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Melanie Klein en Buenos Aires.


Comienzos y desarrollos.

R.
Horacio Etchegoyen.

Samuel Zysman.

Resumen
En las primeras décadas del siglo XX Freud era conocido y citado por
una elite de mentes ilustradas de América Latina. En los años cuarenta
convergen en Buenos Aires analistas exiliados de Europa con un grupo
local de pioneros y fundan en 1942 la APA.
A partir de entonces el análisis creció fuertemente, ocupando
espacio en hospitales, universidades y la cultura toda. La situación
socioeconómica de esa época ayudaba considerablemente a este
fenómeno, que siempre llamó la atención a sus observadores.
Este trabajo estudia especialmente la influencia de las ideas
kleinianas en los primeros treinta años de este desarrollo. Los aportes
originales de los pensadores locales constituyen un acervo intelectual de
vigencia perdurable, que justifica referirse a una "escuela psicoanalítica
argentina".
En los años setenta, la sociedad argentina y el psicoanálisis
atraviesan cambios profundos y complejos. Palidece el brillo de Melanie
Klein y toma impulso la enseñanza de Lacan.
En el momento actual los kleinianos de Buenos Aires siguen
trabajando, mientras que su relación con los lacanianos y otros grupos

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teóricos se ha hecho más serena. Se hizo posible, así, una discusión más
respetuosa, orientada a las diferencias estrictamente científicas.
A más de cien años de su creación por Freud, el psicoanálisis tiene
hoy el reconocimiento de la comunidad científica y una gran pregnancia
en la cultura. En los primeros años del siglo XX hubo mentes ilustradas
en América Latina, como José Ingenieros, Aníbal Ponce, Gregorio
Bermann, Carlos Alberto Seguín, Honorio Delgado y Germán Greve, que
[1]
estudiaron e incluso utilizaron la obra de Freud ; pero fue en 1938 al
llegar a Buenos Aires Ángel Garma y Celes Ernesto Cárcamo , que el
psicoanálisis empezó a desarrollarse sistemáticamente en nuestro medio.
Estos dos pioneros encontraron un terreno fértil porque Enrique
Pichon Rivière, Arminda Aberastury, Arnaldo Rascovsky, Matilde
Wencelblat, Teodoro Schlossberg, Simón Wencelblat, Luisa Gambier
(después Álvarez de Toledo) y Alberto Tallaferro formaban ya un grupo
entusiasta que estudiaba la obra de Freud (Balán, 1991). También
pertenecieron a este grupo Luis Rascovsky, Flora Scolni y Jorge Weil
(Resnik, 2001).
A fines de 1942, poco después de la llegada de Marie Langer, se
fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), reconocida por
Ernest Jones, entonces Presidente de la Asociación Psicoanalítica
Internacional (API), como Sociedad Provisoria, el 12 de diciembre de ese
año.
En este trabajo nos queremos ocupar de la influencia que tuvo en
Buenos Aires la obra de Melanie Klein, que a mediados del siglo XX era
la fuente principal de inspiración de los psicoanalistas argentinos, y más
ampliamente de toda Latinoamérica. Intentaremos, también, mostrar el
contexto social en que tuvieron lugar los
acontecimientos.
Por considerarlo más pertinente al objeto de este trabajo decidimos
seleccionar los datos relevantes de las revistas especializadas.
Consultamos también las obras de Jorge Balán (1992), Elsa del Valle
Echegaray (1986, 1999), Hugo Vezetti (1989, 1996), Fidias Cesio (2000),

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Mariano Ben Plotkin (2003) y Germán L. García (1980). Nos fueron de


gran utilidad, también, los documentados estudios de Leonardo Wender y
sus colaboradores sobre la historia del psicoanálisis en la Argentina
(Antonio Cucurullo, Haydée Faimberg y Leonardo Wender, 1982;
Leonardo Wender, Delia Torres e Inés Vidal, 1995).

La Revista de Psicoanálisis
Recorriendo la Revista de Psicoanálisis, cuya fecunda trayectoria
comienza en 1943 bajo la dirección de Arnaldo Rascovsky, veremos
aparecer los escritores fundamentales de esa época: Freud, Abraham,
Jones, Ferenczi, Tausk, etcétera. Entre llos se destacan Melanie Klein, y
poco después Fairbairn y Winnicott, lo mismo que
los psicólogos del yo, de Viena y Norteamérica.
En el primer número de la Revista aparece "Primeros estadios del
conflicto de Edipo y de la formación del superyó", que corresponde al
capítulo 8º de El Psicoanálisis de Niños (1932), el libro de Melanie Klein
que para entonces Arminda Aberastury estaba traduciendo. A esa empresa
se sumó poco después Elizabeth Goode, conocida desde su casamiento
como Betty Garma. El libro apareció finalmente en 1948 por la editorial
[2]
El Ateneo, con un prólogo de Arminda Aberastury . Es a propósito de
esta traducción que Arminda Aberastury entra en contacto epistolar con
Melanie Klein hacia 1946. Esta publicación marca un hito para el
psicoanálisis latinoamericano y, en general, para la producción
psicoanalítica en español y portugués. Destaquemos que esta traducción
se basó fundamentalmente en The psychoanalysis of children, publicado
en Londres en 1937, y que Marie Langer cotejó el texto con el original
alemán.
En el nº 3 del volumen 1 aparece Los dinamismos de la epilepsia,
un fundado artículo de Pichon Rivière donde se menciona en más de una
ocasión a Melanie Klein. Pichon considera que ciertos síntomas
epilépticos son transformaciones de los terrores nocturnos, estudiados
exhaustivamente por ella.

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En el nº 4 del mismo volumen aparece la reseña bibliográfica de


The psychoanalysis of children, donde Arminda (la Negra) Aberastury
expone detalladamente la técnica del juego y sus fundamentos. En esta
reseña Aberastury se pronuncia a favor de abordar al niño con la técnica
que Melanie Klein había elaborado en Berlín en los años veinte; y afirma,
como ella, que el niño desarrolla una auténtica neurosis de transferencia
que se puede analizar -mutatis mutandis- como la del adulto. Aberastury
toma así, pues, una posición definida en las controversias de 1927 entre
Melanie Klein y Anna Freud, lo que marca un cambio sustancial, ya que
analizó a sus primeros pacientes con un enfoque anafreudiano (Lustig de
Ferrer, 1972).
En los años siguientes asistimos a una expansión de las citas sobre
Klein y su escuela y a un uso creciente de su pensamiento para dar cuenta
de problemas clínicos y teóricos, al compás de la buena acogida que el
psicoanálisis iba logrando en los ambientes cultos de nuestra ciudad. Una
tesis de este escrito es que el desarrollo del psicoanálisis tuvo que ver con
las condiciones imperantes en esa época en la sociedad porteña, punto
que estudia rigurosamente Vezzetti (1996).
En el nº 1 del volumen 2 (julio de 1944) aparece un trabajo famoso
de Cárcamo y Marie (Mimi) Langer sobre la esterilidad femenina, donde
se cita a Marie Bonaparte y su concepto del masoquismo femenino y a
Melanie Klein y sus innovadoras ideas del superyó temprano, sin que los
autores adviertan el hondo conflicto teórico entre ambas sobre la
sexualidad femenina.
Cuando Langer habla poco después de la psicología de la
menstruación (volumen 2, nº 2) en octubre de 1944, apoyada en Jones y
Melanie Klein, no duda en atribuir los sentimientos de culpa de la niña al
sadismo oral que la lleva a atacar en su fantasía al interior del cuerpo de
la madre para despojarlo de hijos y penes. Hay aquí un viraje notable de
Langer hacia las ideas de Klein, especialmente en lo que se refiere al
origen y las consecuencias de la culpa, que se hace todavía más evidente
en sus Notas para el romance de Doña Alda (volumen 2, nº 4), bello

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ensayo de análisis aplicado. Estos trabajos expresan un interés de Langer


que se plasma en un libro perdurable,
Maternidad y sexo (1951).
En enero de 1946 Garma publica (volumen 3, nº 3) un sesudo
trabajo sobre la melancolía, donde revisa la bibliografía y dedica un
acápite a Klein y a sus ideas sobre la psicogénesis de los estados
maníaco-depresivos, presentadas en el Congreso Psicoanalítico
[3]
Internacional de Lucerna de 1934 . Garma reconoce la originalidad de
las ideas kleinianas sobre el sadismo y destaca la importancia de los
objetos parciales, que luego convergen en el objeto total (=madre), fuente
de la ambivalencia y el duelo. En su fecunda trayectoria como
investigador y jefe indiscutido del psicoanálisis de la Argentina, Garma
va a recoger de Klein (y de Fairbairn) el concepto de objetos internos
persecutorios; pero se apartará de ella en su teoría de la posición
depresiva, que le sonaba un poco religiosa (Garma, comunicación
personal).
Si bien es cierto que Melanie Klein aparece en la Revista desde el
comienzo, no tarda en presentarse Fairbairn en el volumen 5 (1947-
1948). En el nº 1 se encuentra su artículo La represión y el retorno de los
objetos malos y en el siguiente Las estructuras endopsíquicas
consideradas en términos de relaciones de objeto. En esos años la lectura
de Fairbairn era frecuente en Buenos Aires: los Garma, los Pichon, los
Bleger, Liberman, los Baranger y los Grinberg lo leían y Racker lo cita
concretamente en uno de sus primeros artículos (volumen 5, nº 3, 1948),
donde introduce su concepto de la madre Moloc. Racker se opone a las
ideas de Fairbairn sobre la oralidad y la agresión en la temprana infancia,
con lo que se acerca a Melanie Klein, aunque discrepe sobre los
comienzos del desarrollo y la depresión primaria.
En Algunas correlaciones entre Freud, M. Klein y Fairbairn, Lily y
José Bleger (1962) precisan las diferencias: para Freud, la relación del
impulso con el objeto es contingente, mientras que Klein le da al objeto
un lugar especial, sin abandonar los impulsos como fuerza originaria e

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incluyendo decididamente el instinto de muerte. Fairbairn, en cambio,


establece la incompatibilidad entre la psicología del impulso y una
psicología del yo en relación con los objetos, que rechaza la pulsión
como fuerza primaria y, desde luego, descarta la existencia de un instinto
[4]
de muerte .
En el volumen 5, nº 2, junto a Fairbairn, aparece un nuevo artículo
de Pichon
Rivière que introduce el recién mencionado concepto de enfermedad
única, muy aceptado por el grupo psicoanalítico inicial. Como recuerda
Resnik (2001), Pichon toma la idea de Griesinger, para quien todo
proceso patológico empieza por un cuadro depresivo. Pichon enriquece el
concepto con instrumentos psicoanalíticos que toma de Freud (regresión)
y de Klein (duelo). La depresión es la enfermedad básica, de la que
derivan las otras, neuróticas y psicóticas. La idea de enfermedad única (o
básica) lleva implícita una concepción del desarrollo humano que parte
de un objeto unitario. Los mecanismos esquizoides vienen después, como
afirmara Racker en su Contribución al problema de la estratificación
psicopatológica (1953), y Bleger (1961 [1962], 1967) con su idea de una
posición glischrocárica previa a la posición esquizoparanoide, según lo
expone en Modalidades de la relación objetal, presentado en el Simposio
de 1961 y es el tercer capítulo de Simbiosis y ambigüedad (1967).
En este punto puede advertirse un enfoque original de los autores
argentinos, divergente de la teoría del desarrollo de Klein, para quien el
yo (o self) está dividido al comienzo.
En el año 1948, volumen 6, nº 1, traducido por Bella (Beba)
Fridman, la primera secretaria ejecutiva de la APA, aparece Notas sobre
algunos mecanismos esquizoides, donde Klein completa y refina su teoría
de las posiciones, al tiempo que introduce el concepto de identificación
proyectiva. Si recordamos que ese trabajo fue presentado en la Sociedad
Británica a fines de 1946, puede apreciarse la rapidez con que las
novedades científicas llegaban al Río de la Plata.
En el volumen 7 (1949 y 50), figuran en los números 3 y 4 otras dos

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contribuciones trascendentes para la teoría kleiniana: El duelo y su


relación con los estados maníaco-depresivos (Klein, 1935), ya citado por
Garma; y el gran clásico de Susan Isaacs, Naturaleza y función de la
fantasía (1948), centro de intensos debates durante las famosas
Controversies en la Sociedad Psicoanalítica Británica entre 1941 y 1945,
recopiladas y comentadas por Pearl King y Riccardo Steiner (1991).
En ese mismo volumen, aparecen varios escritos de analistas
locales: Aspectos de la interpretación en el psicoanálisis de niños, de
Betty Garma (nº 2), al que volveremos; El mito del niño asado, de Langer
(nº 3) ; y El juego de construir casas (nº 3) y Fobia a los globos en una
niña de once meses (nº 4), ambos de Arminda Aberastury, que ya estaba
iniciando su liderazgo en el psicoanálisis de niños, que culmina en su
libro Teoría y técnica del psicoanálisis de niños de 1962. Un artículo de
Marialzira Perestrello, que había venido de Río de Janeiro a formarse en
Buenos Aires con su marido, Danilo, sobre un caso de esquizofrenia
infantil, también en el número 4, muestra la influencia de Klein en los
jóvenes analistas de aquella época (Perestrello, 1950).

El Congreso de Zurich
A mediados de 1949 se realizó en Zurich el XVI Congreso
Psicoanalítico Internacional, el primero después de la Segunda Guerra
Mundial, donde la APA fue admitida como Sociedad Componente, al que
Betty viajó con Ángel Garma, junto con Arnaldo y Matilde Rascovsky y
Teodoro Schlossberg. Allí se produjo el encuentro de los argentinos con
[5]
Melanie Klein y su grupo . Con ellos supervisó y discutió Betty
durante varias horas el material de uno de sus primeros casos, un varón
de 21 meses (Pedrito), el niño más pequeño en análisis en ese momento
en el mundo entero. Recuerda Betty que Klein quedó gratamente
impresionada por su presentación y le propuso establecerse en Londres
por un tiempo para aprender de manera directa la técnica del análisis
infantil; pero Betty tuvo que declinar ese ofrecimiento. La enseñanza se
materializó poco después, sin embargo, en una serie de supervisiones en

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Londres, que compartieron los Garma y otros miembros del grupo de


Buenos Aires.
El lazo con Melanie Klein dejó una poderosa impronta en el análisis
porteño. Los viajes a Londres, así como las invitaciones a analistas
kleinianos para venir a Buenos Aires a supervisar y dar seminarios,
pasaron a constituir una costumbre que aún perdura. Mencionaremos
entre otras las visitas de Hanna Segal en 1954 y 1958, Bion en 1968,
Meltzer varias veces a partir de 1965, Rosenfeld y Betty Joseph (dos
veces); y la de Esther Bick a Montevideo.
A partir de ese momento, y por casi dos décadas más, el
pensamiento psicoanalítico argentino, siempre inquieto y abierto, conoció
la época de mayor vigencia
de la teoría kleiniana. En esos momentos inaugurales los analistas que
estaban iniciando el análisis de niños disponían solamente de los libros de
Anna Freud y Melanie Klein, junto con los trabajos de Sophie
[6]
Morgenstern, que aparecieron en la Revista de Psicoanálisis . Betty
Garma ubica el comienzo de su colaboración con Arminda alrededor de
1945, pero tal vez fue un poco antes, cuando Betty, nacida en Paysandú,
Uruguay, de familia inglesa, enseñaba inglés a analistas (como Garma) y
a hijos de analistas.
A comienzo de los años cincuenta se había programado un viaje a la
Argentina de Melanie Klein y Paula Heimann, según consta en la carta
que Melanie Klein les envía a Betty Garma y Arminda Aberastury el 25
de junio de 1952 (Betty por Betty Garma, 2004); pero fue cancelado, al
[7]
parecer por los médicos de Klein . En su reemplazo viajó a Buenos
Aires Hanna Segal, lo que significó un verdadero acontecimiento
científico.
[8]
Niños en análisis (Betty Garma, 1992) , se refiere a los años que
estamos comentando y es un documento valioso porque nos introduce al
mundo psicoanalítico de mediados del siglo XX. Ya hemos mencionado
Aspectos de la interpretación en el psicoanálisis de niños, que se

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incorporó como un capítulo de este libro. Allí expone su técnica con


niños y señala las diferencias del abordaje en primera infancia, en
período de latencia y en la pubertad, ilustradas con rico material clínico.
La autora sigue básicamente los enfoques de Klein, si bien considera
sugerencias de Anna Freud, del libro de técnica de Fenichel (1941) y de
Richard Sterba.
En el capítulo "La escuela argentina" y en el siguiente, "El impacto
y la influencia de Melanie Klein en mi quehacer psicoanalítico",
asistimos a su encuentro con Arminda Aberastury y al comienzo de una
larga colaboración. Betty Garma no vacila en reconocerle a Aberastury el
papel de líder del análisis de niños en nuestro medio y considera que fue
la que introdujo en Argentina las ideas kleinianas.
Coincide en este punto con la nota recordatoria de la Revista de
Psicoanálisis de 1972, donde Elfriede S. Lustig de Ferrer (más conocida
como Susana) hace un breve y penetrante estudio de Arminda Aberastury,
que había muerto el 13 de noviembre de 1971. Aberastury nació en 1910,
estudió pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en
1933 conoció a Pichon Rivière, con quien se casó en 1937. En ese año
hizo el primer tratamiento psicoanalítico de niños. Era una chica que
[9]
parecía oligofrénica y acompañaba a su madre psicótica a la Liga de
Higiene Mental, donde Pichon Rivière la trataba. Susana Ferrer afirma
que este tratamiento se hizo según las enseñanzas de Anna Freud, cuyo
libro Aberastury seguramente había leído.
En 1942, entra en análisis con Garma y empieza a leer a Melanie
Klein, con quien se puso en contacto epistolar en 1946 y supervisó en
Londres en 1951. De acuerdo con Susana Lustig, Arminda fue la que
introdujo el pensamiento de Klein en la Argentina, en lo que coincide con
Betty Garma. Otros protagonistas de aquella época, como Ana Kaplan,
piensan que fue Pichon el que trajo los libros de Klein (Kaplan,
comunicación personal).
De todos modos, no cabe duda de que el análisis de niños y de
psicóticos impulsados por los Pichon Rivière impregnaban el

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pensamiento psicoanalítico argentino en la mitad del siglo XX y se


expandían en todas direcciones. Los analistas de la APA iban
frecuentemente a Londres y los líderes de Londres venían a la APA. Entre
ellos se destaca Emilio Rodrigué, que inició su formación con Rascovsky
y se fue a Londres en 1947. Allí se analizó con Paula Heimann, entonces
discípula de Melanie Klein, de la que se separaría formalmente después
del Congreso Internacional de 1955. Rodrigué trabajó en ese grupo
privilegiado del que llegó a ser miembro, volvió a la Argentina a
comienzos de los años cincuenta y fue uno de los líderes del grupo
kleiniano. A fines de esa década el inquieto Rodrigué se fue al Austen
Riggs Center, de Massachussets (EE.UU.), de donde regresó en 1963,
para ser presidente de APA (1966-1968) y ejercer su magisterio, hasta que
[10]
se alejó con Plataforma en 1971 .
También Alberto Campo se analizó con Paula Heimann y regresó a
Buenos Aires a mediados de los cincuenta luego de trabajar con Serge
Lebovici y Jean Piaget. Fue jefe del Servicio de Psicopatología del
Hospital de Niños, muy próximo a Florencio Escardó y Mauricio
Goldenberg; y, con su particular consistencia, marcó el rumbo para
muchos analistas de niños.
Entre los que iban a supervisar a Londres en esos años hay que
mencionar a Langer, Racker, Liberman, los Grinberg y muchos otros;
como Benito y Sheila López, en los sesenta. Allí conocieron a
Etchegoyen en 1966, que se estaba reanalizando con Donald Meltzer.
Salomón Resnik, discípulo de Pichon Rivière, se fue a Londres en
1957, y allí se analizó con Herbert Rosenfeld muchos años. De Londres
pasó a París, donde actualmente reside, trabaja y enseña a un grupo
calificado de discípulos, que se extiende también a Italia.

Simposio sobre Melanie Klein


A sugerencia de Garma, se decidió dedicar el Simposio de 1961 a
Melanie Klein (Revista, volumen 19, nº 1/2), cuando León Grinberg era
presidente. En la apertura, Fidias Cesio destacó el carácter de homenaje

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del evento, ya que Melanie Klein había muerto poco antes, y el gran
interés que su obra había despertado en nuestro medio y en toda
Latinoamérica, interés que se hizo manifiesto por la participación de
analistas de Brasil, Uruguay, Chile y Méjico. Cesio hizo una breve
reseña de la intensa colaboración entre los grupos psicoanalíticos
argentino y británico. El Simposio de 1961 muestra la madurez del grupo
analítico rioplatense y la presencia de las ideas kleinianas en trabajos que
marcan el rumbo de una pléyade de analistas que dieron prestigio al
psicoanálisis y dejaron una obra escrita de permanente vigencia.
Cesio presentó La disociación y el letargo en la reacción terapéutica
negativa, un tema que desarrolló en otros trabajos a lo largo de su vida.
El letargo es una singular reacción transferencial y contratransferencial,
que Cesio remite al psiquismo fetal estudiado por Rascovsky y que marca
un particular desarrollo del proceso psicoanalítico.
Merecen citarse, también, el trabajo de Willy Baranger Aspectos
problemáticos de la teoría de los objetos en la obra de Melanie Klein; el
de Mom, Consideraciones sobre el concepto de fobia en relación con
algunos aspectos de la obra de Melanie Klein, una investigación en que
Mom persistirá muchos años; y el de Grinberg, Duelo por el yo y
sentimiento de identidad. Liberman presentó Forma y contenido de las
seis fantasías inconscientes del pecho perseguidor y su repercusión en
los diferentes estadios evolutivos y Bleger Modalidades de la relación
objetal, amén del ya citado trabajo en colaboración con su esposa. Se
encontraban en ciernes la obra de Liberman sobre la reinterpretación de
la psicopatología con la ayuda de las teorías de la libido y la
comunicación, y la de Bleger, que culmina en su idea de la simbiosis y la
posición glischro-cárica (1964), influida por la idea de la enfermedad
única, así como su concepto de parte psicótica de la personalidad, afín a
la de Bion (1957), que se publica en la Revista Uruguaya de 1964 y es el
capítulo cuatro del libro de 1967. También se insinúa el trayecto que
habrá de recorrer Willy Baranger, uno de los mejores exégetas de Klein,
hasta volcarse a una revisión ligada a las ideas de Lacan, que comienza
en los años setenta.

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El trabajo de Grinberg sobre el duelo y la identidad anuncia el


fecundo recorrido de uno de los psicoanalistas más creativos de la
Argentina, que culmina en Culpa y depresión (1963) y Teoría de la
identificación (1976), entre otros trabajos significativos. En el libro de
1963, partiendo de Klein en un desarrollo muy original, Grinberg
distingue dos tipos de culpa, persecutoria y depresiva, y desarrolla su
concepto de duelo por las partes perdidas del self y de duelo no
elaborado. En Teoría de la identificación, Grinberg estudia el concepto de
identificación en la literatura psicoanalítica a partir de Freud, con énfasis
en la identificación proyectiva de Klein y sus discípulos (Bion,
Rosenfeld, Meltzer) y sus propios aportes (tipos de identificación
proyectiva, contraidentificación proyectiva, etcétera).
No menos importantes son otras contribuciones, no todas
publicadas: El concepto de enfermedad única en la obra de Melanie
Klein y sus continuadores, de Pichon Rivière, de lo que ya nos hemos
ocupado, y La posición maníaca y la organización fetal, de Arnaldo
Rascovsky y colaboradores, que resume su original perspectiva del
desarrollo temprano. Un año antes del Simposio, Rascovsky había
publicado El psiquismo fetal (1960), donde sostiene que el niño tiene una
vida psicológica antes de nacer en que el yo aparece como el doble del
ello y ya administra las fantasías filogenéticas descriptas por Freud y
Ferenczi. Esta investigación antecede a las actuales sobre el tema
(Meltzer, Bion, Piontelli, Elizabeth Bianchedi, etcétera) y representa,
pues, un pensamiento de avanzada que se propone como un desarrollo de
la teoría kleiniana.
No hay que omitir otros escritos dedicados a la clínica, como
Aportación al estudio de la manía en el niño, de Vera Campo, El aporte
de Melanie Klein al análisis didáctico, de Marie Langer, y Algunos
problemas en relación con la enseñanza de la teoría de la técnica, de
Langer, Janine Puget y Eduardo Teper, centrados en un enfoque kleiniano
de los fenómenos del aprendizaje del psicoanálisis.
Nos hemos detenido en el Simposio porque -pensamos- nos ubica
en una especie de atalaya desde donde se puede atisbar el pasado con sus

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esfuerzos fundacionales, el presente de entonces con sus promisorias


producciones y un futuro lleno de posibilidades que, afortunadamente,
pudieron en gran parte concretarse, para dotar al psicoanálisis argentino
de un sorprendente esplendor. Los analistas argentinos no sabían
entonces los intrincados caminos que seguirían, de ahí en más, nuestra
disciplina y nuestro país.

El Instituto Pichon Rivière


Recién recibido, Pichon Rivière ingresó al viejo Hospicio de las
Mercedes y a la Liga de Higiene Mental en 1936 y, a poco andar, empezó
un magisterio memorable, enseñando una psiquiatría psicoanalítica muy
original y rigurosa a un grupo destacado de discípulos (Liberman, Rolla,
Bleger, Racker, Cesio, Zac, Resnik, etcétera). Cuando lo dejaron cesante
en el Hospicio, y con la ayuda de Francisco Muñoz (don Paco),
verdadero mecenas del psicoanálisis argentino, Pichon fundó en 1949, el
Instituto Pichon Rivière, más conocido como la Clínica de la calle
Copérnico o la pequeña Salpêtrière. Allí trabajaban Willy y Madeleine
Baranger, Luisa G. de Álvarez de Toledo, Alberto Tallaferro, Jorge Mom,
David Liberman, Fidias Cesio, Diego y Gilberta (Gilloux) Royer de
García Reinoso, Danilo y Marialzira Perestrello, José y Estela Remus
Araico, Fortunato Ramírez, Oscar Contreras, Aniceto Figueras, Ana
Kaplan, Marcela Spira y muchos más. Rolla hizo allí su tránsito de la
neurología al psicoanálisis. Etchegoyen viajaba los sábados desde La
Plata, para asistir conmocionado a los cursos. Las dos secretarias
administrativas de la Clínica, Elena Evelson y Janine Puget, llegaron a
ser analistas de gran prestigio. En su libro de 1996, Vezzetti traza el
círculo que va de José Ingenieros a Pichon Rivière y destaca los
originales aportes de Enrique a la psiquiatría, un tema del que también se
ocupan Wender (1995) y Plotkin (2003).

La Revista Uruguaya de Psicoanálisis


Como consecuencia lógica del desarrollo que venimos
describiendo, un esclarecido grupo de orientales organizó la Asociación

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Psicoanalítica Uruguaya (APU) e invitó a Willy y Madeleine (Madé)


Baranger en 1954, para que se hicieran cargo de su formación. Fue
entonces que se fundó la Revista Uruguaya de Psicoanálisis, la
manifestación más cercana de una tendencia que abarcó a casi toda
América Latina: esto es la influencia del psicoanálisis porteño en la
formación de colegas y la creación de sociedades psicoanalíticas. Es lo
que Cesio (2000) denominó "la gesta psicoanalítica de América Latina".
El primer número de la Revista Uruguaya, que apareció en mayo de
1956, contenía un clásico kleiniano, La importancia de la formación de
símbolos en el desarrollo del yo (Klein, 1930), y un trabajo de Willy
Baranger, Asimilación y encapsulamiento: estudio de los objetos
idealizados. Baranger compara las posturas teóricas de Freud y de Klein
a propósito de la idealización, la disociación y la ansiedad persecutoria y
sus efectos en la integración del yo como “cáscara del objeto interno”.
Basa su exposición en un material clínico y se puede advertir el rumbo
que seguirá su investigación: el status metapsicológico del objeto en
Klein, que lo llevará a hablar en su libro de 1971 de la “asamblea de los
ciudadanos del mundo interno”. Los problemas que, a su juicio,
introducen éste y otros conceptos kleinianos, como los de fantasía
inconciente y Edipo temprano, serán temas predominantes de sus
investigaciones posteriores, que lo fueron alejando de la Escuela Inglesa.
La producción teórica de los Baranger, que permanecieron en
Montevideo cerca de una década, dejó huellas en ambas márgenes del
Plata que, por mucho tiempo, tuvieron un inconfundible sello kleiniano,
sin desconocer sus cambios posteriores. Este número incluye la
felicitación enviada desde Londres por Klein, junto con las palabras
cariñosas de Enrique y Arminda Pichon Rivière, quienes viajaron
especialmente para la presentación.
La Revista Uruguaya, que pronto cumplirá cincuenta años, mantuvo
siempre un intenso ritmo de producción y reflejó por mucho tiempo el
pensamiento kleiniano. En 1956 (nº 2), Madeleine Baranger publica
Fantasía de enfermedad y desarrollo del insight en el análisis de un niño,
que sigue las teorías y la técnica kleinianas; Arminda Aberastury publica

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Detención en el desarrollo del lenguaje en una niña de 6 años. Es un


bello trabajo que anuncia su gran escrito La dentición, la marcha y el
lenguaje en relación con la posición depresiva (1958), donde anuda estos
tres momentos del desarrollo con el incremento de las angustias
depresivas. En estos años Aberasturi presenta sus originales ideas sobre la
“fase genital previa” y despliega su labor de prevención y
esclarecimiento en odontopediatría. Están también los escritos de Héctor
Garbarino (volumen 3, nº 2/3, 1960) y Mercedes Freire de Garbarino
sobre la clínica kleiniana de las psicosis y el de Marta Nieto (volumen 4,
nº 4) que inicia el análisis de niños en Montevideo e introduce la
importancia clínica del uso del lenguaje, un signo distintivo del análisis
rioplatense.
Tenemos todavía que citar Mala fe, identidad y omnipotencia,
presentado por Madé Baranger en la APA en 1959 y publicado en la
Revista Uruguaya de 1963 (volumen 5, nº 2/3), que formaba parte del
incipiente interés local por los psicodinamismos de las psicopatías. En La
noción de 'material' y el aspecto temporal prospectivo de la
interpretación (volumen 4, nº 2, 1961/62) Baranger hace una brillante
aplicación clínica del concepto de posición depresiva, como también en
El muerto vivo (volumen 4, nº 4, 1962).

Psicoanálisis y salud mental


Los fundadores del psicoanálisis argentino y las generaciones
siguientes fueron personas de amplia cultura y profundos conocimientos
psiquiátricos. Sus aportes a la enseñanza de la salud mental y a la
difusión del psicoanálisis dieron brillo al movimiento psicoanalítico y
repercutieron en la formación médica y psicológica de las décadas que
estamos estudiando.
A las multitudinarias clases en la Facultad de Medicina asistieron
muchos jóvenes que luego fueron analistas y aprendieron allí las ideas
psicoanalíticas básicas, incluso las de Melanie Klein. Estos cursos se
desarrollaron muchos años, a cargo de Garma, Rascovsky y Arminda
Aberastury (Antonio Barrutia, comunicación personal).

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En esos años, el Instituto de Psicología de la Facultad de Filosofía y


Letras de la UBA se transformó en Carrera de Psicología, durante el
rectorado de Risieri Frondizi. Éste y su antecesor, José Luis Romero,
condujeron la Universidad de Buenos Aires en una época de gloria, que
concluyó brutalmente con “La noche de los bastones largos” durante la
ominosa dictadura del General Onganía (1966).
La Carrera de Psicología finalmente se transformó en Facultad en 1985
(Vezzetti, comunicación personal).
El psicoanálisis estuvo presente en la Universidad con destacados
profesores como Liberman, Ostrov, Bleger, Garma, Aberastury y otros en
Buenos Aires y también en Rosario, como María Isabel Siquier y
Eduardo Téper. En las universidades de Cuyo y Córdoba se repetía este
proceso también expuesto a las vicisitudes de todo intento renovador en
[11]
nuestro país .
La teoría de las relaciones objetales, pues, se enseñaba en las
universidades y se difundía en una revista psiquiátrica de gran influencia.
Esta publicación, que alcanzó prestigio por su calidad y su contenido,
apareció en octubre de 1954 con el nombre de Acta Neuropsiquiátrica
Argentina, fruto de la colaboración de Guillermo Vidal y Mauricio
Goldenberg, que tanto hicieron por la psiquiatría argentina. Como lo
explicara después Vidal, transcurridos los primeros años, se hizo evidente
una bifurcación en los contenidos de la revista; empezó a predominar lo
psiquiátrico y, así, en 1962, pasó a llamarse Acta Psiquiátrica y
Psicológica de América Latina, publicación que alcanzaba a todos los
países de habla hispana. Acta conservó a Vidal como director y tuvo
como secretario a Carlos Sluzky, mano derecha de Mauricio Goldenberg
en el Policlínico de Lanús, que después haría una brillante carrera en Palo
Alto, California, aunque alejado de la práctica clínica del psicoanálisis.
En el Servicio de Psicopatología de Mauricio Goldenberg del Policlínico
Gregorio Aráoz Alfaro, de Lanús, recibieron una formación psiquiátrica
pluralista muchos futuros analistas argentinos.

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En el Consejo Editorial de Acta figuraban analistas kleinianos,


hecho que
importa recordar por la repercusión de su enseñanza a los psiquiatras y
los psicólogos
de esa época.
José Bleger, cuyas ideas se publicaban en la misma época en la
Revista de Psicoanálisis y en la Revista Uruguaya aparece con
frecuencia. En el volumen 4, nº 1 (1958), publica La división esquizoide
en psicopatología, donde los conceptos de Klein se utilizan para dar
cuenta de las múltiples formas en que este mecanismo se manifiesta. Fiel
a su ideario marxista, Bleger estudia la alienación en general y la
compara con el concepto de anomia, introducido por Durkheim. En la
alienación, dice Bleger, el destino de sujeto y objeto es la cosificación,
que lleva al sentimiento de vacío (“sentiment du vide”), descripto por
Janet .
En el nº 3 del mismo tomo se publica la conferencia “Motivaciones
psicológicas de la superstición y el tabú”, que León Grinberg ofreció en
julio de 1958 al Centro de Estudiantes de Medicina, a la sazón un
hervidero intelectual como parte de la renovación de los claustros,
posterior a la caída del segundo gobierno peronista.
En el volumen 6, nº 3-4, 1960, Aberastury expone una síntesis de
las ideas de Klein para el conocimiento de psicólogos y psiquiatras.
También podemos apreciar en ese número trabajos de Abadi, Taragano,
Knobel y Rolla. Nasim Yampey (volumen 8, nº 2, 1962) publica su
recensión del Relato del psicoanálisis de un niño (Klein, 1961), donde
afirma que: “Melanie Klein es seguramente, después de Freud, la más
grande figura entre los psicoanalistas”. En el mismo número aparece
Codificación en los análisis de larga duración, donde Rolla sostiene que
“la identificación proyectiva es el fundamento vectorial de la
comunicación”. En 1963 (volumen 9) aparece un artículo de Etchegoyen,
Haydée Sicilia, Estela D’Accurzio y José Antonio Valeros, que estudia
los factores psicológicos y sociales en pediatría, a partir del esquema

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teórico de George H. Mead, para relacionarlo con los conceptos de Freud,


Fairbairn y Klein sobre identificación.
El volumen 13, nº 4 (1967) contiene un homenaje a Pichon Rivière,
de quien dice Vidal que “promovió la investigación psicosocial,
conjugando las nuevas aportaciones de Melanie Klein con el régimen de
trabajo en equipo y el manejo de las técnicas más modernas de
diagnóstico, tratamiento, e investigación”. Tras sendas contribuciones de
Bleger y Ulloa, escribe Pichon Una nueva problemática de la psiquiatría,
donde sintetiza sus ideas y se basa en Freud, Fairbairn y Klein. La nueva
problemática, enseña Pichon, consiste en promover una espiral dialéctica
frente al conflicto, donde se establece una continuidad genética sobre la
base de síntesis sucesivas, que resuelven las contradicciones y abren la
posibilidad de una nueva lectura de la realidad.
En el tomo 15 (1969) se dedican dos números a trabajos
presentados al Primer Congreso de Psicopatología Infanto-Juvenil, en
gran número provenientes del célebre Servicio de Psicopatología de
Lanús, dirigido por Mauricio Goldenberg. Se ven las firmas de Aurora
Pérez, Octavio Fernández Mouján, Lea Rivelis de Paz, Samuel Zysman,
Emilce Dio, y Hebe Friedenthal, entre otros, que acompañaron a
destacados invitados extranjeros como Leo Kanner, Leo Eisenberg,
David Zimmerman y Luis Prego Silva, y autores locales como
Aberastury, Lustig de Ferrer y Kaplan. La influencia kleiniana en estas
contribuciones era notable y daba sustento al diálogo entre psicoanalistas
y psiquiatras.
En el volumen 26, nº 4 (1970), dedicado a Garma, aparecen
contribuciones de Vidal, Aberastury y Carlos Paz. Aberastury señala el
uso de Klein por parte de Garma, y éste, que presenta un trabajo sobre el
superyó y las reacciones maníacas, menciona el artículo de Meltzer
Metapsicología de los estados ciclotímicos (1963).
En 1972 (volumen 18, nº 4), a poco del lamentado fallecimiento de
su autor, Acta publica un perdurable ensayo de Bleger, Esquizofrenia,
autismo, simbiosis, que resume largos años de esfuerzo. Bleger precisa
sus ideas y opone la confusión (descrita por Rosenfeld, basada en la

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identificación proyectiva) al sincretismo, remanente de una organización


arcaica de la personalidad, que el malogrado Bleger llamó simbiosis.

El psicoanálisis y la sociedad argentina


El extraordinario desarrollo del psicoanálisis en la Argentina desde
fines de los años cuarenta siempre impresionó a observadores y
estudiosos argentinos y extranjeros. Analistas de otros países, de visita
en el nuestro, no salían de su asombro al ver la cantidad de pacientes en
tratamiento y el elevado numero de profesionales deseosos de hacer la
formación analítica. Hubo momentos de tanto auge que el psicoanálisis
formaba parte de la cultura, apareciendo en periódicos (como La Nación
y La Opinión, fundada en 1971) y en revistas; se incluía en servicios
hospitalarios y, a partir de fines de los años cincuenta, también en la
enseñanza universitaria.
La presencia habitual del psicoanálisis en la prensa local puede
rastrearse hasta 1930, cuando el diario Jornada (que aparecía en
reemplazo de Crítica, cerrado por la dictadura del General Uriburu)
incluía regularmente un “consultorio psicoanalítico” (Hugo Vezzetti,
comunicación personal).
La famosa revista Primera Plana, fundada por Jacobo Timerman,
hacía frecuentes referencias al psicoanálisis y en ella fue columnista
Pichon Rivière en 1966 y 1967. Sus escritos abordaban temas de la
cultura y la política con un enfoque psicoanalítico que gustaba mucho a
los lectores, tanto como las colaboraciones de Florencio Escardó, que
introdujo el psicoanálisis en su inolvidable Servicio del Hospital de
Niños y fue su gran difusor junto a Eva Giberti, entonces su esposa, con
la escuela de padres.
Los ricos desarrollos del análisis local se sumaban a los que se
producían en el resto del mundo. Como lo hicimos notar al comienzo, nos
parece razonable tratar de establecer las posibles correlaciones entre estos
desarrollos y los cambios sociales, como hicieron también otros autores
(Cucurullo et al, 1982; Vezzetti, 1989, 1996; Plotkin, 2003; Wender et al,
1995).

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Ya dijimos que en la primera mitad del siglo XX hubo entre


nosotros mentes ilustradas a quienes no les eran ajenas las teorías
freudianas. Algunos incluso las mencionan en trabajos de esa época, pero,
a decir verdad, ese estado de cosas era muy distinto a la expansión que
vino después. Sin pretender agotar las explicaciones, parece legítimo
sostener que desde principios de los cuarenta se produjo una confluencia
de factores internos y externos que permitió y sostuvo por varias décadas
un extraordinario crecimiento.
En las tres primeras décadas del siglo pasado la sociedad argentina
atravesó cambios estructurales, no exentos de violencia, como la
"Semana Trágica", sobre los que se gestó una clase media culta, con un
gran número de profesionales universitarios y un horizonte económico
prometedor. Esa pujante clase media alentaba proyectos ambiciosos,
donde cabía la posibilidad de dedicarse al psicoanálisis y fundar una
asociación psicoanalítica.
Al mismo tiempo, otras cosas estaban ocurriendo en el mundo. En
Europa, tras la caída de la República de Weimar y el fugaz intento
comunista en Alemania y Hungría, había comenzado el avance del
fascismo y del nazismo. Entonces se inició la diáspora de los analistas de
la Europa continental, que llevaron sus conocimientos a la cercana Gran
Bretaña, a los Estados Unidos y también a la Argentina. Así llegaron a
nuestro país Garma, Langer y Racker, y también Ludovico (Vico)
Rosenthal, futuro traductor al español de Freud, mientras que Adelaida
Koch ya se había instalado en São Paulo (1936).
Como cuenta Sebreli (2002), el panorama local en lo que hace a
los conflictos ideológicos se hacía eco de lo que estaba ocurriendo en
otros lugares. Hubo primeramente una pugna entre los argentinos de
varias generaciones y los inmigrantes, que fueron discriminados y
perseguidos por sus ideas libertarias, socialistas o anarquistas, y por ser
defensores de la justicia social. Sus posiciones eran antagónicas con las
de las clases dominantes, que se consideraban patricias y aristocráticas, y
coincidían con la igualmente conservadora Iglesia Católica de la época.
Ésa fue la Argentina de Alejandro Korn, Aníbal Ponce, Manuel Gálvez y

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José Ingenieros, como también de Yrigoyen, Alvear, Alfredo Palacios,


Juan B. Justo y su esposa Alicia Moreau, Manuel A. Fresco, el Gral.
Agustín P. Justo, José F. Uriburu y Lisandro de la Torre. El conocimiento
de Freud estaba circunscrito y sólo constituía una muestra de la
formación humanística de una elite progresista.
Después, el profundo conflicto entre fascismo y antifascismo se
extendió y llegó a cristalizar en una lucha entre los partidarios locales del
Eje y sus oponentes democráticos, lo que significó una serie de alianzas y
contradicciones que replantearon las diferencias anteriores.
En ese estado de cosas aparece el peronismo, que por supuesto
necesita un
estudio aparte. Intentaremos solamente decir de qué modo nos parece que
influyó en el desarrollo del psicoanálisis.
Después de ganar las elecciones democráticas de 1946, el
peronismo se instaló como un régimen popular que dio por terminado el
fraude patriótico de la llamada "Década Infame" y reconoció los derechos
de la clase obrera; pero pronto inició la persecución de los opositores.
Entre ellos se contaban los primeros psicoanalistas locales y, muy
importante, quienes llegaron de Europa trayendo consigo la condición de
perseguidos políticos. Por sus características, en aquel primer gobierno
peronista, la persecución ideológica operaba más a nivel público, como
fue la expulsión de profesores universitarios y jefes de servicios
hospitalarios y su reemplazo por adictos. Los profesionales, si no se
hacían notar por algún tipo de actividad política, podían replegarse a la
tarea privada, al margen de cargos públicos importantes. Muchos lo
hicieron y lograron un floreciente ejercicio profesional. El ministro de
Salud Pública de Juan Domingo Perón, Ramón Carrillo, obligó a la APA
a aceptar solamente a médicos para la formación psicoanalítica y la APA
se acomodó a esa medida, logrando al mismo tiempo que los analistas no
médicos ya formados pudieran continuar en la Asociación.
Un caso paradigmático de esta situación fue el de Enrique Pichon
Rivière, despojado de su Servicio en el Hospicio de las Mercedes y que,
en consecuencia, con el auspicio de la Fundación Francisco Muñoz, abrió

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su propia clínica, el Instituto Pichon Rivière, donde prolongó su fructífera


enseñanza. Quizás el incipiente psicoanálisis argentino se benefició de un
cierto grado de intimidad concentrado en la tarea específica, al modo del
espléndido aislamiento del Freud de la primera época.
La unidad del movimiento psicoanalítico inicial, con sus líderes
esclarecidos y resueltos, no era tan sólida como parece a primera vista.
Existía desde el comienzo una ruptura latente entre sus dos grandes
líderes, uno ateo militante y exiliado; el otro criollo y católico. Tal vez
podemos apoyarnos en el supuesto básico de lucha y fuga (Bion, 1959)
para pensar que el exterior políticamente hostil de esos momentos pudo
servir para reforzar la unidad.
De todos modos, la brecha llevó al alejamiento de Cárcamo,
quedando Garma dueño de la escena política. Cárcamo, que era un
analista clásico freudiano y hacía culto del respeto por la persona
humana, pronto se transformó en el referente de un amplio grupo de
psicoanalistas, algunos de ellos católicos, que a diferencia de su mentor
participaban en la vida de la Asociación. Por otra parte, el mismo
Cárcamo seguía manteniendo relaciones amistosas con otros colegas, con
quienes se encontraba los fines de semana en Escobar, donde tenían su
quinta Marie Langer, León y Rebeca Grinberg , los Racker y algunos
otros.
El grupo que llegaron a conformar Ángel Garma y Arnaldo
Rascovsky, mayoritario en los primeros años, tenía una visión del
psicoanálisis que llegó a conferirle una inconfundible identidad. Ambos
creían firmemente que el ejercicio pleno y gozoso de la sexualidad era
prueba de salud mental, y la genitalidad era su meta. Eran frecuentes las
interpretaciones destinadas a morigerar la acción del superyó y a alentar
la satisfacción instintiva, coartada por distintas formas de inhibición y por
el sometimiento de un yo masoquista frente a un superyó sádico. Existían
objetivos a lograr en las áreas laboral, económica y erótica; y el éxito
social se consideraba una prueba de la eficacia terapéutica del
psicoanálisis. La bonanza económica que disfrutaba la sociedad argentina
en esos años concurría de algún modo a sustentar esos puntos de vista.

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A medida que las ideas kleinianas sobre la función estructurante de


la posición depresiva y la capacidad reparatoria se iban afirmando y
encontraban expresión en la interpretación y en la importancia del
encuadre, el grupo de Escobar, cuyo líder era Marie Langer, comenzó a
definirse y a tener peso político en la Asociación. Si bien Cárcamo no era
para nada kleiniano, sus puntos de vista sobre la sociedad y la ética lo
acercaron a este grupo.
Por otro lado, otro grupo de analistas se reunía alrededor de Enrique
Pichon Rivière, entre ellos Álvarez de Toledo, Liberman, Bleger, Zac,
Resnik, Rolla, los García Reinoso y Ulloa, todos miembros de la Clínica
de la calle Copérnico. Pichon era un hombre de gran cultura psiquiátrica,
psicoanalítica y artística. Por sus propios orígenes tenía una experiencia
(que los argentinos llamamos calle) sobre la que fue construyendo una
psiquiatría psicoanalítica muy original, que valoraba mucho la
interacción social. Aun siendo básicamente un analista kleiniano, la
influencia de Harry Stack Sullivan y de Fairbairn era notoria en su
desbordante personalidad, también con una raíz en el psicoanálisis y la
psiquiatría franceses, como señalan Wender et al (1995) y Plotkin (2003).
Una muestra de la importancia que se le reconocía en Francia puede
colegirse del relato que hace Hernán Kesselman de un viaje grupal con
Pichon a Europa: “Jacques Lacan, sabedor de que Pichon se encuentra en
Francia, interrumpe sus vacaciones y convoca a sus alumnos para un
encuentro histórico con su condiscípulo”. (Kesselman, 1975).
Un lugar singular en este grupo ocupaba Álvarez de Toledo,
analizada de Cárcamo, cuyo artículo El análisis del hablar, del asociar, y
de las palabras (1954) se adelantó en varios años a los trascendentales
estudios de los filósofos del lenguaje Austin y Searle.
Apoyado en el concepto de comunicación de Pichon y en el recién
mencionado trabajo de Álvarez de Toledo, surge la notable investigación
de Liberman que cristaliza en dos libros fundamentales, La comunicación
en terapéutica psicoanalítica (1962) y Lingüística, interacción
comunicativa y proceso psicoanalítico (1970-1972), un serio intento de
construir una psicopatología psicoanalítica integrando la teoría de la

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libido de Freud y Abraham y las angustias persecutorias y depresivas de


Klein, con un enfoque interdisciplinario de gran consistencia
epistemológica. Poco después se inicia la larga investigación de Ernesto
César Liendo y María Carmen Gear, que apoya en las ideas de Pichon,
Liberman y Klimovsky, en búsqueda de una psicopatología
psicoanalítica, como puede verse en su libro Semiología psicoanalítica
(Gear y Liendo, 1975) y muchos otros.
A fines de la década del cuarenta surge la investigación de Racker
que propuso una teoría de la contratransferencia que conmovió las ideas
imperantes sobre el proceso psicoanalítico. Su obra culminó con los
Estudios sobre técnica psicoanalítica (1960), que luego Grinberg amplió
con sus trabajos sobre la contraidentificación proyectiva. Vale la pena
recordar la inteligente manera en que Racker pudo terciar entre Cárcamo
y Garma a propósito de sus diferencias sobre la religión. En un meditado
ensayo de 1955, el ateo Racker considera que la actitud de Freud frente a
la religión también puede entenderse a la luz de su complejo de Edipo y
del conflicto con su padre. Así, concluye salomónicamente que los
mecanismos inconcientes pueden llevar tanto a la religión como al
ateísmo.

La llegada de Lacan
El final de la década de los sesenta y la siguiente estuvieron también
signados por cambios sociales y políticos de gran magnitud, que se
acompañaron de un estado de violencia y descomposición social cuyos
efectos todavía se sienten y repercutieron en el psicoanálisis de esa
época. El riesgo de perder la vida en los “años de plomo” obligó a los
analistas a un nuevo repliegue, de características muy distintas al anterior.
Gran parte de la inteligencia argentina, incluidos muchos analistas, creyó
conveniente un regreso de Perón al poder. Plataforma y Documento
fueron los nombres de dos diferentes grupos de psicoanalistas que sin
embargo coincidían en presentar propuestas para insertar al psicoanálisis
en proyectos políticos socialistas. Sus miembros terminaron por renunciar
a la APA en 1971, convencidos de su naturaleza reaccionaria y autoritaria

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y de su imposibilidad de cambiar para acompañar los nuevos tiempos.


Aún así, la notable influencia de Klein se encontraba en los intentos de
articular el psicoanálisis con la preocupación social: valga como ejemplo
el artículo de Hernán Kesselman Responsabilidad social del
psicoterapeuta (1969), que propone comprender dicha responsabilidad
basándose en conceptos sociológicos y en las ideas psicoanalíticas de
Freud, Klein, Fairbairn y Bion. Al mismo tiempo, y puertas adentro de la
APA, cobraba fuerzas un profundo malestar causado en parte por
problemas políticos internos y en parte por cuestiones referidas a la
formación psicoanalítica. Así fue que se implemento una profunda
reforma curricular y en el funcionamiento del Instituto. En 1977 y a pesar
de esos esfuerzos, se produjo una escisión que dio lugar a la existencia de
APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires), institución que
durante algunos años siguió con la inicial impronta kleiniana y en la
actualidad incluye una amplia variedad de corrientes teóricas.
De todos modos, en ese contexto histórico se inicia un gran giro en
el psicoanálisis local que marca la declinación de Melanie Klein y el auge
de Jacques Lacan.
La primera mención a la obra de Lacan en la Argentina parece ser la
que hace en 1936 Emilio Pizarro Crespo en una reseña publicada en
Psicoterapia, revista editada en Córdoba por Gregorio Bermann en los
años treinta. En Buenos Aires, Lacan comenzó a conocerse en los años
sesenta gracias a Oscar Masotta, a quien Pichon Rivière puso en contacto
con los escritos del pensador francés (Andrés Rascovsky, comunicación
personal). La influencia de Masotta, que fundó la Escuela Freudiana de
Buenos Aires en 1974, puede seguirse en el detallado estudio de Germán
L. García (1980).
En esa época muchos analistas que veían a Lacan como gran
revolucionario del psicoanálisis encontraron su enseñanza muy apropiada
a los fines de su propia revolución local. Lacan siempre criticó a
Hartmann y a los psicólogos del yo, pero nunca fue particularmente hostil
a Melanie Klein. Los lacanianos argentinos, sin embargo, la tomaron
como blanco de su lucha, porque representaba en ese momento al

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“establishment” de la APA. Frente a la conmoción creciente en la


Argentina, la atacaban por su énfasis en el mundo interno en desmedro de
la realidad social. Se valían además como argumento importante del
dogmatismo del grupo kleiniano.
El alejamiento de Lacan de la API en 1964 fue leído en Buenos
Aires como revolucionario y antiimperialista, haciendo confluir entonces
su vigor teórico con las expectativas del Mayo Francés de 1968. No
menos importante debe considerarse el “Cordobazo”, una revuelta
popular que hizo tambalear la dictadura de Onganía. Sobrevino así un
progresivo relevo de la clínica kleiniana por la teoría lacaniana, cuya
práctica parecía en ese momento un paso lógico y necesario.

Algunas conclusiones
Este trabajo intenta trazar el panorama del psicoanálisis argentino en la
época donde predominó el pensamiento de Melanie Klein y sus
discípulos. Más allá de nuestras limitaciones personales, este intento es
difícil porque la etapa considerada fue rica en acontecimientos y
protagonistas, no siempre incluidos en nuestro relato. Hemos tratado de
exponer los hechos objetivamente, sin dejar de pensar que la selección es
siempre discutible y que en ella gravitan las predilecciones y conflictos
de cada uno. Tratamos de hacerlo con equilibrio y ponderadamente; pero
sólo el lector podrá decidir si lo logramos.
Al repasar la historia de esos años se nos impuso la notoria
presencia de Melanie Klein en Buenos Aires. Sabemos perfectamente que
otros estudiosos podrán ofrecer versiones distintas, pero creemos que la
nuestra se sostiene suficientemente.
En resumen, creemos que se puede afirmar que Melanie Klein
influyó notablemente en los psicoanalistas argentinos y sus desarrollos
teóricos y técnicos y lo sustentamos en algunos ejemplos significativos,
como los que a continuación se ofrecen:
1) los objetos persecutorios que ocupan un lugar preeminente en las
teorías de Ángel Garma en la dialéctica de un superyó sádico y un yo
masoquista;

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2) el psiquismo fetal, de Arnaldo Rascovsky, que se interna en lo


más arcaico del psiquismo y está más allá de la posición
esquizoparanoide;
3) la psiquiatría psicoanalítica de Pichon Rivière, que se
desenvuelve siempre en los parámetros de las angustias persecutorias y
depresivas, mientras que su concepto de enfermedad única completa y
modifica a Klein, poniendo el comienzo del desarrollo en un momento
inicial de integración del yo;
4) los aportes de Heinrich Racker a la técnica psicoanalítica y su
magno descubrimiento de la contratransferencia como instrumento
técnico, que apoyan desde luego en Freud, pero también en Klein, no
menos que en Anna Freud y Fairbairn;
5) en las huellas de Pichon, Melanie Klein, Herbert Rosenfeld y
Bion se inscriben los trabajos de Resnik (1978, etcétera) y de David
Rosenfeld (1992, etcétera)
sobre la psicosis;
6) la interacción comunicativa de David Liberman y su teoría de los
estilos comunicativos, que parten de Enrique Pichon Rivière y Luisa
Álvarez deToledo, con el trasfondo de la teoría de la libido de Freud y
Abraham y la noción de las posiciones esquizoparanoide y depresiva;
7) la concepción del duelo de León Grinberg, que asienta
básicamente en la posición depresiva de Klein pero agrega la noción del
duelo por las partes perdidas del yo, redefine la culpa en depresiva y
persecutoria y considera especialmente la identidad, iluminándola desde
la teoría de las posiciones, no menos que desde la psicología del yo y en
especial de Erickson;
8) la teoría del sincretismo de José Bleger y su posición
glischrocárica, que nuevamente da cuenta del psiquismo arcaico y
discrimina fusión (ambigüedad) de confusión (identificación proyectiva);
9) los desarrollos del psicoanálisis de niños de Arminda Aberastury,
Betty Garma, Emilio Rodrigué, Alberto Campo, Rebeca Grinberg, Elena
Evelson, Delia Faigón, Ana Kaplan y otros, que siguen todos un derrotero
nítidamente kleiniano, como se expone en el texto;

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10) la teoría del campo de los Baranger, que toma como eje de su
desarrollo no sólo las ideas de Kurt Lewin y Merleau-Ponty, sino también
los conceptos de indentificación introyectiva y proyectiva;
11) los estudios de medicina psicosomática, distintivos de la escuela
argentina (asma, esterilidad, úlcera gástrica, hipotiroidismo, etcétera), que
tienen siempre a Klein como un punto de referencia ineludible;
12) también reflejan la impronta kleiniana los trabajos de
Etchegoyen, Campo y Zac (1973) sobre la psicopatía, que se discutió con
la manía en el Simposio de 1964;
13) los estudios sobre la sexualidad femenina, que parten de Marie
Langer, abrazan decididamente las ideas de Ernest Jones y Melanie
Klein, con una fuerte crítica a la teoría del monismo fálico freudiano.

Melanie Klein, ahora


En la actualidad los analistas kleinianos y postkleinianos de Buenos
Aires siguen trabajando y desarrollando nuevas líneas de investigación.
El interés por las ideas de Bion, Meltzer, Hanna Segal, Betty Joseph,
Money-Kyrle y Rosenfeld es muy acentuado. En muchos kleinianos de
estos días es visible la influencia de las enseñanzas de Gregorio
Klimovsky en epistemología, de Alex Kacelnik en etología y de Osvaldo
Guariglia en ética y hermenéutica. Se extiende recientemente la práctica
kleiniana de la observación de bebés siguiendo las ideas de Esther Bick.
En abril de 2002 y por iniciativa de Samuel Zysman, el grupo que
también integraban Horacio Etchegoyen, Elizabeth T. de Bianchedi,
Clara Nemas, Virginia Ungar y Roberto Oelsner organizo el encuentro
Melanie Klein en Buenos Aires. Desarrollos y perspectivas. El mismo se
concentro en las áreas de historia, teoría y clínica, en un intento de
establecer la validez actual de las ideas kleinianas y compararlas con las
de otras escuelas.
Para terminar, creemos justo decir que así como hubo un rico – y a
menudo tumultuoso período de crecimiento y expansión del psicoanálisis
en nuestro medio, el mismo fue dejando lugar a una etapa de desarrollo
quizás menos acelerado, también en consonancia con otras circunstancias

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sociopolíticas. De este modo se produjeron otros cambios igualmente


significativos. Lo que parecían diferencias insalvables y enconos
personales irreductibles entre miembros de distintos grupos, muchas
veces basados en problemas institucionales, en luchas por espacios de
poder y en transferencias no resueltas, fue dejando paso a discusiones
más respetuosas y fructíferas, puesto que estaban centradas en los
problemas teóricos y técnicos del psicoanálisis. Podemos decir que ahora
la convivencia es más civilizada y armónica y que el diálogo interteórico
comienza a ser una saludable costumbre.
Así, lo que se veía imposible en los años 70 comenzó a materializarse a
mediados de los 90. Se produjo un acercamiento productivo entre
Jacques-Alain Millar y R. Horacio Etchegoyen a partir de un encuentro
auspiciado por Juan Carlos Stagnaro y Dominique Wintrebert en 1996.
Dialogaron a titulo personal quienes eran a la sazón presidentes de la API
y de la Asociación Mundial de Psicoanalisis. Esta conversación se
reprodujo en la revista Vertex (1996) y se publico por separado como
folleto (Se rompe el silencio, 1997). Siguió luego el Encuentro de Buenos
Aires (julio de 2000, publicado en 2001), en el que además de los
nombrados participaron Graciela Brodsky, Elizabeth T. de Bianchedi,
Eric Laurent y Samuel Zysman para discutir El efecto mutativo de la
interpretación psicoanalítica. Una numerosa audiencia intervino en el
debate posterior bajo la coordinación de Rodolfo Moguillansky y Ricardo
Nepomiachi. En 2001, conmemorando el centenario de Lacan volvieron a
dialogar Miller y Etchegoyen (Lacan argentino, 2001).
A las reuniones sobre la obra de Donald Meltzer en Londres (1998)
Florencia (2000) y Barcelona (2002) asistieron analistas kleinianos
argentinos como Clara Nemas, Virginia Ungar y Carlos y Maria Adela
Ríos, mientras que en 1999 tuvo lugar en Buenos Aires un simposio sobre
la obra de Bion, siguiendo una trayectoria internacional que se repitió
recientemente en Sao Paulo. Roberto Oelsner, por otra parte, organiza
anualmente seminarios clínicos con analistas kleinianos de Londres en
los que participan kleinianos argentinos junto con colegas de Europa y
los Estados Unidos.

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Los actuales analistas kleinianos de Buenos Aires tienen en común


su enfoque especialmente centrado en una clínica enriquecida con los
aportes de los psicoanalistas postkleinianos, como ya mencionamos, y los
de generaciones más recientes. La producción teórica actual es extensa y
diversa, pero de sus eventuales virtudes o defectos deberán ocuparse
trabajos futuros.

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[1]
El médico alemán radicado en Chile, Germán Greve (1910), presenta en Buenos Aires un
trabajo basado en las teorías de Freud, quien lo menciona (1914).
[2]
Según el informe de Ana Kaplan, el trabajo material de traducción estuvo a cargo de Hebe
Friedentahl.
[3]
Este artículo de Melanie Klein cierra el libro Psicoanálisis de la melancolía, que compilaron,
dos años después, Ángel Garma y Luis (Lucio) Rascovsky.
[4]
El artículo concluye con una referencia a la enfermedad única (Pichon Rivière), donde el
vínculo entre el objeto y el yo se reconoce en su diversidad.
[5]
Facilitó el encuentro, sin duda, la amistad de Garma con Paula Heimann, de la que fue
condiscípulo en el Instituto de Berlín a fines de los años veinte.
[6]
No hemos podido decidir si el descubrimiento de Melanie Klein corresponde directamente a Arminda o si fue Enrique, hombre de
gran cultura y profunda versación en psiquatría y psicoanálisis, el primero en tomar contacto con el libro, a pesar de que Betty Garma y
Susana Lustig se inclinan por Arminda. Tampoco hemos podido averiguar a qué versión del libro de Anna Freud se refiere Betty
Garma. Einführung in die Technike der Kinderanalyse fue publicado en alemán por la Internationaler psychoanalitischer Verlag en
Viena en 1927 y en inglés en 1928 como Introduction to the technique of child analysis por Nervous and Mental Disease Publishing
Company. Sólo mucho más tarde, en 1964, se publicó en español por Hormé, Psicoanálisis del niño. Aberastury cita la versión alemana
de este libro en su artículo Psicoanálisis de niños (Revista, volumen 6, nº 2), pero todo hace pensar que fue la versión inglesa la que se
utilizó en Buenos Aires.
[7]
En el prólogo a Niños en análisis, Ángel Garma sostiene que el viaje fracasó por la pelea entre Melanie Klein y Paula Heimann.
Alejandro Dagfal (Comunicación personal) sostiene que, a partir de esa situación, Hanna Segal pasó a ocupar el lugar más cercano a
Melanie Klein, quien la propuso para viajar a Buenos Aires.
[8]
Lamentamos mucho su reciente fallecimiento, acaecido mientras este trabajo estaba en plena producción, que
nos deja sin la oportunidad de consultar con ella ciertos datos históricos y recabar su esclarecida opinión sobre
temas teóricos y técnicos.
[9]
Pichon introdujo posteriormente el término oligotimia.
[10]
Plataforma y Documento fueron dos grupos de analistas que asumieron una actitud de compromiso social y político, que los alejó
definitivamente de la APA (y la API). Ellos compartían la preocupación por lograr una adecuada integración de sus posiciones políticas
con el ejercicio de la profesión y, en ciertos casos, ponían al análisis por completo al servicio de la revolución.
[11]
Un caso típico fue la campaña de desprestigio contra el entonces profesor de psiquiatría en la U.N.C., R. Horacio Etchegoyen, al
presentar su trabajo sobre un caso de psicopatía, cuya comprensión teórica se centraba en las ideas kleinianas.

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