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La primera Navidad.

Lucas 2:1-20.
Introducción:
La navidad es un momento maravilloso del año donde recordamos un evento que marcó
la historia y nuestras vidas; la venida de nuestro Salvador a este mundo. La Luz vino a resplandecer
en un mundo en tinieblas. Dios mismo se hace hombre para traer esperanza a un mundo perdido.
En la Biblia no hay un mandato explícito a guardar la navidad. Respeto mucho a quienes por un
tema de convicciones y conciencia no lo hacen. Pero en lo personal, celebro navidad y creo que
debemos aprovechar esta celebración para recordar el acontecimiento más grande de la historia. El
nacimiento del Salvador del mundo.
La navidad es una ocasión especial en la cual los creyentes podemos anunciar al mundo que
Jesús es Dios encarnado. Que el Hijo de Dios decidió hacerse hombre para salvar al hombre de su
pecado. Que el Dios Soberano se despojó a sí mismo para nacer como hombre, y humillarse a sí
mismo, naciendo en un pobre pesebre para enriquecer con su gracia al miserable pecador. Como
dijo C. S. Lewis: El Hijo de Dios se hizo el Hijo del hombre para que los hijos de los hombres fuesen
hechos hijos de Dios.
Aunque la Navidad puede ser rastreada a través de la historia y podemos encontrar que los
pueblos paganos celebraban algo parecido, a pesar de eso, los cristianos podemos usarla para
celebrar los poderosos hechos de Dios, quitando de la fiesta todo lo supersticioso. Podemos sacar el
consumismo excesivo y convertirlo en un tiempo de reflexión familiar, de amor, de compartir regalos
y también un tiempo especial del año para los niños. Mis hijos esperan navidad, es un día especial
para ellos.
Cuando los cristianos celebramos el nacimiento de Cristo no lo hacemos como los paganos que
celebraban el renacimiento del dios sol, sino que hoy, los cristianos, celebramos el nacimiento del
verdadero Sol de Justicia. Cuando los cristianos celebramos la Navidad o natividad (nacimiento) de
Cristo el enfoque principal de nuestra fiesta es manifestar al mundo, a nuestros hijos, a todos, que
Dios nos envió el regalo más precioso que tenía: A su hijo Eterno. Lo pagano lo podemos encontrar
hasta en el cumpleaños.
La celebración cristiana de la navidad se diferencia radicalmente de cualquier otra celebración
parecida que hayan tenido los paganos, pues nosotros festejamos y nos regocijamos porque un día,
no sabemos en qué mes, allá en Belén, nació la Esperanza de Israel, nació el dador de la vida, nació
quién sería el Redentor. Este es un hecho poderoso que debe mover a toda la cristiandad universal a
gozarse y anunciar públicamente lo que Dios hizo. Ahora, no debemos olvidar que cada domingo es
el día del Señor y celebramos el nacimiento de Cristo, celebramos su muerte, su resurrección, su
ascensión y coronación, incluso celebramos su pronta venida para morar eternamente con su
pueblo.
De lo que sí debemos cuidarnos es de hacer de la navidad un ídolo, y no un momento para
glorificar al Señor por Su obra Redentora.
Charles Spurgeon en su sermón de navidad llamado “El nacimiento de Jesús” dice:
“Ahora bien, feliz Navidad a todos ustedes; y será una feliz Navidad si tienes a Dios contigo. Hoy no
diré nada en contra de las festividades en el gran día del nacimiento de Cristo. Mañana pensaremos en
el nacimiento de Cristo; estamos obligados a hacerlo. Estoy seguro, sin embargo, que firmemente
podemos asirnos con fuerza de nuestro compromiso con la pureza. Y así, celebremos la fiesta no con
la levadura vieja, ni con la levadura de malicia y maldad, sino con panes sin levadura de sinceridad y
de verdad” (1 Co. 5:8). No hagas banquetes como si quisieras celebrar la fiesta de Baco (dios greco-
romano del vino); no vivas mañana como si adorases alguna divinidad pagana. Celebren, cristianos,
celebren; tienen derecho a festejar. Ve a la casa de celebración mañana, celebra el nacimiento de tu
Salvador; no te avergüences de alegrarte; tienes derecho a ser feliz. Salomón dice:
“Vete, come tu pan con gozo, y bebe tu vino con corazón alegre, porque Dios ya ha aprobado tus
obras. En todo tiempo sean blancas tus ropas, y que no falte ungüento sobre tu cabeza” (Ec. 9:7-8). La
religión nunca fue diseñada para hacer que tus placeres sean menores.
Recuerda que tu Maestro comió mantequilla y miel. Ve por tu camino, regocíjate mañana, pero en tu
celebración, piensa en el Hombre en Belén; deja que tenga un lugar en tu corazón, dale la gloria,
piensa en la virgen que lo concibió, pero piensa sobre todo en el Hombre nacido, el Niño que fue dado.
Termino diciendo de nuevo: “Una feliz Navidad para todos”.
Hermanos, qué maravilloso lo que ocurrió esa noche en Belén. Oh hermanos, nació nuestro
Salvador, nuestra esperanza eterna, el Dios que hizo todas las cosas se hizo hombre por amor a ti y
a mí.
Primero:
I.- La venida del Señor.
V. 6-7.
El emperador romano, Augusto Cesar, promulgó un edicto para que todos los habitantes del
imperio fuesen empadronados en su lugar de origen.
Esto obliga a José y María, una pareja israelita, a viajar desde Nazaret hasta la aldea de Belén,
a unos 140 km de distancia. María estaba embarazada y cuando llegan a su destino se cumplen los
días de su alumbramiento, con el agravante de que todas las posadas estaban llenas, excepto el
establo de un mesón desconocido. En aquella sala de parto improvisada nace Jesús, rodeado de
animales y acostado en un lugar donde se les alimentaba.
Es en el evangelio de Juan donde se nos da una explicación teológica de lo que realmente
sucedió allí. Aquella noche, en la aldea de Belén, ocurrió el evento más extraordinario, más
trascendental, más determinante y más incomprensible de toda la historia humana. El apóstol Juan
lo explica con estas palabras, en el vers. 14 del cap. 1:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Juan nos está diciendo en la introducción de su evangelio es que aquella Palabra por medio de
la cual Dios creó el universo, es en realidad una Persona, y no una Persona cualquiera. Ese Verbo
que en el principio estaba con Dios, en perfecta comunión con Él, ese Verbo era Dios; y fue ese
Verbo el que se hizo carne.
Noten que Juan no dice simplemente que se hizo Hombre. Usando el lenguaje más crudo
posible Juan quiere que nosotros entendamos que la segunda persona de la Trinidad vino a ser
parte de la raza humana, haciéndose como uno de nosotros con todo lo que eso implica. Durante 9
meses estuvo en el vientre de su madre María, siendo alimentado por medio de su cordón umbilical,
desarrollándose como niño, exactamente como sucedió contigo y conmigo. Ese Verbo, sin el cual
nada de lo que ha sido hecho fue hecho, decidió venir al mundo como una criatura dependiente de
una joven virgen en Israel. Y cuando finalmente fue dado a luz, no vino con una aureola alrededor de
su cabeza, como se presenta en algunas pinturas religiosas, sino como un niño judío común y
corriente. De haber nacido en un hospital cualquiera, nadie hubiera sido capaz de diferenciar a Jesús
de cualquier otro niño en la sala de maternidad.
Aquel que habló y trajo el Universo a la existencia tuvo que aprender el alfabeto hebreo (y tal
vez el Arameo). Tuvo que aprender a decir “papá” y “mamá”, como cualquiera de nuestros hijos.
Jesús tuvo que crecer en el entendimiento de las Escrituras, hasta que en una edad temprana
comenzó a darse cuenta que todo lo que estaba escrito en la ley, en los profetas y en el libro de los
Salmos, en realidad hablaba de Su propia vida, de Su muerte en la cruz, de Su resurrección.
Si queremos entender la magnitud del evento ocurrido en la primera Navidad, no podemos
idealizar la humanidad de Jesús. Aquella noche en Belén Dios se hizo Hombre, un Hombre como tú
y como yo. Y todo eso, sin dejar de ser Dios. Él se cansaba, sentía hambre, le dolía el rechazo y el
maltrato, lo mismo que a nosotros. Jesús se identificó plenamente con nuestra humanidad, excepto
que Él nunca pecó.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. He. 4:15.
Que Dios el Hijo haya tomado sobre sí mismo una naturaleza humana real es una doctrina
crucial del cristianismo histórico. El concilio de Calcedonia, en el año 451 D.C. declaró que Jesús es
verdadero hombre y verdadero Dios y que la humanidad y divinidad de Cristo están unidas sin
confusión, sin mutación, sin división y sin separación, cada naturaleza conservando sus propios
atributos.
La humanidad de Cristo fue como la nuestra. Se hizo hombre "por nuestra causa". Compartió
nuestra situación para actuar como nuestro Redentor. Se convirtió en nuestro sustituto, tomando
sobre sí mismo nuestros pecados y sufriendo el castigo en nuestro lugar. También cumplió la ley de
Dios en nuestro lugar.
En la redención hay un intercambio en dos sentidos. Nuestros pecados son entregados a
Jesús. Su justicia es entregada a nosotros. Él recibe el juicio que correspondía a nuestra humanidad
imperfecta, mientras que nosotros recibimos la bendición que le correspondía a su humanidad
perfecta.
Él dejó Su gloria para pagar por los pecados tuyos y míos. Se humilló haciéndose hombre.
Filipenses 2:5-8. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual,
siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó
a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Es tan maravilloso pensar en la primera navidad. No por los regalos, sino por la más grande
muestra de amor que jamás nadie pudo hacer por el hombre; Dios envió a Su Hijo a morir en nuestro
lugar. Ese es nuestro mayor regalo
Al pensar entonces en la primera navidad se nos viene a la mente que Dios se hizo hombre, y
eso es maravilloso.
Segundo:
II.- Las promesas del pacto cumplidas en su venida.
A lo largo de la Biblia, Dios hizo pactos con su pueblo. Algunos de esos pactos eran
condicionales, como el pacto mosaico, en el que Dios prometió bendiciones si la gente seguía Su
Ley, si obedecían. Otros fueron incondicionales, como la promesa que Dios le hizo a Abraham para
convertirlo en una gran nación. Surgieron problemas con el pacto mosaico porque el pueblo de Israel
no pudo seguir la Ley de Dios. Sus corazones estaban constantemente apartándose de Él y violando
la Ley. Debido a que el resultado del pecado es la muerte el Señor había prometido un pacto de
gracia luego de la caída, un nuevo pacto, un nuevo pacto en el cual Dios mismo cumpliría los
requisitos de la Ley y le daría a la gente la capacidad de seguirlo en amor y obediencia.

Jeremías 31:31-34. He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la
casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su
mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido
para ellos, dice Jehová.
33
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi
ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
34
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová;
porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
Ezequiel 36: 26-27. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi
Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
El elemento más importante del nuevo pacto es la sangre de Jesucristo. En el Antiguo
Testamento, se requerían sacrificios de sangre para la limpieza y expiación cuando se violaba la Ley.
Bajo el nuevo pacto, Jesucristo proporcionó su propio cuerpo en la cruz como un sacrificio que
purificaría de una vez, para siempre, a aquellos que tenían fe en Él.

Hebreos 10:10-14. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre. 11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra
de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus
pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Dios proclamó el primer pacto, el pacto mosaico, como defectuoso debido a la incapacidad de la
gente de cumplir con su parte del trato. Es por eso que prometió un nuevo y mejor pacto. Según los
términos del nuevo pacto, Dios se olvidaría de nuestros pecados y derramaría su misericordia sobre
nosotros. Prometió también poner la ley en las mentes y escribirla en nuestros corazones.

Zacarías, el padre de Juan el bautista profetizó respecto al Señor Jesús y fue cuando Dios le
dio a su hijo Juan como el mensajero que había de venir a preparar el camino del Señor.
Lucas 1:68-73. Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo, 69 Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su
siervo, 70 Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; 71 Salvación de
nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; 72 Para hacer misericordia con
nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; 73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder.
Dios mostró su fidelidad y cumplió el pacto hecho después de la caída del hombre, y
desarrollado en las promesas a Abraham y David. Cristo dijo: “Esta es la sangre del nuevo pacto que
por muchos es derramada”. Y en ese pacto recibimos todas las promesas de Abraham por la fe.
Antes estábamos sin esperanza y ajenos a los pactos de la promesa. Pero hoy somos el pueblo
del pacto.
Gloria a Dios porque Él es un Dios que cumple lo que promete, cumple su pacto.
Vemos una cantidad de profecías cumplidas que es impresionante. Miqueas 5:2, Isaías 9:6,
Isaías 11, entre otras.
Tercero:
III.- El Propósito de la venida del Señor.
V. 8-14.

¡Las buenas nuevas son que podemos ser liberados perfectamente de la esclavitud del pecado,
y que podemos servir a Dios en libertad, gozo y agradecimiento en sincera comunión con los santos
que están siendo purificados y preparados para el inminente regreso de Jesús!
Ese mensaje nos dice que nació el Salvador del mundo. El Ungido por Dios que vino a pagar
por todos nuestros pecados. Y el gozo mayor es que Él mora en nosotros, y nosotros en Él. Estamos
tan unidos a ese Gran Salvador, que nada nos puede separar de Cristo.
Me gusta como traduce el verso 14 la LBLA. Dice paz a los hombres que en Él se complacen.
¿Paz para quiénes? Hay una nota sombría que sonaba en la alabanza de los ángeles. Paz a
los hombres con quiénes su favor descansa. Paz a los hombres con quiénes Él se complace. Sin fe
es imposible agradar a Dios. Por lo tanto, la navidad no trae paz a todos. Y ésta es la condenación,
dijo Jesús, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas. (Juan 3:19).

O como el anciano Simeón dijo cuando vio a Jesús, He aquí, éste está puesto para caída y
para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha…para que sean
revelados los pensamientos de muchos corazones (Lucas 2:34–35). Oh, cuántos se asoman a la
ventana y lo único que ven es una navidad oscura y fría. A lo suyo vino, y los suyos no le
recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:11–12). Fue solo a sus discípulos que Jesús dijo, La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo (Juan 14:27). Los que disfrutan la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento son
los que, en toda oración y ruego, hacen conocer sus peticiones a Dios. La llave que abre el tesoro de
la paz de Dios es la fe en las promesas de Dios. Por esto, Pablo ora: Y el Dios de esperanza os
llene de todo gozo y paz en el creer (Romanos 15:13). Cuando confiamos en las promesas de
Dios y tenemos gozo, paz y amor, Dios es glorificado. Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a
aquellos con los que Él se complace, los que creen. Cristo vino a ganar nuestra paz con su
sufrimiento y nuestro gozo con Su dolor.
Es triste pensar en las personas que viven sin paz y sin gozo. Debemos dar gracias a Dios
porque no se compran con dinero.
Vivimos en un mundo donde las malas noticias están a la orden del día. Pero nosotros los
creyentes somos portadores de buenas noticias, y las mejores noticias. Que Cristo vino al mundo a
salvar a los pecadores. Las noticias que traen salvación y vida eterna.
Conclusión:
La navidad son buenas de gran gozo, que ha nacido en la ciudad de David un Salvador,
que es Cristo el Señor.
Que el pasar por estos textos de la Palabra de Dios nos lleve a una meditación profunda y
analizar si vivimos agradecido por la obra de Cristo a nuestro favor
Esta es una buena noticia digna de ser recibida por todos, digna de compartir. ¿estás
compartiendo el mensaje del evangelio? La navidad es otro buen momento para hablar del
evangelio.
Vivamos con esperanza de que ese Dios que vino, que se hizo hombre un día regresará por
segunda vez a buscar a los que le esperan. Vivamos confiados y agradecidos de nuestro Dios.
Y vivamos vidas dignas del evangelio de Cristo, vidas santas y entregadas a Él. Que el Señor
nos ayude.

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