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Cuento “La taza rota”

En una pequeña cocina, en una casa acogedora al borde de un tranquilo pueblo,


vivía una taza rota llamada Rosalinda. Había sido parte de la vida cotidiana de la
familia durante muchos años, pero un día, un descuido la hizo caer al suelo y
romperse en varios pedazos. La familia, sintiéndose triste por la pérdida de su taza
favorita, la colocó en una caja y la dejó en un rincón.

Rosalinda, a pesar de su aparente fragilidad, no se resignó a ser solo fragmentos


sin propósito. Un día, mientras la casa estaba tranquila, decidió emprender un viaje
para repararse a sí misma. Rodó con determinación por el suelo, atravesó la puerta
y comenzó su travesía hacia las imponentes montañas que se alzaban en el
horizonte.

El camino hacia las montañas no fue fácil para Rosalinda. En su camino, se encontró
con desafíos, como arroyos que amenazaban con arrastrarla y fuertes ráfagas de
viento que intentaban desviarla de su curso. Sin embargo, cada vez que se
enfrentaba a un obstáculo, Rosalinda encontraba una manera de superarlo,
rodando con ingenio y resistencia.

A medida que avanzaba hacia las montañas, Rosalinda se encontró con una
anciana taza sabia que vivía en una pequeña cabaña en la ladera. La taza sabia,
llamada Zenobia, había pasado por experiencias similares y entendía el viaje de
Rosalinda. Con paciencia y sabiduría, Zenobia enseñó a Rosalinda el arte de la
autoreparación.

Juntas, trabajaron en cada astilla y grieta de Rosalinda. Zenobia compartió historias


de superación y resiliencia, inspirando a la taza rota a ver su fractura como una
historia de transformación en lugar de una tragedia. Con el tiempo, Rosalinda
comenzó a reconstruirse, no solo físicamente, sino también en espíritu.

Cuando finalmente completaron la reparación, Rosalinda y Zenobia decidieron


regresar al hogar de la taza. Rodaron cuesta abajo, sorteando los mismos desafíos
que enfrentaron en su viaje. Al llegar a la casa, la familia quedó asombrada al ver a
Rosalinda completa y más fuerte que nunca.

La taza rota se convirtió en un símbolo de resiliencia y superación para la familia y


el pueblo. La historia de su viaje a las montañas se transmitió de generación en
generación, recordando a todos que, incluso cuando nos sentimos rotos, siempre
hay una oportunidad de reconstruirnos y encontrar fortaleza en nuestras propias
grietas.

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