Ensayo El Icono: Un vínculo Entre lo Terrenal y lo Divino
Estudiante: David Eduardo Rubio Velázquez
El Icono: Un vínculo Entre lo Terrenal y lo Divino Los iconos han desempeñado un papel fundamental a lo largo de la historia, siendo más que simples imágenes. En este ensayo, exploraremos qué es un icono y sus características distintivas, destacando su importancia en la región del Oriente cristiano. También examinaremos los recursos estilísticos utilizados para comunicar la espiritualidad de los íconos, así como la querella iconoclasta que sacudió a esta tradición religiosa y los argumentos que finalmente la resolvieron. Un ícono es una representación sagrada en forma de imagen que tiene un significado profundo y espiritual en la religión del Oriente cristiano. Según (Osorio Vargas (2003) El ícono representa la idea de percibir la presencia divina en todas las cosas creadas y de conferir santidad a la creación de la misma, tanto en sus diversas formas como en sus variados colores. Funciona como un punto de encuentro donde se puede conectar con Dios y con las figuras santas (p.127). Sus características distintivas incluyen: Transmitir lo divino: Los íconos no son simples representaciones artísticas; buscan transmitir la presencia de lo divino en lo terrenal. Estilo tradicional: Suelen seguir una estética tradicional que se ha mantenido a lo largo de los siglos. Inmovilidad en el tiempo: Los íconos resisten la evolución artística y cultural, manteniendo su forma original. Uso ritual: Se utilizan en rituales religiosos, como la veneración y la oración. En la religión del Oriente cristiano, los íconos son de vital importancia ya que sirven como puentes entre lo terrenal y lo divino. Estos objetos permiten a los fieles conectarse con la espiritualidad de manera tangible y visual. La veneración de los íconos se considera una forma de adoración y un medio para profundizar la fe. En la perspectiva del Oriente, el ícono se considera uno de los sacramentales esenciales, siendo el medio que facilita la experiencia de la presencia divina. Al ser una manifestación visual de lo que normalmente está oculto a los ojos humanos, el ícono no se percibe como una entidad independiente en sí misma, sino como una herramienta destinada a guiar al creyendo hacia una conexión espiritual con otras entidades sagradas, como Cristo, la Trinidad, la Theotokos y los Santos. Desde la perspectiva ortodoxa, el ícono representa verdaderamente un sacramental que permite experimentar la presencia personal de lo divino (Fitzurka, 2003, p.79). Para comunicar la espiritualidad del ícono se utilizan diversos recursos que resultan cruciales al momento de cumplir con este objetivo. Algunos de estos recursos incluyen: Perspectiva inversa: Los íconos a menudo representan figuras en una perspectiva inversa, lo que sugiere que están más allá del mundo terrenal. Uso de colores: Los colores tienen significados simbólicos en los íconos, como el oro para la divinidad y el azul para la humanidad. Detalles faciales y gestuales: Los rostros y gestos expresan serenidad y espiritualidad, invitando a la contemplación. La querella iconoclasista fue un conflicto en el imperio bizantino que tuvo lugar durante los siglos VIII y IX. Según Academia Play (2018) la iconoclasia implicó más que simplemente rechazar las representaciones sagradas; fue una política religiosa implementada por el emperador León III (véase figura 1) que llevó a la destrucción de estas imágenes. Dentro de la querella iconoclasista iniciada por León III, se consideraban los íconos religiosos como una forma de idolatría. Esto se debía a que los íconos se habían convertido en objetos con supuestas cualidades milagrosas en lugar de simples representaciones religiosas. En el año 730, León III emitió un edicto (véase figura 2) prohibiendo los iconos y ordenando su destrucción. Según Gómez Perez (2022) así, se formaron dos grupos claramente definidos durante la querella iconoclasista: los iconoclasistas, que se oponían a las representaciones religiosas, y los iconódulos, que apoyaban su creación y uso. Las consecuencias de este conflicto fueron significativas y abarcaron diversos aspectos de la sociedad bizantina. Además de las pérdidas artísticas y la persecución de adoradores de imágenes, la disputa sobre la legitimidad de los iconos religiosos causó una crisis que afectó a múltiples áreas. Es esencial comprender los argumentos presentados por ambos lados. Se desató un debate sobre la forma apropiada de la relación entre los fieles y el arte, involucrando a teólogos y emperadores. León III buscaba mejorar la vida religiosa del imperio a través de una política fundamentada en la fe cristiana, a pesar de la oposición. Su objetivo era corregir las desviaciones en la vida monástica de la época, centrándose principalmente en la lucha contra la idolatría, considerada un pecado grave. La querella iconoclasista se resolvió finalmente a favor de los defensores de los íconos, conocidos como iconódulos, bajo varios argumentos: Defensa de la tradición: Se argumentó que los íconos habían sido parte de la tradición religiosa durante siglos y que su destrucción equivaldría a una ruptura con la historia cristiana. Concilio de Nicea II: En el año 787, el Concilio de Nicea II confirmó la importancia de los íconos en la religión y estableció directrices para su uso adecuado. Diferenciación entre adoración e idolatría: Se hizo hincapié en que la veneración de los íconos no era idolatría, sino una forma de profundizar la fe y conectarse con lo divino. Según San Martín Córdova (2022) El monje Yuhanna ibn Mansur ibn Sarjun fue el responsable de ofrecer una solución teológica satisfactoria en cuanto a la veneración de los íconos en el pasado. En su extensa producción escrita en griego a principios del siglo VIII, se destacan especialmente los tres discursos que componen su "Logós Apolojetikós" o "Discurso sobre los íconos sagrados". En este trabajo, presentó argumentos teológicos que respaldaban el uso religioso de representaciones figurativas tanto de Dios como de otras entidades celestiales. Sus razonamientos se basaron en una minuciosa interpretación de la Biblia y en la tradición religiosa de los primeros siglos del cristianismo en el oriente. El texto se divide en tres secciones principales, pero fue en la primera donde estableció los fundamentos clave para la aceptación de los íconos. En las dos secciones restantes, refutó a aquellos que rechazaban y difamaban las venerables imágenes, una actitud vehemente que también se manifestaba en otras obras del mismo monje. Referencias Academia Play. (2018, 5 de julio). La crisis iconoclasta: El Imperio bizantino se tambalea. academiaplay. https://academiaplay.es/crisis-iconoclasta-imperio- bizantino- tambalea/#:~:text=La%20querella%20iconoclasta%20fue%20un,persecución%2 0de%20quienes%20los%20adoraban. De Monzarz, Y. (2021, 28 de marzo). La iconoclasia y la edad oscura de Bizancio. En Un Viejo Libro. https://enunviejolibro.com/la-dinastia-isauria-y-la-querella- iconoclasta/ Fitzurka, C. (2003). Religiosidad Popular y espacio sagrado. El ícono en la teología oriental. Teología y Vida, 44(2). Gómez Perez, G. (2022, 11 de octubre). Ulrico Zuinglio: El valiente reformador de la ciudad de Zurich. BITE. https://biteproject.com/ulrico-zuinglio/ Osorio Vargas, J. (2003). Utopías de sabiduría y santa locura: Ensayo sobre la mística cristiana de raíz bizantina primitiva. Polis, 2(6). San Martín Córdova, I. (2022). Argumentos teológicos para la prohibición o aquiescencia iconográfica. La veneración de imágenes religiosas en los templos ortodoxos. Revista Semestral de Investigación, 13(25). Apéndices
Figura 1. León III el Isaurio, emperador de los romanos. (De Monzarz, 2021)
Figura 2. Cuadro que representa la destrucción de las imágenes de las iglesias