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Ventanas y experiencias

La ventana entendida como instrumento para enfocar y enmarcar, pero también


como elemento regulador de percepciones.
Junto a esta ventana se encuentra ubicada la cama, marcando cierta tensión entre
un espacio del hogar al que tradicionalmente se le otorgan atributos como íntimo o
privado, y el exterior en su máxima percepción sensorial. Si a través de la ventana
vemos un mundo controlado y domesticado, ¿Qué mundo percibimos cuando la
ventana no está?

La sensación del habitar primitivo, la metáfora de la caverna, el refugio protector


frente a la hostilidad del bosque, se hacen más fuerte al deslizar la ventana.
Desaparece el límite del plano de vidrio dejando ingresar el aire, la lluvia, los
sonidos, los olores; dando lugar a una experiencia más intensa y sensitiva.
Imaginemos, por ejemplo, un día lluvioso, el agua ingresando a la casa, invadiendo el
hogar y, al mismo tiempo, aumentando la sensación de protección. Ya no sólo veo el
bosque a través de la ventana, sino que ahora percibo la humedad de la tormenta, el
olor de la tierra mojada, el viento que empuja las gotas de agua hacia el interior y,
sin embargo, me mantengo seco.
A la vez, esto implica un cierto grado de involucramiento del usuario en la
experiencia vivida. Es el usuario el que decide abrir o no la ventana, pero en esta
acción, también decide como vivenciar este encuentro entre exterior e interior. Lo
corporal es inseparable de lo experimental. La arquitectura, en este sentido, invita a
la acción, nos invita a confrontar con el edificio y ser parte de él. Y es en esta
confrontación donde surge la vivencia y el espacio se torna memorable.

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