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La animación a la lectura

en el proceso educativo

MÓDULO 1
Situación de la lectura
en España

1 La lectura en España
1.1. Un paisaje desigual
1.2. El sector editorial
1.3. Soportes y tipos de lectura
1.4. Las bibliotecas

2 Niños y jóvenes frente a la lectura

3 Escuela y lectura
3.1. Las bibliotecas escolares
CURSOS HOMOLOGADOS
ONLINE
DE FORMACIÓN
PERMANENTE
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La lectura en España

Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a


pensar bien de él.
Nicolás de Avellaneda (1837-1885)

Los últimos estudios sobre la lectura en España parecen lanzar un mensaje optimista. Según el barómetro de Hábitos
de Lectura y Compra de Libros en España, los índices de lectura en nuestro país muestran una importante mejora en los
últimos años, con un porcentaje de lectores cercano al 70 % de la población, que aduce como principal motivo para la
lectura el entretenimiento, es decir, se leen libros por ocio en el tiempo libre. Aun así, sigue habiendo un alto porcen-
taje de población que no lee libros nunca o casi nunca (algo más del 30 % por ciento) y que alude a la falta de tiempo
como una de las principales causas de ello.
Otro buen indicador es que ha crecido especialmente el número de lectores frecuentes (diarios y semanales) y más
de la mitad de la población española mayor de 14 años lee libros semanalmente. Estos hábitos se incrementaron no-
tablemente durante el año 2020, en el cual la lectura ayudó en gran medida a sobrellevar el confinamiento, y pare-
cen haberse mantenido. De hecho, tanto jóvenes como mayores manifiestan una opinión positiva hacia la lectura y
la perciben como una actividad que «contribuye a tener una actitud más abierta y tolerante», que «es una actividad
emocionante y estimulante» y que «ayuda a comprender el mundo que nos rodea».

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1.1. Un paisaje desigual

Dentro de estas cifras generales, se mantienen importantes desigualdades por re-


gión, sexo, edad y nivel educativo. Por ejemplo, a nivel regional, Madrid y País Vasco
se encuentran a la cabeza de la Comunidades Autónomas más lectoras, frente a Ca-
narias y Extremadura, un aspecto en el que incide la diferencia de renta per cápita.
Respecto de la desigualdad entre lectoras y lectores, es ya clásica la preeminencia
de las primeras. Entre los 35 y 44 años se acerca el número de lectores entre ambos
sexos (70 % mujeres-60 % hombres), pero entre los 55 y los 64 años, en cambio, la di-
ferencia aumenta notablemente, con más de dos tercios de mujeres lectoras, frente
a poco más de la mitad de hombres lectores.
Mujer, mayor de 55 años, con estudios universitarios y que vive en un área urbana es
el perfil del lector frecuente en España.
En cuanto a las desigualdades apreciables según la edad, entre los que más leen, en
torno al 70 %, tienen entre 14 y 24 años. A partir de ahí las cifras se mantienen más o
menos estables hasta el desplome en los mayores de 65 años, de los cuales solo lee la
mitad. La lectura infantil se mantiene en valores muy elevados, cerca del 90 %. Aun-
que desciende la lectura a los más pequeños, los menores de 6 años, esto se ve com-
pensado por el crecimiento de la proporción de niños de 6 a 9 años que leen libros no
de texto. Un dato preocupante, en cambio, es que, en la adolescencia, a partir de los
15 años, se reduce notablemente la proporción de lectores frecuentes: hasta los 14
años son casi el 80 %, pero a partir de ahí y hasta los 18 desciende al 50 %.
Estos datos están muy relacionados con la brecha existente por nivel educativo. Así,
entre los universitarios lee casi el 90 %, mientras que entre los que tienen estudios
primarios el número de lectores desciende al 40 %.
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1.2. El sector editorial
Si atendemos a la venta de libros como indicador del nivel
de lectura, sigue creciendo el número de compradores de
libros no de texto y, especialmente, el porcentaje que dice
comprar en librerías. No obstante, también ha crecido le-
vemente el porcentaje de los que compran por Internet. La
industria editorial, por tanto, muestra signos de fortaleza y
constante, aunque moderado, crecimiento.
A nivel de exportaciones, también parece volver a su ten-
dencia creciente tradicional, con América en su totalidad y
Europa como principales importadores.
No hay que olvidar que se trata de uno de los sectores más
internacionalizados de la economía española, tanto en in-
tensidad como en antigüedad, que sin embargo se vio muy
afectado por la pandemia.

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1.3. Soportes y tipos de lectura

La aparición de nuevos soportes de lectura hace necesario consi-


derar la preferencia de los lectores por unos u otros. En ese senti-
do, crece levemente el soporte digital, usado por el 30 % de la po-
blación mayor de 14 años. Dentro de este grupo, los que aseguran
que su dispositivo preferido es el libro digital representan el 12 %,
y llama la atención que ya el 6 % lea libros en el móvil.
Entre estos lectores ha aumentado hasta cerca de un 40 % la pro-
porción de los que pagan por los libros electrónicos. Sin embargo,
siguen siendo mayoría los que los obtienen sin pagar y son cons-
cientes de cuándo la descarga no es legal.
Cabe mencionar un escaso 3 % de la población que escucha au-
diolibros, haciéndolo casi la mitad de manera frecuente.
En lo que respecta a los tipos de lectura, crece la de libros de fic-
ción de adultos, cómics y, mucho, la literatura de ficción infantil
y juvenil. Por contra, decrece notablemente el sector del libro de
texto de la enseñanza obligatoria.
Por último, no se pueden olvidar la prensa, que es leída diariamen-
te por casi un 40 % de la población, y las publicaciones periódicas,
ambas todavía preferidas en papel que en formato digital.

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1.4. Las bibliotecas

Pol hablar de la lectura en España, no se puede dejar de mencionar la


situación de las bibliotecas, las cuales cumplen una función informati-
va, social y formativa de vital importancia para la ciudadanía, tanto en
el aspecto del entretenimiento, como en el de generación de conoci-
miento.
Su buen hacer en la animación a la lectura hace que sean sumamente
valoradas por la ciudadanía, si bien sufrieron un importante descenso
de visitantes a causa de las restricciones de movilidad ocasionadas por
la pandemia, que, afortunadamente, poco a poco vuelve a sus niveles
anteriores.

Para finalizar, nos plantearemos las siguientes cuestiones:


„„ Diferentes estudios manifiestan que los alumnos de

Educación Secundaria son, en una proporción superior al


50 %, lectores frecuentes. Esto nos debería llevar a hacernos
dos preguntas:
a) ¿Leen nuestros alumnos por obligación o por placer?
b) ¿Por qué tenemos la sensación de que nuestros alumnos
no leen?
„„ La forma de leer está cambiando. Ante esto cabe también
preguntarse:
a) ¿Es lo mismo leer en papel que en la pantalla?
b) ¿Se lee de la misma manera, con la misma intensidad o
es una lectura superficial?

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Niños y jóvenes frente a la lectura

Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee.


Miguel de Unamuno (1864-1936)

Ya hemos puesto de manifiesto que, a pesar de la imagen que tenemos, el porcentaje de lectores frecuentes es muy
superior en la franja de edad correspondiente a Educación Secundaria. También es elevado, aunque no en la misma
medida, en las franjas inferiores. En todo caso, puede concluirse que el número de lectores frecuentes sobrepasa, en
estas edades, las dos terceras partes de la población.
Al contrario, menos de una quinta parte de los niños se declara no lector
y, en el caso de las niñas, este porcentaje de no lectores sobrepasa
escasamente el 10 %.
Son, a todas luces, unas cifras que podríamos considerar
satisfactorias, pero que a la vez nos ponen sobre aviso de que
«algo ocurre» más adelante para que estas cifras disminuyan,
o algo estamos haciendo mal con los niños para que luego
dejen de leer.

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Podemos presuponer que los datos de lectura entre la población más joven están relacionados con la realización de
lecturas obligatorias derivadas de la actividad escolar que le es propia.
Las cifras hablan de que casi el 18 % de los libros que se leen entre los 10 y los 13 años obedecen a una obligación
escolar, y la cifra aumenta hasta el 20 % para la franja de edad comprendida entre los 14 y los 24 años. Por tanto, no
se trata de un porcentaje ni mucho menos mayoritario dentro de las lecturas que realizan nuestros niños y jóvenes,
que debería mandar una señal de optimismo. Pero entonces, ¿por qué tenemos la sensación de que nuestros
alumnos no leen?

Respecto de la idea generalizada de que los niños y jóvenes en edad escolar no leen o leen menos
que antes, probablemente tengan mucho que ver las reacciones que recogemos los profesores y
maestros a propósito de las lecturas obligatorias en el ámbito escolar, que muchas veces son desfa-
vorables.
Por otro lado, cuando buena parte de la actividad diaria gira en torno a los libros, en este caso los de
texto, el cambiar de actividad para relajarse pasa, precisamente, por hacer algo distinto: algo que no
sea leer. Ello hace que tengamos la sensación de que se lee poco.

Quizá se entienda mejor esta paradójica situación mediante un ejemplo (Contreras, Jesús; 2008):

Leer en tiempos modernos. Adolescentes y jóvenes profesionales frente a la lectura


En este trabajo se recoge una serie de frases emitidas por adolescentes sobre la lectura, reveladoras de lo que acabamos
de comentar, que inciden en la idea de cómo puede suponer una carga: leer después de estar estudiando y leer las lectu-
ras obligatorias del centro educativo.

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No es objeto de este apartado tratar la relación de la escuela y
la lectura, que abordaremos más adelante. Ahora tan solo cabe
concluir:
1. Que, a pesar de que los índices de lectura entre la
población escolar son elevados, sería deseable distinguir
entre la lectura que se hace de forma obligatoria y la que
se realiza voluntariamente.
2. Que la obligatoriedad no beneficia a la lectura.
Consulta esta interesante publicación sobre el sistema
de lecturas obligatorias de nuestro sistema educativo,
que considera poco favorecedor del fomento de la lectura.
Como bien dice, no nos sirve de nada que el alumnado lea
El cantar del Mio Cid, Las penas del Joven Werther o Marianela
si, al cabo de unos años va a recordar esa lectura con recelo.
El problema de las lecturas obligatorias.

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Para finalizar este apartado, podemos extraer las
siguientes conclusiones:
a) Casi las dos terceras partes de la población
en edad escolar es lectora frecuente.
b) Este índice es el más elevado de entre
todas las franjas de edad.
c) Un 20 % de las lecturas realizadas en estas
edades es fruto de una obligación emana-
da de la escuela.
d) A pesar de estas cifras, socialmente se sigue
teniendo la percepción colectiva de que
los índices de lectura entre la población
en edad escolar son bajos.

A tenor de los datos sobre lectura, parece claro que los niños y jóvenes españoles constituyen
el grupo de población que más lee, tanto en número como en frecuencia. Sin embargo, también
conviene reflexionar sobre cómo leen los niños y adolescentes y conocer sus competencias
en compresión lectora. Es una de las conclusiones que podemos encontrar en el informe
Los libros infantiles y juveniles en España, estudio del Observatorio de la Lectura y el Libro que
recoge los principales datos y las tendencias más interesantes de este subsector:
Los libros infantiles y juveniles en España

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3
Escuela y lectura

Sin bibliotecas, ¿qué tenemos? Ni pasado ni futuro.


Ray Bradbury (1920-2012)

Se han apuntado en el apartado anterior algunas consideraciones sobre las


lecturas obligatorias que, en el caso de los niños y adolescentes, vienen mar-
cadas por los centros docentes, y es que la lectura es considerada como un
elemento primordial en la formación.
Su importancia es tal, que queda recogida como objetivo educativo específico
para cada una de las etapas en las que se estructura nuestro sistema escolar, en
la legislación de las distintas instancias educativas. Asimismo, aparecen tam-
bién referencias a la existencia de bibliotecas escolares, la puesta en marcha
de planes de fomento de lectura en los centros educativos, e incluso el tiempo
que debe dedicársele.

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Sin embargo, normativamente hablando, la lectura ha sido considerada siempre al servicio de los objetivos, finalida-
des, habilidades y competencias de la escuela (asociada al proceso de aprender a leer, vinculada a la literatura o supe-
ditada al aprendizaje), es decir, como un medio para conseguir otro fin y, por lo tanto, como una obligación.
Es evidente que no se puede renunciar a la obligatoriedad de la lectura, pero tampoco debería renunciarse a su di-
mensión placentera. Conseguir que, además de como obligación, se viva y se descubra como disfrute, es el paso ne-
cesario para obtener una buena animación a la lectura y dar el salto de la lectura obligada a la lectura autoelegida.

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3.1. Las bibliotecas escolares

Como parte de esa apuesta por la lectura que recoge la normativa educativa, se establece la obligatoriedad de la exis-
tencia de una biblioteca escolar en los centros de enseñanza con dos fines: fomentar la lectura y apoyar el aprendizaje
de las materias.
Ciertamente, en la práctica no existe casi ningún centro que no disponga de una biblioteca. Sin embargo, al ahondar
en la realidad de los centros, es difícil que la biblioteca cumpla dicha función de fomento a la lectura, cuando a menu-
do nos encontramos con alguna (o varias) de las siguientes situaciones:
„„ La biblioteca permanece cerrada todo el tiempo o solo se abre durante el recreo.
„„ No existe un responsable de la biblioteca y ni un equipo que realice una labor dinamizadora de la misma.
„„ Los fondos disponibles son irregulares y, en muchos casos, no se dispone de libros actuales y atractivos para jó-
venes, aunque sí de un excelente fondo de literatura clásica.
„„ La biblioteca ocupa los espacios más escondidos y sombríos del centro.
„„ La biblioteca tiene un uso compartido: como aula de desdoble o para atender a los padres en la tutoría.
„„ El espacio se utiliza, bajo el cuidado del docente de guardia, para enviar a alumnos con conductas disruptivas
que impiden el desarrollo de la clase (generando una imagen negativa inconsciente sobre la biblioteca).

Afortunadamente, hay centros en que la situación de la biblioteca es la contraria de la descrita, pero mientras perma-
nezcan esas situaciones, será difícil que la biblioteca pueda responder de forma satisfactoria al objetivo de fomento
de la lectura.
En el último módulo del curso estudiaremos la biblioteca escolar como
instrumento esencial al servicio del fomento de la lectura.

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