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Control

Muchas veces la monotonía de la vida hace que nos aburramos tan fácilmente, y que deseemos hechos
interesantes para poder salir de ello. Es lo que pasa en dicha historia, ¿Qué pasaría si algún día te
enteras que puedes controlar las precipitaciones?

Liz Robert, es una mujer de 30 años; cansada de su vida, del lugar en cual vivía, de sus vecinos, de su
trabajo, de su jefe, y muchas cosas más. Tiene una larga lista de cuentas por pagar, y una gran pila de
archivos por revisar. Suele reclamar de su miserable salario, que es tan poco que no le alcanza para
comprar un diario. Aborrece a su jefe, comenta que es: “egoísta, injusto, arrogante, discriminatorio,
impaciente e ignorante”; y no solo a él, similar es lo que decía de sus vecinos, aunque a ellos les agrega
que: “son seres que nos deberían existir en esta faz de la tierra”.

Y así se encontraba Liz, pensando en su vida… Aunque estaba leyendo un libro, su concentración no le
bastaba para captar las ideas del mundo ficticio que tenía en sus manos. Decidió dejar dicha obra de
arte, e ir por una deliciosa taza de café. Al terminar de prepararlo, acerco su pequeña nariz a la taza e
inhalo profundamente y dio un suspiro; por fin sentir ese aroma, aroma que calmaba sus tempestades,
aroma que hacía lucir una sonrisa tan sutil en el rostro. Con dicha bebida acudió a la ventana, miró
primero al cielo, el día se encontraba nublado; bajo la mirada, vio como sus vecinos arreglaban sus
hogares, mientras que los desperdicios eran arrojados a la calle. Eso le incomodo, y mucho más cuando
decidieron prenderle fuego. Como si quemando la basura, el problema se soluciona. Su enojo no ceso, y
en eso, se hace un escuchar unos truenos. Tal fue su sorpresa que retrocedió un paso atrás. Sus vecinos
al igual que ella se encontraban asustados, era primavera, y ¿lluvia?, se supone que eso ocurría en
otoño. Decidió quedarse allí, esperando si algo pasaba; vio como las llamas consumían los desechos. En
eso un deseo de que lloviera más rápido para calmar dicho fuego. Y en dos por tres, las precipitaciones
comenzaron. Se noto feliz, ya que disfrutaba de ese clima, así que su deseo que cada vez fuera más
fuerte; y el clima obedeció. Sus vecinos corrían preocupados por sus hogares, mientras ella solo
apreciaba. Liz que se encontraba aburrida, paso a sentirse mejor, así que por su cabeza paso una idea,
una loca idea para ella. “¿Y si digo para?”, procedió a reír. Sin embrago el clima ceso. Al ocurrir eso, se
emocionó. Acaso es real, se preguntó; tal vez; pero a si no lo fuera, es divertido, la lluvia lo es, dijo.

El hogar de Liz tenía una buena estructura, buen material. No le afectaba. Así que con la idea en mente:
deseo que lloviera, y por tercera vez el clima la obedeció. Todo iba bien, veía como sus vecinos trataban
de arrojar el agua que se encontraba en sus hogares, estaban desesperados, y ella solo acudía ella
tomaba café. Llego a pensar que se lo merecían, comento: “ellos contaminan el ambiente, provocan el
calentamiento global, solo le estoy dando lo que se merecen”. Liz se sentía feliz, sin embargo, lo que
desconocía, es que su “resistente” hogar realmente no era como lo creía. Las goteras y rajaduras
empezaron a surgir, el primer piso estaba inundado, como lo había olvidado. Y lo único que procedió a
decir es: “para”, pero esta vez el cielo no le hizo caso. Se preguntaba ahora que pasa, la lluvia siguió y
siguió, muchos más fuerte con el pasar de el tiempo. Una de las casas de sus vecinos estaba ya
colapsada; sus cosas empezaron a dañarse, hasta que de pronto; abrió los ojos. Su habitación estaba tal
y como empezó todo esto, fue a la ventana; el cielo estaba oscuro. Sus vecinos se encontraban
arreglando sus precarios hogares. Respiro hondo, fue por un café, se quedo pensando; cuando de
repete pequeñas gotas comenzaron a caer.

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