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Tus Cicatrices Son Hermosas para Dios - Sharon Jaynes
Tus Cicatrices Son Hermosas para Dios - Sharon Jaynes
Contenido
1. Las cicatrices nos cuentan una historia
2. Reconociendo a Jesús a través de nuestras cicatrices
3. Reflexiones acerca del propósito de nuestras cicatrices
4. Redimiendo nuestro dolor al invertir en los demás
5. Reemplazando las heridas con cicatrices
6. Restaurando un corazón herido
7. Recibiendo la gracia y el perdón
8. Renunciando a la nube de la vergüenza
9. Quitándonos la máscara y siendo sinceras
10. Resistiendo el miedo al rechazo
11. Rechazando la mentira de estar deshabilitadas
12. Revelando la verdad
13. Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices
Guía de estudio bíblico
Notas
Este libro está dedicado a mi padrastro, Peter Wright. Él fue
un retrato de amor incondicional y fue muy amado por todos
los que tuvieron el privilegio de conocerlo.
Reconocimientos
Este libro no hubiera sido posible sin los hombres y mujeres
valientes que no se avergonzaron de sus cicatrices, sino
que estuvieron dispuestos a usar su dolor personal para
ministrar a otros. En especial, doy gracias a Bob y Audrey
Meisner, Patricia Dilling, Marita Yerton, Karl Kakadelis,
Patricia Campbell, Micca Campbell, Wendy Blight, Carol
Sittema, Tom y Lyndalyn Kakadelis, Katie Signaigo, Melissa
Taylor, Blake Taylor, Dylan Taylor, Tricia Groyer, Rod
Huckaby, Huck Huckaby, Carol y Gene Kent, Kathy Klein,
Susie Pietrowski, Ginger Plowman, Many Nash, y mi hijo,
Steven Jaynes. El ver cómo cada uno de ustedes encontró
paz y propósito en el dolor de su pasado me alentó a
compartir con todo el mundo la esperanza y la sanidad que
Jesús ofrece.
Nuevamente, estoy agradecida al increíble personal de
Harvest House Publishers por haber creído en este
proyecto. Ciertamente ustedes están transformando el
mundo para Cristo e introduciendo una cosecha abundante.
Estoy eternamente agradecida a mi maravilloso esposo,
Steve, por sus oraciones, su amor y su apoyo durante los
meses de escribir este libro y los años de aprender estas
lecciones. Por sobre todo, estoy eternamente agradecida a
mi Padre celestial por sanar mis heridas más profundas y
transformarlas en cicatrices hermosas.
UNO
Las cicatrices nos cuentan una historia
¿Te ha redimido el Señor? ¡Pues dilo!
SALMO 107:2 LA BIBLIA AL DÍA.
Como el lomo de un buen libro, las cicatrices, por su
verdadera naturaleza, implican que hay una historia para
contar. Representan una arruga en el transcurso del tiempo
en que la vida de una persona ha cambiado para siempre.
Sirven como recordatorios permanentes de un incidente
que, de una manera u otra, ha provocado una impresión
indeleble en la vida de alguien. Travis se levanta la pierna
del pantalón para mostrarnos el lugar donde dos balazos
traspasaron su piel durante la Guerra de Corea. Melanie
lleva una cadena de oro justo sobre la incisión que le
hicieran en su delicado cuello para salvarla del cáncer de
tiroides. Justo debajo del borde de los pantalones capri de
Gayle, están las señales de la cirugía de rodilla que le
hicieran para extraerle un tumor. A través del maquillaje de
Beth puede verse la sombra de una cicatriz producto de
una relación con un novio abusivo. Bajo la manga de la
camisa de Raquel se esconde el diario recordatorio de su
intento de suicido unos diez años antes. Como mostrando
un trofeo, Bobby, con sus cuatro años de edad, nos muestra
la cicatriz en su rodilla lastimada, como si fuera una medalla
al valor.
Cada cicatriz representa un momento en el tiempo o un
pasaje en el tiempo cuando algo nos sucedió a nosotras o a
través de nosotras, y que no vamos a olvidar jamás. Yo
misma tengo varias cicatrices en mi cuerpo, y cada una de
ellas nos cuenta una historia. Una de ellas se encuentra
justo en el medio de mi frente. Me la gané en el tercer
grado.
En mis primeros años de vida, fui una niña muy traviesa,
ruda y pendenciera. Me gustaba trepar a los árboles, tirar
piedras al agua y dejar las huellas en el asfalto con mi
bicicleta. El patio de mi casa era la envidia del resto de los
chicos en mi vecindario. Por la parte de atrás pasaba un
canal de desagüe que se extendía por seis cuadras, tenía
túneles en las intersecciones y desembocaba en una fosa
mayor que habíamos dado en llamar "la cañada". Esta
"cañada" se encontraba a tres cuadras de mi casa. Del otro
lado de esta desértica tierra de nadie, vivían "los chicos de
la cañada". Estos eran los chicos del complejo habitacional
para gente de menores recursos. En esos tiempos, este
complejo habitacional albergaba a solo familias blancas,
subsidiadas por el gobierno. Siempre existía gran
animosidad entre los chicos de "la cañada" y los de mi
vecindario (a los cuales yo pensaba que pertenecía). En
una ocasión, las dos facciones guerreras decidieron ir a la
batalla en el patio de mi casa, con solamente el canal de
desagüe entre medio de ambos bandos. El arma favorita
para la batalla no eran ni pistolas ni cuchillos, sino
proyectiles de barro.
Cada bando se posicionó a un lado de la fosa con las
municiones apiladas a cada costado. Al sonido de guerra,
comenzó el ataque. Palabras terribles que nunca había
escuchado antes se cruzaban de un bando a otro. Palabras
como "grasoso", "baboso", "nariz parada"…. ¡ay!, cómo han
cambiado los tiempos.
En un momento de la batalla, uno de los chicos de "la
cañada" rompió con una de las reglas tácitas de la pelea y
tiró un ladrillo. Justo cuando el proyectil dejaba su mano, se
me ocurrió mostrar mi cabeza de detrás de un árbol por un
instante y serví como el blanco perfecto para su ataque. El
ladrillo aterrizó justo en el medio de mi frente e
inmediatamente comenzó a correr la sangre por mi
arrugado entrecejo. Se hizo un silencio profundo en el
campo de batalla. Luego yo misma rompí el silencio con el
grito de "¡Hiciste trampa!".
Al ver la sangre, el enemigo se desbandó corriendo en
diversas direcciones. Mis compañeros de batalla (o
pandilleros) me rodearon, temerosos de que mi golpe fuera
fatal. En realidad no dolió tanto, por lo que puedo recordar;
al menos no tanto como la paliza que me dio mi madre esa
noche.
Pues bien, el doctor tuvo que afeitar un poco de mi cabello
en esa zona de mi frente, y suturar la herida. Por varias
semanas llevé orgullosamente una enorme banda adhesiva
sobre la herida como una medalla al valor y la bravura.
¿Y ahora? Mi pelo nunca logró volver a crecer en ese lugar,
y aún tengo la cicatriz justo en el medio de mi frente en el
borde donde comienza a crecer mi cabello. El flequillo ha
sido un problema desde ese tiempo.
Tengo otras cicatrices en mi cuerpo. Una de ellas en mi
pierna derecha sobre el tobillo. La llamo la cicatriz de la
desobediencia.
Ya en el quinto grado, había dejado atrás esa fase de
pendenciera. Creo que fue por los ojos azules de Isaac
Thorpe que me convencí de que, después de todo, no era
tan malo ser una niña. En ese entonces me regalaron mi
primer juego de ruleros eléctricos, un poco de sombra para
párpados Cover Girl en un color azul brumoso, y mi propio
frasco de gel Dippity-do para el cabello. Mi madre hasta me
comenzó a permitir el usar medias de red largas. Pero mis
piernas. ¡Ay, mis piernas! ¡Eran horriblemente velludas!
—No te puedes afeitar las piernas hasta que cumplas los
doce años —indicó mi madre.
—¡Doce años! —repliqué—. ¡Voy a estar en mediados del
sexto grado para entonces!
Consideré que mi madre estaba siendo muy poco
razonable, y mi tozudez de niña comenzaba a hacerse ver
cada vez más a menudo. Un día sábado, mientras mi
madre estaba fuera de la casa haciendo mandados, entré
en el baño de mi padre, saqué su máquina de afeitar, le
coloqué la hojita de afeitar de doble filo, y la volví a cerrar.
Luego, me puse la espuma de afeitar en las piernas, respiré
profundo y decidí comenzar. Mi mamá nunca se va a
enterar, pensé.
En esos tiempos no existían las afeitadoras marca Daisy o
Lady Schick. Solamente esas máquinas de afeitar de doble
filo con suficiente filo como para cortar un cabello en dos.
Con la primera pasada de la hoja sobre mi velluda pierna,
no solamente levanté el vello, sino también la carne hasta
llegar al hueso. Sí, sangró mucho. Sí, todavía tengo la
cicatriz. ¡Y sí, se enteró mi madre!
Tengo numerosas historias sobre cicatrices. Hay una en mi
labio, al desobedecer (otra vez) y tratar de cruzar una
transitada calle para ver a mi mejor amiga…sólo para caer
sobre un clavo que perforó mi labio. Hay otra en mi rodilla
de cuando una vez atropellé un auto estacionado mientras
andaba en mi bicicleta sin prestar atención por donde
andaba. Hay otra en mi frente por punzarme
accidentalmente con el lápiz en el primer grado, y romper la
mina al tratar de quitarlo. Hasta el día de hoy tengo la mina
del lápiz incrustada.
Pero algunas otras cicatrices en mi cuerpo no son tan
graciosas. Por ejemplo, hay dos pequeñas cicatrices justo
bajo mi ombligo. No son el resultado de tratar de colgarme
ningún ornamento, sino por una cirugía de exploración
laparoscópica para tratar de entender por qué no podía
concebir. Me recuerdan los tiempos en que mi esposo
Steve y yo nos enfrentamos al problema de la infertilidad y
la pérdida de un hijo. Luego está la cicatriz en mi seno
derecho que me recuerda las semanas de espera y
ponderaciones acerca de si la muestra que habían extraído
era benigna o maligna. No, no todas las cicatrices son
graciosas.
Quizás las cicatrices más dolorosas que poseo son las que
no se pueden ver. Tú sabes a qué me refiero. Todas las
tenemos. Son las cicatrices en nuestro corazón y en
nuestra alma. La cicatriz por el rechazo de un padre que no
sabía cómo demostrarnos su amor. Las cicatrices de crecer
en un hogar lleno de alcohol y abusos físicos. Las cicatrices
de la desilusión al perder un hijo. La cicatriz de los sueños
rotos.
Recibimos cicatrices en una de dos maneras: Lo que nos
han hecho otros o lo que nos ha pasado como resultado de
nuestros propios errores y faltas. De ambos modos, yo creo
que las cicatrices son algo que no tenemos que esconder o
de qué avergonzarnos, sino una invitación a compartir el
poder sanador de Jesucristo en un mundo doliente. Porque
una cicatriz, por su propia definición, significa que hay cura.
Quizás, nunca has pensado en las heridas de tu vida como
tesoros potenciales. Yo te aliento a que escarbes un poco
más profundo en tu interior, que dejes de lado la tierra y
llegues a descubrir las joyas que yacen bajo la superficie.
Como diamantes que relucen, brillantes rubíes y llamativas
esmeraldas, nuestras cicatrices son hermosas para Dios.
En el camino, puede que te des cuenta de que tus heridas
no están curadas. Eso está bien. Podemos trabajar juntas
en esto. Te invito a que te unas a mí en un maravilloso viaje
para encontrar paz y propósito en el dolor de tu pasado.
Pero debo advertirte de algo. Este viaje puede cambiar tu
vida.
DOS
Reconociendo a Jesús a través de nuestras
cicatrices
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al
Señor, los discípulos se alegraron.
JUAN 20:20
Eran unos pocos días después de la Pascua, y estaba
leyendo acerca de la resurrección de Jesús en el Evangelio
de Juan, capítulo 20. Había leído esa historia muchas
veces antes, pero esta vez Dios me abrió los ojos para ver
algo que nunca antes había notado.
Con los ojos de mi mente pude ver la bruma de las
primeras horas de la mañana suspendida sobre el jardín
que rodeaba a la tumba donde yacía el cuerpo de Jesús
desde hacía unos tres días. Allí se encontraba María
Magdalena, sumida en dolor y luto por la muerte de su
amado Jesús. Pero luego… María titubea… parpadea, trata
de reenfocar sus ojos… y descubre lo impensable. La
masiva piedra de la entrada a la tumba de Jesús había sido
movida.
¿Cómo puede ser esto? María pensó para sí misma.
¿Quién puede haber robado su cuerpo?
—Debo ir y contarle a los otros —se decía mientras se
alejaba rápidamente de la tumba vacía.
—¡Se lo han llevado! —dijo María mientras atravesaba con
prisa la puerta de la habitación donde estaban escondidos
los discípulos—. ¡Su cuerpo ha desaparecido!
Sin hacer pregunta alguna, Pedro saltó del lugar donde
estaba sentado y salió corriendo. Un Juan mucho más
joven y ágil que Pedro lo siguió detrás, y eventualmente
pasó a su amigo más viejo.
—No está aquí —Juan le susurró mientras miraba hacia
adentro de la cueva—. Se han llevado su cuerpo.
Un momento más tarde llegó Pedro. Quedó atónito. —Mira
—le dijo Juan a su amigo que estaba sin aliento—. Allí en
esa esquina.
Un rayo de luz penetraba la oscuridad como si fuese un
reflector de teatro iluminando a un solo actor. Al final del
rayo de luz se encontraban las vendas vacías con las que
habían sepultado a Jesús. Pedro atropelló al más tímido
Juan, y entró en la oscura tumba. Había suficiente luz como
para ver los trozos de lino y la tela sepulcral que había
cubierto la cabeza de Jesús. "¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué
significa todo esto?" ponderaban los dos hombres. Pedro y
Juan regresaron a sus hogares, pero María se quedó en el
jardín, llorando a su amado Jesús.
Se arrodilló frente a la entrada de la tumba vacía cubriendo
con sus manos sus ojos llorosos. De pronto, un haz de luz
le llamó la atención. Allí, en el mismo lugar donde había
estado el cuerpo de Jesús hacía poco, ahora estaban
sentados dos brillantes ángeles vestidos de blanco; uno a
los pies y el otro a la cabeza.
—Mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.
—Se han llevado a mi Señor —replicó María a través de
sus lágrimas—. Y no sé dónde lo han puesto.
Al escuchar un ruido entre la hojarasca detrás de ella,
María giró su cabeza. Se encontraba allí otra figura, como
si en un sueño. Era Jesús, pero María no lo reconoció o no
lo esperaba.
Jesús hizo eco a los ángeles: —Mujer, ¿por qué estás
llorando? María pensó que era el jardinero. En esto no
estaba tan fallida.
—Señor,—gimió ella—si usted se lo ha llevado, dígame
dónde
Al escuchar el sonido de su nombre, María reconoció al
Señor. Luego de una breve conversación, María corrió
nuevamente a donde estaban los discípulos.
Más tarde ese mismo día, mientras la desilusionada banda
de discípulos se amontonaba en su escondite, se apareció
Jesús en medio de ellos. No llamó a la puerta. No abrió la
puerta. Simplemente se apareció.
—¡La paz sea con ustedes!
Los discípulos no lo reconocieron. Se parecía a Jesús,
hablaba como Jesús, pero… ¿cómo podía ser?
Para convencer a los discípulos de que en verdad era el
Cristo resucitado, Jesús hizo un simple gesto. Extendió sus
manos y reveló sus manos perforadas por los clavos. Se
levantó la túnica y reveló la cicatriz de su costado
traspasado por la lanza. Fue luego de esto que ellos
creyeron.
Mientras leía el capítulo, Dios seguía mostrando estas
escenas en mi mente, pero realmente fue esta la que me
llamó particularmente la atención: "—¡La paz sea con
ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al
ver al Señor, los discípulos se alegraron" (Juan 20:19, 20).
Oh, Dios, dije en mi oración, no reconocieron a Jesús hasta
que les mostró sus cicatrices . Si, hija mía, él pareció
decirme. Esto es lo que yo quería que vieses. No
reconocieron a Jesús hasta que les mostró sus cicatrices, y
por ellas es que hasta el día de hoy otros lo reconocen...
cuando hombres y mujeres que han experimentado la cura
de heridas del pasado no tienen vergüenza de mostrar sus
cicatrices en un mundo doliente.
Fue como un tipo de epifanía. Una revelación. Un cambio
dramático en mi pensamiento.
Jesús no necesitaba retener las cicatrices de la crucifixión
en su cuerpo resucitado. Podía haber regresado sin ellas.
Después de todo, fue por su poder que los leprosos
tuvieron nueva carne en sus manos y pies. Pero él eligió
retener sus cicatrices —yo creo— porque eran preciosas
para él… De esta manera iban a poder reconocerlo.
Por seis meses Dios me despertó cada mañana con las
mismas palabras: No te avergüences de tus heridas .
—Señor, yo no me avergüenzo de mis heridas. Cuento mi
historia con lujo de detalles por donde voy.
—No te avergüences de tus heridas , —continuaba
diciéndome. Como Pedro —cuyo corazón parecía
estrujarse ante el repetido cuestionamiento de Jesús al lado
del fuego: "Pedro, ¿me amas?"—, mi corazón se
perturbaba por la confusión.
—No tengo vergüenza, Señor. ¿Por qué me sigues
despertando con las mismas palabras día a día?
—Hay más. Ayuda a otros a entender .
Dios todavía me habla acerca del poder de nuestras
historias personales y de cómo las cicatrices de nuestro
pasado son como hermosos tesoros. Jehová Rapha, "el
Dios que sana", coloca su mano en las heridas sangrantes
de nuestros corazones y transforma esas heridas en
hermosas cicatrices. Curar… eso lo que hace el Señor.
Contar a otros acerca de su poder sanador en nuestras
vidas… eso es lo que Jesús desea que nosotros hagamos.
De esta manera otros van a reconocer que es el Hijo del
Padre.
Un último beso
"Cuando Porter salió de casa esa mañana para ir a trabajar
en la casa de mi hermana", explicó Micca, "yo no tenía la
menor idea de que nunca más iba a regresar a nuestro
hogar. Cuando me dio su beso de despedida no sabía que
ese beso iba a ser el último o que su hijo recién nacido
nunca iba a llegar a conocer a su padre. Luego de ese día,
Porter nunca envejeció como yo había imaginado que
íbamos a envejecer juntos. Al contrario, desde ese día,
siempre va a ser joven en mi corazón y en mi mente".
Micca conoció a Porter cuando tenía 19 años. Trabajaba en
Shoney's cargando cajas de alimentos congelados en
enormes camiones de 18 ruedas que a su vez trasportaban
estos alimentos por todo el país. Sus músculos bien
definidos, sus penetrantes ojos oscuros y el hoyuelo en su
mentón lo hacían un joven encantador. Después de la
primera cita, Micca ya sabía que éste era el hombre con el
que deseaba pasar el resto de su vida.
Un año después de haberse conocido, Micca y Porter se
casaron.
"Sentíamos como que el mundo entero había sido creado
para nosotros", dijo Micca. "Nada podía afectar nuestro
amor. Si el mundo se hubiese acabado en ese momento, no
nos hubiera importado, siempre y cuando pudiéramos
permanecer juntos".
Los recién casados eran tan pobres como ratones de
iglesia, pero vivían de su amor el uno por el otro y de sus
grandes sueños. Sus noches los encontraban abrazados en
el sillón de su pequeño hogar fantaseando acerca del
futuro, poniendo nombres a los hijos que aún no habían
nacido y pensando en cómo iba a ser la casa que iban a
construir. Luego de 18 meses de casados, el amor que se
profesaban se manifestó en un pequeño: un hijo varón.
Como en un cuento de hadas, todos los sueños de Micca
se iban haciendo realidad. Pero luego sucedió algo
completamente inesperado dentro de esta historia de libro
de cuentos.
"Recuerdo que iba y venía con el bebé en mi cadera,
preguntándome dónde podía estar Porter. La cena se
estaba enfriando en la mesa y no había llamado para decir
que iba a llegar más tarde. Comencé a preocuparme.
Luego escuché los golpes en la puerta. Al ver a mi padre
quien estaba a la puerta con su rostro blanco como un
papel, le pregunté:
—¿Qué pasa, papi? ¿Ha pasado algo malo? —Porter ha
tenido un accidente —dijo mi padre—. Necesitamos ir al
hospital. —¿Está muy mal? —pregunté. —No sé —
contestó.
"El viaje al hospital me pareció una eternidad. Nunca antes
me había parecido un trayecto tan largo. Con cada
momento que pasaba, mi ansiedad crecía. Mi mente
conjuraba todo tipo de cosas malas que hubieran podido
pasar, pero nada me había preparado para lo que iba a
ver".
Esa mañana temprano, el esposo de Micca había ido a la
casa de su cuñado para ayudarlo a impermeabilizar el
sótano. Porter y Pat cavaron una fosa alrededor del
cimiento de la casa y luego comenzaron a aplicar un
material impermeable que era altamente inflamable.
Mientras trabajaban, como la fosa era profunda, los gases
de este material seguían sin dispersarse. Cuando faltaba
solamente un metro y medio para terminar el proyecto, el
aparato de aire acondicionado y calefacción que estaba
afuera de la casa se encendió automáticamente
provocando una chispa que encendió los gases en la fosa.
La fosa se convirtió en un infierno de llamas. Pat logró salir
de la fosa pero vio a Porter envuelto en llamas.
Rápidamente bajó nuevamente y lo sacó. Ambos hombres
eran como dos antorchas vivientes con las llamas
quemando su ropa y su piel.
Unas casas más allá, unos bomberos estaban terminando
con un llamado de ayuda. Cuando vieron las llamas
acudieron prontamente a la escena del fuego. Para cuando
llegaron donde estaban Porter y Pat, ambos estaban en
estado de shock. Inmediatamente colocaron a los dos
hombres quemados en camillas, los subieron al camión de
los bomberos y los trasportaron al Centro del Quemado
Vanderbilt.
"Mi cuñado tenía quemaduras en más del 40 por ciento de
su cuerpo", Micca recordaba, "pero esperaban que se
pudiese recuperar. Porter tenía quemaduras en más del 80
por ciento de su cuerpo, tanto en sus órganos internos
como en su exterior, y su probabilidad de sobrevivir era de
un cincuenta por ciento.
"Nunca voy a olvidar el largo trayecto por el corredor del
hospital mientras el doctor me llevaba a la habitación donde
habían puesto a mi esposo y a mi cuñado. Todo parecía
moverse en cámara lenta para mí, y escuchaba el eco de
nuestros pasos en mis oídos. Creo que no respiré en todo
ese trayecto. Cuando llegué a la puerta, quedé petrificada.
Ambos hombres estaban tan quemados que era imposible
identificar quién era quién. La piel estaba completamente
negra, sus cabezas eran el doble de la medida normal, y la
carne comenzaba a caer de sus extremidades".
Las piernas de Micca no la pudieron sostener al ver a su
amado Porter en tal estado. Cuando volvió en sí del
desmayo, se dirigió al lado de la cama y deseó poder
abrazar a su precioso esposo. La única parte de su cuerpo
que no estaba quemada eran sus pies. Ella tocaba su piel
en los pies y trataba de imaginarlo entero.
Los siguientes ocho días fueron una nebulosa de visitantes,
doctores y oraciones. Cada día que Porter seguía con vida,
era un tesoro sin precio. Mientras él luchara por su vida,
Micca podía tener esperanzas.
Ocho días después de la explosión, los médicos trataron de
hacer un trasplante de piel para reparar algunas de las
áreas más críticas del cuerpo quemado de Porter. Pero
cuando los médicos regresaron a la sala de espera con los
ojos bajos y expresión desesperanzada, Micca supo que
algo malo había sucedido.
"En medio de la operación", comenzó a explicar el doctor,
"Porter tuvo un paro cardíaco. Su cuerpo no pudo aguantar
el trauma de la cirugía y ha comenzado a apagarse. Puede
despertar dentro de las próximas veinticuatro horas.
Tendremos que esperar y ver".
Micca comenzó a lamentarse profundamente en voz alta
mientras le rogaba a Dios que salvase a Porter de la
muerte. Se debatía al pensar que quizá era mejor para
Porter partir a la eternidad y dejar este cuerpo de dolores.
Los médicos dijeron que era muy posible que perdiese el
uso de sus brazos y que iba a estar cubierto de cicatrices si
lograba sobrevivir. ¡Pero Micca lo deseaba vivo! Debería
dejarlo partir, pensaba para sí misma. En el cielo va a estar
completamente restaurado en su salud y no va a estar lleno
de dolores . Pero ella aún conservaba la esperanza de que
iba a vivir.
No había vida cerebral. Ya no respiraba por sí solo. No
despertaba. Uno a uno, los órganos de Porter comenzaron
a dejar de funcionar. Sin vida.
Luego del funeral, Micca se encontró sola, como una madre
reciente y ya viuda a los 21 años. Su atormentado corazón
hacía pareja con el atormentado cuerpo de su esposo.
Ambos tenían huellas de profundas cicatrices, quemados,
envueltos en dolor. Aún así, Micca sabía que Porter estaba
en el cielo adorando a Dios, ahora completamente
restaurado. ¿Podría ella ser restaurada? ¿Podría ella
continuar caminando por esta tierra con este doloroso vacío
en su corazón?
Te voy a ser honesta. Este libro tiene que ver con la
honestidad y con ser realistas.Micca estaba enojada.
Estaba furiosa contra Dios por haberse llevado a su
esposo, al padre de su hijo, al hijo de su suegra. Se sentía
totalmente abandonada por Dios, por el Dios que ella había
amado desde que era pequeña.
"¿Cómo pudiste hacerme esto?", gritaba Micca.
Luego, una solitaria noche después de haber puesto al
bebé a dormir, Micca consideró unirse a Porter. Se debatía
entre morir para estar con su esposo o vivir para estar con
su hijo. En un momento crítico, escuchó el sonido de la
respiración del bebé por el monitor como si Dios hubiese
aumentado el volumen. "¿Cómo pudiste hacerme esto?",
gritaba Micca contra el cielo.
Micca cuenta lo que sucedió esa noche. "Tal como una
madre corre hacia su hijo que está gritando, mi Padre
celestial corrió hacia mí. No lo vi con mis ojos ni lo toqué
con mis manos, pero realmente sentí su consoladora
presencia envolviéndome. Todo su ser me cubrió. Fui a mi
Biblia y busqué el Salmo 139. '¿Adónde podría alejarme de
tu espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si
subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo
del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas
del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aún allí
tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!'
(versículos 7 al 10). Yo sabía que aún en este valle de
muerte, Dios había venido a decirme, 'Estoy contigo'. Seguí
leyendo a través de mis lágrimas. 'Tus ojos vieron mi
cuerpo en gestación; todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía
uno solo de ellos' (versículo 16).
"Es como si Dios me estuviera diciendo que la muerte de
Porter no era un ataque personal o el pago por mis
pecados. Dios, en su plan soberano, conocía el número de
días de la vida de Porter. Y había sido mi privilegio formar
parte de algunos de ellos".
Han pasado 19 años desde que Porter pasó de esta vida a
la eternidad junto con Dios. Micca se ha vuelto a casar y ha
dado vida a otros dos hijos, pero la memoria de Porter la
acompaña siempre. Dios ha restaurado su !]
acla
José ve el propósito final
José era un hombre con muchas cicatrices en su vida. Su
historia se encuentra registrada en Génesis 37-50. Mientras
que era el hijo favorito de su padre era, al mismo tiempo, el
menos querido entre sus hermanos. Debido a que su padre,
Jacob, mostraba un favoritismo constante hacia este hijo de
su amada esposa Raquel, sus hermanos estaban celosos y
lo trataban con desdén, burlándose y mostrándole rencor.
La ingenuidad de José no ayudaba en estas cosas. Les
refregaba por las narices que tenía una túnica ornamentada
que su padre había mandado hacer especialmente para él,
era un chismoso cuando ellos se comportaban mal, y les
contó de un sueño que tendría que haberse guardado para
sí mismo.
"Escuchen este sueño que tuve", José dijo a sus hermanos.
"Resulta que estábamos todos nosotros en el campo
atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó
erguida, mientras que las de ustedes se juntaron alrededor
de la mía y le hicieron reverencias" (Génesis 37:6, 7).
Luego de esta revelación, sus hermanos lo odiaron aún
más. Pero el pobre muchacho no se daba cuenta, y fue y
les contó otro sueño.
"Escuchen", dijo, "tuve otro sueño, en el que veía que el sol,
la luna y once estrellas me hacían reverencias" (Génesis
37:9). Este sueño fue la gota que rebasó la medida.
Un día sus hermanos vieron la oportunidad de deshacerse
de este soñador de una vez por todas. Primero lo tiraron en
una cisterna, ensangrentaron su preciosa túnica, y tramaron
un cuento para contar al padre que un animal salvaje había
atacado a José. Pero mientras José estaba en el pozo,
llegó la liberación. Su hermano Judá notó que pasaba por
allí una caravana camino a Egipto, y los hermanos vieron la
oportunidad de sacar cierto provecho económico de esta
situación. Decidieron vender a José al mercader de
esclavos en vez de dejarlo morir en el desierto. Y así
comenzó su vida de esclavitud.
Pero los tiempos difíciles no terminaron allí. Cuando la
caravana de esclavos llegó a Egipto, José fue llevado a la
casa de Potifar, uno de los oficiales del faraón. Potifar vio
que Dios estaba con José y que era exitoso en todo lo que
hacía, por lo que nombró a José como su administrador
personal que se ocupaba de todo lo que Potifar poseía.
Parece ser que también la esposa de Potifar tenía sus ojos
puestos en el buen mozo y atractivo muchacho. En varias
oportunidades esta ama de casa desesperada trató de que
convencer al nuevo esclavo de que se acostara con ella,
pero cada vez José se rehusó a hacerlo.
Luego, un día, José entró en la casa para atender a sus
deberes y no había ningún otro sirviente dentro de la
residencia.
"Ven a mi cama", le rogó la esposa de su amo mientras lo
tomaba de su túnica.
Pero José huyó, dejando su túnica en manos de la mujer.
Como dice el refrán: "Ni el infierno tiene la furia de una
mujer desdeñada". Cuando Potifar regresó a la casa, su
mujer le mostró la túnica de José, y lo acusó falsamente de
haber querido violarla.
"Mira", le dijo, "ese esclavo hebreo que compraste vino a mí
para divertirse. Pero en cuanto grité pidiendo ayuda, dejó
su túnica y salió corriendo de la casa".
El amo creyó la historia de su mujer y echó a José en la
cárcel. Pero ahí no terminaron las dificultades. Mientras
estaba en la cárcel, interpretó los sueños del que había sido
el copero del rey y del que había sido el panadero del rey. A
cambio de esto, su único pedido fue "Acuérdense de mí
cuando les den la libertad".
El panadero fue colgado, tal como lo predijera José. Y
cuando el copero del rey fue puesto en libertad, se olvidó
de que José siquiera existía.
Vendido en esclavitud, acusado falsamente, traicionado y
olvidado. Los primeros 30 años de la vida de José estaban
más llenos de angustias y problemas que lo que muchos de
nosotros podemos experimentar en una docena de vidas.
Pero dos años más tarde, la vida tuvo un giro inesperado.
El faraón tuvo un perturbador sueño que no podía
interpretar. Su copero, ahora restaurado en esa posición, se
acordó de José y le habló al rey acerca de su habilidad para
interpretar sueños. Entonces, el faraón mandó llamar a
José y le pidió ayuda.
"No soy yo quien puede hacerlo", José contestó al faraón,
"sino que es Dios quien le dará al faraón una respuesta
favorable" (Génesis 41:16).
José procedió a interpretar el sueño de faraón, prediciendo
una sequía de siete años y logrando salvar a todo el pueblo
de Egipto de morir de hambre. En recompensa, José fue
puesto a cargo de todo el país de Egipto. Y el faraón le
colocó el anillo que tenía su sello oficial, lo vistió con
ropajes muy finos y le puso un collar de oro en el cuello. Y a
la edad de 30 años, el faraón le dio a José una esposa.
Antes de cumplir los 37 años, José ya tenía dos hijos. Uno
llamado Manasés, que significa "Dios ha hecho que me
olvide de todos mis problemas, y de mi casa paterna"
(Génesis 41:51).
Y el segundo hijo se llamó Efraín, que significa "Dios me ha
hecho fecundo en esta tierra donde he sufrido" (Génesis
41:52). Las cicatrices emocionales de José eran tan reales
como lo hubieran sido las físicas si realmente hubiese sido
atacado por un animal salvaje.
Pasaron muchos años. Durante los años de abundancia,
los egipcios almacenaron más grano que lo que pudieron
contar. Luego, cuando golpearon los siete años de sequía,
tenían suficiente grano para sostener al país y a los países
de alrededor también. Entre los que vinieron a comprar
comida estaban nada más y nada menos que los
engañadores hermanos de José. Vemos que José trazó el
camino para el perdón y estableció un estándar que no tuvo
igual hasta el momento de la cruz. Fue reunido con su
familia, incluyendo su anciano padre y su hermano menor.
Los hermanos mayores de José estaban horrorizados por el
castigo que temían se iba a amontonar sobre cada una de
sus respectivas cabezas. Pero José pudo ver el tesoro
escondido en sus dolorosas circunstancias. "Es verdad que
ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese
mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar
la vida de mucha gente" (Génesis 50:20). Oh, amiga,
tómate de estas palabras; aférrate a ellas. "Ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en
bien" establece el camino que nos lleva directamente al
destino que Dios ha planeado todo este tiempo. José pudo
encuadrar su dolor en la soberanía de Dios.
Jesús me ama
Era el primer aniversario de los atentados terroristas del 11
de septiembre del 2001. Los escombros de las Torres
Gemelas habían sido retirados y el Pentágono reparado,
pero hombres y mujeres a través de todo el país todavía
estaban de luto por las 3000 vidas perdidas en ese
tenebroso día. En mi ciudad natal se construyó un
monumento para recordarlos en una expansión de tierra en
la que un mar de cruces blancas representaba a los
hombres y mujeres que murieron ese día.
Kathy y su familia fueron a ver este monumento. Junto a su
hija Heather de 17 años, Kathy llevó a su sobrina de tres
años, Taylor. Era difícil para la pequeña Taylor poder
entender exactamente lo que estaba pasando y por qué
tantas personas estaban tan tristes, pero caminó
obedientemente de la mano de su prima entre las pequeñas
cruces. En cierto momento, la pequeña se alejó de sus
familiares.
El grupo de personas reunidas para la ocasión se movía en
reverente silencio mientras miraban uno a uno los nombres
inscriptos en las cruces del memorial. Algunas cruces
estaban decoradas con flores, otras con ositos de peluche u
otros recordatorios. Pero nada hablaba con mayor fuerza
que el silencio, cortado por quietos sollozos de los
presentes. Luego, como si viniera directamente del cielo, se
pudo escuchar una voz flotando en la brisa. Todos se dieron
vuelta para ver a una pequeña que con brazos extendidos
daba vueltitas entre las cruces.
Con su rostro vuelto hacia el cielo, ella cantaba:
Cristo me ama, bien lo sé, su Palabra me hace ver, que los
niños son de aquél, quien es nuestro amigo fiel. Cristo me
ama, Cristo me ama, Cristo me ama, la Biblia dice así.
El tiempo pareció detenerse mientras cientos de los
presentes fijaban su atención en una niña pequeña con un
gran mensaje. Aún en el medio del dolor, aún con la pérdida
de vidas, de sueños y de esperanzas… Jesús nos ama. Es
ese amor el que puede levantar la carga de la
desesperación, resucitar nuestros sueños, y darnos
esperanzas nuevamente.
Pablo nos recuerda: "Porque Dios, que ordenó que la luz
resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro
corazón para que conociéramos la gloria de Dios que
resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este
tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime
poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos
atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados;
derribados, pero no destruidos… Por tanto, no nos
desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos
desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora
padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo
más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo
visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero,
mientras que lo que no se ve es eterno" (2 Corintios 4:6-9;
16-18).
Cristo me ama, bien lo sé. Las cicatrices no representan
solamente la sanidad o el final de una situación difícil, ¡sino
también el comienzo de un ministerio! Miremos la forma en
que Dios desea que utilicemos el tesoro de nuestras
cicatrices para invertirlo en las vidas de quienes están a
nuestro alrededor.
CUATRO
Redimiendo nuestro dolor al invertir en los
demás
Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos
en compartir con ustedes no sólo el evangelio de Dios sino
también nuestra vida. 1 TESALONICENSES 2:8
Había terminado de hablar en un retiro de mujeres, y decidí
relajarme y descansar mientras Susie me llevaba al
aeropuerto. "Susie, cuéntame tu historia", le dije.
"Bueno, veamos", comenzó ella. "Mi padre murió cuando yo
tenía cuatro años. No recuerdo mucho acerca de su
enfermedad, pero sí lo he extrañado mucho desde ese
entonces. Pareciera ser que estuve buscándolo en todos
lados durante toda mi vida. En cada hombre con el que tuve
una relación, siempre he estado buscando a mi papi y el
amor que sé que me hubiera brindado si hubiese estado
vivo.
"Mi madre trabajaba del amanecer hasta el anochecer en
una granja, tratando de la mejor manera de alimentar a sus
cinco hijos. Trabajaba en el campo y preparaba las
comidas, tratando de ser padre y madre a la vez.
Consecuentemente, yo sentía que me faltaban los dos. No
tengo memoria de ella abrazándome, o besándome o
diciéndome que me amaba. Seguramente me amaba, pero
era un secreto muy bien guardado.
"Debido a nuestra pobreza, siempre me sentía inferior a mis
semejantes. Crecí muy tímida e insegura".
Susie procedió a contarme que comenzó una búsqueda de
alguien que la amase y le dijese que era bonita y valiosa.
Se casó después de su primer año de estudios terciarios, y
los siguientes 18 años de su vida rodaron sin mucha pena
ni gloria. Pero durante su decimoctavo año de casada, su
vida se comenzó a desintegrar. Tres de sus hermanas
fueron diagnosticadas con cáncer, y su hermano se
divorció. Susie comenzó a sentir un gran vacío en su propia
vida, y su esposo no tenía deseos de ayudarla.
"Mi esposo venía con sus propios problemas y no me podía
ofrecer el apoyo y el amor que yo necesitaba tan
desesperadamente", explicó Susie. "Hasta se propuso no
mostrarme afecto. Recuerdo una vez que literalmente corrí
tras de su auto calle abajo para que me diese un beso de
despedida mientras él subía rápidamente la ventanilla del
auto. Ambos nos reímos, pero interiormente eso me hacía
llorar. Traté de todas formas de captar su atención. Lloré,
protesté, me quejé, y hasta me hice varias cirugías
innecesarias. Nada funcionó".
El esposo de Susie empezó a quejarse de que ella era
malísima en la cama. "Quizás es hora de que tengas una
relación extramatrimonial", le dijo. "¡Puede que eso te
ayude!". Ella escuchó horrorizada. Después de todo, ellos
iban a la iglesia. Él era diácono, y ella era solista y directora
del coro de los adolescentes.
Pero la semilla había sido plantada y comenzó a crecer.
Susie decidió hacer instalar una piscina en su patio.
Cuando el constructor, bronceado y musculoso le comentó
cuán bonita era y qué bien que olía, Susie bebió esas
palabras como suelo árido. Susie le dijo a su esposo por
teléfono:
—¡Ey, Carl! ¿Recuerdas tu comentario acerca de tener una
relación extramatrimonial? ¿Lo dices en serio? —Seguro —
contestó Carl—. ¿Por qué? ¿Ya encontraste a alguien?
—Sí, creo que sí—, dijo ella. —Solamente sé discreta—,
fue su único comentario.
Susie comenzó una relación extramatrimonial con Danny, y
más tarde su esposo amenazó con matarlos a los dos. Ella
amaba a su esposo, pero llegó a convertirse en una adicta
al afecto y la atención que recibía de su amante. El esposo
de Susie le quitó la chequera, sus tarjetas de crédito y
hasta su casa. Así ella dejó su hogar y hasta abandonó a
sus hijos en búsqueda de la atención que nunca había
recibido en su matrimonio.
"Danny era un hombre atrapado por las mentiras de
Satanás, tal como yo", dijo Susie. "Me prestaba más
atención y me mostraba más amor que cualquier otra
persona a mi alrededor; siempre y cuando no lo hiciera
enojar. Cuando estaba enojado, se convertía en un hombre
abusivo verbalmente, diciéndome que era mejor que yo
fuese buena con él porque nadie más me iba a querer.
Permanecí en esta relación por cuatro años".
La promiscuidad de Susie se desató luego de su relación
extramarital con Danny. Fue de hombre en hombre
buscando amor y significado. Nuevamente se casó, pero
este casamiento solamente duró unos 18 meses. Susie
volvió a la iglesia, pero al mismo tiempo continuaba con su
alocada vida social.
Nuevamente se volvió a casar. "Durante nuestro noviazgo,
Steve había sido mucho más atento y romántico que
cualquier otro hombre que haya conocido", explicó. "Pero
todo terminó el día que nos casamos. En realidad, el
casamiento tuvo lugar una tarde, y cuando llegamos a la
casa decidió ponerse a pintarla. Eso significó que estaba
demasiado cansado esa noche para una relación sexual. Al
igual que yo, Steve también había estado casado dos veces
anteriormente. Gracias a Dios, el Señor nos encontró a los
dos en una iglesia en Florida. Steve se entregó al Señor y
ambos nos comprometimos con Cristo. Luego de varios
años, nos mudamos a Texas.
"Sharon, le he pedido a Dios que me perdone por todo lo
que he hecho. Dios ha sido muy bueno conmigo. Estuvo
presente en mi vida, aún en tiempos en que yo no tenía
conciencia de su presencia en mi vida; cuando no sentía
para nada que estaba conmigo; y hasta cuando no quería
sentir su presencia en mi vida. Me perdonó e hizo que
surgiera algo bueno de todo este enredo que había hecho
de mi vida. Steve y yo tenemos una buena vida con varios
nietos a los que adoramos. Somos un buen ejemplo de
cómo Dios puede tomar una terrible existencia y hacer algo
hermoso de los pedazos".
Me recosté en el asiento. Estábamos ya en el
estacionamiento del aeropuerto, sentadas en su auto.
—Susie, ¿cuánta gente en la iglesia sabe de tu historia? —
pregunté. — Nadie —me contestó—. No le he contado a
nadie toda la historia de mi vida.
Eso fue una sorpresa; si bien ya me había pasado lo mismo
en otras oportunidades.
Debido a que comparto mi historia en muchas ocasiones,
muchas veces las mujeres se sienten lo suficientemente
seguras como para compartir sus historias conmigo. En
muchas ocasiones pregunto: "¿Cuántas personas conocen
tu historia?" y la respuesta que recibo es "Nadie".
Como una habitación cerrada bajo candado, muchas
mujeres guardan secretos en sus corazones. Cuando la
llave no la posee Dios, pues entonces la tiene el enemigo.
Empero, cuando tomamos conciencia del poder de nuestras
cicatrices y redimimos ese dolor invirtiendo en otros a
nuestro alrededor, Satanás pierde todo el control y la llave
del candado se desliza de sus resbaladizas manos.
Cuando conocí a Susie, era una bulliciosa persona con una
figura pequeña y un corto cabello rubio; la clase de persona
de mediana edad que todas las mujeres más jóvenes en su
iglesia deseaban imitar. Estaba en el grupo de ministerio a
las mujeres, cantaba en el coro, y tenía una relación
personal con Cristo. También tenía un tesoro escondido…
su historia muy personal de una vida rota y de su posterior
experiencia de sanidad.
Me pregunto a cuántas personas Susie pudo haber
ayudado si ellas hubieran sabido de su historia de
redención. Me pregunto a cuántas mujeres que están
batallando contra la tentación del pecado sexual hubiera
ella podido afirmar y alentar si ellas hubieran sabido del
arduo camino por el que ella misma había transitado. Me
pregunto cuántas personas hubieran llegado a conocer al
mismísimo Gran Médico si Susie hubiera tenido el coraje de
dejar de lado su vida aparentemente perfecta y revelado la
verdad.
Susie había mantenido sus cicatrices escondidas por
muchos años. Luego de nuestra conversación, la desafié a
no desaprovechar ni un momento más lo que había
aprendido, sino a invertir el tesoro que con su experiencia
personal había desenterrado después de muchos años de
vida en el barro. Ha aceptado hacerlo. Vamos a volver a
Susie más adelante.
La imagen de la redención
Cuando yo era niña, mi madre solía hacer las compras en
el Supermercado White en la esquina de Tarboro y Pearl.
Había otras despensas alrededor, pero White otorgaba con
las compras las estampillas S&H. Los días de compras, yo
vigilaba cómo la cajera registraba todo lo que mi madre
compraba, tirando de una manivela con cada producto que
registraba. Los ojos de mi madre se iluminaban con cada
sonido 'caching' de la máquina, pues eso significaba más
estampillas. Cuando terminaba de registrar el total, la caja
registradora literalmente escupía muchas estampillas, tanto
grandes como pequeñas. Nunca poníamos las estampillas
en los cuadernillos al momento. Mi madre las guardaba en
una bolsa y esperaba a tener suficientes como para trabajar
en llenar los cuadernillos por todo un día.
Cada seis meses, mi madre sacaba de un estante su bolsa
repleta de estampillas S&H. Vaciaba el contenido de la
bolsa sobre una mesa y anunciaba: "Bueno, Sharon, ¡es
hora de pegar las estampillas!".
Por horas, lo único que yo hacía era mojar, pegar, mojar,
pegar, mojar, pegar. Las estampillas más grandes
representaban los dólares gastados y con solamente tres
se llenaba una página. Las pequeñas estampillas
representaban los centavos gastados y se requerían 30 por
página. Yo prefería las de un dólar.
Luego de seis meses de coleccionar estampillas y una seis
horas de pegatina, mi madre y yo nos dirigíamos
entusiasmadas hacia el Centro de Redención de
Estampillas S&H. Con los brazos llenos, dejábamos todo
nuestro cargamento sobre el mostrador de la empleada.
—¿Qué vas a reclamar, mami?—, le preguntaba mientras
recorríamos los estantes llenos de artefactos.
—No lo sé, querida —respondía mi madre—. ¡Pero va a ser
algo bueno!
Luego de mucha consideración, mi madre decidía por un
tesoro tal como un abridor de latas eléctrico, una plancha a
vapor, o un juego de tazones de acero inoxidable para
mezclar.
Sí, era un día emocionante cuando hacíamos el viaje al
Centro de Redención de Estampillas S&H y podíamos
cambiar nuestras estampillas por algún tesoro especial.
Esta es una imagen muy simple de la palabra "redención".
Significa intercambiar algo por otra cosa, cambiar las
estampillas (o sea redimirlas) por un premio; por algo de
valor. Eso es lo que Dios puede hacer con nuestras
cicatrices si confiamos en él.
"Satanás va a hacer todo lo posible para tentarnos a no
confiar en Dios, porque sabe que nuestra disposición a
ponernos en sus santas manos va a llevarnos a una
redención completa…Redención significa que el dolor ha
sido tratado y cambiado tan radicalmente que no sólo
pierde la capacidad de hacernos daño, sino que también
obtiene el poder para hacer algo bueno"1.
Regresa el terrateniente
Había una vez un terrateniente que decidió irse en un largo
viaje. Llamó a sus tres siervos y dividió las
responsabilidades, cada uno de acuerdo a su habilidad.
También les dejó una cierta suma de dinero para
administrar. El dinero eran 'talentos'. A un siervo le dio cinco
talentos, a otro le dio dos y a otro le dio un solo talento.
Luego de muchos meses, regresó a su casa y se reunió
con sus siervos para ver la administración de sus asuntos.
El sirviente que había recibido cinco talentos, los había
invertido y duplicado la ganancia; pudiendo devolverle a su
amo diez talentos. El sirviente con dos talentos también
había invertido su cantidad de dinero y lo había duplicado;
por lo que pudo entregarle a su amo cuatro talentos. A
estos dos esclavos el amo les dijo: "¡Hiciste bien, siervo
bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de
mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!"
(Mateo 25:21).
Pero luego estaba el siervo con el único talento. Era un
hombre holgazán y miedoso que no quería arriesgar nada.
Por ello no invirtió, sino que hizo un pozo en la tierra y
luego escondió el talento en el barro.
"Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que
cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. Por
eso tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Pero
aquí tiene lo que es suyo" (Mateo 25:24, 25 DHH).
El amo se puso furioso ante este siervo temeroso. Tomó su
talento y lo entregó al que tenía diez talentos (Mateo 25:28).
Yo veo nuestras cicatrices como tesoros sin precio que
nuestro Señor nos ha encomendado. Podemos elegir
invertir esos tesoros en las vidas de otros semejantes, o
podemos elegir esconderlos debido al miedo. Yo he visto
cómo la inversión en la vida de otros de esas cicatrices del
pasado ha producido dividendos que van más allá de
cualquier expectativa. Una pequeña inversión puede tener
gran resonancia y efecto en la vida de alguien, tanta que ha
de continuar en las generaciones por venir. Esa es la
historia de mi propia vida.
La inversión de Tricia
Tricia Goyer enfrentó el embarazo en la adolescencia… dos
veces. Era una cicatriz que iba a llevar por el resto de su
vida, pero ¿la iba a llevar con culpa y vergüenza, o con
evidencias de la gracia y el perdón? ¿Podía Dios tomar
algo que, obviamente, estaba fuera de su voluntad, como lo
es la intimidad sexual fuera de la unión matrimonial, y
utilizarlo para bien? Si creemos lo que dice Romanos 8:28,
entonces la respuesta es sí. Tomemos un momento para
dejar que Tricia nos cuente su historia…
"No recuerdo el rostro de la enfermera que me dio la
noticia, pero sí recuerdo el silencioso regreso a casa en el
auto con mi madre. Y recuerdo las palabras que salieron de
la boca de mi novio: 'No lo puedo creer. De todos modos
está todo terminado entre tú y yo'.
"Yo tenía diecisiete años; estaba embarazada, sola y no
sabía qué hacer. No era la primera vez. Casi dos años
antes había estado saliendo con el mismo muchacho y
había recibido la misma noticia. Para aquel embarazo elegí
la salida 'más fácil', solo para descubrir que no hay nada de
fácil acerca del dolor del corazón y la vergüenza que
provoca un aborto. No había sido fácil enfrentar el hecho de
que elegí no darle la vida a mi hijo.
"Esta vez, sabía que la decisión correcta sería tener al
bebé. Pero ¿qué iba a pasar con mi vida? En una semana
era una bastonera y estudiante en el cuadro de honor. En la
siguiente semana no era ninguna de las dos cosas. La
vergüenza de mi creciente vientre me hizo dejar la escuela,
dejar las actividades extracurriculares y mi vida social por
completo. Me pasaba los días durmiendo hasta el
mediodía, haciendo mis deberes para recibir crédito por mis
clases, y mirando las telenovelas.
"Cuando estaba por los seis meses de embarazo llegué a
mi punto más bajo. Me desperté al mediodía y lo primero
que hice fue extender la mano hacia el control remoto del
televisor. Estaba enojada con mis amigas porque no me
llamaban, enojada con mi novio pues ya me había dejado
por otra chica. Inesperadamente estallé en un mar de
lágrimas, dándome cuenta de lo que había sucedido con mi
vida. Pero, mientras que mi corazón estaba dolorido, algo
en lo profundo dentro de mí me decía que yo no tenía que
enfrentar todo esto sola. Pensé en lo que había aprendido
de niña en las clases de la Escuela Dominical. Me acordé
de la alegría de mi maestra cuando me contaba que Jesús
me amaba. Y mientras permitía que las palabras del corito
'Jesús me ama' penetraran en mi mente, crucé mis brazos
alrededor de mi vientre e imploré a Dios.
"'Señor, he arruinado mi vida. Si puedes hacer algo para
mejorar esta situación, ¡por favor hazlo!'.
"Se me llenaron los ojos de lágrimas, y una chispa de
esperanza se encendió en mi corazón. A pesar de sentirme
sola, a pesar de tener reparos acerca de poder criar un hijo
ya que me sentía una niña, comencé a confiar que había un
plan de Dios para que mi vida mejorase en vez de seguir en
este camino de autodestrucción.
"Durante el resto de mi embarazo, de vez en cuando leía mi
Biblia y oraba. Traté de llevar una vida mejor, pero me
encontré luchando con esos mismos sentimientos de
rechazo y aislamiento. Pero el día en que nació mi hijo
comencé a comprender la fidelidad de Dios. Al tener a mi
hijo en mis brazos, mi corazón se llenó de amor. Y por
primera vez pude comprender un poquito más el amor que
Dios tenía por mí. Mi hijo me miraba con tanta confianza, y
yo comprendí que no podía fallarle".
Poco tiempo después de que Tricia regresara a su casa con
su bebé, llegó a su vida otro joven. Juan era el hijo de su
pastor, y mostró un interés especial en ella y en su hijo. Al
año estaban casados. Ocho años más tarde, Juan, Tricia y
ahora los tres niños Groyer, se mudaron a Montana para
vivir una vida apacible. En ese lugar se involucraron en una
maravillosa comunidad de fe e hicieron nuevas amistades;
amistades que no sabían nada de la historia de Tricia en
cuanto a su embarazo de adolescente y su aborto. Pero
dejemos que Tricia continúe…
"Mi familia y mis amigos no tenían conciencia de que mis
sentimientos personales de rechazo y menosprecio estaban
supurando como si tuviera una astilla justo debajo de la
piel. Me daba vergüenza compartir las circunstancias de mi
embarazo de adolescente con estos nuevos amigos, y
todavía sentía una gran carga de culpa respecto del aborto.
Deseaba más que nada dejar todo esto en el pasado, pero
¿cómo podía suceder eso cuando los recuerdos de esas
decisiones erradas no dejaban de perseguirme?
"Un día, en la iglesia, una joven anunció una nueva clase
de estudio bíblico. Ella dijo: 'Tuve un aborto a los diecinueve
años. Sé que he sido restaurada emocional y
espiritualmente, y quiero ofrecer la misma esperanza a
otras personas'.
"¡Yo no lo podía creer! ¿Cómo podía esta joven pararse
delante de la congregación y compartir lo que yo no podía
confesar ni a mis amigas más íntimas?".
Le tomó a Tricia un mes el juntar el valor suficiente para
hacer la llamada. En la noche del estudio bíblico, manejó
hasta la iglesia; su corazón palpitaba aceleradamente. Pero
al entrar en la clase, descubrió que otras mujeres como ella
estaban enfrentado los mismos problemas y el mismo dolor.
Mientras Tricia compartía la historia de su aborto y
consiguiente embarazo, comenzó a sentir que el peso de la
vergüenza y dolor dejaba de agobiarla. Estas mujeres
entendían. Volvió a su hogar claramente conciente del
perdón de Dios, y de esta manera comenzó a dar los
primeros pasos para perdonarse a sí misma.
Unas semanas más tarde sintió que Dios la instaba a
compartir su historia con la comunidad de la iglesia. Se
paró frente a la congregación y narró su historia de dolor,
vergüenza y sanidad. También habló de las dificultades de
ser una madre adolescente y de cómo todo eso la había
acercado a Dios nuevamente. Fue una sorpresa para ella
ver que luego de este testimonio, mujeres —jóvenes y
ancianas— se le acercaron y le contaron sus historias…
¡Ese es el poder de nuestras cicatrices! Tricia pronto se
encontró ayudando a aquellas que se veían abrumadas por
errores del pasado, invirtiendo en otros para ayudarlos a
encontrar perdón y esperanza para el futuro.
La inversión de Tricia se multiplica
Tricia continuó ayudando a mujeres que estaban
esclavizadas por sus errores del pasado y sus fallas, pero
Dios tenía en mente un plan aún mayor para esta joven.
Cuando Tricia tenía 27 años, su pastor habló con ella
acerca de la necesidad de tener un centro de crisis por
embarazos en la comunidad. Al principio la idea le produjo
pánico, pensando en todas las razones por las que no se
sentía equipada para semejante tarea, pero al final decidió
obedecer la voz de Dios. Seis meses más tarde, el "Centro
Esperanza para Crisis de Embarazos" abrió sus puertas.
"El comenzar el centro significó mucho trabajo y
dedicación", Tricia explicó. "No solamente tenía que
conectarme con agencias que ofrecían ayuda durante la
crisis de un embarazo no deseado, sino que personalmente
tuve que revisar aquellos aspectos de mi pasado que debí
enfrentar como madre adolescente. Aún así, con cada
obstáculo Dios me mostraba que estábamos bien
encaminados. En menos de un año, una iglesia local donó
una casa enorme de estilo victoriano para nuestro uso;
comenzamos a trabajar cinco días de la semana y teníamos
cuarenta voluntarios. El promedio de abortos en nuestra
comunidad descendió un veinte por ciento".
Dios continúa abriendo puertas para que Tricia invierta sus
propias cicatrices en los demás. Comenzó un grupo para
madres adolescentes de preescolares en la comunidad, y
es autora de un libro para madres adolescentes titulado Life
Interrupted : The Scoop on Being a Young Mom (Vida
interrumpida: la experiencia de ser una madre muy joven).
Tricia ha experimentado el gozo de invertir sus propias
cicatrices en otros a su alrededor. Me pregunto cómo sería
su vida, y la vida de todos los que ha tocado, si hubiese
escondido su tesoro en la arena debido al miedo. Le estoy
tan agradecida por tener el valor de hacer esa inversión
inicial y verla crecer exponencialmente en la vida de tantos
hombres y mujeres…no solamente en su comunidad, sino a
través de todo el mundo.
Gabriel Marcel define a la esperanza como "un recuerdo del
futuro". Ese es el regalo que Tricia da todos los días.
CINCO
Reemplazando las heridas con cicatrices
¿Quieres quedar sano?
JUAN 5:6
El rostro de Bárbara mostraba las líneas y arrugas de una
mujer que llevaba años arrastrando consigo resentimiento y
pesar. Luego de escuchar mi historia, me preguntó si podía
hacer un aparte y hablar con ella. Nos sentamos en un
mullido sillón y ella comenzó. "Fui criada en un hogar
'religioso', la menor de doce hijos", me explicó. "Mi padre
bebía mucho y continuamente nos menospreciaba. Mi
madre hacía muy poco por protegernos, aún cuando él nos
hacía desfilar por la casa en nuestra ropa interior. Creo que
ella le tenía miedo. Él siempre la estaba contradiciendo y
eso la hacía estar nerviosa todo el tiempo.
"Mi padre nos dijo que los primeros cuatro hijos habían sido
planeados", continuó. "Pero el resto de nosotros habían
sido accidentes. Yo fui uno de esos accidentes".
"Todos los hijos nos bañábamos juntos, y recuerdo que uno
de mis hermanos me tocaba en lugares inapropiados.
Varios años más tarde, recuerdo haberle hecho lo mismo a
uno de mis vecinos".
"Yo escucho que usted dice que 'hay que dejar atrás el
pasado'", continuó, "y que 'Dios nos perdona cuando se lo
pedimos'. Sé que la Biblia dice que 'somos una nueva
creación en Cristo, que lo viejo se ha ido, que lo nuevo ha
llegado', pero no me puedo perdonar a mí misma por lo que
he hecho y no puedo perdonar a mi padre por hacer que yo
sea de esta manera. ¡Me es muy difícil dejar ir el pasado!".
Bárbara y yo seguimos hablando por un largo tiempo, y
pude ver por qué no íbamos a llegar a ninguna parte.
Finalmente, le dije: "Bárbara, vamos a orar".
Por favor, escúchame. No quiero que pienses que fui
demasiado severa con esto, pero Dios me reveló algo
mientras orábamos. No era que Bárbara no podía dejar ir
su pasado. Era que ella no quería dejar ir su pasado. Como
un niño que se sigue rascando la cascarita de una herida,
Bárbara continuaba rascando la cáscara de las heridas en
su vida, no dando oportunidad a que realmente pudiesen
curarse.
Olvidando lo pasado
Hay muchas cosas de mi niñez que no recuerdo. Tengo una
vaga memoria de dos o tres incidentes ocurridos entre mi
nacimiento y mis seis años. Tengo pocos recuerdos de
cuando tenía siete años, y es realmente a los ocho años
cuando mis recuerdos comienzan a aparecer nítidamente
en mi pantalla. Las pocas memorias que tengo de esos
primeros años no son agradables. Recuerdo a mi padre
pegándole a mi madre, arrojando objetos por la casa, y sus
discusiones violentas. Recuerdo momentos tensos en las
horas de las comidas, horribles fiestas familiares, y
solitarios eventos en la escuela en los que mis padres
brillaban por su ausencia. Recuerdo que me escondía en
un armario oscuro o me iba al techo de la casa y en esos
lugares dejaba que mi imaginación volara hacia un lugar
donde era amada y apreciada; pero los traumas de la niñez
tienen una manera de ensombrecer todos los días soleados
que pudieron existir. Claro que también había momentos
felices. Recuerdo ver a mi madre cocinando ricos platos
sureños; el pollo con buñuelitos era mi plato favorito.
Recuerdo los veranos en casa de mi abuela y el
sentimiento de que para ella era la nieta favorita (creo que
hacía que todos sus nietos sintieran que eran especiales).
También recuerdo las vacaciones en la playa donde
comenzó mi amor por la costa y el mar. Sí, hubo momentos
felices.
Mientras crecía comenzaron a resurgir ciertos recuerdos.
Empecé a comprender el origen de muchas de mis
inseguridades. Cuando comencé a comprender, comencé a
sanar. Los científicos han comprobado que los hombres
recuerdan hechos, y que las mujeres no solamente
recuerdan los hechos sino también las emociones
conectadas con esos hechos.
Son esas emociones las que a veces nos impiden sanar.
Como seres humanos, tendemos a recordar lo que
deberíamos olvidar y tendemos a olvidar lo que deberíamos
recordar. Dios, por el otro lado, olvida lo que promete
olvidar y recuerda lo que ha prometido recordar. Dios dijo:
"Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades"
(Hebreos 10:17).
Pablo nos cuenta uno de los secretos en su éxito como
cristiano y en la vida. "Hermanos, no pienso que yo mismo
lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo
que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está
delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio
que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo
Jesús" (Filipenses 3:13, 14).
Pero espera, ¿no contradice esto el mensaje de este libro?
¿Cómo podemos "olvidar lo pasado" y descubrir la belleza
de nuestras cicatrices al mismo tiempo? La clave se
encuentra en una comprensión bíblica de la palabra
"olvido".
En la Biblia, Dios nos dice que se "olvida" de nuestros
pecados y no los recuerda más. ¿Pero cómo hace un Dios
omnipotente, omnisciente para olvidar ? Miremos el
antónimo para tener una mejor comprensión.
Hay muchos eventos en la Biblia que comienzan con las
palabras "Dios recordó": "Dios se acordó entonces de Noé"
(Génesis 8:1); "se acordó de Abraham" (Génesis 19:29);
"se acordó de Raquel" (Génesis 30:22); "… al oír sus
quejas, se acordó del pacto que había hecho con Abraham,
Isaac y Jacob" (Éxodo 2:24). En cada incidente, el hecho de
que Dios recordaba significaba que iba a hacer algo al
respecto: Dios iba a intervenir.
Por tanto, si Dios recuerda , significando con esto que va a
actuar, entonces que Dios olvide significa que él no va a
intervenir . "Yo les perdonaré su iniquidad y nunca más me
acordaré de sus pecados" (Jeremías 31:34), dice él. Dios
se olvida de nuestros pecados; no va a proceder de
acuerdo a ellos. De la misma manera, aunque no podamos
olvidar físicamente los detalles de las heridas de nuestro
pasado, podemos elegir no actuar de acuerdo a esas
heridas. Podemos elegir perdonar a la persona que nos ha
hecho daño y no permitir que el recuerdo de la ofensa
llegue a controlar todos los aspectos de nuestra vida. En
ese sentido podemos perdonar y olvidar.
Cuando Pablo habla de olvidar, no quiere decir que va a
poder o siquiera va a tratar de borrar un incidente de su
memoria. "Olvidar no significaba borrar la memoria de su
pasado, pero era un rechazo conciente a permitir que
absorbiese su atención y que le impidiese su progreso"1.
Pablo se negaba a permitir que algunos aspectos de su
pasado pudiesen controlar su presente. Podía contarles a
otros de su pasado, pero sin dolor, malicia o siquiera
indicios de venganza.
Sí, recuerdo las heridas de mi pasado, pero puedo decir
honestamente que no actúo de acuerdo a ellas. Cuando
ahora recuerdo no siento el aguijón, no siento la amargura,
ni escucho las campanadas de la injusticia. Mi pasado no
controla más a mi presente. Debido a que estos recuerdos
tienen ya tan poco poder sobre mis acciones y emociones
de hoy en día, afloran en la superficie cada vez menos.
Satanás ha tenido que hurgar bien profundo en su bolsa de
municiones porque las viejas tretas de los punzantes
dardos del pasado simplemente ya no tienen eficacia. Para
mí, eso es olvidar mi pasado.
¡Pero es tan difícil! , es muy posible que digas. Amiga, Dios
nunca nos dice que hagamos algo para lo cual no nos dé el
poder. Por lo tanto, nos ha instruido a que perdonemos…y
ha de darnos el poder para hacerlo. Él nos instruye que
dejemos atrás el pasado…y nos va a dar el poder para
hacerlo. Él nos ha instruido a que nos quitemos el viejo
yo…y nos dará el poder para hacerlo. Pablo dijo: "Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). "Todo"
significa todas las cosas que Dios nos llama a hacer.
Isaías escribió: "Cuando un agricultor ara para sembrar, ¿lo
hace sin descanso? ¿Se pasa todos los días rompiendo y
rastrillando su terreno? Después de que ha emparejado la
superficie, ¿no siembra eneldo y esparce comino? ¿No
siembra trigo en hileras, cebada en el lugar debido, y
centeno en las orillas?" (Isaías 28:24, 25).
Creo que muchas de nosotras hemos estado rompiendo y
trillando la misma tierra demasiado tiempo. Hemos estado
contando y recontando lo que se hizo y cómo se hizo…
revolviendo siempre el mismo terreno y levantando una
gigantesca nube de tierra. Pero llega un momento en que
debemos dejar de arar y debemos comenzar a plantar
semillas; hasta que no llegue ese momento no vamos a ver
ninguna cosecha.
¿Quieres quedar sana?
A veces, las cadenas que llevamos y que aprisionan
nuestro corazón se vuelven tan cómodas que nos
acostumbramos al dolor y nos olvidamos de lo que significa
sentirse bien. Quizás alguna de nosotras no conoce la
libertad. Pero la gran pregunta es ¿quieres quedar sana?
¿quieres ser libre? Por supuesto que quiero , te escucho
decir. Pero ¿realmente lo quieres?
Hubo un hombre a quien Jesús enfrentó y que se
encontraba con la misma encrucijada en su vida. En
Jerusalén, hombres y mujeres con diferentes problemas de
salud se congregaban en el estanque de la puerta de las
Ovejas. Alrededor del estanque había cinco pórticos donde
se reunían los enfermos, esperando ver "el agitar de las
aguas". Ellos creían que en determinados momentos un
ángel del Señor bajaba del cielo y agitaba las aguas del
estanque. Cuando las personas veían las aguas moverse,
todos hacían un intento desesperado por entrar en el
estanque. Ellos creían que el primero en entrar iba a ser
curado.
Un hombre, inválido, había estado esperando por 38 años.
Cuando Jesús lo vio echado en el suelo, y supo que había
estado allí por tanto tiempo, le preguntó: —¿Quieres quedar
sano? (Juan 5:6)
Pareciera una pregunta poco usual, ¿o no? A veces nos
acostumbramos a estar "enfermas". Nos apegamos a
nuestras heridas. Pasan a formar parte de quienes somos,
y no podemos imaginar la vida sin ellas. Para este hombre,
la sanidad significaba un cambio drástico en su vida. Iba a
tener que conseguir trabajo, pasar a ser un adulto
responsable, e iba a tener que dejar de pasarse el día junto
a un estanque.
El dolor se puede convertir en un ídolo. No significa que lo
adoremos en el buen sentido de la palabra, pero igualmente
lo adoramos como una fuerza poderosa y le permitimos que
controle nuestra vida. Cuando permitimos que nuestro
pasado dictamine nuestro futuro le estamos dando el poder
como a un dios y lo estamos convirtiendo en un ídolo.
"Podemos abrazar nuestros dolores y hacer un altar de
nuestras aflicciones, o podemos ofrecerlos a Dios como un
sacrificio de alabanza. La decisión es enteramente
nuestra"2.
¿Quería el hombre inválido sanarse? Él no le había pedido
ayuda a Jesús. Pareciera como que se aferraba a su
enfermedad y le echaba la culpa a los que estaban
alrededor; una víctima de las circunstancias. "No tengo a
nadie que me meta en el estanque mientras se agita el
agua" (Juan 5:7). No sabemos si había perdido la voluntad
como para ser sanado, si había temido el perder las
entradas que estaba percibiendo como mendigo, o si
simplemente ya había aceptado su invalidez como su
destino en la vida. De todos modos, inesperadamente, se
encontró frente a Aquel que le podía dar libertad.
El hombre nunca respondió a la pregunta de Jesús. Por su
parte, Jesús le dijo simplemente: —Levántate, recoge tu
camilla y anda (Juan 5:8). Y así lo hizo.
Treinta y ocho años es mucho tiempo para estar
inmobilizado pero, sin embargo, en mi propia vida ha
habido cosas que me han frenado por la misma cantidad de
tiempo. Estaba paralizada por sentimientos de inferioridad e
inseguridad, de sentirme inadecuada, debido a mensajes
de mi pasado. Entonces Jesús me preguntó: —¿Quieres
quedar sana?
Satanás quiere utilizar nuestro pasado para paralizarnos.
Dios quiere utilizar nuestro pasado para impulsarnos. La
decisión es nuestra.
La cura es un proceso
La cura es un proceso. No sabemos mucho acerca de lo
que sucedió luego de que los dos hombres inválidos fueron
sanados, pero me imagino que tuvieron que aprender a
pararse sobre sus propias piernas; literal y figurativamente.
La sanidad comienza reconociendo que una herida necesita
sanar: un recuerdo doloroso, un resentimiento supurante,
un dolor del corazón. Generalmente la sanidad no ocurre en
un instante, sino a través de un proceso de pasos o
decisiones. El Diccionario Larousse define la palabra
"proceso", como una "serie de fases de un fenómeno; la
evolución de una serie de fenómenos"4.
Una de mis palabras favoritas en el Nuevo Testamento es
"instantáneamente". "Al instante recobraron la vista" (Mateo
20:34), "al instante se le quitó la lepra" (Lucas 1:42), "al
instante cesó su hemorragia" (Lucas 8:44). A veces Dios
sana… instantáneamente . Y a veces elige que vayamos a
través de pasos que nos han de curar. De cualquiera de las
dos maneras, aprendí que Dios está más interesado con el
proceso que con el producto final. Por supuesto, yo prefiero
la ruta de lo "instantáneo", pero la mayoría de las veces,
pareciera ser que viajo a través de montañas y valles como
lo tuvo que hacer Much Afraid (Con temor) en el libro Hinds
Feet on High Places (Patas traseras en lugares
encumbrados).
La buena noticia es que Jesús nunca se enfrentó con
alguien cuyo problema haya sido mayor que su poder para
sanar. Puede que tú pienses que ya estás demasiado
grave. Pero descansa en la certeza de que Jesús se
especializa en dar vida después de la muerte, no importa
cuánto tiempo pareciera que la muerte ha prevalecido.
En la Biblia hay tres incidentes en los que Jesús levantó a
alguien de entre los muertos: el hijo de la viuda de Naín
(Lucas 7:11-17), la hija de Jairo (Lucas 8:41-56) y Lázaro,
hermano de María y de Marta (Juan 11:1-57). La hija de
Jairo había estado muerta por algunas pocas horas, el hijo
de la viuda de Naín probablemente haya estado muerto por
unos días, y Lázaro estuvo muerto lo suficiente como para
que su cuerpo comenzara a descomponerse. Ni el periodo
de tiempo en que la persona estuvo muerta, ni el estado de
deterioro le importaron a Jesús. ¡Con solamente emitir una
palabra, ya estaban nuevamente en sus pies!
De la misma manera, no importa el tiempo que hayamos
sentido el dolor de una herida que pareciera ser fatal en
nuestra alma, Dios puede restaurar y resucitar nuestros
sueños rotos. Hasta puede crear un vasto ejército de un
montón de huesos secos. Él le dijo al profeta Ezequiel que
le hablase a un promontorio de huesos.
Profetiza sobre estos huesos, y diles: "¡Huesos secos,
escuchen la palabra del SEÑOR! Así dice el SEÑOR
omnipotente a estos huesos: 'Yo les daré aliento de vida, y
ustedes volverán a vivir. Les pondré tendones, haré que les
salga carne, y los cubriré de piel; les daré aliento de vida, y
así revivirán. Entonces sabrán que yo soy el SEÑOR'". Yo
profeticé, tal como el SEÑOR me lo había ordenado, y el
aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos
revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso!
(Ezequiel 37:4-6, 10).
Si Dios puede tomar una pila de huesos secos y
transformarlos en un numeroso ejército, bien puede
también tomar los pedazos rotos de nuestra vida y
transformarnos en poderosos guerreros para su causa. Eric
Liddell dijo una vez: "Puede que parezca que las
circunstancias han destrozado nuestra vida y los planes de
Dios para nosotros, pero Dios no está como un inválido
entre las ruinas".
Viviendo en libertad
Cuando estaba en el grado 12, tuvimos que presentar un
trabajo de investigación. Por alguna extraña razón yo hice
mi investigación sobre "El índice de reincidencia de los
prisioneros en las cárceles". Ya sé, ya sé. ¿Por qué? Te
aseguro que no puedo recordar la razón que tuve para
elegir este tema. Pero pude aprender varios datos
interesantes acerca de cuán a menudo los que estaban en
prisión cumpliendo su condena iban a regresar a prisión
luego de ser puestos en libertad.
Permíteme darte algunas estadísticas más actualizadas.
Entre los 300.000 prisioneros puestos en libertad en 15
estados de los Estados Unidos en 1994, un 67.5 por ciento
fueron arrestados nuevamente por nuevas ofensas dentro
de los primeros tres años. Un 49 por ciento fueron
nuevamente procesados por nuevos crímenes. Casi un 52
por ciento (51.8) volvieron a la prisión para cumplir una
condena por una nueva sentencia o una violación técnica
de sus condiciones de libertad, tal como puede ser el fallar
en un examen antidroga, no aparecer para tener la
consabida entrevista con su oficial de libertad condicional, o
el arresto por un nuevo crimen5.
Para algunos, el estar en la cárcel es más cómodo que
estar en libertad. Ellos saben cómo funcionar en la prisión,
y el estar afuera viviendo en libertad es un concepto
demasiado extraño, difícil o complicado. La vida entre rejas
es más fácil.
A veces las personas heridas se sienten tan cómodas con
su herida que no saben muy bien cómo pueden vivir sin
ella. Esa herida se convierte en ellas mismas, y tienen
miedo de estar en el mundo libre. Las barras de la prisión
crean un falso sentido de seguridad. Por lo menos saben
qué esperar de estas circunstancias, y se les pide muy
poco a cambio.
Pero Jesús vino a dar libertad a los cautivos y a darles vida
abundante. Por ello, la pregunta sigue siendo muy
pertinente: ¿Quieres quedar sana?
SEIS
Restaurando un corazón herido
El Espíritu del SEÑOR omnipotente está sobre mí, por
cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los
pobres. Me ha enviado a sanar a los corazones heridos, a
proclamar liberación a los cautivos y libertad a los
prisioneros,… a consolar a todos los que están de duelo.
ISAÍAS 61:1, 2
"Lo que realmente deseaba era subirme al regazo de mi
madre y que me acunara, pero en vez de ello me gritó:
'¡Fuera de mi vista! No te puedo ni mirar. Si no fuera por ti,
no tendría tantos problemas'. Así que me dirigí por el pasillo
para esconderme. Con hambre y miedo, quería ir a algún
lugar donde no fuese un problema para nadie… a veces
deseaba morir".
Mary vino al mundo como una niña no deseada y no
amada. En un esfuerzo por abandonar a su octavo hijo, la
madre de Mary se escapó del hospital y dejó a la niña en la
sala de recién nacidos del hospital con la esperanza de que
otra persona se la llevara a su casa. Pero las autoridades
localizaron a la madre y la llevaron a los tribunales para
obligarla a que recibiese a su hija. Así comenzó la
trayectoria de Mary por un mundo solitario, frío y cruel.
"Todo lo que deseaba era subirme al regazo de mi madre y
que me abrazara amorosamente" explicó Mary. "Pero lo
único que recibí fueron frases como 'No te puedo ni ver',
'¡Fuera de mi vista!', 'Eres otra boca más para alimentar'.
"Había algunos días en que literalmente quería
desaparecer. Sabía que nadie me iba a echar de menos, ni
siquiera mis hermanos y hermanas, y con seguridad mucho
menos mi madre. Ella me gritaba constantemente que me
mantuviera 'fuera de su vista'. Yo le causaba más problema
que los otros chicos por ser la más pequeña".
La madre de Mary siempre la hacía que se fuera a un patio
lleno de piedras. Aunque la niña había visto serpientes en
el lugar, su madre continuaba enviándola al mismo lugar día
tras día.
"Yo deseaba escapar y esconderme", recuerda Mary.
"Quería encontrar un lugar seguro con alguien que me
amase. Pero no podía pensar en una sola persona que se
alegrase al verme. Pasé muchos días con hambre y sed.
Me preguntaba si Dios podía hacer uso de una pequeña
como yo. Nadie decía que yo servía para algo; al contrario,
siempre estorbaba. Mis hermanas solían contarle a mi
madre que yo hacía cosas que verdaderamente no había
hecho para que me castigase y me mandase fuera de su
vista".
Por lo tanto, mucho de la primera infancia de Mary es
apenas un recuerdo borroso, pero luego ocurrió un
incidente que la iba a atormentar por muchos años. Cuando
tenía seis años, el mismo año en que murió su padre, entró
otro hombre en la familia. Le dijo que era un tío, pero ella
sabía que no lo era. Le traía regalos, la colmó de
atenciones y parecía disfrutar de pasar el tiempo con la
familia. No pasó mucho tiempo para que concentrase su
atención en el miembro más pequeño de la familia, que
también era el más débil y vulnerable: Mary. Cuando ofreció
llevarse a Mary a su casa para cuidarla, su madre dio su
consentimiento demasiado rápido. El hombre comenzó a
tocar a Mary en sus partes privadas, y con el tiempo el
abuso sexual escaló a mucho más que tocar. Ella rogaba
que el hombre la dejase tranquila pero él continuaba
llevándose a la pequeña Mary a su casa.
"El hogar es donde un niño debería sentirse seguro", dijo
Mary. "Pero este hombre había visto mi soledad y se había
mostrado amistoso conmigo. Sistemáticamente me insistía
que confiase en él. Para muchos, yo seguía siendo la
misma persona. Iba a la escuela, hablaba con los vecinos y
jugaba en el patio, pero lo que le permitía a este hombre
hacerme me estaba enviando al abismo de la
desesperación. Yo deseaba contarle a alguien del abuso,
pero él me amenazaba con tirarme en el río o en un pozo
de serpientes si decía una sola palabra. Yo tenía seis años.
Yo le creía. Yo sabía que estaba mal, pero no sabía cómo
detener el abuso".
Así es como, a los seis años, Mary sentía que su vida
estaba terminada. Se veía a sí misma como una pequeña
sucia, viviendo algo horrible… se sentía sin valor, perdida, y
sola. Aprendió a mentir y se puso una máscara para ocultar
su dolor. Hablaba y caminaba y dormía, pero muchas veces
pretendía ser otra persona. Mary se convirtió en una
persona dolorosamente tímida e introvertida, nunca
permitiendo a otros ver más allá de la fachada.
"Cada vez que veía una niña bonita, deseaba ser ella,
"explicaba Mary. "Cada vez que la maestra mostraba su
orgullo por algún otro niño, yo trataba de imitar lo que ese
niño hacía. Trabajé muy duro siempre para agradar a los
demás, pero no parecía hacer ninguna diferencia.
Fantaseaba acerca de alguien que llegase a mi vida y me
llevase a su casa para ser su hija. Añoraba
desesperadamente que alguien me amase y se mostrase
feliz de tenerme como hija propia. Necesitaba amor, pero
no podía encontrar a nadie que me lo diese. Al tratar de
buscar la aprobación de los demás, estaba jugando un
juego que yo sabía que nunca iba a ganar".
El abuso sexual continuó por tres años. De alguna manera,
a los nueve años, Mary juntó el coraje suficiente como para
decirle a ese hombre que si la volvía a tocar, iba a
contárselo a alguien. Mary no tenía idea a quién le iba a
contar, pero la amenaza surtió efecto y el hombre no la
volvió a molestar.
El abuso sexual fue una de las muchas facetas de la
dolorosa infancia de Mary. Su madre estaba siempre
enojada, con episodios de arrebatos de furia casi todas las
noches. Muchas veces en sus ataques rompía todos los
platos o les destrozaba la ropa hasta que quedaba hecha
jirones.
Durante este trayecto, surgieron destellos de otra vida. Una
vez una vecina tuvo compasión de Mary y le trajo galletitas.
Una asistente social que descubrió que ella quedaba sola
por muchas horas, la llevaba consigo cuando hacía visitas
hogareñas y le daba lápices de colores y cuadernillos para
colorear. Una pareja que la vio un día muy mal vestida,
tocando la campanilla del Ejército de Salvación en Navidad,
le regaló un hermoso sweater azul. Una maestra, la señora
Foster, mostró un interés especial en ella y la seleccionó
para que tomase parte en la comedia para la escuela.
"La señora Foster estaba contenta todo el tiempo y siempre
parecía contenta de verme" recordó Mary. "No se mofaba
de mis pobres ropas o de mi pelo desaliñado.Me dijo que yo
era inteligente y que podía leer muy bien. Hasta me
seleccionó para que tomara parte en la comedia de fin de
año. Me tocó ser un árbol, ¡pero fui el mejor de los árboles!
Me paré muy tiesa y muy quieta. La señora Foster me
ayudó a recuperar algo de mi orgullo y dignidad. Se enteró
de que mi madre me menospreciaba, y parecía que
teníamos un pacto silencioso. Ella vio la necesidad de
hacer que mi madre comprendiera que yo era buena. Por
primera vez alguien era amable conmigo y no quería nada a
cambio. Podía ser una pequeña sucia y descuidada, pero
me sentía apreciada y amada por esta maestra". Sí, Dios
envió rayos de sol en esta corta y sombría vida. YMary
atrapó en su corazón el rayo de esperanza de que un día,
las cosas iban a mejorar.
Abuso sexual
Aparte de ser abusada verbalmente y de sentirse
abandonada, Mary también sufrió el abuso sexual por parte
de un amigo de la familia. El abuso sexual es una horrible
invasión del corazón y alma de un niño, debido a que la
misma persona o grupo de personas a los que un niño
debería recurrir por protección, es el ser del que debería ser
protegido.
Un componente principal del abuso sexual es el "factor
secreto". Los que perpetran este tipo de crímenes contra la
infancia, suelen amenazar al niño con el objetivo de
mantenerlos callados. El chantaje emocional puede incluir
"Si lo cuentas, mataré a tu madre", "Si lo cuentas, te mato",
y "Si lo cuentas, nadie va a creerte". Es un secreto sucio, y
la mayor parte del tiempo el niño está tan avergonzado que
es un partícipe obediente manteniendo silencio al respecto.
La vergüenza es la corriente que subyace en las venas de
un niño que ha sido víctima de abuso. Y ese río no cesa de
correr simplemente porque ese niño haya llegado a ser un
adulto o porque el abuso haya terminado. Continúa
fluyendo silenciosamente como las sucias cloacas
escondidas debajo de las calles de una bulliciosa ciudad.
Podemos arrojar lejos algunos pecados como si fueran
basura vieja. Pero el problema con el pecado sexual o el
abuso sexual es que lo llevamos con nosotras en nuestro
propio cuerpo. No podemos distanciarnos de él.
Si el abuso sexual es realizado por un miembro de la
familia, y en la mayoría de los casos es así, puede que el
niño se calle por miedo a que se deshaga la familia si lo
cuenta. La mayoría de los niños desea una familia unida, no
importa cuán disfuncional sea esa unidad familiar.
La doctora Susan Forward, quien ha aconsejado a cientos
de víctimas de incesto y abuso sexual, dice: "Cada adulto
que ha sido molestado de niño, trae de esa infancia
sentimientos muy arraigados de ser incorregiblemente
inadecuado, menospreciado y realmente una mala persona.
No importa cuán diferente pueda ser su vida en la
superficie, toda víctima de incesto comparte con otros un
legado de sentimientos trágicos. Las palabras que
caracterizan el incesto son: Sucia, Arruinada y Diferente"4.
En el libro Healing of Memories (Sanidad de los recuerdos),
David Seamands explica por qué el recuerdo del abuso
sexual es tan doloroso:
Hay muchas razones por las cuales el recuerdo de lo
sexual puede ser muy doloroso. Primeramente, nuestra
sexualidad está en el verdadero centro de nuestra identidad
personal. Nuestra sexualidad está profundamente
compenetrada de quiénes somos y cómo nos percibimos a
nosotros mismos. El daño que se causa en esta área de
nuestra vida va a afectar profundamente nuestra
autoestima. La segunda razón, es que el sexo es una
emoción muy poderosa…Uno de los hechos más terribles
acerca del abuso en los niños es el de despertar estas
emociones avasalladoras a una edad tan temprana y en
circunstancias tan atemorizantes… Pero, quizás la razón
más importante por la que estas memorias son tan
dolorosas sea el hecho de que los sentimientos sexuales
pueden ser las emociones más contradictorias que un ser
humano pueda experimentar…Aquello que [las mujeres
abusadas] han vivido puede traer como resultado que
experimenten el sexo como una increíble combinación de
deseo y temor, placer y dolor, fascinación y miedo. Esta es
la razón por la cual todo trauma sexual que no ha sido
curado y que es acarreado dentro de la unión matrimonial,
a menudo produce un terrible conflicto interior de desear
sexo a la vez que también se lo odia"5.
Permíteme compartir esta estadística sorprendente. Un
estudio realizado por el Departamento de Servicios
Humanos de los Estados Unidos de Norteamérica demostró
que uno de cada diez niños es molestado antes de los 18
años por un familiar que se lo considera de confianza6. Si
eres una víctima de abuso sexual, por favor recuerda que
no estás sola.
Siempre he escuchado decir a la gente: "El tiempo cura
todas las heridas". Pero en este caso, estoy en desacuerdo.
El tiempo no sana; solamente Dios puede hacerlo.
La restauración de Mary
¿Podía Dios sanar la vida de Mary? ¿Rota en tantos
pedazos? ¿Puede restaurar tu corazón? ¡Absolutamente!
Un día, cuando Mary tenía unos 12 años, llegaron a su
puerta dos mujeres que le comentaron que a unas pocas
cuadras de su casa se había establecido una nueva iglesia.
La invitaron a la Escuela Dominical y le dijeron que Jesús la
amaba. "Yo estaba segura de que estaban equivocadas",
dijo Mary. "Nadie me amaba. Yo no era digna de ser
amada".
Pero estas dos mujeres habían picado el interés de Mary, y
el domingo a la mañana, mientras el resto de la familia
estaba ocupado haciendo otras cosas, Mary se dirigió a
esta nueva iglesia que se congregaba en un comercio. La
gente le dio la bienvenida a Mary, y hasta algunos se
ofrecieron para pasar a buscarla por la casa el próximo
domingo. Pero, como ella no deseaba que las dos mujeres
de la iglesia se encontrasen con su violenta madre, ella
declinó la invitación. Iba a regresar por sus propios medios,
caminando.
Y fue en esta pequeña iglesia bautista de unos 50
miembros que Mary por primera vez aprendió del
maravilloso amor de Jesucristo. Le presentaron a un
Salvador que sabía todo sobre ella y aún así la amaba.
"Aprendí que Jesús iba a presentarme ante el Padre limpia
y sin faltas. Mi corazón desbordó de emoción cuando
entendí, de acuerdo a Judas 24, que Jesús me iba a
presentar al Padre sin tacha y con gran alegría al único
Dios, mi Salvador. Me maravillaba el pensar que esa niña
pequeña y sucia de años atrás iba a ser presentada al
Padre limpia y sin tacha, como un corderito recién nacido".
El Salmo 27 se convirtió en su salvavidas. "Aunque mi
padre y mi madre me abandonen, el SEÑOR me recibirá en
sus brazos" (Salmo 27:10). Se dio cuenta de que aunque
toda su vida su madre le había dicho que 'se perdiera de
vista', su Padre celestial la quería acercar a sí mismo cada
vez más. Dios hizo que muchos amigos cristianos se
acercaran a Mary; ellos la alentaron, la apoyaron, y hasta
se ocuparon de que pudiese proseguir sus estudios luego
de graduarse de la escuela secundaria. A través de un
consejero cristiano, Mary pudo enfrentar sus miedos y
comenzar el proceso de sanidad de años de abuso y
descuido. ¿Y ahora? Mary dirige grupos de apoyo para
mujeres que han pasado por situaciones de abuso sexual.
"Yo sabía que había mujeres en mi iglesia que
probablemente habían experimentado abuso sexual en su
infancia" explicó Mary. "No es que yo quisiera hablar de
esto públicamente, pero sentí que Dios me estaba llamando
a que estuviera disponible para ayudar a otras mujeres que
estaban dolidas por su pasado. La parte más importante de
mi recuperación ha sido el creer que Dios me ama y desea
el bien para mi vida. Cuando finalmente acepté esa verdad,
pude mirar hacia adentro mío, y poner el dolor y las heridas
del pasado donde debían estar. El amor de Dios es un
poderoso 'herbicida', y Dios deseaba matar las malas
hierbas del pasado que hasta ese momento ahogaban el
futuro de mi vida".
Mary ha encontrado paz y propósito en las cicatrices de su
pasado. Ahora ella ayuda a otros a hacer lo mismo. Aunque
se dedica principalmente a las mujeres que están en la
cárcel, ella está dispuesta a compartir acerca del Dios que
le dio libertad con cualquiera que desea escucharla.
Un nombre más
Volvamos a Margarita por un momento. Luego de décadas
de depresión y ansiedad, finalmente buscó la ayuda de un
psicólogo. Dos años largos de terapia semanal la ayudaron
a distanciarse finalmente de su pasado. Fue un camino
largo y muy difícil, pero pudo sonreír a su consejero
(¡cuánto tiempo hacía que no sonreía!) mientras hablaba de
sentirse lista para moverse a otra etapa en su vida.
— Bueno, Margarita —dijo el consejero suavemente—.
Creo que hoy es el día de tu graduación. ¿Cómo te
sientes? Luego de un largo silencio, Margarita habló: —
Estoy… bien. El consejero vaciló. —Margarita, yo sé que es
difícil, pero para estar seguro de que estás lista para
continuar progresando, voy a pedirte que hagas algo.
Deseo que regreses al aula de la escuela y que me detalles
otra vez los eventos de ese día. Tómate todo el tiempo
necesario. Describe a cada uno de los niños mientras se
acercaban al pizarrón. Recuerda lo que escribieron y cómo
te sentiste… los veinticinco alumnos".
En cierta manera, esto hubiera sido fácil para Margarita.
Por 40 años había recordado cada detalle. Y aún así, el
recordar una vez más la pesadilla le iba a tomar hasta el
último gramo de energía que tuviese. Luego de un largo
silencio, comenzó la dolorosa descripción. Uno por uno,
describió a los otros alumnos vívidamente, como si los
estuviese viendo ahora mismo, deteniéndose
periódicamente para conservar su compostura, y
forzándose a sí misma para enfrentar a cada uno de los
alumnos, una vez más.
Finalmente terminó, y sus lágrimas no cesaban de correr.
Margarita lloró mucho tiempo antes de darse cuenta de que
alguien estaba musitando su nombre.
—Margarita, Margarita, Margarita. Miró al consejero que la
estaba observando y diciendo su nombre una y otra vez.
Margarita dejó de llorar brevemente. —Margarita, te
olvidaste de una persona. —¡Con seguridad que no! He
revivido esta historia por 40 años. ¡Conozco a cada
estudiante de memoria!
—No, Margarita, te has olvidado de alguien. Mira, está
sentado al fondo de la clase. Se levanta, va caminando
hacia la maestra, la señora Garner. Ella le da una tiza y él la
toma. ¡Margarita, él toma la tiza! Y luego camina hacia el
pizarrón y levanta el borrador. Va borrando cada una de las
frases escritas por los otros alumnos. ¡Todas borradas!
Margarita, ¡todas borradas! Luego gira y te mira, Margarita.
¿Lo reconoces? Sí, su nombre es Jesús. Mira, está
escribiendo nuevas frases en el pizarrón. Margarita es
amada. Margarita es hermosa. Margarita es suave y
amable. Es fuerte. Margarita es muy valiente.
Y Margarita comenzó a llorar. Pero rápidamente, las
lágrimas se transformaron en una sonrisa, y luego en risa, y
luego en lágrimas de alegría9.
Por 40 años Margarita había rengueado por la vida con el
dolor de un corazón destrozado. Pero finalmente le permitió
a Jesús, el Sanador, el Gran Médico, el Consolador, que
atendiese a su corazón y le permitiese sanarla.
¿Qué está escribiendo Jesús en el pizarrón acerca de ti?
Has sido elegida. Eres realmente amada. Eres santa. Eres
hermosa. Eres pura. Tú eres mi novia. Tengo tu nombre
grabado en la palma de mi mano.
SIETE
Recibiendo la gracia y el perdón
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva
creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2
CORINTIOS 5:17
"¡No puedo creer que yo haya hecho esto! ¡Tuve tres
abortos y yo amo a los niños! ¿Cómo pude haber matado a
mis hijos?".
Esta parecía ser la pregunta que resonaba en los oídos de
Laura, como un reloj despertador, al comienzo de cada día.
Aunque en varias oportunidades le había pedido a Dios que
la perdonase, Laura seguía aferrando sus errores del
pasado y no se había perdonado a sí misma.
No muchas personas saben de los abortos de Laura. Ella
es ahora una cristiana fiel que esconde su dolor muy bien;
excepto para aquellos que la conocen más íntimamente. Un
día la enfrenté.
—Laura, cuando tuviste esos abortos eras una adolescente.
Estamos hablando de 30 años atrás, cuando no eras
cristiana. Ahora eres una nueva creación. Lo viejo ha
pasado, lo nuevo ha llegado. La Laura de hoy en día no
podría tener un aborto. La Laura vieja, muerta, sí. Pero esa
Laura ya no existe.
—Ya sé —replicó—. Pero no me puedo perdonar a mí
misma. Por 30 años Laura ha actuado bajo un espíritu de
condenación. Cada vez que mira a un niño a los ojos,
incluyendo a sus propios hijos, siente vergüenza por lo que
ha hecho. Pero Dios perdonó a Laura años atrás. Dios
limpió su vida y escribió la palabra "perdonada" en brillantes
letras rojas en la tablilla de su vida. Dios desea que Laura
opere bajo un espíritu de gracia, misericordia y perdón,
pero no la va a forzar a abrir el regalo, sacar el moño de la
caja y disfrutar de lo que se encuentra dentro. Ella debe
desear recibirlo.
Tan claramente como Dios ha perdonado a Laura y ha
echado sus pecados al más profundo de los abismos,
Satanás, el padre de todas las mentiras, se ocupa de
recordarle todos los días sus fallas y la alienta a que siga
buscando encontrar más faltas en su persona todos los
días. Mientras ella esté dispuesta a morder el anzuelo,
Satanás va a seguir tirando la línea.
Recibir gracia y perdón por los errores cometidos es un
acto de fe. "Es muy difícil comprender un amor tan
incondicional y extravagante, y muchos de nosotros
dejamos el regalo sin abrir. Admiramos el envoltorio y nos
maravillamos de su grandeza, pero evitamos llegar a
acercarnos mucho.Algo dentro de nosotros se niega a
abrazar la idea de que Dios así dispuso su plan, por lo cual
nosotros ponemos condiciones para recibir su regalo1".
Pero Dios pone sólo una condición para este regalo… creer
en su Hijo, Jesucristo. Dios nos ofrece el regalo de la
gracia, pero nosotras debemos aceptarlo.
Nadie se merece la gracia y la misericordia de Dios, pero
por alguna razón, Dios ha decidido derramarla sobre
nosotras. En The Ragamuffin Gospel (El Evangelio de los
harapientos), Brennan Manning explica: "Vivir por gracia
significa reconocer toda la historia de mi vida, tanto el lado
bueno como el malo. Al admitir mi lado oscuro aprendo
quién soy y lo que la gracia de Dios significa. Como dijera
ThomasMerton: 'Un santo no es alguien que es bueno, sino
alguien que experimenta la bondad de Dios en su vida'"2.
En el capítulo anterior consideramos las heridas que otros a
nuestro alrededor nos han infligido, pero, ¿qué acerca de
las heridas que nosotras mismas nos infligimos? ¿Las
malas elecciones que hemos hecho: promiscuidad sexual,
aborto, mentiras, traiciones, drogadicción, infidelidad,
asesinatos? Todas estas, amiga mía, pueden ser algunas
de las heridas más difíciles de curar. Pero, cuidado, no son
difíciles para Dios sino difíciles para que nosotras mismas
nos las perdonemos. Permíteme narrarte una de las
historias más increíbles de gracia y perdón que Dios me ha
permitido vivir. Sucedió entre amigos.
Perdonando a Karl
La vida de Trish Campbell rebosaba de promesas. Era el
viernes 27 de junio del 2003. Su hijo, Wayne, estaba de
visita ya que estudiaba en laAcademiaMilitar Camden en
Carolina del Sur. El cadete de 16 años había recibido su
licencia de conductor hacía poco y le habían regalado un
auto nuevo. En cuatro días, Trish iba a casarse con Teddy e
iban a pasar la luna de miel en un crucero en Alaska. La
vida era buena.
Wayne tenía planes de pasar el fin de semana con uno de
sus mejores amigos de la Academia, Karl Kakadelis. Karl se
había graduado de Camden hacía poco y estaba destinado
a comenzar sus clases en la academia militar de estudios
superiores The Citadel en el otoño.
A Trish le gustaba Karl. Este parecía extrovertido, educado
y responsable. También confiaba en sus padres. El padre
de Karl, Tom, era pastor en una iglesia grande en Charlotte,
Carolina del Norte, y su madre, Lindalyn, era una ex
miembro del consejo escolar.
Trish no se sentía tranquila con el hecho de que Wayne
tuviera que manejar su nuevo auto hasta las afueras de la
ciudad, en la hora de más tránsito, hasta la casa de Karl,
así que decidió acompañarlo.
—Te amo—le dijo varias veces antes de dejar a su hijo en
lo de la familia Kakadelis. —Yo también te quiero, mami —
contestó Wayne mientras la abrazaba repetidamente.
Lo que Trish no sabía era que los dos muchachos tenían un
secreto.
Karl, que tenía diecinueve años, había planeado una fiesta.
Debido a que no tenía suficiente edad para hacerlo él, Karl
había convencido a otro joven de 21 años de que comprara
un barril de cerveza para ellos. El barril estaba escondido
en el jardín de un hotel cerca de la casa de Karl.
Más allá de una multa por exceso de velocidad, este joven
nunca había estado en problemas. Era un buen estudiante
y se había graduado segundo en su clase en Camden. Era
presidente de una de las sociedades honorarias y del club
de bellas artes, estaba en el comité directivo del Club Key
para Carolina del Norte y del Sur, era capitán del equipo de
fútbol y del equipo de lucha cuerpo a cuerpo, y en su último
año en la escuela militar fue comandante de una compañía
estando a cargo de 65 cadetes. Pero el 28 de junio de
2003, Karl tomó algunas decisiones equivocadas.
Él y sus amigos habían planeado la fiesta con gran
precisión. Tenían el lugar elegido: un campo cercano; y una
coartada: la mentira de que iban a pasar la noche en casa
de otro amigo.
—Vayan, pero se quedan en esa casa —instruyó Tom a los
dos muchachos mientras se preparaban para salir de la
casa de Karl. —¡Y nada de alcohol! —agregó Lindalyn
apuntando el dedo a sus rostros. —No, señora —
contestaron ambos—. Nosotros no bebemos. Luego de que
hubieron partido, Lindalyn dijo a su esposo: —Tom, estos
muchachos me preocupan. Me parece que hay algo que no
está bien. Se los veía demasiado descarados.
Los dos jóvenes fueron al hotel luego de las 10 de la noche
y recogieron el barril de cerveza para llevarlo a la fiesta.
Karl iba manejando su jeep, mientrasWayne llevaba el barril
sobre sus rodillas. Cuando llegaron al lugar designado para
la fiesta, se comenzaron a congregar otros jóvenes. Varios
de ellos trajeron sus carpas e hicieron una enorme fogata.
Karl controló quiénes bebían y cuánto bebían. Todos habían
acordado que no iban a manejar luego de beber.
Alrededor de la medianoche, Karl recibió una llamada en su
celular.
—Muchacho, soy Chris—dijo quien hablaba—. Tengo el
hielo, pero no puedo encontrar el campo. —Estás muy
cerca, quizás a unos kilómetros. Quédate ahí y voy a
buscarte para guiarte en el camino. —Karl, creo que no
conviene que manejes —dijo uno de sus amigos. —¡Estoy
bien! —gritó Karl.
Entró en su jeep y se puso el cinturón de seguridad. Un
amigo se sentó en el otro asiento y también se aseguró el
cinturón de seguridad. La capota convertible estaba baja, y
Wayne saltó para colocarse en la parte trasera,
agarrándose del travesaño antivuelcos.
Karl hizo un círculo alrededor de la fogata y luego se dirigió
cruzando el campo hasta llegar al camino. A unos
kilómetros del lugar de la fiesta, el jeep de Karl se fue hacia
la izquierda. El conductor corrigió demasiado rápidamente
el movimiento, yéndose bruscamente hacia la derecha y
luego hacia la izquierda. El jeep y el conductor estaban
descontrolados. Las llantas del lado derecho explotaron y
mordieron el camino. Luego el jeep se dio vuelta y Wayne
fue despedido unos 30 metros sobre el pavimento.
El auto terminó al lado del camino sobre unos arbustos y
malezas, volteado sobre su costado derecho. Wayne
estaba tendido en el camino, su cabeza en un charco de
sangre. Karl y el otro joven todavía estaban en el auto, pero
muy mal heridos. El labio superior de Karl colgaba
desgarrado; todavía él no entendía la gravedad de la
situación. Por primera vez se dio cuenta de que quizás
estaba ebrio.
Karl se tambaleó torpemente hasta su mejor amigo, Wayne,
y trató de hablarle, pero lo único que recibió como
respuesta fueron quejidos.
La tranquilidad de la madrugada de ese domingo 28 de
junio de 2003 fue interrumpida por el ruido de sirenas, el
zumbido del helicóptero de rescate, y el llanto de los
jóvenes allí reunidos. Mientras el helicóptero
aerotransportaba a Wayne al hospital, Karl y el otro
pasajero del accidente eran llevados en ambulancia.
Mientras tanto, los padres de los involucrados eran
notificados de lo sucedido.
Ambas parejas de padres mostraban una mezcla de enojo,
dolor, completa incredulidad y preocupación por sus hijos.
Cuando Tom vio a Trish en el hospital, ambos se
confundieron en un abrazo y lloraron juntos. Iban a pasar
diez horas antes de que permitieran a Trish ver a su hijo.
Durante todo ese tiempo ella se aferraba mentalmente a las
imágenes de su apuesto hijo con su cabello oscuro, sus
ojos castaño-verdosos y su porte militar. En su mente,
también podía escucharlo cantando himnos con ella en el
auto.
Finalmente le permitieron ver a Wayne. Se lo veía con su
cabeza toda vendada y muy golpeada, y muchos tubos que
entraban y salían por varias partes de su cuerpo.
Karl debió someterse a una cirugía para reimplantarle el
labio superior, pero no había solución inmediata para las
heridas internas de su alma. Su corazón estaba totalmente
roto. Como persona estaba totalmente destrozado.
—Lo lamento tanto —dijo Karl llorando cuando vio a la
madre de su mejor amigo—. Lo lamento tanto. —No te
culpo —le dijo Trish—. Todos tomamos malas decisiones.
CuandoWayne salga de esta, también va a tener que dar
sus propias explicaciones.
PeroWayne nunca salió del hospital. Seis días después de
haber arribado,Wayne Campbell, el hijo único de Trish
Campbell, murió.
En la casa de velatorios, durante el funeral, Karl hundió el
rostro en el pecho de su padre y lloró desconsoladamente.
Al verlo desde otra habitación, Trish se dirigió al joven y se
sentó junto a él.
—¡Cuánto lo lamento! ¡Cuánto lo lamento!—repetía el
muchacho mientras lloraba.
Trish tomó entre sus manos el rostro de Karl surcado en
lágrimas, y dijo:
—Hijo, te perdono. Yo te amo.Wayne era tu amigo y te
amaba. Aquellos presentes que escucharon esta
interacción quedaron sorprendidos ante tanta gracia y
perdón que emanaban de esta mujer. No era algo
humano… era algo divino.
Más tarde Trish pudo explicar:
—Yo soy pecadora y Dios envió a su Hijo único para
salvarme y perdonar mis pecados. No merezco este
perdón. De modo que, ¿cómo no voy a perdonar a Karl?
Quebrantamiento y arrepentimiento
A través de toda la Biblia vemos ejemplos increíbles de la
gracia de Dios y su perdón extendido a seres humanos
débiles como tú y yo. El rey David fue uno de ellos.
Dios se refirió a David como "un hombre conforme a mi
corazón" (Hechos 13:22). No puedo pensar en una mejor
recomendación que esa. Y aún así, David se vio atrapado
por su propia celebridad y, por un momento, se creyó que
estaba por sobre la ley de Dios.
Una primavera, durante el tiempo en que los reyes iban a la
guerra, el rey David decidió quedarse y pasar un tiempo de
descanso en palacio. Mientras caminaba por la azotea del
palacio para tomar un poco de aire fresco, vio a su hermosa
vecina, Betsabé, tomando un baño en su terraza. Típico
caso de ver y desear lo que vio.
—¿Quién es esa joven? —preguntó a uno de sus
sirvientes. —Ella, mi señor, es la esposa de Urías el hitita,
uno de tus más fieles soldados. —¡Envía a alguien para
que la traigan a mi presencia!—ordenó David.
Y en una noche estrellada, bajo el calor de la pasión, David
se acostó con la esposa de su vecino, y ella quedó
embarazada.
Cuando David fue notificado de que Betsabé estaba
encinta, sintió pánico. ¿Confesó David en ese momento?
No. ¿Se arrepintió David? No.Al contrario, lo que trató de
hacer fue cubrir sus huellas. Envió por Urías para que
regresara a su casa desde el campo de batalla, pensando
que iba a dormir con su esposa y de esa forma iba a poder
tapar el hecho de que el hijo por nacer era de David. Pero
el fiel Urías no deseaba disfrutar de esos placeres durante
un tiempo de guerra. En vez de disfrutar del abrazo de su
esposa, Urías durmió en las afueras del palacio.
Así que David tuvo que ir al plan B. Envió un mensaje a
Joab, el comandante del ejército.
"Cuando vayas a la guerra, pon a Urías al frente de la
batalla. Luego, cuando la lucha sea más dura, haz que tus
hombres ser retiren, dejando a Urías expuesto como único
blanco para el enemigo".
Joab siguió las órdenes de su comandante en jefe. Urías
fue dejado solo en el frente de batalla y lo mataron. Luego
del apropiado tiempo de luto, David tomó a la embarazada
viuda por esposa. (2 Samuel 11:1-26).
¿Te preguntas cómo se sentía David, un hombre conforme
al corazón de Dios, después de todo esto? ¿Sentía miedo?
¿Tenía remordimientos? ¿Estaba orgulloso por la gran
manera en que había cubierto sus huellas?
Afortunadamente, Dios nos ha permitido ver dentro del
corazón de este hombre. Luego de este momento de total
falla moral, David escribió el Salmo 51.
Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo
reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi
pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo
que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y
tu juicio, irreprochable. Yo sé que soy malo de nacimiento;
pecador me concibió mi madre. Yo sé que tú amas la
verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado
sabiduría. Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame,
y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame gozo y
alegría; infunde gozo en estos huesos que has
quebrantado. Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda
mi maldad. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y
renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu
presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la
alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me
sostenga. Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y
los pecadores se volverán a ti. Dios mío, Dios de mi
salvación, líbrame de derramar sangre, y mi lengua alabará
tu justicia. Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu
alabanza. Tú no te deleitas en los sacrificios ni te
complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería.
El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú,
oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y
arrepentido. SALMO 51:1-17
David estaba quebrantado en su espíritu; pero nadie lo
sabía, ¿O sí?
Luego de que David tomó a Betsabé por esposa, el profeta
Natán confrontó a David con su pecado.
David no trató de justificar sus actos, echar la culpa a otra
persona, ni reclamó amnistía por ser el rey. Inmediatamente
dijo:
—¡He pecado contra el Señor! Luego que David se
arrepintió, Natán proclamó: —El Señor ha perdonado ya tu
pecado (2 Samuel 12:13).
David era un hombre quebrantado que se arrepintió de sus
pecados y luego inmediatamente recibió la gracia y el
perdón de Dios. Retomó sus deberes como rey y pasó a ser
uno de los reyes más poderosos en la historia de Israel.
Orgullo y autorectitud
Ahora, retrocedamos varios años en la historia hasta el
predecesor de David, el rey Saúl. Durante este tiempo en la
historia de Israel, Dios gobernaba a la gente y hablaba a
través de los profetas. Este tipo de gobierno es conocido
como una teocracia. Pero luego de un tiempo, la gente se
cansó de ser gobernada por Dios. Ellos decidieron que
querían que un rey los gobernase… como tantas otras
naciones. Por tanto, Dios permitió que tuvieran un rey y
designó a Saúl, un hombre de la tribu de Benjamín. Al
principio Saúl estaba aterrado por su nueva asignación.
Para demostrarlo, en su coronación, ¡lo encontraron
escondido entre el equipaje! (1 Samuel 10:20-23). Pero,
eventualmente comenzó a actuar en su nuevo papel y
comenzó a disfrutar de lo que implicaba.
Dios ungió a Saúl con el Espíritu Santo, y hasta recibió el
don de profecía. Él guió a Israel a la victoria en varias
batallas y dependió de Dios para obtener sabiduría y
fortaleza… por un tiempo.
Pero luego de varios meses, la confianza de Saúl se elevó
a niveles peligrosos, y comenzó a tomar decisiones sin
considerar la voluntad de Dios. Antes de ir a la batalla
contra los filisteos, Saúl y sus hombres estuvieron
esperando al profeta Samuel para ofrecer los sacrificios
necesarios al Señor. Luego de siete días, el tiempo
dispuesto por el mismo profeta Samuel, Saúl se cansó de
esperar y sus hombres empezaron a impacientarse.
¿Cuán difícil puede ser? pensó Saúl. Voy a ofrecer el
sacrificio yo mismo. Así que Saúl fue en contra de lo
ordenado por Dios y se transformó a sí mismo en
sacerdote. Samuel llegó justo cuando Saúl estaba dando
los toques finales al altar.
—¿Qué has hecho? —Es todo culpa tuya —protestó Saúl
—. Como vi que no llegabas, los hombres empezaron a
inquietarse y a desbandarse como moscas. ¡Yo tenía que
hacer algo! ¡Por eso ofrecí el holocausto yo mismo!
Saúl no admitió que había hecho nada malo. Al contrario,
justificó sus acciones, le echó la culpa a otros, y mantuvo
su soberbia (1 Samuel 13:5-12).
Y éste fue el comienzo del final para Saúl.
¿Aprendió su lección? Oh, no. Unos capítulos más tarde
vemos que desobedeció a Dios una vez más. Dios le indicó
que fuera a la batalla contra los amalecitas y que
destruyera todo ser viviente, no guardando nada de botín
para sí. Pero, durante el ataque, Saúl le perdonó la vida al
rey de Amalec y se quedó con las mejores ovejas, el
ganado y otras cosas que vio que eran buenas.
Una vez más, el profeta Samuel enfrentó a Saúl. —He
cumplido la misión que el Señor me encomendó—se preció
Saúl. (Como si Dios no fuera a notar la diferencia). —¡Ah!
¿sí? ¿Y entonces qué significan esos balidos de oveja que
escucho a lo lejos? —replicó Samuel. —Ah, eso… Bueno,
en realidad tomamos las mejores ovejas y el mejor
ganado… para ofrecerlo en sacrificio al Señor; tú entiendes
¿verdad?
Una vez más, Saúl no mostró ningún remordimiento por lo
que había hecho. Una vez más justificó sus acciones, echó
a otros la culpa, y mantuvo su soberbia. —¡Basta! ¡Basta!
—gritó Samuel en frustración—. Dios no quiere sacrificios.
Dios desea que le obedezcas. ¿No te has dado cuenta ya
de ello?
A diferencia de David, Saúl no estaba arrepentido de lo que
había hecho. Estaba arrepentido de haber sido descubierto.
Como resultado, Dios le quitó el reino a Saúl. Estaba
terminado (ve 1 Samuel 15:1-23).
Para recibir la gracia y perdón de Dios necesitamos ver la
actitud en nuestro corazón respecto del pecado. "Dios se
opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes"
(Santiago 4:6).
Gracia y perdón
Pareciera que el pecado de David fue mucho más evidente
que el pecado de Saúl. Pero Dios le quitó el trono a Saúl,
mientras que perdonó completamente a David. ¿Cuál era la
diferencia? David estaba arrepentido, quebrantado y lleno
de remordimientos por lo hecho. Saúl fue arrogante,
contencioso y orgulloso.
¿Dónde te hallas tú en este continuo paso entre una actitud
de orgullo y una de quebrantamiento? Dios quiere que
mostremos quebrantamiento ante nuestros pecados, pero
luego él toma esos trozos quebrados de nuestra vida y
nuevamente los une para hacernos más fuertes y más
útiles que antes. Mientras sigamos aferrándonos a los
pedazos de nuestra destrozada vida, van a permanecer
como eso… pedazos rotos.
¿Por qué no abres ese puño cerrado y le ofreces tu
destrozado pasado como un sacrificio al Señor? Dios te va
a sanar. Te va a utilizar. Te va a hacer más fuerte que antes.
He aprendido que un hueso roto que se ha soldado queda
más fuerte en el lugar de la soldadura. De la misma
manera, un tejido cicatrizado es más fuerte y más resistente
que la piel virgen. Dios puede tomar las heridas de nuestra
vida y nos puede convertir en personalidades más fuertes
que lo que solíamos ser.
C. S. Lewis observó:
Para Dios no es una cuestión simplemente de enmendar, o
de restaurar el status quo. Una humanidad redimida debe
ser mucho más gloriosa que lo que hubiera sido una
humanidad caída… Cuanto más grande el pecado, mayor
la misericordia; cuanto más profunda la muerte, más
brillante el renacimiento6.
La luz de Saúl se apagó. La luz de David brilló más que
antes. Antes de ir a la cruz, Jesús sirvió a sus discípulos la
última cena que comerían juntos.
Partió pan, que representaba su cuerpo, y pasó a todos la
copa de vino, que representaba su sangre. Este
sacramento, a menudo llamado "La última Cena", ha sido
celebrado por siglos. ¿No es acaso interesante el saber que
ambos, el grano y la uva, necesitan ser triturados? ¿Puede
ser, acaso, que nuestra vida, a través del quebrantamiento
y la trituración, sirve como testimonio viviente de lo que
Cristo ha hecho en nosotras?
"La más íntima comunión con Dios viene, creo yo, a través
del sacramento de las lágrimas. Tal como las uvas son
trituradas para hacer el vino y el grano es triturado para
hacer el pan, también los elementos de este sacramento
vienen de las experiencias aplastantes de la vida"7.
Pago completo
Cuando le pedimos perdón a Dios por nuestros errores y
nuestras fallas del pasado, él lo hace. La Biblia promete: "Si
confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos
los perdonará y nos limpiará de toda maldad" (1 Juan 1:9).
Confesamos nuestros pecados, recibimos perdón y
creemos que está terminado. En el capítulo anterior
consideramos la palabra griega para perdón, aphieme .
Mientras que significa "liberar", también significa "cancelar
una deuda, la remisión del castigo por una conducta
pecaminosa"8.
Esto implica confesión y arrepentimiento. "Confesar"
significa mucho más que simplemente decir "Sí, lo hice". En
el Nuevo Testamento, la palabra "confesar" es homologeo y
significa "hablar de la misma manera, asentir, acordar, estar
de acuerdo…confesando al admitirse culpable de lo que
uno es acusado, el resultado de una convicción interior"9.
Como en la confesión de David, es estar de acuerdo con
Dios acerca de tu pecado.
"Arrepentirse" significa cambiar tu mente e ir en la dirección
opuesta. La palabra griega es metanoeo y significa
"cambiar la mente de uno o su propósito"10. Cuando Jesús
perdonó a la mujer adúltera, le dijo: "Vete y no vuelvas a
pecar" (Juan 8:11). En otras palabras, "Deja de hacer lo que
estás haciendo, ve en la dirección opuesta y no cometas
adulterio nunca más". Ese es un cuadro de verdadero
arrepentimiento.
¿Estás realmente dolida por tu pecado? ¿Le has pedido a
Dios que te perdone? ¿Estás de acuerdo con Dios de que
lo que has hecho está mal y estás comprometida a girar e ir
en la dirección opuesta? Si así lo has pedido, entonces él
ya te ha perdonado esa ofensa. Si así lo has pedido pero
aún así tienes dificultad para recibir libertad, entonces ora
esta oración y recibe liberación por fe:
Segundas oportunidades
Quizás una de las historias de gracia y perdón más
memorables y reconfortantes está registrada en Lucas 15.
Es la que hemos llegado a conocer como "la historia del hijo
pródigo". Este joven demandó que se le diera su parte de la
herencia mientras su padre todavía estaba vivo; se gastó
todo en una vida licenciosa, y se encontró posteriormente
sucio, destituido y desesperado. Por todo lo desagradable
que los cerdos son para los judíos, este joven tuvo que
tomar un trabajo cuidando de cerdos para poder comer y
así poder sobrevivir. Pero luego tuvo una epifanía.
"Por fin recapacitó y se dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi
padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de
hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he
pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me
llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros'.
Así que emprendió el viaje y se fue a su padre" (Lucas
15:17-20).
¿Y dónde estaba su padre? Estaba oteando el horizonte,
esperando ver alguna señal de que su hijo regresaría a la
casa paterna. Mientras "todavía estaba lejos" (versículo 20),
el padre divisó a su hijo en el horizonte. Lleno de
compasión, se levantó los bordes de su larga túnica y
comenzó a correr hacia su hijo. No esperó a que su hijo
llegara, se arrastrase ante su presencia, y rogara ser
perdonado. No; tan pronto como el padre pudo ver a su hijo
a la distancia, corrió hacia él, lo colmó de besos y le dio la
bienvenida.
Si lo recuerdas, no todos estaban felices con el regreso del
hijo pródigo. Su hermano mayor resentía el hecho de que
se le diera una segunda oportunidad. ¿Y sabes qué? Va a
haber muchos alrededor nuestro que van a resentir el
hecho de que nosotras también recibimos una segunda
oportunidad.
"Tu hermano mayor no tiene problemas con que regreses,
siempre y cuando lo hagas con la cabeza gacha y muestres
lo avergonzado que estás. Pero cuando Dios tiene la
audacia de darte un poquito de dignidad y entonces te
atreves a mostrar tu radiante rostro a los cielos en
adoración por la liberación de tu pecado, ¡tu hermano
mayor puede quedar pasmado! Es ese orgullo que no
puede celebrar el regreso del hermano pródigo. Los que no
celebran son los que todavía están convencidos de que han
hecho algo correcto para ser amados por el Padre"11.
Pues yo digo, ¡déjenlo que se asombre! Nada hace enojar
más a la gente que la gracia. El hermano mayor también
está invitado a la gran fiesta, y es suya la decisión de
participar o no de la celebración. Lo que sí me pone
contenta es saber que él no es el encargado de dar la
fiesta.
OCHO
Renunciando a la nube de la vergüenza
Radiantes están los que a él acuden; jamás su rostro se
cubre de vergüenza. SALMO 34:5
La mesa era terriblemente fría, lo mismo que las manos del
médico que trabajaban con rapidez para extraer la pequeña
vida cuyo corazón recientemente había comenzado a latir.
Todo me daba vueltas en la habitación, y la vergüenza de lo
que estaba permitiendo que hicieran a mi bebé amenazaba
con asfixiarme también a mí. Si bien no había sonidos, ni
ruego verbal, yo podía escuchar una voz muy pequeña
llamándome desesperadamente. ¿Qué era lo que decía?
No, por favor no. Por favor, no. No, por favor. Pero ya era
demasiado tarde. La voz no estaba más, lo mismo que el
pequeño cuerpo. La misma culpa, la depresión, y el total
sentido de desolación me siguieron al dejar esa habitación.
¿Cómo podía hacer algo tan egoísta y malvado?, pensé.
¿Qué clase de ser humano soy? Me quería morir.
Mientras me trastabillaba hacia la salida de la clínica, noté a
una enfermera llenando una tarjeta en su tarjetero.
Supongo que tenía mi nombre y la información
concerniente a mi bebé muerto. Y eso es todo, pensé. Su
vida entera en una tarjeta que va a permanecer entre la E y
la G en ese frío gabinete de metal. ¿Qué decía la tarjeta?
¿Mencionaba si era un niño o una niña? Llamémoslo
intuición, pero yo creo que era un varón.
En los días y semanas que siguieron, me imaginé a las
manos de Dios formando los rasgos de mi bebé, su
personalidad, sus gustos y sus disgustos. Luego me
convencía a mí misma a que dejara de pensar en todo
esto… que no importaba. Pero, de alguna manera, yo sabía
que sí importaba. Sabía que algo que importaba mucho
estaba escrito en una tarjeta, en vez de estar con vida,
respirando, riendo y amando. La tarjeta nunca va a
mencionar las expresiones de su rostro si hubiese dado sus
primeros pasos o pedaleado por primera vez en su
bicicleta. La tarjeta nunca va a contar acerca de las muchas
noches que yo hubiera ido hasta su cuarto luego de haberlo
puesto a dormir, simplemente para poder acunar su
cuerpecito en mis brazos o la forma en que yo hubiera
sonreído al ver su pelo revuelto al despertar la siguiente
mañana.
Ese pequeño niño no va a conocer nunca lo que es mandar
besitos o nunca va a experimentar la alegría de ver a su
papá llegar a la casa después del trabajo. No va a conocer
nunca la calidez y seguridad de ser abrazado por su mamá
luego de tomar un baño. No, la tarjeta no va a contar nada
de todo esto porque nada de esto va a suceder.
—Ginger
Ginger es una belleza de ojos castaños; menudita, de
alrededor de 1. 60 cm y unos 55 kilos de amor por Jesús.
Pero no siempre fue así. Desde su nacimiento, los padres
de Ginger la adoraron. Ambos la consentían y eran muy
livianos con ella en cuanto a la disciplina. Cuando cumplió
16 años, Ginger recibió un auto que mostraba una tarjeta
en la parte delantera: "Consentida al máximo".
Durante la adolescencia de Ginger, sus padres se
interesaron en la fe cristiana y ambos llegaron a
comprometerse con Cristo. Por primera vez la iglesia se
convirtió en una parte importante de la vida de la familia.
Ginger no estaba contenta con este cambio. La libertad que
siempre había disfrutado ahora era filtrada a través de la
nueva fe que sus padres habían encontrado. Si voy a tener
que ir a la iglesia , pensó GingerI Y así lo hizo."
Todavía recuerdo el dolor en mi estómago la noche en que
junto a mi mejor amiga nos sentamos en la cama a esperar
a ver si la cinta se volvía rosada", dice Ginger. "Y así
sucedió".
Ginger estaba en el último año de la escuela secundaria…
y embarazada.
Una semana más tarde, Ginger, junto a su noviecito, salían
de la clínica de abortos, ambos concientes de que habían
cometido el error más grande de sus vidas. En unos pocos
segundos, y por $200, el hijo de ambos estaba muerto.
Por muchos años Ginger escondió la vergüenza y gran
dolor por lo que había hecho en un lugar secreto, con la
llave invisible colgándole de su cuello. Su familia no podía
entender sus periodos de depresión, sus tiempos de
silencio, y sus lágrimas repentinas. Cuando Ginger veía a
bebés o niños pequeños llorando… ella también lloraba.
¿Es así cómo se sentía mi hijo cuando lo arrancaban de mi
cuerpo? se preguntaba.
Las desveladas noches de Ginger eran seguidas por
horribles pesadillas de niños muertos. Sabía que tenía que
contárselo a alguien… ¿pero a quién?
Finalmente, Ginger decidió contarle todo a un hombre que
trabajaba en el restaurante de sus padres. Ella sabía que
era cristiano y que podía confiar en él.
El origen de la vergüenza
"Dios, en el principio creó los cielos y la tierra" (Génesis
1:1). Mi corazón se acelera asombrado, no importa la
cantidad de veces que escuche estas palabras. El solo
pensar que antes de que Dios hablara para dar vida al
mundo, había…nada. Pero luego Dios dijo: "¡Que exista la
luz!" (versículo 3), y así sucedió. En los siguientes seis días,
Dios hizo los cielos, unió las aguas para formar los
océanos, y sopló una brisa fresca para secar la tierra.
Habló, y comenzó a crecer en la tierra todo tipo de
vegetación, apareció el sol en el firmamento durante el día,
y la luna y las estrellas alumbraron la noche. Dios hizo que
rebosaran los mares con criaturas vivientes, los cielos con
seres alados y la tierra con todo tipo de animales que
caminan y se arrastran.
En el sexto día, Dios decidió hacer una criatura como
ninguna otra que hasta ese momento había creado: alguien
a su propia imagen. Así que, en vez de darle vida como lo
había hecho con toda su creación anterior, Dios se inclinó y
juntó un poco del polvo de la tierra. Y con ese polvo, los
dedos de Dios dieron forma y moldearon al hombre.
Al final de cada día, Dios miraba lo que había hecho y
decía: "Esto es bueno". La única ocasión en que dijo: "Esto
no es bueno", fue cuando comentó: "No es bueno que el
hombre esté solo" (Génesis 2:18).
Por eso Dios hizo que el hombre cayera en un profundo
sueño, tomó una de sus costillas y creó ayuda idónea para
él. Su obra maestra final, una especie de 'gran final', fue la
mujer. Y en el séptimo día, Dios descansó.
Dios llamó Adán al primer hombre. Luego, respetando el
hecho de que ya Adán tenía asignada la tarea de nombrar a
los animales, Adán llamó Eva a la mujer. Eran perfectos y
llevaban una vida perfecta. Tenían conciencia de lo
importantes que eran al gobernar a todas las otras criaturas
por sobre toda la tierra, estaban a salvo y seguros en su
relación con Dios como su proveedor de todo lo que
necesitaban, y ambos tenían un sentido de pertenencia al
estar en completa unión con Dios y el uno con el otro. La
Biblia nos dice que en el jardín del Edén ellos estaban
desnudos pero ninguno de los dos sentía vergüenza
(Génesis 2:25).
Adán y Eva tenían un dominio total sobre todo el jardín, con
una restricción: "Puedes comer de todos los árboles del
jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no
deberás comer. El día que de él comas, ciertamente
morirás" (Génesis 2:16, 17).
Pero muy pronto Satanás se deslizó en el utópico mundo
de Adán y Eva. Con gran malicia, tentó a Eva con la única
restricción que había sido impuesta por Dios. La hizo
pensar que Dios estaba escondiendo algo… lo cual es el
modo de operar favorito de Satanás.
Primero cuestionó a Dios:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún
árbol del jardín? (Génesis 3:1). 138 Tus cicatrices son
hermosas para Dios Renunciando a la nube de la
vergüenza 139 Segundo, contradijo a Dios: —¡No es cierto,
no van a morir! (versículo 4). Tercero, hizo que Eva dudara
de la justicia de Dios:
—Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se
les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios,
conocedores del bien y del mal (Génesis 3:5).
Eva creyó las mentiras del engañador y comió de la fruta
prohibida. Luego le dio a su esposo y él comió también. "Y
en ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron
conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse
entretejieron hojas de higuera" (Génesis 3:7). En el preciso
momento en que Eva hincó sus dientes en la fruta
prohibida, el miedo y la vergüenza hicieron su entrada en el
mundo, la relación que tenían con Dios se rompió, y
murieron sus espíritus.
Inmediatamente Adán y Eva trataron de cubrir su
vergüenza entretejiendo hojas de higuera para hacerse
delantales. Cuando eso no fue suficiente, trataron de
esconderse de Dios entre los árboles del jardín. Al día
siguiente, Dios vino para hacer su caminata matutina con
sus amados hijos, pero no los podía encontrar. Así que
llamó:
— ¿Dónde estás?
Esa fue la primera pregunta en la Biblia, y es todavía la
pregunta de Dios a nosotras en el día de hoy: "¿Dónde
estás?". No importa lo que hayamos hecho por lo que
deseamos esconder nuestro rostro de la presencia de Dios,
él nos llama a que salgamos del escondite y entremos en
sus brazos. "¿Dónde estás, hija mía? Ven a mí".
El hombre (Adán) contestó: —Escuché que andabas por el
jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo.
Por eso me escondí. —¿Y quién te ha dicho que estás
desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del
fruto del árbol que yo te prohibí comer?
Él respondió: —La mujer que me diste por compañera me
dio de ese fruto, y yo lo comí. Entonces Dios el SEÑOR le
preguntó a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? —La
serpiente me engañó, y comí —contestó ella (Génesis 3:10-
13).
Debido a esta desobediencia, Dios maldijo a la serpiente,
condenó a Adán y a Eva a una vida de problemas y duro
trabajo, y los echó del jardín del Edén para siempre. Pero
Dios tenía un plan para reunir a la humanidad caída
consigo mismo. En el libro A Gift for All People (Un regalo
para todos) Max Lucado escribió: "El momento en que la
fruta prohibida tocó los labios de Eva, la sombra de la cruz
apareció en el horizonte. Y entre ese momento y el
momento en que un hombre con un martillo clavó las
manos de Dios a la cruz, tomó lugar un plan maestro".
Adán y Eva trajeron pecado y vergüenza al mundo en el
jardín del Edén, pero Jesucristo estableció una manera de
borrarlos en el jardín de Getsemaní. Adán y Eva
desobedecieron a Dios al comer del árbol prohibido, y
Jesucristo dio su vida como sacrificio para erradicar la
vergüenza al ser colgado del árbol del Calvario.
Señales de vergüenza
Antes de empezar a bailar y cantar de alegría por lo que
hizo Jesús por nosotras, miremos al jardín del Edén por un
instante para notar las características de la vergüenza.
Desde el primer momento en que la vergüenza entró en el
mundo hasta ahora es similar, se la siente igual, y tiene el
mismo efecto sobre la humanidad.
1. La vergüenza esconde . Adán y Eva se escondieron de
Dios. La vergüenza hace que escondamos nuestro
verdadero ser del mundo.
2. La vergüenza niega. Ambos, Adán y Eva, negaron que
habían hecho algo malo.
3. La vergüenza echa la culpa a otros. En vez de admitir
que habían fallado, Adán le echó la culpa a Eva, Eva le
echó la culpa a Satanás y Satanás simplemente sonrió.
4. La vergüenza trata de encubrir. Adán y Eva trataron de
encubrir su pecado con hojas de higuera. Nosotras
ponemos una expresión de felicidad y tratamos de cubrir
nuestra vergüenza con ropa, actividades, logros y todo otro
tipo de encubrimientos.
5. La vergüenza causa miedo. Luego de que pecaron, Adán
y Eva se escondieron de Dios porque temieron lo que iba a
hacerles al enterarse. Cuando sentimos vergüenza,
tenemos miedo a las consecuencias una vez que otros
descubran la verdad.
Si notas cualquiera de estas características de la vergüenza
en tu vida, por favor, toma conciencia de que Dios desea
sacarla de tu vida. Cuando Jesús murió en la cruz, su
sangre se derramó sobre las espinas malditas hasta el
suelo. ¡Qué hermosa imagen el ver la sangre de Jesús
cubriendo esa maldición… las espinas… esa parte del
castigo a la humanidad desde el Jardín del Edén!
Algunas de nosotras hemos estado caminando envueltas
en una nube de vergüenza que nos rodea a dondequiera
que vayamos. Dios desea que salgamos fuera de esa nube.
Es Satanás quien trata de mantener este manto de
vergüenza alrededor nuestro como una nube de polvo. "Si
no nos puede ensuciar, por lo menos va a tratar de
hacernos sentir sucios"1. Pero si continuamos viviendo
avergonzadas y creyendo las condenas de Satanás sobre
las promesas del perdón de Dios, estamos eligiendo creer
una mentira.
La llave secreta
Cuando era adolescente, la escuela secundaria donde
asistía estaba a unos pocos kilómetros de mi casa. El
tiempo libre para el almuerzo era un poco menos de una
hora, pero a mí me gustaba manejar hasta casa y tener un
momento de descanso de toda la actividad en los atestados
pasillos de mi escuela.
Rocky Mount, Carolina del Norte, era un adormilado
pueblito con una vía de ferrocarril que atravesaba el pueblo
dividiéndolo en dos condados, un equipo de béisbol en
ciernes que de acuerdo a la revista Sports Illustrated tenía
las peores instalaciones en la liga, y un restaurante
Hardee's en cada esquina para recordarnos que la sede
central de esa cadena de restaurantes estaba calle abajo.
Cuando era niña, dormíamos con nuestras ventanas
abiertas, las puertas sin cerrojo, y paseábamos en nuestras
bicicletas por todo el pueblo sin preocupaciones.
Pero los tiempos cambiaron en la década de los sesenta y
primeros años de los setenta. Comenzamos a cerrar
nuestras ventanas por las noches, a poner llave a las
puertas aún durante el día, y los niños no se alejaban tanto
de sus hogares. En nuestra casa manteníamos una llave
extra en el buzón para la correspondencia justo dentro de la
cochera. Esta cochera no tenía puertas, así que el buzón
estaba al acceso de cualquiera. Pero las únicas personas
que sabían de la llave en el buzón eran los miembros de
nuestra familia y el cartero.
Durante la secundaria, cuando regresaba para el almuerzo
a las 12:10 cada día, yo simplemente buscaba esa llave en
el buzón para entrar, y luego la dejaba nuevamente en su
lugar hasta mi regreso a casa a las 3:15.
Un día, regresé a casa luego de la escuela a la hora
habitual utilizando la llave escondida para entrar. Antes de
hacerme un bocadillo, me dirigí directamente hacia el
televisor para ver mi programa favorito. Al abrir la puerta me
di cuenta de que faltaba el aparato de televisión.
No sabía que el aparato estaba descompuesto, pensé yo.
Mami debe haberlo llevado al taller para que lo reparen.
Llamé a mi madre a donde trabajaba. —Hola, ¿en qué
puedo servirle? —¡Ey, mamá! Soy Sharon. ¿Llevaste hoy el
televisor para arreglar?
—No, no lo hice. ¿Por qué? —Pues, no está en su lugar. —
¿Qué quieres decir con que no está en su lugar? —No está.
El armario está vacío. —¿Faltan algunas otras cosas? —
preguntó con cierto tono de miedo en su voz.
—No sé. Déjame ver. No tuve que ir muy lejos para ver que
faltaban otros elementos de la casa. Cuando regresé al
teléfono para informarle, mi madre dijo:
—¡Sharon, sal de ahí rápido!
Cuando llegó la policía, descubrimos que alguien había
entrado en la casa y se había llevado varias cosas. ¿Cómo
logró entrar? Pues claro, había utilizado la llave escondida.
Aparentemente, alguien me había estado observando.
Sabía que yo venía a casa a las 12:10 y que volvía a salir a
las 12:45. También sabía que regresaba a la casa a las
3:15. Así que entre 12:45 y 3:15, simplemente tomó la llave
del buzón, entró y se llevó consigo todo lo que deseaba de
nuestras pertenencias personales. Luego, después de
llevarse todo lo que quería, el ladrón simplemente cerró la
puerta con llave, y la puso nuevamente en el buzón "para
seguridad".
Al recapacitar sobre este incidente, veo que esto es
exactamente lo que Satanás hace cuando tenemos alguna
vergüenza escondida en nuestro corazón. Él sabe dónde
tenemos guardada la llave, y la utiliza para robarnos en
momentos oportunos. Desea robarnos nuestra paz, nuestro
propósito y nuestra perspectiva. Mientras tengamos la llave
escondida, él sabe donde ir a buscarla.
Hay una solución para esto. No escondas la llave. Dale la
llave a Dios. No más escondites. No más vergüenza.
En el libro Who Holds the Key to Your Heart? (¿Quién tiene
la llave de tu corazón?) Lysa TerKeurst nos ofrece esta
seguridad:
Te aseguro, amiga mía, que dentro de nuestro corazón
existe un lugar secreto. Detrás de una puerta de
pensamientos ocultos y dolorosos recuerdos, yace un dolor
tan avasallador que no podemos permitir que suba a la
superficie. El más leve vistazo hacia adentro revela
inseguridades a las que conviene dejar tranquilas. Por ello
la puerta permanece cerrada y mantenemos los secretos
alejados aún de Dios mismo. ¿O no?
La verdad es que Dios conoce los secretos de nuestro
corazón y los desea para sí. El creador de este vasto y
hermoso universo está esperando que le demos la llave del
corazón de su más grande creación: tú. Dios desea tener la
llave de tu corazón, todo tu corazón, especialmente esas
partes ocultas.
Cuando eres tú la que tiene la llave, Satanás va a pelear
por ella, va a dar a conocer tu vergüenza, y con ello te va a
acusar y condenar. Satanás ama mantener a una persona
en tal estado mental de derrotismo que es completamente
incapaz de hacer algo por la causa de Cristo. La ironía es
que esas mismas cosas que tú consideras vergonzosas,
pueden ser utilizadas para la gloria de Dios.
Esta es la belleza de la muerte de Cristo y su resurrección.
El precio ha sido pagado, y tu tablilla está limpia
nuevamente. No hay ningún pecado demasiado grande que
te pueda mantener alejada del toque de la mano del
Maestro. Dios todavía está en la empresa de hacer
milagros, y por ello desea la llave de tu corazón2.
Perdónate a ti misma
La vergüenza es una emoción fuerte producida por la falta
de perdón…de ti misma a ti misma.Mientras que el Espíritu
Santo nos convence de pecado para traernos al
arrepentimiento, el diablo nos condena con nuestro propio
pecado para traernos inactividad y desolación.
Audrey era una mujer que había cometido adulterio. Dios
había restaurado milagrosamente su matrimonio, y la había
cubierto con su gracia y perdón. Su esposo, sus hijos y sus
padres también la perdonaron, pero dos años más tarde, en
una reunión de oración, ella se dio cuenta de que nunca se
había perdonado a sí misma. Ella recuerda que una vez,
luego de una cena del Día de los Enamorados, un muy
buen amigo oró por ella.
Ese Día de los Enamorados está marcado en mi corazón
para siempre. Luego de la cena, el doctor Don comenzó a
ministrar a todo el grupo. Mientras oraba por mí, él identificó
una pena aguda que estaba encerrada muy en lo profundo
de mi corazón. Prosiguió explicando que todos nosotros
pasamos por etapas de dolor, pero que esto era algo
diferente. Era el resultado de una gran pérdida de algo o
alguien, y que este dolor estaba cerrado con llave dentro
mío. Miré a mi alrededor y todos estaban en silencio. Luego
procedí a contar la historia de lo que había pasado
solamente dos años antes. Mi pena estaba cerrada con
llave pues yo no me había perdonado por lo que había
pasado. Todavía sujetaba esa pena y ese dolor, y los
guardaba cerca de mi corazón. Exteriormente, pocas
personas lo advertían. Pero Dios lo sabía, y pronto descubrí
que me encontraba en el medio de otra cita con lo divino3.
Esa noche Audrey se perdonó a sí misma y fue liberada de
este dolor tan arraigado en ella. Dios quitó su vergüenza y
hoy en día ella está absolutamente radiante. Como dice la
Biblia: "Radiantes están los que a él acuden; jamás su
rostro se cubre de vergüenza" (Salmo 34:5).
Jesús dijo: "Así que si el Hijo los libera, serán ustedes
verdaderamente libres" (Juan 8:36). Nada de peros acerca
de esto. Es un trato hecho. Dios nos perdona en el
momento en que se lo pedimos. Sin embargo, nosotras
podemos continuar condenándonos todo el camino hasta
las puertas del cielo. Pero es una acusación falsa; una que
Satanás, el padre de todas las mentiras, musita a nuestro
oído.
La Biblia dice que el sacrificio de Jesús "limpia nuestra
conciencia de obras que llevan a la muerte" (Hebreos 9:14),
y que "no hay otra condenación para aquellos que están en
Cristo" (Romanos 8:1). "Miren que pongo en Sión una
piedra principal escogida y preciosa, y el que confíe en ella,
no será jamás defraudado" (1 Pedro 2:6).
Recordando el dolor
Aunque debemos aceptar el perdón de Dios y debemos
perdonarnos a nosotras mismas, nunca olvidamos
realmente nuestro pecado. Honestamente, me alegra que
así sea. Si yo olvidase mis pecados y el dolor que llevan
aparejados, es muy seguro que volvería a cometer los
mismos errores. Dios quita la vergüenza y el castigo, pero
la memoria nos ayuda a que elijamos no volver a recorrer
ese camino otra vez.
El recordar nuestras debilidades también nos ayuda a ser
misericordiosas con los demás cuando caen en seductoras
trampas. Yo soy más compasiva ahora que lo que era unos
30 años atrás, cuando mis propios errores eran muchos
menos. Al mirar los errores cometidos por otros, teniendo
presente como trasfondo mi propio pasado oscuro, hace
que esos errores sean menos visibles para el ojo que juzga.
Yo puedo decir lo mismo que John Wesley cuando comentó
al ver que un hombre era llevado a la horca: "Ese podría ser
yo, si no fuera por la gracia de Dios".
NUEVE
Quitándonos la máscara y siendo sinceras
Si es pecador, no lo sé. Lo único que sé es que yo era
ciego y ahora veo. JUAN 9:25
Todavía recuerdo el ritual de los sábados por la noche en
mi hogar, cuando contaba con seis años de edad. Mi madre
enrollaba mi cabello color rubio ceniza, aclarado por el sol,
en lo que parecían cien ruleros de esponja color rosa. Ella
pasaba dos dedos por el jarro de gelatina fijadora azul, la
desparramaba en un mechón de pelo, y luego enrulaba ese
mechón en el rulero de esponja, vuelta tras vuelta. Mis
"¡Auch!" y muecas de dolor solamente recibían como
respuesta "quédate quieta" y "deja de moverte".
¿Por qué me sometía mi madre a esta tortura, y me
sentenciaba a una incómoda noche de dormir de a ratos,
pues durante toda la noche yo trataba de encontrar una
posición más confortable para descansar mi cabeza? La
razón era que el siguiente día era domingo e íbamos a la
iglesia luciendo de lo mejor. Los domingos nuestra familia
iba en auto a la iglesia; muchas veces peleábamos durante
todo el camino y luego caminábamos traspasando el umbral
de la puerta doble, todas sonrisas y gracia.
—¿Cómo están ustedes? —preguntaban los hermanos de
la congregación. —Bien. ¿Y cómo está usted?—
contestábamos mecánicamente. —Muy bien, gracias.
Pero bien sabíamos que no estábamos bien, y me imagino
que los otros sentados en la misma banca de la iglesia
tampoco estaban bien.
Mi hogar estaba lleno de infelicidad. Mi padre bebía
copiosamente, y usualmente los sábados eran las peores
noches para ello. Mi madre era extremadamente infeliz, yo
estaba sola y atemorizada, y mi hermano estaba enojado la
mayor parte del tiempo. Pero nadie sabía todo esto, pues
lográbamos esconderlo bien.
¿Qué es lo que hay en una iglesia que hace que nos
pongamos máscaras para cubrir lo que realmente está
pasando dentro nuestro? Olvídate de las hojas de higuera.
Ahora hemos progresado a las ropas de diseñadores, autos
resplandecientes, y rostros sonrientes para asistir a ese
baile de disfraces que llamamos "iglesia".
¿Por qué lo hacemos? ¿Es acaso porque no queremos
parecer débiles? ¿Es acaso porque deseamos parecer tan
fuertes como la Roca de Gibraltar, aun cuando nuestro
esposo ha perdido su trabajo, nuestro hijo está fallando en
la escuela, nuestros padres están muriendo de cáncer y
nosotras nos hemos descubierto una dureza mientras nos
duchábamos esa mañana?
—¿Cómo está usted? —Bien, muy bien. Gloria a Dios.
A veces la iglesia se convierte en nuestro escenario para
representar el papel de "Vamos a pretender". Pero mientras
la audiencia aplaude nuestra actuación, la voz del Director
se va haciendo cada vez menos audible.
Hay una escena en la película de C.S. Lewis El León, la
bruja y el ropero que ejemplifica lo que yo creo que Dios
desea ver en el cuerpo de Cristo. La Bruja Blanca ha
convertido a muchos de los habitantes de Narnia en
estatuas de piedra. Luego, en una valiente muestra de
coraje, Aslán, el león que es la figura de Cristo, entra en
ese patio y le da su aliento a cada una de las estatuas…
devolviéndoles la vida. Unámonos por un momento a la
celebración…
El patio ya no parecía un museo, sino más bien un
zoológico. Las criaturas más increíbles corrían detrás de
Aslán y bailaban a su alrededor, hasta que él casi
desapareció en medio de la multitud. En lugar de un blanco
de muerte, el patio era ahora una llamarada de colores: el
lustroso color castaño de los centauros; el azul índigo de
los unicornios; los deslumbrantes plumajes de las aves; el
café rojizo de los zorros, perros y sátiros; el amarillo de los
calcetines y el carmesí de las capuchas de los enanos. Y
las niñas-abedul recobraron el color de la plata, las niñas-
haya un fresco y transparente verde, las niñas-alerce un
verde tan brillante que era casi un amarillo…
Y en vez del antiguo silencio de muerte, el lugar entero
retumbaba con el sonido de felices rugidos, rebuznos,
gañidos, ladridos, chillidos, arrullos, relinchos, pataleos,
aclamaciones, hurras, canciones y risas1.
Creo que nuestras iglesias se han convertido en patios de
estatuas de piedra donde todos tratan de mezclarse y
conformarse a la imagen… no de Cristo… pero de lo que
otros esperan ver en aquellos que van a las iglesias. Sin
embargo, nunca se pretendió que fuéramos una
congregación de estatuas idénticas, sino de individuos
coloridos, increíblemente maravillosos … gente auténtica…
desenmascarada.
Mientras hacía la gira para el libro La mujer de sus sueños ,
me senté en un salón verde de un canal de televisión con
un pastor soltero de unos 30 años que había sido invitado
para un segmento diferente del programa.
—¿De qué va a hablar hoy? —me preguntó. —Me están
entrevistando por mi libro La mujer de sus sueños —le
contesté—. He entrevistado a centenares de hombres para
encontrar siete cualidades que todo hombre añora ver.
—¿Realmente? ¿Y cuáles son? —preguntó con repentino
interés.
—Pues dígamelo usted. —Bueno, ella debe ser una mujer
devota a Dios —comenzó—. Una mujer que sea una ayuda
idónea.
Siguió un poco más y yo simplemente sonreí. —Bueno, ya
me ha dado su respuesta de "iglesia" —bromeé—. Ahora
dígame la verdad. Dígame lo que realmente quiere. —Es
cierto —gritó su amigo desde el otro extremo del salón—.
¡Eso no es lo que me decías anoche en el restaurante!
Todos nos reímos y al final terminó diciéndome qué era lo
que añoraba encontrar en una mujer. Pero esto justamente
prueba una vez más que las máscaras que utilizamos en la
comunidad cristiana muchas veces echan un velo que
oculta la verdad de quién somos realmente.
Somos un lío
Al menos una vez cada domingo, el pastor Tom Henry
decía lo siguiente durante el sermón: "¡Estoy hecho un lío!".
Tom es uno de los pastores más transparentes que
conozco. A él no le preocupaba que nosotros supiéramos
que tenía dificultades en su matrimonio, o con sus hijos, o
con los ancianos de la iglesia. Tom no tenía vergüenza de
mostrar sus cicatrices, y nos alentaba a que nosotros
tampoco la tuviésemos.
¡La verdad es que todos somos un lío! En su libro
Espiritualidad desarreglada , Michael Yaconelli dice: "En
Espiritualidad desarreglada doy una descripción del
cristianismo que la mayoría vive, y que pocos de nosotros
queremos admitir. Es un intento de romper a través de la
pared religiosa de la secretividad y dar legitimidad a una fe
que no está terminada, es incompleta y no tiene
experiencia. Espiritualidad desarreglada es la celebración
de un discipulado que está en construcción"2.
"Nuestras iglesias están llenas de gente que exteriormente
parecen estar contentas y en paz, pero interiormente están
a gritos buscando alguien que los ame… tal como son:
confusos, frustrados, a menudo atemorizados, culpables, e
imposibilitados de comunicarse aún dentro de sus propias
familias. Pero el resto de la gente en la iglesia parece tan
feliz y contenta que uno muy pocas veces tiene el coraje de
admitir sus propias necesidades profundas ante un grupo
tan autosuficiente, como pareciera ser el grupo de iglesia
promedio"3.
Yaconelli resume esta espiritualidad desarreglada como "el
rechazo a pretender, a mentir, o a permitir que otros crean
que somos algo que realmente no somos"4. "Adiferencia de
Cuasimodo, el jorobado de Notre Dame, no necesitamos
esconder todo lo feo y repulsivo en nosotros. Jesús no
viene para los superespirituales, sino para los débiles y a
los que les tiemblan las piernas, los que no las tienen todas
consigo, y no son demasiado orgullosos para aceptar la
dádiva de la gracia increíble"5.
Carol Sittema es una de mis heroínas al haberse negado a
ser nada más que sincera, no importa cuán desordenada
haya sido su vida. Por unos pocos años, Dios permitió que
fuera parte de nuestra iglesia para mostrarnos lo que
significa ser sincera.
La mujer de peluche
Muchas de nosotras hemos leído o escuchado el cuento
clásico para niños llamado El conejo de peluche . Quizás lo
hayas escuchado por primera vez estando en los brazos de
tu madre o, como en mi caso, de adulta con un hijo
acurrucado en mis brazos. El conejo de peluche es un
tesoro que yo descubrí siendo madre, no en mi infancia.
Como en muchos libros de literatura infantil, el mensaje
encierra una verdad profunda que impacta más a los
adultos que a los niños.
La historia comienza con un pequeño que descubre a un
conejito de peluche en su calcetín de regalos en la mañana
de Navidad. Era el mismo conejo que había admirado
previamente al verlo en la vidriera de un comercio. El
pequeño amó a su conejo... por unas dos horas, pero luego
el conejito fue a parar a los estantes de su cuarto con todos
los otros juguetes. Debido a que era de peluche, algunos de
los juguetes más caros lo despreciaban. Algunos juguetes
se jactaban de estar diseñados como pequeños modelos de
cosas reales, tales como los botecitos y los soldados. Pero
el conejo ni siquiera sabía que existía tal cosa como un
conejo real. Pensaba que todos eran como él era, relleno
de aserrín. Pero una noche, el conejo hizo un
descubrimiento fascinante.
Un juguete en particular dentro del cuarto del niño había
sobrevivido a todos los juguetes a cuerda. El caballo de
peluche estaba gastado pero era muy sabio. Por lo cual el
conejito decidió hacerle varias preguntas:
—¿Qué significa ser real? —le preguntó el conejo un día,
cuando estaban alineados uno junto al otro, cerca de la
puerta de la habitación antes de que Nana viniese a poner
orden en el cuarto—. ¿Significa tener cosas que zumban
dentro tuyo y una manija que se extiende hacia afuera?
—Real no tiene que ver con cómo estás hecho —dijo el
caballo de peluche—, sino que es algo que te pasa.
Cuando un niño te ama por un largo, largo tiempo, no
solamente para jugar contigo, pero REALMENTE te ama,
entonces te conviertes en real. —¿Duele? —preguntó el
conejo. —A veces —dijo el caballito, pues siempre era muy
sincero—. Cuando eres real no te importa que te duela. —
¿Sucede todo al mismo tiempo, como cuando te dan
cuerda? —preguntó— ¿o sucede poco a poco?
—No sucede todo al mismo tiempo —dijo el caballo de
peluche—. Te vas volviendo real. Toma mucho tiempo. Por
ello es que no sucede con la gente que se rompe
fácilmente, o tiene bordes filosos, o que requiere mucho
cuidado. Generalmente, para el momento en que eres real,
casi todo tu pelo se te ha caído, y se te salen los ojos y tus
coyunturas se aflojan y te ves gastado. Pero estas cosas no
importan, porque cuando eres real no puedes ser feo,
excepto para aquellas personas que no entienden7.
El conejo de peluche ni siquiera sabía lo que debía hacer
un conejito. Él simplemente sabía que había más en la vida
que estar lleno de aserrín y sentado en un estante.
Ser real. Eso es lo que realmente importa. Yo no deseo
esperar hasta que se me haya caído casi todo el pelo y
haya perdido casi todo mi relleno. Quiero ser real ahora. Así
que no importa si no parezco tan brillosa como los otros
juguetes en la habitación del niño.
Sí, a veces es doloroso ser real. Se necesita coraje. Pero
hasta que lo hacemos, vamos a encontrar que existimos
sentadas en un estante, y esto es un pobre reflejo de la
libertad y el baile jubiloso que Dios había planeado para la
vida.
Tirando la máscara
Cuando Steve y yo perdimos a nuestro segundo hijo, yo
estaba devastada. Ojalá pudiera decir que mantuve mi
frente en alto, me aferré a la certeza de la soberanía de
Dios y recité "Todas las cosas trabajan para bien" a todos
los que se me acercaron para decirme cuánto lamentaban
mi dolor. Pero no fue así. Yo estaba enojada con Dios.
Estaba desilusionada con él. Me fui a la cama, me cubrí la
cabeza con las sábanas y le dije a Dios que iba a ponerme
nuevamente en contacto con él quizás en algunos meses...
o años.
Duele tener que decirte esto, pero es la verdad. Aquí van
las buenas noticias. Por unos tres meses yo lloré por la
pérdida de esa nena y no le hablé a Dios. ¿Pero sabes
dónde estaba él todo este tiempo? Justo a mi lado.
—Nunca te voy a dejar o abandonar —dijo Dios. —
¿Aunque yo no quiera hablarte? —pregunté. —Aún en esas
circunstancias.
Dios nos creó para estar desnudos y sin sentir vergüenza.
Las hojas de higuera y las máscaras son idea del hombre.
Él sabe todo lo que hay que saber; hasta lo que nosotras no
sabemos.
Uno de mis amigos fue a visitar a su familia, y se estaba
cambiando de ropa en su cuarto de la infancia. El ama de
llaves, quien había estado con ellos por más de 30 años,
entró sin anunciarse y encontró a Andrés con los
pantalones bajos. Avergonzado, se apuró a cubrirse
rápidamente.
—Señor Duffy —ella bromeó—, no sienta vergüenza. ¡Yo lo
he visto a usted aún antes de que se haya visto usted
mismo!
Puede que nos avergüence si Dios nos encuentra
emocionalmente "con los pantalones bajos", pero hija, "Dios
te ha visto antes de que te hayas visto a ti misma". ¿Y
sabes qué? Él te ama tal cual eres.
DIEZ
Resistiendo el miedo al rechazo
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él,
todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha
escogido? Dios es el que justifica. ROMANOS 8:31-33
Estaba enseñando en un taller para conferencistas. Las
participantes eran mujeres que sentían el llamado de Dios
para utilizar el podio para hablar y enseñar, o la pluma y el
papel para escribir. Doscientas sesenta mujeres fueron
colocadas en pequeños grupos de a diez, para practicar
sus habilidades para la oratoria. Durante nuestro tiempo
con el primer grupo, las mujeres tenían cinco minutos para
compartir un mensaje preparado. Luego, al segundo día,
nos volvimos a encontrar para compartir otro mensaje de
cinco minutos.
Patty estaba en mi grupo. Era una pelirroja vivaz y
bulliciosa con un obvio amor por el Señor. Pero en el
segundo día del seminario percibí un cambio en el
comportamiento de Patty. Cuando finalizamos nuestro
tiempo en el grupo pequeño la llamé para hablarle:
—Patty, ¿estás bien? Instantáneamente, sus ojos color
ámbar se llenaron de lágrimas. —Tenía mi discurso bien
preparado para esta noche, pero creo que Dios desea que
comparta algo diferente.
—Eso es bueno—la alenté—. Siempre es mejor que
compartamos lo que Dios ha puesto en nuestro corazón,
aunque sea muy diferente a los planes originales. Tú
compartes lo Dios desea que compartas.
—Creo que no entiendes —dijo ella entre las lágrimas que
ahora le surcaban el rostro—. He hecho amigas aquí. No
quiero que sepan mi historia. ¡No quiero que nadie sepa mi
historia!
—¡Oh, Patty! Este es un lugar seguro —enfaticé—. No hay
nada que nos puedas contar que haga cambiar la opinión
que ya tenemos sobre ti.
—No estoy tan segura de eso —dijo Patty. Luego, por los
próximos 30 minutos, Dios me dio el privilegio de sentarme
junto a una de sus preciosas hijas para escuchar cómo
había redimido su vida del abismo. Patty era un milagro que
vivía, respiraba y caminaba; y nadie lo sabía.
La alenté a que contara su historia. Decidió orar acerca de
ello.
Esa noche, nuestro grupo se reunió en nuestro salón de
reuniones para escuchar y criticar las presentaciones de
cinco minutos cada una. Mi asistente tenía listos su
cronómetro y sus carteles para avisar cuando faltara
solamente un minuto.
Patty fue la tercera mujer en acercarse al podio. Allí se paró
y se presentó a las demás, y luego una lágrima comenzó a
rodar por su mejilla.
—Lo que tengo que compartir es muy difícil para mí—
comenzó .
—Patty, antes de que empieces, quiero que nos olvidemos
del cronómetro—interrumpí yo—. Lo que va a suceder en
este salón es mucho más importante que el que cualquiera
de nosotras aprendamos cómo hacer una presentación
adecuada. Dios está por sanar un corazón.
Luego, entre sollozos, Patty comenzó a contar su historia.
"Cuándo era niña, lo único que yo deseaba era crecer para
llegar a ser esposa y madre. Mi padre era un predicador y
me criaron en un ambiente muy estricto. No había
televisión, ni radio, ni podíamos nadar fuera del grupo
familiar inmediato.Mis padres eran muy religiosos, pero se
peleaban mucho cuando yo no estaba presente. Un día me
enteré que el hombre a quien yo más amaba en el mundo
había tenido una relación extramarital.
"Mi madre perdió a su esposo, y mi hermana y hermano
perdieron un padre, pero en mi caso yo perdí a la persona
que más me amaba en el mundo. Yo era la favorita de mi
papá, y por ende, había perdido a la persona más
importante en mi vida.
"Mi familia pasó de ser una unidad familiar en la que todos
éramos muy unidos, a una en la que primaba el 'sálvese
quien pueda'. Pasamos a vivir en un tipo de atmósfera de
supervivencia, peleando todos batallas similares, pero cada
uno en su campo de batalla individual en nuestras mentes y
corazones. Yo no veía a mi padre a menudo, pero cuando
cumplí los 16 años me dejó su regalo en el porche
delantero de la casa, y pude ver las luces traseras de su
auto cuando se alejaba. Me alentaba el ver que se había
acordado de mi cumpleaños, pero mientras las luces de su
auto desaparecían a la distancia, yo sentía como que mi
propia luz se iba apagando.
"Mis padres formaron otros matrimonios y nuevamente se
volvieron a divorciar. Más adelante, ambos se casaron por
tercera vez. Nunca lloré siquiera una lágrima durante todos
estos años, sino que escondí mi dolor en un lugar oscuro y
profundo. Yo sentía que nadie me quería, por lo que
comencé a buscar a cualquiera que me aceptase y me
hiciese sentir especial. Desafortunadamente, me incliné
hacia otra mujer y así comencé una relación homosexual.
"Por diez años viví una vida de homosexualidad, no
solamente como una mera participante, sino como una
sostenedora vocal y activa de un centro de llamadas de la
coalición de derechos de homosexuales y lesbianas. Era
voluntaria en este centro y aconsejaba a personas
homosexuales en diversas situaciones por las que estaban
atravesando. Yo, enferma y dolida, ayudaba a otros
enfermos y dolidos.Más tarde estuve a cargo de un boletín
informativo para esta coalición de homosexuales y
lesbianas. Era una vida de absoluta inmoralidad pero, a
pesar de todo esto, yo continuaba orando a Dios y
pidiéndole que no me soltase y no me dejase librada a mis
propios pensamientos. Herí a mis padres terriblemente.
Hasta llegué a demandar que si mi madre deseaba verme,
aún para las fiestas especiales, tenía que permitir que yo
trajera conmigo en las visitas a quien fuera mi compañera
de turno. ¡Cuánto me tiene que haber amado mi madre y
qué dolor del corazón debe haber sido para ella! Este estilo
de vida te consume totalmente y es como que hay un
lavado de cerebro... a menos que hayas estado en esto, es
muy difícil de explicar. Satanás altera tus pensamientos al
punto de estar totalmente convencida de que estos amigos
son tu verdadera familia.
"Iba de relación en relación, buscando un amor verdadero
para curar mis heridas, en vez de buscar a Dios. Me
alimentaba de otros que estaban en la misma búsqueda
equivocada. Las etiquetas de cambio de domicilio en mi
correspondencia comenzaron a crecer hasta que
literalmente cubrían todo el sobre de las cartas. Aunque
parezca raro, iba a una iglesia para homosexuales con la
esperanza de que Dios aprobara esto que estaba haciendo,
aunque dentro de mí yo sabía que era una abominación
para Dios. ¡Ay, cuán fiel ha sido Dios conmigo!".
En este momento Patty comenzó a sacudirse con sus
sollozos. Me acerqué al podio, puse mi brazo sobre sus
hombros y suavemente la animé a que continuara.
"Me mudé a otro estado con uno de los líderes del
movimiento homosexual en el área. Durante uno de
nuestros 'retiros', todo mi grupo de 'amigas' se volvió contra
mí acusándome de mentir acerca de un determinado tema.
Cada una de ellas me fue dando la espalda y me ordenaron
que dejara el círculo. Este fue el rechazo final. Llorando
incontrolablemente, me retiré de ahí y me dirigí hacia mi
ciudad natal. No sé cómo llegué allí. Increíblemente,
cuando llegué a mi casa encontré que había manejado con
la goma de auxilio colocada en una de las ruedas; pero no
recuerdo haber tenido una goma desinflada ni siquiera si
alguien me cambió la goma en el trayecto.
"Me internaron en un centro de asesoramiento psicológico
llamado Rapha para recibir atención intensiva. No me había
bañado, comido, dormido, ni siquiera peinado por varios
días. No respondía a las terapias, y el personal del centro
estaba preocupado pensando que iba a morir. Luego de
una semana sin cambios, alguien vino a mi habitación y
dejó allí un libro, La búsqueda de significado , en mi mesa
de luz. Lo tomé y comencé a leer acerca de mi vida en cada
una de esas páginas. Dios me estaba hablando, y si bien yo
no escuchaba a los consejeros, comencé a escuchar a Dios
a través de las páginas de este libro. Y empecé a llorar y
llorar y llorar, pero era ahora un llanto de sanidad. Estaba
comenzando el camino del regreso.
"Dios tuvo que quitarme mi hogar, mi trabajo, y a todas mis
amistades para poder salvarme. Lo que Satanás intentaba
utilizar para mal, ahora Dios está usándolo para bien. ¡Qué
misericordia... qué gracia! Estoy maravillada de que Dios
haya querido elegirme, bendecirme, y ahora utilizarme en
su reino".
¿Qué sucedió cuando Patty terminó de contar su historia?
¿Se disgustaron las mujeres presentes en ese salón?
¿Estaban consternadas? ¿Pensaban que esto que habían
escuchado era horrible? Muy por el contrario. Cada mujer
del grupo se acercó al frente del salón y todas nos
abrazamos en una mezcla de brazos y muchas lágrimas
brillantes. Luego todas alabamos a Dios por la historia de
redención de Patty, y oramos a Dios para que la utilizara en
gran manera para ayudar a otros homosexuales a encontrar
la libertad.
La vida de Patty es un ejemplo de una mujer que reveló la
verdad de sus cicatrices, y ahora está ayudando a muchos
otros a romper con esas cadenas que por tanto tiempo la
tuvieron esclavizada. Hoy es una hermosa joven con un
marido muy masculino y apuesto, y dos hermosos hijos.
Dios está utilizando a Patty para ayudar a familias con hijos
pródigos viviendo el estilo de vida homosexual,
alentándolas para que no pierdan la esperanza.
Antes de que Patty revelara su increíble historia, yo podía
imaginarme a Satanás acicateándola: ¡No lo hagas! ¡No lo
hagas! Te van a odiar. ¡Lo vas a lamentar! ¿Quién va a
querer ser tu amiga cuando sepan la verdad?
Me alegra mucho ver que ella no solamente no escuchó sus
mentiras, sino que también resistió el miedo al rechazo. Y,
de paso, no odiamos a Patty; la amamos. Ella no está
avergonzada; ahora está libre. ¿Y quién desea ser su
amiga? Pues yo. Es una mujer que se ha vuelto muy
querida y cercana a mi corazón. Sus cicatrices son
hermosas para mí... y son hermosas para Dios.
Sobrevivientes bíblicos
No tenemos más que hojear las páginas de la Biblia para
ver que el sobreponerse al miedo al rechazo es como un
hilo que corre a través del registro de la historia.
• Noé se sobrepuso al miedo al rechazo cuando obedeció a
Dios y construyó el arca en tierra seca.
• Abram se sobrepuso al miedo al rechazo cuando dejó su
tierra natal sin tener una indicación clara acerca de adónde
debía dirigirse.
• Jacob se sobrepuso al miedo al rechazo cuando regresó a
su tierra natal y a su hermano a quien había engañado.
• José se sobrepuso al miedo al rechazo cuando rehusó los
avances sexuales de la esposa de su amo, Potifar.
• Moisés se sobrepuso al miedo al rechazo al ir ante el
faraón y demandar que los israelitas fueran dejados libres.
• Josué se sobrepuso al miedo al rechazo cuando le dijo a
su ejército que sus órdenes eran marchar en silencio
alrededor de Jericó por siete días.
• Rut, la moabita, se sobrepuso al miedo al rechazo cuando
comenzó a recoger las espigas en los campos de un judío.
• Samuel se sobrepuso al miedo al rechazo cuando la gente
decidió que quería un rey, en vez de Dios, para que los
gobernara.
• David se sobrepuso al miedo al rechazo cuando se ofreció
para enfrentar a Goliat.
• Sadrac, Mesac y Abednego se sobrepusieron al miedo al
rechazo cuando rehusaron inclinarse y adorar al rey
Nabucodonosor.
• Ester se sobrepuso al miedo al rechazo cuando se
presentó delante del rey para pedir por la vida de su gente.
• Todos y cada uno de los profetas se sobrepusieron al
miedo al rechazo cuando proclamaron el mensaje de juicio
por parte de Dios a su pueblo.
Cuando llegamos a la última página del Antiguo Testamento
y miramos en el Nuevo, vemos el mismo patrón de valentía.
Jesús, sus discípulos, Pablo y el creciente cuerpo de
creyentes, todos enfrentaron y tuvieron que superar este
miedo al rechazo. La actitud de Pablo era "para mí, el vivir
es Cristo y el morir es ganancia" (Filipenses 1:21). No
importa lo que otros piensen. "Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? ¿Quién acusará a
los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica"
(Romanos 8:31, 33).
Por supuesto, el rechazo mayor ocurrió cuando nuestro
Señor y Salvador tuvo que colgar de una cruz romana.
"Despreciado y rechazado por los hombres" (Isaías 53:3).
Pero Jesús se sobrepuso al miedo al rechazo y el resultado
fue su glorificación. Él sabía que la cruz era inminente.
Justo antes de que fuese arrestado, Jesús oró con sus
discípulos: "Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique a ti" (Juan 17:1). No mencionó
su rechazo y muerte en la cruz que le esperaban. Él oró
que Dios fuese glorificado. Eso era lo primordial en su
mente y en su corazón. De la misma manera, yo creo que
podemos sobreponernos al miedo al rechazo cuando lo
primordial en nuestras mentes y en nuestros corazones es
glorificar a Dios.
El apóstol Pablo enfrentaba el rechazo a cada momento. En
su primera carta a los Tesalonicenses él escribió:
Y saben también que, a pesar de las aflicciones e insultos
que antes sufrimos en Filipos, cobramos confianza en
nuestro Dios y nos atrevimos a comunicarles el evangelio
en medio de una gran lucha. Nuestra predicación no se
origina en el error ni en malas intenciones, ni procura
engañar a nadie. Al contrario, hablamos como hombres a
quienes Dios aprobó y les confió el evangelio: no tratamos
de agradar a la gente sino a Dios, que examina nuestro
corazón (1 Tesalonicenses 2:2-4).
Ya sea que compartamos el evangelio o las cicatrices de
nuestro pasado, siempre va a haber algunos que no nos
aceptarán. Ciertamente no somos mayores que los profetas
del Antiguo Testamento o los discípulos del Nuevo. No
todos estaban gustosos de oír lo que ellos tenían para
decir, pero proseguían hacia la meta a través de los miedos
y caminaban en fe. A ellos se debe que tengamos el
evangelio tan accesible en estos tiempos.
La caja de alabastro
Marita está agradecida más allá de las palabras... por eso
canta. La mujer que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas
puede identificarse con esto (Lucas 7:36-50). Me la puedo
imaginar abriéndose paso a empujones entre la gente de
las polvorientas calles de Capernaúm.
—¿Lo han visto? ¿Lo han visto? —pregunta—. Escuché
que Jesús está en la ciudad. ¿Saben dónde está?
—Sí. ¿Pero qué va a querer hacer con alguien como tú? —
le dice alguien de la multitud despectivamente.
—¿Dónde está Jesús? Por favor, dímelo. ¿Dónde está?—
volvió a pedir.
—Está cenando en la casa de Simón, pero tú no vas a ser
bienvenida en esa casa.
La mujer se levanta el ruedo de su túnica y corre a la casa
de este conocido fariseo. Atropella entrando por la puerta
de madera y sus ojos están solamente fijos en Jesús, su
Salvador, que está reclinado junto a la mesa. Los hombres
la miran.Algunos la conocen por su mala fama; otros
porque son sus clientes.
Despacio, ignorando a los presentes que la desprecian,
camina hacia Jesús; sus ojos fijos en él. Con cuidado, se
arrodilla frente a él, y toma sus pies. Las lágrimas
comienzan a caer de sus ojos como las gotas de lluvia.
Lentamente ese río de lágrimas comienza a ablandar el
duro barro seco y el polvo acumulado en los pies de Jesús.
Escandalosamente, se saca las peinetas de su cabello
negro y este cae como cascadas sobre sus hombros y
espalda. Toma los mechones de pelo y gentilmente
comienza a secar los pies de Jesús. Mientras tanto, por sus
mejillas siguen cayendo las lágrimas de gratitud y adoración
mientras continúa cubriendo los pies del Salvador con sus
besos.
Se hace un silencio en la habitación cuando la mujer que ha
vivido una vida de pecado muestra un frasco de alabastro
lleno de perfume y lo derrama en los pies de su Maestro.
Una fragancia de gracia llena el cuarto impregnando a los
presentes.
Esta mujer tenía muchas cicatrices, pero ya no sentía
ninguna vergüenza por ello. ¡Era libre! Cuán precioso es ver
que Dios eligió utilizar a alguien como ella para que
ministrase a su Hijo. Ella resistió el miedo al rechazo y
adoró a su Señor.
ONCE
Rechazando la mentira de estar deshabilitadas
Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos
. LUCAS 22:31
Desde el momento en que escuché a mi hijo llorar por
primera vez supe que me estaba embarcando en una de las
trayectorias más increíbles de mi vida; y estaba en lo cierto.
Ser madre ha sido uno de los trabajos más plenos,
frustrantes, excitantes, agotadores, espeluznantes,
emocionantes, estimulantes, conmovedores, deliciosos,
difíciles, intensamente laboriosos, enaltecedores,
inspiradores, desafiantes, cautivantes y recompensadores
que haya tenido jamás.
Cuando Steven nació, yo no tenía idea cuánto amor podía
estar envuelto en tan pequeño paquete. A través de los
años, Steven ha tironeado de las cuerdas de mi corazón
como un ángel tironeando de las cuerdas de un arpa para
llenar los cielos con hermosa música.
Por supuesto, no todos los días eran tan melodiosos. A
veces sentía que las cuerdas de mi corazón las estaba
tironeando un pequeño diablillo con su tridente.Me he
cuestionado personalmente mi capacidad de ser una buena
madre, he dudado de mis habilidades, y me he preguntado
si no debería impedírseme estar en un ministerio que
alienta y trata de equipar a las madres para que críen a la
próxima generación para Cristo.
Cuando Steven nació, me convertí en una estudiante de la
maternidad. Observaba a aquellas madres que lo hacían
bien, escuchaba a los hijos ya adultos contar lo que les
parecía que sus madres habían hecho bien y no tan bien,
leía libros de historia para ver lo que las madres de
hombres y mujeres famosos hicieron para instilar en sus
hijos valores divinos, estudiaba la Biblia para obtener la
guía de Dios y oraba fervientemente para que Dios hiciese
lo mejor con mis faltas como madre.
Steven estaba en el noveno grado cuando entregué mi
primer manuscrito para Being a Great Mom, Raising Great
Kids (Cómo ser una madre excelente, y criar hijos
excelentes). El libro fue una culminación de años de
investigación, estudio y experiencia personal. En aquel
entonces yo era presidenta de Ministerio Proverbios 31 ; un
ministerio internacional de radio, medios gráficos, Internet y
presentaciones orales en conferencias para llevar la paz, la
visión y el propósito de Dios a la ocupada mujer moderna.
Steven fue un excelente hijo. Yo me sentía una excelente
madre. Todo estaba bien con el mundo.
Sin embargo, el día después de haber atado las hojas
impresas y haberlas puesto en el correo en dirección a la
oficina del editor, mi mundo se vio conmovido en su mismo
eje.
Sonó el teléfono.
—¡Hola, mamá! Soy yo, Steven.
—¿Qué haces llamándome en el medio del día? ¿Estás
bien? —le pregunté.
—No. Estoy en la oficina del director de la escuela. Me han
encontrado robando —dijo.
No recuerdo qué fue lo que pasó luego. Todo lo que
recuerdo es que me encontré sentada en la oficina del
director preguntándome a mí misma quién era este
muchacho que llevaba la ropa de mi hijo. El director estaba
sentado detrás de su escritorio mientras Steven miraba sus
zapatos y confesaba a su mamá.
—Por varias semanas agarré los paquetes de papas fritas
del comedor durante el recreo. No pagaba por ellas.
Simplemente las tomaba.
—¿Por qué hiciste eso? —No lo sé. Creo que se convirtió
en una especie de juego por ver si podía hacerlo sin que
me pescaran.
En esos momentos me sentí cualquier cosa menos una
excelente madre y sentí que Steven era muchas cosas,
menos un hijo excelente. En la escuela lo suspendieron por
una semana y, en mi caso, yo estuve arrestada en mi casa
por un mes. No era que no podía dejar mi hogar, es que
realmente no deseaba hacerlo.
Dudas, confusión, enojo, inseguridad, incertidumbre,
tristeza y vergüenza; todo eso me mantuvo encerrada
dentro de mi casa. ¿Quién era yo para estar diciendo a
otros cómo ser buenos padres? ¿Quién era yo para dirigir
un ministerio internacional? ¿Quién era yo para hablar a
miles de mujeres cada año? ¿Quién era yo para figurar en
un programa internacional de radio? Me sentí que debía
renunciar a mi posición y al ministerio por estar....
deshabilitada .
DOCE
Revelando la verdad
Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto
reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados a su semejanza con más y más gloria por la
acción del Señor, que es el Espíritu. 2 CORINTIOS 3:18
Nunca imaginamos que eso nos iba a suceder a nosotros.
Ni en nuestra más loca imaginación pensamos que fuera
posible. ¿Por qué íbamos a pensarlo? Todo nos iba bien. Lo
teníamos todo: un matrimonio "perfecto", tres hijos
hermosos, un ministerio televisivo que nos hacía sentir
realizados y que daba frutos y, más que nada, un profundo
amor por Jesús. La vida para nosotros era un viaje
emocionante lleno de propósito y gozo. Nuestro rumbo
estaba establecido y nuestro camino parecía seguro. El
pronóstico: aguas calmas en el futuro. La infidelidad no era
siquiera una nube en el horizonte, y no había de ello el
menor vestigio en nuestros espíritus. O por lo menos así
pensábamos. Pero, sin nosotros saberlo, estaba
encaminada hacia nosotros, volando bajo de nuestro radar,
lista para atacar arteramente y tomarnos por sorpresa —
Audrey
Audrey y Bob tenían un gran matrimonio y un ministerio
creciente. Ella había nacido en un hogar piadoso donde sus
padres amaban y obedecían a Dios. Una vida de educación
cristiana le había dado a Audrey convicciones firmes y la
había provisto de una estabilidad que daba por descontado.
Habían estado casados 16 años y tenían tres hijos
maravillosos. Pero algo sucedió que conmovió ese mundo
perfecto para siempre.
"Debiera haberlo visto venir, pero no fue así.Mi confianza en
mi propia inmunidad es lo primero que me dejó
completamente vulnerable ante la infección. Mi orgullo por
tener un matrimonio 'excepcional' es lo que cegó por
completo mi percepción" dijo Audrey.
Todo comenzó muy gradualmente, como una pequeña nube
que se formaba a la distancia. Audrey conoció un hombre
que la inundó de atención, admiración y generosas
expresiones de aprecio. Luego de un corto tiempo, Audrey
comenzó a necesitar, como una adicción, esos cumplidos y
afirmaciones. Una vez que la puerta de su corazón estuvo
abierta y el "anzuelo" entró, el pecado la comenzó a
desviar, lenta pero implacablemente, del camino correcto a
un sendero falso de mentiras y autoengaño. Primero cedió
en una cosa, luego en otra, y en otra, engreídamente
confiada de que podía controlar este mundo secreto.
Lo que comenzó como un "inocente" flirteo creció hasta ser
una relación emocional. Y no pasó mucho tiempo en que
este juego emocional tuvo que manifestarse en una relación
física. Audrey pensó que conocía la voz del enemigo, pero
de alguna manera sucumbió a sus seductoras mentiras.
"No es gran cosa", susurraba Satanás. Y, casi sin darse
cuenta, ella entró en las negras aguas del autoengaño y el
adulterio.
"Creo que nunca supe lo que era el verdadero dolor"
explicaba Audrey "hasta el día en que confesé mi adulterio,
y enfrenté la reacción estremecedora de la persona a quien
más amaba. La marejada inmensa de incredulidad, de
horror y enojo amenazó con envolverme por completo y
ahogar mi vida. En ese momento, comencé a comprender
lo que era el dolor —el dolor de Bob y mi dolor— y tuve por
primera vez una fugaz comprensión de la magnitud de mi
pecado".
Cuando Audrey confesó su adulterio a Bob, su esposo, este
respondió con indignación, incredulidad y horror. Su vida,
que consideraba casi perfecta, comenzó a derrumbarse a
sus pies.
"Yo sabía que lo que había hecho estaba mal", admitió
Audrey. "Por eso fui y confesé todo a Bob. Si hubiera
mantenido mi silencio, nadie hubiera sabido; excepto Dios y
yo. Pero necesitaba sentirme liberada; yo quería sentirme
liberada. Por tanto, la confesión era mi única opción. El
contar mi pecado era la única manera de regresar del
peligroso desvío por el que me había aventurado".
¿Cómo se sintió Bob? Permitámosle a él que nos lo cuente.
"CuandoAudrey me contó que me había sido infiel, fue
como si alguien me pegase en el estómago.Mi primera
respuesta instantánea fue no creerle: No, esto no puede
estar sucediendo. No debo haber escuchado bien. Debo
haber malinterpretado lo que dijo; seguramente no dijo lo
que creo que me dijo . Cuando tomé conciencia de la
realidad —cuando bien dentro de mi ser me di cuenta de
que era verdad—fue devastador. ¿Cómo pudo suceder
esto? ¿Qué me había hecho Audrey? ¿A nosotros? ¿A
nuestro matrimonio? ¿A nuestros hijos? ¿A nuestro futuro?
De pronto ya no supe más dónde estaba parado. Ya nada
tuvo sentido. Toda la escena era como de una de esas
películas surrealistas. A medida que mis preguntas surgían,
también afloraba mi enojo. Necesitaba hacer algo, y rápido,
pero no sabía qué. Finalmente, salí del cuarto,
simplemente, dejando a Audrey sola con esta bomba que
había tirado en el medio de nuestro matrimonio. Necesitaba
tiempo para estar solo y hacer… ¿qué?".
Bob hubiera podido dejar a Audrey sin miramientos. Pero
algo dentro suyo lo hizo pelear por su matrimonio.
Inmediatamente buscaron consejo con alguien que amaba
y obedecía a Dios, y comenzaron a juntar las piezas rotas
de sus vidas para recomenzar. Fue extremadamente
doloroso; como juntar trozos de vidrio roto con afiladas
puntas. La repercusión del pecado de Audrey la catapultó
de cabeza en un "campo de muerte y destrucción"1 e iba a
necesitarse la ayuda de un Dios de milagros para poder
salir de todo esto.
Durante el proceso de curación, Bob y Audrey se
comprometieron a orar el uno por el otro cada día. Todos
hemos escuchado las estadísticas que indican que uno de
cada dos matrimonios en los Estados Unidos de América
(50 por ciento) termina en divorcio, aún entre aquellos que
asisten a la iglesia regularmente. Pero hay un hecho que se
conoce poco: De acuerdo a una encuesta Gallup, para las
parejas cristianas que oran juntas diariamente, el promedio
de divorcio disminuye a una pareja de cada 1.152; un .011
por ciento2.
El camino de Audrey y Bob hacia la sanidad y restauración
no fue nada fácil. En este trayecto tuvieron que enfrentar un
embarazo como resultado del adulterio, tres mudanzas, y
los problemas de sus hijos que tuvieron que recorrer este
tortuoso camino con sus padres. Enfrentaron el desdén
público de otros cristianos, acusaciones de estar
deshabilitados para el ministerio, y la condenación de
aquellos que no podían aceptar que la gracia de Dios y su
perdón también eran para ellos. Pero ambos decidieron que
no iban a esconder su problema.
Bob y Audrey aparecieron en el programa de televisión
fundado por el padre de Audrey It's a New Day (Es un
nuevo día). Fue un momento sumamente difícil para esta
pareja, pero ellos abrieron las puertas de este gran dolor
para que el mundo pudiera ver. Sí, hubo emociones
mezcladas. La mayoría se regocijó en lo que Dios había
hecho para traer a Audrey al punto del arrepentimiento, a
Bob a un lugar de perdón, y a su matrimonio a un lugar de
restauración y sanidad. Pero, como el hermano mayor que
no recibió con alegría a su hermano pródigo al regresar a la
casa paterna, hubo quienes no aceptaron a Bob yAudrey.
Hubo aquellos que consideraron que con lo sucedido
Audrey estaba deshabilitada para siempre para servir a
Dios en el ministerio. Otros se sintieron celosos de ver que
ellos podían ser felices luego de este trauma. Y también
hubo otros que sintieron que Audrey no merecía ser
perdonada y restaurada.
Como dije anteriormente, el hermano mayor no estaba feliz
cuando el hermano menor regresó a casa. Fue invitado a la
fiesta, pero no quiso participar de ella.
¿Valió la pena el hacer público todo el problema y exponer
sus cicatrices? ¡Ambos dirían un resonante sí!
Yo omití contarles cómo y dónde conocí a Bob y Audrey.
Estábamos compartiendo el vehículo que nos llevaba a una
entrevista televisiva donde iban a compartir su historia de
redención y restauración. Yo la llamo La nueva letra
escarlata de Dios ... P de Perdón . Su historia es un
testimonio de esperanza para otros de que se puede
sobrevivir un adulterio o algún otro gran problema en un
matrimonio.
Hoy, Bob y Audrey Meisner viajan alrededor del país
hablando en conferencias para matrimonios, y observan a
Dios restaurar matrimonio tras matrimonio. Su familia está
sana e intacta. Ellos ayudan a contestar preguntas duras
como: ¿Cómo puedes volver a encontrar el amor perdido?
¿Cómo puedes salvar a un matrimonio devastado por la
infidelidad y la traición? ¿Cómo puedes proteger a un
matrimonio del ataque determinado de un enemigo
implacable? ¿Cómo puede un matrimonio no solamente
sobrevivir sino también florecer en medio de esta cultura
que no tiene la menor idea de la naturaleza del amor
verdadero?
Ellos pueden decirles a hombres y mujeres que deben
buscar la raíz del amor verdadero en su fuente
sobrenatural, no porque lo han leído en un libro sino porque
ellos mismos han estado al borde del abismo y han logrado
regresar. Ellos han experimentado el dolor de la infidelidad
y el toque sanador deAquel que es siempre fiel. (Puedes
conocer más de la historia de Audrey y Bob en su libro
Marriage Undercover [Matrimonio encubierto]).
Revelando la verdad
Un día estaba hojeando mi periódico local y noté que había
un calendario de eventos para la semana. Por primera vez
miré la lista para ver lo que estaba pasando en mi linda
ciudad. Me golpeó una triste realidad y comencé a contar.
En esa sola semana, 146 grupos de apoyo tenían
reuniones programadas. Había de todo, desde "Alcohólicos
anónimos" a "Codependientes anónimos" hasta "Apoyo a
los adictos a comer demasiado". Luego, en el costado,
había una nota que decía: "Si usted está buscando un
grupo de apoyo que no está en esta lista, puede llamar a...".
Una vez más pensé en cuán desesperadamente la gente
necesita apoyo y aliento, y cómo va a ir a cualquier lugar
para encontrarlo. Lamentablemente, la gente busca ayuda
fuera de la iglesia debido a que muy pocos de nosotros
estamos dispuestos a admitir que tenemos o hemos tenido
un problema.
Para poder revelar una cicatriz debemos poner nuestro
orgullo a un costado, debemos quitarnos la máscara y
debemos ser reales. El proceso implica morir a nuestro
orgullo egoísta que nos quiere convencer de que debemos
mostrarnos más felices, más sanos o más santos de lo que
realmente somos. Jesús dice: "...si el grano de trigo no cae
en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce
mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en
cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la
conserva para la vida eterna" (Juan 12:24, 25).
Cuando tomamos la semilla de nuestro propio testimonio y
la plantamos en la tierra del corazón herido de otra
persona, va a producir fruto de sanidad para aquellos que
más lo necesitan: esas almas heridas que se sienten como
si fueran las únicas personas que han experimentado ese
dolor o fracaso.
En Brokenness – The Heart God Revives
(Quebrantamiento; el corazón que Dios reaviva), Nancy
Leigh DeMoss dice lo siguiente acerca del grano: "Puedo
tomar un grano de trigo y limpiarlo, ponerlo en un hermoso
plato de porcelana china en mi salón comedor, puedo
iluminarlo, tocarle música, orar por él ¿y qué va a pasar?
¡Absolutamente nada! Va a continuar allí 'solo'. ¿Qué debe
suceder con el grano para que lleve fruto? Debe
enterrárselo en la tierra y debe morir... Luego —después de
haber 'muerto'— va a echar raíces, y los brotes de nueva
vida van a comenzar a asomar"3.
Luego continúa diciendo: "Con toda nuestra charla sobre la
adoración, unidad, reconciliación, amor y el poder de Dios,
hemos pasado por alto el ingrediente esencial que hace
posible estas cosas. Creo que el regreso a esta verdad —la
necesidad de quebrantamiento y humildad— es el punto de
partida para experimentar el avivamiento que necesitamos
tan desesperadamente en nuestra vida, nuestros hogares y
nuestras iglesias"4.
Cuando revelamos la verdad que ha sido escondida como
un tesoro bajo la tierra, va a haber algunos que van a
desdeñar y a burlarse. Y, lamentablemente, muchos de
ellos van a ser miembros de iglesias llevando la Biblia en
sus manos; "agentes del poder religioso" 5.
Honestamente
SheilaWalsh era un rostro conocido para aquellas personas
que veían programas de televisión cristianos. Era una
artista popular y coanimadora del programa El Club 700.
Pero durante su tiempo como animadora en este programa,
algo anduvo mal. Sheila comenzó a perder su
concentración y a olvidarse de las preguntas cuando hacía
entrevistas. Sheila tuvo que enfrentar la verdad de que
estaba luchando con una depresión clínica severa, tuvo que
internarse en un hospital psiquiátrico en Washington, DC, y
tuvo que aprender a ser sincera.
Mientras estaba en el hospital, Sheila fue a un culto
cristiano en el que el pastor puso palabras a su problema.
"Hay algunos de ustedes aquí", comenzó el pastor, "que
sienten que están muertos. Es como si ya estuvieran
enterrados bajo tierra, mirando la tapa de su cajón
mortuorio desde adentro. Esta mañana, Jesús desea
liberarlos. Lo que simplemente tienen que hacer es hacer
uso de la llave y pasarla por el pequeño cerrojo por donde
ven un pequeño haz de luz"11.
Sheila descubrió muchas verdades nuevas acerca de su
verdadera identidad durante los días y semanas que pasó
en el hospital. Principalmente, aprendió que no era su
pasado el que la definía sino un amoroso Dios que la
llamaba su hija. ¿Pero estaba preparada Sheila para
revelar estas cicatrices a la audiencia que la había visto
tantas veces? Sí, lo estaba.
Sheila regresó a El Club 700 , solamente que esta vez ya
no era la entrevistadora sino la persona entrevistada. Hubo
cierto debate sobre si debía contar a la audiencia acerca de
su estadía en el hospital psiquiátrico y de su lucha contra la
depresión, pero ella respondió: "Esta era la pura verdad, y
yo necesitaba seguir contando la verdad como mejor
pudiera hacerlo".
Contó su historia, con los coanimadores Pat Robertson,
Ben Kinchlow y Terry Meeuwsen a su lado. En los meses
que siguieron, Sheila recibió y leyó más de 5000 cartas de
televidentes que le contaron sus propias historias. Estaba
realmente sorprendida de ver carta tras carta llenas de
historias de gente batallando contra sus propias
depresiones o las de un ser querido. Sheila no se sintió ni
se siente avergonzada de sus cicatrices, y Dios la está
usando para llevar paz y propósito a otros con cicatrices
propias.
En Honestly (Honestamente) Sheila nos alienta a que
dejemos las sombras en que nos encontramos y
enfrentemos la verdad:
Cuando dejas las sombras y pones tus pies en la tormenta,
puede que por un tiempo te encuentres a merced de los
vientos, pero Cristo el Señor reina sobre el viento y las
tormentas, y vas a salir con una vida plena; no un mero
susurro de lo que Dios nos ha llamado a ser. ¡Hay tanto
más en la vida que simplemente sobrevivir! Dios desea que
vivas, no simplemente que perdures de un día para el otro.
Podemos tratar en vano de mejorarnos a nosotros mismos,
pero solamente Aquel que nos ha creado conoce el camino
para nuestra sanidad12.
Prepárate para volar
Puede ser difícil revelar nuestras cicatrices, especialmente
si las hemos escondido bajo años y años de pretender.
Pero un barco no está destinado para el puerto, el águila no
está destinada para el granero, y un pájaro no está
destinado a ser un huevo para siempre. Y tú, mi amiga, no
estás destinada a ser un tesoro que permanece escondido
en la arena.
En Cristianismo …¡y nada más! , C. S. Lewis dice:
Para un huevo puede que sea difícil convertirse en un
pájaro; pero sería mucho más difícil aprender a volar siendo
un huevo. Ahora somos como huevos. Pero no podemos
permanecer siendo huevos decentes y ordinarios en forma
indefinida. O salimos del cascarón o nos ponemos
hueros13.
Cuando decides revelar la verdad y utilizar las cicatrices de
tu pasado para ser una bendición para otros, no vas a estar
sola. Dios va a estar contigo a medida que des un paso de
fe, y el siguiente, y el siguiente.
TRECE
Liberando el poder que tienen nuestras
cicatrices
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y
por el mensaje del cual dieron testimonio.
APOCALIPSIS 12:11
El título principal decía: "Mancha para un oficial de la
marina; acusado de asesinato en un tiroteo en Orlando".
Jason Kent era miembro del equipo de navegación a vela
en alta mar de laAcademia Naval de los Estados Unidos.
Se suponía que su amor por el agua lo iba a llevar esta
semana al océano Pacífico y a su primera responsabilidad
como oficial a bordo de un barco anclado en Honolulu. Pero
posiblemente el joven teniente nunca más vuelva a ver el
mar. Pasa sus días en la cárcel del condado de Orange
esperando el juicio por haber sido acusado de asesinato en
primera instancia.
Como es un oficial y un caballero, Kent no va a decir una
palabra acerca del tiroteo que mató al exmarido de su
esposa1.
Carol y Gene Kent son una pareja que personifican una
radiante vida cristiana. Carol ha dedicado su vida a amar a
su esposo, criar un hijo con valores divinos, y guiar a otras
mujeres a que puedan hablar con confianza acerca de su
relación con Jesucristo a través de seminarios
denominados Speak Up with Confidence (Hable con
confianza).
El hijo de ambos, Jason (también conocido como J. P.), fue
el sueño de toda madre. En las palabras de Carol, él era un
"joven centrado, disciplinado, compasivo, dinámico y
alentador que desea vivir por aquellas cosas que realmente
importan en la vida, un joven adulto que se dedicó a servir a
Dios y a su país a través del servicio militar en la marina de
los Estados Unidos de América"2.
Jason Kent amaba a la gente. Tenía una trayectoria estelar
en la secundaria, triunfó en los deportes y era presidente de
la Sociedad Nacional de Honores. Aparte, era voluntario
para "Habitat para la Humanidad", ayudaba a jóvenes
estudiantes y donaba sangre para la Cruz Roja toda vez
que lo precisaban. Jason ganó un cinturón negro en karate
y era líder en el grupo juvenil de su iglesia. Había sido un
gusto poder criar a Jason. Nunca causó problemas ni les
dio a sus padres razones para preocuparse por algún
proceder incorrecto. Como estudiante en la Academia
Naval de los Estados Unidos, en Annapolis, Maryland,
estudiaba arduamente y tenía buenas notas. Era
disciplinado tanto física como mentalmente y soñaba con
formar parte del equipo especial de la marina "SEAL".
Pero el 23 de octubre de 1999, algo hizo cortocircuito en la
mente de este hombre, y el mundo de Carol y Gene cambió
para siempre. J. P. apretó el gatillo de un revólver y mató a
un hombre en el estacionamiento de una tienda de
comestibles.
¿Qué pasó en la mente de Jason? Nadie lo sabe con
seguridad. Cuando Jason se casó con una mujer que había
estado casada previamente, recibió dos hermosas hijastras.
Hubo acusaciones de abuso, y varios meses antes del
tiroteo Jason descubrió que el padre biológico de las niñas
estaba buscando poder visitarlas sin supervisión. Jason
sintió que tenía que proteger a las niñas.
Carol y Gene estaban devastados. Dudaron de su
capacidad como padres y de la relación de ambos con
Dios. Todo su mundo era un tembladeral, y sintieron como
que ninguna parte de sus vidas continuaba en tierra firme.
Carol se sintió "perdida en un mar con marejadas de temor
y desesperación"3.
En su libro When I Lay My Isaac Down (Cuando entregué a
mi Isaac) Carol nos lleva en un viaje que cubre los cuatro
años desde la llamada por la que se enteraron del arresto
de Jason, pasando por los días en que estuvo sentada
durante el juicio que hizo que su único hijo recibiera una
sentencia de por vida sin oportunidad de libertad
condicional, hasta el presente en el que continúan tratando
de recomponer sus vidas totalmente deshechas. Al final,
Carol y Gene se dieron cuenta de que tenían que entregar
a su Isaac para el sacrificio.
"El entregar a nuestro Isaac fue la decisión más difícil que
jamás hayamos tenido que tomar. Parece algo arriesgado,
torpe, poco práctico, escalofriante y hasta ridículo. Pero
nuestros corazones saben que eso es lo que se debe
hacer. Nos postramos en adoración ante el Dios que nos
ama mucho más que lo que nosotros amamos a nuestro
Isaac y abrimos nuestros puños. Y en el proceso de dejar ir,
nos sentimos inmensamente amados"4.
Carol llegó a una encrucijada en su ministerio y su carrera,
así como en su vida personal. Era una conferencista
internacional. ¿Qué iba a hacer con su ministerio? ¿Podría
continuar? ¿Debía renunciar?
"Una de las tácticas más destructoras del Enemigo es la de
paralizarnos con nuestras propias heridas psicológicas en
lo emocional; llenarnos de tanto dolor y vergüenza que
realmente nos convencemos de que nunca más vamos a
poder volver a 'levantarnos y caminar'", nos recuerda
Carol5.
Carol y Gene lograron levantarse y caminar. No fue fácil
pelear para no rendirse a la depresión y la desesperación,
enfrentar pérdidas enormes y decidirse a seguir a Cristo a
pesar de todo. Cada día ellos continúan renunciando a
tener control sobre el futuro de la vida de su hijo: han
entregado a su Isaac. Y el matrimonio Kent ha descubierto
el poder de sus cicatrices.
Carol explica:
Hay un territorio común de comprensión, perdón,
aceptación y sanidad cuando somos auténticos unos con
otros. Cuando contamos nuestras historias de lo que hemos
enfrentado en este peregrinaje que es nuestra vida,
destruimos barreras y creamos un lugar seguro para
arriesgarnos a revelar allí la verdad. La intimidad en
nuestras relaciones se aviva cuando no seguimos
escondiéndonos detrás de la máscara de la negación,
vergüenza, culpa y deshonra. Somos simplemente
nosotros; gente que ha tenido algunos días buenos en la
vida y gente que ha vivido algunos días muy malos. Hemos
dejado de pretender que todo "anda perfecto" y que la vida
es maravillosa. Cuando compartimos nuestras historias
unos con otros, encontramos una manera de relatarlas sin
fachadas y sin necesidad de impresionar. Podemos ser
sinceros. Esto nos trae una tremenda sensación de
libertad...
Solía preguntarme cómo podía resultar algo bueno de rever
los detalles y revivir el dolor de una experiencia no
deseada. Pero he descubierto que hay un tremendo poder
liberador cuando nos animamos a hablar y comunicar
nuestras historias personales con honestidad y
vulnerabilidad. Al hacerlo, estamos recordando a otros que
la vida es un peregrinaje impredecible para todos nosotros.
Suceden cosas malas, y el Enemigo trata de destruir
nuestro espíritu y nuestro sentido de propósito. Si podemos
recordar que estamos involucrados en una batalla espiritual
—sin armas y sin odios, pero con esperanza, fe, y gozo—
entonces estamos afirmando nuestra total seguridad en
Dios y nuestro amor por él en medio de nuestro dolor. La
recompensa plena de gracia que obtenemos es que nos
encontramos envueltos en un amor firme, íntimo y
extravagante que continúa moviéndonos hasta entrar en el
corazón de la más grande aventura que podamos vivir"6.
Carol y Gene continúan dirigiendo la organización dedicada
a hablar, pero tienen una nueva pasión... Speak Up for
Hope (Habla por la esperanza); una organización sin fines
de lucro que trata de ser la voz de aquellos que no tienen
voz en las prisiones de nuestro país. Han descubierto y
puesto en libertad el poder de sus cicatrices para dar
esperanza a los sin esperanza, aliento y fuerzas a los
cansados, sanidad a los matrimonios que se han visto
divididos por el encarcelamiento, y estabilidad mental,
espiritual y hasta física a los hijos de encarcelados.
La economía de Dios
¿Qué piensas cuando escuchas la palabra "poder"? Una de
las acepciones de la Real Academia Española para "poder"
dice que es "fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío".
En el griego, idioma original del Nuevo Testamento, la
palabra es dunamis y significa "aquello que manifiesta el
poder de Dios"7. De allí proviene la palabra "dinamita".
En la Biblia, Jesús dijo a sus discípulos que iban a recibir
poder luego de su muerte y de que el Espíritu Santo viniera
a vivir en y a través de ellos (Hechos 1:8). "Les conviene
que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no
vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a
ustedes" (Juan 16:7). En la mente de los discípulos, esto no
tenía sentido. ¿Por qué iba a ser mejor para ellos que
Jesús los dejara? ¿Cómo podía ser posible que tuviesen
más poder si él se iba?
Seguramente ésta no hubiera sido la forma en que los
discípulos hubieran planeado el reino de Jesús. Hasta
Pedro —cuando Jesús predijo su inminente sufrimiento,
muerte y resurrección— dijo: "¡Nunca Señor! ¡Esto nunca te
va a suceder a ti!" (Marcos 9:32). Ellos no entendían la
economía de Dios: los primeros serán los últimos, ganamos
nuestra vida cuando morimos a nosotros mismos, recibimos
cuando damos, somos poderosos cuando somos débiles,
somos puestos en alto cuando nos humillamos frente a
Dios.
En el primer sermón dado por Jesús que registran los
Evangelios, él comenzó con una lista de aparentes
contradicciones:
Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los
cielos les pertenece. Dichosos los que lloran, porque serán
consolados. Dichosos los humildes, porque recibirán la
tierra como herencia (Mateo 5:3-5).
En Brokenness – The Heart God Revives
(Quebrantamiento; el corazón que Dios reaviva), Nancy
Leigh DeMoss nota lo siguiente respecto a las palabras de
Jesús sobre los pobres en espíritu:
Jesús vino para introducir una manera radicalmente
diferente de pensar acerca de la vida. En la lengua griega
en que fue escrito originalmente el Nuevo Testamento, hay
dos palabras que Jesús pudo haber utilizado para hablar de
alguien "pobre". La primera palabra sugiere a alguien que
vive justo por debajo de la línea de pobreza, alguien que
siempre está teniendo que medirse y no excederse para
sobrevivir, alguien que lo logra, pero apenas. Esa no es la
palabra que utilizó Jesús. Él utilizó la otra palabra, que
significa pordiosero; una persona que es total y
absolutamente indigente. Este pordiosero no tiene ninguna
esperanza de sobrevivir a menos que alguien le extienda
una mano y lo levante de sus circunstancias.
¿Qué está diciendo Jesús? Benditos los indigentes;
aquellos que reconocen que están en indigencia espiritual y
en bancarrota. Ellos saben que no tienen oportunidad de
sobrevivir si no fuera por la intervención de Dios en su
misericordia y gracia8.
Considera estos versículos de las Escrituras que parecen
contradictorios:
• El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su
servidor , y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo
de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que
le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por
muchos (Mateo 20:26-28, énfasis agregado).
• Den, y se les dará; se les echará en el regazo una medida
llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la
medida que midan a otros, se les medirá a ustedes (Lucas
6:38, énfasis agregado).
• El que recibe en mi nombre a este niño —les dijo—, me
recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me
envió. El que es más insignificante entre todos ustedes, ése
es el más importante . (Lucas 9:48, énfasis agregado).
• Pero Dios escogió lo insensato del mundo para
avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para
avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más
bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que
es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse (1
Corintios 1:27-29).
• Pero él me dijo: "Te basta con mi gracia, pues mi poder se
perfecciona en la debilidad ." Por lo tanto, gustosamente
haré más bien alarde de mis debilidades, para que
permanezca sobre mí el poder de Cristo (2 Corintios 12:9,
énfasis agregado).
• Humíllense delante del Señor, y él los exaltará (Santiago
4:10, énfasis agregado).
Tendemos a pensar que nuestras cicatrices impiden nuestro
servicio a Dios cuando a menudo sucede que son nuestras
propias cicatrices las que nos habilitan. A través de nuestra
debilidad, él nos fortalece. A través de nuestro morir, él nos
brinda vida. A través de nuestras heridas, él nos completa.
Es cuando narramos y mostramos, que se extiende y libera
el poder de Dios.
Completando el círculo
En el libro de Éxodo, en elAntiguo Testamento,
encontramos al pueblo de Dios sirviendo como esclavos de
los poderosos egipcios. Debido a que los hebreos habían
crecido en número, Faraón decide hacer que los hebreos
sirvan al pueblo egipcio como esclavos en la esperanza de
subyugarlos. Por 400 años el pueblo hebreo sirvió bajo el
látigo egipcio, hasta que un día Dios escuchó sus lamentos
y decidió liberarlos.
Los israelitas, o hebreos, vieron cómo Dios realizaba
muchos milagros para ellos: el río de sangre, el mal olor de
los sapos, los enjambres de mosquitos, la picazón de las
pulgas, la muerte del ganado, el dolor de los forúnculos, las
tormentas de granizo, la destrucción de las langostas, el
manto de oscuridad, y la muerte de los primogénitos; pero
ninguna de estas plagas que Dios infligió sobre los egipcios
tocó a su pueblo elegido. Ellos se maravillaron cuando Dios
partió el mar Rojo para que pudieran cruzar por su lecho
sobre tierra seca, observaron maravillados mientras Dios
envió maná del cielo, y se alegraron cuando Dios hizo
brotar agua de la roca para que dejaran de tener sed. Por
dos años Dios proveyó para cada una de sus necesidades.
Pero cuando llegó el momento de entrar en la tierra
prometida, los israelitas tuvieron un momento de duda.
Moisés envió 12 espías a ver el lugar; para comprobar si
realmente era la tierra de leche y miel. Al regresar, los
espías dieron el siguiente informe:
"—Fuimos al país al que nos enviaste, ¡y por cierto que allí
abundan la leche y la miel! Aquí pueden ver sus frutos.
Pero el pueblo que allí habita es poderoso, y sus ciudades
son enormes y están fortificadas... Comparados con ellos
parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros"
(Números 13:27, 28, 33).
Pero no todos los espías estaban de acuerdo. Dos
hombres, Josué y Caleb, aseguraron al pueblo de que Dios
ya les había entregado la tierra prometida. Lo único que
tenían que hacer era marchar y tomar lo que ya se les
había entregado en la mano.
Lamentablemente, el pueblo creyó el malvado informe de
los diez espías, en vez de creer las promesas de Dios.
Debido a esta falta de fe, Dios castigó al pueblo y no
permitió que toda esa generación entrara en la tierra
prometida.Y, aunque los hebreos fueron liberados de la
esclavitud, vivieron el resto de sus días deambulando por el
desierto del descreimiento. Desafortunadamente, ese es el
lugar en el que muchos cristianos viven hoy; salvos del
castigo del pecado pero deambulando en el desierto debido
a su falta de fe.
No fue hasta muchos años después, una vez que murió esa
generación de hebreos faltos de fe, que Dios dio a sus hijos
otra oportunidad para entrar en la tierra prometida.
Solamente se les permitió entrar a dos hombres de la
generación original: Josué y Caleb. Esta vez, la nueva
generación de hebreos eligió creer que Dios iba a hacer lo
que había dicho que iba a hacer por ellos.
Su primera parada antes de entrar en la tierra prometida fue
un lugar llamado Gilgal, al oeste del río Jordán. La palabra
"Gilgal" significa "círculo". Dios había traído a su pueblo
elegido a completar el círculo. Finalmente podían poner a
Egipto atrás y podían entrar en la tierra que Dios les había
dado todo ese tiempo. La falta de fe de sus padres los
mantuvo fuera, pero su propia fe les iba a permitir entrar.
Muchas veces, antes de entrar en la tierra prometida, Dios
nos hace completar el círculo. Lo que nos ha herido es, a
menudo, la cosa que precisamente Dios utiliza para
llevarnos a la tierra prometida del ministerio. Cuando no nos
avergonzamos de nuestras cicatrices, Dios nos lleva a
nuestro Gilgal personal y luego nos guía a la tierra en la
que abundan las oportunidades.
Una mujer que ha sanado emocionalmente luego de ser
una víctima de abuso trabaja en un refugio para mujeres
ofreciendo esperanza.
Una mujer que conoce el poder sanador y el perdón, luego
de haber abortado en el pasado, ministra a mujeres en un
centro de crisis por embarazos no deseados, ofreciendo
alternativas correctas.
Una ex drogadicta ofrece su ayuda a mujeres que están
esclavizadas por la cocaína y les ofrece liberación.
Una ex prostituta ayuda a otras mujeres a tratar de romper
las cadenas del pecado sexual y les ofrece una vida de
pureza.
Una madre que ha perdido un hijo consuela a otras madres
afligidas por las recientes heridas de una pérdida similar y
el dolor que esto conlleva.
Una víctima de violación sexual aconseja a otra mujer que
ha sufrido los estragos de la violencia sexual.
Hay una sola persona que puede detener tu posibilidad de
entrar en tu tierra prometida: tú misma. No es la persona
que te hirió, la que abusó de ti o la que te abandonó.
Solamente tú. Dios nos trae a un lugar para que cerremos
el círculo y nos pregunta: "¿Estás lista para entrar en tu
tierra prometida ahora?". Me encanta este párrafo de
Samuel Chadwick: "Es maravilloso lo que Dios puede hacer
con un corazón roto, si le entregamos todos los pedazos".
Rasgos
positivo Debilidade
s de s
carácter
Génesis
Noé Génesis 9:21
6:8
Abraha Génesis Génesis 12:1-
m 15:6 13
Génesis Génesis 16:1,
Sara
21:1, 2 2
Isaac Génesis Génesis 26:7
26:28
Génesis Génesis 27:5-
Rebeca
24:15-21 13
Génesis Génesis
Jacob
25:23 27:18, 19
1 Samuel
16:13; 2 Samuel
David
Hechos 11:1-26
13:22
Salomó 1 Reyes 1 Reyes 11:1-
n 3:7-15 6
Notas
Cap. 2. Reconociendo a Jesús a través de nuestras
cicatrices
1. Juan 9:1-11, traducción libre de "The Message".
2. Juan 9:18-21, traducción libre de "The Message".
3. Juan 9:24, 25, traducción libre de "The Message".
4. Rick Warren, Una vida con propósito. (Miami, FL:
Editorial Vida, 2003), p. 316.
Cap. 3. Reflexiones acerca del propósito de nuestras
cicatrices
1. James Dobson, Cuando lo que Dios hace no tiene
sentido. (Miami, FL: Unilit, 1993), p. 17.
Cap. 4. Redimiendo nuestro dolor al invertir en los demás
1. BethMoore, The Patriarchs. (Nashville, TN: Lifeway,
2005), p. 158.
2. Dan Clark, Puppies for Sale and Other Inspirational
Tales. (Deerfield Beach, FL: Health Communications, Inc.,
1997), p. 3. Utilizado con permiso de Health
Communications, Inc.
3. Philip Yancey, ¿Dónde está Dios cuando sufrimos?
(Miami, FL: Unilit, 2002).
Cap. 5. Reemplazando las heridas con cicatrices
1. Zondervan NIV Commentary, Volume 2, New Testament.
(Grand Rapids, MI: Zondervan Publishers, 1994), p. 806.
2. Richard Exley, cita textual por Carol Kent en When I Lay
My Isaac Down. (Colorado Springs, CO: NavPress, 2004),
p. 33.
3. Neil Anderson, Victory Over the Darkness. (Ventura, CA:
Regal Books, 1990), p. 188.
4. Toro y Gisbert, Pequeño Larousse Ilustrado. (Buenos
Aires: Editorial Larousse, 1968).
5. Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Oficina
de Programas de Justicia, Informe Especial de la Oficina de
Estadísticas de Justicia, "Los Índices de Reincidencia de los
Prisioneros Puestos en Libertad en 1994", junio 2002, NCJ
193427.
Cap. 6. Restaurando un corazón herido
1. Florence Littauer, Silver Boxes. (Dallas, TX: W Publishing
Group, 1989), p. 74.
2. Susan Forward, Toxic Parents. (Nueva York, NY: Bantam
Books, 1989), p. 48.
3. Ibíd, p. 11.
4. Ibíd, p. 159.
5. David Seamands, Healing of Memories. (Nueva York, NY:
Inspiration Press, 1985), p. 360.
6. Forward, Toxic Parents, p. 140.
7. Diane Dempsey Marr, The Reluctant Traveler. (Colorado
Springs, CO: NavPress, 2002), p. 113.
8. Spiros Zodhiates, et al., eds., The Complete Word Study
Dictionary: New Testament. (Chattanooga, TN: AMG
Publishers, 1992), p. 229.
9. Ron Lee Davis, Mistreated. (Portland, OR: Multnomah
Press, 1989), pp. 84-86.
Cap. 7. Recibiendo la gracia y el perdón
1. Diane Dempsey Marr, The Reluctant Traveler. (Colorado
Springs, CO: NavPress, 2002), p. 155.
2. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 26.
3. Especial agradecimiento a Charles Chandler del
Charlotte Observer por la serie de artículos impresos julio
11, 12 y 13, 2004 ("Perdonando a Karl", julio 11, 2004, pp.
1A y 8A; julio 12, 2004, pp. 1A y 8A; y julio 13, 2004, pp. 1A
y 6A). Muchos de los detalles del juicio a Karl fueron
tomados de los artículos de Chandler. Utilizado con permiso
del autor.
4. Manning, The Ragamuffin Gospel, p. 78.
5. Ibíd, p. 114.
6. C. S. Lewis, Miracles. (San Francisco, CA:
HarperSanFrancisco, una división de HarperCollins, 1947,
HarperCollins edición 2001), p. 198.
7. Ken Gire, Windows of the Soul. (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishers, 1996), p. 194.
8. W. E. Vine, Merrill F. Unger, yWilliamWhite, hijo, Vine's
Complete Expository Dictionary of Old and New Testament
Words. (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1985), p. 250.
9. Ibíd, p. 120.
10. Ibíd, p. 525.
11. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things.
(Nashville, TN: Lifeway, 2003), p. 145.
12. Joyce Meyer, Beauty from Ashes. (Tulsa, OK: Harrison
House, 1994), p. 75.
Cap. 8. Renunciando a la nube de la vergüenza
1. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things.
(Nashville, TN: Lifeway, 2003), p. 86.
2. Lysa TerKeurst, Who Holds the Key to Your Heart?
(Chicago, IL: Moody Press, 2002(, p. 18.
3. Bob y Audrey Meisner, Marriage Undercover. (Huntsville,
AL: Milestones International, 2005), p. 138.
Cap. 9. Quitándonos la máscara y siendo sinceras
1. C. S. Lewis, El león, la bruja y el ropero, en "Las crónicas
de Narnia", (HarperCollins Publishers, New York, NY, 1956),
pp. 188, 189.
2. Michael Yaconelli, Messy Spirituality. (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishers, 2002), pp. 16, 17.
3. Keith Miller, citado textualmente por Michael Yaconelli en
Messy Spirituality, pp. 22, 23.
4. Yaconelli, Messy Spirituality, p. 27.
5. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 30.
6. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God
Revives. (Chicago, IL: Moody Press, 2002), p. 94.
7. Margery Williams, The Velveteen Rabbit. (Nueva York,
NY: Doubleday & Co., sin fecha), pp. 16, 17.
8. DeMoss, Brokenness, p. 123.
9. Brenda Waggoner, The Velveteen Woman. (Colorado
Springs, CO: Chariot Victor Publishing, 1999), p. 19.
Cap. 11. Rechazando la mentira de estar deshabilitadas
1. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things.
(Nashville, TN: Lifeway, 2003), pp. 118, 119.
2. Michael Yaconelli, Messy Spirituality. (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishers, 2002), pp. 69, 70.
3. Rick Reilly, "Half the Size, Twice the Man", artículo
publicado en la revista Sports Illustrated, octubre 3, 2005, p.
90
Cap. 12. Revelando la verdad
1. Bob y Audrey Meisner, Marriage Undercover. (Huntsville,
AL: Milestones International, 2005), p. 26.
2. Ibíd., p. 68.
3. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God
Revives. (Chicago, IL: Moody Press, 2002), p. 94.
4. Ibíd., pp. 26, 27.
5. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 134.
6. James W. Pennebaker, Real Simple, septiembre 2005, p.
47.
7. Brennan Manning, citado textualmente por Carol Kent en
When I Lay My Isaac Down. (Colorado Springs, CO:
NavPress, 2004), p. 159.
8. Melissa Healy, "Friendship's Healing Power", The
Charlotte Observer, Sección E , 30 de mayo, 2005, p. 1.
9. Ibíd., p. 3.
10. Pam Vredevelt, Letting Go of Disappointments and
Painful Losses. (Sisters, OR: Multnomah Press, 2001), p.
17.
11. Sheila Walsh, Honestly. (Grand Rapids, MI: Zondervan
Publishers, 1996), p. 48.
12. Ibíd., p. 102.
13. C. S. Lewis, Cristianismo …¡y nada más! (Editorial
Caribe, Miami, FL, 1977), p. 189.
14. Neil Anderson, Victory Over the Darkness. (Ventura, CA:
Regal Books, 1990), p. 203.
15. Beth Moore, citada textualmente por Jane Johnson
Struck en "Beth's Passion", artículo publicado en la revista
Today's Christian Woman, septiembre/octubre 2005, pp. 32,
33.
Cap. 13. Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices
1. Henry Pierson Curtis, "Blemish for Navy Officer", artículo
publicado en el periódico The Orlando Sentinel, 6 de
noviembre, 1999, p. 1.
2. Tomado de When I Lay My Isaac Down por Carol Kent,
pp. 16, 17. Utilizado con permiso de NavPress—
www.navpress.com. Todos los derechos reservados.
3. Ibíd., p. 24.
4. Ibíd., p. 72.
5. Ibíd., p. 125.
6. Ibíd., pp. 175, 178, 179.
7. W. E. Vine, Merrill F. Unger, yWilliamWhite, hijo, Vine's
Complete Expository Dictionary of Old and New Testament
Words. (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1985), p. 478.
8. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God
Revives. (Chicago, IL: Moody Press, 2002), pp. 49, 50.