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dinero.

Brooke hizo un asentimiento.


—¿En qué rancho se llevará a cabo el festival? Matteo está de viaje, qué
pena.
—El joven Sarconni no ha asistido nunca a un festival de estos, porque
no le gustan mucho. A los empleados de tantos años ya nos conocen —sonrió
—. Inicialmente el rancho anfitrión iba a ser el de la familia Anderssen,
Rugrats Woods, pero hubo un cambio y será en el Golden Ties. El anfitrión
de este año es el joven Kravath.
—Oh, pues… Olvidé mencionarle que soy la administradora —murmuró.
Ya habían pasado tres días desde su encuentro con el ranchero
cascarrabias, pero no tenía noticias de él. El hecho le parecía un poco extraño
si tomaba en cuenta cómo la mirada azul la había quemado con su intensidad,
antes de que él se marchara. Que la besaran, como lo hizo Lincoln, debería
ser la aspiración de las mujeres que querían saber lo que era un beso de
verdad. O quizá lo que ella necesitaba en realidad era solo abrir un perfil en
Tinder.
Después de Miles, su vida romántica era lo más parecida a un día en la
Antártida. No confiaba en los hombres con facilidad, pero tal como le dijo
Kristy, quizá solo necesitaba dejarse llevar un poco sin pensar si eran o no
potenciales parejas. No se sentía con las ganas de arriesgar de nuevo su
corazón, aunque tampoco quería condenarse al exilio romántico. Todavía
estaba decidiendo si abrir sus emociones sería demasiado arriesgado.
En la mente de Brooke continuaba rondando la sugerencia de Joseph de
pedirle ayuda a Lincoln en relación al rancho. Ella quería contarle que eran
vecinos y preguntarle si estaría dispuesto a considerar ser su asesor para las
tareas de renovar Blue Oaks. La noticia que le acababa de dar Mildred sobre
el festival llegaba en el momento oportuno.
Las reformas alrededor del rancho iban a ser complicadas e iba a
necesitar personas más especializadas en construcción, cableo, nuevo sistema
de irrigación, readecuación de espacios verdes, y equipo de nivelación de
terreno. No existía nada mejor que alguien con experiencia que ofreciera un
punto de vista empresarial mezclado con el de campo.
—Bueno, señorita Sherwood, entre quedarse en un rancho que no conoce,
pidiendo ayuda a un extraño y en plena tormenta, era imposible que se
hubiera detenido a pensar en decirle sobre sus credenciales —sonrió con
amabilidad—. ¡Esta es la oportunidad perfecta!
—Seguro será algo memorable.
—Ya me marcho —dijo apartándose—, que pase buena noche.

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Brooke subió a su habitación para darse un baño.
La muñeca de porcelana que le había dado su abuelo descansaba en la
consola del pasillo del piso superior. Eso y el álbum de fotos era todo lo que
consideraba importante. Sus récords médicos estaban en el único cajón del
escritorio pequeño, el cual había ubicado frente a la ventana para tener vista
hacia el patio trasero. Poco a poco, ella tenía pensado decorar la casa con
pequeños detalles que la hicieran lucir más acogedora. Daba igual la cantidad
de tiempo que pudiera estar alrededor de Blue Oaks, un año o dos.
Abrió el grifo y calibró la temperatura del agua. Soltó una exhalación.
En la mañana había salido en el 4x4 para llegar al riachuelo. Tres de los
empleados ya habían empezado el trabajo de limpiar la maleza. Ella
aprovechó para echar las semillas de lavanda, que había comprado, en la
zona lateral del camino. Le parecía una buena idea que, cuando crecieran las
flores, el aroma se esparciera en ese espacio tan bello y especial. Después
visitó el área de los cultivos y pasó unas horas aprendiendo lo que Pete iba
mostrándole, así como los cuatro hombres que trabajaban a su mando.
Ahora le dolía el trasero, porque no estaba habituada a esa clase de faena.
Después de lavarse el cabello se aplicó jabón líquido en las manos y
empezó a frotarse el cuerpo, mientras el agua caliente empezaba a relajar sus
músculos.
Aunque en esos tres días estuvo ocupada, a ratos recordaba la forma en
que Lincoln la había acariciado sobre la ropa y besado hasta perder la noción
del tiempo. Le habría gustado quedarse entre sus brazos, sentir cómo le
quitaba la ropa y descubrirse mutuamente. Jamás había tenido sexo sobre la
mesa del comedor, pero estaba segura de que lo habría vivido por primera
vez si Willa no hubiese interrumpido. Experimentar las caricias de los dedos
masculinos en su sexo sería glorioso, aunque no tanto como descubrir la
dureza del miembro viril penetrándola, hasta que sus cuerpos se movieran en
un vals de lujuria.
Brooke cerró los ojos, imaginándose que Lincoln la acariciaba toda, con
ardor y abandono. Se apretó los pezones, jugueteó con ellos, mientras con los
dedos de su mano libre abría los pliegues de la vagina. Estaba húmeda y no
tenía que ver el agua ni el jabón. Sus fantasías sexuales jamás habían tenido
un rostro tan claro como ahora. Quería conocer el cuerpo de Lincoln Kravath
como un mapa. No sabía si la oportunidad volvería a darse, pero en esos
momentos le era indiferente. El sonido del agua amortiguaba sus leves
gemidos.

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Ella empezó a mover los dedos en su interior, penetrando su sexo con uno
de ellos, después jugueteando con el clítoris, mordiéndose el labio inferior y
la cabeza echada hacia atrás. Contoneó las caderas ligeramente. Se apretó el
pezón izquierdo con dureza, mientras los dedos en su sexo aceleraban las
caricias. Sus jadeos se volvieron intensos, la idea de que Lincoln penetrara su
vagina desde atrás, en esta misma ducha con ella a su merced, la llevó al
éxtasis con un grito que sabía que nadie podría escuchar.
Se quedó un instante en silencio, terminándose de bañar, luego agarró una
toalla grande para secarse. Después de ponerse el pijama abrió el iPad que
tenía sobre el escritorio de su habitación. Casi eran las nueve de la noche,
pero ya había terminado su trabajo del día.
A través de la ventana de la habitación se filtraban los sonidos del campo.
Al mirar el horizonte, en el que se extendían cientos de acres, se veía un cielo
oscuro salpicado de estrellas. El viento de la noche era fresco y no existía
nueva alerta de tormenta por el momento. Brooke sentía que la naturaleza y
el contacto con ella, en esos días, había empezado a convertirse en un
bálsamo suave que prometía sanar sus heridas poco a poco.
Brooke abrió el navegador en pestañas con los principales diarios locales
online.
Ahora se instruía sobre los precios de los productos, las tendencias en el
mercado, a esa hora necesitaba algo liviano, porque con tantos números iba a
saturarse. Así que buscó las actividades sociales con la intención de buscar
algunas a las que podría inscribirse. Pasó de una publicación a otra, hasta que
encontró una que tenía en la portada la inauguración de una tienda de
productos de equitación. A ella le interesaban los caballos. Dio clic.
Las fotografías le habrían parecido simpáticas si no hubiese encontrado
en ellas al sujeto de su más reciente fantasía sexual, abrazando a una mujer
hermosa. La sonrisa de Lincoln daba a entender que estaba muy cómodo con
su acompañante, que era nada menos que la propietaria de la tienda, House
Horse e hija del alcalde de Austin.
La otra fotografía con esa tal Alina, plantándole un beso en la mejilla a
Lincoln, dejaba entrever que la relación no era nueva y que estaban muy
compenetrados. No pudo evitar enfadarse consigo misma por sentir celos,
aunque el ligero ramalazo de decepción fue el que removió más sus
emociones. ¿Es que no existían hombres decentes?
Lincoln le dijo que no había una amante en su vida en esos momentos y
ella lo creyó. Su interés por él no era romántico, pero si la intención mutua
era divertirse un poco, pues también era necesaria la honestidad. «Las
fantasías

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sexuales no tienen repercusiones emocionales una vez que acaba el
orgasmo», pensó, recordando su clímax momentos atrás.
El pie de foto en el reportaje era bastante elocuente, en las dos tomas, la
fecha era de la noche anterior. Lincoln Kravath, CEO del conglomerado
Golden Enterprises, junto a la propietaria de la cadena House Horse, Alina
Marcs. Dos herederos que buscan el éxito y el amor.
«Cretino insufrible», pensó Brooke con enojo y cerró la página. Dejó a un
lado el iPad y se apartó del escritorio. ¿Cómo se atrevía a besarla cuando
estaba interesado en otra? «Quizá esa Alina era su pareja oficial y Lincoln
era tan descarado que mentía a conveniencia».
Brooke tenía ahora la explicación de por qué él no la había llamado ni
escrito como dijo que haría. No era nada agradable saber que le mentían,
pero más valía enterarse antes de cometer un error irreparable. Agradecía
haber encontrado esa publicación porque, al menos con su vecino, ya sabía a
qué atenerse. El único interés con él sería profesional. Claro que sí.
Se acostó y dio dos puñetazos a la almohada pensando que era el brazo de
Lincoln. Después se quedó profundamente dormida.

A Lincoln no le tocaba ser anfitrión del Festival de Verano hasta dentro


de unos años, pero su interés de convertirse en aliado de Brooke para hacer
que fallara en los intentos de sacar adelante Blue Oaks fue suficiente para
hacer una pequeña modificación en los planes. Claro, para organizar todo
necesitaba tiempo, así que contactar a Brooke estaba fuera de la agenda.
Necesitaba tener listo el primer movimiento en su tablero de negocios, para
ello llamó a los Anderssen. Les ofreció relevarlos este año en la organización
del festival y convertir a Golden Ties en la sede. El matrimonio aceptó sin
objeción, porque tenían la visita de sus nietos desde Italia y preferían tener el
rancho sin alboroto adicional.
Complacido con la respuesta de esa familia, Lincoln había dado órdenes a
Ben para que, con el capataz y el resto de los jefes de equipo, organizaran la
limpieza de toda la zona que estaba en la parte frontal del rancho, excluida de
cultivos o estructuras de trabajo. Contrató una empresa de decoración para
que se hiciera cargo de todo, incluyendo la iluminación adicional exterior,
por si la gente quería extenderse disfrutando del atardecer.
Uno de los lujos que Lincoln consideró que como una buena innovación
fue instalar, por el día del festival, una pequeña noria. Las medidas de
seguridad estaban cubiertas, claro. El evento se armó en cuatro días. Él hizo

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un par de llamadas y redirigió todo a su asistente, quien coordinó el resto.
Para eso le pagaba y muy bien. ¿Si a él le importaba el ridículo costo de ese
evento? No, porque siempre se fijaba en el objetivo mayor: Blue Oaks.
Ya eran las doce del mediodía de ese domingo, y las familias estaban
llegando.
—Me parece que tu plan podría funcionar, pero perjudicar a esta nueva
administradora, haciendo que pierda su trabajo, no me parece propio de ti —
dijo Jonathan, ahora que conocía el tema con el rancho que era de Matteo y la
tal Brooke. Sentía curiosidad por conocerla.
Estaban caminando entre la gente, Lincoln dando la bienvenida y
haciendo charlas breves con cada persona, a la par que conversaba con su
mejor amigo. Renatta tenía un trabajo maquillando para un matrimonio, así
que Jonathan se invitó a sí mismo al rancho cuando supo que habría comida
hasta el hartazgo y la oportunidad de respirar aire fresco del campo.
—Que pierda el empleo en Blue Oaks como administradora, no implica
que no vaya a recibir una nueva oferta en algún puesto del conglomerado,
porque de vinos y ranchos, ella no sabe nada. Su especialidad es el desarrollo
de aplicaciones y temas de software o algo en esa línea. —Jonathan soltó una
carcajada—. ¿Tengo cara de payaso o tú te tragaste alguno? No veo el chiste.
—A veces me da la impresión de que estás demasiado pagado de ti
mismo, Linc —dijo de buen humor, palmeando el hombro de su amigo—.
Nadie en su sano juicio, si ha recibido una campaña de sistemático sabotaje,
aceptaría trabajar para el perpetrador de la misma.
—Siempre hay una solución para todo —replicó con severidad—. Ella no
se quedará sin trabajo, porque soy ambicioso más no desalmado para dejar a
una persona sin sustento.
—¿Y qué harás entonces? —preguntó, mientras saludaba de la mano a un
conocido.
El clima estaba ideal. No solo había viento fresco, sino un cielo soleado.
Caminar sobre el césped, recién cortado, daba gusto. Los usuales aromas de
un rancho en el que se criaban animales diversos, aromas nada agradables,
estaban lejos de la zona en que se desarrollaba el festival. La pequeña noria
estaba girando, las ocho cabinas estaban llenas, y los niños esperaban su
turno junto a sus niñeras o sus madres. Para los adultos había la posibilidad
de cabalgar hasta la zona anterior al límite con el río Colorado, guiados por el
equipo de las caballerizas de Golden Ties. El resto de las zonas, propias de
trabajo y cosechas, estaban vetadas, porque no eran aptas para esa clase de
visitas ni estaban abiertas al público.

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—En este caso tan solo habría una reubicación cuando Blue Oaks entre
de nuevo bajo el portafolio de propiedades y tierras de los Kravath. Además,
ya te comenté, ella es de Los Ángeles. Si se aburre de jugar a ser la ranchera
de la temporada, entonces regresará al sitio que le corresponde. Incluso he
pensado que, si se marcha, yo tengo contactos que pueden darle un empleo
en California. ¿Te das cuenta? Lo tengo todo calculado.
—Hasta que te explote en la cara —replicó Jonathan meneando la cabeza,
porque la ambición de Lincoln no tenía límites y utilizaba todos sus recursos
para obtener lo que buscaba, bajo las regulaciones estrictas de los procesos.
Sin embargo, en el caso de Blue Oaks, entendía el cabreo por la falta de
seriedad de Sarconni cuando, prácticamente, el contrato había estado a punto
de pulirse y alistarse para las firmas.
—No existe motivo para que algo salga mal —dijo con
seguridad. Jonathan optó por no responder y tan solo se encogió
de hombros.
—El otro día vi las fotografías del evento de Alina. Los rumores dicen
que hay posibilidades de romance. Se te veía muy cómodo posando y el beso
en la mejilla —dijo riéndose—. ¿Ella es la mujer que te interesa y por la que
no quieres conocer otra?
Lincoln se ajustó el sombrero Stetson. Esa jornada llevaba la clase de
ropa que prefería: vaqueros, botas y una camisa, en este caso era color azul.
—Esas publicaciones del demonio son un problema —masculló. No sabía
cómo habían captado el beso de Alina, si los fotógrafos ya estaban
aparentemente de retirada cuando eso ocurrió. El pie de foto era una mentira,
por supuesto, pero su queja o aclaración no serviría de nada; tampoco iba a
perder el tiempo en chorradas—. Y no, Jonathan, deja de fastidiar que
pareces adolescente. Que tú hayas encontrado encantadora la ridícula idea de
creer en el amor, no implica que el resto de tus amigos tengamos que tener
las mismas ideas suicidas.
Jonathan se carcajeó, pero súbitamente su risa se detuvo.
—Estoy a punto de casarme con la mujer de mi vida, pero sigo teniendo
dos ojos en la cara y sentido de la estética. ¿Quién es esa visión de vestido
amarillo? No me suena de ninguna parte y eso que tengo buena memoria para
asociar rostros, a pesar del paso del tiempo.
Lincoln frunció el ceño y siguió la mirada de su amigo.
—Mierda —farfulló al ver a Brooke, caminando con una sonrisa, junto a
un grupo de acompañantes que tenían las manos con bandejas de comida. En
esos días sin verla, la tentación de llamarla había sido grande, pero prefería

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seguir su plan—. La administradora de Blue Oaks, Brooke Sherwood —dijo
esto enfadado por su reacción hacia ella.
No le gustó sentir como si, al verla, hubiese bebido el vaso de agua que
calmaría la sed más grande en un día de sol. El vestido amarillo pastel que
llevaba Brooke se ajustaba a unos pechos que Lincoln quería paladear y
mordisquear. Después de haber palpado con sus manos las curvas de ese
cuerpo cuando se besaron, las imágenes de cómo sería arrancarle la ropa para
probarla toda sin ningún obstáculo habían sido sus acompañantes al
masturbarse. La deseaba como a ninguna otra mujer. Saber que ella era el
impedimento para lograr sus planes personales, lo cabreaba.
El vestido de Brooke, corte en A y con tirantes, le llegaba hasta las
rodillas. Las botas cafés completaban el atuendo que la hacían lucir como
alguien nacida en los alrededores: una chica de rancho y ciudad al unísono.
Ella era la estampa de una mujer que conjuraba fantasías sensuales con un
rostro de ángel y un toque de misterio. El disimulado interés que los hombres
que estaban en Golden Ties le dedicaron no fue una sorpresa.
Lo anterior no le gustó a Lincoln para nada. Cuando se dio cuenta de que
estaba apretando los puños a los costados, los relajó de inmediato.
—Al parecer ya ha hecho buenas migas con la gente del rancho de
Matteo y, por lo que veo, también hay interés por aquí en acercarse a ella.
La nueva administradora era deslumbrante, notó Jonathan. Según lo que
le comentó su mejor amigo, ella le había ocultado que trabajaba en Blue
Oaks en la noche de la tormenta y fingió ignorar su identidad. Lincoln
consideraba las mentiras o artimañas de una mujer, con intenciones de
aprovecharse o sacar ventaja deshonestamente de él, como una declaración
de guerra personal. El hecho de que ese rancho fuese importante para los
planes de Lincoln, implicaba que la determinación de deshacerse de Brooke
era más fuerte. Claro, Jonathan también acababa de entender que la guapa
californiana era la mujer que había instado a que su amigo rechazara la
posibilidad de tener una cita con la mejor amiga de Renatta. «Interesante».
—Bueno, pues no le va a durar mucho tiempo la fraternización —replicó
alejándose para empezar de una buena vez su plan de echarla del que sería el
terreno para el viñedo.

Cuando lo vio avanzar con determinación y aplomo hacia ella, Brooke


sintió un ligero cosquilleo en la piel. Los ojos azules de Lincoln eran
chispeantes y claros al momento de mirarla. El sol se reflejaba en los cabellos

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castaños y les daba un toque más claro, casi rubio. En conjunto, la fuerza
masculina parecía fortalecida con la del entorno de Golden Ties.
No podía evitar las reacciones de su cuerpo, pero podía tratar de controlar
sus pensamientos. Así que recordó dos temas que eran importantes. Primero,
que él era un mentiroso porque la besó cuando ya había otra mujer que le
interesaba. Segundo, el único propósito para estar en ese rancho de nuevo, a
plena luz del día en esta ocasión, consistía en buscar el bienestar de Blue
Oaks y mezclarse entre la comunidad.
—Creía que mis ojos estaban haciéndome una jugarreta y confundí a otra
persona contigo, así que decidí acercarme —dijo Lincoln cuando estuvieron
frente a frente. Le habría gustado probar de nuevo esos labios rojos, pero
descartó la posibilidad. No solo estaban rodeados de gente, sino que con un
beso no le bastaría. No confiaba en ella, aunque tal vez no sería del todo
malo explorar la lujuria con una oponente si se podía sacar alguna ventaja
estratégica—. Me alegra comprobar que mi cordura está intacta. ¿Te has
extraviado de nuevo?
Brooke se rio con suavidad. Sentía la inquietud de buscar con la mirada a
la tal Alina Marcs, porque si era la mujer con la que él estaba saliendo, lo
más probable era que estuviese alrededor. No quería ser la clásica idiota
interesada en un hombre que ya tenía dueña; un hombre que, a conveniencia
y proceder usual de un cretino, había olvidado mencionárselo.
—Hola, Lincoln —replicó—, pues quizá te alegre saber que no estoy
extraviada. Mi presencia aquí tiene que ver con que trabajo en Blue Oaks.
Me habría gustado mencionarlo el día en que te conocí, pero no se dio la
oportunidad —dijo con una sonrisa—. Somos vecinos. La noche de la
tormenta, eso sí que te conté, el Uber se averió, así que Golden Ties era lo
más rápido y cercano que había para protegerme de la lluvia.
Él enarcó una ceja.
—¿No sabías que mi rancho era el que colindaba con el tuyo? —preguntó
con un toque de sarcasmo que Brooke no logró captar.
—Llevo menos de dos semanas alrededor —se encogió de hombros—, y
sí sabía que Golden Ties era el rancho vecino, pero ignoraba tu identidad o
más bien, sin ofender, no tuve interés en conocer esa clase de detalles.
Necesitaba ponerme al corriente de otras cosas.
Lincoln pensó en que debía concederle el mérito de que era buena con las
excusas.
—¿Qué cargo tienes en Blue Oaks? —preguntó fingiendo ignorancia.

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—Soy la nueva administradora —sonrió con orgullo, porque los pasos
que iba dando eran pocos, pero estaban llenos de determinación. No venía al
caso comentarle que, después de mucho tiempo, esta era la primera
oportunidad que tenía de recuperar el control de su vida y alejarse de aquellos
que la habían convertido en un daño colateral de sus errores. En Blue Oaks
era libre de las decepciones que podían destruirla como ocurrió en Los
Ángeles—. El tema de los ranchos no ha sido nunca mi especialidad —
replicó con sinceridad—, pero mi habilidad con los números y la tecnología
es buena.
—El trabajo de un administrador no es nada fácil —dijo cruzándose de
brazos. Sus músculos presionaron contra la tela de la camisa. Ese detalle no
le pasó desapercibido a Brooke, pero desvió la mirada—. Dicen que la
situación en Blue Oaks es complicada —expresó eligiendo las palabras
correctas—. En la zona conocemos lo que ocurre en los ranchos,
superficialmente, así que no me mires con esa expresión de desconcierto.
—Entonces quizá sea una buena oportunidad para hacerte una propuesta.
En esta ocasión, Lincoln sonrió con sinceridad. Ladeó la cabeza y la
observó con una inequívoca chispa de intriga sexual. Ella, al notarlo,
carraspeó.
—¿Sí, qué clase de propuesta?
El acento texano era sureño con una mezcla de otros acentos del interior,
la costa y mitad sur de Estados Unidos, muy particular y agradable al oído. Si
a eso le sumaba que el tono de voz de Lincoln era similar al de un barítono,
el hombre podría abrir un negocio de narrar libros románticos eróticos para
audio y, sin duda, sería muy cotizado.
Brooke se sonrojó e hizo una negación, más para sí misma.
—Mi experiencia como ranchera, más allá de lo que estoy estudiando
sobre el campo y los procesos, es limitada. Sé administrar a nivel numérico u
organizar funciones, pero no poseo información de proveedores de servicios
que sean de confianza para empezar a renovar el rancho y devolverle el
esplendor. Puedo usar parte de los recursos que tengo asignados para
contratar a los profesionales que estime necesario para cumplir mis objetivos.
Entonces, Lincoln, querría saber si estarías interesado en ayudarme.
—¿Es esa tu propuesta? —indagó con una sonrisa. Su plan estaba
saliendo mejor de lo que esperaba, porque ni siquiera tenía que ofrecerle su
ayuda, como pensó en un inicio, sino que era ella quién estaba abriendo el
abanico de posibilidades. Todo sería más fácil.
En un acto reflejo extendió la mano para acomodar un mechón de cabello
rubio que se había soltado y lo acomodó detrás de la oreja pequeña. Ella lo

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miró con sorpresa, pero él no hizo ningún comentario. Por la forma en que
Lincoln apretó la mandíbula y Brooke se humedeció los labios era obvio que
la corriente eléctrica de ese toque los afectó a ambos.
—Sí —se apartó ligeramente, porque preservar la distancia era
importante para mantener la concentración. Además ¿qué hacía él
acercándose tanto cuando tenía una pareja? Dios, tenía ganas de decírselo a la
cara, pero su prioridad era el rancho y discutir con él no iba a beneficiarla.
Además, no tenía sentido perder el tiempo reclamando algo que no tenía
interés en hacer su problema—. Requiero tu ayuda para mejorar el rancho y
que mi jefe sepa que no se ha equivocado con la contratación —sonrió—. Por
lo poco que he podido notar, tú eres una persona muy ocupada, así que me
gustaría pagarte por hora de asesoría.
Lincoln no necesitaba el dinero, así que iba a jugar la carta del altruismo.
—En Lago Vista, los vecinos —dijo haciendo un gesto breve abarcando a
las decenas de personas que caminaban alrededor, sin fijarse demasiado en
ellos pues ya se habían saludado—, nos encargamos de ayudar a otros si hace
falta. No te cobraré nada.
Ella lo quedó mirando con el ceño fruncido.
—Me gusta trabajar para conseguir lo que es mío o en lo que tengo
interés, así que, por favor, acepta que te pague por tu asesoría, Lincoln. No
me gusta recibir favores. Además, tampoco somos amigos para creer que es
un asunto con esa clase de solidaridad.
—Eso se puede remediar —replicó sonriendo de medio lado.
«Así que la princesita era orgullosa». Heidi había sido exactamente igual
al inicio de la relación: pretendía ser independiente, querer ganarlo todo por
su propio esfuerzo, pero a medida que pasaron los meses sacó a relucir sus
verdaderos colores. Él se dio cuenta tarde. Con Brooke no iba a dejarse llevar
por esta aparente muestra de autonomía.
Detestaba que la comparación de su ex con Brooke pareciera ser un
ejercicio demasiado ágil de practicar. No le gustaba pensar en la víbora
aquella, pero la presencia de su nueva vecina parecía crear en él la constante
necesidad de mantenerse en alerta de sus instintos y emociones.
—¿El qué se puede remediar? —preguntó, confusa.
Brooke escuchó que Mildred llamaba su nombre. Miró por sobre el
hombro, hacia atrás, y la mujer le señalaba la caseta en la que iban a vender
la comida que habían hecho en la casa. Claro, debía ir a aprender cómo
funcionaba la dinámica del festival y, de paso, conocer a sus vecinos, porque
el que tenía enfrente era una tentación a la que no podía sucumbir de nuevo.

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