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FIFI (El regreso): CAPITULO I

Era una tarde de otoño donde el frío invadía el recinto donde yacía Fifi
agonizando.

La familia muy preocupada pedía hacer todo lo humanamente posible por ella,
pero Fifi ya no resistía más.

Lo siento señor dijo el veterinario, ella esta sufriendo, pero aun asi se sigue
aferrado a la vida es tiempo de dejarla ir y hacera dormir.

José y su hijo los dueños de Fifi solo atinaron en aceptar la propuesta que dio
el veterinario: Esta bien papa dijo Gustavo ella merece descansar.

Luego de enterrarla decidieron volver a casa, en el trayecto recordaron todos


los momentos vividos con Fifi.

Fue ahí donde José recordó el sueño que tuvo y le comento a su esposa, ella
por un momento reprocho el no haberle dicho ya que asi quizás se hubiera
podido evitar la tragedia, pero ya era demasiado tarde solo tocaba resignarse.

Cuando al fin llegaron a su departamento, en la puerta de este encontraron


un niño, el cual estaba regalando un perrito parecido a Fifi, pero este era
macho; Paul era el nombre del niño el cual muy desesperado pedía que acepten
a su perrito ya que no tenia donde llevarlo y que no se podía quedar en su casa
ya que la mama del niño le pegaba por que el perrito era muy travieso y le
gustaba orinarse donde fuese.

La familia lo pensó mucho, pero después de escuchar la historia del pequeño


decidieron quedarse con el perrito, tal vez asi podrían volver a llenar el vacío
que dejo Fifi.

¿Cuál es el nombre de tu perrito? - pregunto Rosa.

Pichicho señora respondió el niño, con voz entrecortada; con un beso y


lagrimas en los ojos se despidió de él. Al ver esto la señora Rosa consoló al
niño diciéndole que podría ir a ver a Pichicho las veces que él quisiera.
FIFI (El regreso): CAPITULO II

Una mañana en la Ciudad de Lima se encontraba en su departamento Don


Octavio Ríos leyendo el periódico como solía hacerlo siempre y junto a él
acompañándolo su perro Vago.

Vago era un perro que con 16 años de edad seguía siendo un excelente
compañero para Don Octavio. A vago le gustaba salir a la terraza a sentir el
viento, mirar el parque y conversar con su amigo Pichicho, que lo llegaba a
visitar ciertos dias y al cual conocía desde cachorro.

Ese día Vago salió como siempre a la terraza a esperar a su amigo pichicho,
miraba para todos lados, pero no llegaba, veía la plaza vacía, pero guardaba la
esperanza de que llegara. Empezó a quedarse dormido y a su memoria llegaron
recuerdos de su vida pasada donde tuvo varios amigos e incluso otro nombre.

De pronto un aire despertó a Vago se sacudió lentamente la cabeza


regresando de sus recuerdos, alzo la mirada y vio que su amigo no había
llegado. Decidió ingresar al departamento vio a su amo dormido en la silla y
pensó que era muy afortunado de la familia que tenía. Gimió un poco para
despertar a Don Octavio, este sonriendo le decía; Vaya amigo me has
levantado, tranquilo es momento de tus medicinas no te preocupes yo te
ayudare.
FIFI (El regreso): CAPITULO III

Un día don Octavio estaba caminando por la plaza Yacovleff y diviso a un perro
de aspecto calamitoso que estaba entre las bancas, sintió pena por el animal
y renegó por los dueños que tuvo el pobre, desde ese día decidió alimentarlo
diariamente, llegándole a tener asi cariño.

Pero poco le duro la suerte al animal ya que cierto día los vecinos cansados de
el aspecto que tenía el animal decidieron llamar a la perrera para que se lo
llevaran, fue en ese momento que comenzaron a jalar al animal para subirlo al
carro, pero como enviado del cielo apareció con Octavio el cual alzo su voz
diciendo: ¿Por qué maltratan a mi perro?, lo estaba buscando ya que se escapo
y lo encuentro que está siendo maltratado.

Los vecinos estaban sorprendidos ya que sabían que Don Octavio no tenía
ningún animal, pero nadie decía nada, pero una vecina hablo con don Octavio y
este le pidió de favor que lo apoyara ya que no quería que se llevaran al animal
y que él se haría cargo.

Fue asi como le dejaron al animal a Don Octavio, llevándolo a su casa donde lo
esperaba su esposa, la cual cuando vio al perro no dijo nada al ver a su esposo
feliz, pero pensó ¿Por qué ahora?, después de tanto tiempo.

Don Octavio decidió llevar a vago al veterinario para ponerles las vacunas,
bañarlo y darle tratamiento para que recupere su pelaje y cambie su aspecto.

Poco a poco fue cambiando y se convirtió en un hermoso animal, el cual se gano


el cariño de la esposa de Don Octavio y fue nombrado como miembro de la
familia oficialmente. Cada vez que salían a pasear por el parque los vecinos no
podían creer que ese era el animal que llego todo maltratado.

Pero don Octavio muy orgulloso presentaba a su perro con los demas y decía:
su nombre es Vago.
FIFI (El regreso): CAPITULO IV
Había una vez un perrito llamado Pichicho, nació el año 2001, vivía muy cerca
de la plaza Yacovleff, junto a su madre llamada Pocha la cual era hija de Fifí.
A Pichicho le gustaba mucho la calle, vivía junto a sus amos; uno era un niño
llamado Paul, la otra era la mama que se llamaba Peta Suarez.

Un día de 1994 una pareja de esposo (José y Rosa) estaba regalando


cachorros que su perrita había parido y no deseaban tener tantos, justo ese
día aparecieron Paul y su madre los cuales al ver a la perrita se enamoraron
de ella, pero lamentablemente la señora Peta no quería a la perrita, pero luego
su hijo termino por convencerla diciéndole que él se haría cargo de ella, fue
así como decidieron adoptarla para que viva con ellos.

Para asegurarse que estuviera en buenas manos los esposos pidieron los datos
de la señora y su hijo, la señora Peta muy amablemente le dijo que vivían en
la misma calle de Bellas Artes fue así que el señor José muy amablemente
decidió acompañarlos hasta su casa para así entregar a la perrita a sus nuevos
dueños. Así pasaron los días y Paul llevaba a Pocha a casa de los Diaz para que
jugara con Fifí, Pocha era una perrita ojos pardos, menudita, orejas de
abanico, color caramelo, era el vivo retrato de Fifí, Paul la llevaba todos los
días e incluso al parque para que jugasen.
FIFI (El regreso): CAPITULO V
Un día el timbre de la casa d ellos Diaz empezó a sonar de manera reiterada,
el señor José muy extrañado pregunto quién era, pero no respondían fue
entonces que la señora Rosa atendió el intercomunicador donde se dios con la
sorpresa que era la abuela de Paul que llego a preguntar por Pichicho.

Los Díaz muy sorprendidos atendieron a los visitantes que de manera rápida
ingresaron a la casa, para sorpresa de ellos ahí se encontraba Paul el niño que
momentos antes les había regalado a Pichicho.

La cara se le hizo conocida y pensativa le pregunto ¿Nos conocemos? Entonces


la señora Peta atino a decir que si, recordando que ellos fueron los que les
regalaron a Pocha la hija de Fifí y madre de Pichicho.

Como era de conocimiento que ya antes había llegado Paul con el perrito la
señora Rosa le pregunto ¿Por qué lloras ahora?

La señora Peta interrumpió explicando la situación que el niño extrañaba a su


perrito y le echaba la culpa a ella de haberlo regalado. Pero ella solo quería
que Paul se hiciera responsable de Pichicho y asuma lo que significa tener un
perrito en casa.

La señora Rosa entendió y decidió entregarle a Pichicho al niño y este se


comprometió en cuidarlo.
FIFI (El regreso): capítulo VI
Unos fuertes golpes y los rayos de luz entrando por la ventana despertaron a Silicio,
levántate Ruperta refiriéndose a su mujer están tocando el portón ve a ver quién es,
pero esta enojada se rehusó y le recalco que no pudo dormir debido a la bulla que
hicieron él y su compadre toda la noche.

Santos salió apresuradamente a abrir el portón ya que sus trabajadores estaban


esperándolo, Silicio no recordaba nada de lo que había pasado anoche, pero al pasar
las horas recordó lo que su compadre le había pedido - ¡miércoles ya recordé me
pidió que cuidara a una perrita que estaba con caracha severa!, la buscare para
curarla.

Por más que buscaba no lograba encontrar a Fifí, preguntaba, pero ningún trabajador
la había visto, de pronto observo a sus perros aglomerados por unas cajas de cartón
como queriendo pelear, fue allí donde se dio cuenta que era Fifi la que estaba
escondida.

Inmediatamente acudió al llamado de la perrita diciéndole “Conmigo te pondrás como


una reina ya verás, solo aguantaras el remedio porque es demasiado fuerte”.

Empezó así Silicio a curar a Fifí y ella solo atinaba a quejarse, pero entendía que era
por su bien. Aguanto valientemente y cuando al fin terminó, los demás perros se
acercaron a olfatearla, sin poder hacerle nada se fueron. Fifí aprovecho en
revolcarse por la tierra, aunque sangro sus heridas comprendía que era por su bien,
después de ello decidió descansar lejos del sol para retomar fuerzas.
FIFI (El regreso): CAPITULO VII
Don Octavio Ríos disfrutaba de su desayuno en la sala-comedor de su hogar
junto a su esposa Adela, una tranquila mañana de sábado. Mientras masticaba
el pan, un suave rascado en la puerta de entrada captó su atención. Miró hacia
la puerta, luego a su esposa, pero al no escuchar más que un simple ruido,
decidió continuar con su desayuno. Sin embargo, su perro Vago, inquieto, se
acercó a la puerta, olfateando la ranura inferior y ladrando, indicando que
algo no estaba bien. Don Octavio Ríos, intrigado, decidió abrir la puerta y se
sorprendió al ver a Pichicho, el amigo de Vago.

¡Bah, adivina mujer quién ha llegado! - exclamó don Octavio Ríos.

¿Quién? - respondió Adela, levantándose.

Resulta que Pichicho, el perrito de la avenida De las Bellas Artes, había venido
a visitar a su amigo Vago. Aunque Adela no veía el motivo de tanto misterio,
don Octavio Ríos explicó que la conexión entre los dos perros era especial,
como la de un padre e hijo, a pesar de la diferencia de edades.

Los esposos observaron cómo Vago y Pichicho se entregaron al juego en la


terracita. El juego canino era un intercambio de falsos mordiscos y carreras.
Aunque Vago ya no estaba para esos trotes debido a su avanzada edad, la
juventud de Pichicho le devolvía su espíritu de niño por unos momentos.

El juego se detuvo cuando Vago hizo un gesto indicando que necesitaba un


descanso. Fue entonces cuando Adela y don Octavio Ríos se percataron de la
conexión especial entre los dos perros. Pichicho se acercó a Vago, le lamió la
oreja y ambos intercambiaron gestos que parecían transmitir un mensaje
invisible.

¿Has visto, mujer? Estos animales se comunican telepáticamente. ¿Qué cosas


se dirán? - comentó don Octavio Ríos.

Solo Dios sabe. No tendrán el habla como nosotros, pero habrán formas que
los lleve a comunicarse entre sí. Creo que todos los seres vivos de alguna
manera u otra se entienden, no creo sea todo instintivo. Y a los perros les
sobran sentimientos - respondió sabiamente Adela.

La conversación entre Vago y Pichicho se vio interrumpida cuando Paúl, el


dueño de Pichicho, llegó buscando a su perro. Don Octavio Ríos le informó
sobre la amistad entre los dos perros y permitió que Pichicho se quedara un
rato más. Cuando Paúl y Pichicho se fueron, don Octavio Ríos reflexionó sobre
la comunicación entre los animales y la dificultad del hombre para
comprenderla.

Mientras tanto, en un giro inesperado, la narrativa reveló que, de alguna


manera inexplicable, el autor de la historia había logrado entender el lenguaje
perruno y continuó escribiendo sobre las conversaciones de Vago y Pichicho.

Finalmente, Vago compartiendo recuerdos sobre la familia de Pichicho,


incluyendo a su abuela Fifi, y la conexión especial que tenían. Cuando Paúl
regresó por Pichicho, la charla entre los dos amigos perrunos quedó en
suspenso, pero la conexión entre ellos seguía siendo un enigma, una muestra
de la complejidad del lenguaje de los animales y la capacidad humana para
descifrarlo.
FIFI (El regreso): CAPITULO VIII
En el rancho de don Silicio estaba Fifí mejorando día a día después del
tratamiento que le estaba dando este, Fifí se sentía un poco más tranquila,
pero a la vez preocupada por los perros guardianes que aún no la veían de
buena manera y solían rodearla como queriendo atacarla. Y por los
trabajadores que al verla llena de aceite y tierra se reían de ella.

Ella quería que los demas perros comprendieran el dolor de sus heridas, pero
aún no captaban su sufrimiento, de pronto los perros empezaron a ladrar,
pero de repente Fifí lanzo un ladrido fuerte el cual cayo a los demas perros.

Todo esto había sido observado por silicio el cual le había tomado bastante
cariño a Fifí a la cual le puso por nombre Aleja él amaba mucho a los perros y
decía que eran los animales más fieles. Es por ello que se prometió que Aleja
sanaría y seria la reina del corralón.

Tres dias pasaron desde que llego Fifí pero aun los perros no la aceptaban,
aun asi la respetaban y no la atacaban. Silicio decidió llevar a Fifí a darle su
segundo tratamiento para sus heridas llevándola al taller para echarle aceite.

Asi lo hizo con paciencia y amor curo sus heridas y le pidió que se revolcara
por la tierra para que funcionara el tratamiento, asi lo hizo fifi
comprendiendo todo lo que le decía su nuevo dueño.

Al décimo día de la llegada de fifi su cuerpo ya casi estaba completamente


sano y curado y con ello comenzó las primeras gotas de lluvia, recordando asi
con nostalgia como Doña rosa le tejía su ropa para que no sintiera frio. Como
estará la señora se repetía me extrañará, sabrá que estoy con vida. Si supiera
que los amo muchísimo y no los olvido, pero si decían amarme ¿Por qué
ordenaron mi muerte? O quizás querían evitar mi sufrimiento.

Pensamientos iban y venían en la cabeza de fifi, pero recordó aquel día en que
su adorada ama Rosa la abrazo pidiéndole disculpas y la vez diciéndole cuanto
la amaba.

De repente Silicio interrumpió sus pensamientos llamándola para darles unos


huesos mientras terminaban el almuerzo. Fifí se levantó moviendo la cola para
disfrutar aquel manjar.
FIFI (El regreso): CAPITULO IX
Fue aquel día en que Fifí cambio su vida por completo. El día en sus dueños
decidieron entregárselo a su compadre Santos con la finalidad de que la
llevara a la veterinaria y muriera. Santos se sintió comprometido con sus
compadres y termino por aceptar el fatídico trabajo.

Tomo a Fifí envuelta en una manta y procedió a llevarla a la veterinaria San


Marcos para que la sacrificaran, pero por suerte de esta el encargado no supo
dar información sobre las inyecciones para los perros, y en un impulso destapo
a Fifí para verla esta estaba triste con los ojitos húmedos como si supera lo
que le iba a suceder, esto lo hizo cambiar de parecer, tomo a fifi en los brazos
y se subió a un taxi diciendo:

“Si los veterinarios no pudieron salvarte yo conozco a alguien que lo hara”, ya


después vere que les digo a los compadres pensó Santos.

Asi empezó el trayecto con destino a San Juan de Lurigancho donde vivía un
compadre que solía curar a sus animales en el pueblo donde vivían.

De pronto el taxi se paró frente a un portón marrón, el cual tenía por nombre
“Fabrica de Colchones Sueños, Los Geranios 223”, es aquí dijo Santos. Se
apresuro a tocar el portón fuertemente, saliendo un joven a recibirlo el cual
llamo de manera inmediata al dueño.

Hola Santos - Hola Silicio, se saludaron con gran afecto pasa estas en tu casa,
¿Qué es eso que traes envuelto? Un perro respondió Santos.

Ya sentados en una mesa los compadres empezaron a platicar de sus vidas


pasadas, de sus familias recordando muchas anécdotas que vivieron en su
pueblo.

Pasado un tiempo Santos recordó que traía a Fifí, fue entonces que le mostro
a su compadre al perrito contándole la historia de Fifí y preguntándole si
podría curarla, Silicio se sorprendió de verla tan enferma pero aun asi
procedió a revisarla, lamentablemente dijo que no tenía cura y que de todas
maneras la dejara que procedería a darle veneno, olvidándose de Fifí
comenzaron a beber hasta estar completamente mareados fue allí donde
Silicio prometió curar a Fifí.
FIFI (El regreso): CAPITULO X
El día estaba triste, frío y con ligera llovizna. En el edificio 195 vivía don
Octavio y su esposa, ellos no estaban en casa, pero se encontraba durmiendo
su perrito Vago.

De pronto escuchó unos ladridos de la calle, era su amigo Pichicho. Vago no


podía abrir la puerta, entonces se acercó a la ranura de la casa y Pichicho
también, pero por afuera de esta y se acomodó bajo el alero de la puerta
que le servía como paraguas y se inició una conversación.

Pichicho dijo:

Maestro anoche soñé con la abuela Fifí, usted me dijo que la conoció ¿Puede
contarme más de ella?

Vago contesto:

La conocí en el mercado “La Aurora”, ella pertenecía a la jauría de Barrabás


tenía un encargo para Tuerto, no la dejamos comer y fuimos egoístas, pero
la vi hambrienta y fui el primero en querer ser su amigo, me contó que
quería encontrar a sus padres adoptivos. Yo le propuse ser parte de mi
banda, aunque mis amigos no estuvieron de acuerdo ni ella tampoco, estaba
enfocada en encontrar a Tuerto. Al no encontrarlo dormimos en el parque
después de una larga conversación. Pichicho interrumpe preguntando por qué
la trataría tan mal su familia, a lo que Vago contesto:

Al contrario, la querían mucho, pero ella estaba muy enferma y decidieron


sacrificarla en la veterinaria, el encargado se arrepintió y la regalo. Su
nuevo dueño, don Silicio, la curo y sano, ella se recuperó y se escapó, fue a
buscar a su familia.

Pronto llegaron los dueños de casa, abrieron la puerta y dejaron pasar a


Pichicho, Vago lo mando a su casa, pero él quería saber más. Vago siguió
conversando:

Ella me pidió que la siga ayudando a buscar a Tuerto, ya que él conocía San
Borja el lugar de donde ella recordaba venir, Tuerto conocía todo Lima, es
probable que sí nos ayudaría. A la mañana siguiente iríamos con toda la
banda.Pronto llegó el joven a casa e interrumpió la conversación de los
amigos perrunos, la cual dejaron para otro momento.
FIFI (El regreso): CAPITULO XI
Pasaron los días y Fifí ya estaba muy recuperada y con esperanzas de sanar
completamente. Por fin decidió salir de su escondite ya que se ganó la confianza de
los perros guardianes de don Silicio, uno de ellos le dijo:
- Al fin saliste, no te haremos daño ¿Te sientes mejor?
- Sí, no me trataban nada bien, contestó Fifí.
- Teníamos envidia de los amables tratos de don Silicio, pero ya se nos pasó
¿Te quedarás con nosotros?, preguntó aquel perro, llamado Pito.
- No lo sé, quisiera volver con mis padres adoptivos, dijo fifí.

Pito presentó a Fifí a los demás perros como nueva integrante de la familia,
Barrabás, Rocky, Retaco, después de algunos murmullos ella fue aceptada por la
jauría, pero inmediatamente empezó una disputa por la decisión de tomarla como
suya, el más grandulón llamado Barrabás dijo:
Esperen, no se adelanten, recuerden yo soy el jefe.

Pito reclamó inmediatamente:


¿Qué le pasa a ustedes? Fifí no es botín para peleárselo, si alguien se mete con ella
se mete conmigo.

Rápidamente todos respondían siguiendo con la discusión lo cual hizo sentir mal a
Fifí no solo por sus malas intenciones sino también por ocasionar la disputa
indirectamente. Ella interrumpió diciendo:

Yo no pretendo causarles una disputa ni tampoco pertenecerle a nadie, así como


ustedes tienen un padre yo también, quisiera que mi estadía aquí sea mientras me
recupero totalmente y salir a buscar a mi familia en cuanto eso suceda, les pediría
su ayuda a poder lograrlo.

Todos callaron al escucharla sin saber que decir y Pito le brindó su ayuda
incondicional siendo respaldado por Retaco, el guardián más pequeño, quién había
entendido el claro mensaje de Fifí. Todos fueron interrumpidos por doña Ruperta
quién llevaba al corral el almuerzo, fueron a comer a excepción de Fifí quién volvió
a refugiarse tras la pelea.
Por la noche decidió dar un paseo por el corral encontrándose con Pito nuevamente,
conversaron de cómo habían sido encontrados y el amor hacia sus padres
concluyendo Fifí con que la felicidad se busca y no viene sola, a esto Pito
argumentó:
- Fifí eres diferente, tú tienes un propósito, un objetivo claro y yo no, mi
familia aquí en el corral es todo lo que tengo no conozco más por eso deseo
ayudarte y acompañarte en tu camino si es necesario.
- No amigo, tú saldrías perjudicado, yo encontraría la felicidad ¿y tú? tu
familia está aquí. Déjame hacerlo sola así me tope con la muerte pues este
es mi destino, respondió Fifí firmemente.

La conversación continuó. Pito insistiendo en lo mismo y Fifí argumentando para que


no la siga. Sin embargo, Pito prometió hacer algo por ella antes que se marchara.
FIFI (El regreso): CAPITULO XII

En una fría mañana del jueves 18, Fifí, una perrita callejera, se vio

sorprendida por la presencia imponente de Barrabás en la entrada de su

refugio. El grandulón le propuso una charla sobre un asunto de interés, pero

Fifí, desconfiada, amenazó con acusarlo de acoso. Barrabás insistió,

asegurando que venía por encargo de Pito, quien le rogó que se reuniera con

ella.

Después de un intercambio de palabras, Barrabás reveló que Pito le pidió que

apoyara la decisión de Fifí de ir a San Borja, un lugar desconocido para ella.

Le habló de Tuerto, un amigo suyo que podría ayudarla en esa zona peligrosa.

Barrabás describió a Tuerto como un Rottweiler cabezón, añatado, con un ojo

perdido en una pelea, pero justo y dispuesto a ayudar a los débiles.

A pesar de la desconfianza inicial, Fifí comenzó a considerar la posibilidad de

abandonar el corralón y buscar a Tuerto. Barrabás le dio instrucciones

detalladas para encontrarlo en la calle y le advirtió sobre los peligros de salir.

Con el tiempo, Barrabás reveló su historia y la conexión con Tuerto,

demostrando que no era tan malo como parecía. Fifí, agradecida, aceptó sus

consejos y decidió emprender la búsqueda.

Pero un día Pito, otro can del corralón, mostró interés en acompañar a Fifí en

su escape. Sin embargo, Fifí rechazó la oferta, alegando que debía enfrentar

su destino sola.

Entonces una noche Pito visitó a Fifí para conocer los detalles de la

conversación con Barrabás. La noticia de que el corralón cerraría por algunas

semanas complicó los planes de fuga, y la urgencia por escapar aumentó. Fifí
agradeció a sus compañeros por unirse a su causa, pero la situación se volvió

más tensa cuando Pito reveló sus sentimientos hacia ella.

Los que acompañaban a Fifí elaboraron un plan de escape, la pelea fingida de

los perros para distraer a Silicio, el dueño del corralón, y la fuga exitosa de

Fifi. Sin embargo, antes de partir, Fifi decidió agradecer a los cuidadores del

corralón por su generosidad.


FIFI (El regreso): capitulo XIII
Fifi y Ticho se lanzaron a la aventura siguiendo los consejos de Tuerto y la

guía de Yépez. Atravesaron las bulliciosas avenidas de Lima, caminaron por

las concurridas calles, y se aventuraron hacia el "Puente de Piedra". El río

Rímac, testigo silencioso de tantas historias, se extendía ante ellos,

reflejando las luces de la ciudad que empezaba a iluminarse con la llegada de

la noche.

En su travesía, Yépez les contó historias de la calle, experiencias vividas en

la jungla urbana. Ticho, a pesar de ser un experimentado pandillero,

escuchaba con atención las anécdotas de Yépez, reconociendo en sus palabras

la crudeza de la vida en la calle.

Finalmente, llegaron al "Puente de Piedra". Bajaron al río Rímac y buscaron la

chocita de madera donde vivía Gorilón, el hermano gemelo de Tuerto. Al

encontrarlo, vieron en sus ojos la similitud con Tuerto, una mirada que

reflejaba experiencia y sabiduría de la vida callejera.

¿Tuerto envía saludos? -preguntó Ticho, confirmando su identidad y la

conexión con el legendario líder de Bayóvar.

Gorilón, con una mezcla de sorpresa y satisfacción, recibió a Fifi y Ticho. Les

ofreció un descanso, compartieron algunas anécdotas y, finalmente, les

explicó el camino hacia San Borja. Les indicó las calles, los puntos de

referencia y los lugares que debían evitar.

Con las indicaciones de Gorilón en mente, Fifi y Ticho se despidieron

agradecidos. Emprendieron el camino hacia San Borja con una mezcla de

esperanza y determinación. Las luces de Lima se desvanecían a medida que se

adentraban en el desconocido territorio.


La travesía no estuvo exenta de desafíos. Encontraron obstáculos, sortearon

situaciones complicadas y, al mismo tiempo, descubrieron la solidaridad y la

amabilidad de algunos humanos que se cruzaron en su camino.

Finalmente, después de días de caminar y enfrentar diversas dificultades,

llegaron a San Borja. Fifi se reencontró con sus padres adoptivos, quienes la

recibieron con alegría y gratitud. Ticho, por su parte, decidió regresar a su

barrio, llevando consigo las experiencias de esta inusual travesía.

La historia de Fifi y Ticho se convirtió en una leyenda en los callejones de

Lima. La valentía de estos dos canes, guiados por la solidaridad de los perros

callejeros, demostró que, incluso en medio de la adversidad, la lealtad y la

amistad pueden abrir caminos hacia un nuevo comienzo.


FIFI (El regreso): CAPITULO XIV
Pasaron 2 días del encuentro vago y pequeño pichicho, el primero seguía con
sus adolescencias reumáticas propias de su edad; y el segundo las trabas para
salir a la calle y encontrarse con su amigo. Dia a día le era difícil vago poder
caminar y aun tomando sus pastillas el dolor estaba presente en todas partes.

Vago ya presentía que sus días finales estaban muy cerca, solo esperaba la
decisión de su amo cuando seria ese momento. Pensaba no un malicioso
sacrificio, se tiene que morir cuando y has vivido lo suficiente, él le
incomodaba la demora de don Octavio Ríos, pero por otrolado le apenaba
mucho de partir sin terminar de contar toda la historia completa a pichicho.

Pero por suerte la mañana resultaba ligeramente soleada, don Octavio decidió
sacar a vago a la terracita, ama a su perro, pero le partía el alma verlo triste,
vago intuyo que se encontraría con pichicho esa mañana y as fue, aparecieron
2 viejos amigos que se veían en años. Don Octavio que había observado el
encuentro no pudo contener las lágrimas al ver a su perro recuperar la alegría.

Pichicho pensaba en la salud de vago, pero pichicho ya quiso ir por el tema de


la muerte, pichicho quería verlo alegre y con ganas de vivir le dijo a vago que
converso con su mama pocha y le puso en autos sobre las conversaciones la
última vez, la amistad con su abuela Fifi y como la ayudo a encontrar su casa,
su madre le dijo algunos datos más que Fifi se lo conto de aquella vez cuando
llegaron juntos a la plaza Yacovleff. Pichicho le dijo a vago que la abuela se
refugió en la casa de mama pocha cuando huía del acoso sexual de un perro
llamado brando, vago dijo que ese tal brando quiso reventarle el hocico
infinidad de veces a brando, pero don Octavio nunca lo permitió, le dijo a
pichicho que su mama pocha estuvo informada de como llegamos a la plaza
Yacovleff.

Pichicho dijo que además su mama conto un secreto guardado entre ustedes
y la abuela.

Vago le dijo que es el mismo secreto que debe revelarte, pero todo en su
momento. Pichicho y vago acomodaron mejor sus cuerpos al frio granito,
estuvieron relajados y dispuestos a contarse cosas que solamente ellos les
importaban, permanecieron en silencio por unos segundos como si elevaran sus
ruegos a alguien en particular.

Vago ordenaba sus recuerdos en ese instante a pichicho cumplía la promesa


de no interrumpirla, al puente de piedra tuvo que bajar al rio porque la
plataforma estaba llena de gente y muchos autos amontonados dificultaban
el pase, posiblemente por algún accidente vehicular.

Yépez lo condujo por un sendero empedrado de piedras los iba a llevar a la


base del puente tuvieron que ver como cruzar el rio y esperar para que
despejen la vía.

Esperaron bastante tiempo y aun seguía obstruido, cruzaron el rio a nade,


pensando en Fifi estuvo torrentoso y turbio.

Yépez creía lo contrario, les exigió hacer algo porque estaban en territorio
ajeno.

Apareció una docena de perros vagabundos con actitudes inamistosas Yépez


grito, pero Fifi, se resistió, temblaban de miedo, todo fue tan rapido y Yépez
tenía encima a 4 de ellos, vago se puso a proteger a fifi, vago se tiró al agua
tenía pocas heridas, pero ni va a ningún lado a fifi y Yépez.

Por el momento vago estaba libre de los perros vagabundos, pero está lejos
del territorio y corría grave peligro esta vez no había escapatoria.

Vago no sabía que hacer tenía que buscar un lugar seguro y esperar no le
quedaba más, luego escucho unos ladridos se escondió en unas rocas y afino
mejor el oído y pudo saber de dónde venía, y era Yépez su amigo.

Yépez estaba atorado y le dijo que lo ayude y lo ayudo a retirar las ramas
Yépez estaba muy herido, Yépez y vago estuvieron buscando a fifi, vago tenía
fe de encontrarla, vago le dijo que Yépez que descanse y después encontró a
fifi y luego fueron a ver a Yepes par luego buscar a Gorilón.

Cuando fueron donde estaba Yépez les dijo que avancen y busquen a Gorilón,
ticho propuso que él va a ir a buscar a Gorilón y que fifi lo cuide a Yépez
fueron a hablar con Gorilón.

Gorilón mando a los guardianes que busquen al herido y lo trajeron, fifi le


canto los pormenores de su aventurada vida.

Vago interrumpió lo que estaba cantando porque no veía bien pichicho, lamio
sus ojos y luego vago siguió cantando.
FIFI (El regreso): CAPITULO XV
Gorilón era hermano de tuerto eran de la misma raza, su madre murió pocos
días un anciano solitario los regalo al primer hombre que vio en la calle, poco
antes de internarse en un hospital y así evito dejarlos en abandono.

Los últimos cachorros los regalo a un hombrecito que recolectaba ropa y


trastes viejos, el hombre se encariño con los canes y los mantuvo juntos casi
un año, pero era complicado cuidarlos a los 2 y decidió deshacerse de 1 de
ellos, además papi tenía problemas con la policía. Porque los perros asustaban
a la gente en las calles, cuando se encontraban en el camino con otras bandas,
ahí tuerto perdió el ojo izquierdo.

Cierto día un vecino que vivía cerca de su choza, le ofreció una botella de ron.
Acepto, en la noche se emborracharon con el ron afuertado. Tuerto estuvo
con un nuevo amo muy poco tiempo ya que bebía y lo maltrataba mucho, y luego
lo abandono porque recibía muchos maltratos y su amo lo busco, pero no lo
hayo.

Pensaba en venderlo para comprar más ron. Gorilón comprendió la partida de


su hermano, hace un par de años se encontraron por puente nuevo, Gorilón lo
pasaba relativamente mejor con papi, su amo el papi acostumbro a su perro a
comer lo que comía el, si el día resultaba malo, mala suerte dormía con el
estómago vacío.

Tuerto le recomendó a fifi para que busque a su hermano Gorilón y lo lleve a


San Borja, este reconocía perfectamente el distrito. Caminaban detrás del
amo papi todo el para ganarse la comida, se enroscaban a un lado de la
mercadería. Fue por esta razón que tuerto recomendó a fifi que busque a su
hermano.
FIFI (El regreso): CAPITULO XVI
Esa noche cuando todos estuvieron reunidos en la choza de Gorilón y también
la pandilla, después de curar a Yépez. Fifi le pregunto a Gorilón si conocía
como llegar a San Borja y si podía acompañarlo, Gorilón le dijo que cuales
lugares le eran familiares o si escucho a su amo cuando le sacaba a pasear.

Fifi dijo que iría sola y que ticho se quedara, Gorilón dice que ticho ira con
nosotros y que habrá muchos peligros, ya que Yépez no se moverá ya que tiene
heridas, fifi le dijo a ticho que ya hizo suficiente y que regrese con sus amigos
que lo esperan. Gorilón dijo que ese punto lo dejen más adelante, fifi le dijo
que la videna, Gorilón ya sabía dónde era pero que “papi” no los podía ver a los
tres juntos si no los votara, y la policía le quitaría el triciclo por traer perros
y les dijo que no se olviden.

A la mañana siguiente, les dijo que todo está listo y que se escondan, fifi le
pregunto que “pasara con Yépez” y Gorilón dijo que va a estar bien que “papi”
le está preparando la sopa que “papi” le gusta ayudar a los perros heridos, y
luego en la noche “papi” le dijo que porque esos perros los seguían, luego ticho
sintió la arremetida fuerza desconocida y fifi no pudo ayudarlo ya que era
muy pequeña, Gorilón lo ayudo pero “papi” le dijo que si otra vez pelea con
esos perros los dos los botan de la calle.

Gorilón bajo la cabeza, comprendió lo expresado por su amo, tal vez algún día
su amo conozca la historia y pueda comprenderlo.
FIFI (El regreso): CAPITULO XVII
La terracita del piso cuarto, edificio 195, de la Plaza Yacovleff, era testigo
de una conversación profunda entre Vago y Pichicho, dos perros cuyos
destinos estaban entrelazados como si estuvieran conectados por hilos
invisibles. Como si compartieran un mismo espacio en un plano que escapa a la
percepción humana, los dos amigos hablaban sobre un tema que solo a ellos les
importaba.

A pesar de que parecían dormir, los perros no descansaban del todo. Los ojos
cerrados de vez en cuando y los movimientos mínimos indicaban que estaban
alerta, quizás escuchando los sonidos de la ciudad. Pichicho observaba a Vago,
notando su cansancio y su silencio, como si estuviera buscando respuestas en
sus recuerdos.

Vago, por su parte, sacaba la lengua y la pasaba sobre su nariz cuarteada,


sintiendo la deshidratación que le causaban los estornudos. Aunque
aparentaba estar descansando, algo en su actitud preocupaba a Pichicho.
Vago, en ocasiones, sacudía la cabeza como queriendo despejar pensamientos
sombríos.

La conversación entre ellos se volvía más profunda a medida que Vago parecía
estar a punto de revelar una verdad oculta. Aunque Pichicho intuía que su
amigo deseaba concluir la historia, una fuerza interna lo obligaba a seguir
adelante. Era como si Vago estuviera atrapado entre el deseo de terminar y
la necesidad de expresar algo que lo atormentaba.

El tiempo parecía detenerse en la terracita. Dos horas podrían haber pasado,


pero a Vago y Pichicho ya no les importaba. Don Octavio, el dueño del edificio,
solo se asomó una vez para comprobar que estuvieran "dormidos". Nadie por
el lado de Pichicho parecía extrañarlos.

En medio de la conversación, Pichicho expresó su deseo de vivir con Vago y


escuchar más sobre sus experiencias en la calle, especialmente sobre la
abuela Fifi. Curioso, Pichicho preguntó sobre "Papi", un hombre relacionado
con una pelea callejera.

Vago, con la memoria fresca a pesar de los años transcurridos, compartió


detalles sobre ese encuentro con "Papi". Aunque el hombre los reconoció como
los huéspedes de su choza aquella noche, lo que más le preocupaba era
entender por qué los seguían. Gorilón, el compañero de Vago, sugirió que
mantuvieran la distancia para evitar problemas con el jefe. La travesía
continuó, atravesando mercados caóticos y sorteando la furia de la gente en
las calles.

Finalmente, en un punto estratégico, "Papi" decidió que Pichicho y Fifi no


podrían seguir con ellos. La policía municipal los atraparía, y eso complicaría
el trabajo. Gorilón, entendiendo la situación, sugirió que se quedaran en un
lugar seguro mientras ellos continuaban. Ticho y Fifi se ofrecieron a seguir
el camino por su cuenta, especialmente cuando Fifi reconoció la cercanía de
la VIDENA, un lugar que conocía de su pasado.

Gorilón, apenado por la situación, se comprometió a ayudarlos a encontrar la


casa de los padres adoptivos de Fifi. Ticho, siendo leal hasta el último
momento, se ofreció a acompañar a Fifi en su búsqueda.

Después de recibir las indicaciones de Gorilón, Ticho y Fifi vieron cómo "Papi"
se alejaba con su triciclo. Gorilón les deseó suerte y les recordó cuidar la
casa que encontrarían. Mientras tanto, en la terracita, Pichicho y Vago
observaban la partida de sus amigos, sintiendo que la vida, como siempre, los
llevaba por caminos inesperados.
FIFI (El regreso): CAPITULO XVIII
Los débiles rayos solares se esforzaban por penetrar las nubes, marcando un
tímido mediodía limeño. Ticho y Fifi, dos valientes amigos caninos, avanzaban
por la Avenida Aviación, desesperados por encontrar agua que aliviara su sed.
No habían probado una gota desde que salieron de la casita de "Papi", bajo el
puente.

El cielo plomizo anunciaba un invierno generoso, pero sin garúa ni frío. A


medida que caminaban, la necesidad de agua se volvía más apremiante.
Decidieron arriesgarse y pasar a la berma central de la avenida, con la
esperanza de encontrar alguna acequia o pilón de riego.

Con precaución, esquivaron carros y avanzaron tres largas cuadras, pero su


búsqueda de agua resultó en vano. Sin embargo, la emoción de Fifi alcanzó su
punto máximo cuando divisaron un lugar conocido: la VIDENA.

¡La VIDENA, esta es la VIDENA! No hallamos agua, pero lo que tenemos


frente a nosotros es lo que esperaba: La VIDENA. Allí también hay agua -
exclamó Fifi, su alegría desbordante llenó el aire.

La VIDENA, una gran Villa Deportiva Nacional, cubría toda una manzana en el
distrito de San Luis. Aunque no pudieron entrar debido a la negativa del
vigilante, la alegría de encontrar el lugar que Fifi recordaba de su pasado
llenó de esperanza a ambos.

La sed persistía, y ante la imposibilidad de ingresar a la VIDENA, Ticho y Fifi


continuaron su travesía. Cruzaron la concurrida Avenida Canadá, pegándose a
un poste y observando cómo la gente avanzaba para cruzarla. Fifi recordó las
enseñanzas de Augusto, su antiguo dueño, sobre cómo cruzar a través de las
rayas blancas.

Pero la sed era implacable, y también el hambre los consumía. Al intentar


ingresar a un mercadillo, fueron rechazados por una antipática vendedora de
pan. La falta de agua y la resistencia para encontrar alimento se convirtieron
en sus mayores desafíos.

Mientras caminaban por una calle angosta y solitaria, perdieron la orientación.


Fifi admitió no reconocer el lugar, y Ticho propuso encontrar la Avenida
Canadá para ubicarse mejor. Fifi recordó que cerca de la casa de sus padres
adoptivos existían unas ruinas arqueológicas de barro, las "Huaca San Borja",
que podrían servir como referencia.
La sed los guió hasta un taller de mecánica donde, aprovechando un pequeño
jardín en riego, saciaron sus gargantas. Sin embargo, la puerta se cerró
abruptamente, y una voz desconocida anunció su captura. Una malla de nylon
cayó sobre ellos, envolviéndolos por completo.

Dos hombres vestidos de blanco los arrastraron hacia un compartimento


oscuro, donde descubrieron que no estaban solos. Otros perros también
estaban cautivos. La situación se volvía más inquietante cuando uno de los
prisioneros reveló que eran seleccionados para propósitos desconocidos.

Fifi, pégate a mí -le dijo Ticho, intentando ofrecer consuelo en la oscuridad.

Tengo miedo, y aquí hay más perros. ¿Por qué nos habrán encerrado? -
preguntó preocupada Fifi.

Yo llevo aquí tres días, y todas las mañanas vienen unos hombres vestidos de
blanco y se llevan a uno de nosotros en una camioneta -intervino otro
prisionero.

La incertidumbre colmaba la estancia, y Ticho, temiendo lo peor, instó a


buscar una forma de escapar antes de que fueran llevados a un destino
desconocido. La sed y el hambre los habían guiado hasta aquí, pero ahora
debían enfrentar un nuevo desafío: escapar de las garras de aquellos que los
habían atrapado.
FIFI (El regreso): CAPITULO XIX
Un día ticho descubrió que se podía hacer un agujero que atraviese la pared
le confeso a fifi, cuando todos los rehenes se enteraron que podían fugar.

Por la madrugada decidieron poner en marcha la fuga, tenían que actuar


rápidamente y con mucha cautela para evitar ser descubiertos, elaboraron
un agujero que daba con el portón de la calle, actuaron bajo la dirección de
Ticho, las indicaciones eran no hacer ladridos por ninguna circunstancia.

llegó la hora de la huida el primer agujero era a la medida de ticho ya que no


había otro más grande que él, esto facilitaba la salida de los 12 canes
prisioneros, cada uno tomaron rumbos diferentes.

Finalmente, Fifi y Ticho se despidieron con mucha tristeza, Fifi llego a casa
causando gran emoción a sus dueños, los cuales le brindaron las mejores
atenciones.
FIFI (El regreso): CAPITULO XX
Un día Pichicho fue en busca de vago, ya que estaba muy enfermo, vago era el
nuevo nombre de ticho llamado así por sus nuevos dueños, el cual murió en
compañía de su amigo Pichicho. La muerte no le dio tiempo de decirle adiós a
los seres que tanto amo: a don Octavio y doña Adela y sobre todo revelarle a
Pichicho que fue padre de mamá Pocha y él, su nieto amado.

Finalmente, pichicho replico” maestro, sígame contando historias, de la abuela


Fifi, de aquel secreto guardado solo para mi…”

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