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LA NECROMANCIA
ANTROPÓLOGO
LA NECROMANCIA
ETIMOLOGÍA
La necromancia puede tener sus orígenes más antiguos en las prácticas chamánicas
De todos estos lugares, un sitio concreto requiere una atención especial, se trata del
Necromanteion, un antiguo templo griego dedicado a Hades y Perséfone y famoso por
sus cultos necrománticos. Según la tradición, se hallaba situado a orillas del río
Aqueronte (Acheron) en la región griega de Épiro, cerca de la antigua ciudad de
Ephyra. Los devotos creían que este lugar era la puerta al Hades, el reino de los
muertos.
Finales del siglo IV a.C. construcción del lugar al que pertenecen las ruinas actuales.
Este lugar pertenecía a la tribu local epirota de los tesprotos, según el relato de
Heródoto (Hist., V, 92), fue al Necromanteion a quien Periandro, el tirano corintio del
siglo VI a.C. y uno de los siete sabios de Grecia, envió emisarios para realizar preguntas
a su difunta esposa, Melissa, en qué lugar había puesto el depósito de un desconocido,
su fantasma apareció dos veces y en la segunda aparición le dio a su esposo la
información solicitada; en la Odisea de Homero, el Necromanteion también fue
descrito como la entrada por la cual Odiseo realizó su Nekyia (Odisea, X, 513 ss., XI). El
uso ritual del Necromanteion implicaba ceremonias elaboradas en las que los
celebrantes que buscaban hablar con los muertos comenzaban por reunirse en el
templo en forma de torre escalonada, consumiendo una comida a base de habas,
carne de cerdo, pan de cebada, ostras y un compuesto narcótico. Después de una
ceremonia de purificación y del sacrificio de ovejas, los fieles descendían a través de
una serie de corredores subterráneos serpenteantes dejando ofrendas al pasar por
una serie de puertas de hierro. Durante la ceremonia necromántica se plantearían una
serie de preguntas y se recitarían oraciones, los celebrantes presenciarían cómo el
sacerdote se levantaba del suelo y comenzaba a volar por el templo mediante el uso
de una grúa de teatro (de aquí la errónea identificación de los restos de madera hecha
por S. Dakaris).
Si bien algunas culturas consideraban que el conocimiento que poseían los muertos
era ilimitado, los antiguos griegos y romanos creían que las “sombras” individuales
solo sabían ciertas cosas, el valor aparente de su consejo podía haberse basado en
cosas que sabían en vida o en conocimientos adquiridos después de la muerte; Ovidio
(43 a.C. – 17/18 d.C.) escribe en su obra Metamorfosis acerca de un mercado en el
inframundo donde los muertos se reunían para intercambiar noticias y chismes
(Metamorfosis, IV, fáb. VII, 440-464; Luck, G. 2006, p. 13). La necromancia se mezcla
con la oniromancia en el caso de Elisio de Terina en Italia, quien deseaba conocer si la
súbita muerte de su hijo se debió a envenenamiento, Elisio acudió al oráculo de los
muertos y, mientras dormía en el templo, tuvo una visión de su padre y de su hijo,
quienes le dieron la información deseada (Plutarco, “Consolatio ad Apollonium”, XIV).
Entre los romanos, Horacio alude varias veces a la evocación de los muertos (Sátiras, I,
VIII, 25 ss.); Cicerón testifica que su amigo Apio practicaba la necromancia (Tuscul.
Quaest., I, XVI), y que Vatinio llamaba a las almas del infierno (Vatin., VI). Lo mismo se
afirmaba de los emperadores Druso (Tácito, “Annal.” II, XXVIII), Nerón (Suetonio,
“Nero”, XXXIV; Plinio, “Hist. nat.”, XXX, V) y Caracalla (Dio Casio, LXXVII, XV). El
gramático Apión pretendió haber conjurado al espíritu de Homero, sobre cuyo país y
padre él deseaba conocer (Plinio, “Hist. nat.”, XXX, VI) y Sexto Pompeyo consultó al
famoso mago tesalio Ericto para conocer, por medio de los muertos, el resultado de la
pelea entre su padre y César (Lucano, “Pharsalia”, VI); Lucano también describe
extensamente muchos encantamientos, y habla de sangre caliente vertida en las venas
de un cadáver, como para restaurarlo a la vida (“Pharsalia”, VI); por su parte, Cicerón
(Vatin., VI) relata que Vatinio, en relación con la evocación de los muertos, ofreció a los
manes las entrañas de los niños, y San Gregorio Nacianceno menciona que los niños y
las vírgenes eran sacrificados y disecados para la adivinación y la evocación de los
muertos (Orat. I Contra Iulianum, XCII, en P. G., XXV 624).
El Dr. John Dee (1527-1608) y su ayudante Edward Kelly durante una supuesta
ceremonia necromántica, en realidad Dee nunca fue un mago negro, sino una mente
privilegiada, alquimista, matemático, astrólogo, filósofo y consultor de la reina
Elizabeth I de Inglaterra, sus intereses además incluían la adivinación y la filosofía
hermética (grabado de la obra Astrology, A New Complete Illustration of the Occult
Sciences, Ebenezer Sibly, London, 1806)
Esta educación no siempre estuvo vinculada a la guía espiritual y los seminarios eran
casi inexistentes, esta situación permitió a algunos aspirantes a clérigos cambiar los
rituales cristianos con las prácticas ocultas a pesar de ser condenados en la doctrina
cristiana (Kieckhefer, R. 2011, pp. 153-154). Los practicantes medievales creían que
podían lograr tres cosas con la necromancia: manipulación de la voluntad, ilusiones y
conocimiento.
a) La manipulación de la voluntad afecta la mente y la voluntad de otra persona,
animal o espíritu. Los demonios son convocados para causar diversas aflicciones a
otros “para volverlos locos, para llenarles de amor o de odio, para ganar su favor o
para obligarlos a hacer o no alguna acción” (Kieckhefer, R. 2011, p. 158).
Las raras acusaciones realizadas a los practicantes de necromancia sugiere que hubo
una variedad de hechizos y experimentación mágica relacionada, es difícil determinar
si estos detalles se debieron a sus prácticas reales, en contraposición a los deseos
intencionados de sus interrogadores, John of Salisbury (1110-1180) es uno de estos
ejemplos de investigador eclesiástico de la necromancia, cualquier actividad
sospechosa o inhabitual podría ser considerada como acto nigromántico como lo
muestra un registro de la corte eclesiástica de París de 1323 donde se lee: “un grupo
que estaba conspirando para invocar al demonio Berich desde el interior de un círculo
hecho con tiras de piel de gato”, obviamente este acto sería interpretado y calificado
por las autoridades eclesiásticas como un acto de necromancia (Kieckhefer, R. 1998, p.
191). El químico y alquimista inglés Herbert Stanley Redgrove (1887-1943), afirmó que
la necromancia es una de las tres ramas principales de la magia ceremonial medieval
junto con la magia negra y la magia blanca (Redgrove, H. S. 1920, p. 95), pero esto no
se corresponde con las clasificaciones contemporáneas que, a menudo, combinan
“nigromancia” (“conocimiento oscuro”) con “necromancia” (“conocimiento de la
muerte”).
Otros textos utilizados en las artes mágicas consideradas como oscuras fueron “Il vero
drago rosso”, también conocido como Gran Grimorio escrito en 1522, pero más
probablemente redactado durante el siglo XIX, también conocido como el Libro del
Dragón Rojo o La Verdad del Dragón Rojo; se trata de uno de los textos esotéricos más
difundidos y bien escritos, este grimorio contiene continuas referencias a la Clave de
Salomón (Clavicula Salomonis), un texto fundamental para los estudiosos de la magia
negra desde finales de la Edad Media. El Libro del Dragón Rojo comienza con una
introducción de su autor anónimo, prosiguiendo con ritos de evocación de los
demonios y la clasificación metódica de las bestias y diablos del infierno, concluyendo
con una extensa parte dedicada a los usos de la magia negra como por ejemplo, hallar
tesoros o hablar con los muertos (necromancia). Otro texto fundamental es la Clavícula
de Salomón (Clavicula Salomonis), un texto fechado durante el Renacimiento italiano,
más concretamente entre los siglos XIV-XV. Este texto está dividido en dos libros, en el
Libro I se contienen conjuros, invocaciones y maldiciones para convocar y obligar a los
demonios y espíritus de los muertos a que realicen la voluntad del evocante, también
describe cómo encontrar objetos robados, volverse invisible, ganar fortuna, amor, etc.
El Libro II describe varios tipos de rituales de purificación que el operador (llamado
“exorcista”) debe realizar, además de instrucciones de cómo debe vestirse, cómo
deben ser construidas las herramientas mágicas utilizadas en los rituales y qué
sacrificios de animales deben realizarse a los espíritus.
Página del grimorio Sefer Reziel HaMalakh
En sus memorias, Benvenuto Cellini (1500-1571) muestra cuán vago se había vuelto el
significado del término necromancia cuando revela que asistió a las evocaciones
“necrománticas” en las cuales multitudes de “diablos” aparecían y contestaban a sus
preguntas, por su parte, Cornelio Agrippa (1486-1535) en “De occulta philosophia”
indica los ritos mágicos por los cuales se evocaban las almas. Incluso dentro de la
aristocracia francesa, si creemos en los textos de la Congregación de Saint-Maur
(congregación benedictina fundada en 1618 y conocida por su alto nivel de erudición)
la necromancia fue practicada por el Duque de Boson. En el siglo XVII el rosacruz
Robert Fludd describió la necromancia gótica (magia negra) como “un comercio
diabólico con espíritus impuros, a través de ritos de carácter delictivo, cantos e
invocaciones sacrílegas y la evocación del alma de los muertos”.
La Iglesia no niega que, con un permiso especial de Dios, las almas de los difuntos
puedan aparecerse a los vivos, e incluso manifestar cosas aún desconocidas a estos.
Pero entendida como el arte o la ciencia de evocar a los muertos, los teólogos afirman
que se debe a la acción de espíritus malignos, pues los medios adoptados no son
suficientes para producir los resultados esperados.
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