Está en la página 1de 2

LA PROMESA DE LA VIDA

El deseo de reproducir los textos de Jorge Basadre que siguen*, tiene como pretensión “entrar
en diálogo” con él. Representa, en cierto sentido, esa necesidad casi existencial que tenemos
en determinados momentos de nuestras vidas de acudir a nuestros maestros para que sus
palabras sirvan como signos orientadores, particularmente en situaciones como la que
actualmente atraviesa el país. No se trata de refugiarnos en sus palabras, sino de encontrar en
ellas la reafirmación de principios e ideales (utopías) que nos fueron inculcados, y de cuya
fidelidad y perseverancia en nosotros la realidad se encarga, hoy, de poner a prueba.

Este es el caso del Maestro Basadre. Releyendo sus reflexiones podemos sentirnos con esa
libertad para “expresarle” lo que muchos peruanos, creo, sentimos actualmente en una mezcla
de asombro, duda, frustración y, por cierto, indignación. He pretendido “interrogarlo” sobre la
vida peruana (¿será todavía “una promesa”?, le pregunto); sobre éste nuestro querido Perú
que hoy muestra un rostro herido, insultado, pisoteado por una dictadura corrupta que ha
pretendido e insiste todavía, a través de sus residuales y cínicos defensores, en ponerse una
careta de democracia.

Decir, pues, que el Perú vive hoy horas decisivas ya no resulta ser una letanía como las que
suelen repetirse cada cierto tiempo ante acontecimientos que remueven la aparente -subrayo
“aparente”- tranquilidad de la vida nacional. La historia se va tejiendo sobre hechos concretos,
es decir, en base a los actos de las personas, de sus aciertos y sus errores -individuales y
colectivos-; y no cabe duda de que si no nos decidimos a poner fin, de una vez por todas, a
tantas faltas cometidas, nos estamos aventurando a un callejón sin salida; a vivir en un país
que, como decía Manuel Scorza en “La Tumba del Relámpago”, podría resultar siendo más “un
territorio habitado” que una nación. El reto está en resurgir como un país concebido como una
realidad constituida por seres humanos, por personas que, sin exclusión de nadie, aspiran a
una mayor calidad de vida, en el mejor sentido que pueda darse a esta expresión. Un país que
se reconoce en su propia historia; en lo que ha sido capaz de construir, pero también en lo que
por su propia responsabilidad de acción y omisión, de protesta o silencio cómplice, ha
destruido.

Por esta razón, volver los ojos para encontrarnos con Basadre es intentar una vez más “dejarlo
que se exprese”. Y es necesario hacerlo de cara a ese poder que con tanta soberbia, ahora
venida a menos, exhibe el fujimorismo a través de los rostros y nombres de sus conspicuos
personajes, visibles y ocultos todavía, en el Congreso, el Gabinete, la Fiscalía, el JNE, etc.
Rostros y nombres propios de quienes han sostenido un estilo de actuar que no cesa de
desplazarse entre el cinismo, la corrupción y la tecnocumbia, aunque ahora en ritmo de
“¡sálvese quien pueda!”. Y es preciso que destaque esta referencia a hechos e individuos
porque el interés de retomar las palabras siempre actuales del Maestro, de hacerlas nuestras
nuevamente, se debe a su asombrosa y palpitante actualidad; porque definitivamente resultan
siendo oportunas para la historia que estamos tejiendo. Sin lugar a dudas nos sentiremos
juzgados por nuestras acciones e inacciones, porque esas palabras dejan traslucir que el
camino, el proceso de construcción del Perú verdadero ha sido, es, e inevitablemente lo será
todavía, penoso y duro. Pero también, nos sentiremos en ellas llenos de esperanza.
La Promesa de la Vida Peruana es un ensayo escrito por Jorge Basadre en 1943. En noviembre
de 1978, Basadre vuelve sobre el mismo texto en un apéndice titulado “Algunas
Reconsideraciones Cuarentisiete años después” que aparece en la reproducción facsimilar de la
Primera Edición de 1931 de Perú: Problema y Posibilidad. He aquí el texto de 1943:

“(…) Ninguna de nuestras soluciones nos vendrá, pues, cocida y masticada de otros países,
aunque sean hermanos, primos o prójimos. Y, sobre todo, nada se podrá hacer a fondo si al
país no le conmueve la conciencia de sí, si no afirma en esta hora feroz su querer existencial
nacional. Por eso, la promesa de la vida peruana atañe a la juventud para que la reviva, a Los
hombres de estudio en sus distintos campos para que la conviertan en plan, a la opinión
pública en su sector conciente para que la convierta en propósito.

(…) Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta
abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra
coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados.
Los Podridos, han prostituido y prostituyen palabras, conceptos hechos e instituciones al
servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos. Los
Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales
y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los Incendiados se han
quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible
para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados
quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata.

Toda la clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de
volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la
obra o la inacción de los peruanos.” (Basadre, Jorge. La Promesa de la Vida Peruana. Lima,
Editorial Mejía Baca; julio 1958; pp. 50-51).

En el Apéndice, fechado en noviembre de 1978, Basadre se reafirma en aquello que había


escrito en 1943 (pp. 414-415), agregando:

“A pesar de todo, sin embargo, y por encima de las desgracias que puedan venir por más
horrendas que sean, seguimos creyendo en lo que modestamente llamáramos desde 1941 “la
promesa de la vida peruana”. Concepto que alguna relación tiene con lo que Ernest Bloch
definió en 1959, “como el principio esperanza” en el libro de ese título en el que explicó que el
hombre ha vivido siempre en la prehistoria y que el verdadero génesis está al final y no al
principio” (Basadre Jorge. Perú: Problema y Posibilidad. Lima; Studium; 5ta. Edición, 1987; p.
415).

Más interesante aún -y quizás, más hermoso-, es lo que escribe al final del capítulo primero (“El
sentido de la Historia Peruana”) de la obra de 1931. Es una cita que definitivamente adquiere
gran actualidad porque nos sitúa en una encrucijada, en la imperiosa necesidad de tomar una
opción:

“Quienes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es
todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran
que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero
también, felizmente, posibilidad.”

También podría gustarte