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Resumen: Madres Mexicanas

“Nadie debe juzgar a los padres”, y lo cierto es que nadie debería juzgar a nadie.

“Amor no quita conocimiento”, y es que, el amar a nuestros padres debería obligarnos a verlos
como son; en México la familia no se conoce y tiene miedo de verse tal cual es.

Los mexicanos tenemos a la “Madre Perfecta”, según nuestra creencia, nobería criticarse, ni
analizarse, ni crecer; ya que no puede mejorarse la perfección. La madre sufrida y abnegada. Sin
embargo, es importante comenzar a verla como es: una mujer con aciertos y errores, producto de
su propia historia.

Los mexicanos descendemos de Santos, lo cual sucede al morir los padres, de inmediato, fueron
perfectos y maravillosos, sobre todo la madre; nunca cometieron errores. Fueron afectuosos,
comprensivos, tiernos, inteligentes, altruistas, sabios… todo lo hicieron por nuestro bien.

En el caso del padre llegamos a condescender y admitir uno que otro defectillo, y lo hacemos con
cierta benevolencia y paternalismo.

De la madre… NO. Ella era una Santa.

Jamás admitimos la posibilidad de que posiblemente no nos amaron, de que eran falibles como
cualquiera, de que tal vez poseían defectos imperdonables. De que sus motivos no siempre fueron
tan elevados como quisiéramos.

En ocasiones, lo vemos por instinto, lo sabemos por intuición; pero de inmediato lo negamos al ser
invadidos por sentimientos de culpa y autocensura que cuidadosamente no s ha sido introyectada.
Nada es peor en México que un mal hijo. Eso no se perdona. Quien no ama a sus padres es
indigno, un monstruo. Uno de los pilares más sólidos de la familia mexicana son los sentimientos
de culpa y la represión emocional.

La maternidad y la familia son una terrible lotería. Se supone que debemos amar a seres con
quienes a menudo no tenemos nada en común. Que incluso en ocasiones, nos son repulsivos. ¿No
hemos llegado a creer que somos adoptados?

Aun cuando la maternidad se loa, se canta, se venera; casi nadie se prepara para asumirla. La
mayoría de las mujeres ignora lo que significa verdaderamente ser una buena madre, la enorme
responsabilidad que conlleva y los increíbles talentos que requiere. Ni siquiera conoce los cambios
y adaptaciones de su cuerpo durante el embarazo y el parto.

Todos parecen creer que la maternidad trae consigo la capacidad y la sabiduría. El solo hecho de
ser madre te vuelve capaz y talentosa, una experta.

Aun cuando México ha avanzado y se ha modernizado en muchos aspectos, la madre mexicana


sigue siendo la madre porfiriana, la madre del cine de oro la del 10 de mayo. Se congeló en el
tiempo.

No ignoremos que las madres mexicanas llegan la maternidad por diversos motivos; hay quien se
embaraza para atrapar a un hombre, para no quedarse sola, porque siente que ya se le fue el tren,
porque fracasó en todo lo demás, porque le aterra el aborto, porque pretende lograr una pensión
o para salvar un matrimonio. Por demás esta mencionar que estas no serán maternidades felices y
plenas.

Una de las características más comunes de las madres e hijos mexicanos es el absoluto
desconocimiento de los unos a los otros. Casi todos ven lo que quieren ver. Y cuando las mares se
ven confrontadas por el hecho de que su hijo no es la imagen que construyeron, se sienten
defraudadas y burladas. En México no nos amamos como somos, no incondicionalmente.

Otro de los errores es heredar a los hijos los propios miedos y frustraciones. Deberíamos
permitirles construir sus propias vivencias, pues todos tenemos derecho a cometer nuestros
propios errores. Afortunadamente nadie puede evitar que los hijos vivan sus propias vidas,
excepto sus madres. Esto con el pretexto de evitarles, desengaños, fracasos y sin sabores; para lo
que pretenden hacer valer su experiencia, misma que la mayoría de las veces no tienen pues no
han vivido, no han estudiado, no han viajado. ¿De qué experiencia podrían hablar?

A menudo, las madres tampoco tienen la madurez ni la mesura para guiar y formar a otros.

Lo trágico y trascendente de los fallos en la educación y en la formación es que se detectan


demasiado tarde. Y por si fuera poco, son cometidos en nombre del amor.

Si nos equivocamos, lo vemos cuando nuestros hijos son grandes y, para entonces, ya no hay
remedio. El mal estuvo hecho y es permanente.

Existen varios síntomas que nos indican que la familia mexicana no es una familia sana, integrada y
plena. Por ejemplo, la pésima relación de los hombres con las mujeres. En teoría los hombres
deberían amar profundamente a la mujer. Su madre es mujer. Pero no es así, la mayoría de los
hombres mexicanos se muestran agresivos, recelosos, desconfiados, violentos y vindicativos con
las mujeres.

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