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en el proceso educativo
MÓDULO 1
Situación de la lectura
en España
1 La lectura en España
1.1. Un paisaje desigual
1.2. El sector editorial
1.3. Soportes y tipos de lectura
1.4. Las bibliotecas
3 Escuela y lectura
3.1. Las bibliotecas escolares
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DE FORMACIÓN
PERMANENTE
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La lectura en España
Los últimos estudios sobre la lectura en España parecen lanzar un mensaje optimista. Según el barómetro de Hábitos
de Lectura y Compra de Libros en España, los índices de lectura en nuestro país muestran una importante mejora en los
últimos años, con un porcentaje de lectores cercano al 70 % de la población, que aduce como principal motivo para la
lectura el entretenimiento, es decir, se leen libros por ocio en el tiempo libre. Aun así, sigue habiendo un alto porcen-
taje de población que no lee libros nunca o casi nunca (algo más del 30 % por ciento) y que alude a la falta de tiempo
como una de las principales causas de ello.
Otro buen indicador es que ha crecido especialmente el número de lectores frecuentes (diarios y semanales) y más
de la mitad de la población española mayor de 14 años lee libros semanalmente. Estos hábitos se incrementaron no-
tablemente durante el año 2020, en el cual la lectura ayudó en gran medida a sobrellevar el confinamiento, y pare-
cen haberse mantenido. De hecho, tanto jóvenes como mayores manifiestan una opinión positiva hacia la lectura y
la perciben como una actividad que «contribuye a tener una actitud más abierta y tolerante», que «es una actividad
emocionante y estimulante» y que «ayuda a comprender el mundo que nos rodea».
Ya hemos puesto de manifiesto que, a pesar de la imagen que tenemos, el porcentaje de lectores frecuentes es muy
superior en la franja de edad correspondiente a Educación Secundaria. También es elevado, aunque no en la misma
medida, en las franjas inferiores. En todo caso, puede concluirse que el número de lectores frecuentes sobrepasa, en
estas edades, las dos terceras partes de la población.
Al contrario, menos de una quinta parte de los niños se declara no lector
y, en el caso de las niñas, este porcentaje de no lectores sobrepasa
escasamente el 10 %.
Son, a todas luces, unas cifras que podríamos considerar
satisfactorias, pero que a la vez nos ponen sobre aviso de que
«algo ocurre» más adelante para que estas cifras disminuyan,
o algo estamos haciendo mal con los niños para que luego
dejen de leer.
Respecto de la idea generalizada de que los niños y jóvenes en edad escolar no leen o leen menos
que antes, probablemente tengan mucho que ver las reacciones que recogemos los profesores y
maestros a propósito de las lecturas obligatorias en el ámbito escolar, que muchas veces son desfa-
vorables.
Por otro lado, cuando buena parte de la actividad diaria gira en torno a los libros, en este caso los de
texto, el cambiar de actividad para relajarse pasa, precisamente, por hacer algo distinto: algo que no
sea leer. Ello hace que tengamos la sensación de que se lee poco.
Quizá se entienda mejor esta paradójica situación mediante un ejemplo (Contreras, Jesús; 2008):
A tenor de los datos sobre lectura, parece claro que los niños y jóvenes españoles constituyen
el grupo de población que más lee, tanto en número como en frecuencia. Sin embargo, también
conviene reflexionar sobre cómo leen los niños y adolescentes y conocer sus competencias
en compresión lectora. Es una de las conclusiones que podemos encontrar en el informe
Los libros infantiles y juveniles en España, estudio del Observatorio de la Lectura y el Libro que
recoge los principales datos y las tendencias más interesantes de este subsector:
Los libros infantiles y juveniles en España
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Sin embargo, normativamente hablando, la lectura ha sido considerada siempre al servicio de los objetivos, finalida-
des, habilidades y competencias de la escuela (asociada al proceso de aprender a leer, vinculada a la literatura o supe-
ditada al aprendizaje), es decir, como un medio para conseguir otro fin y, por lo tanto, como una obligación.
Es evidente que no se puede renunciar a la obligatoriedad de la lectura, pero tampoco debería renunciarse a su di-
mensión placentera. Conseguir que, además de como obligación, se viva y se descubra como disfrute, es el paso ne-
cesario para obtener una buena animación a la lectura y dar el salto de la lectura obligada a la lectura autoelegida.
Como parte de esa apuesta por la lectura que recoge la normativa educativa, se establece la obligatoriedad de la exis-
tencia de una biblioteca escolar en los centros de enseñanza con dos fines: fomentar la lectura y apoyar el aprendizaje
de las materias.
Ciertamente, en la práctica no existe casi ningún centro que no disponga de una biblioteca. Sin embargo, al ahondar
en la realidad de los centros, es difícil que la biblioteca cumpla dicha función de fomento a la lectura, cuando a menu-
do nos encontramos con alguna (o varias) de las siguientes situaciones:
La biblioteca permanece cerrada todo el tiempo o solo se abre durante el recreo.
No existe un responsable de la biblioteca y ni un equipo que realice una labor dinamizadora de la misma.
Los fondos disponibles son irregulares y, en muchos casos, no se dispone de libros actuales y atractivos para jó-
venes, aunque sí de un excelente fondo de literatura clásica.
La biblioteca ocupa los espacios más escondidos y sombríos del centro.
La biblioteca tiene un uso compartido: como aula de desdoble o para atender a los padres en la tutoría.
El espacio se utiliza, bajo el cuidado del docente de guardia, para enviar a alumnos con conductas disruptivas
que impiden el desarrollo de la clase (generando una imagen negativa inconsciente sobre la biblioteca).
Afortunadamente, hay centros en que la situación de la biblioteca es la contraria de la descrita, pero mientras perma-
nezcan esas situaciones, será difícil que la biblioteca pueda responder de forma satisfactoria al objetivo de fomento
de la lectura.
En el último módulo del curso estudiaremos la biblioteca escolar como
instrumento esencial al servicio del fomento de la lectura.