para el pueblo español.

171
ROSARIO SEVILLA SOLER

La causa pacifista iba así ganando partidarios poco a poco; y lo hacía,


apoyada en dos criterios diferentes pero igualmente válidos. Por una parte,
los republicanos y todos aquellos que habían sido partidarios de la paz des-
de hacía ya tiempo, defendían que por encima de los deberes patrióticos
estaban los humanitarios; y éstos, según Pi y Margall, exigían la indepen-
dencia de Cuba si los cubanos así lo querían. Por otra, y éste era el criterio
más generalizado y el que los republicanos señalaban con más fuerza para
atraer adeptos, estaba la simple conveniencia. Como todos estaban com-
probando los Estados Unidos eran un país fuerte y con enormes recursos
económicos; por el contrario, España era débil y, además, pobre. En esas
circunstancias, si la guerra continuaba lo más probable, a juicio de estos
“pacifistas”, era que acabaran apropiándose no sólo de Cuba, sino de todos
los restos del imperio colonial español. El hecho es que por primera vez se
trataba en los medios de comunicación las dificultades existentes para
ganar la guerra, aunque en algunos casos tímidamente, y la opinión públi-
ca parecía muy partidaria de que se discutiera abiertamente.
En medio de esas discusiones, y en un ambiente cargado de rumores
en el que la más mínima alusión al problema se propagaba rápidamente, a
principios del mes de julio varios diarios se hicieron eco de dos artículos
sin firma que se publicaron en Londres, en el Times y en el Herald, siendo
atribuidos en círculos diplomáticos al embajador de los Estados Unidos en
Inglaterra. En ellos se afirmaba que las hostilidades podrían suspenderse
inmediatamente si España abandonaba Cuba y Puerto Rico y aceptaba la
implantación de un doble protectorado sobre las Filipinas. Pero que si los
Estados Unidos hacían una propuesta en este sentido y España la rechaza-
ba, terminaría por perderlo todo.
Las exigencias norteamericanas planteadas en esos artículos, vinieron
a abrir los ojos de muchos en relación a los problemas existentes para lle-
gar a una paz digna. Pero, por otra parte, esas exigencias resultaban tan
exageradas para todos, que los ánimos patrióticos se encendieron de nue-
vo. Para la prensa sevillana, —y para la española en general— eran tan
inadmisibles, que, a pesar de sus anteriores manifestaciones en favor de la
paz, la mayor parte de los periódicos no dudó en afirmar que no se podía
ceder a ellas; que la guerra todavía no estaba perdida a pesar de que hubie-
ra ciertas voces, y cada vez más numerosas, que afirmaban lo contrario.
Tratando de mantener la esperanza, el menor indicio de una noticia
favorable a España era celebrado por la prensa como una gran victoria de

172
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

los héroes españoles sobre los “mercenarios yankees”. Así, en las páginas
de los diarios correspondientes al mes de junio se habló del presunto hun-
dimiento de un barco norteamericano en aguas de Santiago, que luego
resultaría falso; y de un fracasado intento de desembarco en Puerto Rico
que, a la hora de la verdad, fue sólo un bombardeo. Cualquier rumor era
bueno para hablar de los supuestos triunfos nacionales; y se insistía, una y
otra vez, en las páginas de los diarios, que aunque los Estados Unidos
tuvieran más medios bélicos, los españoles tenían de su parte la razón y el
heroísmo capaz de hacer frente y vencer al ejército más fuerte.
En esos momentos en los que la prepotencia estadounidense hacía
reaccionar tan orgullosamente a la prensa nacional, sólo un diario sevilla-
no, probablemente el que contaba con un número más reducido de lectores,
El Baluarte, seguía hablando de la imposibilidad de ganar la contienda.
Pero es lógico pensar que un periódico de reducida tirada como éste debía
ejercer poca influencia sobre la opinión pública; entre tanto, la mayor par-
te de la prensa se expresaba de manera muy diferente y, además, ofrecía a
sus lectores lo que éstos querían creer, aunque ellos mismos no estuvieran
convencidos del todo de lo que se decía. Quizás por ello, cuando llegó la
segunda derrota la impresión fue mucho más dura. La pérdida de la escua-
dra de Cervera en Santiago de Cuba, a comienzos del mes de julio, se con-
vertiría en el argumento definitivo para que en las páginas de los periódi-
cos cundiera el desánimo; todo parecía haber terminado; y, mientras la
mayor parte de la población no parecía ni siquiera reaccionar ante el desas-
tre, algunos diarios llegaban a pedir la paz en las condiciones que fuera.
Según El Noticiero Sevillano, al recibirse las primeras noticias sobre
la pérdida de la escuadra parecía como si el público que se agrupaba ante
las redacciones de los periódicos inquiriendo novedades no pudiera creer-
lo. Mucha gente permaneció en las calles la madrugada del 6 de julio en
espera de noticias que las desmintieran, hasta que, hacia las tres de la
madrugada, una vez confirmado el desastre, comenzó a retirarse en silen-
cio: “Y es seguro que Sevilla entera se acostó anoche deseosa de que al des-
pertar, la más rotunda negativa oficial echara por tierra tanta tristeza”.
El tono de los artículos de los periódicos cambió radicalmente de sig-
no desde entonces, pasando, sin transición, del triunfalismo más exagerado
al pesimismo más amargo. Y aunque es difícil saber hasta qué punto la opi-
nión pública tomó conciencia de la verdadera dimensión del poder militar
norteamericano, de alguna manera se dejó influir por ese pesimismo. Con

173
ROSARIO SEVILLA SOLER

ese estado de ánimo, el simple rumor de que una escuadra norteamericana


se acercaba a las costas de Cádiz fue suficiente para que, según El Porvenir,
cundiera el temor a que remontara el Guadalquivir hasta Sevilla.
En la prensa española en general, y en la sevillana en particular, po-
dían entonces observarse tres criterios diferentes. Por una parte, el que con-
sideraba preciso continuar la guerra porque en Cuba había aún 150.000
españoles, de los que sólo unos dos mil habían entrado en combate en
Santiago. Por otra, el que se mostraba partidario de llegar a la paz con la
mediación de las potencias europeas, para que éstas ayudaran a frenar, al
menos en parte, las pretensiones norteamericanas. Por último, el tercer
punto de vista consideraba que lo más efectivo era buscar la paz de forma
inmediata, entendiéndose directamente, y cuanto antes, con el presidente
norteamericano. Todavía quedaban unos pocos belicistas, o tibios, que
parecían querer permanecer ciegos ante la realidad; afirmaban que, pese al
triunfo naval de los norteamericanos, el desembarco en las cercanías de
Santiago había resultado un fracaso, y que lo único que los Estados Unidos
pretendían con sus amenazas de desembarcar en los puertos andaluces era
que España se precipitara a pedir la paz. Frente a ellos se alzaba una mayo-
ría de voces sensatas en sentido contrario. Para periódicos como El
Noticiero Sevillano, que ya el 10 de mayo se había hecho eco de varios
motines de protesta por la carestía y la escasez de alimentos ocasionadas
por la guerra, el descontento popular parecía evidente y lógico. Y era impo-
sible pedir más sacrificios a las clases populares, cuya situación era ya
desastrosa. Para la mayor parte de la opinión pública sevillana lo más posi-
tivo era pensar ya en “Salvar los Restos”, como titulaba ese mismo diario
uno de sus editoriales, y olvidarse de la hipotética gloria con que se soña-
ba poco antes.
Como afirmaba ahora la mayor parte de la prensa sevillana, que, por
primera vez —aunque sólo fuera para reforzar sus argumentos en contra de
la guerra— parecía tener en cuenta el sentir popular, si el pueblo había
pedido la paz había que ir a ella con todas sus consecuencias. Además,
según la mayor parte de los comentaristas políticos, la nación no tenía
recursos para seguir adelante con la guerra. “Opinión pública” y “opinión
publicada” parecen coincidir por primera vez y ambas parecían dispuestas
a todo, “por triste y doloroso” que fuera, menos volver a la guerra; todos
deseaban, en palabras de El Noticiero Sevillano, que “venga de una vez el
desenlace y acabemos”.

174
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

EL DESASTRE

Sin embargo, tampoco resultaría fácil esa paz que deseaba la mayor
parte del pueblo español, según se desprende de la lectura de los periódi-
cos de aquellos días pues se haría esperar todavía casi un mes. Los Estados
Unidos no estaban interesados en ella antes de cumplir sus objetivos. No
querían la paz sin la derrota total de España para sentarse a la mesa de
negociaciones con todas las cartas en su poder y así imponer sus condicio-
nes.
El caso español era diferente, había prisa. El gobierno consideraba
que el tiempo jugaba claramente a favor de los estadounidenses, que podí-
an obtener nuevas victorias; y, además, temía que una desmesurada reac-
ción de la prensa al conocer las exigencias norteamericanas pudiera poner
en peligro cualquier intento por su parte de rebajar aquéllas. Intentando evi-
tarla, trató, y por un tiempo lo consiguió, que las negociaciones no tras-
cendieran a la opinión pública.
Pero fue por poco tiempo. A comienzos del mes de julio El Porvenir
publicó unas declaraciones del propietario de The New York Tribune y ex
embajador de los Estados Unidos en París, en las que se afirmaba que aun-
que los Estados Unidos no pretendían en un principio la anexión de Cuba,
las cosas habían cambiado sustancialmente desde que el Congreso ratifica-
ra al declarar la guerra que se abandonaría el territorio tras su liberación.
Con todo ello, y ante el silencio del gobierno, los rumores se desata-
ron en las páginas de los distintos diarios. A cual más alarmante, los rumo-
res hacían referencia a unas negociaciones que oficialmente no existían, y
más en concreto a las exigencias norteamericanas de que España abando-
nara todas sus posesiones ultramarinas. Sólo tras la rendición de Santiago
de Cuba el 17 de julio, y ante la presión de los medios de comunicación, el
gobierno de Madrid reconoció públicamente que hacía tiempo que intenta-
ba negociar la paz, pero que las autoridades norteamericanas escuchaban
sus proposiciones con la más absoluta indiferencia.
De hecho, el presidente estadounidense se había dado oficialmente
por enterado de la notificación del embajador francés cinco días antes. Pero
como, efectivamente, no tenía la misma prisa que España, y sus exigencias
no habían variado en relación a las que la prensa venía filtrando desde
comienzos de aquel mismo mes, dilató la respuesta. Y cuando la dio, no
hizo sino confirmar esos rumores, ya que, efectivamente, sus exigencias

175
ROSARIO SEVILLA SOLER

incluían el abandono de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas por parte de


España.
Y aunque para la mayor parte de la prensa esas exigencias eran de
todo punto exageradas, la urgencia por llegar al armisticio, que parecía
estar presente en la mente de todos, llevó a la mayor parte de los comenta-
ristas a afirmar que era necesario tragarse el orgullo. Nadie se ocupaba ya
de la guerra si no era para hablar de paz, y el país parecía resignado a sufrir
“todos los despojos que se dignen imponer los yankees”.
A pesar de las duras críticas a las demandas norteamericanas, desde
los primeros días de agosto se esperaba con ansiedad el cese de las hostili-
dades, que finalmente llegaría el 12 de aquel mismo mes. El Protocolo que
se firmó al respecto ratificaba —tal y como venía anunciando la prensa—,
la pura y simple aceptación de las pretensiones estadounidenses por parte
de España, que renunciaba a la soberanía sobre sus antiguas posesiones.
Los Estados Unidos ocuparían además Manila hasta la conclusión del tra-
tado definitivo de paz. El abandono de las Antillas sería inmediato, y
ambos países nombrarían una comisión de al menos cinco delegados, que
discutirían en París el acuerdo definitivo.
Las conversaciones de paz se iniciaron en la capital francesa sin las
más mínimas esperanzas para España. Y las primeras sesiones no hicieron
sino confirmar la idea que la prensa ya había lanzado sobre lo que iba a
ocurrir en ellas: que España debería pasar, como afirmaba El Baluarte, por
las “horcas caudinas” y aceptar todo lo que los comisionados norteameri-
canos quisieran. Algunos se rebelaban contra lo que consideraban inacep-
table, aunque esa rebeldía tomaba formas diferentes. Mientras El Porvenir
proponía la ruptura de las negociaciones y la reanudación de la lucha antes
que someterse a tal indignidad, otros, como El Baluarte, proponían aban-
donar las conversaciones y que los norteamericanos se apoderaran sin más
de todo; eso sí, sin la firma de España, que implicaría una clara humilla-
ción.
Pero, fuera cual fuera su posición sobre esta cuestión, todos coincidí-
an con El Progreso en hablar de “despojo” y “liquidación infame”. El des-
enlace parecía inevitable, y los periódicos afines al gobierno, desoyendo las
voces de los que afirmaban que era preferible la guerra a aceptar una paz
indigna, intentaban que la idea de la paz, aunque representara el fin de
España como potencia colonial, fuera aceptada por la mayor parte de la
población. Pero para convencer al pueblo no se necesitaba demasiado...

176
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

A pesar de las fuertes discusiones que se producían diariamente en la


prensa, ese pueblo parecía indiferente; lo único que quería era que lo deja-
ran en paz. Como afirmaba El Progreso, el país parecía haber “hecho un
gesto de filosófica conformidad, como a quien quitan de encima una carga
molesta”. Sólo la prensa, las clases privilegiadas, los políticos y los inte-
lectuales siguieron discutiendo la cuestión. El pueblo quería la paz al cos-
te territorial que fuera y pasando por las humillaciones que resultaran nece-
sarias. Y, poco a poco, la prensa no tuvo más remedio que hacerse eco
también de ese deseo.
El Progreso, apoyando la postura del Partido Liberal, fue el primero
en señalar la necesidad de olvidarse de una vez por todas de aventuras exte-
riores para cuidar la riqueza interna. Y su postura fue seguida por los demás
diarios; una vez que tuvieron clara la imposibilidad de mejorar los resulta-
dos de las conversaciones, lo único que proponían —haciéndose eco de la
opinión pública— era que se llegara cuanto antes a la paz, acabando con la
incertidumbre de aquellos días.
La paz se firmó por fin el 10 de diciembre y la transmisión de pode-
res tuvo lugar en La Habana el primero de enero de 1899, aunque eso,
como todos sabemos, no representó el fin de los debates en España. La
mayor parte de la prensa continuó, durante bastante tiempo, hablando de la
liquidación y pidiendo responsabilidades a los partidos políticos por el
desastre. Por el contrario, la mayor parte de la población parecía querer
olvidarse cuanto antes de la guerra con los Estados Unidos. Lo cierto es que
para la mayoría de los españoles todo era preferible a continuar con aque-
lla guerra, que diezmaba la población y los recursos económicos del país.
La opinión pública aceptó de buen grado el tratado —aunque resultara un
final trágico para el antiguo imperio— pues suponía el fin del problema.

CONCLUSIONES

En definitiva, no parece que en este caso la opinión pública y la publi-


cada sean equivalentes. Es cierto que la libertad de imprenta vigente había
permitido que los distintos sectores ideológicos del país expresaran abier-
tamente, desde la prensa, sus opiniones. Y en la medida en que esas opi-
niones respondían a los puntos de vista de distintos sectores oligárquicos y
burgueses, es evidente que representan al menos una parte —más o menos

177
ROSARIO SEVILLA SOLER

importante o más o menos amplia— de la opinión pública. Pero también lo


es que la opinión popular se mantuvo al margen. La prensa no fue, aunque
en ocasiones se autoproclamara como tal, representante de la opinión del
pueblo. Ninguno de los periódicos sevillanos supo sintonizar, en realidad,
con el sentir popular.
Así, al iniciarse la guerra colonial, la prensa en general —con la
excepción de la republicana— la aceptó como necesaria y se mostró opti-
mista sobre su resultado. Parece claro que esa prensa no podía ignorar que
los intereses que estaban en juego y el injusto sistema de reclutamiento
hacían que, necesariamente, la guerra fuera vista de forma muy diferente
por los sectores populares; pero no parece que se preocupara demasiado
por esa cuestión. Sólo cuando el conflicto se prolonga uno de esos periódi-
cos, El Baluarte, al hacerse eco de las protestas populares por la marcha de
los soldados, pone en evidencia ese sentir popular.
A veces la opinión de los distintos comentaristas políticos y la publi-
cada se acercan. Eso parece ocurrir, por ejemplo, cuando tras la pérdida de
la segunda escuadra un sector importante de la prensa se plantea la necesi-
dad de llegar a una paz inmediata. Pero, en general, nada tenían que ver una
y otra. Entre la prensa y los intelectuales hay opiniones diversas en cuanto
a la posibilidad de ganar o no la guerra; pero hay unanimidad a la hora de
valorar la derrota frente a los Estados Unidos como un desastre nacional.
En contraste con estos grupos, las clases populares ven ese mismo desastre
como una liberación.
De hecho, cuando llegó el desenlace, y a pesar de las fuertes protestas
de ciertos sectores sociales por lo que consideraban una “rendición indig-
na”, el pueblo lo aceptó casi con alegría. La propia prensa parece recono-
cer el desencuentro entre la opinión de políticos y periodistas, por una par-
te, y la de la mayoría de la población, por otra, al dejar constancia en sus
páginas de la “indiferencia” popular ante lo que los primeros consideraban
un “desastre nacional”, y acusar a aquélla de “falta de patriotismo” por su
reacción. Pero es que al pueblo llano le importaba menos “la humillación”
nacional que la sangría humana que había representado para él la larga gue-
rra colonial; lo único que parecía querer ese pueblo era que lo dejaran en
paz y seguir su propio camino al margen de los que, desde las páginas de
los periódicos, pretendían forjar sus opiniones.
En esos momentos sólo un periódico, El Baluarte, parece ser cons-
ciente de esta realidad y sale en defensa de ese pueblo frente a las acusa-

178
LA PRENSA DE SEVILLA ANTE LA INDEPENDENCIA CUBANA

ciones de que era objeto. El 11 de julio de 1898 este diario publicaba un


poema, firmado con el seudónimo de “Carrasquilla”, que es quizás la mejor
expresión de lo que estaba sucediendo:

Se queja la gente
que anda en la política,
de que nuestro pueblo
tan callado siga,
cuando las catástrofes
ya se precipitan.

El pueblo es un sabio.
Se calla y medita.
Sabe que la muerte
de esta pillería,
está en la impotencia
y lo toma a risa.

Que la escuadra se hunde?


¿Que los yanquis gritan
que vienen a España
a hacer su visita?

Allá los gobiernos,


que ellos los reciban.
La culpa no es nuestra,
no nos mortifica.

Las colonias fueron


siempre una alcancía,
para los bandidos
de frac y levita.

¿Se hundieron los barcos


de nuestra marina
porque eran muy pocos
y nada valían?
El pueblo ha pagado
sumas inmensísimas.
La culpa no es nuestra,
que digan, que digan”

179
ROSARIO SEVILLA SOLER

Y es que la sociedad que reflejaba la mayor parte de la prensa, la que


estaba dispuesta a “derramar hasta la última gota de su sangre antes que
sufrir la afrenta internacional”, poco tenía que ver con la real. Los que
hablaban así no iban a la guerra; los que iban no parece que se vieran dema-
siado apenados por la derrota ante los Estados Unidos.
No deja de ser curioso el hecho de que, a pesar de las numerosas can-
ciones populares que se hacen eco de aquella época, no sea ese aspecto de
la guerra el que reflejan. Canciones andaluzas como la “Toná de quintos”
o “El Almendro”, que han conseguido llegar hasta nuestros días, nos ponen
en contacto con el injusto sistema de reclutamiento y con el dolor por el
“bravo español que muere en ultramar”, pero no hay referencia en ellas al
enfrentamiento hispano norteamericano que, en definitiva, fue lo que puso
fin a esa situación. Y es que no fue esa intervención, sino los inútiles sacri-
ficios impuestos por el injusto sistema de reclutamiento, lo que hizo que la
guerra colonial permaneciera en la memoria colectiva española; y es esa
imagen la que quedó, la del “soldadito español” obligado a marchar a ultra-
mar a luchar por unos intereses que nada tenían que ver con los suyos y a
morir víctima de esa guerra, o de las enfermedades y la mala alimentación.

FUENTES DOCUMENTALES

— El Baluarte. Diario republicano, 1897-1898.


— El Noticiero Sevillano, “Diario Independiente de Noticias, Avisos y
Denuncias”, 1897-1898.
— El Porvenir, “Diario político independiente”, 1897-1898.
— El Progreso, Órgano del Partido Liberal, 1897-1898.

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181
El habla de Andalucía y el español de América.
El español hablado en Cuba

Eva M.ª Bravo García


Miguel Ropero Núñez
Universidad de Sevilla

INTRODUCCIÓN

Con este trabajo nos proponemos estudiar y relacionar las caracterís-


ticas y mutuas influencias entre el habla andaluza y el español de América.
Tras unas breves precisiones teóricas y terminológicas, para situar las
modalidades del español de Andalucía y del español de América en el mar-
co de la lengua común, describiremos, en primer lugar, los rasgos más
peculiares del habla andaluza. Después, estudiaremos las características del
español de América en general y, finalmente, nos centraremos especial-
mente en el español hablado en Cuba.
Conscientes del importante papel desempeñado por Andalucía y la
ciudad de Sevilla en la configuración del español americano, queremos
contribuir con este trabajo al estudio, tan complejo y problemático, de las
relaciones entre el español de España y el español de América. En cierta
medida, asumimos nuestra cuota de responsabilidad política y cultural a la
que hace referencia E. Coseriu en su precioso artículo “El español de
América y la unidad del idioma”:

“¿Corre efectivamente peligro la unidad del español por las diferencias entre
el español de España y el español de América (o por los llamados vicios
generalizados del español americano)? Y ¿en qué plano, en qué sentido y en
qué medida es razonablemente deseable (y factible) la unidad idiomática?

183
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Planteo estas preguntas aquí y ahora (...) Hacerlo en Sevilla significa, ade-
más, recordar y destacar que el español de América partió en lo esencial de
esta ciudad, y no sólo materialmente (...) Aumenta, asimismo, el interés
público por lo hispanoamericano y lo panhispánico y, con ello, se fortalece
la conciencia de la responsabilidad político-cultural que España y, en parti-
cular, Andalucía y Sevilla tienen frente a la unidad idiomática.” 1

LENGUA ESPAÑOLA Y LENGUAS DE ESPAÑA

A continuación vamos a situar las variedades del español de España y


del español americano dentro del sistema de la lengua común, utilizado por
todos los hispanohablantes.
En el marco del Estado español, y desde el punto de vista legal, coe-
xisten cinco lenguas, reconocidas oficialmente: castellano, catalán, valen-
ciano, gallego y vasco. Según el artículo 3.º de la Constitución:

“1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españo-
les tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas
Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patri-
monio cultural que será objeto de especial respeto y protección”.

De este precepto constitucional se deduce claramente, por una parte,


la existencia de un régimen de cooficialidad de las lenguas en el Estado
Español, que es plurilingüe. Por otra parte, se inculca respeto a las distin-
tas modalidades lingüísticas, que no atacan ni destruyen la unidad de la len-
gua, sino que la enriquecen.
Desde el punto de vista filológico, sin embargo, como demuestran los
más prestigiosos investigadores de la lengua (Rafael Lapesa, Manuel Alvar,
Gregorio Salvador, Emilio Alarcos, José Mondéjar, etcétera), el castellano
se ha convertido en el español actual, con las preciosas aportaciones del
astur-leonés, riojano, vasco, navarro, aragonés, etc.
Desde esta perspectiva, el nombre más adecuado para nuestra Lengua
en Andalucía es el de español:

1 Coseriu, E.: I Simposio de filología iberoamericana, Sevilla, 1990, pág. 44.

184
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

“Ya no será posible seguir hablando de castellano, sino como modalidad


del español de Castilla. Para el destino ulterior, para la unidad de las tie-
rras y de los hombres de Hispania, el instrumento lingüístico adecuado
será el español”.2

En efecto, hoy se debe entender por “castellano”, la peculiar forma de


hablar en Castilla la lengua común: es una modalidad lingüística del espa-
ñol; igual que el “andaluz” es la manera característica de hablar la Lengua
Española en Andalucía: la modalidad lingüística andaluza.
El siguiente gráfico refleja muy bien estas ideas:

SISTEMA (LENGUA ESPAÑOLA) UNIDAD DEL SISTEMA Español

(Permite la intercomprensión (Supranorma)


de más de trescientos millo- (Conciencia de
nes de usuarios) “hablar español”)

VARIEDADES “DIALECTALES”, MODALIDADES RIQUEZA Y VARIEDAD


(Parte esencial de nuestro
patrimonio cultural, contribuye
a nuestra identidad)

MODALIDAD MODALIDAD MODALIDAD MODALIDADES ETC. Andaluz


EXTREMEÑA ANDALUZA CASTELLANA DEL ESPAÑOL (Norma ling.
DE AMÉRICA andaluza)

(Conciencia del
hecho diferencial dia-
lectal, de “hablar
andaluz”)

2 Alvar, M.: “Del castellano al español”, en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 500, febre-
ro de 1992, pág. 38.

185
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Así pues, por motivos históricos, políticos, jurídicos y filológicos,


tenemos en la actualidad dos nombres para la misma lengua: castellano y
español. El término castellano se suele emplear en las Comunidades bilin-
gües (Cataluña, Valencia, Galicia, País Vasco). En las Comunidades mono-
lingües, por ejemplo en Andalucía, debemos utilizar normalmente el tér-
mino español.
La lengua de los andaluces, por tanto, es el español. Esta lengua es tan
nuestra como de las gentes de Castilla, Aragón, Cuba, Méjico o de cual-
quier otra comunidad hispanohablante. Los andaluces, además, hemos con-
tribuido a su prestigio (recuérdese, por ejemplo, a escritores como Federico
García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti,
etc.) y hemos participado en su expansión: está demostrado —lo estudiare-
mos más adelante— el andalucismo del español de América.

EL ESPAÑOL: UNIDAD Y VARIEDAD. LAS ÁREAS LINGÜÍSTICAS DEL ESPAÑOL

Así pues, dentro de la unidad de la Lengua Española, el sistema de


comunicación que permite la intercomprensión entre más de trescientos
millones de hispanohablantes, nuestra lengua tiene una gran riqueza y
variedad de usos lingüísticos. El área geográfica en la que se habla el espa-
ñol se suele dividir en dos grandes zonas: el área septentrional y el área
meridional.

El área septentrional

El área septentrional, de carácter más conservador que la meridional,


comprende los territorios de Asturias, Cantabria, La Rioja, Navarra,
Castilla-León, Madrid y la zona norte de Castilla-La Mancha. A las carac-
terísticas comunes de esta variedad del español en el centro y norte de
España se le suele denominar la norma castellana. En esta zona se encuen-
tra el habla que históricamente ha gozado de mayor prestigio: el castellano
hablado en la antigua Castilla La Vieja, con centro en Valladolid o Burgos.
Algunas zonas del área septentrional, como Aragón o las provincias de
León, Zamora y Salamanca, presentan rasgos peculiares, que se explican
por la influencia de los antiguos dialectos hablados en esos territorios: el
aragonés y el leonés, respectivamente.

186
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

El área meridional

El área meridional, de carácter más innovador, comprende los territo-


rios de Extremadura, Andalucía, Murcia, la zona sur de Castilla-La
Mancha, Canarias, Ceuta y Melilla. Se suele incluir en esta zona, porque
comparte también los rasgos más importantes de las hablas meridionales, el
español de América. A las características comunes de esta variedad meri-
dional del español en Andalucía, se le suele llamar la norma lingüística
andaluza o también el habla andaluza.

EL HABLA ANDALUZA Y LAS HABLAS ANDALUZAS

En el marco de los usos lingüísticos característicos de Andalucía, se


pueden adoptar posiciones científicas semejantes a las planteadas antes en
la descripción del español, en su unidad y variedad. Situados en este “nivel
andaluz”, desde la perspectiva de la unidad, podemos resaltar los rasgos
comunes que compartimos y que nos unen e identifican lingüísticamente a
todos los andaluces (el habla andaluza). Desde la perspectiva de la varie-
dad, podemos describir la extraordinaria riqueza y diversidad de usos lin-
güísticos comarcales y locales, resaltando la realidad evidente de que en
Andalucía no existe un habla sino una pluralidad de hablas (las hablas
andaluzas).

Las áreas lingüísticas del andaluz

De mismo modo que existe una extraordinaria diversidad de paisajes


en el territorio andaluz, se puede observar también, como acabamos de
resaltar, una gran riqueza y variedad de usos lingüísticos, que es difícil
situar con precisión: las fronteras lingüísticas no coinciden con las geográ-
ficas ni con las administrativas. El territorio lingüístico andaluz no es, en
efecto, uniforme. Sin embargo, en general, se suelen distinguir dos grandes
áreas: la occidental y la oriental.
La Andalucía Occidental comprende las provincias de Huelva, Cádiz,
Sevilla, Córdoba y Málaga. La Andalucía Oriental comprende las provin-
cias de Jaén, Granada y Almería.

187
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Aunque más adelante estudiaremos detenidamente las características


del andaluz, ofrecemos aquí, en un breve esquema, algunos ejemplos, que
reflejan los rasgos más significativos de cada una de estas dos áreas:

ANDALUCÍA OCCIDENTAL ANDALUCÍA ORIENTAL

— La -s implosiva (final de sílaba o — Se sustituye por una abertura


de palabra) se aspira: vocálica:
Vieneh dehpueh (vienes después) Viene depue
— Se suele usar el pronombre perso- — Se prefiere la forma vosotros a
nal sujeto ustedes: ustedes:
Ustedes tenéis Vosotros tenéis
— Almoraduj (en Huelva, Sevilla y — Mejorana (en Cádiz, Málaga,
Córdoba) Jaén, Granada y Almería)
— Copa (Huelva, Sevilla, Cádiz y — Brasero (Córdoba, Jaén, Granada
Málaga) y Almería)
— Picadillo (Huelva, Sevilla, — Pipirrana (Jaén, Granada,
Córdoba y algunos pueblos de Almería y algunos pueblos de
Málaga y Cádiz) Málaga).
En Cádiz, Málaga y algunos pue-
blos de Sevilla, se dice piriñaca.

Características del habla andaluza

Así pues, el habla de Andalucía tiene una serie de características que


la diferencian de las otras hablas meridionales y le confieren una gran per-
sonalidad lingüística. ¿Cuáles son esos rasgos o características que identi-
fican idiomáticamente al andaluz?
En síntesis, éstos son los principales rasgos fonéticos:
1. La articulación coronal o predorsal del fonema /s/. La /s/ coronal es
usual en el norte y este de Andalucía y la predorsal en el centro y sur.
En el área septentrional o castellana es una realización alveolar apical
(la punta de la lengua contra los alvéolos de los dientes).
2. Igualación de /s/ y /0/, cuyo resultado es el seseo y el ceceo. En el
español septentrional se suele distinguir entre estos dos fonemas
(poso / pozo; casa / caza). La ausencia de distinción, característica del
habla meridional atlántica, es un uso muy generalizado en la mayoría
de los hispanohablantes. El seseo tiene prestigio y un alto grado de

188
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

aceptación social. El ceceo, en cambio, se suele asociar todavía con el


“habla rural”.
3. Igualación de ll /l/ e y /j/, cuyo resultado es el yeísmo: Seviya, caye,
chiquiya. Es una característica generalizada no sólo en Andalucía,
sino en casi toda la geografía lingüística del español. Sin embargo,
hay algunos pueblos andaluces que distinguen entre ll e y (Bollullos
del Condado, Lepe, Paimogo, etc.)
4. Aspiración de la /s/ implosiva (final de sílaba o de palabra): ehtoh
niñoh, loh rahgoh, cahteyano. Es un rasgo fonético muy extendido en
las hablas andaluzas y en el español atlántico (de Canarias y de
América). Tiene prestigio social y es usado en todo tipo de registros
idiomáticos (tanto en el uso espontáneo, informal, familiar y colo-
quial, como en el uso culto y formal).
5. Aspiración de la /x/, velar fricativa sorda castellana. En Andalucía,
este fonema /h/ se pronuncia con una aspiración suave. Corresponde
a las letras o grafías j o g (seguida de e, i): muhé (mujer), hente (gen-
te), trabahá (trabajar). Es un uso normalmente prestigiado y goza de
bastante aceptación social. Sin embargo, la aspiración de la h-, proce-
dente de una f- etimológica del latín, no tiene prestigio social en la
actualidad y es propia del ámbito rural y del lenguaje coloquial: jigo
(del latín ficus), jumo, ajumao (de fumus), jacer ( de facere), jorca,
ajorcao (de furca).
6. Aspiración o pérdida de las consonantes finales: andaluh, Madrí, reló,
trabahá. Es un fenómeno muy extendido no sólo en Andalucía sino en
gran parte del mundo hispánico. En las hablas andaluzas, se usa tanto
en ámbitos cultos como coloquiales.
7. Pérdida de la -d- intervocálica. En el caso del participio en -ado (colo-
rao, apañao), es muy frecuente en todo el mundo hispánico y en
Andalucía tiene prestigio social. En cambio, las terminaciones en -ido
(bebío, comío) no gozan de aceptación social en ámbitos cultos. Igual
sucede con ná, peazo (nada, pedazo), que sólo tienen aceptación
social en ámbitos coloquiales o vulgares.
8. Pronunciación de r en lugar de l, en posición silábica implosiva: der-
gao, curtura, mi arma). Es propia del habla coloquial y familiar en el
habla andaluza. Igualmente, no goza de prestigio la asimilación de
grupos consonánticos, tales como vienneh (viernes), canne (carne), la
Vinge (la Virgen).

189
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

9. Pronunciación fricativa de la ch: mushasho, shaval. Es también un


rasgo fonético propio del ámbito coloquial.
10. Pronunciación de bue, hue, como güe: güeno, agüelo; Güerva, güesos,
güevos. Igualmente, se trata de una característica propia del ámbito
coloquial e, incluso, vulgar, que no es exclusiva del habla andaluza.

Muchos de estos rasgos y otras características que hemos omitido (por


ejemplo, el apócope de palabras, como en mu (muy), na (nada), to (todo),
pa (para), etc., más que andalucismos son coloquialismos o vulgarismos,
propios de gente poco instruida o que no cuida su lenguaje. Este tipo de
usos lingüísticos, presentes normalmente en los hablantes situados en el
estrato más bajo de la escala social, no debe identificarse con las hablas
andaluzas; puede aparecer en cualquier área geográfica del español popu-
lar, no sólo en Andalucía. Es necesario no confundir andalucismo con vul-
garismo.
Debemos distinguir, por tanto, entre:
A) las características cultas del habla andaluza, que gozan de prestigio en
todos los ámbitos sociolingüísticos y que tienen un alto grado de acep-
tación social (seseo, yeísmo, aspiración de la /s/ implosiva, aspiración
suave de la j o g, pérdida de consonantes finales).
B) y las características no cultas, propias del habla coloquial, familiar,
espontánea y poco cuidada, que no suelen gozar de prestigio social
(aspiración de la h- (jigo), pronunciación de r en lugar de l, en posi-
ción silábica implosiva (curtura), asimilación de grupos consonánti-
cos (canne), pronunciación fricativa de la ch (leshe), pronunciación de
bue, hue, como güe (güesos), apócope o supresión de sonidos en algu-
nos vocablos (tó, ná).

Pero no sólo nos diferenciamos los andaluces en la fonética o pro-


nunciación; en los dominios de la morfosintaxis y del léxico, también exis-
ten elementos caracterizadores. Andalucía, en efecto, posee una extraordi-
naria riqueza lingüística, sobre todo en usos léxicos, que constituyen una
parcela importante de nuestro patrimonio cultural. Este tesoro léxico con-
tribuye, además, a forjar nuestra identidad idiomática.
Como hemos podido comprobar, la mayoría de los rasgos fonéticos,
característicos del andaluz, los podemos encontrar en el extremeño, en el

190
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

murciano, en el canario, en el español de América y en muchas otras áreas


de la extensa geografía lingüística del español. ¿Dónde radicaría entonces
la especificidad del habla andaluza con respecto a las otras modalidades
lingüísticas del español?
M. Alvar describe muy bien en el siguiente texto los rasgos que defi-
nen al andaluz frente a las demás hablas meridionales:

“Cada uno de estos rasgos y otros que pudiéramos aducir acercan o apartan
el andaluz de las otras hablas meridionales, pero lo que viene a crear su espe-
cial fisonomía es la enorme cantidad de rasgos que aquí se han dado cita, el
grado extremo a que se han llevado todos los procesos, la altura social que
han alcanzado una a una y el conjunto de las manifestaciones lingüísticas. Es
decir, aisladamente, casi todos los rasgos andaluces se dan en otros dialectos;
la totalidad no se da en ningún otro”. 3

En esta actitud innovadora y en su extraordinaria expresividad lin-


güística, fundamenta R. Lapesa la “fortuna del andaluz”:

“Por una parte encarna una mentalidad y una actitud vital que lo hacen popu-
lar y contagioso: es el molde adecuado para el ingenio y la exageración, la
burla fina y ligera, la expresividad incontenida. Pero su propagación se debió
en parte esencial a haber llevado al extremo las tendencias internas del cas-
tellano sin respetar barreras, con vitalidad joven, destructora y creadora a la
vez, con brío que hizo posible su asombrosa expansión atlántica”. 4

Es importante resaltar, siguiendo las preciosas ideas expuestas por


don Rafael Lapesa, que la fortuna y el futuro del andaluz no se debe sepa-
rar del español de América. Este español meridional atlántico es el que tie-
ne mayor número de hablantes en el Mundo Hispánico:

“El término español atlántico (...) fue un acierto, pues engloba el andaluz, el
canario y el español americano, tan diverso, pero con tantos caracteres comu-
nes a los veinte países del Nuevo Continente donde hoy se habla. En el
momento presente el español atlántico es la variedad más extendida de nues-
tra lengua: lo usa el 90 % de los hispanohablantes”. 5

3 Alvar, M.: La lengua como libertad, Madrid, 1982, pág. 64.


4 Lapesa, Rafael: Historia de la lengua española, Madrid, 1983, pág. 515.
5 Lapesa, Rafael: “Orígenes y expansión del español atlántico”, en Cano, R. (coord.): Las
hablas andaluzas, Demófilo, núm. 22, Sevilla, 1997, pág. 13.

191
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

INFLUENCIA ANDALUZA EN LA FORMACIÓN


DEL ESPAÑOL DE CANARIAS Y DE AMÉRICA

El tema del andalucismo del español de América ha suscitado numero-


sas polémicas entre los especialistas. Sin embargo, es difícil en la actualidad
negar la influencia de las hablas andaluzas en la configuración del español
americano. En efecto, parece demostrado que, desde un punto de vista his-
tórico, es la norma lingüística andaluza la que se propaga a América:
“Porque la norma sevillana —opuesta a la de Castilla— irradiará hacia
Granada, hacia Canarias y hacia América por una serie de razones que he
expuesto en otra ocasión: se trata de un prestigio cultural, económico y social
que permitió trasvasar las innovaciones sevillanas desde su origen local has-
ta áreas más dilatadas. Es más, la pluralidad de normas que tiene el español
se reduce a dos: la castellana y la sevillana, y es ésta la que emigra sobre las
naves cuando empieza la gran expansión”.6

Por otra parte, como argumento complementario fundamental, está la


cuestión demográfica: la mayoría de los primeros emigrantes o coloniza-
dores del Nuevo Mundo eran de Andalucía. Los trabajos de Peter Boyd-
Bowman en este sentido confirman con datos estadísticos elocuentes esta
presencia mayoritaria de emigrantes andaluces en América durante los pri-
meros años de la colonización. Las mujeres embarcadas, además, eran casi
en su totalidad del Reino de Sevilla.
Desde una perspectiva histórica y filológica, es, pues, innegable la
influencia de las hablas andaluzas en la configuración del español de
Canarias y del español de América:
“De todo lo expuesto se deduce que hoy no cabe ya duda posible respecto al
origen andaluz de algunos de los rasgos más peculiares de la pronunciación
americana.” 7

Fruto de esta presencia histórica de Andalucía en América es la seme-


janza que existe en la actualidad —sin excluir características específicas y
diferenciadoras— entre las hablas andaluzas y las modalidades lingüísticas
hispanoamericanas.
6 Alvar, M.: Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas,
1972, pág. 54.
7 Lapesa, Rafael: “El andaluz y el español de América”, en Presente y futuro de la Lengua
Española, vol. II, Madrid, 1964, pág. 182.

192
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Esta semejanza se manifiesta en el nivel fonético, en una serie de ras-


gos comunes —no exclusivos—, que ya hemos estudiado: el seseo, el yeís-
mo, pronunciación de r en lugar de l, en posición silábica implosiva, la
aspiración de la /s/ implosiva, la aspiración de antiguos fonemas velares (la
h- procedente de una f- latina) que llevaron los pobladores andaluces y se
da de forma general en las Antillas, América Central y desciende por el
territorio continental hacia Colombia, Venezuela, Costa de Ecuador y zona
costera del norte de Perú. Igual que en Andalucía, este rasgo tiene también
en América una connotación coloquial y vulgar.
En los dominios de la morfología y, sobre todo, del léxico, las dife-
rencias son más notables. Sin embargo, se puede constatar una cierta coin-
cidencia en el uso de ciertas formas ya en desuso o de carácter arcaizante,
junto al uso frecuente de formas de carácter innovador, que generan esa
gran riqueza y variedad de usos lingüísticos del andaluz y del español de
América. En el español americano, en efecto, junto a la vigencia de nume-
rosos arcaísmos, existe una tendencia innovadora que se manifiesta en la
formación constante de nuevas palabras y en la introducción de préstamos
léxicos de las lenguas indígenas amerindias.

LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL CARIBE

Hasta 1518, las Indias eran sólo el Caribe: las islas y la costa de este
mar delimitaban el mundo conocido hasta entonces y constituyeron la pla-
taforma indiscutible desde la que se lanzará toda la aventura americana.
La isla de Cuba es la base, el punto de llegada y partida de los navíos, la
primera tierra americana pisada por el poblador. Y desde ahí, más adelan-
te, se dibujará la geografía del Nuevo Mundo, en toda su magnitud y tras-
cendencia.

Etapa inicial: la presencia lingüística andaluza

En la época de los orígenes y de la formación lingüística de América,


el Caribe será el punto de acogida de todos los pasajeros que inician la
aventura indiana, con cifras y datos que acreditan una abrumadora presen-
cia de andaluces —especialmente de Andalucía occidental—, aunque tam-

193
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

bién una importante presencia de individuos de otra procedencia peninsu-


lar y, por lo tanto, de otras peculiaridades lingüísticas.
Estos datos han dado fuerza a la teoría andalucista sobre el origen del
español en América, teoría que en modo alguno quiere decir que “en
América se habla andaluz”, sino que las características de pronunciación,
morfología y léxico llevadas por los individuos de este origen peninsular,
constituyen un componente esencial en la nivelación y desarrollo que la
lengua española ha tenido en el continente americano.
Los castellanos llevarían un consonantismo norteño, usos léxicos y
expresiones de los dialectos septentrionales, que aún están vigentes en
América, pero los andaluces llevaban una modalidad diferente, con relaja-
ción del consonantismo y soluciones fonológicas propias. Estas peculiari-
dades (el seseo, el yeísmo, etc.) eran endonormativas, es decir, posibilida-
des de evolución que se habían generado dentro del sistema lingüístico
castellano, y aunque no habían triunfado en otras zonas peninsulares, no
eran del todo desconocidas para el hablante castellano norteño, que espo-
rádica y ocasionalmente podía utilizarlas.
Al Caribe, como al resto de América, llegaron simultáneamente, aun-
que no en la misma proporción:
a) una norma “castellana”: caracterizada esencialmente por un conso-
nantismo tenso con mantenimiento de las consonantes implosivas (/-
s/, articulación diferenciada de /-r/ y /-l/, etc.) y por la distinción entre
/s/ y /θ/ y entre las palatales /l/ y /y/
b) una norma “andaluza”: con tendencia a la relajación, aspiración o pér-
dida de las consonantes implosivas ( e incluso de algunas en posición
explosiva) y una clara expansión del seseo y del yeísmo y significati-
va aspiración del fonema velar sordo.
Es determinante para el desarrollo del español Antillano la llegada
predominante de andaluces en los primeros momentos del descubrimiento
y población de estos territorios, que extienden una modalidad a la que se
acogen y asimilan los emigrantes posteriores de otras regiones peninsula-
res.
Si bien no todos los fenómenos caracterizadores de esta norma anda-
luza tenían la misma vitalidad y grado de desarrollo en la época antillana,
todos ellos marcharon a América en la lengua de los emigrantes que se
asentaron y convivieron con individuos de consonantismo norteño. Se pro-

194
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

dujo así una convivencia de normas y un efecto nivelador propio que impri-
me carácter e identidad a unas tierras que no han dejado de tener contacto
con las gentes de Andalucía y de Canarias.
La base social de las Antillas la componen principalmente individuos
procedentes de la Península, sus hijos mestizos y el indígena, cuyo por-
centaje va a ir mermando progresivamente. No tenemos datos fiables sobre
el número de pobladores de estas islas y tenemos la certeza de que los datos
de los primeros informadores están “hinchados” por diversas causas: los
seculares para ponderar la riqueza de la tierra; los religiosos para avalar la
necesidad de su presencia para la salvación de las almas. Con todas estas
salvedades, se estima que durante el primer cuarto del siglo XVI poblarían
Cuba unos ochenta mil indios.
A finales del siglo XVI se produce un cambio en las preferencias de
destino de los emigrantes. Las islas son zona de paso y la tierra firme ofre-
ce mayores expectativas. El peligro de la despoblación de la isla de Cuba y
de la mayor parte del Caribe fue real y así lo advierte ya en 1574 el cronista
y cosmógrafo oficial Juan López de Velasco:

“Son los vecinos todos pobres, y esta isla como La Española se va despo-
blando de cada día por haber faltado el oro, a causa de haberse acabado los
indios, de cuya causa no van mercaderes a la isla con quien tratar sus gran-
gerías, que conmúnmente son cueros y algún azúcar.” 8

No obstante, el cultivo del tabaco y la caña de azúcar propició un nue-


vo resurgimiento de esta isla y comenzó una nueva etapa de población, con
un importante componente de emigración africana.
Los datos de P. Boyd-Bowman nos muestran variaciones significati-
vas en la emigración a las Antillas por décadas:

Pasajeros Período
1554 1493-1519
1675 1520-1539
472 1540-1559
1458 1560-1579
490 1580-1600

8 Geografía y descripción universal de las Indias, Madrid, 1971, pág. 57.

195
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Estas cifras suponen un 10,6 % del total de la emigración (frente al


23,8 % de Perú y al 34 % de Nueva España como destinos consignados por
los emigrantes).
Una de las repercusiones que tuvo este movimiento humano es que las
Antillas se convirtieron para muchos en tierra de paso en la que dejan su
pronunciación, sus palabras y costumbres recién traídas de la Península
Ibérica y que, como todo lo demás procedente de la metrópoli, tiene un
halo de prestigio y modelo.
Cuba, como centro del Caribe, será la vía de entrada del andalucismo,
pero también la puerta de salida hacia el continente americano de las modas
introducidas desde la metrópoli y del vocabulario indígena que se aclima-
ta desde los primeros instantes en la forma de hablar del poblador. A modo
de ejemplo, recordemos que fray Alonso de Molina escribe en 1571 su
Vocabulario en lengua castellana y mexicana, donde las palabras antillanas
axí, batata, batey y canoa ya aparecen como patrimoniales del castellano.

La influencia africana

Además de los pobladores de procedencia peninsular, un componente


importante empezó a formar parte de la sociedad cubana del XVI: los
negros. Los primeros que pasaron al Nuevo Mundo lo hicieron al servicio
de Fray Nicolás de Ovando en 1501, cuando llega a La Española para
encargarse del gobierno de las Indias. Eran negros ladinos, es decir, naci-
dos en Castilla o en Portugal o que habían vivido en la Península el tiem-
po suficiente para aprender la lengua. Desde este momento se atestigua la
llegada de otros en pequeñas cantidades hasta que, abiertamente y en su
condición de esclavo, el negro bozal (llevado directamente desde África y
que no sabe la lengua) entra en Santo Domingo a partir de 1505, según el
testimonio del padre Las Casas:

“Y porque algunos de los españoles desta isla dixeron al clérigo Casas


—viendo lo que pretendía y que los religiosos de Sancto Domingo no que-
rían absolver a los que tenían indios si no los dexaban— que, si les traía
licencia del rey para que pudiesen traer de Castilla una docena de negros
esclavos, que abrirían mano de los indios, acordándose desto el clérigo, dixo
en sus Memoriales que se hiciese merced a los españoles vecinos dellas de
darles licencia para traer de España una docena, más o menos, de esclavos

196
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

negros, porque con ellos se sustentarían en la tierra y dexarían libres los


indios. <Este aviso de que se diese licencia para traer esclavos negros a estas
tierras dio primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con que los
portogueses [sic] los toman y hacen esclavos; el cual, después de que cayó
en ello, no lo diera por cuanto había en el mundo porque siempre los tuvo
por injusta y tiránicamente hechos esclavos; porque la misma razón es dellos
que de los indios.>” 9

La presencia de los africanos será una constante en el Caribe, desde


donde inician su peregrinaje por América en manos fundamentalmente de
portugueses, quienes ya habían iniciado este mercado antes de mediados
del siglo XV. El auge de la industria azucarera fundamentalmente y de otras
actividades que suponían un esfuerzo físico, provocaron un aumento siste-
mático de las peticiones de mano de obra esclava, ya que desde 1511 se
esgrimía en defensa del indio y para su liberación, que el negro trabajaba
por cuatro indígenas. Las prohibiciones que se dictan en distintos momen-
tos (1503, 1516, 1526, etc.) no surtieron efecto y de manera irregular pero
constante, pasan negros hasta el siglo XVII, muchos de ellos desde la
Península y otros tomados de tierras africanas, hasta el punto de que en
1550, Fernández de Oviedo escribía que en La Española había tantos
negros, que la isla “parece una efigie e imagen de la misma Ethiopía”.
De forma apriorística se ha venido aceptando la influencia lingüística
del componente afronegroide, si bien es muy difícil precisar su alcance y
responsabilidad en ciertos rasgos de pronunciación ante la carencia de
datos fiables. Los africanos procedían de diferentes etnias y lenguas, por lo
que el español teñido de vocablos portugueses y con pervivencia de algu-
nos propios, era su medio habitual de comunicación incluso con otros sub-
saharianos.
De una parte, hay que señalar que el negro ladino, que es el primero
que llega, llevaría los rasgos y características del hablante inculto del sur
peninsular, zona principal de su asentamiento, y que aparecen como tópico
en el habla de los personajes del teatro del Siglo de Oro; de otra, los negros
criollos aprendían el español de la tierra y sus características de articula-
ción serían semejantes a las de los criollos blancos de similar condición
cultural. Así, con el tiempo, llegó a notarse una diferencia entre la manera
de hablar y la competencia lingüística de cada uno de estos grupos: desde

9 Historia de las Indias, vol. III, cap. 102.

197
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

la amplia y asentada del negro criollo —esclavo o libre nacido en Cuba y


partícipe del proceso de tranculturación afrohispano— hasta la más rudi-
mentaria del negro bozal. El último tipo de individuo es el “negro curro”,
asociado en formas y maneras, además de en la pronunciación, con el anda-
luz, hasta el punto de que —como señaló Pichardo— “andaluz” y “curro”
han venido a significar lo mismo.
Como fenómenos propios del habla de este componente de la socie-
dad americana suele señalarse: el seseo, la pérdida total de /-s/ como resul-
tado de su debilitamiento y aspiración, neutralización de líquidas, el yeís-
mo y la pérdida de /-d-/. En el aspecto morfológico, se señala una
simplificación de todos los patrones y construcciones gramaticales, aunque
este aspecto es sin duda el que menos ha pervivido en el mestizaje lingüís-
tico cubano.
Esta modalidad lingüística y su influencia necesita aún hoy un estudio
científico que precise su génesis, repercusión y situación actual, por lo que
son especialmente interesantes las aportaciones de todo tipo (lingüísticas,
folkloristas y culturales) que puedan recolectarse.

UNIDAD Y VARIEDAD EN EL ESPAÑOL DE CUBA

La situación lingüística de Cuba se describe como la de un país mono-


lingüe, con una dialectalización interna que podría calificarse de discreta y
que aporta 11 millones de los 360 que hablan hoy español en el mundo.
La lengua es un factor esencial en la unidad cultural de Cuba: la uni-
dad que da la identidad, la voluntad de ser una nación y de desarrollar una
cultura que contenga el mestizaje y la identificación del individuo. A tra-
vés de la lengua, el cubano se expresa a sí mismo y expresa un universo de
tradiciones, de historia y costumbres que lo insertan en una comunidad lin-
güística más amplia en la que se sabe imbricado y de la que se sabe distin-
to. La lengua es, pues, la expresión de la unidad y de la diversidad que
constituye el acervo cultural de una comunidad que habla español.
Toda expansión geográfica de la lengua trae consigo la variedad, en
mayor o menor medida, dentro de los distintos planos del lenguaje. Cuba
es una isla que presenta variedad de usos léxicos y distintas soluciones de
pronunciación entre las distintas regiones, sobre todo entre la antigua pro-
vincia de Oriente, respecto a las del Centro y Occidente, aunque las dife-

198
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

renciaciones no son tan complejas como en otros territorios en los que se


habla español. El efecto nivelador y estandarizador de los medios de comu-
nicación, así como el flujo migratorio entre unas zonas y otras, han hecho
mínima esta diversificación de la lengua hablada, que en ocasiones queda
reducida a una preferencia léxica o a una determinada solución de un mis-
mo proceso de debilitamiento fonológico.
Así, hace algunos años era más intensa la distinción entre la zona
Oriental, que usaba los términos cutara, balde, balance, frente a las otras
que seleccionaban chancleta, cubo, mecedora o sillón, diferencias que hoy
se han difuminado en gran medida y que se mantienen con mayor vitalidad
en vocablos domésticos y léxico de la alimentación: un habanero comería
‘puerco con platanitos’ y no ‘macho con guineos’.
La variedad no es, en todo caso, un factor que separe, sino más bien
un síntoma de vitalidad lingüística, de impronta regional, que avala el des-
arrollo propio y original de articulaciones, usos y valores semánticos, etc.
También recoge los componentes étnicos históricos y propicia el mestizaje
en la lengua y en la vida cubana, esencial para su identidad.
Estas diferencias se encuentran en mayor medida en el habla media y
popular, sin que supongan un obstáculo a la comunicación ni un extraña-
miento lingüístico. El español de Cuba es una variedad lingüística con su
idiosincrasia y su autonomía creativa que, como veremos, en muchos casos
confluye y comparte no sólo con sus vecinos antillanos, sino también con
hablantes del otro lado del océano.

RASGOS FONOLÓGICOS

Si bien los intentos por establecer zonas dialectales en el español ame-


ricano no ofrecen hoy teorías que satisfagan a todos hay una división tra-
dicional que tiene vigencia indiscutible: tierras altas y tierras bajas. Esta
diferencia ha sido conocida con distintos nombres (Menéndez Pidal prefe-
ría hablar de tierras de la flota y tierras de influencia de las cortes virreina-
les) y humorísticamente quedaron definidas por A. Rosenblat: “Yo las dis-
tingo, de manera caricaturesca, por el régimen alimenticio: las tierras altas
se comen las vocales, las tierras bajas se comen las consonantes”.
El Caribe es zona de relajación de consonantes, que en muchos casos
pueden llegar a perderse por completo, y que afecta a la pronunciación de

199
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

/-s, -l, -r, -n, -d/ en posición implosiva (final de sílaba) interior o final de
palabra, además de la velar /x/ (grafías g+e,i, j).

Seseo

Como en todo el español de América, el seseo con s dental es un rasgo


general, aunque en algunas ocasiones, como en el habla de La Habana, pue-
de encontrarse con una realización postdental que suena como ceceo anda-
luz “...pronunciación de la s con ceceo semejante al que se oye en algunas
zonas de Andalucía”, así la describió para Puerto Rico Tomás Navarro.10

La -s implosiva

La -s implosiva sigue un proceso de relajación con tendencia a aspi-


rarse [h] y/o perderse. En el Caribe se encuentran zonas geográficas y
sociolectos más próximos al mantenimiento y otros más cercanos a la pér-
dida total.
El sociolecto alto de La Habana tiende sobre todo a la realización
aspirada y realiza casi en igual medida el grado cero y la conservación.
Tracy Terrell ofrecía en 1979 los siguientes datos: 61% realización de [h];
18% conservación de [-s] y 21% de pérdida total.
El grado cero fonético de s se registra con más frecuencia en los
sociolectos bajos de Cuba, pero nunca llega a los índices de la República
Dominicana (entre el 91 y el 98%).
Las condiciones que favorecen la pérdida y/o elisión de la /-s/ pueden
variar. En general, el contexto prevocálico tónico favorece la articulación
de la sibilante (losárboleh) y la posición preconsonántica interna su man-
tenimiento como tal o como aspiración (dehpué); en algunos casos, la aspi-
ración provoca un alargamiento o refuerzo de la consonante que le sigue
(dedde).
La variante sociolingüística puede ser significativa ya que una perso-
na cultivada o de clase social alta puede tener esmero en pronunciarlas,
aunque en algunos casos elida o aspire. Es posible, además, encontrar su
10 Navarro, Tomás: El español de Puerto Rico. Contribución a la geografía lingüística hispa-
noamericana, San Juan, 1998, pág. 69.

200
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

mantenimiento por otras razones: cuando la palabra es monosílaba, ante


pausa o por razones enfáticas o expresivas.
Esta s final es además la responsable de la marca de plural que, en
modo alguno puede perderse por completo en una frase. Si esto llegara a
ocurrir, será la marca verbal la indicadora del número, pero este caso de
relajación extrema sólo se encuentra ocasionalmente (la cosa tán buena
por allá).

La –n

Tiende a una articulación velarizada en posición final de palabra y


ante pausa. En algunos casos la nasal se pierde por completo y de ella
sólo queda la nasalización de la vocal precedente (cie, uamigo), si bien
los índices de frecuencia son sustancialmente menores que los de otras
islas como Puerto Rico o de países del área caribeña como Panamá, don-
de este fenómeno parece tener mayor intensidad y más amplio espectro
sociolingüístico.

La -r y -l finales de sílaba

La –r y la –l finales de sílaba se neutralizan y en esta zona suele tener


como resultado la articulación de una lateral -l: amol, colol, olgullo, aun-
que esta lateralización no tiene tanta frecuencia como en el vecino Puerto
Rico. Otro resultado posible es el grado cero fonético, fenómeno para el
que se ha argumentado un origen africano, pero que no es desconocido en
tierras canarias y andaluzas.

Las consonantes oclusivas sonoras b, d, g

La -d- (intervocálica) se mantiene con bastante estabilidad (mordida,


comida); en posición final de palabra tiende a perderse: paré, ciudá. En
grupos como -dm- no es rara la relajación con resultado lateral: alministrar.
La articulación de la b tiene bastante estabilidad e incluso más que en
otras capitales caribeñas como Santo Domingo o San Juan.

201
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

En cuanto a la velar g se mantiene en posición inicial de sílaba, con


articulaciones relajadas y fricativas, pero se debilita en grupos consonánti-
cos como gn: inorante.

La palatal central ch

Varios estudiosos han señalado la tendencia a la realización fricativa,


señalada especialmente en el habla femenina, pero no tenemos datos preci-
sos de su extensión. La posición interna de sílaba favorece esta fricatiza-
ción, sobre todo cuando la ch se encuentra en posición intervocálica.

La aspiración del fonema velar fricativo sordo /x/ (grafías j, g +e,i)

Esto es general en la isla, con variantes más o menos intensas que dan
lugar a las articulaciones hente, muher, etc.

Vocalismo

Coincide básicamente con el peninsular y se caracteriza por un voca-


lismo muy fuerte al lado de un consonantismo extremadamente débil, tal y
como se desprende de los datos manejados por Manuel Alvar en el Atlas de
Hispanoamérica. Las diferencias, pues, que podamos encontrar esporádi-
camente en cuanto a timbre o abertura estarán motivadas por estilos de len-
gua o sociolectos individuales.

MORFOSINTAXIS

Tiene pocos rasgos caracterizadores, pues sigue muy de cerca las


estructuras generales del español y peculiarmente del español de América.

Pronombres sujeto

La desinencia de los verbos en español incluye la marca persona, de


ahí que los pronombres personales sujeto no tengan que aparecer obligato-
riamente en cada frase. En el Caribe se observa una aparición llamativa de

202
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

la forma yo, con mayor frecuencia que en el español estándar peninsular y


que en otras zonas dialectales, en contextos que no son los tradicionalmen-
te favorecedores, como los verbos de opinión. Se ha manejado la hipótesis
de una influencia del inglés, ya que esta lengua sí requiere el uso de tales
formas pronominales para indicar la persona a la que se refiere el verbo. No
está claro que ésta sea la causa de la mayor frecuencia en la aparición de
esta forma, dado que los estudios comparativos hechos sobre población
puertorriqueña que tiene distinto grado de contacto lingüístico (desde los
que son bilingües hasta los que no saben nada de inglés), no arrojó datos
significativos de uso en los bilingües, e incluso en algunos casos tuvo en
ellos menor frecuencia de aparición.
Respecto al pronombre de segunda persona tú, su mayor índice de
frecuencia puede estar relacionado con la marca de la persona verbal.
Cuando se produce la aspiración de la /-s/ final en la segunda persona, la
oposición entre segunda y tercera queda a cargo de los pronombres: tú
quiere / él quiere. Esto explicaría también su colocación antepuesta en la
oración interrogativa:

¿Qué tú quiere(s)? ¿Qué tú dice(s)?

Pronombres complemento

En los últimos años ha aumentado significativamente el leísmo de per-


sona (le acompañé a su casa), al igual que en hablas andaluzas. Se obser-
va una cierta tendencia a usarlo cuando el referente del pronombre es una
persona con la que se mantiene un trato cortés, formal (¿usted le quiere?);
también parece influir el hecho de que el propio sujeto hablante cree que
este tipo de expresión es más elegante, más culta.
Quizá a estos factores se ha de añadir un tercero que justifica la apa-
rición en textos escritos de empresas, invitaciones y comunicaciones for-
males, etc.: el leísmo de persona en estos casos evita tener que hacer la dis-
tinción lo / la en las cartas y documentos personalizados que en el mundo
de los negocios se emiten con asiduidad (Tengo el placer de invitarle...). Es
un fenómeno variable que se suele dar en contextos específicos. Afecta
también a este pronombre la omisión de la /-s/ cuando debe concordar en
plural (le advertí a los alumnos).

203
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Formas verbales
Básicamente corresponde al paradigma del estándar. Hay que señalar
el amplio uso de la conjugación de las formas impersonales “hubieron
muchos amigos”, así como de la forma de 2.ª persona del indefinido: dijis-
tes, comistes, etc. que hacen su aparición en todo el espectro sociolingüís-
tico, aunque con diferentes grados de frecuencia.

Preposiciones
Presentan algunos cambios de usos, como ocurre en todo el español
americano; en particular de y a han sufrido bastante desgaste y han cam-
biado algunos de sus valores.
La preposición a se omite cuando debería aparecer introduciendo a un
complemento directo [+animado, +humano].

Fórmulas de tratamiento
La selección de fórmulas de tratamiento y cortesía depende habitual-
mente de factores extralingüísticos y del entorno comunicativo. El español
de Cuba presenta en este sentido construcciones coincidentes con otros paí-
ses del área caribeña y aun con el español de las Canarias (mijo (a), mijito
(a), mi amor) o de otras zonas del español. Pero algunos usos son indiscu-
tiblemente peculiares de la creación popular y expresiva.
Si repasamos los tratamientos entre amigos hay que consignar: asere,
bárbaro, bróder, compadre, consorte, ecobio, general, loco, men, (mi) ambia,
(mi) herma, mi hermano (-ito), (mi) socio (-ito), (mi) yunta, monina, mucha-
chón, sobrino, yerro, yunta, etc. Estas formas, representativas del habla colo-
quial, responden a unos esquemas de relaciones interpersonales marcados
social y culturalmente por la vida cubana y aunque algunas de ellas tengan
vigencia en otras zonas, su posición y relaciones con los demás tratamientos
puede ser distinta y, por lo tanto, sus valores semánticos y conversacionales.

LÉXICO

Cuba habla español e, ineludiblemente, la mayor parte del léxico per-


tenece al gran fondo patrimonial que permite la intercomunicación entre

204
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

más de trescientos cincuenta millones de hablantes. No obstante, como en


toda la geografía de nuestra lengua, hay palabras patrimoniales que pervi-
ven con cierto significado específico e identificador de la isla frente al área
circumcaribe o al resto del español general. En el nivel popular y en los
usos más vulgares (incluyendo las variedades marginales) es donde pueden
observarse mayores diferencias.

Americanismos

La principal característica del léxico en una determinada geografía


suele ser la preferencia o selección léxica que hacen sus hablantes. En el
caso de América, es fundamental la consideración del americanismo como
muestra de adaptación del español a la designación de una realidad que se
presentó como nueva, sorprendente y a veces difícilmente explicable.
Desde el punto de vista histórico habría que tener en cuenta no sólo la
designación nueva creada para la realidad recién descubierta, sino también
todas las aclaraciones y adjetivaciones que solían acompañar a la introduc-
ción del nuevo vocablo. Hoy las palabras ya están aclimatadas, asentadas y
en sí mismas constituyen la designación de una realidad, que, aún sorpren-
dente, no evoca la necesidad de una explicación más que cuando el oyente
se sorprende o no pertenece al mismo ámbito lingüístico.
Muchos americanismos son simples preferencias léxicas: fosforera
(mechero), apartamento (piso), etc., que en muchas ocasiones no son aje-
nas a las hablas andaluzas: cuarto (dormitorio). En otras ocasiones, esta-
mos ante préstamos que el español peninsular no ha seleccionado (eleva-
dor ‘ascensor’) o vocablos que están en desuso hoy en el español
peninsular: son los llamados arcaísmos del español de América.
Es ya una tradición, siempre que se aborda el estudio del léxico en
alguna zona de América, hablar de la pervivencia de arcaísmos, entendien-
do por tales palabras de nuestro fondo patrimonial que han desaparecido
del uso estándar pero que tienen vida activa allí. Pueden tener la misma for-
ma y significado que antaño tuvieron en la Península, o bien la misma for-
ma pero algún cambio de significado por procesos de adaptación o exten-
sión semántica. Así y en estricta justicia, son sólo arcaísmos vistos desde
España, pero vocablos plenos y vitales para el hablante americano: arete se
extiende hoy en Cuba a cualquier adorno que se lleve en las orejas.

205
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Algunos de estos arcaísmos tienen vigencia sólo en el ámbito rural,


otros permanecen sólo en niveles muy cultos, pero muchos otros forman
parte de los inventarios generales y están presentes en todos los niveles
socioculturales.
La selección léxica de algunos de estos términos, justifica su mante-
nimiento: así espejuelo es de uso general por ‘gafas’, mientras que el tér-
mino general peninsular gafa(s) se reserva sólo para los ‘espejuelos de sol’.
Un tipo concreto de americanismo es el llamado marinerismo: las
palabras del léxico marítimo de los Siglos de Oro con las que familiariza-
ba no sólo el hombre de mar, sino todo el que tenía que ver con la empre-
sa a Indias. El poblador las incorporó a su léxico activo y las adaptó semán-
ticamente a realidades terrestres tan novedosas para él. Así, voces como
aportar (“tomar puerto o arribar a él”), botar (“echar al agua un buque”),
palo (“maderos que se colocan perpendicularmente a la quilla de una
embarcación, destinados a sostener las velas”), y amarrar (“sujetar el
buque en el puerto o en cualquier fondeadero por medio de anclas y cade-
nas o cables”) se aclimatan en las islas y tierra firme y pasan a tener signi-
ficados para realidades terrestres: aportar ‘llegar’, botar ‘tirar’, palo
‘árbol’, amarrar ‘atar’, etc.
Lo mismo le ocurre a otras voces como banda, calma chicha, cayo,
chalana, guindar, pacotilla, quilla, rancho, timón, virar, etc., algunas de
ellas con amplia vitalidad en zonas costeras del mediodía peninsular.

Indigenismos

Entendemos por tales las palabras procedentes de las lenguas indíge-


nas habladas en el continente americano. La isla de Cuba estaba habitada
por taínos, ciboneyes y guanahatabeyes. De ellas, las palabras más impor-
tantes son las tomadas del taíno, no tanto por su cantidad, sino por su tras-
cendencia: el conquistador las aprendió y las incorporó a su lengua espa-
ñola, llevándolas a tierra firme como algo propio y allí compitieron y
desbancaron a otras designaciones autóctonas: ají, areito, bahareque, cai-
mán, canoa, carey, (e)nagua, guanábano, hamaca, maíz, nigua, etc.
La primera palabra que aparece en un texto conservado es el tainismo
canoa, escrito por el propio Cristóbal Colón en una carta a Luis de
Santángel, quien financió su viaje, y lo utiliza numerosas veces en su

206
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Diario, del que desgraciadamente no tenemos su manuscrito original.


Curiosamente lo incorpora Antonio de Nebrija en su Vocabulario de
romance en latín (1495?), pese al escaso tiempo transcurrido desde la lle-
gada del Almirante.
Estas primeras palabras incorporadas al español son los llamados
“americanismos históricos”, que prendieron con gran fuerza en nuestro
léxico y se mantuvieron pese a la competencia de otras designaciones. Hoy
se conservan en Cuba alrededor de un centenar y H. López Morales estima
que sólo hay 28 indigenismos comunes a las tres Antillas.
El paso del conquistador a Tierra Firme y la condición de Cuba como
puerto de entrada de las Indias, hizo que a las islas volvieran en boca de los
peninsulares y criollos términos de las lenguas del continente, sobre todo del
náhuatl y del maya (aguacate, cacao, chicle, chocolate, coyote, tomate, peta-
te, tamal, tiza), además de las procedentes de otras lenguas indoantillanas...

Afronegrismos

Perviven hoy aproximadamente unas cuarenta palabras de proceden-


cia africana, restringidas a ciertos campos semánticos como la fauna, la
vida material, la flora y el individuo y, en menor cantidad, la música, prác-
tica religiosa y supersticiones: bemba (‘labio grueso’), dengue, cachimba
(pipa), maguinde, mambí (‘sujeto vil’, ‘negro cimarrón’ y más tarde
‘patriota’), marimba, mambo (‘hablar, expresarse’ y después designación
de un baile), etc. Muchas de ellas no tenían un uso conversacional, sino que
estaban reservadas a los ritos, rezos y cánticos o al uso que de ellas hacían
los santeros, paleros y ñáñigos.
Este léxico, se encuentra inmerso en un proceso de mortandad léxica y
es más utilizado sobre todo por la tercera generación (55 años de edad o
más). La frecuencia de uso desciende mucho conforme bajamos en la escala
generacional. Estos términos, en general, mueren con las generaciones; es
decir, algunas palabras no entran en el léxico de los más jóvenes, que nunca
llegaron a utilizarlas. No obstante, algunas de estas palabras han adquirido
cierta vitalidad semántica, insertas en algunos casos en refranes y fraseolo-
gía (quiquiribú mandinga ‘morir’, ‘adiós’) y renovadas con otro significa-
do; así —como señala H. López Morales— cocolo no es hoy ya el negro
procedente de las Antillas menores, sino un aficionado a la música de salsa.

207
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Préstamos de lenguas extranjeras

La mayor parte de los galicismos que se utilizan en Cuba, han llegado a


través del español general. No obstante, la llegada de negros haitianos a las
plantaciones a partir de la Revolución de Haití y, en mayor medida, la ten-
dencia de la burguesía criolla del siglo XX a imitar las costumbres france-
sas, introdujeron voces francesas con adaptaciones fonéticas concretas:
bidel, creyón, chemis, vedet, amateur, restaurant, etc. La emigración de hai-
tianos tras la revolución no sólo favoreció ciertos usos léxicos, sino que tie-
ne hoy una presencia clara en los apellidos, sobre todo de la zona oriental.
En cuanto a los anglicismos, no hay datos fehacientes de su vitalidad
en Cuba, pero la influencia en todo el Caribe hace suponer que, si bien de
manera más restrictiva, hay presencia de ellos por la presión del inglés en
toda el área caribeña. Desde luego no se tienen en cuenta como tales los
que ya han pasado a formar parte de nuestro fondo léxico patrimonial, tales
como ron, túnel, vagón, dólar, ciclón, canal, cafetería, etc. Cuba ha tenido
en determinados momentos una especial presencia del inglés: desde el siglo
XIX las relaciones comerciales con los EE.UU. comienzan a ser sólidas y
a mediados del siglo XX ingleses, norteamericanos y canadienses constitu-
yen el 12% del total de extranjeros en territorio cubano. El proceso de
transformación político, económico y cultural que ha tenido esta isla desde
1959 ha hecho que algunos extranjerismos fueran rechazados a favor del
término español. No obstante, muchos perviven firmemente injertados en
el habla popular. El mundo de los avances tecnológicos y el deporte han
sido los ámbitos principales para los préstamos del inglés: hardware, soft-
ware, breiker (‘interruptor automático’), plo (ingl. plug, ‘enchufe’); bas-
quetbol, beisbol, jonrón (ingl. home-run), estray (ingl. stryke). La aclima-
tación de estas voces provoca la consiguiente familia léxica: resetear,
deletear, runear, etc.

Creatividad léxica y valores semánticos específicos

La creatividad léxica y los valores connotativos de ciertos vocablos


adquieren a veces una relevancia especial en determinadas zonas de la isla.
Si bien no hay una diferencia entre usos léxicos más que en niveles popu-
lares y familiares, algunos campos semánticos como la alimentación y la

208
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

designación de elementos de la naturaleza presentan ciertas variantes en


cuanto a la selección léxica. Por ejemplo:
a) “dulce cubano hecho con harina, levadura, azúcar, polvo de hornear y
sal”: en la zona oriental se denomina tortica de Morón, en el centro
polvorón y en la zona occidental mantecadito.
b) “refresco de sirope con hielo picado”: en Santiago de Cuba y Bayamo
se le llama rallado, en Matanzas rasco-rasco y en La Habana grani-
zado.
Las diferencias léxicas adquieren especial significación en el caso del
tabú y del eufemismo. El “tubo para sorber líquidos, especialmente refres-
cos” tiene la denominación pajita en La Habana, aunque muchos hablantes
la evitan porque tiene el significado de ‘masturbación’, como en muchas
zonas de España. En algunas regiones de Cuba, como en Ciego de Ávila,
se prefiere la denominación pitillo, aunque este término pueda recordarle a
un habanero el ‘cigarrillo de marihuana’. De la misma manera, la fruta
bomba habanera equivale a la designación papaya en Santiago, donde no
tiene la connotación tabú (disfemismo para ‘sexo femenino’) evidente y
general en la capital.
La mayor parte de estas diferencias de vocabulario se dan por varian-
tes sociolectales y no geográficas. El habla juvenil, la jerga de los oficios,
el lenguaje de la delincuencia, etc. presentan las peculiaridades más signi-
ficativas. Algunos de estos términos ascienden socialmente y se introducen
en situaciones comunicativas informales de hablantes medios e incluso cul-
tos, que valoran su uso según las circunstancias conversacionales. Es el
caso del afronegrismo asere (‘amigo’), que desde la jerga de los ñáñigos se
ha extendido al habla marginal y de ahí a hablas populares, aunque con un
marcado matiz vulgar.
Cada nivel sociolingüístico puede mostrar diferencias léxicas o con-
notaciones específicas: así colilla es uso del hablante culto, frente al popu-
lar cabo; el término peón puede resultar molesto o peyorativo para quien lo
recibe, frente a operario, de valor más neutro.
La expresividad popular genera una gran cantidad de vocabulario de
tipo afectivo o connotativo, en ocasiones sujeto a cambios sociales o
modas: los calzoncillos matapasiones (calzoncillo amplio) frente a los cal-
zoncillos atléticos (en la Península se prefiere el anglicismo slip que en
niveles populares tiene otras designaciones, como paquetero).

209
EVA M.ª BRAVO GARCÍA Y MIGUEL ROPERO NÚÑEZ

Característicos del nivel popular y sobre todo del uso oral son los pro-
cesos de sinécdoque y metonimia: los chícharos o los frijoles (la comida),
los viejos (los padres), la yuma (alusión a los EE.UU.), la fría (la cerveza),
etc. Las expresiones populares más frecuentes suelen ser comunes a otros
dominios del español, pero otras pueden considerarse como “cubanas”, no
sólo porque no estén documentadas en otros territorios, sino por que hacen
referencia a sucesos o personajes históricos:
¿Y tu abuela dónde está?: frase de una poesía negra cubana, que se
aplica con sentido crítico a quien trata de ocultar su mestizaje por tener ras-
gos predominantemente blancos.
Caer como un 20 de mayo: fecha de la instauración de la República de
1902. La frase se refiere a algo que cae de forma aplastante sobre alguien.
Buscarse un 4 de septiembre: ese día de 1933 el movimiento de F.
Batista derrocó el gobierno del presidente C. M. de Céspedes; se usa con el
significado de buscarse complicaciones o algo desagradable.
Echarse/tirarse los caracoles: ceremonia de la santería para la adivi-
nación; se aplica con significado jocoso a la persona que desearía conocer
el futuro para saber cómo actuar o qué decidir.
Se acabó el pan de piquito: durante el primer tercio de siglo, en la
panadería del palacio presidencial se hacía un pan terminado en punta que
se repartía gratis a legisladores y empleados. En 1935 se terminó con esta
costumbre y quedó la frase para significar que ha terminado una situación
ventajosa.
Algunos cambios semánticos tienen su motivación en los cambios
político-económicos introducidos por la Revolución de 1959: beca es des-
de entonces un ‘centro de estudio subvencionado por el estado’ y estar
becado ‘permanecer en el centro’ ; de ahí la creación popular becarse ‘estar
en un sitio sin el consentimiento o la invitación del dueño: “se me becó toda
la tarde y no me dejó hacer nada”. Algunas palabras como círculo han vis-
to aumentar su índice de uso y aplicación: círculo de amigos, infantil, de
jubilados, etc.

EL ESPAÑOL CUBANO FUERA DE CUBA

Aunque hay emigración cubana anterior, es en la segunda mitad del


siglo XX cuando muchos marchan a los Estados Unidos. Allí la comunidad

210
EL HABLA DE ANDALUCÍA Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

cubana es hoy un grupo consolidado de influencia lingüística que refuerza


sus lazos con la llegada de nuevos miembros a la comunidad y con un fuer-
te sentimiento de identidad lingüística. La mayoría de los cubano-america-
nos han nacido en Cuba, según el Censo de 1990, y alrededor del 65% vive
en Florida (casi todos en Miami-Dade County); le siguen por orden New
Jersey, New York, California e Illinois.
En 1990, casi el noventa por ciento de estos cubanos utilizaban el
español en casa, pero en la segunda generación desciende y el 80% prefie-
re usar el inglés, sobre todo los miembros más jóvenes. No obstante, el
hecho de que usen el inglés no debe presuponer que su grado de compe-
tencia lingüística en ese idioma sea el que debía corresponderles por su
edad o nivel de estudios, comparados con hablantes monolingües.
La situación económica de estas comunidades ha mejorado en los últi-
mos años, así como su educación y posición social, lo cual ha reforzado el
sentimiento de identidad cultural y el orgullo de ser cubanos. Ante la socie-
dad norteamericana ha aumentado el prestigio de estos individuos y ha
aumentado la valoración positiva hacia su lengua como exponente de una
comunidad cultural.
Cada vez hay un mayor sentimiento de autoestima lingüística hacia el
español por parte de estas comunidades. Los jóvenes se dan cuenta de que
tiene importantes ventajas económicas y laborales, por ejemplo en Miami,
por lo que ya no hay sólo un uso de la lengua en la familia o en el barrio,
sino un cultivo y formación en ambas, inglés y español, como posibilidad
de futuro laboral y social. Es evidente que en los últimos años, ha ido sur-
giendo un progresivo bilingüismo, que va perdiendo su imagen negativa
asociada con una minoría socialmente pobre y del que cada vez se signifi-
can más su valores etnoculturales y económicos: las empresas buscan bilin-
gües y las universidades han visto aumentados los cursos de español, que
es hoy la lengua extranjera más solicitada en los Estados Unidos.

BIBLIOGRAFÍA

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2000.
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212
La década prodigiosa:
los poetas consanguíneos de Cuba
(1930-1940)

Gema Areta Marigó


Universidad de Sevilla

Primero crear precursores propios y desde aquí modificar la perspec-


tiva personal y temporal: el escritor y su tradición (tradición de la ruptura)
como ese histórico homenaje textual o estilístico a Góngora en el tricente-
nario de su muerte en 1927 (a Lope de Vega en el 35, a Garcilaso en el 36,
año de la muerte de Lorca, cien años atrás nacimiento de Bécquer...), reco-
nocimiento de una filiación y genealogía trabadas hacia un pasado, proce-
so de transformación de los estilos colectivos e individuales, surgimiento
de una generación poética. Coro de ofrendas, con sus lugares de encuentros
y desencuentros, de pureza y plasmación cálida de la vida siguiendo la
estela de los poetas mayores Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado.
Después un deshielo artístico de gran alcance (la crisis mundial de 1929),
el impacto literario del surrealismo y la convocatoria reformista de la
República Española de 1931. También mucho océano...
Como muestrario de los más diversos estilos y criterios —“ventana
del azar y la cabriola” la llama Roberto Fernández Retamar— y contem-
poránea de los poetas del 27, la Revista de Avance (1927-1930) desempe-
ñó un papel fundamental en la renovación de las tendencias literarias de
Cuba. Fundada por Jorge Mañach, Juan Marinello, Francisco Ichaso, Alejo
Carpentier y el escritor catalán Martí Casanovas, en su interior se dieron
cita al menos dos distintas promociones: la del Grupo Minorista que la
funda —núcleo de la joven intelectualidad de izquierda cubana formada
alrededor de 1923 cuando la llamada “Protesta de los Trece” contra el
gobierno de Zayas—, defensora del arte vernacular, “una gustación de la

213
GEMA ARETA MARIGÓ

palabra como sonido” y una clara vocación política de reestructuración de


la República; y una segunda, más importante en cuanto a sus logros poéti-
cos, que llevará “a vías de hecho muchas aspiraciones literarias de la pri-
mera” con tres principales direcciones: la poesía pura, la poesía negra o
mulata y la poesía social. La primera con esas tres excelentes figuras en la
belleza intelectual que fueron Mariano Brull con sus Poemas en menguan-
te (1928) —rescatado de una generación anterior—, Eugenio Florit con
Trópico (1930) y Emilio Ballagas con Júbilo y Fuga (1931).
Como recordará Cintio Vitier en su balance a Cincuenta años de la
poesía cubana (1902-1952) cuando “la coyuntura histórica (la tiranía
machadista) lo demandó, los integrantes de la revista se lanzaron a la lucha
política, bifurcándose más tarde en sus credos y tendencias”. Para Juan
Marinello existía además un “equilibrio herido en la base”, ese forcejeo
interno, que se mantuvo a lo largo de toda su existencia, con el compromi-
so ideológico o la militancia discrepante. El 30 de septiembre de 1930 el
ejército sofoca violentamente en La Habana una manifestación de estu-
diantes contra la dictadura de Machado (1924-1933), la universidad per-
manecerá cerrada durante tres años y la paralización cultural afecta al prin-
cipal órgano de la vanguardia: en el último número de la Revista de Avance
(núm. 50, del 15 de septiembre de 1930) se denuncia la muerte de Rafael
Trejo y el encarcelamiento de Juan Marinello, acusado de instigar a los
estudiantes. También se argumenta el cierre de la revista hasta que la liber-
tad sea reestablecida.
Huyendo de Nueva York Federico García Lorca había llegado a La
Habana a principios de marzo de 1930, invitado por la Institución Hispano-
cubana de Cultura que presidía Fernando Ortiz, pionero en el trabajo etno-
gráfico cubano y faro de la cultura habanera tanto por su obra como por el
patrocinio cultural ejercido por la Institución que él mismo fundara en
1926. El clima político es de gran descontento en toda la isla; a los efectos
de la quiebra mundial se une el inicio del régimen de fuerza de Machado,
cuyos esbirros acaban de asesinar a tiros en México a Julio Antonio Mella,
principal defensor del movimiento de reforma universitaria en Cuba en
1923 y fundador del Partido Comunista en 1925.
“¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mun-
dial?
Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a
carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez..

214
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

La Habana surge entre cañaverales y ruidos de maracas, cornetas chi-


nas y marimbas.”1
Lorca se enamoró perdidamente de aquel paraíso irradiante tan anda-
luz, allí lo esperaban amigos impacientes, admiradores de toda especie,
delicados talentos o simples compañeros de jaleo (la nómina es infinita)
como José María Chacón y Calvo, Juan Marinello, el periodista Rafael
Suárez Solís, el musicólogo Adolfo Salazar, el poeta guatemalteco Luis
Cardoza y Aragón, los hermanos Loynaz o el matrimonio español formado
por Antonio Quevedo y María Muñoz, excelente pianista discípula de
Falla, y a quienes el maestro había confiado su cuidado personal y artísti-
co. Fundadores del Conservatorio de Música Bach, la revista Musicalia y
la Sociedad de Música Contemporánea, su casa de la calle Lealtad fue rele-
vante centro cultural de La Habana y casa de acogida de los conferencian-
tes españoles.
El extraordinario carisma de Lorca (era un juglar nato que se crecía en
el contacto directo con el público) convirtió su presencia en don y conquista,
fascinante imantación y ejemplo máximo de convergencia de las más sote-
rradas y opuestas voces. Según testimonio de Juan Marinello Lorca fue reci-
bido con la avidez absorta de aquellos que adivinaron una misma entraña his-
tórica en su ímpetu lírico, “como un valor cumplido, de lograda estatura, de
grandeza andadora. Porque es lo cierto que los mejores hombres del 30 ofre-
cieron al muchacho presuroso y alegre un homenaje de escritor clásico.”
Frente al áspero y triste Nueva York Federico vivió su estancia cuba-
na (La Habana, Cienfuegos, Caibarién, Sagra, Pinar del Río, Santiago de
Cuba) como el más gozoso deslumbramiento, sus días “fueron sedientos y
desbordados. Quería entenderlo todo, absorberlo todo.” Coincide con
Marinello, Luis Cardoza y Aragón, que lo acompaña al inolvidable Teatro
Alhambra en la calle Virtudes o a los principales saraos nocturnos de la ciu-
dad: “Después de conocer La Habana colonial, de bañarse en el mar y com-
placerse con los guanábanos, los mangos, los cocos en sus varias prepara-
ciones, de ceñir el férvido Caribe en sus glaucos y mariscos, la vida
inmediata, ofrecida desbocada a los sentidos, es la calle, los salones de
helados y refrescos, la luz esdrújula, los bares. En ellos cunde el aroma
sexual de la resaca, el oleaje contra el malecón. Frutos de mar, de sol, de
valle vehementes.”

1 García Lorca, Federico: Obras completas, vol. III, Madrid, 1986, pág. 357.

215
GEMA ARETA MARIGÓ

En Cuba Lorca termina de escribir Poeta en Nueva York, con ese “Son
de negros en Cuba” dedicado a su anfitrión Fernando Ortiz y publicado en
el número 11 de Musicalia (abril-mayo de 1930); redacta los «fragmentos
de prosa (Suicidio en Alejandría) de un tipo curiosamente surrealista»; El
público y algunas escenas de Así que pasen cinco años. Pronuncia confe-
rencias, da recitales, asiste a tertulias, empieza a vivir con más soltura su
condición homosexual o pasa sorprendentes veladas en casa de los Loynaz,
donde había encontrado (según le contaba a Marinello) “una oportunidad
excelente para la contemplación y el cultivo de uno de sus modos comple-
mentarios, el disparate grácil, el elegante esperpento”,

“El pastor bobo guarda las caretas,


las caretas
de los pordioseros y de los poetas
que matan a los gipaetas
cuando vuelan por las aguas quietas.
Careta
de los niños que usan la puñeta
y se pudren bajo una seta.
Caretas
de las águilas con las muletas.
Careta de la careta
que era de yeso de Creta
y se puso de lanita color violeta
en el asesinato de Julieta.
Adivina, adivinilla, adivineta,
de un teatro sin lunetas
y un cielo lleno de sillas
con el hueco de una careta.
Balad, balad, balad, caretas.

”Los caballos se comen la seta


y se pudren bajo la veleta.
Las águilas usan la puñeta
y se llenan de fango bajo el cometa.
Y el cometa devora la gipaeta
que rayaba el pecho del poeta.

”¡Balad, balad, balad, caretas!


Europa se arranca las tetas

216
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

Asia se queda sin lunetas


y América es un cocodrilo
que no necesita careta.
La musiquilla, la musiqueta
de las púas heridas y la limeta.”2

Hasta su regreso a España en junio de aquel mismo año Lorca se con-


vertiría en “constante huésped” de la vieja casona del Vedado de los her-
manos Loynaz. Dulce María Loynaz explica que unos poemas de su her-
mano Enrique publicados en España atrajeron la atención de Lorca, quien
inició una breve correspondencia y la búsqueda en su casa del poeta des-
conocido. Aunque “diferencias en los caracteres y resquemores en el ofi-
cio” impidieron una verdadera camaradería entre Federico y la primogéni-
ta de los Loynaz (porque “él era alegre y yo metódica; él, fogoso, entusiasta
y yo comedida, de manera que salvo el amor a las bellas letras, nada podía
unirnos”) una gran amistad lo uniría a Flor (a quien envió el original de
Yerma) y a Carlos Manuel, cuyas incursiones poéticas breves, extrañas y
esporádicas lo convirtieron en su opinión en “el mejor poeta de entre los
cuatro”, regalándole el manuscrito de El público.
Fue en aquella “casa encantada”, rodeada de un inmenso jardín tropi-
cal, con pavos reales blancos y una pareja de flamencos, donde mientras
Lorca escribía, tocaba el piano, contaba historias, bebía whisky con soda,
leía o recitaba a sus anchas, en silencio Dulce María había comenzado a
escribir lentamente desde 1928 esa “historia incoherente de una mujer y un
jardín” que terminaría siete años después. Distanciándose de su entorno,
líder indiscutible de su propio mundo, íntima y depurada, su obra representa
esa década prodigiosa de aislamiento y dispersión lírica que Lorca fermentó:
“Estaba en la vida, pero como dentro de una muralla de cristal; ella sabía que
si gritaba, nadie oiría su grito, que tendría simpre, entre el mundo y ella,
aquella fina, frágil muralla que no se atrevía a romper, a pesar de todo.
Aquella transparencia fría y desoladora...”
“Y Bárbara era como una joven reina que avanzara entre una corte silencio-
sa. Una corte de fantasmas despertados, sosprendidos, inclinados a su
paso...Entre ellos iba caminando, brillando, rutilando, Bárbara, como una
joven reina fatigada.”3

2 García Lorca, Federico: “El público”, Obras completas, vol.II, Madrid, 1986, págs. 662-663.
3 Loynaz, Dulce María: El jardín, Barcelona, 1993, págs. 96 y 124.

217
GEMA ARETA MARIGÓ

Procedentes también de Nueva York, y en tránsito hacia México,


Rafael Alberti y María Teresa León alcanzan el puerto de La Habana el 16
de abril de 1935. Años atrás en la Residencia de Estudiantes junto a Lorca,
Dalí, Buñuel o Moreno Villa, Alberti había encontrado a su “primer amigo
cubano”, José María Chacón y Calvo, joven filólogo y diplomático que
Federico le presentó, a quien siempre recordará como “el amigo más entu-
siasta de mis canciones marineras y de mis primeros tercetos”, al haberle
enviado desde Rute, donde veraneaba, a Madrid su libro inédito Marinero
en tierra para que lo presentara al Premio Nacional de Literatura en 1925,
que le sería finalmente concedido. Después, ya en París en 1931, sería
Alejo Carpentier —transformado a la sazón entre 1928 y 1939 en impres-
cindible cronista para Social y Carteles— su nuevo compañero de andan-
zas en la maduración de la conciencia estética y social cubana.
Los veinticuatro días pasados en La Habana son consecuencia del
compromiso político de una obra que como la de Alberti se encontraba “al
servicio de la revolución española y del proletariado internacional”. Era ya
por entonces un poeta de extendido cauce lírico a través de Marinero en tie-
rra (1925), La amante (1926), El alba del alhelí (1927), Cal y canto
(1929), Sobre los ángeles (1929), Sermones y moradas (1930) —primer
intento de poesía social y política—, Consignas (1933) y Un fantasma
recorre Europa (1933). Como producto de este viaje que le lleva de
Estados Unidos a Cuba, México y otros países caribeños publicaría 13 ban-
das y 48 estrellas en 1936, donde aparece su poema “Casi son”:
“Negro, da la mano al blanco.
Blanco, da la mano al negro.
Mano a mano,
que Cuba no es del cubano,
que es del norteamericano.
”¿Ves, ves, ves?
El negro va a cuatro pies,
el negro baila la rumba,
y aunque se vuelva tarumba
del derecho o del revés,
¿ves?,
el negro va a cuatro pies.
”Mano a mano,
que Cuba no es del cubano.

218
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

”Digo, dice, dice, digo...


digo que el cañaveral
sabe muy bien que el Central
muele con viento enemigo.
Te lo dice un negro amigo:
Blanco, ¿tú no ves
que el blanco va a cuatro pies?
¡Tú tan listo y no lo ves!
”Los yankis vienen volando.
urracas azucareras,
urracas que urraquendo
hasta nos están llevando
el aire de las palmeras.
”Negro, da la mano al blanco,
dala ya,
dásela ya.
Blanco da la mano al negro,
dala ya,
dásela ya.
Y el yanki que viene y va,
negro, dale ya,
blanco dale ya,
negro y blanco, dadle ya.
”Mano a mano,
contra el norteamericano.
Negro, mano a mano,
blanco, mano a mano,
negro y blanco, mano a mano,
mano a mano,
mano a mano.”

La reconocida personalidad literaria de Alberti y el entusiasmo que


despertaba en todos los círculos permitió que su militancia sorteara la gra-
ve situación política cubana, como ese estado de excepción decretado por
el régimen militar impuesto por la embajada norteamericana. De las reu-
niones clandestinas con los intelectuales revolucionarios a las conferencias
y recitales en el Lyceum, su inquietud creadora y humanidad cautelosa lo
convertirían en imprescindible agitador intelectual de las calles habaneras.

219
GEMA ARETA MARIGÓ

Testigo amoroso de la opulenta flor poética cubana que se estaba for-


mando “por lado diverso en auténtico fruto” fue ese “Andaluz Universal”
llamado Juan Ramón Jiménez, crítico accidental y entusiasta que inicia la
enriquecedora participación de la intelectualidad española en la cultura
cubana a partir de la guerra civil. El magisterio lírico de su obra a partir
sobre todo de el Diario de un poeta recién casado (1917), la Segunda anto-
lojía poética (1920) y Poesía y Belleza, ambos publicados en 1923 con
poemas de 1917 a 1923, lo colocan al frente de un impresionismo lírico que
obsesivamente busca establecer el contacto con la esencia de la realidad,
realidad invisible para un místico enamorado de la materia.
Como recordará Lezama Lima la “guerra española hizo más visible a
los poetas y a la poesía. Y en 1936 Juan Ramón, un gran poeta, y en 1937,
Karl Vossler, un gran estudioso de la poesía, estaban ya debajo de nuestros
cocoteros y frente a los ciclones.”4
Acompañado de su esposa Zenobia Camprubí y desde Puerto Rico,
destino adelantado del exilio, Juan Ramón había sido invitado a pronunciar
unas conferencias por la Institución Hispanocubana de Cultura, y aunque
el encargo fue satisfecho al mes siguiente de su llegada el 30 de septiem-
bre de 1936, la estancia se prolongaría hasta enero de 1939. Como se que-
ja Zenobia en su Diario “Puerto Rico era mucho mejor para él, en todo sen-
tido, que Cuba, pero él se empeñó en quedarse aquí casi tan pronto como
yo diagnostiqué, unos ocho días después de nuestra llegada, que, a lo que
a nosotros nos tocaba, tan pronto como diera sus conferencias lo mejor que
podíamos hacer era seguir camino. J. R. no tiene ningún sentido de pro-
porción en cuanto a dar y recibir, y yo sabía, casi al desembarcar, que esto
iba a ser todo dar y dar sin sentido.”
Conquistado por el trópico, por los sures del mundo, Juan Ramón sin-
tió hermosamente el secreto de La Habana: “La Habana está en mi imaji-
nación y mi anhelo andaluces, desde niño. Mucha Habana había en
Moguer, en Huelva, en Cádiz, en Sevilla. ¡Cuántas veces en todas mis
vidas, con motivos gratos o lamentables, pacíficos o absurdos, he pensado
profundamente en La Habana, en Cuba!”5

4 Lezama Lima, José: “Recuerdos de J. R. J.”, Archivo de José Lezama Lima. Miscelánea,
Edición de Iván González Cruz, Madrid, 1998, págs. 420-421.
5 Jiménez, Juan Ramón: “De mi «Diario poético» 1936-1937 (Fragmentos)”, Juan Ramón
Jiménez en Cuba, compilación, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, 1981, pág. 44.

220
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

La estancia de Juan Ramón en Cuba y su feliz magisterio permitió


legitimar la flotante existencia de una república de la poesía (la suya, la de
los otros), una integración lírica posible a través de su convocatoria por los
periódicos a un certamen de poesía avalado por la Institución
Hispanocubana de Cultura y la posterior publicación de la antología La
poesía cubana en 1936, cuyo secreto sentido fuera mostrar el granero de la
cosecha mejor o buena de los poetas cubanos en ese año, y repetirlo anual-
mente. El recital tuvo lugar en la mañana del 14 de febrero de 1937 en el
teatro Campoamor y la antología se publicó en agosto de ese mismo año.
Aventura excepcional en la que un poeta de cuidada madurez venía a
tropezar con la lírica incipiente, “la aprehensión momentánea y sintética de
un poeta español que ha querido saturarse de la poesía cubana que ha vis-
to; el latido directo que ha sentido, en el día de su vida cubana, de la poe-
sía cubana más palpitante.”6
A Juan Ramón le seducía la retadora diversidad de la poesía cubana
moderna (“encontré tantas posibilidades y tan dispersas y tan decepciona-
das, que me puse a pensar cómo reunirlas y exaltarlas en bien común”),
queriendo lograr esa suma de lo discontinuo que alcanzara una inesperada
resultante tonal. Aunque el índice definitivo de La poesía cubana en 1936
creció de veintinueve a sesenta y tres autores, su “cálido archivo” había
estado precedido por ese libro precioso para él de Félix Lizaso y José
Antonio Fernández de Castro La poesía moderna en Cuba (1882-1925),
publicado en Madrid en 1926 y donde los autores realizaban un adecuado
balance lírico durante cuatro décadas que concluía con la sección «Los
nuevos», con poetas coetáneos de los antólogos y del Grupo Minorista al
que pertenecen. Para Juan Ramón, Lizaso y Fernández de Castro trataban
con toda autoridad y esmero la “historia crítica y mejor ejemplo de la poe-
sía cubana contemporánea desde Martí y Casal, dos fuentes indudables de
ella, hasta Juan Marinello (1899), Dulce María y Enrique Loynaz, en quie-
nes, de los primeros, la onda interior, la ilusión inefable subieron en voz
clara, libre y sencilla, de buena influencia universal y seguridad subjetiva
de cualquier parte (...).”7
En opinión de Cintio Vitier la visita de Juan Ramón Jiménez sirvió
para airear, comunicar y definir posiciones, pero sobre todo para levantar

6 Jiménez, Juan Ramón: “Estado poético cubano”, La poesía cubana en 1936, La Habana,
agosto de 1937. Recogido por Cintio Vitier en Juan Ramón Jiménez en Cuba, pág. 73.
7 Ibídem, pág. 72.

221
GEMA ARETA MARIGÓ

la cartografía literaria de una dispersión y “una avidez engendrada en su


propio aislamiento” que permitiría la aparición de una nueva sensibilidad
empeñada no tanto en “avanzar” como en sumergirse en sus propios
“orígenes”.
Planteamiento certero tanto para Lezama y un grupo de nuevos poe-
tas y pintores con los que publica la revista Verbum en 1937, como para la
delegación cubana asistente al II Congreso Internacional de Escritores
Antifascistas celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona ese mismo año.
La fidelidad a la búsqueda de un destino fabuloso, su penetración, rapidez
y voracidad, así como la conjunción radical de experiencia y palabra serán
las orientaciones principales de este nuevo corpus.
Alejo Carpentier narró con esa “lógica del corazón” de lo visto y lo
vivido el historial de aquel congreso de la “retaguardia” en la España bajo
las bombas, estrépito infernal donde vuelven a encontrarse entrañables
amigos de siempre: Rafael Alberti, María Teresa León, Manuel
Altolaguirre, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Octavio Paz, Juan
Marinello, Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Carlos Pellicer, César
Vallejo, León Felipe, José Bergamín, Corpus Barga...

“Miravilles, el joven ministro de la Propaganda, nos lleva a la estación de


radio instalada en sus oficinas. Es hombre enérgico y cordial. En pocos ins-
tantes ha sabido captarse nuestra simpatía.
”Nos trata con esa sencillez sin afectación que es atributo de todos los
dirigentes de la España republicana. Sus palabras, sus gestos, respiran juven-
tud y dinamismo. Una emoción viril matiza su voz cuando instalado ante el
micrófono, habla de su patria a millares de oyentes.
”Juan Marinello pronuncia unas palabras, mensajes de fe y esperanza.
Concluye su discurso con unos párrafos dichos en perfecto catalán, causan-
do la sorpresa sonriente de Miravilles y de los empleados de la estación emi-
sora. Nicolás Guillén recita poemas de José Ramón Cantaliso.”8

Deslumbradora presencia de la poesía cubana en España convertida


en expresión de la lucha liberadora, como explicaba María Zambrano tan-
to “por estar en ella la raza negra que clama unida a la humillada raza blan-
ca” como por esa otra línea de evolución que es la poesía pura “poesía de
la absoluta soledad en que por serlo coinciden todos los poetas de ese ins-

8 Carpentier, Alejo: “España bajo las bombas I”, Crónicas, vol. II, La Habana, 1985, pág. 212.

222
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

tante del mundo. No es una moda, sino una situación profunda a la que res-
ponde esa poesía de la que no se podrá jamás prescindir, ni en la historia
de la poesía ni en la historia de los verdaderos sucesos del mundo.”9
Año de 1937: cristalización de una poesía en movimiento, viraje,
vuelco, tránsito que tiene rango de milagro como ese momento cubano de
Juan Ramón Jiménez con la integración poética de su antología; la fuerza
irradiante de una presencia que Lezama recreó en su “Coloquio con Juan
Ramón Jiménez”; símbolo de salvación para una época de ruina y desinte-
gración, ceremonial litúrgico y de la amistad cuya espiral en Verbum se
abría en su primer número (junio 1937) con una colaboración de Juan
Ramón Jiménez, en el centro estremecía la señal de José Lezama Lima en
su poema “Muerte de Narciso” (julio-agosto 1937), y se cerraba con la con-
templación y aprovechamiento irreemplazable narrado también por
Lezama de esa “Gracia eficaz de Juan Ramón y su visita a nuestra poesía”
(noviembre 1937). Todavía en ese último número Gastón Baquero realiza-
ba un sentido homenaje a ese otro esplendor y cénit de un recuerdo en “Los
poemas póstumos de Federico García Lorca”.
Será sin embargo en la siguiente revista de Lezama Espuela de Plata
(1939-1941) cuando la presencia de los poetas del 27 se haga más eviden-
te, hecho que guarda estrecha relación con la llegada de Manuel
Altolaguirre y su incorporación al grupo de los que “Aconsejan” a la revis-
ta desde el segundo número al penúltimo.
Para entonces empezaba a ser cada vez más visible ese corte profun-
do en el mundo poetizable cubano, ya consumadas las mejores consecuen-
cias líricas de la generación de la Revista de Avance (1927-1930). Nuevo
despertar de las potencias creadoras cuyos valores formularía desde la con-
currencia Cintio Vitier en sus Diez poetas cubanos (1937-1947): “a las
bellas variaciones en torno a la elegía, la rosa, la estatua (típicas de la gene-
ración anterior, y persistentes aún en otros países hispanoamericanos) suce-
de entre nosotros un salto, que diríamos en ocasiones sombrío de voraci-
dad, hacia más dramáticas variaciones en torno a la fábula, el destino, la
sustancia”. Anunciando el surgimiento de una “poesía de penetración”
donde el intimismo esteticista se abría a “la aventura metafísica o mística,
y por lo tanto a veces hermética.”

9 Zambrano, María: “Dos conferencias en la Casa de la Cultura”, Senderos. Los intelectuales


en el drama de España. La tumba de Antígona, Barcelona, 1986, pág. 176.

223
GEMA ARETA MARIGÓ

Manuel Altolaguirre había fundado con Emilio Prados en Málaga la


Imprenta Sur (1925), con la que habrían de editar no sólo la famosa revis-
ta Litoral (1926-1929) sino también, como suplementos de la misma,
varios de los primeros libros de los poetas de su generación. A esta
imprenta le sucederían otras en París, Londres o Madrid, “imprentas de
bolsillo” como él mismo las llamó, pero en las que llegó a publicar cen-
tenares de libros y revistas, entre las que se cuentan Poesía (1930-1931),
Héroe (1932-1933), 1916 (1934-1935) y Caballo verde para la poesía
(1935-1936). Cuando murió Federico García Lorca él tenía en prensa su
libro Poeta en Nueva York y estaba al frente del Teatro Universitario «La
Barraca». En Valencia entró a formar parte del grupo de escritores y artis-
tas que editaban Hora de España (1937-1938) —León Felipe, Juan Gil-
Albert, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya, Rafael Dieste, Arturo
Serrano Plaja y María Zambrano entre otros), encargándose del trabajo
tipográfico. En la misma imprenta también cuidó la edición de algunos de
los trabajos publicados con motivo del Segundo Congreso Internacional
de Escritores y Artistas Antifascistas celebrado allí, en el verano de 1937:
la antología de Poetas en la España leal, Bajo tu clara sombra y otros
poemas sobre España de Octavio Paz, Momento español de Juan
Marinello y España: Poema en cuatro angustias y una esperanza de
Nicolás Guillén.
Cuatro años permaneció en Cuba el Don Juan de las imprentas cuan-
do procedente de París y en su exilio hacia México —en la escala que hizo
el barco en La Habana— desembarca con su mujer Concha Méndez al
haber enfermado su hija Paloma, entonces con tres años de edad. Entre
1939 y hasta marzo de 1943 funda la imprenta «La Verónica» donde
comienza a editar en octubre de 1939 la revista Nuestra América, financia-
da por el gobierno republicano en el exilio y dirigida por Álvaro de
Albornoz; publica dos nuevas revistas (Atentamente en 1940 y dos años
más tarde repite experiencia con el título de la imprenta); también empieza
a sacar la espléndida colección “El Ciervo Herido” donde saldrá su libro
Nube temporal (1939).
A esta ingente labor editorial hay que sumar, sin duda, sus conferen-
cias sobre “El poeta Garcilaso de La Vega”, “Vida y poesía: cuatro poetas
íntimos” (en el Lyceum), “Recuerdos de Federico García Lorca” (Teatro
Encanto) o su cursillo sobre lírica castellana (Universidad de La Habana).
Semejante labor divulgativa la realiza un poeta que hablaba de maestros y

224
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

de compañeros, dispuesto a recoger ese tiempo incandescente tanto de la


poesía intencional de los poetas cultos como de la poesía voluntaria de los
demás hombres, que es una misma cosa.
Compilador erudito y dominando el paisaje total de la lírica de su
generación su encuentro con Lezama fue inevitable, ambos compartían la
misma pasión impresora, amistades literarias, modelos, respeto por los
poetas mayores, o la continuidad fervorosa de mirar con los ojos abiertos a
la muerte. Atento al rumor Lezama traslada a Espuela de Plata ese tiempo
concentrado de la eticidad hispánica, llama de amor viva para seguir plan-
teando batallas, rindiendo homenajes, derribando muros.
Momento de fervoroso trabajo y vocación poética, donde el “ardor
coral” (que nos conduce a Miguel Hernández, Antonio Machado, Luis
Cernuda, Valle Inclán, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Jorge Ferrater Mora o
María Zambrano) tenía para Lezama que ir dando paso “a los sobrevivien-
tes, a los que logren hacerse de una nueva obscuridad, después que la poe-
sía por su gusto se había ido dando entre nosotros. Se había hecho visible
por palabras y definiciones; los que logren colocar detrás de esas palabras
su impulsión, su destino en la brisa o su resistencia en la masticación; sus-
tituyendo las definiciones por lo terrible de lo sucesivo por lo sucesivo,
donde las aspas del molino, por su gusto de trabajo, van girando sobre la
fatalidad de la copa de los árboles, entonándole la verdad y su esplendor.”10
Será María Zambrano al inaugurar una nueva década quien pueda
ofrecernos la memoria del verbo de Lezama, memoria hechizada desde
aquel encuentro fortuito en 1936, cuando rumbo a Chile y haciendo escala
en La Habana un grupo de intelectuales solidarios le ofrecen una cena de
acogida en el famoso restaurante habanero “La Bodeguita del Medio”: “Se
sentó a mi lado, a la derecha, un joven de grande aplomo y ¿por qué no
decirlo? de contenida belleza, que había leído algo de lo por mí publicado
en la Revista de Occidente. (...) Era José Lezama Lima.”
Invitada como profesora de la Universidad y del Instituto de Altos
Estudios e Investigaciones Científicas, María Zambrano llega a La Habana
el uno de enero de 1940, donde residirá hasta 1953, con temporales estan-
cias en Francia y Puerto Rico.
“Y así, yo diría que encontré en Cuba mi patria pre-natal (...) Y si la
patria del nacimiento nos trae el destino, la ley inmutable de la vida perso-

10 Lezama Lima, José: Cartas a Eloísa y otra correspondencia, Madrid, 1998, pág. 253.

225
GEMA ARETA MARIGÓ

nal, que ha de apurarse sin descanso —todo lo que es norma, vigencia, his-
toria—, la patria pre-natal es la poesía viviente, el fundamento poético de
la vida, el secreto de nuestro ser terrenal.
Y así, sentí a Cuba poéticamente, no como cualidad sino como subs-
tancia misma. Cuba: substancia poética visible ya. Cuba: mi secreto.”11
En La Habana recobró María Zambrano sus sentidos de niña (“creía
volver a Málaga con mi padre joven vestido de blanco —de alpaca— y yo
de niña en un coche de caballos”) y la cercanía del misterio. Ese misterio
que para ella irradiaban las culturas del sur, las más antiguas y generosas
en olores, reflejos, ecos, miradas y rastros del paraíso, “paraíso encerrado
más no amurallado, pero al que no se puede entrar porque hay que, desde
siempre, estar ya dentro.”12
María Zambrano se incorpora al grupo de jóvenes escritores liderados
por Lezama que hacen la revista Espuela de Plata (1939-1941), mientras
despliega una intensa vida intelectual su obra se convierte en imprescindi-
ble raíz iluminativa e infinita posibilidad de un estado de poesía que se pro-
longa a través de Nadie Parecía (1942-1944) para rendir su último cere-
monial litúrgico en Orígenes (1945-1956): “Desde aquellos años está usted
en estrecha relación con la vida de nosotros, eran años de secreta medita-
ción y desenvuelta expresión. La veíamos con la frecuencia necesaria y nos
daba la compañía que necesitábamos. Eramos tres o cuatro personas que
nos acompañábamos y nos disimulábamos la desesperación. Porque sin
duda donde usted hizo más labor de amistad secreta e inteligente fue entre
nosostros. De ahí empezamos ya a verla con sus ojos azules, que nos daban
la impresión de algo sobrenatural que se hacía cotidiano. Yo recuerdo aque-
llos años como los mejores de mi vida. Y usted estaba y penetraba en la
Cuba secreta, que existirá mientras vivamos y luego reaparecerá en formas
impalpables, pero duras y resistentes como la arena mojada.”13
De la impostura del exilio al reclamo trascendental del tiempo vivido
en La Habana, donde desterrados y refugiados habían convertido la sangre
derramada en principio de una vida nueva, razón poética germinante que la
vida lleva y sostiene. Laberinto de formas en tránsito hacia un origen que
el hijo aclara, Paradiso de inevitable historia e historizado amor, herman-

11 Zambrano, María: La Cuba secreta y otros ensayos, Edición de Jorge Luis Arcos, Madrid,
1996, pág. 107.
12 Ibídem, pág. 172.
13 Lezama Lima: Cartas a Eloísa..., pág. 302.

226
LOS POETAS CONSANGUÍNEOS DE CUBA (1930-1940)

dad circular que Lezama custodia en los secretos eternos de la encarnación


de la imagen,

UNA OSCURA PRADERA


ME CONVIDA

“Una oscura pradera me convida,


sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.”14

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14 Lezama Lima, José: Poesía completa, vol. I, Madrid, 1988, pág. 22.

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228
Huellas de lo andaluz en teatros y otros espacios públicos
de La Habana en la primera mitad del siglo XIX

José Luis Ortiz Nuevo

“Gracias a la complacencia y amabilidad de la señorita


C. tuvimos la oportunidad de oír dos lindísimas estrofas de una
de aquellas canciones andaluzas que arrebatan el alma y que
cantadas con toda la sal de Andalucía, hicieron palpitar
nuestros corazones. Las estrofas, creemos, dicen así:
Ya se murió mi marío
Ya se acabó mi consuelo
Ya no tengo quien me diga
Ojitos de terciopelo.
Cuatro esquinas tiene Cai
Cuatro tiene su bahía
Cuatro también la camita
Donde murió el alma mía.
Los aplausos no dejaron de acabarlas y en medio de un
prolongado palmoteo se levantó del piano la señorita C.
recogiendo por donde pasaba innumerables bravos”.1

En el verano de 1997, cuando el alevoso crimen de Ermua, aterricé en


La Habana con la esperanza de hallar en sus hemerotecas2 noticias y fun-
damentos que avalaran mi tesis a propósito del origen caribeño de los tan-
gos.3 Eran los años finales del pasado siglo, tan proceloso o más que su

1 “Tertulia en La Habana”, La Prensa de La Habana, 14 de septiembre de 1842. Los subra-


yados que aparecen aquí y en el resto de las citas textuales son del autor.
2 Hemerotecas de la Biblioteca Nacional José Martí y del Instituto de Literatura y Lingüística
de La Habana.
3 José Luis Ortiz Nuevo y Faustino Núñez: La rabia del placer. El nacimiento cubano del tan-
go y su desembarco en España (1823-1923), Sevilla, 1999.

229
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

anterior, y que, al parecer, no concluyó en su justo tiempo sino por el recién


iniciado XXI, cuando el horroroso derrumbamiento de las Torres Gemelas
de Nueva York... la isla de Cuba vivía aún los estertores del periodo espe-
cial que sobrevino a la cuasi súbita desaparición de la Unión Soviética...
Iba yo buscando argumentos de tango, de los principios suyos y de su
inicial desenvolvimiento histórico, y además de su cosecha, se me presen-
tó y principié a recoger otra, inesperada, y además enorme, que daba cré-
dito fiable, siquiera a una de las partes, de cuanto y por tantas veces, se
había escrito por mor de los llamados cantes de ida y vuelta. De modo que
podíamos tener y teníamos ingentes testimonios de esos viajes a ultramar,
por los detalles de quienes fueron y lo que allí hicieron, entre felices plá-
cemes y ovaciones incluso delirantes, gloriosas.
¡Aleluya, aleluya! Cierto es que pocas veces en la vida se logran
alcanzar con plenitud colmada ilusiones o sueños por cumplir. De ahí que
cuando aparecieron a mi vista, como fuente inagotable, filones de informa-
ción valiosa, curiosa, divertida, exacta o exagerada, pero siempre auténtica
y otro sí asombrosa, yo sintiera sensaciones de gozosa locura y de conten-
to grande por la satisfacción de tener tantísimo oro en las manos y en los
ojos, que son las puertas de los almacenes de la memoria.
El trabajo que aquí se presenta es el resultado de ésta y otras indaga-
ciones posteriores habaneras por los rastros que quedaron escritos en las
columnas de viejos periódicos, antiquísimos de veras, y que refieren hue-
llas de lo andaluz en teatros y otros espacios de diversión pública, ya fue-
sen sedes de sociedades artísticas o salones de baile, por lo común abarro-
tados de criaturas dichosas a compás, o ya la celebrada plaza de toros de
Regla, donde lidiaban toros de muerte valerosos diestros andaluces.
El campo de examen abarca la primera mitad del siglo XIX y en él se
observa, de manera palmaria, cómo fue creciendo la ola de los testimonios
por mor de danzas, versos, músicas y dramaturgias con acento andaluz, que
fueron presentados al ilustrado público habanero para su solaz esparci-
miento y regocijo.
En sus primeros años cierto es que escasean tanto las fuentes de infor-
mación como los datos. Lo que se ha encontrado en El Aviso. Papel
Periódico de La Habana o Diario del Gobierno de La Habana4 en las dos
primeras décadas, apenas es una sucesión de sucintas carteleras teatrales

4 Pionero en La Habana, comienza a publicarse en 1790.

230
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

que refieren bailes y tonadillas, así la celebérrima por aquella época de Los
maestros de la Raboso o El Tripili Trápala, anunciada por vez primera el 4
de febrero de 1812, o la comedia El asombro de Jerez o Juana la
Rabicortona (25 de abril de 1812) y una profusión de danzas tales como El
Fandango, Minué Afandangado, El Bolero, Seguidillas a cuatro y
Seguidillas manchegas, El Zapateado, Mollares de Sevilla, El Polo,
Boleras, El Zorongo y La Guaracha... como muestrario de una práctica
habitual en los teatros, de idéntica naturaleza a la seguida en los coetáneos
coliseos peninsulares.
De este tiempo apenas si se puede hilvanar tan solo una retahíla de
crónicas de bailes, que fueron constantes en intermedios y cierres de fun-
ciones teatrales; pero a partir de los postreros años de la segunda década, y
gracias a que la prensa del momento incrementa su información en éste y
otros campos, podemos recordar, con muchísimos más detalles y perfiles,
el desembarco en la isla de Cuba de estas manifestaciones artísticas:

“La compañía de Ligero Gavilán ofrece una escogida función de maroma en


que toda ella trabajará sobre la cuerda tensa haciendo difíciles y célebres
suertes, entre las cuales habrá un vuelo mortal de pecho por el arrestado
director de esta comparsa. La joven gaditana acompañada de un famoso bole-
ro recién llegado bailará La Cachucha”.5

“Concluida la comedia bailarán El Bolero Doña Teresa Alonso, que por pri-
mera vez se presenta a este respetable público, y Don Tiburcio López, hábil
profesor que en todos los principales teatros ha merecido infinitos aplausos.
Ambos individuos se han contratado por toda la presente temporada”.6

“Se cantará por Doña Rosa Valladar, Don Manuel García y Don Pedro Díaz
la graciosa tonadilla Los maestros de la Raboso; y finalizará la función con
el baile general de la composición de Don Tiburcio López, denominado Los
locos de Sevilla en el que la mayor parte de los actores se prestan con gusto
a ejecutar distintos caracteres”.7

“Un Bolero a tres, composición del mejor gusto, de Don Tiburcio López; el
que desempeñarán Doña Teresa Alonso, Doña Pilar Freire y el referido
López. Y la tonadilla nueva en este teatro La novia sin novio por Doña Rosa

5 El Diario de La Habana, 25 de marzo de 1829 [Teatro Extramuros].


6 Ibídem, 18 de junio de 1829 [Teatro Extramuros].
7 Ibídem, 21 de octubre de 1829 [Teatro Extramuros].

231
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

Valladar, Don Pedro Díaz y Don Manuel García, que hará un payo tonto a
quien le quitan la novia”.8
Estas cuatro muestras de lo representado entonces en La Habana, por
los cuatro tiempos del año, enseñan de qué manera se incrementó la pre-
sencia escénica de tonadillas y bailes al aire de lo andaluz, por las señas de
lo bolero,9 antecedente inmediato de lo flamenco, aún en ciernes. Apuntan
además la clara preponderancia de estas manifestaciones musicales y dan-
zísticas frente a otras de la península todavía madre viva, nacional y única
a un lado y otro de la mar inmensa.
Se abrían de par en par las puertas para la presentación en Cuba de
coplas y mudanzas con carácter e la tierra e María Santísima, como así se
solía nombrar, en aquella época, a la Andalucía, y otro sí la tierra e Dioz
se le llamaba, quien sabe si por considerarla, como la propia perla mayor
de las Antillas, territorio próximo e inmediato al paraíso.
Pero paraíso nanay, paraíso para unos pocos, bastante pocos, quienes
consentían y se avituallaban de la esclavitud como si de animales o muebles
se tratase, y tanto que sin el menor pudor de reparo, ni culpa ni vergüenza,
en los periódicos y en su sección mercantil de compra-venta, publicaban
impúdica exhibición de su dominio en forma de anuncios como éstos:

“Se vende una negra Caribalí, de edad como de quince años, con su cría de
un mes, con buena y abundante leche, muy fiel, buena sirviente a la mano y
regular costurera, sana y sin tachas, en quinientos pesos libres para el vende-
dor, inclusa la cría. En la casa número 15, calle de Cuba”.10

Seguramente quienes proclamaban tales requerimientos eran los mis-


mos que acudían fervorosamente a los oficios religiosos y a las retretas
militares, a las excursiones campestres, a los aristocráticos saraos y al tea-
tro a ver las últimas novedades:

“La cautiva amazona en la que el chistosísimo papel del negrito Candonga


está a cargo de Don Manuel García, que cantará acompañándose con el tiple
la canción conocida por Ea mamá ea.”11

8 Ibídem, 30 de diciembre de 1829 [Teatro Extramuros].


9 Navarro García, José Luis: De Telethusa a La Macarrona. Bailes andaluces y flamencos,
Sevilla, 2002.
10 El Diario de La Habana, 5 de julio de 1830.
11 Ibidem, 7 de junio de 1830 [Teatro del Diorama].

232
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

“4.º Don Andrés del Castillo cantará un capricho nuevo titulado Las cuatro
provincias de España, imitando al vizcaíno, montañés, gallego y andaluz,
con canciones muy preciosas en sus dialectos particulares, como un zortzico
y una ensaladilla en vascuence, y para concluir una tirana a lo gitano y la
caña, acompañándose con la guitarra.”12
“Don Andrés del Castillo.... y finalizará con el andaluz cantando una tirana
con el título ¡Ay que fea t has puesto! y la malagueña.”13

En efecto, papeles de negrito, coplas a lo gitano, tiples y guitarras, la


caña y la malagueña, en cartelera. Todavía el género flamenco no ha emer-
gido por completo a la historia, ni se reconoce aún su nombre ni sus códi-
gos, y ya tenemos en La Habana bailadoras boleras y cantadores de salero-
sas tonadillas, adelantados o embajadores finos de lo que se estaba
fraguando al sur de Iberia; actores, actrices, cómicos, músicos, cantantes y
danzantes la mar de versátiles y útiles, lo mismo para decir a lo vasco que
a lo andaluz.
Cierto es que en España, hasta hace poco —y aún hoy en día muchos
persisten en la creencia— se consideraba que aquéllos eran los tiempos de
la llamada “etapa hermética”, de la que más que saberse se intuía su secre-
ta función de núcleo; y ahora descubrimos cómo no sólo en Andalucía sino
en el mismísimo Caribe americano, por aquellas calendas del primer tercio
del siglo XIX, había profesionales capaces de enseñar al mundo habilida-
des de su oficio, y no en la intimidad cuasi clandestina de lo familiar sino
en el teatro, delante de los públicos, y había normas reconocidas y estilos
en camino de ir trenzando el futuro desarrollo del flamenco.
De otra parte, si se tiene en cuenta que, por ejemplo, la prensa anda-
luza que se conserva de aquel entonces, es mínima en comparación con la
habanera, y ésta es asimismo mucho más rica y pródiga en este tipo de
informaciones, convendremos en que, por su caudal, vamos a ir recono-
ciendo pasos hasta ahora desconocidos, fatalmente olvidados en la memo-
ria de las generaciones y que derriban aún más angélicas hipótesis de la lla-
mada tradición oral y de sus mitos, y ponen sobre el limpio papel del
conocimiento no más leyendas, ni cuentos ni patrañas, sino noticias, noti-
cias de hechos verdaderos:

12 Ibidem, 4 de noviembre de 1830 [Teatro Principal].


13 Ibidem, 23 de noviembre de 1830 [Teatro Principal].

233
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

“En el intermedio cantó el Sr. Castillo el graciosísimo capricho de las cinco


provincias de España...
La introducción al capricho nos pareció de mucho mérito y la cantó el agra-
ciado Castillo con gran maestría. En cuanto a la imitación del lenguaje y
maneras de las cinco provincias, cualquiera comprenderá desde luego que,
siendo el Sr. Castillo andaluz, sería la mejor representada.
En efecto, quién que no sea moro, podrá hacer que lo es? Eso sería un fenó-
meno: pues lo mismo puede decirse de los demás. La declaración amorosa
del vizcaíno estuvo elocuentísima: ¡qué conceptos! qué expresiones, vaya, a
nosotros nos tenía con la boca abierta. Por supuesto, a la canción de
¡¡¡Jezú!!! ¡ Que fea taz puezto! no hubo nada que pedirle: el teatro se venía
abajo a risas y aplausos.
El dúo bufo entre el Sr. Castillo y su hijo, de edad de doce años, gustó tam-
bién mucho”.14

“Doña María Rubio y Don Andrés del Castillo cantarán la divertida tonadilla
a dúo nombrada La Maja pobre y el Majo enamorado, la que concluye con el
gracioso baile El Zorongo que será desempeñado por los mismos cantores.
Y para conclusión se hará un graciosísimo sainete nominado El Alcalde
Toreador, en el que además de los muchos chistes y sales cómicas que lo her-
mosean, tiene lugar una brillante corrida de toros que se verificará con un
toro natural, y en la que Don Francisco Covarrubias, vestido de majo, hará la
primera espada; Don Diego María Garay un majo, y Don Andrés del Castillo
un picador; picando y capeando al toro con arreglo a las leyes de la tauro-
maquia”.15
“Hoy se ejecutará el interesante drama en cinco actos titulado La gitana y el
bandido o el huérfano escocés. Don Andrés del Castillo cantará enseguida
unas boleras agitanadas a la guitarra; y concluirá con La Petenera de
Veracruz, acompañándose con la orquesta”.16
“...Seguirá un capricho nuevo que tiene por título El Negrito vendedor o el
aguardiente de caña, en que Don Andrés del Castillo cantará a toda orquesta,
con el color y el traje correspondiente, a un negro que vende aguardiente...
...Concluirá la función con una pieza divertida nominada La casa de vecin-
dad, en la que Don Andrés del Castillo desempeñará el papel de un ciego
cantando a la guitarra un bolero, cuyo estribillo es Café molido sí señor...”17

14 Ibidem, 13 de julio de 1833 [Teatro].


15 Ibidem, 31 de julio de 1834 [Teatro del Diorama].
16 Ibidem, 20 de agosto de 1834 [Teatro del Diorama].
17 Ibidem, 26 de diciembre de 1834 [Teatro del Diorama].

234
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

“...Doña Joaquina y Doña Antonia Pautret, Don Tiburcio López y Don


Antonio Castañeda, bailarán las preciosas Boleras del Tango”.18
“...y para terminar el espectáculo se ha escogido un sainete graciosísimo
nominado Segunda parte del soldado fanfarrón o Ventorrillos de Puerta
Tierra, en Cádiz, en el cual mi señora madre bailará El Zorongo, acompaña-
da de guitarras y del jaleo de la comparsa al estilo gitano”.19

¡Cómo reluce cada vez más el brillo de lo andaluz proclamado en


los escenarios! Y se advierten encuentros formidables de lo uno y de lo
otro: ¿qué hace si no ese fantástico Don Andrés del Castillo, gaditano,
que lo mismo toca la guitarra que canta a lo gitano o se viste y canta a
lo negrito? Por estas noticias, y las otras tantas que no reproducimos y
avalan, con su permanencia cotidiana, la trascendencia de lo expuesto,
entendemos que aquello no fue un asunto pasajero ni efímero, sino una
costumbre persistente y feraz, de año en año incrementada, por claros sig-
nos resplandores.
Al balcón del tiempo recobrado comparecen nombres, nombres de
personas que ahora ni siquiera existen en el recuerdo de lo que hicieron y
legaron; y nombres de obras o secuencias de arte que señalan hitos: Boleras
del Tango, o la pública reunión de lo andaluz y lo cubano así de juntos, en
un baile que, por su título, tendría claros elementos de mestizaje, de apro-
ximación y juego, cuando en Cuba tango no era todavía género artístico
sino “reunión de negros bozales” para bailar al son de sus tambores y otros
instrumentos”.20
Otro tanto ocurre con otras secuencias más, como la Petenera de
Veracruz, saltando del continente mismo a la orilla de las islas, con orques-
ta, guitarra y canto; o la constancia en definir y mencionar usos a lo gita-
no, advirtiendo un modo, incluso una técnica de canto y también de fiesta
acompañada de guitarras y del jaleo..., cuando en Andalucía jaleo, aunque
no lo reconociesen ni lo supiesen las academias, era palabra equivalente a
la cubana tango, en el sentido de reunión gozosa, con baile y cante de por
medio, y aguardiente y ron y tambores y palmas y guitarras y tiples y güi-
ros y voces y miserias y sueños, borracheras, chozas, júbilo, compás, el rit-

18 Ibidem, 17 de enero de 1835 [Teatro del Diorama].


19 Ibidem, 14 de febrero de 1835 [Teatro del Diorama].
20 Pichardo, Esteban: Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas,
Matanzas, 1836.

235
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

mo y la armonía exaltando los sentíos con grande algazara, y con los pies
batiendo la tierra madre, sacudiéndola.
De veras la infamia y la magia de la gracia coexistían y se anunciaban
a la misma vez. Se lee en El Diario de La Habana:

“...La diestra y hábil “gaditana” saldrá a continuación a bailar La Cachucha


con aquella gracia y sal correspondiente a su origen, el emporio gaditano, y
terminará tan brillante diversión con la elegante pantomima El pintor chas-
queado por la astucia de su hija, cuya pieza está escogida entre una gran
colección de ellas por los lances jocosos que contiene.
...La diestra y siempre aplaudida “gaditana” con su natural viveza y gracia
por la cual se ha llevado las atenciones de los aficionados al baile, ofrece
complacer a los espectadores con El Fandanguito de España, y dará fin esta
sobresaliente función con una divertidísima pantomima”.21
“...La acreditada “gaditana” que tan aplaudida fue en la anterior función por
la propiedad y gracia con que desempeñó su baile, complaciendo al público
con volver a salir a la escena para repetirlo, ofrece para esta tarde el de La
matraca en la caleta de Cádiz, en el cual se lisonja de que con dificultad
podrá mejorarla otra de su sexo”.22
“Se vende un negrito de 5 o 6 años, sano y libre de viruelas, propio para jugar
con niños o para lo que lo quieran aplicar, por su ajuste. Calle de San Ignacio,
número 46”.23
“Los artistas dramáticos españoles. Finalizará la función con un chistoso
sainete que se denomina Paca la salada o los dos tunos, en el que abundan
las sales andaluzas; estando encargada la señora Cañete del desempeño de
un nuevo carácter en el interesante de Paca, que es una airosa maja llena de
gracia y donaire”.24
“Gran corrida de muerte. El lunes 23 del corriente, a las 4 y ¾ de la tarde,
si el tiempo lo permite, la diestra compañía de Cádiz servirá al respetable
público de La Habana con una magnífica función, lidiando en ella cinco
famosos toros, de los cuales cuatro serán de muerte, cuyo ganado ha sido
escogido en las mejores haciendas, que en la arena prometen prodigiosos
resultados y que los aficionados tendrán una buena tarde de “jaleo”.25

21 El Diario de La Habana, 4 de marzo de 1836 [Teatro del Diorama].


22 Ibidem, 13 de marzo de 1836.
23 Ibidem, 14 de enero de 1837.
24 Ibidem, 4 de mayo de 1837 [Teatro Principal].
25 Ibidem, 23 de octubre de 1837 [Plaza de Toros].

236
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

Es lo evidente. Se maneja y proclama el arquetipo tópico típico tópi-


co de lo andaluz: la gracia, la sal, la viveza, el desparpajo y la exageración
como señas de su identidad, propias a la exhibición y al uso artístico, mer-
cantil, por el valor de cambio que producen tales capacidades, diríase que
innatas. Se procura con ello la diversión, la risa, la jocosa o desternillada
carcajada y que prorrumpan las ovaciones del contento y la ardiente felici-
dad del público.
Para ello no han de cesar pantomimas, sainetes, tonadillas, tiranas y
bailes por doquier, en derredor de las formas boleras, que hicieron eclosión
de mudanzas y aun de nombres diversos, por entonces y en La Habana:
Boleras de la Caleta, Mollares de Sevilla a Cuatro, Boleras y Jaleo del
Chocolate, Boleras Jaleadas de La Confitera, Polo Jaleado, Boleras
Afandangadas, Boleras del Charandé, Boleras de la Pata de Cabra,
Boleras de la Cachucha, Boleras del Piaccere y del Yoco... o aquellas “pre-
ciosas boleras nuevas nombradas” Las Corraleras Granadinas, o las de
“raro capricho, que se denominan” El caño del trocadero...
Boleras por un tubo...caprichos, invenciones, piezas y piececitas en
que alternan las coplas, juguetes y chanzas de negros y gitanos, gitanos y
negros, y andaluces, valientes y toreros:

“3.º Se bailarán por la Sra. Moreno y los Sres. López y Pavía las preciosas
Boleras del Joco.
4.º Cantarán Doña María Cañete y Don Juan de Mata la graciosa tonadilla
Los gitanos celosos o la solitaria que finalizará con las coplas del Trípili”.26
“El graciosísimo baile que tanto aplauso ha merecido por su nueva invención:
Los dos negritos.”27
“Beneficio de D.ª Manuela Molina... La Sra. Cañete, condescendiente siem-
pre y siempre dispuesta a la complacencia, cantará la graciosa y siempre
aplaudida tonadilla que tiene por título Los Majos del Rumbo.
Concluida ésta seguirá un precioso capricho, nuevo en este teatro, nominado
Los cuatro negritos.”28
“...Terminando la función con unas preciosas boleras que bailará Doña María
de Jesús Pérez, primera bailarina que ha sido de los principales teatros de la

26 Ibidem, 5 de diciembre de 1837 [Teatro del Diorama].


27 Ibidem, 20 de diciembre de 1837 [Teatro del Diorama].
28 Ibidem, 28 de enero de 1838 [Teatro Principal].

237
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

península y últimamente en el de Sevilla, y que contratada en éste se presen-


ta por primera vez al respetable público habanero, acompañándola D.
Tiburcio López”.29
“Los valientes gaditanos que forman la cuadrilla, interesados en el esplendor
de esta fiesta y deseosos de representar en ella novedades y suertes extraor-
dinarias (...) quieren marcarlas con grandes y estupendas arrogancias. El
diestro José Díaz “Mosquita” banderilleará a su toro en un par de grillos, sen-
tado en una silla y amarrado a ella; el arrojado Manuel, su hermano, saltará
otro toro. Pedro Romero picará uno montando el caballo a pelo. Antonio
Fernández matará otro de una violenta garrochada, poniéndole una hermosa
moña de fuego; y por último, disputándose todos a la vez, justificarán su
habilidad y pericia en el arte sublime de torear en cuyo misterio sólo están
iniciados los que nacieron en las regiones de la antigua Bética.”30

A la vista de tanta exaltación por mor del arte y el valor de los anda-
luces, glorificado por constantes gacetillas y anuncios publicitarios, no
debió de parecer extraño que hasta los propios vates, contagiados en la idea
de reverenciar sus apetitos mundanos, se atreviesen a concebir enfervori-
zadas odas a:
LA ANDALUZA
...Cuando tu mano agita
las ruidosas castañuelas,
cuando con gracia infinita
ora trenzas, ora vuelas
¿Quién no te llama bendita?...
...Formando círculos mil
de pronto giras fugaz,
como vuela en el pensil
la mariposilla audaz,
y el dulce soplo de abril.
¡Ay qué salto! ¡Ay qué acción!
Qué magia tan hechizera,
qué locura, qué expresión.
¿Y a ese baile hay quién prefiera
el imbécil rigodón?
C. de la Paz.31

29 Ibidem, 20 de abril de 1838 [Gran Teatro de Tacón].


30 Ibidem, 18 de noviembre de 1838 [Plaza de Toros].
31 Ibidem, 15 de diciembre de 1838.

238
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

De estirpe más que atractiva, arrebatadora, debieron ser aquellas bai-


larinas que levantaban vuelos de pasiones por sus voluptuosos movimien-
tos, describiendo figuras de seducción aromática y sensual, como de puro
encantamiento:
“...Acto seguido, Doña María de Jesús Pérez bailará por primera vez en este
teatro El Zapateado de Cádiz y La Guaracha.
Los Huéspedes Burlados, gracioso capricho en el cual desempeñará Doña
María Cañete cuatro diversos y contrapuestos caracteres representados en los
de criada, francesa, beata y maja andaluza, cantando en este último una can-
ción de jaleo, compuesta por el célebre Mercadante, que se denomina Alza
Pilili.”32
“Doña María Cañete, bajo el disfraz de un negrito cautivo cantará una can-
ción propia de la interesante escena que la demanda...
...Concluido el drama Doña María de Jesús Pérez bailará La Cachucha
Gaditana.”33

Con nombres y apellidos establecen las crónicas el relato de los suce-


sos reales, tan dichosos. Sempiternamente divertidos como fugaces, aun-
que alcanzaren los honores de la repetición. Una y otra vez, y llegó el jaleo.
La fiesta andaluza arreglada para su lucimiento en un teatro, arreglada,
fíjense, por lo clásico de la composición; tal vez del mismo modo que se
estaba arreglando el tango de los negros esclavos, a quienes seguían ven-
diendo y comprando como mera mercancía, y no sólo a negros:
“SE VENDE UN CHINITO de cinco o seis años, muy grueso y propio para
entretener niñas, en ciento cincuenta pesos.”34
“Las Sras. Pérez y Moliné y los Sres. López y Grande bailarán Los Negritos,
gracioso capricho que será acompañado por dos tambores que tocarán los
Sres. García y Flores”.35
“Don Tomás Villanueva, primer bailarín de los principales teatros de España,
tiene el honor de ofrecer sus tareas por primera vez al respetable público
habanero, y acompañado de Doña María de Jesús Pérez, bailará Las Boleras
Jaleadas con El Olé Andaluz.”36

32 Ibidem, 10 de agosto de 1839 [Gran Teatro de Tacón].


33 Ibidem, 15 de diciembre de 1839 [Gran Teatro de Tacón].
34 Ibidem, 4 de enero de 1840.
35 Ibidem, 9 de enero de 1840 [Gran Teatro de Tacón].
36 Ibidem, 7 de junio de 1840 [Gran Teatro de Tacón].

239
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

Recorren geografías. Describen marcas. Reconocen hechos. Aportan


magníficos retratos imaginarios, apuntes de lo natural jaleado en vileza o
ritmo. Así fuesen daguerrotipos veraces, cuando aún no se había inventado
la fotografía y los grabadores sólo fijaban a las figuras que se consideraban
excelsas, trascendentes, únicas y del todo extraordinarias.
Visto desde ahora parece como si la hubiesen estado aguardando así
fuese su estrella prometida. Al fin llegó y venía de muy lejos, de la vieja
Europa por sus centros germánicos, y era bailarina. Una inconmensurable
bailarina. Llegó del norte, donde fabricaban y siguen fabricando dólares; y
se llamaba Fanny, Fanny Elssler.37

“Fanny Elssler. En la litografía de la Real Sociedad Patriótica, calle del


Obispo, n.º 114, se vende en tamaño grande el retrato de la célebre bailarina
Fanny Elssler en actitud de bailar La Cachucha, a 6 reales en papel blanco y
a 8 en papel de China.”38
“Última función de baile a beneficio de la señorita Fanny Elssler... Para dar
un testimonio público de lo grato que me han sido las demostraciones de
aprecio que he recibido de todos los habitantes de esta dichosa y opulenta
ciudad, le dedico esta noche un baile compuesto por mí, al estilo nacional,
conocido con el nombre de JALEO DE JEREZ.”39
“FANNY. ¿No habéis experimentado, queridísimos lectores, al pronunciar el
nombre magnético por decirlo así de esa hechicera sílfide, de una secreta e
indefinible emoción que, agitando dulcemente las fibras de vuestra sensibili-
dad tropical, os ha hecho gozar de un deleite celestial tan vago como las plan-
tas, de la reina del baile, tan poético y seductor como sus miradas llenas de
expresión sublime, tan inexplicable y encantador como las diáfanas formas
de esa Sílfide aérea, de esa Hada hechicera, de esa Cracoviana picaresca, de
esa Polaca divina, de esa Andaluza tentadora?”40
“EL ÚLTIMO ADIÓS. Con este título hemos visto anunciado en el diario de
ayer la última función de la sublime hija del Rhin, que se verificará el domin-
go próximo. En ella bailará El Zapateado Buscapié Cubano que ha aprendi-
do en esta semana para dar una prueba al público habanero del aprecio que
hace de los favores que le ha prodigado como a ninguna otra artista.”41

37 Rey Alonso, Francisco: Fanny Elssler en Cuba, 1841, La Habana.


38 Diario de La Habana, 7 de febrero de 1841.
39 Ibidem, 10 de febrero de 1841 [Gran Teatro de Tacón].
40 Ibidem, 15 de abril de 1842.
41 Ibidem, 22 de mayo de 1842.

240
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

Sí, la sílfide del Rhin, bailando en La Habana La Cachucha, El Jaleo


de Jerez y El Zapateado Cubano, en alternancia con su otro repertorio “clá-
sico”. La aérea danzarina buscando el aliento de la tierra para redondear sus
expresiones y sus juegos. De qué modo admirable se conjugaban conoci-
miento, técnica, curiosidad, ingenio y pasión de llama ardiendo.
Desde su rango de primerísima figura, el hecho de bailar lo que bai-
laba, debió significar no atrevimiento ni herejía, y sí atenta disposición para
satisfacer gustos del respetable, también un guiño a lo popular y detalle de
generosidad y buen gusto, reconociendo valores estéticos en danzas que no
se concibieron para ser exhibidas sino usadas como puente a los disfrutes.
Y no fue, ni muchísimo menos, la única que anduvo por estos pasos.
En los principales teatros de Europa, no sólo de España, ocurría lo propio
en glorificación a lo distinto: meridional, hechicero, embriagador, excitan-
te y tan gracioso por aquellos bailes nacionales que atravesando mares lle-
garon al Gran Teatro de Tacón, con mucho gusto y hechos por artistas natu-
rales de esos países extranjeros.
La señorita Enriqueta Wells, la señora Marietta Gozze o madame
Doutreville, entre otras muchas, aprendieron y se exhibieron por jaleos y
cachuchas con la mayor dignidad del mundo y para solaz de educados,
exquisitos, cultivados y sensibles habaneros y habaneras de la más alta
alcurnia.

“SE VENDEN 25 NEGROS de campo de ambos sexos, de la dotación de un


cafetal, incluyéndose para el completo de este número los hijos de éstos, de
diferentes edades. Calle de Jesús María, núm. 27.”42

“No sólo de pan vive el hombre”, dijo Jesús de Nazaret. También del
sudor ajeno, añadió Don Carlos Marx, el abandonado. Así lo hacían, y lo
siguen haciendo, los poderosos, los privilegiados, capaces de degustar en
sus teatros y salas de conciertos, las actuaciones de reputados intérpretes,
ya en el rango de la danza, de la comedia, del canto o de la música...

“...3.º Don Francisco Tostado, profesor de música y guitarra, recién llega-


do a esta ciudad y conocido en sus habilidades en las principales capitales
de España y Francia, tiene la satisfacción de presentarse por primera vez al
ilustrado público habanero tocando en dicho instrumento un adagio senti-

42 Ibidem, 6 de febrero de 1842.

241
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

mental al que seguirán variaciones sobre un tema de la canción llamada El


destino.
5.º El referido Tostado tocará el expresivo Minuet de la Pandora seguido de
El Fandango con variaciones, desempeñando una de ellas sólo con la mano
izquierda.”43
“...3.º...tocando en dicho instrumento una gran sonata de modulación com-
puesta por este hábil profesor y dedicada a su condiscípulo, Don Dionisio
Aguado, a la que seguirá un Zapateado que acompañará la orquesta y varia-
rá con la guitarra dicho Sr. Tostado.
5.º Sinfonía seguida de un gracioso aire andaluz que con solo la guitarra
tocará para terminar la función el antedicho profesor.”44

Así es. Así fue como llegó, según se estilaba, la guitarra de concierto
a La Habana. Intercalando conocimientos de lo académico y lo popular. En
armonía técnicas diferentes y concepciones distintas pero próximas en las
manos y el talento del profesor Tostado: sensible también a las músicas de
la calle y de sus noches, y de sus reuniones gozosas. Como lo eran igual-
mente públicos y artistas del momento, aquellas excelsas cantatrices y bai-
larinas fabulosas que se afanaban pródigas por renglones escritos en la tie-
rra de Dios:

“...No escasearon los aplausos, máxime al concluir la señorita C. la canción


andaluza titulada El Bajelito. Cosa extraordinaria en los anales de la
Sociedad Filarmónica presenciamos en la noche del viernes: Los jóvenes que
formaban media luna en torno del piano mezclaron entre sus aplausos las
voces ¡Que se repita! ¡Que se repita! Y la amable, la célebre (en La Habana)
contralto accedió a tales instancias y repitió los versos de El Bajelito con toda
la expresión, con toda la gracia de la tierra de Dios.”45
“Beneficio del Señor Piáttoli...Parece ser que una de las piezas de baile que
se ejecutarán, accediendo a las insinuaciones de los periódicos, será El
Zapateado de Cádiz por el beneficiado en unión de la Señora Gozze, que tan-
tos aplausos arrancó en el Gran Teatro. En la noche del beneficio de este hijo
de Barcelona, creemos que no faltará ni un solo catalán en el Teatro
Principal...”46

43 Ibidem, 7 de julio de 1840 [Gran Teatro de Tacón].


44 Ibidem, 10 de julio de 1840 [Teatro Principal].
45 La Prensa de La Habana, 16 de octubre de 1842 [Sociedad Filarmónica Habanera].
46 Ibidem, 21 de diciembre de 1842.

242
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

“La rezalaá Gozze y el endino Piáttoli se lucieron completamente en el bellí-


simo Zapateado, aquella pandereta, aquellas castañuelas, aquel aire de taco
y la cabecita de la graciosa Marietta movida con tanta gachonería son capa-
ces de arrancar un bravo y una palmada a un muerto.”47

A los muertos y a los vivos entusiasmaba aquel constante jaleo de ver-


sos en andaluz y bailes en aire de taco, en que solían distraerse las elites
dominantes del lugar contemplando a sus intérpretes predilectos, no siem-
pre andaluces. Con su repertorio sí, a modo de banderín de exaltación y
enganche, pero hijos de otras patrias, como el ínclito Piáttoli, de nación
barcelonesa y estirpe italiana. Tampoco era él solo. Hubo más, muchos
más, catalanes igual que él, familias enteras de catalanes (¡es mester ver!)
triunfando en los teatros de La Habana bailando de todo, menos sardanas:

“Magnífica función a beneficio de la señorita Francisca y Don Luis Pavía,


bailarines de los teatros de Tacón y Principal de esta capital.
3.º El divertido baile de Los Negritos con su correspondiente TANGO que
será ejecutado por las señoritas Merced y Francisca y los señores Francisco
y Luis Pavía.
5.º Pasodoble a seis por las señoras Gozze, Merced y Francisca Pavía, y los
señores Piáttoli, Francisco y Luis Pavía.”48

“6.º Las Mollares de Sevilla por las señoras Merced y Francisca Pavía y los
señores Piáttoli y Pavía, que terminará con El Caballito de Cádiz Jaleado,
bailado por la señora Marieta Gozze, acompañada por los antedichos.”49

No sólo se atrevían con lo andaluz sino también con lo negro cubano


y su correspondiente tango estos intrépidos ciudadanos de Cataluña, que
incluso eran llamados a solemnes funciones de ópera para ejecutar en sus
intermedios “La Cachucha a dos, gracioso baile andaluz”.
Claro que se estaba en una tierra donde el culto al baile era y es algo
más que sagrado para todas las partes de su sociedad, lo mismo en la mise-
ria que en la opulencia, por lo plebeyo o por lo fino, al natural o en acade-
mia... y, a propósito, miren con que obsequiosa prosopopeya anunciaba un
maestro del ramo sus lecciones por aquella época:

47 Ibidem, 25 de diciembre de 1842.


48 Faro Industrial de La Habana, 14 de enero de 1843 [Teatro Principal].
49 Ibidem [Gran Teatro de Tacón].

243
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

“BAILE. Cuando se conoce la necesidad de la educación física del cuerpo


para su robustez, salud y agilidad, estableciendo diversos ejercicios gimnás-
ticos, es inútil extendernos en el encarecimiento de uno de sus ramos que dan
aire, garbo y flexibilidad a nuestros miembros, y que contribuyen a ese
donaire de cortesía que tanto agrada en el trato de las gentes finas. Si la edu-
cación moral y la intelectual dilatan el campo de nuestra existencia cómoda,
no se le puede negar a la física del cuerpo el efecto agradable que produce
conservando la armonía de relación con una y otra. En este país, el bello
sexo, por sus ocupaciones sedentarias y el poco o ningún ejercicio muscular,
necesita del baile para su propia salud, fuera del encanto que a su andar le
comunica de modesta marcialidad. Los del sexo feo, para su comunicación
con el otro, tampoco pueden descuidar este arte con el que participan las dul-
zuras de un trato decente y delicado, en ocasiones innumerables de recorda-
ción de afectos. En tal concepto Don José Regajo, profesor acreditado, ofre-
ce su academia en calle de La Habana esquina a la de Empedrado, núm. 29,
donde podrán concurrir las personas que gusten favorecerlo con su solicitud
a la hora que puedan verificarlo”.50

En aquel campo abonado de sensualidad para lucir los cuerpos, las


enseñanzas de este rancio filósofo social metido a maestro de baile, como
las del propio Piáttoli y otros más que hubo, consiguieron prender con ver-
dadero arraigo y devoción en los discípulos, y de seguida dieron su fruto
escénico, espléndido de veras, maravilloso: y eran tiernas, —¡ay qué tier-
nas!— criaturitas nacidas en La Habana, primorosas....

“La orquesta tocó El Zapateado de Cádiz y una bellísima niña se presentó a


bailarlo en compañía del señor Piáttoli. Es imposible pintar la gracia, la soltu-
ra, el encanto con que bailó aquella primorosa niña de ocho años, vestida con
un hermoso traje de raso color rosa con guarniciones de blonda negra. Hacía
los mismos pasos que la señora Gozze, con la misma perfección, con más gra-
cia aún. No es exageración: bailaba la niña Galainena con más gracia que la
señora Gozze. El público estaba arrebatado, admirando a la bella Anita que
sonreía y se ponía en jarras con toda la sal de la más salada andaluza. Y su
triunfo fue completo. La escena se cubrió de flores, ramilletes y coronas. El
señor Piáttoli le puso una en la cabeza y la merecía con justicia. El público
aplaudía, pero eran aplausos espontáneos, estrepitosos, entusiastas.
Se pidió la repetición y la hechicera criatura cedió sonriendo a tal exigencia.
Bailó de nuevo ese baile tan poético ejecutado por una mujer, tan seductor

50 Ibidem, 17 de junio de 1843.

244
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

bailándolo la bella, la graciosa Anita. Después de repetido, el público, no


satisfecho aún, solicitó que se presentara para saludarla y aplaudirla de nue-
vo, y el señor Piáttoli y su compañerita aparecieron delante del telón y salu-
daron al público que gozaba mirando a la donosísima habanera. Era una hija
de Sevilla o Cádiz en miniatura, monísima como ella sola, como ella sola
graciosa y encantadora, sus brazos se movían con la soltura de una bailarina
ejercitada y su cuerpecito parecía formado por las gracias, entusiasmaba,
¡bravo! ¡bravo! ¡hermosa niña! ¡bravo!”51

Una de dos: o el cronista era el padre de la niña o la niña valía un poto-


sí. Fijo. Y más allá del detalle singular y tan precioso, lo categórico que se
demuestra: ¡De qué modo arrebataban en La Habana los bailes de
Andalucía! Ya los desempeñasen las propias andaluzas o austriacas o fran-
cesas o incluso catalanas y otro sí habaneras... ¡Miren qué primor!
¡Qué espléndido panorama! ¡Qué aureola de éxitos, flores y arrebatos!
¡Qué de asombros tan tremendos! ¡Qué prodigio! ¡Qué lujo! ¡Qué de nom-
bres de situaciones y de cosas bellas! ¡Qué de trabajo y esfuerzos grandes!
¡Qué de disciplina y maestría! ¡Qué de juego y diversión y gracia!
Y permanecía siempre pujante la oferta de presentaciones nuevas:

“Concluida la comedia se presentará el señor Valencia y cantará la salerosa


y aplaudida canción andaluza, Los Toros del Puerto, terminando el espectá-
culo con el baile Zapateado de Cádiz, con pandereta, que ejecutarán la Sra.
Gozze y el Sr. Piáttoli.”52
“Nueva Compañía Española.
1.º Sinfonía a toda orquesta.
2.º La interesante comedia Amor de madre.
3.º El Valentón del Perchel, canción andaluza que cantará Don Víctor
Valencia.
4.º Chistosísimo sainete denominado El soldado fanfarrón en los
Ventorrillos de Puerta Tierra en Cádiz. Don Joaquín Ruiz está encargado del
papel de fanfarrón y Doña María Arroyo de la curra Tomasa, y bailarán en
una de sus escenas El Zapateado y los Panaderos de Cádiz, acompañándolos
con la guitarra dicho señor Ruiz y el señor Real al uso gaditano.”53

51 Ibidem, 25 de julio de 1843 [Gran Teatro de Tacón].


52 Diario de La Habana, 21 de mayo de 1844 [Gran Teatro de Tacón].
53 Ibidem, 23 de junio de 1844 [Gran Teatro de Tacón].

245
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

“Hermoso espectáculo a favor de Doña María García, actriz de la


Compañía Dramática Española:
4.º Se ejecutará un juguete cómico recientemente compuesto por el joven y
acreditado poeta Don José Agustín Millán, su título Sota y Caballo o el
Andaluz y la Habanera, en el cual se han introducido oportunamente can-
ciones andaluzas de las más preferentes y graciosas, como son Las amones-
taciones, desempeñada por mí; El Agachapar, idem; El tío Paco, por el Sr.
Ruiz y El carbón de piedra, por los dos.
También se bailará en esta pieza, por los individuos pertenecientes a este
ramo, una escogida danza cubana, que demanda la situación de una de sus
escenas.”54

“Beneficio de Doña Cándida La Torre. Primera actriz de carácter joco-


so....Después de una brillante sinfonía, se pondrá en escena la chistosa come-
dia del género andaluz, producción del acreditado poeta Don Tomás
Rodríguez Rubí, en tres actos y verso, titulada Toros y Cañas, cuya dirección
está a cargo de Don Pedro Iglesias, y el interesante papel de Currillo, por el
aplaudido gracioso Don Vicente González. En una de las escenas de la come-
dia se cantará la famosa canción andaluza conocida por La Caña, para cuya
ejecución se me ha brindado generosamente el conocido cantor Don Agustín
Reyes, acabado de llegar de Cádiz.
Concluida la comedia se bailará por las señoras Arroyo y Cánovas y los seño-
res Real y Don Manuel Lara, joven gaditano que también se me ha ofrecido
graciosamente para mayor éxito de mi función La Petenera Gaditana y la
cantará al mismo tiempo en la escena, acompañándose de guitarra, el preci-
tado Reyes que tantos aplausos ha arrancado en este género de canciones en
los teatros de Cádiz.”55

“El señor Tostado tocó unas difíciles variaciones con la mayor


limpieza...Gustó mucho la fantasía de un aire andaluz que ejecutó el hábil
guitarrista con toda la gracia que le distingue en esta clase de composiciones.
La habilidad del señor Tostado es indisputable y no todos los días se presen-
tan ocasiones de oír guitarristas tan fuertes como él; así, después de haberle
tributado los elogios que de justicia le son debidos, concluiremos aconsejan-
do al público aproveche la oportunidad que se le presenta pudiendo estar bien
cierto que no quedará disgustado.”56

54 Ibidem, 14 de julio de 1844 [Gran Teatro de Tacón].


55 Ibidem, 19 de septiembre de 1844 [Gran Teatro de Tacón].
56 Ibidem, 13 de diciembre de 1844 [Gran Teatro de Tacón].

246
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

Patente es, por cuanto vamos viendo, que conforme los años pasan se
multiplica la presencia andaluza en la escena y se amplían sus contenidos.
No sólo bailes, cantos y guitarras; se incorporan también piezas dramáti-
cas, jocosas, divertidas y chistosísimas piezas o piececitas cómico-lírico-
bailables, que van a formar género alrededor de signos que se consideran
propios de lo andaluz, es decir: la exageración, el ingenio, la gracia, el
roneo, la majeza, el juego, la chanza..., con el aditamento sustancial de lo
gitano, quintaesencia de todo lo antedicho; y otro sí de lo extranjero como
sal gruesa y contrapunto para representar lo que el pensamiento castizo
imagina que son ellos: ridículos, cursis, afectados y bobos franceses o
ingleses, que son quienes más suelen transitar por sus guiones.
Por los anuncios, gacetillas y crónicas recuperadas, asistimos a la pre-
sentación y desarrollo de un imponente movimiento estético que fue de año
en año creciendo, conquistando territorio y públicos adeptos. Desde y por
aquellos escuetos números de baile, a comienzos del siglo, a éstos y por
estos imponentes repertorios andaluces de los ochocientos cuarenta, discu-
rre dichosa la aventura de generar tan tremendo entusiasmo en los teatros
de La Habana.
Cierto es que sobreabundan, dentro de lo nacional,57 los repertorios
andaluces en competencia con óperas italianas o francesas. Son anunciados
indistintamente ya por su naturaleza particular o por la genérica de lo espa-
ñol. Así, la imagen que se tiene de la alegre Andalucía, tierra e Dio, es uti-
lizada como representación general de toda España, confundiéndose la una
con la otra así fuesen una sola identidad o una sola marca.
Vemos también rastros que han sobrevivido al tiempo y continúan. De
entonces vienen la famosa canción andaluza conocida por La Caña o La
Petenera Gaditana, hitos de lo flamenco que por entonces se estaba cons-
truyendo, codificando a la guitarra, en la confluencia de bailes, coplas, can-
tos, músicas, desplantes, panderetas, giros, castañuelas, pasos y versos a
porfía.
Significativamente todo este magnífico movimiento se orienta al lado
exclusivo de la gracia. Eso se explota hasta la saciedad, según se dice.
Como si fuese la única dimensión cabal de todos sus posibles registros. O
la más vendible y exportable, y así fuera exacta representación de una arca-

57 El único baile nacional no andaluz de la época que aparece reiteradamente es la jota arago-
nesa.

247
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

dia feliz, más que feliz, exultante de felicidad a raudales. Y no había pena,
nada de pena, sólo jolgorio. Al menos en el teatro no la había, no se la reco-
nocía aún, ni se la mentaba. Todavía no era en el mundo la tragedia del sur
puesta en escena. Y menos en La Habana por aquellos tiempos, cuando
personas negras, chinas o mulatas, muebles, bestias y utensilios eran obje-
to de mercado, se compraban y se vendían:

“UNA FAMOSA NEGRA llamada Loreto, robusta, como de 24 años, de


buena presencia, general cocinera, dulcera y repostera, lavandera, plancha-
dora, enrizadora y más que regular costurera; educada por una señora fran-
cesa, es de mucha razón para servir a la mano, cuidar la casa y asistir enfer-
mos, sana y sin tachas, en seiscientos pesos libres para el vendedor, venta
real.
En la misma casa darán razón de otras tres negras que hay de venta y algu-
nos muebles buenos, y libros nuevos que se venden con mucha equidad. En
la calle de Villegas esquina a la plaza de Santo Cristo, de las 10 de la maña-
na en adelante darán razón.”58

¿Quién si no iba a cuidar de los enfermos y los niños y los viejos


mientras los jóvenes y los adultos útiles iban a divertirse al Gran Teatro?
Para ello tenían, seguían teniendo, y en crescendo iban, los chistosísimos y
múltiples argumentos andaluces, incluso pronunciados de modo inverosí-
mil, la mar de sorprendente:

“Parece que muy pronto se presentarán en este teatro Los Campanólogos


venidos de los Estados Unidos de América, que en una colección de campa-
nas templadas todas al efecto, tocan oberturas, marchas y aires nacionales
con perfección, como si fuera una orquesta completa. Los Campanólogos
tocarán entre otras cosas varias danzas y aires del país, la Jota Aragonesa y
algunos aires andaluces. Serán una verdadera novedad.”59
“Después de la piecesita se presentaron Los Campanólogos y una salva de
aplausos los saludó, porque los favorecía el recuerdo de la noche del lunes.
El público aplaudió cuanto tocaron y con especialidad La Cachucha; pero al
empezar La Solita, danza cubana del señor Sierra, fueron interrumpidos por
tres aplausos seguidos sin que detuviera al público la consideración de que el
ruido de los aplausos sofocaba el sonido de las campanas que seguían tocan-

58 Faro Industrial de La Habana, 16 de enero de 1845.


59 La Prensa 28 de marzo de 1845 [Gran Teatro de Tacón].

248
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

do y que por tanto se privaba a sí mismo de aquellos momentos de placer.


Pidiose la repetición y se obtuvo de La Cachucha y La Solita.”60

Fehaciente ejemplo, a más de lo novedoso y curioso de la orquesta, de


cómo lo andaluz y lo cubano servían, de modo semejante, para estimular al
respetable. Y ya que, al parecer, le complacían tanto el maridaje de la tradi-
ción con lo excitante de lo nuevo, no es de extrañar que a sus ojos llegara esta

“NUEVA DIVERSIÓN. Se está esperando de un momento a otro a la fraga-


ta española Flora, procedente de Cádiz, a bordo de la cual viene el Sr.
Abrillón, quien trae una hermosa colección de caballos con los cuales pien-
sa recorrer los circos ecuestres de la América. Sus primeras funciones las
dará en la plaza de toros de Regla, aunque se dice también que serán en el
Circo de la Alameda de Isabel II, frente a la fuente de Neptuno.”61
“Compañía Ecuestre Gimnástica y de Grandes Espectáculos Mímicos. El Sr.
Abrillón presentará a este respetable público el lindo caballo Fandango que
sorprenderá a los espectadores por su obediencia a las preguntas del Grotesco
y hará pareja del baile de su nombre con sus palillos correspondientes.”62

Y hubo más, por supuesto perros amaestrados y otras demostraciones


atlético circenses, funambulistas y finos equilibristas haciendo lo propio
por mor de Cachuchas y Fandangos. De todo y en muchos sitios, aunque
la fuente principal siguiera siendo la del teatro:

“TEATRO. Al Sí de las niñas siguió El Fandango con variaciones, bailado a


seis, bien vestido, y que agradó generalmente. El intermedio de baile pareció
escogido para que la función fuera más completa.
Pero el público esperaba impaciente a que la Sra. Suárez fuera a cantar La
Currela, nueva canción andaluza. Se presentó y un aplauso general saludó a
la buena actriz, ahora vestida airosamente de maja, cantando con gracia, con
ese aquel peculiar a las hijas de la tierra e Dio, y cuando dijo con desenfado y
manejando el chal aquel “Eza puñaláa chiquirritica pero bien dáa”, el públi-
co la hizo otra vez justicia, dándole el quinto aplauso general que le tributaron
esa noche. Cuando concluyó se pidió la repetición y la complaciente actriz dio
gusto al público, a pesar de conocerse que estaba rendida de trabajar tanto.”63

60 Ibidem, 4 de abril de 1845 [Teatro].


61 Ibidem, 19 de abril de 1845.
62 Ibidem, 23 de mayo de 1845.
63 Ibidem, 22 de abril de 1845.

249
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

“...terminando el espectáculo con el chistoso y divertido sainete, no repre-


sentado en este local, titulado Los Toros del Puerto, en el cual desempeñará
el Sr. Ruiz el papel del gitano Canuto Mojarra.”64

“...el Sr. Ruiz estuvo muy feliz en su papel andaluz, hizo reír mucho y fue
muy aplaudido, como siempre que toma a su cargo papeles de esta clase, que
ha logrado caracterizarlos con la perfección que ningún otro actor. El Sr.
Ruiz puede estar seguro siempre que aparezca en escena representando algún
personaje de carácter andaluz de la aprobación del público y sus sinceros
aplausos.”65

Por esa senda, lo andaluz, como ya se ha dicho, tomaba siempre el


sesgo de lo cómico, nunca de lo dramático, reservado a las producciones
supuestamente cultas, de alta alcurnia. Así se explica, por ejemplo, que se
diesen experimentos tales como éste:

“Lo de arriba abajo y lo de abajo arriba, programa nuevo de costumbres


populares imitado del francés...
La Sra. Suárez cantará en el piso alto un aria en italiano, y la Sra. García en
el cuarto bajo unas seguidillas con el mismo acompañamiento instrumental,
formando un precioso dúo...”66

Y tal debió de ser el empuje, la energía y la fuerza del andalucismo


escénico, que no sólo niñas privilegiadas se incorporaron a su estela triun-
fal; llegó la corriente también a los cantantes: “se presentará un joven com-
patriota nuestro a cantar la salerosa canción andaluza Los Toros del
Puerto” (26 de septiembre de 1846) e incluso a los autores mismos, poetas
y dramaturgos habaneros, quienes inspirados por aquellos salerosos aires
que venían de Cádiz, dispusieron su talento creativo a la jubilosa expansión
de la causa andalusí:

“PIEZA ANDALUZA. En un acto y en verso original de Don José Sanz


Pérez, ejecutose el sábado por primera vez en el Balón y el lunes en el
Principal esta graciosísima pieza, tercera producción que ha dado al público
en lo que va de año nuestro joven compatriota.

64 Ibidem, 23 de mayo de 1845 [Gran Teatro de Tacón].


65 Ibidem, 1 de noviembre de 1845 [Gran Teatro de Tacón].
66 Diario de La Habana, 7 de enero de 1846 [Gran Teatro de Tacón].

250
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

...Los dotes cómicos que por todas partes se deja traslucir en La Flor de la
Canela anuncian un especialísimo talento para este género dramático, y
hacen esperar fundamentalmente que el Sr. Sanz Pérez con el tiempo no ten-
drá que envidiar a nuestro célebre Castillo, pintor exactísimo del lenguaje y
las costumbres del pueblo bajo andaluz.
...La pieza es para desternillar de risa al mismo Heráclito, y los caracteres y
el lenguaje de Pepe Tremendas y Curro Belones nada dejan de desear. Sus
modismos y exageraciones retratan exactamente el tipo andaluz:

Yo soy Curro Belones


Hijo de Coní...

Yo tengo calesa y coche


Ande quiera jago ruío
Y en sonando mis chasquíos
Que sea e día que sea e noche...

En yebando una mujé


De viaje en mi calesa
Me tocan un almiré
En mitá de la cabeza
Y entonces ¡riá Pulinaria,
Riá Tordillo, Boticaria!
Rómpeme las piedras duras
Y van esas jerrauras
Encendiendo luminarias...

Y van roando las rueas


Jasta por las azoteas
Tiemblan puertas y cristales
Y baicones y canales
Y er puente y er arrecife
Y hasta er pico e Tenerife.
Con que vamos cuerpo endino
Que me jundo y me esatino
Arrímeme usté candela
Y verasté por er camino
A la flor de la canela.67

67 Ibidem, 28 de octubre de 1846.

251
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

...Y “el autor fue llamado a escena en los dos entreactos”: ¡Bravo!
¡Bravísimo! ¡Qué bravaridad! A raudales el postín en estos bien medidos
versos a compás. O tambores y guitarras aportando subterráneo son a las
palabras, los ecos y los movimientos...
Estando la mar por medio, entonces más inmensa aún, más ajenas las
vidas y mucho más lejanos los malecones, como procelosas y largas las tra-
vesías... pareció como si no hubiese distancia alguna y la plaza de San Juan
de Dios o la Macarena o el Perchel de las Andalucías estuvieran apenas a
unas cuadras del barrio habanero de Jesús María.68

68 “El Barrio de Jesús María. Después de haber salido la loa la víspera para anunciar la fies-
ta de la Santísima Virgen de la Pastora, y la carrera que debía seguir la procesión, en cuyo anuncio se
gastaron muchos y variados fuegos artificiales; se verificó ayer la fiesta con gran solemnidad. Un gen-
tío inmenso ocupaba por la tarde las calles del barrio: la procesión salió de las cuatro a las cinco, y entró
cerca de las ocho en la iglesia...
Por la noche hubo tres grandes bailes que fueron muy concurridos, y en que los aficionados se
divirtieron a placer. También por la tarde hubo muchos bailes de la gente de color, en los cuales el bulli-
cio tamboril animaba las alegres danzas africanas” (Diario de la Marina, 23 de diciembre de 1845).

“Barrio de mucha algazara


Laberintos, borracheras
Músicas, danzas, desmanes
Juramentos, anatemas.
Gritos, risas, alboroques
Vicisitudes, torpezas
Engaños, zalamerías
Satisfacciones y ofensas
Barrio de Jesús María.
Hay en él noches nubladas
Y noches de luna llena
Las primeras misteriosas
Mas las segundas tan bellas.
Que anda el tiple por la calle
Y el guitarrillo en la reja
Las bandurrias en los patios
Y el tango en las azoteas.
Al son que le tocan bailan
Las blancas y las morenas
Las chinas y las mulatas
Las bonitas y las feas.
Allí se agitan las nalgas
Se columpian las caderas
Se contrapuntan los ojos
Las manos se transconejan...”
(Avisador del Comercio,
11 de julio de 1848)

252
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

Por el tiempo seguían las hermosas funciones y los honrosos y preci-


sos beneficios, como el de la Señora Doña Ventura Mur:

“Boleras y Jaleo Nuevo. Por las señoritas Pavía y Paz Dorado y los señores
Luis Pavía y Juan Gerada. La función acabará con el juguete cómico ¡Es la
Chachi! en la que la señora Mur se presentará a cantar dos canciones an-
daluzas, desempeñando el Sr. Ruiz el chistoso carácter de un señorito sevi-
llano.”69
“Jaleo Nuevo. Por la señorita Merced Pavía, nunca ejecutado en este teatro.
Manchegas a cuatro, por las señoritas Merced y Francisca y los señores Luis
y Francisco Pavía; y El Caballito de Cádiz, baile de jaleo andaluz que des-
empeñará con gracia la niña Pilar Pavía, de diez años de edad, acompañán-
dola los antedichos.”70
“Concluida la representación de La Flauta Mágica, Mmlle. Trabattoni y Mr.
Finard se presentaron a bailar Las Boleras de El Sevillano, lujosamente ves-
tidos de raso verde, encajes de oro y bordados de oro también. El público
recibió con un vivo aplauso a los artistas franceses que iban a bailar unas
boleras...”71
“Álbum Gaditano. En la librería del Diario de La Habana se han recibido
ejemplares del álbum gaditano, cuaderno compuesto de seis láminas perfec-
tamente litografiadas, las que representan varias escenas andaluzas gracio-
sas y naturales, resaltando las figuras y episodios. Estas láminas son muy lin-
das y el precio muy módico.”72
“Monísima estuvo la Sra. Tedesco en la tonadilla española El Presidiario y
nos ha hecho gozar mucho con su pronunciación medio italiana medio espa-
ñola, y sobre todo sus actitudes por querer remedar a una manola. La Sra.
Tedesco va haciendo muchos progresos en ese género que explota con ahín-
co para agradar a un público benévolo y reconocido; y si prosigue cultiván-
dolo llegará a obtener mucho prestigio y tal vez cambie de domicilio y natu-
ralización entre las gitanas, manolas y andaluzas, como lo obtuvo por sus
talentos y estudios una famosa artista extranjera que reside en Madrid. En lo
que fue más aplaudida la bella y simpática Fortunata ha sido en las coplas del
Trípili Trápala al final de la tonadilla. Si no nos es infiel la memoria, una de
ellas decía:

69 La Prensa, 5 de enero de 1847.


70 Ibidem, 12 de enero de 1847.
71 Ibidem, 5 de febrero de 1847 [Gran Teatro de Tacón].
72 Ibidem, 31 de agosto de 1847.

253
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

Las muchachas de La Habana


Son pimpollos muy salados,
No es extraño que los hombres
Sean tan enamorados.”73

“SOCIEDAD HABANERA....Pa la gente de la tierra e Dioz y la gente crua


dedico esta última parte: Un diálogo andaluz en traje de maja, y con una
rica moña y peineta tercia, y con todo el salero de una verdadera andaluza
cantaré la graciosa canción de La Colasa, y si se presenta algún gachón a
jalearme, tenga entendido que si no es de mi gusto sabré pintarle un jabeque
y limpiarle los pelos e la cara, pues pa toíto voy dispuesta. Rita Leonarda.”74
“La aplaudida bolera Doña María de la Paz Dorado se presentó vestida de
maja con mucho gusto a bailar El Jaleo de Jerez que lo efectuó con muchí-
sima sandunga y remucha caliá. ¡Bien salero! El público la aplaudió con
entusiasmo y con justicia.”75
“Beneficio de la Señora Cañete. Hemos sabido con sumo placer que la sim-
pática Mariquita ha allanado diligentemente los obstáculos que se oponían a
la representación de la chistosísima pieza andaluza En toas partes cuecen
habas y que nos la ofrecerá para final en la noche de su beneficio. La zalaí-
zima Cañete en el carácter de andaluza, el queridísimo Mata representando
a un picador mucho menos feo que Marín, el amigo Barrera, actor de grueso
calibre haciéndonos a Mr. Pitters, inglés de tomo y lomo, y asaz torero de
caliá, y el ínclito Ruiz, alias Comegente, erramando zalero en las tablas, no
podrán menos de atraer esa noche una concurrencia extraordinaria al Gran
Teatro de Tacón”.76

Tenga en cuenta el lector que estas retahílas de noticias superpuestas,


son mínima de la mínima parte de lo publicado cuando fueron actualidad,
o sea brevísima antología de lo que sucedió y fue difundido. Por todos los
meses de temporada y por todos los años, y más aún por el medio siglo XIX
en el que andamos indagando huellas; la profusión de informaciones acer-
ca de estas zandunguerías fue asaz extraordinaria, más que suficiente para
señalar un estado de pasión general o encantamiento en que se hallaba el
ilustrado público habanero, ensimismado con aquellas chistosísimas com-

73 Avisador del Comercio, 21 de enero de 1848 [Gran Teatro de Tacón].


74 Ibidem, 13 de julio de 1848.
75 Ibidem, 15 de septiembre de 1848 [Teatro del Paraíso].
76 Ibidem, 25 de noviembre de 1848.

254
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

posiciones. Así fuese un mosaico de piezas engarzadas por la admiración y


el gusto de aquellas gentes. Una teoría de secuencias dichosas y brillantes
que entusiasmaban todo y encendían las candelas del contento alumbrado
¿cómo no? los beneficios:

“Beneficio de los esposos Piáttoli. Para el día 10 del presente se está prepa-
rando el beneficio de la simpática Marietta y el bailarín Sr. Piáttoli. La fun-
ción no puede ser más variada, lo que unido al buen concepto de que gozan
los beneficiados atraerá esa noche al Teatro del Circo una gran concurrencia.
He aquí el programa de la función:
1.º Sinfonía a toda orquesta de la ópera Los dos Fígaros.
2.º Los dos Pruchinelas, comedia nueva en dos actos, en estremo graciosa.
3.º El Olé, baile andaluz, por la Sra. Gozze.
4.º La Colasa, canción andaluza, por Doña Matilde Domínguez.
5.º El Zapateado de Cádiz con pandereta, por los beneficiados.
6.º La Tahona, tonadilla.
7.º Solo de violín: adagio, tema y variaciones de Beriot.
8.º Gran Septimino de los velos, baile verdaderamente precioso y nuevo.”77
“Beneficio de los Sres. Bottesini y Arditti. Para concluir la noche apareció en
escena el Sr. Marini a cantar Los Toros del Puerto, canción del Sr. González
Bravo; pero no el Marini de las óperas serias o bufas, sino un verdadero hom-
bre e la tierra e Dió, alto, grueso,cruo, capá e tragarse a las mare con sus
islas, patillita negra, cortada y corta, pañuelo a la cabeza, sombrero cala-
ñés, faja a la cintura, corbata tirada y el chaquetón en el brazo. Un verda-
dero marinero, gaditano local. Cantó y no se diría sino que era hijo del famo-
so Manolito Gázquez, que en paz descanse, y aquí fue ella de risas, de
aplausos y de bravos, porque pronunció y accionó perfectamente, con ver-
dad, con propiedad, con naturalidad. Cuando concluyó se le aplaudió unáni-
memente, se pidió otra y se le llamó hasta tres veces delante del telón para
aplaudirlo. El Sr. Marini ha cantado Los Toros del Puerto poco menos como
los hubiera cantado un andaluz que fuera tan artista como él es.”78

En verdad sensacional, álgido y precioso. Superlativo. Incluso tal vez


exagerado, pero evidente, cierto. Expansivo. Componían músicos y poetas
hijos de Cuba según la norma andaluza, tan lejana y tan próxima, y hasta
las “primas-donnas” venidas de ultramar hacían lo propio, así se estuviese

77 Ibidem, 3 de enero de 1849.


78 La Prensa, 31 de enero de 1849.

255
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

o estuviera en un estado de contagio generalizado por la fiebre del encan-


to, en el pentagrama de las delicadas hermosuras y exquisitas zalamerías:

“LA SEÑORA PASSI. Esta primma donna que perteneció a la última compa-
ñía lírica, está acabando de componer un cuaderno filarmónico, que conten-
drá danzas cubanas y canciones nacionales.”79
“Nuevas Canciones. La colección de canciones compuesta por la estudiosa
Sra. Pasi, verá pronto la luz pública, lujosamente litografiada. Éstos son sus
títulos: La Resaláa, dedicada a las habaneras. Suspiros de amor, dedicada a
las señoritas socias del Liceo. El Pescador, dedicado a las bellas de Yumuri.
El Playero, escrito para el Sr. Benaventano y cantado en la noche de su bene-
ficio en el Gran Teatro de Tacón. La Piedad, canción seria. El Paje de Doña
Blanca, letra del Sr. Casanova. La Lolita, deliciosa danza cubana, dedicada a
una hermosa Lolita, digna de tal obsequio.”80
“Salón Escauriza. Baile....también tocaron la nueva danza que acaba de
componer la apreciable prima donna Sra. Doña Amalia Passi, titulada La
Lolita, y dedicada a una hermosa gaditana. Cuando la arrogante andaluza
oiga tocar esta fina dedicatoria, consagrará sin duda un grato recuerdo a los
aires de su patria, que tanta afinidad tienen con los de Cuba.”81

Efecto de comunicación tan ostensible desbordaba cauces. Más allá


de teatros y salones, “la calentura andaluza” se extendía por doquier, des-
de lo más próximo en la fiesta de los toros, hasta las artes plásticas; y hubo
pintores que se inspiraron en aquellos “cuadros de costumbres” para con-
cebir los suyos propios, a la moda:

“¡¡TOROS!! Esta tarde habrá una gran corrida de toros en la plaza de Regla.
Según nos han informado, los toros son buenos, la cuadrilla también, hay
mucho embullo y no faltarán espectadores a ella. En el anuncio leímos:
Que venga el pueblo habanero
A ver nuestra valentía
Y la zal de Andalucía
Derramada en un torero...”82

79 Avisador del Comercio, 16 de marzo de 1849.


80 Ibidem, 5 de abril de 1849.
81 Ibidem, 15 de mayo de 1849.
82 Ibidem, 29 de julio de 1849.

256
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

“Un bello cuadro. El estimable joven Sr. Clairac está pintando en la actuali-
dad un precioso cuadro de costumbres andaluzas que representa una escena
de La Feria de Mairena, linda composición poética del Sr. Rodríguez Rubí,
que tanta popularidad goza. En el cuadro del Sr. Clairac figura en primer tér-
mino un gitano chalán vendiendo el famoso jaco a un francés comerciante de
cachivaches con blusa y gorra de fuelle, formando completo contraste con la
gracia natural del vendedor de caballos.”83

Verla ahí: la gracia. La gracia natural. El don. La puerta de la vida y


del placer. El paraíso verdaderamente terrenal. La gloria. La luz. El tiempo
de la fiesta. Iban y venían las emociones, los conocimientos y las aventu-
ras, dominios y conquistas; como estas dos, ¡y últimas! que ahora siguen,
extensas y maravillosas, indispensables para señalar en la memoria común
historias de mágica certeza:

“BUENA NOTICIA TEATRAL. Recorriendo los periódicos de la Corte que


últimamente hemos recibido, hallamos en el titulado El Clamor el siguiente
parrafillo que creemos ha de ser leído con mucho gusto por cuantos entre
nosotros aman el teatro nacional. Dice así El Clamor:
“La Vargas y Dardalla. Parece indudable que se han hecho proposiciones a
la Sra. Vargas y al Sr. Dardalla por un comisionado del Teatro de La Habana
y que aquellos artistas las han aceptado; por lo tanto si no ocurre ningún inci-
dente que altere lo convenido, es muy de temer que los asistentes al teatro de
la calle de las Urosas, tengan que renunciar muy pronto a las ilusiones del
Polo del Contrabandista y a las gracias gitanescas del Tío Macaco.”
Esto dice El Clamor y la misma noticia hallamos en el periódico titulado La
Época, que además nos da los siguientes apuntes biográficos de la célebre
bolera, hoy una de las tres más notables de la Península.
“La Vargas, que se ha hecho un nombre célebre entre las bailarinas españo-
las, nació en Cádiz en el año de 1828. A los once años de edad bailaba ya con
tal gracia y perfección que fue contratada para los teatros de Gibraltar y de
Algeciras, y al siguiente año la fama de sus alados pies la llevó a los teatros
de Cádiz y Sevilla, donde alternó dignamente con las primeras bailarinas.
Desde Cádiz, que había sido en aquel año el último punto de su residencia,
pasó a Santiago y a Vigo, y en 1843 fue ya contratada para el teatro de
Zaragoza. Pasó de aquí a Barcelona, donde se la ajustó de primera bailarina
en el Teatro Principal, dándose ya a conocer como artista de más aspiracio-

83 La Prensa, 12 de junio de 1849.

257
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

nes en los difíciles y conocidos bailes de la Mutta di Portici y de Roberto, en


que los aragoneses (sic) la aplaudieron con entusiasmo.
De Barcelona pasó La Vargas a Valencia, con el carácter de primera bailari-
na, y allí permaneció las dos temporadas de 1847 y 48. Por entonces llegó
también a aquel teatro la inolvidable Guy Stefan y La Vargas ocupó un lugar
distinguido cerca de ella, formando un vistoso contraste su gracejo y donai-
re para los bailes nacionales, con la delicadeza y sentimentalismo de la Guy.”
Hasta aquí los periódicos de Madrid que hemos citado. Nosotros debemos
añadir que nada se sospechaba en La Habana de semejante ajuste. Pero si son
ciertos, si efectivamente llegasen pronto entre nosotros la bolera Sra. Vargas
y el actor de carácter andaluz Sr. Dardalla, no podríamos menos de elogiar
el pensamiento de cualquiera que los hubiera mandado ajustar en Madrid
para trabajar en La Habana, porque ambos tendrían un éxito loco ante nues-
tro público.
La Sra. Vargas, joven, bonita, andaluza y llena de gracia, según la prensa
madrileña en general, es la rival de La Nena y de Petra Cámara, que compo-
nen la célebre trinidad que ha estado a pique de dar al traste con el juicio de
los madrileños alegres de cascos.
La Sra. Vargas es una notabilidad como bailarina, posee mil encantos reco-
nocidos por cuantos la han visto una sola vez; tiene un numeroso y rico equi-
paje y ha logrado llamar la atención del público madrileño, entusiasmándo-
le, lo que ya es en verdad un poco difícil y más tratándose de bailes
nacionales en que tanto y tan bueno se ha visto.
¿Cómo será pues recibida en La Habana la Pepita Vargas si se decide a pasar
el charco y aparece en nuestro Gran Teatro con toa su sal y salero y su ángel
y su retrechería andaluza, y sus guardapiés con encajes, y sus guiños y su
aire de taco?
¿Qué explosión no causaría entre tanto desdichado hijo de Adán, que se mue-
re de purísimo gusto ante el donaire andaluz y las vueltas, traspieses y revo-
leos de una macarena e Sevilla?
Respecto al Sr. Dardalla, sabido es que en la actualidad está respetado en
Madrid como primer actor, como el actor cómico para las piezas andaluzas,
por su gracia, por su naturalidad, por su rumbo, por su modo de manejar
aquel lenguaje todo malicia, exageración y salero.
Todos los autores de juguetes andaluces han escrito para el Sr. Dardalla, y él
solo ha sostenido el interés del público en el teatro, cuando se conocía que
estaba próximo a decaer. Por tanto, el éxito que un actor de carácter anda-
luz como el Sr. Dardalla consiguiera en La Habana, sería inmenso...”84

84 Ibidem, 10 de marzo de 1850.

258
HUELLAS DE LO ANDALUZ EN LA HABANA EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

“La Malibrán Negra. Hace algún tiempo que estamos leyendo en los perió-
dicos de Europa, las celebraciones que le dedican a la cantante que llaman la
Malibrán negra, habiendo excitado de tal modo la atención de los inteligen-
tes y del público todo, así en París como en Londres, que es el objeto de los
aplausos más entusiastas y de las más vehementes celebraciones.
Hasta ahora habíamos creído que semejante noticia era como otras muchas
que se dan, pero después que hemos visto que La Ilustración y La Prensa de
la primera capital, como otros periódicos muy acreditados de la segunda, se
han ocupado con demasiada formalidad de este asunto, ya no podemos dudar
de que existe en efecto esta notabilidad con más o menos mérito.
Suponiendo que el público gustará de saber pormenores sobre la cantatriz
negra, vamos a estampar las noticias que de ella da un periódico inglés.
“La llegada a la metrópoli —dice el diario a que nos hemos referido— de una
cantatriz negra cuyas disposiciones, según se dice son grandes, ha causado la
gran sensación en el mundo musical. El nombre de la nueva prima donna es
María Loreto Martínez de Moreno, y he aquí un bosquejo de su carrera:
Nació en La Habana, sus padres fueron negros libres, y su probidad y excelen-
te proceder, les granjearon la estimación de las principales familias de La
Habana, y muy particularmente del intendente Don Francisco de Aguilar,
quien gustó que la negrita fuese admitida en su familia, recibiendo en ella una
educación y moralidad muy esmeradas. Algunos años después, el Sr. Aguilar
recibió órdenes del gobierno para pasar a Málaga, y su familia, que sentía
mucho abandonar a su joven protegida, del mismo modo que lo sentían los
padres, consiguieron el llevarla, pues éstos no querían causarle perjuicio para
lo sucesivo. Al fin María acompañó a Málaga a sus ilustres protectores.
Habiendo manifestado extraordinario gusto por la música y poseyendo una
voz en extremo agradable y de afinación perfecta, le pusieron los mejores
maestros; pero la familia de Aguilar se vio obligada a cambiar de residencia y
pasar a Sevilla. Aquí no sólo se le proporcionó el medio de aumentar sus
conocimientos en el arte musical, oyendo a los mejores cantantes de España,
sino de aprender aquellas melodías nacionales tan picantes por su cadencia,
tan graciosas en su estructura y tan enérgicas por el estilo, que las hacen ser
las más populares de las canciones nacionales. Después de algunos años se
casó María con Don Mariano Moreno, capitán del regimiento de San
Fernando, y apenas transcurrido uno, la muerte de su protector y el haberse
comprometido su esposo en los asuntos políticos, le obligaron a emigrar,
viéndose por tal motivo reducida a la mayor miseria. Pero María sufrió sus
desgracias con heroísmo y la música de Andalucía era su único recurso...”85

85 Faro Industrial de La Habana, 18 de agosto de 1850.

259
JOSÉ LUIS ORTIZ NUEVO

Ahí queó. Se verificaron huellas. Testigos pasándose de año en año,


de mano en mano, de voz en voz, de aplauso en aplauso, de baile en baile,
de teatro en teatro... las señas y las reglas y las habilidades de lo andaluz
vivo en los escenarios de La Habana.86
Habían establecido un objeto de moda perdurable, un estado de comu-
nicación y cercanía imbricando ancestros con invenciones, una vehemente
adicción a la gracia y sus efectos, un modo de estar en sociedad y una gra-
ta costumbre...
Hasta hace bien poco apenas nada sabíamos de esta fascinante aven-
tura que fue en el tiempo. Ahora sí. Ahora la reconocemos y nos acompa-
ña. Guía pasos de conocimiento. Alumbra certezas y abre dudas. Enseña.
Descubre. Bienvenida sea.

86 Como es de suponer, la aventura continuó por los años siguientes y todavía perdura.

260
Cuba en la música española y andaluza

Faustino Núñez

Desde Italia vine a España


y de España a Cuba fui.
¿y aprendió usted un tanguito?
Diga usted que lo aprendí 1

Durante varios años he podido publicar abundante material acerca del


impacto del Nuevo Mundo en la música europea, en la española y, particu-
larmente, en la música andaluza. Repasando todo lo escrito hasta la fecha,
a quince años vista desde que me comenzara a rondar en la cabeza el tema
de “la vuelta”, mi buen amigo el músico Raúl Rodríguez me propone par-
ticipar en esta edición auspiciada por la Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía y la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, y promovida por la Asociación “La
otra Andalucía”. Acepto gustoso de nuevo el reto, aunque ante la premura
he preferido repasar las casi trescientas páginas publicadas hasta el
momento para extraer las ideas que me parecen más relevantes sobre las
relaciones entre lo cubano y lo español en cuanto a la música, razonadas
desde una perspectiva atlántica de la historia y con el objetivo dirigido
hacia el tango, el flamenco, reconstruyendo en lo posible lo que ocurrió en
las músicas de Europa, España y Andalucía a partir de 1493, al tener que
incluir el continente americano en su universo mental.
Entre las publicaciones destacan La música entre Cuba y España, un
libro editado por Fundación Autor en 1998, en el que escribí una parte, la
dedicada a la vuelta, las huellas de la música de Cuba y de lo cubano en
la música española. Al tratarse de cientos y miles de idas y vueltas, el tra-

1 El Gorro Frigio, sainete en un acto; libreto de Félix Limendux Gallego, música de Manuel
Nieto, estreno en el Teatro Eslava de Madrid, octubre de 1888.

261
FAUSTINO NÚÑEZ

bajo no hizo más que consignar algunos datos de los muchos que pululan
por la musicografía universal. María Teresa Linares escribió la ida, muy
recomendable, donde traza un panorama amplio y claro de los procesos
más destacables que dieron lugar a lo que hoy conocemos como música
cubana, haciendo especial hincapié en su ascendiente hispano. La vuelta,
mi parte, no dejó de ser un compendio de ideas larvadas durante una
década sobre la repercusión del viaje de Colón en la cultura musical del
viejo continente. Nunca lo recomiendo, sólo la parte de María Teresa y el
prólogo.
Al año siguiente la Diputación de Sevilla publicó un libro que escribí
con el poeta José Luis Ortiz Nuevo: La rabia del placer, el origen cubano
del tango y su desembarco en España, 1823-1923. Después de revisar
durante años las hemerotecas de Sevilla y La Habana, Ortiz Nuevo me invi-
tó a comentar sus hallazgos desde un punto de vista musicológico. De esas
“notas al pie” he extraído las que pueden tener interés para este compendio
de ideas.
De todo lo escrito hasta el momento he recogido las reflexiones más
destacables ordenándolas según los siguientes apartados:
— La Historia cien veces repetida: aquí recojo algunas teorías sobre la
repercusión que tuvo en Europa la noticia del descubrimiento, de
cómo impactó en la sociedad medieval, impulsándola hacia la Edad
Moderna.
— De idas y vueltas: las relaciones entre la Antilla Mayor y la metrópo-
li española con el surgimiento de un idioma musical común.
— Tangos: Origen y desembarco del tango en España. De cómo un
patrón rítmico como el de habanera o tango tiene validez general,
carácter universal.
— Cuba en el arte flamenco: lo cubano en la estética musical del cante,
toque y baile flamencos, con especial atención a los tangos flamencos,
el tanguillo de Cádiz, las guajiras flamencas y los diferentes rumbos
de la rumba.
En estos cuatro capítulos iré desgranando lo que para mí han sido ya
muchos años de insistencia en unas ideas que, por lo visto, a la musicolo-
gía española no le interesan lo más mínimo. O eso parece por el caso que
me vienen haciendo. Qué lle vamos a facer. Vayamos con la chicha, que el
tema tiene, vaya si tiene, y limoná.

262
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

LA HISTORIA CIEN VECES REPETIDA

Al acabar mis estudios de musicología en Viena me trasladé a Cuba,


aunque antes hice un alto en el Congreso de Música Ibérica que se cele-
braba en Lisboa (1989). Aquel encuentro se convirtió en mi presentación a
la musicología española. El título de la comunicación que presenté era
“Cádiz y La Habana como puertos de transculturación”. Gustó mucho la
intervención. Hasta que un paisano mío, colega musicólogo, sacó la arti-
llería preguntando al poco antes entusiasmado público, todos colegas,
cómo se permitía decir estas cosas en un congreso de musicología, sin
datos, sin pruebas. Yo me limitaba a poner sobre la mesa una hipótesis que
si bien no estaba muy documentada, se asentaba sobre una perspectiva que
no era la primera vez que se ponía sobre la mesa. Otra colega me animaba
a no seguir estudiando los cantes de ida y vuelta, ¡pa qué! Un desastre vaya.
Ya en la capital de Cuba, José Amer, por entonces director de la revis-
ta La Clave, me publicó en 1991 un artículo en la revista habanera con un
título que tomé prestado del sabio Domínguez Ortiz, quien en el prólogo a
las actas del congreso Andalucía y América en el siglo XVI se expresaba
con la metáfora “El retorno del boomerang” para referirse a los influjos
económicos, socio-políticos y culturales que retornaron de América hacia
Europa desde los primeros años de la colonización. Sorprendería conside-
rablemente estimar hasta qué punto influyó América en la cultura europea,
y no me refiero a todas las corrientes americanas que invaden el viejo con-
tinente a partir de finales del siglo XIX. Me pregunto por los elementos cul-
turales que aportó el Nuevo Mundo a la configuración definitiva del fol-
klore español (por ejemplo) o a los elementos básicos de la cultura musical
barroca en Europa, como apunta el musicólogo noruego Ola Kai Ledang.
El artículo de Ledang me lo proporcionó mi colega cubano Rolando Pérez
y en él el escandinavo sostiene que los tambores afroamericanos tuvieron
poderoso influjo en el nacimiento del bajo ostinato desde el siglo XVI, uno
de los resortes de la música moderna a partir del 1530.
Poco más tarde, la revista Scherzo, con motivo del Quinto Centenario,
me invitó a escribir en su dossier. Allí me bajé un artículo de diez páginas
donde ya esgrimía las principales hipótesis que sujetaban mi investigación.
Buena parte de aquel artículo lo introduje en el libro La música entre Cuba
y España, en cuyo prólogo apunté un dato muy sugerente: a partir del
encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo el hecho más relevante fue la

263
FAUSTINO NÚÑEZ

transformación que afectó tanto al continente americano, aquella enorme


porción de tierra ignota a los europeos hasta 1492, como a la propia
Europa, que vio cómo su horizonte, geográfico y mental, se ampliaba como
no lo hacía desde mil años atrás. Stefan Zweig en su libro sobre Americo
Vespucio resume el hecho con meridiana claridad: “En una sola década se
ha descubierto más que antes en un milenio”.2
Ya en Madrid me enteré de que una universidad estadounidense, en
Providence, la John Carter Brown, posee un departamento dedicado al
estudio de la repercusión del Nuevo Mundo en el Viejo, nada menos. En
1994 estuve a punto de conseguir una de sus becas, pero la musicología no
encajaba en una universidad centrada en la geografía y otras disciplinas
más respetadas. De todas formas, la afirmación de entonces sigue en pie:
aunque la presencia de lo europeo en América ha sido analizada en nume-
rosos ensayos, la perspectiva colonial de la historia del Viejo Continente no
ha corrido la misma suerte.
La verdad es que el europeo nunca ha aceptado de buen grado el sen-
tirse influido por una cultura aparentemente “inferior”: hoy en día aún nos
cuesta, a los nacidos en el viejo continente, aceptar la influencia america-
na en nuestra cultura, esto es debido en gran parte al carácter eurocentrista
que domina la conciencia de Europa. Entre los numerosos ejemplos que
ilustran este hecho, traemos unos versos de Bartolomé de Argensola, quien
en su obra Contra los vicios de la corte escribió ya a principios del
siglo XVII:

“...haz que en tus aposentos no consienta un paje disoluto


ni allá suene canción de las que el vulgo vil frecuenta
canción que de Indias con el oro viene
como él a afeminarnos y perdernos
y con lasciva cláusula entretiene”.

Resumen claro de una forma de ver el problema. Otro ejemplo, escri-


to más de dos siglos después, es muy ilustrativo a este respecto. Lo escri-
bió Serafín Estébanez Calderón “El Solitario”, en 1847, en referencia a las
melodías, armonías, ritmos y géneros de procedencia ultramarina: “En
vano es que de las Indias lleguen a Cádiz nuevos cantares y bailes de dis-
tinta aunque siempre sabrosa y lasciva prosapia; jamás se aclimatan si

2 Zweig, Stefan: Americo Vespucio, Barcelona, 1983, pág. 41.

264
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

antes, pasando por Sevilla, no dejan en vil sedimento lo demasiado torpe y


lo muy fastidioso y monótono a fuerza de ser exagerado”. En otro momen-
to insiste en que “los de alcurnia americana se revelan por su mayor des-
envoltura, como provenientes del pueblo en que el pudor tenía pocas o nin-
gunas leyes”.3
Con esto y todo, tendremos en cuenta que para el europeo del siglo
XVI, no es preciso tener un contacto físico con América para estar influi-
do por ella. Sólo la idea, el ser consciente de que más allá del Finisterre
existe un nuevo continente, después de varios milenios de encontrarse en el
umbral de poniente, provoca en él una reacción y su capacidad creativa se
transforma; tal y como cambió el destino del hombre a raíz del descubri-
miento colombino.
La presencia de América en la cultura española, y en general en la
cultura europea, tiene diversas vías a través de las cuales los distintos ele-
mentos de origen indiano se han ido “introduciendo” en la vieja cultura
europea. José Luis Abellán se refiere en su libro La idea de América,4 al
relevante significado que posee América en la historia de las ideas. Por
una parte, el descubrimiento (encuentro) representó el derrumbamiento de
toda la concepción tripartita del mundo, donde los datos geográficos, el
sistema teológico y las ideas religiosas formaban una unidad indisoluble.
América como lugar propicio para ensayar ideas y utopías, se convierte, a
ojos del europeo, en lugar novedoso y exótico. En lugar idóneo para la
reinterpretación de las reglas de la metrópoli. Para el colono se convierte
a su vez en un lugar liberador, debido al enorme pasado histórico que pesa
sobre los habitantes de Europa. América es tierra de posibilidades, de
libertad. Todo lo que viene del Nuevo Mundo se convierte en novedoso y
atractivo.
Otro de los impulsores de la idea de “la vuelta” es el hispanista inglés
John H. Elliott. Cito su libro El Viejo Mundo y el Nuevo, 1492-1600, don-
de concluye: “el descubrimiento puso en duda un buen número de prejui-
cios europeos sobre la geografía, la historia y la naturaleza del hombre. La
inocencia, la fertilidad y la abundancia, cualidades por las que suspiraba la
Europa del Renacimiento y que parecían tan inasequibles, hicieron su apa-
rición en los informes de Colón y de Vespucio.”5

3 Estébanez Calderón, Serafín: Escenas andaluzas, Madrid, 1846.


4 Abellán, José Luis: La idea de América, Madrid, 1972.
5 Elliott, J.H.: El Viejo Mundo y el Nuevo, 1492-1600, Madrid, 1972, pág. 39.

265
FAUSTINO NÚÑEZ

Por aquel entonces también se produce una auténtica explosión del


sistema capitalista, y por eso “la vuelta” tendrá una importancia vital. Este
regreso se encuentra magistralmente expresado en unos versos de
Quevedo, escritos con su genial lucidez:
“Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
es Don Dinero.”6

Los protagonistas

La música que llevaron los colonos al área del Caribe, comienza con
la que iba unida al romancero. En este proceso de transculturación, la mari-
nería de las carabelas y galeones que iban a América juega igualmente un
papel primordial, ya que después de sedimentar sus costumbres durante
unos meses, regresaban enriquecidos con nuevas joyas del folklore hispa-
no de allende el mar. En esta época el predominio del romancero era enor-
me en la península, lo que hace suponer que la influencia de éste fue nota-
ble en los primeros años de la colonia. Y de la misma forma el romancero
regresará transformado de nuevo a España.
En ese viaje constante de ida y vuelta muchos elementos musicales
de probado origen indiano se integraron en la cultura musical europea,
haciéndolos suyos ya desde los siglos XVI y XVII. Recordemos la zara-
banda o la chacona, danzas de procedencia hispanoamericana y funda-
mentales en la configuración de la música andaluza de la Edad Moderna.
Así mismo podemos mencionar al zarambeque, el paracumbé, el jopeo, el
zerengue y un largo número de danzas de claro antecedente africano y
afroamericano de las que tenemos numerosas referencias sobre todo en las
obras del teatro español entre los siglos XVI a XIX.7 Estas danzas fueron

6 Quevedo, Francisco de: Letrillas satíricas, Obras Completas, Tomo II, Madrid, 1943.
7 Consultar el documentadísimo trabajo de Cotarello i Mori: Colección de entremeses, loas,
bailes, jácaras y mojigangas desde fines del siglo XVI a mediados del XVIII, Madrid, 1911; así como
Subirá, José: La tonadilla escénica, 4 vols., Madrid, 1928-1932.

266
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

siempre bien recibidas por el pueblo llano, que se divertía con los su-
gestivos contoneos, meneos y zarandeos que implicaba el sincopado ritmo
de los tambores mulatos, primero en los barrios de La Habana y Santiago
de Cuba, Lima, o México y Veracruz, y poco más tarde adaptados a los
gustos, más o menos refinados, de las principales capitales españolas y
europeas.
El proceso de estilización que sufrió el lenguaje musical del pueblo
fue uno de los principios fundamentales sobre los que se edificó el barroco
musical europeo. Si la zarabanda fue danza americana de voluptuosos
movimientos y lascivos ademanes, no tardó en penetrar en las cortes euro-
peas hasta llegar a formar parte (su bajo fundamental) de la suite del barro-
co tardío, presente en las más apreciadas partituras de Bach, cumbre del
barroco europeo.
Ya bien entrado el siglo XVIII la marinería y las compañías tonadi-
lleras y de Zarzuela que viajaban a las colonias ultramarinas fueron las que
con más frecuencia propiciaron la integración de elementos de origen ame-
ricano en la cultura musical española. A todos éstos se les unen también los
soldados de las guerras de independencia y por último aquéllos que, des-
pués de hacer fortuna, regresaban a su tierra natal: los indianos. Pero no
todos regresaban de América con el oro y plata apetecidos, ya que los más
regresaban o bien huyendo de una epidemia o del desencanto de no haber-
se enriquecido. De lo que no cabe duda es que, enriquecidos materialmen-
te o no, volvían de América con melodías, giros melódicos, patrones métri-
cos, células rítmicas, giros armónicos, matices tímbricos, macro y
microestructuras formales, diversas técnicas instrumentales, elementos
coreográficos, pasos y danzas americanos y un larguísimo etcétera de ele-
mentos que introdujeron (o por lo menos mostraron) en sus pueblos o ciu-
dades de origen.
Muchos de los tonos, cantos, toques y bailes que se hacen en Cuba tie-
nen mucho que ver con la música del siglo XVIII español, el siglo en el que
viajan a Cuba infinidad de seguidillas, coplas, tiranas y fandangos que iban
incluidos en la tonadilla. La tonadilla, de las que se conservan más de dos
mil en la Biblioteca de Conde Duque, interviene en el desarrollo de las
colonias de forma decisiva y será una de las principales portadoras de ele-
mentos tanto hacia como desde Cuba. Sabemos por Victoria Eli, musicólo-
ga cubana, que entre l790 y 1832 se pusieron en los escenarios de La
Habana más de doscientas tonadillas de Blas de Laserna, Esteve, Misón,

267
FAUSTINO NÚÑEZ

Rosales, Guerrero, La Riba, Pablo del Moral y otros.8 Este auge del teatro
musical español en Cuba es, a su vez, la fértil semilla que provoca más tar-
de el nacimiento del teatro bufo cubano, cuya música, a su vez, tanto vino
a aportar a la música popular española del siglo XX.
Arcadio Larrea lo confirma cuando dice que “los cómicos, gremio
popularísimo en la España del XVIII y XIX, fueron también singulares
portadores de canciones españolas a América y de canciones americanas a
España”;9 teniendo en cuenta que las compañías de teatro musical español
viajaban además varias veces durante largos periodos de tiempo, no es difí-
cil imaginar la cantidad de elementos americanos que traían consigo de
vuelta.
Ésta es la historia cien veces repetida. Pero vayamos a lo concreto.
Cómo nació una música propiamente cubana y cuándo desembarcó en
España.

DE IDAS Y VUELTAS

Entre Cuba y España, entre España y Cuba siempre existió un cordón


umbilical que, ya desde los primeros años de la conquista/colonización del
Nuevo Mundo, sirvió para transmitir, en breves espacios de tiempo, todo lo
que, culturalmente hablando, se venía gestando a ambas orillas del mar
océano. Así comienza el prólogo del libro La música entre Cuba y España.
De entre todos los factores que procuraron la íntima comunicación de ide-
as y utopías que tuvo lugar entre España y Cuba hay que destacar el hecho
de que la corona española, después de varios intentos fallidos experimen-
tados en otras plazas del Nuevo Mundo, decida otorgar a la ciudad de San
Cristóbal de La Habana el rango de puerto principal, donde deberá reunir-
se la flota para regresar a Sevilla y/o Cádiz. La Habana será pues, según
palabras del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, “pieza funda-
mental del complejo militar-marinero entre España y América”.10 Los bar-
cos zarpan desde Sevilla o desde Cádiz con rumbo a América y, como es
8 Eli, Victoria y Gómez, Zóila: “Cuba, Diccionario Enciclopédico de la Música Española e
Hispanoamericana” (en prensa).
9 Larrea Palacín, Arcadio: Actas de los “Encuentros sobre las relaciones entre la música his-
panoamericana y el Flamenco”, Madrid, 1972.
10 Imprescindible para comprender los procesos que aquí vamos a analizar es el libro de
Manuel Moreno Fraginals: Cuba-España, España-Cuba, una historia común, Madrid, 1996.

268
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

natural, aunque a veces lo olvidemos, regresan a España, una vez reunida


la flota en La Habana. Sevilla se convierte pues en “puerto y puerta de
Indias”, según el calificativo de Lope de Vega.11
La singular pigmentación que sufrió la cultura musical española tras
el continuo contacto con su colonia predilecta, fue fruto de la experiencia
de caminar juntas para hacer posible el nacimiento de una cultura criolla,
mestiza y mulata en Cuba, y configurar buena parte de la música hoy más
andaluza. No podemos limitar las influencias a simples deducciones como
que los españoles pusieron la guitarra, los africanos el tambor y de esa
fusión nace la música cubana. O pensar que sólo a partir de finales del siglo
XIX España comienza a recibir cantos y toques de origen cubano para inte-
grarlos en su repertorio. Como es el caso de los cantes de Ida y Vuelta.

Cubanos

Trazando un panorama del conglomerado étnico del que es producto


el cubano, hay que decir que al desembarcar en las costas de Cuba, los
españoles se topan con tribus que, en general, viven de la agricultura y la
pesca. Siboneyes, taínos, mayaríes, araucos, en sus bohíos y caneyes,
comiendo yuca, boniato, malanga y batata, fumando tabaco, bailando y
cantando al ritmo de un areito;12 todos ellos conforman el estrato más pro-
fundo de la cultura cubana.
Existe una cierta inclinación por parte de la musicología y la etnogra-
fía en general, a referirse a España como una unidad cultural. Sin embar-
go, había que dejar claro que “los primeros españoles que pueblan la isla
de Cuba son a su vez un polícromo conglomerado de etnias producto de la
mezcla que tuvo lugar entre las numerosas culturas que poblaron preferen-
temente el sur de la Península Ibérica hasta el siglo XVI: desde la lejana
cultura celtibérica, pasando por tartesos hasta los fenicios, cartagineses,
romanos, visigodos y árabes, judíos, germanos, flamencos, italianos y los
diferentes asentamientos gitanos que se producen a partir de mediado el

11 A partir del siglo XVIII la Casa de Contratación pasa a Cádiz por lo que esta ciudad por-
tuaria de Andalucía occidental se convierte en la protagonista de la empresa indiana.
12 El Areito fue el género musical y danzario principal de los indígenas que poblaban la isla
de Cuba durante los primeros años de la conquista según se desprende de los escritos de Fernando Ortiz
o Alejo Carpentier, entre otros.

269
FAUSTINO NÚÑEZ

siglo XV. En los siglos XVII y XVIII serán los andaluces de nuevo los pro-
tagonistas de las olas de emigración para dejar, ya en los siglos XIX y XX,
el lugar a gallegos y asturianos. No es difícil imaginar, ante una mixtura de
esa categoría de la población española, los resultados culturales que de tal
se fueron desprendiendo. Todos ellos contribuyen a formar el microcosmos
étnico que se traslada al Nuevo Mundo para allí mezclarse de nuevo con el
indígena y el africano.
Para la música, obviamente, es fundamental la aportación que propor-
cionaron las diversas culturas de origen africano que fueron paulatinamen-
te llegando por la fuerza a las colonias americanas. Así mismo los africa-
nos que llegaron en diferentes tandas a integrarse a la cada vez más variada
cultura cubana, provenían también de diferentes regiones de África. Sin
olvidar a los primeros negro-africanos que llegaron a América, que eran en
su mayoría andaluces, criados en Sevilla y en la baja Andalucía de los
siglos XIV, XV y XVI.13
La esclavitud en Cuba tiene tintes muy particulares con respecto al
resto de las colonias hispanas en el Nuevo Mundo. Su situación geopolíti-
ca propició un singular proceso en lo que a la trata se refiere. Muchos de
los africanos llevados a la isla serían, por una parte, procedentes de España,
de Andalucía, los famosos negros curros, y por otra no debemos olvidar
que La Habana era también un punto intermedio entre la Metrópoli y Tierra
Firme, el continente, lo que provocaba que muchos esclavos se mantenían
en Cuba para ser enviados más tarde al resto de los países del entorno. En
Cuba la historiografía ha diferenciado entre negros bozales, los nacidos en
África, y los negros criollos, nacidos ya en Cuba, a estos añadiremos los
citados negros curros, nacidos en España o traídos desde España. Entre
1517 y 1880 se ha calculado que el número total de africanos que fueron
transplantados a Cuba fue de 830.000 (de un total de más de once millones
llevados a América en casi cuatrocientos años), procedentes de muy dife-
rentes zonas geográficas, aunque parece dominar el elemento yoruba pro-
cedente de los países del Golfo de Guinea y los congos.
Con la abolición de la esclavitud en la segunda mitad del siglo XIX el
esclavo pasa a formar parte de la sociedad civil, obteniendo sus derechos y

13 Existe un libro de Fernando Ortiz titulado Los Negros Curros, documentadísimo estudio
sobre los negros andaluces que llegan a América (La Habana, 1986). Recomendamos también la lectu-
ra del libro de Alfonso Franco Silva: La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media,
Sevilla, 1979.

270
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

aceptando sus obligaciones como ciudadano, adaptando su forma de vida a


la naciente y cada vez más poderosa e independiente sociedad criolla. Por
todo ello la presencia de África en la música española, vía Cuba, es enor-
me y evidente en géneros como zarabandas, fandangos, tangos y rumbas, a
pesar de que no ha sido apenas observada por la musicología, pendiente
más de su propio ombligo y con la mirada puesta siempre en la vieja
Europa. Los bailes de negros en Cuba debieron estar en tiempos de la colo-
nia repletos de ombligadas, nalgadas y demás movimientos pélvicos que
sin duda sonrojaban los pálidos rostros de las autoridades españolas y a la
aristocracia criolla.
Moreno Fraginals afirmaba que “en una sociedad rica donde las
orquestas y en general los conjuntos de música popular estaban bien coti-
zados, los negros y mulatos prácticamente monopolizaron el oficio. En
esto, además, estaban ayudados por un cierto prejuicio. Ser aficionado a la
música era una muestra de espíritu selecto, de vocación artística; pero vivir
de la música, haciendo del arte un oficio para la diversión de los semejan-
tes, era una actividad degradante de acuerdo con las normas blancas de la
época. Por ello, todas las agrupaciones musicales que actuaron en Cuba,
hasta mediados de siglo, en fiestas particulares o de sociedad, estaban inte-
gradas por negros. Hacia 1847 se organizó una orquesta de blancos en La
Habana y se anunció en los periódicos y mediante hojas sueltas como una
extraordinaria novedad.”14 Otra referencia importante es la que proporcio-
na el censo de Santiago de Cuba de 1872, en donde encontramos que hay
298 músicos blancos y 618 negros. Esto sin contar, por supuesto, a todos
aquellos que trabajan en plantaciones u otros oficios y tienen también reco-
nocidas facultades para las artes musicales. Otro dato revelador se refiere a
la actividad musical en Cuba, que en 1769 celebraba 534 fiestas.
Completando un poco más el mapa cultural de la población cada vez
más mestiza de Cuba no podemos dejar de observar las migraciones trans-
curridas hacia finales del siglo XIX: chinos, indios, indios Yucatecos y,
por fin, como última oleada de peninsulares que entraron a formar parte
de la población de la isla, catalanes, asturianos y gallegos. Moreno
Fraginals recuerda que durante los años 1880 y 189415 el predominio
peninsular en la isla era notable, debido a la movilización de tropas duran-

14 Moreno Fraginals: Cuba/España..., pág. 180.


15 Ibidem. pág. 272.

271
FAUSTINO NÚÑEZ

te estos años. Este hecho explica que aún hoy haya tantos cubanos de
ascendencia española.16
Esta impresionante confluencia migratoria hacia Cuba de tan variadas
culturas, junto al hecho fundamental de la capitalidad habanera, provocan
el nacimiento de numerosos géneros musicales que, poco a poco, sirven
como señas de identidad, dando paso a un grado de conciencia nacional
que se extenderá por toda la isla y que provocará a finales del siglo XIX la
independencia para siempre de la metrópoli española.17 Géneros, instru-
mentos y agrupaciones musicales de singular índole dotarán a la cultura
musical cubana de una personalidad abrumadora, con un lenguaje de ele-
vado contenido de universalidad, lenguaje que traspasa las fronteras nacio-
nales para integrarse en las más variadas culturas musicales del mundo,
culturas que utilizan hoy lo cubano como propio.
La variedad cultural concentrada en la isla de Cuba, lugar de paso
principal de la empresa ultramarina emprendida por Europa en general y
por España en particular durante más de cuatro siglos, unida al afán de
construir una cultura universal promovida por la católica corona española,
procuraron los procesos idóneos para que se gestara uno de los pueblos más
abiertos y comunicativos del planeta: el cubano.

Instrumentos

La organología americana está también pendiente de revisión en su


relación con la peninsular y por supuesto la europea. Una tesis en este sen-
tido el doctorando podría titularla: “Aportaciones del Nuevo Mundo a la
organología y la técnica instrumental europea, siglos XVI al XX”. El fenó-
meno de la transculturación que tuvo lugar en el Atlántico afectó de forma
notable también a los instrumentos musicales, tanto españoles como afri-
canos, llegados a Cuba. Transformados en un proceso normal de evolución
técnica, se fueron adaptando a las necesidades expresivas de sus intérpre-

16 Realmente las migraciones de españoles a Cuba no cesaron durante las seis primeras déca-
das del siglo XX.
17 Aprovecho esta cita para recordar que no sólo en América florecieron las culturas musica-
les de carácter popular a finales del siglo XVIII y principios del XIX, lo mismo ocurrió en toda Europa,
donde los principales géneros musicales que hoy conocemos no adquirieron forma definitiva hasta esas
fechas.

272
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

tes. Debido al enorme mestizaje que sufrió la isla durante los primeros
siglos de la colonia, nacieron numerosos instrumentos que son hoy consi-
derados autóctonos de Cuba. Quizás los más significativos sean las tumba-
doras (congas), los bongós y el tres. Cada uno de ellos fundamental en
expresiones musicales tan arraigadas como el son.
En cuanto al viaje de vuelta no es difícil imaginar la cantidad de ele-
mentos técnicos que regresaron en los barcos. Formas específicas de ras-
gueo, por ejemplo, tuvieron que regresar, de otra manera no se explica
cómo en toda la América hispana se rasguea, y en España solo encontra-
mos rasgueos con una notable evolución técnica en la guitarra flamenca, a
un nivel de perfección como el que podemos encontrar en el joropo reali-
zado sobre el cuatro venezolano, o los veloces rasgueos que se hacen en el
charango andino.

Músicas de ida y vuelta

Como resultado del continuo “ir y venir” se comienza a forjar un len-


guaje musical a ambos lados del océano con numerosos elementos en
común, definitorios de la cultura de cada país, independientemente de sus
antecedentes. No se trata de meros aliños exóticos como apuntan buena
parte de los estudiosos con respecto a la influencia cubana en la cultura
musical española. La música como forma de expresión del ser humano,
como ser inteligente, posee un lenguaje de carácter eminentemente abs-
tracto basado en la coherente combinación de los sonidos con el tiempo. Su
capacidad de transmisión es velocísima. Viaja de un lado a otro con relati-
va rapidez por el tiempo y el espacio. Por ejemplo, un determinado ritmo,
una melodía o un bajo de danza africano viaja con los esclavos a Cuba y
regresa a España una vez aprendido por un colono español, y en relativa-
mente poco tiempo puede ser adoptado por un vihuelista e interpretado ante
la corte borgoñona, y bailado por la realeza europea. Hechos como éste
debemos entenderlos para observar con claridad los procesos de transcul-
turación que realmente ocurrieron entre las dos márgenes del océano
Atlántico. No se trata de un simple “aplatanamiento” del lenguaje sonoro,
sino que lo americano aparece como pilar fundamental de esta música. Esta
problemática necesita un replanteamiento general desde una visión colo-
nial de la historia de Europa.

273
FAUSTINO NÚÑEZ

Arcadio Larrea insiste en el hecho de que la música viaja a Cuba “no


en partituras y libretos, sino (como obras) representadas, cantadas y baila-
das y tañidas por las compañías que cruzaban el océano y cuyo puerto de
embarque a la ida y desembarque a la vuelta no era otro que Cádiz. Obras
puestas en escena mientras esperaban el barco, y las representadas al regre-
so. En las primeras figura lo que se llevaban a tierras americanas; en las
segundas, las novedades de raíz americana incorporadas al repertorio. Los
autores de dramas, comedias, entremeses, jácaras, sainetes, tonadillas y
bailes, habían de tener relación y trato con los representantes de sus obras
(refiriéndose a los artistas) y que, entonces como ahora, no era desusado
componer las obras teatrales a la medida de un actor o una actriz determi-
nados, sino más bien como recurso frecuente para asegurar éxitos. ¿Qué de
extraño tendría el hecho de que el autor recibiera novedades ultramarinas y
las aprovechara luego en beneficio de quienes se las habían revelado? Si
Lope y tantos otros introdujeron las canciones y bailes venidos de Indias,
parece que el medio más a mano para su conocimiento hubo de ser el roce
y trato con los cómicos y las enseñanzas de ellos recibidas.”18
A propósito de esto, quiero traer una historia de un paisano mío muy
singular: La boda de Pancha Jutía con Canuto Raspadura, estrenada en
1847, tuvo una gran repercusión entre el público habanero. Su autor era
José Crespo Borbón, más conocido por su nombre artístico de Creto
Gangá, quien instala el espíritu satírico del negrito en el teatro cubano, cre-
ando a su vez la figura del gallego como contrapunto al negrito. José
Crespo nació en el Ferrol en el año 1811. Llegó a Cuba con diez años y
supo introducirse en el mundo del teatro hasta que consiguió una fama
merecida, sobre todo con su personaje Creto Gangá. Compuso muchas
obras hasta que murió, totalmente pobre, en La Habana en el año 1871.
Otra vía importantísima de difusión de cantos cubanos en España,
quizás la más relevante a nivel popular de todas las mencionadas, se
encuentra en los pliegos de cordel que cantaban los ciegos por todas las
localidades, grandes y pequeñas, de la península. Las imprentas comenza-
ron a editar un tipo de literatura fungible que rarísima vez incluía un sopor-
te musical indicado en notas. Cuando se incluía figuraba al comienzo o
final del pliego, aunque normalmente se indicaba sobre qué “son” debía de
tararearse. Lo más común era sin embargo escuchar la melodía directa-

18 Larrea: Actas de...

274
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

mente del coplero ambulante o del ciego cantor y aprenderla. Por esta vía
numerosas canciones viajaron con gran rapidez. Una de las melodías que
durante el siglo XVIII más difusión tuvo fue El Punto de La Habana, sobre
la cual volveremos más adelante. En este orden de cosas es importante
señalar que la literatura de cordel con canciones cubanas tuvo una repercu-
sión más urbana que rural.

TA N G O S

Llevo más de diez años buscando pistas sobre la música de tangos en


la primera mitad del siglo XIX. El más antiguo correspondía a la partitura
de Barbieri de El relámpago, de 1846. En la revista de flamenco Alma100,
en la sección “El afinador de noticias”, publiqué el más importante hallaz-
go de mi carrera como ratón de biblioteca, aunque la noticia la presenté por
primera vez en el congreso del carnaval de Cádiz de 2001, donde mostré
una partitura en la que se menciona, por vez primera hasta el momento, el
tango referido a un tipo de canción. Los versos no pueden ser más ilustra-
tivos: “los andaluces, en sus tangos graciosos, sus chistes lucen”, versos
que proceden de la tonadilla a sólo intitulada La Anónima, de Tomás Abril,
guitarrista gaditano que en 1779, fecha del estreno de la obra en el Teatro
de la Cruz por la Paca Borda, tocaba la parte del continuo a la guitarra y
componía para los coliseos de Madrid. Resulta que en Cádiz se conocía
como tango la canción para lucir chistes. Esto hoy se llama chirigota.
De ahí no debemos deducir que los tangos, todos, desde el rey orillero
a la inmensa variedad de tangos andaluces y flamencos, proceden de ese
cuplé dieciochesco que canta Francisca Laborda en la Calle de la Cruz. No.
Lo que canta la Paca y compuso el maestro Abril está vaciado en un 3x4 que
desemboca en un 2x4. Leyendo el 2x4, el compás de tango, no se aprecia sin
embargo cadencia y patrón de tango, ritmo de habanera, marca de la casa.
Así pues, todo apunta a que en los tangos hallados en la prensa cuba-
na y española por Ortiz Nuevo, está el germen musical del tango. No tene-
mos las partituras de las canciones que menciona el poeta Ortiz: la guaná-
bana, la limoná y la lotería, desde 1823, aunque alguna apunta al lenguaje
musical carnavalero. Y cuando la novedad del tango americano llega (¿de
vuelta?) a la corte madrileña, no tardará en aparecer (ya desde los años cua-
renta) en las zarzuelas de Barbieri: el cocoyé, la sopimpa…

275
FAUSTINO NÚÑEZ

No sabemos cómo eran aquellos racimos de la viña gaditana puestos


en música. Sabemos que Tomás Abril, gaditano y músico, menciona el tan-
go pero no lo pone en música. Tenemos entonces dos tangos, el viñero de
las tonadillas goyescas del teatro de la Cruz, y el de los barrios rumberos
de Belén y Jesús María medio siglo después. Éste es el que regresa a la zar-
zuela de Barbieri y a las Viejas Ricas, y al flamenco, medio siglo después,
ya en el siglo XX.
Y resulta que mientras me encontraba escribiendo este artículo un
nuevo hallazgo se pone ante mis ojos. Por fin una música titulada tango, no
sólo una referencia literaria, allí estaba, en el archivo de Conde Duque. Así
lo escribí enseguida en el siguiente número de Alma100: “ante las eviden-
cias de 1779 en Cádiz, de 1823 en La Habana sólo faltaba la música. Hasta
el momento sólo teníamos algunas citas de tango, pero faltaba la prueba
musical. ¡Pero ya llegó el afinador de noticias caballero! El día 28 de ene-
ro de 2002, a las 10:30 trové un baile de teatro de Antonio Cairón bajo el
título de “Los Americanos” (la música se utilizó también para “La espada
del mago” y el “Encuentro feliz”). El número 13 de esa obra se titula “El
tango”, así de claro y diáfano. Escrito en 3x8 pero con la clave de tango en
6x8, tanto en el bajo como en la melodía. Mírala ahí, la primera música de
tango que se conoce hasta la fecha durmiendo en Madrid desde 1818”.

Etimología

Sobre el origen de la palabra tango se presentan varias hipótesis. Para


unos es onomatopeya, o ruido resonante que imita el tañido de un tambor
o un tambaleo. A fin de atrasar lo máximo en el tiempo el nacimiento del
tango, García Matos emparentó el origen del vocablo con “tangere” (tañer:
tocar un instrumento) citando nada menos que a Francisco Salinas, teórico
español del siglo XVI: “io Tango il tuo pandero”.19 Pichardo hace alusión
al tango como reunión, no como género musical. Este hecho, el de deno-
minar un género con el nombre que recibe la reunión, tiene, en la música
hispana, un rotundo antecedente y otro consecuente: el fandango y la rum-
19 Salinas, Francisco de: De Musica Libri Septem (1577), citado por Manuel García Matos.
No parece que esta cita tenga algo que ver con el tango que nos ocupa, más bien parece que, ante la
necesidad de atraer hacia la península el origen del tango, los estudiosos han querido buscar la dicho-
sa palabra y, al encontrarla en Salinas, ya la dan como antecedente de un género a todas luces de ori-
gen antillano.

276
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

ba. Por otra parte, Abelardo Estrada en sus notas al libro de Laureano
Fuentes Matons: Las Artes en Santiago de Cuba (La Habana, 1893) dice en
referencia al tango: “Respecto a la palabra tango se ha especulado en más
de una ocasión. Sobre ella, en lo que se refiere a Cuba, puede decirse que
se aplicaba a todo aquello que “sonara” a negro, o sea, a cualquier música
que en su estructura recordara los bailes jolgóricos —o los mágicos— de
los africanos, y negros y mulatos criollos, por lo que siempre que en un
documento del siglo XIX cubano se encuentre el vocablo tango, éste,
intrínsecamente, contiene un sentido peyorativo”.20
De lo que no cabe duda es que el sufijo “-ngo” (presente también en
fandango) obliga a emparentarlo etimológicamente con algún género de la
música afroamericana del siglo XVIII, del que posiblemente deriva el “tan-
go americano” que llega a España mediado el siglo XIX.21

Cronología de un rastreo

Las primeras citas que teníamos, antes de los hallazgos en Conde


Duque, correspondían, por una parte, a una denuncia presentada a la
Inquisición en 1803, en la que se describe, según la versión que da Gabriel
Saldívar, un son mexicano nombrado del torito, deducido del antiquísimo
tango.22 Y de una década más tarde, un manuscrito de 1814 que convierte
el tango en sinónimo de fiesta: “hácela muy interesante también lo pinto-
resco, airoso y lindo del vestido del majo, y la gracia del lenguaje que en
semejantes tangos o bailes es característico a estas gentes”.23 El tango era
un género muy popular en ambas orillas del Atlántico mediado el XIX.
Un artículo publicado en 1849 en Madrid y La Habana, trovado por
Ortiz Nuevo bajo el título El origen del tango americano revela el título de
tres canciones bailadas y cantadas al son de tambores en la capital cubana.
La primera de 1823, según el cronista, La Guanábana, en 1828 aparece La
Limoná, con el estribillo “Usted no es ná, usted no es chicha, ni limoná”, y

20 Pichardo, Esteban: Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas. Cuatro
ediciones entre 1836 y 1875.
21 En numerosos vocablos de origen bantú encontramos la misma desinencia: Bongó, conga,
batanga o sandunga.
22 Vega, Carlos: Formas musicales rioplatenses. Su origen hispánico, Buenos Aires, 1946.
23 “Apuntes para la descripción de la ciudad de Cádiz” escritos por D. F. Sisto, Año 1814, cap.
XIV, “Bailes de Cádiz” (Citado por José Blas Vega).

277
FAUSTINO NÚÑEZ

por fin en 1843 el titulado La Lotería. Estas tres canciones posiblemente


fuesen las más conocidas de un repertorio muy cercano al que después se
dio a conocer, una vez desembarcado en las costas españolas, como tango
americano.
Hablar de tango es hablar de habanera, canción con la que comparte
sostén rítmico, de cómo llegó a Cuba la contradanza, de la que procede, y
se hizo danza habanera. La historia del proceso que sufrió la habanera has-
ta su definitiva cristalización como género musical autónomo, ha sido muy
discutida y aun hoy es motivo de “calientes” conversaciones donde los
expertos se inclinan por una teoría u otra. El viaje de la contradanza fran-
cesa y su trasplante a España hacia 1700 no es ni mucho menos lento. La
invasión cultural franco-italiana que sufrió la Península Ibérica por enton-
ces tras el cambio de corona, marcaría para siempre el devenir histórico de
las formas musicales en la Península Ibérica. A su llegada a España, la con-
tradanza francesa cobra un acento propio. Aunque su llegada a Cuba es uno
de los puntos de mayor discusión. Algunas consultas que hemos hecho
apuntan a que en pocos años la contradanza, tan de moda en Madrid, se bai-
laba ya en La Habana, teoría ésta que se enfrenta de plano con la de Alejo
Carpentier, quien fecha la llegada a Cuba de la contradanza hacia 1790, tras
la revolución de Haití, con las familias francesas que huyeron despavoridas
del voodú haitiano. Nos preguntamos entonces qué hacían los españoles de
Cuba, negros, blancos, mulatos y mestizos ¿esperar ochenta años a que lle-
gase la contradanza a Cuba vía Haití?
La verdad es que en lo musical la contradanza es íntegramente espa-
ñola y se hace criolla en poco tiempo, si algún elemento francés conserva
en su seno se reduce quizás al plano coreográfico, y esto también está por
demostrar a pesar de los pacientes trabajos de investigación que se han rea-
lizado sobre las figuras de baile. Aún queda por estudiar el estado de la
contradanza en España durante el siglo XVIII. El hecho es que la contra-
danza original los cubanos la convierten muy pronto en danza, y poco más
tarde en danza habanera, para pasar a la historia de la música solamente
como habanera. Esto se produce cuando se completa el proceso de binari-
zación del 6 por 8 original, al 2 por 4 propio de esta danza, versión elegante
y burguesa del tango, lascivo y pendenciero. ¿Nacieron tango y habanera al
mismo tiempo? Me inclino a pensar que el proceso fue paralelo y con una
clara influencia de la población negra que, como ya hemos dicho, domina-
ba la práctica musical en Cuba.

278
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

El “tumbao” propio del tango, de tangos como el de “La Lotería”,


pasa a la danza burguesa para imprimir en su intimidad rítmica y métrica,
los acentos apropiados, cristalizando el anfíbraco que hoy conocemos
como patrón de habanera o ritmo de tango, la misma figura rítmica que ser-
virá de sostén para los discursos musicales más variados, sea en España,
como en Argentina, en Nápoles, Londres o Senegal. Algo así como el ico-
no musical que une a todos los humanos en un solo ritmo común. Lo curio-
so es que se haya hecho precisamente en Cuba, y al calor de la lujuria,
menos mal que el lenguaje de los sonidos, abstracto él, se introduce como
por arte de magia en cualquier ambiente, y la validez general del patrón de
habanera, del ritmo de tango, ha propiciado su introducción en casi todas
las culturas y todas lo identifican como el compás de la modernidad.
En su viaje a España el tango como género llega en forma de una can-
ción bailable, integrada lo más probable dentro de espectáculos de zarzue-
las. Uno de los ejemplos más tempranos lo tenemos en la obra de Sánchez
del Arco ¡Es la Chachi!, del año 1847, que habla de los “tangos de Sevilla”:

“Yo no cambio los tesoros


de tanta nación polilla
por mis tangos de Sevilla
y mis corridas de toros
mi jerez y manzanilla.”

Otra referencia obligada es la de El tío Caniyitas, o el mundo nuevo


de Cádiz, ópera cómica española en dos actos con libreto de José Sanz
Pérez, música de Mariano Soriano Fuertes, estrenada en el Teatro de San
Fernando de Sevilla en noviembre de 1849. La escena transcurre en Cádiz.
Esta ópera cómica tuvo mucho éxito en La Habana, en donde se realizaron
según nuestros datos más de treinta funciones solamente en el año 1853.
Hemos consultado la partitura manuscrita de esta ópera cómica y hemos
encontrado en el primer número un dúo de negritos en compás de 6/8, con
clara cadencia rítmica de tango. El texto cantado dice así:

“Yo soy el nego mandinga


dame la pata tú mi señó
yo soy mandinguita
el negro limpiabotas
por cuatro cualtó

279
FAUSTINO NÚÑEZ

Yo soy nego
nega fue mi mare
neguito mi pare
neguita mi abuela
más no hay un compare banquito
que deje las botas como yo las dejo.”

Curiosamente, el habla que utiliza el negrito limpiabotas del Tío


Caniyitas tiene algunas concordancias con el habla andaluza. Si pensamos
que la obra transcurre en Cádiz, lo normal sería que el negrito no dijera, en
andaluz: pare y mare, aunque lo lógico es pensar que lo gitano de entonces
se confundía con lo negro y lo mulato, formando un todo.
En la zarzuela La Boda en el Cafetal de 1849 el número 5 es un tan-
go americano. Con libreto de Antonio García Gutiérrez y música de
Silverio López Uría, el número se titula “El Nuevo Tango Americano”, par-
titura que no hemos podido encontrar en ningún catálogo de los existentes.
Sin embargo, un anuncio de prensa así nos lo hace saber.
Pocos años después en Los dos ciegos (entremés en un acto, libreto de
L. de Olona, música de Francisco Asenjo Barbieri, estrenada el 25 de octu-
bre de 1855) con el número 4 encontramos en la partitura autógrafa de
Barbieri, conservada en el archivo de la UME, un 6/8 con una clara cadencia
rítmica de tango y la siguiente letra cantada a dúo por Jeremías y Roberto:

“Un neguito y una nega


se pusieron a jugá
él hasiendose el travieso
y ella la disimulá
déjame Panchiquito guachi
no te me acerquer más
no me jagas cosquiyas, ea!
que me voy a enfadá.
Guachindanguito brincando viene
guachindanguito brincando va
Jesús que negro tan remono
Jesús que bramas tan güenas da.”

Una de las citas más famosas que ha aportado la flamencología con


respecto a los orígenes del tango es aquélla recogida por el barón Charles
Davillier, quien en 1862 vio bailar el tango americano a “una joven gitana

280
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

de cobriza tez, cabellos crespos y ojos de azabache”, definiéndolo como


“baile de negros que tiene un ritmo muy marcado y fuertemente acentua-
do”. El famoso verso mencionado por Davillier “Ay qué gusto y qué pla-
cer” se refiere al tango con el que cierra la zarzuela de Francisco Asenjo
Barbieri El Relámpago. Barbieri escribe de su puño y letra “Tango”. El
Relámpago es una zarzuela en tres actos, arreglada a la escena española por
D. Francisco Camprodón y estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid
el 15 de octubre de 1857. Barbieri escribió respecto al estreno que, a pesar
del tenor abucheado por malo, la obra gustó mucho. Que Barbieri era cono-
cedor de los cantos americanos es obvio debido al interés que durante toda
su vida mostró por todo tipo de producción musical hispana:

“¡Ay qué gusto y que plasé!


¡qué cosa rica!
ver bailar el cocuyé
con la sopimpa.”

Según unos artículos aparecidos en La Habana en 1856 referentes al


Cocoyé, podemos saber de qué manera pudo escuchar Barbieri la canción
que más tarde le inspiró el tanguito de su zarzuela El Relámpago. Una cró-
nica hallada por Ortiz Nuevo hace referencia a una coreografía de 16 indi-
viduos bailando el cocoyé, hecho que relacionamos con las contradanzas
antiguas que se bailaban con numerosas figuras que iban haciendo por
parejas. Por esto la referencia posiblemente se trate de ocho parejas que
realizaban una coreografía determinada, pero a ritmo del tango Cocoyé
que, con sus cinquillos será la premonición de lo que poco más tarde cono-
ceremos como danzón. Laureano Fuentes Matons nos remite al origen de
este popular tango que viajó durante mucho tiempo integrado en popurrís
recorriendo toda Cuba y parece ser, como veremos más adelante, que tam-
bién toda España. La primera referencia que da se refiere a una “marcha de
carnaval que, en algunas de sus versiones presenta con profusión un figu-
rado musical que después sería llamado cinquillo cubano”. Este cinquillo
al que hace referencia don Laureano es el que domina el discurso métrico
en géneros como el danzón y el bolero tradicional del oriente cubano.
Tenemos entonces que el cocoyé es en su origen un canto y toque carnava-
lesco y de Santiago de Cuba, donde el sol es más caliente y el carnaval
cobra una provocadora intensidad.

281
FAUSTINO NÚÑEZ

A un popurrí, arreglado para banda militar por don Manuel Úbeda,


músico mayor del Regimiento de la Unión, con la adición de otros estribi-
llos, le dieron el nombre de Cocoyé o Ajíaco Cubano, que tocó por prime-
ra vez la música del Regimiento de Isabel II, dirigida por D. Julián Reinó
en julio de 1849 en Madrid. En las referencias que hemos encontrado del
Cocoyé, se le denomina casi siempre como “un cocoyé”, lo que da a enten-
der que durante una época el cocoyé fue casi un género musical, más que
una canción. Creemos no obstante que en realidad se trata de un popurrí
con tangos que se hizo muy popular por los años cincuenta del XIX. Otra
referencia al cocoyé nos lleva al año 1852, cuando los aires cubanos del
rumboso cocoyé inyectaron nueva vida a la contradanza cubana, revitali-
zándola con sus cinquillos.24
A partir de 1852 el tango aparece ya definido en el Diccionario de la
Real Academia como baile de negros y gente del pueblo que se baila en
algunos países de América Latina, y hasta la última edición que hemos
consultado se sigue manteniendo esta definición.
Otra obra de Barbieri, escrita por esa época (1859) y que contiene un
tango, es la titulada Entre mi mujer y el negro, estrenada en el Teatro de la
Zarzuela de Madrid el 14 de octubre de 1859. El número 8 es un tango can-
tado por Benjamín que dice:

“Como tengo la cara negra


y no jablo como un señó
ama mía no vió mis ojos
ama mía no me intendió.”

Muchas de las más famosas páginas de la zarzuela española escritas


según el melos cubano han gozado del favor y el fervor de un público que
no entiende de procedencias, sino que se deja llevar exclusivamente por el
mágico poder de atracción que genera la belleza musical, sea ésta pura-
mente española o sea ultramarina.
No olvidemos a este respecto aquello que ya hemos apuntado ante-
riormente: lo americano es para el español parte de su cultura, y lo cubano
lo es por partida doble.
La llegada del tango, ya conocido como americano, se produce en un
momento en que abundan por toda la península los pliegos de cordel, que

24 Gaceta de La Habana, 16 de marzo de 1852.

282
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

vinieron a difundir, como ya hemos apuntado, numerosas canciones de ori-


gen ultramarino por toda la geografía española. Aparte de los sedimentos,
ya para siempre imborrables, que fue dejando el tango americano dentro
del Arte Flamenco, esto contribuyó también a la propagación por toda la
geografía española del patrón habanera, fuese en forma de tango o en for-
ma de su pariente cercana, la canción habanera. No olvidemos que el tan-
go americano y la canción habanera son hijos de un mismo proceso, el pri-
mero en clave sensual y cómica, junto a la guaracha, y la segunda en clave
romántica, junto al bolero cubano y el danzón.
En 1862, un lustro después, según indica un cronista, el tango de El
Relámpago pasa a los cafés cantantes. Desde el estreno en 1857 hasta 1862,
cinco años, el número más popular es precisamente el que cierra esta zar-
zuela de Barbieri. Esto ocurrirá en otras muchas ocasiones hasta que, ya en
el siglo XX, la habanera o el tango serán en buena parte los números estre-
lla del teatro lírico español.

La canción habanera en España


La canción habanera es interpretada, posiblemente a partir de la inde-
pendencia de Cuba, en numerosas localidades. Citamos las más importan-
tes: en Galicia las localidades del litoral entre La Coruña y El Ferrol;
Luarca, Avilés, Luanco, Gijón y Mieres, en Asturias; Langreo, San Vicente
de la Barquera, Santander y Laredo, en Cantabria; en Vizcaya los pueblos
de la ría de Bilbao: Santurce, Portugalete, Barakaldo y Getxo; Torrevieja,
Crevillente, Novelda, Lorca, Cartagena, Callosa del Segura, Alhama, Elche
y Totana en el Levante; en Cataluña Barcelona, Calella de Palafrugell,
Palamós, Reus, Vilanova y la Geltrú y Sitges; y por fin en Castilla-León:
Tierra de Campos, Calahorra, Medina de Rioseco y Mayorga de Campos.
En Andalucía se cantan canciones habaneras entre los gremios corchotapo-
neros que, venidos del Ampurdán, residen en localidades serranas de la pro-
vincia de Huelva como Valverde del Camino y Aracena. En las islas de la
provincia de Tenerife son también muy cultivadas las canciones habaneras.

Compositores nacionales y extranjeros


El impacto del recién nacido tango no se hizo esperar en las principa-
les capitales europeas en donde se dan estos bailes sobre el patrón rítmico

283
FAUSTINO NÚÑEZ

de tango o de habanera. Europa no supo resistirse al envite de esa música


provocadora. Sobre sus cimientos rítmicos y métricos se han ido constru-
yendo numerosos géneros de la música popular profesional, sobre todo
cristalizados a partir de mediados del siglo XIX y que hoy perviven como
propios: marchas militares, danzas binarias y otros muchos matices impres-
cindibles, que partiendo de África, y vía América, regresan a Europa, que
se resiste al influjo negroide pero acaba sucumbiendo a la sensual llamada,
en forma de música, la más abstracta de las artes.
Muchas son las obras de compositores españoles que utilizaron la
habanera o el tango como ritmo base para sus discursos sonoros. Quizás lo
que más llama la atención es el hecho de que en aquellas obras escritas antes
de 1898, los compositores incluyen piezas dedicadas a Cuba o inspiradas en
Cuba dentro de obras expresamente dedicadas a España. Manuel de Falla en
1906 compone una obra titulada “Cubana”, integrándola como segunda de
las “Cuatro piezas españolas para piano”. Así mismo encontramos cómo en
el “Homenaje a Debussy” Falla escribió una cita de un tema extraído de la
habanera que Debussy escribió para piano bajo el título “Soiré dans grana-
de”, estampa del compositor francés inspirada en una postal que le envió
desde Granada el mismo Falla. Isaac Albéniz escribió también inspirado por
el ritmo del tango y la habanera, que en sus años mozos pudo escuchar en
los lugares más distantes y recónditos, al coincidir su vida con los años de
explosión de estos géneros criollos. Al igual que Falla, Albéniz titula
“Cuba” la séptima de las ocho piezas que conforman la “Suite Española”
para piano. Albéniz también escribió dos tangos, el primero dentro de sus
“Spanish national songs” op. 164 del año 1889, y el segundo en “España:
seis hojas de Álbum” op. 165 del año 1890. Otro compositor, enorme figura
del nacionalismo musical español, Enrique Granados, escribió una obra,
póstuma en su repertorio, titulada “El tango de los ojos verdes”. Otro com-
positor catalán con una reconocida vena cubana es Xavier Montsalvatge,
quien ha escrito numerosas obras inspiradas en la isla caribeña. La lista sería
interminable si quisiéramos ofrecer todos los tangos y habaneras presentes
en la música popular y culta española.

El tango andaluz
El tango tuvo, en su desarrollo dentro de la música andaluza, dos ver-
tientes fundamentales tras su llegada a la península. Por una parte, dio

284
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

lugar al tango de Cádiz que hoy conocemos como tanguillo, con una for-
ma que conserva gran parte de los elementos del primigenio tango ameri-
cano, y que funciona como ritmo regulador de la expresión carnavalesca
de la ciudad de Cádiz. Por otra, el tango americano se desarrolló en los
cafés y teatros de variedades de las capitales del sur de España, así como
en algunos locales de Madrid, adoptando una forma bailable interpretada
por las ya entonces llamadas “tangueras”. Al desprenderse del ambiente
del carnaval y puramente teatral para integrarse en los espectáculos de
variedades y en los cafés cantantes, el tango va perdiendo su original acen-
to americano para “andaluzarse” y, por ende, “aflamencarse”. No olvide-
mos que en esa misma época (los años setenta y ochenta del siglo XIX)
muchos elementos del recién nacido flamenco se encuentran en el reper-
torio de los intérpretes, teniendo en los tangos una fuente exquisita para
expresar sus “flamenquerías”, pero esta vez sobre un compás binario,
métrica de dos y seis tiempos, sumando estilos flamencos y complemen-
tando a los compases ternarios de tres y doce tiempos, métrica imperante
en la música flamenca.
Según el maestro José Otero, en su Tratado de Bailes de 1912, el tan-
go gitano, tango flamenco, considerado desde un punto de vista coreográ-
fico, es heredero del tango cubano, conservando aún ademanes y posturas
indecentes, y posiblemente por esas fechas fuese ya cantado y tocado de
una forma bastante cercana a lo que hoy conocemos por tango flamenco.
Por otra parte, estaba el tango de academia, con sus pasos refinados y del
cual desconocemos la música, aunque posiblemente tenga ya muchos ele-
mentos de los géneros andaluces que dieron lugar a la extensa variedad de
tangos, más cercanos quizás al aire del tanguillo, cuyo baile se prodiga aún
hoy en las academias de baile en Cádiz.
Son los años de las tangueras, mujeres de rumbo que bailaban y can-
taban tangos americanos, tangos cubanos ya andaluces “entreteniendo con
lasciva prosapia”: Comienza la época de las tangueras. A partir de enton-
ces podemos hablar ya del tango español, del tango andaluz y del tango de
Granada, por todas partes surgen tangos y tanguillos, pasodobles y chotis,
todos moviéndose al son que marca el patrón de habanera. El aflamenca-
miento de estos sones tardará un poco aún, deberemos esperar a que algún
inspirado cantaor o cantaora meta por tangos los jaleos y asunto resuelto.
Las diferentes modalidades surgirán por doquier, se les atribuirá un pasado
lejanísimo y de excelsa nobleza. Que no hombre, que no; puro aire cubano

285
FAUSTINO NÚÑEZ

marcando el ritmo de las caderas de una mulata, o acaso le parece al lector


poco excelsa la nobleza de una cubana o de un cubano.
Importadores de tangos son, entre los primeros, los gaditanos y en su
carnaval desembarcaron tangos y más tangos. Así lo dice una de las más
antiguas agrupaciones de finales del siglo XIX. Comparsas gaditanas para
el carnaval...Derroche de creatividad al servicio de los vecinos de la ciudad
trimilenaria, música cubana destilada y estilizada que llega a los carnava-
les de Cádiz, La Habana chica. Comparsas que, como las Viejas Ricas,
ofrecían sus tangos al público de los años ochenta del siglo XIX. Una letra
atribuida a esta comparsa, cantada hacia 1884, ilustra perfectamente el tipo
y la música:

“Ramonatcho nos hizo a todas el sombrero


por ser el que trabaja y adorna con más esmero
los guantes los hizo Juan Reyes
su color lirio me admira
los zapatitos La Rosa
los vestiditos La Palmira
las bandas las ha escrito Ponce
que pintando lienzos es el primero
y la platería de Strugo
compramos nuestro aderezo
las coplas son de nosotras
y el tanguito de La Habana
nosotras somos de Cádiz
y se las cantamos a nuestras paisanas.”25

El pasodoble y el patrón de tango

El hecho de encontrar al patrón de habanera presidiendo el sostén rít-


mico del pasodoble puede resultar sorprendente, pero la música habla por
sí sola y todos los pasodobles se dejan mecer sobre un ritmo de habanera,
más o menos presente según las obras, pero activamente eficaz a la hora de
mantener el discurso rítmico.

25 Zilberman Morales, Marcos: “Las Viejas Ricas”, en Actas del Primer Seminario sobre el
Carnaval “Ciudad de Cádiz”, Cádiz, 1986.

286
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

El pasodoble aparece relacionado con el mundo de los toros, coinci-


diendo con la cristalización en la Fiesta de todos los elementos taurinos
diseminados por la geografía española a finales del XVIII y dentro posi-
blemente de un ambiente militar que le caracteriza como marcha. Es qui-
zás uno de los más bailados géneros españoles. Su ritmo binario, su paso
sencillo, el agarrao obligado en el baile de pareja, y lo que más nos intere-
sa: la irresistible clave de habanera presente en el bombo, en la tuba, en los
registros graves que se encargan de sostener el discurso melódico, lo con-
vierten en música de gran atractivo y singular sensibilidad artística. Hoy
sigue practicándose en medios rurales y esporádicamente, y con cierto
carácter burlón, en las fiestas urbanas. Seguramente fue después de la
Guerra de la Independencia cuando el pasodoble, como otros muchos géne-
ros, cristalizó adquiriendo el carácter épico-nacional que le caracteriza.
El pasodoble fue engrandecido por Barbieri, Bretón, Chapí, Fernán-
dez Caballero, Penella, Marquina y tantos otros, que supieron recrear un
género popular convirtiéndolo en respetable pieza de concierto. Al tradu-
cirse el tema taurino como arquetipo de lo español, los compositores
encontraron en el pasodoble el aire ideal para sus aspiraciones de estética
nacional. El pasodoble es, como queda dicho, paradigma sonoro de casti-
cismo, todos sus ingredientes musicales pasan por lo tanto por ser pura-
mente españoles. También lo es el café, la copa y el puro, habano.

CUBA EN EL ARTE FLAMENCO

Otro importante capítulo de mis investigaciones se refiere a la presen-


cia de Cuba en el arte flamenco, al que ya me he referido aquí en diferen-
tes momentos. Presencia muy amplia aunque escasamente calibrada por los
especialistas, si exceptuamos los valiosos trabajos de Manuel García
Matos, José Luis Ortiz Nuevo, Romualdo Molina, Miguel Espín, José Blas
Vega, Manuel Ríos Ruiz o Fernando Quiñones.26 Siendo el flamenco un

26 Bibliografía sobre los cantes de Ida y Vuelta:


Fernando Quiñones: De Cádiz y sus cantes, Madrid, 1974; Blas Vega y Ríos Ruiz: “La Rumba”, en
Maestros del Flamenco, Barcelona, 1988; Actas de la reunión internacional de estudios sobre las rela-
ciones entre la música andaluza, la hispanoamericana y el Flamenco, Madrid, 1972; Romualdo
Molina, Miguel Espín, Miguel Ángel Rodríguez y Faustino Núñez: Flamenco de Ida y Vuelta, Jerez,
1992; J.L. Ortiz Nuevo: ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del Arte Flamenco en la prensa sevilla-
na del XIX, Sevilla 1990; Manuel Barrios: Modismos y coplas de Ida y Vuelta, Madrid, 1982

287
FAUSTINO NÚÑEZ

arte musical y danzario cuyas raíces se hunden no más allá de mediados del
siglo XVIII, y precisamente allí donde lo americano es ineludiblemente
parte inseparable de la vida bajoandaluza, es casi imposible que exista
algún género que no esté impregnado de americanismos o que su estructu-
ra básica no tenga alguna influencia de la música iberoamericana. El hecho
de la influencia de América en el flamenco no necesita planteamientos y
mecanismos teóricos complicados, ya que es precisamente Andalucía
Occidental la protagonista del surgimiento de la mayoría de los géneros
que hoy encuadramos dentro del flamenco y, a su vez, es igualmente médu-
la de un ir y venir provocado por la Empresa Indiana, que se prolonga
durante más de cuatro siglos.
En la zarabanda y en la chacona, entre otras muchas danzas de origen
americano, hay elementos que vendrán a integrarse dentro de la cultura
musical andaluza ya desde mediados del siglo XVI, como venimos comen-
tando. Estos elementos, sean rítmicos, melódicos, armónicos, formales,
métricos o coreográficos, se disuelven en otros géneros y dan lugar a
muchas de las principales formas de expresión musical andaluzas. Esta pro-
blemática es, entre otras, una asignatura pendiente de la flamencología, que
desde un punto de vista eurocentrista, ha escrito muchísimo sobre flamenco,
pero nunca ha observado otra perspectiva que no fuera la eurocéntrica. La
perspectiva atlántica y colonial del flamenco aún está por descifrar.
Si tenemos en cuenta que América es un invento de Europa como
planteó acertadamente el mexicano O’ Gorman,27 no cabe duda de que tuvo
que haber una ida para regresar de la forma en que regresaban los géneros,
transformados en su estructura originaria. Éstos no comenzaron su viaje de
regreso a partir de mediados del siglo XIX, como parecen haber intentado
categorizar algunos estudiosos. No obstante, al nombre genérico de Ida y
Vuelta hay que otorgarle el valor de haberse asentado en el mundo flamen-
co, y sería pretencioso, e igualmente desacertado, intentar plantear un nom-
bre nuevo, como cantes americanos o cantes ultramarinos.
De entre las numerosas fuentes que han nutrido desde sus orígenes el
acervo musical del arte flamenco, el continente americano es una de las
más significativas. Al decir americano en general, estamos obligados, ante
la evidencia, a decir cubano en particular, ya que lo cubano está mucho más
presente en el flamenco, como veremos en el análisis de los diferentes

27 O’Gorman, Edmundo: The invention of America, Bloomington, 1961.

288
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

géneros, que la música de cualquier otro país hispanoamericano. En


muchos géneros flamencos encontramos referencias al pasado americano
de Andalucía Occidental, no sólo en guajiras y rumbas encontramos refe-
rencias a Cuba. Una letra por bulerías que se canta en Cádiz nos sirve de
ingrediente a este planteamiento:

“Se va la Juana
en un barquito
para La Habana”

¿Por qué se consideran los denominados cantes de Ida y Vuelta cantes


de segunda, sucedáneo del auténtico cante flamenco? La razón se reduce en
nuestra opinión a la gran diferencia que hay aparentemente entre la soleá y
la guajira. Aquélla se basa en una tonalidad modal y la guajira es rotunda-
mente tonal. Lo modal es sinónimo de flamenco al tener ecos árabes que
resultan más profundos al oído del quien los escucha. Al percibir los acor-
des que acompañan una guajira, tonales, la tendencia es a rechazarlos por
poco flamencos, poco gitanos, por “agachonaos”. Como si lo más o menos
flamenco de un cante determinado estuviera ligado a la estructura armónica
que rige su discurso melódico. Las alegrías también son tonales y no por
ello son consideradas un palo de segunda clase ni se excluyen del panteón
de los cantes flamencos puros. Pero claro, las alegrías se realizan sobre el
compás de la soleá, que suena más flamenco que el de las guajiras.
Otro elemento que ayuda al rechazo de algunos oyentes, profesionales,
diletantes o aficionados, es el carácter silábico de gran parte de los cantes de
Ida y Vuelta respecto al intensamente melismático de cantes jondos como la
seguiriya o la soleá. La melodía seguiriyera es hoy el prototipo del cante jon-
do, en cambio la de la guajira se encuentra alejada en apariencia de lo flamen-
co, aunque no por ello es menos flamenca ya que, como queda dicho, lo fla-
menco tiene más que ver con la interpretación de un cante, que con la
estructura musical de éste. O si no, sorpréndase el lector escuchando los “can-
tos superficiales” que saben meter los gaditanos, por ejemplo, por bulerías.
En general, el problema se encuentra en que normalmente confundimos
dos formas de cante que en sus orígenes estaban bien diferenciados, el cante
jondo y el cante flamenco. Antonio Machado y Alvarez “Demófilo” compa-
ra en 1881 los tangos con las alegrías que interpretan en los cafés cantantes
“unos guasones del pueblo”. Las seguirillas y las soleares eran cantes jon-

289
FAUSTINO NÚÑEZ

dos, como los martinetes y las tonás. Las malagueñas, guajiras y peteneras
eran cantes flamencos, que entonces se consideraban peligrosos ya que ten-
taban a los cantes jondos a verse contaminados por aquéllos, los flamencos.28
En estos años se consideraba a los jaleos y a las alegrías o juguetillos como
cantes flamencos, integrándolos en el grupo de las guajiras y peteneras.
El nacimiento del flamenco suele situarse a partir de la segunda mitad
del siglo XIX, cuando Cuba llevaba formando parte del cada vez más men-
guado imperio hispano cerca de trescientos cincuenta años. La isla se
encontraba además poblada en los estratos más profundos de la sociedad
criolla por descendientes de andaluces y extremeños.
Los tangos eran por supuesto cantes flamencos o en proceso de afla-
mencamiento, a pesar del empeño de Mairena y Molina de encuadrarlos
dentro del grupo de los “cantes primigenios”. Los cantes jondos escasea-
ban. Hacia los años ochenta y noventa del siglo XIX muchos géneros fue-
ron “inventados” para nutrir el escaso repertorio de cantes jondos, como es
el caso de los tientos, las malagueñas, la taranta o la granaína. Cantes que
sufrieron un proceso de aflamencamiento, de ajondamiento si se quiere,
ganando en profundidad a la vez que se desprendían de lo superficial, si es
que había algo superficial en su origen.

Las huellas

También podríamos referirnos, de entre los géneros de influencia


cubana en particular o americana en general, a las cabales, un tipo de segui-
riya que se realiza en el modo mayor, acompañamiento de la guitarra tonal,
sustituyendo al modal que corresponde a las seguiriyas en general. Se cree
que son obra de Silverio Franconetti, quien tras su paso por América
importó el aire indiano a sus seguidillas que él llamaba de sentimiento.
Tampoco podemos olvidar el polo, cante flamenco emparentado con
la caña, a su vez emparentada con un género en cuya copla se hace men-
ción a la dulce caña de azúcar. Del polo tenemos información sobre el
extenso cultivo de este género en tierras americanas. De un polo anónimo
del siglo XVIII, rescatado por el musicólogo Manuel García Matos, extrae-
mos la siguiente letra:

28 Machado y Álvarez, Antonio: Colección de cantes flamencos recogidos y anotados por


Demófilo, Sevilla, 1881.

290
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

“En Portobello te amé, / en la Veracruz te ví,


fui a Buenos Aires muriendo / y en Lima te dije así:
Si tú quisieras / charupa mía
yo te arrullara / y te chamaría
si tú me amaras / serías solo
quien te tocara / y bailara el Polo
En La Habana, mi vida, / cantan así:
cacharro faquiel faro / tu puquí
sirano chaqua / catuleberí
Pase por tonadilla y quédese aquí”.

Dentro del repertorio propiamente flamenco existe un macho con el


que se cierra el polo llamado Tobalo, que con mucha frecuencia se inter-
preta por los pocos cantaores que cultivan este género. El macho dice así:

“De La Habana vengo señores


de cantar un fandango,
entre mulatas y chinas me lo están
chancleteando”.

Otra letra que suele cantarse como “soleá apolá” hace igualmente
referencia a La Habana, demostrando una vez más la intensa relación que
tenían los creadores flamencos con la colonia antillana:

“En La Habana hice una muerte


La Puebla me sentenció
La Habana pide justicia
La Puebla dice que no”

No obstante, donde encontramos abundancia de elementos de la músi-


ca cubana es en los tangos flamencos, en sus variantes locales y en sus deri-
vaciones estilísticas como son la farruca, el garrotín, las marianas, los tien-
tos, las colombianas, las rumbas, las milongas y las vidalitas,29 la zambra,
los tanguillos, el zapateado... Otro caño fundamental de la fuente cubana

29 Las milongas y vidalitas, aunque en su origen pertenecen al repertorio musical argentino no


debemos pasar por alto la influencia del patrón habanera en estos géneros. Por otra parte, muchos de
los elementos de los tangos flamencos, son aplicados a la interpretación de las milongas o vidalas fla-
mencas debido al metro binario que dirige el discurso musical de estos palos. En el presente resumen
hemos optado, no obstante, por no incluir estos dos géneros por pertenecer, como decimos, al acervo
musical argentino.

291
FAUSTINO NÚÑEZ

hacia el flamenco es el de las guajiras y las peteneras flamencas, comple-


tándose así el grupo de los llamados cantes de Ida y Vuelta.

Algunos protagonistas

Antes de entrar en el detalle, hay que apuntar como una de las princi-
pales fuentes de introducción de melodías y coplas de origen cubano en el
repertorio flamenco, aquélla protagonizada por renombradas figuras can-
taoras, que a su vuelta de los viajes que realizaron por tierras americanas
traían consigo un repertorio enriquecido por la experiencia indiana.
¿Dónde está la clave que pone de acuerdo a los mulatos de Cuba con la
moda andaluza de agitanarlo todo? En realidad, la presencia de Cuba se
remonta a los más antiguos orígenes del balbuceante arte flamenco.
Estébanez Calderón “El Solitario” en “Un baile en Triana”, dentro de la
colección de relatos reunidos bajo el título genérico de Escenas Andaluzas,
publicado en Madrid en 1847, describe cómo el mítico “cantador” gadita-
no “El Planeta”, junto a su alumno “El Fillo” interpreta diversos cantes que,
según su descripción, podemos denominar protoflamencos. “El Planeta”
lejos de cantar a palo seco (sin acompañamiento de guitarra), se hace
acompañar por una pequeña orquestina de guitarras, laúdes, bandurrias,
panderos y castañuelas (estos últimos seguramente interpretados por las
bailarinas). Resulta entonces que entre el repertorio del mítico cantador
figura una canción llamada El Paño Moruno, canción que por entonces se
interpretaba sobre la tonada del “Punto de La Habana”, melodía muy popu-
lar difundida a través de la literatura de cordel. Tenemos pues al “Planeta”,
gaditano y mítico cantaor, patriarca del flamenco, interpretando un género
que no es otro que el antecesor de las guajiras flamencas, singular forma
que tienen los españoles de interpretar el punto fijo cubano.30 De entre los
pliegos de cordel, medio ideal de transporte hacia España, insistimos, de
numerosas melodías ultramarinas, destacamos aquéllos que traían como

30 Respecto al punto cubano extraemos un párrafo del “Diccionario Enciclopédico de la


Música Española e Hispanoamericana” (en prensa): “Punto se le llamaba al acompañamiento instru-
mental, debido a la preponderancia del punteo en los instrumentos de cuerda. Zapateo se le llamaba al
baile o danza zapateada que se realizaba al son del Punto; esta danza de parejas sueltas se caracterizó
por el taconeo y el escobilleo de los pies. Ya a principios del siglo XX esta forma danzaria había prác-
ticamente desaparecido y el género asume entonces sólo la función de canto acompañado, que conser-
va hasta la actualidad.”

292
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

reclamo la leyenda: “Décimas para cantar por el Punto de La Habana y el


Tango americano”.
Otra figura es la del gaditano “Enrique el Mellizo” (1848-1906), gran
creador flamenco y nombre mayor del cante gaditano tal y como figura en
una lápida de mármol negro en la casa de las calles Mirador y Botica.31
Realmente sabemos muy poco de este enorme creador, este compositor de
cante. No es arriesgado intuir su papel esencial en el desarrollo de los tan-
gos flamencos y los tientos, siendo como era cantaor y gaditano.
En el repertorio que dejó grabado en 1909 Manuel Torre encontramos
tientos y farruca, dos géneros flamencos que basan su rítmica en el tango.
No grabó tangos aunque en algunas crónicas encontradas por Ortiz Nuevo
aparece como “Niño Torre”, cantador de tangos. Por tientos, Manuel Torre
cantaba aquella copla que dice:

“Vente conmigo serrana


te daré la caña dulce
que te traigo de La Habana.”

Pastora Pavón, “La niña de los Peines”, fue esencial tanguera que par-
ticipó sin duda en el proceso de aflamencamiento. Su tango “Al gurugú”,
casi tientos, posee todos los elementos que hacen de un estilo que sea fla-
menco. Y una de sus coplas relata las andanzas de un andaluz en la guerra:

“Mi marío no está aquí


que está en la guerra de Francia
buscando con un candil
a una pícara mulata.”

O aquellos granadinos que dicen:

“Ya no me pongo en el pelo


cintas de color de grana
hasta que no vea venir
a mi novio de La Habana.”

Ortiz Nuevo lo reveló: un cantaor del que tenemos noticia como céle-
bre intérprete de jácaras que en fecha tan temprana como 1748, a su regre-

31 Quiñones: De Cádiz y sus...

293
FAUSTINO NÚÑEZ

so de América, triunfa en los escenarios españoles con su estilo renovado:


Junquito de Comares. El ejemplo de Silverio Franconetti es quizás el más
proverbial. Es sabido que a su regreso de un viaje que dura ocho años por
distintos países de América, hacia 1864, funda su famoso café cantante en
Sevilla, lugar de encuentro de lo más exquisito del recién nacido arte fla-
menco.
Otro fundamental cantaor, siguiendo una línea cronológica, es “Pepe
el de la Matrona”, excelente e importantísimo importador de aires cubanos.
Y aquel gran creador que fue Pepe Marchena, extrayendo del árbol de la
guajira flamenca sus más deliciosos frutos. También él sintió en su propia
cara la suave brisa que recorre el malecón de La Habana.

Los tangos flamencos

El continente americano, y Cuba en particular, se presenta a través del


complejo genérico de los tangos como uno de los principales “nudos de la
madeja” (como diría el maestro Danilo Orozco)32 que conforman la estruc-
tura musical del arte flamenco. Este hecho nos lleva a considerar los tan-
gos como la “columna americana” sobre la que se han ido construyendo los
diferentes estilos flamencos. Algunos autores se refieren a los tangos como
uno de los estilos más antiguos del flamenco. Antonio Mairena y Ricardo
Molina los consideraron “cante básico”, junto a la soleá, la siguiriya y la
toná. No iban muy desencaminados el poeta y el cantaor metidos a histo-
riadores, pero olvidaron apuntar las reminiscencias cubanas de los tangos
flamencos, al considerarlos de pura estirpe gitana y andaluza.33
El proceso de aflamencamiento de los tangos parece ser tarea del siglo
XX, en un momento en el que el cantaor andaluz siente el tango america-
no, aquel tango de los negros, como algo suyo. Continuando el natural pro-
ceso de aflamencamiento en el que concursaron gran parte de los géneros
musicales andaluces, cantables y bailables, participó también el tango de
La Habana.
Y en flamenco quien dice tangos, dice tientos. Es muy posible que los
tientos, como género flamenco, naciese antes incluso que los tangos fla-

32 Debo a Danilo mucho de lo que aquí se cuenta. Él me ayudó a ampliar las metas de la musi-
cología con su pensamiento libre y disciplinado.
33 Molina, Ricardo y Mairena, Antonio: Mundo y formas del cante flamenco, Madrid, 1963.

294
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

mencos propiamente dichos. Es decir: si a finales del siglo XIX tenemos en


España, en los cafés y en los teatros, un abundante repertorio de tangos con
la cadencia armónica original, en tono mayor o menor, sin haber adquirido
aún una intención jonda o flamenca, es muy posible que hacia 1897, en ple-
na época de creación continua de géneros flamencos, se utilizase en el pla-
no rítmico-métrico el tango, en el plano armónico la seguiriya y en el meló-
dico la soleá, y sobre un tempo más lento que el de los tangos zarzueleros
se creasen los tientos, y tras el éxito de éstos en los cafés cantantes con un
leve aceleramiento del tempo musical naciesen los tangos flamencos. El
proceso pudo ser, no obstante, a la inversa.
Los tangos, como cualquier otro género flamenco, son antiguos hasta
cierto punto. Los tangos flamencos tienen mucho en común con las solea-
res, al sufrir un proceso de cristalización similar hasta que llegaron a adop-
tar una estructura definitivamente flamenca.
En cuanto a la eclosión de los tangos flamencos propiamente dichos, el
proceso resulta de adaptar los elementos rectores de los jaleos andaluces, de
compás ternario y “meterlos por tangos americanos”, naciendo así un nuevo
género y con él una lista de nuevos estilos para integrarse en el flamenco,
por entonces muy necesitado de diversos estilos que lo enriquecieran.
En los tangos flamencos encontramos todo el espíritu melódico de la
soleá y el armónico de la siguiriya, con el compás binario como elemento
diferenciador. Existen muchas variantes de tangos, entre unas y otras las
diferencias se encuentran en el sistema armónico (acordes del acompaña-
miento) y sobre todo en el melódico, donde las distintas tonadas convier-
ten las modalidades, tanto personales como locales, en géneros flamencos
con identidad propia. En la actualidad, y debido en parte a las concordan-
cias rítmicas de los tangos flamencos con la música cubana, éstos son muy
requeridos por el público.
Un ejemplo contundente de elementos comunes entre los tangos fla-
mencos y el son cubano lo encontramos en el llamado “remate por tangos”,
tanto al final del cante como tras la llamada que se realiza en el baile, res-
pondiendo a la métrica impuesta por la “clave del son cubano”. Este hecho
es aplicable a todos los géneros flamencos que utilizan el compás de los
tangos, principalmente en la versión bailable: farruca, tientos, etc..
Para concluir este apartado dedicado a los tangos queremos apuntar
unos párrafos extraídos del Tratado de Bailes del maestro José Otero:
“Aunque el tango es baile antiguo no se ha generalizado hasta hace unos

295
FAUSTINO NÚÑEZ

ocho o diez años. En Cádiz siempre se bailó el tango entre la gente artesa-
na pues era su baile favorito, y aquí en Sevilla, en los cafés cantantes, en
varias ocasiones, se han visto bailadores de tango que han sido de Cádiz, y
los dos últimos que vinieron fueron el Curri y Paquiro, que estuvieron en
el café de Novedades. Fueron conocidas dos clases de tango, uno que se lla-
maba el tango gitano, muy flamenco, y que no siempre eran lo que reque-
rían las reglas de la decencia, y el otro que le decían el tango de las vecin-
donas o de las corraleras, pero éste se encontraba entre mil muchachas una
que se atreviera a bailarlo, aunque supiesen hacer las cuatro tonterías con
que solía adornarlo la que era un poco despreocupada. Hoy es un baile de
moda y que da dinero a los artistas; no hay quien aprenda a bailar, sea de
la clase que sea, que no pida que le enseñen el tango; y como este baile ha
pasado a la jurisdicción de explicarlo los maestros, ocurre que lo pongo en
reglas de baile con trabajo de pie y no con posturas deshonestas”.34

El Tanguillo de Cádiz

De entre las diferentes músicas que emplean los gaditanos para sus
coplas de carnaval destaca de entre todas el tanguillo de Cádiz, que entre
los géneros flamencos se encuadra dentro del complejo de los tangos. La
profusión de melodías carnavalescas ejecutadas en el más puro ambiente
flamenco —gracias a su situación en el tiempo y el espacio— dieron lugar
a los tanguillos y probablemente, a partir de éstos, a toda la gama de esti-
los, flamencos o no, que se realizan con la métrica binaria y basan su rít-
mica en el patrón de habanera.
Inspirándose posiblemente en las comparsas y coplas de negros del
carnaval habanero de los siglos XVII y XVIII nace un género que integra
los principales elementos del que se conocerá más tarde en España, bien
entrado el siglo XIX, como tango americano, del que hemos hablado en el
apartado dedicado a los tangos en Andalucía.
En un principio, el tango andaluz primitivo (tango americano) se rea-
lizaba sobre un compás de 6/8, encontrándose más emparentado con lo que
hoy conocemos por tanguillo de Cádiz que con las diferentes variantes de
los tangos flamencos propiamente dichos. Por ello, intentar ver las raíces
del tanguillo en los tangos flamencos no se adapta a la realidad ya que posi-
34 Otero, José: Tratado de Bailes, Sevilla, 1912, pág. 223.

296
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

blemente aún no estuviesen definidos los tangos flamencos cuando ya a


principios del siglo XIX el tango americano se encontraba viajando de un
lado al otro del Atlántico. Digamos que es imposible determinar la fecha
de cristalización del tanguillo pero, en cualquier caso, nunca sería posterior
a los tangos flamencos, que cristalizaron en los últimos años del siglo XIX
y principios del XX.
En Cádiz y en el flamenco el zapateado se hace sobre el ritmo de tan-
guillo, curiosa poliritmia de 6/8 y 2/4, métrica que parece querer adoptar el
nuevo compás, surgido tras la binarización, resistiéndose a abandonar el
6/8 originario de la contradanza española. Su antecedente quizás debería-
mos rastrearlo en México. La definición del tanguillo como género la pode-
mos situar aproximadamente hacia principios del siglo XIX, época en la
que comienza a aparecer en los espectáculos de variedades, tonadillas y
zarzuelas, que incluyen el tango americano en sus números más populares.
Siempre me he preguntado por qué en casi toda Hispanoamérica se
zapatea y en España el zapateado es propio exclusivamente del baile fla-
menco. A pesar de su frecuente aparición en las fuentes literarias de los
siglos XVI y XVII, citado continuamente en el teatro del Siglo de Oro,
parece ser que pasó a América y cayó en desuso hasta la eclosión decimo-
nónica del flamenco. ¿Cuánto habrá de vuelta en los zapateados flamen-
cos? Cuestión ésta bastante interesante, que por poco investigada no cree-
mos conveniente ahondar por ahora.
En el año 1846 los organizadores de los carnavales de Cádiz establecen
normas para diferenciar el tango de Cádiz del americano. Más tarde, agru-
paciones carnavalescas como el famosísimo grupo de “Las Viejas Ricas”, a
finales del siglo XIX, impondrán el sello definitivo que configurará la
estructura musical del tanguillo gaditano tal y como lo conocemos hoy.
Desde su origen el tanguillo gozó de gran popularidad, lo que le obli-
gó a salir de la península gaditana para propagarse por gran parte de
Andalucía. Hoy existen varios estilos que utilizan la rítmica del tanguillo
gaditano y adoptan el nombre genérico como son los de Jerez, Málaga,
Granada, Sevilla y Huelva. Las diferencias entre unos y otros suelen con-
sistir en la mayor o menor ligereza del compás y las diferentes tonadas que
utilizan procedentes de algunas coplas famosas de las que se han despren-
dido elementos melódicos. Por ejemplo, el tanguillo del Puerto de Santa
María tiene melodía y armonía de tango flamenco (modal) y ritmo y metro
de tanguillo.

297
FAUSTINO NÚÑEZ

El compás sobre el que se realiza el tanguillo se basa en un polirritmo


en el que cristaliza, de alguna manera, todo el universo rítmico del flamen-
co. La superposición de tres compases como el 6x8, el 3x4 y el 2x4 da
lugar a la aparentemente sencilla rítmica del tanguillo, la cual combina el
compás ternario de subdivisión binaria (3x4) con los compases binarios de
subdivisión binaria (2x4) y ternaria (6x8). Estos tres compases superpues-
tos dan lugar a lo que conocemos como ritmo de tanguillo.
Por otra parte, y como muy acertadamente apuntan Molina y Espín,
los tanguillos constituyen una parte esencial de las primeras enseñanzas
de la danza española y, como tal, se utilizan en todas las buenas academias
de baile; de aquí que existan transcripciones para piano de variantes muy
antiguas.

Las Guajiras flamencas

El género flamenco que por todas partes rezuma cubanía es sin duda
alguna la guajira flamenca. Estamos ante uno de los más rotundos ejemplos
de la presencia de Cuba en España y que no se encuentra bajo la fuerza de
gravedad que posee el patrón de habanera y de la canción habanera que ha
dominado a casi todos los géneros hispano-cubanos que estamos tratando.
En las guajiras está la excepción que confirma la regla. En cierta forma,
podemos decir que si lo afrocubano está en la habanera, lo guajiro, lo his-
pano, lo blanquito, está en la guajira.
La importación casi íntegra de las canciones que interpretan los cam-
pesinos cubanos, que ellos llaman punto, tuvo desde muy temprana época
una gran aceptación entre los artistas flamencos. La décima sobre la que se
canta el punto cubano, así como la hermosa cadencia melódica que sostie-
ne sus tercios, hicieron enseguida que la Guajira se integrara en el reperto-
rio flamenco desde los albores de este arte andaluz. La siguiente décima
explica la intención y el estado de un español ante las bellezas de Cuba:

“Al pie de Pinar del Río / tengo mi ingenio mejor


y allí vivo yo al calor / que me presta mi bohío;
allí canta el pecho mío / mientras se mece la caña;
y mi canto lo acompaña / el trino de los turpiales
que entre los cañaverales, / me hace pensar en España.”

298
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

La Guajira flamenca, como decimos, está inspirada en el punto cuba-


no y su estructura rítmica, melódica y armónica, con algunas variantes, se
encuentra íntimamente relacionada con este género. En su origen, la pode-
mos emparentar con el zarandillo, género del siglo XVIII español que uti-
liza igualmente la décima y el compás de amalgama 6x8 + 3x4, descen-
diente quizás de la zarabanda que también utilizó este compás. Según esta
teoría la guajira tiene su origen en una danza americana del siglo XVII
(zarabanda) que pasa a Andalucía en el XVIII (zarandillo), que vuelve a
América (punto de La Habana) para regresar de nuevo a España, a finales
del XVIII, en forma de guajira.
El aflamencamiento de aires y tonadas procedentes de Cuba cristali-
zaron, ya a mediados del siglo XIX, en un tipo de tonada que se dio en lla-
mar Guajira y que en versiones de cantaores como Silverio Franconetti,
Curro Dulce, Chacón y Escacena cobraron el rango de cante flamenco.
El gran creador de Guajiras en el siglo XX es sin duda alguna Pepe
Marchena, quien evoluciona en sus Guajiras hasta llegar a un tipo no bai-
lable y muy melismático. Su amor por Cuba queda reflejado perfectamen-
te en estos versos que utilizaba como salida del cante:

“Cuba linda te venero


por tu belleza sin par
qué guapa me has parecido
cuando en el baile te hablé
que me pareciste otra
más bonita y más preciosa
que la mata del café.”

Un análisis detenido de la guajira flamenca nos lleva a un curioso


planteamiento. El punto guajiro cubano con respecto a la guajira flamenca
presenta un paralelismo armónico que da como resultado un “efecto armó-
nico de espejo” entre Andalucía y Cuba, de un lado al otro del Atlántico.
Mientras en el punto los acordes coinciden con los respectivos compases de
una forma, en la versión flamenca ocurre exactamente de forma inversa.
Seguramente el proceso de aflamencamiento de la guajira llevó a esta ver-
sión “gallega”35 del punto cubano, metida en la forma de sentir la música
35 Como es sabido, en Cuba a todos los españoles se les llama gallegos. En referencia a la
música es gallega la forma poco sabrosa de interpretar la música cubana. Por ejemplo una clave está
gallega cuando sus acentos no acaban de regular el desarrollo musical de un son.

299
FAUSTINO NÚÑEZ

de los españoles, donde la inversión de orden de los acordes en la guitarra


provoca este curioso efecto espejo.

Los rumbos de la rumba

Antes de nada quisiera apuntar una anécdota que me parece muy sig-
nificativa para todo lo que aquí vamos a tratar. Durante un viaje de estudios
a La Habana en el año 1990 el director de uno de los más prestigiosos gru-
pos rumberos de Cuba, “Los Muñequitos de Matanzas”, me explicaba que
los antecedentes del guaguancó y la columbia, géneros rumberos puramen-
te cubanos, se encontraban en la rumba flamenca. No pude más que des-
mentir el bulo, tornando la expresión del músico cubano en patente incre-
dulidad. De nuevo la sempiterna pregunta ¿Cómo va a imponer Cuba un
género a la madre patria? El mecanismo mental es sencillo: si hay rumba
en España, y además existe también en el flamenco, con los antecedentes
árabes que predominan en su estética sonora externa, la rumba cubana no
puede venir de otro lugar que de España. Él se refería al guaguancó, a la
rumba cubana, que tiene más que ver en el nombre que en la música con su
pariente la versión flamenca.
El género precedente de lo que conocemos como rumba flamenca es
en realidad la guaracha que se interpretaba en el teatro vernáculo habanero a
finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Esta guaracha pasó a España
en manos de diferentes intérpretes del teatro musical español que iba a hacer
las Américas y a su regreso se integra en los espectáculos de variedades que
abundaban por entonces en las diferentes capitales españolas. La rumba se
encuentra bajo el radio de acción de los tangos, esto significa que muchos de
los elementos rectores de la rumba flamenca provienen de los tangos y a
pesar de existir elementos claramente diferenciadores, en muchas ocasiones
los tangos se rumbean, así como una rumba se puede “tanguear”.

La guaracha

Es un género que desde su nacimiento ha sufrido enormes transfor-


maciones en su estructura musical. Esto es, lo que hace cien años se cono-
cía como guaracha, se parece, musicalmente hablando, bastante poco a las

300
CUBA EN LA MÚSICA ESPAÑOLA Y ANDALUZA

guarachas que desde principios del siglo XIX eran predilectas del público
cubano y español. Para Pichardo en 1836 es un baile popular casi desusa-
do, lo que indica que hacia 1866 la guaracha vive una resurrección, proba-
blemente ya transformada. Es otra de las danzas que el tiempo ha ido
mudando y ha conservado el nombre para indicar, más una intención, pro-
bablemente del texto, que unos parámetros musicales determinados. Las
guarachas del teatro vernáculo cubano de finales de siglo serán las que pro-
porcionen a la rumba flamenca los elementos rectores sobre los que ésta
desarrollará su discurso sonoro (métrica, rítmica, armonía, melodía y for-
ma), hecho que desmiente la genealogía de la rumba cubana, que se trata
de otro género, con algunos elementos en común con la flamenca, pero con
enormes diferencias en el plano estrictamente musical.

La rumba flamenca

El repertorio de guarachas y demás géneros dispersos en el teatro bufo


cubano, sin duda sirvió de rico abono a los espectáculos cómico-líricos que
se pusieron tan de moda en los años sesenta en Madrid. El estudio compa-
rado de la zarzuela española con respecto a Cuba en particular y a
Hispanoamérica en general está pendiente, ya que si es interesante estudiar
cómo se integra el repertorio lírico en el flamenco, lo es casi más cómo el
género popular se introduce en el teatro lírico. ¿Será el teatro lírico el con-
ducto a través del cual viaja lo popular americano para introducirse en el
flamenco? Al convivir tantos años estos géneros con los protoflamencos de
mediados del XIX, no es arriesgado afirmar que muchos de los elementos
rectores de la armonía y rítmica flamenca, fueron extraídos de la música
lírica española durante ese trasiego de melodías antillanas, andaluzas, cas-
tizas o catalanas.
La rumba surge con la disolución de elementos de la guaracha que,
junto con otros pertenecientes a géneros flamencos del complejo gené-
rico de los tangos, muy emparentados con el carácter rítmico-armónico de
la música cubana, cristalizan a principios de siglo en géneros que se de-
nominaban rumbitas, rumbas, chuflas. Como homónima del complejo
rumbero cubano (guaguancó, yambú y columbia) ha llevado a los estu-
diosos a la conclusión de que la rumba flamenca es heredera directa de la
cubana.

301
FAUSTINO NÚÑEZ

La música sobre la que se interpretan las rumbas flamencas podemos


considerarla, en definitiva, como un desdoblamiento rítmico del tango. En
el plano melódico la rumba responde a modelos más antillanos y suele
prescindir de la enarmonía melódica flamenca como recurso expresivo,
prescindiendo también de la utilización de melismas y otros elementos pro-
pios del cante flamenco, ciñéndose a un estilo de cante más silábico. La
forma adoptada por las rumbas flamencas se asemeja más a los modelos
impuestos por la música cubana, con inclusión de coros en forma de res-
ponsorios y otros elementos como la improvisación, más propios del com-
plejo sonero que de la estética flamenca.

302
Hatos caribeños y dehesas andaluzas.
Paisaje y estructura parcelaria
Fernando Díaz del Olmo
Rafael Cámara Artigas
José Ramón Martínez Batlle
Universidad de Sevilla

El precedente ibérico de las explotaciones ganaderas en las Grandes


Antillas son las dehesas. Éstas surgen junto al desarrollo de la Mesta en
Castilla y su evolución estará condicionada por las propias disposiciones del
Concejo de la Mesta. El traspaso de las actividades ganaderas a las nuevas
colonias americanas, en el ámbito del Caribe y antes de saltar a Tierra
Firme, se hizo a través de la concesión en usufructo de tierras para el pasto
de los hatos de ganado, que sí eran propiedad de particulares. La delimita-
ción de estos pastos fue regulada por la Corona y se aprovechó la existencia
en muchos casos de sabanas naturales o sabanas antrópicas precolombinas.
Con el tiempo se denominó a la tierra concedida y enajenable por el nombre
del grupo de ganado que pastaba en él, el hato. La semejanza fisionómica
entre dehesas y sabanas, y la propia actividad ganadera fueron diferenciadas
en la colonia por un clima benigno a lo largo del año, tierras que no pertene-
cían a nadie legalmente reconocido por la Corona de Castilla (que permitió
la delimitación radial de los hatos) y una regulación de manejo y manteni-
miento que al día de hoy desconocemos pero que no parece haber sido tan
rígida, al menos, como la existente en las dehesas de Andalucía, tal como
nos han trasmitido las Reales Ordenanzas de Zalamea La Real.

LAS EXPLOTACIONES GANADERAS BAJO


MEDIOVALES CASTELLANAS: LAS DEHESAS

Las dehesas son formaciones naturales resultado de la antropización


para obtener tierras de pasto, conservándose las especies leñosas de porte

303
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

arbóreo de las formaciones naturales mediterráneas, específicamente alcor-


noques (Quercus suber), encinas (Quercus rotundifolia), quejigos (Quercus
fagínea y Quercus canariensis) y rebollos (Quercus pyrenaica), especies
que conforman las dehesas en función de las características bioclimáticas
de donde éstas se ubiquen, fundamentalmente Andalucía, Extremadura y
Salamanca.1 El término dehesa se emplea también en Iberoamérica en
Colombia y México, en referencia en el primero a espacios de explotación
ganadera con quercíneas en la montaña baja tropical, y en el caso de
Colombia.
El sistema de la dehesa se basa en el aprovechamiento del estrato her-
báceo y del fruto de los árboles. Para lo primero se elimina el estrato arbus-
tivo y se mantienen los pies de árboles suficientes para que penetre la luz
del sol. Los frutos, por su parte —sobre todo las bellotas— constituyen un
alimento muy nutritivo para el ganado. Un tercer aprovechamiento de la
dehesa viene de su propio mantenimiento, del cual proceden las ramas y
rastrojos que son empleados como leña, o incluso como materia prima para
el carboneo. En algunas dehesas, cuando los suelos lo permiten, el pasto se
alterna con el cultivo de cereales. Las especies animales que se utilizan
como ganado en las dehesas son cerdos, ovejas, cabras y vacas.
Históricamente la ganadería tenía en los siglos XII y XIII un carácter
trashumante en la Corona de Castilla. Existían reuniones o mestas locales
de pastores para defender sus intereses frente a los agricultores o resolver
conflictos entre ellos mismos por los pastizales a utilizar. Fue Alfonso X el
Sabio (1252-1284) el que creó la institución del Honrado Concejo de la
Mesta (1272-1273), que surge para proteger esta práctica, en la que el gana-
do más importante era el ovino. Con este reconocimiento jurídico, los
ganaderos recibieron privilegios del rey como la libertad de paso para el
ganado o la conservación de las cañadas, vías para el tránsito del ganado.
Éstas tenían una anchura de 90 varas castellanas (una=83,59 cm) y a ellas
se les unían otras subsidiarias como veredas y coladas, recorriendo la
península ibérica de Norte a Sur.
El ganado que se hallaba bajo la jurisdicción de la Mesta formaba la
cañada real, que estaba dividida en secciones o cuadrillas. La Mesta siem-
pre contó con el apoyo de la monarquía desde Alfonso X hasta los Austrias.
Era una importante fuente de recursos económicos (controlaba la principal

1 Costa, M.; Morla, C. y Sáinz de Ollero, H.: Los bosques...

304
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

materia prima textil: la lana) y un instrumento de homogeneización del


régimen agrario (de los espacios rurales). Protegía los intereses de los gran-
des rebaños de ovejas no estabulados y de los ganaderos serranos median-
te su potente capacidad jurisdiccional para hacer respetar sus numerosos
privilegios, sucesivamente acumulados. La Mesta tuvo un claro compo-
nente oligárquico y fue una institución al servicio de los grandes propieta-
rios de ganado, tales como los magnates de la nobleza, las órdenes milita-
res y las instituciones eclesiásticas.
También caracterizó a la Mesta su progresiva burocratización con
alcaldes entregadores y de puertos y procuradores de dehesas, entre otros.
El máximo histórico de la cabaña ganadera trashumante se alcanzó en la
segunda mitad del siglo XVIII (con más de cinco millones de cabezas).
Cuando la Ilustración y el liberalismo económico comenzaron su fuerte
campaña antimesteña, el precio de la lana se hundió también, contribuyen-
do todo a su abolición en 1836.
La Reconquista por parte de los cristianos del territorio ibérico isla-
mizado es uno de los procesos fundamentales para entender el origen de
las dehesas actuales.2 Los territorios comprendidos al norte del Duero fue-
ron concedidos a los conquistadores parcelándose y roturándose para con-
firmar la propiedad, dando lugar a minifundios. La conquista de los terri-
torios entre el Duero y el Tajo siguieron una pauta diferente repartiéndose
en grandes términos municipales, en los que los concejos respectivos se
encargaron de su explotación a través de la instalación de colonos, orga-
nizándose un sistema de tierras cultivadas próximas al pueblo cabecera y
tierras comunales un poco más alejadas. A comienzos del siglo XII el
territorio de La Mancha al sur del Tajo fue entregado en forma de grandes
latifundios a las Órdenes Militares. En el siglo XIII se ocupó Extremadura
y Andalucía, donde ya existía con los reinos islámicos un sistema latifun-
dista, que en este caso sólo cambió de dueños, sin transformaciones en el
parcelario.
En el siglo IX surgieron problemas entre ganaderos y los concejos
municipales (sus agricultores). No fue hasta el siglo XII cuando se estable-
cieron, en virtud de estos problemas, cinco zonas vedadas que no podían
ser utilizadas para la alimentación de los ganados trashumantes: dehesas,
trigales, viñedos, huertos y prados de siega. De las dehesas actuales son

2 Ibidem.

305
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

pocas las que proceden de estas tierras de defessas, utilizadas sólo para las
boyadas que se dedicaban a la labor de las tierras. La mayoría proceden de
tierras comunales, privadas o de la Iglesia.

LAS DEHESAS EN ANDALUCÍA EN EL SIGLO XVI

Para conocer el manejo histórico de las dehesas en Andalucía hemos


consultado las Ordenanzas de 1535 de Zalamea La Real (Huelva) en las
que se recogen los diferentes manejos y cuidados que se practicaban en el
siglo XVI para su conservación en Andalucía, momento que es paralelo al
desarrollo de los hatos ganaderos en La Española y Cuba.
Las dehesas de Zalamea eran terrenos comunales deslindados por
mojones y cerrados por cercas de piedra y madera. El uso era diverso: pas-
tizal, montería de bellota, madera, leña, casca, corcho, caza, roza, semen-
tera y apicultura. Las ordenanzas distinguían entre las dehesas de pastizal,
con normas más severas, y las de bellota. En las primeras los pies arbóre-
os podían ser de diferentes especies, mientras que en las segundas eran
exclusivamente de encina.
Las dehesas de pastizal se localizaban próximas a las huertas, ya que
los bueyes que se alimentaban en ellas se empleaban para labores agríco-
las. Las otras dehesas, las de montería, no cumplían con esta proximidad y
solían estar más alejadas.
Algunas dehesas del Consejo municipal, como es el caso de la dehe-
sa de las Jarillas, estaban acotadas todo el año a ganados extraños a la dehe-
sa, siendo castigado el incumplimiento con una multa de 500 maravedíes
cada vez que se infringiera con una manada de más de diez reses.
Las ordenanzas, a través de sus mandamientos, nos informan del uso
de las dehesas:

— Licencias para cortar leña en la dehesa o ramonear.


— Licencia para varear bellotas, después del levantamiento del acotado.
— Prohibición de segar la yuerua o yero (Ervum ervilia), también cono-
cida como alcarceña, ervilla o herén, leguminosa que se emplea para
alimentar al ganado.
— Prohibición de coger casca, corteza de arbol para curtir, sin pedir
licencia.

306
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

— Acotar la dehesa de verano hasta el día de San Juan, momento en que


se limpia de rastrojos y se sanean sus aguas, para que las reses pueden
pastar.
— Acotar la dehesa para montería hasta 15 días antes de San Pedro,
momento en que es subastada la bellota disponible en el vuelo de los
árboles por parte del mayordomo del Concejo Municipal (las bellotas
maduran entre octubre y noviembre).
así como de su mantenimiento:
— No cortar ramas de encina ni de alcornoque.
— Limpieza y saneamiento de las aguas de la dehesa donde beben los
bueyes.
— Aumentar los pies de encinas mediante su siembra, al menos una vez
al año.
Las únicas delimitaciones territoriales que tenían una forma circular
eran la majadas, con un radio de cuatro sogas. 3 Estos espacios eran utili-
zados para el descanso del ganado.

LOS PAISAJES DE SABANAS EN EL CARIBE: REVISIÓN DE


LAS SABANAS EN LA HISTORIOGRAFÍA COLONIAL

La descripción y referencia geográfica más antigua que existe de La


Española acerca de lo que hoy denominaríamos su situación medioam-
biental, es la obra de fray Bartolomé de Las Casas titulada Apologética
Historia Sumaria 4 (1522). En ella se recogen sus observaciones en mate-
ria de paisaje, asentamientos, explotación de la tierra y manifestaciones
culturales entre 1502 —fecha en la que llega por primera vez a la isla con
su padre— y 1520. En este periodo realizó diversos viajes, que quedan
recogidos en esta obra. En el Libro I, capítulos II al VIII, describe sus
vivencias a lo largo de los cuatro viajes que realizó para conocer el territo-
rio: el primero por las provincias que daban al océano Atlántico, el segun-
do por las del mar Caribe, el tercero por las sierras interiores de la isla y el
cuarto centrado en la Vega Real.
3 Medida de ocho varas y media (1 vara son 0,836 m.)
4 Las Casas, B. de: Apologética Historia Sumaria......

307
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

De la lectura de estos viajes, cabe resaltar la existencia de bosques al


N de la cordillera Septentrional y mezclados con ellos llanos de hierba
denominados por los taínos sabanas. Una especial dimensión alcanzaban
las sabanas recorridas por Las Casas en la provincia de Higüey, al E de La
Española. En este ámbito es donde el autor refiere la presencia de llanos y
campiñas que los indios llaman zabanas de yerba, algunas de grandes
dimensiones, evaluadas en ese momento de hasta 10 o 12 leguas castella-
nas (entre 55 y 66 km) con manchas de arboledas.
Nuevas descripciones de grandes sabanas se concretan en la provincia
de Cayacoa, entre la de Higüey y la ciudad de Santo Domingo, y finalmente
otras que salpicaban el piedemonte meridional de la cordillera de
Bahoruco, donde al parecer los indios cultivaban algodón. Las sabanas
estaban ya ocupadas por hatos ganaderos de la época como las sabanas del
Valle de San Juan y del valle del Cibao. Otros hatos se situaban o habilita-
ban, mediante aclareo del bosque, en las proximidades de los ingenios azu-
careros, tal como lo cita Oviedo, para proveer de bestias de tiro a la maqui-
naria de extracción del jugo de la caña de azúcar.
Abundando en las referencias culturales y lingüísticas precoloniales
de Las Casas, se sabe que los taínos rozaban el bosque como estrategia de
caza de la jutía (Plagiodontia aedium), por lo que es posible que ya exis-
tieran en la época algunas sabanas antrópicas, considerando sobre todo que
la franja litoral tenía una importante ocupación taína, tal como atestiguan
los yacimientos arqueológicos precerámicos y cerámicos de Honduras, el
Caimito, Hoyo de Toro, El Porvenir-Madrigales, Batey Negro, Cueva de
Berna y Musiepedro, todos ellos entre Santo Domingo y San Rafael de
Yuma, y sin rasgos de actividad agrícola ni en sus estratigrafías ni en sus
ajuares y utensilios.
A la vista de estos datos queda claro que la explotación del medio por
los taínos en el periodo precolonial era una situación extendida en toda la
isla, y por lo tanto, el estado medio ambiental de ésta había experimentado
ya cambios desde sus bosques naturales.
Desde Las Casas hasta la actualidad la existencia de sabanas en
República Dominicana es una constante en el paisaje de la isla, conserván-
dose iconografías variadas, como las ya clásicas de Samuel Hazard5 (1874),
y numerosos testimonios en la toponimia rural: Sabana Buey, Sabana

5 Hazard, S.: Santo Domingo, su pasado y....

308
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

Grande de Boya y Sabana de la Mar, son tres ejemplos relevantes de lo


expuesto.
Rodríguez en su Geografía de la Isla de Santo Domingo6 describe y
califica de sabanas a las “llanuras cubiertas de grama y otras yerbas, con
pocos o ningún árbol”, equiparándolas a las praderas de ganado. Recupera
la denominación de itabo para los terrenos encharcados con agua dulce en
las franjas litorales y más tarde especifica la sabana como “cualquier gran
llanura, seca o pantanosa, en la que no hay grandes selvas”.
Estos llanos presentan manchas o cayos de monte llamados saos (o
zaos), cejas de monte o matas, insistiendo en el carácter de praderas, pra-
dos o praderías de las sabanas cuando producen yerbas que pueden servir
de pasto a los ganados. Incluso llega a distinguir tres tipos: las praderas
naturales, que producen yerba sin la intervención directa del hombre y que
duran ilimitadamente; las artificiales, constituidas por una o dos especies
de plantas leguminosas, que permanecen de uno a tres años, y las tem-
porarias, que son mixtas entre las dos anteriores y tienen gramíneas y
leguminosas.
Llama praderas altas a las que ocupan los flancos de las montañas,
bajas cuando están en el fondo de los valles y medianas si lo hacen en
situaciones intermedias. Sus observaciones climáticas argumentan que las
sabanas reciben menos precipitación que las montañas y que la alternancia
estacional seca-húmeda es regular, durando la seca unos seis meses, de ahí
que se excluyan los árboles de las sabanas, dominando las yerbas altas o
gramíneas de crecimiento rápido.
Por su parte, W. D. Durland7 visita el país en la primavera de 1922,
adentrándose en su interior en una serie de viajes, a partir de los cuales
divide la isla fisiográfica, climática y vegetalmente. Recoge en su clasifi-
cación el término de sabana como praderas entremezcladas con árboles y
plantas aisladas. Para él son especialmente notables en la época seca, cuan-
do el paisaje toma un color pardo, refiriéndose en este particular de forma
exclusiva a las sabanas del valle de San Juan, en la depresión Central, las
cuales describe como un paisaje plano y abierto con suelo fértil y dedica-
do exclusivamente a la ganadería.
Es curioso observar cómo el término sabana pierde su utilización en
República Dominicana para designar una formación vegetal. Hasta el pun-
6 Rodríguez, C.A.: Geografía de la Isla de Santo Domingo.......
7 Martínez, E.: Los bosques dominicanos.

309
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

to que el Diccionario enciclopédico dominicano de 1988, no recoge el tér-


mino como vocablo propio, haciendo referencia a él únicamente como
nombre de poblaciones, como por ejemplo Sabana de la Mar.
La carta geo-botánica del Dr. R. Ciferri8 de 1936, los trabajos de C. E.
Chardón9 entre 1939-1941y los estudios de los Recursos Forestales 10 de la
OEA de 1967 y de Vegetación Natural11 de AID de 1986, no identifican este
tipo de medio natural en el país, dejando de lado incluso la toponimia local
de sabana, especialmente los dos últimos que se basaron en el sistema de
Clasificación de Holdridge. Sólo los trabajos de 1990 de la Cooperación
Técnica Alemana12 (SEA, 1990) y nuestras propias observaciones y estu-
dios, vuelven a recuperar la existencia de la sabana como medio natural
típicamente dominicano con múltiples manifestaciones en el paisaje, aun-
que ellos sólo la citan en dos de sus formaciones vegetales.
En el caso de Cuba, el nombre de sabana se desconoce si, al igual que
en La Española, era el que utilizaban sus aborígenes (al oriente de la isla
también eran taínos) o fue traspasado por los colonizadores españoles en el
siglo XVI. Existe como en La Española una gran riqueza en la diferencia-
ción de sabanas según las denominaciones13 empleadas, y así:
— Ceja: sabana limitada por bosques en forma de galería a lo largo de
los ríos.
— Ciego: sabana rodeada por el bosque, aislada o apenas conectada con
otras sabanas. Su ubicación denota la existencia de antiguas sabanas.
— Sao: bosque pequeño aislado en medio de la sabana (es término abo-
rigen de Cuba y La Española). Sus especies características son la pal-
ma yarey, la palma cana y el guayacán (Guaiacum officinale).
— Cayo: se emplea para las áreas forestales aisladas en medio de la cié-
naga, o bien, dentro del bosque a pequeños claros aislados (igual-
mente utilizado en La Española).
De forma general, se puede establecer que los nombres de sabanas
acompañados de nombres indígenas y los nombres de ciego se corresponden

8 Ciferri, R.: Studio geobotanico dell’isola Hispaniola...


9 Martínez, E.: Los bosques....
10 Ibidem.
11 Ibidem.
12 SEA (Secretaría de Estado de Agricultura) y Servicio Alemán de Cooperación Social-
Técnica: La diversidad biológica de la...
13 Waibel, L. y Herrera, R.: La toponimia en el paisaje....

310
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

a sabanas ya existentes a la llegada de los españoles, mientras que las sabanas


que tienen nombre y apellidos españoles suelen estar relacionadas con explo-
taciones ganaderas coloniales, lo cual no implica que pudieran existir antes
como sabanas en el período precolombino. Además, resulta significativo que
las poblaciones en el primer caso están en el contacto bosque-sabana, mien-
tras que en los segundos, la población se encuentra en el centro del claro.
Para Cuba, el nombre más significativo que evoca a la sabana es el de
la capital, Habana, que hace referencia a una gran sabana que existía entre
Guanabo y el puerto de La Habana. De hecho, la fundación original se lla-
maba San Cristóbal de La Habana, en referencia a la fallida fundación de
San Cristóbal por Diego de Velázquez en 1511, en la costa sur. Diego de
Velázquez trae consigo a Bartolomé de Las Casas, y al igual que para La
Española, es él el primero que recoge su descripción por escrito en su
Memorial de los Remedios (1518) y cita concretamente a la Gran Sabana
de Camagüey con más de diez leguas. Además, según Fernández de Oviedo
y Bartolomé de Las Casas14 los indios sembraban en las sabanas con la téc-
nica que se conoce como montones: “cada montón tiene ocho o nueve pies
de redondel”, casi tocándose unos con otros. La parte somital del montón
es llana, donde siembran diez o más trozos de yuca (Manihot utilísima) y
habla de campos de 1.000 hasta 10.000 montones (o conuchi en lengua taí-
na), lo que implicaría la existencia de sabanas indígenas de al menos 6 km2,
lo cual pudo suponer, por presión poblacional, la quema del bosque bien
para abrir la sabana o para ensancharla. Esto nos aportaría la posibilidad de
que existieran sabanas antrópicas precoloniales.
Desde la llegada del hombre a las grandes Antillas, las sabanas han
sido utilizadas para su sustento, ya sea conservando su estructura o modi-
ficándola levemente como ocurrió en la época indígena y colonial, o trans-
formándola completamente, como ha ocurrido hace menos tiempo con el
desarrollo de los cultivos de plantaciones.

LOS HATOS COLONIALES

En este trabajo se hace un recorrido histórico por todo aquello que ha


supuesto este tipo de aprovechamiento del territorio llevado por los colo-
nos españoles, y que lejos de ser una réplica del sistema de Mesta castella-
14 Ibidem.

311
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

na se conformó con unas características propias debido tanto a las condi-


ciones del medio natural como a la situación de colonia, con una metrópo-
li muy alejada y en muchas ocasiones desinteresada de las “cosas” de la
isla. Dichas características fueron exportadas más tarde, al menos en algu-
nos aspectos, a otras nuevas colonias: primero a Cuba y Puerto Rico, don-
de se siguió un modelo semejante al de Santo Domingo, y posteriormente
a Tierra Firme (México, Centroamérica y Sudamérica) ya con característi-
cas propias.
La explotación ganadera en hatos no sólo supuso una forma armonio-
sa de convivencia del hombre con el medio que le rodeaba, adaptando
incluso para el sistema económico una peculiar transformación del sistema
de esclavitud, sino que supuso también la conformación de un sistema
social conocido como “sociedad hatera” en la isla de La Española.
Los hatos ganaderos constituían un sistema de explotación que se
intentó regular por la real provisión del 15 de abril de 1541, la cual deter-
minaba15 que “los pastos, montes y aguas serían comunes a todos los veci-
nos de Santo Domingo” a fin de que los pudieran disfrutar libremente,
haciendo cerca de cualquier bohío sus cabañas para poner sus ganados, jun-
tos o apartados. Esta provisión fue apelada y revocada en 1550, mante-
niéndose la comunidad de pastos aplicarse “en un radio de diez leguas cas-
tellanas16 de la ciudad de Santo Domingo”, y que “se entiende en cuanto a
Santo Domingo en término de diez leguas permitimos y tenemos por bien,
que un hato de ganado tenga de término una legua de contorno”, dentro del
cual “ningún otro ganado de otra persona podría entrar”. 17 Las propuestas
de los licenciados Vadillo, López de Cervantes y Guevara eran: 18

— para los corrales de ovejas, puercos y cabras que se asentaran donde


libremente se quisiera, siempre que guardaran una distancia de 1.000
varas entre sí.
— Los corrales destinados a vacas (hatos) debían tener 4.500 varas de
radio, de tal manera que:

15 Silié, R.: “El Hato y el Conuco...”, pág. 145.


16 Una legua jurídica castellana tenía 5.000 varas y cada vara 0,836 m., lo que da una distan-
cia para la legua jurídica de 4.180 m., no confundir con la legua castellana, medida de distancia que
equivalía a 5.572,7 m. o 6.666 varas.
17 Gil-Bermejo, J.: La Española, anotaciones históricas....
18 Ibidem.

312
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

– de 1.000 a 4.000 reses tendrían derecho a 1 asiento


– de 4.000 a 6.000 reses 2 asientos
– de 6.000 a 8.000 reses 3 asientos
– de 8.000 a 10.000 reses 4 asientos
– de 10.000 a 12.000 reses 5 asientos
– más de 12.000 reses 6 asientos, que era el máximo que podía tener
un dueño.

Si alguien quería tener más de seis asientos debía dejar que otros
ganaderos con sus reses los utilizaran de forma compartida.

— Crear cuatro lanadas y sitios ralengos, con extensión de 10 leguas en


cuadro, para uso común y sin límites entre asientos y corrales en los
lugares de:
– entre San Juan de la Maguana y Santa María del Puerto
– entre Santiago y Puerto Real
– entre La Vega y las sierras de Macorís
– entre Salvaleón de Higüey y Santa Cruz de Icayagua (Seibo)
— Todo asiento de ganado debía situarse a 3.000 varas de los cañavera-
les de azúcar y otras labranzas.
— Los nuevos ingenios deberán colocarse a 2.000 varas de los hatos.

El hato en La Española fue en sus comienzos un rebaño de cabezas de


ganado vacuno con una cantidad no inferior a 2.000 cabezas, pero está
documentado que el obispo Bastidas en 1547 tenía de 20 a 25.000 cabezas
en once hatos y había personas que poseían 32.000 cabezas, o incluso más,
como Doña María Arana, que tenía 42.000.19
A partir de esta ley, pasó a denominarse hato a la hacienda o espacio
de suelo sobre el cual pastaba el ganado, aunque lo que tenía realmente
valor era el ganado y no la superficie de suelo que ocupaba el hato.20 Éstos
tenían forma circular, partiendo como punto central de un árbol marcado
con una cruz o un mástil que hacía tal efecto, llamado bramadero por los
bramidos del ganado que se encontraba atado a él (también se empleaba el
lugar para marcar o sacrificar las reses), declarándose de uso común los

19 Bosch, J.: Composición social dominicana: historia e interpretación...., págs. 63-67.


20 Silié, R.: “El Hato y el Conuco.....”

313
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

espacios comprendidos entre estas concesiones, que recibían el nombre de


realengos. Algunas estancias llegaron a tener hasta tres leguas de radio, con
10.000 cabezas de ganado.21
Estos hatos no tenían límites artificiales como cercas o mojones que
marcaran su extensión y la única referencia eran estos puntos centrales y la
documentación que a tal efecto levantaban las Audiencias, y que en el caso
de la colonia de Santo Domingo es escasa, no así para Cuba. Es por ello
que el conflicto de tierras por causa de esta indefinición era frecuente, reco-
giendo la Real Audiencia de Santo Domingo documentación sobre muchos
de estos litigios en la isla de Cuba, que en el siglo XVI dependía de aqué-
lla. El hato colonial es una tierra sin cercar, abierta, en la que el uso es indi-
vidual o está repartido en acciones o “pesos”. 22 Dada su extensión circular,
los espacios entre hatos se consideraron como comunes, entregándose con
el tiempo como tierra de realengo a agricultores. Sólo con la desaparición
de la sociedad hatera y la extensión de los cultivos, se procedió a acotar
físicamente estos espacios con vallas de madera seca o muros de piedra,
que a partir del siglo XX, y por ley en República Dominicana, debieron
transformarse en cercas vivas de cagüey (Neoabottia paniculata) en las áre-
as más secas o de piñón cubano (Gliricidia sepium) en las más húmedas. A
pesar del mandato de la ley aún hoy se pueden observar algunas cercas de
piedra en los hatos del S de Higüey o en Río San Juan.
Dentro de los límites del hato se encontraba la casa del dueño, admi-
nistrador o peones, un área dedicada a pastos, otra mucho menor a la plan-
tación de víveres (productos agrícolas para la alimentación básica) y un
lugar de bosque reservado para la montería, en el cual el hatero dejaba
algunas reses y cerdos en estado salvaje para su caza y alimentación, evi-
tando así sacrificar ganado del hato para su propia subsistencia. 23
En los hatos, al menos durante la colonia, sólo se hizo el aprovecha-
miento del suelo con ganadería extensiva y del vuelo se utilizó la madera
para carboneo. En el siglo XX se han introducido mangos en los hatos
manejados, con lo cual se ha ampliado el uso al vuelo de los árboles. En
cuanto al tipo de ganado es exclusivamente ganado vacuno, con una carga
ganadera que rara vez sobrepasaba las dos cabezas/ha, ocupando el ganado

21 Cassá, R.: Historia social y económica de la República.... Tomo I, pág. 80.


22 Gutiérrez, A.: Población y economía en Santo Domingo....
23 Silié, R.: “El Hato y el Conuco....”

314
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

ovino, caprino y porcino unidades menores de territorio (una legua de


radio) que recibieron el nombre de corrales en Cuba.

LOS HATOS EN CUBA Y LA ESPAÑOLA

La llegada de los españoles supuso un cambio en la explotación eco-


nómica de la tierra. En una primera fase la fiebre de oro y plata dirigió los
primeros pasos de explotación hacia los placeres de los ríos de montaña y
piedemontes. Testigo del periodo de explotación minera fue la fundación
de Cotuí en 1505, que tras algunos años de importante auge socioeconó-
mico decayó en 1520 al tiempo de la crisis de explotación minera.
Al año siguiente de la fundación de Cotuí, se había construido un tra-
piche de caña de azúcar en la villa de Concepción de la Vega. Las cañas
que éste procesaba provenían de las que Colón había introducido desde
España y las islas Canarias, y que habían sido plantadas por primera vez en
La Isabela. Con posterioridad, se pasó a unos tímidos intentos de trapiches
de caña de azúcar de carácter privado en el área de Nigua y Santo Domingo
y en 1508 esta industria fue potenciada por los Padres Jerónimos. El alza
de los precios del azúcar en Europa en 1510 animó a muchos colonos y
funcionarios a seguir esta actividad agrícola, que fue subvencionada por la
Corona, construyéndose en el S nuevos trapiches e ingenios (con fuerza
animal o humana de negros esclavos) aprovechando esta coyuntura.
En 1518, y por consejo de los padres Jerónimos, se inició la introduc-
ción de mano de obra negra esclava para el desarrollo de esta industria
pujante, tanto más cuando la minería estaba en su fase de decadencia. Así,
en 1520 ya existían seis molinos, algunos movidos por indios y otros ya por
esclavos negros. La primera exportación de azúcar a la metrópoli se pro-
dujo en 1521 y en 1527 había en la isla 19 ingenios y 6 trapiches. La mayo-
ría de ellos fueron construidos en las orillas del Ozama, Haina, Nizao,
Nigua, Ocoa, Vía y Yaque del Sur. El número siguió creciendo, y así se
pasó de 20 ingenios y 4 trapiches24 en 1545 a 35 ingenios25 en 1548, alcan-
zándose en 1568 la cantidad de ochenta, que producían 200.000 arrobas
anuales. 26

24 Cassá, R.: Historia social y económica.....


25 Moya, F.: Manual de Historia.....
26 Gil-Bermejo, J.: La Española, anotaciones históricas....

315
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

A partir de mediados del siglo XVI comenzó la caída de los precios


del azúcar, coincidiendo con la aparición del jengibre como producto más
rentable, el ataque de Drake en 1586 y la peste que asoló la isla y que aca-
bó con gran parte de la población negra. Esto afectó definitivamente a la
mano de obra y a los ingenios azucareros de tal manera que en 1606 sólo
quedaban 12 ingenios distribuidos en las riberas del Ocoa, Nigua, Itabo y
Jaina que producían anualmente 8.000 arrobas. Esta actividad, durante el
siglo XVI modificó los paisajes de las riberas fluviales en las que se culti-
vaba la caña de azúcar, especialmente de la costa S entre Santo Domingo y
Azua. Los ingenios que fueron desapareciendo dieron paso a una nueva
actividad de explotación de la tierra, la ganadería, que en la colonia de
Santo Domingo ya se había iniciado de forma marginal pero que en los
siglos XVI-XVIII cobraría una personalidad propia bajo la denominación
de sociedad hatera. 27
La región ganadera por antonomasia fue la llanura oriental del Caribe,
al E de la capital Santo Domingo. Aunque, como a lo largo de la exposi-
ción se podrá percibir, históricamente otros lugares de la isla tuvieron
importancia en este tipo de explotación, en la actualidad la han perdido.
Las primeras propiedades ganaderas surgieron con algunos encomen-
deros, funcionarios y órdenes religiosas. La caída de la actividad azucare-
ra a finales del XVI y la crisis de “las despoblaciones” de 1606 abocaron
al resto de la escasa población de La Española a dedicarse a este tipo de
explotación, que muchas veces era de tipo familiar y que no precisaba, en
principio, gran cantidad de mano de obra esclava, mostrándose con el tiem-
po como la más productiva. Hacia 1540 la sociedad de La Española estaba
organizada alrededor de la industria azucarera, en 1600 lo estuvo alrededor
de los hatos.
Los hatos ganaderos de Santo Domingo se hallaban localizados o con-
formaban sabanas arboladas, fundamentalmente en condiciones de bosque
mesófilo. La situación de los hatos coloniales estaba condicionada por los
asentamientos de población y por las vías de comunicación que unían estos
núcleos. No hay que olvidar que se vivía en una sociedad de colonización
y, por lo tanto, durante los siglos XVI, XVII e incluso XVIII eran corrien-
tes las rebeliones, primero de indios como Enriquillo y posteriormente de

27 Bosch, J.: Composición social dominicana... Cassá, R.: Historia social y económica de...
Moya, F.: Manual de Historia... Silié, R.: “El Hato y el Conuco...”

316
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

negros cimarrones como Lemba, siendo la comunicación vital para la


defensa de las propiedades de los hateros, al menos hasta el siglo XVIII.
En los siglos XVI y XVII las únicas vías de comunicación interior
eran las denominadas vías reales que unían las grandes ciudades con los
centros productivos ganaderos. El desarrollo de estas vías es un sistema
radial centrado en Santo Domingo y que sigue las tres grandes depresiones
(septentrional, central y meridional) y la llanura oriental.
La vía Este que unía las ciudades de Santo Domingo con Baní y Azua,
dividiéndose aquí en dos ramales, uno hacia la depresión meridional que le
unía con Neyba y Puerto Príncipe y otro hacia la Central que unía a esta
ciudad, San Juan y Baniqué. Hasta Azua había unos noventa km y desde
aquí el ramal S cubría una distancia de 180 km y el N 170 km. Este último
cobró más importancia por la riqueza de los hatos de la depresión Central
a partir del siglo XVIII. Transcurría por las sabanas que se encontraban
entre Santo Domingo y el W de la isla, entre terrenos llanos a excepción de
un pequeño tramo entre el valle del Ocoa y Azua, en el que había que sal-
var un pequeño puerto que, no obstante, fue fundamental durante la inde-
pendencia para parar el avance de las tropas haitianas.
La vía Oeste discurría por las sabanas de la llanura oriental uniendo la
capital con la población de Monte Plata, y ésta hacia el E con Bayaguana,
Seybo e Higüey, y hacia el NW con Boyá y Cotuí, donde se unía al cami-
no central. Hasta Higüey cubría una distancia de 160 km, y desde Monte
Plata a Cotuí 60 km, aunque esta última era una vía de tránsito local y esca-
so, ya que las relaciones entre el Cibao y el E eran escasas. Estos caminos
unían Santo Domingo con Higüey y el Seybo, fortalezas fundadas por
Esquiviel por orden de Ovando en 1506, y en ellos se desarrollaron los pri-
meros hatos ganaderos de esta región a los que se unieron los de Cotui,
población de paso en el camino real que unía Santo Domingo con La Vega.
Finalmente, la vía central o camino real, eje vertebral de la colonia,
recorría la isla de S a N hasta Santiago a través de Cotuí y la Vega, y des-
de aquí hasta Dajabón en el extremo occidental de la depresión septentrio-
nal. Un ramal unía el camino de Santiago a Dajabón con Puerto Plata a tra-
vés del Paso de los Hidalgos, que en realidad era una trocha abierta en la
montaña. Este camino real, si bien en los dibujos de Samuel Hazard28 apa-
rece como una vía muy cuidada y jalonada de palmas reales, se tiene noti-

28 Hazard, S.: Santo Domingo......

317
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

cia de que era ocupada muy a menudo por la maleza y su mantenimiento


resultaba costoso, debiendo ser además muy continuado. Era la vía interior
con más trafico y se empleaba, al igual que las anteriores, para transportar
la parte de ganado que los hateros estaban obligados a ceder a la capital,
entre otros usos comerciales. La prueba de la dificultad de tránsito de esta
vía son los intentos de sacar los productos del Cibao, bien a través de la
bahía de Samaná por el Yuna o por vía férrea, o a través de Puerto Plata.
Cubría hasta Dajabón una distancia de unos trescientos km. La primera,
que ha permanecido hasta la actualidad, constituye hoy la vía Sánchez, la
segunda ha perdido su virtualidad y ha dado paso a una más meridional que
recibe el nombre de Mella, y la tercera es la autopista Duarte, que es la
carretera más importante en comunicación y tránsito del país.
En cuanto a la importancia de esta actividad económica ha quedado
referenciada en las crónicas y censos de la época. En 1540 había centena-
res de miles de reses que se habían multiplicado a partir de ejemplares tra-
ídos por Colón y Nicolas de Ovando, y en 1568, en lo que se considera la
edad de oro de la ganadería dominicana, el oidor Echegoian calculó
400.000 cabezas29 para toda la isla.
En 1536 fue concedida la primera merced en Cuba30 para entregar una
sabana, la del Asno antes de Manicaragua, en Sancti Spiritus, para explo-
tarla mediante un hato de tres leguas de radio. Ésta había sido solicitada por
Fernando Gómez en 1530. En las Actas Capitulares de La Habana existen
diferentes testimonios sobre la concesión de hatos entre 1558 y 1579. Hasta
entonces, los sitios de las mercedes solicitadas se entregaban donde eran
pedidos con dos leguas de radio para el hato y una legua de radio para el
corral.31 El 11 de febrero de 1579 se mandó que se fijaran esas medidas, 32
comisionando al agrimensor Luis de la Peña por orden del gobernador
general Gaspar del Toro, para la medida de estos terrenos, adoptando la for-
ma circular para las grandes haciendas de crianza.
En 1606 por orden del gobernador de Santo Domingo, Antonio
Osorio, se mandó desalojar y destruir las poblaciones de Montecristi,
Puerto Plata, Bayajá y Yaguana, proceso histórico que se conoció como
“las devastaciones de Osorio”. Con los pobladores de Montecristi y Puerto

29 Gil-Bermejo: La Española, anotaciones....


30 Waibel, L. y Herrera, R.: La toponimia en el paisaje cubano...
31 Se entiende la legua jurídica antigua, aproximadamente 4.100 m.
32 Rousset: Historia de Cuba.

318
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

Plata fundó Monte Plata, y con los de Bayajá y Yaguana la nueva villa de
Bayaguana, ambas al N de la sabana de Guabatico, entre las hoy ciudades
de Santo Domingo y San Pedro de Macorís. Estas poblaciones se unieron
con Higüey y con Sabana Grande Boya-Cotuí a través de un nuevo cami-
no, en medio del cual se creó un gran hato para ganado propiedad del rey,
que dio lugar posteriormente a la población de Hato Mayor del Rey.
Al hacerse el censo de 1606 con motivo de las “devastaciones”,33 que-
daban en el país los siguientes hatos con 110.000 cabezas, distribuyéndo-
se así:

Santo Domingo: 95 (648 familias)


Santiago: 30 (125)
Bayaguana: 16 (115)
Monte Plata: 15 (87)
Azua: 12 (46)
La Vega: 11 (40)
Cotuí: 6 (24)
Higüey: 2 (22)
Seybo: 2 (7)
Boyá: 2 (13)

Con un total de 1.127 familias, que suponen entre 5.600 y 6.000 per-
sonas, a las que hay que agregar 9.648 esclavos, de los cuales 800 vivían
en los trapiches, 6.742 en las estancias y el resto, unos 2.300, en los cen-
tros urbanos y hatos.34
Años después de las despoblaciones, en 1608, el nuevo presidente de
la Audiencia, Don Gerónimo Gómez de Sandoval mandó hacer un nuevo
censo, que mostró 61 hatos menos y una pérdida de 24.000 reses. Con pos-
terioridad a éste se realizaron otros dos censos, uno en 1743 por orden del
gobernador Pedro Zorrilla para determinar el número de reses con que cada
hacendado debía contribuir al abastecimiento de la capital, el cual dio
112.098 cabezas, y un estadillo en 1772 que dio 271.000 cabezas. 35 La

33 Bosch, J.: Composición social dominicana...


34 El alto número de hatos en Santo Domingo hace referencia a la tenencia e inscripción de
estos hatos en Santo Domingo, aunque su ubicación no tiene que ser próxima a la capital. No obstan-
te, hay que recordar que los hatos no podían ser mayores de una legua de radio en un ámbito de 10
leguas de distancia a la capital.
35 Sevilla, M.ª Rosario: Santo Domingo tierra de frontera...

319
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

diferencia entre ambos se puede deber más que a un aumento natural de la


cabaña a un falseamiento interesado de los datos por parte de los hateros
y a la no inclusión en el primer censo del ganado que había en las proxi-
midades de la capital (en teoría no podía haber hatos mayores de una legua
de radio en una distancia de 10 leguas de la capital como marcaba la ley
de 1541).
De esto se deduce que la crisis de 1606 fue superada a lo largo del
siglo XVIII; el dominio de la sociedad hatera como pauta de la economía
perduró hasta mediados del siglo XIX. Su culminación se alcanza precisa-
mente antes de perder su hegemonía. Desde el ascenso a la primera presi-
dencia de la República de Pedro Santana, hatero del Seybo, convertido en
general durante la guerra de independencia contra Haití (1844), el predo-
minio de las ideas conservadoras, la ganadería y la explotación maderera y,
en definitiva, del Sur sobre el Norte, durará hasta la anexión voluntaria a
España en 1861, realizada por el mismo Santana. Tras la guerra de
Restauración, la sociedad hatera pierde su poder y se inicia una nueva
República y etapa en la historia dominicana.
Sin embargo, hay que pensar que su impacto en el medio no debió ser
demasiado grande pues se habla de una población de 5.000 habitantes en el
siglo XVII para la ciudad de Santo Domingo y un total aproximado de unos
trescientos hatos ganaderos para toda la isla, 36 que además ocupaban en
muchos casos las sabanas que ya existían al llegar los españoles a la isla,
muchas de ellas en los valles fluviales, cerca de los ríos donde pudiera
abrevar el ganado.
La “sociedad hatera”, que tuvo gran importancia a lo largo de la colo-
nización, y aun en la independencia de los haitianos a mediados del siglo
XIX, perdió su poder tras la decisión de Santana —hatero, poderoso líder
de esta sociedad ganadera y presidente de la República— de anexarse a
España en 1861.
En 1757 Nicolás Joseph de Ribera37 da como principales provincias
ganaderas de Cuba a Villa Clara, Sancti Spíritus, Camagüey, Bayamo y
Holguín. Esta situación parece que perduró al menos hasta la independen-
cia de España en 1898.
Tras la Guerra de Independencia de España, aunque el sur siguió
teniendo un gran peso económico, Santiago de los Caballeros en el valle
36 Bosch, J.: Composición social dominicana: historia...
37 Ribera, N. J. de: Descripción de la isla de Cuba.....

320
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

del Cibao al norte de la isla, con la explotación de productos agrícolas


como el tabaco, cacao o café, sustituyó en las esferas del poder a los hate-
ros. Desde ese momento ya no se puede hablar de esa “sociedad hatera”.
Hoy los hatos ganaderos persisten, a pesar de la entrada de la caña de azú-
car, en el SE del país, y siguen teniendo una importancia relativa en la eco-
nomía del país, pese al protagonismo de la caña de azúcar desde principios
del s. XX y del turismo a partir de los años ochenta. En cualquier caso no
están configurados territorialmente como los hatos coloniales, ni son tierras
comuneras, aunque sí han quedado rastros en el parcelario del antiguo sis-
tema circular.
En 1918 Rousset38 publicó una gran cantidad de datos concernientes a
la mercedación de tierras en hatos y corrales, a partir de los cuales Leo
Waibel elaboró un mapa 1:250.000 de todos los hatos y corrales de la épo-
ca colonial.

DEHESA Y HATOS: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

La dehesa es un sistema de explotación similar en cuanto a estructu-


ra de vegetación y explotación extensiva de ganado en Andalucía durante
estos siglos y que ha permanecido hasta la actualidad. Sin embargo, las
diferencias son también importantes pues en el caso de la dehesa su forma
típica de aprovechamiento extensivo es en dos estratos, el suelo y el vuelo,
con tres producciones básicas: agrícola, ganadera y forestal. 39 Sin embar-
go, en los hatos, al menos durante la colonia, sólo se hizo el aprovecha-
miento del suelo con ganadería extensiva y del vuelo sólo se utilizó la
madera para carboneo. En el siglo XX se han introducido mangos en los
hatos manejados, con lo cual se ha ampliado el uso al vuelo de los árboles.
También existen diferencias en cuanto al tipo de ganado, pues mien-
tras los hatos son sólo de ganado vacuno, las dehesas tradicionalmente han
sido de ganado vacuno, porcino y ovino, pudiendo ser también caballar y
caprino, aunque ciertamente en muchas de ellas se prohibió la entrada de
otro ganado que no fuera el vacuno. También existía diferencia en la carga
ganadera pues mientras en algunas dehesas podían alcanzar las 5 cabe-

38 Rousset, R.: Historia de Cuba...


39 Márquez, D.; Cuadrado, M.; y Foronda, C.: Recursos endógenos y desarrollo....

321
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

zas/ha que es excesiva en una explotación extensiva, 40 en los hatos rara vez
sobrepasaban las 2 cabezas/ha.
Existían dehesas señoriales que servían de pasto al ganado trashu-
mante, hecho éste que no se practicaba en la colonia, o al menos no se tie-
ne conocimiento de él.
La dehesa, además, tal como indica la génesis del término, “defessa”,
es una tierra acotada con tierras de pasto bien delimitadas, regulando la
entrada a los que tienen derecho de uso y los periodos de pastoreo. 41 El
hato colonial es una tierra sin cercar, abierta, en la que el uso es individual
o esta repartido en acciones o “pesos”, y dada su extensión circular, los
espacios entre hatos se consideraron como comunes, entregándose con el
tiempo como tierra de realengo a agricultores. Sólo con la desaparición de
la sociedad hatera y la extensión de los cultivos, se procedió a acotar físi-
camente estos espacios con vallas de madera seca o muros de piedra, que a
partir del siglo XX se transformaron en cercas vivas.

LA PERVIVENCIA DE LAS ESTRUCTURAS TERRITORIALES


DE LOS HATOS EN CUBA Y LA ESPAÑOLA

Los hatos ganaderos actuales sólo han conservado el nombre en lo que


a su expresión territorial se refiere y están bajo el control de grandes pro-
pietarios que siguen practicando una ganadería extensiva. Del hato colo-
nial, su estructura territorial y social, sólo ha quedado prácticamente el
nombre y el poder que estos grandes propietarios siguen teniendo en el
país, aunque hoy no se pueda hablar ya de sociedad hatera, cuya desapari-
ción se puede situar en la República Dominicana a mediados del siglo XIX,
cuando con la caída de la 1.ª República y la desaparición de Santana des-
aparece también el poder político de los hateros.
En el caso de Cuba la prolongación de la colonia hasta finales del
siglo XIX y el advenimiento de la Revolución 60 años después parecen
haber sido circunstancias históricas que han permitido su permanencia en
el parcelario (FIG) y en el viario actual mucho mejor que en la República
Dominicana, donde el fin de la colonización española tuvo lugar a princi-
pios del siglo XIX y ha existido un fuerte proceso de privatización de la tie-
rra que se ha intensificado a partir de mediados del siglo XX.
40 Valle, B.: Geografía Agraria de Los Pedroches.
41 Márquez, D.; Cuadrado, M.; y Foronda, C.: Recursos endógenos y desarrollo.....

322
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

Hemos observado estas permanencias en el parcelario actual en diver-


sos lugares de Cuba y de República Dominicana, y hemos elegido dos
ejemplos significativos: el de Ciego de Ávila para el primero y el de Sabana
Angelina para el segundo.
Mediante análisis de imágenes de satélite y revisión de documentos
históricos (planos y/o mapas) se identifica en el parcelario actual, a dis-
tinto grado de detalle, la geometría radiada de los hatos históricos en
ambos países. A nivel general, los hatos cubanos muestran un delinea-
miento perfecto, siendo posible identificar la circunferencia, que en rea-
lidad es un polígono de 72 lados, el bramadero, e incluso (en el caso de
Güira de Melena) circunferencias concéntricas a distinto radio del bra-
madero. En el caso dominicano es difícil identificar la circunferencia,
aunque en los lugares donde se conoce la existencia histórica de hatos es
posible identificar parcelas cuya geometría corresponde a un sector de
círculo.
En los hatos dominicanos también son identificables escasos rema-
nentes en el parcelario que se adapta a los antiguos radios del círculo que
conformaba el hato, es decir, parcelas cuyo trazado tiene forma de “secto-
res de círculo”. Los hatos cubanos mantienen la delimitación de la circun-
ferencia, habitualmente constituida por el límite externo de varias parcelas;
en estos hatos también se identifican parcelas que conforman geométrica-
mente sectores de círculo.
En ambos casos resulta habitual que el “bramadero” o “cruz” aparez-
ca claramente marcado por un cruce de caminos o carreteras, o que en su
lugar se encuentre una población de tamaño medio a grande en el centro del
hato. En algunos casos, especialmente en República Dominicana, esta loca-
lidad se sitúa de forma excéntrica respecto del hato, como es el caso del
núcleo Hato Mayor del Rey, al E del país.
En el análisis específico se identifican estos rasgos característicos.
Los hatos cartografiados en República Dominicana se sitúan al NE del país.
Se ha indicado mediante el remanente de geometría radiada en el parcela-
rio, el reducto de lo que correspondería a un conjunto de 4 hatos enmarca-
dos entre las localidades de San Francisco de Macorís al N, Villa Tapia al
NE, Jima Abajo al SW, Fantino al S, Cotuí al SE y Pimentel al E. Los ríos
Camú y Yuna delimitan o atraviesan estos hatos. Geomorfológicamente
este sector corresponde a las llanuras de inundación y terrazas fluviales de
los ríos Camú y Yuna.

323
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

Bioclimáticamente el régimen en la zona corresponde a la ombrofilia,


y la formación vegetal dominante es la sabana herbácea intrazonal, favore-
cida por la actividad ganadera. Administrativamente este conjunto de hatos
se sitúa en las provincias Duarte, La Vega y Sánchez Ramírez. Para este
sector se ha utilizado una composición en color de las bandas de 7, 5 y 4
de una escena LandSat 5, sensor TM, adquirida el 12 de diciembre de 1988.
Este conjunto de hatos está dispuesto linealmente de W a E, a lo lar-
go de la carretera que atraviesa las localidades de Jumunucú, Rincón, Jima
Abajo, Fantino, La Cruz de Angelina, La Mata y Cotuí. Otra infraestructu-
ra relevante que atraviesa este sistema de hatos es la línea de ferrocarril que
une la Bahía de Samaná con el Valle del Cibao, hoy en desuso. El hato que
mayor definición presenta es el que tiene como posible bramadero a la
localidad de Mirabel. Este hato presenta remanentes de la geometría circu-
lar mediante el parcelario a lo largo de un radio de 11 km. Del hato de
Jumunucú sólo se conserva el sector NE. La circunferencia pudo coincidir
con el río Camú. Tiene un radio aproximado de 6,5 km. El hato de La Cruz
de Angelina es realmente la superposición de dos hatos. Uno de éstos ten-
dría su bramadero en La Cruz de Angelina, el otro lo tendría dentro del pri-
mero, pero un poco desplazado hacia el NW. Ambos podrían tener el mis-
mo radio, unos 4,3 km, los más pequeños del conjunto. Su identificación
ha resultado compleja, toda vez que se ha conservado muy poco la geome-
tría circular de los hatos originales.
En el caso cubano, se ha cartografiado un hato completo de nombre
Güira de Melena, nombre de la localidad próxima a su bramadero, aunque
en situación excéntrica respecto del hato. Se sitúa al W de la isla y S de La
Habana, entre las localidades de San Antonio de los Baños al N, Artemisa
al W, Güines al E y los humedales litorales de la Bahía de la Broa a 7 km
al S. Geomorfológicamente se sitúa en la denominada “llanura cársica
meridional” cubana. Administrativamente este hato se sitúa en la provincia
de La Habana. En este mismo contexto, se han cartografiado las circunfe-
rencias de otros dos hatos identificados en la imagen. Como fuente carto-
gráfica se ha empleado una composición de las bandas 7, 5 y 4 de una esce-
na LandSat 5, sensor TM, adquirida el 25 de enero de 1985.
La delimitación de la circunferencia en el conjunto de tres hatos cuba-
nos es bastante nítida. Observando imágenes de satélite recientes se com-
prueba que se ha conservado aún esta delimitación hasta la década 1990-
2000. La disposición de este conjunto de tres hatos es triangular, con los

324
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

respectivos bramaderos en cada uno de los vértices. El más claro de los tres
es el de Güira de Melena con un radio muy definido de 4,3 km. Los otros
dos hatos se sitúan al SE y SW respectivamente. Sólo se han conservado
sectores de circunferencia. El primero está constituido por las tres cuartas
partes de una circunferencia, mientras que el segundo sólo por una cuarta
parte. El radio es el mismo que el de Güira de Melena
Si hacemos un estudio de la estructura de la tierra en estos países en
la actualidad, según el Censo Agrario de 1982, realizado por la Oficina
Nacional de Estadística del Secretariado Técnico de la Presidencia de
República Dominicana, en el país existían 16.219 hatos, concentrándose el
mayor número en las provincias de: San Cristóbal (2.431), La Vega
(1.294), Distrito Nacional (1.282), San Juan (1.054), El Seybo (942),
Duarte (922) y Peravia (901).
Es decir, aquellas áreas del país que tradicionalmente han sido ga-
naderas desde los tiempos de la colonización: los alrededores de Santo
Domingo, la llanura oriental, la depresión central y La Vega Real en la
depresión septentrional. No disponemos de datos relativos a Cuba en
cuanto a propiedades ya que las tierras, en su mayor parte son del Estado y
sólo un escaso porcentaje del territorio pertenece a Comunidades de
Agricultores.
El número de cabezas de vacuno que se censó en República
Dominicana42 en 1982 fue de 59.124, siendo las provincias con mayor con-
centración: San Cristóbal con 6.154 cabezas (10,4%), Distrito Nacional
con 5.890 (10%), Santiago con 4.386 (7,4%), El Seybo con 3.880 (6,6%),
Duarte con 3.875 (6,6%), La Vega con 3.789 (6,4%) y San Juan con
3.386 (5,7%).
Todas ellas suponían el 50 % del ganado existente en el país.
En Cuba43 las concentraciones más altas de ganado vacuno se encuen-
tran en: Camagüey con 993.000 cabezas (19,21%), Pinar del Río con
500.000 cabezas (9,67 %), Matanzas, Sancti Spiritus y Bayamo con unas
500.000 cada una (10%). Le siguen con un 7% cada uno Santa Clara, Las
Tunas, Holguín y Santiago de Cuba, y con menos del 4% Cienfuegos,
Ciego de Ávila, Guantánamo, Isla de la Juventud y La Habana. Esto supo-
ne una variación importante para Santa Clara y Holguín con los datos que
disponemos de mediados del siglo XVIII en los que Villa Clara, Sancti
42 ONE: Séptimo Censo Nacional Agropecuario de República....
43 Academia de Ciencias de Cuba: Nuevo Atlas Nacional...

325
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

Spíritus, Camagüey, Bayamo y Holguín, eran los lugares más importantes


en ganadería.
Si establecemos una ratio entre el número de cabezas y el número de
propiedades en República Dominicana podemos tener una aproximación
de la importancia de las propiedades. Así la ratio más importante es:
Santiago (6,6), Montecristi (6,2) y Valverde (5,4), provincias que no desta-
can ni por el número de hatos ni por el de cabezas de ganado, y las pro-
vincias de la llanura oriental: La Altagracia (4,8), Distrito Nacional (4,6) y
El Seybo (4,1).
La provincia de Duarte (4,2) situada al N de la Vega Real confirma la
importancia de la ganadería en el Cibao. Como puede observarse las ratios
son pequeñas debido a que el reparto es muy desigual, juntándose hatos
familiares con 3 o 5 vacas con grandes propiedades de más de cien cabe-
zas. A pesar de esto ha quedado bien claro que los centros de poder de la
ganadería siguen estando en los lugares históricos de esta actividad.
Del total de 42.559.639 tareas44 de superficie en explotación de
República Dominicana (85% de la superficie total del país), son pastos
aprovechados como hatos 1.614.520 tareas (1.015 km2) que supone un 4%
del total de la superficie en explotación, de ellas 917.670 tareas (577 km2)
son sabanas naturales y 696.850 tareas (438 km2) pastos cultivados y mane-
jados. Estos datos ponen de manifiesto que la ganadería ya no supone un
peso importante en la economía del país.
En Cuba del total de superficie en explotación, 87.900 km2 (80% de la
superficie total del país), son pastos para ganado vacuno 29.700 km2, la
misma extensión que aparece en los datos de Rodríguez-Ferrer45 para 1852,
un 34% de la superficie en explotación, de los cuales 19.000 km2 son saba-
nas naturales (23.478 km2 en 1852) y 9.800 km2 son pastos manejados
(5.181 km2 en 1852), lo que denota una baja tecnificación de los pastizales
cubanos frente a los dominicanos, un 34% en Cuba frente a un 44% en
República Dominicana, y una permanencia en Cuba de los sistemas de
explotación desde al menos principios del siglo XIX.
Las provincias de República Dominicana donde los pastos ocupan
una extensión mayor son: La Vega (135 km2), San Cristóbal (125 km2),
Santiago (125 km2), Puerto Plata (63 km2), Duarte (49 km2), Santiago

44 Un km2 equivale a 1.590,41 tareas dominicanas.


45 Rodríguez Ferrer, M: Naturaleza y utilización de la grandiosa.....

326
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

Rodríguez (45 km2), Peravia (44 km2) y San Juan (43 km2). Mientras que
en Cuba son: Camagüey (6.450 km2), Pinar del Río, Matanzas, Sancti
Spiritus, Bayamo, Santa Clara, Guantánamo y Las Tunas con aproximada-
mente unos dos mil km2 cada una, Holguín, Santiago de Cuba, Cienfuegos
y Ciego de Ávila con aproximadamente unos mil km2 cada una, Isla de la
Juventud (500 km2) y La Habana (150 km2). Lo que pone de manifiesto un
mayor territorio dedicado al ganado en Cuba que en República
Dominicana.
La carga más alta de cabezas de ganado por hectárea la tiene en
República Dominicana el Distrito Nacional (1,5), seguida por Montecristi
(1,2), El Seybo (0,9) y Duarte y Valverde (0,8 cada una). Las más bajas con
un alto número de cabezas son La Vega (0,3), Santiago (0,35) y San
Cristóbal (0,5).
En Cuba la carga más alta por hectárea se encuentra en Guantánamo
(1,08), Isla de la Juventud (0,71), Camagüey (0,65), Cienfuegos y Ciego de
Ávila (0,54), Santa Clara y Las Tunas (0,52), Matanzas, Sancti Spiritus
y Bayamo (0,41), Pinar del Río (0,40), La Habana (0,27) y las cargas más
bajas en Holguín y Santiago de Cuba (0,26).
En cualquier caso, este tipo de carga responde a una explotación
extensiva. Nos sirve de término de comparación la carga actual de las dehe-
sas de vacuno en España, que con ayuda de heno, paja y piensos pueden
admitir hasta 2 cabezas/ha.46
El oeste de la depresión del Cibao, Distrito Nacional y este de la lla-
nura oriental en República Dominicana son las regiones más impactadas
actualmente por la ganadería de tipo vacuno, tanto por el número de cabe-
zas, la cantidad de hatos, su extensión y la carga que soportan, mientras que
el sector central de Cuba es, por su parte, el que soporta una mayor carga
ganadera.
El aprovechamiento de estos pastos en la actualidad es muy diverso,
y va desde aquéllos con gran inversión de capital hasta los que siguen apro-
vechando el ciclo natural de los herbazales autóctonos o pastos naturales.
Los pastos naturales están ocupados en República Dominicana por el
pajón haitiano o pangolilla y la grama, fundamentalmente, y producen la
mitad de forraje que los pastos mejorados con estrella africana (Cynodon
nelmefuensis), pangola (Digitaria decumbens), guinea (Panicum máxi-

46 Márquez, D.; Cuadrado, M.; y Foronda, C.: Recursos endógenos.....

327
F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

mum), napier (Pennisetum purpureum) y Braquiaria sp. Los pastos mejo-


rados permiten aumentar en un 30% la producción de leche y carne. 47 El
contenido en proteínas de la hierba es mayor en la napier, que en la guinea,
y en ésta que en la pangola, siendo el contenido más bajo intraanual para
todas ellas entre marzo y junio. La realidad es que en la actualidad hay
pocas fincas en el país con hierba mejorada y libre de pasto natural o male-
za. 48 En Cuba las hierbas mejoradas utilizadas son pangola, guinea, ber-
muda cruzada y caña forrajera.
El desarrollo moderno de los hatos en República Dominicana trajo
consigo la división y aislamiento de las propiedades con cercas vivas de
Pitheceliobium dulce, Hura crepitans, Gliricidia sepium (piñón cubano) y
Haematoxylon campechianum. Estas cercas, en la República Dominicana
no pueden ser de piedra ni de postes de madera seca desde la promulgación
de la ley 284/85 que establece que todas las cercas y vallas de madera o
palos deben hacerse con postes vivos, dándose de plazo hasta 1987 para
que fueran reemplazadas todas las que no se ajustaran a la ley. No obstan-
te, en la actualidad la vacuna no es la única cabaña existente en el país y ni
tan siquiera la más importante en número de cabezas. Ésta es la caprina,
con 72.054 cabezas, teniendo su mayor concentración en la provincia de
Sánchez Ramírez con 21.450 cabezas, seguida de Peravia con 7.581,
Montecristi con 7.010, Azua con 4.266, San Cristóbal con 3.500 y Santiago
con 3.233.
A excepción de las provincias de San Cristóbal y Sánchez Ramírez,
con bosque mesófilo, el resto pertenece a bioclimas con bosque tropófilo y
tropófilo espinoso, en los cuales este ganado parece desarrollarse mejor o
ser una alternativa económica más eficaz. Llama especialmente la atención
la carga que soporta la provincia de Sánchez Ramírez, en la cual con 38
km2 de pasto soporta 5,6 cabezas/hectárea, siendo además un lugar con
bosque mesófilo en transición al ombrófilo. Parece ser que en estos hatos,
el ganado vacuno ha sido sustituido por el de cabras hacia finales de los
años 70.
Otras cabañas importantes son las de caballo, con 15.743 cabezas,
destacando las provincias de San Cristóbal con 1.829, Seibo con 1.589 y
Santiago con 1.580. La cabaña ovina carece de importancia y su número no

47 Martínez, L.: “Buena selección...”, págs. 7-8.


48 Vargas, M.: “Algunas consideraciones...”, págs. 17-18.

328
HATOS CARIBEÑOS Y DEHESAS ANDALUZAS

supera las 2.700 cabezas, cuyos rebaños más importantes se encuentran


en San Juan y Seybo (con 290 cabezas cada una), Santiago (284) y Mon-
tecristi (268).
En conjunto, las provincias con una carga ganadera más diversificada
son Santiago, Seybo, San Cristóbal y Montecristi, siendo el impacto mayor
en función de la carga por hectárea y del tipo de ganado. El caprino es más
dañino que el vacuno cara a la regeneración vegetativa porque no es una
cabaña manejada y en la mayoría de los casos se la deja pastar libremente
por los bosques tropófilos y tropófilos espinosos de Montecristi, Azua y
Peravia.
La toponimia de República Dominicana y Cuba recoge en muchos
lugares esta impronta histórica con poblaciones como Hato Mayor del Rey,
Hato Grande, Hato Viejo, etc., en República Dominicana, o Hato Quemado
de Güines y Hato de San Bolondrón por poner un ejemplo en Cuba; al igual
que ha recogido el de sabana: Sabana de la Mar, Sabana Buey, Sabana
Grande, Sabana de Boyá, Sabaneta, etc., en República Dominicana, y
Sabana de los Pinos, Sabana de Guarayuasi, Sabana de Guanacaje o Sabana
de Guanabanabo en Cuba.
Su estudio y conocimiento han permitido establecer las relaciones
entre el hombre y el medio natural de sabana así como los impactos que se
han derivado de esta relación, que en definitiva muestran un equilibrio
mantenido a lo largo de los siglos (400 años) sólo roto por el inicio de una
economía de plantaciones (caña de azúcar y tabaco) que ha cambiado las
estructuras socioeconómicas del país durante los siglos XIX y XX en estas
grandes islas, dejándolas a merced de los precios internacionales de estos
productos, junto a los del café y el cacao.
Hoy la ganadería sigue siendo un capítulo importante de la economía
de la República Dominicana y de Cuba, pero está lejos de ser su eje central
y su principal fuente de ingresos, dando paso al turismo ante la caída de los
precios de la caña de azúcar y la falta de modernización tecnológica de este
sector, que fue el que sustituyó a la ganadería como columna vertebral
socioeconómica de República Dominicana y Cuba, dando paso en la actua-
lidad al turismo, a pesar de sus desarrollos políticos diferenciados a partir
del principio de la década de los sesenta.

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F. DÍAZ DEL OLMO, R. CÁMARA ARTIGAS Y J.R. MARTÍNEZ BATLLE

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