Casa para el Poema del ángulo recto, Smiljan Radic.
El proyecto fue construido en Vilches, localidad de Chile. Forma parte de un
conjunto de refugios donde prevalece la experimentación, esta vivienda fue la octava y última construcción diseñada. Desde su implantación, la obra toma una decisión determinante creando una envolvente de hormigón negro que oculta al usuario del bosque, dejando sólo algunas aberturas por donde se ingresa la luz natural y abriéndose a un patio interior ubicado en el centro de la casa. Radic transmite su pensamiento a cerca del habitar lo natural, lo expresa en cada aspecto de la obra; la inserción de la arquitectura en un paisaje como tercer elemento que modifica, tensiona e integra el entorno, la metáfora de la cueva trasladado a la materialidad y la geometría para lograr una sensibilidad que realza esta situación de refugio y de protección. Nos encontramos frente al exterior frío y, por momentos, hostil donde aparece la barrera de hormigón envolviendo un interior cálido y controlado. Esto se une a la búsqueda sensorial para percibir el bosque de diversas maneras, utilizando la luz cenital y llevándolo un paso más en esa dirección con el uso de los sonidos y los olores del bosque. Para terminar la metáfora de la cueva, Radic reinterpreta el habitar doméstico creando un único espacio y, de esta manera, cambia las relaciones y las dinámicas de los habitantes. Los usos no están explicitados, los espacios son flexibles y no está del todo determinado el inicio y el final de un espacio, incluso podríamos decir que existe un recorrido circular de la vivienda en relación a un patio interior, sin embargo, este no es perfecto ni preciso. Aparecen ciertos gestos formales que rompen con lo sintético de un espacio circular y lo complejizan o, en otras palabras, se yuxtaponen nuevos espacios que se mezclan a los demás. También es interesante el patio interior como un espacio ambiguo: no es la naturaleza en estado salvaje, es decir, el exterior, pero tampoco es un espacio completamente controlado, puede ser habitado o no. La intimidad es entendida como una barrera entre exterior e interior, existe una marcada diferencia entre la persona que habita esta casa y el extraño que no lo hace. Este último no conoce ningún aspecto de su interior y la obra no da cuenta formalmente de esto, en contraposición a esto, las personas que ingresan habitan casi en conjunto, sólo un muro de hormigón separa el baño del resto del espacio. La vida privada es íntima, pero es común a todos los habitantes de la casa. A su vez, retomando la metáfora de la cueva, es posible que la forma de habitar tradicional donde todas las habitaciones poseen sus muros divisorios, donde todos los integrantes de la vivienda posea su espacio propio íntimo, se encuentre asociado a una vida de lujos o privilegios que poco tiene que ver con un refugio entendido como protección sumado al fuego (presente en la obra) como un aliado frente a la hostilidad del clima.