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Clase 3: EL SENTIDO DE LA VIDA Y DEL DOLOR

A continuación encontrarás dos lecturas. La primera es una reflexión de un psiquiatra que


estuvo en un campo de concentración y la segunda es una explicación de unas ideas del Papa
Juan Pablo II sobre el sentido del dolor desde la perspectiva católica.

Debes leerlas y responder las preguntas que encontrarás en las actividades de canvas.

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I. A continuación te ofrezco un pasaje del libro El hombre en busca del sentido, de Viktor
Frankl, un psiquiatra austríaco, judío, que sobrevivió a los campos de exterminio. Escribió su
experiencia en su citado libro. Fue alumno y discípulo de Freud. Se distanció del maestro al
poner en el origen de la neurosis el vacío existencial. Fundó la policlínica Neurológica de Viena,
donde ensayó con éxito su propio método: la Logoterapia.

Viktor Frankl: el hombre en busca de sentido.

Traigo ahora a la memoria lo que tal vez constituya la experiencia más honda que pasé en un
campo de concentración. Las probabilidades de sobrevivir en unos de esos campos no
superaban la proporción de 1 a 28, como puede verificarse por las estadísticas. No parecía
posible, cuanto menos probable, que yo pudiera rescatar el manuscrito de mi primer libro, que
había escondido en mi chaqueta cuando llegue a Auschwitz. Así pues, tuve q pasar el mal trago
y sobreponerme a la pérdida de mi hijo espiritual. Es más, parecía como si nada o nadie fuera a
sobrevivirme, ni un hijo físico, ni un hijo espiritual, nada que fuera mío. De modo que tuve que
enfrentarme a la pregunta de si en tales circunstancias mi vida no estaba huérfana de
cualquier sentido.

Aún no me había dado cuenta de que ya me estaba reservada la respuesta a la pregunta con la
que yo mantenía una lucha apasionada, respuesta que muy pronto sería revelada. Sucedió
cuando tuve que abandonar mis ropas y heredé a cambio los harapos de un prisionero que
habían enviado a la cámara de gas nada más poner los pies en la estación de Auschwitz. En vez
de las muchas páginas de manuscrito, encontré en un bolsillo de la chaqueta que acababan de
entregarme una sola página arrancada de un libro de oraciones en hebreo, que contenía la
más importante oración judía, el SHEMA YISRAEL. ¿Cómo interpretar esa coincidencia sino
como el desafío para vivir mis pensamientos en vez de limitarme a ponerlos en el papel?

Un poco más tarde, según recuerdo, me pareció que no tardaría en morir. En esta situación
crítica, sin embargo, mi interés era distinto del de mis camaradas. Su pregunta era:
¿Sobreviviremos a este campo? Pues, si no, este sufrimiento no tiene sentido. ”La pregunta que
yo me planteaba era algo distinta: ¿Tienen todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío,
algún sentido? Porque, si no, definitivamente, la supervivencia no tiene sentido, pues la vida
cuyo significado dependa de una casualidad—ya se sobreviva o se escape de ella—en último
término no merece ser vivida.

En el mismo libro cuenta Frankl que, años más tarde, en su clínica de Viena, en una sesión de
terapia de grupo, “pregunté si un chimpancé, al que se había utilizado para producir el suero
de la poliomelitis y, por tanto, había sido inyectado una y otra vez, sería capaz de aprehender
el significado de su sufrimiento. Al unísono, todo el grupo contestó que no, rotundamente;
debido a su limitada inteligencia, el chimpancé no podía introducirse en el mundo del hombre,
que es el único mundo donde se comprendería el sufrimiento. Entonces, continué formulando
las siguientes preguntas: ¿y qué hay del hombre? ¿Están ustedes seguros de que el mundo
humano es el punto final en la evolución del cosmos? ¿No es concebible que exista la
posibilidad de otra dimensión, de un mundo más allá del mundo del hombre, un mundo en el
que la pregunta sobre el significado último del sufrimiento humano obtenga respuesta?

II.Miguel Angel Monge en un artículo titulado “Sentido cristiano del sufrimiento


humano” en la revista de medicina de la Universidad de Navarra, analiza y comenta
la carta apostólica del Papa Juan Pablo II sobre el valor del dolor (salvifici doloris):

….Se ha dicho que sin dolor no habría enfermos, ni habría médicos. Por el dolor se
interesan la Fisiología, la Psicología, la Filosofía y la Teología. El Papa quiere dar una
respuesta teológica, cristiana, pues sólo desde la fe en Jesucristo puede entenderse su
significado: "La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo
purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad" (Aloe., 24-III-1979). El Papa,
además, quiere mostrar a los hombres de una civilización hedonista, que huye como
despavorida de todo sufrimiento, el valor trascendental del dolor para alcanzar la
salvación. Lo hace en continuo diálogo con la cultura moderna, pero guiándose en
todo momento por la luz de la Revelación cristiana.
"existe en el mundo para provocar el amor"
…"Pero para poder percibir la verdadera respuesta al 'porqué' del sufrimiento tenemos
que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de
todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del
sufrimiento, que es siempre un misterio". Como afirma el Papa, "el sufrimiento está
presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo,
para transformar toda la civilización humana en la civilización del amor".
A la luz de la Redención de Cristo en el coloquio con Nicodemo, Jesucristo le dice:
"Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su unigénito Hijo, para que todo el que
crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,16). Comentando estas
palabras, el Papa distingue dos dimensiones del sufrimiento: la temporal y la definitiva,
es decir, el sufrimiento irreparable de perder la vida eterna. "Como resultado de la
obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza de la vida y de
la santidad eternas. Y aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por
Cristo con su cruz y resurrección, no suprime los sufrimientos temporales de la vida
humana, sobre cada sufrimiento esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de
la salvación". Esta verdad de la Redención "cambia radicalmente el cuadro de la
historia del hombre y su situación terrena " afirma el Papa. "El redentor ha sufrido en
vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la Redención.
Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha
llevado a cabo la redención". Si "todo hombre, en el sufrimiento, puede hacerse
partícipe del sufrimiento redentor de Cristo", también " quienes participan en los
sufrimientos de Cristo están llamados, mediante sus propios sufrimientos, a tomar
parte en la gloria". Desde esta perspectiva, el sufrimiento se puede considerar,
además, como "una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez
espiritual", como "una prueba -a veces bastante dura-, a la que es sometida la
humanidad" o como "una particular llamada a la virtud”.
…Así se supera el " sentido de inutilidad del sufrimiento" o la "sensación deprimente"
de quien se considera a sí mismo inútil, condenado a ser atendido por los demás. Con
esta fe en la participación de la cruz de Cristo, se entiende que el sufrimiento de un
hombre "sirve", como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo
tanto, no sólo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible.
Comentando la parábola del buen samaritano, el Papa subraya que también ante el
sufrimiento del prójimo, "el hombre debe sentirse llamado personalmente a
testimoniar el amor", a salir con diversas iniciativas al encuentro del dolor ajeno. "Esto
se refiere a los sufrimientos físicos, pero vale todavía más si se trata de los múltiples
sufrimientos morales, y cuando la que sufre es ante todo el alma". En definitiva,
"Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a
hacer bien a quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el
sentido del sufrimiento".

…Y es que, "Hacer el bien con el sufrimiento" Es ésta, a mi parecer, una de las


afirmaciones más densas de sentido de la carta que comentarnos. Para los que
consideran -sin duda como fruto de una cierta experiencia- que el dolor hace al
hombre replegarse sobre sí mismo, enquistarse y ceder a un inútil lamento, el Papa
explica cómo el sufrimiento, al desnudar la esencia de las cosas, pone al hombre frente
a su limitación, le hace conocedor de su indigencia, pero le lleva a descubrir la fuerza
purificadora y redentora que tiene para aquel que lo sufre y para todos los hombres,
sus hermanos. Y es que, corno decía G. Thibon, " cuando el hombre está enfermo, si no
está esencialmente rebelado, se da cuenta que cuando estaba sano había descuidado
muchas cosas esenciales; que había preferido lo accesorio a lo esencial".

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