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Pentecostés universal en tiempos de peligro

Por Peter Selg

El acontecimiento de Pentecostés, 50 días después de la muerte en el Gólgota, afectó


de lleno a la comunidad de discípulos. El «Espíritu de la Verdad» se apoderó de ellos y
transformó sus almas: comenzó la difusión cosmopolita del impulso crístico. Hoy el
«Pentecostés universal» sigue siendo la tarea del futuro.
En Pentecostés, los discípulos se colmaron plenamente del Espíritu Santo. Se
convirtieron en otras personas. «Ahora [...] les parecían a los demás como si se
hubieran transformado, como personas que habían alcanzado una constitución y
disposición anímica totalmente nueva, como personas que habían superado toda la
estrechez de la vida, todo el egoísmo de la vida, que habían ganado un corazón
infinitamente amplio, una tolerancia integral en su interior, una profunda comprensión
sentida para todo lo que es humano en la Tierra, capaces de expresarse con palabras
entendibles por todos los que ahí estaban. Las personas sentían que ellos podían
mirar en el corazón y el alma de los demás y adivinar los secretos del alma desde lo
más profundo, de modo que podían consolar a cualquier persona y decirle lo que
necesitaba en ese momento.» [1]

Unidos por la fuerza de la individualidad


El corazón de los discípulos, ampliado en Pentecostés, abrió un espacio a las
personas que les rodeaban - abrió el espacio para el lenguaje, ofreció un terreno para
el corazón. Los Hechos de los Apóstoles describen el asombro de la multitud ante el
poderío del habla de los discípulos, que empezaron a «hablar en lenguas extranjeras
según el Espíritu les iba dando palabras» (Hechos 2:4). La lengua de los discípulos
tenía que ver con la capacidad de empatía que les otorgaba el Espíritu, y con su
comprensión de la vida ajena y sus respectivas condiciones. Los discípulos no sólo
podían comprender a las personas, sino que podían leer los «secretos del alma»
desde lo más profundo; podían dar consejos y consuelo. Previo al acontecimiento de
Pentecostés había sucedido la Ascensión, la retirada del ser del Cristo, un momento
de máximo dolor. Los discípulos habían experimentado un periodo de retiro interior,
tratando de recordar todo lo vivido y todo lo que quedaba sin realizar. Después, en
Pentecostés recibieron la ayuda del «Espíritu de la Verdad» (Jn. 15. 26), y volvieron a
sí mismos y a Cristo, en un despertar existencial. «En los pensamientos cósmicos del
Espíritu se despierta el alma» [2]. «Los apóstoles sintieron como si algo hubiera
descendido sobre ellos desde el universo, algo que sólo podía llamarse sustancia del
amor todopoderoso. Se sintieron como si hubieran recibido una inspiración fecunda
desde arriba, del amor universal, y como si hubieran superado un estado onírico de la
vida. Se sintieron como si hubieran sido despertados por todo ese poder original del
amor que impregna y calienta el universo, como si el poder original del amor estuviera
inmerso en al alma de todos ellos» [3], «en cada uno de ellos». Las «lenguas de
fuego» descendieron sobre las frentes de los discípulos, en sus «almas individuales».
El impulso crístico se individualizó, y los discípulos comenzaron su labor, unidos, y al
mismo tiempo con la fuerza de sus individualidades. «A partir del acontecimiento de
Pentecostés [...] la corriente de la fuerza del Cristo se derrama sobre la Tierra [...].» [4]

El Pentecostés y la Sociedad Antroposófica


Rudolf Steiner no sólo hablaba del Pentecostés como una celebración de la
individualidad libre y de la comunidad de espíritus libres; más allá de ello también
intentó, a principios del siglo XX, ayudar a impulsar una Sociedad Antroposófica que
trabajase en el espíritu de este despertar espiritual pentecostal. El lenguaje
pentecostal de la Antroposofía fue para él una tarea a cumplir en el futuro; hasta en las
19 lecciones de la Primera Clase de la Escuela Superior Libre para la Ciencia del
Espíritu, este lenguaje sigue siendo «anunciación pentecostal» [5] y sigue al servicio
del Verbo, de la «Palabra de Amor de la Voluntad del Mundo» [6], del «amor cósmico
todopoderoso» que en el acontecimiento de Pentecostés habló por primera vez al ser
humano. El «sentido de la Tierra», que antes tenía su sede en el Sol espiritual, se unió
con la Tierra a través del Misterio del Gólgota. «Esto es lo que la Antroposofía quiere
aportar a la humanidad, como perpetuo misterio de Pentecostés».[7] Hoy, como dijo
Rudolf Steiner, bajo las nuevas condiciones de la historia de la conciencia, se trata de
convertirse en «sucesores» de aquellos «que, por su comprensión inicial del impulso
crístico, se hicieron dignos de dejar que las lenguas de fuego se derramasen sobre
ellos».[8] El «Pentecostés universal», dijo, debe hacerse realidad.[9]
Rudolf Steiner esperaba que la Sociedad Antroposófica lograra experimentar el
«spiritus vehementis» y obtener una nueva «constitución anímica», como en su día los
discípulos a través del acontecimiento de Pentecostés. Esperaba que los antropósofos
se convirtieran en personas activas que superaran toda «estrechez de vida» y que
desarrollaran un «corazón infinitamente amplio» - después de pasar por, y aprender
de, las crisis y dificultades de su época.[10]

El culto de la Comunidad de Cristianos en el campo de prisioneros de Kiev (1946)


El sacerdote Albrecht Meyer celebró el culto de la Consagración del Hombre en
Pentecostés de 1946 en un gran campo de prisioneros de guerra en Kiev, donde él
mismo estaba encarcelado.[11] Los prisioneros lograron conseguir todo lo necesario,
incluso para confeccionar una túnica y pintar en ella las figuras de la Casulla, la
vestidura litúrgica, en el color amarillo dorado de Pentecostés. Entre los cientos de
prisioneros que participaron en el servicio, sólo Albrecht Meyer conocía el culto de la
Comunidad de Cristianos. De sus dos monaguillos, uno era católico, el otro
protestante.
«Sonaban con fuerza inmediata las palabras de la confesión: ‹Las comunidades que
sientan el Cristo presente en ellas pueden sentirse unidas en una Iglesia a la que
pertenecen todos los que sienten el poder salvador de Cristo›. La Iglesia de Pedro,
Pablo y Juan, separada en cualquier otro lugar de la Tierra, estaba unida allí, en el
miserable mundo cercado con alambre de espino, donde el dogma y la coacción de la
forma anulaban todo sentido, donde sólo valía lo que llenaba el corazón desde dentro,
de espíritu pentecostal».[12]

1 Rudolf Steiner: GA 148, segunda conferencia


2 Rudolf Steiner: GA 268, mantras rosacruces
3 Rudolf Steiner: GA 148, segunda conferencia
4 Ibídem
5 Rudolf Steiner: GA 181 décima cuarta conferencia
6 Rudolf Steiner: GA 238, alocución del 28 de septiembre de 1924
7 Rudolf Steiner: GA 226
8 Rudolf Steiner: GA 118, 15 de mayo de 1911
9 Rudolf Steiner: GA 226
10 Cf. Peter Selg: ‹Bald sind wir aber Gesang›. Welten-Pfingsten in Zeiten der Gefahr
[Pentecostés universal en tiempos de peligro], 2021
11 Albrecht Meyer: Aus dem Bericht eines Heimkehrers [Del informe de un repatriado];
en: 'Die Christengemeinschaft', boletín 3/4, 1946, pp. 94-96
12 Ibid, p. 96

Versos de Pentecostés
Me gustaría expresar esto a través de unos versos para Pentecostés en los que he
resumido el cómo en el fondo del alma humana existen fuerzas elementales y
opuestas entre ellas, y cómo lo que vive en la conciencia del ser humano es la victoria
sobre lo que lleva la guerra en las profundidades de la vida anímica. [...]

Donde termina el conocimiento de los sentidos,


se yergue el portal
que abre al ser del alma
las realidades de la vida.
El alma crea la llave
cuando se vigoriza
en la lucha que, en profundidades de ella,
los poderes cósmicos llevan a cabo
con las fuerzas humanas,
y cuando ella expulsa,
en noche de espíritu,
el sueño que envuelve
a las fuerzas del conocimiento
en sus fronteras sensoriales.
Fuente: Rudolf Steiner, GA 272, conferencia del 22 de mayo de 1915 (también en: GA
40)

Peter Selg
Nacido en 1963 en Alemania, dirige el Ita Wegman Institut para Investigaciones
Antroposóficas de Arlesheim (CH), es miembro de la Junta Directiva de la Sección
Antroposófica General en el Goetheanum. Docente de Antropología y Ética Médica en
la Universidad de Witten-Herdecke (DE) y en la Alanus-Hochschule für Kunst und
Gesellschaft, Alfter (DE).

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