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SECTOR 13

‘Sector thirteen’ por Sandy Mitchell

Traducción Iceman TS 1.0


De todos los mundos que he visitado en mi larga y vergonzosa carrera,
supongo que Keffia destaca como uno de los más agradables. En abstracto,
al menos, estábamos allí para luchar en una guerra, no nos olvidemos, así
que había muchas cosas en las que mantener la mente ocupada, pero en
general, miro hacia atrás mis años allí a través de una tenue bruma de
nostalgia.

Al ser un ‘mundo agrícola’ (AgriWorld, del original) el paisaje era casi


completamente rural, así que mi impresión general fue de interminables
llanuras con exuberante vegetación atravesadas por aisladas carreteras,
que de vez en cuando, se cruzaban en pintorescos pueblos rústicos, donde
parecía que nada había cambiado mucho desde que el Emperador andaba
con pantalones cortos. El clima era agradable también, las pequeñas capas
de hielo goteaban un agua clara y fresca en los tres continentes con
grandes cadenas montañosas polares, mientras que la estrecha banda
ecuatorial estaba misericordiosamente libre de cualquier masa de tierra
por la que valiera la pena luchar. Había algunas pequeñas cadenas de islas,
con sus pequeñas comunidades endogámicas que pescaban y cultivaban
frutas tropicales, demasiado insignificantes como para haber atraído la
atención del enemigo y fueron ignoradas por nuestro lado también,
después de las obvias redadas iniciales.

En conjunto, estaba bastante satisfecho con la vida. Mi involuntario


heroísmo en Desolatia un par de años antes, me había hecho ganar un
poco de notoriedad entre la ‘Fuerza de ataque’ (Task Force del original)
Imperial y yo había sido capaz de sacar provecho de eso muy bien. Incluso
después de todo ese tiempo, aún había suficientes oficiales de alto rango y
funcionarios del Administratum que querían estrecharme la mano, o
mantenerme cómodamente ocupado asistiendo a recepciones y
seminarios lejos de los combates, por lo que con frecuencia me encontré
fuera de mi unidad durante días y días. Una privación que el coronel
Mostrue, nuestro comandante, tengo que decir que soportó con una
encomiable entereza.
Incluso mientras estaba en mi puesto las cosas eran apenas onerosas. El
12º Regimiento de artillería de campaña de Valhalla estaba acantonado
muy por detrás de primera línea, como era de esperar, así que había tenido
poca oportunidad de enfrentarme al enemigo directamente. De hecho,
desde que empezamos la prolongada campaña para limpiar el planeta de
una infestación genestealer (Literalmente ‘ladrones de genes’ una subespecie de los
Tiranidos, nt), en cualquier caso, rara vez había nada a lo que disparar. La
guerra fue sutil en su mayor parte, de contrainsurgencia y ataques
quirúrgicos, con el enemigo rara vez concentrando en un número suficiente
para justificar una descarga de artillería. Las excepciones ocasionales a esto
fueron unidades renegadas de la Fuerza de Defensa Planetaria (FDP) locales,
que resultaron estar plagadas de cultistas seguidores de los alienígenas con
deprimente regularidad, volvían sus armas contra la Guardia o las unidades
locales enviados a lidiar con ellos, hasta que nuestra abrumadora
superioridad en número y potencia de fuego ejercía su inevitable efecto.

Como la mayoría de los mundos agrícolas, Keffia estaba escasamente


poblada comparada con los estándares Imperiales. Esto hizo que nuestro
trabajo de limpiar el lugar fuera mucho más fácil y a la vez, más difícil de lo
que podría haber sido. Más fácil, ya que las ciudades eran pocas y distantes
entre sí (creo que no había más de una docena en todo el mundo), lo que
significaba que no había excesivas concentraciones de población; pero más
difícil en cuanto a que un culto de genestealers, realmente, en los inicios
de su infiltración debe permanecer escondido y pasar desapercibidos, para
que de una manera atenuada y discreta, ir extendiendo sus tentáculos
ampliamente en pequeños focos de infestación, en lugar de permanecer
suficientemente concentrados para erradicarlos y destruirlos de un solo
golpe. El resultado de todo esto fue que nos habíamos visto obligados a
seguir una campaña prolongada, de limpieza provincia por provincia, a lo
largo y ancho de este mundo, centrándonos en una cada vez. Ya había visto
como tres inviernos vinieron y se fueron, desde que llegamos aquí.

Algunos, por supuesto, encontraban el lento ritmo de la campaña


frustrante, no menos que mi compinche y amigo más cercano en la batería,
el teniente Divas, que, como siempre, estaba irritado por la dilatación de la
misma, ansioso por terminar el trabajo y pasar a la próxima guerra.

-Estamos haciendo progresos- le dije, descorchando una botella de


amasec bien madurado, que de alguna manera había encontrado su
camino a mi petate, después de la última ronda de toma de contacto y
comilonas al que había sido arrastrado. -Ambos continentes del norte
están ya completamente limpios.

-Pero cuando empezamos estaban sólo ligeramente infestados- contestó


él, encontrando un par de tazas de té en mi desordenado escritorio, que
Jurgen, mi ayudante, no había podido poner en orden antes de
desaparecer en alguna misteriosa misión de las suyas. -La mayoría de los
‘rones (de ‘ladrones de genes’, los genestealers, nt) estaban al sur de aquí. Tú lo
sabes.

-¿A dónde quieres llegar?- le pregunté, vertiendo el ambarino líquido con


cuidado.

Divas se encogió de hombros, mirándome misteriosamente, como un niño


aburrido cansando de la diversión actual.

-No lo sé. Podríamos estar aquí durante años, si algo no cambia.

-Supongo que podríamos- estuve de acuerdo, tratando de no sonar muy


contento ante la perspectiva. Eso me habría venido bien, mis aventuras con
los Tiránidos en Desolatia me otorgaron más que suficiente emoción para
una carrera en el comisariado (emociones, las había tenido y eran
conocidas, por supuesto, pero sólo había sido el preludio de una vida de
huidas ante una muerte casi segura. Pero en aquel entonces aún tenía que
desarrollar la innata paranoia que me serviría tan bien en mi subsiguiente
siglo de servicio, diciéndome cuando cubrirme y disparar cuando no podía
huir. El prolongado período de relativa calma me había arrullado en una
falsa sensación de seguridad, que unos años más tarde me provocarían
nada más que un vago sentir, a la espera de que me cayera otra misión
peligrosa). Así que cuando sirvió las bebidas, no tenía ni idea del hecho de
que el punto de inflexión de toda la campaña no estaba a más de un par de
horas de distancia y que una vez más, me encontraba atrapado en medio
de unos acontecimientos de los que yo no tenía el más mínimo control.

La ironía era que yo había tenido mi oportunidad de evitarlo, pero en ese


momento yo pensaba que estaba siendo prudente al no hacerlo. Hay que
recordar que el coronel Mostrue nunca se había sacudido la sensación de
que había sido menos que honesto acerca de mi supuesta heroicidad en
Desolatia, cuando mi intento de salvar mi propio cuello había tropezado
inadvertidamente con el ataque de un enjambre de ‘nidos (‘Nids en el original,
de tyranids, Tiránidos, la costumbre de Caín de acortar o ponerle mote a las cosas, nt)
que de otro modo nos habrían aniquilado, mi posterior ataque de pánico al
regresar con ellos, pegados al culo, a nuestras propias líneas, les había
llevado a la zona de matanza de nuestras propias armas.

Él nunca había dicho nada directamente sobre ello, por supuesto, pero
después de eso hizo un esfuerzo para crear sutiles oportunidades de
demostrar mi valía, que generalmente llegaban a mí empujándome en la
dirección general de los problemas y mirando atentamente ante cualquier
señal abierta de renuencia a ponerme en peligro de nuevo. Por suerte, mis
viajes promocionales lejos de la batería habían limitado sus oportunidades
para este tipo de diversiones, pero en un par de ocasiones me habían
dejado sin otra alternativa que acompañar a alguna unidad de observación
avanzada con una demostración externa de entusiasmo a fin de no socavar
mi fraudulenta reputación.

Al final resultó que estas pequeñas expediciones, no habían sido tan


desagradables como yo había previsto. En cada ocasión recibimos un poco
de fuego de los miembros del culto, tan pronto como se dieron cuenta de
que estábamos sentados por delante de nuestras propias líneas llamando a
la batería, pero nos alivió que nuestra posición quedase bien disfrazada
por los bombardeos subsiguientes, se ocuparon de evitar que se acercaran
o mejoraran la precisión de sus disparos lo suficiente como para ser una
verdadera molestia. A todos los efectos se mantuvieron como una
amenaza lejana, a pesar de los ocasionales disparos laser y algún impacto
en los sacos de arena que nos protegían. De hecho, en todos estos
compromisos menores yo nunca había visto al enemigo lo suficientemente
cerca como para decir si eran verdaderos híbridos o simplemente sus
incautos humanos infectados.

Sin embargo, todo eso estaba a punto de cambiar, cuando el coronel sacó
la cabeza por mi oficina a la mañana siguiente de mi charla con Divas.

-Comisario- me dijo, clavándome esos ojos azul hielo, que siempre


parecían ver mucho más profundamente en mi interior y me hacían sentir
incómodo. -¿Tiene un momento?

-Por supuesto- le respondí, con todos los signos de cortesía, haciendo caso
omiso de los latidos débiles de la resaca y el amasec que había traído a la
habitación conmigo esa mañana. -¿Puedo ofrecerle un poco de té?

-No, gracias- él se movió a un lado a toda prisa cuando Jurgen comenzó a


verter un tazón extra. Sabía que él se negaría, por supuesto, es por lo que
se lo había ofrecido. Mi ayudante era un espléndido compañero en muchos
aspectos, no menos importante de los cuales era una singular falta de
imaginación que compensaba con una deferencia a la autoridad y un
enfoque de mente literal a seguir órdenes, lo cual simplificaba mi vida de
muchas maneras. Pero no era el soldado más atractivo en la Guardia y
aparte de su desorden habitual, su espectacular olor corporal significaba
que los visitantes, por lo general, eran reacios a quedarse en su vecindad,
ciertamente no durante el tiempo que le tomaría beber un tazón de té de
hojas de ‘tanna’ (uno de los pocos hábitos de Valhalla que he recogido
debido a mi asociación prolongado con los nativos de ese mundo cubierto
de hielo, por cierto. Está hecho de una planta que crece allí en las cavernas,
tiene un leve regusto amargo que me parece de lo más refrescante).

-Como quiera- bebí el fragante líquido y levanté una ceja con educada
curiosidad. -¿Cómo puedo ayudarle?

-Hay una reunión informativa sobre el despliegue de las tropas de la


guarnición esta tarde en la sede de la brigada- dijo Mostrue, luchando
claramente con el impulso de alejarse de Jurgen.
A diferencia de los nativos de Valhalla, tenía mi oficina y habitaciones
abiertos a la dulce brisa primaveral, en lugar de poner el aire
acondicionado a la temperatura de una cámara frigorífica, y él claramente
encontraba el relativo calor un poco incómodo, sobre todo porque en el
ambiente siempre flotaba el distintivo perfume de mi fiel ayudante (otra
buena razón para dejar las ventanas abiertas, por supuesto). -Pensé que le
gustaría asistir.

Y conseguir así colocarme otra arriesgada misión de reconocimiento por el


frente de batalla tan pronto como estuviéramos allí, sin duda. Pero yo no
podía simplemente negarse, al haberme invitado en representación del
Comisariado a observar las disposiciones de mantenimiento de la paz en
los continentes recién limpiados, era algo más que un acto de cortesía, al
menos superficialmente, así que pensé que sería mejor simplemente
aceptar, acompañarlos y esperar que podría encontrar alguna excusa para
volver atrás cuando el peligro se presentase.

Estaba abriendo la boca para ponerme de acuerdo, internamente


maldiciendo al coronel, cuando Jurgen llegó inesperadamente a mi rescate.

-Perdone, señor, pero si va a salir de la batería es mejor que responda


primero a los Arbites (Lo que sería la policía civil, nt).

-¿Arbites?- la ceja de Mostrue se levantó ligeramente de exagerada


sorpresa. -¿Ha estado haciendo algo por lo que debería estar
preocupado?

Bastante, realmente, pero no sería yo el que fuera a decírselo. En vez de


eso, cogí la placa de datos con el icono rojo parpadeante de "Urgente" que
Jurgen había colocado en mi escritorio, para ser honesto, había sido
incapaz de hacer frente el asunto ni siquiera mirarla a través de la resaca,
hasta que el té de tanna la pateó y ahora, la miré brevemente.

-No esta vez- le sonreí, así pude fingir que era una broma, asentí a Jurgen. -
Gracias Por recordármelo- me volví hacia el coronel. -Algunos de nuestros
artilleros están bajo custodia civil. Parece que se pusieron un poco
demasiado animados en una de las posadas locales anoche- suspiré, con
un pesar cuidadosamente fingido. -Así que aunque ese pequeño viaje
suyo suena de lo más agradable, supongo que tendré que acercarme por
allí y arreglar las cosas.

-Por supuesto- asintió con seriedad, el rutinario "el deber es lo primero"


de siempre, y por una vez, no tuve que estirarlo más. La disciplina en la
batería era definitivamente mi responsabilidad, así que tuve la excusa
perfecta para esquivar cualquier pequeño inconveniente que había estado
planeando dejar caer sobre mí.

Por supuesto, si hubiera sabido a lo que la clarificación de ese pedacito


aparentemente trivial de papeleo me llevaría, habría ido con él como un
tiro y buscado mis propias oportunidades, pero entonces nunca habría
cimentado mi reputación como un autentico héroe y la guerra de Keffia
habría tomado por completo otros derroteros.
El pueblo más cercano a nuestro parque de artillería, Pagus Parva, estaba a
unos veinte minutos, o diez de la manera que Jurgen conducía, así que
tuve poco tiempo para disfrutar del aire fresco de primavera, cuando
entramos “a todo gas” a través de los kilómetros de campo abierto que se
alineaban a ambos lados de la carretera. Me había familiarizado bastante
con el lugar en los últimos meses, por lo que ya era consciente de que era
un poco más grande de lo que su nombre implicaba. Era el centro
burocrático de la región, el sector 13 en los mapas del continente que nos
habían suministrado el Administratum local, así que contaba con un
puñado de edificios civiles, sólidos e imponentes, así como templos y
bibliotecas de asentamientos mucho mayores.

En tiempos de paz había sido el hogar de cerca de dos mil personas, mucho
más que el puñado de cientos de personas en los pueblos de los
alrededores, la mayoría de ellos se dedicaban a apoyar a los caseríos
dispersos que se agrupaban por los alrededores, de alguna manera, la
agitación de la guerra y la llegada de muchos guardias a la zona, con sus
salarios que necesitan ser gastados, casi duplicó la población. No hace falta
decir que la mayoría de los recién llegados, estaban apoyando el esfuerzo
de guerra mediante el mantenimiento de la moral entre los soldados de
maneras que no cumplían del todo con la aprobación de los residentes de
larga duración. O, para el caso, de los Arbites locales, que habían triplicado
su carga de trabajo en los últimos meses. Eso había sonado bastante
impresionante hasta que me di cuenta de que en realidad significaba que
la sargento al cargo del sector había estado acompañada por un par de
“crucigramistas” resentidos de la capital provincial, que claramente habían
sido seleccionados sobre la base de que las autoridades de ese país habían
decidido que la ciudad era más que capaz de gestionarse perfectamente,
por si misma, sin más.

La misma sargento era harina de otro costal, como yo sabía muy bien,
siempre tenía mucho cuidado en establecer buenas relaciones con los
Arbites locales tan pronto como eran desplegados en la región y
sorprendiéndome agradablemente, esta, se había convertido en algo más
que una sencilla relación de trabajo. Wynetha Phu era una sólida oficial de
carrera a sus treinta y cinco años, alrededor de una década mayor que yo
en ese momento, con una figura que parecía bastante buena en uniforme
(y aún mejor fuera de él, ya lo había descubierto en un par de ocasiones).
Era buena en su trabajo, conocía a la mayoría de lugareños de vista,
además de por su nombre y reputación, había rechazado la posibilidad de
promoción a deberes y derechos más desafiantes en la ciudad al menos
tres veces, que yo supiera, porque ella disfrutaba de la sensación de ser
parte de una comunidad rural muy unida. A pesar de nuestra amistad, me
miró con frialdad cuando entré en el puesto de los Arbites en los que
ejercía su mando sobre los dispersos pueblos y aldeas del sector 13.

-Se tomó su tiempo- dijo. Me encogí de hombros, sonriendo cordialmente


para el beneficio de sus subordinados, quienes estaban encorvados por el
lugar tratando de parecer ocupados, y avancé a través del salón de entrada
con columnas hacia el alto mostrador de madera, el que impedía al público
acceder a la parte donde se trabajaba del edificio.

-Lo sé. Acepte mis disculpas- dije adoptando una expresión de resignado
buen humor. -Nos mantienen bastante ocupados en la Guardia, ya sabe.

-Me lo imagino, si los que tenemos en la planta de abajo son cualquier


cosa cercana a ella- ella empujó su dedo sobre la runa que había en un
lado del mostrador, tras reconocer su huella digital, retrocedió levemente
mientras Jurgen me siguió a través del hueco. La mandíbula del policía más
cercano cayó visiblemente cuando el mostrador cerró la brecha tras
nosotros con un chillido débil de correderas sin engrasar. -¿Quién es éste?

-Mi ayudante, el artillero Jurgen- quien realizó el gesto tradicional de ida y


vuelta con la mano, que ha acompañado a las introducciones informales
desde tiempos inmemoriales.

-Jurgen, sargento Phu de los Arbites. Mucho gusto, señorita- le lanzó un


saludo descuidado, que no era estrictamente necesario, aún siendo una
Arbites y todo, pero para Jurgen un sargento era un sargento y eso para él
era suficiente. Además, ella agradeció la cortesía y correspondió con una
inclinación de cabeza.

-Igualmente- la graciosa respuesta invitaba a reflexionar, pero Jurgen


sonrió ampliamente de todos modos, reacción que heló la expresión de la
policía aún más, si eso fuera posible. Wynetha pareció fijarse en él por
primera vez. -Larabi. Ir y recoger a los hombres del comisario, prepara
también los documentos con los cargos.

-Señora- él acató su orden con una manifiesta falta de entusiasmo que


habría conseguido que cualquier soldado de la Guardia, como mínimo,
recibiera un buen rapapolvo, salió medio encorvado en dirección a los
calabozos.

-Será mejor que vaya con él- le dije a Jurgen. -Asegúrese de que se
comportan como deben.

-Señor- trotó detrás del Arbites, que pareció moverse un poco más rápido
ahora que su nuevo compañero se le acercó y me dejó solo con Wynetha.
Esperaba un poco de conversación amistosa, incluso un leve coqueteo o
dos, pero su mente estaba totalmente por la labor esa mañana, me tuve
que conformar con una sonrisa y la oferta de una taza de recafeína.

-Déjeme adivinar- dije, mientras pasaba mis huellas digitales por las placas
de datos, permitiendo que las escanearan y así confirmar que me había
hecho cargo de los reincidentes en nombre del Comisariado. -Conducta
lasciva, embriaguez, desorden público y un par de peleas.

La boca de Wynetha se arqueó con lo que parecía genuina diversión.

-Es obvio que conoce bien a sus hombres- dijo ella secamente. Tomó un
sorbo de su taza de recafeína.

-Conozco estas perlitas un poco demasiado bien- dije, revisando los cinco
nombres que, entre ellos, constituían un buen 10% de mi carga de trabajo.
Eso podría no parecer mucho, pero para una batería de más de trescientos
soldados de la Guardia era un logro bastante impresionante a mi propia
manera. -Hochen, Nordstrom, Milsen, Jarvik- levanté la cabeza para mirar
con desaprobación al soldado que llevaban, prácticamente en volandas,
entre el pequeño grupo de hombres que salía tímidamente de las celdas. -
E inevitable, el artillero Erhlsen- me sonrió con la avergonzada expresión
que se había convertido en demasiado familiar en este último par de años.
-Dime, Erhlsen, ¿estás planeando hacer de la limpieza de letrinas una
ordenada carrera a tiempo completo?- se limitó a encoger de hombros.

-Servimos al Emperador como nuestros talentos nos permiten- citó,


provocando un puñado de risitas entre sus compatriotas.

-No se preocupe, Él delega en mí- le replique. Los Arbites me miraron un


poco sorprendidos por la informalidad de mi replica, pero yo no sentía
ninguna obligación de iluminarlos. Erhlsen había salvado mi vida en
Desolatia, liquidando una gárgola Tiránida que picaba hacía mí por la
espalda, a raíz de dicho suceso estaba bajo la cariñosa ilusión que ello le
daba un poco más de holgura conmigo. En realidad estaba completamente
equivocado acerca de eso, pero no hice nada para desengañarlo (o a
cualquier otro) de esa idea, siendo muy consciente de que si el resto de los
soldados creían que mirar por el bienestar del comisario repercutiría en su
propio beneficio, tendría más y mejores oportunidades de disfrutar de una
larga y exitosa carrera.

Los barrí con mi mirada, evaluando al pequeño grupo de soldados. -Muy


bien, Nordstrom. ¿Quién empezó?

De todos ellos, Nordstrom estaba visiblemente, con mucho, peor que los
demás. Los otros no podrían haber permanecido firmes, pero al menos
eran capaces de funcionar. Jarvik y Hochen tuvieron que sostenerlo entre
ellos mientras él parecía centrarse en el sonido de mi voz con un visible
esfuerzo.

-No estoy seguro, señor- logró decir después de un momento. -¿Comenzar


el qué?- Milsen y Erhlsen se miraron y rieron. Que había estado en una
reyerta, sin embargo, se veía nada más verlo. Los nudillos de Nordstrom
estaban magullados y ensangrentados, su rostro mostraba visibles
contusiones, además, cuando su desgarrada y desabrochada camisa se
abrió, vi un parche reparador en la parte inferior de su caja torácica.

-¿Es una herida de cuchillo?- le pregunté, incapaz de mantener un brote


repentino de preocupación en mi voz. Si lo fuera, la documentación
subsiguiente me tomaría el resto del día. Pero Wynetha negó con la
cabeza.

-No. Es un rasguño superficial. Apenas sangraba cuando lo encontramos.

-¿Y dónde fue eso?- le pregunté. Ella se encogió de hombros.

-Un callejón en la calle de la cosecha- no es ninguna sorpresa, estaba justo


en medio de la zona en la que la mayoría de los residentes más recientes
ejercían su oficio, eran un par de manzanas plagadas de tabernas, casas de
juego y burdeles que habían surgido como hongos a la sombra de la Oficina
de Registros agrícolas, para gran desconcierto de los adeptos
Administratum que trabajaba allí (o al menos, eso decían).

-Fueron esos ‘acariciadores de Grox’ (fondlers-Grox del original, siendo el Grox


un herbívoro muy apreciado por su carne, nt) en el ‘Luna Creciente’- dijo Jarvik. -
Puede apostar su pellejo- los demás asintieron, murmurando
peligrosamente. -Ponen algo en tu bebida y te roban cuando te
desplomas.

El tema me sonaba como otro de los típicos chismes de barracón, pero


Milsen asentía con entusiasmo mostrando su acuerdo.

-Es cierto. Me hicieron lo mismo hará un par de semanas.

Eché un vistazo a Wynetha, quien se encogió de hombros.

-No me sorprendería si se quedó tirado por los suelos- dijo. -Siempre


estamos recogiendo soldados de la Guardia ebrios de las calles de por
allí, y por lo general, los hemos recogido sanos en el momento en que
lleguemos.
-¡No estaba borracho!- afirmó Milsen con vehemencia. -Bueno, no mucho.
No mucho, de todos modos. Yo sé cómo sostener mi cerveza- todo eso, al
menos, sabía que era cierto. La mayoría de las entradas en el voluminoso
expediente que tenía sobre él, eran por infracciones menores que
involucraban la propiedad cívica y pequeños objetos que había
"encontrado por ahí en alguna parte" en lugar de la excesiva intoxicación
etílica.

Volví mi atención a Nordstrom.

-Nordstrom- dije lentamente, tratando de conseguir que se concentrara. -


¿Qué es lo último que recuerdas?

Su ceño se frunció. -Conseguí una pelea.

Eso era evidente, a juzgar por la condición en la que estaba. Me


sorprendería si conseguía recordar algún detalle. Pero Wynetha se
abalanzó sobre él.

-¿Con quién?- una vez más el rostro de Nordstrom se contorsiono por el


esfuerzo de pensar.

-No sé- dijo al fin. -¿Gané?

-¿Qué tal antes de eso?- sugerí. Todo esto parecía una pérdida de tiempo
para mí, pero suponía que Wynetha tenía que, al menos, hacer un esfuerzo
para investigar lo que pasó a unos pocos cientos de metros de su puesto
del sector, además, cuanto más tiempo permaneciera en el mismo, más
podría apreciar su compañía y menos tiempo le daría a Mostrue para salir
de la sede de la brigada y arrastrarme a cualquier pequeña sorpresa que
hubiera planeado.

-Había una chica, ¿no estaba allí?- interrumpió Milsen. -¿Con el pelo
morado?- lo miré para tratar de acallarlo, pero Nordstrom estaba
asintiendo. El fantasma de una sonrisa apareció en su rostro.
-Kamella- por un momento una expresión soñadora similar descendió
sobre Milsen también. -Tenía unos tatuajes increíbles.

-Lo sabía- miró Milsen triunfante. -Lo último que recuerdo antes de
venirme abajo en el callejón es estar comprando una bebida para ella.

-¿Le suena algo de esto?- le pregunté a Wynetha, que también estaba


asintiendo, pero con el reconocimiento de un propósito.

-Suena como una de las joygirls (chicas alegres, usen la imaginación, nt)
locales. Seguramente trabajará en el Luna Creciente.

-No, esto lo prueba- dijo Jarvik. Miró significativamente a sus amigos. -


Alguien debería ir por ahí y poner orden- fue bastante claro, por el tono
de su voz, de a quien tenía en mente para el trabajo. No tenía ninguna
objeción, en principio, a encontrar otros establecimientos más agradable
para mis propios fines recreativos, pero esto estaba bordeando el reino de
las cosas que no quería saber por qué harían mi trabajo más complicado si
lo hiciera, así que lo corté rápidamente antes de que se dijeran algo que
sonaba como un plan de acción positivo. Después de todo, si yo no sabía
nada acerca de cualquier potencial problema no podía hacer nada al
respecto, ¿o sí?

-Creo que podemos dejar el asunto, con total confianza, en manos de los
Arbites- dije con toda la autoridad que pude reunir. A su favor Jarvik captó
la indirecta y se calló, aunque hubiera apostado una pequeña suma a que
la próxima vez que viniera a la ciudad me iba a encontrar, como mínimo,
las ventanas del Luna Creciente tapiadas.

-Supongo que valdría la pena sacudir el árbol- dijo Wynetha, para mi


sorpresa. Miró al policía al que se había dirigido antes. -Larabi, mantén un
ojo en las cosas mientras estoy fuera- e hizo un gesto a su otro colega,
cuyo nombre nunca dijo, con un movimiento brusco de la cabeza. -Tú
vienes conmigo- después de uno o dos pasos, se detuvo y me sonrió
invitándome a unirme. -¿Comisario? Fue uno de sus hombres quien,
después de todo, ha realizado la denuncia.
Yo estaba un poco sorprendido, no me importa admitirlo. Si hubiera sabido
en lo que me estaba metiendo, habría cargado mi colección de infractores
a bordo del vehículo estacionado fuera y me hubiera dirigido de nuevo a la
batería lo más rápido posible, acatando el resto de mis obligaciones con
Mostrue. Pero me pareció una manera bastante inofensiva de perder un
par de horas en una agradable mañana de primavera, además siempre
existía la posibilidad de tener un poco de tiempo a solas con Wynetha, por
lo que me encontré asintiendo.

-Buena idea, sargento. Nos ahorrará el tener que rebotar informes y


archivos de datos el uno al otro durante el resto de la semana- miré con
visible desaprobación al pequeño grupo de desaliñados artilleros. -Y denle
a Nordstrom la oportunidad de rehacerse antes de irnos- pude ver en las
miradas encubiertas que los soldados intercambiaban que había hecho lo
correcto, lo que reforzaba mi fachada cuidadosamente construida de ser
firme pero justo.

Entonces empecé a caminar hasta fuera del edificio para unirme a


Wynetha, saboreando el dulce sol de primavera por última vez ese día.
El Luna Creciente era un establecimiento de mala muerte que había dejado
atrás sus mejores tiempos, después del anochecer los intermitentes
resplandores de lúmenes rosados y azules servían para atraer
indiscriminadamente a los clientes al interior. A la luz del día parecía aún
peor, la descascarillada pintura en las persianas y el plascrete (material de
construcción que combina el plastiacero con el rococemento, nt) desmoronándose en
la fachada, sólo fueron un anticipo de los muebles de madera baratos y
licor incluso más barato a la venta en el interior. Había algunas manchas de
aspecto sospechoso en el pavimento al lado de los contenedores de
residuos que me tomé la molestia de rodear mientras Wynetha aporreaba
la puerta con la culata de su pistola láser.

-¡Adeptus Arbites! ¡Abrid!- gritó, con sorprendente volumen para una


mujer tan pequeña. Después de unos segundos de que no sucediera nada
repitió el procedimiento, atrayendo la atención de una pequeña pandilla
de zánganos del Administratum que pasaban por allí, nos miraron
furtivamente y comenzaron a murmurar entre sí, cosas como que “ya era
hora de que alguien hiciera algo con ese terrible establecimiento”. La
puerta permaneció irresolublemente cerrada.

-Oh querido. Parece que no hay nadie- dijo Wynetha en voz alta, el
sarcasmo goteaba de cada sílaba. Se volvió hacia el policía, que había
sacado su propia arma con un destello de anticipación en los ojos. -Vamos
a tener que volar las bisagras.

Alguien, evidentemente, había estado escuchando, porque hubo un ruido


repentino de cerrojos y la puerta se abrió un poco, revelando un individuo
poco saludable mirándonos con ropa mal ajustada y un delantal de
camarero, que originalmente pudo haber sido de algún color, bajo un
variopinto mosaico de manchas.

-Oh espera. Me equivoqué.


-¿Sí?- dijo el hombre. Su postura encorvada hacía que el insinuante tono
de su voz pareciera aún más sincero de lo que sin duda era. -¿Cómo puedo
ayudar a los oficiales?- su voz se apagó con incertidumbre cuando me vio
por primera vez. No era lo que había estado esperando, un comisario de la
Guardia Imperial, sin duda no lo era. -¿Y comisario…?

-Chiapas Caín- me presenté, con la esperanza de que algo de mi reputación


me hubiera precedido, una apuesta bastante segura, dado el número de
soldados de la Guardia entre su clientela. Un ligero ensanchamiento de sus
ojos sugirió que de hecho lo había hecho, pero antes de que pudiera sacar
provecho de ella Wynetha se hizo cargo de nuevo.

-Kamella Dobrevelsky- queremos intercambiar con ella unas tranquilas


palabras. Wynetha pasó junto a él sin ceremonia alguna. -Trabaja aquí,
¿verdad?

-Sí- el barman se escabulló tras nosotros, una enorme agitación rezumaba


por todos sus poros. -Pero la gerencia, no es en ningún caso, responsable
de cualquier acción por parte de los miembros del personal que
contravengan…

-Cállate- la nueva voz me confundió por un momento, hasta que me di


cuenta de que era el policía el que había hablado. Hasta entonces yo había
supuesto vagamente que era mudo. -Sólo dinos dónde está.

-Arriba- los ojos del barman estaban fijos en las pistolas laser en manos de
los dos Arbites. Miré a mí alrededor, sin encontrar nada que pareciera una
amenaza. El establecimiento estaba tan mal como yo había previsto,
parecía más una madriguera de la parte baja de la colmena que algo que
uno esperaría encontrar en un mundo agrícola, pero supongo que sus
clientes no estaban pagando, precisamente, por la sofisticada decoración.

-Gracias. Su cooperación ha sido debidamente anotada- dijo Wynetha


secamente.

Dejamos al barman atónito tras nosotros y nos dirigimos a la puerta en el


fondo de la sala con un tosco letrero que decía: "Personal únicamente".
Detrás de ella un corredor llevaba a la parte trasera del edificio,
presumiblemente a un área de almacenamiento y, a juzgar por el olor, a
una cocina o un vertedero de residuos (en un lugar como ese, era difícil
saber la diferencia), junto con un desvencijado tramo de escaleras que
ascendían bruscamente a la izquierda.

-Debe ser esto- le dije. Wynetha estuvo de acuerdo y abrió el camino por
las escaleras, que desembocó en un corredor que recorría a lo largo el
edificio, forrado con simples puertas de madera. Los tres nos miramos. -
¿Uno a la vez?- sugerí con un encogimiento de hombros.

-No hay necesidad- Wynetha señaló con el pulgar la puerta de una


habitación cercana a pocos metros de distancia. Tenía una pequeña placa
de cerámica adherida, con la imagen de un rechoncho poni rosa en un
vestido de ballet y "Sala de Kamella" escrito debajo con letras temblorosas,
que imagino se suponía, debía parecer hubieran sido hechas con tiza. -
Debe ser esta- antes de que pudiera decir algo gracioso acerca de sus
poderes de deducción, se volvió de repente y pateó el fino panel de
madera de sus goznes.

Un grito femenino de sorpresa e indignación confirmó que habíamos


encontrado nuestro objetivo, Wynetha y yo, seguimos rápidamente al
Arbites a través de los restos de la puerta.

-¿Kamella Dobrevelsky?- preguntó ella, aunque la pregunta era sólo una


formalidad. La muchacha que estaba sentada en la deshecha cama,
encajaba a la perfección con la descripción de Milsen, cabello púrpura
cayendo alrededor de un estrecho rostro, ahora, retorcido por el shock y la
ira. -Ponte algo de ropa. Te vienes con nosotros.

-¿Para qué?- ella comenzó a obedecer de mala gana, revelando un cuerpo


entrelazado con unos tatuajes de extraño diseño, pero convincentes, tal
como Nordstrom había dicho. A pesar de mí mismo no me pude resistir a
estudiarlos, fijándome en cómo acentuaban las curvas de su cuerpo,
mientras lo hacía, comencé a sentir ese hormigueo en las palmas de mis
manos, siempre fue un aviso fiable de mi subconsciente de que algo no
estaba bien. Levantó la vista y me miró. -¿Disfrutas de la vista, Chiapas?

-No sabía que la conocieras- dijo Wynetha, cambiando su atención a mí, su


tono tenía la temperatura de un amanecer en Valhalla en pleno invierno.

-No, no nos conocemos- le dije. Un leve estrechamiento de los ojos de la


joygirl mientras hablaba fue suficiente para decirme que ella se había dado
cuenta del desliz que había cometido, ahora con la sugerencia de mi
subconsciente empecé a darme cuenta de lo que antes golpeaba contra mi
cerebro era obvio, había algo que no está bien acerca de su musculatura y
los tatuajes que fueron diseñados para ocultarla. -Pero le dije mi nombre
al camarero- empecé a extraer mi espada-sierra. -Y los ‘rones (aquí hace
referencia tanto a los humanos infectados por los Genestealers como a ellos mismos, nt)
se comunican por telepatía.

Con un chillido inhumano Kamella saltó de la cama, más rápido de lo que


hubiera creído posible, hacía el Arbites que seguía bloqueando la puerta.
Trató de levantar su arma, pero fue demasiado lento. La mandíbula de
Kamella se alargó de alguna manera, revelando una boca llena de afilados
colmillos que se cerraron sobre su garganta, atravesando carne y cartílago,
decorando la habitación en mal estado con un chorro de brillante carmesí.

-¡Emperador en Terra!- Wynetha disparó un tiro, el laser perforó un


agujero en la pared de mala calidad junto a la cabeza del híbrido, entre
chillidos se apartó del cuerpo que sufría espasmos y se encaró a nosotros.
Más allá de ella podía oír sonido de pisadas en el pasillo exterior. A pesar
de que yo no podía ver a los propietarios, el sonido tenía una peculiar
cualidad que hizo que se me erizaran los pelos de la nuca. La espada-sierra
salió de la vaina y la hice girar desesperadamente mientras Kamella saltó
de nuevo. -¡Hay todo un nido de ellos!

Paré un golpe de una mano con los dedos terminados en uñas como
garras, sintiendo como la hoja atravesaba la quitinosa piel y me agaché,
esas mandíbulas asesinas se cerraron a un palmo de mi cara. Wynetha
disparó de nuevo y por un momento pensé que había fallado, hasta que
me di cuenta de que estaba reteniendo al resto de la camada. Era evidente
que tendría que terminar esto por mi cuenta.

Barrí con la hoja de nuevo en un contraataque, golpeando al híbrido


lateralmente en el tórax y rompiéndole la columna vertebral. Se derramó
ese maloliente icor, recordándome con incomodidad por un momento a los
Gantes a los que me enfrenté en Desolatia, la cosa que se había llamado
Kamella cayó a mis pies.

-¡Estamos atrapados!- gritó Wynetha.

Sin duda así lo parecía. El estrecho cubículo no tenía ventanas, la única


puerta de entrada estaba llena de parodias horriblemente deformadas de
humanos, aullando por nuestra sangre. Wynetha estaba colocando sus
tiros con cuidado, liquidando a cualquiera lo suficientemente imprudente
como para mostrarse directamente con tiros laser en la cabeza o en el
pecho, y disparando a través de la delgada pared de vez en cuando para
evitar que se aglomeraran en tan angosto espacio. Miré a mí alrededor, un
plan desesperado comenzó a tomar forma en mi cabeza.

-¡Mantenlos fuera tanto tiempo como puedas!- grité, clavando la


zumbante hoja en la delgada pared de madera que nos separaba de la
habitación contigua. Mordió con avidez, gimiendo en voz alta mientras las
virutas de madera rociaban la habitación, en cuestión de segundos había
tallado un agujero lo suficientemente grande como para permitirnos el
paso. Salté a través, sosteniendo mi zumbante arma lista para bloquear un
ataque desde el otro lado de la pared, pero la habitación contigua resultó
estar desocupada, el Trono Dorado sea alabado, el brillante sol de la
mañana iluminaba una habitación en mal estado, casi idéntica a la que
acabábamos de dejar, a través de una ventana tan sucia que casi podría
haber sido opaca.

Sin embargo, fue obra de un momento romper el cristal con el pomo de la


espada-sierra y atravesarla, sin pensar en la caída, mientras Wynetha envió
una andanada de disparos de despedida por el hueco detrás de nosotros
para retrasar a nuestros perseguidores.
Me golpeó el duro pavimento, haciendo caso omiso de la sacudida, que
robó el aliento de mis pulmones, rodé y relajé los músculos absorbiendo el
impacto, con el instinto clavado en mí por años en los cursos de asalto de
la Schola Progenium, medio me incorpore y alcé mi propia pistola láser. Un
momento después Wynetha golpeó el suelo a mi lado, rocié la ventana por
encima de nosotros con entusiasmo vengativo, soplando la cabeza de un
hombre de fornidos hombros. Al caer, me di cuenta de un tercer brazo que
le crecía de su hombro derecho, con dedos afilados como garras.

-¿Cuántos de estos fenómenos hay?- le pregunté retóricamente cuando el


barman que nos dejó emergió de la puerta de entrada listo para lanzar una
descarga de stubber sobre nosotros. Wynetha lo derribó casi
instantáneamente, con un par de tiros en el estómago antes de que
pudiera disparar, nos miramos el uno al otro con una sombría comprensión
saltando chispas entre nosotros.

-Más de los que podemos manejar- más seres grotescos fueron


emergiendo de las sombras de los callejones, en continuo movimiento y
con un propósito coordinado, era aún más desconcertante que tuviera
lugar en completo silencio. Con un escalofrío, que elevó los pelos de mi
nuca, me di cuenta de que también había seres humanos de aspecto
normal entre ellos, portadores de la mancha genestealer, condenados al
parto y cría de más de estos monstruosos híbridos, con sus voluntades ya
deformadas por la influencia telepática de las crías.

Reconocí a uno de los zánganos del Administratum que habíamos visto


antes, tenía un pedazo de tubería en sus manos y avanzaba hacia nosotros
con el asesinato brillando en sus ojos, un contraste escalofriante para el
burócrata remilgado que vi unos momentos antes.

-Retirémonos- sugerí, satisfaciendo con la acción dicha palabra, empecé a


correr en dirección al puesto de los Arbites del sector, atraído por la
promesa de la protección bajo las extendidas alas del águila en la fachada,
como un penitente acudiría al confesionario. (No es que yo hubiera estado
en cualquier lugar cerca de uno desde que salí de la schola, y mientras
estuve allí, casi nunca dije la verdad mientras estuve en uno, pero ya saben
lo que quiero decir.) Wynetha estaba conmigo, manteniendo el paso, con
nuestras pistolas laser disparando al unísono, tumbando a los miembros
del culto que nos estaban esperando al otro lado de la boca de la calle, con
la obvia intención de cortarnos el paso. Activó su vox personal mientras
corríamos.

-Larabi. Saque las armas, estamos cerca y nos persiguen- todo lo que
pude oír por respuesta fue el débil eco de la estática, me dijo que su
auricular se había activado, pero su expresión fue suficiente para valorar el
otro extremo de la conversación. -Hemos descubierto un culto de
genestealers. Informe a la oficina de la división y a las unidades de la
Guardia locales- su voz quedo atrapada por un momento. -No, él está
muerto. Sólo yo y el comisario.

Me perdí el siguiente intercambio de palabras, de pronto, estaba ocupado


esquivando la frenética carrera de un híbrido blandiendo un trozo de
cadena. La bloqueé con la espada sierra, cortando a través de la misma y
rebanándole la cabeza con un swing desesperado. Bien mirado también era
muy feo, con demasiada lengua. Cuando recuperé el equilibrio Wynetha
me estaba mirando. -¿Son sus hombres de confianza?

Bueno, eso era muy discutible, pero dadas las circunstancias cabía esperar
que actuasen como los soldados que eran, así que me limité a asentir.
Wynetha activó su vox de nuevo.

-Arme a los soldados- hizo una pausa. -No me importa que pinta tengan,
ni como estén, incluso si lo único que pueden hacer es recordar en qué
dirección apunta un arma, son mejor que nada.

-Harán mucho más que eso- le dije, picado por el insulto implícito a los
hombres con los que servía. Aunque era cierto que eran guerreros de
retaguardia en lugar de tropas de combate de primera línea, denles un
‘earthshaker’ (Pieza de artillería pesada, nt) o dos y habrían allanado el bloque
de la ciudad que se les hubiera ordenado como tú quisieras, pero
precisamente las armas ligeras no eran su especialidad. Por otro lado,
practicaban asiduamente en el campo de tiro, Mostrue se aseguró de eso,
como de cada otra regulación y Ehrlsen al menos era un tirador bastante
bueno, yo mismo podía dar fe de ello por el mero hecho de que todavía
estaba respirando. Y no me olvidé que todos ellos ya habían luchado contra
los ‘nidos en Desolatia, por lo que incluso si no eran exactamente los
veteranos aguerridos que deseara, ya habían demostrado que podían
luchar de cerca y de una manera personal si era necesario. Así que, en
general, me sentí muy confiado en sus habilidades.

-Eso espero- Wynetha tumbó al último de los cultistas que había entre
nosotros y el puesto del sector, al salir del callejón desembocamos en una
plaza abierta. Las suelas de nuestras botas resonaron sobre las losas, ecos
que renacían en las fachadas de los bloques del Administratum que nos
rodeaban y pequeñas astillas de piedra nos acompañaron, precedido por el
distintivo rasgado de aire ionizado que acompañaba a la descarga de un
arma laser y el gruñido más profundo de un Stubber o dos. A pesar de mis
temores, me volví para mirar atrás, disparando un par de tiros con la vaga
esperanza de mantener las cabezas de nuestros asaltantes agachadas,
luego redoblé mis esfuerzos para llegar al puesto del sector.

Mis peores temores se hicieron realidad. Los sectarios se habían unido a un


puñado de hombres con el uniforme del FDP local, estaban armados con
rifles láser estándar y varios de los híbridos portaban armas de fuego
personales de un tipo u otro. Había más de ellos de lo que podía haber
creido posible, docenas de monstruos retorcidos se apiñaban en la plaza
desde todas direcciones, convergiendo en nosotros con una sombría fijeza
de propósito que constriñó mis entrañas.

-Renegados del FDP- estaba quedándome sin aliento, sintiendo como el


aire comenzaba a raspar mis pulmones. No podría mantener ese ritmo
durante mucho tiempo, pero fallar significaba ser desgarrado por la
multitud de híbridos inhumanos tras nosotros. Entraron en la plaza en
tropel, como una marea malévola, incansable e implacable,
misteriosamente me recordaba a los enjambres tiránidos, al final habían
forjado su horrible propósito al ser enviados a infiltrarse en el Imperio.
-Esto se pone cada vez mejor- Wynetha sonrió sombríamente y tumbo a
uno de nuestros principales perseguidores. Los otros ni siquiera se
tambalearon, fluyendo a su alrededor como el agua alrededor de una roca.
Otro grupo estaba desviándose hacia la esquina del puesto del sector,
intentando aislarnos de nuestro refugio. Un disparo laser, más preciso que
el resto, cogió el borde de mi abrigo, tirando de él como un niño
inoportuno.

-Apunte a los tiradores- aconsejé yo. Si no podíamos quitarnos de su


punto de mira nos tendrían fríos en cuestión de segundos. Si hubieran sido
verdaderos soldados de la Guardia ya estaríamos muertos, por supuesto,
me encontré dando las gracias al Emperador por la habitual dejadez del
FDP que, como la mayoría de los soldados profesionales, por lo general
encontrábamos tan irritante. (Especialmente al tratar de coordinarnos con
ellos en el campo de batalla. Huelga decir que, en las pocas ocasiones en
que el coronel Mostrue se había visto obligado a cooperar con las fuerzas
locales, había estado más que contento de delegar esta onerosa tarea en
mí, donde no había tenido más remedio que cumplir con la mayor cantidad
de buen grado que pude reunir. De todas las variadas funciones de un
comisario, siempre he encontrado el enlace con los trolls del FDP entre las
más irritantes.)

Nos dimos la vuelta al unísono, apuntando lo mejor que pudimos, pero


dadas las circunstancias no nos esperábamos mucho. En el mejor de los
casos, sólo estábamos retrasando lo inevitable hasta que nuestros
perseguidores nos alcanzaran, pero siempre he encontrado que cuando
uno realmente cree que solamente tiene disponibles segundos de vida,
cada uno de ellos se vuelve tan precioso que acabas decidido a ganar el
mayor tiempo posible, cueste lo que cueste. Disparamos en sintonía y
precisión, aún a sabiendas que tendría poco efecto, pero para mi sorpresa
los soldados renegados estaban cayendo, rompiendo la carga y buscando
cobertura.

-¡Cobardes!- les grité, llevado por la adrenalina y la valentía temeraria de la


muerte inminente. -Poneos de pie y luchad como hombres, ¡malditos!
-¿Está Loco?- Wynetha me miraba con asombro y esgrimí mi espada-sierra
arriba en una postura defensiva, listo para asumir la primera oleada de
híbridos que ya estaba saltando hacia nosotros, abriendo esas inhumanas
mandíbulas. -¡Corra, idiota!- sólo entonces me di cuenta de que varios de
nuestros aspirantes a asaltantes estaban cayendo, cráteres sangrientos
explotaban en sus pechos y las distintivas líneas de fuego laser venían,
indudablemente, de detrás de nosotros. El instinto prevaleció de nuevo,
me giré hacia el puesto y seguí su consejo, dejando la plaza tras nosotros
con los desperdigados cadáveres de los miembros del culto que habían
tratado de atraparnos.

-Por aquí, ¡comisario! ¡Dese prisa!- la familiar voz de Jurgen me instó, miré
bien el puesto del sector, ahora tentadoramente cerca y lo vi, agazapado
tras una de las columnas que sostenían el pórtico, con un rifle láser
levantado y escupiendo la muerte a la horda de cultistas tras nosotros. Un
momento más tarde me di cuenta de otro fogonazo y distinguí a Erhlsen
posicionado de manera similar, recorriendo un objetivo tras otro con suave
precisión. Él me vio y sonrió, sin duda disfrutaba enormemente.

Larabi estaba junto a las puertas, el azul de su uniforme de Adeptus Arbites


resaltaba crudamente contra los ricos tonos de la madera pulida,
disparando completamente en automático sin siguiera fingir pericia alguna,
pero la aglomeración de cuerpos distorsionados era tan grande, que
apuntar no era estrictamente necesario; dondequiera que disparase uno a
los híbridos armados y cultistas humanos, caían por igual, como el trigo
ante las cosechadoras.

Con las palabras de apoyo de Jurgen zumbando en mis oídos, di un


acelerón final, vagamente sorprendido de encontrar que una pequeña
parte de mi mente seguía siendo capaz de apreciar la vista trasera de
Wynetha saltando por las escaleras a pocos metros por delante de mí, y
luego casi antes de que mis sentidos pudieran registrarlo estaba rodeado
por el vestíbulo de frío mármol del puesto del sector. Me di la vuelta para
encontrarme a Larabi cerrando las puertas, mientras que Jurgen y Erhlsen
lo cubrían, sin dejar de disparar sobre la frenética multitud que estaba ya a
pocos pasos de la misma, saltando por encima de sus compañeros caídos
con una sola idea en la mente, llegar a cerrar la brecha entre nosotros.

Casi lo consiguió pero la puerta se detuvo a escasos centímetros del cierre,


bloqueada por un brazo quitinoso acabado en tres garras con las que abrió
un profundo surco en la gruesa madera, ya que se agitaba en torno a ella.
Los dos artilleros saltaron para ayudar al Arbites, poniendo sus hombros
contra la madera, pero incluso con los tres, forzando todos los músculos de
sus cuerpos, el peso de la marea de cuerpos tras las puertas comenzó a
abriéndolas de nuevo. Lancé un tajo con la espada-sierra zumbando,
cortando la obscena extremidad que cayó al suelo, retorciéndose y
perdiendo icor maloliente, la puerta se cerró. Larabi, prestamente, activó el
mecanismo de bloqueo y gruesos pernos de acero la trabaron,
asegurándola detrás de nosotros.

-¿Qué demonios pensó que hacía, a que estaba jugando allí?- Wynetha
estaba mirándome con una compleja mezcla de emociones en su rostro. -
¿Estabas tratando de que te matarán?

No tenía sentido admitir que había estado tan ido que ni siquiera me había
dado cuenta de que nuestros camaradas habían abierto un corredor de
seguridad para nosotros, así que me limite a encoger los hombros.

-Bueno, ya sabes- le dije. -Salvando a las damas primero- el efecto fue


muy gratificante, tengo que reconocerlo, ella me abrazó brevemente, al no
encontrar ninguna palabra; se dio la vuelta y evaluó nuestra situación
como la profesional que era. Erhlsen y Larabi me miraban con admiración
apenas disimulada, de repente estuve seguro (correctamente, como se
vería después) que los informes que bordarían adecuadamente mi
gallardía y heroísmo, correrían por todo el sector antes de que la semana
hubiera terminado. Me volví hacia Jurgen, que estaba tomándose la
situación con un aire despreocupado dentro de su flemática actitud
habitual. -¿Cuál es nuestra situación?- le pregunté.

-Jodida- murmuró entre dientes Erhlsen, antes de volverse hacia la ventana


más cercana y comenzar a divertirse disparando a las abominaciones de
fuera. Afortunadamente, los Arbites tienden a la clase de precaución de la
que luego no te arrepientes, el lugar fue construido para soportar
cómodamente un asedio, las ventanas eran muy estrechas y estaban
situadas para proporcionar excelentes posiciones de tiro.

-Fácilmente defendible- dijo Jurgen, ignorándolo. -Podríamos dividirnos


en un par de escuadras para cubrirlo todo, sin embargo, apenas somos la
gente necesaria.

-Bien, podría pedir un capítulo de Astartes mientras estás en ello- le dije,


pero como de costumbre mi ayudante era inmune al sarcasmo y asintió
con seriedad.

-Eso estaría bien- convino.

-¿Dónde están los otros?- le pregunté. Jurgen hizo un gesto hacia la parte
trasera del edificio.

-Milsen cubre la puerta de atrás. Encontró algunas granadas en la sala de


armas y está colocando una trampa en la entrada. Hochen está con él.
Jarvik está arriba, en el tejado.

-¿Y Qué hay de Nordstrom?- le pregunté. -¿Aún durmiendo la mona?

-No sé- Jurgen pareció confundido por un momento. -Pensé que estaba
con nosotros.

-Con un edificio de este tamaño, podría estar en cualquier sitio- le dije.


Antes de que pudiéramos especular aún más, el sonido de un disparo laser
quebranto el relativo silencio del interior del puesto. Llegando a la obvia
conclusión miré a Erhlsen, pero estaba en medio de una recarga y parecía
tan desconcertado como el resto de nosotros.

-¡Eso vino de más adentro!- Wynetha lideró la carrera de nuevo hacia la


parte trasera del edificio. El tiroteo se intensificó por un momento
mientras la adelanté, luego terminó con un grito de gorgoteo que me
levantó los pelos de la nuca. Demasiado impaciente para esperar a levantar
la trampilla del mostrador salté sobre ella, aterrizando pesadamente, me
encontré frente a la puerta de la parte trasera del edificio a través de la
cual Jurgen y Larabi habían desaparecido para buscar a los miembros
detenidos, lo que ahora me parecía había sido el curso de toda una vida,
pero que mi cronómetro tercamente insistía había sido poco más de una
hora.

-¡Proteger la progenie!- Nordstrom apareció a través del hueco, con un


ensangrentado cuchillo de combate aferrado en la mano, los ojos tan
vacíos como los de los humanos infectados de fuera. El significado
completo de la herida aparentemente trivial en el pecho, repentinamente,
se hizo claro para mí. Esquivé su swing, bloqueándolo, desviándolo con la
espada-sierra y cortando su mano por la muñeca.

Para mi asombro ni siquiera lo frenó, intentando golpearme los ojos con los
dedos extendidos de la otra mano. Agaché mi cabeza justo a tiempo,
sintiendo el impacto contra mi cráneo apenas amortiguado por mi gorra, oí
sus dedos crujiendo un instante antes del sonido de una pistola láser junto
a mi oído me dijera que Wynetha seguía cubriéndome la espalda. Al caer,
pasó rápidamente a mi lado, corriendo para alcanzar el final del pasillo.

Un disparo laser la impactó en el hombro, haciéndola caer de espaldas en


mis brazos. Eché un vistazo a la herida, observando de paso que ya estaba
cauterizada; así al menos, no sangraría hasta morir, entregué su espalda a
Larabi. Milsen estaba al final del pasillo, su rifle láser apuntando hacia
nosotros, una docena de granadas de fragmentación crudamente
conectadas a la gruesa puerta de madera tras él. Un débil sonido de
escarbar traicionó la presencia de nuestros atacantes al otro lado de la
puerta, todavía, más que decididos a entrar. El cuerpo de Hochen yacía
entre nosotros en un charco de sangre, claramente más allá de cualquier
ayuda médica.

-Alto el fuego, ¡idiota!- grité. -¡Somos nosotros!

-Lo sé- el timbre sin emoción de su voz me advirtió lo que estaba a punto
de hacer, incluso antes de que mi mente consciente registrara la
inexpresividad de su mirada.

-¡Volved! ¡Atrás!- grité a los demás, mientras él hizo detonar los


explosivos, volando la gruesa puerta de madera en astillas y llevándose a sí
mismo a la perdición. Una marea chillante de malevolencia malformada
entró por el hueco, fauces abiertas, garras extendidas para desgarrar y
destrozar. Una descarga completa de fuego laser de todos nosotros estalló
en la primera fila, pero los que estaban detrás seguían llegando, apenas
desaceleraron por la obstrucción de sus compañeros caídos. -¡Disparad y
retiraos, permaneced en movimiento!

Fue una jugada desesperada, pero lo hicimos, haciendo turnos para


derribar la primera fila de los híbridos, mientras que el resto de nuestro
grupo se retiraba unos pasos por el pasillo y tomaba posiciones de disparo,
permitiéndonos a su vez, retirarnos en dirección a la escalera que conducía
a la azotea. Incluso Wynetha se las arregló para seguir disparando, con el
rostro pálido por el shock, mientras Larabi la ayudó a subir la escalera hacia
la seguridad. Bien pensado, estuvo reñida la cosa, nunca lo hubiéramos
conseguido si el corredor no hubiera sido tan estrecho. Incluso ahora,
rompo con un sudor frío al pensar en cómo pudo acabar la cosa, si los
monstruos hubieran sido capaces de acercarse un poco más rápido o
nuestro fuego hubiera estado un poco más atenuado.

-¡Aquí, comisario!

Agarré la mano ofrecida con gratitud, Erhlsen tiró de mí alejándome del


hueco de la escalera mientras Jarvik arrojó un par de granadas hacia abajo
entre la masa hirviente de quitina, en ese momento Jurgen cerró la puerta
cortafuego de pesado acero. El ruido sordo de la explosión sacudió el metal
cuando me apoyé en él y Larabi bloqueaba la puerta. Di un grito ahogado,
el aire fresco del exterior golpeando mis pulmones como oxígeno puro,
dejándome momentáneamente aturdido por la reacción.

-Tendrían buena pinta cocinados al vapor- dijo Jarvik, mirando por encima
del voladizo del tejado y tomando un objetivo al azar entre la multitud.
Seguí su mirada y el aliento pareció congelárseme en la garganta.
Estábamos rodeados ahora por lo que parecía ser cientos de
monstruosidades, lamiendo alrededor de nuestro endeble refugio como la
marea entrante alrededor de un castillo de arena. En ese momento supe
que estábamos condenados, que lo único que podíamos hacer era esperar
alargar lo inevitable.

-¡Mire, señor!- Jurgen estaba señalando algo, una imbécil sonrisa de


deleite estaba impresa en su rostro, y por un momento, pensé que se había
vuelto loco bajo la tensión. Entonces lo vi también, la inconfundible silueta
de un Chimera Imperial, y detrás otro... -¡Son los Cadianos!

Efectivamente la columna de vehículos blindados llevaba el distintivo de la


101 de Cadia, un regimiento de asalto de élite que acababa de llegar al
sector de la victoriosa campaña en el norte. Mala suerte, habéis sido
arrojados de nuevo a la lucha, pensé en ese momento, resultó que era la
unidad de la Guardia más cercana y fueron los primeros en responder al
mensaje que Wynetha había ordenado enviar a Larabi. El inconfundible
sonajero del disparar de los bólters pesados irrumpió en la plaza como un
trueno, segando las agrupadas abominaciones allí donde se encontraban.
Nos unimos con entusiasmo desde nuestra posición en el tejado,
disparando a la masa de enemigos desde arriba, mirando con manifiesto
alivio como la marea de obscenidades se rompía y disolvía. El ruido sordo y
de escarbar en la puerta de metal se desvaneció, la progenie se dio cuenta
de que se enfrentaba a una amenaza mucho mayor que nosotros y se
dirigió a su encuentro.
-Bien hecho, ‘Cai’- Divas miró la nueva medalla reluciente en mi abrigo con
envidia apenas contenida. Como de costumbre, él era el único de los
presentes que utilizaba la forma familiar de mi nombre, por el rabillo de mi
ojo noté a Wynetha, su uniforme de gala aumentaba sus curvas haciéndola
parecer una fascinante amazona, sonreía mientras recogía mi irritación
apenas disimulada. -Parece que consiguió toda la diversión de nuevo-
siguió Divas.

-No fue lo mismo sin ti- le aseguré, serio. Eché un vistazo a Erhlsen, que
estaba sorprendentemente tenue teniendo en cuenta que se suponía que
era otro de los invitados de honor. -Dadas las circunstancias, esperaba que
estuviera un poco más feliz, Erhlsen. Bebida gratuita, toda la comida que
pueda comer...

-Lo sé. Son estos- tocó las rayas de los galones recién cosidos en su manga
de mal humor. -Son un poco... inhibidores.

-No te preocupes- le aseguré. -Sabiendo cómo eres, dudo que los


mantenga por mucho tiempo.

-Bien, siendo así- dijo, mirando marcadamente más alegre y vagando a


investigar el buffet.

-Lo que ustedes seis hicieron...- Divas persistió. -Si no hubieras


encontrado el culto, con el tiempo, habrían infectado cada unidad de la
Guardia en el continente. Hubiéramos perdido la guerra. No vale la pena
pensar en ello.

-Entonces no lo hagas- le dije. Todavía estaba recibiendo informes de las


purgas que se estaban efectuando en prácticamente cada regimiento del
planeta, decenas de hombres ejecutados por la mancha que llevaban sin
siquiera haber sido consciente del hecho. Ello me dejó un amargo sabor de
boca. Me volví hacia Wynetha, desesperado por una distracción. -¿Le
importaría bailar conmigo?
-Estaría bien. Para empezar- estuvo de acuerdo ella.

FIN

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