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RBEPULICA BOLIVARIANA DE VENZUELA

UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y POLITICAS

VICERRECTORADO ACADÉMICO

SAN JOAQUÍN TURMERO, ESTADO ARAGUA

ESCUELA DE DERECHO

TRABAJO Y COMPARATIVA, SOBRE LOS FACTORES SEXUALES,


ALCOHÓLICOS, NARCÓTICOS Y SOCIALES QUE INCIDEN EN EL
COMPORTAMIENTO DELICTIVO.

AUTOR: ARIEL BURGOS

V- 29.857.940

PROFESORA: ANDREA PIRRO

CRIMINOLOGÍA

6TO TRIMESTRE
INTRODUCCION

De manera pura teórica, se debe de afirmar que la vida del ser humano en
sociedades organizadas y construidas, debería de menguar su instinto salvaje,
propio del hombre que habita en territorios inhóspitos; y convertirlo en un individuo
educado, respetuoso y sobre todo, razonable. No obstante, por eso se especificó de
que eso es lo que se le atribuye a la teoría del contrato social, porque cuando se
realiza un breve estudio histórico y contemporáneo sobre el hombre en sociedad; se
percibe claramente, que, a pesar de tener comportamientos más moderados, esa
esencia salvaje que nos empuja a cometer actividades de índole delictiva, violenta,
antisocial y poco humana sigue coexistiendo con nosotros.

Esto ha ocasionado, que una ampliedad de académicos de diferentes ramas


de las ciencias encargadas de estudiar el comportamiento del ser humano en
sociedad, como la han sido el Derecho, la política, la filosofía, la psicología, el
psicoanálisis, la antropología, la sociología y una de las más recientes, que es la
criminología; se cuestionaran profundamente el porqué de esto. Cada estudio
arrojado, ha demostrado que el hombre y su personalidad, es un ente sumamente
complejo de analizar e interpretar correctamente. A lo largo de la historia, han
surgido diversas tesis, antítesis y síntesis que buscan identificar cuáles son los
principales factores conductuales, que inciden en la personalidad humana para
cometer hechos violentos o en su defecto, política y moralmente incorrectos.

Del gran material académico que ha servido como precursores a los


investigadores modernos, que por los avances tecnológicos que existen en la
contemporaneidad, de realizar un escrutinio científico mucho más acertado sobre
los principales detonantes del comportamiento delictual del ser humano. Se ha
comprobado científicamente, que factores relacionados con el sexo, las drogas, el
alcohol, ideologías políticas, creencias religiosas y otros factores de presión social,
son capaces de erradicar todo tipo de bondad en el espíritu del ser humano, y
nublar por completo su capacidad de razonamiento; y cometer crímenes de tal
magnitud, que siempre perjudicaran a otros individuos.
Por todo lo dicho, el presente trabajo, tiene como finalidad, determinar cómo
estos factores se relacionan con la conducta antisocial.

RELACION DEL COMPORTAMIENTO DELICTIVO CON EL GENERO SEXUAL.

Determinar si existe una correlación entre un delito con el sexo del


delincuente en cuestión, en la actualidad puede generar gran controversia; que se
entiende el motivo por el cual se genera. Gran parte de los movimientos feministas,
buscan atribuirle al hombre un comportamiento agresivo desmedido y generalizado,
que por su poco estudio y preparación sobre el tema suele ser erróneo, además de
que buscan invisibilizar cualquier delito cometido por la mujer, buscando factores
externos que hayan provocado que esta relacionara sí. Mientras que otro grupo de
la población mundial actual, intenta demostrar que ambos sexos no poseen
diferencia alguna, por ende, no existirá patrones de comportamientos intrínsecos al
hombre y a la mujer.

A pesar de que el último grupo mencionado, tiene una idea bonita sobre el
tema, no deja de ser algo utópico. Ya que muchos estudios de carácter científico de
la actualidad, ha demostrado que el sexo de un individuo si posee cierta relación
con su comportamiento. Por ejemplo, cifras oficiales han demostrado que la mujer
posee un porcentaje de actividades delictivas de un quince por ciento a nivel
mundial; además, de que la mayoría de los delitos cometidos por el sexo femenino,
tienden a ser menos violentos que los cometidos por el hombre.

¿a qué se debe esto? Pues, no es una tarea precisamente fácil de


demostrar. Pero con la información que existe en la actualidad, se puede asumir con
casi total seguridad los motivos del porque sucede; por ejemplo, el hombre posee
una complexión física más fuerte y vigorosa que la mujer, además de que posee
cantidades más altas de testosterona, lo que provoca una alta preferencia a
actividades deportivas, y físicas. Como lo puede ser el futbol, o deportes de contacto
como el rugby, el boxeo, las artes marciales mixtas y otras más del mismo estilo.
Sumándole a este, un alto nivel competitivo y rivalidad entre sus amigos,
compañeros o simple desconocidos. También hay que destacar, que el sexo
masculino posee una baja tasa de autocontrol sobre sí mismo, y la teoría general
del delito de Gottfredson y Hirschi (1990) afirma que los seres humanos con menos
capacidad de auto control y que se dejan llevar por sus impulsos, son mucho más
vulnerables a cometer crímenes, delitos y actividades violentas.

Estos factores, ocasionan que la mayoría de los crímenes cometidos por el


sexo masculino, tengan una fuerte tendencia hacia el uso de la fuerza y la violencia;
como ejemplo se pueden objetar los múltiples casos que suceden a diarios de
violencia de genero e intrafamiliar; de igual forma el uso desmedido de la fuerza al
efectuar un robo, el homicidio mediante el uso de la violencia, violaciones la
extorsión, secuestro, comercio de sustancias ilícitas, trata de blancas, trata de
personas, etc.

En el caso de la mujer, en mayor parte de las ocasiones, estas poseen una


complexión física menos resistente que la del sexo masculino, además que, por
razones evolutivas, las mujeres no se vieron envueltas de manera directa en
guerras, expediciones, casería, la navegación e incluso al trabajo. Por dicho motivo,
es fácil comprender que la mujer no solo por su diferencia física con su contra parte
masculina, sino por temas evolutivos, posee una menor inclinación a actividades de
carácter físico y violentas; como las que se mencionó anteriormente. Todo esto
conllevo, que el principal rol ejercido de la mujer en el contexto socio-histórico de la
humanidad, era el rol de la crianza y la preservación del hogar. Con esto no se
quiere decir que la mujer este extensa a patrones de comportamientos violentos;
sino que se vieron la necesidad de transmutarlos en otro tipo de actividades, como
lo puede ser la terminación de la amistad, la estigmatización, y el chismorreo, según
la psicóloga Anne Campbell. De igual manera, esta psicóloga relata que son rasgos
más propiamente femeninos «la empatía, o el evitar confrontaciones peligrosas
donde podrían resultar heridas o el evitar la exclusión social que podría alejarlas del
grupo.

Sin embargo, se puede decir que en la mujer predomina un alto porcentaje


de dominio propio, lo que puede indicar que su tendencia a cometer crímenes
irracionales o violentos es diminuta comparada con los hombres. No obstante, esta
característica femenina, puede originar ciertas actividades criminales y delictivas
que no implican un uso desmedido de la fuerza física. Crímenes como lo son la
manipulación, el chantaje, la extorsión, el envenenamiento y demás actividades
delictivas de la misma índole.

Pero existe un factor que indiferentemente del género sexual de; la


sensación del poder y dominio sobre una persona o grupo colectivo de individuos,
puede generar el mismo desenlace violento en cualquier ser humano que lo
experimente. Por ejemplo, en el caso de la violencia de genero cometido por parte
del hombre hacia la mujer, suele tener como principal fin someter al conyugue o
pareja al dominio del victimario; estableciendo una relación de autoridad y sumisión.
Lo mismo sucede con la madre con y para sus hijos. A pesar de que la mujer posee
una fuerte tendencia al cuidado y protección del hogar y sus descendientes,
también, existe una relación de autoridad y sumisión que puede motivar a la madre
a establecer castigos desmedidos en fuerza, manipulación y coerción del niño o
niña. Y lo peor del caso, es que esta actividad de carácter violento y el autor del
trabajo se atreve a decir que raya en lo inhumano; suele ser invisibilizado en gran
medida.

Por otra parte, en Venezuela el aborto se considera un delito porque la ley


justifica que todo individuo al momento de su concepción; ya posee el Derecho a la
vida, al menos que sea producto de una violación sexual y que se ponga el riesgo
de la vida de la madre. No obstante, a nivel mundial son los grupos que tienen como
principal objetivo reivindicar los Derechos de las mujeres en la sociedad, las que
aclaman por la abolición de la prohibición del aborto; así que, basando el criterio en
las leyes nacionales, se les puede considerar como un grupo de criminales.

Con todo lo mencionado, no se quiere decir que por haber nacido de un


determinado genero sexual, inevitablemente se vayan a cometer actividades
delictivas; ya que bien es cierto, que son muchos los factores de diferentes indoles
que pueden provocar dicha actitud, que serán relatadas en los puntos posteriores en
el presente trabajo. Sin embargo, lo que, si se pretende lograr, es esclarecer que en
comportamiento de cada sexo, existen patrones de comportamiento particulares;
que conociéndolos de manera amplia, se puede prevenir esos comportamientos no
deseados.

EL ALCHOL Y EL DELITO, LA VIOLENCIA Y LA CRIMINALIDAD.

El consumo de alcohol puede influir significativamente en los


comportamientos delictivos de las personas. En primer lugar, el alcohol actúa como
un depresor del sistema nervioso central, lo que resulta en una desinhibición y una
alteración del juicio. Esta disminución de las funciones cognitivas puede llevar a la
toma de decisiones impulsivas y arriesgadas que normalmente se evitarían en un
estado sobrio. Además, el alcohol ha sido asociado con un aumento de la
agresividad y la hostilidad. Las personas bajo su influencia pueden reaccionar de
manera más violenta o irritada ante situaciones que, en condiciones normales,
manejarían con mayor control. Este aumento en la propensión a la agresión puede
contribuir a la participación en peleas o actos violentos.

El consumo crónico de alcohol también se ha vinculado al desarrollo de


comportamientos antisociales y problemas de conducta. Aquellos que abusan del
alcohol pueden estar más inclinados a participar en actividades delictivas para
mantener su hábito o satisfacer impulsos relacionados con la adicción. El entorno
social y cultural también desempeña un papel crucial. La aceptación cultural del
consumo excesivo de alcohol puede facilitar la participación en comportamientos
delictivos. La presión de grupo y la influencia de amigos que consumen alcohol
pueden contribuir a la toma de decisiones arriesgadas o ilegales.

Además, el alcohol puede disminuir la autoconciencia y la percepción de las


consecuencias de las acciones. Esto puede resultar en una menor consideración de
las implicaciones legales de ciertos comportamientos delictivos. Aunque es
fundamental comprender que el alcohol no causa automáticamente
comportamientos delictivos, existe una correlación clara entre el consumo de alcohol
y un mayor riesgo de participación en actividades criminales, especialmente cuando
se combina con otros factores de riesgo. El contexto individual y social desempeña
un papel crucial en esta relación compleja entre el alcohol y la conducta delictiva.
Las personas bajo la influencia del alcohol han estado involucradas en una
variedad de delitos, y algunos de los más comunes incluyen:

1) Conducción en estado de ebriedad: La conducción bajo los efectos del


alcohol es uno de los delitos más peligrosos asociados con el consumo de alcohol.
Pone en riesgo la seguridad no solo del conductor ebrio, sino también de otros
usuarios de la carretera. Los accidentes de tráfico relacionados con el alcohol
pueden resultar en lesiones graves o incluso la pérdida de vidas.

2) Violencia Doméstica: El alcohol a menudo contribuye a la escalada de la


violencia en el ámbito doméstico. Las disputas familiares pueden intensificarse,
llevando a agresiones físicas o verbales. Esto crea un entorno peligroso para todas
las personas involucradas, incluyendo niños u otros miembros vulnerables de la
familia.

3) Agresiones y Peleas: Bajo la influencia del alcohol, las personas pueden


volverse más propensas a la agresión física. Peleas en bares, discotecas u otros
lugares públicos son ejemplos comunes. Estas situaciones pueden resultar en
lesiones graves e incluso en homicidios.

4) Robo y Vandalismo: El consumo de alcohol a veces reduce la inhibición y


puede llevar a comportamientos impulsivos como el robo o el vandalismo. Las
personas pueden tomar decisiones arriesgadas que no tomarían en estado sobrio,
lo que contribuye a actividades delictivas.

5) Desórdenes Públicos: Las personas bajo la influencia del alcohol a veces


participan en comportamientos disruptivos en lugares públicos, como disturbios,
destrozos o comportamientos desordenados. Estos actos pueden amenazar la
seguridad de otras personas y dar lugar a detenciones y cargos penales.

Es crucial destacar el peligro inherente a estos delitos. La combinación de la


alteración cognitiva causada por el alcohol y la participación en actividades
delictivas puede tener consecuencias graves, tanto para la persona involucrada
como para quienes la rodean. Además, estos comportamientos pueden tener
impactos a largo plazo en la vida de las personas, incluyendo antecedentes penales,
problemas legales, y daños en las relaciones personales y profesionales. La
prevención del consumo excesivo de alcohol y la conciencia sobre sus posibles
consecuencias son aspectos clave para abordar estos problemas.

En la investigación criminológica, se estudia la relación entre el alcohol y la


delincuencia para comprender mejor los factores que contribuyen a la comisión de
delitos y desarrollar estrategias de prevención. Además, la criminología aborda
cómo el sistema legal y de justicia penal maneja casos relacionados con el alcohol,
considerando la responsabilidad individual y la influencia de este en el
comportamiento delictivo. En resumen, el alcohol juega un papel significativo en la
criminología al ser un factor de riesgo en la perpetración de delitos y un tema
importante en la formulación de políticas y enfoques de intervención.

INFLUECIA DEL ENTORNO SOCIAL EN EL COMPORTAMIENTO.

El comportamiento delictivo o violento de un individuo puede ser influido por


una serie de factores sociales complejos que interactúan de diversas maneras.
Aquí, se explicarán algunos de estos factores y por qué pueden contribuir a la
participación en actividades delictivas o violentas:

Relación socioeconómica

Respecto a un entorno socioeconómico conflictivo, puede crear patrones


conductuales inclinados a la violencia y a incidentes delictivos no solo de manera
individual, sino de forma colectiva. La interacción compleja entre el entorno
socioeconómico, las desigualdades sociales y la falta de oportunidades puede ser
un factor determinante en la configuración de patrones delictivos a nivel individual y
colectivo. Las desigualdades económicas y sociales crean brechas palpables en
ingresos, educación y acceso a servicios básicos, generando un caldo de cultivo
para la frustración y el resentimiento. En entornos socioeconómicos desfavorecidos,
las dificultades financieras y la falta de acceso a oportunidades de mejora pueden
generar estrés y desesperación.
La carencia de oportunidades educativas y laborales de calidad puede
atrapar a las personas en un ciclo de pobreza, llevándolas a buscar medios
alternativos para satisfacer necesidades básicas, incluso a través de actividades
delictivas. La ausencia de perspectivas de futuro puede propiciar la adopción de
comportamientos de riesgo y actividades ilegales como una forma de escape o
resistencia contra un sistema percibido como injusto. Este contexto puede
desencadenar un ciclo de delincuencia, donde las generaciones futuras se ven
expuestas a entornos similares, perpetuando patrones delictivos de una generación
a otra. Además, el impacto en la salud mental debido a la falta de recursos y la
exposición constante al estrés puede contribuir al desarrollo de problemas mentales
que aumentan la propensión a la participación en comportamientos delictivos.

En este sentido, comprender la relación intrincada entre estos factores es


esencial para abordar las causas subyacentes de la delincuencia. La
implementación de medidas que reduzcan las desigualdades, mejoren el acceso a
oportunidades educativas y laborales, y promuevan el bienestar mental, puede
contribuir significativamente a romper el ciclo de la delincuencia y fomentar entornos
más equitativos y justos. En última instancia, abordar estos problemas de manera
integral es fundamental para construir sociedades más resilientes y cohesionadas.

Además, en un sistema socioeconómico conflictivo, caracterizado por


desigualdades sociales y problemas políticos, se evidencia una conexión intrínseca
con el deterioro de los sistemas judiciales y policiales. La desconfianza en las
instituciones y la falta de recursos adecuados contribuyen a un círculo vicioso que
debilita la efectividad y la integridad de estos pilares fundamentales del Estado. La
desigualdad social aguda crea un escenario propicio para la pérdida de fe en la
imparcialidad de la justicia. La percepción de que la ley favorece a ciertos estratos
sociales, mientras penaliza a otros, mina la confianza en la imparcialidad del
sistema judicial. Esto puede llevar a una disminución de la cooperación ciudadana y
una mayor propensión a la resistencia o la evasión de la ley.

En paralelo, la falta de recursos en los sistemas judiciales y policiales limita su


capacidad para proporcionar servicios eficientes. La falta de personal,
infraestructuras inadecuadas y presupuestos insuficientes debilitan la capacidad del
sistema judicial para garantizar juicios justos y oportunidades equitativas. Esto
puede resultar en procedimientos judiciales prolongados, retrasos en la ejecución de
sentencias y una percepción generalizada de impunidad.

La corrupción, alimentada por la falta de transparencia y rendición de


cuentas, se convierte en un problema central en este contexto. La necesidad de
recursos adicionales y la falta de supervisión efectiva facilitan prácticas corruptas
dentro de las fuerzas policiales y el sistema judicial. Esta corrupción erosiona aún
más la confianza pública y socava la capacidad del sistema legal para combatir
eficazmente la delincuencia.

De manera resumida, se asume que la interacción entre un sistema


socioeconómico conflictivo, desigualdades sociales y problemas políticos crea
condiciones que minan la integridad de los sistemas judiciales y policiales. La falta
de recursos, la corrupción y la percepción de injusticia contribuyen a la erosión de la
confianza en estas instituciones, mientras que la falta de oportunidades legítimas
puede incentivar la participación en comportamientos delictivos como una respuesta
a las carencias sistémicas. La solución a estos problemas requiere intervenciones
integrales que aborden tanto las causas subyacentes como las deficiencias
estructurales en los sistemas judiciales y policiales.

Sobre la familia:

Entendiendo a la familia como la institución más importante de la sociedad,


es entendible que, si por diversos motivos ya sean internos o externos, la sociedad y
su sistema de gobierno comienza a presentar fallas en sus procedimientos, estos
influirán negativamente de igual forma en la familia, creando así lo que se conoce
como entornos familiares conflictivos. Estos se encuentran caracterizados por
tensiones, violencia doméstica o falta de estabilidad emocional, se observa una
correlación significativa con el desarrollo de patrones de comportamiento delictivo,
violento o rebelde en los hijos y otros allegados. La exposición constante a conflictos
intrafamiliares genera un ambiente cargado de estrés y ansiedad, afectando
negativamente el desarrollo psicológico y emocional de los individuos involucrados.
Las dinámicas familiares disfuncionales a menudo dan lugar a la falta de modelos a
seguir positivos, dejando a los hijos sin pautas claras sobre cómo resolver conflictos
de manera constructiva.

En este contexto, algunos individuos pueden recurrir a comportamientos


agresivos como una forma de lidiar con las tensiones y expresar su frustración
acumulada. La ausencia de un entorno familiar estable también puede contribuir al
desarrollo de una sensación de falta de pertenencia y conexión social. La búsqueda
de identidad y aceptación puede llevar a algunos miembros de la familia a buscar
afiliaciones con grupos delictivos o adoptar comportamientos rebeldes como una
forma de encontrar un sentido de pertenencia. Además, la falta de apoyo emocional
y recursos en el hogar puede empujar a los individuos hacia entornos externos
menos saludables, donde la exposición a influencias negativas es más probable. La
falta de supervisión parental y orientación puede contribuir a que los jóvenes se
vean involucrados en actividades delictivas como una búsqueda de reconocimiento
y validación.

La repetición de patrones disfuncionales de generación en generación


también es común en entornos familiares conflictivos. Los hijos que han
experimentado violencia o comportamientos delictivos dentro de la familia tienen
más probabilidades de replicar estos patrones en sus propias vidas, contribuyendo
así a la perpetuación de ciclos de delincuencia. En resumen, un entorno familiar
conflictivo puede desencadenar patrones de comportamiento delictivo, violento o
rebelde en sus miembros, creando un ciclo destructivo que se transmite de
generación en generación. La intervención temprana y el apoyo psicosocial son
cruciales para romper este ciclo y ofrecer a los individuos afectados las
herramientas necesarias para construir vidas más saludables y resistentes.

Sobre la exposición a hechos violentos:

La exposición extrema a la violencia, ya sea a través de guerras, altos


índices delictivos o actos de vandalismo, puede tener consecuencias profundas en
la salud mental de los individuos, desencadenando reacciones traumáticas que, a su
vez, pueden manifestarse en comportamientos negativos y antisociales. Este
fenómeno se entrelaza con diversos aspectos psicológicos y sociales, creando un
entorno propicio para la adopción de conductas perjudiciales.

La vivencia directa o incluso la constante exposición a situaciones violentas


pueden resultar en trastornos de estrés postraumático (TEPT) y otras respuestas
traumáticas. Estos eventos pueden afectar la percepción del mundo y de uno
mismo, generando un estado constante de alerta, miedo e hipervigilancia. En este
contexto, algunos individuos pueden recurrir a comportamientos negativos como
mecanismo de afrontamiento, intentando recuperar una sensación de control en un
entorno que perciben como amenazante e impredecible.

La falta de apoyo psicológico adecuado en entornos afectados por la


violencia puede contribuir al desarrollo de patrones de comportamiento antisociales.
La frustración, la ira y la desconfianza pueden manifestarse en actos de agresión,
violencia o vandalismo, ya que los individuos buscan expresar sus emociones
abrumadoras de manera destructiva. Además, la exposición constante a la violencia
puede distorsionar las normas sociales y la percepción de la moralidad. La
normalización de la violencia puede llevar a una desensibilización frente al
sufrimiento ajeno, disminuyendo la empatía y facilitando la adopción de
comportamientos antisociales sin sentir remordimientos.

En el contexto de las guerras o altos índices delictivos, la ausencia de


estructuras sociales y de seguridad puede fomentar la creación de subculturas
donde la delincuencia se percibe como una opción válida para la supervivencia o la
obtención de recursos. La falta de oportunidades legítimas y la necesidad de
adaptarse a un entorno hostil pueden empujar a los individuos hacia
comportamientos antisociales como una respuesta pragmática a su realidad.

En conclusión, la exposición extrema a la violencia puede generar


respuestas traumáticas que desencadenan comportamientos negativos y
antisociales. La atención a la salud mental, la prevención del trauma y la creación de
entornos seguros y de apoyo son esenciales para mitigar las consecuencias
negativas de la violencia en la sociedad y facilitar la recuperación de aquellos que
han experimentado eventos traumáticos.

COMPARATIVA

La comprensión de las conductas delictuales requiere un examen minucioso


de diversos factores que inciden en las elecciones individuales. Este estudio tiene
como objetivo realizar una comparativa entre el sexo del individuo, el consumo de
alcohol y drogas, así como factores sociales y económicos, para identificar patrones
y relaciones que contribuyen a la manifestación de comportamientos delictivos.

I. Sexo del Individuo y Conducta Delictual:

El análisis comparativo revela diferencias en la naturaleza y frecuencia de


conductas delictivas entre hombres y mujeres. Mientras que los hombres tienden a
participar más en delitos violentos, las mujeres pueden estar más involucradas en
delitos relacionados con fraudes o delitos económicos. Estas variaciones sugieren
influencias biológicas y socioculturales significativas en la configuración de las
conductas delictivas según el sexo.

II. Uso de Alcohol y Drogas:

La comparación de la relación entre el consumo de sustancias y las


conductas delictuales destaca la conexión innegable entre ambos. Individuos bajo la
influencia del alcohol o drogas exhiben una mayor propensión a participar en
actividades delictivas. El análisis detallado revela la importancia de abordar el
tratamiento de las adicciones como una estrategia clave en la prevención de
comportamientos delictivos.

III. Factores Sociales y Económicos:

El estudio comparativo de factores socioeconómicos resalta la influencia


significativa de las desigualdades económicas y la falta de oportunidades en la
génesis de conductas delictivas. Individuos que experimentan privaciones
económicas pueden recurrir a la delincuencia como una vía para mejorar sus
condiciones de vida. Esta comparación subraya la importancia de enfoques
integrales que aborden las raíces estructurales de la criminalidad.

REFLEXIÓN

La comparativa entre el sexo del individuo, el uso de alcohol y drogas, así


como factores sociales y económicos, revela la complejidad interconectada de los
determinantes de las conductas delictuales. Si bien existen patrones generales, la
interacción de estos factores varía de manera significativa entre individuos y
comunidades. Este análisis destaca la necesidad de enfoques personalizados en la
prevención y rehabilitación, reconociendo la diversidad de influencias que
contribuyen al comportamiento delictivo. La comprensión de estas complejidades
informa estrategias más efectivas para abordar las causas subyacentes y desarrollar
intervenciones específicas que aborden la singularidad de cada caso.
CONCLUSION

En la culminación de esta investigación exhaustiva sobre los factores que


inducen comportamientos delictivos, violentos e ilegales en el ser humano, es
evidente que la complejidad de tales comportamientos se teje a través de una red
intrincada de variables internas y externas. Este análisis ha arrojado luz sobre la
importancia crucial de reconocer la facilidad con que el comportamiento humano
puede ser moldeado y manipulado por factores que operan tanto desde dentro como
desde fuera del individuo.

En primer lugar, hemos explorado cómo el sexo del individuo puede


desempeñar un papel fundamental en la inclinación hacia comportamientos
delictivos, destacando las diferencias y similitudes que existen entre hombres y
mujeres. La comprensión de estas disparidades es esencial para diseñar
intervenciones y programas que aborden de manera específica las necesidades de
cada género.

El análisis del impacto del consumo de sustancias psicoactivas ha revelado


la intrincada relación entre el uso de alcohol y drogas y la participación en
actividades delictivas. La conciencia de estos vínculos insta a la implementación de
estrategias preventivas y de tratamiento que aborden no solo los síntomas
evidentes, sino también las causas subyacentes. Por último, hemos examinado la
trama social que envuelve al individuo, considerando aspectos como el entorno
familiar, el nivel socioeconómico y la educación. Estos factores sociales emergen
como poderosos catalizadores, dando forma a la psique humana y moldeando las
inclinaciones hacia conductas delictivas.

La relevancia de esta investigación se magnifica al reconocer que tanto


factores internos como externos tienen la capacidad de manipular el
comportamiento humano. Este conocimiento ofrece una perspectiva crítica para
diseñar estrategias de prevención y rehabilitación que aborden no solo los síntomas
visibles, sino también las raíces profundas de la conducta delictiva. En última
instancia, la comprensión de esta maleabilidad nos capacita para construir
sociedades más justas y resilientes, donde se promuevan entornos propicios para el
desarrollo humano positivo y la prevención eficaz de comportamientos perjudiciales.
REFERENCIAS

GOMEZ, GRILLO.E. (1979) INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA. LIBRERÍA


PIÑANGO, CARACAS VENEZUELA

P: ANDREA (2023) FACTORES DETONANTES DE LA CONDUCTA DELICTUAL.


UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA, SAN JOAQUIN TUMERO.
DISPONIBLE EN:
https://pregrado.campusvirtualuba.net.ve/trimestre/mod/page/view.php?
id=6714&forceview=1

PEREZ, MARCIO. B. PEREYRA, SUAREZ. H. CHAIJ.F. (1964) LIBERTAD DEL


TEMOR. PUBLICACIONES INTERAMERICANAS. CALIFORNIA, ESTADOS
UNIDOS

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