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Hibridez y modernidad

en la obra de Marià Fortuny:


El desnudo des-orientado
y los retratos de Carmen
Susan Martin-Márquez is L’Espagne c’est encore l’Orient; l’Espagne est à demi
Associate Professor in the africaine.
Department of Spanish and —Víctor Hugo, prólogo a Les Orientales (1829)
Portuguese at Rutgers Uni-

Q
versity. She published her ué significaba e implicaba ser “medio africa-
book Feminist Discourse and no”? La cuestión, que había preocupado a
Spanish Cinema: Sight Un- buen número de españoles durante siglos, si
seen (Oxford) in 1999 and is
bien sólo de manera intermitente, adquirió gran ur-
finishing Disorientations:
Spanish Colonialism in Africa
gencia y complejidad a principios del XIX. Por un lado,
and the Cultural Mapping of multitud de figuras intelectuales, artistas y escritores
Identity. Additionally, she is de Estados Unidos y el norte de Europa, como Víctor
part of a colaborative team Hugo, proclamaban la “esencia africana” de Iberia, y
(under the direction of Jo atribuían características estereotípicamente “africa-
Labanyi) dedicated to the nas”—la indolencia, el atraso, y la violencia bárbara—
analisis of an oral history of a los españoles. Por otro lado, al intentar compensar la
cinema and the practive of pérdida de las colonias en las Américas, España se apre-
daily life in the ’40s and ’50s suraba a competir con los nuevos colonialismos euro-
in Spain
peos que se apoderaban de enormes extensiones de tie-
rra en Africa. De manera paradójica, varios pensadores
españoles razonaron que precisamente por su proximi-
dad racial, cultural y geográfica a Africa, los españoles
estarían mejor dotados que nadie para colonizar a los
africanos: el carácter africano de España sólo le facilita-
ría el cumplimiento de su papel europeo imperialista.
Aunque este debate altamente politizado acerca
de la relativa “africanidad” de España queda patente en
muchos textos culturales, se manifestó de manera par-
ticularmente vívida en la pintura orientalista, produci-
da durante las últimas décadas del siglo XIX. Muchos

Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies Volume 7, 2003


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de los pintores orientalistas europeos de go me enfocaré en el modo en que las con-


mayor relieve, como por ejemplo David venciones orientalistas son resemantizadas
Roberts, J.F. Lewis, Georges Clairin, y para representar—para “re-orientar”—la
Henri Regnault, viajaron al sur de Espa- identidad española en las obras que For-
ña y allí crearon obras geniales antes de tuny pintó en Granada.
seguir hacia el norte de Africa y el Medio Los cuadros que Fortuny produjo tras
Oriente musulmán. A veces en sus cua- sus viajes a Marruecos revelan las agudas
dros las distinciones geográficas se esfu- tensiones entre las expectativas de sus
man en una superimposición de espacios patrocinadores del gobierno—la Diputa-
que empareja el Marruecos contemporá- ció de Barcelona esperaba que Fortuny
neo con la España medieval (un gesto tí- exaltara el heroísmo de las tropas catala-
pico del orientalismo, que enfatiza la nas que luchaban contra los marroquíes—
pervivencia del pasado en las zonas retra- y la aparente incomodidad por parte del
tadas); por ejemplo la espeluznante “Eje- artista al tener que trabajar dentro de una
cución sin juicio bajo los reyes moros de tradición europea imperialista. Aunque
Granada” (1870) de Regnault, presenta estas tensiones se manifiestan en muchas
una escena de al-Andalus pero lleva ins- obras suyas, como la monumental y nun-
crito el sitio de Tánger junto a la firma y ca terminada “Batalla de Tetuán” (cuadro
la fecha. reproducido en González López y Martí
Por su parte, Marià Fortuny (1838- Ayxelà 248-49), emergen de manera más
1874), el pintor orientalista más celebra- intrigante en sus desnudos femeninos. De
do de España—y uno de los artistas más acuerdo con la tradición dominante de la
aclamados por la crítica y por el público pintura académica el desnudo femenino
europeo y americano de entonces, cuya solo estaba “autorizado” dentro de ciertos
obra mereció precios récord—invierte la géneros determinados. Por lo general, se
trayectoria típica de los orientalistas con- desaprobaba el retrato del desnudo con-
sagrados. Es decir, en 1860 el joven artis- temporáneo; los escenarios históricos y en
ta catalán, que ya había pasado varios años particular los clásicos se favorecían, y las
como becario en Roma, pero que había figuras mitológicas, como por ejemplo la
visto bien poco de su patria, fue enviado Venus, gozaban de gran popularidad. El
por la Diputació de Barcelona a Marrue- desnudo podía adornarse de paños discre-
cos para documentar la guerra de Africa; tos o de un atavío (mínimo) apropiado,
sólo años más tarde viajaría Fortuny a An- pero había que evitar la inclusión de ras-
dalucía, en donde se enfrentaría con la tros de ropa suelta, que se percibía como
herencia africana de España, y se dedica- demasiado provocadora, a menos que sir-
ría a retratar, de manera sofisticada, el ca- viera para garantizar la coherencia narra-
rácter consecuentemente híbrido de la tiva o la verosimilitud histórica. La figura
nación. A continuación, quisiera repasar, femenina se idealizaba según unas normas
brevemente, la manera en que Fortuny estéticas levemente modificables, pero la
manipula la tradición orientalista en sus región genital siempre se veía como una
cuadros marroquíes, efectuando manio- integridad suave, sin apertura ni mancha
bras estéticas e ideológicas que se podrían alguna: no se permitían ni detalles anató-
considerar como “des-orientadoras.” Lue- micos ni vello púbico. En esencia, aunque
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no hubiera hoja de parra, los genitales fe- nas” o en la “Venus del espejo”/“Venus de
meninos siempre se cubrían de lo que Rokeby”; así, en el cuadro del catalán, el
Peter Brooks en su libro Body Work ha lla- hombre nativo, reflejado en el espejo si-
mado “the ultimate veil: the woman’s sex tuado detrás de la odalisca, forma parte
as unknowable and unrepresentable” esencial de una gran trampa que sirve para
(141). Una de las razones por las cuales inmovilizar al espectador europeo que
la pintura orientalista alcanzó tanto éxi- quisiera apropiarse de los espacios y cuer-
to en el siglo XIX es que proporcionó una pos prohibidos del harén.
nueva justificación del desnudo femeni- Pese a sus rasgos subversivos, las
no, ahora visualizado como esclava de “Odaliscas” de Fortuny continúan cum-
mercado, bañadora turca, u odalisca, aun- pliendo con algunas de las convenciones
que siempre siguiendo las normas acadé- del desnudo orientalista: como la gran
micas; el cuadro orientalista exótico, se- mayoría de los ejemplos de este subgénero,
gún Brooks, “excuses its own display of las “Odaliscas” de Fortuny son obras de
the nude through representation of a estudio, creadas gracias a la colaboración
‘foreign’ (barbaric, deplorable, enticing) de modelos europeas, pero implican que
practice” (136). el artista sí ejerció el privilegio imperialis-
Al comienzo de la década de los 60, ta, que logró acceder a terrenos vedados y
después de su primer viaje a Marruecos, velados. Sin embargo, al intentar sumer-
Fortuny pintó varias “Odaliscas” que se girse en el ambiente marroquí—volvió
podrían caracterizar como notablemente varias veces al norte de Africa, y hasta in-
iconoclastas: efectúa un experimentalismo tentó aprender árabe—Fortuny empezó a
formal e ideológico que funciona para rom- preocuparse por cuestiones de autentici-
per con la inscripción tradicional del ob- dad cultural, y criticó el “orientalismo de
servador masculino/blanco/europeo como sillón” de algunos de sus compatriotas. Al
poseedor de la mujer colonizada, inscrip- poco tiempo, el artista dejó de producir
ción que ha sido analizada detalladamen- odaliscas, y la mujer marroquí casi des-
te por la historiadora de arte Linda Nochlin apareció de su obra pictórica; sólo se vis-
con respecto a la obra de Ingres. En los lumbraba, de vez en cuando, como una
cuadros de Fortuny, en cambio, la odalis- figura completamente tapada en sus esce-
ca simbólicamente vuelve la espalda a ese nas de calle. Y tan pronto como su cre-
público colonizador, y el hombre nativo ciente fama le permitió sostener econó-
retratado se convierte en el objeto de la micamente a su familia, reembolsó a la
mirada anhelante de ella (en la “Odalis- Diputació, liberándose así de sus deberes
ca” reproducida en González López y Martí nacionalistas y colonializantes oficiales.
Ayxelà 182) o de su fantasía apasionada Es por ese entonces que Fortuny,
(reproducida en González López y Martí incitado, irónicamente, por sus colegas
Ayxelà 180).1 En su “Odalisca” más com- franceses Regnault y Clairin, “descubrió”
pleja en términos formales (rep. en el sur de España. Cautivados por Grana-
González López y Martí Ayxelà 189), da, Fortuny y su mujer Cecilia de Madra-
Fortuny juega con la tradición velazqueña zo, hija de una familia de reconocidos
del juego de los espejos y los espacios intra- pintores, trasladaron su hogar al lado de
y extra-textuales, presente en “Las Meni- la Alhambra y hospedaron a docenas de
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parientes, amigos y artistas orientalistas. méstico de los Fortuny y a un modo de


Allí, entre 1870 y 1872, encontrando ins- vida payo; varios cuadros y fotografías de
piración suplementaria en sus esbozos afri- principios de la década atestiguan su po-
canos, Fortuny confeccionó una serie de sicionamiento dentro de la familia exten-
pinturas exquisitas que repoblaron imagi- dida del pintor.
nativamente los palacios de la Alhambra De hecho es Carmen quien le facili-
y el campo andaluz, y que reafirmaron los tará a Fortuny la representación de una
gestos de los otros orientalistas europeos España que es decididamente contempo-
al borrar la frontera entre un Marruecos ránea, pero que evoca todavía los aromas
contemporáneo y una España ya pretéri- exóticos del pasado. Por ejemplo, en su
ta. Al mismo tiempo, Fortuny volvió al cuadro “Gitana bailando en un jardín”
retrato de una nueva forma de “mujer na- (rep. en González López y Martí Ayxelà
tiva.” En sus andanzas por el Albaicín en 338), mientras que la figura vívidamente
busca de modelos llamativos, el artista ataviada y los brazos graciosamente posa-
reclutó a varios gitanos, incluyendo a una dos de la Carmen bailaora se resaltan de
joven de quince años que se llamaba— manera dramática ante una pared emblan-
¿cómo no?—Carmen. Carmen Bastián no quecida a la derecha del cuadro—como
solo llegó a posar para buen número de un espectáculo proto-cinematográfico—
las obras andaluzas de Fortuny, sino que otra forma sensualmente curvada y llena
poco a poco se incorporó al espacio do- de colorido, con “brazos” artísticamente

Marià Fortuny, Carmen Bastián


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arreglados, compone un eco visual lúdica- ba claro no sólo que practicaba la prosti-
mente sutil a la izquierda de la obra, y tución, sino que era una ramera sucia, en-
proyecta una sombra histórica también: ferma y decadente, que para mayor agra-
es la representación de un apreciado ja- vio dirigía una mirada descarada, insolen-
rrón antiguo de cerámica hispano-moris- te, a sus contempladores. La dura tensión
ca, que provenía de la extensa colección de la mano izquierda de la mujer se veía
de artes decorativas de Fortuny,2 una pie- como especialmente chocante, porque
za que prueba la atracción moderna de una parecía burlarse del gesto de pudor que
estética “diferente.” había caracterizado al desnudo femenino
Es en otro cuadro absolutamente clásico desde la edad de Tiziano. Clark
brillante, “Carmen Bastián” (rep. en Gon- observa que Olympia “has no pubic hair,
zález López y Martí Ayxelà 311)—curio- of course; that would have been unthink-
samente, una de las obras menos conoci- able,” pero que “the hand is Olympia’s
das de Fortuny—que la gitana Carmen whole body, disobeying the rules of the
incorpora una amalgama de característi- nude” (136). El propósito de Clark a lo
cas aparentemente irreconciliables: una largo de su estudio es demostrar cómo la
diferencia eternamente exótica, y una pintura francesa de finales del siglo XIX
modernidad europea atrevida, que refle- vincula la modernidad a la marginalidad
jan las fascinantes contradicciones que social (259), y aquí la prostituta es una
atraviesan la formulación de una identi- agente especialmente eficaz de esa moder-
dad nacional española en este momento. nidad, porque su habilidad de desempe-
En este cuadro, Carmen desempeña el ñar papeles y su transgresión de las divi-
papel de la odalisca ultra-moderna. siones de clase amenazan invalidar las acos-
Para entender la radical novedad de tumbradas distinciones sociales (111).
esta obra, es necesario considerar el desa- Según Clark, sólo un crítico de arte
rrollo de ciertas tendencias europeas ar- de la era, Jean Ravenel, parece haber cap-
tísticas de la época, particularmente la tado el significado—la sorprendente mo-
experimentación vanguardista que produjo dernidad—del cuadro de Manet. Ravenal
lo que se ha venido a llamar la “crisis del califica la obra como “une folie d’Espagne
desnudo.” Quizás el cuadro más comen- très folle, qui vaut mille fois mieux que la
tado al respecto es la “Olympia” de Manet, platitude et l’inértie de tant de toiles qui
que se exhibió en el Salón de París de 1865. s’étalent à l’Exposition” (citado en Clark
Hoy día es difícil concebir el tremendo 296 n. 144). Otros también habían seña-
escándalo que provocó este cuadro; dia- lado el “españolismo” del cuadro: por un
riamente, una muchedumbre acudía a lado, la obra de Manet evocaba el único
expresar ruidosamente su desprecio ante desnudo femenino de la tradición occi-
el retrato. Como ha demostrado T.J. Clark dental considerado como igualmente re-
en su estudio pionero The Painting of volucionario, la “Maja desnuda” de Goya;
Modern Life, las reseñas publicadas en el por otro lado, Olympia misma solía ser
momento revelan las obsesiones de ese interpretada como una mujer exótica con
público: Olympia estaba desvestida, no cierto sabor español. Mientras que Sander
desnuda; en vez de elevarse por encima de Gilman ha postulado que la presencia de
la realidad vulgar de lo cotidiano, queda- la criada negra, una figura (estereo)típica
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de los retratos de odalisca, sugiere la proxi- precisamente porque no es un desnudo


midad de Olympia a Africa y sirve para completo: la representación de la región
recalcar su asociación con una sexualidad genital en sí es el sujeto (o por lo menos
“no civilizada” o incontrolada (76-83), el uno de los sujetos) de esta obra. Es fun-
poema que acompañó la ficha del cuadro damental, además, que a Carmen se la re-
de Manet en el catálogo oficial del salón presente como participante activa en este
describía a Olympia como una “esclava,” espectáculo revisionista; es una agente tan-
una “sultana” y una “infanta española.” En to artística como sexual, captada en el pro-
su comentario de este poema, Griselda ceso de convertirse en una desvestida, no
Pollock insiste en que: en una desnuda. Es ella quien parece ha-
berse levantado las faldas, cuyos pliegues
the verse plays upon notions of the se entrelazan en la mano izquierda, mien-
put-on, airs, play-acting, which run tras que en la derecha, sostiene en alto el
the gamut from Venetian sleeping abanico que podría sustituir, pero que no
nymphs to Goyaesque royalty and the
sustituye, a la esperada hoja de parra. El
profane desnudas that would be the
referent points for any intelligent criti- motivo del abanico como hoja de parra
cism of the painting. (303) potencial—tan cerca, pero al fin y al cabo
tan lejos de velar los genitales femeninos—
Pollock vincula este performance caleido- se repite en el elemento decorativo del
scópico de la identidad con la moderni- diván de madera, otro ejemplo de la utili-
dad, y en ese sentido se podría argüir que zación lúdica del eco visual por parte de
“Olympia” prepara el escenario para el Fortuny.
dramático debut de la “Carmen Bastián” Tanto dentro como fuera de España
de Fortuny. se encuentran pocas referencias a este cua-
Igual que en el cuadro que la retrata dro tan singular, aunque sí se ha publica-
bailando sevillanas, en esta obra que re- do uno que otro intento curioso de justi-
crea a la vez que desconstruye la odalisca ficar el silencio. Por ejemplo, en su reciente
orientalista, Carmen realiza un performan- libro dedicado a la pintura española de
ce: adopta una identidad híbrida y vaci- gitanos, Eduardo Quesada rehusa ofrecer
lante, antigua y moderna, exótica y euro- un comentario detallado, afirmando que
pea. Su gesto coqueto de revelación du- en esta obra “Carmen Bastián no ejerce
plica el de Fortuny, que expone, y viola de de gitana” (115). Sin embargo, negar el
manera espectacular, las reglas que gobier- significado de la identidad gitana de Car-
nan la representación del desnudo. No sólo men para este cuadro es desatender el com-
retrata con detalle naturalista el vello plejo contexto cultural e ideológico den-
púbico que según Clark habría sido in- tro del cual fue producido y recibido.
concebible para Manet, sino que resalta Ninguna mujer “blanca” del momento
ese retrato al “enmarcarlo” con elementos habría sido retratada de esta manera, por
de ropa—las medias a la izquierda, y los lo menos en una obra codificada como cul-
volantes de falda por arriba, por abajo y a ta.3 La aseveración de Quesada implica
la derecha—convirtiendo esta obra en una además que los gitanos sólo son “legibles”
especie de retrato dentro de un retrato. cuando practican actividades arquetípica-
Este cuadro es particularmente radical mente gitanas como el flamenco o el toreo,
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o cuando se adornan o se rodean de típica española—el ícono idealizado de una blan-


parafernalia gitana. Evidentemente, a For- cura burguesa trágica—al suicidarse en el
tuny le interesa aquí figurar una forma de estanque del Parque Retiro de Madrid
identidad “diferente.” (266). Constantemente, se subraya la ha-
Sospecho que el cuadro de Fortuny bilidad de disimulo por parte de Carmen,
era demasiado radical para ser asimilado su capacidad de transfigurarse; sin embar-
por la crítica española de entonces, es de- go, al fin y al cabo, el papel abnegado que
cir, como Clark ha escrito de la “Olympia” se le impone en esta narrativa particular de
de Manet, “it altered and played with asimilación cultural sustituye con una fe-
identities the culture wished to keep still” minidad masoquista pero sumamente tra-
(100). De hecho, esta obra, y la naturale- dicional la imagen híbrida y compleja-men-
za de la relación entre Fortuny y Carmen, te moderna que nos había ofrecido Fortuny.
sufrió varios intentos de “re-escritura” tras La multivalente y a veces borrosa fi-
la muerte repentina del pintor en 1874, a guración de la marginalidad, y el juego
los 36 años. Por ejemplo, en un artículo tenso entre centro y margen, es lo que más
muy difundido el tío de Cecilia de Madra- perturba en la obra de Fortuny. Los críti-
zo enfatizó el patriotismo del artista y su cos de arte de la época tampoco podían
“santo afecto” por su esposa, insistiendo apreciar plenamente sus innovaciones for-
que aunque Fortuny había retratado todo males afines, aun cuando intuían que el
tipo humano imaginable, nunca había artista catalán apuntaba hacia una prácti-
pintado cortesanas ni prostitutas: ca diferente; tras su muerte, lamentaban
el sinnúmero de obras “inacabadas” que
Fortuny pintó con variedad asombro- había dejado, cuadros que como “Carmen
sa [...] entre sus figuras, el prócer, el Bastián” parecían exhibir en los trazos apre-
soldado, el comediante, el torero, el surados de sus mismos márgenes el agota-
saltimbanquis, el bandolero, el men- miento de la representación realista (ver por
digo, el gitano, todo ser humano me-
ejemplo Güell y Mercader). Por lo tanto,
nos la ramera, aristocrática o plebeya;
se podría afirmar que en su momento las
(Pedro de Madrazo 270)
deslumbrantes re-orientaciones efectuadas
por Fortuny—tanto las formales como las
así aleja la obra del catalán del infame cua-
ideológicas—producían, más que nada, un
dro de Manet.
profundo sentimiento... de desorientación.
De mayor interés aún es la biografía
ficcionalizada de Carmen Bastián, publi-
cada y republicada por José de Castro y Notas
1
Serrano y titulada, de manera sugerente, Estudio el primero de estos cuadros de ma-
“Carmen, la de Fortuny.” A lo largo de nera más detallada en mi artículo “Here’s Spain
Looking At You.”
este relato, la “Carmen de Fortuny” aban- 2
Hoy día el jarrón forma parte de la colección
dona la naturaleza por la cultura; de ma-
del Smithsonian Institute en Washington, D.C.
nera dramática, se transforma de “mujer 3
En un manuscrito del libro del cual forma
de oriente” animalizada y sensual en es- parte este análisis considero las posibles conexio-
clava doméstica plenamente civilizada. En nes entre “Carmen Bastián” y los dibujos porno-
los fascinantes párrafos finales, se implica gráficos clandestinos de Isabel II, atribuidos a los
que Carmen llega a encarnar una Ofelia hermanos Bécquer (nuevamente encontrados a
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finales del siglo XX y editados por Robert Pageard Gilman, Sander. Difference and Pathology: Stereo-
et al, en Los Borbones en pelota). Los dibujos, que types of Sexuality, Race and Madness. Ithaca:
quizás circularan entre un público selecto de ar- Cornell UP, 1985.
tistas e intelectuales, fueron producidos pocos González López, Carlos y Montserrat Martí
años antes de que Fortuny pintara su “Carmen Ayxelà. Mariano Fortuny Marsal. Tomo I:
Bastián”; algunas de las poses—por ejemplo la de Biografía. Selección de Color. Barcelona:
Isabel con las faldas levantadas a la espera de una Rafols, 1989.
fila de hombres anónimos—se asemejan a la de la Güell y Mercader, J. “Fortuny: Exposición de sus
modelo gitana. En particular, me interesa con- obras póstumas en París.” La Ilustración Espa-
trastar la imagen alegórica de la reina, estudiada ñola y Americana 10 (1875): 178.
por Lou Charnon-Deutsch (108-26), con la nue- Madrazo, Pedro de. “Fortuny.” La Ilustración Artís-
va figuración femenina (también desnuda y cla- tica 314 (1888); originalmente publicado
ramente sexualizada) de la identidad nacional en El Tiempo 28 nov. 1874.
efectuada por Fortuny. Martin-Márquez, Susan. “‘Here’s Spain Looking
At You’: Shifting Perspectives on North Afri-
Obras citadas can Otherness in Galdós and Fortuny.” Ari-
Brooks, Peter. Body Work: Objects of Desire in Mod- zona Journal of Hispanic Cultural Studies 5
ern Narrative. Cambridge: Harvard UP, 1993. (2001): 1-18.
Castro y Serrano, José de. “Carmen la de Fortuny.” Nochlin, Linda. Women, Art, and Power and Other
Historias vulgares. Tomo I. Madrid: Fortanet, Essays. Boulder: Westview Press, 1988.
1887. 231-66; originalmente publicado en Pageard, Robert, Lee Fontanella y María Dolores
La Ilustración Española y Americana 21 Cabra Loredo, eds. Los Borbones en pelota.
(1875): 354-55, 358-59. Madrid: Compañía Literaria, 1996.
Charnon-Deutsch, Lou. Fictions of the Feminine Pollock, Griselda. Differencing the Canon: Femi-
in the Nineteenth-Century Spanish Press. Uni- nist Desire and the Writing of Art’s Histories.
versity Park: Pennsylvania State UP, 2000. Londres: Routledge, 1999.
Clark, T.J. The Painting of Modern Life: Paris in Quesada, Eduardo, ed. Gitanos. Pinturas y escul-
the Art of Manet and His Followers. Ed. rev. turas españolas 1870-1940. Granada: Funda-
Princeton: Princeton UP, 1984. ción Rodríguez Acosta, 1995.

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