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La biblioteca de don Quijote

En el capítulo VI de El Quijote, se lleva cabo el donoso escrutinio de la biblioteca del protagonista. En


él se describe la exploración (escrutinio) de la biblioteca para seleccionar aquellas obras que van a
salvarse de la hoguera. Esta selección va a ser "donosa", es decir, indulgente, que van a perdonar
(per-donar) y a salvar del fuego bastantes obras.

A continuación, vamos a hacer un breve repaso de las obras de ficción que "del poco dormir y del
mucho leer" acabaron secando el cerebro de Alonso Quijano. Estas obras, principalmente del género
narrativo, son una especie de "grandes éxitos" de la literatura del renacimiento.
1 - Libros de caballerías
2 - Novela pastoril

3 - Novela histórica o morisca


1. Libros de caballerías

La novela de caballerías fue el subgénero narrativo más popular del Renacimiento. Los caballeros
andantes, que salían en busca de aventuras, representaban el modelo de honor y de hombría.
Admirables por tanto por sus hazañas como por su moral y sentimientos. En un contexto histórico,
social y cultural en el que la guerra y la violencia lo impregnaba todo. Así como la espiritualidad. Las
novelas de caballerías se basan en la figura masculina de un héroe, siempre en guardia, preparado
para dar la batalla allí donde se le reclame.
En las novelas de caballería se mezcla la violencia, siempre que esta sea justa y esté al servicio de
una causa noble, y el amor, siempre que este sea cortés y monógamo, hacia una sola dama, que
espera siempre ausente y oculta en algún lugar. Quizás era así como se sentían los caballeros y
cruzados, lejos de su hogar durante años, perdiendo su juventud en unas batallas demasiado
costosas. Solo la imaginación puede dar sentido al cansancio, el hambre, la falta de higiene y al dolor
de las heridas de guerra.

Los hombres que acompañaban a los caballeros, a pie, y que no tenían un nombre sino que era una
simple masa de campesinos obligados a luchar en las causas de su amo, se conocían como: mesnada.
Eran la infantería, aquellos que no podían costearse un caballo, armados con hachas, cuchillos, picas,
espadas, alabardas, hondas... o aquello que hubieran podido agarrar al salir de casa.

“don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega, y el primero que en nuestra edad
y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas, y al de
desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de aquellas que andaban con sus fustas y
palafrenes y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle: que como no
fuese algún follón, o algún villano de hacha y capellina, o algún descomunal gigante el que las
forzara, doncella hubo en los pasados tiempos que, al cabo de ochenta años, y sin haber dormido ni
un solo día bajo techado, se fue tan entera a la sepultura como la madre que la había parido.”

(Cap. IX, Don Quijote)

Las novelas de caballerías no son de origen hispánico, sino más allá de los Pirineos, y sus historias
fueron copiadas, traducidas y adaptadas de las originales francesas. ¿Por qué? Pues porque el
imperio coralingio, de Carlomagno, fue durante la Edad Media el único que fue capaz de hacer frente
a la amenaza musulmana, y el modelo a seguir en todos los sentidos. Su influencia y apoyo bélico fue
fundamental en la Reconquista de la Península ibérica, tanto militar como religioso. A estas historias
de los "francos" que son protagonizadas por caballeros andantes se conoce como el ciclo carolingio.

Uno de los ciclos más famosos fue el dedicado a Reinaldos de Montalbán, uno de los doce
legendarios guardianes (paladines) de la corte de Carlomagno. Una obra muy popular en España con
un importante numero de impresiones en Sevilla, Salamanca, Alcalá de Henares y Burgos.

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“La profesión que ejerzo no consiente ni permite que yo ande de otra manera. El buen paso, el regalo
y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos; pero el trabajo, la inquietud y las armas sólo
se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo,
aunque indigno, soy el menor de todos.”

(Cap. XIII, Don Quijote)

El otro modelo era el rey Arturo, vencedor de los sajones y conquistador de Inglaterra. Todas las
historias tienen un fuerte componente fantástico y maravilloso, muy influenciado por las canciones y
tradiciones célticas. Este conjunto de historias protagonizadas por magos (Merlín) y los caballeros de
la Mesa Redonda reciben el nombre de ciclo artúrico. Muchas de ellas están ambientadas en la
época de la ocupación vikinga de Inglaterra.

Una de las historias más conocidas de este ciclo es la historia de amor adúltero Tristán e Isolda.
Tristán, sobrino del rey, es requerido por su tío para que escolte a su futura esposa, la princesa
irlandesa Isolda, hasta sus tierras (Cornualles). En el trayecto -por mar- ambos beben un filtro
amoroso -por accidente- y se enamoran apasionadamente. Evidentemente, un filtro amoroso es la
explicación medieval para "justificar" la traición perpetrada por los amantes. El caso es que al llegar a
Cornualles la relación continúa en secreto hasta que es descubierta. Como no podía ser de otra
manera, Tristán es capaz de todo con tal de recuperar a su dama, hasta que pierde la vida en un
arrebato pasional al arrancarse las vendas cuando Isolda le visita por sorpresa. Isolda, por su parte,
cae fulminada en ese mismo instante al ver cómo su amante abandona el mundo de los vivo. Y
muere.
"Porque un caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma."

(Cap. I, Don Quijote)

“–¿No han leído vuestras mercedes –respondió don Quijote– los anales e historias de Inglaterra,
donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que comúnmente en nuestro romance castellano
llamamos el rey Artús? Es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este
rey no murió, sino que por arte de magia se convirtió en cuervo, y andando los tiempos volverá a
reinar y a recobrar su reino y cetro, y por ello no se podrá probar que se haya matado ningún cuervo
inglés desde entonces. Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de
caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y tuvieron lugar, sin faltar un punto, los amores que
allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo mediadora y sabedora de
ellos aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan
celebrado en nuestra España, de

Nunca fuera caballero

de damas tan bien servido

como fuera Lanzarote

cuando de Bretaña vino,

con aquel giro tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces fue
aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose de mano en mano por muchas y diversas
partes del mundo, y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula,
con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el
nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y
oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero
andante, y la que he dicho es la orden de su caballería, en la cual, como acabo de decir, yo, aunque
pecador, he hecho profesión, y lo mismo que profesaron los caballeros referidos profeso yo. Y así, me
voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi
brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los débiles y
menesterosos.” (Cap. XIII, Don Quijote)

El éxito de los libros de caballerías en España fue espectacular. de 1508 a 1608 aparecen cincuenta
en la Península, que junto con las oportunas reimpresiones suponen un total de 300 ediciones, sin
contar las traducciones a otras lenguas. Carlos I y Teresa de Jesús eran grandes aficionados al género.
Y Juan de Valdés -de los hermanos gemelos Valdés- aseguraba habérselos leído "todos".

Además, eran las novelas favoritas de los conquistadores de América. No es extraño que el nombre
de California haya sido tomado de una de las islas que aparecen en la obra las Sergas de Espladián.
Un pasatiempo muy querido por los aventureros para matar el aburrimiento eran la lectura (en voz
alta) de estas historias. El cronista Díaz del Castillo describe los sentimientos de los soldados
españoles al llegar a la ciudad de México:

"Nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el
libro de Amadís por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua"
Dentro de las novelas de caballerias de producción peninsular tenemos dos que sobresalen
especialmente.

Tirant lo Blanch. Escrita en lengua catalana, aparece en Valencia en 1490, escrita por Joanot
Martorell. Una de sus cualidades más apreciables y apreciadas por Don Quijote es su realismo. Es el
principal motivo por el que esta obra será salvada de la quema. Por ejemplo, aún a día de hoy llaman
la atención lo explícito y la meticulosidad con que se narran y describen los encuentros sexuales de
los protagonistas. En el episodio del escrutinio, Cervantes hace reaccionar así al cura cuando aparece
la obra:

“–¡Válgame Dios –dijo el cura, dando una gran voz–, si está aquí Tirante el Blanco! Dádmelo acá,
compadre, que es como si hubiese hallado con él un tesoro de contento y una mina de esparcimiento”

Amadís de Gaula. Es un poco como el Star Wars de la literatura castellana. Aparece en Zaragoza, en
el año 1508. De autor desconocido, aunque está muy influenciada por el ciclo bretón, parece que la
composición original fue portuguesa, y finalmente adaptada y editada en castellano (por Garci
Rodriguez de Montalvo). Son un conjunto de sagas que tienen como protagonista al caballero
Amadís, enamorado de la princesa inglesa Oriona. Es un claro precedente de las series de Netflix, ya
que va por temporadas. Un poco como El Señor de los anillos o Juego de Tronos. Amados concentra
todas las virtudes caballerescas y encuentra sus aventuras en entornos fantásticos, compuestos por
una imaginación desbordante: monstruos, magos, gigantes, lugares exóticos, completamente
inventados. Las Sergas de Espladián fue la cuarta entrega (o temporada) de esta aventura infinita que
encontró varias secuelas, precuelas y versiones.
2. La literatura pastoril

Es un género que podría remontarse a la Antigüedad, a las églogas del poeta más importante del
Imperio Romano: Virgilio.

Ambientados en un paisaje natural idealizado, y protagonizado por pastores, los autores


aprovechaban la libertad que les daba este escenario imaginario y alejado de la "realidad" para
hablar del amor y las pasiones humanas sin ningún tipo de censura. Este es su tema: el amor. Pero,
en contraste con el amor cortés de los libros de caballería, el amor pastoril es tan físico como
espiritual. Destaca la sensualidad, el erotismo, y no distingue la parte sensible del amor de la
espiritual. El amor es algo que se siente y que se hace, se practica. El amor es una fuerza cósmica,
incontrolable, a la que el ser humano se rinde con placer, y a veces con dolor.

Son obras en las que predominan los diálogos. Los personajes están constantemente hablando y
expresándose con absoluta libertad. En ocasiones, estos pastores idealizados se convierten en
verdaderos filósofos y desarrollan teorías que comparten y discuten unos con otros. Otras veces, los
exaltados pastores se convierten en poetas, y hablan a través de imágenes y metáforas de la belleza
o el dolor.

Otro elemento característico de la literatura pastoril son los espacios. Se ha denominado locus
amoenus al lugar o espacio agradable y recreativo en el que se desarrolla la acción. Habitualmente
poblado de vegetación, agua en abundancia, que fluye, y animales poco o nada fieros. Acompañan
más que intimidan. Este locus amoenus (lugar idílico) anima a los personajes a relajarse y a intimar, y
deja en suspenso su vida "cotidiana".

En el Capítulo IX de El Quijote, los protagonistas esperan junto a los cabreros la llegada del joven
Antonio, "un zagal muy entendido y muy enamorado, y además sabe leer y escribir y tocar el rabel",
que es el prototipo de mozo -campesino cultivado- que canta sus amores en forma de romance. Su
composición es un ejemplo de literatura pastoril.
"Yo sé, Olalla, que me adoras,

aunque no me lo hayas dicho

ni con los ojos siquiera,

mudas lenguas de amoríos.

Pues no ignoro que lo sabes,


en que me quieres me afirmo;

que nuna fue desdichado

amor que fue conocido"

(Cap. IX, don Quijote)

En castellano, el primer novelista de este género -con un enorme éxito y popularidad- fue Jorge de
Montemayor. Un poeta, músico y cortesano, de origen portugués. Su voz -entre otras cualidades-
fue muy apreciada en la corte de una de España y Portugal, y llegó a publicar un Cancionero cuyos
versos no fueron del agrado de la Inquisición. Pero su obra más famosa fue la Diana o Los siete libros
de Diana (1558).

Es la primera obra pastoril de la literatura castellana. Su autor tenía varios predecesores italianos que
habían desarrollado el género -Boccaccio (Ameto), Sannazaro (Arcadia)-, incluso un compatriota
portugués -Bernardim Ribeiro (Livro das saudades). Pero lo que hace a Diana especial es su realismo:
Jorge de Montemayor sitúa a sus protagonistas en emplazamientos reales (las riberas del río Esla,
León). Además, utiliza la ironía para que el lector atento pueda comprender por sí mismo lo que la
censura de la Inquisición no permite nombrar.

Leamos a continuación cómo el mismo autor resume el planteamiento de la obra, y observemos


estos dos elementos (realismo e ironía):

"En los campos de la principal y antigua ciudad de León, riberas del río Esla, hubo una pastora,
llamada Diana, cuya hermosura fue extremadísima sobre todas las de su tiempo. Esta quiso y fue
querida en extremo de un pastor, llamado Sireno; en cuyos amores hubo toda la limpieza y
honestidad posible. Y en el mismo tiempo, la quiso más que a sí otro pastor llamado Sylvano, el qual
fue de la pastora tan aborrecido que no había cosa en la vida a quien peor quisiese. Sucedió, pues,
que como Sireno fuese forzadamente fuera del reino, a cosas que su partida no podía excusarse, y la
pastora quedase muy triste por su ausencia, los tiempos y el corazón de Diana se mudaron; y ella se
casó con otro pastor llamado Delio, poniendo en olvido al que tanto había querido. El cual, viniendo
después de un año de ausencia, con gran deseo de ver a su pastora, supo antes que llegase como era
ya casada."
" -¡Ay, señor! -dijo la sobrina-, bien los puede mandar quemar vuestra merced como a los demás,
porque no sería extraño que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo
estos se le antojase hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que
sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza."

(Cap. VI, don Quijote)


La primera obra que publica Miguel de Cervantes será una novela pastoril: La Galatea (1585).
Cervantes es ya un hombre maduro cuando aparece su primer libro, tiene treinta y nueve años, y se
reúne con autores veinteañeros. Dos años antes, había conocido a Ana de Villafranca, una joven de
veinte años, que regenta una taberna en la calle de Toledo, en la zona del Rastro madrileño, y a la
que ha dejado embarazada. La vida de Ana no ha sido fácil. Probablemente fue prostituida en las
casas de "mancebía" de la zona, más tarde estuvo ocupada como sirvienta de un alguacil, hasta que
su padre la casó con un tratante de vinos mucho mayor que ella. Es aquí cuando Cervantes y Ana, por
el motivo que fuere, conciben a Isabel de Saavedra. En secreto.

Toda esta historia viene al caso de los siguiente. Las novelas pastoriles no eran simples
conversaciones entre pastores y pastoras cultos y enamoradizos. Además, en ellas se encubrían
narrativamente líos y peripecias sentimentales verídicas que estos personajes representaban: "cosas
que verdaderamente han sucedido, aunque van disfrazadas debajo de nombres y estilo pastoril".
Lope de Vega, uno de estos autores jóvenes, consideraba que La Galatea de Cervantes era tan real
como la vida misma, del mismo modo que la Diana de Jorge de Montemayor se refería a una "dama
natural de Valencia de don Juan, junto a León", todavía viva después de que se publicara la novela.

Cervantes dedica su obra a un joven noble de 24 años -Ascanio Colonna- que acaba de convertirse en
heredero de la casa Colonna. Esta era la forma de prosperar si uno quería dedicarse a la Literatura en
la España de finales del siglo XVI. Y Cervantes decide que el género con más posibilidades de triunfar
no es otro que la novela pastoril, por todas las virtudes que ya se han mencionado: amor, realismo,
cotilleos encubiertos, relaciones sexuales, reflexiones filosóficas, poesía, mitología, locus amoenus,
mezcla de poesía y prosa, y diálogos.
Además, y es importante señalarlo, un rasgo característico y de interés en las novelas pastoriles son
los personajes femeninos. Las mujeres o mozas de los relatos no son meros personajes secundarios
que dependen de los protagonistas masculinos, tienen profundidad psicológica y se expresan con
rotundidad. Son mujeres, hasta cierto punto, empoderadas que intentan abrirse camino como
pueden en un mundo dominado por los hombres. Algo poco habitual en la historia de la Literatura.

3. Novela histórica o morisca

Cuando Cervantes quiere describir la belleza de su dama imaginaria Dulcinea del Toboso la compara
con la más bella mujer de la que ha escuchado hablar a sus libro: la hermosa Jarifa. Es decir, la
belleza tiene rasgos exóticos, sureños, andaluces, granaínos (de Granada): moriscos. Ha leído don
Quijote en La Diana de Jorge de Montemayor, un resumen de la historia de una pareja de
enamorados, que pertenecen a unas familias nobles de Granada: el moro Abindarráez, que
pertenece a los Abencerraje (familia noble mora) y Jarifa.

“–Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez –prosiguió don Quijote–, que esta hermosa
Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más
famosos hechos de caballerías que se han visto, ven ni verán en el mundo.”

(Cap. V, don Quijote)


Las novelas moriscas, ambientadas en la tierra de Granada cuando ya está debilitada y a punto de ser
conquistada, cuentan historias legendarias, mezcla de amor y aventuras, protagonizadas por exóticos
personajes de origen musulmán. Ya no son vistos como una amenaza sino como una especie de
héroes dignos de admiración, siempre y cuando se sometan a los caballeros cristianos que dominan
el territorio. Por eso se consideran novelas históricas, porque están ambientadas en un contexto
histórico, más o menos realista, y la ficción se encarga de construir y adornar el relato. Incluso
aparecen personajes reales. Se parecen un poco a las historias de los antiguos romances, mezcla de
tramas sentimentales con sucesos de carácter violento o amenazador.

Estas obras muestran el respeto y la empatía entre cristianos y musulmanes, capaces de reconocerse
mutuamente su valía y honor. Además de subrayar la belleza y encanto especial que tiene tanto las
mujeres como los hombres moriscos. El narrador de estas novelas está fascinado con ese mundo que
ya en el siglo XV está a punto de desaparecer. Sucede algo parecido a lo que podemos ver en las
películas del oeste con los indios Apaches: una minoría oprimida y prácticamente exterminada por
los vaqueros, pero que precisamente por eso se ensalzan su cultura, su belleza y su valor.

La historia más conocida es la de El Abencerraje o Historia de Abencerraje y la hermosa Jarifa.


Aunque su autor es desconocido, Antonio de Villegas la recogió en una colección o Inventario de
historias variadas publicado por una imprenta de Medina del Campo en 1565. La historia cuenta
cómo el moro Abencerraje es hecho prisionero por el cristiano Rodrigo de Narvaez cuando se
disponía a reunirse con su amada Jarifa. El padre de Jarifa no aceptaba que su hija se uniese en
matrimonio con un Abencerraje, así que aprovechando que su padre ha salido de viaje a Granada,
Jarifa envía un mensaje a Abindarráez para que vaya a visitarla a Coín (desde Cártama). En este
trayecto fronterizo, por encontrarse muy próximo a las posesiones castellanas, es hecho preso. Sin
embargo, una vez que Abindarráez cuenta su propósito a Rodrigo de Narváez éste accede a dejarle
en libertad para que se encuentre con su amada, con la condición de que regrese. Al comprobar que
el moro y Jarifa cumplen su promesa y atraviesan la frontera de nuevo, Rodrigo acaba mediando para
que el padre de Jarifa de a su hija en matrimonio a un moro tan noble.
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4. La novela bizantina

La obra que reúne a todas las demás -la novela total-, que debía recoger todas las genialidades de las
anteriores, desde La Galatea al Quijote, pasando por la colección de historias reunidas en las Novelas
Ejemplares, fue: Los trabajos de Persiles y Segismunda. Cervantes la considero su novela más
completa, su pico de genialidad. La compuso poco antes de morir, y fue publicada póstumamente un
año después de su muerte, en 1616 (el mismo año en que muere Shakespeare).
Las novelas bizantinas son narraciones de amor y de aventuras, como las moriscas, en las que la
pareja sufre la desgracia de la separación y experimenta -por separado- extraños y complicados
avatares, que terminan siempre felizmente, con el reencuentro de los amantes.

La historia transcurre a lo largo de varios años y recorre múltiples y variados escenarios, exóticos en
muchos casos. Los protagonistas se enfrentan a todo tipo de adversidades: secuestros de piratas
mediterráneos, crucifixiones, resurrecciones, persecuciones, son esclavizados, liberados, encerrados,
engañados... hacen amistades, les traicionan, se casan con otras personas, viajan sin parar, pierden la
esperanza de reunirse con su amado, recuperan la esperanza, les revelan extrañas profecías, se
desplazan en mantas voladoras, sobreviven a naufragios, enamoran a delicados y respetuosos piratas
homosexuales, son prostituidos en burdeles... hasta que finalmente se reencuentran.

El origen de estas historias se sitúa en la costa oriental de Grecia, que hoy pertenece a Turquía,
antiguo imperio bizantino. De ahí su nombre. Los títulos que aún conservamos de estas historias tan
enloquecidas se conocen por el nombre de sus dos protagonistas: Quereas y Calírroe, Antía y
Habrócomes... o la más famosa en tiempos de Cervantes: Teágenes y Cariclea. Como podéis
comprobar, todos nombres "fáciles de memorizar". De hecho, Teágenes y Cariclea, la novela
bizantina más traducida y publicada en el siglo XVI, era conocida como Historia etiópica.

Cervantes, que ya había compuesto una novela pastoril (La Galatea), una "novela" de caballerías
(Quijote), y que -como veremos- ya lo había intentado varias veces en el mundo del teatro, con poca
fortuna, ahora se encierra a componer la novela de novelas que es Persiles y Segismunda. Una
novela al estilo griego, que le haga ser recordado como un gran escritor. Sin embargo, ya había
compuesto la obra que le haría ser mundialmente reconocido. De hecho, aunque el público de
lectores no era muy numeroso en el siglo XVI, Cervantes ya era un autor reconocido y su última obra
fue publicada simultáneamente en Madrid, Barcelona, Valencia, Lisboa, Pamplona y París.
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