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EXALTACIÓN A JOSÉ
José de Nazaret, descendiente del linaje del rey David. Nació de unos padres, los cuales eran muy
entregados a Dios, se preocupaban por cumplir la ley y llevar los preceptos de Dios a la vida y a la
práctica. Él crece en su hermoso hogar, llevando a la vida las enseñanzas de sus padres desde
pequeño, siendo manso y humilde de corazón, dedicado a servir, no a que le sirvieran. Joaquín, su
padre era un carpintero, manso y humilde de corazón, por lo tanto, a José le daba las mismas
enseñanzas, fue así como José aprendió de su padre el mismo arte, lo que lo convertiría en un gran
carpintero, apetecido por muchos hombres, para que les tallara la madera, porque su trabajo era casi
perfecto, como obras de arte.
Así pasa el tiempo hasta que Dios lo elige para tan grande misión, convertirlo en el padre adoptivo de
Jesús, porque era un hombre de mucha oración, por su obediencia, su mansedumbre, su entrega para
con Dios, por ser un buen hijo para con sus padres, y por ser un buen hombre para con los demás en
la tierra. Por eso hoy a ustedes se les dice: imiten la vida ejemplar de José, que cumplan cabalmente
la gran responsabilidad de educar, y formar a sus hijos entregándoles, con un esfuerzo continuo, lo
mejor de sí mismos, ayuda a nuestros hijos a entender, a comprender y a apreciar, el abnegado
esfuerzo de sus padres, para que, así como José recibiera tan grandes bendiciones de Nuestro Dios,
así también nosotros los hombres de la tierra como padres, las sigamos recibiendo de generación en
generación.
GOZOS
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Oh, Padre del cielo que a José has escogido
A quien le diste la tarea, de cuidar con su propia vida,
No solo la vida de su Madre, sino también la de su hijo el Elegido
Oh hermoso niño Jesús, tú que en el pesebre has nacido,
Permítenos vivir en obediencia, como tú oh, Jesús, has vivido.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Oh, Padre del cielo, que la cruz a cuestas en tu espalda has cargado,
Con tú corona de espinas, después de haber sido, tan cruelmente latigado,
Y todo por nuestras culpas, y todo por nuestros tantos pecados,
Oh hermoso niño Jesús, llénanos hoy de ti, y llénanos con tu amor,
Para tener arrepentimiento, y una verdadera conversión.
Ven, ven, ven, ven a nuestras almas niñito ven, ven, ven, etc.
Día cuarto: EL VIAJE DE MARÍA A LAS MONTAÑAS DE JUDÁ, DONDE SU PRIMA ISABEL
Después de aquel gran acontecimiento para con María, ella sabiendo que será la Madre del Señor,
llega a la casa de sus padres una gran noticia; Isabel, su pariente, siendo anciana y estéril, ha quedado
en cinta. María como es tan dada a servirle a los demás, les dice a sus padres, si le dan permiso para
ir a donde su prima Isabel, para ayudarle con los quehaceres de la casa mientras llega el nacimiento
del descendiente de Isabel y Zacarías. Joaquín y Ana al escuchar a María, pidiendo permiso para
viajar a la casa de Isabel le dicen: tú estás desposada con José y aunque no se han casado, debes
contar con el consentimiento de él, así es que ve a donde José, pídele permiso, y si él dice que vayas,
tu irás, pero si te dice que no vayas, tu no irás. María al instante, se va a buscar a José, cuando lo
encuentra, le cuenta lo que sucedió con su prima, y le dice que quiere ayudarle con los quehaceres de
la casa; José le dice: María, no tengo ningún inconveniente en que vayas, es más, yo mismo te
acompañaré hasta estar muy cerca de la casa de tus parientes, luego me regresaré, y así me aseguro
de que no te pasará nada en el camino, así que ve, organiza tus cosas que ya voy por ti; José luego
viene por ella y así emprenden el camino hacia las montañas de Judá, donde vive su prima Isabel;
cuando están muy cerca de la casa de Isabel, José, deja que María continúe el camino sola, mientras
que él, se regresa a su casa, porque tenía mucho que hacer, María después de caminar otro rato, llega
a la casa de Isabel.
Día octavo: LOS TRES REYES SABIOS, CAMINANDO EN BUSQUEDA DEL NACIMIENTO DE
JESUS, GUIADOS POR LA ESTRELLA DE DAVID.
Tres reyes sabios venidos del oriente, de diferentes naciones, instruidos por la palabra que estaba
anunciada por los profetas de los antiguos tiempos, guiados por el Dios Padre de Abraham, miraron al
cielo y vieron la gran señal, la estrella de David, resplandeciente en las alturas del firmamento, y
creyendo en la profecía que estaba anunciada, empezaron el camino que los guiaba hacia la estrella
de David, porque ellos tenían la sabiduría de Dios, para saber, que hacia donde ella iluminara, allí
sería el nacimiento del nuevo rey; ellos, sin haberse puesto de acuerdo, guiados por la estrella de
David, emprendieron el camino, cada uno desde su reino, para ir en busca del nuero rey, porque le
querían conocer y adorar.
Uno se llamaba Melchor, el cual le llevaba como ofrenda mirra, el otro se llamaba Gaspar, el cual
llevaba como ofrenda oro, y el otro se llamaba Baltazar, el cual llevaba como ofrenda incienso, y en el
camino, los tres se encontraron. Primero se encontraron Melchor con Gaspar, los cuales se
asombraron al encontrarse por el mismo camino, al ser reyes de diferentes naciones, sin embargo, se
saludaron efusivamente, y Melchor le preguntó a Gaspar: ¿qué haces por estas tierras? y ¿hacia
dónde vas? Él se sonrió, le miro y le dijo: no vengo en guerra, y no vengo a conquistar tierras. En
verdad vengo en paz, guiado por la estrella de David como está anunciado por los profetas, porque
quiero conocer ese nuevo rey, porque quiero adorarle y ofrendarle; Melchor al escuchar a Gaspar le
responde: Que coincidencia, yo vengo por lo mismo, yo vengo guiado por la estrella de David, porque
también quiero conocer a ese nuevo rey, para ofrendarle y adorarle; porque yo también creo en la
palabra de los profetas, así que te invito a que caminemos juntos, para que encontremos la tierra
donde nacerá ese nuevo rey; y así siguen juntos, hasta que después de varios días de camino, se
encuentran con Baltazar, otro rey de otra diferente nación, el cual, al ver a esos dos reyes juntos, se
asusta y piensa, seguramente van a entrar en guerra contra mí, por estar en tierras tan lejanas de mi
reino; Baltazar al verlos, envía a uno de los de él, para que se adelante, los alcance y les diga; que su
rey viene en paz y no en guerra, teniendo miedo de entrar en una confrontación; el hombre alcanza a
los reyes, se presenta y les dice: Vengo con mi rey Baltazar, y como estamos viendo que le estamos
dando alcance, él les manda decir que viene en paz y no en guerra; y les pregunta: ¿será que podemos
continuar nuestro camino? Melchor y Gaspar, miran al hombre y le dicen: ve y dile a tu rey, que
nosotros tampoco venimos en guerra, que venimos en paz, que bien pueda continuar su camino; el
siervo se retira, vuelve al rey Baltazar, y le da la razón que han enviado con él; el rey continúa su
camino en tranquilidad hasta que los alcanza, les saluda y pide el permiso para continuar el camino;
Melchor le mira y le dice: ¿qué te trae por estas tierras? ¿están muy lejanas de tu reino? y Baltazar le
responde, si estoy lejos de mi reino, vengo en paz y no en guerra, y vengo guiado por la estrella de
David, porque según los anuncios de los profetas de los antiguos tiempos, destinaron que, en las
tierras lejanas de mi reino, nacería un nuevo rey, y por eso voy en busca de él porque le quiero conocer,
adorar, y ofrendar. Melchor le mira y le dice; nosotros también venimos por el mismo asunto, guiados
por la misma estrella de David, así que, si quieres unirte a nosotros, podemos caminar todos juntos, y
no hay ningún inconveniente, y mirando a Gaspar, Gaspar responde: por mí tampoco hay ningún
inconveniente, caminemos juntos.
Caminan mucho tiempo hasta que llegan a las tierras de Jerusalén, a las tierras del rey Herodes, pero
antes de llegar a dichas tierras, al rey Herodes le avisan que vienen tres reyes de diferentes reinos,
caminando hacia sus tierras; el rey Herodes inmediatamente, hace que una tropa de su ejército salga
al encuentro de los reyes que están llegando a sus tierras, cuando llegan los rodean y les dicen:
nuestro rey Herodes nos ha mandado para que los guiemos, no como presos, si no como invitados,
porque él quiere hablar con ustedes, y saber ¿porque están en las tierras de él? Los reyes les dicen a
los soldados, venimos en paz, no en guerra, así que guíanos ante tu rey. Cuando llegan a Jerusalén,
son guiados al palacio del rey Herodes; y cuando el rey Herodes ve que son tres reyes, los saluda muy
amenamente, les pide bajarse de sus monturas, para que ingresen al palacio, los invita a sentarse, y
les pregunta ¿de qué lugares son? Ellos se presentan, y les hacen saber que son de tierras muy
lejanas, pero que el objetivo de su visita no es de conquistar tierras, porque vieron a Herodes muy
preparado para entrar en guerra contra ellos, y Herodes les dice; ustedes no se molesten porque ven
mi ejercito preparado, piensen, si yo como rey de estas tierras, fuera a las tierras lejanas de ustedes,
sin anunciarme que voy de visita, ustedes también se prepararían por si yo no fuese en paz, si no en
guerra; y ustedes, no querrían perder la guerra contra mí; por eso estoy preparado, por si lo que me
están diciendo es mentiras, no me cojan desprevenido, porque un buen rey, siempre está, un paso
adelante de sus enemigos o adversarios, así que no se sientan mal por este recibimiento que les he
dado, más miren que también los recibo en paz y no en guerra; ahora cuéntenme ¿cuál es el motivo
de la visita de ustedes a mis tierras? Melchor le dice: Rey Herodes, el motivo de nuestra visita a tus
tierras, es porque venimos guiados por la estrella de David, y prácticamente esa estrella, el lugar que
ilumina son tus tierras, así que, según las palabras de los antiguos profetas, en tus tierras va a nacer
un nuevo rey; Herodes los mira, se ríe en son de burla y les dice: que raro, porque el único rey de
estas tierras soy yo, y que yo sepa, en estos momentos no estoy esperando descendientes para que
sean mis sucesores, así es que yo pienso, ustedes andan equivocados, y están en las tierras
equivocadas, porque vuelvo y les digo, no hay forma de que nazca un nuevo rey en estos tiempos,
porque si naciese, ese sería mi descendiente, y mi sucesor.
Y cuéntenme, ustedes en verdad, de donde han sacado esa idea. Ellos vuelven y le dicen: en verdad
somos personas muy letradas en los libros antiguos, y allí está anunciado, que el nuevo rey, no solo
reinará un país o una nación, sino que reinará el mundo, nacerá en las tierras que la estrella de David
ilumine, y le invitan a salir para que mire el firmamento, y pueda ver con sus propios ojos, la estrella
de David, como esta de grande, y como emana tanta luz, que el resplandor que llega a Jerusalén hace
parecer que fuera casi de día. Herodes, al ver esto se sorprende y dice: ¡qué extraño que yo siendo el
rey de estas tierras, y no sepa sobre estos asuntos! Herodes los invita a ingresar de nuevo al palacio,
a comer y beber algo, ellos se miran, y por respeto le aceptan la invitación. Cuando están allí
compartiendo la mesa con Herodes, ellos le dicen: Rey Herodes, gracias por acogernos en su palacio,
por recibirnos tan bien como nos han recibido, terminaremos de cenar contigo, y nos marcharemos a
buscar en que tierra, es que nacerá el nuevo rey, puesto que tú con tanta seguridad, nos has hecho
saber que ese acontecimiento, no ocurrirá en estas tierras, por eso seguiremos el camino para ver,
hacia donde nos termina de guiar la estrella de David; pero él, al escucharlos les dice: Si, pueden
continuar su camino tranquilos,, y gracias por haber venido en paz y no en guerra, pero les voy a pedir
un favor, cuando encuentren el lugar donde ese rey ha nacido o nacerá, y ustedes vean a ese pequeño,
y estén seguros que ese es el rey que ha nacido, vengan a mí y me cuentan, donde lo puedo encontrar,
para yo también ir a visitarlo y adorarle; y ofrendarle como ustedes lo van a hacer.
Los tres reyes, al terminar de cenar se despiden, piden permiso para retirarse del palacio y al salir,
siguen siendo guiados por la estrella de David. Herodes cuando se retiran los 3 reyes, manda a llamar
a los sabios del palacio y sacerdotes, y les dice: ¿quién de ustedes sabe algo sobre los profetas
antiguos, donde anuncian el nacimiento de un nuevo rey en estas tierras? Todos le miran, y le dicen
que van a traer los escritos que tienen de los profetas, que los van a releer, y que pronto le darán
respuesta.