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BARRIOLA Dominus Iesus
BARRIOLA Dominus Iesus
[1] No nos detenemos en el último concilio, porque suponemos bien conocida la importancia de
sus decretos: Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo y la unión de los cristianos, Nostra
aetate acerca del diálogo con otras religiones y Ad gentes, respecto a la tarea misionera de la
Iglesia. Su temática atañe muy directamente a la de Dominus Jesus Ya la Lumen gentium, sobre
la Iglesia, esboza importantes líneas de fuerza que se encuentran en la base de toda la
problemática.
[2] Le comité de rédaction de la Revue thomiste (Fr. Serge – Thomas BONINO, Directeur; fr
Fleury DONNEAUD; fr. Gilles EMERY; fr. Thierry - Marie HAMONIC; fr. Thierry –
Dominique HUMBRECHT; fr. Benoit – Dominique de LA SOUJEOLE; fr. Gilbert NARCISE),
“«Tout récapituler dans le Christ»” – A propos de l’ouvrage de Jacques Dupuis, Vers une
Théologie Chretienne du Pluralisme religieux”, Revue Thomiste, XCVIII – 1998 – 591 – 592).
[3] No a “orar juntos”, que es muy diferente, ya que no se trataba de un sincretismo, sino de
manifestar ante el mundo actual, tecnicista y secularizado, que existe un horizonte más profundo,
que no está en manos del hombre y lo supera: la raíz primera de donde todo proviene y la meta
final en la que todo desemboca.
Ver: J. Mejía, “Estar juntos para orar” en: L´Osservatore Romano, 26 / X / 86, 23. En el número
siguiente
(2 / XI 86, 1) se da amplia información sobre “La Jornada mundial de oración por la paz con la
participación de jefes y representantes de las iglesias cristianas y de las religiones de todo el
mundo invitados por el Santo Padre Juan Pablo II°”.
[4] Precedió a este documento una importante publicación debida a un conjunto de grandes
teólogos (entre los cuales O. Clément, L. Bouyer, H. U. von Balthasar) sobre el mismo asunto:
De las riberas del Ganges a las orillas del Jordán, Bilbao (1990. La edición original francesa es
anterior a 1983).
[5] Juan Pablo II°, Redemptoris Missio, 4. Más adelante, el N° 36 delata igualmente
“concepciones teológicas” que favorecen el indiferentismo. El párrafo finaliza invitando a “los
teólogos” a “sentire cum Ecclesia”.
En el enfriamiento del vigor misionero muchos sospechan el influjo de las teorías de K. Rahner,
sobre todo con su hipótesis de “los cristianos anónimos”. En efecto, en un anhelo de sustentar un
“supernaturalismo” difundido por todas partes, nació “el excesivamente famoso concepto de
cristianismo anónimo. Para Rahner...la fe no es más que la «expresión conceptual de lo que este
hombre ha realizado ya en la profundidad de su ser espiritual». No viene exigida más que por la
estructura social del cristianismo y para dar al individuo una posibilidad mayor de salvación. Por
muy deseable que sea, sigue siendo, no obstante superflua”. (A. Manaranche, Querer y formar
sacerdotes, Bilbao – 1996 – 82). Según J. A. Sayés, “No se puede negar que esta teoría ha
dañado gravemente a la misión de la Iglesia, puesto que la desvirtúa gravemente: la Iglesia no
aportaría una plenitud de los medios de salvación, palabra de Dios y sacramentos, que son causas
y no mera explicitación de la gracia. La Iglesia, por el contrario, es instrumento y causa de
salvación” (Razones para creer – Dios, Jesucristo, la Iglesia, Madrid - 1992 - 292, n.11).
“Un cristianismo, que es sólo lo general reflexionado, puede que no cause escándalo, pero, ¿no
será también superfluo? Y, por lo demás, no consta para nada empíricamente que los cristianos
dicen sólo lo general y nada especial, que se enfrente a otra cosa. Ellos dicen algo muy
particular; de lo contrario ¿cómo podrían ser «signo de contradicción?»” (J. Ratzinger, “Glaube
und Geschichte” en su obra: Theologische Prinzipienlehre – Bausteine zur
Fundamentaltheologie, München – 1982 – 174).
Ya desde 1966 “el cristianismo anónimo” de Rahner había sido sometido a seria crítica por H.
Urs von Balthasar. Ver (en traducción española: Salamanca – 1968 - ): Seriedad con las cosas –
Córdulla o el caso auténtico, 91 – 105.
“Las tesis de Paul Knitter y Michel Amaladoss que niegan la unicidad del Salvador, de Raimon
Pannikar sobre la pluriformidad de la Encarnación y, desde los años 60, a mi parecer, del
«cristianismo anónimo» de Karl Rahner, han producido como efecto una pérdida del sentido de
la misión en la Iglesia. Si se debe ir en misión – dicen muchos- es para descubrir una fe y una
bondad que ya existen” (Pbro. Nicola Bux, “Nosotros adoramos lo que conocemos – Verdad,
Iglesia y salvación” en: L´Osservatore Romano, ed. esp.
3 / XI /2000).
Parece que la siguiente aclaración de Redemptoris Missio (N°55), tuviera en la mira a la posición
de Rahner: ”El hecho de que los seguidores de otras religiones puedan recibir la gracia de Dios y
ser salvados por Cristo independientemente de los medios ordinarios que él ha establecido, no
quita la llamada a la fe y el bautismo que Dios quiere para todos los pueblos” (citando: Carta a
los Obispos de Asia con ocasión de la
V Asamblea Plenaria de la federación de sus Conferencias Episcopales, 23 de junio de 1990),
L’Osservatore Romano, ed. esp., 19 de agosto de 1990). Más adelante nos detendremos
expresamente en el examen de estas posturas.
[6] Ver: La Documentation Catholique, 79 (1997) 312 – 332. Valiosos comentarios a este
documento pueden ser consultados en el órgano de la Facultad de Teología de la UCA: Teología,
XXXV (1998), N° 71, monográfico sobre esta cuestión. En adelante nos referiremos a este
documento así: CTI.
Con antelación a este documento, y anunciándolo, trató ampliamente del tema una conferencia
del Card. J.Ratzinger a los presidentes de las Comisiones para la Doctrina de la Fe de las
Conferencias Episcopales de Latinoamérica (Guadalajara, mayo de 1996). Encara ya los temas
ventilados por J. Hick y P. F. Knitter, de los que nos ocuparemos más adelante..
Ver: Card. J. Ratzinger, “La Fede e la Teologia ai giorni nostri” en: La Civilta Católica, 147
(1996)
477 – 490 (“Del problema de la teología pluralista de las religiones se ocupa también un
documento de la Comisión Teológica Internacional, en vías de preparación” – ibid. , 479, n. 1)
[7] Ver: L´Osservatore Romano, 28 / VIII / 98 5 – 6. La encíclica “Fides et Ratio” (14, / IX / 98),
se refiere sin duda a la “Notificación” romana del mes anterior, cuando puntualiza: “Cuando la
Iglesia entra en contacto con grandes culturas a las que anteriormente no había llegado, no puede
olvidar lo que ha adquirido en la inculturación en el pensamiento grecolatino” (N° 72). El mismo
número finaliza con una clara alusión a las censuras dirigidas a la obra de De Mello, cuando
amonesta a “evitar confundir la legítima reivindicación de lo específico y original del
pensamiento indio con la idea de que una tradición cultural deba encerrarse en su diferencia y
afirmarse en su oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza misma del
espíritu humano “.
[8] Al que hemos aludido desde los primeros párrafos del presente escrito.
[9] Fuera de numerosos artículos, esbozaba una síntesis de sus posiciones ya en 1991: Jesucristo
al encuentro de las religiones (Madrid). Su obra posterior y más discutida: Toward a Christian
Theology of Religious Pluralism, New York (1997), fue traducida al francés y al italiano en el
mismo año. Hay también edición española: Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso,
Santander (2000).{ Al citar esta última obra, ofrecemos, a veces, la paginación de la edición
castellana. Pero, no siempre hemos tenido tiempo para compulsar las citas – ya de las
traducciones francesa o italiana – con la correspondencia de la edición española}.
[10] G. De Rosa, “Una teologia problematica del pluralismo religioso”, La Civilta Cattolica, 149
(1998)
129 – 143. Este Artículo con serias reservas a Dupuis y más todavía el de la Revue Thomiste,
“Tout récapituler...”, dos años antes de la Dominus Iesus, ofrecen básicamente los puntos
principales sobre los cuales llamará la atención la Congregación para la Doctrina de la Fe.
[11] Ver referencias en nuestra primera nota. Encontramos una confirmación en cuanto al influjo
de la teología rahneriana sobre estas cuestiones y especialmente en J. Dupuis , con la
comprobación que hacen los autores de esta reseña: ”En cuanto a la inspiración teológica de
fondo, viene de otra parte: K. Rahner es de lejos el teólogo más citado (p. 647. Ed. esp.: 629). No
se tendrá mucha dificultad en reencontrar en los desarrollos de J. Dupuis muchas de las tesis
mayores de su ilustre cofrade”. (“Tout récapituler...”, 599).
J. R. Quinn, arzobispo emérito de Boston, empeñado desde 1996 en publicar sus propuestas para
la reforma del ministerio de Pedro, entre otras “injusticias”, que endilga al “centralismo
romano”, aduce últimamente, “el ejemplo más reciente ... el proceso inquisitivo al que fue
sometido por la Congregación para la Doctrina de la Fe el distinguido teólogo jesuita padre
Jacques Dupuis. El testimonio evidente de que hay algo que requiere atención en este proceso es
el hecho de que el cardenal König, los obispos de la India, los provinciales jesuitas de la India y
el antiguo decano de teología de la Pontificia Universidad Gregoriana cuestionaron públicamente
– todos ellos – esta intervención o defendieron públicamente al padre Dupuis”
(En: J. R. Quinn, La reforma del papado, Barcelona – 2000 - 214).
No debería pasar por alto el distinguido publicista, que no fue tan unánime la defensa de Dupuis,
como hemos dejado constancia, dando cuenta de dos recensiones críticas no deleznables (una de
otro jesuita).
Que la Dominus Iesus (a la que llegaremos en breve) se dirigía muy concretamente a tesis
sostenidas por Dupuis, consta por la “Notificazione a P. Dupuis”, enviada por la misma
Congregación al teólogo en cuestión (24 / I / 01) Ver: Il Regno, XLVI (2001) 143 - 145. La carta
se mueve en el horizonte de la declaración “Dominus Iesus”, con la preocupación de “refutar
opiniones erróneas o peligrosas, a las que, independientemente de las intenciones del autor,
puede llegar el lector a causa de formulaciones ambiguas o explicaciones insuficientes”
(Preámbulo). El. P. Dupuis aceptó los puntos de esta “notificación”.
El mismo Prepósito General de la Compañía, H. Kolvenbach, resaltando la obra de pionero
realizada por Dupuis, no deja de acotar: ”Retomando las grandes orientaciones de la Dominus
Jesus, la Notificación fija con plena claridad las líneas de esta enseñanza, a las cuales el autor en
su libro pretendió adherirse, sin acertar siempre” (“Dichiarazione di P. Kolvenbach”, en: Il
Regno, XLVI – 2001 – 144. Cursiva nuestra).
[12] Ver: “Exhortation apostolique post – synodale du Pape Jean – Paul II sur Jesus- Christ, le
Sauveur, et sa misión d´amour et de service en Asie – Ecclesia in Asia en: La Documentation
Catholique, XCVI (1999)
978 – 1009.
[13] Ver: L’ Osservatore Romano (ed. esp.) 4 / II / 00, 51.
[14] J. A. Sayés, Cristianismo y religiones – La salvación fuera de la Iglesia Madrid (2001)115.
[15] Lamentablemente nos encontramos en la situación bien fotografiada por el Card. Ratzinger:
“En la actualidad muchos teólogos, para cuidar de su celebridad sienten el deber de dar una
valoración negativa a los documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe” ( “La
Eclesiología de la «Lumen gentium»” en: L´Osservatore Romano - 11/ VI / 00 – 6).
[16] “Editoriale: Gesu, Salvatore unico e universale. Dall´Enciclica «Redemptoris missio» alla
Dichiarazione «Dominus Jesus» en: La Civilta Cattolica ,152 (2001) 343.
[17] Así, por ejemplo, se expresa un nutrido grupo de teólogos y teólogas europeos (en gran
mayoría españoles) y latinoamericanos, junto con dos estadounidenses y el único alemán, H.
Küng: “Dominus Jesus nos parece inoportuna porque, en el año del perdón y de la
reconciliación, ha sacado a la luz viejos contenciosos que creíamos ya superados. ¿Cómo puede
seguir hablándose hoy de «la Iglesia verdadera» frente a las «Iglesias particulares» (Ortodoxas),
y las «Comunidades eclesiales» (Protestantes y Anglicanas) «que no son Iglesia en sentido
propio» (n.17)? ¿Cómo puede decirse que los no cristianos se encuentran «en situación
gravemente deficitaria» (n. 22) en relación con la salvación?” (“Acerca de la Declaración
Dominus Iesus – Nota promovida por la Asociación de Teólogos Juan XXIII”. - No estoy en
condiciones de ofrecer mayores referencias editoriales sobre esta “nota”, ya que me ha llegado
por una copia tomada de Internet - ).
A la verdad, que, si dichos “teólogos y teólogas” se dicen “católicos”, el hecho de que se
extrañen sobre verdades básicas de su propia fe, indica cuán “oportuna” ha sido esta declaración.
Parece, en efecto, que
“pensadores” de la doctrina común conviven ya pacíficamente en medio del relativismo. Ante
ese dilagante y corrosivo estado de ánimo, no asume la Iglesia “posturas beligerantes” (como
dicen acto seguido), sino que ejerce su tarea de centinela, alertando sobre el peligro.
Es un tanto petulante por parte de los autores de esta “nota”, ignorar “Redemptoris missio”, así
como el preciso y penetrante estudio de la Comisión Internacional de Teología, al que nos
referimos en la n. 6 y el texto correspondiente.
[18] Recuérdese la reacción cerrada de Juan, hijo de Zebedeo, ante un hombre, que, sin
pertenecer al grupo de los discípulos declarados de Jesús, expulsaba demonios en nombre del
Maestro (Mc 9, 38). Pidió a Jesús que se lo impidiese.
[19] En eso consistió la lucha de Pablo ante dos frentes: las prácticas judías, que muchos
cristianos provenientes del judaísmo todavía consideraban como indispensables para la Salvación
(Gal y Rom. Ver: Hech 15) y creencias o supersticiones paganas (Col).
[20] M. De Franca Miranda, “Jesucristo y el diálogo de las religiones” en: AA.VV., El misterio
de la Trinidad en la preparación del gran jubileo, Buenos Aires (1997), 106. En la n. 8, se refiere
a los principales autores que sostienen tal punto de vista: ”S. Samartha, “The Cross and the
Rainbow. Christ in a Multireligious Culture”; en J. Hick – P. Knitter (eds.) The Myth of Christian
Uniqueness. Toward a Pluralistic Theology of Religions, New York 1987, 69 – 88, aquí 75 – 77.
Según una “Editoriale” de La Civilta Cattolica, (146 – 1995 - “L’ Unicita di Gesu e il pluralismo
religioso”, 538), la obra de P. Knitter, Nessun altro nome? “puede ser considerada como el
«Manifiesto» de esta tendencia teológica”. Al año siguiente la misma revista de los jesuitas
romanos volverá a expresar: “La obra que más completamente expresa estas ideas es la de P.
Knitter, Nessun altro nome? (Brescia – 1991)” (“Il Cristianesimo e le altre Religioni – Il dibattito
sul dialogo interreligioso”, Editoriale en: La Civilta – Cattolica, 147 (1996) 107. El título de
Knitter coloca entre interrogantes dubitativos (que en el transcurso de la obra se vuelven
negadores de la unicidad de Cristo) la apodíctica afirmación de Pedro ante el Sanedrín: ”En
ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los
hombres, por el cual podamos ser salvos”(Hech 4, 12). P. Knitter es un ex – sacerdote
católico(Ver: J. Ratzinger, “La Fede e la Teologia ai giorni nostri”, 482).
Véase la crítica hecha a esta posición por la Comisión Teológica Internacional. El cristianismo y
las religiones, 108”. El teólogo brasileño De Franca Miranda, junto con miembros de la CTI,
especialmente del profesor de la Gregoriana L. Ladaria, fue el redactor de este trabajo de
obligada consulta.
[21] “Es claro además que, moviéndose entre estos dos polos – la palabra de Dios y su mejor
conocimiento - , la razón está como alertada, y en cierto modo guiada, para evitar caminos que la
podrían conducir fuera de la Verdad revelada y, en definitiva, fuera de la verdad pura y simple”
(N° 73. Véanse asimismo los siguientes párrafos hasta el 79, indicando el elogio ininterrumpido
del magisterio de la Iglesia a los principios filosóficos de Sto. Tomás ).
[22] CTI, 14.
[23] J. Ratzinger, “Hors de l‘Eglise pas de salut?” en su obra: Le nouveau peuple de Dieu , Paris
( 1971)
166 – 167.
[24] G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, Buenos Aires (1948) 156.
[25] CTI, ibid.
[26] Esa cómoda, pero absurda posición caracteriza al “pensamiento débil” desparramado en la
postmodernidad. Uno de sus corifeos, G. Vattimo, con tan traviesos como vacíos juegos de
palabras sentencia: ”La noción de verdad ya no subsiste y el fundamento ya no obra, pues no hay
ningún fundamento para creer en el fundamento, ni por lo tanto para creer en el hecho de que el
pensamiento deba fundar algo”
El fin de la modernidad, Barcelona (1986) 148.
Atónito, uno se pregunta: ¿Con qué fundamento afirma que no hay fundamento? Es triste que el
“último grito de la moda”, tanto que se declara “post- moderno”, no haga otra cosa que reeditar
viejos sofismas escépticos.
[27] Lo que escribía L. Castellani respecto a la poesía, es análogamente aplicable al diálogo
interreligioso: “El viejo Homero hizo los relatos que eran necesarios porque todos los hacían y
los hacían mal. El los hizo bien y con eso proyectó e imprimió el helenismo no sólo en su
alrededor y por un siglo sino en todo el mundo y por veinticinco siglos. El Dante, tres cuartos de
los mismo, aunque menos siglos. Estos eran excepcionales que se esforzaron en ser comunes: en
decir su alma con el lenguaje, los sentimientos y las creencias de todos. Y en ese esfuerzo por
volverse comunes, se volvieron eternos... La mala poesía, aunque sea de hoy, es más vieja que
una tumba” (Nueva crítica literaria, Buenos Aires – 1976 – 536).
Desde la Revue Thomiste, se delata este importante bache de J. Dupuis: “Esta vaguedad es sobre
todo de orden filosófico. Es raro que el autor trate con cierta amplitud de cuestiones filosóficas.
Esto es sorprendente para una teología del diálogo y de los encuentros culturales porque, en estos
intercambios entre interlocutores tan diferentes en materia religiosa, un uso común de la razón,
que se puede creer sea todavía posible, parece determinante... De hecho, la reflexión del autor se
apoya en una filosofía (¿puede ser de otro modo?) que permanece desgraciadamente implícita.
Se habría apreciado que él probara más ciertas categorías filosóficas que pone en juego, tanto
más que la obra no ahorra juicios terminantes (p. 481) ni afirmaciones perentorias. que tendrían
necesidad de otras justificaciones que el recurso a la opinión común más reciente. Por ejemplo:
«Hay distancia entre...el ‘Acto puro de Ser’ de los escolásticos al Dios de la revelación judeo-
cristiana. La teología reciente, en efecto, ha medido la distancia entre los dos, mejor que se lo
había hecho hasta ahora»
(p. 386 – 387). No se aparta de un revés esta alianza sellada entre Dios y el ser, que ha nutrido
durante siglos
( y continúa nutriendo) a la teología cristiana...Habría que preguntarse si las filosofías que
sustentan a ciertas corrientes teológicas contemporáneas (especialmente, aquí, la «filosofía
trascendental» de inspiración rahneriana) son verdaderamente aptas para instrumentalizar una
reflexión teológica”
(“Tout recapituler ...” 599).
[28] Editoriale, “Il Cristianesimo e le altre religioni. Il dibattito sul dialogo interreligioso”, en:
La Civilta Cattolica ,147 (1996) 118.
[29] “Il cristianismo e le altre religioni”,118 – 119.
[30] Dominus Iesus, 5, citando a: Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio 5 y 14.
[31] Seguimos la exposición de Revue Thomiste, “Tout récapituler...”, 623 – 627. Ver asimismo:
“Si puo parlare di «rivelazione» nelle religión non cristiane?”, Editoriale de: La Civilta
Cattolica , 146 (1995) 107 – 119.
[32] J. Dupuis, Vers une théologie…, 359.
[33] En nota (p. 624, n 51), advierte la Revue Thomiste: “Pero no siempre hace intervenir a este
criterio. Así, se puede juzgar como del todo arbitrario afirmar que Mahoma es un profeta a causa
de los “acentos proféticos indudables del Coran” (p. 137), ¡cosa que tiene todo el aspecto de un
círculo vicioso!”.
[34] S. Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo, II, 20.
[35] Lo detalla con precisión la “Editoriale” de La Civilta Cattolica : ”Dios quiere que todos los
hombres lleguen «al conocimiento de la verdad» (I Tim 2, 4); por eso suscita en medio de todos
los pueblos mensajeros y profetas, a través de los cuales EL expande las «semillas del Verbo».
En realidad, el carisma profético no está limitado al pueblo hebreo. Así la misma Biblia, en los
capítulos 22 – 24 de Números habla de Balaam de Petur, «que está sobre el río ( Eufrates)» (Num
22, 5): por lo tanto un no – israelita, en cuya boca YHWH pone palabras de bendición para el
pueblo de Israel. A su vez, algunos Padres de la Iglesia han hablado, si no de profecía entre los
paganos, sí, por cierto, de una intervención del Verbo de Dios entre ellos. Así, según S. Justino,
el Logos ha «sembrado sus gérmenes» (spérmata) en las tradiciones religiosas precristianas y se
manifestó a ellas aunque «parcialmente» (2 Apol., 6, 3; 8, 1; 10, 1 – 3) y por lo tanto hubo una
manifestación del Logos aunque «incompleta» (2 Apol., 13, 2- 3; 10,9; 13, 4 – 6).... Clemente
alejandrino no recuerda sólo a los filósofos griegos. Cita expresamente a «los filósofos hindúes y
otros filósofos no griegos», entre los cuales a los brahmanes y los discípulos de Buda («Sunt
autem etiam ex Indis, qui Buttae
{= Buda} parent praeceptis, quem propter insignem virtutem uti deum honorarunt») (Strom. , 1,
15 – PG 8, 779. “Si puo parlare di rivelazione...115 – 116). “Clemente de Alejandría es el primer
escritor cristiano que menciona a Buda” (A. Marino, ”Jesucristo, mediador único y universal de
salvación – La Cristología del Documento El Cristianismo y las religiones”, en: Teología, ibid.,
130).
[36] Más adelante se propondrán algunos ejemplos al respecto.
[37] J. Dupuis, Vers une théologie, 383.
[38] Ibid.
[39] “Los ejemplos propuestos por el autor para ilustrar su tesis están lejos de ser convincentes.
«¿El sentido de la majestad y de la trascendencia divinas, así como la sumisión del ser humano a
la santidad de los decretos eternos de Dios», que – según Dupuis – caracterizan al Corán, tienen
el mismo sentido que en el cristianismo? Se puede dudar de ello. Ahora bien – y no será un
exegeta quien nos contradirá – una verdad toma su sentido sólo en su contexto global” (Revue
Thomiste , “Tout récapituler...”, 627, n. 56).
[40] J. Dupuis, ibid., 362 s.
[41] R. J. Raja, “La Biblia y los Libros Sagrados de las religiones no – cristianas” en: Actualidad
pastoral, XXIX (1996) 140 – 144.
[42] S. Justino, Apología I, 44, 9 – 10.
[43] Leemos en G. Perrella, Introduzione generale alla sacra Bibbia, Torino – Roma (1958), 63:
“Materialiter no siempre la afirmación de la Escritura es palabra de Dios. Veamos sumariamente
en qué casos lo es...Cuando el hagiógrafo expresa dudas o dice que ignora, tales afirmaciones
son palabra de Dios non materialiter, como si Dios mismo dudase o ignorara; sino sólo
formaliter, o sea, en el sentido de que Dios atestigua que el hagiógrafo duda, ignora, etc.
(Ejemplifica en la nota 24 con los titubeos de Pablo: ”Si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del
cuerpo, tampoco lo sé” – II Cor 12, 2 - ). (Relacionado ahora con nuestro caso) Dichos de otro
( por lo tanto palabra de Dios formaliter) pueden llegar a ser palabra de Dios también
materialiter, si son aprobados por el hagiógrafo explícitamente, o al menos equivalentemente...Si
el autor afirma junto con los suyos dichos de otra persona, evidentemente les da el mismo valor
que a sus propias tesis: en otros términos, la afirmación de otro se transforma en suya (del
hagiógrafo)” (63 y 99). Es decir: la inspiración de alguna ley, salmo, etc. de proveniencia pagana,
que los autores sagrados incorporan en sus escritos, no se ha dado con anterioridad a la asunción
misma por parte de los hagiógrafos. Son ellos quienes revisten dichos elementos con su
autoridad, que en último término está inspirada por Dios.
[44] R. J. Raja, ibid., 141.
[45] L. H. Rivas, “La inspiración de los libros no – bíblicos” en: Actualidad pastoral, XXIX
(1996) 283.
[46] L. H. Rivas, ibid., con referencia a: V. Manucci, La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao
(1985) 184.
[47] Ver: Benedicto XIV, De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione, Venetiis
(1738)
III, 53, m. 16).
[48] De igual forma (pero en sentido contrario), las revelaciones de la Venerable María Agreda,
franciscana, favorecen casi siempre a la doctrina de Escoto. Ver: A. Royo Marin, Teología de la
perfección cristiana,
Madrid (1955) 283.
[49] Añadimos: no por “la verdad” contenida en: Las confesiones de S. Agustín, o en las
Summae de Sto. Tomás, se puede decir que obras tan insignes sean “inspiradas” por el Espíritu
Santo.
[50] Agregamos esta observación: “Lo verdadero”, consignado bajo el carisma de la
“inspiración” en las Escrituras judeo – cristianas, no se reduce únicamente a “grandes principios
de salvación eterna”, sino que se extiende “analógicamente” también a menudencias. Por
ejemplo es “inspirado” por el Espíritu Santo que Pablo se dejó su manto en Tróade ( II Tim 4,
13).
[51] Revue Thomiste, “Tout récapituler...” 624 – 626, citando finalmente a: Juan Pablo II°,
Discurso a los fieles durante la audiencia general del 5 de junio de 1985 en: Le Dialogue
interreligieux dans l’ enseignement officiel de l’ Eglise catholique (1963 – 1997), Solesmes
(1998) 317.
J. Dupuis encara este tema en: “ Palabra de Dios y libros sagrados” en :Hacia una teología... 362
– 368. Allí se evocan las doctrinas de D. S. Amalorpavadass, M. Amaladoss y otros.
La CTI, en su escrito, El Cristianismo y las religiones, se refiere al asunto en el N° 92. Sobre él
diserta
A. Zecca en: “Religión y revelación – La cuestión de la revelación en el cristianismo y las
religiones”,
II, 3, d: ”Los libros sagrados extrabíblicos”, en:Teología, 84 - 85
[52] Interrumpimos el texto, llamando la atención sobre el palmario ejemplo de la conversión de
Agustín. Sus primeros pasos hacia Dios no fueron debidos a influjos cristianos, sino al
“Hortensius” de Cicerón, un autor pagano (Confessionum, lib. III, 4, 7). Sin duda que las
doctrinas de Cicerón recibieron destellos de la verdad divina, pero no eran “inspiradas” al igual
que lo son los libros bíblicos.
[53] Dominus Iesus, 8.
[54] Bien lo perfila B. Forte: ”¿Quién podría pretender que un musulmán creyente no
reconociera a Mahoma como el profeta? ¿O que un hebreo fiel no escuchara religiosamente la
Torah como palabra de Dios? ¿Y por qué se podría pretender que un cristiano diga que Cristo no
es la verdad, la salvación del mundo, la plena y definitiva revelación de Dios?
Esto es lo que querría – con respeto y honestidad – pedirles a los críticos más duros de la
Dominus Iesus. Por que de esto se trata: sustancialmente la declaración no es sino una solemne
confesión de fe en Cristo (centro vivo de este año jubilar) frente a posiciones relativistas, que en
diversos lugares – especialmente entre los cristianos de Asia – se han difundido en nombre de un
malentendido sentimiento del diálogo con las otras religiones. El diálogo no está en cuestión,
como tampoco lo está el respeto por el valor y por los valores que las demás religiones pueden
representar. Pero un diálogo verdadero se da cuando los interlocutores son claros y honestos: sin
fidelidad a la propia identidad no se ayuda tampoco a la causa del otro. Como afirma el teólogo
evangélico Jürgen Moltmann: «No se ama a los demás si no se tiene el coraje de ser diferente de
ellos», cuando esto es exigido por la verdad en la que se cree y a la que uno debe obediencia”.
(“Acerca de Dominus Iesus” en: Criterio, LXXII – 2000 – 641).
Así y todo, pensamos que la equiparación que establece Forte entre los derechos del musulmán,
del judío y del cristiano, ha de ser entendida en la base de la previa libertad que Dios otorga a
todo hombre, para decidirse por El o contra EL (pecado o virtud; alinearse con su revelación
auténtica o repudiarla; búsqueda ascensional del verdadero Dios y aceptación no coaccionada de
los misioneros enviados por Cristo).
La nivelación no funciona, si de ella se siguiera que vale tanto una creencia como otra.
Parece que Forte no admite esta última equiparación, ya que califica a la fe en Cristo como “la
verdad, la salvación, la plena y definitiva revelación de Dios”. Pero allí, justamente, radica y de
allí siempre surgirá el escándalo, ante lo que se suele llamar “la pretensión cristiana”.
[55] Fautores de un descentramiento a fondo de Cristo en pro de un “teocentrismo pluralista”, en
el que todas las religiones tendrían igual significado.
[56] J. Dupuis, Hacia una teología..., 274 – 284.
[57] G. De Rosa, “Una teologia problemática...” 140 – 141.
El Comité de la RevueThomiste registra por su parte que la “concepción (en Dupuis) de la unión
hipostática es deficiente. J. Dupuis insiste de manera indebida sobre «la distancia infranqueable
que subsiste entre el Padre y Jesús en su existencia humana» (p. 313; ed. esp.: 305). Su
preocupación, en efecto, consiste en reservar a Dios el atributo de «absolutez», cosa que lo
conduce a afirmar: «la ‘absolutez’ es un atributo de la última Realidad del Ser infinito, que no
debe ser afirmado de ninguna realidad finita, así fuera la existencia humana del Hijo de Dios
hecho hombre» (p. 427; ed. esp. 432). Es de esperar que «existencia» sea entendida aquí en un
sentido diferente del acto de ser de la teología tradicional (y se lo habría podido señalar), pero el
misterio de la Encarnación afirma precisamente que la naturaleza humana de Jesucristo, sin dejar
de ser una naturaleza finita, subsiste por la existencia misma del Absoluto, común al Padre, al
Hijo y al Espíritu. Jesucristo es Dios; no tiene otra existencia fuera de la existencia misma de
Dios. Contra toda tendencia nestorianista, hay que confesar que su Madre es la Madre de Dios y
que la carne, que los Apóstoles han tocado, es la carne de Dios, la carne del Absoluto. Si
Jesucristo es sacramento de Dios, él es indisolublemente signum et res . Por ende, nosotros
dudaríamos en afirmar, como lo hace el autor, que la designación de Jesús como «el camino, la
verdad y la vida» (Jn 14, 6) excluye que Jesús sea «la meta o el fin» (p 313; ed. esp.: 305). Al
contrario, Sto. Tomás expresa la convicción común de la Iglesia, cuando interpreta el texto así:
«Pero como este camino no está distante del término, sino que le está unido, agrega: ‘la verdad y
la vida’, y así él mismo es simultáneamente camino y término. El camino según su humanidad, el
término según su divinidad»” (Expositio in Johannem, cap. XIV, lect II, n° 1868 – Marietti -...Se
encuentra una doctrina similar en S. Agustín: Sermo 95 5; In Iohannem, tract. XXXIV,9 y LXIX,
3).
[58] Dominus Iesus, 15. La nota 45 de este documento ofrece un claro testimonio de la tradición
eclesial más antigua: ” La necesidad y absoluta singularidad de Cristo en la historia humana está
bien expresada por San Ireneo cuando contempla la preeminencia de Jesús como Primogénito:
«En los cielos como primogénito del pensamiento del Padre, el Verbo perfecto dirige
personalmente todas las cosas y legisla; sobre la tierra como primogénito de la Virgen, hombre
justo y santo, siervo de Dios, bueno, aceptable a Dios, perfecto en todo; finalmente salvando de
los infiernos a todos aquellos que lo siguen, como primogénito de los muertos es cabeza y fuente
de la vida divina» (Demonstratio, 39; SC 406, 138)”.
[59] G. De Rosa, ibid.,141 – 142.
Como conclusión de sus detallados análisis sobre el particular, el Comité de la RevueThomiste,
declara: ”No creemos poder suscribir a esta tesis, que proviene de la dificultad que tiene J.
Dupuis en concebir la unión hipóstática y el carácter verdaderamente teándrico de la acción de
Jesús. Ella contradice, en todo caso, la unicidad de la mediación de la humanidad de Jesucristo
en el orden de la gracia, y oculta otro tanto el misterio de la capitalidad de Jesucristo: Christus
est principium quodammodo omnis gratiae secundum humanitatem, sicut Deus est principium
omnis esse (Q. De ver.,q. 29, a. 5 = Cristo es en cierto modo el principio de toda gracia según la
humanidad, como Dios es principio de todo ser). En efecto, la insistencia de la fe cristiana no
concierne a la unicidad de la mediación del Verbo (por otra parte es sólo en un sentido impropio
que el Verbo es mediador), sino que se refiere completamente a la unicidad de la mediación de la
humanidad de Jesucristo en el orden de la salvación. En este sentido, nos adherimos plenamente
a la crítica que G. Geffré dirige a la «cristología trinitaria» de J. Dupuis: «Me pregunto si, más
allá de las etiquetas verbales, Dupuis no adopta un modelo teocéntrico, el mismo que invocan los
pluralistas...En efecto, es en cuanto acontecimiento histórico, en cuanto que el hombre Jesús de
Nazaret pasó por la muerte y la resurrección que Cristo tiene un valor mediador universal y si el
Espíritu de Dios actúa en diversas tradiciones religiosas mucho antes y más allá de los límites de
la economía cristiana, es en cuanto Espíritu de Cristo resucitado» («Le pluralisme religieux
comme question théologique», en; La Vie Spirituelle – 1998 –
580 – 586) ( “Tout récapituler...” 604 y n. 12).
Con tema afin, sólo que comentando el documento de la Comisión Teológica Internacional de
1996, se puede consultar: A. Marino, “Jesucristo, mediador único y universal de salvación. La
cristología del documento El cristianismo y las religiones”, en: Teología, 115 – 139.
[60] Por tanto, comentamos, si bien se han de reconocer las “semina Verbi” en pueblos paganos y
más cerca en el Antiguo Testamento, dado que en el plan de Dios, el Verbo se uniría por los
siglos sin término con el hombre Jesús, no es posible pensar en una acción del “Logos asarkós”,
que fuera independiente del “Logos ensarkós”. Ahí precisamente reside el misterio, en que un
hombre, en el tiempo, por su unión hipostática con el Hijo eterno de Dios, quede constituido
como centro insuperable de toda la historia, anterior y posterior, del cielo y de la tierra. Jesucristo
es “el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin”
(Apoc 22, 13), atributos que, al comienzo del libro, fueron aplicados justamente a Dios (ibid.,
1,8)
[61] Dominus Iesus, 10. En la nota 33 se corrobora lo afirmado con S. León Magno, Carta
Promisisse me nemini ad Leonem, I Imp: DS 318: “In tantam unitatem ab ipso conceptu Virginis
deitate et humanitate conserta, ut nec sine homine divina, nec sine Deo agerentur humana” = A
partir de la misma concepción de la virgen, se han entrelazado en tal unidad la humanidad y la
deidad, que ni puedan obrar las cosas divinas sin el hombre ni las humanas sin Dios”.
[62] En la nota 77 explica: “El rechazo puede provenir tanto de elementos esenciales de la
persona de Jesucristo, como el de ser Dios encarnado, un divino situado en el tiempo y en el
espacio, como sería el caso de India
(Dupuis, o.c. 244), cuanto de elementos contextuales de orden cultural y hasta de la ausencia de
un testimonio de vida convincente por parte de la comunidad cristiana, como lo veremos más
adelante”.
[63] En cuanto a la distinción entre el pecado contra la “figura humana de Jesucristo”
( perdonable) y el “rechazo del Espíritu Santo” (imperdonable), quisiéramos aclarar que en el
texto de Mateo 12, 31 ss., no se trata de una “oposición” entre Jesús y el Espíritu Santo, sino de
dos niveles en la apreciación del mismo Jesús.
“Este «título» (Hijo del hombre) le sirvió (a Jesús) para graduar pedagógicamente la
autorrevelación de su Personalidad. Apenas contaminado por «pre- esquemas», el nombre
admitía una ambivalencia de matices: los que sugieren un nivel de humillación y los que irradian
la majestad de un Mesías declarado «Hijo de Dios». Para quienes lo reconocen ya en este
segundo aspecto, hablar contra «el Hijo del hombre» (o «negarlo», que es equivalente) importa
también un reato de condenación en el juicio escatológico, lo mismo que si hubieran hablado
contra «el Espíritu» (cfr. Lc 12, 9). Mas para quienes todavía no han visto en Jesús más que «un
hijo del hombre» - sin caer en la cuenta , sugestionados por el primer plano de su
«anonadamiento» (Fil 2, 7), de una superior realidad divina en EL – las ofensas de palabra (y aun
de obra: Lc 23, 34; cfr. Hech 3, 17;
I Tim 1, 13, etc.) tendrán como atenuante determinado grado de ignorancia, que puede disminuir
la dificultad de la «conversión». Pero «decir (palabra) contra el Espíritu Santo» es injuriar la
evidencia del mismo Dios que se presenta «sensiblemente» a los ojos de la fe y al encuentro de la
voluntad para ofrecer la salvación”
(I. Gomá, El Evangelio según San Mateo, Madrid – 1976: 2ª. ed. - II, 642). En forma análoga
explica
L. Sabourin: “Es perdonable que no se reconozca en Jesús al Hijo del hombre escatológico –
puesto que este apelativo conserva el misterio de la propia derivación -, pero designar
positivamente como diabólico su poder de curar constituye una autoexclusión de aquel camino
de salvación que Dios ofrece mediante el Espíritu, que actúa mediante el ministerio de Jesús. En
este contexto, blasfemar contra el Espíritu significa rechazar la prueba de que el poder de Jesús
viene de Dios. Por esta razón, el dicho de Jesús está dirigido en primer lugar contra los fariseos,
que aún viendo lo que Jesús hacía, interpretaban sus acciones en modo deformado por decisión
deliberada y malvada. No se les reprocha por dudar – los milagros por sí solos no generan la fe -,
sino por excluir positivamente la misión divina de Jesús, atribuyendo al diablo el poder
sobrenatural que él demuestra con las curaciones y sobre todo con la expulsión de los demonios.
Para los evangelistas, que vieron cumplida en Jesús la prefiguración veterotestamentaria del
Espíritu que debía descender sobre el futuro Mesías (cfr. Lc 4, 18; Mt 12, 18), era nada menos
que una blasfemia el hecho de que en sus obras concretas se viese, en cambio, el influjo de
aquello que justamente se contrapone al Espíritu de Dios: el principal antagonista del Reino de
Dios, como Jesús mismo explicará en las parábolas del sembrador y de la cizaña
(véase Mt 13)” (Il Vangelo di Matteo – Teologia e Esegesi, Marino – 1977 – II, 648 – 649).
[64] De la n.78 tomamos esta cita de Redemtoris missio, 52: La Iglesia universal “conoce y
expresa cada vez mejor el misterio de Cristo”.
[65] M. De Franca Miranda, ibid., 133 – 134.
[66] Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre
algunos aspectos dela meditación cristiana”,28.
[67] A. R. M. Motto, “Moral ecológica” en: Teología XXXVII (1999) 96.
[68] Bodhi = iluminación. Sattva = ser. No se trata de un “Buda silencioso”, sino de uno
“despierto”, que habla, actúa y acude en ayuda de los desgraciados.
[69] Pablo VI°, Mensaje pascual de 1964, citado por H. De Lubac ( “Las religiones humanas
según los Padres” en su obra: Paradoja y Misterio de la Iglesia, Salamanca – 1967 – 163).
[70] Vittorio Messori, recuerda, al respecto, la exhortación de un Padre de la Iglesia: ”El
cristiano que se esfuerce por amar a todos se salvará. Pero el cristiano que pretenda ser amado
por todos no se salvará”
(- en colaboración con M. Brambilla - Algunas razones para creer, Barcelona – 2000 – 187).
Creemos interpretar correctamente lo siguiente: para ser “amado por todos” hay que ser
“demagogo”. Para amar a todos, se ha de buscar el bien auténtico de los demás, no el que “les
agrade”.
[71] Al respecto se puede ampliar en: Ch. Journet, “Hors de l’Eglise pas de salut “ en su obra: L’
Eglise du Verbe incarné, Desclée & Cie (1951) 1081 – 1101; Y. Congar, “«Hors de l’ Eglise pas
de salut»” en su obra: Sainte Eglise – Etudes et approches écclesiologiques, Paris (1963) 417 –
432; H. Rahner, Symbole der Kirche, Salzburg (1964) 505 ss. J. Ratzinger, “Hors de l’Eglise pas
de salut ?” en su obra: Le nouveau peuple de Dieu, Paris (1971) 144 – 171. C. M. Galli,
“Algunas fórmulas eclesiológicas tradicionales – a. Extra Eccclesiam nulla salus” en su artículo:
“Sacramentalidad y misión de la Iglesia en el horizonte de El Cristianismo y las Religiones” en:
Teología (1998) 160 – 162.
En lo que sigue, con otros datos complementarios, nos servirá de hilo conductor: J. A. Sayés,
“«Extra ecclesiam nulla salus»” en su obra: Cristianismo y Religiones – La salvación fuera de la
Iglesia , Madrid (2001) 45 – 83.
[72] Hoy en día hay quien postula (Dupuis y otros autores) que se ha de eliminar la perspectiva
eclesiocéntrica para centrarse en la cristocéntrica. La mediación de la Iglesia, dice, es una
mediación derivada de la de Cristo, y se puede y se debe prescindir de ella.
[73] La teología del judaísmo tardío ve en el salvataje del único Noé y su familia, en medio de la
catástrofe que engulló al resto de la humanidad, un símbolo de la salvación del santo resto de
Israel. El libro de la Sabiduría subraya en esta ocasión un rasgo que debía necesariamente
provocar la prolongación del pensamiento por parte de los teólogos cristianos: la salvación de la
pequeña comunidad de rescatados fue asegurada por el arca hecha de madera (Sap 10, 4); la
esperanza del mundo reposaba sobre una plancha de madera. En 14, 7 se eleva un himno en
honor de la pobre madera: “Bendita la madera que sirve a la causa de la justicia”. Para los Padres
de la Iglesia surge allí la imagen de la madera, de la que el cristiano espera de hecho la salvación.
Es la madera de la cruz la que sirve a la salvación.
[74] Es conocido el problema gramatical que presenta este versículo. En efecto: erjómenon (=
que viene) puede valer tanto como acusativo masculino y en tal caso adjetivaría a: panta
ánthropon (= todo hombre):
“a todo hombre que viene al mundo”. Pero puede significar igualmente el nominativo neutro,
combinando así con Phós, resultando: “la luz que viene (o: viniendo) al mundo ilumina a todo
hombre”. Con I. de la Potterie y otros preferimos la segunda posibilidad, con lo cual se referiría a
la iluminación producida por el Verbo en su encarnación, no en previos influjos del mismo.
Con todo, se ha de recordar con A. Feuillet, que limitar la iluminación del Logos a partir de la
encarnación “parece ...arbitrario; porque, de un lado, la fórmula en presente «que ilumina a todo
hombre» es paralela a «la luz brilla en las tinieblas» del v. 5 y debe tener la misma amplitud que
ella; y, de otro lado, el v. 10 nos hablará de una presencia permanente del Logos en el mundo
desde la creación” (El Prólogo del cuarto evangelio – Comentario exegético – pastoral, Madrid –
1971 – 59).
[75] Ignacio de Antioquia, Ad Phil 3,3.
[76] S. Ireneo, Adv.Haer., 3, 24, 1.
[77] F. A. Sullivan, ¿Hay salvación fuera de la Iglesia?, Bilbao (1999), 30
[78] S. Cipriano, De Catholicae Ecclesiae unitate, 6, 77 (PL IV, 503). Es en su Epistula
LXXXIII, 21, 2
(PL III, 1123) donde aparece la famosa frase:”Si ni siquiera el mismo bautismo de la confesión
pública y el de sangre no puede aprovechar al herético desde el punto de vista de la salvación,
dado que no hay salvación fuera de la Iglesia (quia salus extra Ecclesiam nulla est), con cuánta
mayor razón no le servirá de nada el haber sido lavado con un agua corrompida en las tinieblas
de una caverna de ladrones”.
En realidad, junto con la verdad que proclama, se desvía el santo obispo al no admitir ninguna
clase de validez para el bautismo de los herejes. En torno a este punto se desarrollará más
adelanta la polémica de
S. Agustín con los donatistas.
[79] F. A. Sullivan, ibid., 32.
[80] Citado por F. A. Sullivan, ibid. , 33.
[81] S. Ambrosio, In Ps., 118.
[82] F. A. Sullivan, ibid. , 38.
[83] S. Agustín, Enarr. In Ps., LXII, 2.Más aún, enseña que “desde el principio del género
humano, unas veces con claridad mayor y otras menor, según a Dios le pareció conveniente en
conformidad con los tiempos, no faltaron profetas ni creyentes desde Adán hasta Moisés” (Epist
102,8. CSEL 34, 2; 551)
[84] S. Agustín, Epist., 43, 1.
[85] S. Agustín, Enarr. In Ps. , 106, 14.
[86] S. Agustín, De Spir. et Lit., 33, 58.
[87] Salviano de Marsella, De gubern. Dei, V, 4; PL LIII, 95 – 96. Sin embargo el problema de la
conciencia errónea no fue verdaderamente encarado antes de los comienzos de la escolástica.
[88] De div. Quaest. Ad Simpl., 1, 2, 16.
[89] H. Rondet, La gracia de Cristo, Barcelona (1966), 116.
[90] L. F. Ladaria, Antropología teológica, Comillas – Madrid (1983), 285. Se puede aceptar que
sus obligaciones como obispo, sobre todo en contacto con la mentalidad de aquel tiempo,
posiblemente coartaban la libertad de pensamiento que Agustín tenía como teólogo, “pero no es
lícito atribuirle un endurecimiento tal en las ideas que parezca que se hallaba de vuelta al
fanatismo donatista” (P. Fransen, “Desarrollo histórico de la doctrina de la gracia” en: AA: VV.
Mysterium Salutis, Madrid – 1984 – 629).
[91] F. A. Sullivan, ibid. , 53.
[92] Fulgencio de Ruspe, por el contrario, sigue la línea dura de san Agustín, cuando afirma que
Dios no quiso salvar a aquellos a los que denegó el conocimiento del misterio salvífico, de modo
que no sólo los paganos, sino los judíos y los herejes, irán al fuego eterno ( De Fide ad Petrum,
38, 79).
[93] A. F. Sullivan, ibid. , 60.
[94] Sto. Tomás de Aquino, De Ver., q 14, a. 11 ad 1.
[95] De Ver., q 14, a 11 ad 1.
[96] S. Th., II – II, q 2,a 5, ad 1.
[97] S. Th., II – II, q 10, a 1.
[98] El conflicto tan duro, que enfrentó al Papa con Felipe el Hermoso, hace que se traten en este
famoso documento asuntos de nivel temporal y otros de estricta doctrina eclesiológica.
Potenciando exageradamente una autoridad pontificia, que ya era incompatible con el nuevo
orden político, no deja de apuntar justamente los principios de la fe respecto a la salvación,
posible sólo dentro de la Iglesia de Cristo.
[99] Lo mismo ha de decirse del “Decreto para los jacobitas” del Concilio de Florencia ( 1442).
[100] Tomás de Vitoria, Relaciones sobre los indios y el derecho de guerra, Madrid (1975), 74.
[101] A. F. Sullivan, ibid. , 88.
[102] Ibid., 75.
[103] De forma similar discurren M. Cano, S. R. Bellarmino y De Lugo. Este se atreve a sugerir
que algunos que buscan con sinceridad la verdad, podrían no reconocerla en la religión cristiana
y podrían, con todo, ser salvados por la fe en Dios, a quien encontraron en su propia religión.
[104] Y. Congar, “Hors de l’Eglise...” 421. Sin embargo, el mismo Congar admite en otro
artículo que “los jesuitas, al comienzo, cedieron a un optimismo tal vez ingenuo y a una
necesidad de concordismo, que les hacía encontrar en las creencias chinas o japonesas, los
misterios mismos de la fe cristiana” ( “Au sujet du salut des non – catholiques” en: ibid., 442).
No pocos autores subrayan el peligro de pelagianismo subyacente a este optimismo, que pone en
la mera “buena voluntad” el camino de salvación para quienes ignoran a la Iglesia de Cristo.
Así : J. Ratzinger: “en esta medida, los jansenistas no estaban equivocados en todo lo que
sostenían, cuando reprochaban a los jesuitas, con sus teorías, de conducir el siglo a la
incredulidad” (Le nouveau peuple de Dieu, 162, n. 30). Porque, esparciendo tan generosamente
la redención fuera de la Iglesia, se plantea inexorablemente la cuestión: «¿Por qué debo yo creer
pese a todo? ¿Por qué no debería yo también elegir el camino aparentemente más cómodo, es
decir, en lugar de ser el que lleva el nombre de cristiano y asume la obligación correspondiente,
transformarme en «cristiano anónimo», que abandona a los demás las dificultades que implica
este nombre?»” (J. Ratzinger, ibid., 161). En la nota 29 aporta el apoyo de H. U. V. Baltasar: ”Si
todo va tan bien con el anonimato, no se ve más muy exactamente por qué alguno debería
todavía ser un cristiano que lleva ese nombre” (Rechenschaft 1965 Einsiedeln (1965) 92.
Estimamos que este talante extremadamente optimista, plasmado, sobre todo en la teoría de “los
cristianos anónimos” de K. Rahner, ha conducido (como ya se adelantó en la nota 3) a un
aflojamiento en el empuje misional de los católicos.
[105] Pio IX, Singulari quadam, Acta Pii IX I / I, 626.
[106] Pío IX, Quanto conficiamur moerore, Acta Pii IX, I / 3, 613.
[107] Y. Congar, “Hors de l’ Eglise...” 427.
[108] Algo parecido compendiaba Y. Congar: “Evolución de la teología, decimos. ¿Marcha
atrás?, pensarán algunos: ¿la teología católica no se ha ido «replegando sucesivamente a
posiciones preparadas mucho antes», bajo la presión irresistible de las ideas y los hechos que la
han obligado sucesivamente a ruinosos abandonos?
No lo creemos. Nos parece más bien, siguiendo la historia de estas doctrinas, que la teología
católica desarrolla progresivamente recursos que ella poseía, desde el comienzo, pero de las
cuales, hechos nuevos, o una mejor inteligencia de hechos ya antiguos, la conducen a elaborar
aplicaciones o aspectos que no había encarado primeramente de este modo. Nova et vetera. Nova
ex veteribus” (“Au sujet du salut des non – catholiques” en su obra: Sainte Eglise , 444).
[109] También aquí nos guiamos por J. A. Sayés, La Iglesia de Cristo – Curso de Eclesiología,
Madrid (1999) 488 – 498 y por el ya muchas veces citado: Cristianismo y religiones , 207 – 214.
Si bien la expresión “cristianos anónimos” se encuentra en numerosos lugares de las obras de
Rahner, no fue él quien la acuñó. Proviene de M. Blondel, según lo atestigua H. Bouillard
(Blondel und das Christentum, Mainz – 1963 – 123). Brinda el dato D. Berger,en: “War Karl
Rahner Thomist? – Ueberlegungen anhand der rahnerschen Gnadenlehre” en: Divinitas, XLIII
(2000) 182, n. 105.
[110] Rahner toma el concepto de “existencial” a M. Heidegger (Sein und Zeit , Halle – 1927 –
44): “Llamamos Existenciales a los caracteres de ser (Seinscharakteren) del existente (Daseins).
Han de ser nítidamente diferenciados de las determinaciones del Ser..., que nosotros llamamos
categorías”. Una cosa es lo “existentivo” (como en Jaspers: un puro y constante “trascenderse”
existencial, sin puerto alguno de llegada). Este aspecto es también llamado “óntico”, se cierne a
la mera existencia, y constituye solamente un simple esclarecimiento o toma de sentido de ella:
es ejercicio de la misma existencia, singular y concreta. El análisis existencial, por lo contrario,
es “ontológico”: se dirige al ser, a la comprensión de éste, a través de la existencia. Aunque ésta
es siempre singular e individual, la finalidad del análisis es la determinación de las estructuras
fundamentales de la existencia en cuanto tal, para, a través de ellas, llegar a desvelar el ser.
Heidegger no quiere reducir su filosofía a antropología, pero en Ser y tiempo sólo llevó a cabo la
analítica de la existencia humana (Ver: A. Cruz Prados, Historia de la filosofía contemporánea,
Pamplona - 1987 –
175 – 176). Creo que podríamos calificar a estos “existenciales estructurantes” (el “cuidado” –
Besorgen -, la “Angustia” – Angst -), como líneas de fuerza constitutivas del “existente”
(Dasein), previas a toda actividad del mismo y conductoras de sus experiencias “existenciales”
históricas.
Según D. Berger, ya E. Brisbois S. J. había pergeñado este concepto en teología, mucho antes
que Rahner, como lo muestra esta cita de su artículo: “Le désir de voir Dieu” en: Nouvelle Revue
Théologique 63
(1936) 1105: “La vocación del hombre, por parte de Dios, a su fin último sobrenatural, no es
pues, solamente un llamado exterior (!). Anteriormente a todo llamado exterior, el llamado
divino ha resonado en las profundidades de la naturaleza humana, para suscitar allí un nuevo
querer no deliberado, análogo al primer querer natural, una necesidad de poseer el bien perfecto
según su esencia, que no habría existido en la voluntad dejada a sus condiciones naturales. La
vocación del hombre a su perfección sobrenatural modifica pues físicamente (!) la naturaleza
humana para ordenarla ya de una cierta manera, antes de toda cooperación libre de su parte, a
este nuevo destino...”
Para Rahner el “existencial sobrenatural” es distinto de la gracia. Vendría a ser una “revelación
trascendental”, o sea: una tendencia hacia Dios y todo su plan salvífico, de carácter
“atemático”,es decir: sin contenidos específicos. Estos se explicitarían después
“categorialmente”, por medio de los datos ofrecidos por la revelación histórica.
Rahner, como Kant, traslada lo “trascendental”, desde el orden del ser. Para la filosofía clásica,
“trascienden” todas las diferencias concretas de “los seres”, los atributos de “ser, uno, verdadero,
bueno”. Desde Dios hasta la pulga, todos los seres, antes de sus individualidades “son”, pueden
ser entendidos por seres inteligentes y amados. Hay después otras modalidades que no cuadran
con todo “ente”. La “sustancia” le cabe a Dios, pero no el “accidente”. Sustancia y accidentes
son “modos categoriales” de ser.
Para Kant, es trascendental, anterior a todo conocimiento particular, el dispositivo “a priori” de la
razón, por medio del cual organiza su conocimiento de los concretos fenómenos.
Así, el “existencial sobrenatural”, previo a toda intervención “categorial” concreta de Dios ( un
“llamado anterior” a todo “llamado exterior”, según Brisbois) en la historia, sería una revelación
anterior a la realizada expresamente en Cristo, y encontraría en él su explicitación.
Para postular semejante estructura, se basa Rahner en la voluntad salvífica y universal de Dios,
en virtud de la cual, Dios se ofrece a todo hombre en su propia intimidad personal. Es la gracia
que se da a todos en virtud de la encarnación de Cristo.
Ahora bien, debido a esta autodonación de Dios al hombre, se crea en él un existencial
sobrenatural que puede ser entendido como revelación (K. Rahner, “Revelación” en:
Sacramentum Mundi , Barcelona – 1972 – VI, 95).
Este “existencial” no es el don de la gracia, sino la elevación gratuita del dinamismo
trascendental natural de la persona humana en cuanto que el hombre se hace capaz de orientarse
directamente a la visión. Tampoco es la apertura natural del hombre hacia la gracia, conocida
como “potencia obediencial”. Esta última sería concebida como la pasiva expectación del regalo
que Dios podría otorgar. Algo así como la situación del mendigo, que no tiene derechos
adquiridos a la limosna que gratuitamente otros le pueden dar.
El “existencial”, en cambio, posee un carácter más activo, siendo la capacidad misma de
orientarse el hombre hacia la gracia. Dios la da al hombre, con su autocomunicación, dotándolo
de la energía para orientarse trascendentalmente a él (K. Rahner, Curso fundamental de la fe,
Barcelona – 1979 – 161).
¿Cómo llegó Rahner a esta teoría? Intervino en una controversia sobre el problema del
sobrenatural, tomando históricamente posición contra un anónimo (firnado con la letra “D”.
Según D. Berger, se trata del jesuita Delhaye – “War Rahner Thomist? ...”,163). Dicho artículo.
aparecido en la revista Orientierung
(14 – 1950 – 138 – 141: “Ein Weg zur Bestimmung des Verhältnisses von Natur und Gnade”)
defendía más o menos la postura de De Lubac, que negaba la posibilidad de la naturaleza pura.
Es decir, no admitía que el hombre pudiera haber sido creado como mero hombre sin ser llamado
a la amistad con Dios. El hombre tendría una orientación incondicional a la gracia. Pero,
replicaba Rahner, si se admite una ordenación incondicional a la gracia, no se puede mantener la
gratuidad de la misma (“Sobre la relación de naturaleza y gracia” en: Escritos de Teología ,
Madrid - 1961 – I, 334).
Entonces concibe Rahner que el mismo orden sobrenatural crea en el hombre una ordenación,
también gratuita, a la gracia y que, como tal ordenación, pertenece a la esfera consciente y libre.
“Consiste – según Rahner- en la permanente orientación hacia la visión beatífica. Es verdad que
la visión beatífica es para el hombre realmente ‘sobrenatural’ y que, por consiguiente, no puede
ser objeto de un apetito innato. Sin embargo, en el hombre histórico, incorporado a la actual
economía soteriológica, puede admitirse una cualidad que afecte a su sustancia (el existencial
sobrenatural) por el cual ‘tiende’ verdaderamente hacia su fin sobrenatural” (K. Rahner, ibid.,
330,n. 4).
La tendencia a la visión no es, pues, fruto de la potencia obediencial. Es efecto creado por el
mismo orden sobrenatural existente. Por ello el hombre, siempre y en todas partes en su
estructura interna es distinto de lo que sería si no poseyese ese fin. Esa potencia donada es lo
“más auténtico suyo, el centro, y la razón radical de lo que él es” (ibid., 340). “Esta capacidad
para el Dios del amor personal, que se entrega a sí mismo, es el existencial central y permanente
del hombre en su realidad concreta” (ibid., 341).
No siendo la gracia, ni disposición “natural” para la misma, sino “capacidad regalada” por el
mismo orden sobrenatural, en que se encuentra históricamente el hombre, Rahner lo compara
con el “carácter sacramental”, que tampoco se identifica con la gracia, pero la reclama. Así se
salvaría la sobrenaturalidad de la visión beatífica: porque la misma tendencia y ordenación a ella
es indebida y gratuita.
Esta orientación trascendental y gratuita al Dios de la visión no supone que el hombre pueda
tener de ella un conocimiento reflejo y temático, sino que Dios mismo entra atemáticamente
como nuevo objeto formal en el horizonte de su conciencia. Y así toda la vida espiritual del
hombre está elevada por la gracia. “Por eso, la llamada que el mensaje de la fe de la Iglesia
visible hace al hombre no llega a un hombre que por ella (y, por tanto, por su conocimiento
conceptual) entra en contacto espiritual, por primera vez, con la realidad predicada. Es, más bien,
una llamada que convierte en objetivación refleja (y naturalmente imprescindible para una toma
de contacto plenamente desarrollada) lo que ya estaba ahí en forma de realidad implícita, en
tanto elemento de su existencia espiritual. La predicación despierta explícitamente lo que ya está
en la profundidad de la esencia humana, no por naturaleza, sino por gracia. Pero como una gracia
que rodea al hombre (también al pecador o incrédulo) siempre como ámbito ineludible de su
existencia” (K. Rahner, “Naturaleza y gracia” en: Escritos teológicos, - 1961 – 4, 234).
“Ya el molinista Ripalda conoce una fe general, que, independiente de la revelación explícita, se
halla presente en cada hombre. C. Gutberlet, perteneciente igualmente al a escuela molinista,
retomó esta teoría en el siglo 19 (Heinrich / Gutberlet, Dogmatische Theologie, Mainz – 1897 –
Bd. VIII, 491 – 494). Rahner le ha dado extensa popularidad en el siglo 20” (D. Berger, “War
Karl Rahner Thomist?”...183, n. 115).
[111] K. Rahner, Cambio estructural en la Iglesia, Madrid (1974) 77 – 78.
[112] Cita a Redemptoris missio 17.
[113] En la cita 58 aporta De Lubac el juicio de otro teólogo: ”El P. J. Dournes critica en Spiritus
24 (1965) 261, la teoría que ve en toda religión, cualquiera que sea, “un camino posible de
salvación” y la ”fórmula acomodaticia”, según la cual la misión del misionero “sería actualmente
hacer pasar a los paganos de lo implícito a lo explícito”. Como ha indicado el P. Jossua: RSPT 49
(1965) 597: “El tiene bien arraigado el sentimiento del comienzo absoluto de la conversión
personal y de la originalidad del cristianismo para dejarse seducir por semejante teoría”.
[114] De peccatoris meritis et remissione,1.e, c. 10 – 11; PL 44, 116.
[115] Conocido es el proverbio que el gran Khan Monkut dio como respuesta al franciscano
Guillaume de Rubroucq: «Lo mismo que Dios le ha dado a la mano varios dedos, también le ha
dado al hombre varios caminos para ir hasta él”. (Nos permitimos interrumpir esta nota de De
Lubac, comentando que la comparación del gran Khan no es pertinente, porque, su propia
observación basta para comprobar que “Dios dio cinco dedos a la mano”, pero cuál sea la
voluntad divina respecto a “los” o “el” camino(s) de salvación, no es posible deducirlo por mera
experiencia, cuando el mismo Dios ha revelado sus intenciones al respecto).
Sigue De Lubac refiriendo la intervención en el concilio del P. Guéguiner ...”La opinión que se
va extendiendo, según la cual todas las religiones serían medios de salvación efectivos y
adecuados, lo mismo que la teoría sobre la Iglesia «pequeño resto», aniquilan la doctrina del
evangelio. Esta opinión vacía de su contenido el plan de Dios y arruina la razón de ser de la
Iglesia”: DC 19 / XII / (1965) 2169 – 2174.
[116] Tesis criticada por J. A. Cuttat en La rencontre des religions, Paris (19676) 81 – 87;96: ”Un
Cristo que no fuese la única revelación plena..., no sería Cristo”
[117] L. Bouyer, Dictionnaire théologique, Tournai (1963) 494.
Hasta aquí hemos venido citando a: H. De Lubac, “Las religiones humanas según los Padres” en
su obra: Paradoja y Misterio de la Iglesia, Salamanca (1967) 154 –161,
[118] R. Latourelle, “Revelación” en: R . Latourelle – R. Fisichella (dirs.), Diccionario de
teología fundamental, Madrid (2000 – 2ª. ed), 1279.
[119] De hecho varios teólogos han sentido que “multiplicantur entia sine necessítate”, cuando
Rahner recurre a este “existencial sobrenatural”.. Así De Lubac: ”A decir verdad, en la medida en
que este existencial se concibe como una especie de ‘medium’ o de ‘una realidad de unión’, se
podría objetar que es un supuesto más bien inútil, porque el problema de la relación entre la
naturaleza y el sobrenatural no queda así resuelto sino más bien desplazado” (Le mystere du
surnaturel, Paris – 1965 – 136, n. 1).En términos parecidos se expresaba Schillebeeckx:
“Semejante ‘medium’ es inútil y está de suyo desprovisto de sentido, ya que esta solución no
hace más que desplazar la dificultad; hace que reemplace al problema de la relación entre la
naturaleza y la sobrenaturaleza el problema de la relación entre la naturaleza y ese ‘medium’, que
no es natural pero que tampoco es la gracia santificante” (Revelación y teología, Salamanca –
1969 – 350). Lo mismo viene a decir De la Pienda: “El espíritu finito ya está, por creación,
orientado a una relación de amor con Dios. Por tanto, no necesita de una transformación o
capacitación interna especial (existencial sobrenatural) para poder entrar en relación con Dios. El
existencial sobrenatural sobra. Es un teologoúmenon innecesario que habría que valorarlo como
residuo de la doctrina de la ‘naturaleza pura’ en K. Rahner, como una tesis inútil que más
desplaza que resuelve el problema de lo sobrenatural” ( El sobrenatural de los cristianos,
Salamanca – 1985 –200).
En realidad, si la potencia obediencial no es meramente pasiva e indiferente a la gracia, sino una
apertura a la misma, no hace falta que se apele a otra realidad que haga tal función. Basta con
que después quede bien a salvo la gratuidad del orden sobrenatural, manteniendo su absoluto
carácter indebido. Por otro lado, al colocar el existencial sobrenatural como dialogante de la
gracia, la potencia obediencial queda desplazada y así tiene lugar un diálogo de la gracia con la
gracia (existencial sobrenatural), pero no un diálogo de la gracia con el hombre.
[120] R. Latourelle, ibid.
[121] Ibid., 1280.
[122] Cita a: Y. Congar, Vaste monde ma paroisse , Paris (1968 – 4ª. Ed.) 145.
[123] Cita a: H. Halbfas, Fundamentalkatechetik, Düsseldorf (1968), 241.
[124] Interrumpimos el texto de Ratzinger, recordando la reciente protesta mundial respecto a la
mutilación de los colosos de Buda entre los Talibanes. Las razones invocadas eran
predominantemente de orden artístico, aunque, de todos modos, se puede ver cómo ignorar el
diálogo interreligioso e intercultural, clausurándose un pueblo en sus esquemas, no es admisible
en el mero orden racional.
[125] J. Ratzinger, “Hors de l’ Eglise...” 164 – 166.
[126] Citando a: Juan Pablo II, Enc. Redemptoris misisio, 55.
[127] Cita a Juan Pablo II, Redemptoris missio, 36.
[128] Con fácil sarcasmo, en un verdadero aluvión de crítica corrosiva, L. Boff siente como
“inaudita agresividad de un cardenal tímido” ésta (y casi todas) afirmación de Dominus Iesus:
“los adeptos de otras religiones objetivamente se encuentran en una situación gravemente
deficitaria” (“Joseph Card. Ratzinger: ¿exterminador del futuro? – Sobre Dominus Iesus”, – De
un documento “bajado” de Internet, p. 4, N°1 - ).
¿Será tan alejada de la de Ratzinger la posición de Jesús, que declara: “Vosotros (samaritanos)
adoráis lo que no conocéis, mientras que nosotros, judíos, adoramos lo que conocemos, porque la
Salvación viene de los judíos” (Jn 4, 22)? ¿No afirmó Pablo que los paganos buscan “a tientas”
( Hech 17, 27)? ¿No establecen tales comparaciones “condiciones de inferioridad” para los
samaritanos respecto a los judíos y para todos en comparación con el cristianismo?
Que tales afirmaciones no sean recibidas con simpatía (como sucedió en el Areópago) es harina
de otro costal. Aquí se trata de no ser infieles a la verdad, tanto en el que la propone como en
quien la recibe. Halagar, quedar siempre bien no es cristiano ni humano. Es demagogia. “¡Ay de
vosotros cuando los hombres hablen bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los
falsos profetas!” (Lc 6, 26).
[129] Nos servimos, con añadidos, de: J. A. Sayés, Cristianismo y religiones, 214 – 22.
[130] Redemptoris missio, 5.
[131] El crist ianismo y las religiones, 84.
[132] Dominus Iesus, 21.
[133] Dominus Iesus, 7, que toma la distinción de Juan Pablo II°, Fides et Ratio, 13 y 31 – 32.
[134] J. Dupuis, Jesucristo al encuentro de las religiones , Madrid (1991), 205.
[135] J. Dupuis, Hacia una teología del pluralismo religioso , Santander (2000), 514.
[136] Compárese con el texto de Rahner en: Cambio estructural en la Iglesia, 77 – 78,
reproducido en la p. 37 de estos apuntes.
[137] J. Dupuis, Hacia una teología del pluralismo religioso, 516.
[138] Para estos teólogos las religiones no son “caminos de salvación”, porque son resultado de
la sola búsqueda humana, por más que no se vean desprovistas de elementos de gracia. Sus
elementos positivos hallan su “cumplimiento” y purificación sólo en Cristo.
A esta explicación se opone la “inclusivista” (defendida por K. Rahner, R. Panikkar, H. Küng,
G.- Thils,
J. Dupuis y A. F. Sullivan), según la cual se ha de admitir la presencia de Cristo mismo en las
religiones, que son mediaciones suyas.
[139] En efecto, muy señalados representantes del protestantismo estuvieron de acuerdo con la
primera parte de Dominus Iesus , según registra el Card. J. Ratzinger: ”Me ha parecido muy bien
que el presidente de las Iglesias protestantes de Alemania, Kock, en su reacción, por lo demás
muy sensata, haya reconocido este importante elemento del texto y lo haya comparado con la
Declaración de Barmen, con la que en 1934 la «Bekennende Kirche» (La Iglesia confesante), en
sus comienzos, rechazó la Iglesia del Reich creada por Hitler. También el profesor Jüngel de
Tubinga – a pesar de sus reservas sobre la parte eclesiológica – ha encontrado en este texto una
dimensión apostólica, semejante a la Declaración de Barmen. Además, el primado de la Iglesia
anglicana, el arzobispo Carey, ha manifestado su apoyo agradecido y decidido al verdadero tema
de la Declaración. ¿Por qué, en cambio, la mayor parte de los comentarios lo pasa por alto?”
(“Entrevista al cardenal Joseph Ratzinger sobre la declaración «Dominus Iesus»” en:
L’Osservatore Romano, 20 / X / 00: ed. esp., 9).
[140] También aquí, con otros aportes, nos sirve de brújula: J. A. Sayés, La Iglesia de Cristo, 257
– 268 y: Cristianismo y religiones, 87- 93.
[141] U. Betti, “Chiesa di Cristo e Chiesa cattolica. A proposito di un’espressione della «Lumen
gentium»” en: Antonianum, 61 (1986) 743 ss.
[142] G. Philips, La Iglesia y su misterio en el Vaticano II, Barcelona (1993) I, 149.
[143] U. Betti, ibid., 743.
[144] La plena realización o subsistencia de la iglesia de Cristo en la católica no impide, sin
embargo, la dignidad de los elementos de santificación en las otras Iglesias y añade Betti que,
“sin embargo, estos elementos, aun cuando pueden realizar en cierto modo una subsistencia
también original, no pueden ser sujeto de subsistencia de la Iglesia misma, pues, si fuera así, la
única Iglesia de Cristo sería una pluralidad de Iglesias en las que subsistiría igualmente” (ibid. ,
743). Además, los dones de la Iglesia de Cristo, presentes en las Iglesias no católicas, no quedan
disminuidos en nada en la Iglesia católica. Si así fuera, no serían divinos, pues todo lo divino
permanece y no se gasta. Ni siquiera se puede imaginar que la Iglesia de Cristo no sea única o
que su unidad esté esparcida entre las Iglesias existentes.
[145] Sullivan acude aquí a UR, 3 para corroborar su punto de vista y, si es verdad que por dos
veces afirma dicho decreto que pueden ser medios de salvación, no menos advierte que “los
hermanos separados...no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y
convivificó”. Mal, entonces, podrá verse en tal “comunión de comunidades” la unidad perfecta,
de la que carecen. De la suma de “imperfecciones” no surge la perfección Esta comunión plena
no resulta de la acumulación de segmentos desgajados, sino que se da desde siempre en la única
Iglesia católica. Sólo que ha sufrido también, lastimosamente, la segregación de elementos
propios (no disminuidos en el tronco principal por esa violenta segregación), cultivados después
fuera de la católica.
En un anterior artículo suyo (citado en la nota 136) admitía Sullivan que la plenitud de la Iglesia
de Cristo no procede de la conjunción de estas comunidades, pero no dejaba en claro que esa
plenitud ya se da en la Católica y su modo de expresarse en el texto que tratamos, conduce casi
inevitablemente a ver en acción un procedimiento de agregación de miembros deformes. De tal
operación no resultará un cuerpo uno y completo.
[146] F. A. Sullivan, Crediamo la Chiesa, Casale Monferrato (1990), 56.
[147] Ibid. , 67.
[148] Otros teólogos han ido por caminos parecidos. Por ejemplo, M. Tillard (Iglesia de Iglesias,
Salamanca
– 1991 - 336): ”Es verdad que en esas células del cuerpo de Cristo no existe la Iglesia en toda su
plenitud, sobre todo si no celebran el memorial del Señor en conformidad con la gran tradición.
Sin embargo, pertenecen, como células, al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Incluso algunas de
ellas son Iglesias en sentido estricto, a las que no les falta más que el vínculo visible con la sede
que tiene por función el aunar en una comunión visible a todas las comunidades creyentes. El
desbordamiento de la Iglesia de Dios fuera de los límites de las Iglesias en comunión con la
Iglesia de Roma no es, por tanto, un desbordamiento de individuos particulares, sino de
comunidades, de comuniones. En todo lo que ella es, la Iglesia es comunión de comuniones,
incluso en la situación anormal en la que esas comunidades no tienen entre sí más que una
comunión imperfecta o parcial”.
Estimamos que no basta un anhelo de comunión, que no falta en ninguna comunidad, si no se
busca también, con igual seriedad y empeño, el logro de los factores objetivos de unión
señalados por el mismo fundador de su única Iglesia. Células “enfermas” (por el defecto de
factores esenciales de comunión) jamás podrán constituir un cuerpo uno y sano del todo.
Por su parte, B. Forte (La Iglesia de la Trinidad, Salamanca – 1996 – 209), haciendo suyo el
pensamiento de Sullivan, viene a decir: ”que la unidad de la Católica se hace presente en
medidas diversas en aquellas Iglesias y comunidades que han conservado numerosos elementos
eclesiales, a pesar de no estar en plena comunión con la Iglesia católica. Entonces «se puede
pensar en la Iglesia universal como una comunión, a varios niveles de plenitud, de cuerpos que
son más o menos plenamente Iglesias», aunque queda en pie que «la Iglesia de Cristo es algo
más que tal ‘conjunto’ (summa); es una comunión real, realizada en grados diversos de densidad
o plenitud, de cuerpos que tienen todos, si bien algunos más plenamente que otros, un carácter
verdaderamente eclesial»” (citando a: F. A. Sullivan, “El significado y la importancia del
Vaticano II de decir, a propósito de la Iglesia de Cristo, no «que ella es», sino que ella «subsiste
en» la Iglesia católica romana” en: R. Latourelle (ed.), Vaticano II. Balance y perspectivas,
Salamanca – 1989 – 612).
[149] Congregación para la Doctrina de la Fe, Sobre algunos aspectos de la iglesia considerada
como comunión ( 28 / V / 92).
[150] “A veces – señala el documento -, sin embargo, la idea de «comunión de Iglesias
particulares» es presentada de modo tal que se debilita la concepción de la unidad de la Iglesia en
el plano visible e institucional. Se llega así a afirmar que cada Iglesia particular es un sujeto en sí
mismo completo, y que la Iglesia universal resulta del reconocimiento recíproco de las Iglesias
particulares. Esta unilateralidad eclesiológica, reductiva no sólo del concepto de Iglesia
universal, sino también del de Iglesia particular, manifiesta una insuficiente comprensión del
concepto de comunión. Como la misma historia demuestra, cuando una Iglesia particular ha
intentado alcanzar una propia autosuficiencia, debilitando su real comunión con la Iglesia
universal y con su centro vital y visible, ha venido a menos también su unidad interna, y, además,
se ha visto en peligro de perder la propia libertad ante las más diversas fuerzas de sometimiento
y explotación” (Sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión, 8).
[151] Ibid., 11.
[152] L. Boff, Igreja – Carisma e poder, Petrópolis (1981) 125.
[153] F. A. Sullivan ( “The Impact of Dominus Iesus on Ecumenism” en: America, 28 / X / 00 –
Tomado de Internet, 2 -), había criticado la terminología usaada en el “monitum” a Boff,
“notando que el Vaticano II° no decía que fuera de la Iglesia católica existen sólo elementos de la
Iglesia, y que si hubiera sido esto lo que había entendido, difícilmente habría sido consistente
consigo mismo al reconocer que había no sólo elementos sino Iglesias y comunidades eclesiales
fuera de la Iglesia Católica. Yo también argüía – recuerda Sullivan -que el sentido de subsistit
que mejor corresponde a su significado en el latín clásico y en su contexto en el pasaje en que
aparece, es: «sigue existiendo». Yo seguía arguyendo a la luz del «Decreto sobre el
Ecumenismo», que uno puede concluir que el concilio entendía afirmar que la Iglesia fundada
por Cristo continúa existiendo en la Iglesia Católica con una plenitud de medios de gracia y de
unidad que no se encuentran en ninguna otra Iglesia”.
Se nos ocurre que la “verdadera Iglesia” (en el documento romano sobre Boff, criticado por
Sullivan) significa la totalidad de los elementos constitutivos del ser Iglesia. Por algo no se
contentó con indicar sólo a “la Iglesia”, sino que le adjunta un calificativo. Así se estaba ya
insinuando que había otras Iglesias, pero no con las características de autenticidad de la católica.
Ahora bien, aunque el Concilio no haya acudido al adverbio “sólo”, para señalar que en otras
comunidades cristianas había únicamente “elementa ecclesiae”, “la cosa misma” lo estaba
exigiendo, ya que si exclusivamente en un sujeto se da la “plenitud” de algo
(“verdadera Iglesia”) y en otros fragmentos, cae de su peso que se descarta que esa totalidad se
encuentre en los demás. En consecuencia, fuera de dicha totalidad no quedan más que elementos,
sólo fragmentos.
Que, además de reconocer “elementos” eclesiales en comunidades hermanas separadas, el
concilio las considere , no obstante, como “iglesias”, no constituye una contradicción con la
constatación de que en ellas persisten sólo elementos eclesiales. Tal herencia sana, aunque
parcial, es la que capacita a estas comunidades a ser “Iglesias”, aunque no auténticas. Justamente
por lo válido que han conservado de la única Iglesia de Cristo son “Iglesias”, aunque por haber
abandonado rasgos esenciales, lo son parcialmente.
Sullivan cree poder aplaudir una saludable “corrección” terminológica en la Declaración que nos
ocupa, al haber transformado su modo de expresarse, más afín, según piensa, con el sugerido por
él: “Es gratificante ver que éste es el sentido con que el término es ahora explicado en Dominus
Iesus (N° 16), que dice: ”Con la expresión subsistit in, el Concilio Vaticano II° buscó armonizar
dos afirmaciones doctrinales: por una parte, que la Iglesia de Cristo, a pesar de las divisiones que
existen entre cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia Católica, y por otra parte
«fuera de su estructura, pueden encontrarse muchos elementos de santificación y verdad». Aquí
la palabra «plenamente» juega un papel clave; sólo si «subsiste» significa «continúa existiendo
plenamente» es que uno puede decir que la Iglesia de Cristo subsiste sólo en la Iglesia Católica”
(ibid.).
Llama la atención que Sullivan no informe que, justamente después del párrafo por él citado y
celebrado siguen dos notas, la segunda de las cuales (56) reproduce textualmente los términos
por él mismo incriminados en la notificación dirigida a Boff. En realidad no es posible imaginar
un despiste tal en los redactores de esta Declaración, que no hayan advertido la supuesta
“contradicción” entre su texto (bienvenido por Sullivan) y la nota, rechazada por el mismo autor.
Ambas formulaciones, pues, lejos de oponerse no son más que equivalentes.
Pensamos también el añadido de “plenamente” en Dominus Iesus no es tan “elemento clave”
para volver aceptable el “sólo”, pues, como ya adelantamos, en la aclaración sobre Boff, la
caracterización de lo que “subsiste en” la Católica es “la verdadera Iglesia”, denominación que
lleva implícita en sí la de “plenitud”, ya que por algo las otras iglesias no son “la verdadera”, o
sea, por sus defectos.
Se queja también Sullivan de otra “innovación” introducida por esta Declaración, que no había
sido empleada por el Vaticano II°: ”Por otro lado, el Concilio nunca declaró de plano (flatly) que
las comunidades eclesiales «no son Iglesias en sentido propio», como la Congregación para la
doctrina de la Fe ha hecho ahora. Uno pensaría que el progreso hecho en más en 30 años de
diálogo con estas comunidades debería haber sugerido un reconocimiento más positivo de su
realidad eclesial. La Congregación... podría haber dicho de ellas lo que actualmente se dice
respecto sólo a las Iglesias ortodoxas y otras en las que nosotros reconocemos
la presencia válida de órdenes episcopales, o sea, que «la Iglesia de Cristo está presente y es
operativa en ellas»”. (ibid. ,3).
La Declaración se preocupa por la verdad de las situaciones y ella es que no todas las
comunidades cristianas alcanzan igual nivel de perfección. Las Iglesias ortodoxas están en un
grado de cercanía mucho más estrecho con la Iglesia católica que los grupos que han desechado
los ministerios sacramentales y la Eucaristía, válidamente celebrada. Es lo que se encarga de
clarificar Dominus Iesus en el n. 17. No se ve por qué, por más que se haya progresado mucho en
el diálogo ecuménico, se tenga siempre que celebrar acuerdos alcanzados y no advertir también
sobre dificultades todavía persistentes. Nada se ganaría ocultando la realidad de las cosas en aras
de un irenismo poco iluminado. Igualmente, que el concilio no haya empleado un término no es
óbice para usarlo, si ayuda a esclarecer un desarrollo del diálogo, que en algunos tiende a la
confusión, dejando flotar la impresión de que todos hemos llegado a un grado óptimo de
igualdad.
[154] D. Valentini, “La unicidad y unidad de la iglesia” en: L’ Osservatore Romano, 17 / XI / 00
(ed. esp.,14).
[155] Evidentemente debería ser:...Vaticani II.
[156] Para lo que sigue usamos, con otros añadidos, las puntualizaciones que hace al artículo de
Valentini, el filósofo uruguayo N. Martínez, “Acerca de la «Dominus Iesus» y el «subsistit in»”
(tomado del “sitio” FE Y RAZÓN de Internet).
[157] Destacado por nosotros.
[158] N. Martínez, ibid. , 3. Justamente porque se da el problema de “identificar”, entre tantas, a
la Iglesia fundada por Cristo, veremos hacia el final, junto con J. A. Sayés, que es imprescindible
preguntar: “¿Cuál es la Iglesia de Cristo, dado que muchas se disputan esta prerrogativa? Argüirá
muy acertadamente N. Martínez, poniéndose en la tesitura de Valentini: “Si la Iglesia de Cristo
no “es” la Iglesia católica, o bien será otra de las Iglesias cristianas, o bien no será ninguna. Pero
ninguna de estas cosas puede decirse. Luego, la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo” (ibid. ,
4). En efecto, no se puede sostener que la Iglesia de Cristo haya desaparecido. Eso iría contra sus
formales promesas (Mt 16, 18; 28,20). Ni es posible aceptar que esta Iglesia perdurable hasta el
fin de la historia sea otra que la católica, porque la “demonstratio catholica”, por medio del
criterio de las “notas” auténticas del proyecto de Cristo, descubre que se encuentran sólo en ella.
[159] “Inter eas, in quibus traditiones et structurae catholicae ex parte subsistere pergunt…”
[160] Dominus Iesus, 16, n. 56..
[161] N. Martínez, ibid. ,5.
[162] “Entrevista al cardenal Joseph Ratzinger sobre la declaración «Dominus Iesus», traducida
en:
L’ Osservatore Romano, 20 / X / 00, ed. esp. 9 – 10.
[163] “Entrevista...”, 10.
[164] Ibid.
[165] Una vez más, con algunas ampliaciones, aportamos los puntos de vista de J. A. Sayés en:
La Iglesia de Cristo, 266 – 268 y Cristianismo y religiones, 90 – 95.
[166] Notificación sobre el volumen Iglesia : carisma y poder del P. Leonardo Boff, 11 / III / 85.
[167] L. Boff, “Joseph Car. Ratzinger: ¿exterminador del futuro? – Sobre Dominus Iesus” (Siete
carillas copiadas de “Internet”. Dado que el artículo de Boff viene adosado a la ya mentada
“Nota promovida por la Asociación de Teólogos Juan XXIII”, su numeración va de 4 a 10.
Citaremos de acuerdo a esta paginación).
[168] L. Boff, ibid. , 6.
[169] Ver: J. M.Iraburu, Hechos de los apóstoles de América – 1. Descubrimiento y
evangelización, Pamplona (1992) 66 – 67.
[170] Tal fue el gran aporte de la Biblia, que colocó como “luminarias” (Gen 1, 16 – 17), para
servir al calendario humano, a seres endiosados por egipcios, babilonios y otras “culturas”
mucho más avanzadas que Israel.
[171] No podemos extendernos en este particular, pero sería de provecho ampliar estos tópicos
en: V. Messori, “España y América: más leyenda negra” en su obra: Leyendas negras de la
Iglesia, Madrid (1996) 71 – 79.
[172] Oigamos las sensatas aclaraciones de un obispo misionero (Mons. O. De Berranger,
“«Jusqu’aux extrémités de la terre» - Nouvelle Evangélisation et Continent Asiatique” en:
Nouvelle Revue Théologique, 123 – 2001 – 184 – 185): “¡Condición indispensable para
encontrar a un pueblo: «sospechar sus bellezas» y amarlo!. Pero una tentación sutil puede
apoderarse de un occidental en Asia, ¡la de ver de tal modo la belleza del otro que la toma toda
entera como inocencia! «Jamás, reconocía Mons. Ancel, habría dudado de las dificultades que
encuentra la mayoría (de los misioneros)...No solamente los japoneses no tienen complejo de
inferioridad respecto a nosotros, sino que es todo lo contrario...¡Se tiene la impresión de que,
para ellos, somos más o menos bárbaros!». «Los misioneros – prosigue – padecen, de una
manera más o menos consciente, la seducción de la civilización pagana del Japón; al comienzo,
queda uno contrariado, pero poco a poco uno se habitúa y se deja ganar...No lo olvidemos, las
civilizaciones contemporáneas no son cristianas; no han sido exorcizadas ni bautizadas. Hay que
estarles presente: de otro modo, no podremos ejercer influencia sobre ellas; pero hay que estarles
presente sin dejarnos contaminar por ellas; de otro modo seríamos la sal que pierde su sabor y
que no sirve para nada».
En fin, él (Mons Ancel) escribía a un sacerdote polaco que se encontraba en este país
(Japón)...«Tú sabes hasta qué punto estoy ligado al Japón, a la vez pese al materialismo de
producción y por encima de la guerra económica que entabla con el resto del mundo y a causa de
este materialismo y de esta guerra. A su manera son pobres y esclavos. Tienen necesidad de
vuestro testimonio evangélico. No os preocupéis de los resultados; hablando humanamente, son
casi imposibles. En el Japón, más que en otras partes, todo debe ser tratado en relación a Dios, el
Unico, que es la sabiduría, el Poder, el Amor, y en el respeto por el hombre, que, más que en
otros lados, prostituye su grandeza, su dignidad de hijo de Dios a las exigencias de la economía».
Es en estos casos que Mons. Ancel busca... «algunas fisuras en el muro opaco del paganismo
materialista y ateo: un día, puede que la luz de Dios pueda pasar por esas fisuras...» (Cf. O. De
Berranger., Alfred Ancel, un homme pour l’ Evangile, Paris – 1988 – 269 – 275)”.
[173] L. Boff, ibid., 8.
[174] Equilibradamente se sitúa G. Vandelvelde – Dailliere (“Nécessité de l’Eglise, salut des non
– chrétiens, théologie des religions: options et enjeux” en: NouvelleRevue Théologique, 123 –
2001 – 207): “La adhesión al Dios que salva implica el conocimiento de los acontecimientos de
salvación que él ha cumplido para los hombres, y la aceptación de las verdades que estos
acontecimientos manifiestan sobre Dios, sobre el hombre, sobre el mundo, sobre el mal y sobre
la victoria del amor misericordioso. «Ser salvo» significa conocer a Jesucristo salvador y
aceptarlo. He ahí por qué la Iglesia ejerce en el mundo una verdadera «diaconía de la verdad»,
que es una de las cumbres de su caridad para con los hombres y el sello de su respeto por la
dignidad espiritual de la persona. Porque el anuncio de la salvación obrado por Cristo es a la vez
Verdad y Vida. Por consiguiente no hay que reducirla a una «caridad» superficialmente entendida
en sentido humanitario, o a la simple bondad moral ejercida naturalmente. La Evangelización es
un anuncio auténtico de «lo que el ojo no ha visto, de lo que no escuchó el oído, de lo que no ha
ascendido en el corazón del hombre, todo lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman»
(cf. I Cor 2, 9)”.
[175] En la “Entrevista” de Ch. Geyer, cuenta Ratzinger lo que sigue: ”Me encontré con dos
hombres maduros que se me acercaron y me dijeron: «Somos misioneros en Africa. ¡Cuánto
tiempo hemos esperado estas palabras! Encontramos constantemente dificultades y los
misioneros disminuyen cada vez más». La gratitud de estas dos personas que están en la
vanguardia de la predicación del Evangelio me conmovió profundamente. Y ésta es sólo una de
las muchas reacciones de este tipo. La verdad siempre molesta e incomoda. Las palabras de Jesús
a menudo son terriblemente duras y están formuladas sin muchos miramientos diplomáticos.
Walter Kasper ha dicho, con razón, que bajo el alboroto suscitado por el documento subyace un
problema de comunicación, porque el lenguaje doctrinal clásico, tal como es utilizado en nuestro
documento, siguiendo las línea de los textos del concilio Vaticano II°, es completamente diverso
del de los periódicos y de los medios de comunicación social. Pero ,entonces, el texto hay que
traducirlo, no despreciarlo” (Ibid. , 10). Nos preguntamos si Boff acusará de “falta de amor” a las
palabras de Jesús “terriblemente duras”, ¡que las hay!.
[176] La “Entrevista” a Ratzinger menciona al presidente de las Iglesias protestantes de
Alemania, Kock y al profesor E. Jüngel (ibid. , 9). Exteriorizarán sus divergencias en la sección
ecuménica, pero fueron nobles y honestos al reconocer lo provechoso de las perspectivas
anteriores-
[177] Ha de ser: I Cor 13, 2.
[178] L. Boff, ibid. , 8.