Está en la página 1de 90

Antonieta

Rivas MercadO
CULTURA CLAUSTRO • 5130 • 3327 • IZAZAGA 92 • CENTRO • CDMX • ELCLAUSTRO.EDU.MX

Alce Blanco, Naucalpan de Juárez, C.P. 53370, Estado de México, este número se terminó de imprimir el 22 de octubre de 2020, con un tiraje de 1000 ejemplares.
Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresas por Master Copy, S.A. de C.V. , Calle Plásticos, no. 84 local 2 ala sur, Frac. Industrial
Exclusivo No. 04-2018-080617591100-102, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y contenido en trámite, otorgado por la
47, colonia Centro, alcaldía Cuauhtémoc C.P. 06380 www.elclaustro.edu.mx, mkuri@elclaustro.edu.mx Editor Responsable: Moramay Herrera Kuri. Reserva de Derechos al Uso
Juana. INVNDACIÓN CASTÁLIDA, Año V No, 16, octubre de 2020, es una publicación trimestral editada y distribuida por la Universidad del Claustro de Sor Juana, A.C., calle San Jerónimo
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización por escrito de la Universidad del Claustro de Sor

NÚMERO 16
DIFUSIONCULTURAL@ELCLAUSTRO.EDU.MX
CORREO ELECTRONICO
RECTORA
CARMEN LÓPEZ-PORTILLO ROMANO ALBERTO NAVA/OMAR SALDÍVAR
DISEÑO EDITORIAL Y FORMACIÓN
DIRECTORA
MORAMAY HERRERA KURI EZRA ALCÁZAR

EDITORES
PABLO RAPHAEL
ANA GARCÍA BERGUA
LUIS TORRES ACOSTA HERNÁN BRAVO VARELA
DANIEL RODRÍGUEZ BARRÓN LUIS ALBERTO AYALA BLANCO

CORRECCIÓN
RAFAEL TOVAR Y LÓPEZ-PORTILLO
MARIO BELLATIN
JONATHAN MINILA ADOLFO CASTAÑÓN
LUZ DE LOURDES GARCÍA ORTIZ SARA POOT HERRERA

CONSEJO EDITORIAL
MARGO GLANTZ
CONSEJO EDITORIAL
MARGO GLANTZ
SARA POOT HERRERA LUZ DE LOURDES GARCÍA ORTIZ
ADOLFO CASTAÑÓN JONATHAN MINILA
MARIO BELLATIN CORRECCIÓN
RAFAEL TOVAR Y LÓPEZ-PORTILLO
LUIS ALBERTO AYALA BLANCO DANIEL RODRÍGUEZ BARRÓN
HERNÁN BRAVO VARELA LUIS TORRES ACOSTA
ANA GARCÍA BERGUA EDITORES
PABLO RAPHAEL
EZRA ALCÁZAR MORAMAY HERRERA KURI
DIRECTORA
DISEÑO EDITORIAL Y FORMACIÓN
ALBERTO NAVA/OMAR SALDÍVAR CARMEN LÓPEZ-PORTILLO ROMANO
RECTORA
CORREO ELECTRONICO
DIFUSIONCULTURAL@ELCLAUSTRO.EDU.MX
NÚMERO 16

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización por escrito de la Universidad del Claustro de Sor
Juana. INVNDACIÓN CASTÁLIDA, Año V No, 16, octubre de 2020, es una publicación trimestral editada y distribuida por la Universidad del Claustro de Sor Juana, A.C., calle San Jerónimo
47, colonia Centro, alcaldía Cuauhtémoc C.P. 06380 www.elclaustro.edu.mx, mkuri@elclaustro.edu.mx Editor Responsable: Moramay Herrera Kuri. Reserva de Derechos al Uso
Exclusivo No. 04-2018-080617591100-102, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y contenido en trámite, otorgado por la
Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresas por Master Copy, S.A. de C.V. , Calle Plásticos, no. 84 local 2 ala sur, Frac. Industrial
Alce Blanco, Naucalpan de Juárez, C.P. 53370, Estado de México, este número se terminó de imprimir el 22 de octubre de 2020, con un tiraje de 1000 ejemplares.

CULTURA CLAUSTRO • 5130 • 3327 • IZAZAGA 92 • CENTRO • CDMX • ELCLAUSTRO.EDU.MX


I N UN DAC IÓ N
C A S T Á L I D A
R E V I S TA D E L A
UNIVERSIDAD
DELCLAUSTRO
DESORJUANA
Antonieta Rivas Mercado:
Una Sor Juana del siglo XX
Patricia Rosas Lopátegui

10
Antonieta Rivas Mercado
y el Convento de San Jerónimo
Adriana Mondragón y Fernando Gargollo

17
Creación como revolución: libertad,
conocimiento y expresión
Marco Orozco Blair

21
Reflexiones del tren
Claudia Solís-Ogarrio

24
Dos momentos de Antonieta
Fabienne Bradu
Hablo de ti
Patricia Rosas Lopátegui 28
6 El Ángel de la Independencia,
Antonieta Antonieta Rivas Mercado y la diamantina rosa
Vivian Blair Adriana Malvido

8 31
Cartas (fragmentos)
Antonieta Rivas Mercado

36
Carta a Gabriela Mistral
Antonieta Rivas Mercado

38
Antonieta Rivas Mercado y Andrés Henestrosa
43
Las llamas de Notre Dame,
los fuegos en Antonieta
Adriana Malvido

45
Último adiós a Antonieta Rivas Mercado
Entrevista a Raoul Fournier
Jorge Vértiz Gargollo

48
DiArio de burdeos: la revelación de un mundo
Ivett Tinoco García y Porfirio Mauricio Gutiérrez Cortés

57
a la sombra de un libro
Adriana Malvido

63
Perséfone la vagabunda
Louise Glück (Traducción de Pedro Ángel Palou) Diálogos con Elena
Garro
66 Verónica Ortiz Lawrenz

Juan Soriano: Felicidad cumplida


Juan José Reyes
79
Una historia en blan-
69 co y negro
Ernesto Herrera
Bukowski era un ángel!
Arturo G. Aldama 81
73 El arte mayor de la
Nostalgia por el rey de los plebeyos locura
J. M. Servín Alberto Arriaga

76 83
Sospecha crueldad disimulada,
el alivio que la esperanza da.

Diuturna enfermedad de la esperanza,


que así entretienes mis cansados años,
y en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibrio la balanza

que, siempre suspendida, en la tardanza


de inclinarse, no dejan tus engaños
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o confianza.

¿Quién te ha quitado el nombre de homicida?


Pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida;

y entre la infausta o la felice suerte,


no lo haces tú por conservar la vida,
sino por dar más dilatada muerte.
Tinta en alas de papel
Hablo de ti
P A T R I C I A R O S A S L O P Á T E G U I

En memoria de Antonieta Rivas Mercado

Hablo sobre tu muerte


en Notre Dame, Antonieta,
del tiro en el corazón
que te cerró los ojos.
En el Santuario
quizá pensaste
“Si Dios existe,
detendrá mi mano”.

Pero Él también
había sido crucificado
Antonieta
y no tuvo respuestas para ti.
No logro comunicar
tu tragedia
tu ineludible
final.

“Era una mujer débil”, vomita alguien.


“Si no tenía dinero,
¿por qué no se metió de mesera?”,
escupe otro.
Y aún hay quien sugiere:
“Antes que el suicidio,
¿por qué no se prostituyó?”.
Pobres espíritus materialistas
¿qué saben todos,
qué sabe nadie, de ti
Antonieta;
la desquiciada, la loca,
la histérica suicida,
la del pecho herido
aun antes de la bala?

TINTA EN ALAS DE PAPEL 6 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Hablo de tu voz
indignada
como la de Sor Juana
reincidiendo en la misma urgencia:
exorcizar la bondad pasiva
a través del cultivo del espíritu
por la ruta de la educación,
el río del conocimiento.

Hablo de tus manos siempre llenas


y generosas.
De tu amor
por la nación y su gente
hasta la médula misma de tus huesos.
De tus afanes por construir
una cultura sólida
desprendida del patrioterismo,
alejada de etnocentrismos inútiles,
encendida por el fervor de la justicia.

Hablo de la democracia
utópica
de tus sueños:
sin pistoleros, sin dictadores,
sin vividores ni corruptos;
con libertad para vivirla entre semana
no sólo los domingos,
no sólo en los discursos,
no sólo en la mentira
disfrazada.
Las palabras te nombran
el recuerdo
te afirma:
El que tenga oídos que escuche.
“Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan…”
sentencia Díaz Mirón en un poema.
Tú fuiste un ave rara, Antonieta
y tu plumaje
es uno de ésos.
Una bala te arrancó
de este mundo
mas no de la memoria.

9 de marzo, 2008

7 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Antonieta
V I V I A N B L A I R

TINTA EN ALAS DE PAPEL 8 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


L
a primera vez que escuché el nombre de An-
tonieta y lo que ella significaba sentí des-
plomarme en un vacío que no conocía. No
obstante de contar con sólo 11 años supe que
había escuchado de boca de una prima una historia de una gran mexicana. La publicación se dio porque las
la cual no dudé de su veracidad y, sin embargo, lo que estrellas se alinearon o, como tantas veces he dicho, la
escuché e interpreté magulló mi corazón. Mi prima me serendipia confabula todo.
había contado que en la escuela de monjas donde es- Han pasado 25 años desde que se publicó por prime-
tudiaba le dijeron que mi abuela se había suicidado en ra vez A la sombra del Ángel, y ya va en la quinta edición.
una catedral en París y que había causado semejante En las primeras presentaciones a las que acompaña-
escándalo en México y en Francia. ba a mis padres en las ferias de libros me entretenía
Me sentí helada, paralizada, pero lo que quizá me observando a las personas haciendo cola en espera de
golpeó aún más intensamente fue cuando al momen- la firma de su ejemplar, y hoy en día persiste en mí
to de encontrarme con mis padres supe que no podría la curiosidad por saber, por sentir los motivos por los
preguntarles sobre Antonieta porque nunca había oído cuales tantos lectores quedan cautivados por la histo-
a mi padre hablar de su madre, y sabía que tampoco ria y la vida de Antonieta. ¿Por qué inspira? ¿Por qué
tendría con quien compartirlo porque me había ente- obsesiona? ¿Por qué es admirada? ¿Por qué atrapa? A
rado de algo prohibido, algo que se había mantenido en 89 años de su suicido, ¿por qué la pasión por conocer-
secreto por siempre, algo que me hizo sentir humilla- la continúa? Se han hecho ópera, teatro, ballet, expo-
ción pero quedó en un archivo al que llamé vergüenza. siciones de arte; ha sido declarada mujer notable de
Ciertamente pasaron décadas antes de volver a es- la historia de México, ¿pero qué de nosotros es de lo
cuchar de Antonieta. Fue hasta que Kathryn S. Blair, que se apodera Antonieta? Pienso y siento que es un
mi madre amorosa, por necesidad emprendió una bús- personaje que seduce y que cualquiera que sea nuestra
queda, una investigación que se prolongó por 20 años, perspectiva quedamos sugestionados por ella.
para descubrir, comprender cómo y por qué una ma- A poco más de un año de que mi madre dejara este
dre se suicida y deja a su hijo atrás. Acabó inspirándo- mundo, sigo cautivada por esa búsqueda de tantos que
se y escribió una novela histórica, A la sombra del Án- refleja numerosas manifestaciones de tipo personal,
gel, sobre la vida de Antonieta Rivas Mercado, su sue- pero también políticas, culturales, sociales, espirituales.
gra, madre de mi padre, Donald Antonio Blair Rivas Me enorgullezco de mi madre, cuyo afán por descubrir
Mercado. Originalmente su intención era publicarlo qué lleva a una madre a abandonar a su hijo y suicidarse
en inglés para “educar” a los estadounidenses sobre el culminó en desenterrar y dar a conocer a Antonieta, o
grandioso país que la recibió a los 3 años y del que se como prefiero decir: Kathryn la llevó a un plano más
jactaba contando que ella vivía en una de sus ciuda- allá de lo que escuché de mi prima aquella tarde.
des donde había un castillo y pirámides. La novela se Estoy convencida de que no hay casualidades en-
publicó en México y en español por insistencia mía, tre estos hechos, y puesto que todo es energía, todo
porque sentí en lo profundo que la novela era idónea está interconectado. En el presente número de la re-
para México, que a final de cuentas era la historia de vista Inundación Castálida nos complace dar a conocer,
compartir nuevas miradas sobre mi abuela. Invito al
lector a tomar un respiro antes de empezar su lectura y
reflexionar sobre qué es lo que le cautiva de Antonieta.
Agradezco a la rectora Carmen Beatriz López Por-
tillo; a Moramay Kuri, editora de Inundación Castálida,
Imagen: Carta de Antonieta a su hermana Amelia. Co-
y a todos los que colaboraron en esta edición. Mi cora-
lección Familia Blair Rivas Mercado. Cortesía Fundación
Rivas Mercado A. C.
zón emana perfume.

7 de septiembre de 2020

9 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Antonieta
Rivas Mercado:
una Sor Juana
del siglo XX
P A T R I C I A R O S A S L O P Á T E G U I

(Ciudad de México, 28 de abril de 1900-París, Francia, 11 de febrero de 1931)

Así como Sor Juana en cierta ocasión se cortó


media cabellera hasta no haber dominado
ciertos conocimientos que pretendía adquirir,
vedándose el contacto con sus semejantes,
yo me prohíbo volver a la vida antes de haber
realizado los siguientes proyectos...
(Diario de Burdeos, 1930-1931)

H
oy, 11 de febrero de 2014, recordamos a una mujer excepcional que hace
más de ocho décadas decidió salir de este mundo, de una sociedad que
la acosaba y no le permitía SER ni transformar los prejuicios, los las-
tres, las injusticias, la inequidad genérica en un mundo más habitable
para todos, para mujeres y hombres, para ricos y desheredados.
Se llamaba María Antonieta Valeria Rivas Mercado Castellanos, una mujer que,
a decir de José Vasconcelos, “le puso condiciones al destino” (El Proconsulado). Ac-
triz, mecenas, escritora, promotora cultural, defensora de los derechos de la mujer y
activista política, Antonieta Rivas Mercado es un icono en la cultura universal del
siglo XX. Hija de Matilde Castellanos Haff y del célebre arquitecto Antonio Rivas
Mercado, autor del Ángel de la Independencia, entre otros monumentos y edificios
históricos del porfiriato.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 10 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


11 TINTA EN ALAS DE PAPEL
De una inteligencia y una suspicacia precoces, pasó diaria que la empuja al límite, que la impulsa a dirigirse
su infancia al lado de sus padres, sus hermanas Alicia al cambio y renovación de México, culmina en un nue-
y Amelia y su hermano Mario. Recibió una educación vo giro: la política. Rodríguez Lozano le suplicó que no
sólida a través de institutrices y los viajes que efectuó dejara sus proyectos culturales, le dijo que la política no
desde temprana edad a Europa en compañía de su pa- era para ella. Pero ya había tragado el anzuelo: la pro-
dre, el único hombre de quien recibió un amor y un mesa de Vasconcelos de conceder el voto a la mujer. An-
apoyo incondicionales. A los 18 años se casó con Al- tonieta tomó su compromiso como promotora del voto
bert Blair, con quien tuvo un hijo, Donald Antonio. femenino con toda su energía. Mi marido se acuerda de
En 1923 se separa de su esposo, para darle cabida a sus que el sótano de la casa de la calle de Monterrey se con-
inquietudes intelectuales y artísticas. virtió en taller de trabajo donde se escribían cartas, se
Heredera de la vasta fortuna paterna —don Anto- dibujaban pósteres y demás. Antonieta conocía la histo-
nio fallece en enero de 1927—, Antonieta, con el deseo ria de las sufragistas inglesas y americanas y sabía que la
de modernizar el quehacer teatral en México, patro- agresividad no iba con el carácter latino. La heroína de
cinó el Teatro de Ulises (1927-1928), grupo integra- las sufragistas sajonas era la reina Isabel. Para las mexi-
do por Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto canas era la virgen María con el Niño en los brazos. La
Owen, Agustín Lazo, Roberto Montenegro, Manuel meta de Antonieta era despertar el deseo de votar en
Rodríguez Lozano, Lupe Medina de Ortega, Clemen- la mujer, hacerla sentir que era su derecho. En el ensa-
tina Otero... Representaron obras de Lord Dunsany, yo “La mujer mexicana” escribe: “Es preciso, sobre todo
Claude Roger-Marx, Eugene O’Neill, Charles Vildrac para las mujeres mexicanas, ampliar su horizonte, que
y Jean Cocteau. Además, se crearon las Ediciones de se la eduque e instruya, que cultive su mente y aprenda
Ulises, siempre bajo su patrocinio, y se publicaron tres a pensar”. [Antonieta] admiraba [a Vasconcelos] y com-
libros: Novela como nube de Gilberto Owen, Los hombres partía su sueño de un México educado, con una edu-
que dispersó la danza de Andrés Henestrosa y Dama de cación que comenzara desde abajo, ofreciendo la opor-
corazones de Xavier Villaurrutia. tunidad a los talentosos de llegar a niveles mundiales.
Ese mismo año de 1928, gracias al impulso de An- Escribe en la crónica de la campaña: “El pueblo había
tonieta, se organiza un patronato para la creación de la despertado ya de su largo letargo. El mexicano volvía a
Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de sentir el orgullo de ser capaz de reconquistar el destino”.
Carlos Chávez. En marzo de 1929 conoce a José Vas- Creyó que Vasconcelos iba a ganar. Dio todo: su amor,
concelos, y su vida da un vuelco definitivo. Se lanza a su talento, su apoyo, su dinero.
la campaña de Vasconcelos por la presidencia de la Re-
pública y establece una relación sentimental con el po- Hacia agosto de 1929, Antonieta sufre una crisis ner-
lítico. Su biógrafa, Kathryn S. Blair, casada con el hijo viosa causada por el exceso de trabajo, y los médicos
de Antonieta, me comentó: le aconsejan separarse de sus actividades. Se marcha
a Nueva York, donde lentamente se recupera y sigue
Cuando se entrega a la campaña presidencial de José trabajando como promotora cultural. Ante el fracaso
Vasconcelos, la inquietud de Antonieta, esa actividad de la campaña vasconcelista, es decir, cuando Plutarco

TINTA EN ALAS DE PAPEL 12 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Elías Calles le roba las elecciones a Vasconcelos, Anto- el hecho significativo, rotundo, de que también fue tra-
nieta se indigna, sabe que se trata de un fraude electo- ductora, escritora, actriz, políglota, sedienta de conoci-
ral. Los conflictos no resueltos con su esposo, Albert mientos, por lo cual se hallaba en constante proceso de
Blair, la obligan a regresar a México en marzo de 1930, aprendizaje de las más diversas disciplinas, ya que aún se
ya que había perdido en un juicio la patria potestad le regatea el pleno reconocimiento al que, sin discusión,
de su hijo. Sin otra salida, decide secuestrar a Toñito es acreedora.
—como ella lo llamaba— en julio de ese mismo año, y
con él huye a Burdeos, Francia, sitio donde se refugia La misma sed de conocimiento, la misma necesidad ur-
y escribe uno de los textos más reveladores sobre el gente de educar a la mujer, el mismo deseo de justicia
sistema político mexicano, La campaña de Vasconcelos. de Sor Juana Inés de la Cruz impregnaron y le dieron
El 8 de febrero de 1931 se traslada a París, donde se vida al espíritu de Antonieta Rivas Mercado. En el si-
reúne con Vasconcelos, para fundar la revista La Antor- glo pasado, gracias a Antonieta, volvimos a sentir el es-
cha. Agobiada por las leyes mexicanas que la persiguen píritu grandioso de la Décima Musa. La vida y obra de
para arrebatarle a su hijo, la falta de dinero y, sobre Antonieta mantienen viva a Sor Juana entre nosotros.
todo, la falta de apoyo de José Vasconcelos —a quien le
había patrocinado su campaña y con quien había com- Algunos pasajes célebres en las obras de Antonieta
partido el sueño de un México democrático, educado Rivas Mercado
y culto—, Antonieta se suicidó el 11 de febrero de 1931,
de un tiro en el corazón, en Notre Dame. Antonieta En general, se conceptúa a la mujer en México como
prefirió partir de este mundo, al que ella intentó mo- buena. De los hombres se dice, con una sonrisa be-
dificar con su labor artística y con su activismo políti- nigna, que son una calamidad. Pero de la mujer, que
co, antes que ensuciarse las manos. Así les refutó a los es buena, muy buena. Extraño concepto de la virtud
traidores, la valiente Antonieta: “‘¡Tan chulo nuestro femenina que consiste en un “no hacer”. Podría indi-
México!’. ‘¡Tan puerco, les dije, tan puerco como todos carse que para no hacer es preciso ser de alguna ma-
los que ven con indiferencia aquella situación! ¿Qué nera. Cabe la duda de que dicha virtud sea un fruto
no les da asco? ¿Qué ya se acabaron los hombres? Por del temor, más que un producto espontáneo. Porque
mi parte a mí me da náuseas pensar que he de volver a salta a la vista que la pasividad femenina sirve de so-
mirar las caras de todos aquellos rufianes sin ponerles cio a la licencia masculina. Las mujeres mexicanas en
el puño en el rostro...!’”. su relación con los hombres son esclavas. Casi siempre
Para Miguel Capistrán: consideradas como cosa y, lo que es peor, aceptando
ellas serlo. Sin vida propia, dependiendo del hombre,
No obstante que la figura de Antonieta destacó más le siguen en la vida, no como compañeras, sino sujetas
allá del papel de mecenas con el cual hasta la fecha se la a su voluntad y vendidas a su capricho. Incapaces de
sigue encasillando y debido al cual se hace caso omiso erigirse en entidades conscientes, toleran cuanto del
que —recuerda Novo— “amaba la pintura y patrocinó hombre venga. El resultado es que éste no estima ni
el trabajo de algunos pintores jóvenes”, debe resaltarse respeta a la mujer y que ella se conforma, refugiándose

13 TINTA EN ALAS DE PAPEL


en lo que han llamado su bondad. Pero ya es tiempo de Villa como sucesor inmediato, a Calles, su ministro de
decirles que se trata de un poco de éter o cloroformo Gobernación.
sentimental que el hombre les ha estado dando. Si la En 1928, el presidente impuesto a la República
bondad de la mujer no hubiera sido una ilusión piado- mexicana estaba por terminar su periodo. El balance
sa, se reflejaría en sus hijos, en sus maridos, en todos general de su gestión era, a grandes rasgos, el siguiente:
aquellos hombres accesibles a su influencia. (Fragmen- dos asonadas militares ahogadas en sangre y una rebe-
to de “La mujer mexicana”, 1928.) lión persistente, la católica, que desgarraba y anemiaba
al país. Fruto de la aplicación de leyes arbitrarias, la
***** persecución sistemática a los católicos, provocada por
una reglamentación absurda, había lanzado al despe-
El año de 1928 había comenzado. En la límpida mese- ñadero de la revuelta a millares de mexicanos en defen-
ta mexicana, cuya transparencia ha cantado el poeta, sa de la libertad de creencias. La nación atormentada,
el eco de los acontecimientos políticos se apagaba en empobrecida, estaba dispuesta a aceptar, a cambio de
la insensibilidad, negligencia y desencanto a la vez de la su tranquilidad, el yugo que fuera menester.
gran mayoría. Tanto intento de revolución frustrada, Cuando el general Obregón entregó a su continua-
tanto seudorrevolucionario entronizado había hecho dor la presidencia, conocíalo perverso, pero lo hizo
perder el hilo de la esperanza; la confusión reinaba, con el propósito deliberado de asegurar su propia ree-
traduciéndose en la decepción de la gente de buena fe, lección. Hombres sin principios, levantados en la cres-
en el recrudecimiento de hostilidad de los conservado- ta del movimiento profundo de un pueblo que busca
res que sufrían persecución, en la docilidad ejemplar su camino, mareados por el mando supremo, no tienen
de los radicales satisfechos del gobierno “callista” que más preocupación que afianzar el mal habido bien,
estaba adoptando las medidas necesarias para instalar rematando, uno a uno, los postulados revolucionarios
una dictadura pretoriana. de la masa cuya fuerza les hizo ascender: basura que
Plutarco Elías Calles había surgido en el horizonte el viento levantó. El general mexicano, verdadero tipo
político como un oscuro protegido de Obregón, nú- de jefe de banda, acostumbró hacerse de fondos con
cleo hermético. En 1920 caía el presidente Venustiano el sistema de préstamos forzosos con que estrangulaba
Carranza, culpable, como otras tantas primeras figuras las ciudades ocupadas. Siguiendo esa extraña usanza,
de la Revolución de 1910, de haberla traicionado, des- siendo jefe de Estado, el Sr. Obregón había transferido
virtuándola. Álvaro Obregón, el caudillo triunfante, su campo de operaciones a las instituciones bancarias.
nombró a Adolfo de la Huerta jefe del gobierno pro- Su deuda con el Agrícola y Nacional de México ascen-
visional, mientras que él asumía el mando medio año día a varios millones de pesos. Ese dinero, que fue vo-
después. Un cuatrienio más tarde, en el momento de tado, o por lo menos así se dijo, con objeto de aliviar
abandonar el poder, imponía el vencedor de Pancho la situación dificilísima del país arruinado, apenas le
había permitido representar el papel de pequeño millonario

TINTA EN ALAS DE PAPEL 14 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


entre las grandes fortunas de Los Ángeles (California). ce haberse contentado con regar sus propias entrañas
Tragicomedia mexicana. La deuda del presidente, por la tierra, girando, como ciega mula de noria, en un
contraída en el secreto de los poderes especiales, hace círculo vicioso. Esa perturbación es la que ha hecho
imperativo el continuismo. La misión de Calles con- posible que se burle sistemáticamente el derecho, se
sistía, ya lo hemos dicho, en responder a título de gran pisotee la ley, se disfrace el bandido de socialista o es-
fiador oficial, de una reelección vedada por la Consti- tadista, careta con la cual sale al exterior. Así, bajo el
tución. En efecto, el artículo 83 encerraba este anhelo peso de idéntica persecución, un instante se llegaron a
clarividente del pueblo que fue a la lucha en 1910: la sentir hermanos el liberal y el conservador; confusión,
renovación periódica del cuerpo directivo de la na- elemento ambiente en 1928. Y subrayándolo todo, con
ción, el principio de la “no reelección”, a un tiempo una mortecina línea opaca, el desencanto de la masa
lema de combate y adquisición sangrienta. Para que traicionada.
Obregón ascendiera nuevamente al puesto que aspi- La farsa de las elecciones democráticas es, en el
raba, era preciso tachar la Constitución. Calles estaba mundo entero, demasiado conocida para que precise
para eso: para legalizar la fachada. A una seña suya, la insistir. México da en América la nota sangrienta y, en
gangrena viva que son los diputados se apresuró, con semejantes ocasiones, no desmerece. Acaba de ocurrir
una genuflexión, a satisfacer el mandato del amo. Y el asesinato de los contrincantes del candidato oficial:
el país confuso, desorientado por la sucesión de bro- Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez. Una de tantas
tes rebeldes sin bandera revolucionaria, agotado por páginas bochornosas de la historia de un país lamenta-
el conflicto religioso, lastimosamente hastiado por tan ble. Aterrorizada la gente veía el desfile desvergonza-
larga vigilia, anhelando tan sólo paz para poder vivir, do del superviviente, quien con el fausto de un cortejo
vio perderse el veto que había conquistado para poner real hacía una gira de propaganda “democrática” sufra-
coto al entronizamiento de castas predominantes, la gada con el dinero de las arcas públicas, pantomima
“no reelección”. Y es que ante el régimen callista que que los pretorianos se creen obligados a representar.
había provocado la persecución religiosa, intensifican- Los parásitos en torno del futuro magistrado cantaban
do la emigración a los Estados Unidos del Norte,1 en- ya el “hosanna”; la dictadura despuntaba bien enclava-
tregado la educación pública en manos de protestantes da; todos, ya por una, ya por otra razón, contaban con
extranjerizantes, el futuro régimen obregonista resul- futuros años de quietud servil. Los católicos, por estar
taba promesa de alivio. en tratos con el candidato preelecto para el arreglo del
La situación imperante en México era de confu- conflicto religioso; el capital extranjero, por tenerle
sión. País que al romper los viejos moldes, sin tener bien cogido en sus mallas; sus partidarios por las ca-
aún los nuevos en que verter su contenido vital, pare- nonjías; el pueblo, por su gran fatiga, esperaba una era
de abundancia. Los únicos que con ese arreglo nada te-
nían que ganar y sí todo que perder eran Plutarco Elías
1
52 000 trabajadores al año, de 1924 a 1928, dato del Departa-
mento de Emigración Norteamericano.
Calles y los suyos. (“La campaña de Vasconcelos”, 1930.)

15 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Fachada exterior del salón de baile "Esmyrna". Cortesía Fundación Rivas Mercado A.C.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 16 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Antonieta Rivas
Mercado y
el Convento de San
Jerónimo
A D R I A N A M O N D R A G Ó N
Y F E R N A N D O G A R G O L L O

E
ntusiasmada, Antonieta esperaba junto al teléfono en su casa ubicada en
la calle de Monterrey cuando recibió la llamada en la que se le informó
que ya estaba suficientemente lleno el club. Junto con Manuel Rodríguez
Lozano, abordó el Cadillac convertible que Ignacio, su chofer, había pre-
parado para la ocasión. En el momento en que entraron, la orquesta tocó un danzón.
La muchedumbre que los esperaba se levantó de sus mesas para aplaudirles mientras
bailaban. En la siguiente pieza se unieron a la pareja, estrenando la pista del salón
de baile El Pirata.
La relación entre Antonieta y Manuel era complicadísima, como lo atestiguan las
muchas cartas que sobreviven. Existen versiones encontradas. Muchos pensamos que
Manuel era bisexual y amante de Antonieta, pero hay quienes dicen que Manuel era
homosexual. En lo que hay consenso es: 1) que eran inseparables, 2) que tenían una
relación tormentosa y 3) que verlos bailar juntos era un espectáculo extraordinario.
La alta sociedad se escandalizó por el atrevimiento de Antonieta de hacer un salón
de baile en esa zona tan pecaminosa de la ciudad y, por si fuera poco, por promover
ese cachondo baile llegado de Cuba llamado danzón, que proporcionaba un pase
directo al segundo infierno, aquel a donde van a parar los lujuriosos. En cambio,
pintores, escultores, poetas, dramaturgos y la comunidad artística de inmediato lo
adoptó como uno de sus lugares favoritos.

17 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Tras la muerte de su padre en 1927, Antonieta decidió construir, en
la esquina noroeste del ex Convento de San Jerónimo, el salón de baile
usando el estilo morisco que tanto le gustaba a su papá y que estaba de
moda. Más tarde, El Pirata se llamaría el Smyrna Dancing Club, cono-
cido popularmente como El Esmeril, que operó hasta la década de los
sesentas.
Fabienne Bradu señalaba en su biografía sobre Antonieta que el pre-
sidente Manuel González (1880-1884) encargó en 1881 a un joven arqui-
tecto recién llegado de Europa, Antonio Rivas Mercado, su primera obra
importante: “la terminal de la Aduana de Ferrocarriles en Tlatelolco”.1
La situación económica durante la presidencia de González era ines-
table, incluso hubo una devaluación. Así que, después de muchísimos
esfuerzos para cobrar y faltando tan sólo cuatro días para que terminara
su gestión gubernamental, el 25 de noviembre de 1884 Antonio logró que
le pagaran. La remuneración no fue lo que esperaba. Él hubiera preferido
dinero en efectivo en lugar de un convento viejo.
Antonio Rivas Mercado fotografía de
estudio 1875. Colección Fundación Rivas
El Convento de San Jerónimo, un inmueble en ruinas, con sus techos
Mercado A.C. caídos, infestado de ratas y habitado por personas que habían invadido el
predio, pasó a ser propiedad del arquitecto del Porfiriato. En este convento
construido en el siglo XVI donde vivió, escribió y murió Sor Juana, An-
tonieta continuaría con el camino que la Décima Musa inició. No como
escritora, pero sí como impulsora de las letras y la dramaturgia mexica-
nas. Antonieta le imprimiría de nuevo un espíritu cultural al edificio.
La construcción estaba en tan mal estado, que Antonio lo dejó ocioso
durante varios años mientras ahorraba y pensaba qué hacer con él. El reto
era enorme. El inmueble estaba en una de las peores zonas de la ciudad,
plagada de asaltantes, prostitutas, vagos, malandrines, léperos y malvivientes.
Después de algunos años, decidió que el único uso posible de esa ignomi-
Alicia y Antonieta 1903. Colección Familia
niosa propiedad sería como vecindad para rentarla a la gente pobre de
Blair Rivas Mercado. Cortesía Fundación la zona. Antonio, quien era muy ocurrente, apodó el inmueble como “La
Rivas Mercado A. C.
Roña”, tanto por su deplorable estado y ubicación como porque, según
él decía, “rascando y rascando al escombro, saldrá una nueva vivienda.”
Pasados algunos años, esa ruina se convirtió en una unidad habitacio-
nal relativamente limpia y funcional. Los inquilinos estaban protegidos
por los gruesos muros y las rejas del ex convento. Las viviendas de San Jeró-
nimo eran muy apreciadas porque tenían mejor seguridad, limpieza, ser-
vicios, ventilación e iluminación que muchas otras de la zona. Casi nunca
había vacantes.
A Grand-pére, como lo llamamos en la familia, le gustaba llevar con-
sigo a su hija consentida a sus visitas para supervisar las obras en San
Jerónimo. Aunque vivían en una enorme casa rodeada de un gran jar-
dín, entrar al antiguo convento transportaba a la pequeña Antonieta a
un mundo totalmente diferente, lleno de la algarabía de las vecindades.
Había niños jugando en los patios, albañiles construyendo, mujeres la-

1
Fabienne Bradu, Antonieta (1900-1931), México, FCE, 1991.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 18 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


vando y platicando en los lavaderos, infinidad de tendederos, andamios,
escaleras y acentos muy diferentes a los que ella escuchaba en casa. Todo
esto aderezado con los aromas que venían de las muchas cocinas.
En cuanto tuvo edad suficiente, Antonieta brincaba del carruaje
aun antes de que los caballos pararan totalmente y corría a explorar
ese enorme y estimulante paraíso. Jugaba con los niños en los patios, se
trepaba en los andamios, se asomaba a las misteriosas viviendas y no pa-
raba de disfrutar durante muchas horas hasta que su papá, impaciente,
mandaba a buscarla por el enorme convento. Mientras la niña se pasea-
ba por los patios de la vecindad, no se imaginaba que era hija de uno de
los artífices de la modernización de México y que ella estaba destinada
no sólo a estar cerca de las artes sino también a tener un pensamiento
de vanguardia.
En 1926, recién desembarcada de un viaje de dos años a Europa, An-
tonieta estaba decidida a sacar de su letargo a la cultura de México,
incluso valiéndose del inmueble propiedad de la familia. Había vivido
de cerca la Belle Époque y no podía ser ajena.
Para aquellos años, la vida cultural de México comenzaba a recupe-
Interior de salón de baile “Esmyrna”.
rarse de los duros años de la Revolución, y Antonieta se consolidaba 1932. Cortesía Fundación
como una de las figuras principales. Ella fue, junto con Carlos Chávez, Rivas Mercado A.C.

19 TINTA EN ALAS DE PAPEL


la principal promotora de la Orquesta Sinfónica de México —hoy llamada Orquesta
Sinfónica Nacional—, fundada gracias al patronato que ella presidía2 y a los enormes
donativos que hizo.
Aunque ejecutó su papel —a veces literalmente— tras bambalinas, Antonieta no
desconocía los giros comerciales relacionados con la cultura y la vida nocturna: en
1928 inauguró, junto con María Luisa Cabrera, el Teatro de Ulises, ubicado en Meso-
nes 42, a pocos metros de El Pirata. En ese teatro montaron sus obras los autores que
modernizarían la dramaturgia mexicana. Por ejemplo, ahí se presentó Orfeo de Jean
Cocteau, una de sus obras favoritas.
Se reconoce a Antonieta como mecenas; sin embargo, era una autora por derecho
propio. Ella era la única mujer colaboradora de Ulises,3 la revista del grupo de Los
Contemporáneos, la cual fundó junto con Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jaime
Torres Bodet, Gilberto Owen y otros más.4
Ella publicaba crítica literaria y ensayos para la revista. Cuestionaba el papel de
la mujer en la sociedad y el rumbo que debía tomar el arte en México: “Quienquiera
que intente encontrar en nuestro pintoresco medio social un tipo representativo de
mujer mexicana, fracasará. (...) Como nación hemos sufrido influencias varias. Desde
la española, a la cual debemos el ser, hasta la norteamericana, habiendo pasado por la
francesa. El sedimento de estas culturas, depositado sobre un fondo indígena, no se ha
fundido aún. (...) En México todo se está haciendo. No hay que buscar en él todavía
un tipo general de mujer.”5
“Las mujeres se han puesto a escribir. Siempre hubo algunas que lo hicieron, las
excepcionales. Hoy es distinto; sin esperar a sentir ‘el llamado’, dejan correr la pluma
o los dedos sobre las teclas (...) Cuando una mujer escribe sobre problemas femeni-
nos, esperamos encontrar trazas de un estudio autocrítico. La mujer analizada por sí
misma proyectaría luz sobre un oscuro capítulo de la psicología.”6
Recuerda Salvador Novo que Antonieta tenía también las intenciones de hacer del
inmueble de San Jerónimo un lugar dedicado a las artes, que pensaba mudar ahí el
Teatro de Ulises7 y también fundar ahí un museo dedicado a la memoria de Sor Juana.
Lamentablemente lo anterior se quedó en proyecto, pues ella se quitaría la vida en
París en 1931. Su memoria perdura también en los pasillos del antiguo convento donde
pasó su infancia e impulsó la vida artística de México.

2
Mónica Mateos-Vega, “Primer homenaje a Antonieta Rivas Mercado de la OSN”, en La Jornada,
México, 8 de agosto de 2006, disponible en https://www.jornada.com.mx/2006/08/08/index.
php?section=cultura&article=a04n1cul.
3
Tayde Acosta Gamas, “Antes de ser contemporáneos: Ulises (Formación y desarrollo del grupo
(1927-1928)”, tesis de licenciatura, México, FFyL-UNAM, 2007, p. 72.
4
Acosta Gamas, op. cit., p. 31.
5
Antonieta Rivas Mercado, “La mujer mexicana”, en El Sol, Madrid, febrero de 1928. Citado por Rosa
García Gutiérrez, “Antonieta Rivas Mercado en sus textos”, en Anales de la Literatura Hispanoameri-
cana, Madrid, 1999, núm. 1, vol. 28, pp. 611-636.
6
Rivas Mercado, “En torno a nosotras, por Margarita Nelken”, en Ulises, núm. 5, México, diciembre
de 1927.
7
Acosta Gamas, op. cit., p. 8.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 20 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Creación como
revolución: libertad,
conocimiento
y expresión*
M A R C O O R O Z C O B L A I R

* El presente texto es consecuencia de que


Kathryn S. Blair (la autora de quien tengo la
descomunal fortuna de ser nieto) guardara por
varias décadas unos apuntes que describen
un artículo que le interesaba escribir acerca
de la relación entre la gran poetisa mexicana y
Antonieta Rivas Mercado, madre de su esposo,
Donald Antonio Blair Rivas Mercado.

Fotografía por Tina Modotti, Ciudad de México


1928. Cortesía Fundación Rivas Mercado A. C.

21 TINTA EN ALAS DE PAPEL


L
os seres humanos por naturaleza añoramos la más libre que / el entendimiento humano; / pues lo
libertad, y en nuestros momentos más nobles que Dios no violenta, / ¿por qué yo he de violentarlo?”2
ofrecemos nuestra sustancia medular, hasta Es clave para nosotros entender que por lealtad a su
nuestra vida, para conseguirla. La esencia de naturaleza logran trascender y que no existen en fun-
las vidas de Sor Juana y Antonieta se podría describir ción de lo que fueron. Trascienden porque muestran
refiriéndose a la libertad que ambas lograron, expresán- sin renuencia lo que podemos ser cuando, en virtud de
dose aun cuando sufrían limitaciones impuestas exter- nuestra libertad, nos arrojamos con alma extendida ha-
namente. Es difícil imaginar el impacto que puede tener cia el asombro por la vida y al amor por la humanidad.
el ejemplo de una vida con la determinación de existir En su famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz,
sin dudas ni titubeos, sin reacios productos de yux- Sor Juana defiende el derecho a la libertad de estu-
taposiciones comparativas mal concebidas. Quizás es diar y comprender, un principio característico de la
hasta imposible hacerlo, porque ese impacto se expan- revolución que fue la proliferación del conocimiento.
de como un fractal, moviendo lo inmaterial de nues- Antonieta, por su parte, con su perspicacia pionera,
tros seres y sumergiéndonos en una luz misteriosa de reclama la participación de la mujer mexicana en el
procedencia incognoscible. ámbito político, un movimiento que sigue en curso.
¿Cómo acercarse a figuras de la índole de Antonie- “Y revolución,” nos explica Antonieta, “en el más puro
ta Rivas Mercado o Sor Juana Inés de la Cruz? Mucho sentido de la palabra, es el despertar de las mujeres
hay por indagar en la condición en la que existen hoy, mexicanas en 1929, tomando parte activa en la política
como producto de una combinación entre las obras (y de su país.”3
acciones) que dejaron a la posteridad; y la imagina- Por encima de lo que nos dicen a nosotros, ¿qué po-
ción, memoria y emoción de quien las llega a conocer. demos imaginar que representan una con la otra? Pode-
Y es que, al conocerlas, no lo hacemos únicamente a mos imaginar, naturalmente, el impacto de la monja
través de aquellas obras o actos que nos alcanzan a tra- jerónima sobre la conciencia efervescente de Antonie-
vés de la historia, sino también por la imagen que en ta; incluso sabemos que antes de morir ella deseaba
la conciencia colectiva de nuestra sociedad ha tomado escribir un estudio acerca de Sor Juana, a quien tanto
forma. Es necesario reconocer que, como muchos otros admiraba.4 Pero podemos también pensar en lo que re-
personajes históricos, existen iterando y cristalizándo- presentaría para Sor Juana el futuro de la mujer den-
se una y otra vez en nuestras mentes. Sor Juana ilustra tro de la sociedad, un futuro realizado siglos después
la dinámica con quien intenta entenderla al decir “No por mujeres como Antonieta.
soy yo la que pensáis, / sino es que allá me habéis dado ¿Y qué pueden decirse mutuamente dos mujeres
/ otro ser en vuestras plumas / y otro aliento en vues- separadas por dos siglos y medio pero habitantes de
tros labios”.1 la misma ciudad y país? Claro, que tienen en común
Pero más allá de lo escurridizo que puede ser el (como muchas otras mujeres) un país y una sociedad
intento de resumirlas, nos encontramos con el hecho en los que se limitan los papeles que pueden ellas jugar.
de que vivimos sumamente conmovidos por ellas y su Pero no es suficiente escribir acerca de ellas como si
obra es testimonio de que los actos y la palabra escrita fuesen víctimas de las normas limitativas de su época.
no son únicamente una huella del pasado. Mantienen Tal vez lo que ilustran al verse la una a la otra por
su relevancia al ser fuentes de renovación, inspiración nuestro lente contemporáneo es que a México le falta
y concilio para nosotros, sus testigos alejados mera- aún mucho por transformar. En ese caso, nos toca a
mente por la temporalidad. Sus vidas son muestras nosotros preguntarnos si seguimos en el mismo país
de que la convicción creativa no nace fruto de un au- y en la misma sociedad. Preguntar cuál es el cambio,
toanálisis interminable, sino de la esperanza de que
nuestra libertad sea realizada en ese acto de poiesis. En
2
Del romance “Esos versos, lector mío...”.
un romance, Sor Juana nos recuerda que “No hay cosa 3
Del texto inédito “Ideales de las mujeres”.
4
Como escribió Andrés Henestrosa en su breve María Antonieta
1
Del romance “¿Cuándo, Númenes divinos...”. Rivas Mercado.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 22 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


cuáles son las diferencias en la sociedad en la que vi- se tacha como locura; sólo así se puede existir, inha-
vimos hoy, y oír lo que nos pueden decir a nosotros bilitando el afán de borrar, de morir. Que no nos im-
que vivimos en un lejano futuro, transformado quizás porten los errores, ya que la confianza en el fruto de
mucho en lo material pero menos en lo moral. nuestros esfuerzos es íntegra cuando nos sometemos
Para realizar tal cambio debemos reconocer que a nuestra verdad más profunda. Que la cautela forme
la labor comienza por uno mismo, y que el impulso parte de nuestro proceso únicamente para cuidar que
creativo llevado a cabo con fe en nuestra naturaleza no abandonemos nuestra esencia reemplazándola con
es lo que nos puede revelar lo que somos, así permi- imágenes carentes de autenticidad. Nunca debe olvi-
tiendo que con conciencia sepamos hacia dónde llevar darse que es nuestra voz la que impera y que es nuestra
nuestras vidas (y nuestra sociedad). Hacia el final de su responsabilidad buscar en el fondo de nuestro ser para
corta vida, a Antonieta le fue claro lo que debía hacer poder dar significado a la vida. Para aquellos de noso-
para realizarse: “Una es mi obligación, uno mi deber. tros que nos preguntamos en momentos de crisis si la
Escribir.” vida tiene sentido, Antonieta y Sor Juana responden
Es entonces más nítido el motivo que nos comuni- con un mensaje claro de que ese sentido depende de
can como digno de emplear para nuestra propia creati- que volquemos nuestros contenidos en la profundidad
vidad. Invitan a tomarse momentos para permitir que de esta vida para conocer el valor que ellos y nosotros
el espíritu nos levante, dejar a un lado la búsqueda de tenemos. Sus almas alzan las nuestras, recordándonos
encomios o halagos y permitir que las creaciones sal- con nobleza de qué manera proseguir. Imaginémonos,
gan por sí solas de nuestros seres, pintando los paisa- como lo hizo Antonieta, sabiendo que somos “[e]l indivi-
jes de nuestra personalidad, tantas veces hecha a un duo consciente de valores eternos, insurgentes contra
lado (y hasta perdida). Confiar en que no hay razón las leyes pasajeras de los hombres, dándose por entero
por la cual arrepentirse de una sinceridad, aun cuando al sacrificio que no es sino transmutación.”5

5
Correspondencia de Antonieta Rivas Mer-
cado.

23 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Reflexiones
del tren
C L A U D I A S O L Í S - O G A R R I O

TINTA EN ALAS DE PAPEL 24 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


M
e gusta la luz violácea de los trenes à la garçonette, como le dicen en Francia. Te sorprende-
franceses en la noche. Para el que va rá. Me inspiré en Sor Juana, que hizo algo similar
a dormir o para el que despierta, hasta no cumplir con sus objetivos de estudio.
es amable: sosiega. Me remite Chacho es la razón de mi vida. No podría
al color de las flores de la jacaranda de Hé- estar lejos de él, ni perderme su aroma de
roes que trepo con pericia. Sus ramas enor- niño, sus carcajadas al hacerle cosquillas
mes hasta la mitad de la calle casi llegan a la en los pies, y colmarlo de besos. Toñito
casa de los Casasús. Abajo, las flores lila que no la pasa bien en el colegio. Le hacen
transmiten serena alegría flotan en la fuente burla por llevar pantalón corto. Lo inscri-
junto al lagarto de metal de cola sinuosa y bí a clases de boxeo para que se defienda.
fauces espeluznantes. La idea de papá de co- Me parece más práctico, porque no ten-
locar la escultura del reptil surte efecto: ahu- go para comprarle overoles como llevan
yentarnos del agua para evitar tragedias. La todos los chicos y cubrirle sus piernitas
pieza nos da terror. flacas y largas heredadas de Albert. De re-
Después de ocho horas de viaje, Dra- cordarlo, el estómago se me revuelve justo
gón, espero verte en la gare de I’Ouest Rive en el sitio de la náusea. Dice su burgue-
gauche aunque llegue al alba. Sacrifico a mi sa familia que Chachito está secuestrado.
hijo al dejarlo al cuidado de la hija de mon- ¡Sí!, pero conmigo: ¡con su madre!
sieur Lavigne porque la verdad tengo sed ¿Cómo podré dormir en el tren con es-
de ti, de reflejarme en tu mirada de niño y tos asientos tan rígidos de respaldos de
acariciar tu barba partida. Llevo en mi ma- madera? ¡Mi espalda no lo soportará! Qué
leta mudas para una semana. Entre ellas, el diferencia de los paseos con papá. Vagones
mantón negro y blanco que tanto te gusta y con sofás capitoneados, compartimen-
mi texto, “Democracia en bancarrota”, para tos con camas con sábanas de lino y carro
los primeros números de La Antorcha. Ade- comedor de manteles largos y blancos. Yo
más, me he cortado el cabello, muy corto, creí que la vida era así, que era lo normal
y que no cambiaría jamás. Pero no me importa cómo dió las remesas mensuales y yo no tengo más propie-
viaje ahora; mi anhelo de verte, Pepe, supera todo. dades para vender.
Toñito es seriecito, maduro y dedicado. Paseamos La cara de Toñito se iluminó al abrir la caja y ver el
por la ciudad para romper la rutina. Miramos en la ferrocarril cuya locomotora expulsa vapor verdadero.
Plaza de Quincunces el Monumento a los Girondinos, Me hizo recordar la misma emoción cuando anudé a
que tiene una gran fuente. Le dije que el monolito ins- mis tobillos las cintas de las puntas de ballet que me
piró a su abuelo para levantar la Columna de la Inde- regaló papá para mis clases con el maestro Sola del
pendencia. Lo miró sin detenimiento y pateó su balón cuerpo de ballet de la Ópera Nacional de París. ¡Felices
con fuerza, que cayó bajo los potentes chorros de agua. años aquellos!
Con el mismo brío y enjundia yo debí patear así a mu- Febrero es el peor mes en Europa. Y este de 1931
cha gente fuera de mi vida. en Burdeos ha sido particularmente lluvioso y frío; tal
Mi hijo me da una ternura infinita. Se hace bolita vez por eso sueño con Cuautla. Aldeana y plana, pero
en un sofá al fondo de nuestra habitación. Lo arropo heroica. Y eso me gusta. Me sumerjo en las aguas sulfu-
con un edredón de pluma y duerme calientito. No se rosas de Agua Hedionda, que sanan y sedan. Duermo.
queja de nada. Está feliz de estar conmigo, y yo con Me envuelve el perfume del huele de noche frente al
él. Chachito es el sol de México en esta tierra de Hotel Mora, a unos pasos de la estación del ferro-
Aquitania. Junto a mi cama tengo una mesita carril de Morelos, entre guayacanes cuajados
donde puse la máquina de escribir. Al fon- de flores rosas. El sueño es lo más parecido
do del pasillo, está el baño. Lo comparto al territorio de la muerte, punto de en-
con otros huéspedes del piso. Nomás no me cuentro inexorable para las almas vivas y
acostumbro. Esto me pesa cada día. Entre los espíritus en pena.
los pensionistas hay un señor que se apa- Cómo le diré, licenciado Vasconcelos,
rece en bata por el corredor. Me coquetea que ya no puedo regresar a México porque
llamándome la milliardaire mexicaine dans ya no tengo país. Hablan sus cartas con
l’exil. Lo hago invisible a mis ojos y sordo a emoción de La Antorcha, “nuestra revista”,
mis oídos. y los horizontes luminosos que avizora
Si alguien de la familia pudiese ver la casa para su circulación en toda Hispanoaméri-
del número 27 de Rue le Chapelier donde ca. Cómo le diré, licenciado, que su fuerte
vivimos en un barrio obrero, no lo podrían y vigorosa Valeria, a quien define como “la
creer. No dispongo para más. A Carlos Deam- patria que anda conmigo”, está deshecha y
brosis, el agente editorial de José, le parece usted, mi Dragón, es un hombre derrotado.
hasta lujosa. Por recomendación de Vasconce- Después de contribuir con sustanciosos
los, Deambrosis me prestó dos mil quinientos fondos a su campaña para presidente de Mé-
francos en diciembre y endeudé mi alma con xico, compartir intereses intelectuales su-
él. Me dio todos sus ahorros, su rostro lo dela- periores, trabajar juntos en un proyecto de
tó. No tuve la menor duda de ello. Vino con su nación y acariciar el anhelo de convertirme
esposa Simone y sus hijos para las fiestas. Del en su primera dama, hoy arruinada y acorra-
préstamo tomé quinientos para comprar un lada, abandonada por los míos y sin país, la
trenecito: el regalo de Navidad de Chachito. punta de mis pies se perfila al despeñadero.
Y otros mil los dilapidé en obsequios para los Mi salud es cada vez más frágil. Cuan-
hijos de la pareja, además de llevar a Simone al do los barbitúricos ceden, comulgo y reen-
mejor restaurante de Burdeos. Mario suspen- cuentro mi fe. Leo a Nietzsche, pero siento

TINTA EN ALAS DE PAPEL 26 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


a Jesús. Estoy delgada como una vara a la que le han ex- hijo, aunque te sea inverosímil. Por lo pronto, no pue-
primido la última gota de savia. Mi nervous breakdown do quedarme más tiempo de lo planeado en París.
anuncia un colapso. Deprimida, inapetente, insomne Manuel, no permita que se le agusane el corazón.
entre los muros severos del Saint Luke, atempero la Guarde en él vivas las memorias de nuestros buenos
crisis con los espejismos de la victoria: yo casi mujer pata-danzas en El Pirata. ¡Venga a exponer acá! Lo
del presidente de México y un porqué de vivir, escribir promovemos con los contactos de V y míos. Estoy se-
y construir. gura de que será un éxito.
En mis caminatas por los alrededores del hospital, La luz lila del tren tiene el color del líquido am-
recuerdo el día en que lo conocí y los chiles que comi- niótico en su estado más puro y femenino. Y yo en
mos en el modesto restaurant de Toluca. Me parece ver tu vientre, Matilde Castellanos Haff, soy el embrión
los teatros abarrotados para escuchar sus conferencias feo, como todos, de manos grandes y dedos largos, de
“de paga”. Cada centavo de la taquilla nos sirve para mirada errabunda y pies enormes. Entre tus brazos la
la campaña, campaña financiada con las aportaciones niña prietita busca tu pezón que, agrietado, te duele y
de ciudadanos comunes. Me subyugan su corazón y sangra. Mi frenesí seca tu calostro y gotea un líquido
sus discursos. La gente se arremolina en los quioscos y agrio. Desde el principio soy la estrella trágica; mi fle-
balcones de Hermosillo y Nogales para oírlo. Cien- cha se quiebra en un trayecto sin oriente. Soy la
tos de personas lo reciben entre clamores, ¡con viajera sin tierra y sin idioma, que descifra su
Madero ayer, con Vasconcelos hoy! Su mag- destino cuando llego al mundo.
netismo arrollador y su alma que tropieza de ¡Llegamos a París! Apagaron la luz vio-
emoción al salir en sus palabras me hechizan. lácea del vagón. Me quedé dormida con el
Amarlo e intentar la vida íntima con su vaivén del tren y apenas tengo tinta para
persona después del naufragio requiere va- acabar de escribir.
lor infinito. Y no lo tengo porque estoy de- La combinación del morado y el blan-
vastada. Y usted no lo niegue, Pepe, jamás co da lila; el morado viene del azul y el
abandonará a Serafina. No lo hizo con Elena rojo: el pigmento de la humildad y la pe-
Arizmendi, a quien destruyó y huyó a Esta- nitencia. El violeta es también el último
dos Unidos, ni con Berta Singerman. color antes de la llegada de la oscuridad
Yo no seré la excepción. Además, me pare- total.
ce que al despacho de la Secretaría de Educa-
ción Pública, el cual usted ocupó también, lo * Éste es un pasaje ficticio en torno a lo que pudo
pensar y escribir Antonieta Rivas Mercado duran-
anida un espíritu maldito. La noticia todavía
te el trayecto de ocho horas entre la ciudad de
me retumba en mis oídos como el sonido del
Burdeos, capital del departamento de la Gironda,
disparo que se dio en la sien mi prima adora- y París. La escritora acude al encuentro de José
da, Remedios, mi favorita. Un revés amoroso Vasconcelos, días antes de suicidarse en la Cate-
con José Manuel Puig Casauranc, uno de sus dral de Notre Dame el 11 de febrero de 1931.
sucesores, pocos años después de que usted * “Democracia en bancarrota” se publicó post

lanzara su candidatura a la presidencia de la mortem en la revista La Antorcha bajo el título de


“La campaña de Vasconcelos”.
República.
* Este texto forma parte de la Cátedra Antonieta
Pepe, tú me darás trabajo en la revista. Car-
Rivas Mercado de la Universidad del Claustro de
los Deambrosis será el secretario de redacción Sor Juana. La fotografía de Antonieta que ilustra
y yo, colaboradora, como de costumbre. Sobre- mi colaboración es inédita. Mi gratitud a Vivian
viviré en la bohemia: en una buhardilla con mi Blair, su nieta, por este inapreciable regalo.

27 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Dos momentos
de Antonieta
F A B I E N N E B R A D U

Antonieta Rivas Mercado 1919. Casa de Heróes #45. Colección Familia Blair Rivas Mercado.
Cortesía Fundación Rivas Mercado A. C.
TINTA EN ALAS DE PAPEL 28 INUNDACIÓN CASTÁLIDA
E
n la música de toda existencia hay acordes festivos y fúnebres; el resto,
incluso en las vidas más aventureras, son largos momentos a la espera de
un cambio alegre o fatal. Compartimos con ustedes dos de esos episodios,
registrados en la ya clásica biografía de Rivas Mercado, Antonieta 1900-1031,
escrita por Fabienne Bradu.

1) El Pirata

“En una carta fechada en julio de 1928, Antonieta habla de sus proyectos de remo-
delación de una parte del convento de San Jerónimo: “También he comenzado a
estudiar con Paco Martínez Negrete los planos para mi casa en San Jerónimo 53. La
estamos planteando tan amplia y bonita con todo el confort moderno que pueda
dar que, según Paco, va a ser una casa modelo en la ciudad”. […] Su actitud vanguar-
dista se inspiraba en una figura del pasado que empezaba a revivir en los espíritus
y las páginas de los escritores de la década. Antonieta escogió la protección tutelar
de Sor Juana para iluminar, aunque fuera con las débiles velas de antaño, una vida
que tenía que ganarle al siglo, tan estrepitosamente distinto a las celdas silenciosas y
maternales de los claustros coloniales. Por un lado, entonces, Antonieta resucitaba
el pasado en el seno de su futura casa, y por el otro, violaba la antigua quietud del
claustro al abrir a unos cuantos pasos del número 53 de la calle de San Jerónimo, en
la esquina de Isabel la Católica, un centro de baile popular que Rodríguez Lozano
bautizó como El Pirata. […]
“El Pirata era un ‘salón de baile fino’ (es decir, un lugar decente), al que las parejas
acudían con el propósito exclusivo de practicar los meneos del danzón y del tango,
del fox y del shimmy. Aunque Antonieta había conseguido, gracias a sus relaciones
en las altas esferas gubernamentales, una licencia amplia que le permitía explotar el
negocio con venta de alcoholes, El Pirata nunca funcionó como cantina. Abría los
lunes, martes, jueves y domingos en el clásico horario de 5 a 11, a 10 centavos la en-
trada para caballeros y gratis para las damas, con una reglamentación que obligaba a
los primeros a llevar corbata y a las segundas, a prescindir de las tobilleras. El último
domingo de julio de 1928 todo estaba listo para la inauguración. […]
”Como solía suceder con las empresas de Antonieta sujetas a su capricho, a los
pocos meses se desentendió de El Pirata, al que acudía muy de cuando en cuando,
casi siempre en busca de Manuel Rodríguez Lozano, con el pretexto de vigilar sus
negocios. Tiempo después y gracias a la perseverancia de Isidoro Arreola, El Pirata
pasaría a mejor vida y fama con el nombre de Smirna. Nuevos proyectos comenza-
ban a ocupar la mente de Antonieta.”

29 TINTA EN ALAS DE PAPEL


2) Últimos deseos y fin

El martes 10 de febrero de 1931, un día antes de su muerte en París, Antonieta le redactó


una carta a Arturo Pani en la que le aseguraba, anticipándose al tiempo y a toda vacila-
ción posible, que:

Antes del mediodía me habré pegado un balazo. Esta carta le llegará cuando, como Empédo-
cles, me habré desligado de la envoltura mortal que ya no encierra un alma.
Le ruego telegrafíe (no lo hago yo porque no tengo dinero) a Blair y a mi hermano para que
recojan a mi hijo. Vuelvo a darle las direcciones: Alberto E. Blair, Allende 2, Tlalpan (casa); 16
de Septiembre 5 (oficina). Mario Rivas Mercado, San Juan de Letrán 6, México, D.F.
Mi hijo está en Burdeos: 27 rue Lechapellier con la familia Lavigne. Gente que me quiso
mucho y quien quiere bien a mi pequeño. Pero urge que lo recojan.
Me pesó demasiado aceptar la generosa ayuda de [José] Vasconcelos, pero al saber que faci-
litándome lo que necesitaba le robaba fuerza, no he querido. De mi determinación nada sabe,
está arreglando el pasaje. Debía encontrarme con él a mediodía. Yo soy la única responsable
de este acto con el cual finalizo una existencia errabunda.

Al día siguiente, miércoles 11 de febrero de 1931, Antonieta entra a la Catedral de Notre


Dame para terminar con su vida. Bradu lo imagina de este modo:

Antonieta avanzó hacia el altar mayor. Sus pasos resonaban en la piedra fría, generando el
Antonieta Rivas
eco largo y ligero que iba a ser su último acompañante. Se sentó en el extremo izquierdo de Mercados y José
la primera banca, en la nave central, frente a Cristo crucificado. Sin separar sus ojos de los Vasconselos, Catedral
de Notre Dame
párpados dolidos de la imagen, abrió su bolsa para sacar la pistola. A través del guante palpó el
1931. Cortesía Fundación
acero pulido y helado. Maniobró con el arma hasta que encontró la posición adecuada. Luego Rivas Mercado A. C.
la levantó lentamente, apuntando el cañón contra la curva de su seno.
No podía sostener el arma en las manos, que cayeron en su regazo.
Había inclinado la cabeza y había vuelto a levantarla y ahora miraba
otra vez al Cristo.
La detonación atronó en el silencio mortecino del mediodía. El
cuerpo de Antonieta, arrebatado por el impacto, comenzó a deslizar-
se sobre la madera bruñida. El estruendo del pistoletazo rebotaba del
presbiterio al rosetón y de regreso, entre bóvedas y vitrales, trepando
por las nervaduras, cayendo a las lozas, metiéndose en las capillas la-
terales y convirtiendo la cúpula en un descomunal tambor de piedras
trepidantes.
El cuerpo que mostraba su corazón despedazado a los ojos de Dios
cayó, con un golpe de silencio, en el centro de esa telaraña de ecos.
Después, muy lentamente, sus hilos sonoros se fueron callando y,
por fin, se volvieron a quedar en paz.

Fabienne Bradu, Antonieta 1900-1931, Fondo de Cultura Económica, México


1991.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 30 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


El Ángel de
la Independencia,
Antonieta
Rivas Mercado
y la diamantina
rosa*
A D R I A N A M A L V I D O

S
egún la mirada poética de Alberto Ruy Sán-
chez: “Las cosas no son en sí mismas, sino en
el relato que las rodea, que es donde aflora el
deseo y la pasión de las personas”. Durante las
fiestas del centenario de la Independencia de México,
el 16 de septiembre de 1810, se inauguró una Victoria
Alada a la que llamamos “El Ángel”. Alrededor suyo
se han tejido desde entonces un sinfín de relatos, de
manera que no son las siete toneladas de bronce y oro
que la cubren lo que hace valiosa a la escultura, ni su
belleza, su ubicación en el Paseo de la Reforma o el
nombre de su autor, sino las historias que ha generado
y el significado que los ciudadanos le hemos dado en
nuestro imaginario colectivo.
También es cierto que grandes historias suelen em-
pezar con la primera impresión que tiene una persona
durante su infancia. Y Tayde Acosta Gamas empezó
a escribir la historia que quiero contarles cuando aún
era niña y tenía fascinación por El Ángel. Vivía en la
colonia Guerrero de la Ciudad de México y cada do-

31 TINTA EN ALAS DE PAPEL


mingo, cuando la llevaban sus padres a Chapultepec, profunda al espíritu de una mujer, su talento, sus sue-
la Victoria Alada del monumento diseñado por el ar- ños, su pensamiento, sus amores, sus contradicciones,
quitecto Antonio Rivas Mercado era una referencia sus miedos, la profundidad de su dolor, sus aspiracio-
visual obligada. nes y su enorme relevancia en la literatura, el arte y la
Entonces, comenzó todo. Y continuó cuando leyó política de su tiempo.
a Carlos Fuentes y en Los años con Laura Díaz se topó, “Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen,
de nuevo, cuando la novela narra la caída del emble- crucificado... Ya tengo apartado el sitio, en una banca
mático Ángel en 1957, con la historia del monumen- que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me
to. Se volcó en la lectura. Leyó Antonieta de Fabienne sentaré para tener la fuerza de disparar (...)”, escribió
Bradu y A la sombra del Ángel de Kathryn S. Blair. El Antonieta en su Diario antes de quitarse la vida el 11 de
personaje se volvió una obsesión que la llevó a dedicar febrero de 1931 en París y, además, con la pistola que
casi 20 años de su vida a investigar febrilmente a esta tomó del despacho de José Vasconcelos. La fuerza de
mujer, hija del arquitecto favorito del porfiriato, única sus palabras y la forma trágica en que muere dejando a
integrante femenina del Teatro de Ulises y del grupo un pequeño hijo que no la vuelve a ver son tan fuertes
conocido como Los Contemporáneos. Para acercarse que durante décadas el valor de su obra pasó a segundo
más, trabajó con Bradu cuando preparaba el Epistolario término. Justo lo que Acosta Gamas busca revertir. No
de Antonieta. Leyó las Cartas a Manuel Rodríguez Loza- para justificar, salvar o redimir al personaje, sino para
no que ya había publicado Isaac Rojas Rosillo y reedi- comprenderlo y revalorarlo. En el camino, la informa-
tado en los años 80 junto con un fragmento de novela ción toma el lugar del mito. Y el sitio que soñaba tener
y el Diario de Antonieta; se sumergió en la recopila- Antonieta Rivas Mercado dentro de las letras hispano-
ción de Luis Mario Schneider... Y después, de la mano americanas se abre para ella en el siglo XXI.
de los principales estudiosos del grupo Ulises y de Los Tayde Acosta dice que Antonieta fue una estrella
Contemporáneos, como Miguel Capistrán y Juan An- fugaz. Atinada metáfora para quien hizo tanto en tan
tonio Ascencio, fue a las librerías de viejo, a los archi- poco tiempo. La estrella cruzó los cielos europeos y se
vos públicos, privados y universitarios; a bibliotecas, empapó de la cultura, amaba la danza y a los griegos, a
hemerotecas y fuentes familiares de primera mano quienes leía con pasión, sobre todo a Esquilo, Sófocles
para encontrar el dato que faltaba, la pieza suelta, la y Eurípides. Ya en México, básicamente autodidacta, se
carta perdida, el apunte en la libreta, el documento ex- formó con gente como Cosío Villegas, Alfonso Reyes
traviado, la nota periodística a verificar. Porque para y Pedro Henríquez Ureña, Samuel Ramos... Después
entender a Antonieta necesitaba comprender su mo- irradiará su luz con intensidad en proyectos culturales
mento histórico y cultural. como la revista y el teatro del grupo Ulises que luego se
Por el nivel de exigencia y de rigor que se impuso conoció como Los Contemporáneos. Y con ese grupo
Tayde Acosta, la publicación de las Obras de Antonieta de poetas, pintores, escenógrafos, músicos y escritores
Rivas Mercado en dos tomos (Siglo XXI, 2018) consti- como Novo, Owen, Villaurrutia, Cuesta, Torres Bo-
tuye la recopilación más completa que se ha realizado, det, Montenegro, Pellicer, Lazo, Chávez, Castellanos,
hasta ahora, de la obra de una de las intelectuales más Rodríguez Lozano y Gorostiza, entre otros, introduce
importantes en la cultura mexicana y latinoamericana en México el teatro de vanguardia. En una época en la
del siglo XX. Antonieta pasará a ser mucho más que que nuestro país sólo se mira a sí mismo, montan obras
una mujer que se suicidó en Notre Dame a los 30 años, de Eugene O’Neill, de Claude Roger-Marx, Charles
que fue amante de Vasconcelos, enamorada de Rodrí- Vildrac y Jean Cocteau. Traduce junto con Villaurru-
guez Lozano, mecenas del grupo Los Contemporáneos tia La escuela de mujeres, de Gide, prepara montajes
y fundadora de la Orquesta Sinfónica, porque la in- de Bernard Shaw y de Musset y la Ifigenia cruel de su
vestigadora privilegia su talento como autora, es de- amigo e interlocutor Alfonso Reyes. Tayde encontró
cir, reúne cuento, novela, teatro, ensayo, prosa varia, una carta en la Capilla Alfonsina donde Antonieta le
crónica, diarios personales, traducciones y epistolario cuenta: “Aproximadamente hará un mes que nos reuni-
ampliado. Y al mismo tiempo, hace una inmersión

TINTA EN ALAS DE PAPEL 32 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


mos un grupo de amigos con el fin de hacer teatro. Se ampliamente la situación a Gabriela Mistral, y luego a
trata, con un solo gesto, de abarcar un mundo”. Romain Rolland.
A esta estrella fugaz le da tiempo de integrar el Como leemos en las cartas a Rodríguez Lozano, la
patronato para la fundación de la Orquesta Sinfóni- estrella fugaz viaja a Nueva York y promueve el arte
ca de México, junto con Carlos Chávez. También da mexicano, la obra de Los Contemporáneos; hace amis-
clases de teatro en la UNAM y monta Los de abajo de tad con Federico García Lorca, se enamora de Emilio
Mariano Azuela con sus alumnos. El montaje le cos- Amero, pintor y fotógrafo mexicano, planea conver-
tó, seis funciones después del estreno, que le pidieran tirse en un enlace cultural entre Norte y Sudamérica;
la renuncia y que la censura gubernamental sacara las traduce y no deja de estudiar. Pero también sufre de-
garras. Osada como era, había adaptado la obra en la presiones y crisis nerviosas intensas que la llevan varias
época de Calles. Pero no declina. Se da tiempo para veces al hospital. Extraña a su pequeño hijo Donald,
abrir un salón de baile en el Claustro de Sor Juana, que permanece al cuidado de su familia en México
espacio que hereda de su padre luego de que Porfirio mientras ella intenta curar su salud emocional y esca-
Díaz se lo regalara por lo mucho que le había gustado pa de una posible persecución por su actividad junto
su Columna de la Independencia. Ahí, en El Pirata, a Vasconcelos, quien resulta encarcelado y desterrado.
baila tango con Manuel Rodríguez Lozano, a quien ve- En el hospital escribe, lee a Dostoievski, a Trotsky, a
nera como un dios y del que se enamora profundamen- Valéry... y hace planes. “Siento que he saldado con mi
te sabiendo que no será correspondida. país, que ya no lo tengo, que estoy fuera de los países
Antonieta irradia su luz en la campaña presidencial y comenzando a vivir una verdad universal”, escribe.
de José Vasconcelos y escribe una crónica que titula Sus emociones suben y bajan. Aun así, desde el Hos-
Democracia en bancarrota, que hoy tenemos oportuni- pital St. Luke de Nueva York, escribe artículos sobre
dad de releer en el tomo I de sus Obras, junto con su México y para la revista Contemporáneos, además pla-
teatro, su novela inconclusa El que huía (donde encuen- nea la difusión del arte de los títeres y los nacimientos
tro líneas como ésta: “la sensualidad es, como todo lo mexicanos y prepara estudios sobre La Malinche y Sor
que vale la pena de ser, un arte”); su hermoso texto El Juana... Pero también comienza a entintar la palabra
niño de Oaxaca, tres cuentos, entrevistas, traducciones suicidio.
y ensayos de hondura y lucidez crítica acerca de la mu- En estos dos tomos está la obra de una autora na-
jer mexicana. Por ahí leemos: “Una revolución signi- cida en 1900, para quien escribir con la verdad era la
fica primero un cambio interno y después un ajuste a única justificación de sentarse a la máquina. “Desme-
los problemas de la vida. Y revolución, en el más puro nuzar las resistencias y dejar que suban a la superficie
sentido de la palabra, es el despertar de las mujeres las verdades dolorosas, lamentables, vergonzosas, su-
mexicanas en 1929”. Admirable resulta la congruencia blimes de las que está hecha la humanidad”, escribe en
y la capacidad de indignación de Antonieta, no sólo su Diario de París en 1930. Porque, al perder la custodia
ante el fraude electoral de 1929, sino por la violenta de su hijo, decide recogerlo en México y llevárselo a
represión a quienes participaron en el movimiento escondidas consigo a Francia, donde se encontrará con
vasconcelista. Y su decepción cuando vio a sus amigos Vasconcelos. Esos diarios de Antonieta son, en manos
escritores y artistas doblegarse ante el poder de Calles del lector, un pasaporte directo al cerebro y al cora-
y su Maximato. Tayde sostiene con razón que este epi- zón de una mujer que escribe “para conocerme a mí
sodio y toda la barbarie que Antonieta atestigua en las misma. (...) para desnudar mi alma”. Con la literatura
elecciones la llevan a sentirse asqueada de su propio aspira a “alcanzar la integración, la fórmula nueva de
país y es una de las razones por las que, entre otros la mujer de la América Latina del mañana, que además
factores, ajenos al supuesto rechazo de Vasconcelos en de un corazón y una sensibilidad tiene un cerebro”. Y,
París (que en realidad siempre la apoyó), la llevan al desde luego, para lanzarse al infinito, como le dice a
suicidio. Si se quiere entender lo que pasaba durante Rodríguez Lozano.
esos años en nuestro país, hay que leer la extensísima Su obra es como la historia de México desde el pun-
carta que encontró Tayde donde Antonieta le describe to de vista cultural, desde el ángulo de sus creadores y

33 TINTA EN ALAS DE PAPEL


sus artistas, una especie de historia intelectual de las
primeras tres décadas del siglo XX.
Entre los textos más reveladores del segundo tomo
están además de su Diario y el Epistolario, un fragmento
de las memorias de Arturo Pani, cónsul de México en
Francia, íntimo amigo de Antonieta. En su libro, Ayer,
hace un resumen de la vida de su querida amiga, cuen-
ta lo que sufrió con su marido, Alberto Blair, lo mucho
que quiso a su hijo Donald, que dejó a su cargo en una
carta que lleva en su bolsa, junto al retrato del niño,
cuando se suicida. La describe de pies a cabeza y narra
los últimos días de su vida en Burdeos y en París. Su
familia le había cortado el envío de dinero desde ha-
cía meses, él y Vasconcelos intentaban convencerla de
viajar a México y arreglar el asunto, es decir, no tenía
recursos, su casa en México —el Claustro de Sor Jua-
na— había sido saqueada con todas sus pertenencias,
temía por el futuro de su querido hijo en esa situa-
ción... pensaba que para él la vida era mejor sin ella.
Antonieta estudia latín, alemán, lingüística y
música; pasa las tardes con su hijo de 11 años; quiere
concluir su novela El que huía. Trabaja ocho horas dia-
rias, aspira a un lugar en las letras hispanoamericanas...
Y se esfuma del mundo como las estrellas fugaces, de-
jando un reflejo de luz que hoy recoge para nosotros
Tayde Acosta Gamas en un trabajo monumental.
Monumental como esa Victoria Alada que abraza a
miles de mujeres y colectivos mientras exigen con dia-
mantina rosa y pañuelos verdes el fin de la violencia de
género y de la impunidad, un alto a las violaciones y al
acoso sexual, una vida en libertad.

* Texto publicado en el portal de periodismo cultural Paso Li-


bre (19 de septiembre de 2019).

INUNDACIÓN CASTÁLIDA
35 TINTA EN ALAS DE PAPEL

Alicia y Antonieta 1911, casa de Héroes # 45. Colección Familia Blair Rivas Mercado.
Cortesía Fundación Rivas Mercado A.C.
Cartas (fragmentos) *

Foto estudio hermanos Rivas Mercado, Ciudad de México 1922. Colección Fundación Rivas Mercado A.C.

* Texto 1: Transcripción de la carta enviada de Antonieta a su hermana Amelia. Colección Familia


Blair Rivas Mercado. Cortesía Fundación Rivas Mercado A. C. Texto 2: Transcripción de la carta
enviada de Antonieta a su hermana Amelia fechada a finales de 1928. Cortesía Fundación Rivas
Mercado A.C.rcado

TINTA EN ALAS DE PAPEL 36 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Fragmento de la carta escrita a su hermana Amelia en julio de 1928

Julio 19
Memelita querida:

Dirás que tu familia escribe poco, pero ¡qué tal cuando lo hace!
Yo he estado ocupada y mucho en el dancing “El Pirata”, que por cierto está quedando
sumamente bonito y será un buen negocio. Lo vamos a estrenar la semana entrante y ya
te iré diciendo qué tanto me produce.
También he comenzado a estudiar con Paco M[artínez] N[egrete] los planos para mi
casa en San Jerónimo 53, en vista de que Mario [Rivas Mercado] quiere empezar pronto a
hacer la suya (para cuando se case) en Chapultepec Heights, en nuestro terreno. La casa
de San Jerónimo la estamos proyectando tan amplia y tan bonita, con todo lo que el con-
fort moderno pueda dar que, según Paco, va a ser una casa modelo en la ciudad y espero,
no te repugnará vivir en una “modelo”.
Micho [Mario Rivas Mercado] ha estado enfermo del estómago casi desde que te fuis-
te. Unas patas de puerco que comimos y que a todos les hicieron daño y a él más. Está
delgaducho pero de buen ánimo y trabajando como tú le aconsejas, con pies de plomo.
Ahora está mandando limones a los E.E.U.U. porque el mercado está muy bueno. ¡A ver
si le atina!
Alfonso Estrada [Menocal], en el instante mismo en que vio que ya no podría sacarle
a Mario el pan nuestro de cada día, olvidó amistad, olvidó agradecimiento y ni más se ha
vuelto a para por donde Mario anda. ¡Ha dado pruebas de lo que es su amistad!

Fragmento de la carta escrita a su hermana Amelia a finales de 1928

Lunes 19 de noviembre

Mi hermanita querida:

Todavía no he podido terminar la casa nueva de San Jerónimo. Está muy adelantada y va a
quedar preciosa. Manuel ha comenzada a hacer estudios para el fresco de Sor Juana Inés y
te aseguro que mi casa se verá elegantísima y de una grandísima sobriedad. Hasta la fecha
la única en México decorada así. En cuanto esté visible la voy a retratar.

37 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Carta a Gabriela
Mistral*
2018: 90 años del grupo Los Contemporáneos

Les comparto una carta que le envió Antonieta a Ga-


briela Mistral, contándole todos los sucesos alrededor
de la campaña electoral de José Vasconcelos (los ante-
cedentes, la campaña misma, el día de las elecciones,
el fraude).

Miguel Vasconcelos

Los Ángeles, 18 de enero 1930

Muy estimada Gabriela:

En días pasados recibí su carta que agradezco pro-


fundamente. Voy a contestarla con la amplitud que el
caso (la elección presidencial de Vasconcelos) requiere.
Tanto más porque con toda justicia me da Ud. su opi-
nión sobre el particular y yo estoy obligada a explicar-
le cuáles razones decidieron mi petición a usted; peti-
ción que también hice a Romain Rolland. El solitario
de Suiza en carta que me escribió me decía lo que us-
ted: que los amigos de Vasconcelos en Europa estaban
* Texto introductorio a la carta de Antonieta Rivas Mercado, ignorantes de la labor que este hombre extraordinario
publicado por Tayde Acosta Gamas en la página de Facebook estaba haciendo en América...
“Antonieta Rivas Mercado Obras” (administrada por ella) fecha-
Efectivamente, Vasconcelos no se ha preocupado
do el 16 de septiembre de 2018, en el marco del 90 aniversario
por tener a nadie al corriente de su labor, por apre-
de la creación del grupo Los Contemporáneos. La carta fue pu-
blicada por primera vez en el libro Antonieta Rivas Mercado de
miante e inmensa, y por el conocimiento que tiene de
Tayde Acosta Gamas, publicado por la Secretaría de Cultura/ las limitaciones ajenas.
Siglo XXI editores, 2018.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 38 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


¡Qué tarea sobrehumana se echó sobre los hom- pósitos: excitaremos al pueblo para que vaya a votar
bros! Usted que conoce bien aquel mi pobre país, se y por lo mismo, es necesario precisar qué es lo que va
puede formar idea de lo que significó recorrerlo palmo a imponer con su voto. De esta suerte, más tarde, una
a palmo, moverlo hasta las entrañas y sacarle a golpes voluntad nacional sólidamente unificada, sabrá hacer
de verdad un alma rescatada de la ignominia ambien- respetar ese voto y sabrá ponerlo a salvo de todos los
te. Negada por todos y cada uno de los que se llaman atentados, ya individuales, ya colectivos; ya persona-
intelectuales, fue “el loco Vasconcelos” durante los pri- les, ya gubernamentales”.
meros meses de la campaña. Y a medida que la gente Estoy convencida de que lo necesario es que las
anónima, la gente dolorosa y sin esperanza, el pueblo almas se limpien. Vasconcelos mismo lo dice en ese
que guardaba en el corazón la semilla pura de la labor manifiesto: “Lo primero que urge cambiar es nuestra
que en Educación Pública había realizado, labor mi- actitud frente a la vida, sustituyendo el encono con
sionera de la que parte y no pequeña le corresponde a la disposición generosa”. Creo como usted, Gabriela,
usted, hubo estupor. que su labor periodística, o mejor, su cátedra en la
Usted sabe bien cuáles fueron los motivos que obli- prensa de México, fue preciosa, necesaria, pero con él
garon a Vasconcelos a aceptar ser candidato a la pre- creo también, que en ella contrajo el compromiso que
sidencia. La necesidad de demostrar que el pueblo de volvió a cumplir con el pueblo mexicano. Las doctri-
México está apto para la democracia y que es la pan- nas que predicaba no podía, al presentarse la ocasión
dilla que lo dirige la que está descalificada. El discurso material (y la desaparición de Obregón se la dio), se-
del Gral. Calles del primero de septiembre de 1928, en guirlas predicando en espera de que otro las practica-
el que declaró que se retiraba de la política, que jamás ra. Había llegado el momento de practicar en espera
volvería a ser presidente y que garantizaba próximas de que otro las practicara. Había llegado el momento
elecciones liberales, dieron base para quitarle de una de practicar lo que enseñaba. Exponía la vida, pero en
vez por todas la careta al sucesor de Obregón. Vascon- él es la costumbre. Lleva veinte años exponiéndola. En-
celos sabía que iba a exponer la vida, pero consciente tiendo perfectamente su intervención generosa para
de su destino, aceptó volver a México a dar una lección defender la vida de Vasconcelos. Una de las mayores
de hombría. angustias que hemos vivido, fue el sobresalto continuo
El 10 de noviembre de 1928, el licenciado cruzó la de que lo asesinaran, y sin embargo, Gabriela, sé que
frontera en Nogales, acompañado por dos jóvenes. No el licenciado vale por su obra y siento que aun cuando
sabían si al día siguiente ya no vivirían. Uno de sus hubiera muerto cumpliendo con su deber, hubiese se-
acompañantes le aconsejaba prudentemente que no guido fecundando a América. Era necesario “salvar el
comenzara a hablar de política hasta no sondear el te- significado de su campaña”, el significado espiritual, y
rreno y que comenzara dando una conferencia cultural por eso pedí a Ud. que incitara a las conciencias libres
sobre el Brasil. Vasconcelos le dijo que llevaba su ma- de América para que exigieran la verdad de lo ocurri-
nifiesto escrito y que si no encontraba a quien leérselo, do en México. Mi idea no fue la intervención de país
lo leería frente a un poste de la calle. Este manifiesto en país, sino despertar el interés que merece el “caso
fue evangelio y credo durante el año de peregrinación. México” planteado por Vasconcelos.
Usted comprenderá que la gente al oírle enloqueciera La situación en México, brevemente expuesta, es la
de esperanza y amor. Cuando lo vuelte [sic] el cono- siguiente: el 17 de julio de 1928 cae asesinado Obregón,
cimiento profundo que de México tiene Vasconcelos; presidente electo, después de haber hecho fusilar a sus
conocimiento que le da aspecto de vidente. El candi- dos contrincantes. Calles era el hombre fuerte, pero,
dato sabía que si no le mataban antes (recuérdese los temeroso de los obregonistas (los generales que dieron
atentados de Guadalajara, Pachuca, Torreón, Monclo- un cuartelazo en marzo de 1929), para ganar tiempo y
va, Tampico, Chihuahua, Ciudad Juárez, etc., etc.), el deshacerse luego de sus enemigos, hizo las declaracio-
día de las elecciones burlarían el voto. Por eso dijo en nes que ya cité, acallando así suspicacias que podrían
Nogales: “Venimos a convocar al pueblo mexicano, y, haberle sido fatales. El general Calles no pensó, cierta-
en consecuencia, es necesario definirle nuestros pro- mente, que habría quien, en serio y a conciencia, le to-

39 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Antonieta Rivas Mercado fotografía de estudio 1916, Ciudad de México. Colec-
ción Familia Blair Rivas Mercado Cortesía Fundación Rivas Mercado A. C.

mara la palabra. Y, aunque lo hubiese pensado, habría nas del partido político contrario. Al ver el gobierno
negado que el país, agotado y apático, se conmoviera que ante el fuego la muchedumbre no se dispersaba,
gracias a la palabra de un hombre. cambió de táctica. En la última semana se ocupó en
Vasconcelos se propuso demostrar: 1° Que Méxi- esparcir toda suerte de noticias alarmantes para que
co podía elegir a sus mandatarios; 2° Que el gobierno los jefes vasconcelistas se escondieran o pasasen al ex-
provisional no daría garantías; 3° Que el voto no sería tranjero. En muchos casos se les encarceló y, en otros,
respetado cuando positivamente la masa fuera a votar se les mató. En víspera de las elecciones, el ministro
por quien no le conviniera a Calles; 4° Que el pueblo de la Guerra giró orden a todos los jefes militares para
debía castigar a los burladores del voto y detentadores que se apoderaran de las casillas, y al día siguiente no
del poder. se dejó votar a nadie. Hacía tres semanas que Vascon-
Sabía el candidato que inevitablemente se iría a un celos estaba preso. Se procedió a falsificar los votos. La
conflicto en el que se derramaría sangre, porque los Cámara declaró electo al candidato oficial tres horas
adversarios eran desleales. Durante un año, con la pa- antes de cerradas las casillas. La prensa norteamerica-
labra en la boca, desnudó a todos y cada uno de los na dio la noticia de la “elección pacífica” del candidato
políticos mexicanos, hizo conciencia en la gente y, algo oficial a la mañana siguiente. El banquero Lammont
inconmensurable, comunicó un soplo de fe que dio va- [sic] invitó al señor Ortiz Rubio a que lo visitara tres
lor e hizo que hombres y mujeres crecieran en el espíri- días después. La prensa yanqui, toda vendida al impe-
tu. Movió a México, movilizó a la multitud, la despertó, rialismo, sólo dio la versión de que en México la situa-
la azotó con su verbo claro, le purificó el alma. El 10 ción es sonriente, las elecciones fueron democráticas,
de noviembre de 1929, tuvo lugar —ordenada por el Vasconcelos perdió en buena lid, por inconspícuo. El
Comité Nacional Antirreeleccionista— una manifes- embajador en México, Mister Morrow, que es el que
tación pacífica en todos los pueblos y ciudades de Mé- manda allá, le mandó un mensajero al licenciado, a
xico con objeto de demostrar que, por lo menos, un 95 raíz de la falsa elección, ofreciéndole que “si reconocía
por ciento de los votos, en una elección legítima, eran la legalidad de la elección de Ortiz Rubio, él y los su-
ya de Vasconcelos. El gobierno dio orden de impedir yos tendrían una buena oportunidad”.
que se efectuara esa manifestación; en algunas partes, Puede usted, amiga Gabriela, estar segura que si el
como en la capital, pretendió disolverla tirando con gobierno mexicano no asesinó a Vasconcelos después
ametralladoras sobre los manifestantes desde las ofici- de los intentos fallidos, fue porque la Casa Blanca no

TINTA EN ALAS DE PAPEL 40 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


es amante de esa política cuando la puede evitar. Tam- acompañé de Saltillo a Tampico y vi lo increíble. Mon-
bién puede usted estar segura de que Vasconcelos es- terrey, Tuxpan, ciudades enteras que se vaciaban para
taría ahora en México, como presidente electo, si no recibirlo en triunfo, palpitaban al soplo de su palabra;
hubiera sido por el apoyo decidido, cínico, del emba- gente sedienta de verdad que lloraba; mujeres que le-
jador americano al general Calles. A México le brindó vantaban en brazos a sus hijos enseñándoles al justo
el destino esta última oportunidad, o sea, la de seguir que despertaba la esperanza: hombres conscientes que
rigiendo su destino y, quizá, de consolidarse espiri- atesoraban su recuerdo porque les había dado la es-
tualmente. Sólo con Vasconcelos podíamos intentar la cuela y el libro. Le recibían a él, candidato de la oposi-
salvación. Su lucha ha sido la lucha de un hombre que ción, como a un dios. En el campo se repetía el mismo
se respalda en su raza, contra el yanqui invasor, con- fenómeno de adoración. A lo largo de la vía férrea, a
quistador. Era indispensable para México que, por lo lo largo del camino carretero —por el cual debía pasar
menos, la conquista del norte encontrara resistencia, su automóvil—, la gente humilde se congregaba en son
que no todos fueran traidores a su raza, a su religión y de fiesta, las niñas vestiditas de blanco con ramilletes
a su patria. Y porque su lucha fue consciente, porque en las manos, las mujeres engalanadas echándole con-
en ella habló un destello de América, por eso, Gabrie- feti o, como en San Pedro de las Colonias, perfume.
la, creí y creo, que América toda, si no está ya corrom- Esto explica por qué el gobierno fue ahogando la liber-
pida, tiene interés en saber y en exigir saber la verdad tad de prensa, recurriendo cada vez más al terror. Por
de lo ocurrido en México. eso asesinaron a varios líderes vasconcelistas; abrieron
Circunstancias ajenas a su voluntad e inclinación fuego sobre multitudes inermes, como en Torreón, en
hicieron de Vasconcelos candidato a la presidencia, y México, en Veracruz; encarcelaron estudiantes simpa-
lo han convertido en el presidente electo a quien los tizadores de la causa, y pretendieron asesinarlo a él.
yanquis impiden gobernar. Con su campaña escribió Esto explica por qué lo tuvieron preso y lo obligaron a
una página de la historia americana que supera en po- salir del país, y por qué ahora, cuando regresa el pre-
tencia espiritual a su labor en Educación Pública y que sidente impuesto por los Estados Unidos, las ciudades
sin duda va a dar una cosecha imprevista y fecunda por las que pasa, caen bajo la ley marcial.
en hombres, hechos y obras. Si después de su prédi- Yo seguí con devoción el despertar de espíritu que
ca, el día en que se burló el voto, Vasconcelos hubiera Vasconcelos realizó. Únicamente aquellos que estaban
aceptado la imposición, reconociéndola, todos los que cegados por intereses materiales no se entregaron to-
lo habían seguido y sostenido, habrían sentido que él, talmente al movimiento de redención que él inició.
también traicionaba, se vendía. Quedaba demostrado Seguí el proceso con el asombro del incrédulo al que
que en buena lid democrática, los rectos recibían bo- la verdad de los hechos van convenciendo. A Vascon-
fetadas... y si Cristo enseñó la no resistencia, también celos le debo una comprensión total de mi país. Creo
echó a los mercaderes del templo. con usted, Gabriela, que la labor que este hombre es-
La personalidad de Vasconcelos, a quien no conocía tupendo realiza en América es única y que la realizará
personalmente, me era sumamente simpática. Cuando igualmente en cualquier sitio. Que para él mismo su
volvió a México seguí atenta el movimiento que pro- situación actual es preferible, pero no para México. Si
vocó a su alrededor. En un principio, los periódicos el país se levanta en armas, irá allá; si la patria ago-
dieron amplia publicidad a su campaña. Cuando lle- biada por el terror se doblega y poco a poco se deja ir
gó a la capital, ante el espectáculo increíble de más comprando, Vasconcelos ya no tendrá más hogar que
de sesenta mil almas que delirantes de entusiasmo se el mundo...
congregaron a recibirle, me quedé atónita. Seguí paso Excusándome por haberla entretenido tanto tiem-
a paso los mítines y reuniones en tanto estuvo en la po, le ruego me perdone en nombre de la obra que en
metrópoli, y después, cuando en agosto de 1929 se vol- espíritu realizó Vasconcelos en México.
vió a marchar al norte de la República, quise por mis Con todo mi respeto y cariño,
propios ojos cerciorarme de que no sólo la gente de
la ciudad, sino la del campo, se volcaba a su paso. Le Antonieta Rivas Mercado

41 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Antonieta Rivas Mercado, Chicago Illinois. Colección Familia Blair Rivas
Mercado Cortesía Fundación Rivas Mercado A. C.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 42 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Antonieta Rivas
Mercado y Andrés
Henestrosa

C
ibeles Henestrosa, hija del poeta y escri- poco, conforme iban pasando las semanas, terminó por
tor oaxaqueño Andrés Henestrosa, nos quedarse a vivir en casa de Antonieta, compartiendo la
comparte una anécdota que da cuenta no habitación con Donald. Mi papá nunca olvidó esa ama-
sólo de la generosidad de Antonieta Rivas bilidad y tuvo en consideración, y casi diría en un pedes-
Mercado, sino también de su capacidad para recono- tal, a Antonieta durante toda su vida. A nosotros, a mí
cer el talento. me contaba esa anécdota, que escuché muchas veces, le
gustaba contarla y nos educó adorando a esa mujer que
Antonieta solía hacer reuniones con personalidades lo ayudó tanto. Creo que un buen ejemplo de ese afecto
de la cultura, desde escritores y pintores de la época, es el guión Antonieta, que mi papá escribió para la pelí-
hasta maestros de la preparatoria y alumnos que fueran cula de Carlos Saura. Cuando Antonieta murió, fue un
connotados. A una de esas reuniones asistió mi papá. Se golpe tremendo para él. Yo diría que nunca se recuperó.
llevaban a cabo los jueves por la tarde en casa de Anto-
nieta, Monterrey 107. Para entonces ya había nacido su María Antonieta Rivas Mercado (fragmento)
hijo Donald. Mi papá se convirtió en un asiduo de las Andrés Henestrosa
reuniones, a pesar de que él desconocía la etiqueta de la
clase alta. Mi papá venía del pueblo, vivía como podía, El 1º de aquel abril de 1930, muere Manuel Zacarías
a veces se quedaba a dormir en un cine y comía lo que Rodríguez, padre del pintor, y a quien Antonieta tiene
podía porque no tenía medios, de modo que le sorpren- encomendada la administración de sus bienes. Manuel
dió muchísimo el estilo de vida de esa gente. Como era le telegrafía dándole la noticia, una gota más ya a pun-
muy metiche, se hizo amigo de los pintores que estaban to de desbordarse. Se cree culpable “por lo que por mi
trabajando en la Preparatoria, entre ellos Manuel Ro- causa padeció don Manuel.” Decide volver a México
dríguez Lozano, quien lo llevó a las reuniones de Anto- antes de la fecha que se había fijado. La falta terrible
nieta. Al principio sencillamente convivía como otros de don Manuel obliga a hacerlo inmediatamente, “pues
de los muchos estudiantes que asistían a esas tertulia, faltándome él, sé que es preciso que yo me enfrente
pero alguien le dijo a Antonieta que mi papá era muy con la situación y la salde para siempre”, escribe. No
pobre y que no tenía dónde vivir. Entonces Antonieta, quiere que nadie se entere de la fecha de su regreso, ni
de modo muy sutil porque era toda una dama, buscó la siquiera su hermana Amelia, a quien ha telegrafiado
manera de asignarle un trabajo y le encargó que le co- enterándola que vuelve. No quiero —puntualiza— que
brara sus rentas. Tenía que entregarlas precisamente los nadie me espere y si le digo a usted que llego es simple-
jueves, después de la tertulia. Y como siempre se hacía mente por decírselo. Una semana después se encuentra
tarde, Antonieta le decía que mejor se quedara. Y poco a en México. Ignora si se encontrará con el pintor, pero

43 TINTA EN ALAS DE PAPEL


en cuanto llegue y se instale le dará aviso, por si quie- Vasconcelos acepta sus condiciones, La Antorcha será
re verla. Sé —le dice— que he puesto nuestra relación la tribuna donde lo cumpla.
a dura prueba, tan dura que sólo si es eterna resisti- Como si quisiera aliviarse de alguna culpa, que sin
rá. Cree Antonieta que sí, que es eterna, pero agrega: embargo cree no tener, escribe: “Mi vida a nada se pa-
“Permítame, sin embargo, que desde ahora le diga algo rece más que a la de usted: un claustro del cual soy
que, si es necesario, le repetiré como súplica, como sú- la abadesa. Ocho a diez horas de estudio diarias, un
plica y como ruego. Es preciso que no siga usted allá; constante arrebato interior, una necesidad de medir-
es preciso que esté usted en su medio, el suyo, el que le me “con los que han sido” y la meta tan alto que la es-
corresponde…” trella más lejana parece baja, y Antoñico florece como
Antonieta permanece en México algunos días. No planta nombre en terreno sano”.
busca a sus antiguos amigos y correligionarios, a mu- Estoy —agrega— en posesión de una exaltada y pa-
chos de los cuales acusa de deserción, y firme en la idea tética libertad, de una soledad poblada de realizacio-
de que todo aquel que abraza causas perdidas se queda nes. Sé que ha llegado el momento grave, el del trabajo
solo. Manuel y Antonieta se encuentran y, acaso, llo- exigente y austero. Usted me enseñó cómo trabajar,
ran juntos sus penas. Convienen encontrarse en París cómo ver, cómo ser. Vuelvo, pues, a usted, así como su
muy pronto. Toma la extrema decisión de huir con el voluntad lo quiso: “en lo permanente”.
hijo, jugándolo todo a una carta. Llegan, sorteando Antonieta decide no volver a México, a devolver al
las mayores dificultades, a Nueva Orleans, en donde hijo, como tenía dispuesto. Paso a paso ha llegado a
embarcan rumbo a París. Antonieta sabe que sólo ha aquel punto hacia el que siempre caminó: morir por su
ganado un episodio, el primero. Llora, no se siente se- propia mano. Hölderlin tenía razón, dice. Pero como
gura, se sabe perseguida. Abandona París con el hijo Hölderlin, Antonieta había perdido la razón. Ya nin-
a cuestas, y se refugia en Burdeos —rue Lechapellier guna esperanza le queda, sólo una puerta queda sin ce-
27— a donde puede escribírsele a nombre de Irene La- rrar. Y por ella se precipita.
vigne. Va a París con alguna frecuencia para encon- La última página de su Diario, escrita sólo unas
trarse con Vasconcelos, que prepara la publicación de cuantas horas antes del minuto final, la muestra aso-
su revista La Antorcha. Acepta Antonieta colaborar en mada al abismo de la nada, al sepulcro al que paletada
la publicación, siempre y cuando Vasconcelos acepte a paletada se abrió desde que en un instante misterio-
la cancelación de todo trato personal. “Llegamos —es- so, le pasó por la frente la idea del suicidio.
cribe a Manuel— quizá por culpa de la vida, que no me Ya tiene la pistola en su poder, ya señalada la hora y
ha castigado suficientemente, a un callejón sin salida. el lugar del holocausto.
Salté las trancas arrebatada por una avalancha suicida. “Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen,
Quería morir, aniquilarme, era el premio al derrota- crucificado… Ya tengo apartado el sitio, en una banca
do, al hombre sin ojos.” Ha redactado la crónica del que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me
vasconcelismo, México en 1928, un drama, sobre el juicio sentaré para tener la fuerza de disparar…”
de José León Toral, asesino de Obregón; Episodio Elec- En la mañana del 11 de febrero de 1931. Sobre el rui-
toral y concluida la redacción de su Diario, que luego do del disparo se hizo el silencio eterno.
publicará Vasconcelos en La Antorcha. Las otras obras
de las que siempre habló, o quedaron inconclusas, o se (Ciudad de México, sábado 28 de febrero de 1981)
perdieron, o paran en poder de alguna de las personas
a quien trató en sus últimos días. Andrés Henestrosa, María Antonieta Rivas Mercado, editorial Mi-

Fiel al propósito de dar a conocer la obra de Rodrí- guel Ángel Porrúa, México, 1999.

guez Lozano, Abraham Ángel y Julio Castellanos, si

TINTA EN ALAS DE PAPEL 44 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Las llamas de Notre
Dame, los fuegos en
Antonieta*
A D R I A N A M A L V I D O

Columna publicada en El Universal, 24 de abril de 2019.

45 TINTA EN ALAS DE PAPEL


L
a imagen de Notre Dame en llamas queda-
rá en la memoria colectiva como símbolo 30 años dejando a un pequeño hijo que no la vuelve a
de la impotencia humana frente a la fuerza ver son tan trágicas que durante décadas el inmenso
del fuego; como metáfora de nuestra vulne- valor de su obra literaria y como promotora cultural
rabilidad; como el momento en que millones hicimos quedó en segundo plano.
un alto en el camino, por unas horas, para contemplar Mucho tiempo se responsabilizó a Vasconcelos. Por-
la escena. Y recordar: quizá un viaje a París, una vieja que cuando ella lo busca en París y le pregunta si la nece-
postal, la obra de Victor Hugo, el río Sena, un poema de sita, él le responde que nadie necesita a nadie más que a
Mallarmé... o el suicidio de Antonieta Rivas Mercado. Dios. Pero la lectura de los diarios de Antonieta y de sus
“Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen, cartas a Manuel Rodríguez Lozano (que, en su versión
crucificado... Ya tengo apartado el sitio, en una banca más amplia, acaba de publicar Tayde Acosta Gamas en
que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me dos tomos con las obras completas) permite ver que, en
sentaré para tener la fuerza de disparar (...) Voy a ba- el cerebro y el corazón, en las convicciones y los senti-
ñarme porque ya empieza a clarear (...)”, escribió An- mientos de una de las mujeres más brillantes del siglo
tonieta en su Diario antes de darse un tiro en el pecho XX en América Latina, había varios fuegos ardiendo.
el 11 de febrero de 1931. Iba vestida de negro y con un La angustia económica, el saqueo de su casa en México,
sombrero de velo cubriéndole el rostro. En su bolsa, honda decepción ante el fraude electoral y la represión
sólo una carta y la foto de un niño. La intensidad de al movimiento vasconcelista, un estado anímico con
sus palabras, el uso de una pistola tomada del despa- exaltaciones emocionales de arriba para abajo... Y, so-
cho de José Vasconcelos y la forma en que muere a los

TINTA EN ALAS DE PAPEL 46 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


bre todo, ardía por dentro: el amor por su hijo Donald, Seis décadas después del suicidio, en febrero de
a quien piensa que no podrá darle la vida que merece. 1991, Donald logra decir: “Mi madre era una fuera de serie
Donald tenía 11 años cuando su madre le deja una (...) Y diseñó su muerte, como en el teatro, estableció la
carta a Arturo Pani, entonces cónsul en París; ahí le escenografía más dramática posible, también eligió su
pide que recoja al niño en Burdeos, donde vivían en vestuario, ahora puedo verlo objetivamente”.
una casa de huéspedes, y lo entregue a su padre, Al- En 2010, Kathryn Blair publica la edición definitiva
berto Blair. En el 60 aniversario de la muerte de An- de su novela con un epílogo nuevo donde Donald re-
tonieta, lo entrevisté. Su esposa Kathryn, que en ese cuerda los años con Antonieta, su vida a salto de mata
momento escribía A la sombra del Ángel, nos acompañó. (“Donde estuviera mi mamá era mi casa”), sus travesías,
Inolvidable la emoción de un hombre de 70 años que el día del suicidio, el sentimiento de enojo y abandono
narra a punto del llanto: “En los últimos diez años he que lo acompañó tanto tiempo, su propia experiencia
llenado mi corazón de amor y de perdón, y los recuer- heroica con las Fuerzas Aliadas durante el desembarco
dos de mi madre son los de su ternura; la veo ahora en Normandía el Día D... Lo vi la noche de la presen-
como una mujer que tenía enormes deseos de hacer tación y encontré la mirada de quien luego de un largo
bien a su alrededor y a su país”. camino a Notre Dame se ha liberado. Como el niño
Mi hijo, no quiero pensar más en él; le dirán que estoy en- que por fin recuperó a su madre, se enorgullece de ser
ferma, en un sanatorio, y su padre inmediatamente mandará su hijo y puede decirle que la quiere.
recogerlo; es mejor para el futuro de mi hijo; le quedará sólo Una historia cuyo epicentro es la Catedral de Notre
el recuerdo de una infinita ternura. (Del Diario de Burdeos.) Dame, corazón de París.

47 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Último adiós a
Antonieta Rivas
Mercado
Entrevista a Raoul Fournier* por Jorge Vértiz
Gargollo (Ciudad de México, 1981)

E
sta entrevista la videograbé el año de 1981 en la residencia del doctor Raoul
Fournier, ubicada entonces en el barrio de San Jerónimo, al sur de la Ciudad
de México. Formó parte de un proyecto para hacer un documental sobre mi tía
abuela Antonieta Rivas Mercado (1900-1931). En la búsqueda de testimonios
informativos, Luis Mario Schneider me sugirió acercarme al doctor Fournier. Así lo hice,
y él, al escuchar mi petición, aceptó amablemente recibirme y platicarme sobre su amis-
tad con Antonieta. Debe tenerse presente que la entrevista se llevó a cabo cincuenta años
después de los hechos que él aquí relata. En 1981 el doctor contaba con 81 años. Al volver
a escuchar y analizar la transcripción, encontré algunos datos contradictorios que pueden
dar al estudioso especializado elementos para dudar del resto de los sucesos narrados. He
decidido conservar esos “errores” y sólo señalarlos con un sic, pues, como sabe cualquier

* Raoul Fournier Villada (1900-1984). Médico gastroenterólogo, profesor y director de la Facultad de Me-
dicina de la UNAM (1954-1962). Durante el periodo de su gestión el doctor Fournier propuso un cambio
en el plan de estudios de la carrera, sugiriendo incluir la enseñanza, para él esencial, de filosofía e historia
de la medicina. Reconocido también como un extraordinario humanista.
Fournier fue, junto con sus cercanas amistades y colegas Ignacio Chávez, Efrén del Pozo, Gustavo Baz,
Salvador Zubirán, Manuel Velasco Suárez y varios otros honorables y reconocidos médicos, uno de los
pilares que revolucionó la medicina en México a inicios del siglo XX.
Entre los años 1941 y 1954 tuvo los cargos de director general de Asistencia en el Distrito Federal, jefe
de la Sección Clínica del Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales y jefe de servicio del Hospital
General de la Ciudad de México.
En 1966 fue director del Hospital General de la Secretaría de Salubridad y Asistencia y en 1968 fue
presidente de la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina. Entre 1970 y 1974 presidió el
V Congreso Nacional de Gastroenterología.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 48 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


historiador, la memoria de los amigos es emotiva a la vez que veleidosa, y la vida de los
personajes míticos, como fue la de Antonieta, se van cargando irremediablemente de
fantasías de biógrafos y seguidores. La que sigue es una transcripción verbatim del audio,
a la cual, por cortesía al lector, sólo le agregué puntos y comas aquí o allá, y decidí dialo-
gar los parlamentos que él recordó, para hacerla más tersa y comprensible en su paso del
lenguaje hablado al escrito.

Jorge Vértiz Gargollo

Era el año de 1928. Llegaba yo de París, y había traído conmigo una serie de discos, de
documentos de los movimientos artísticos y culturales de aquella época, pues estaban
muy de moda Cocteau, las cosas de André Gide. Iba en declive la popularidad de Anatole
France en cuanto a la parte literaria. El ballet ruso en París con Nijinsky y el manager
Diáguilev había dejado un impacto tan grande. Realmente el mundo cultural francés ha-
bía quedado conmovido ante esas manifestaciones... Los decorados de Bakst, de... bueno,
pues luego los pintores que hicieron cosas para el ballet también conmovieron mucho a
Francia. Sentíamos que, efectivamente, el siglo había terminado. Para cualquiera de no-
sotros en mi época el siglo había terminado con [el final] de la Primera Guerra Mundial.
Yo les hablo de mi llegada a París en 24, donde ya se desarrollaban acontecimientos
que hacían prever la transformación del mundo cultural, como les digo, estaban de moda
entonces esos escritores, y yo todavía metido en las lecturas de Anatole France. Por cier-
to, llevaba yo todavía Le petit Pierre, uno de los libros de Anatole France, de los últimos;
lo llevaba conmigo, había sido una lectura del barco y algunos otros libros de él, que era
el summum de la cultura literaria.

Raoul Fournier retratado durante la entrevists que le hizo Jorge Vértiz.

49 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Estando en París, un compañero en el hospital me que se representaba en París ya eran un poco deca-
dijo: dentes... Entonces hace su aparición en el horizonte
—¿Pero tú todavía estás en Anatole France? —yo le intelectual de París, del París teatral, una persona que
confesé que sí, y luego—. Pero, hombre... Mira, te voy también duró poco en el firmamento literario, que fue
a llevar ahora para que conozcas a la gente moderna el creador de Maya, Simon Gantillon. Esa comedia tan
de la intelectualidad de París, a Gide, que acaba de atrevida la estrenaron en el Teatro de la Comedia de
sacar un libro maravilloso. Seguramente allí va a estar Champs-Élysées. Estaba yo en el último lugar del anfi-
Cocteau, del que tú ya me has hablado... Ya lo leíste, teatro, en el lugar más barato, pero me alcanzó el dine-
El Potomak, ese famoso libro de Cocteau, El Potomak. ro para comprarme el libreto, que vendían a la salida.
Conocer a aquellas gentes a través de este compa- Entonces, me hice del libreto, lo volví a leer. Claro que
ñero mío, que estaba muy enterado de los movimien- cuando tuve dinero pues volví a verla, ya en un lugar
tos artísticos de París, pues me llenó de gozo. Y conocí mejor y enterándome más del argumento.
a aquellas gentes, en el invierno de 1924 y 25. Enton- Yo quedé tan impresionado... Fue una comedia tan
ces, aquella ida al party, a una casa donde iban a estar importante en aquel momento en París, porque ya no
Gide y Cocteau, era una reunión de literatos. Y conocí eran las cosas de cierto doblez sexual, pues si ustedes
ahí también a Radiguet, que era entonces la promesa recuerdan, la comedia Maya que se representó aquí en
más grande de Francia en la literatura... Pues Radi- México se trata de las prostitutas de Marsella, es una
guet desapareció, como saben ustedes, murió pronto. exhibición de la zona roja de Marsella, donde una de
En cambio, la literatura se sostenía con los literatos las prostitutas, Maya, es, por decirlo así, si no la lide-
modernos. resa del grupo, cuando menos la de más ideas. Y claro,
En el teatro, naturalmente, se daban transforma- la voz de la mayor parte de las prostitutas está a cargo
ciones muy grandes, que seguían el movimiento litera- de Maya, que contaba los padeceres y los sufrimientos
rio general. Y las comedias de Henry Bataille, de todos y todas las cosas de las prostitutas. Y ella va desarro-
los expresionistas. Toda la gente y el teatro europeo llando, desde la accesoria donde tenía su comercio, va

TINTA EN ALAS DE PAPEL 50 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


desarrollando una serie de entrevistas, muy graciosas de otras manifestaciones culturales que me llamaban
unas, y como se dice en francés, poignant, desgarrado- la atención.
ras las otras. De aquellos hombres, de aquellos marine- Tenía yo un amigo, uno de mis fieles amigos, Eduar-
ros que llegan al puerto a buscar una mujer, y claro, la do Villaseñor, que hace poco murió, hace dos años mu-
mujer más fácil es la que está al alcance. Era el barrio rió... Él era michoacano, formaba parte de un grupo de
de las prostitutas de Marsella, entonces, con cualquier michoacanos que fue después muy ilustre. Estaban con
dinero, con cualquier... a veces, objetos, daban a cam- ellos Ignacio Chávez, Manuel Martínez Báez, [Gabino]
bio de un momento de placer sexual. Y Maya va con- Fraga, [Salvador] González Herrejón... Michoacanos
tando sus experiencias. El drama se desarrolla porque que también tenían intereses culturales. Bueno, pues
Maya, en un descuido, tiene un hijo, que pierde. Y en- entonces Eduardo Villaseñor me dijo:
tonces todas las prostitutas cambian su aire alocado y —Oye, mira, donde te pueden oír mejor y aprecia-
solicitante, se cambian en unas lloronas, todas de ne- rán las cosas que tú sabes y has visto es en este grupo
gro vestidas van al cortejo del hijo de Maya que se ha que ha formado una amiga.
muerto, a enterrarlo. La comedia se desarrolla más o —¿Quién es?
menos en esos términos. —Pues es una señora, Antonieta Rivas [Mercado], la
Llegaba yo a México en el año de 1928 con la impre- hija del arquitecto Rivas [Mercado].
sión todavía de Maya y de otras obras de teatro. [Hen- El caso es que me llevó una tarde con todo mi arsenal
ri-René] Lenormand estaba muy de moda, traducían de libros y discos a casa de Antonieta Rivas [Mercado],
ya cosas de O’Neill... Y en fin, yo estuve en París desde que estaba situada en la esquina de lo que ahora es Insur-
el 24 al 26, y, claro, era una ciudad que dejaba una nos- gentes y Avenida Álvaro Obregón. Allí estaba una casa
talgia profunda. Yo a París siempre la he querido y la hecha por [el arquitecto Adamo] Boari, y bueno, era una
sigo queriendo, como a una novia, como a una mujer, de esas casas frías como se usaron en esa época de la ar-
no como a una ciudad. Hay otras ciudades que son más quitectura modernista. Todo tenía tendencia grandiosa:
ricas y todo lo que se quiera, pero eso de sentir que en eran unos cuartos muy grandes, muy amplios, muy altos,
París había yo adquirido una personalidad, que había muy fríos, con la fachada que ya no [...] tenía ningún
yo olvidado algunas cosas de mi pasado angustioso... y revestimiento, es decir, ya el material al exterior tal cual
sentía yo un cariño deveras humano, profundo por la era, sin ponerle ningún disfraz. En la casa había una sala
ciudad. grande, [y] una señora estaba sentada en un sillón late-
Regresé en 27 y en 28, cuando tuve que regresar ral al lado del sofá principal de la sala, donde se veían
por exigencias de aquí, ya universitarias y del ejerci- objetos modernos y muebles antiguos de otras épocas.
cio profesional. Regresé a México trayendo, como les Bueno, pues, pienso yo... ¿sería ya art nouveau la cosa?
digo, un bagaje bastante nutrido. Claro, no suficien- No, no había cosas art nouveau, se habían saltado el art
temente para pensar que era una cosa extraordinaria, nouveau. Estaba todavía en auge un estilo con interven-
que eran unos discos, libros, en fin. Entonces, como ción norteamericana, ese estilo horrible que se llamó el
yo había sido amigo, en ese año de 27, de los que ya mission, en que los sillones eran muy feos y grandes, eran
comenzaban a formar el grupo Contemporáneos, que incómodos... En la sala estaban ya instalados [Xavier]
habían sido compañeros míos de la preparatoria... Jai- Villaurrutia, Salvador Novo. No vi a Jaime Torres Bodet
me Torres Bodet lo había sido [desde] la primaria... en esa primera reunión. Bernardo Ortiz de Montellano
En fin, había yo conocido a Villaurrutia, a Owen, a sí estaba... En fin, muchos de Los Contemporáneos.
Cuesta, a Bernardo Ortiz de Montellano, que era muy Le pregunté a Eduardo Villaseñor:
amigo mío. Bueno, trabajaban ya en la manufactura de —¿Es el grupo de Los Contemporáneos?
una revista, [cuando] era yo oficialmente, por ese año —No —me dice—, es el Grupo de Ulises, se llama el
de 27, el médico de ese grupo. Claro, me tenían mucho Grupo de Ulises.
afecto, y yo como llegaba con una cabeza llena de pá- —¿Pues qué ya no tienen la actividad de antes? —
jaros... algunos eran científicos, eran de mi medicina, pues se reunían para eventos exclusivamente poéticos
de la que he ejercido y he vivido siempre, y de cosas, o literarios.

51 TINTA EN ALAS DE PAPEL


—No —dice—, ahora es más amplia la cosa. ban y las reacciones que había tenido en París, en esa
Me presentó a la señora Antonieta Rivas [Merca- época en que triunfaban [Lucien] Rebatet, Lenormand
do], [...] con muchos detalles: “un amigo íntimo que y otras personas, algunas de ellas de corte antiguo y
acaba de llegar de París con las últimas novedades”. Lenormand ya de un corte teatral moderno. [Ellos]
Llegar de París y con discos y con cosas literarias principiaban a abrirse el paso en la cultura francesa.
era de gran tono. Todavía no triunfaba la literatura Bueno pues, la leyó ya bastante bien Pepe Gorosti-
mexicana, que estaba, por decirlo así, en pañales. La za, y entonces le dice Antonieta:
música, todo estaba en un estado de principio, casi casi —¿Y por qué no la traduce, Pepe?
larvario. Y ella me puso mucha atención, y me dijo: Y le contesta:
—Qué ganas tengo de oír sus discos, y présteme un —Porque se necesitan los derechos del autor.
libro. —No —yo dije—, esto ya es una cosa del dominio
Entonces lo que tenía yo más a la mano era la co- público. La estaban vendiendo en el teatro, y yo creo
media Maya de Gantillon, la tenía en el bolsillo, y me que con que se le escriba una pequeña cartita a Gan-
dice: tillon... [A él] le dará mucho gusto que se universalice
—¿Qué trae ahí? su teatro.
—Pues esta cosa que les quisiera yo enseñar... Yo no sé si Gorostiza escribió o no, pero como un
Y entonces se convirtió esa sesión... Comenzó a mes después me dice:
leer Antonieta [...] algunas cosas, para ella nada más, y —Raoul, quiero que me ayudes a la traducción, para
[luego] pidieron que las leyera [en voz alta]. Entonces que me des exactamente algunos giros —porque, claro,
el que sabía un poco de francés [era yo, pero] no qui- mucho era de argot, era una comedia, como les conté
se atreverme a leer, aunque hablaba yo ya el francés a ustedes, que se desarrollaba entre prostitutas y mari-
de corrido, suficientemente bien... lo recuerdo... no lo neros, y no era cuestión de que se empleara un lengua-
quise leer por la timidez de no darle la entonación a je muy adecuado.
las cosas ante gentes tan eminentes. Entonces la cogió Entonces Novo dijo:
Villaurrutia, y me dice: —Bueno, es una cosa bastante complicada y difícil
—Bueno, pues yo la voy a leer. para el público mexicano, pero, en fin, vamos a esperar
Entonces, la leyó. Primero comenzó a leer en fran- la traducción que haga Pepe Gorostiza.
cés, y yo estaba horrorizado. Le dije: Desgraciadamente, perdí esa traducción de Goros-
—Mira, no van a entender lo que es Maya, ¿por qué tiza, porque me había puesto una dedicatoria muy ca-
no [se las] traduces al español? riñosa, diciéndome que no nada más era trabajo de él
Entonces comenzó a hacer la traducción. sino que había sido trabajo de [ambos,] ayudado [por]
Yo les advierto a ustedes que traduje en francés la persona que había traído la comedia de París, y que
desde muy muchacho. Cuando entré a la escuela de era yo, y que habíamos escrito una carta a Gantillon
medicina todos los textos eran franceses, y los tradu- pidiendo la autorización para la traducción, y a los
cíamos de corrido al español. Así que más que saber editores [...] requisitos. Y entonces dice Novo:
francés, los médicos de aquella época conocíamos la —Yo les traigo aquí una cosa más moderna que lo
traducción del francés. que trae Raoul Fournier.
Bueno, yo ya conocía el francés, pero traducía co- Bueno, todo mundo se quedó... Novo ya [tenía]
rrientemente. Me instaron nuevamente para que yo la prestigio de poeta. “¿Cuál es?”, le preguntaron, y pues
leyera. Entonces, Villaurrutia la pasó a manos de un era la cosa esa de Welded, de O’Neill, que se tradujo con
hombre delgado, pálido, tímido, tan tímido o más que el nombre de Unidos o Amalgamados, y él ya traía lista
yo, que era José Gorostiza. José Gorostiza sí tenía cos- la traducción que leyó.
tumbre de traducción, y cogió la comedia y la leyó. Claro, como el teatro de O’Neill... Aunque yo ha-
Así es que la primera sesión y la primera entrevista bía visto alguna cosa ya de O’Neill, pues sí, me pareció
con Antonieta se refirió a esa obra, a Maya, a que le muy bien y todo, pero tenía ciertas reticencias, so-
contara yo al público allí reunido cómo la representa- bre todo en cuanto a la interpretación, porque yo me

TINTA EN ALAS DE PAPEL 52 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


acuerdo de aquella época en que el teatro de O’Neill, tidad de snobs que siempre flotan en todas las ciudades,
cuando se representaba, se representaba por grandes y [que] comenzaban a sobresalir en México de mane-
actores, sobre todo ese diálogo de Welded es una cosa... ra muy importante, acudieron a la representación de
un diálogo muy profundo, y muy matizado. Entonces, Welded.
Salvador, que era muy audaz y tenía todos los pelos en Yo había visto ya la obra, y era una cosa tan dife-
la mano cuando él quería una cosa para hacerla triun- rente, tan deslavada, tan falta de pasión, incluso de
far, dijo: Antonieta, aunque tenía una gran memoria y se había
—No, eso lo puede hacer, el papel de ella lo puede aprendido muy bien su papel y todo. Pero aquel apa-
hacer Antonieta, y el papel del enamorado lo puedo ha- sionado, que era el que tenía que hacer Novo, estaba
cer yo. siempre de espaldas al público... No me acordaba, te-
Bueno, ante esa voz autoritaria, aprobada desde nía miedo de dar la cara al público, [y] entonces todo
luego por Antonieta, se repartieron los papeles. Eran era hincado frente a ella, que estaba como en un tro-
dos, un diálogo, y se acordó que los próximos ensa- no, con un ropaje muy elegante, con una bata, con una
yos ya no serían en su casa sino en una casa que tenía cosa muy elegante, y él casi de rodillas, todo [el] tiem-
Antonieta, recuerdo que era la calle de Mesones, que po de espaldas al público... Pues yo creo que todos los
era una casa casi sin muebles, donde se podía hacer snobs aplaudimos, pero las gentes un poco más serenas
muchos ensayos. Organizaron una especie de escena- vieron con reservas la primera manifestación, la pri-
rio... En fin, entonces los ensayos de Welded continua- mera representación del teatro de O’Neill, del nuevo
ron allí. Se representó la pieza en el teatro mejor de teatro de O’Neill.
la época, que era el Teatro Fábregas, el antiguo, no el Maya, la obra de Gantillon, se estrenó en el Teatro
de ahora. Era el teatro de comedia por excelencia, y lo Arbeu, con una actriz joven, corpulenta ella pero bue-
alquilaron, lo alquiló Antonieta para la representación na actriz, que se llama Gloria Iturbe, con la ayuda de
de Welded. Claro, con un éxito [entre el] público muy la señorita [Guadalupe] Bracho, [que] actualmente se
grande, porque había trascendido ya en el ambiente llama Andrea Palma, y otras mujeres [de las] que no
mexicano, no tan sólo en el cultural. Pero la gran can- recuerdo bien sus nombres.

53 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Tuvo tal impacto en México la representación de mí la creación del Grupo Ulises, que como les platiqué
Maya, que de nuevo nos reunimos una vez [más] con en un principio, yo ya vi formado... Yo no puedo ha-
Antonieta, con el objeto de ver qué otra comedia que blar de la formación de y cómo fue ni qué se hizo para
tuviera tanto éxito [...] no había tenido tanto que en que Antonieta formara el grupo. Me imagino que co-
un teatrucho, que se llamaba Teatro María Guerre- menzó a convidar a alguno de Los Contemporáneos y
ro, que después fue el Cine Briseño, allá en la colonia paulatinamente se fue formando el grupo, eso no lo sé.
Guerrero, no sé si Briseño o qué nombre, pero se hizo Ese año 29, principios del 30, dejé de ver a Antonieta
una comedia que se llamaba... un sketch, una revista Rivas. Sucedió que yo, como hacía mi especialización,
que se llamaba La Mayá de Panamá, porque las calles de regresé a Europa en el año de 1930. Naturalmente, mi
Panamá eran el reducto de las prostitutas en aquella sede [era] París, y después hacía yo viajes a otros luga-
época de los gloriosos twenties. res. En aquella época tenía yo pensado hacer un viaje
Fue ahí donde tuvo tal auge, que Agustín Lara [sic] a Alemania, a Hamburgo, donde estaba un profesor,
(amigo mío) había compuesto una cosa que me enseñó, que [comulgaba] con aquella idea de los alemanes en
y me tocó aquella famosa canción, de él: “Vendo placer aquella época de conquistar México a como diera lu-
a los hombres que vienen del mar”. De ahí salió la can- gar... Venían muchos profesores alemanes, entre otros,
ción de Agustín Lara que se popularizó mucho y la pu- Reichenau, un parasitólogo muy importante, un gran
sieron en una película que dirigía Arcady Boytler y maestro [que] tenía a su cargo una dependencia del
que cantaba la mujer de Boytler, Lina, que cantaba en Instituto de Enfermedades Tropicales de Hamburgo.
esa película pero no se veía ella [...] sino que cantaba, Cuando vino a México, me había invitado a ir a un
como una cosa de fondo. curso que iba a dar a finales del 30 y a principios del
Bueno pues, eso tiene poco que ver con el tema que 31, [y] acepté la invitación. Yo había llegado a París en
nos ocupa [...] Después de esa época dejé de ver a An- aquel año, como en agosto. Todavía no terminaba el
tonieta. Tuvimos una amistad creciente pero efímera verano, al contrario, estaba en su apogeo, y me pasé
en aquella vez, porque nuestra amistad duró del año [ahí] el final de agosto, toda la mitad de agosto. Una
de 1928 a los albores de 1929. vez que fui al Consulado de México, que estaba en-
Antonieta era una mujer... bueno, ¿ustedes cono- tonces en el Boulevard de la Madeleine, a cargo del
cieron a Olga Tamayo en sus buenas épocas? [...] Yo la señor Pani, no el señor que fue ministro de Relaciones,
describiría diciendo: de estatura media, de tipo muy sino de su hermano. Iba yo a preguntar si había llega-
mexicano, con un color de piel como de barro de Gua- do alguna carta de México, porque como yo viajaba
dalajara, clarito, y lo demás de las facciones, nariz del- frecuentemente, prefería que me mandaran las cartas
gada, ojos vivos, boca chica y, como buena mexicana, al Consulado. Un día me encuentro con Antonieta Ri-
de pies también pequeños. Eran las cosas en que yo me vas. Me acuerdo de su traje de aquellos días: elegante,
fijaba. Era una mujer sin grandes relieves en el cuerpo, una ropa ligera, y un sombrero de paja como [del tipo]
y era vivaz, muy atenta, no atenta en el sentido bur- Panamá, que después inmortalizó en un retrato que se
gués de la palabra, sino atenta de atención, prestaba hizo famoso... Era un sombrero de Panamá con una
mucha atención a las cosas, o cuando menos así lo ha- cinta con lunares, azul con lunares blancos. Así la vol-
cía señalar o así parecía; prestaba mucha atención a lo ví a ver en el Consulado de México. Y me preguntó
que se le decía, y muy simpática, siempre susceptible y [que qué hacía en París. Le conté que iba] a continuar
receptora para toda cosa nueva. algunas cosas, [que acababa] de terminar una estancia
En aquella época la estrella latina de un feminismo al lado del profesor [Victor] Balthazar, [...] el jefe de
intelectual era Victoria Ocampo, la famosa escritora, medicina legal en Francia. Yo ya había terminado su
crítica, imán de artistas y gente snob de Buenos Aires. curso, pero había dejado muchos contactos afectuosos.
Pues un poco eso era Antonieta. La pretensión de Vic- Principalmente con la gente de abajo, porque yo en
toria Ocampo había sido tener un salón siempre lleno mi juventud todavía trabajaba de mozo de hospital,
de gente interesante, de gente que poseía algo y sobre así que tenía yo cierto gancho para la gente, para el
todo algo de interés. Con Antonieta sucedió eso, para trabajador francés, sobre todo para el trabajador de

TINTA EN ALAS DE PAPEL 54 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


hospitales. No puedo presumir de otra cosa. Le plati- porqué de esas cartas apasionadas hacia Manuel Ro-
qué todo eso, y me dice: dríguez Lozano. Probablemente las hizo y no me las
—Ah, qué interesante ha de ser... Bueno, quiero ha- contó, porque sabía que yo tenía amistad con ese tipo
blar con usted y platicar un poco de nuestro México. de mexicanos que eran entonces los mexicanos ilus-
—¿Y qué pasa en México, qué hay? tres que llegaban a Francia. Ella no me contó ninguna
Entonces nos citamos para el día siguiente en un café cosa de esa pasión, pero me sorprendió, desde luego,
que estaba frente a la iglesia de La Madeleine, que se cuando Manuel Rodríguez Lozano, aquí en México,
llamaba Weber y al que los franceses le decían Veber. Era me contó años después y me enseñó la corresponden-
un café muy famoso en París... Como allá no se usaba cia de Antonieta Rivas Mercado. Yo reconocí su letra,
(ni se usa en ninguna parte) el ritual del desayuno (eso de alguna dedicatoria que me puso en algún libro, su
es aquí en México), pues nos dimos cita para [desayu- firma habitual, pero no conocía su modo de escribir;
nar], tomar nuestro café con un croissant... Allí nos di- cómo era su escritura no la podría yo definir.
mos cita, y nos vimos. El primer encuentro fue como a Hablábamos de todas esas cosas, como le digo,
principios de agosto, en pleno calor. Ella con una cinta sin mencionarme a Vasconcelos, o si lo mencionaba,
en el sombrero, o con otra, pero siempre usaba su som- porque era una admiradora ferviente de Vasconcelos,
brero de Panamá con distintos adornos. Yo la veía más no sé si, como se dijo entonces, era la amante de Vas-
atractiva que cuando la había conocido en México, pero concelos. Yo no lo supe... Yo notaba que cada vez que
ya con un temperamento completamente distinto: era nos veíamos, cada día o cada tercer día, la angustia era
una mujer un poco temblorosa, que denotaba la angus- creciente en Antonieta, que alternaba, como todas las
tia que tenía. Yo [esa] vez me vacié contándole todo lo angustias, con estados depresivos.
que había en México, lo que había pasado en México La última vez que estuvimos en el Weber, a punto
después de la derrota de Vasconcelos... En fin, todas de irme yo a Hamburgo, me dice:
aquellas cosas se las contaba yo a ella, y ella me escuchó —¿Pero promete usted que volverá, y volverá pronto?
con mucha atención. En un momento dado nos tuvimos —Sí —le dije—, sí. Yo nomás tomo el curso, que va
que despedir, ya entrada la mañana, [porque] ya la gente a ser de dos semanas en Hamburgo, y regreso. Nos ve-
comenzaba a pedir aperitivos ahí en el Weber, y noso- mos aquí en el Weber, nos vamos a ver el día primero
tros no le entramos al aperitivo sino que nos dimos cita de febrero [de 1931]. El primero de febrero es día de mi
para el día siguiente. cumpleaños, así es que vamos a desayunar y nos queda-
Así es que fue una amistad, quizá la más íntima que mos hasta la hora del aperitivo.
tuve con Antonieta, porque [nos vimos a diario]. No —Pero ¿promete que ese día sí se va a tomar un ape-
había ningún otro carácter en nuestra relación más ritivo?
que esa cosa [...] apasionada de ella [de querer] saber —Sí, lo prometo, sí.
hasta el fondo las últimas noticias de México. Le in- Entonces estuvimos cogidos de la mano. Me la co-
quietaban algunas cosas, entre otras, la presencia ya gió con fervor y con angustia, no presumo yo de otro
inminente de Vasconcelos en París: sesgo. Tomó mi mano, que sentí caliente y temblorosa,
—¿Sabe usted si va a llegar Vasconcelos? ¿O ha lle- y me dice:
gado y quién sabe en qué lugar de Europa esté? Pero ha —¿Pero me promete que vuelve para entonces?
llegado y se va a radicar aquí en París un tiempo. —Sí, le prometo [que] aquí estoy.
Yo no le puedo decir realmente si era un verdadero Estuve en Hamburgo, pasé mi curso y regresé a Pa-
sentimiento amoroso el de Antonieta hacia Vascon- rís justamente el día 30 de enero de 1931 para cumplir
celos o no, porque nunca me lo dijo, pero había otro la cita con Antonieta. El día de mi santo fui, y no en-
moscón de Antonieta, que era Manuel Rodríguez Lo- contré a Antonieta. No fue.
zano. [Él] sí se jactaba, [lo sé] porque yo tenía algu- Días después, en el hotel de estudiantes donde vi-
nos diálogos con él, se jactaba de que eran muy ami- vía, me dijeron: lo han estado buscando del Consulado
gos y que estaban a punto de ser amantes. Ella nunca de México. Fui al Consulado de México, y me dice el
me mencionó a Rodríguez Lozano, ni me explicó el cónsul Pani:

55 TINTA EN ALAS DE PAPEL


—Hombre, es necesario que identifique usted el ca- estaba desesperado. [Era de] tarde [cuando] me lo en-
dáver de una mexicana, que se acaba de suicidar en Pa- contré, en la rotonda de Montparnasse, y [me habló
rís. Yo creo que fue usted su amigo. Es en Notre Dame. acerca de lo terrible que había] sido el suicidio de An-
Se suicidó, y está el cuerpo en la morgue de París. tonieta. También estaba muy emocionado [...], hacía
[Le contesté que sí]. Como les cuento, acababa de casi comprender que tenía otra relación viva con ella,
estar en el servicio de Balthazar, y entonces sabía yo la misma que en ese tiempo, [según] me aseguró Ma-
reconocer a todas las gentes del medio. [En la morgue nuel Rodríguez Lozano, tenía [con él], así es que yo no
estaba] uno de los mozos viejos, que me dice: supe si... Cada quien decía que se había suicidado por
—¿Cómo te va? Hasta cuándo vienes... ¿qué pasó él, es decir, Vasconcelos era una persona nítida, muy
contigo? clara, no era fabulatorio, y Manuel Rodríguez sí, así
—Ahora no vengo a ninguna cosa de enseñanza, que ya había inventado una fábula y decía que había
vengo a reconocer un cadáver. perdido a la mujer de su vida y que quién sabe qué...
—¿Cómo? ¿Quién? Pero no, la [relación] de Vasconcelos había sido más
—Sí, aquí está el cadáver de una mexicana que se clara y más precisa, aunque no me reveló tampoco que
mató en Notre Dame. Imagínate nomás, matarse en hubiera sido [su] amante, [sino se refería a ella como]
Notre Dame... una amiga apasionada, como él me dijo: “Era mi ami-
Bueno, pues sacó de una gaveta, envuelto en una ga apasionada”. Y efectivamente, lo había acompañado
sábana, el cuerpo casi congelado de Antonieta. La he- en sus lides políticas y todo eso, porque Antonieta lo
rida... dicen las crónicas que había sido en la cabeza, quería mucho.
que se dio un tiro en la cabeza, pero en realidad fue Pues, eso es lo que... bueno, excepto que esta cosa
levantándose el seno, se dio el balazo en el corazón. Y termina diciéndoles a ustedes que [llegó] Diego Rivera
el mozo del anfiteatro Balthazar me [mostró unas mar- [sic]. En esos momentos éramos amigos, conocido mío,
cas que] habían pintado con lápiz-tinta que se usaba y me dice:
entonces: un [círculo en] la entrada y en la salida de la —Hombre, me vengo a enterar de que Antonieta se
bala. [También] me enseñó el reporte médico legal: [la ha suicidado...
bala] había entrado con tino, había partido la aorta, Fuimos a Notre Dame, que acababan de reconsa-
el nacimiento de la aorta y el corazón de Antonieta... grar. Y ahí, en un altar donde estaba la Virgen de Gua-
[A Fournier se le entrecorta la voz, deja de ver hacia la dalupe [sic], ahí en una sillita de las que ponen a los
cámara y nos pide que paremos de grabar.] fieles para sentarse, porque allá no se usan las bancas
Lo que pasó en aquellos momentos fue terrible sino las sillas, pues nos sentamos a recordar aquellos
para mí, porque quedé con una impresión que hasta momentos, y [le conté] cómo había yo reconocido el
ahora me dura, y [me] brotan las pocas lágrimas que cadáver de Antonieta... Nos vimos en ese escenario,
tengo en mis ojos de acordarme de aquel momento todavía muy vigilado, [la Catedral de] Notre Dame.
terrible. La envolvió de nuevo en la sábana, la volvió Ahí me despedí de Diego, y me despedí realmente de
a meter en la gaveta. Firmé yo un testimonio de que Antonieta.
era efectivamente el cuerpo de Antonieta. Y, bueno,
pocos días después me encontré a Vasconcelos, que Transcripción: Judith Bravo

TINTA EN ALAS DE PAPEL 56 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Diario de Burdeos:
la revelación de un
mundo
I V E T T E T I N O C O G A R C Í A Y P O R F I R I O
M A U R I C I O G U T I É R R E Z C O R T É S

Quien está en un lugar, está en todas partes.


Quien está en todas partes, no está en ningún lugar.

Rumi

D
espués de los fatales acontecimientos del
11 de febrero de 1931, las pertenencias de
Antonieta quedaron bajo resguardo del
Consulado mexicano en Francia. El pe-
queño cuaderno rojo que acompañara sus reflexiones
durante su corta estancia en la ciudad de Burdeos ini-
ció en ese momento un largo periplo, de casi un siglo.
Un viaje trasatlántico lo trajo de regreso a México.
Recuperando como metáfora las palabras de la misma
Antonieta, ese diario sería “como un fragmento de ma-
dera, resto del naufragio, perdido en el mar”.1
Años después, en un recorrido cuyas vicisitudes
aún siguen siendo un misterio, el diario llegó a manos
de Luis Mario Schneider.2 Y así, el diario de Antonie-

1
Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos, edi-
ción crítica de Cynthia Araceli Ramírez Peñaloza y
Francisco Javier Beltrán Cabrera, México, Univer-
sidad Autónoma del Estado de México-Siglo XXI
Editores, 2014, p. 71.
2
Tayde Acosta Gamas señala que el manuscrito
llegó a Luis Mario a través de Herminio Ahuma-

Imagen: Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos edición


crítica, UAEM/Siglo XXI Editores, México, 2014.
ta se conservó como parte del acervo de la magnífica derno rojo terminó así su viaje vagabundo, mas no su
biblioteca de Schneider, en su casa de Malinalco, Es- andar, ni sus revelaciones.
tado de México. Schneider, filólogo, historiador y edi- Ese documento ha despertado interés intelectual
tor dedicado a recuperar a escritores de valía, publicó desde su publicación y ha dado la oportunidad de
Obras completas de Antonieta Rivas Mercado en 1987 (Oa- entrar al mundo íntimo de Antonieta para clarificar
sis-Secretaría de Educación Pública). En su edición se episodios de su vida y de su muerte y para tener una
dieron a conocer por primera vez fragmentos de lo que mejor comprensión de su pensamiento. Ese interés ha
él mismo tituló como “Diario de Burdeos”. Schneider sido puesto de manifiesto en las recopilaciones y edi-
aclaró que algunas de las páginas del diario habían sido ciones de investigadores como Fabienne Bradu, quien
desprendidas. Ese hecho abonó el terreno del misterio hace un acercamiento —aunque sin posibilidades de
y la leyenda en torno a la vida de Antonieta. ¿Quién cotejo con la original— en Correspondencia, publica-
arrancó dichas hojas?, ¿la misma Antonieta, un terce- do en 2005 (Universidad Veracruzana), y en Antonieta
ro? ¿Había en ellas datos que pudieran dar pistas sobre 1900-1931, que viera la luz en 2011 (Fondo de Cultura
el desenlace de su vida? Económica). Junto a las cartas, se encuentran también
Tras el deceso de Schneider en 1999, aun cuando su incontables referencias documentales, periodísticas y
trabajo profesional lo había desarrollado en el seno de literarias.
la Universidad Nacional Autónoma de México, por su En 2013, a iniciativa de la UAEM, la familia de An-
relación personal con el pueblo de Malinalco y los pro- tonieta Rivas Mercado y las responsables de la funda-
fundos lazos de amistad que ahí había tejido, su biblio- ción que lleva sus apellidos fueron invitadas a conocer
teca personal fue donada a la Universidad Autónoma el cuaderno original del diario. Así, después de 82 años
del Estado de México (UAEM). Como parte del largo de su muerte, miembros de su familia tuvieron la opor-
proceso de catalogación del acervo, en 2001 se identifi- tunidad de encontrarse con una parte sensible, íntima
có físicamente el cuaderno donde Antonieta escribiera de su propia historia personal. El diario, como objeto
su diario en Burdeos. Se reconoció de inmediato el alto cargado de simbolismo, restablecía la comunicación
valor histórico de ese documento y se le dio trato de con el pasado, resarcida gracias a la incansable investi-
“tesoro cultural”, resguardándolo en el Museo de His- gación de Kathryn S. Blair. Ese mismo poder simbólico
toria Universitaria José María Morelos y Pavón de la permitió que el director de Siglo XXI se interesara en
UAEM, ubicado en Toluca, Estado de México. El cua- sumarse para hacer una nueva publicación del diario.
La experiencia y visión de Jaime Labastida, el trabajo
de Cynthia Araceli Ramírez Peñaloza, Francisco Javier
da, yerno de José Vasconcelos. Herminio fue quien
Beltrán Cabrera y Cynthia Ortega Salgado, así como
guardó los documentos de su suegro, entre los que del equipo de especialistas para lograr el registro foto-
se encontraban los de Antonieta, que a su vez res- gráfico, paleográfico y de análisis histórico contando
guardó Vasconcelos a la muerte de ella. Presumi- con la asesoría de Belem Clark, permitieron publicar
blemente entre esos documentos se encontraba el en 2014 una edición facsimilar con aparato crítico,
diario. En su edición, Tayde presenta una transcrip- Diario de Burdeos. Esa edición hace posible cotejar ver-
ción de las hojas desprendidas del cuaderno rojo.
siones publicadas con anterioridad identificando alte-
Véase Antonieta Rivas Mercado, Obras, ed. Tayde
raciones en la escritura, reproducciones de frases, aña-
Acosta Gamas, México, Siglo XXI Editores, 2019,
tomo II, pp. 7-13 y la nota al pie en p. 14.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 58 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


didos apócrifos, entre otros elementos de importancia el marxismo; sobre la importancia del arte en la cons-
para el estudio del documento y de su autora. trucción de una sociedad y la cultura como liberadora
de los pueblos; y, en una idea casi utópica, acerca de
la grandeza del intelecto. Asimismo, plantea otras for-
II mas de interpretación de la gestación de un México
nuevo a partir del legado cultural e intelectual de una
Diario de Burdeos representa un tesoro. A través de la generación que rompe con su herencia para dejar hue-
propia voz de Antonieta y dirigiéndose a sí misma, nos lla como los creadores de un nuevo orden.
permite tener una percepción directa de su experien- Por otra parte, la lectura de Diario de Burdeos per-
cia y, así, comprender la grandeza del espíritu ante la mite convocar al mito y confrontarlo con un registro
fragilidad humana mediante un acercamiento sensible que devuelve la dignidad a una mujer reafirmada en
que permite palpar los intersticios de una biografía “el yo sensible, ponderado, trascendente, el yo pen-
fascinante. Hace visible, accesible, la profundidad de sante”,4 y, desde ahí, expuesta, develados su alma y su
su pensamiento, pues, en palabras de Hans Rudolf Pi- fondo obscuro sin ocultar su propio viacrucis, trazar
card, todo diario es el camino para encontrar su propia absolución. Per-
mite observar su sensibilidad para comprender las fi-
producto lingüístico de una autoconsciencia, [pero] no bras del ser, “[d]esmenuzar las resistencias y dejar que
es en absoluto un documento sobre la manera como suban a la superficie las verdades dolorosas, lamenta-
un individuo se limita a constatar de un modo neutral bles, vergonzosas, sublimes de que está hecha nuestra
cómo se encuentra en el mundo; todo lo contrario: en su humanidad.”5
calidad de confesión centrada sobre sí mismo, el diario Se distingue con claridad que—contrario a lo que
es la imagen filtrada a través de un temperamento par- se ha dicho y se sigue reproduciendo— Antonieta no
ticular, el proyecto de una idea, más inconsciente que estaba devastada. Se enfrenta con carácter y madurez,
consciente, que el yo tiene de sí mismo.3 nacidos de la experiencia y de su educación, a su propia
circunstancia. Se propone superar el abismo, retomar
Quien se acerca a Diario de Burdeos, sobre todo si se lo vivido y convertirlo en arte, como amor salvado. Se
toma como referencia la obra literaria y epistolar de revela como una mujer en busca de su espacio, de la
Antonieta, podrá observar que no versa exclusivamen- dimensión y la proyección de su presencia; una mujer
te sobre su vida íntima. Se encontrará también con que lucha por alejarse del “país de los terremotos” que
un conjunto de elucidaciones intelectuales y filosófi- es México para descubrir su propia verdad, sin miedo
cas sobre los temas que le interesaban y que, en casi y sin mentira. Al respecto, escribe:
todos los casos, culminaron en una obra artística. Se
encuentra una visión progresista, moderna y cosmopo- Me ahoga el recuerdo y temo sufrir, sabiendo no obs-
lita sobre la vida en pareja, la política, el capitalismo, tante que sólo enjugándome el alma con el sufrimiento
del recuerdo es como podré disponerme a seguir vivien-

3
Hans Rudolf Picard, “El diario como género entre
lo íntimo y lo público”, en Anuario de la Sociedad 4
Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos, p.
Española de Literatura General y Comparada, vol. 40.
IV, 1981, p. 116. 5
Ibidem, p. 41.

59 TINTA EN ALAS DE PAPEL


do. Se diría que soy toda tensión de voluntad y que he Marcada por el turbulento inicio del siglo XX, la obra
fijado una meta lejana, difícil, en la cual clavo los ojos de Antonieta será, también, México. Eso la uniría en
para no dejarme sentir este abismo que es mi vida, abis- esencia, propósito y aspiración a los distintos grupos
mo de soledad anhelada. Y es justo. No me dejo vivir. Me que formaban la clase media educada y que reclama-
empujo al trabajo ordenado, a la disciplina del esfuerzo ron cambios sociales y culturales para el país. De esos
constante, a la ambición de una conquista de reputa- grupos destacaba aquel que integraron Antonio Caso,
ción, al orgullo de formar a mi hijo, para no seguirme Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Jesús Acevedo, Diego
abandonando a la deriva, a la desesperación de estar Rivera y Pedro Henríquez Ureña, todos ellos que no
viva, viviendo una vida que no quería y que me embria- obstante su juventud tenían plena conciencia de las
gaba y enloquecía, para no ceder a mi pasión, para no oír presiones intelectual, política y económica.
más el reproche de mi otro yo, ni el castigo de mi inteli- Pero no es ésta la Antonieta que encontramos en las
gencia cayendo sobre mis sentidos en el instante en que páginas del Diario de Burdeos. No leemos a la pequeña
éstos, dormidos, no reclamaban ya su parte.6 bailarina de ballet que corría a los brazos de su padre,
ni a quien recorría Europa como parte de su educación.
Tampoco vemos a la esposa de Anthony Blair, ni a la
III mujer de nadie, ni siquiera a quien conoció a Pepe en
los bellos portales de Toluca. Nos encontramos a una
En las visitas al Diario de Burdeos se ha intentado buscar Antonieta que tratará de encontrar su propio centro
piezas que revelen el misterio en torno a las decisiones en medio de todo, de lo que había dejado atrás. Acaso
tomadas por Antonieta sobre su vida. Pero hay mucho el México caótico, pero no el México que se construye
más que eso. Hay respuestas entre sus páginas que son y desde cuya experiencia se proyecta la reconstrucción
también y principalmente sobre su obra. Y con esto de sí misma como mujer, como madre, como escritora,
nos referimos no sólo a la rica producción literaria, como voz mexicana:
sino a uno superior, un anhelo manifiesto a propósito
de su libro El que huía:7 Es vivir, es hoy, es este instante en su plenitud lo que me
mueve, es ahondar mi conciencia, es recrear mi mundo,
En este libro cuyo manuscrito termino he dicho verdad, y convalecer de haber vivido allá, donde todo es pasión
sólo verdad, y sé que habla la mirada que contempla des- y choque y aniquilamiento. Tierra de sismos.
de la altura y el corazón que ama. Amo a México con De todo aquel torbellino dos conciencias guardo.
dolor que nada calma y por eso, como consecuencia de La de haber amado mortalmente hasta traspasar mi pro-
mi amor, no, no amé, a Pepe, porque era el símbolo de lo pia pasión. La de haberme unificado con el destino de
mejor, de lo redimible entre nosotros y lo que confirma mi raza y mi cultura.9
esto es que no obstante el fracaso personal, las deficien-
cias múltiples, las rodadas profundas que hacen su senti- Al momento de leer esta reflexión en el diario, ve-
miento casi intransitable, sé que le pertenezco.8 mos cómo surge una voz histórica que no es de piedra y
que asume la responsabilidad de construir “en la forma
debida” la narración de los hechos para salvar lo vivido
6
Ibidem, p. 42.
7
Ibidem, p. 77.
8
Idem. 9
Ibidem, p. 45.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 60 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


del olvido y de la defenestración. Apela a la presencia turas equivalentes y, en diversos aspectos, superiores y
del testigo, y con ello, de un poderoso detonante para por contrarios, campeones de la teoría social opuesta
su obra escrita. Pero la voz también habla, madura, al comunismo. Los medios materiales son los mismos
del descontento por el resultado de la captura de la y las fuerzas vivas en movimiento, sin duda, se inclinan
revolución. El mismo sentimiento que acompañará y a fluir por la fórmula que, humanamente, es menos in-
guiará a la generación que ayudó a emerger y de la que completa, la de Moscú. La última fórmula que la huma-
forma parte. Desencanto por la falta de alternativas; nidad ha elaborado, pues el maquinismo, con su subse-
por la ambición, la indiferencia y la indolencia de los cuente acumulación de riqueza, que ha hecho amos a
seres humanos por los proyectos que cree perdidos, sin los [norteamericanos] más que una teoría social fue una
referentes que aporten a la organización y la democra- consecuencia casi imprevista de la máquina.
cia de las sociedades en América. Hay que decir clarísimamente que el proceder
De las emociones de quien logra comprender —con gringo es el mejor aliado de Moscú.10
amargura— lo que ve, sabe que si para ella no hubo
lugar ni salida tampoco la habrá para el pueblo que Es en medio de esa crisis que Antonieta hace planes
ama, con el que se encuentra por primera vez cuando para ser escritora, no para olvidar personas sino, sobre
los desgarra el grito de guerra fratricida, una más en- todo, para sanarse a través del arte. En el diario se lee
tre quienes no parecen haber aprendido la lección del —a propósito de postergar su crónica sobre la campa-
mundo que acababa de destruir. ña “vasconcélica” de 1929— una confesión:
También nos permite distinguir el alcance de su vi-
sión privilegiada, que si bien es producto de su vida, de Pero aún me queda una resistencia que vencer antes de
su posición, también los es del sufrimiento y del valor que pueda dar forma orgánica al material disperso que
de haberlo arriesgado todo por un ideal superior. Así, recojo, y ésa es abandonarme al recuerdo sostenido y
reconoce al enemigo, dentro y fuera cuando escribe so- doloroso de aquel instante: revivirlo en lo eterno. Estar
bre la torpe poseída, en forma de semejante a la de hace un año, por
injerencia norteamericana que está abonando el terre- el sujeto, con la diferencia de que ahora es para hacer
no para Moscú, pues a pueblos desesperados se les da arte, obra permanente, y antes era para hacer vida. Y
a escoger entre la esclavitud o sujeción al capitalismo otra cosa aún hay en juego. Ese libro es mi adiós a Méxi-
aplastante o al comunismo, y la elección no es dudosa. co, el definitivo, pues si ayer salí fugitiva, mañana, pu-
Hombres de negocio sin sentido trascendente. [Henry blicado un primer libro, no podré volver a entrar “por
Lewis] Stimson y la Conferencia Naval [de Londres de extranjera perniciosa”. Y esto me impone. Es definitivo.
1930] cuando se ahogaba a México. Así hay que hacerlo valer la pena. Con mi primer libro
Cuando los romanos eran dueños del mundo te- me despediré de México y entraré en el mundo al cual he
nían por contrarios a pueblos salvajes a quienes impu- de conquistar.11
sieron su ley, su civilización, aun cuando fueron a la [...]
larga destruidos por ellos. Los bárbaros se civilizaron En el año de 35, si Dios no dispone otra cosa, me trasla-
con lo que se mantuvo a flote del naufragio. La iglesia daré a París en donde, en sociedad con Jeanne Bucher,
floreció revistiéndose del poder espiritual de Roma.
Los romanos actuales, los norteamericanos, tie- 10
Ibidem, pp. 29-30.
nen por enemigos a los pueblos sujetos, de razas y cul- 11
Ibidem, p. 42.

61 TINTA EN ALAS DE PAPEL


me dedicaré a hacer ediciones de arte y a agrandar su IV
salón de exposiciones, mezclándome en la vida intensa y
superficial de la gente. Pero para ello necesito dos cosas: ¿Qué es lo que determina la manera en que concebimos
(1) tener publicada media docena de libros y subsecuen- el paso de las personas en el tiempo? ¿Cómo influyen
tes colaboraciones; (2) un capital de 150 a 200 000 [fran- las ideas de mujeres y hombres en la percepción gene-
cos] para el negocio y una renta de 10 000 al mes. Mi hijo ralizada del devenir de la historia? ¿Cómo explicar la
tendrá 16 años y yo 35. Habrá tiempo para todo. Puedo, presencia en la memoria colectiva de personas, vuel-
sin prisa, madurar.12 tas personalidades y personajes, como protagonistas
de una trama que trasciende su propia vida? ¿A qué se
Atrás quedaría todo: Carlos Chávez y la Orquesta debe esa búsqueda por reconstruir la vida de mujeres
Sinfónica Mexicana (posteriormente Orquesta Sinfó- y hombres hasta dar con el registro íntimo de sus ma-
nica Nacional); el Teatro de Ulises, “piedra de toque nifestaciones? Desde la antigüedad, los humanos he-
del teatro contemporáneo”, a decir de Octavio Paz, mos contado historias para adentrarnos en el mundo
el primer teatro vanguardista de México por el que porque, de alguna manera, siempre nos resulta extra-
Antonieta pagó la remodelación de una vieja bodega; ño. Acudimos a los relatos para tratar de liberarnos de
las traducciones de obras de Gide y de Cocteau, sus lo efímero de nuestra propia condición. Encontramos
participaciones como actriz principal. Atrás también episodios que nos acercan una y otra vez al dolor, al
quedaría su imagen en los muros del Antiguo Colegio amor, al cúmulo de sentimientos en que nos redescu-
de San Ildefonso, pintada por Diego Rivera; su labor brimos una y otra vez. Quizá nos guía la esperanza de
como directora del Departamento de Teatro, de la encontrar un rasgo común que sea individual y com-
Escuela de Música, Teatro y Danza de la Universidad partido a la vez.
Nacional; el programa cultural para escuelas primarias Al volver la vista sobre Antonieta, nos encontramos
del Conservatorio de Música (hoy Instituto Nacional con una mujer que ha trascendido lo efímero. Hoy me-
de Bellas Artes y Literatura), los bailes folclóricos y las rece ser reconocida como una mujer en toda su com-
representaciones de obras teatrales escritas y actuadas plejidad, pasión y compasión. Pero, como toda heren-
por los niños. Y no habría más reuniones en su casa cia recibida, debimos pasar por momentos de crisis y
de la calle Monterrey, en la colonia Roma de Ciudad renacimiento para saber qué hacer con lo que nos ha
de México, donde “reunía a estudiantes de todos los sido transmitido y legado. Sin intención de abstraerla
niveles sociales, sedientos de conocer la literatura mo- de sí misma, quizá es tiempo de dejar de referirla a
derna, [donde] discutían, ella les distribuía los libros partir de binomios opuestos, de dejar de etiquetarla
ya traducidos al español, les dejaba tareas, les daba de como mercancía de consumo cultural: mecenas, loca,
comer.”13 amante, puta, víctima, suicida. Invitamos a afirmarla,
Sin saberlo, en el exilio y el encierro autoimpuestos y su Diario de Burdeos es un camino para llegar a ella.
en aquel pequeño departamento en Burdeos, Antonie- De nosotros depende mantener encendida la luz de su
ta dejaba su huella en las bases para la reconstrucción intelecto.
de la vida social y artística de su amado país. En su
diario reflejó la síntesis de ser “dama de sociedad que,
a pesar de las críticas de su círculo y la seducción de vi-
vir una vida de lujos, enfocó su fortuna y su inteligen-
cia en la cultura como motor renovador de México”.14

12
Ibidem, p. 47.
13
Ibidem, p. 14.
14
María Susana Victoria Uribe, “Una ciudad y dos
historias”, en Kathryn S. Blair et al., Antonieta y
Vasconcelos / Un encuentro en Toluca, México, H.
Ayuntamiento de Toluca, 2015, p. 38.

TINTA EN ALAS DE PAPEL 62 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


A la sombra
de un libro*
A D R I A N A M A L V I D O

M
ario Vargas Llosa cita a Balzac y dice que la novela es la historia priva-
da de las naciones. A la sombra del Ángel de Kathryn S. Blair pertenece a
esa categoría. También hay libros poderosos que inciden en la vida real
y transforman la historia de sus personajes de carne y hueso. La “edición
definitiva” de este título es ejemplo luminoso de esa extraña posibilidad.
Cuando la escritora se casó con Donald Blair en 1961, ignoraba que Antonieta Rivas
Mercado, la madre de su esposo, se había suicidado en la catedral de Notre Dame el 11 de
febrero de 1931 a los 30 años de edad y que su único hijo, de 11, se quedó esperándola en
una casa de huéspedes en Burdeos. Al saberlo, en 1963, decidió investigar quién era aquella
mujer de quien ni Donald ni la familia hablaban. Y descubrió a una precursora de la cultura
moderna mexicana, que luchó por el arte, por los derechos de la mujer y el voto femenino,
que impulsó a Los Contemporáneos, que patrocinó la creación de la Orquesta Sinfónica
Nacional, del Teatro Ulises y la campaña vasconcelista... que escribía y amaba con pasión.
Su libro apareció en 1995, vendió 175 mil ejemplares y Antonieta creció en los lectores.
Pero Kathryn tenía pendiente la respuesta a una pregunta: ¿qué pasó con el niño?
Hace 20 años los entrevisté. Don empezaba a reconocer a su madre y a reconciliarse
con ella gracias a la investigación de Kathryn. El miércoles pasado lo vi en la sala Ponce
de Bellas Artes. Miraba a su esposa desde la primera fila, con ojos frescos de quien se ha
liberado, lo ha contado todo y ha perdonado. Ella presentaba la edición definitiva de A la
sombra del Ángel, un libro que encontró su punto final con un nuevo epílogo, joya donde
la historia se completa en voz del propio Donald que recuerda los años con Antonieta, su
vida a salto de mata (“Donde estuviera mi mamá era mi casa”), sus travesías, el día del sui-
cidio, el sentimiento de enojo y abandono que lo acompañó tanto tiempo, su propia ex-
periencia heroica con las Fuerzas Aliadas durante el desembarco en Normandía el Día D...
Kathryn y Donald tienen 90 años de edad. Ella sonreía como una niña traviesa que ha
logrado su sueño; y él, como el niño que por fin recuperó a su madre, se enorgullece de ser
su hijo y puede decirle que la quiere.
Por la mañana el presidente Calderón presentaba el programa oficial del Bicentenario
y el Centenario. Por la noche, Kathryn S. Blair se ponía en los zapatos de Antonieta para
preguntarse: ¿Qué ha cambiado en México en los últimos cien años?, y afirmar: “Que la
mujer mexicana se ha quitado la máscara de mártir”.

*Columna publicada en Milenio, 17 de febrero de 2010

63 TINTA EN ALAS DE PAPEL


TINTA EN ALAS DE PAPEL 64 INUNDACIÓN CASTÁLIDA
Diversa de mí misma

Antonieta Rivas Mercado fotografía de estu-


dio 1918 Ciudad de México. Colección Familia
Blair Rivas Mercado. Cortesía Fundación Ri-
vas Mercado A. C.
Perséfone la
vagabunda*
L O U I S E G L Ü C K

Traducción: Pedro Ángel Palou

En la primera versión, Perséfone


es arrebatada de su madre
y la diosa de la tierra
castiga a la tierra –esto es
consistente con lo que sabemos del comportamiento humano,

que los humanos alcanzan una profunda satisfacción


haciendo el mal, particularmente
el mal inconsciente:

podríamos llamar a esto


creación negativa.

La morada inicial
de Perséfone en el infierno continúa siendo
acosada por los académicos quienes disputan
las sensaciones de la virgen:

¿cooperó en su violación,
o fue drogada, violada contra su voluntad,
como le ocurre tan a menudo a las chicas modernas?

Todo es bien sabido, el regreso del amante


no corrige
la pérdida del amado: Perséfone

regresa a casa
manchada de jugo rojo como
un personaje de Hawthorne–

66 INUNDACIÓN CASTÁLIDA
No estoy segura de guardar
su secreto: ¿es la tierra
“casa” para Perséfone? ¿Está en casa, posiblemente
en la cama del dios? ¿Está
en casa en algún lugar? ¿Es ella,
una vagabunda de nacimiento, en otras palabras
una réplica existencial de su propia madre, menos
constreñida por ideas de causalidad?

Se te permite no gustar
de nadie, lo sabes. Los personajes
no son personas.
Son aspectos de un dilema o un conflicto.

Tres partes: de igual forma en que el alma está dividida,


ego, superego, id. De la misma manera

los tres niveles del mundo conocido,


un tipo de diagrama que separa
el cielo de la tierra del infierno.

Deberías preguntarte tú misma:


¿dónde está nevando?

Blanco de olvido
o profanación–

Está nevando en la tierra, lo dice el viento helado.

Perséfone está teniendo sexo en el infierno.


A diferencia de todos nosotros, ella no sabe
qué es el invierno, solo que
ella es la que lo causa.

Está recostada en la cama de Hades.


¿Qué pasa por su cabeza?
¿Está asustada? ¿Algo ha
manchado la idea
de mente?

Ella sabe que la tierra


es gobernada por madres, esto al menos
es cierto. También sabe
que ella ya no es lo que se llama
una chica más. Sobre
el encarcelamiento, ella cree

67 DIVERSA DE MÍ MISMA
que ha sido prisionera desde que ha sido una hija. ¿Qué harás
cuando sea tu turno en la batalla con el dios?
Las terribles reuniones que le aguardan
tomarán el resto de su vida.
Donde la pasión por la expiación
es crónica, feroz, no es posible que elijas
la manera en la que vives. No vives;
no se te está permitido morir.

Vagas entre la tierra y la muerte


que parecen, finalmente,
extrañamente iguales. Los académicos nos dicen

que no tiene sentido conocer lo que deseas


cuando las fuerzas que luchan contra ti
podrían matarte.

Blanco de olvido
Blanco de salvación–

Dicen
que hay una lucha en el alma humana
que no haya sido hecha para pertenecer
enteramente a la vida. La tierra

nos suplica que neguemos este combate, una amenaza


disfrazada de sugerencia–
como hemos visto en la historia de Perséfone
que debiera leerse

como una diatriba entre la madre y el amante–


la hija es solo carne.

Cuando la muerte la confronte, nunca habrá visto


el prado sin las margaritas.
De repente no está más cantando
las canciones de soltera
Sobre su madre y la fecundidad. Donde
hay una lucha, hay una ruptura.

Canción de la tierra,
canción de la visión mítica de la vida eterna–
* Louise Glück fue galardonada con el Premio Nobel de
Mi alma destrozada con el esfuerzo literatura 2020.
De tratar de pertenecer a la tierra–

DIVERSA DE MÍ MISMA 68 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Arte

Juan Soriano:
felicidad cumplida
JUAN JOSÉ REYES

A Elena Poniatowska, siempre

I una noche miraba a la Luna y le lanzaba algún ladri-

T
do de seguro sordo y perdidizo en el cielo amplísimo.
odo él hacía pensar en otra vida, en otro Aquel cuadro me encantó desde que lo vi. Siempre me
ser viviente, humano, fresca, intensamente transmitió cosas distintas. La soledad del perro. Su ca-
humano pero a la vez poseedor de una na- lor procedente de la imagen tibia de la Luna. La sole-
turaleza puramente animal, a la espera, al dad de la Luna, imperturbable, oronda en su desierto
acecho paciente y certero de las sorpresas que guarda- reino, participando en silencio en aquel diálogo impo-
ba para él el mundo y que anidaban en su cabeza afila- sible pero siempre actual con su asombrado mirador,
da en perpetuo movimiento. Parecía un pájaro —dicen enamorado, tristemente enamorado. Me hacía pensar
varios que lo vieron una vez al menos—. ¿Un pájaro? en los colores: duros, fuertes, como los de la vida que
¿Cómo habrá sido su vuelo? Una imagen lo sitúa en un ha tomado para siempre su lugar de un modo tenso
cielo abierto, pasajero perdido en la noche azul inter- y a la vez nostálgico. Azules, morados, negros, grises,
minable, entre estrellas que desgranan sus luces: rayos ocres.
solitarios, ecos perdidos. Parecía un pez. Sus avances y
sus sueños, su tiempo ondulado trazando mares nue- III
vos y verdes como sus ojos. Líneas de agua y agua ligera
y poderosa. Redes de agua donde queda atrapado cada Mantuvo siempre un muy vivo sentido de la amistad.
instante y cada horizonte es nuevo delante de una mi- Sabía desplegar en su mirada acuática sonrisas en con-
rada distinta. tinuo curso que vencían del todo la timidez que guar-
daba y revelaba su figura esbelta y de cierto encorva-
II miento, de menuda altura. Una fragilidad engañosa.
Tras aquellas líneas finas latía, daba saltos y corría con
Lo vi por primera vez cuando yo era un niño y él un suavidad y fuerza una energía sosegada y alerta, sor-
artista ya renombrado pero sobre todo un amigo de presiva. “Lo suyo no son los argumentos”, me dijo un
mis padres y muy allegado a una presencia muy que- día López Páez cuando le expresé que en unas horas lo
rida y constante en mi casa: el novelista Jorge López vería para entrevistarlo y publicar la conversación en
Páez. En el penthouse de Jorge había más de una obra el semanario donde yo colaboraba. “Vas a sufrir. Él sabe
suya. Recuerdo dos óleos de gran formato. Uno de ellos reír, le gusta contar recuerdos pero ideas, lo que son
un “Apolo y las musas”, que me intrigaba sin ganar mi ideas completas, abiertas o cerradas, no es lo que lo dis-
gusto; y el otro representaba la cabeza de un perro que tingue”, trató de prevenirme Jorge. “Ni falta que hace”,

69 DIVERSA DE MÍ MISMA
pensé sin abrir la boca con vistas a no acusar recibo de si no hubiera más que extremos. Cada uno de los de
la advertencia, no exenta de sorna, de la malicia que de- la Escuela Mexicana seguía su propio modelo, su For-
finió a mi amigo narrador. Con mi amigo el gran fotó- ma, y si no te atenías a una de ellas quedabas fuera del
grafo Ricardo Salazar fui a su departamento. Luego de mundo. Y no me interesaba eso. Estaba en mí que no
unos minutos y de ser recibidos por Marek —su com- me interesara, por una especie de intuición que me lle-
pañero muchos años—, apareció y se puso muy con- vó a rechazarlo. No podía transigir entonces, y menos
tento al advertir la presencia de Salazar, a quien “hace más tarde, con recetas, imposiciones que no llevan más
siglos” no había visto. Luego de que Marek hizo mutis, que a un convencionalismo imposible y de panfleto.
abrazó a su viejo amigo y de inmediato propuso salir a ¿Eran los muralistas buenos pintores? Claro que sí, y
tomar algo. Llegamos a un pequeño restaurante en una yo lo sabía muy bien. Me gustan retratos de niños de
de las calles de la colonia Cuauhtémoc. Estaba él de Diego Rivera, los de niños. De Orozco, los desnudos,
muy buen humor y me contó con algún detalle algunas las litografías en que aparecen prostitutas y burdeles.
de las experiencias que tan magníficamente recoge Ele- De Siqueiros, lo primero, cuadros breves, paisajes. No
na Poniatowska en Juan Soriano, niño de mil años (Pla- me gusta lo monumental que hizo. Desde siempre me
za & Janés, México, 1998). En realidad poco hablé yo. han chocado las ‘mexicanadas’. Y llegué a coincidir con
Recuerdo que atreví una idea que siempre viene a mi orgullo con lo que pensaban los del grupo de Contem-
mente al ver una de sus pinturas: la del trazo preciso y poráneos, con varios de los cuales sostuve amistad. Esa
contundente, conseguido con inusual vigor al mismo coincidencia venía de estar en contra del nacionalismo
tiempo que una enérgica delicadeza. Me miró con satis- cultural, impulsado por el gobierno, que los hostigó y
facción, alguna alegría. Le dije que aquella percepción trató de cerrarles todas las puertas. No sé obedecer. Pí-
me revelaba una suerte de cascada de descubrimientos deme algo, y vemos, veo si puedo hacerlo. Ordéname
y que me transmitía a menudo la sensación que suscita algo, para luego luego recibir mi terminante negativa.”
el agua en su flujo. Lancé un nombre que a mí mismo
me sorprendió, pues nunca antes de aquel momento V
se me había aparecido: la de la mirada a un cuadro de
Turner. Todo se mueve y todo queda fijo. Todo tiene Como todo hombre feliz, no quiso y no supo acatar
fuerza y todo se entreteje en una trama finísima que lineamiento alguno. Desde niño y con alegría curiosa
propicia un sutil encanto a la vez que la fuerza de una puso literalmente manos a la obra al lado de la prime-
decisión de descubrirlo todo, de zambullirse en aquel ra maestra que tendría: su nana, una paciente e inteli-
mundo, esa realidad nueva. No importaría que no se gente y cariñosa cómplice que se ponía delante de él a
tratara de paisaje o que las imágenes creadas fueran amasar tortillas. En las breves manos del futuro artista
las de aves, caballos, canes, seres mitológicos, mujeres. fue moldeando su camino a la escultura, en una suer-
No dejó de sorprenderme su acuerdo. “Nunca lo había te de veloz acto de magia que concentraba intuición,
pensado pero ahora que lo dices bien puede ser cierto. destreza, y suponía un proceso de veras milagroso: la
Turner es uno de ‘mis pintores’, además, claro de al- masa amorfa iba cobrando formas hacia una meta tal
gunos otros, como los italianos del Renacimiento.” “¿Y vez apenas columbrada pero sin duda distinta y defi-
los mexicanos?”, abrí otra vertiente. nitiva. Varios años después, al ocuparse de la obra del
artista ya formado, su amigo Juan García Ponce diría
IV que en las creaciones que entonces apenas comenza-
ban y proseguirían a lo largo de años venturosos está
Él abrió los ojos y por un segundo los fijó en mi ros- una constante búsqueda de Absoluto. Lo cierto es que
tro. Se puso serio. “De los mexicanos me interesan, aquel niño, muy probablemente con conciencia insufi-
me gustan algunas cosas. No las más conocidas. Toma ciente, iba cayendo en cuenta de la cifra de su propio
en cuenta que durante mis comienzos lo que contaba destino: él tendría que cumplir con un deber si quería
era nada más el muralismo. Y qué lata. Pura grandilo- realmente que su vida poseyera un sentido valioso y
cuencia, heroísmos, el Bien peleado con el Mal como verdadero. Un destino feliz, en efecto, lo que no sig-

DIVERSA DE MÍ MISMA 70 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


nificaba que tuviera que cumplirse con facilidad y sin los elementos, los seres vivos, la naturaleza. Entonces,
una lucha constante en la que no faltarían tropiezos siendo muy pequeño, vino a dar con un hecho central:
(como en el caso de todos los artistas). el de la distancia, que es lo que hace posibles los des-
pliegues de la mirada y donde brota el impulso de una
VI transformación genuina. En su caso, como dije líneas
arriba, aquella transformación comienza en virtud del
Lo dice con verdad el lugar común: infancia es desti- movimiento de las manos. Un doble movimiento: el de
no. En su caso la afirmación es del todo afortunada. esas aspas humanas, ligeras, poderosas, provistas de po-
Vivió su niñez entre mujeres (la madre, la tía, la nana deres mágicos, y el de la masa misma, irrompible, elás-
y las hermanas), aun cuando no tardó mucho en dar- tica, dócil e irremisa. Entonces el artista precoz (sus
se cuenta de que prefería las amistades masculinas. Lo dibujos comenzarán muy pronto a ganar admiracio-
fascinaron los colores y las figuras, los animales y sus nes) comienza a conjuntar el juego, a final de cuentas
formas, sus lenguajes peculiares, los cuerpos y los ros- una forma de pasar el tiempo, y el conocimiento. Por
tros de los seres mitológicos y los humanos (ahora más instinto, se diría, anda en busca de aquel movimiento,
los femeninos: pintaría admirablemente retratos de sus de aquellas alteridades infinitas. Busca y encuentra: la
hermanas y su madre y, en abundancia, a la hermosa masa se transforma sin cesar entre los dedos y bajo la
María Asúnsolo: muy bella mujer, especie de musa de opresión de unas palmas cálidas y hábiles que tampoco
muchos artistas malogrados o no, como él mismo o entran en reposo.
David Alfaro Siqueiros). Fue un niño solitario, si con-
sideramos de este modo a un niño al que no le gusta VII
jugar con un balón o cumplir con cualquier otra prác-
tica al uso. Aunque jugó en especial con una de sus Nació en Guadalajara en 1920 en el seno de una familia
hermanas, tampoco las típicas diversiones de muñecas cuyo transcurso ocurría entre sobresaltos económicos
mínimamente lo atrajeron. Lo que de veras lo deslum- que suscitaban a su vez muy frecuentes pleitos entre
bró fue el mundo: las cosas, los vestidos, las paredes, sus jefes: una mujer buena ocupada en los negocios

71 DIVERSA DE MÍ MISMA
domésticos y un revolucionario inteligente y víctima Es muy probable también que de aquellos descubri-
de su medida afición a la medida. El futuro artista fue mientos haya uno esencial: el del color. Chucho Reyes
formando su propio mundo, más bien con sigilo y con miró y supo recrear formidablemente el brío de co-
renovados gustos y asombros. Muy pronto, además de lores explosivos, estallidos casi sonoros en que puede
los encantos que hallaría en la cocina junto a su nana, respirarse el aire de atmósferas que se mueven para
encontró diversas maravillas: las de los títeres de la quedar suspendidas en su espacio y en la mirada exta-
compañía de Rosete Aranda (origen de su temprano siada de quien mira.
y definitivo amor al teatro, en el que trabajaría como
escenógrafo notable), las de la hechura de figuras de IX
todo tipo, las del dibujo. Se enfilaba ya, mediante el
encantamiento, a un mundo tan intelectual o artístico Nadie habló tan bien de él y de su obra como su amigo
como físico. Suele olvidarse que él fue un lector cons- el poeta Octavio Paz, sostuvo. En 1941 Paz escribió una
tante de sus primeros años, lo que lo hizo fortalecer su hermosa imagen del artista tapatío que fija y pone en
imaginación y su comprensión del mundo. En Guada- circulación y en vuelo a aquel “niño de mil años” y que
lajara conoció al artista Alfonso Michel, a quien des- sería el título del hermoso libro de Elena Poniatowska.
lumbran unos dibujos suyos. Poco más tarde, sobrevie- Es imposible no citar unas líneas siquiera del insupe-
ne el hallazgo del amor, o sus esbozos, y de la sexuali- rable texto del poeta mexicano. Concluyo aquí con el
dad, la que apareció de un modo natural, sin temores recuerdo de aquellas palabras iniciales:
o el asomo de complejos. Por aquellas fechas encontró a
Chucho Reyes Ferreira, el artista tapatío, cuya amistad, Cuerpo ligero, de huesos frágiles como los de los esque-
su magisterio y ‘protección’ serían definitorios. letos de juguetería, levemente encorvado no se sabe si
por los presentimientos o las experiencias; manos largas
VII y huesudas, sin elocuencia, de títere, hombros angos-
tos que aún recuerdan las alas de petate del ángel o las
En el imprescindible Juan Soriano, niño de mil años de membranas del murciélago; delgado pescuezo de volátil,
Elena Poniatowska (reunión feliz de varias conversa- resguardado por el cuello almidonado y estirado de la
ciones entre ambos personajes presentadas en un solo camisa; y el rostro: pájaro, potro huérfano, extraviado.
flujo en primera persona), además de haber registro Viste de mayor, niño vestido de hombre. O pájaro dis-
del mundo entero del creador, puede leerse: frazado de humano. O potro que fuera pájaro y niño y
viejo al mismo tiempo. O, al fin, simplemente, niño per-
La casa de Jesús Reyes Ferreira me pareció la casa del manente, sin años, amargo, cínico, ingenuo, malicioso,
brujo. Un mundo mágico de esferas de cristal, de mani- endurecido, desamparado.
tas de marfil, de patitas de santo. Allí me encontré con
Giotto, Piero della Franscesca, Fra Diamante, Brueghel, X
Vermeer. Supe que había Francia, Inglaterra, Alemania,
Holanda. Chucho era un joven anticuario que me dio Lo vi la última vez en un restaurante de la Condesa.
mis primeras lecciones de belleza. Con él nació el entu- Estaba él con su entrañable Marek, a quien miraba
siasmo que siento por el arte popular mexicano… Chu- mientras bebía vino rojo a sorbitos breves y le plati-
cho Reyes tuvo el don de hallar relaciones imprevistas caba no sé cuántas cosas. No olvidaré sus verdes ojos,
entre los más diversos objetos. Cogía una cosa de aquí y de sosegado brillo, ni su sonrisa, que siempre era una
otra de allá, se sacaba algo de la cabeza y componía una pregunta y expresaba la certeza de una felicidad extra-
obra de arte. Siempre me hacía ver las cosas reflejadas ña que compartía.
en las esferas de colores: ‘El mundo de las esferas todo
lo transforma y poetiza’. Y yo, de hecho, nunca me ha
salido del mundo de las esferas.

DIVERSA DE MÍ MISMA 72 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Literatura

¡Bukowski era un ángel!


ARTURO G. ALDAMA

Went to bed and didn’t see


Why every day turns out to be
A little bit more like Bukowski.
And yeah, I know he’s a pretty good read.
But God who’d want to be?
God who’d want to be such an asshole?
“Bukowski”, Modest Mouse

C
ien años de Charles Bukowski, uno de los
escritores más mal entendidos del siglo
XX. Y me atrevo a pensar que él estaría de
acuerdo conmigo.
Conozco gente cuyo interés en la literatura es más
bien tan transitorio, que lo desprecian por borracho,
nefasto y mal hecho. Y quienes lo admiran lo hacen
por las mismas estúpidas razones. Cuando en el poema
“Cómo llegar a ser un gran escritor” aconseja “quédate
con la cerveza, la cerveza es sangre continua”, es por-
que el escritor no teme a perderlo todo —está “sin mu-
jeres, sin comida, sin esperanza”— y “porque el tiempo
es la cruz de todos”, ahí mismo recomienda mantener-
se “fuera de iglesias y bares y museos”, no dice corretea
el vino de honor en presentaciones de libros y paséate
por fiestas de coctel como parte de tu programa de
relaciones públicas.
Sí, los libros de Bukowski empedan nada más oler-
los; chorrean sangre, sudor y mecos, pero por encima
de todas esas viscosidades hay un compromiso supre-
mo con la escritura, que en su caso equivale a un com-
promiso supremo con la vida. Encarnación radical de
la afirmación de Ralph Waldo Emerson: “El talento no
basta para hacer a un escritor. Debe haber un hombre
detrás del libro”. Escribía de la vida hasta las últimas

73 DIVERSA DE MÍ MISMA
consecuencias, lo único que valía el esfuerzo de la em- yoría de sus lectores apartaría la vista con repulsión
bestida al teclado como un toro se abalanza sobre el de la mayoría de las mujeres de Bukowski, las que lo
torero. Y la vida de Bukowski, como la de la mayoría acompañaban a beber porque, como dice la canción de
de los seres que pululan la Tierra —por favor, fuera Townes Van Zandt —otro misántropo—, eso “era me-
máscaras— era una mierda. Es muy distinto ufanarte jor que quedarse esperando a morir”. Bukowski era un
con tu mejor pose sórdida de que escribes “literatura exquisito, como tantos tiranos y asesinos en masa han
basura” en el Planeta Cucaracha, eso es una estrategia sido exquisitos; no hay contradicción si uno lo piensa
de ventas y ni siquiera demasiado arriesgada o inteli- hasta el extremo, y resulta incluso natural. Pero él no
gente. El tipo de pavorreales decadentistas que le hin- podía escribir exquisiteces, habría significado un aten-
chaban los cojones a Bukowski. tado a la vida (a la literatura), que hay quien capotea
Para Bukowski beber era una forma de meditación. con zen, kundalini yoga y terapia aromática; bueno,
Que no los engañen. Él nunca se metería a conciertos Bukowski tenía cerveza, vodka y vino tinto.
de rock hasta el pito para desmadrar la experiencia de Bukowski primordialmente bebía solo, como parte
los asistentes; de hecho, abominaba del rock, lo suyo de su proceso de escritura, no para socializar. Existe
era la música clásica, en especial Brahms, que escucha- una caricatura donde es retratado sentado a una mesa
ba con mucha atención. Él no organizaba reventones junto a Ferlinghetti, Ginsberg y otros ilustres de la
con mota, coca, éxtasis, hongos, LSD, porque, de he- tropa Beat con los que habitualmente compartía lectu-
cho, le cagaban las drogas. Él nunca se habría lanzado ras; mientras ellos están ensimismados en pensamien-
a una ceremonia de ayahuasca en Tepoz para reconec- tos profundos o banales, de Bukowski sólo tenemos el
tar con el espíritu de la Pachamama; de hecho, detes- onomatopéyico ¡glu! ¡glu! del vaso que se empina en
taba la naturaleza, y bastaba el paisaje repetitivo por cada viñeta. Cuando pones un trago en tu cogote re-
la ventana de un autobús para hacer que extrañara el nuncias a participar del ruido del mundo. Así como
desenfreno y el anonimato citadinos. Eres la máquina la poesía detiene el lenguaje para hacerlo hablar en el
de follar, cada noche te vas a la cama con una morri- silencio. Bukowski escribía como única salvación de
ta distinta súper cachonda y reventada, y la fantasía este mundo vulgar y lelo, pero muchos de sus ému-
quizá sea correcta si te limitas a las noveles Mujeres, los sólo consiguen una escritura vulgar que ratifica lo
cuando empezó a hacerse famoso, o Hollywood, cuando despreciable del mundo. Si Baudelaire abonó la belle-
se codeaba con la realeza de la farándula —él afirmaría za de las flores del mal, cuando Bukowski escribe las
que esas mujeres llegaron muy tarde, los periodistas flores están secas y huelen mal. Si Faulkner decía que
con sus cámaras llegaron muy tarde, el reconocimien- el éxito de un escritor se medía según el fracaso de su
to llegó muy tarde—. Siempre he pensado que la ma- aspiración a la perfección, Bukowski escribe a nivel del

TINTA EN ALAS DE PAPEL 74 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


fango de la supervivencia diaria que no da tregua para El momento más impresionante de ese documental
voltear a mirar al cielo. ¿“Realismo sucio”? Perdón, viene cuando, a media entrevista, la emprende a patadas
pero Bukowski fue, no diré el último romántico, pero contra su esposa, Linda Lee. ¡Cancelemos a Bukowski!
sí romántico residual. Sólo pasa que, como alguien O podríamos atrevernos a pensar que las intersecciones
menciona al principio del documental Born Into This, de carne y sentimiento (más alcohol y las sustancias que
en su literatura “no hay tiempo para la metáfora”. quieran añadir, y el daño mental de cada uno) son más
Hace mucho, en una reunión, un individuo, que no complejas de lo que los cultos hoy en boga nos invitan
era tanto amigo mío como amigo de mis amigos, gritó: a pensar. Y que la literatura ayuda a navegar este embo-
“¡Bukowski es un ángel!”. Una proclamación anodina, rrascado laberinto. Sobre las acusaciones de misoginia:
dicha al calor de la borrachera, a la que no siguió ma- “en mis libros siempre trato peor a los hombres”. Uno
yor hondura. Una iluminación. Años después me en- comete errores en un mundo desastrado.
cuentro con la mujer que mucho tiempo fue novia de Bukowski es refugio de mujeres destrozadas, salva-
aquel tipo recostada en mi pecho viendo el documen- vidas de mujeres ahogadas en la rutina matrimonial,
tal que ya les mencioné, Born Into This. A Bukowski capricho excéntrico de damas de sociedad. Un senti-
le preguntan si las mujeres le significan algo más que mental herido por el amor que, además de su condi-
un coño y unas tetas. Él ataja al entrevistador con el ción de sabueso infernal, es “una niebla que se quema
ceño fruncido: “Por favor, ¿es todo lo que rescatas del con el primer rayo de la realidad”... A esa mujer, con
libro? ¿Te perdiste la parte donde lloro en mi cama la que vi el documental, yo la quise como a nadie...
porque invité a dos mujeres a pasar el día de Acción Cuando la veía como imposible, pensaba: “si ella estu-
de Gracias y no supe con cuál ir? Tampoco voy follan- viera conmigo, cuidaría que nada le hiciera daño”... Y
do de cama en cama. Me gusta presentarme como un cuando estuvimos juntos, sin necesidad de golpearla,
tipo duro, pero no lo soy tanto.” Bukowski se ha vuelto supongo que me las arreglé para herirla... Y ella a mí...
como Borges en tanto que sus numerosos imitadores No quería renunciar a su libertad, decía que nosotros
copian las cualidades más superfluas de su obra: la su- éramos amantes... Yo quería que me quisiera y no sa-
puesta complejidad intelectual en el argentino, la su- bría decirles bien qué éramos... Ella ahora es mamá y
puesta acritud de Hank. ¿El amor en sus libros no es ha construido una vida muy distinta de la que una vez
más que un pretexto para la relación sexual? “El amor compartimos... Yo... yo... me destapo una cerveza... “Y
es un perro del infierno que acarrea sus propias ago- cuando en las mañanas nadie te despierta, y cuando en
nías”, y también admite que hay partes de sus libros las noches nadie te espera, ¿cómo llamas a eso? ¿Liber-
que lo hacen sentir un completo idiota. tad o soledad?”.
Sí, Bukowski era un ángel... No me gustaría ser como él.

75 TINTA EN ALAS DE PAPEL


Nostalgia por el rey
de los plebeyos
J.M. SERVÍN

Estaba allí, como una llanta desinflada. La muerte era estúpida.


Charles Bukowski, La muerte del padre (I)

N
o es de extrañar que en los numerosos decente” nunca ingresará al olimpo de los escritores
ensayos y comentarios publicados en canónicos, pero buena parte de su obra trascenderá a
medios impresos y digitales con motivo los tiempos, pues mantiene la potencia que distingue a
del centenario del natalicio de Char- la literatura autobiográfica escrita desde las entrañas.
les Bukowski (Andernach, Alemania, 16 de agosto de Es muy poco lo que yo podría aportar nuevo en tor-
1920) se haya insistido en su vocación maldita por la no al escritor que contribuyó como pocos a convertir
escritura y la bebida, que lo convirtieron en el último a la ciudad de Los Ángeles en icono de la urbanística
antihéroe de carne y hueso del siglo XX. Su obra au- literaria del siglo XX. Sin embargo, me gustaría com-
tobiográfica, rebelde y juveni- partir algunas reflexiones que
lista (pese a ser la visión de un han pasado inadvertidas en cier-
hombre amargoso y misántro- tas notas periodísticas y entre-
po), ha sido analizada y reivin- vistas recientes en México, que
dicada hasta la saciedad por en ciertos casos me recordaron
sus fieles lectores. Sin litur- a “El día que hablamos de Ja-
gias principescas, Bukowski mes Thurber”, relato incluido en
es el escritor underground más Erecciones, eyaculaciones, exhibi-
leído de México. Sin embargo, ciones (Anagrama, 1978), donde
encuentro en admiradores y Bukowski-Chinaski ridiculiza a
detractores del gran Chinaski quienes lo visitaban en su casa
un tufillo a condescendencia, para lambisconearlo y al poco
como de quien sigue conside- rato huían luego de enfrentar a
rando un menor de edad a un un tipo simiesco, lujurioso, pro-
titán de las letras. caz y despectivo, siempre borra-
Editorial Anagrama lo dio cho y en el extremo opuesto a la
a conocer en México a finales imagen de poeta remilgado que
de la década de los setenta, y a esperaban encontrar.
partir de ahí el underground mexicano se convirtió en Quien se considere escritor se habrá preguntado al-
su fiel grey. Como contraparte, dos o tres escritores guna vez qué hay en esas novelas, cuentos y poemas que
beat son idolatrados como santones de una literatura prescindieron tanto de las apologías histéricas como
que representa una rebeldía de jóvenes de clase me- de las esporádicas valoraciones, casi siempre frías y
dia, lejana del universo proletario, brutal y enajenado escépticas, de la crítica y no pocos lectores asumidos
que recreó Bukowski. Para bien, creo yo, el “viejo in- como “serios”. El desdén de Bukowski por la “pobre-

DIVERSA DE MÍ MISMA 76 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


za digna”, que tanto valorara su admirado Céline (“Un tobiográficas y apreciaciones personales sobre la deso-
viejo chiflado de marchitos testículos”), detonó un ta- lación y la celebridad, extraídas de infancias marcadas
lento singular para dominar los ingredientes de la na- por la pobreza y la violencia doméstica. Bukowski se
rrativa picaresca que lo identifica con la contracultura. reconciliaba con el mundo a través de la bebida, pero
En una entrevista a The Paris Review, Céline resaltaba ello no lo hizo escritor. Bukowski se identificó con la
la extrema pobreza que lo agobió a lo largo de su vida, plebe excluida de una sociedad a la que concebía como
más dura y apremiante que la pobreza a secas, pues, enemiga. Jamás tuvo la disposición de asumir la res-
afirmaba, aquélla lo mantiene a uno alerta y sin po- ponsabilidad de sus infortunios y tomó la voz de su
sibilidades de entregarse a la borrachera y degeneres hermandad del vino para mofarse del Sueño Ameri-
tolerados por la pobreza llana. cano. Si se ha convertido en un clásico, en buena me-
Sospecho que Bukowski, en la realidad más seden- dida se debe a su sencillez bufonesca para recrear un
tario y precavido de lo que se cree, deseaba ser como escenario social que no para de aceitar la máquina de
sus personajes: vivir contra las cuerdas, cuchillo en explotación con sudor y aflicción.
mano. Terminó siendo escritor. También dudo que las Pero tras la imagen escandalosa y torcida del escri-
historias de Bukowski hayan alcanzado, tal y como él tor se ocultaba un viejo paternal, compasivo y tierno.
lo quería, a los insomnes del sueño americano: obre- Bukowski entendió bien su papel como esteta de la
ros, menesterosos, putas, lunáticos, teporochos, ham- fetidez y se mantuvo distante del protocolo y la mez-
pones. Descartado a la ligera o venerado ciegamente, quindad literarias. Su sinceridad atrajo a quienes no
es leído por una pequeña masa letrada que lo ha puesto vieron en él a uno de esos seres empeñados en ser fa-
en un nicho de lugares comunes que soslayan una ór- mosos a costillas de los demás. Bukowski abordó la li-
bita de lecturas y disciplina que giró a contracorriente teratura como experiencia vital estrechamente ligada a
del humanismo explotado por los culteranos. las emociones del hombre común y anónimo.
Bukowski no fue el bueno para nada que afirma- La biografía fotográfica del viejo indecente (Howard
ba ser. El ímpetu de su voluminosa obra lo desmiente. Sounes, Bukowski: Una vida en imágenes, Océano, 2001)
Vagó como observador por las entrañas de un mundo puede trazarse a partir de sus conflictivos lazos senti-
brutal y absurdo, destiló sus vivencias en un aguar- mentales: familia, mujeres y amigos. Hijo inadaptado
diente de romanticismo, cierta candidez morbosa que de unos padres resentidos (fantasmas en sepia que nun-
le permitió reflexiones socarronas sobre la estupidez ca logró exorcizar), misántropo y machista, empleado
humana, plenas de realismo aligerado con el humor sin oficio ni beneficio y autor de culto cuya originali-
proletario de una de sus influencias menos reconoci- dad, persistencia y rebeldía lo convirtieron en icono
das: Jackie Gleason, comediante nacido en Brooklyn, visual. Escultores, fotógrafos, ilustradores, cineastas y
Nueva York, que en los inicios de la televisión pro- actores lo buscaron como modelo, personaje y fuente
tagonizó el clásico The Honeymooners. Tal y como lo de inspiración. Tomando en cuenta sus experiencias
señala Russell Harrison en Against the American Dream: formativas, resulta extraño que quienes menos aparez-
Essays on Charles Bukowski (Black Sparrow Press, 1995), can sean los personajes de la mayoría de sus relatos. El
Gleason llevó exitosamente al cine su pasado como co- éxito lo enfocó sólo a él. Sin embargo, Chinaski tuvo el
yote de billares y boxeador profesional en The Hustler, tino de sacudirse a las celebridades literarias, adiposas
al lado de Paul Newman, y Requiem for a Heavyweight. figuras siempre dispuestas a dar de codazos a quien les
Su humor plebeyo en el sketch y el gag televisivos se hace sombra. Fiel a sí mismo, prefirió la compañía de
explayaba en tres personajes que Bukowski hizo suyos: escritores y artistas poco conocidos, quizás tan deseo-
Ralph Kramden, un chofer de autobús angustiado por sos como él de alcanzar la fama pero sin su talento y
una vida que no hacía justicia a su ego; El Pobre Espíri- carisma. “Los tipos de las cárceles, de los rastros, de las
tu, un patético menesteroso interpretado con mímica; fábricas, de los bancos del parque, de las oficinas de
y El Grandioso, un sujeto despilfarrador y engreído. correo, de los bares, no lo creerían si me vieran ahora.”
Bukowski se identificó con ellos, pues, al igual que Unas cuantas fotografías podrían bastar para ha-
Gleason, satisfacían de un modo u otro fantasías au- cer añicos la leyenda. En una de éstas, tomada en 1947,

77 DIVERSA DE MÍ MISMA
Bukowski posa en el jardín trasero de la casa de sus se explaya en pleno dominio de su personaje de escri-
padres en Los Ángeles, elegantemente vestido, como tor marginal y famoso. Sin embargo, si hubiera escrito
aspirante a una vida de pobre diablo bien portado. En de lo que él fue realmente, habría tenido que hacer la
otra, se aprecia la fachada de una agradable casa en un penosa confesión de su enorme cultura literaria, tal y
barrio de clase trabajadora en ascenso. Podría desper- como lo demuestra su recopilación de reseñas, ensayos
tar sospechas su afirmación de que durante esa década y ficción corta; de las muchas horas entregadas al ofi-
fue un vago empedernido. Las imágenes contradicen la cio de escribir y de la gente a la que se vio obligado a
senda del escritor hecho por sí mismo, embriagado de amar, respetar y mantener a su lado por el bien de sus
tribulaciones existenciales. Lo que es peor: podrían re- propios intereses. Como muestra está su asociación
sultar inaceptables, aberrantes para sus fieles lectores, o convertida en amistad con John Martin, su editor y
para que detractores e imitadores alimenten el recelo. mecenas. Bukowski dio vida a la editorial Black Spa-
La importancia del escritor cobra proporciones rrow Press, pero sin el apoyo de Martin probablemen-
desmesuradas. J. Edgar Hoover y sus agentes investiga- te no hubiera pasado de ser una curiosidad literaria.
ron ampliamente la vida de Bukowski a partir de 1968, Un apunte de Howard Sounes, quien escribe la bio-
cuando trabajaba para el servicio de correo y comen- grafía que acompaña Una vida en imágenes, separa al
zó a escribir para el tabloide subterráneo Open City. escritor del personaje y ayuda a comprender la armó-
La investigación del FBI fue rigurosa y extensa, y da nica relación entre el proceso y el resultado: Bukows-
cuenta de su paso por varias ciudades de Estados Uni- ki adornaba su vida para obtener material para sus
dos, las escuelas donde estudió (se llegó a la conclusión relatos, exagerando episodios difíciles y alargándolos
de que era un alumno mediocre que se hacía el malo como si éstos constituyeran toda la historia. Los he-
apoyando a Hitler), los caseros que le habían alquila- chos reales de los primeros años de su vida y la litera-
do cuartos (muchos hablaron bien de él), sus proble- tura que escribió se entrelazaban, creando el mito de
mas con la junta de reclutamiento; y, finalmente, por Bukowski, el poeta vagabundo. Pero ésa no era toda la
el análisis a detalle de su carrera literaria se especuló verdad. Bukowski tenía mucho cuidado con el dinero,
que si escribía para revistas clandestinas quizás fuera y durante casi toda su vida tuvo ahorros en el banco.
comunista. No fue un gran viajero, y tampoco existen pruebas de
Muchas de las fotografías de Una vida en imágenes que alguna vez viviera en la calle. De hecho, aparte de
tienen un enfoque casero y, hasta cierto punto, sim- los viajes que hizo en los años cuarenta, raramente se
plón; muestran al objeto sin poses ni retoques. De alejó del centro de Los Ángeles, donde había vivido
cualquier manera, la personalidad de Bukowski basta desde niño.
y sobra para que en conjunto el libro cumpla con su Bukowski murió en el San Pedro Peninsula Hospi-
valioso aporte documental. tal el 9 de marzo de 1994, a la edad de setenta y tres
Bukowski llevó al pie de la letra la vida que narró años. “El gorrión abrió al máximo el pico, acercó la
en sus novelas, relatos y poemas. Prefirió interesar- cabeza, y el resplandor amarillo se propagó y me en-
se por sí mismo antes que por otras gentes o por su volvió por completo.” Insistir en la leyenda de “duro”
época. En Lo que más me gusta es rascarme los sobacos de Bukowski poco aporta a una obra potente y legen-
(entrevista de Fernanda Pivano, Anagrama, 1978) y en daria. Inmortal, el viejo indecente será leído por las
Charles Bukowski: Ellos quieren algo crudo. 30 años de en- generaciones futuras más alla de los prejuicios de las
trevistas (David Stephen Calonne, Nitro/Press, 2013), ideologías y del activismo bienpensante.

DIVERSA DE MÍ MISMA 78 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Diálogos
H
ay pocas investigadoras y estudiosas de
la literatura tan comprometidas como

con Elena
Patricia Rosas Lopátegui, quien ha dedi-
cado una parte de su vida a la notable es-
critora mexicana Elena Garro. El amplio trabajo litera-
Garro rio de Garro llega a los lectores a través de la publica-
ción de Yo sólo soy memoria / Biografía visual de Elena
Garro (Ediciones Castillo, 1999), Testimonios sobre Elena
V E R Ó N I C A O R T I Z L AW R E N Z Garro / Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro
(Ediciones Castillo, 2002), la edición crítica El asesina-
to de Elena Garro / Periodismo a través de una perspectiva
biográfica (primera edición por Universidad Autónoma
del Estado de Morelos-Porrúa, 2005; segunda edición
por Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014) y
Cristales de tiempo / Poemas de Elena Garro (Rosas Lopá-
tegui Publishing, 2016). También de la mano de Patri-
cia, llega ahora la compilación de entrevistas, diarios y
memorias registradas desde 1930 hasta el fallecimiento
de Garro en 1998 en su reciente publicación: Diálogos
con Elena Garro / Entrevistas y otros textos, dividido en
Vol. 1. Antes y después del 68 y Vol. 2. El retorno del exilio
(Gedisa, 2020).
Es acuciosa Patricia; diría que apasionada y obse-
siva para llegar hasta los más íntimos pensamientos y
esclarecer los sucesos en la vida de la autora de Los re-
cuerdos del porvenir (Premio Xavier Villaurrutia 1963).
En el volumen 1 de Diálogos con Elena Garro podremos
leer las notas difamatorias y sus declaraciones pu-
blicadas en los cinco periódicos más importantes de
México, develando la insistente manipulación de los
“autócratas en la construcción de la leyenda negra para
desacreditarla”. En el volumen 2, la investigadora recu-
pera las entrevistas realizadas a Garro después de su
exilio en Nueva York, Madrid y París, que duraría 19
años. “Los premios, la censura interior, la otra forma
de ostracismo, enfermedades y finalmente su deceso”.
Con nombres, fechas, publicaciones, fotografías,
Rosas Lopátegui demuestra, cual dedicada detective,
los hechos plagados de injustos ataques que marcaron
negativamente la vida de Elena Garro. En esos dos vo-
lúmenes, de ágil lectura, con sorpresa e indignación
descubrimos la verdadera voz reprimida, agredida de
la gran autora mexicana, irreverente y crítica del po-
der, casada con Octavio Paz de 1937 a 1959. Relación
que perturbará de muchas maneras la vida de Elena
—y de Helena Laura, la hija de ambos— hasta su falle-
cimiento.
“Escribo como un acto de vida”, decía Garro. Guio-
nista, periodista, dramaturga, cuentista, novelista y
poeta, la autora nos dejó una vasta obra que renovó la
literatura fantástica e introdujo la cosmovisión de la
cultura indígena y campesina de la provincia mexica-
na. Con un lenguaje poético y una narración impeca-
ble, señaló las desigualdades y las injusticias sociales.
En Diálogos con Elena Garro Rosas Lopátegui explica en
mucho los motivos del razonamiento y de la intención
crítica en la obra de Garro, de su autoexilio y las con-
secuencias en su escritura.
¿Pero quién es la autora de esa monumental y re-
comendable obra en dos volúmenes, de más de 1,600
páginas y casi 200 imágenes? Patricia Rosas Lopátegui
nació en Tuxpan, Veracruz, en 1954. Actualmente es
profesora de literatura mexicana e hispanoamericana
en la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos.
Además de las publicaciones sobre Elena Garro, publi-
có las antologías Óyeme con los ojos / De sor Juana al siglo
XXI, 21 escritoras revolucionarias (Universidad Autóno-
ma de Nuevo León, 2010), Nahui Olin / Sin principio ni
fin: vida, obra y varia invención (Universidad Autónoma
de Nuevo León, 2011) y Guadalupe Dueñas / Obras com-
pletas (Fondo de Cultura Económica, 2017).
En una emotiva carta escrita por Garro en 1981 y
dirigida a Patricia, con quien ya desde entonces tenía
comunicación, podemos leer: “No sé nada de México.
Si me escribes cuéntame algo. Vivo muy aislada y la
verdad es que no tengo deseos de compartir mi soledad
con nadie [...] te envío toda mi admiración, mi afecto
y mi amistad. ¡Gracias por todo lo que has hecho por
mí! Te quiero, Elena Garro. (Incluida en el volumen 1
de Diálogos con Elena Garro.)
Rosas Lopátegui inicia su inquietante compilación
con el siguiente texto:

2 de octubre de 1968
2 de octubre 2018
A 50 años de la masacre de Tlatelolco
y la leyenda negra contra Elena Garro, estos
dos volúmenes reivindican su palabra y su
combate en pro de la democracia, la igualdad de
género y la justicia social.

DIVERSA DE MÍ MISMA 80 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Una historia
en blanco y negro
ERNESTO HERRERA

M
ás como un explorador a lo Darwin que como un aventurero a lo
Hemingway, el escritor estadunidense John Steinbeck acompañó a su
amigo el biólogo Ed Doc Ricketts (una figura determinante asimismo
en la formación del especialista en mitología y religión comparadas
Joseph Campbell) en un viaje a bordo de un barco sardinero en 1940 que recorrió la
península de Baja California hasta llegar al en ese entonces poco explorado mar de
Cortés. El resultado se publicó un año después con el título Sea of Cortez: A Leisurely
Journal of Travel and Research. El libro pasó inadvertido, pues Estados Unidos estaba a
punto de entrar a la Segunda Guerra Mundial. Una década después, Steinbeck dejó
de lado la parte científica y publicó la más literaria con su nombre, si bien en sus
páginas de cualquier modo se halla presente la figura de Ricketts. The Log from the Sea
of Cortez (Por el mar de Cortés, en español) incluye el germen que dará origen a La perla
(1947), una nouvelle que podría considerarse la quintaesencia de su escritura. Estos
libros forman parte de su ciclo mexicano.
En el capítulo once de Por el mar de Cortés cuenta la anécdota completa que vale
por un cuento corto; su arranque bien pudo ser también el inicio de la novela: “El
golfo y sus puertos se han mostrado siempre hostiles a la colonización. Una y otra
vez fallaron los esfuerzos al respecto, pues los hombres no son bien acogidos en la
península. Pero las ostras perlíferas trajeron gente de todo el mundo a La Paz, y como
sucede en todas las concentraciones de riqueza natural, el terror de la avaricia se dejó
caer sobre la ciudad una y otra vez.” Pasa luego a contar el caso de un joven nativo
que encontró una enorme perla con la que creía que se cumplirían sus sueños, pero
cuando intentó venderla, los compradores se quisieron aprovechar de él. La ambi-
ción de los lugareños se había echado a andar y ellos no iban a dejarlo en paz; fue
golpeado y torturado para arrebatársela, por lo que decidió ponerle fin tajantemente
a la situación: “Estaba furioso. Herido como estaba, se arrastró por la noche hasta La
Paz, se escondió en la playa como una zorra acosada, y sacó su perla. Entonces lanzó
una maldición, y la arrojó al canal tan lejos como pudo. De nuevo era un hombre
libre, con su alma en peligro y su alimento y cobijo inseguros, pero se rió de buena
gana por ello.” La historia bien pudo terminar aquí, pero Steinbeck hace una obser-
vación al final que ilumina sobre la razón por la cual decidió escribir La perla: “Ésta
parece ser una historia verdadera, pero se parece tanto a una parábola que no puede

81 DIVERSA DE MÍ MISMA
ser. El muchacho indio es demasiado heroico, demasiado inteligente. Posee una gran
sabiduría y se deja guiar por ella. Va en sentido contrario a la dirección humana. La
historia es probablemente cierta, pero no nos la creemos; es demasiado razonable
para ser verdad.”
Para crear su novela, que ahora podemos leer en la renovada y cuidadosa tra-
ducción del escritor mexicano Gabriel Bernal Granados (La perla, Penguin Books,
2019), Steinbeck rompe con la perfección del protagonista siguiendo la proclama
de Francis Scott Fitzgerald: “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”. Para
hacerlo menos heroico e inteligente humaniza al protagonista, llamado Kino, ha-
ciéndolo responsable de una familia (Juana, su esposa, y Coyotito, su pequeño hijo).
Kino, nativo de la costa, es analfabeta; su relación con el mundo no es racional, sino
intuitiva. Steinbeck elige un motivo musical para hacerlo entrar en contacto con el
mundo: Kino escucha dentro de sí dos canciones: una ligada a su familia, símbolo
de felicidad; y otra, a la malevolencia. Él encuentra la perla en un momento de crisis
luego de que su hijo sufre la picadura de un alacrán. Esto lo obliga a ir a buscar al mé-
dico del pueblo, que debido a la pobreza de la familia se niega a ayudarlo. Kino forja
sueños (el que más emoción le causa es el de ver a su hijo como un hombre educado;
Coyotito sería el primer miembro de su familia en asistir a la escuela). Pero el mal en
forma de avaricia ya se ha echado a andar y la perla, que parecía su salvación, termi-
nará destruyendo la felicidad que vislumbraba. Antes de que el lector se embarque
en la lectura, el autor aclara algo con respecto a la construcción de personajes y si-
tuaciones y evitar así que se le acuse de maniqueo: “como sucede con los relatos que
están en el corazón de la gente, sólo hay en él cosas buenas y malas y cosas blancas y
negras y malévolas y ningún término medio.” De este modo, se sabe que los márgenes
de acción de los personajes están bien delimitados.
La maestría de Steinbeck como narrador se confirma en cada página, y La perla,
en su brevedad, queda como una de sus mejores novelas. Al lado de la narración, el
temple del ensayista se introduce en la escritura. Por ejemplo, cuando describe a los
habitantes del pueblo y deja marcadas las diferencias entre los ricos y los pobres,
hay lo que diríamos una mirada sociológica; igualmente, cuando ahonda en las in-
tuiciones de Kino encontramos un elemento antropológico que lleva al pensamiento
mágico-religioso de los nativos.
El final de lo que denominó parábola y la novela es el mismo, pero a diferencia
de lo que hacían los griegos, el protagonista no sucumbe por su hybris sino por la de
la gente que lo rodea. Al impedirle a Kino que sus sueños se cumplan, Steinbeck nos
recuerda un principio que al parecer nos acompañará siempre: el hombre es el lobo
del hombre.

John Steinbeck, La perla, trad. Gabriel Bernal Granados, Nueva York, Penguin Books, 2019.

DIVERSA DE MÍ MISMA 82 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


El arte mayor
de la locura
ALBERTO ARRIAGA

H
abría que poner atención allá afuera para entrar en el juego de Lucia
Berlin. Con una simple mirada, nos daremos cuenta de la fascinante
complejidad del mundo de esta autora, por mucho tiempo el secreto
mejor guardado de la literatura del siglo XX.
El señor franelero, maltrecho por años de tabaco y alcohol en exceso, pero con
vista de águila. El joven teporocho que duerme afuera de una taquería. La señora que
se maquilla para ser una muñeca y que nunca abandona un carrito del supermerca-
do. La vida doméstica que se adivina desde un balcón, con sus genealogías marcadas
por la violencia. Una jovencita que se resiste a ser llevada por la manada escolar. Una
niña que encuentra un reloj muy valioso entre la basura. El niño que la observa desde
su ventana y se enamora de ella. Todos éstos son personajes insertos en una imagen,
o imágenes que terminan por producir un personaje entre la maraña de minutos que
dan forma a la existencia. Están presentes en cualquier barrio clasemediero de la
Ciudad de México, para más señas, en la calle de Rébsamen de la colonia Narvarte,
y sin embargo, bien podrían aparecer entre las páginas de este extraordinario libro.
Entonces, el alto vuelo de la locura de los cuentos reunidos en Manual para mujeres
de la limpieza puede raptar al lector. Tal vez se trata del libro traducido al español
más importante del último lustro. Hoy parece olvidado. Estos cuentos hablan de la
América Profunda en vertiginosas escenas y diálogos que han hecho que su autora
sea comparada con los maestros gringos del género: Hemingway, Carver, O’Connor,
McCullers; y con el maestro universal, Chéjov. Una vez más, la crítica ha cedido a la
tentación de elaborar catálogos y reglas sobre lo que es un gran cuento a propósito
de Lucia Berlin. Habría que pasar de largo todos esos comentarios en la primera
lectura, porque los cuentos de esta autora nacida en Alaska en 1936 son absoluta-
mente originales aunque tengan la estructura de los cuentos de Carver y Chéjov: sin
principio ni final, sólo la soledad que brinda la epifanía. Igual que en otros casos, el
comentario crítico que sobresale a propósito de las obras maestras del género es el
de Harold Bloom. Más allá de las innegables estructuras tipo Kafka-Borges, o tipo
Chéjov, dice Mr. Bloom, lo que importa es el relato. Concluye el profesor de Yale que
todos los grandes cuentos se relacionan entre sí igual que los milagros. Y vaya que
hay milagros en Manual para mujeres de la limpieza.
La propia autora escribió un cuento al respecto. En “Punto de vista”, propone el
juego de imaginar “Tristeza”, de Chéjov, en primera persona. Ante el experimento,
la narradora empieza a filtrar y tejer el material de su propia historia, la de Henrie-
tta, que sobrevive al domingo; una historia absolutamente personal cuyo narrador a

83 DIVERSA DE MÍ MISMA
veces omnisciente persigue la perfección de la forma, y luego la olvida para finalizar
con esa sensación epifánica, tarea que delega totalmente al lector. La revelación se
concreta en una simple imagen. Y así, sucede el milagro. Henrietta es y no es Lucia
Berlin; el mismo recurso de cubrir el yo con varias capas de imaginación es la piedra
de toque de todos sus cuentos. Lo que importa es la historia, le advierte a su amiga
Lydia Davis.
En un gran libro sobre el drama, el crítico Eric Bentley regala una definición del
cuento: “Si la trama es un edificio, los ladrillos con que está construido son entonces
acontecimientos, sucesos, eventos, incidentes (...) Hay una casa a mitad de camino
entre la vida y la trama: tal es el cuento.” Lucia Berlin amuebla esa casa, y además
la erige en territorios de la América Profunda, e incluso de México, donde vivió en
varias ocasiones y donde su hermana menor murió, en una casa de la calle Amores
de la capital. “Siempre mezclo la verdad con la ficción, pero de hecho nunca miento”,
le dice al editor Stephen Emerson. Aunque hay excelentes libros que son vendidos
como autoficción, dicho término tan de moda hoy en día parece un pleonasmo. La
gran literatura, sea ficción o poesía, siempre parte de la experiencia propia, real y
personal. Ya sea ficción o autoficción, una buena historia siempre es verdadera. Eso
lo sabemos desde Aristóteles: el arte imita a la vida. Las ficciones de Lovecraft o
Poe pueden ser leídas como totalmente autobiográficas; su grandeza se revela, entre
otras virtudes, en la perfección de la forma, en la precisión de la trama que sacrifica
lo verídico sin caer en la mentira, e incluso en el desaliño de aquélla, siempre en pos
del milagro de la revelación.
El universo de los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza se desarrolla en
lavanderías, escuelas, centros de desintoxicación, carreteras, ciudades del Oeste y
del Medio Oeste, casas de la universal y encantadora pequeña burguesía gringa, hos-
pitales o cárceles. Y la iluminación de los escenarios es aún mejor. Ya sea desde el
porche de una pequeña casa o un automóvil, estas historias siempre están bañadas
por la luz del sol, enmarcadas por las tonalidades diversas del atardecer, las lámparas
de un departamento en Oakland o Manhattan. Sus protagonistas quedan perfecta-
mente definidos, primero por sus gestos, después por su tono de voz. Y cada uno de
estos ladrillos fueron cargados por la propia Lucia Berlin durante menos de setenta
años. Ese efímero viaje la llevó a aprender español durante su adolescencia en Chile,
a recorrer las ciudades mineras de Estados Unidos debido al trabajo de su padre, a
padecer el alcoholismo que le heredaron su madre y su abuelo, a sufrirlo ella misma
para finalmente superarlo, y, siempre, a sobreponerse a una escoliosis que terminó
por perforarle un pulmón. Ello no impidió que se casara dos veces, tuviera cuatro
hijos y varias aventuras amorosas, y que además recorriera México profundamente y
por primera vez cuando se fugó con el amigo de su segundo marido, un jazzista que
la enganchó en la heroína. Los oficios que desempeñó para sobrevivir la llevaron a un
enorme laboratorio narrativo: escuelas, hospitales, consultorios médicos y dentales,
centrales telefónicas y muchos hogares que necesitaban limpieza. Cada aspecto de
esa vida, que además fue tamizada por el catolicismo, se encuentra narrado en todos
sus cuentos. No hay ese fascinante blanco y negro o encantador sepia, como a veces
les sucede a sus antepasadas Flannery O’Connor y Carson McCullers. La mirada
de Lucia Berlin capta todo el espectro cromático de la vida, con crueldad, belleza y
sentido del humor.

DIVERSA DE MÍ MISMA 84 INUNDACIÓN CASTÁLIDA


Hacia el final del volumen, la narradora de todos los cuentos se desdobla en otros
personajes. Si desde la primera historia, “Lavandería Ángel”, el lector queda atra-
pado igual que en el trenzado de las mil y una historias de Scherezada, el hechizo
aumenta de intensidad al recurrir indistintamente a la segunda persona para hablar
de los otros, que son ella misma. Nunca hay una mirada de piedad o de ternura, nada
más la mera realidad, como en “Mijito”, donde una joven mexicana vive el drama de
la ignorancia y la enfermedad de su hijo recién nacido. Y sin embargo, tampoco hay
melodrama. Todo queda resuelto, otra vez, con imágenes enigmáticas y extraordina-
rias, pocas palabras, frases lacónicas. Y tal vez el inevitable llanto.
Las muertes de su mamá y su hermana Sally a menudo quedan expuestas concén-
tricamente. En uno de mis cuentos preferidos, “Panteón de Dolores”, la narradora
sepulta cualquier intención de ver la Ciudad de México como algo que alguna vez
fue bello, una tendencia hoy también tan de moda. Lucia Berlin torea el lugar co-
mún, y ofrece postales como ésta:

Ni “Descanso Celestial” ni “Valle de la Serenidad”. El cementerio del parque de Chapul-


tepec se llama Panteón de Dolores. No hay manera de escapar de ello en México. Muerte.
Sangre. Dolor.

La tortura está en todas partes. En los combates de lucha libre, los templos aztecas,
los caballetes de clavos en los viejos conventos, las espinas sangrientas de las coronas
de Cristo en todas las iglesias. Hasta las galletas y los caramelos se hacen en forma de
calavera, ahora que se acerca el día de Muertos.
Ese fue el día en que murió mamá, en California. Mi hermana Sally estaba aquí, en
Ciudad de México, donde vive. Ella y sus hijos le hicieron una ofrenda a nuestra madre.
Y así comienza una sucesión de hechos del pasado, del presente y del tiempo real
de la narradora. Épocas de perdón y su aplazamiento. El tiempo que todo lo desdi-
buja para ofrecer otra imagen, en apariencia inédita. La muerte, presente desde el
primer cuento, podría ser otro protagonista. La muerte y la enfermedad. Al morir
Sally, Lucia dice que envejeció de pronto. Ya le resultaba muy difícil caminar. Desde
mediados de los noventa, totalmente sobria, Lucia Berlin fue profesora de creación
literaria en Boulder, Colorado, donde no existen las licorerías abiertas las veinti-
cuatro horas, sólo gigantescos almacenes donde te puede dar delirium tremens antes
de encontrar el Jim Beam. Escuchémosla: “En la profunda noche oscura del alma las
licorerías y los bares están cerrados.” Cuando ya se encontraba mal, regresó a Cali-
fornia para acompañarse de sus hijos. Seguramente tenía nietos. Murió en Marina
del Rey, sin llegar a cumplir los setenta años.
Manual para mujeres de la limpieza es una recopilación de varias etapas de su vida
creativa. Su publicación fue póstuma, aunque alcanzó a participar en la selección
de algunos de los textos. Al igual que las recopilaciones que hicieron de su propia
obra autores como John Cheever, este Manual... se acomoda en la exclusiva y selecta
galería de las mejores recopilaciones del género.
¿Para qué escribir novelas autobiográficas con vocación de Proust, si tenemos los
cuentos perfectos de Lucia Berlin?

Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza, trad. Eugenia Vázquez Nacarino, Madrid, Alfagua-
ra, 2016, 432 pp.

85 DIVERSA DE MÍ MISMA
TINTA EN ALAS DE PAPEL 88 INUNDACIÓN CASTÁLIDA

También podría gustarte