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—¡Ah!

¡si te figuras que voy a tener prudencia después de lo que acabas de


decirme es porque me consideras sorda, imbécil o muda! Mira, te juro tío
Pancho, que ahora, al no más llegar a casa voy a decirle a Abuelita todo,
absolutamente todo
cuanto pienso de tío Eduardo. ¡Sí! ¡le diré que debía estar preso por ladrón
con un
vestido a rayas blancas y coloradas como el que usan los presidiarios; que
lo detesto
con toda mi alma, y que lo que desearía es ver su horrible silueta flaca, lo
mismo que
la de Judas, balanceándose de una horca, con un saco de monedas a los
pies, y con la
lengua afuera!

lengua afuera!
—¡¡Bueno!! —prorrumpió tío Pancho en una gran carcajada—. ¡Muy bien
que lo
harías! Mira, con ese sistema de insultos histórico-descriptivos, obtendrás,
María
Eugenia, el mismo resultado que obtendría un ateo que se pusiera a
blasfemar a gritos
en medio de una iglesia llena de creyentes. Si hablas irrespetuosamente de
Eduardo
en esa forma violenta o en cualquier otra más atenuada: ¡ya lo viste
conmigo esta
mañana!… Eugenia te considerará un monstruo sacrílego e impío; a mí me
acusará de
calumniador, es lo más probable que se disguste de veras y que de resultas
del
disgusto no vuelva yo a poner los pies en su casa con todo lo cual no se
perjudicará
nadie más que tú… ¡Ten discreción! ¡Ten paciencia, María Eugenia!…
oye…
Tìo Panch
—¡Nunca es pobre una mujer, cuando es tan linda como eres tú, María
Eugenia!
Y como empezase luego a enumerar mis atractivos personales y a elogiarlos
calurosamente, con un tono terminante de crítico conocedor y exquisito, me
fui
tranquilizando poco a poco, hasta que al fin, luego de arreglarme la uña
averiada lo
mejor posible, mientras él seguía elogiando aún, bastante animada ya, abrí
mi saco de
mano y para comprobar la exactitud de los elogios, al tiempo que los oía,
me di a
contemplarme en el espejillo ovalado. Desgraciadamente, dado el tamaño
exiguo del
espejo no pude ver mi rostro sino en dos secciones: Primero la barba, la
boca y la
nariz; luego la nariz, los ojos y el sombrero; pero fue lo suficiente para que
asociado
el espejo a las palabras de tío Pancho, se evaporase de mi voz aquella
húmeda de
lágrimas, y ya, con la voz normal, dije mirándome los ojos en los cuales
brillaba una
como imperceptible sonrisa:
—Pero a mí me gustaría tío Pancho… ¿sabes qué?… ¡pues tener los ojos
claros, y
un poco más de estatura!
—¡Vaya! ¡qué disparate! Serías entonces demasiado alta. Y lo de los ojos
claros,
te quitaría el tipo. Si los ojos es lo mejor que tienes, María Eugenia.
Difícilmente se
encuentran ojos así… ¡tú lo sabes muy bien
Sobre el feminismo
Reflexiòn sobre ciudad de Caracas
Sobre Gregoria

En la novela, María Eugenia ordena espacios (París/Caracas) y personas (Gregoria/Abuelita) en


oposiciones ¿De qué manera el contraste entre las personalidades del tío Eduardo y del tío Pancho
permiten indagar en los posicionamientos de la narradora ?
A lo largo de las primeras dos partes, María Eugenia expresa a través de sus palabras un cambio o
maduración en su forma de pensarse como sujeto ¿Qué rol juegan los espacios por los que transita
en este proceso de cambio?
Confrontaciòn con la abuela y la tìa
¿De qué manera los imaginarios sobre Europa y París permiten articular un

Pancho sobre los ricos


Sobre san Nicolás y la deificación de Eduardo
Sobre Perucho

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